1

1

Cuando Saúl murió, David regresó a Siclag y se quedó allí dos días, después de haber derrotado a los amalecitas.

2 Al tercer día llegó un hombre del campamento de Saúl con su ropa desgarrada y con polvo en su cabeza, en señal de dolor. Cuando estuvo delante de David, se inclinó hasta tocar el suelo con la frente, como muestra de respeto.

3

—¿De dónde vienes? —le preguntó David.

—Logré escaparme del campamento de Israel —le contestó el soldado.

4

—¿Qué ha sucedido? —le preguntó David—. Dime cómo fue la batalla.

Y el hombre respondió:

—El pueblo huyó. Muchos murieron en la batalla. ¡El rey Saúl y su hijo Jonatán también murieron!

5

—¿Y cómo sabes que han muerto?

6

—Porque yo estaba en el monte Guilboa, y vi que Saúl se apoyaba en su lanza, y los enemigos lo tenían rodeado.

7 Cuando él me vio me pidió que me acercara.

8 “¿Quién eres?” me preguntó. “Soy un amalecita”, le respondí.

9 “Entonces me dijo en tono suplicante: “Ven y pon fin a mi angustia, pues estoy sufriendo terriblemente y no acabo de morir”.

10 Así que me acerqué y lo maté, pues vi que no le quedaba ninguna esperanza de vida.a Tomé luego su corona y uno de sus brazaletes para traérselos a usted, SEÑOR mío.

11

David y sus hombres rasgaron su ropa en señal de dolor cuando oyeron aquellas noticias.

12 Hicieron duelo, lloraron y ayunaron todo aquel día por Saúl, por su hijo Jonatán y por el pueblo del SEÑOR que habían muerto ese día.

13

—¿De dónde eres? —le preguntó David al joven que le había traído las noticias.

—Soy hijo de un inmigrante amalecita —respondió.

14

—¿Por qué te atreviste a matar al ungido de Dios? —le preguntó David.

15

Entonces llamó a uno de sus soldados y le ordenó:

—¡Mátalo!

Y el soldado mató al amalecita, atravesándolo con su espada.

16

—Tú mismo te declaraste culpable al confesar que diste muerte al ungido del SEÑOR.

17

[17-18] David compuso un canto fúnebre por Saúl y Jonatán. Después ordenó que ese canto fuera enseñado a la gente de Judá. Este canto está escrito en el libro de Jaser.

18

19

«Israel, los que eran tu gloria y tu gozo yacen muertos sobre los montes.

¡Cómo han caído los valientes!

20

»¡Que no lo sepan los filisteos, para que no se gocen!

¡Que no lo sepan las ciudades de Gat y Ascalón, para que no se burlen esa gente idólatra!

21

»¡Montes de Guilboa, que nunca más haya rocío ni lluvia sobre ustedes, ni crezca el trigo en sus laderas.

Porque allí quedaron aplastados los escudos de los héroes.

Porque allí el escudo de Saúl perdió todo su esplendor.

22

»Saúl y Jonatán daban muerte a sus más poderosos enemigos, y no regresaban con las manos vacías del campo de batalla.

23

»¡Cuánto fueron amados! ¡Cuán maravillosos eran Saúl y Jonatán!

¡Inseparables fueron en la vida y en la muerte!

Eran más rápidos que las águilas, más fuertes que los leones.

24

»Pero ahora, mujeres de Israel, lloren a Saúl.

Él las enriqueció con finos vestidos y adornos de oro.

25

»¡Cómo han caído los valientes en medio de la batalla!

¡Jonatán yace muerto sobre los montes!

26

¡Lloro por ti, hermano Jonatán!

¡Te quise más que a un hermano!

Y tu amistad fue para mí más grata que el amor de las mujeres.

27

»¡Cómo han caído los valientes!

¡Cómo han muerto los hombres de guerra!»

2

1

Después de esto, David le preguntó al SEÑOR:

—¿Regresaré a alguna de las ciudades de Judá?

—Sí —le respondió el SEÑOR.

—¿A qué ciudad debo ir? —volvió a preguntar David.

—A Hebrón —le respondió el SEÑOR.

2

Entonces David se fue a Hebrón con sus esposas Ajinoán la jezrelita y Abigaíl, la viuda de Nabal de Carmel.

3 También se llevó a los hombres que lo acompañaban, junto con sus familias, y se establecieron en Hebrón y en las aldeas vecinas.

4 Hasta allá fueron los dirigentes de Judá y lo coronaron rey de Judá.

Cuando David supo que los hombres de Jabés de Galaad habían enterrado a Saúl,

5 les envió este mensaje: «Que el SEÑOR los bendiga por haber sido leales al rey y por haberle dado honrosa sepultura.

6 Que el SEÑOR los recompense fielmente y les reconfirme su amor. Yo también tendré en cuenta el bien que ustedes han hecho.

7 Les pido que se animen y sean valientes, pues aunque su SEÑOR Saúl ha muerto, la tribu de Judá me ha ungido como su rey».

8

Pero Abner hijo de Ner, jefe del ejército de Saúl, se llevó a Isboset hijo de Saúl a Majanayin.

9 Allí lo hizo rey de Galaad, de Guesurí, de Jezrel, de Efraín, de Benjamín y de todo el resto de Israel.

10 [10-11] Isboset tenía cuarenta años de edad. Reinó en Majanayin durante dos años. Únicamente la tribu de Judá reconocía a David como rey. David reinó en Hebrón durante siete años y medio.

11

12

Un día, Abner y los ayudantes de Isboset salieron de Majanayin y fueron a Gabaón.

13 Joab hijo de Sarvia salió con los soldados de David a hacerle frente. Llegaron junto al estanque de Gabaón y se colocaron frente a frente, a ambos lados del estanque.

14

Abner le dijo a Joab:

—Escojamos a nuestros mejores guerreros para que se enfrenten delante de nosotros.

—Está muy bien —respondió Joab.

15

Así que doce jóvenes soldados benjaminitas de Isboset y doce de los soldados de David salieron a pelear cuerpo a cuerpo.

16 Cada uno tomó a su oponente por los cabellos y le clavó la espada en el costado, de modo que los veinticuatro murieron. El lugar se conoce desde entonces como «Campo de la Espada».

17

Luego, se enfrentaron todos en una dura batalla. Ese día, los soldados de David, comandados por Joab, derrotaron a Abner y a los israelitas.

18 Los hermanos de Joab, Abisay y Asael, estaban también en la batalla. Asael, que podía correr tan rápido como una gacela,

19 se lanzó en persecución de Abner, y no lo dejó escapar.

20 Cuando Abner miró hacia atrás y lo vio venir, le dijo:

—¿Eres tú, Asael?

—Sí —respondió—, soy yo.

21

—¡Deja de perseguirme! —le dijo Abner. Es mejor que busques a otro a quien le puedas arrebatar sus armas.

Pero Asael continuó persiguiéndolo.

22

—¡Retírate! —Le volvió a gritar Abner—. Si no dejas de perseguirme tendré que matarte, ¿y con qué le voy a salir después a tu hermano Joab?

23

Pero como Asael no le hizo caso, Abner lo atravesó con la punta de su lanza, a la altura de la quinta costilla, y le salió por la espalda.

Asael cayó en tierra y murió. Todos los que pasaban por allí se detenían a mirarlo.

24 Entonces Joab y Abisay se lanzaron en persecución de Abner. El sol se estaba poniendo cuando llegaron a la colina de Amá, cerca de Guiaj, junto al camino que va al desierto de Gabaón.

25 Los hombres de Abner se reagruparon en la cumbre de la colina,

26 y Abner le gritó a Joab:

—¿Hasta cuándo seguiremos matándonos, siendo hermanos? ¿No te das cuenta de lo amarga que resultará la victoria para cualquiera de los dos? ¿Qué esperas para ordenar a tus tropas que dejen de perseguir a sus hermanos?

27

—Juro por Dios que si no hubieras dicho esto, mis hombres los habrían perseguido a ustedes hasta el amanecer —le respondió Joab.

28

Acto seguido, Joab hizo sonar las trompetas, y sus hombres dejaron de perseguir a los de Israel.

29 Aquella noche, Abner y sus hombres se retiraron por el valle del Jordán, cruzaron el río, atravesaron la región de Bitrón y llegaron a Majanayin.

30

Joab regresó y reunió todo su ejército. Al contar su tropa, se dio cuenta de que, además de Asael, había perdido a diecinueve soldados más.

