1

1

Después de la muerte de Josué, la gente de Israel se presentó delante de Jehová para pedirle instrucciones.

—¿Cuál de las tribus será la primera en salir a pelear contra los cananeos? —preguntaron.

2

La respuesta de Dios fue la siguiente:

—Judá. Y yo le daré una gran victoria.

3

Sin embargo, los jefes de la tribu de Judá pidieron ayuda a la tribu de Simeón:

—Ayúdennos a desalojar a los habitantes del territorio que se nos asignó —dijeron—, y luego nosotros los ayudaremos a ustedes en su conquista.

Así pues, el ejército de Simeón fue con el ejército de Judá.

4 [4-6] Y Jehová les ayudó a derrotar a los cananeos y a los fereceos, de modo que diez mil enemigos fueron muertos en Bezec. El rey Adonibezec huyó, pero el ejército israelita lo persiguió y lo capturó y le cortó los pulgares de las manos y de los pies.

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6

7

—Setenta reyes sin pulgares en las manos y los pies recogían migajas debajo de mi mesa, —dijo Adonibezec—. Ahora Jehová me ha pagado con lo mismo.

Después lo llevaron a Jerusalén y allí murió.

8 (Judá había conquistado Jerusalén y había dado muerte a todos sus habitantes, prendiendo fuego a la ciudad.)

9 El ejército de Judá luchó contra los cananeos en la región montañosa del Neguev y en las llanuras de la costa.

10 Enseguida Judá marchó contra los cananeos en Hebrón (anteriormente se llamaba Quiriatarba) y destruyó las ciudades de Sesai, Ahimán y Talmai.

11 Después marcharon contra la ciudad de Debir (llamada anteriormente Quiriatsefer).

12

—¿Quién dirigirá el ataque contra Debir? —desafió Caleb—. A quienquiera que la conquiste le daré mi hija Acsa por esposa.

13

Otoniel, sobrino de Caleb, hijo de Cenaz el hermano de Caleb, se ofreció para dirigir el ataque, y conquistó la ciudad y obtuvo a Acsa por esposa.

14 Un instante antes de salir hacia su nuevo hogar ella lo persuadió que solicitara de su padre un pedazo adicional de tierra. Ella se desmontó del burro.

—¿Qué quieres? —le preguntó Caleb.

15 Ella le dijo:

—Quiero pedirte algo: ya que me has dado tierras en el Neguev, dame también fuentes de agua.

Entonces Caleb le dio las fuentes de arriba y de abajo.

16

Cuando la tribu de Judá entró en su nueva tierra en el desierto del Neguev al sur de Arad, los descendientes del suegro de Moisés, miembros de la tribu de los ceneos, lo acompañaron. Dejaron sus hogares en Jericó, la ciudad de las palmeras, y a partir de entonces las dos tribus vivieron juntas.

17 Después el ejército de Judá se unió a Simeón para enfrentarse a los cananeos en la ciudad de Sefat, y dieron muerte a todo el pueblo. Por eso ahora la ciudad es llamada Horma (Matanza).

18 El ejército de Judá conquistó además las ciudades de Gaza, Ascalón y Ecrón, con todos sus pueblos circunvecinos.

19 Jehová ayudó a la tribu de Judá a exterminar a los habitantes de la región montañosa, pero no pudieron conquistar a los del valle, porque éstos tenían carros de hierro.

20

La ciudad de Hebrón fue dada a Caleb como Jehová había prometido, y Caleb expulsó a todos sus habitantes, que eran descendientes de los tres hijos de Anac.

21

La tribu de Benjamín no expulsó a los jebuseos que vivían en Jerusalén, de modo que allí viven todavía, mezclados con los israelitas.

22

[22-23] Por su parte los descendientes de José atacaron la ciudad de Betel, antes conocida como Luz, y Jehová estuvo con ellos. Primero enviaron exploradores,

23

24 los que capturaron a un hombre que salía de la ciudad y prometieron salvarle la vida y la de su familia si les mostraba cómo entrar en la ciudad.

25 Él les mostró la entrada y ellos exterminaron a toda la población perdonando la vida de este hombre y la de su familia.

26 Más tarde este hombre se fue a Siria y fundó una ciudad también llamada Luz, nombre con que se conoce todavía.

27

La tribu de Manasés tampoco expulsó a la gente que vivía en Betseán, Taanac, Dor, Ibleam y Meguido, con sus pueblos circunvecinos, de modo que los cananeos permanecieron allí.

28 Años más tarde, cuando los israelitas fueron más fuertes, dominaron a los cananeos y los hicieron trabajar como esclavos, pero jamás los obligaron a salir del país.

29 Lo mismo ocurrió con los cananeos que vivían en Gezer. Ellos todavía viven en medio de la tribu de Efraín.

30

La tribu de Zabulón no dio muerte a los habitantes de Quitrón y Naalal, sino que los hizo esclavos.

31 La tribu de Aser tampoco expulsó a los residentes de Aco, Sidón, Ahlab, Aczib, Helba, Afec y Rehob.

32 De modo que los israelitas todavía viven con los cananeos que eran el pueblo original de aquella tierra.

33 La tribu de Neftalí no expulsó al pueblo de Betsemes y de Betanat, de modo que ellos siguen viviendo allí, pero en calidad de siervos.

34

En cuanto a la tribu de Dan, los amorreos los obligaron a establecerse en las montañas y no los dejaron descender al valle.

35 Pero más tarde, cuando los amorreos se esparcieron por el monte Heres, en Ajalón y Saalbim, la tribu de José los venció y los hizo esclavos.

36 Los límites de los amorreos comienzan en la subida del Paso del Escorpión, siguen hasta un punto llamado Acrabim (La Roca), y de allí hacia arriba.

2

1

Un día el Ángel de Jehová llegó a Boquim, desde Gilgal y anunció al pueblo de Israel:

—Los saqué de Egipto, los hice entrar en esta tierra que prometí a sus antepasados, y dije que jamás quebrantaría mi pacto con ustedes

2 si no hacían tratados de paz con los habitantes de esta tierra. Yo les ordené que destruyeran los altares paganos que ellos tenían. ¿Por qué no han obedecido?

3 Ahora, puesto que ustedes han quebrantado el pacto, ya no está en efecto, y ya no estoy obligado a destruir a las naciones que viven en esta tierra; por el contrario, ellos serán para ustedes como espinas en el costado, y sus dioses serán una tentación constante para ustedes.

4

Cuando el Ángel terminó de hablar, el pueblo rompió a llorar.

5 Por eso le pusieron el lugar Boquim (Lugar donde el pueblo lloró). Luego ofrecieron allí sacrificios a Jehová.

6

Cuando Josué finalmente hizo que el ejército de Israel se disolviera, las tribus pasaron a sus nuevos territorios y tomaron posesión de la tierra.

7 [7-9] Josué, siervo de Dios, murió a la edad de ciento diez años, y fue sepultado en su propiedad en Timnatsera en la región montañosa de Efraín, al norte del monte Gaas. El pueblo permaneció fiel a Jehová durante la vida de Josué y luego mientras vivieron los ancianos de su generación quienes habían visto los grandiosos milagros que Jehová había hecho por Israel.

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10

Pero finalmente murió toda aquella generación, y la generación siguiente no adoraba a Jehová su Dios, ni recordaba los milagros grandiosos hechos en favor de Israel.

11 Hicieron muchas cosas que el Señor había prohibido expresamente, incluyendo la adoración de dioses paganos.

12 [12-14] Abandonaron a Jehová, el Dios que amaron y adoraron sus antepasados, el Dios que los había sacado de la tierra de Egipto. En cambio, adoraron y se inclinaron delante de los dioses de las naciones vecinas. Por lo tanto, la ira de Jehová se inflamó contra Israel, y los dejó a merced de sus enemigos, porque se habían separado de Jehová y estaban adorando a Baal y a Astarot.

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14

15

Cuando la nación de Israel salía a presentar batalla a sus enemigos, Jehová estaba en su contra. Les había advertido que lo haría así. En realidad lo había jurado. Pero cuando el pueblo estaba en medio de una terrible aflicción,

16 Jehová levantaba caudillos o "jueces" que los salvaran de sus enemigos.

17 Sin embargo, Israel no oía a los caudillos sino que quebrantaba la fe en Jehová al adorar otros dioses. Se apartaron muy pronto de la fe verdadera de sus antepasados, y se negaron a obedecer los mandamientos de Jehová.

18 Cada juez rescataba al pueblo de Israel de sus enemigos durante su vida, porque Jehová se compadecía del clamor de su pueblo cuando estaba oprimido y acosado.

19 Pero cuando el juez moría, el pueblo volvía a hacer lo malo y lo hacía aún peor que sus antepasados. Adoraban a los dioses paganos nuevamente, arrojándose en tierra para humillarse delante de ellos. Obstinadamente regresaban a las costumbres perversas de las naciones que los rodeaban.

20

Entonces la ira de Jehová se inflamaba nuevamente contra Israel. Declaraba: "Por cuanto este pueblo ha violado el pacto que hice con sus antepasados,

21 ya no apartaré de delante de ellos a las naciones que Josué dejó sin conquistar cuando murió.

22 En cambio, usaré a estas naciones para probar a mi pueblo, para ver si obedecen a Jehová de la manera que sus antepasados lo hicieron".

23

Jehová, pues, dejó a aquellas naciones en la tierra y no las expulsó ni permitió que Israel las destruyera.

3

1

Esta es la lista de las naciones que Jehová dejó en la tierra para probar a la nueva generación de Israel que no había participado en las guerras de Canaán. Jehová quería dar una oportunidad a los jóvenes de Israel de ejercer fe y obediencia para vencer a sus enemigos:

Los filisteos (cinco ciudades), los cananeos, los sidonios, los heveos que vivían en el monte Líbano, desde Baal Hermón hasta la entrada de Hamat.

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3

4

Estos pueblos quedaron además para probar a la nueva generación de Israel, para ver si obedecían los mandamientos que Jehová les había dado por medio de Moisés.

5

Israel, pues, vivió entre los cananeos, heteos, amorreos, fereceos, heveos y jebuseos,

6 y comenzaron a mezclarse con ellos. Los jóvenes de Israel se casaban con las mujeres de esos pueblos, y las israelitas se casaban con los hombres del lugar. Pronto todo Israel estuvo adorando a sus dioses.

7 El pueblo de Israel hizo lo malo delante de los ojos de Dios, porque se volvieron contra Jehová su Dios y adoraron a Baal y a los ídolos de Asera.

8

Entonces la ira de Jehová se inflamó contra Israel y dejó que el rey Cusán Risataim de Siria oriental los conquistara. Estuvieron bajo su dominio ocho años.

9 Pero cuando Israel clamó a Jehová, Él hizo que el sobrino de Caleb, Otoniel, hijo de Cenaz, hermano menor de Caleb, lo salvara.

10 El Espíritu de Jehová vino sobre Otoniel, y gobernó a Israel, y salió en guerra contra el ejército del rey Cusán Risataim, y Jehová ayudó a Israel a vencerlo completamente.

11

Durante cuarenta años hubo paz en la tierra; pero, muerto Otoniel,

12 Israel se volvió una vez más a sus malos caminos. En consecuencia, Jehová ayudó a Eglón, rey de Moab a conquistar parte de Israel.

13 Con él se aliaron los ejércitos de los amonitas y los amalecitas, y derrotaron a los israelitas y tomaron posesión de Jericó, la ciudad de las palmeras.

14 Durante los siguientes dieciocho años el pueblo de Israel sirvieron al rey Eglón.

15

Pero cuando clamaron a Jehová, Él les envió un salvador, Aod, hijo de Gera, un benjaminita, que era zurdo. Aod fue el hombre escogido para llevar el tributo anual a la capital moabita.

16 Antes de salir en su viaje, se hizo una daga de doble filo de medio metro de largo y la escondió en su ropa junto a su costado derecho.