31 Pero Abner había perdido trescientos setenta soldados, todos de la tribu de Benjamín.

32 Joab y los suyos llevaron el cuerpo de Asael a Belén y lo sepultaron junto a su padre. Luego viajaron toda la noche y llegaron a Hebrón al despuntar el día.

3

1

Esto fue el comienzo de una larga guerra entre los seguidores de Saúl y los de David. Cada día David se iba afirmando en el poder, mientras que el reino de Saúl se debilitaba cada vez más.

2

En Hebrón, David tuvo varios hijos. El mayor fue Amnón, hijo de su esposa Ajinoán de Jezrel.

3 Su segundo hijo fue Quileab, hijo de Abigaíl, la viuda de Nabal de Carmel. El tercero fue Absalón, hijo de Macá, la hija del rey Talmay de Guesur.

4 El cuarto fue Adonías, hijo de Jaguit. Luego estaba Sefatías, hijo de Abital,

5 e Itreán, hijo de Eglá.

Todos éstos le nacieron a David en Hebrón.

6

A medida que se prolongaba la guerra, Abner se hacía políticamente más poderoso entre los seguidores de Saúl.

7 Aprovechando la posición en que se encontraba, se acostó con una de las concubinas de Saúl, una mujer llamada Rizpa, hija de Ayá. Cuando Isboset le llamó la atención por esto,

8 Abner se enfureció y le gritó:

—¿Soy yo un perro de Judá para ser tratado de esta manera? Después de todo lo que he hecho por ti y por tu padre, no entregándolos a David, ¿ahora me reprochas por una simple cuestión de faldas?

9 [9-10] ¡Que Dios me mande el peor de los castigos si, de aquí en adelante, no hago todo lo posible por quitarte todo el reino, desde Dan hasta Berseba, para dárselo a David! ¡Así se cumplirá lo que el SEÑOR le juró a David!

10

11

Isboset no se atrevió a responder, porque le tenía miedo a Abner.

12

Entonces Abner envió unos mensajeros a David con el siguiente recado: «Le propongo que haga un pacto conmigo, y yo me comprometo a hacer todo lo posible para que todos los israelitas lo acepten como rey, pues, en realidad, toda la tierra de Israel le pertenece a usted».

13

«De acuerdo —respondió David—, pero no negociaré contigo a menos que me traigas a mi esposa Mical, la hija de Saúl».

14

David envió también este mensaje a Isboset: «Devuélveme a mi esposa Mical, porque yo la compré con la vida de cien filisteos».

15

Así que Isboset mandó que se la quitaran a Paltiel hijo de Lais, que en ese momento era su marido.

16 Éste se fue detrás de ella, llorando por todo el camino, hasta que llegaron a Bajurín. Allí Abner le dijo: «¡Deja ya de llorar y regresa a tu casa!» Y él obedeció.

17

Mientras tanto, Abner consultó con los dirigentes de Israel y les recordó que por largo tiempo ellos habían querido que David fuera su rey.

18

«Ahora es la ocasión —les dijo—. Porque el SEÑOR le dijo a David: “Es por medio de ti, que eres mi siervo, que yo salvaré a mi pueblo de los filisteos y de sus demás enemigos”».

19

Abner habló también con los jefes de la tribu de Benjamín. Fue después a Hebrón e informó a David del éxito de las conversaciones con el pueblo de Israel y de Benjamín.

20 Veinte hombres lo acompañaron, y David los agasajó con una fiesta.

21

Cuando Abner emprendió el regreso, prometió a David: «Cuando yo regrese, convocaré a todo el pueblo de Israel, para que lo elijan como su rey, tal como usted lo ha deseado por tanto tiempo». Después de despedirse de David, Abner regresó a su casa en paz.

22

No hacía mucho que Abner había salido, cuando Joab y algunos de los soldados de David regresaron de una incursión trayendo consigo un gran botín.

23 Cuando le informaron a Joab que Abner hijo de Ner había estado hablando con el rey, y que éste lo había despedido en paz,

24 [24-25] se presentó rápidamente ante el rey y le dijo: «¿Qué ha hecho? ¿Por qué ha permitido que Abner regrese en paz a su casa? Usted bien sabe que todo lo que él le ha dicho es mentira. Todo lo que quiere es enterarse de sus planes y movimientos».

25

26

Luego Joab envió mensajeros para que dieran alcance a Abner y le pidieran que regresara. Lo encontraron junto al pozo de Sira, y él regresó con ellos. Pero David nada sabía de esto.

27 Cuando Abner regresó a Hebrón, Joab lo llevó a la entrada de la ciudad, como si quisiera conversar con él secretamente. Una vez allí, Joab sacó su cuchillo y se lo clavó en el vientre. De esta manera Joab vengó la muerte de su hermano Asael.

28

Cuando David oyó lo ocurrido, declaró: «Juro delante del SEÑOR que yo y mi pueblo somos inocentes del crimen cometido contra Abner.

29 Joab y su familia son los culpables. ¡Que no falte nunca entre ellos quien padezca de flujo, o de lepra, o de cojera, o que muera violentamente o padezca hambre!»

30

Joab, pues, y su hermano Abisay mataron a Abner para vengar la muerte de su hermano Asael, a quien Abner mató en la batalla de Gabaón.

31

Luego, el rey David ordenó a Joab y a todos los que estaban con él que se rasgaran las vestiduras, se vistieran con ropa áspera y lloraran por la muerte de Abner. Y el rey David fue detrás del féretro al cementerio.

32 Sepultaron a Abner en Hebrón, y el rey y todo el pueblo lloraron junto a la tumba. Y David entonó el siguiente lamento:

33

[33-34] «¿Debía morir Abner como un villano?

Tus manos no estaban atadas, ni tus pies estaban encadenados.

¡Moriste como quien es asesinado por los malvados!»

Y todo el pueblo lloró nuevamente por él.

34

35

[35-36] David se había negado a comer en el día del funeral, y todos le rogaban que se sirviera algo de comida. Pero David había jurado que no comería nada hasta la puesta del sol. Esto agradó a su pueblo; en verdad, todo lo que el rey hacia agradaba al pueblo.

36

37 Así todos, tanto los de Judá como los de Israel, quedaron plenamente convencidos de que David nada tenía que ver con la muerte de Abner.

38

Y David dijo a su pueblo: «¿Se dan cuenta de que hoy ha caído un hombre muy importante de Israel?

39 A pesar de que he sido nombrado como rey, nada pude hacer para evitar que los hijos de Sarvia asesinaran a Abner. ¡Que el SEÑOR le dé su castigo a quien cometió tal maldad!»

4

1

Cuando Isboset hijo de Saúl supo que Abner había muerto en Hebrón, se acobardó, y sus partidarios se llenaron de temor.

2 [2-3] Isboset tenía a su servicio a Baná y a Recab, que habían comandado bandas de ladrones. Baná y a Recab eran hijos de Rimón el berotita; por lo tanto eran benjaminitas, pues el pueblo de Berot era considerado como parte de la tribu de Benjamín, aunque sus habitantes habían huido a Guitayin, y se habían quedado viviendo allí.

3

4

(También había un nieto del rey Saúl llamado Mefiboset, hijo del príncipe Jonatán, que era lisiado de los pies. Tenía cinco años cuando Saúl y Jonatán murieron en Jezrel. Cuando esta mala noticia llegó a la capital, la niñera agarró a Mefiboset y huyó, pero se le cayó mientras corrían, y el niño quedó cojo.)

5

Un día Recab y Baná, los hijos de Rimón el berotita, llegaron al hogar del rey Isboset. Era mediodía y éste tomaba una siesta.

6 [6-7] Entonces, con el pretexto de ir a sacar una bolsa de trigo, se metieron al cuarto donde dormía Isboset, lo mataron a puñaladas y le cortaron la cabeza. Luego anduvieron toda aquella noche por el Arabá, llevando consigo la cabeza de Isboset.

7

8 Al llegar a Hebrón, se la entregaron a David, al tiempo que le decían:

—¡Mire, mi rey! Ésta es la cabeza de Isboset, el hijo de su enemigo Saúl, el que trató de matarlo. Hoy el SEÑOR le ha dado la venganza sobre el rey Saúl y toda su familia.

9

Pero David les contestó:

—¡Juro delante del SEÑOR, que me salvó de todos mis enemigos, que ustedes morirán!

10 La recompensa que le di a aquel que me dijo: “Saúl ha muerto”, pensando que me traía una buena noticia, fue apresarlo y hacerlo matar en Siclag.