17 [17-19] Después de entregarle el dinero al rey Eglón (quien por cierto era muy gordo) inició su viaje de regreso. Pero cuando estaba en las afueras de la ciudad, en las canteras de Gilgal, se despidió de sus compañeros y regresó solo ante el rey.

—Tengo un mensaje secreto para ti —le dijo.

El rey inmediatamente hizo salir a todos los que estaban con él a fin de tener una conversación secreta con Aod.

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19

20 Aod avanzó hasta donde estaba sentado Eglón en su sala de verano y le dijo:

—Es un mensaje de Dios.

El rey Eglón se puso de pie inmediatamente para recibir el mensaje,

21 y Aod, con su fuerte mano izquierda sacó la daga de doble filo de debajo de su túnica y la enterró en el vientre del rey.

22 [22-23] La empuñadura de la daga desapareció debajo de la carne, y la grasa la cubrió al salírsele las entrañas por la herida. Dejando allí la daga, Aod cerró la puerta tras de sí con el cerrojo y escapó por el corredor.

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24

Cuando volvieron los siervos del rey y vieron que las puertas estaban cerradas, esperaron pensando que podría estar haciendo sus necesidades.

25 Pero después de un tiempo, como él no saliera se preocuparon y fueron en busca de la llave. Cuando abrieron la puerta, encontraron que su amo estaba muerto en el suelo.

26

Mientras tanto Aod había llegado más allá de las canteras, hasta Seirat.

27 Cuando entró en la región montañosa de Efraín, hizo sonar una trompeta llamando a las armas, y reunió un ejército bajo su mando.

28

—Síganme —les dijo—, porque Jehová ha puesto en nuestras manos a los moabitas.

El ejército entonces le siguió y tomó posesión de los vados del Jordán junto a Moab, y no dejaban a nadie cruzarlo.

29 Luego atacaron a los moabitas y dieron muerte a unos diez mil de sus hombres más fuertes y hábiles en batalla. Ni uno solo escapó.

30

Moab fue conquistada por Israel aquel día, y la tierra tuvo paz durante los siguientes ochenta años.

31

Después de Aod fue juez Samgar, hijo de Anat, el cual una vez dio muerte a seiscientos filisteos con una aguijada de bueyes, y salvó a Israel de un desastre.

4

1

Después de la muerte de Aod, el pueblo de Israel volvió a pecar contra Jehová,

2 por lo que Jehová los entregó en manos de Jabín, rey de Hazor en Canaán. El comandante en jefe de su ejército era Sísara, que vivía en Haroset Goim,

3 y tenía novecientos carros de hierro. Durante veinte años hizo que la vida fuera insoportable para los israelitas. Finalmente, Israel rogó a Dios que le diera ayuda.

4

El caudillo que gobernaba a Israel en aquel tiempo fue Débora, una profetisa de Lapidot.

5 Ella celebraba audiencias en un lugar que ahora se conoce con el nombre de Palmera de Débora, entre Ramá y Betel, en la región montañosa de Efraín. Los israelitas acudían a ella para que decidiera sus querellas.

6

Un día citó a Barac, hijo de Abinoam, que vivía en Cedes, en la tierra de Neftalí y le dijo:

—Jehová Dios de Israel te manda que movilices diez mil hombres de las tribus de Neftalí y Zabulón.

7 Llévalos hasta el monte Tabor, para ofrecer batalla a Jabín y a su poderoso ejército con todos sus carros, que están al mando del general Sísara. Jehová dice: "Yo los conduciré hasta el río Cisón, y allí los derrotarás".

8

—Iré si tú vas conmigo —le dijo Barac.

9

—Muy bien —contestó ella—, iré contigo, pero te advierto que el honor de vencer a Sísara será de una mujer y no tuyo.

Entonces ella fue con él a Cedes.

10

Cuando Barac convocó a los hombres de Zabulón y Neftalí para movilizarse hacia Cedes, se presentaron diez mil voluntarios. Y Débora fue con ellos.

11 (Heber el ceneo, descendiente de Hobab el suegro de Moisés, se había apartado del clan de los ceneos y había estado viviendo junto a la encina de Zaanaim, cerca de Cedes.)

12 Cuando el general Sísara supo que Barac estaba acampado en el monte Tabor,

13 marchó con todo su ejército, incluyendo novecientos carros de hierro, y marchó desde Haroset Goim hasta el arroyo Cisón.

14

Débora le dijo a Barac:

—Ahora es el momento de entrar en acción. Jehová nos dirije. Él ya ha entregado a Sísara en tus manos.

Entonces Barac lanzó a sus diez mil hombres a la batalla por las laderas del monte Tabor.

15

Jehová hizo que el pánico cundiera entre el enemigo, tanto entre los soldados como en los que conducían los carros, y Sísara saltó de su carro y escapó corriendo.

16 Barac y sus hombres persiguieron a sus enemigos y a los carros hasta Haroset Goim, hasta que todo el ejército de Sísara fue destruido. Ni un solo hombre quedó vivo.

17 Mientras tanto, Sísara había escapado a refugiarse en la tienda de Jael, esposa de Heber ceneo, porque había un pacto de ayuda mutua entre el rey Jabín de Hazor y el clan de Heber.

18

Jael salió a encontrar a Sísara y le dijo:

—Entra en mi tienda, señor. Estarás a salvo bajo nuestra protección. No tengas miedo.

Él entró en la tienda y ella lo cubrió con una frazada.

19

—Dame un poco de agua —dijo él—, porque tengo mucha sed.

Ella le dio leche y lo volvió a cubrir.

20

—Ponte en la puerta de la tienda —le pidió él a ella— y si alguien viene buscándome, dile que no hay nadie aquí.

21

Entonces Jael tomó una aguda estaca de tienda y un mazo, y acercándose silenciosamente a donde él dormía profundamente a causa del cansancio; le clavó la estaca en las sienes, le atravesó la cabeza y se la encajó en el suelo, y así murió.

22

Cuando Barac llegó buscando a Sísara, Jael salió a encontrarlo y le dijo:

—Ven y te mostraré al hombre que estás buscando.

Ella lo condujo dentro de la tienda y encontró a Sísara muerto, con la estaca atravesada en las sienes.

23 Ese día Jehová subyugó al rey Jabín de Canaán ante Israel.

24 Desde ese día en adelante Israel se fortaleció cada vez más contra el rey Jabín, hasta que él y todo su pueblo fueron destruidos.

5

1

Entonces Débora y Barac cantaron esta canción:

2

Por cuanto condujo valientemente a los caudillos de Israel, y el pueblo alegremente lo siguió, alaben a Jehová.

3

Oigan bien, reyes y príncipes, porque cantaré a Jehová el Dios de Israel.

4

Cuando nos hiciste salir de Seir, oh Jehová, y nos guiaste por los campos de Edom, la tierra tembló y el cielo derramó su lluvia,

5 Sí, aun el monte Sinaí tembló ante la presencia del Dios de Israel.

6

En los días de Samgar y de Jael, los principales caminos quedaron desiertos.

Los viajeros usaban senderos estrechos y tortuosos.

7

Los pueblos de Israel quedaron abandonados, hasta que Débora surgió como una madre para Israel.

8

Cuando Israel buscó nuevos dioses, todo se desplomó, nuestros amos no nos dejaban tener ni escudo ni espada; entre los cuarenta mil valientes de Israel ni un arma podía ser hallada.

9

¡Cuánto me regocijo en los caudillos de Israel que se ofrecieron voluntariamente! ¡Alaben a Jehová!

10 Que todo Israel, ricos y pobres, se unan en sus alabanzas: los que cabalgan en burros blancos y se sientan en ricas alfombras y los que son pobres y deben caminar.

11

Reúnanse junto al pozo los músicos del pueblo a cantar los triunfos de Jehová.

Una y otra vez canten la balada de cómo Jehová salvó a Israel con un ejército de campesinos.

El pueblo de Jehová marchó hacia las fronteras.

12

¡Despierta, oh Débora, y canta!

¡Levántate, oh Barac, oh hijo de Abinoam, y lleva tus cautivos!

13

Desde el monte Tabor descendió el noble remanente.

El pueblo de Jehová marchó contra los poderosos.

14

Vinieron de Efraín y Benjamín, de Maquir y Zabulón.

15

Hacia el valle descendieron los príncipes de Isacar con Débora y Barac.

Ante el mandato de Dios se precipitaron hacia el valle.

Pero la tribu de Rubén no fue.

16

¿Por qué te sentaste en casa entre los rediles, a oír los balidos de tus ovejas?

Sí, la tribu de Rubén tiene la conciencia intranquila.

17

¿Por qué Galaad se quedó al otro lado del Jordán; y por qué Dan se quedó con sus naves, y por qué Aser se sentó inconmovible junto a las costas, reposando en sus bahías?

18

Pero las tribus de Zabulón y Neftalí expusieron sus vidas en el campo de batalla.

19

Los reyes de Canaán pelearon en Tanaac, junto a los manantiales de Meguido, pero no obtuvieron la victoria.

20

Las mismas estrellas del cielo pelearon contra Sísara.

21

El arroyo de Cisón los barrió.

¡Adelante, oh alma mía, con fortaleza!

22

Escucha las pisadas de los caballos de los enemigos.

Escucha el galopar de los valientes.

23

Pero el ángel de Jehová lanzó una maldición sobre Meroz.

"Malditos sean severamente", dijo, "porque no vinieron a ayudar a Jehová contra sus enemigos".

24

¡Bendita sea Jael, la esposa de Heber el ceneo!

¡Sea ella bendita por sobre todas las amas de casa!

25

Él pidió agua, y ella le dio leche en una hermosa taza.

26

Entonces tomó una estaca y un mazo y partió las sienes de Sísara, aplastando su cabeza.

Traspasó con la estaca su cabeza

27 y él quedó muerto a sus pies.

28

La madre de Sísara miraba por la ventana esperando su regreso:

"¿Por qué su carro demora tanto en llegar?

¿Por qué no oímos el sonido de sus ruedas?"

29

Sus doncellas le respondían y ella misma también lo decía:

30

"Hay mucho botín que distribuir, y eso lleva tiempo.

Cada hombre recibe una o dos doncellas, y Sísara recibirá las vestiduras de colores y traerá a su hogar muchos obsequios para mí".

31

Oh Jehová, que todos tus enemigos perezcan como Sísara; pero los que aman a Jehová resplandezcan como el sol a mediodía.

Después de esto hubo paz en el país durante cuarenta años.

6

1

Pero el pueblo de Israel comenzó una vez más a adorar a otros dioses, y una vez más Jehová los entregó en mano de sus enemigos para que los oprimieran. Esta vez fue el pueblo de Madián, y lo hizo durante siete años.

2 Los madianitas eran tan crueles que los israelitas se fueron a vivir en las cuevas de las montañas.

3 Cuando los israelitas sembraban, los de Madián y de los pueblos vecinos venían

4 y destruían las cosechas, y asolaban el campo hasta Gaza sin dejar nada para comer, y se llevaban las ovejas, los bueyes, y los burros.

5 Las hordas enemigas llegaban montadas en camellos en un número tan grande que no se podían contar, y se quedaban hasta que la tierra había quedado completamente destruida y saqueada.

6 [6-7] Como resultado, Israel quedó reducido a una gran pobreza, y por fin el pueblo de Israel comenzó a clamar a Jehová pidiendo ayuda.

7

8

Sin embargo, la respuesta que Jehová envió a través de su profeta fue ésta:

"Jehová Dios de Israel los sacó de la esclavitud en Egipto,

9 y los rescató de los egipcios y de todos los que fueron crueles con ustedes, y expulsó a los enemigos de delante de ustedes y a ustedes les dio su tierra.

10 Él les dijo que Él es Jehová Dios y que no debían adorar los ídolos de los amorreos que viven junto a ustedes. Pero ustedes no han obedecido".

11

Un día el Ángel de Jehová vino y se sentó bajo la encina de Ofra, en las tierras de Joás el abiezerita. Y su hijo Gedeón había estado trillando el trigo a mano en el fondo de un lagar para esconderlo de los madianitas.