11 Si eso hice con ese hombre, ¿creen ustedes que los voy a perdonar? ¡Ustedes pagarán con su propia vida el haber dado muerte a un hombre bueno, mientras dormía tranquilo en su casa! ¡Me vengaré de ustedes eliminándolos de este mundo!

12

David ordenó que les dieran muerte, y así lo hicieron. Les cortaron las manos y los pies y colgaron sus cuerpos cerca del pozo en Hebrón. Luego tomaron la cabeza de Isboset y la sepultaron en el sepulcro de Abner, en Hebrón.

5

1

Después de esto, todas las tribus de Israel fueron a Hebrón y le dijeron a David: «Aquí estamos, nosotros somos sus hermanos de sangre.

2 Además, sabemos muy bien que, aunque Saúl era nuestro rey, realmente usted era el que iba al frente del ejército de Israel cuando teníamos que enfrentar a nuestros enemigos. También estamos enterados de que el SEÑOR le ha dicho que usted será el pastor y rey de este pueblo».

3 Entonces David hizo un pacto delante del SEÑOR con los jefes de Israel en Hebrón, y ellos lo coronaron rey de Israel.

4

[4-5] Cuando David comenzó a reinar sobre Judá, en Hebrón, tenía treinta años. Ya llevaba siete años y medio como rey de Judá, cuando los de Israel lo coronaron también como rey de ellos. Así que, después de esto, reinó treinta y tres años más sobre todo Israel y Judá, y lo hizo desde Jerusalén. De modo que en total reinó unos cuarenta años.

5

6

David dirigió sus ejércitos hacia Jerusalén para luchar contra los jebuseos que vivían allí. Éstos estaban muy seguros de que David no podría apoderarse de la ciudad. Por eso le dijeron: «Jamás podrás apoderarte de nuestra ciudad. Para derrotarte nos basta un ejército de ciegos y cojos».

7 Pero David los derrotó y capturó la ciudadela de Sión, que luego se llamó la Ciudad de David.

8

Cuando el mensaje insultante de los jebuseos llegó a oídos de David, les dijo a sus soldados: «¡Vayan y ataquen a esos jebuseos! ¡Suban por el canal del agua y podrán matar a esos ciegos y cojos que tanto aborrezco!» Este es el origen del dicho: «Ni los ciegos ni los cojos pueden entrar al templo».

9

David estableció su sede en la fortaleza de Sión, a la cual llamó Ciudad de David. Además, le construyó alrededor una muralla, desde Milo hasta el palacio.

10 David, pues, se fortalecía cada vez más, porque el SEÑOR, Dios Todopoderoso, estaba con él.

11

El rey Hiram de Tiro envió cedro, carpinteros y albañiles para edificarle un palacio a David.

12 Entonces David pudo comprender que el SEÑOR lo estaba confirmando como rey, y había bendecido mucho su reinado por amor a Israel, su pueblo escogido.

13

Después de trasladarse de Hebrón a Jerusalén, David tomó otras esposas y concubinas, y tuvo muchos hijos e hijas.

14 [14-16] Éstos son los hijos que le nacieron en Jerusalén:

Samúa, Sobab, Natán, Salomón, Ibjar, Elisúa, Néfeg, Jafía, Elisama, Eliadá y Elifelet.

15

16

17

Cuando los filisteos se enteraron de que David había sido coronado rey de Israel, trataron de capturarlo; pero David lo supo y se refugió en la ciudadela.

18 Los filisteos llegaron y se esparcieron por el valle de Refayin.

19 Por eso, David consultó al SEÑOR:

—¿Iré y lucharé contra ellos? ¿Me usarás para derrotarlos?

—Sí, vé, porque yo los entregaré en tus manos, —le respondió el SEÑOR.

20

Entonces David salió y luchó contra los filisteos en Baal Perasín, y los derrotó. En esa ocasión David exclamó: «El SEÑOR me abrió camino para derrotar a mis enemigos, tal como una corriente de agua se abre paso a través del valle». Por eso, a ese lugar se le dio el nombre de Baal Perasín.

21 Luego David y sus hombres se apoderaron de muchos ídolos que los filisteos habían abandonado al huir.

22

Pero los filisteos regresaron, y nuevamente se esparcieron por el valle de Rafayin.

23 Cuando David le preguntó al SEÑOR qué tenía que hacer, él le respondió:

—No los ataques de frente, sino rodéalos y atácalos por detrás, cuando llegues a los árboles de bálsamo.

24 Cuando oigas ruido como de pies que marchan por las copas de los bálsamos, atácalos, porque eso significa que el SEÑOR te ha preparado el camino para que derrotes a los filisteos.

25

David hizo lo que el SEÑOR le había indicado, y destruyó a los filisteos desde Gabaón hasta Guézer.

6

1

Después de esto, David reunió a sus mejores guerreros, que eran unos treinta mil, y se dirigió a Balá de Judá.

2 En ese momento el cofre de Dios se hallaba en Balá. Era sobre el cofre que se invocaba el nombre del SEÑOR todopoderoso que reina entre los querubines.

3 Sacaron el cofre de la casa de Abinadab, que estaba en la colina, y lo pusieron en una carreta nueva, la cual era guiada por Uza y Ajío, hijos de Abinadab.

4 Ajío iba delante del cofre de Dios,

5 seguido por David y los demás jefes de Israel, que danzaban y cantaban con alegría, acompañados de toda clase de instrumentos: arpas, liras, salterios, panderetas, castañuelas y címbalos.

6

Pero cuando llegaron al campo de Nacón, los bueyes tropezaron; entonces Uza extendió la mano para que el cofre no se cayera.

7 Esto hizo que se encendiera la ira del SEÑOR contra Uza, y lo hirió por aquel atrevimiento. Uza murió allí junto al cofre.

8

David se entristeció mucho por lo que el SEÑOR había hecho, y llamó aquel lugar Peres Uza (lugar de la ira de Dios contra Uza), y así se le conoce hasta hoy.

9 David sintió miedo del SEÑOR y exclamó: «¡Es mejor no sacar de aquí el cofre del SEÑOR!»

10 Así que decidió no llevar el cofre hasta la Ciudad de David, sino que la dejó en la casa de Obed Edom, que era de Gat.

11 Allí estuvo el cofre por tres meses, y el SEÑOR bendijo a Obed Edom y a toda su familia.

12

Cuando David supo esto, llevó el cofre a la Ciudad de David, en medio de una gran algarabía.

13 Cada vez que los hombres que llevaban el cofre caminaban seis pasos, David sacrificaba un toro y un ternero gordo.

14 David, que tenía puesta una túnica sacerdotal de lino, danzaba delante del SEÑOR con todas sus fuerzas.

15 Los israelitas, pues, trasladaron a su destino el cofre del SEÑOR en medio de gritos de alegría y al son de trompetas.

16

Cuando la procesión entró en la Ciudad de David, Mical, hija de Saúl, se asomó a la ventana; y al ver al rey David saltando y danzando delante del SEÑOR, se enojó mucho con él y lo despreció.

17

El cofre fue colocado dentro de una carpa que David había preparado para ponerlo allí. Luego, David ofreció holocaustos y sacrificios de paz al SEÑOR.

18 Después de esto, David bendijo al pueblo en el nombre del SEÑOR todopoderoso

19 y a cada uno de los que estaban allí reunidos, tanto a hombres como a mujeres, les dio un pan, una torta de dátiles y otra de uvas pasas. Al finalizar la celebración, cada uno regresó a su propia casa.

20

David también regresó a su casa para bendecir a su familia. Pero Mical salió a su encuentro y le dijo con intenso disgusto:

—¡Hoy no te has comportado como un rey! ¡Hiciste el ridículo delante de todos! ¡Te descubriste delante de las criadas como un cualquiera!

21

David le respondió:

—Yo estaba danzando delante del SEÑOR, quien me prefirió a tu padre y a toda tu familia, y me señaló como jefe de su pueblo Israel. ¡Estoy más que dispuesto a actuar como un necio a fin de mostrar mi gozo delante del SEÑOR!

22 Pareceré un necio ante tus ojos, pero seré admirado por las criadas de las cuales has hablado.

23

Y Mical, hija de Saúl, murió sin haber tenido hijos.

7

1

Cuando el SEÑOR, finalmente, trajo paz sobre la tierra, e Israel dejó de estar en guerra con las naciones vecinas,

2 David le dijo al profeta Natán:

—Mira, yo estoy viviendo en este hermoso palacio de cedro, mientras que el cofre de Dios está en una carpa.

3

—Haz lo que has pensado —dijo Natán—, porque el SEÑOR está contigo.

4

Pero aquella noche el SEÑOR le dijo a Natán:

5 «Dile a mi siervo David que no lo haga,

6 porque nunca he vivido en un templo. Mi hogar siempre ha sido una carpa desde que saqué a Israel de Egipto.

7 Y jamás me he quejado delante de los caudillos de Israel, los pastores de mi pueblo. ¿Les he preguntado alguna vez por qué no me han edificado un hermoso templo de cedro?

8

»Así que dile a mi siervo David que yo, el SEÑOR todopoderoso, lo saqué del redil para que no siga cuidando las ovejas sino para que gobierne a mi pueblo Israel.

9 Que yo he estado con él adondequiera que ha ido y he derrotado a sus enemigos. Que yo engrandeceré aún más su nombre, para que sea uno de los hombres más famosos del mundo.

10 [10-11] A mi pueblo Israel le he dado un lugar donde pueda vivir tranquilo, sin que nadie les cause daño ni los oprima, como sucedía en la época en que los jueces los gobernaban. Te libraré de todos tus enemigos, y seré yo quien te construya una casa.

11

12 Porque cuando tú mueras, yo pondré a uno de tus hijos en tu trono y haré que su reino sea fuerte.

13 Él será el que me va a edificar un templo, y yo estableceré su trono para siempre.

14 Yo seré su Padre y él será mi hijo. Si él me falla, yo lo castigaré como un padre castiga a su hijo,

15 pero no le retiraré mi amor como sí se lo retiré a Saúl, tu antecesor.

16 Tu dinastía y tu reino gozarán de mi favor, de modo que tu trono será establecido para siempre».

17

Natán, pues, fue ante David y le dijo todo lo que el SEÑOR le había dicho.

18

Entonces David entró a la carpa donde estaba el cofre y se sentó delante del SEÑOR, y le dijo: «Mi SEÑOR y Dios, ¿por qué me has engrandecido, si yo y mi familia somos tan insignificantes?

19 Y ahora, además de todo, hablas de darme una dinastía eterna. Tu generosidad es superior a lo que de un hombre se pudiera esperar. Mi SEÑOR y Dios

20 ¿qué más puedo decir? Porque tú sabes cómo soy.

21 Tú haces todas estas cosas porque tú lo has prometido y lo has querido.

22

»¡Cuán grande eres, mi SEÑOR y Dios! ¡Nunca hemos oído de un Dios como tú! ¡Es que no existe otro dios!

23 ¿Qué otras naciones en la tierra han recibido bendiciones similares a las de Israel tu pueblo? Porque tú rescataste de la esclavitud a tu nación escogida, para traer gloria a tu nombre. Tú la rescataste para ti de Egipto, de las otras naciones y de sus dioses.

24 Tú escogiste a Israel para que sea tu pueblo para siempre, y tú has sido nuestro Dios.

25

»Y ahora, mi SEÑOR y Dios, haz lo que has prometido tocante a mí y a mi familia.

26 Que seas eternamente honrado por haber establecido a Israel como tu pueblo, y haber afirmado mi dinastía delante de ti.

27

»Porque tú, SEÑOR todopoderoso, Dios de Israel, me has revelado que yo soy el primero de una dinastía que gobernará a tu pueblo para siempre. Por eso es que me he atrevido a elevarte esta oración.

28 Porque ciertamente tú eres Dios, y tus palabras son verdaderas. Tú me has prometido estas buenas cosas.

29 Te suplico que bendigas la casa de tu siervo, de modo que mi casa permanezca para siempre delante de ti, oh SEÑOR y Dios, porque tú lo has prometido».

8

1

Después de esto, David derrotó a los filisteos, les quitó Méteg Amá y los sometió bajo su dominio.

2 También venció a los moabitas, a quienes hizo tender en el suelo y los midió con un cordel. A todos los que quedaron dentro de las dos primeras medidas los hizo matar, pero dejó con vida a los que estaban en la tercera medida. Y los moabitas se convirtieron en vasallos y tributarios de David.

3

También destruyó las fuerzas del rey Hadad Ezer, hijo del rey Rejob de Sobá, cuando éste se dirigía al río Éufrates con la intención de recuperar sus dominios sobre aquel territorio.

4 David capturó a mil setecientos hombres de a caballo y a veinte mil de infantería, y desjarretó los caballos de todos los carros, salvo los necesarios para cien carros.

5

Además, dio muerte a veintidós mil sirios de Damasco que acudieron en ayuda de Hadad Ezer.

6 David situó varias guarniciones en Damasco, y los sirios fueron súbditos de David y le presentaban anualmente sus tributos. El SEÑOR le daba victorias en todas las campañas militares que emprendía.

7

David llevó a Jerusalén los escudos de oro que usaban los oficiales del rey Hadad Ezer,

8 así como una gran cantidad de bronce de Tébaj y Berotay, que eran poblaciones de Hadad Ezer.

9

Cuando el rey Tou de Jamat se enteró de las victorias de David sobre las fuerzas de Hadad Ezer,

10 envió a su hijo Jorán para felicitarlo, porque Hadad Ezer y Tou eran enemigos. Tou le envió a David presentes de plata, oro y bronce.

11 [11-12] David dedicó todas estas cosas al SEÑOR, juntamente con la plata y el oro que había sacado de Siria, Moab, Amón, Filistea y Amalec. Lo mismo hizo con todo el botín que le había quitado al rey Hadad Ezer, hijo de Rejob, rey de Sobá.

12

13

David se hizo muy famoso. Después de su regreso mató a dieciocho mil edomitas en el valle de la Sal.

14 Luego puso guarniciones a través de Edom y fueron tributarios de David. El SEÑOR estaba con David y le daba la victoria donde quiera que fuera.

15

David reinó con justicia sobre Israel y a todos los trató por igual.

16 Joab hijo de Sarvia estaba a cargo del ejército y Josafat hijo de Ajilud era el secretario;

17 Sadoc hijo de Ajitob, y Ajimélec hijo de Abiatar eran los sacerdotes; Seraías era el cronista;

18 Benaías hijo de Joyadá, era el jefe de la guardia personal del rey, la cual estaba compuesta de quereteos y peleteos. Los hijos de David ayudaban en el culto.

9

1

Un día David preguntó si quedaba algún descendiente de Saúl, pues quería mostrarle misericordia, de acuerdo con lo prometido a su amigo Jonatán.

2 Al enterarse de que había un hombre llamado Siba, que había sido uno de los siervos de Saúl, lo mandó a llamar.

—¿Eres tú Siba? —le preguntó el rey.

—Sí, su siervo —respondió el hombre.

3

El rey entonces le preguntó:

—¿Ha quedado alguien vivo de la familia de Saúl? Si es así, quiero cumplir un voto, mostrándome misericordioso con él.

—Sí, mi rey —respondió Siba—, aún vive un hijo de Jonatán, el cual es tullido de los dos pies.

4

—¿Dónde vive? —volvió a preguntar el rey.

—En Lo Debar, en la casa de Maquir hijo de Amiel —respondió Siba.

5

[5-6] De inmediato, el rey David envió por Mefiboset hijo de Jonatán y nieto de Saúl. Mefiboset llegó y se inclinó delante del rey David, quien le preguntó:

—¿Eres tú Mefiboset?

—Sí, aquí está su siervo —le respondió.

6

7

David le dijo:

—No tengas miedo. Te he enviado a buscar porque quiero ayudarte, tal como se lo prometí a tu padre Jonatán. Te devolveré todas las tierras que pertenecieron a tu abuelo Saúl, y de aquí en adelante vivirás en mi palacio.

8

Mefiboset entonces se inclinó de nuevo delante del rey, y dijo:

—¿Debe el rey mostrar tanta bondad con un perro muerto como yo?

9

El rey llamó a Siba, el siervo de Saúl, y le dijo:

—He dado al nieto de tu amo todo lo que pertenecía a Saúl y a su familia.

10 [10-11] Tú y tus hijos y tus sirvientes le trabajarán la tierra a fin de proporcionar alimento a su familia. Pero él vivirá aquí conmigo y se sentará a mi mesa.

Siba, que tenía quince hijos y veinte siervos, contestó:

—Mi rey, haré todo lo que usted me ha ordenado.

Desde aquel momento, Mefiboset comió regularmente con el rey David, como si fuera uno de sus hijos.

11

12 Mefiboset tenía un hijo pequeño llamado Micaías. Todos los de la casa de Siba quedaron al servicio de Mefiboset,

13 pero Mefiboset, que era tullido de ambos pies, se fue a vivir al palacio real en Jerusalén, y siempre comía en la mesa del rey.