12

El Ángel de Jehová se le apareció y le dijo:

—Varón valiente y fuerte, Jehová está contigo.

13

—Señor mío —replicó Gedeón—, si Jehová está con nosotros, ¿por qué nos ocurre todo esto, y dónde están los milagros que nuestros antepasados dicen que Dios hizo al sacarlos de Egipto? Jehová nos ha desechado y permite que los madianitas nos arruinen.

14

Entonces Jehová se volvió hacia él y le dijo:

—Yo te fortaleceré. Vé y salva a Israel de los madianitas; yo te envío.

15

—Señor —repuso Gedeón—, ¿cómo puedo yo salvar a Israel? Mi familia es la más pobre de la tribu de Manasés y yo soy el menor de ella.

16

Pero Jehová le dijo:

—Yo, Jehová, estaré contigo. Tú destruirás rápidamente las hordas madianitas.

17

—Si es cierto que vas a ayudarme de esa manera —dijo Gedeón—, haz un milagro, para probarlo; pruébame que es realmente Jehová quien me está hablando.

18 Pero, espera hasta que yo vaya a buscar un presente para ti.

—Bien —respondió el Ángel—, me quedaré aquí hasta tu regreso.

19

Gedeón entró apresuradamente en la casa, asó un cabrito y preparó pan sin levadura, con veinticuatro litros de harina. Luego tomó la carne en un canasto y el caldo en una olla, y lo llevó al Ángel que estaba bajo la encina y se lo entregó.

20

El Ángel le dijo:

—Coloca la carne y el pan sobre esta roca y vierte sobre ellos el caldo.

Cuando Gedeón terminó de hacer lo ordenado,

21 el Ángel tocó la carne y el pan con su vara, y surgió fuego de la roca y los consumió. De pronto, el Ángel desapareció.

22

Cuando Gedeón comprendió que realmente había sido el Ángel de Jehová gritó:

—¡Ay, Señor Jehová, he visto a tu Ángel cara a cara!

23

—Es cierto —respondió Jehová—. Pero no tengas miedo. No morirás.

24

Gedeón edificó allí un altar y lo llamó Jehová Salom. (Altar de paz con Jehová). El altar está en Ofra, en la tierra de los abiezeritas.

25 Aquella noche Jehová le dijo que tomara el mejor toro del ganado de su padre y fuera hasta el altar de Baal y lo derribara, y destruyera el ídolo de madera de la diosa Aserá.

26

—Edifica en su lugar un altar para Jehová tu Dios aquí sobre esta colina, colocando las piedras con esmero. Luego sacrifica el toro como holocausto a Jehová, usando el ídolo de madera como leña para el fuego del altar.

27

Gedeón llevó a diez de sus siervos e hizo lo que Jehová le había ordenado. Pero lo hizo de noche por temor a los demás miembros de su familia y a los hombres de la ciudad.

28 A la mañana siguiente, temprano, cuando la ciudad comenzó sus actividades, alguien descubrió que el altar de Baal había sido destruido, que había desaparecido el ídolo que estaba allí, y que en su lugar había un nuevo altar, con los restos de un sacrificio sobre él.

29

—¿Quién hizo esto? —se preguntaban todos.

Finalmente se supo que había sido Gedeón, el hijo de Joás.

30

—Tráenos a tu hijo —gritaron—. Debe morir por insultar el altar de Baal y por haber destruido el ídolo de Asera.

31

Pero Joás replicó a la multitud:

—¿Acaso necesita Baal la ayuda de ustedes? ¡Qué insulto para un dios! Ustedes son los que debieran morir por insultar a Baal. Si Baal es realmente un dios, ¡que cuide de sí mismo y destruya al que destruyó su altar!

32

Desde entonces Gedeón fue llamado Jerobaal, sobrenombre que significa: "Que Baal se cuide a sí mismo".

33

Poco después los ejércitos de Madián, Amalec y otras naciones vecinas se unieron para pelear contra Israel. Cruzaron el Jordán y acamparon en el valle de Jezreel.

34 Entonces el Espíritu de Jehová descendió sobre Gedeón, y éste, con un toque de trompeta, llamó a las armas, y los hombres de Abiezer acudieron a él.

35 También envió mensajeros a Manasés, Aser, Zabulón y Neftalí convocándolos con sus ejércitos para ir a la batalla, y todos respondieron.

36

Entonces Gedeón le dijo a Jehová:

—Si realmente me vas a usar para salvar a Israel en la forma prometida,

37 pruébamelo de esta manera: pondré un vellón sobre el campo esta noche, y si mañana en la mañana el vellón está húmedo y la tierra está seca, sabré que tú me ayudarás.

38

Y ocurrió exactamente de esa manera. Cuando se levantó a la mañana siguiente, exprimió el vellón y sacó un tazón lleno de agua del rocío.

39

Pero Gedeón le dijo a Jehová:

—Señor, no te enojes conmigo, pero permíteme hacer una prueba más. Esta es: que el vellón quede seco y que la tierra amanezca mojada.

40

Entonces Jehová hizo lo que le pidió. Aquella noche el vellón permaneció seco, pero la tierra amaneció cubierta de rocío.

7

1

Jerobaal (esto es, Gedeón, su otro nombre) y su ejército se levantaron temprano y avanzaron hasta los manantiales de Arod. Los ejércitos de Madián estaban acampados al norte de ellos, en el valle cerca de la colina de More.

2

Jehová le dijo a Gedeón:

—Los que están contigo son muchos. No puedo permitir que todos se enfrenten a los madianitas, porque entonces el pueblo de Israel se jactará delante de mí de que se han salvado por su propia fortaleza.

3 Haz que todos los que tengan miedo y tiemblen vuelvan a sus casas.

Veintidós mil se fueron. Solamente se quedaron diez mil.

4

Pero Jehová le dijo a Gedeón:

—Todavía son demasiados. Llévalos al manantial y yo te mostraré cuales irán y cuales no.

5

Gedeón los reunió junto a las aguas. Allí Jehová le dijo:

—Divídelos en dos grupos según la forma en que beban. En el primer grupo estarán todos los que tomen el agua en sus manos y se la lleven a la boca y la laman como los perros. En el segundo grupo estarán los que se arrodillen y beban poniendo sus bocas en la corriente.

6

Solamente trescientos hombres bebieron de sus manos. Todos los demás pusieron la boca en el arroyo.

7

—Yo venceré a los madianitas con estos trescientos hombres —dijo Jehová a Gedeón—; envía a los demás a sus casas.

8

[8-9] Después que Gedeón reunió todos los jarrones y trompetas del pueblo que tenían entre ellos, envió a todos los hombres a sus casas, excepto los trescientos.

Durante la noche, con los madianitas acampados en el valle que estaba debajo, Jehová le dijo a Gedeón:

—Levántate, toma a tus soldados y ataca a los madianitas, porque yo haré que los derrotes.

9

10 Sin embargo, si tienes miedo, primero desciende solo al campamento y lleva contigo a tu siervo Fura si quieres

11 y escucha lo que están diciendo allí. Te sentirás muy envalentonado y tendrás deseos de atacar.

Entonces fue con Fura y se arrastró por la oscuridad hasta las posiciones del enemigo.

12 Los vastos ejércitos de Madián, Amalec y otras naciones del oriente que se les habían unido estaban esparcidos a través del valle, numerosos como langostas, como la arena de la playa, y tenían tantos camellos que era difícil de contar.

13 Gedeón se arrastró hasta una de las tiendas, justo en el momento en que el hombre que dormía adentro había despertado de una pesadilla y se la contaba a su compañero de tienda.

—Tuve un sueño extraño —le estaba diciendo—. Había un gran pan de cebada que vino rodando contra nuestro campamento. Golpeó sobre nuestra tienda y la derribó.

14

El otro soldado contestó:

—Tu sueño sólo puede significar una cosa: Gedeón, el hijo de Joás, el israelita, va a venir y masacrará a todas las fuerzas aliadas de Madián.

15

Cuando Gedeón escuchó el sueño y su interpretación, se puso en pie allí mismo para adorar a Jehová. Luego regresó junto a sus hombres y gritó:

—Levántense, que Jehová va a usarnos para vencer a los ejércitos de Madián.

16

Dividió a los trescientos hombres en tres grupos. Le dio a cada hombre una trompeta y un jarrón con una antorcha encendida dentro de él.

17 Entonces les expuso su plan.

—Cuando lleguemos junto al campamento —les dijo—, hagan lo que yo haga.

18 Tan pronto como los hombres de mi grupo y yo hagamos sonar las trompetas, ustedes harán sonar las de ustedes por todos los costados del campamento y gritarán:

"¡Peleamos por Dios y por Gedeón!"

19

Fue justamente después de medianoche, cuando se produjo el cambio de guardias, que Gedeón y los cien hombres suyos llegaron hasta las inmediaciones del campo de Madián.

Repentinamente hicieron sonar sus trompetas y rompieron los jarrones para que las antorchas brillaran en la noche.

20 Inmediatamente los demás hombres hicieron lo mismo, y tocando las trompetas que tenían en la mano derecha y con las antorchas encendidas en sus manos izquierdas gritaban:

—¡Peleamos por Jehová y por Gedeón!

21

Y se mantuvieran firmes y observaron cómo todo aquel enorme ejército comenzó a correr de un lado a otro, gritando y huyendo presa del pánico.

22 En la confusión Jehová hizo que los soldados enemigos comenzaran a pelear entre sí y a matarse unos a otros de uno al otro lado del campamento, y que huyeran en la noche a lugares tan lejanos como Bet Sita, cerca de Zerera, y hasta la frontera de Abel Mehola, cerca de Tabat.

23

Entonces Gedeón hizo llamar a los soldados de Neftalí, Aser y Manasés y les dijo que vinieran a fin de perseguir y destruir al ejército de Madián que huía.

24 Gedeón también envió mensajeros por toda la región montañosa de Efraín invitando a las tropas a que se apoderaran de los vados del Jordán en Betbara para impedir que los madianitas escaparan a través de ellos.

25 Oreb y Zeeb, los dos generales de Madián, fueron capturados. Oreb fue muerto en la roca que lleva su nombre y Zeeb, en el lagar de Zeeb, como se le llama actualmente. Y los israelitas tomaron las cabezas de Oreb y Zeeb, y cruzaron el Jordán para llevárselas a Gedeón.

8

1

Pero los jefes de la tribu de Efraín estaban airados con Gedeón.

—¿Por qué no nos llamaste la primera vez que saliste a pelear contra los madianitas? —le preguntaron.

2

[2-3] Gedeón respondió:

—Dios permitió que ustedes capturaran a Oreb y Zeeb, los generales del ejército de Madián. ¿Qué he hecho yo en comparación con eso? Las acciones de ustedes al final de la batalla fueron más importantes que las nuestras al comienzo.

Entonces ellos se calmaron.

3

4

Gedeón cruzó luego el río Jordán con sus trescientos hombres. Estaban muy cansados, pero aún perseguían a sus enemigos.

5 Pidió alimento a los hombres de Sucot.

—Estamos cansados y tenemos que seguir persiguiendo a Zeba y Zalmuna, reyes de Madián.

6

Pero los jefes de Sucot le respondieron:

—Aún no les han dado alcance. Si les damos de comer y fracasan, ellos vendrán y nos destruirán.

7

—Cuando Jehová los haya entregado en nuestras manos —Gedeón les advirtió— regresaremos y trillaremos sus carnes con espinas y cardos del desierto.

8

Fue hasta Peniel, y pidió alimento allí, pero recibió la misma respuesta.

9 Y les dijo también:

—Cuando todo esto haya acabado, regresaré para derribar esta torre.

10

Mientras tanto el rey Zeba y el rey Zalmuna, con quince mil hombres; estaban en Carcor. Era todo lo que quedaba de los ejércitos aliados del oriente, porque ciento veinte mil ya habían sido muertos.

11 Gedeón subió por la ruta de las caravanas al oriente de Noba y de Jogbeha, y atacó al ejército madianita sorpresivamente.