10

1

Después de esto, murió el rey amonita y le sucedió en el trono su hijo Janún.

2 Entonces David pensó que debía tratar con bondad a Janún tal como su padre Najás había sido generoso con él. Por eso, envió unos mensajeros para que le dieran el pésame por la muerte de su padre.

3

Pero los príncipes amonitas le dijeron a Janún: «No creas que estos hombres han venido aquí para honrar a tu padre y darte el pésame por su muerte. La verdad es que David los ha enviado a espiar la ciudad para después atacarla».

4 Entonces Janún hizo capturar a los mensajeros de David y ordenó que les afeitaran la mitad de la barba y le cortaran las vestiduras a la altura de las nalgas. Luego los envió de regreso semidesnudos.

5

Cuando David oyó lo que había ocurrido, les ordenó que se quedaran en Jericó hasta que les hubiera crecido la barba, pues se sentían muy avergonzados por su aspecto.

6

El pueblo de los amonitas no tardó en comprender cuán seriamente habían ofendido a David; por lo que contrataron a veinte mil mercenarios sirios de las tierras de Bet Rejob y de Sobá, mil de Macá, y doce mil de la tierra de Tob.

7 [7-8] Cuando David se enteró de esto, envió a Joab y a todo el ejército de Israel para que los atacaran. Los amonitas se dispusieron a defender las puertas de su ciudad, mientras que los sirios de Sobá y Rejob, y los hombres de Tob y Macá peleaban en los campos.

8

9

Cuando Joab se dio cuenta de que tendría que pelear en dos frentes, escogió a los mejores guerreros, se puso al frente del grupo y se los llevó a pelear contra los sirios en los campos.

10 Dejó el resto al mando de su hermano Abisay, el cual se encargaría de atacar a los amonitas que estaban en la ciudad.

11 Antes de ir a sus respectivos lugares, Joab le dijo a su hermano Abisay: «Si necesito ayuda contra los sirios, ven y ayúdame. Pero si los amonitas son demasiado fuertes para ti, yo iré y te ayudaré.

12 ¡Sé valiente!¡Vamos a pelear para salvar a nuestro pueblo y las ciudades de nuestro Dios! ¡Que el SEÑOR haga lo que mejor le parezca!»

13

Cuando Joab y sus soldados atacaron, los sirios se dieron a la fuga.

14 Cuando los amonitas vieron que los sirios huían, ellos también huyeron de Abisay y se refugiaron en la ciudad. Joab entonces regresó a Jerusalén.

15

[15-16] Mientras tanto, los sirios, viendo que no podían hacerle frente a Israel, se reagruparon. Hadad Ezer mandó a buscar refuerzos al otro lado del río Éufrates. Éstos llegaron a Jelán bajo el mando de Sobac, jefe del ejército de Hadad Ezer.

16

17

Cuando David supo lo que estaba sucediendo, personalmente reunió a todo Israel y los condujo hasta Jelán. Allí los sirios lo atacaron.

18 Pero nuevamente los sirios huyeron de los israelitas. Los israelitas mataron a setecientos soldados que conducían los carros de combate y a cuarenta mil soldados de infantería. También murió Sobac, comandante en jefe del ejército sirio.

19

Cuando los reyes aliados de Hadad Ezer vieron que los sirios habían sido derrotados, se rindieron ante David y le fueron tributarios. Después de esto los sirios tuvieron miedo de ayudar a los amonitas.

11

1

En la primavera del año siguiente, que era la época en que los reyes salían a la guerra, David envió a Joab y a sus oficiales y a todo el ejército para que atacaran a los amonitas y sitiaran la ciudad de Rabá. Pero David se quedó en Jerusalén.

2

Una tarde, después de tomar la siesta, David se levantó y comenzó a caminar por la terraza del palacio. Mientras contemplaba la ciudad, vio a una mujer muy hermosa, que se estaba bañando.

3 Envió a investigar el nombre de ella y supo que era Betsabé, hija de Elián y esposa de Urías el hitita.

4 David la mandó a buscar. Cuando Betsabé llegó, David se acostó con ella. Betsabé apenas acababa de completar los ritos de la purificación después de la menstruación. Después regresó a su casa.

5 Cuando se dio cuenta de que había quedado embarazada, envió un recado a David para informárselo.

6

David, entonces, envió el siguiente mensaje a Joab: «Envíame a Urías el hitita».

7 Cuando Urías llegó, David le preguntó cómo estaban Joab y el ejército, y cómo se desarrollaba la guerra.

8 Luego le dijo que se fuera a su casa y estuviera con su esposa. Al salir del palacio, Urías recibió un regalo de parte del rey.

9 Pero Urías no fue a su casa, sino que pasó aquella noche en la puerta del palacio, con los otros siervos del rey.

10 Cuando David oyó lo que Urías había hecho lo llamó y le preguntó:

—¿Qué te ocurre? ¿Por qué no fuiste a dormir a tu casa después de haber estado tanto tiempo fuera?

11

Urías respondió:

—El cofre, Israel y Judá, Joab y todo el ejército de mi señor están durmiendo en los campamentos, a la intemperie. ¿Cómo podría yo ir a casa a beber, comer y dormir con mi esposa? Juro que jamás haré tal cosa.

12

—Bien —le dijo David—. Mañana puedes regresar al campo de batalla.

Urías se quedó cerca del palacio.

13 David lo invitó a comer y a beber, y lo hizo embriagarse, pero ni aun así quiso ir a su casa esa noche sino que durmió a la entrada del palacio.

14

Al día siguiente, David escribió una carta para Joab y se la envió por medio de Urías.

15 La carta ordenaba a Joab que pusiera a Urías en la primera línea de batalla, cuando el combate fuera más fuerte, y que luego lo dejaran solo para que lo mataran.

16

Así que Joab colocó a Urías en un punto muy cercano a la ciudad sitiada, donde sabía que estaban peleando los mejores hombres del enemigo.

17 Y Urías murió, junto con otros varios de los soldados de David.

18

Cuando Joab envió un informe a David de cómo iba la batalla,

19 [19-21] le dijo al mensajero:

—Si el rey se enoja y pregunta: «Por qué los soldados se acercan tanto a la ciudad? ¿No sabían que ellos estarían disparando desde las murallas? ¿No recuerdan cómo murió Abimélec hijo de Yerubéset? ¡Recuerden que fue una mujer de Tebes quien, desde la muralla, le arrojó una piedra de molino y lo mató!» entonces le dirás: «Urías también murió en el combate».

20

21

22

El mensajero llegó a Jerusalén y le dio el informe a David:

23

—El enemigo salió en contra de nosotros —dijo—, y mientras los perseguíamos hacia las puertas de la ciudad,

24 los hombres que estaban en la muralla nos atacaron y mataron a algunos de los nuestros. También Urías el hitita murió.

25

—Bien, dile a Joab que no se desaliente —dijo David—. La espada mata unas veces a unos y otras veces a otros. Peleen con más ardor la próxima vez, conquisten la ciudad y destrúyanla. Dile que está haciendo bien.

26

Cuando Betsabé supo que su marido había perdido la vida, lo lloró.

27 Pasado el tiempo del duelo, David ordenó que se la llevaran al palacio, y la hizo su esposa. En el tiempo señalado, ella dio a luz un hijo. Pero al SEÑOR no le agradó lo que David había hecho.

12

1

Entonces el SEÑOR envió al profeta Natán a decirle a David lo siguiente:

2

—Había dos hombres en cierta ciudad: uno muy rico, que tenía muchos rebaños de ovejas y manadas de cabras;

3 y el otro muy pobre, que sólo poseía una ovejita que había logrado comprar. Esta ovejita era el encanto de sus hijos, y su dueño le daba de comer de su propio plato, la hacía beber en su propia taza, y la hacía dormir en sus brazos como si fuera una hija.

4 Un día un hombre llegó a visitar al rico, pero éste, en vez de matar un cordero de sus rebaños para dar de comer al viajero, tomó la ovejita del hombre pobre y con ella preparó una comida y se la sirvió al visitante.

5

Al oír esto, David se enfureció, y dijo:

—¡Juro por el Dios vivo que quien haya hecho eso, merece la muerte!

6 ¿Cómo pudo ese hombre hacer tal cosa? ¡Pues ahora tendrá que pagarle al pobre cuatro veces lo que vale la oveja que le robó!