12 Los dos reyes huyeron, pero Gedeón los persiguió y los capturó tras la derrota de sus ejércitos.

13 Gedeón regresó por la bajada de Gedes

14 y capturó a un joven de Sucot y le pidió que escribiera los nombres de los setenta y siete dirigentes políticos y religiosos de la ciudad.

15

Enseguida regresó a Sucot.

—Ustedes me injuriaron diciendo que jamás podría dar caza a Zeba y a Zalmuna, y nos negaron alimentos cuando estábamos cansados y hambrientos. Aquí tienen a Zeba y a Zalmuna.

16

Entonces tomó a los jefes de la ciudad y los hizo azotar con espinas y cardos hasta que murieron.

17 También fue a Peniel, derribó la torre de la ciudad y mató a toda la población masculina.

18

Luego les preguntó al rey Zeba y al rey Zalmuna:

—¿Cómo eran los hombres que ustedes mataron en Tabor?

Ellos respondieron:

—Estaban vestidos como ustedes, como hijos de reyes.

19

—¡Deben de haber sido mis hermanos! —exclamó Gedeón—. Juro que si ustedes no los hubieran matado, yo tampoco los mataría a ustedes.

20

Volviéndose a Jeter su hijo mayor, le dio orden de matarlos. El muchacho, que era casi un niño, tuvo miedo.

21

Zeba y Zalmuna le dijeron a Gedeón:

—Hazlo tú mismo; preferimos que nos mate un hombre.

Entonces Gedeón los mató y sacó los adornos de los cuellos de sus camellos.

22 Más tarde los hombres de Israel le dijeron a Gedeón:

—Sé nuestro rey. Tú, tus descendientes y todos tus hijos reinen sobre nosotros, por cuanto nos has salvado de Madián.

23

Pero Gedeón replicó:

—No seré su rey, ni tampoco lo será mi hijo. Jehová es nuestro rey.

24 Sin embargo, les pediré algo: que cada uno de ustedes me dé aretes de los que recogieron de los enemigos.

(Porque las tropas de Madián, siendo ismaelitas, usaban aretes de oro.)

25

—Con todo gusto te los damos —respondieron—, y extendieron una sábana donde cada uno pudiera lanzar los aretes que había recogido.

26

El valor se estimó en unos veinte kilos de oro sin contar las lunetas y pendientes, las ropas reales, ni las cadenas tomadas de los cuellos de los camellos.

27 Gedeón hizo un efod con el oro y lo puso en Ofra, su ciudad. Pero Israel pronto comenzó a adorarlo, de modo que sirvió para mal a Gedeón y a su familia.

28

Este es el relato de cómo Madián fue subyugado por Israel. Madián jamás se recobró y la tierra tuvo paz durante cuarenta años, mientras vivió Gedeón.

29 Gedeón regresó a su tierra

30 y tuvo setenta hijos, porque se casó con muchas mujeres.

31 También tuvo una concubina en Siquem que le dio un hijo al que llamó Abimelec.

32 Finalmente, falleció a una edad muy avanzada, y fue sepultado en el sepulcro de Joás su padre, en Ofra, en la tierra de los abiezeritas.

33

Pero en cuanto Gedeón murió, los israelitas volvieron a prostituirse yendo tras los baales y adoptaron como dios a Baal Berit.

34 Ya no consideraban a Jehová como su Dios, aunque Él los había salvado de todos sus enemigos en todas sus fronteras.

35 Tampoco tuvieron ninguna muestra de bondad hacia la familia de Gedeón, a pesar de todo lo que él había hecho por ellos.

9

1

Un día Abimelec, hijo de Gedeón, visitó a sus tíos, los hermanos de su madre, en Siquem.

2

—Vayan a hablar con los jefes de Siquem —les dijo—, y pregúntenles si quieren ser gobernados por setenta reyes, esto es, por los setenta hijos de Gedeón, o por un solo hombre, yo, que soy de su propia carne y sangre.

3

Los tíos de Abimelec fueron ante las autoridades de la ciudad y propusieron el plan. Puesto que su madre era de aquella ciudad, decidieron aceptarlo.

4

Le dieron a Abimelec setenta monedas de plata de las ofrendas del templo de Baal Berit, y con ellas contrató a un grupo de vagabundos y ociosos, que aceptaron hacer cualquier cosa que él les dijera.

5 Los llevó hasta la casa de su padre en Ofra, y allí sobre una piedra, dieron muerte a sus setenta medio hermanos, salvo a Jotam, el menor, que escapó y se escondió.

6 Entonces los ciudadanos de Siquem y de Bet Milo convocaron una reunión bajo la encina junto a Siquem y Abimelec fue proclamado rey de Israel.

7

Cuando Jotam oyó esto, se paró sobre el monte Gerizim y gritó para que lo oyeran los hombres de Siquem:

—Si les interesa la bendición de Dios, escúchenme.

8 Una vez los árboles decidieron elegir un rey. Primero se dirigieron al olivo,

9 pero éste se negó. "¿Debo dejar de producir el aceite que Dios y el hombre bendicen sólo para ser grande entre los árboles?", preguntó.

10 Entonces fueron y hablaron con la higuera: "Sé nuestro rey".

11 Pero la higuera también se negó. "¿Debo dejar de producir dulzura y fruta sólo para elevar mi cabeza sobre los demás árboles?"

12 Entonces hablaron con la vid: "Reina sobre nosotros".

13 Pero la vid respondió: "¿Dejaré de producir el vino que alegra a Dios y a los hombres para ser poderosa entre los árboles?"

14 Finalmente todos los árboles se dirigieron a la zarza: "Sé nuestro rey," dijeron.

15 Pero la zarza replicó: "Si realmente me quieren, vengan y humíllense bajo mi sombra. Si se niegan, que salga fuego de mí y consuma a los grandes cedros del Líbano".

16

"Ahora, pues, ¿están seguros de que han hecho bien al elegir rey a Abimelec? ¿Creen que han hecho justicia a Gedeón y a sus descendientes?

17 Mi padre peleó por ustedes y expuso su vida, y los salvó de los madianitas.

18 Sin embargo, se han rebelado contra él y mataron a sus setenta hijos sobre una piedra, ¡ahora han elegido rey a Abimelec, el hijo de la esclava, solamente porque es pariente de ustedes!

19 ¿Están seguros de que han hecho justicia a Gedeón y a sus descendientes? Si es así, que Abimelec y ustedes tengan una vida larga y feliz.

20 Pero si no han sido justos con Gedeón, que Abimelec destruya a los ciudadanos de Siquem y Bet Milo y que ellos destruyan a Abimelec.

21

Entonces Jotam huyó y vivió en Beer por temor de su hermano Abimelec.

22 [22-23] Tres años más tarde, Dios hizo que surgieran problemas entre Abimelec y los ciudadanos de Siquem, y éstos se rebelaron.

23

24 En los hechos que ocurrieron como consecuencia, Abimelec y los ciudadanos que le ayudaron a dar muerte a los setenta hijos de Gedeón recibieron el justo castigo por estos crímenes.

25 Los hombres de Siquem pusieron emboscada contra Abimelec en el camino que va hacia la cumbre de la montaña (mientras esperaban que él llegara, asaltaban a cualquiera que pasara por allí). Pero alguien advirtió a Abimelec acerca de este complot:

26 En eso Gaal, hijo de Ebed, se mudó a Siquem con sus hermanos y la gente puso en él su confianza

27 a tal grado que salieron a vendimiar sus viñas. Luego pisaron las uvas y celebraron la fiesta de la cosecha en el templo de un dios local. El vino corría libremente y todos empezaron a maldecir a Abimelec.

28

—¿Quién es Abimelec? —gritaba Gaal—. ¿Por qué ha de ser nuestro rey? ¿Por qué hemos de ser sus siervos? Él y su amigo Zebul debieran ser nuestros esclavos. ¡Abajo Abimelec! Corónenme rey y verán lo que ocurre a Abimelec. Le diré a Abimelec: "Toma tu ejército y peleemos".

29

30

Cuando Zebul, el alcalde de la ciudad, oyó lo que decía Gaal, se enfureció,

31 y envió mensajeros a Abimelec en Aruma diciéndole: "Gaal, hijo de Ebed, y sus parientes han venido a vivir en Siquem y ahora están incitando a la ciudad para que se rebele en tu contra.

32 Ven esta noche con un ejército y escóndete en los campos,

33 y en la mañana, en cuanto haya aclarado, ataca a la ciudad. Cuando él y los que están con él salgan en contra tuya, podrás hacer con ellos lo que quieras".

34

Abimelec y sus hombres se pusieron en marcha durante la noche y se dividieron en cuatro grupos, que se distribuyeron alrededor de la ciudad.

35 A la mañana siguiente, cuando Gaal se sentó a la puerta de la ciudad a discutir diversos problemas con los dirigentes locales, Abimelec y sus hombres comenzaron a marchar contra la ciudad.

36

Cuando Gaal los vio, dijo a Zebul:

—Mira a la montaña, ¿no es gente que viene descendiendo? .

—No —dijo Zebul—. Estás viendo sombras que parecen hombres.

37

—No —dijo Gaal—; estoy seguro que veo gente que se dirige hacia nosotros; y mira, hay otros que vienen por la Encina de los Adivinos.

38

Entonces Zebul se volvió triunfante hacia él:

—Ahora, dime, ¿qué es lo que habías dicho? ¿Quién era el que decía "¿Quién es Abimelec y por qué debe ser nuestro rey"? Los hombres que insultaste y maldijiste están ahora a las afueras de la ciudad.

39

Gaal salió al frente de los hombres de Siquem para ofrecer batalla a Abimelec,

40 pero fue derrotado y muchos de los hombres quedaron heridos por todo el camino hasta las puertas de la ciudad.

41 Abimelec regresó a Aruma, y Zebul hizo que Gaal y sus parientes salieran para siempre de Siquem.

42

Al día siguiente, los hombres de Siquem salieron nuevamente a la batalla. Sin embargo, alguien le había revelado a Abimelec los planes,

43 de modo que había dividido sus hombres en tres grupos que estaban escondidos en los campos. Cuando los hombres de la ciudad salieron para atacar, él y sus hombres salieron de sus emboscadas y comenzaron a matarlos.

44 Abimelec se parapetó a la puerta de la ciudad para impedir que los hombres de Siquem regresaran, mientras que los otros grupos atacaban en los campos.

45 La batalla siguió durante todo el día hasta que al fin Abimelec capturó la ciudad, y dio muerte a sus habitantes y la destruyó.

46 Cuando los habitantes de la población cercana a Siquem vieron lo que estaba sucediendo, se refugiaron en la fortaleza del templo del dios Berit.

47

Cuando Abimelec se enteró de esto,

48 dirigió sus fuerzas al monte Salmón, donde cortó una rama para el fuego y la puso en su hombro. Enseguida les dijo a sus hombres.

—Hagan lo que yo he hecho.

49

Entonces cada uno de ellos cortó leña y la llevó hasta el pueblo donde, siguiendo el ejemplo de Abimelec, la colocaron contra las murallas de la fortaleza y le prendieron fuego. Toda la gente murió adentro, unas mil personas entre hombres y mujeres.

50

Abimelec luego atacó la ciudad de Tebes y la tomó.

51 Sin embargo, dentro de la ciudad había una fortaleza y la población se refugió en ella, cerraron las puertas y se subieron al techo de la torre para mirar.

52 Abimelec se acercó a la puerta para quemarla,

53 pero una mujer desde el techo dejó caer una rueda de molino sobre la cabeza de Abimelec, y le rompió el cráneo.

54

—Mátame —le pidió a su escudero—. Que nunca se diga que una mujer mató a Abimelec.

El joven lo atravesó con su espada, y murió.

55 Cuando sus hombres vieron que estaba muerto, se desbandaron y regresaron a sus hogares.

56 [56-57] Así castigó Dios a Abimelec y a los hombres de Siquem por el pecado de haber asesinado a los setenta hijos de Gedeón, y se cumplió la maldición de Jotam, hijo de Gedeón.

10

1

Después de la muerte de Abimelec, el juez de Israel fue Tola, hijo de Fúa y nieto de Dodo. Era de la tribu de Isacar, pero vivía en la ciudad de Samir en el monte de Efraín.

2 Fue juez en Israel durante veintitrés años. Cuando murió, fue sepultado en Samir,

3 y le sucedió Jair, un hombre de Galaad que juzgó a Israel durante veintidós años.

4 Tenía treinta hijos que cabalgaban en treinta burros y poseían treinta ciudades en la tierra de Galaad que todavía son conocidas con el nombre de ciudades de Jair.

5 Cuando Jair murió fue sepultado en Camón.

6

El pueblo de Israel se apartó de Jehová nuevamente y adoró los dioses paganos Baal y Astarot, y los dioses de Siria, Sidón, Moab, Amón y Filistea. No sólo esto, sino que también habían dejado completamente la adoración de Jehová.

7 [7-8] Esto hizo que Jehová se airara contra su pueblo y permitiera que los filisteos y los amonitas comenzaran a molestarlos y a oprimirlos. Estos ataques ocurrían al oriente del Jordán, en la tierra de los amorreos (que está en Galaad),

8

9 y también en Judá, Benjamín y Efraín, porque los amonitas cruzaban el Jordán para atacar a los israelitas. Esto ocurrió durante dieciocho años.

10 Pero al fin, los israelitas se volvieron a Jehová nuevamente y le pidieron que los salvara.

—Hemos pecado contra ti y te hemos dejado y hemos adorado ídolos —confesaron.

11

Pero Jehová respondió:

—¿No salvé yo a Israel de los egipcios, de los amorreos, de los amonitas, de los filisteos,

12 de los sidonios, de los amalecitas y de los maonitas? ¿Ha habido alguna ocasión en que Israel haya clamado a mí y yo no lo haya salvado?

13 Sin embargo, sigue alejado de mí y adora a otros dioses. Váyanse. No los volveré a salvar.

14 Vayan y clamen a los dioses que ahora adoran. ¡Que los salven ellos en la hora de angustia!

15

Pero ellos le suplicaron otra vez:

—Hemos pecado; castíganos como bien te parezca, pero sálvanos sólo una vez más de nuestros enemigos.

16

Entonces destruyeron todos los dioses extranjeros y adoraron solamente a Jehová. Jehová se compadeció de su dolor.

17 Los ejércitos de Amón estaban en Galaad listos para atacar al ejército de Israel en Mizpa.

18

—¿Quién conducirá nuestras fuerzas contra los amonitas? —se preguntaban los jefes de Galaad unos a otros—. Quien quiera que se ofrezca será nuestro líder.

11

1

Jefté era un gran guerrero de la tierra de Galaad, pero su madre era una prostituta.

2 Su padre (cuyo nombre era Galaad) tenía varios otros hijos de su esposa legítima, y cuando estos medio hermanos crecieron, echaron a Jefté de su país.

—Hijo de prostituta —le dijeron—, no heredarás las propiedades de nuestro padre.

3

Jefté huyó de la casa de su padre y vivió en la tierra de Tob. Pronto se unió a él una banda de gente miserable, que lo siguieron y vivían como bandidos.

4 Fue por este tiempo que los amonitas comenzaron su guerra contra Israel.

5 Los jefes de Galaad entonces mandaron a buscar a Jefté

6 para que dirigiera su ejército contra los amonitas.

7

Pero Jefté les dijo:

—¿Por qué acuden a mí, si me odian y me han expulsado de la casa de mi padre? ¿Por qué vienen a mí cuando están en dificultades?

8

—Porque te necesitamos —le contestaron—. Si quieres ser comandante en jefe contra los amonitas, te haremos rey de Galaad.

9

—¡De veras! —exclamó Jefté—. ¿Esperan que yo lo crea?

10

—Te lo juramos —respondieron—. Lo prometemos con un juramento solemne.

11

Entonces Jefté aceptó la comisión y fue hecho comandante en jefe y rey. El contrato fue ratificado delante de Jehová en Mizpa, en una asamblea general de todo el pueblo.

12 Luego Jefté envió mensajeros al rey de Amón preguntándole por qué atacaban a Israel.

13 El rey de Amón le contestó que la tierra pertenecía al rey de Amón y les había sido robada cuando los Israelitas llegaron de Egipto. Todo el territorio desde el río Arnón hasta el Jaboc y el Jordán lo reclamaba como suyo.

—Devuélvenos pacíficamente la tierra —le exigió.

14

[14-15] Jefté contestó:

—Israel no les robó la tierra;

15

16 lo que ocurrió fue esto: Cuando el pueblo de Israel llegó a Cades en su viaje desde Egipto después de cruzar el Mar Rojo;

17 envió un mensaje al rey de Edom pidiéndole permiso para cruzar a través de su tierra, pero la petición fue negada. Le pidieron al rey de Moab un permiso similar, y allí ocurrió lo mismo. El pueblo de Israel permaneció en Cades.

18 Finalmente rodearon Edom y Moab a través del desierto, y viajaron por el límite oriental hasta que llegaron a la frontera de Moab en el río Arnón. Pero nunca entraron en Moab.

19 Entonces Israel envió mensajeros al rey Sehón de los amorreos, que vivía en Hesbón, y le pidió permiso para cruzar por su tierra para llegar a su destino.

20 Pero el rey Sehón no confió en Israel, y movilizó su ejército en Jahaza y lo atacaron.

21 [21-22] Pero Jehová nuestro Dios ayudó a Israel a derrotar a Sehón y todo su pueblo, de modo que Israel tomó toda la tierra que se extiende desde el río Arnón hasta Jaboc, y desde el desierto hasta el río Jordán.

22

23 Así es que, como puedes ver, fue Jehová Dios de Israel el que quitó la tierra a los amorreos y la entregó a Israel. ¿Por qué, entonces, hemos de devolverla a ustedes?

24 Conserva para ti todo lo que tu dios Quemós te dé, y nosotros retendremos todo lo que Jehová nuestro Dios nos dé.

25 Y además, ¿quién crees tú que eres? ¿Eres tú mejor que el rey Balac de Moab? ¿Trató él de recobrar su tierra después que Israel lo derrotó? No, por supuesto que no.

26 Pero después de trescientos años vienes tú a crear problema por esto. Israel ha estado viviendo aquí durante todo ese tiempo, ocupando la tierra de Hesbón hasta Aroer y a todo lo largo del río Arnón. ¿Por qué no hiciste un esfuerzo para recobrarla antes de ahora?

27 Así que yo no he pecado contra ti; más bien tú me has provocado viniendo a hacerme la guerra. Pero Jehová el juez pronto mostrará quién de nosotros tiene la razón, si Israel o Amón.

28

El rey de Amón no prestó atención al mensaje de Jefté.

29

En aquel tiempo el Espíritu de Jehová vino sobre Jefté y guió sus ejércitos a través de la tierra de Galaad y Manasés, más allá de Mizpa en Galaad, y atacó al ejército de Amón.

30 [30-31] Mientras tanto, Jefté había hecho voto delante de Jehová, que si Dios ayudaba a los israelitas a vencer a los amonitas, él volvería a su casa en paz, y que la primera persona que saliera a recibirlo sería sacrificada en holocausto a Jehová.

31

32

Jefté condujo su ejército contra los amonitas y Jehová le dio la victoria.

33 Destruyó a los amonitas con una terrible matanza a lo largo de todo el camino entre Aroer y Minit, incluyendo veinte ciudades, y hasta la vega de las viñas. Los amonitas fueron subyugados por el pueblo de Israel.

34

Cuando Jefté regresó a su casa, su hija, su única hija, corrió a su encuentro tocando el tamboril y danzando de alegría.

35 Cuando él la vio rasgó su ropa con angustia.

—¡Ay, hija mía! —exclamó—. Tú me has abatido hasta el polvo. Porque he hecho voto delante de Jehová y no puedo retractarme.

36

—Padre —le dijo ella—, debes hacer lo que has prometido a Jehová, porque Él te ha dado una gran victoria sobre tus enemigos los amonitas.

37 Pero, primero déjame que suba a los montes y llore con mis amigas mi virginidad durante dos meses.

38

—Sí —dijo él—, anda.

Y ella lo hizo y lloró su suerte con sus amigas durante dos meses;

39 luego regresó a donde estaba su padre, que hizo lo prometido. Así que ella nunca se casó. Y después llegó a ser una costumbre de Israel

40 que las jóvenes salieran cuatro días cada año a lamentar el destino de la hija de Jefté.

12

1

La tribu de Efraín movilizó su ejército en Safón y envió este mensaje a Jefté:

—¿Por qué no nos llamaste para que te ayudáramos en la lucha contra Amón? Vamos a quemar la casa contigo dentro.

2

—Yo los llamé, pero ustedes se negaron a venir —replicó Jefté—. Se negaron a ayudarnos en el tiempo de necesidad.

3 Yo arriesgué mi vida y salí a la batalla y Jehová me ayudó a vencer al enemigo. ¿Es ésta una razón para que ustedes luchen contra nosotros?

4

Jefté, furioso por el insulto de Efraín de que los hombres de Galaad eran meros bandidos y lo peor de la tierra, movilizó su ejército y atacó al ejército de Efraín.

5 Tomó los vados del Jordán y cada vez que un fugitivo de Efraín trataba de cruzar el río los de Galaad le preguntaban:

—¿Eres miembro de la tribu de Efraín?

Si respondía que no,

6 le decían: "Di Shibolet." Si no podía pronunciar la "sh" y decía "Sibolet" en vez de "Shibolet", le echaban mano y lo degollaban. Así murieron cuarenta y dos mil hombres de Efraín.

7

Jefté fue juez de Israel durante seis años. Cuando murió fue sepultado en una de las ciudades de Galaad.

8

El juez que le sucedió fue Ibzán, que vivió en Belén.

9 [9-10] Tenía treinta hijos y treinta hijas. Casó a sus hijas con hombres de fuera de su familia y trajo treinta mujeres que se casaran con sus hijos. Juzgó a Israel siete años antes de morir, y fue sepultado en Belén.

10

11

El juez siguiente fue Elón de Zabulón. Juzgó a Israel durante diez años y fue sepultado en Ajalón, tierra de Zabulón.

12

13

Luego vino Abdón, hijo de Hilel de Piratón.

14 Tuvo cuarenta hijos y treinta nietos que cabalgaban en setenta burros. Fue juez de Israel durante ocho años.

15 Luego murió y fue sepultado en Piratón, en Efraín, en la región montañosa de los amalecitas.

13

1

Una vez más Israel pecó adorando a otros dioses, por lo que Jehová dejó que fueran conquistados por los filisteos, quienes los tuvieron bajo su dominio durante cuarenta años.

2 [2-3] Un día el Ángel de Jehová se le apareció a la esposa de Manoa, de la tribu de Dan, que vivía en la ciudad de Zora. Ella no tenía hijos, pero el Ángel le dijo:

—Aun cuando has sido estéril por tanto tiempo, pronto concebirás y darás a luz un hijo.

3

4 No bebas vino ni cerveza, ni comas nada que sea ceremonialmente impuro.

5 No le cortarás el cabello a tu hijo porque será nazareo, separado para el servicio de Dios desde su nacimiento. Él comenzará a salvar a los israelitas de manos de los filisteos.

6

La mujer corrió y se lo contó a su marido:

—Un varón de Dios se me apareció. Pienso que debe ser el Ángel de Jehová, porque tenía un aspecto muy glorioso. No le pregunté de dónde era, y él no me dijo su nombre,

7 pero me dijo: "Vas a tener un hijo varón". Y me dijo que no bebiera vino ni cerveza, y que no comiera alimentos impuros, porque el bebé iba a ser nazareo, que estaría consagrado a Dios desde el momento de su nacimiento hasta el día de su muerte.

8

Entonces Manoa oró:

—Oh Jehová, que venga nuevamente para que nos instruya mejor acerca del hijo que nos vas a dar.