7

—¡Tú eres ese hombre! —Le dijo Natán a David—. El SEÑOR Dios de Israel dice: «Yo te hice rey de Israel y te salvé del poder de Saúl.

8 Te di su palacio y sus esposas, y los reinos de Israel y Judá. Y si esto no hubiera sido suficiente, te habría dado mucho más.

9 ¿Por qué, entonces, has despreciado las leyes de Dios y has cometido esta horrible maldad? Porque tú le diste muerte a Urías y le robaste su esposa. ¡Lo mataste con la espada de los amonitas!

10 Por tanto, de aquí en adelante, el asesinato será una amenaza constante en tu familia, porque me has insultado al tomar la esposa de Urías.

11 ¡Juro que por lo que has hecho haré que tu propia familia se rebele contra ti! Tus esposas serán de otros hombres, y las poseerán ante tus ojos y ante el pueblo.

12 Tú lo hiciste en secreto, pero yo te lo haré abiertamente, ante los ojos de todo Israel".

13

—He pecado contra el SEÑOR —contestó David a Natán.

Natán le respondió:

—Sí, pero el SEÑOR ya te ha perdonado; así que no morirás por este pecado.

14 Pero le has dado a los enemigos del SEÑOR la oportunidad de despreciarlo y blasfemar contra él. Por eso, el niño morirá.

15

Natán regresó a su casa. Y el SEÑOR hizo que el bebé de Betsabé, la que había sido esposa de Urías, sufriera una grave enfermedad.

16 David oró a Dios pidiendo que salvara al niño; no comía y pasaba las noches de rodillas en el suelo, delante del SEÑOR.

17 Sus consejeros le rogaban que se levantara y comiera con ellos, pero él se negaba a hacerlo.

18

Al séptimo día el niño murió, y los siervos de David tenían miedo de decírselo. «Si estaba tan quebrantado por la enfermedad del niño —decían— ¿qué será de él cuando le digamos que el niño está muerto?»

19 Pero cuando David vio que estaban hablando en secreto, sospechó lo que había ocurrido, y les preguntó:

—¿Ha muerto el niño?

—Sí, ha muerto —le respondieron.

20

David se levantó del suelo y se lavó, se cepilló el cabello, se cambió la ropa, entró en el Santuario y adoró al SEÑOR. Luego regresó al palacio, y comió.

21 Sus servidores estaban asombrados.

—¡No lo comprendemos! —Le dijeron—. Mientras el niño aún vivía usted lloraba y se negaba a comer, pero ahora que el niño ha muerto, usted ha dejado de llorar y está comiendo nuevamente.

22

David les respondió:

—Ayuné y lloré mientras el niño estaba vivo, porque me dije: «Quizás el SEÑOR tendrá misericordia de mí, y dejará vivir al niño».

23 Pero, ¿por qué he de ayunar si ya ha muerto? ¿Puedo hacerlo revivir acaso? Yo iré a él, pero él no regresará a mí.

24

Entonces David consoló a Betsabé, y durmió con ella. Betsabé quedó de nuevo embarazada, y dio a luz un hijo, al que David le puso el nombre de Salomón. El SEÑOR amó al niño,

25 y envió al profeta Natán a que les dijera: «En mi honor, ese niño debería llamarse Jedidías (Amado del SEÑOR)».

26

[26-27] Mientras tanto, Joab terminaba con éxito el sitio de Rabá, la capital de Amón. Joab envió mensajeros a decirle a David: «Tengo sitiada a Rabá y he tomado ya la ciudadela que protege el abastecimiento de agua.

27

28 Ahora, pues, le ruego que traiga al resto del pueblo y capture la ciudad, para que la ciudad lleve su nombre y no el mío».

29

[29-30] David condujo a todo el ejército a Rabá, y la capturó. Cuando regresaron, trajeron a Jerusalén un enorme botín. David traía la corona del rey de Rabá, de treinta y tres kilos de oro y adornada con una piedra preciosa, y se la puso en la cabeza.

30

31 Obligó a los habitantes de la ciudad a trabajos forzados. Los envió a trabajar con sierras, picos y hachas, y en los hornos de ladrillos. De la misma manera trató a todas las ciudades de los amonitas. David y su ejército regresaron después a Jerusalén.

13

1

El príncipe Absalón, hijo de David, tenía una hermosa hermana llamada Tamar. Amnón, su medio hermano, se enamoró intensamente de ella.

2 Tanta angustia sufrió Amnón por aquel amor que se sintió enfermo. No encontraba la manera de estar a solas con ella, pues ella era virgen.

3 Pero Amnón tenía un amigo muy astuto, su primo Jonadab hijo de Simá, hermano de David.

4 Un día Jonadab dijo a Amnón:

—¿Qué te pasa, pues cada día te ves más desmejorado? ¡No pareciera que fueras hijo del rey!

—Estoy enamorado de Tamar, mi medio hermana —le respondió Amnón.

5

—Bien —dijo Jonadab—, te diré qué debes hacer. Anda, acuéstate y simula estar enfermo. Cuando tu padre venga a verte, pídele que deje venir a Tamar para que te prepare algo de comer. Dile que te sentirás mejor si ella te da la comida.

6

Así lo hizo Amnón. Cuando el rey fue a verlo, Amnón le pidió que su hermana Tamar le preparara dos tortas y se las sirviera.

7 David estuvo de acuerdo, y ordenó a Tamar que fuera a la habitación de Amnón y le preparara de comer.

8 Así lo hizo ella. Fue a la casa de Amnón y delante de él amasó harina y le horneó las tortas.

9 Pero cuando se las sirvió, él no quiso comer.

—¡Salgan todos de aquí! —ordenó a sus servidores.

Cuando todos salieron,

10 le dijo a Tamar:

—Ahora tráeme la comida a mi habitación, y dame tú misma de comer.

Tamar le llevó las tortas que le había preparado.

11 Pero cuando se acercó para darle de comer, Amnón la agarró y le exigió:

—Acuéstate conmigo, hermana mía.

12

—¡Amnón! —gritó ella—. ¡No seas necio! ¡No me hagas esto! Tú sabes cuán grave es este delito en Israel.

13 ¿A dónde podría ir con mi vergüenza? Y tú serías conocido como el más grande perverso de Israel. Mejor habla con el rey, que de seguro él dejará que nos casemos.

14

Pero Amnón no atendió a sus ruegos, sino que, como era más fuerte que ella, la agarró por la fuerza y la violó.

15 Luego, repentinamente su amor se convirtió en odio, y la odió mucho más de lo que la había amado.

—¡Largo de aquí! —le gritó.

16

—¡No, no! —lloró ella—. Rechazarme ahora es un crimen peor que el que ya has cometido.

Pero él no la quiso escuchar,

17 [17-18] y llamó a su criado y le ordenó:

—¡Echa de aquí a esta mujer y cierra la puerta con cerrojo cuando haya salido!

El criado la hizo salir. Tamar usaba una túnica larga con mangas, como era la costumbre en aquellos días entre las hijas vírgenes del rey.

18

19 Al salir de la casa de Amnón, se rasgó su túnica y se echó ceniza en la cabeza, y con sus manos en la cabeza salió gritando y llorando.

20

Su hermano Absalón, al enterarse de lo sucedido, le dijo:

—¡Conque tu hermano Amnón durmió contigo! Pero recuerda que él es tu hermano, así que es mejor que te tranquilices y no digas nada.

Entonces Tamar se fue a vivir a la casa de su hermano Absalón, pero se mantenía muy triste.

21

Cuando el rey David oyó lo que había ocurrido, se enojó mucho.

22 Absalón, por su parte, no le dirigía la palabra a Amnón, pues sentía odio hacia él por lo que le había hecho a su hermana Tamar.

23

[23-24] Dos años más tarde, cuando estaban esquilando las ovejas de Absalón en Baal Jazor, cerca del pueblo de Efraín, Absalón invitó a su padre y a todos sus hermanos a la fiesta para celebrar la ocasión.

24

25

—No, hijo mío —respondió el rey—. Si todos vamos, seríamos una carga demasiado grande para ti.

Absalón insistió, pero el rey no quiso ir, aunque le dio su bendición.

26

Entonces Absalón le dijo:

—Ya que usted no puede ir, le ruego que permita que mi hermano Amnón vaya.

—¿Por qué Amnón? —preguntó el rey.

27

Absalón siguió insistiendo hasta que el rey permitió que todos sus hijos fueran, incluso Amnón.

28 Absalón dijo a sus servidores:

—Esperen hasta que Amnón se embriague, y entonces, a una señal mía, mátenlo. No teman, yo soy el que manda aquí y esto es una orden. Sean valientes y háganlo.