9

El Señor contestó su oración, y el Ángel de Dios se le apareció nuevamente a su esposa estando ella en el campo. Pero otra vez estaba sola. Manoa no estaba con ella.

10 La mujer corrió en busca de su esposo y le dijo:

—Aquel varón está aquí otra vez.

11

Manoa corrió con su esposa y le preguntó:

—¿Eres tú la persona que le habló a mi esposa el otro día?

—Sí —le respondió—. Yo soy.

12

Entonces Manoa le preguntó: —¿Cómo hemos de criar al niño cuando nazca?

13

Y el Ángel le contestó:

—Que tu esposa observe lo siguiente:

14

No comerá ni uvas ni pasas, ni beberá vino ni cerveza, ni comerá nada que sea considerado inmundo para un judío.

15

—Permítenos que te preparemos algo de comer —le dijo Manoa al Ángel.

16 —Me quedaré —le contestó el Ángel—, pero no voy a comer nada. Si deseas ofrecerme algo, ofrécelo en sacrificio al Señor.

Manoa no sabía todavía que aquél era el Ángel del Señor

17 y le preguntó cómo se llamaba.

—Cuando todo esto se cumpla y el niño nazca —le dijo al Ángel—, queremos decir a todo el mundo que tú lo predijiste, y así te mostremos nuestra gratitud.

18

—No me preguntes mi nombre —le respondió el Ángel—, porque es un secreto.

19

Entonces Manoa tomó un cabrito y una ofrenda de granos y la presentó como sacrificio al Señor; y el Ángel hizo algo extraño y maravilloso:

20 Cuando las llamas del altar ascendieron con sus lenguas hacia el cielo, y ante los ojos atónitos de Manoa y su esposa, el Ángel ascendió en la columna de fuego. Manoa y su esposa se postraron rostro en tierra,

21 y eso fue lo último que vieron de él. Manoa comprendió finalmente que había sido el Ángel de Jehová.

22

—Moriremos —lloraba Manoa junto a su esposa—. Hemos visto a Dios.

23

Pero la esposa le dijo:

—Si Jehová quisiera matarnos, no habría aceptado nuestro holocausto y no se habría presentado, ni nos habría dicho las cosas maravillosas que nos ha dicho y no habría hecho estos milagros.

24

Cuando nació el hijo, le pusieron Sansón, y Jehová lo bendijo mientras crecía,

25 y el Espíritu de Dios comenzó a manifestarse en él cuando visitaba los campamentos de la tribu de Dan que estaba entre las ciudades de Zora y Estaol.

14

1

Un día Sansón fue a Timnat y se enamoró de cierta joven filistea.

2 Cuando regresó a su casa y dijo a su padre y a su madre que quería casarse con ella,

3 ellos se opusieron rotundamente.

¿Por qué has de casarte con una filistea pagana? ¿Es que no existe en el pueblo de Israel una joven con la que te puedas casar?

—Es que es a ella a quien quiero —respondió Sansón—. Tómala para mí.

4

El padre y la madre no comprendieron que Jehová estaba tras aquella petición, porque estaba preparando una trampa a los filisteos que en aquel tiempo dominaban a Israel.

5

Cuando Sansón y sus padres iban hacia Timnat, un cachorro de león atacó a Sansón en los viñedos de las afueras del pueblo.

6 En aquel momento el Espíritu de Dios vino poderosamente sobre Sansón y, aunque no tenía armas, despedazó al león con la facilidad con que se mata un cabrito. Pero nada les dijo a su padre y a su madre acerca de ello.

7 Llegados a Timnat, formalizó el compromiso con la muchacha que le agradaba.

8

Días después, cuando volvía para la boda, Sansón se apartó del sendero para mirar los despojos del león y halló en él un panal de abejas que tenía miel.

9 Tomó un poco de miel consigo para comer mientras caminaba, y dio miel también a su padre y a su madre. Pero no les dijo de dónde la había sacado.

10

[10-11] Mientras su padre estaba haciendo los arreglos para la boda, Sansón preparó una fiesta y los filisteos le enviaron treinta jóvenes del pueblo, para que estuvieran con él y lo vigilaran.

11

12 Sansón les preguntó si querían que les propusiera una adivinanza y ellos aceptaron.

—Si ustedes aciertan mi adivinanza durante los siete días de fiesta —les dijo—, les daré treinta túnicas y treinta mudas de ropa.

13 Pero si no aciertan, me dará cada uno una túnica y treinta mudas de ropa.

—De acuerdo —dijeron ellos—. Dinos el enigma, que lo escucharemos.

14

Este era el enigma: "Del que come salió comida, y del fuerte salió dulzura".

Tres días más tarde aún estaban ellos tratando de adivinarlo.

15 En el cuarto día le dijeron a la prometida de Sansón:

—Pídele a tu novio que te dé la respuesta, o nosotros quemaremos la casa de tu padre contigo adentro. ¿Fuimos invitados a esta fiesta para empobrecernos?

16

Entonces la prometida de Sansón se puso a llorar delante de él y le dijo:

—Tú no me amas; tú me odias, porque has dicho una adivinanza a mi pueblo y no me has dicho la respuesta.

—No se la he dicho ni a mi padre ni a mi madre. ¿Por qué habría de decírtela a ti? —replicó.

17

Cada vez que estaba con él, ella lloraba y se comportó de esa forma por el resto de la fiesta. Por fin, en el séptimo día, él le dio la respuesta y ella se la comunicó sin tardanza a los jóvenes.

18 Antes de la puesta del sol del séptimo día, vinieron a darle la respuesta.

—¿Qué es más dulce que la miel —le preguntaron—, y qué es más fuerte que un león?

—Si no hubieran arado con mi ternera, no habrían solucionado mi enigma —replicó Sansón.

19

Entonces el Espíritu de Jehová vino sobre él y fue hasta la ciudad de Ascalón, mató a treinta hombres, les quitó la ropa y se la dio a los jóvenes que le habían contestado el enigma. Pero estaba tan furioso que abandonó a su prometida y regresó a su casa para vivir con su padre y su madre.

20 La prometida de Sansón se casó entonces con el que iba a ser el padrino de la boda.

15

1

Algún tiempo después durante la siega, Sansón tomó un cabrito para llevarlo como presente a su prometida, con la intención de consumar el matrimonio con ella, pero el padre de ella no lo dejó entrar.

2

—Yo pensé que tú la odiabas —le explicó—, así que la di en matrimonio a tu amigo. Pero mira, su hermana es más hermosa que ella. Cásate con ella.

3

Sansón estaba furioso:

—No puedes culparme por lo que ahora va a ocurrir —le dijo.

4

Entonces salió y cazó trescientas zorras y ató sus colas por pares. Puso luego antorchas entre cada dos colas

5 y las encendió, y echó las zorras por los campos de los filisteos, haciendo que se incendiara el trigo cortado y en pie, los viñedos y los olivos.

6

—¿Quién hizo esto? —preguntaron los filisteos:

—Sansón —fue la respuesta—, porque el padre de su prometida hizo que ella se casara con otro hombre.

Entonces los filisteos vinieron, tomaron a la muchacha y a su padre y los quemaron vivos.

7

—Ahora se hará sentir nuevamente mi venganza —juró Sansón.

8

Acto seguido, los atacó con furia y mató a muchos de ellos. Luego se fue a vivir en una caverna en la roca de Etam.

9 Los filisteos a su vez subieron a acampar en Judá e incursionaron sobre Lehi.

10

—¿Por qué han venido aquí? —preguntaron los hombres de Judá.

Y los filisteos respondieron:

—A capturar a Sansón y a hacerle lo que él nos ha hecho a nosotros.

11

Tres mil hombres de Judá fueron a buscar a Sansón a la cueva que está en la roca de Etam.

—¿Qué es lo que nos estás haciendo? —le preguntaron—. ¿No comprendes que los filisteos son los que nos gobiernan?

Pero Sansón respondió:

—Solamente les pagué por lo que me hicieron.

12

[12-13] —Hemos venido a capturarte y entregarte a los filisteos —dijeron los hombres de Judá.

—Muy bien —dijo Sansón—, pero prométanme que no me matarán ustedes.

—No —le respondieron—, no haremos tal cosa.

Lo ataron con dos cuerdas nuevas y se lo llevaron.

13

14 Cuando Sansón y sus captores llegaron a Lehi, los filisteos gritaron de alegría. Pero el Espíritu de Jehová vino sobre Sansón y las cuerdas con que estaba atado se rompieron como hilos y cayeron de sus muñecas.

15 Entonces tomó una quijada de burro que estaba en el suelo y mató a mil filisteos con ella.

16 [16-17] Mientras arrojaba la quijada dijo:

Con una quijada de burro he hecho montón y montones.

Con una quijada de burro he batido a mil hombres.

El lugar fue llamado Ramat Lehi, (Colina de la quijada).

17

18

Como tuvo sed, oró a Jehová:

—Le has dado a Israel una maravillosa liberación por medio de mí en este día, ¿debo ahora morir de sed y quedar a merced de estos paganos?

19

Entonces Jehová hizo que brotara agua del suelo y el espíritu de Sansón revivió mientras bebía. Entonces puso al lugar el nombre de Enhacore (Fuente del que clamó), y allí está todavía aquel manantial.

20

Durante los veinte años siguientes, Sansón gobernó a Israel, pero los filisteos todavía dominaban el país.

16

1

Un día Sansón fue a la ciudad filistea de Gaza y pasó la noche con una prostituta.

2 Pronto se supo que había sido visto en la ciudad, y montaron guardia junto a las puertas de la ciudad para capturarlo si trataba de irse.

—En la mañana —decían ellos—, cuando haya suficiente luz, lo encontraremos y le daremos muerte.

3

Sansón estuvo acostado con la prostituta hasta la media noche, y entonces se dirigió a las puertas de la ciudad, las arrancó con sus dos postes, las cargó sobre sus hombros y se las llevó hasta la cumbre de la montaña que está frente a Hebrón.

4

Algún tiempo después se enamoró de una joven llamada Dalila, del valle de Sorec.

5 Los cinco jefes de los filisteos fueron a hablar con ella y le pidieron que tratara de descubrir qué era lo que hacía que Sansón tuviera tanta fuerza, a fin de saber cómo vencerlo y encadenarlo.

—Cada uno de nosotros te dará mil cien monedas de plata si lo haces —le prometieron.

6

Entonces Dalila rogó a Sansón que le dijera su secreto.

—Sansón, dime por qué eres tan fuerte —le rogaba—. No creo que nadie sea capaz de capturarte.

7

—Cómo no —respondió Sansón—. Si me atan con siete mimbres verdes, quedaré tan débil como cualquiera.

8

Los jefes filisteos buscaron siete mimbres verdes y, mientras dormía, ella lo ató.

9 Algunos de los hombres estaban escondidos en la pieza contigua, de modo que tan pronto como ella lo hubo atado, exclamó: —¡Sansón, los filisteos están aquí!

Pero él reventó los mimbres verdes como si hubieran sido hilo de algodón y no fue descubierto su secreto.

10

Dalila le dijo:

—Te estás burlando de mí. Me has mentido. Dime, ¿cómo se te puede vencer?

11

—Si me atan con cuerdas nuevas que jamás hayan sido usadas —le respondió—, seré tan débil como cualquier otro hombre.

12 Nuevamente, mientras él dormía, Dalila tomó cuerdas nuevas y lo ató con ellas. Los filisteos estaban escondidos en la pieza contigua como antes. Una vez más Dalila dijo:

—¡Sansón, los filisteos han venido a capturarte!

Pero él rompió las cuerdas con sus brazos como si fueran telas de araña.

13

—Te has burlado nuevamente de mí, y me has vuelto a mentir. Ahora dime cómo se te puede capturar.

—Si tejes mi cabello con un telar —le dijo—, yo me debilitaré.

14

Cuando se durmió, hizo exactamente aquello y luego gritó:

—¡Los filisteos han venido, Sansón! —y él despertó y arrancó la urdimbre y el telar con sus trenzas.

15

—¿Cómo puedes decir que me amas, si no confías en mí? —se quejó ella—. Ya te has burlado de mí tres veces y no me has dicho qué es lo que te da la fuerza.

16

Como Dalila lo acosaba e importunaba día tras día, él no pudo resistir

17 y finalmente le dijo el secreto.

—Jamás me he cortado el pelo —confesó—, porque soy nazareo para Dios desde mi nacimiento. Si me cortaran el cabello, la fuerza me abandonaría y yo sería tan débil como un hombre común.

18

Dalila comprendió que finalmente le había dicho la verdad, por lo que mandó a buscar a los cinco jefes de los filisteos.

—Vengan una vez más —dijo ella—, porque esta vez me ha dicho la verdad.

Entonces ellos llevaron el dinero que le habían ofrecido.

19 Ella lo hizo dormir con la cabeza sobre sus rodillas, y ellos hicieron entrar a un barbero para que le cortara el cabello. Dalila se dio cuenta de que su fuerza lo había abandonado.

20 Entonces ella gritó:

—¡Los filisteos están aquí para capturarte, Sansón!

Él despertó y pensó: "Haré como antes: me desharé de ellos". Pero no se había dado cuenta de que Jehová se había apartado de él.

21 Los filisteos lo capturaron, le sacaron los ojos y se lo llevaron a Gaza, donde fue atado con cadenas de bronce y lo ocuparon para mover el molino y moler grano en la prisión. Pero el cabello no tardó en crecerle nuevamente.

22

23

[23-24] Los jefes de los filisteos hicieron una gran fiesta a fin de celebrar la captura de Sansón. El pueblo hacía sacrificios al dios Dagón y lo alababan con mucho entusiasmo.

—Nuestro dios nos ha librado de nuestro enemigo Sansón —gritaban satisfechos al verlo allí atado con cadenas—. El enemigo de nuestra nación, el que destruía nuestros campos, y el que ha matado a tantos de nosotros, ahora está en nuestro poder.

24

25

El pueblo ya medio embriagado, pidió:

—¡Traigan a Sansón para divertirnos a costa suya!

Lo llevaron desde la prisión y lo pusieron en medio del templo entre las dos columnas que sostenían el techo.

26 Sansón le dijo al muchacho que lo guiaba de la mano:

—Pon una de mis manos en cada columna, para apoyarme en ellas.

27

El templo estaba completamente lleno de gente. Los cinco caudillos filisteos estaban allí también junto con tres mil personas que desde los balcones contemplaban a Sansón y se reían de él.

28

Sansón oró a Jehová y le dijo:

—Oh Jehová, acuérdate de mí nuevamente, dame fuerzas sólo una vez más, para vengarme de los filisteos por la pérdida de mis ojos.

29

Entonces Sansón empujó fuertemente las columnas y gritó:

30

—Muera yo junto con los filisteos.

Y el templo se derrumbó sobre los jefes de los filisteos y sobre todo el pueblo. Y los que él mató en el momento de morir fueron más de los que había matado en toda su vida.

31 Más tarde sus hermanos y otros parientes fueron a buscar el cuerpo, y lo llevaron nuevamente a su tierra y lo sepultaron entre Zora y Estaol, donde Manoa había sido sepultado.

Sansón había gobernado a Israel durante veinte años.

17

1

En la región montañosa de Efraín vivía un hombre llamado Micaía.

2

Un día le dijo a su madre:

—Aquellas mil cien monedas de plata que te habían robado, y por las cuales echaste una maldición contra el ladrón delante de mí, yo las robé.

—Dios te bendiga por confesarlo —respondió su madre,

3 y él le devolvió el dinero.

—Lo voy a consagrar a Jehová a favor tuyo. Con él haremos un ídolo fundido y tallado.

4

Tomó, pues, doscientas monedas y se las llevó a un platero, y el ídolo que hizo fue colocado en un santuario que Micaía hizo.

5 Micaía, que tenía muchos ídolos en su colección y tenía también un efod y terafines, instaló a uno de sus hijos en el cargo de sacerdote.

6 (En aquellos días no había rey en Israel y cada uno hacía lo que quería.)

7

[7-8] Un día llegó a aquel lugar un joven levita sacerdote de Belén que buscaba un buen lugar para vivir, y acertó a detenerse en la casa de Micaía.

8

9

—¿De dónde vienes? —preguntó Micaía.

Y le respondió:

—Soy levita de Belén de Judá, y estoy buscando un lugar para vivir.

10

[10-11] —Bien, quédate conmigo —dijo Micaía— y serás mi sacerdote y te respetaré como a un padre. Te daré diez monedas de plata por año, ropa y comida.

Al joven le agradó la propuesta y pasó a ser como uno de los hijos de Micaía.

11

12 Entonces Micaía lo consagró para que fuera su sacerdote personal.

13

—Ahora sí que Jehová me ha de bendecir —exclamó Micaía—, porque tengo un sacerdote de verdad, ¡un levita!

18

1

Como ya se ha dicho, no había rey en Israel en aquel tiempo. La tribu de Dan estaba tratando de encontrar un lugar donde establecerse, pues aún no habían recibido su heredad para establecerse allí.

2 Entonces los hombres de Dan escogieron a cinco hombres valientes de las ciudades de Zora y Estaol para que exploraran la tierra donde habían de establecerse.

Cuando llegaron a la región montañosa de Efraín, se quedaron en casa de Micaía.

3 Al darse cuenta del acento del levita que oficiaba de sacerdote, lo llamaron a un lado y le preguntaron:

—¿Qué estás haciendo aquí? ¿Por qué viniste?

4

Él les contó acerca del contrato que tenía con Micaía y que era su sacerdote privado.

5

—Bien —dijeron—, pídele entonces a Dios que te diga si nuestro viaje tendrá éxito.

6

—Sí —contestó el sacerdote—. Todo saldrá bien. Jehová los cuidará.

7

Los cinco hombres salieron y fueron a Lais, y notaron que allí todo el mundo se sentía seguro y confiado. Vivían a la manera de los fenicios y eran muy ricos. Vivían reposadamente y estaban totalmente desprevenidos para un ataque, porque no había tribus suficientemente fuertes en la región como para que intentaran atacarlos. Vivían a gran distancia de sus parientes en Sidón y tenían poco o ningún contacto con los pueblos cercanos.

8 Los espías regresaron a Zora y Estaol.

—¿Qué hay? —preguntaron—. ¿Qué noticias nos traen?

9

[9-10] Y los hombres respondieron: —Ataquemos sin pérdida de tiempo. La tierra es amplia y fértil. Es un verdadero paraíso. El pueblo no está preparado para defenderse. ¡Vamos y tomémosla, porque Jehová nos la ha dado!

10

11

Seiscientos soldados de la tribu de Dan salieron de Zora y Estaol.

12 Acamparon en los lugares al oeste de Quiriat Jearim en Judá (lugares que todavía se conocen por el nombre de Campamento de Dan),

13 y luego siguieron hasta la región montañosa de Efraín.

Cuando pasaron por casa de Micaía,

14 los cinco exploradores les dijeron a los demás:

—Aquí hay un santuario con un efod, algunos terafines y muchos ídolos de plata. Es obvio lo que tenemos que hacer.

15

[15-16] Los cinco hombres entraron a la casa de Micaía y saludaron al joven sacerdote. Los seiscientos hombres armados se quedaron junto a la puerta,

16

17 mientras los cinco espías entraban en el santuario y sacaban los ídolos, el efod y los terafines.

18

—¿Qué hacen? —preguntó el joven sacerdote, cuando vio que los sacaban.

19

—Calla y ven con nosotros —le dijeron—. Serás nuestro sacerdote y te respetaremos como a un padre. Es mucho mejor que seas sacerdote de toda una tribu de Israel que de un solo hombre.

20

El joven sacerdote se sintió muy feliz de irse con ellos y se llevó consigo el efod, los terafines y los ídolos.

21 Se pusieron en marcha nuevamente, poniendo a los hijos, el ganado y los enseres adelante.

22 Cuando ya estaban a buena distancia, los de la casa de Micaía salieron en su persecución

23 y les gritaban que se detuvieran.

—¿Qué pretenden persiguiéndonos de esta manera? —preguntaron los hombres de Dan.

24

—¿Y lo preguntan? —replicó Micaía—. Se han robado mis dioses y mi sacerdote, y nada me han dejado.

25

—Cuidado con lo que dices —replicaron los hombres de Dan—. Hay aquí algunos que son de ánimo colérico, y podrían enojarse y matarte.

26

Los hombres de Dan siguieron su marcha. Cuando Micaía vio que eran muchos para enfrentarse a ellos por sí mismo, volvió a su casa.

27

Con los ídolos y el sacerdote de Micaía, los hombres de Dan llegaron a la ciudad de Lais. Ni siquiera había guardia, así que entraron y mataron a todo el pueblo quemaron la ciudad hasta los cimientos.

28 Nadie pudo ayudar a sus habitantes porque estaba muy lejos de Sidón, y no tenían aliados locales porque no tenían tratos con nadie. Esto ocurrió en el valle que está junto a Betrehob. El pueblo de la tribu de Dan reedificó la ciudad y vivió allí.

29 La ciudad fue llamada Dan, en honor a su antepasado, el hijo de Israel, pero anteriormente se llamaba Lais.

30 Luego instalaron los ídolos y designaron a un hombre llamado Jonatán, hijo de Gersón y biznieto de Moisés, y a sus hijos para que fueran sacerdotes. Esta familia continuó en el sacerdocio hasta que la ciudad fue finalmente conquistada en la época del cautiverio.

31 Así que la tribu de Dan adoró los ídolos de Micaía mientras el Tabernáculo permaneció en Silo.

19

1

En aquellos días, antes que hubiera rey en Israel, hubo un hombre de la tribu de Leví que vivía en la parte más remota de la región montañosa de Efraín, que llevó a su casa a una mujer de Belén de Judá para que fuera su concubina.

2 Pero ella se enojó con él y huyó, y regresó a la casa de su padre en Belén, donde estuvo unos cuatro meses.

3 El hombre, tomando a un siervo y un burro para ella, fue para ver si podía hacerla regresar. Cuando llegó a la casa, ella lo dejó entrar y se lo presentó a su padre, quien estuvo encantado de conocerlo.

4 El padre le pidió que se quedara un tiempo, y él se quedó tres días, y pasaron momentos agradables.

5

Al cuarto día se levantaron temprano, preparados para partir, pero el padre de la muchacha insistió en que desayunaran primero.

6 Luego les rogó que se quedaran un día más, puesto que lo estaban pasando bien.

7 Al principio el hombre se negó, pero el padre de la muchacha siguió instándole, hasta que finalmente cedió.

8 A la mañana siguiente, se levantaron temprano nuevamente y una vez más el padre de la mujer dijo:

—Quédense solamente hoy día y salgan durante la tarde.

Entonces ellos tuvieron otro día de fiesta.

9 Aquella tarde, mientras él, la muchacha y el siervo se preparaban para partir, el padre de ella dijo:

—Miren, se está haciendo tarde. Quédense esta noche y tendremos fiesta, y mañana pueden levantarse temprano y ponerse en marcha.

10

Pero esta vez el hombre fue firme, y se fue. Llegó hasta Jerusalén (también conocida como Jebús) antes que oscureciera.

11 El siervo le dijo:

—Se está haciendo demasiado tarde para seguir el viaje. Quedémonos aquí esta noche.

12

—No —dijo el amo—. No podemos quedarnos en esta ciudad pagana donde no hay israelitas.

13 Seguiremos hasta Gabaa o posiblemente hasta Ramá.

14

Siguieron la marcha. El sol se estaba poniendo cuando llegaron a Gabaa, un pueblo de la tribu de Benjamín.

15 Allí fueron para pasar la noche. Pero, como nadie les ofreció hospedaje, acamparon en la plaza del pueblo.

16 Pero en eso apareció un anciano que regresaba de su trabajo a su hogar, pues trabajaba en el campo (originalmente era de la región montañosa de Efraín pero vivía en Gabaa, aun cuando era territorio de Benjamín).