29

[29-30] Así es que ellos mataron a Amnón. Enseguida, los demás hijos del rey se subieron a sus mulas y huyeron. Mientras iban en su camino de regreso a Jerusalén, llegó a David la noticia: «¡Absalón ha dado muerte a todos tus hijos! ¡Ninguno ha quedado con vida!»

30

31

El rey se levantó, y en señal de dolor se rasgó su ropa y se postró en tierra. Sus criados también hicieron lo mismo.

32 [32-33] Entonces Jonadab hijo de Simá y sobrino de David llegó y dijo:

—Eso no es verdad. El único asesinado fue Amnón, los demás hijos de mi señor están vivos. Absalón había estado preparando esto desde que Amnón violó a Tamar. No, tus hijos no han muerto. Fue solamente Amnón.

33

34

El centinela de la ciudad vio que una gran multitud venía bajando del cerro, y fue a decirle al rey: «Mucha gente viene bajando del cerro, por el camino de Joronayin». (Mientras tanto, Absalón se había lanzado a la fuga).

35 Entonces Jonadab le dijo rey:

—Se da cuenta, mi rey, que yo no le mentí. ¡Mire, ahí vienen sus hijos!

36

Pronto llegaron ellos, llorando a gritos. Entonces el rey y sus oficiales lloraron juntamente con ellos.

37

[37-39] Absalón huyó a refugiarse donde Talmaib hijo de Amiud, rey de Guesur, y se quedó allí tres años. Mientras tanto, David lloraba todos los días por su hijo Amnón. Pero una vez que se consoló de su muerte, comenzó a sentir deseos de ver a su hijo Absalón.

14

1

Cuando el general Joab hijo de Sarvia comprendió cuánto deseaba David ver a Absalón,

2 [2-3] envió por una mujer de Tecoa, que tenía reputación de gran sabiduría, y le dijo que pidiera una entrevista con el rey. Pero antes de que la mujer se presentara delante del rey, Joab le dijo:

—Vístete de luto, no te eches perfume, como si estuvieras de duelo por un hijo muerto. Luego irás donde el rey y le dirás todo lo que yo te diga.

3

4

Cuando la mujer llegó ante el rey, se arrojó con el rostro al suelo frente a él y clamó:

—¡Mi señor, por favor, ayúdeme!

5

[5-6] —¿Qué te pasa? —le preguntó el rey.

—Soy viuda —contestó ella—, y mis dos hijos tuvieron una pelea en el campo. Puesto que no hubo nadie que los separara, uno de ellos mató al otro.

6

7 Ahora el resto de la familia pide que yo entregue a mi otro hijo para ejecutarlo por haber asesinado a su hermano. Pero si lo hago no tendré ningún hijo, y el nombre de mi marido será desarraigado de la tierra.

8

—Déjalo por mi cuenta —dijo el rey—, yo veré que nadie lo toque.

9

—Gracias, mi señor, rey —contestó ella—. Yo llevaré la culpa si lo critican a usted por ayudarme de esta manera.

10

—No te preocupes. Si alguien te amenaza, avísame. Yo puedo asegurarte que jamás volverá a molestarte.

11

Entonces ella dijo:

—Júreme por Dios que no permitirá que nadie le haga daño a mi hijo. No deseo más derramamiento de sangre.

—Prometo por Dios —respondió él— que ni un solo cabello de tu hijo caerá a tierra.

12

—Ahora, déjeme que le pida una cosa más —dijo ella.

—Habla —contestó él.

13

—¿Por qué no hace usted por todo el pueblo de Dios lo que ha prometido hacer por mí? —preguntó ella—. Usted se ha condenado a sí mismo al tomar esta decisión, pues se ha negado a recibir en casa a su hijo que está desterrado.

14 Todos debemos morir. Nuestras vidas son como el agua que es derramada en tierra, que no puede volverse a recoger. Pero Dios lo bendecirá a usted con una vida más larga si permite que su hijo regrese del destierro.

15 [15-16] Pero, yo he venido a rogarle por mi hijo, porque mi vida y la vida de mi hijo han sido amenazadas y yo me dije: “Quizás el rey me oirá y nos librará de los que quieren acabar con nuestra existencia en Israel.

16

17 Sí, el rey nos dará paz nuevamente”. Yo sé que usted es como el ángel de Dios y puede discernir entre el bien y el mal. Quiera Dios estar con usted.

18

—Quiero saber una cosa —dijo el rey.

—¿De qué se trata, mi señor, el rey? —preguntó ella.

19

—¿Fue Joab quien te envió?

Y la mujer respondió:

—¿Cómo podría negarlo? Sí, Joab me envió y me dijo lo que tenía que decir.

20 Él lo hizo para que usted pueda ver el asunto desde un ángulo diferente. Pero usted es tan sabio como un ángel de Dios y sabe todo lo que ocurre en la tierra.

21

Entonces el rey llamó a Joab y le dijo:

—Bien, anda y trae a Absalón.

22

Joab se inclinó a tierra delante del rey, lo bendijo y dijo:

—Al fin sé que mi señor, el rey, tiene buena voluntad hacia mí, pues me ha concedido esta petición.

23

Joab fue a Guesur y trajo a Absalón a Jerusalén.

24 Pero el rey David ordenó que Absalón se fuera a su propia casa, pues no quería verlo nunca. Por eso, Absalón se fue a su casa sin ver al rey.

25

En todo Israel no había alguien tan hermoso como Absalón, y nadie recibía tantos elogios como él.

26 Se cortaba el cabello una vez al año, cuando le resultaba demasiado pesado. ¡El pelo que se cortaba pesaba unos dos kilos!

27 Tenía tres hijos y una hija, Tamar, que era muy hermosa.

28

Después de dos años de estar en Jerusalén sin presentarse ante el rey, Absalón

29 llamó a Joab para que intercediera por él; pero Joab no quiso ir. Absalón lo mandó a buscar por segunda vez, pero nuevamente se negó a acudir.

30 Entonces Absalón dijo a sus siervos: «Vayan y préndanle fuego al campo de cebada de Joab, que está junto al mío».

Ellos así lo hicieron.

31 Entonces Joab se presentó ante Absalón y le preguntó:

—¿Por qué tus siervos han quemado mi campo?

32

Y Absalón le respondió:

—Porque yo quería que le preguntaras al rey por qué me hizo venir de Guesur si no me quería ver. ¡Mejor me habría quedado allá! Arréglame una entrevista con el rey, y si él me encuentra culpable de asesinato, que me ejecute.

33

Joab le comunicó al rey lo que Absalón había dicho. Al fin, David citó a Absalón, y éste fue y se inclinó delante del rey, y David lo besó.

15

1

Algún tiempo después, Absalón compró un magnífico carro de guerra y caballos; además, contrató a cincuenta hombres para que fueran su escolta personal.

2 Se levantaba temprano cada mañana y se paraba en la puerta de la ciudad. Cuando alguien traía un caso para que el rey lo juzgara, Absalón lo llamaba y se mostraba interesado en su problema.

3

Entonces decía:

—Veo que tienes razón en este asunto. Es desafortunado que el rey no tenga a alguien que le ayude para atender estos casos.

4 Ciertamente me gustaría ser el juez; así cualquiera que tuviera un caso vendría a mí, y yo le haría justicia.

5

Y cuando alguien iba a saludarlo y se inclinaba delante de él, Absalón le tendía la mano, lo abrazaba y lo besaba.

6 De esta manera Absalón iba conquistando el corazón de todo el pueblo de Israel.

7

[7-8] Después de cuatro años, Absalón le dijo al rey:

—Déjame ir a Hebrón a ofrecer sacrificios al SEÑOR. De esta manera podré cumplir el voto que le hice mientras estaba en Guesur de Aram, de que si me permitía volver a Jerusalén, yo le ofrecería un sacrificio.

8

9

—Muy bien —le dijo el rey—, anda y cumple tu voto.

Absalón se fue a Hebrón.

10 Pero mientras estaba allí envió mensajeros a todas las tribus de Israel con el siguiente mensaje: «En cuanto oigan el toque de las trompetas, digan que Absalón ha sido coronado como rey en Hebrón».

11

Con Absalón habían ido doscientos hombres de Jerusalén como invitados, pero ellos no conocían sus intenciones.

12 Mientras estaba ofreciendo los sacrificios, envió por Ajitofel, uno de los consejeros de David que vivía en Guiló. De esta manera la conspiración adquirió mucha fuerza, y cada vez eran más los que estaban a favor de Absalón.