17 Cuando vio a los viajeros acampados en la plaza, les preguntó de dónde eran y hacia dónde iban.

18

—Vamos desde Belén de Judá hacia mi casa. Vivo en la región más lejana del monte de Efraín, cerca de Silo. Pero nadie nos ha acogido por esta noche,

19 aun cuando tenemos forraje para nuestros burros y suficiente alimento y vino para nosotros.

20

—No se preocupen —dijo el anciano—, vengan a mi casa. No deben pasar la noche en la plaza. Es muy peligroso.

21

Y dicho y hecho, los llevó a casa consigo, les dio forraje a los burros mientras ellos descansaban, y luego cenaron juntos.

22

Estaban comenzando a alegrarse, cuando rodeó la casa una pandilla de pervertidos sexuales y comenzaron a golpear la puerta y a pedir al anciano que sacara al hombre que estaba con él para violarlo.

23 El anciano salió y habló con ellos.

—No, hermanos míos. No hagan tal perversidad —les rogó—, porque es mi huésped.

24 Tomen a mi hija virgen y a la esposa de este hombre. Yo las sacaré y pueden hacer con ellas lo que quieran, pero no toquen a este hombre.

25

Pero no quisieron oírle. Entonces el levita empujó a su mujer hacia afuera, y ellos abusaron de ella toda la noche, violándola por turnos hasta la mañana. Al fin, al amanecer la dejaron ir.

26 Ella se desplomó en la entrada de la casa y quedó allí hasta que aclaró.

27 Cuando el hombre abrió la puerta para seguir su camino, la encontró caída frente a la puerta con las manos agarrando el umbral.

28

—Bueno, vamos —le dijo—. Pongámonos en marcha.

Pero no recibió respuesta, pues ella estaba muerta. Él la cargó entonces sobre el burro y se fue a su casa. Llegado allí tomó un cuchillo y cortó el cuerpo en doce partes y envió una parte a cada una de las tribus de Israel.

29

30 No se había visto un crimen similar desde que Israel salió de Egipto —decían todos—. Tenemos que hacer algo.

20

1

Entonces toda la nación de Israel envió a sus dirigentes y a cuatrocientos cincuenta mil soldados para que se reunieran delante de Jehová en Mizpa. Vinieron desde Dan, desde Beerseba y de todos los lugares intermedios, y desde el otro lado del Jordán, de la tierra de Galaad.

2

3 (Pronto supieron en Benjamín que las fuerzas israelitas se habían movilizado en Mizpa.) Los jefes de Israel entonces llamaron al hombre de la mujer asesinada y le preguntaron qué había ocurrido.

4

—Llegamos una noche a Gabaa, a la tierra de Benjamín —les contó—.

5 Esa noche los hombres de Gabaa rodearon la casa con el fin de matarme; y violaron a mi mujer hasta que murió.

6 Yo corté su cuerpo en doce pedazos y los envié por todo Israel, porque esos hombres habían cometido un crimen horrendo.

7 Ahora, hijos de Israel, denme su parecer y su consejo.

8

Y como un solo hombre respondieron:

—Ninguno de nosotros regresará a casa

9 [9-10] hasta que no hayamos terminado de castigar al pueblo de Gabaa. La décima parte del ejército será seleccionada por suertes y estará encargada de abastecernos de alimentos, y el resto de nosotros destruirá a Gabaa por esta horrible acción.

10

11

Toda la nación se unió en la tarea,

12 y enviaron mensajeros a la tribu de Benjamín a preguntar: "¿Saben lo que ha ocurrido entre ustedes?

13 Entreguen a los hombres perversos de Gabaa para que podamos ejecutarlos y purificar a Israel de su pecado". Pero el pueblo de Benjamín no prestó atención.

14 [14-15] En vez de oír, enviaron veintiséis mil hombres a Gabaa para que se unieran a los setecientos del lugar en la defensa contra el resto de Israel.

15

16 (Entre ellos había setecientos hombres zurdos de muy buena puntería, que podían dar con la honda a un cabello sin errar.)

17 El ejército de Israel, sin los hombres de Benjamín, sumaba cuatrocientos mil hombres.

18

Antes de la batalla, el ejército de Israel fue a Betel a pedir consejo a Dios. —¿Qué tribu nos guiará contra el pueblo de Benjamín? —le preguntaron.

Y Jehová respondió:

—Judá irá delante.

19

[19-20] Salieron a la mañana siguiente para ir a Gabaa y atacar a los hombres de Benjamín.

20

21 Pero los hombres que defendían el pueblo atacaron y dieron muerte a veintidós mil israelitas aquel día.

22 [22-24] Luego el ejército israelita lloró delante de Jehová hasta la tarde y le preguntó:

—¿Seguiremos luchando contra nuestro hermano Benjamín?

Y Jehová respondió:

—Sí.

Los israelitas recuperaron el valor y fueron al día siguiente a pelear en el mismo lugar.

23

24

25 Aquel día perdieron otros dieciocho mil hombres, todos hombres de espada.

26

Entonces todo el ejército subió a Betel y lloró delante de Jehová, y ayunó hasta la tarde, ofreciendo holocaustos y sacrificios de paz.

27 [27-28] (El Arca de Dios estaba en Betel en aquellos días; Finees, hijo de Eleazar y nieto de Aarón era el sacerdote.)

Los hombres de Israel preguntaron a Jehová:

—¿Saldremos nuevamente y pelearemos contra nuestro hermano Benjamín o nos detendremos?

Y Jehová les dijo:

—Vayan, porque mañana haré que derroten a los hombres de Benjamín.

28

29

Entonces el ejército israelita puso una emboscada alrededor del pueblo

30 y salió nuevamente al tercer día, y se pusieron en la formación acostumbrada.

31 Cuando el ejército de Benjamín salió a atacarlos, las fuerzas de Israel retrocedieron y Benjamín salió de la ciudad en persecución de Israel. Y de la manera que habían hecho anteriormente, Benjamín comenzó a perseguir a los hombres de Israel a lo largo del camino que corre entre Betel y Gabaa, hasta que treinta de ellos murieron.

32 El ejército de Benjamín gritó:

—Los estamos derrotando nuevamente. Pero el ejército de Israel se había puesto de acuerdo para huir primero a fin de que el ejército de Benjamín los persiguiera y abandonara la ciudad.

33 Cuando el principal ejército de Israel llegó a Baaltamar, se volvió y atacó, mientras los diez mil hombres emboscados al oriente de Gabaa salieron de donde estaban

34 y avanzaron contra la retaguardia del ejército de Benjamín, que aún no comprendía el desastre que se avecinaba.

35 [35-39] Jehová ayudó a Israel a derrotar a Benjamín. Aquel día el ejército de Israel mató a veinticinco mil cien hombres de Benjamín, dejando apenas un pequeño remanente de sus fuerzas.

Resumen de la batalla:

El ejército de Israel retrocedió delante de los hombres de Benjamín con el fin de ponerles una emboscada y tener más espacio para maniobrar. Cuando los de Benjamín dieron muerte a treinta israelitas, creyeron que iban a hacer una matanza en masa como en los días anteriores. Pero entonces los hombres que estaban escondidos entraron en la ciudad y mataron a todos los que estaban en ella y le prendieron fuego. La gran nube de humo que subía hacia el cielo fue la señal para que el ejército israelita diera vuelta y atacara a los de Benjamín,

36

37

38

39

40 [40-41] quienes al mirar detrás quedaron aterrados al descubrir que la ciudad estaba ardiendo, y que estaban en serio peligro.

41

42 Huyeron hacia el desierto, pero los israelitas los destruyeron y los hombres que habían puesto la emboscada vinieron y se unieron en la matanza por la retaguardia.

43 Rodearon al ejército de Benjamín al este de Gabaa y mataron a la mayoría de ellos allí.

44 Dieciocho mil soldados de Benjamín murieron en la batalla aquel día.

45 El resto del ejército huyó al desierto hacia la roca de Rimón, pero cinco mil fueron muertos a lo largo del camino, y dos mil más cerca de Rimón.

46

El ejército de Benjamín perdió veinticinco mil valientes guerreros aquel día.

47 De ellos quedaron sólo seiscientos hombres que escaparon a la roca de Rimón, donde vivieron cuatro meses.

48 Entonces el ejército israelita regresó y mató a toda la población de la tribu de Benjamín, hombres, mujeres, niños y ganado, e incendió todas las ciudades y pueblos de aquella tierra.

21

1

Los jefes de Israel habían jurado en Mizpa que no permitirían que sus hijas se casaran con hombres de la tribu de Benjamín.

2

Los caudillos de Israel se reunieron en Betel y se sentaron delante de Jehová hasta la tarde y lloraron amargamente.

3

—Oh Jehová, Dios de Israel —lloraban—, ¿por qué ha sucedido esto, que una de nuestras tribus falte?

4

Al día siguiente se levantaron temprano y edificaron un altar, y ofrecieron sacrificios y ofrendas de paz en él.

5 Y decían entre ellos:

—¿Hubo alguna tribu de Israel que no estuviera representada cuando tuvimos nuestro consejo delante de Jehová en Mizpa?

En aquella ocasión se había acordado por juramento solemne que quien se negara a asistir debía morir.

6 Hubo profunda tristeza a través de todo Israel por la pérdida de la tribu hermana de Benjamín.

—Ha sido cortada de Israel toda una tribu

7 —decían—. ¿Cómo conseguiremos mujeres para los pocos que quedan, puesto que hemos jurado a Jehová que no les daremos nuestras hijas?

8

[8-9] Entonces pensaron nuevamente en el juramento que habían hecho de matar a todos los que se habían negado a acudir a Mizpa y recordaron que al pasar lista a la tropa, de Jabes Galaad nadie había asistido.

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[10-12] Así pues, enviaron doce mil de los mejores soldados para que destruyeran Jabes Galaad. Todos los hombres, las mujeres casadas y los niños fueron muertos, pero las doncellas de Jabes Galaad fueron dejadas con vida. Hubo cuatrocientas de éstas y fueron llevadas al campamento de Silo.

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Israel envió una delegación de paz al pequeño remanente de hombres de Benjamín que estaban en la roca de Rimón.

14 Les fueron entregadas las cuatrocientas jóvenes para que se casaran con ellas y regresaron a sus hogares. Pero no fueron suficientes para todos ellos.

15 Aquel fue un tiempo muy triste para Israel, porque Jehová había abierto una brecha entre las tribus de Israel.

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—¿De dónde sacaremos mujeres para los demás, puesto que todas las mujeres de Benjamín han muerto? —preguntaban los dirigentes de Israel—.

17 Tenemos que hallar una forma de obtener mujeres para ellos, a fin de que no se pierda para siempre toda una tribu de Israel.

18 Pero no podemos darles nuestras hijas, hemos jurado con voto solemne que cualquiera que lo haga será maldito de parte de Dios.

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De pronto alguien se acordó de la festividad religiosa anual que se tenía en los campos de Silo, entre Lebona y Betel, al costado oriental del camino que va desde Betel a Siquem, y

20 dijeron a los hombres de Benjamín que todavía necesitaban mujeres:

—Vayan y escóndanse en los viñedos,

21 y cuando las jóvenes de Silo salgan para ir a sus danzas, corran y tómenlas y llévenselas para que sean sus mujeres.Y cuando sus padres y hermanos vengan a protestar, les diremos: "Por favor, sean comprensivos, y dejen que ellos tengan a sus hijas porque no hallamos suficientes esposas para ellos cuando destruimos Jabes Galaad, y ustedes no podían darles sus hijas a ellos sin ser culpables.

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Los hombres de Benjamín hicieron como se les dijo. Raptaron a las doncellas que tomaban parte en la fiesta y se las llevaron a su tierra. Luego reedificaron sus ciudades y vivieron en ellas.

24 Entonces el ejército de Israel se disolvió y regresó cada uno a su casa.

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En aquel tiempo no había rey en Israel y cada hombre hacía lo que bien le parecía.