13

Pronto llegó un mensajero a Jerusalén y le dijo al rey David:

—Todo Israel se ha unido a Absalón en contra suya.

14

Al oír esto, David les dijo a todos sus oficiales que estaban con él en Jerusalén:

—¡Debemos huir de inmediato, o será demasiado tarde! Si salimos de la ciudad antes de que Absalón llegue, nos salvaremos nosotros y se salvará la ciudad de Jerusalén.

15

—Estamos con usted, mi rey —le respondieron los oficiales—. Haremos lo que nos ordene.

16

El rey y los de su casa se pusieron en marcha inmediatamente. David sólo dejó a diez de sus concubinas para que se ocuparan del cuidado del palacio.

17 [17-18] Al llegar a la última casa de la ciudad, David se detuvo, y todos sus oficiales se colocaron junto a él, mientras que el resto de la gente seguía adelante. Así que delante del rey pasaron los quereteos, los peleteos, y los seiscientos guititas que habían acompañado a David desde Gat.

18

19

[19-20] El rey se dirigió a Itay, el jefe de los seiscientos guititas, y le dijo:

—¿Qué estás haciendo aquí? Vuelve y quédate con el nuevo rey, porque tú eres extranjero en Israel, y estás desterrado de tu patria. Casi acabas de llegar y no encuentro justo que te obligue a ir con nosotros quién sabe por qué lugares. Vuelve y lleva tus tropas contigo, y que el SEÑOR sea misericordioso contigo.

20

21

Pero Itay le respondió:

—Juro delante de Dios, y por la vida suya, rey mío, que donde usted vaya yo iré, sea que esto signifique la vida o la muerte.

22

—Bien, ven con nosotros —le dijo David.

Así que Itay y sus seiscientos hombres, junto con sus familias, fueron con él.

23

Hubo profunda tristeza en la ciudad cuando el rey y los que lo acompañaban salieron, cruzaron el arroyo de Cedrón, y se dirigieron hacia el campo.

24 Abiatar, Sadoc y los levitas llevaron el cofre del pacto de Dios y la pusieron junto al camino hasta que todos pasaron.

25 [25-26] Entonces, siguiendo las instrucciones de David, Sadoc llevó el cofre de regreso a la ciudad.

—Si es la voluntad del SEÑOR —dijo David—, él me permitirá regresar para ver el cofre y el santuario nuevamente. Pero si no, que haga conmigo lo que mejor le parezca.

26

27

Y dijo a Sadoc:

—Éste es mi plan: Vuelve en paz a la ciudad con tu hijo Ajimaz y con Abiatar y su hijo Jonatán.

28 Yo me detendré en los llanos del desierto hasta que ustedes me manden a decir cómo está la situación en la ciudad.

29

Sadoc y Abiatar, pues, regresaron con el cofre de Dios a Jerusalén, y se quedaron allí.

30 David subió llorando por el camino que lleva al monte de los Olivos. Llevaba la cabeza cubierta e iba descalzo, en señal de duelo. Y la gente que lo acompañaba también llevaba la cabeza cubierta, y lloraban mientras subían por el monte.

31 Cuando alguien le dijo a David que Ajitofel, su consejero, estaba de parte de Absalón, David oró: «SEÑOR, haz que fracasen los planes de Ajitofel».

32

Cuando llegaron a la cumbre del monte de los Olivos, donde el pueblo adoraba a Dios, David encontró a Husay, el arquita, con la ropa rasgada y con la cabeza cubierta de ceniza, en señal de duelo.

33 [33-34] Pero David le dijo:

—Si vas conmigo serás una carga. Vuelve a Jerusalén y dile a Absalón: «Rey, yo le serviré de consejero como lo hice con su padre». Entonces podrás arruinar los planes de Ajitofel.

34

35 [35-36] Los sacerdotes Sadoc y Abiatar están allí. Cuéntales todo cuanto sepas sobre esta situación. Por medio de Ajimaz hijo de Sadoc y de Jonatán hijo de Abiatar me podrán mandar cualquier noticia.

36

37

Entonces Husay, el amigo de David, regresó a la ciudad. Llegó precisamente en el momento en que Absalón entraba a Jerusalén.

16

1

David acababa de pasar por la cima del monte cuando Siba, el administrador de la casa de Mefiboset, lo alcanzó. Llevaba dos burros cargados con doscientos panes, un centenar de tortas de uvas pasas, cien frutas de la estación y un pequeño barril de vino.

2

—¿Para qué es esto? —preguntó el rey a Siba.

Y Siba le respondió:

—Los burros son para que la familia de mi señor, el rey, monte en ellos; el pan y las frutas son para que sus soldados coman. El vino deben llevarlo al desierto por si alguno desfallece de sed.

3

—¿Y dónde está Mefiboset —le preguntó el rey.

—Se ha quedado en Jerusalén —respondió Siba—. Él dijo: “Ahora podré ser rey. Hoy recobraré el reino de Saúl mi abuelo”.

4

—En ese caso —dijo el rey a Siba—, te doy todo lo que él posee.

—Gracias, gracias, mi señor, el rey —respondió Siba.

5

Cuando David y su compañía pasaron por Bajurín, un hombre salió del pueblo, maldiciéndolo. Era Simí hijo de Guerá, miembro de la familia de Saúl.

6 A la vez que arrojaba piedras contra el rey y sus siervos, y contra todos los guerreros que lo acompañaban, le gritaba al rey:

7

[7-8] —¡Largo de aquí, asesino sanguinario! ¡El SEÑOR te está castigando por haber asesinado a Saúl y a toda su familia! ¡Tú le quitaste el trono, y ahora el SEÑOR se lo ha dado a tu hijo Absalón! ¡Por fin probarás tu propia medicina, asesino!

8

9

—¿Por qué ese perro muerto maldice a mi señor, el rey? —preguntó Abisay hijo de Sarvia—. ¡Déme permiso para ir y cortarle la cabeza!

10

—No —dijo el rey—. Si el SEÑOR le ha permitido que me maldiga, ¿quién soy yo para oponerme?

11 Mi propio hijo está tratando de matarme, y este benjaminita solamente me maldice. Déjenlo tranquilo, porque sin duda el SEÑOR le ha dicho que lo haga.

12 Quizá el SEÑOR tenga en cuenta mi profundo dolor, y en vez de maldiciones envíe bendiciones sobre mí.

13

David y sus hombres siguieron su marcha, y Simí los siguió hasta una colina cercana, maldiciendo y arrojando piedras contra David y lanzando polvo al aire.

14 El rey y todos los que estaban con él llegaron extenuados a Bajurín, de modo que descansaron allí.

15

Mientras tanto, Absalón y sus hombres llegaron a Jerusalén acompañados por Ajitofel.

16 Cuando el amigo de David, Husay el arquita llegó, fue inmediatamente a ver a Absalón.

—¡Que Dios dé larga vida al rey! —exclamó—. ¡Que viva el rey!

17

—¿Es ésta tu manera de tratar a tu amigo David? —le preguntó Absalón—. ¿Por qué no te fuiste con él?

18

—Porque yo trabajo para el hombre que ha sido escogido por el SEÑOR y por Israel —respondió Husay—.

19 Debo estar aquí. Yo ayudé a su padre y ahora lo serviré a usted.

20

Absalón se volvió a Ajitofel y le preguntó:

—¿Qué debo hacer ahora?

21

Ajitofel le dijo:

—Vaya y acuéstese con las concubinas que su padre dejó cuidando el palacio. Así todo Israel sabrá que usted ha insultado al rey David y que no hay posibilidad de reconciliación. Entonces todos los que están apoyándolo a usted se sentirán más seguros.

22

Enseguida levantaron una tienda en el terrado del palacio, donde todos pudieran ver; y Absalón entró en la tienda para acostarse con las concubinas de su padre.

23 (Absalón, al igual que antes David, hacía todo lo que Ajitofel le decía, pues, en ese tiempo, se consideraba que oír el consejo de Ajitofel era como oír a Dios mismo).

17

1

Ajitofel le dijo a Absalón:

—Déjeme escoger a doce mil de los mejores hombres para salir en busca de David esta noche.

2 [2-3] Caeré sobre él mientras está cansado y desanimado. Él y todos los que están con él serán presa del pánico, y saldrán huyendo. Yo mataré solamente al rey y dejaré con vida a todos los demás, de modo que no les quedará más remedio que unirse a usted y servirle.

3

4

Absalón y todos los ancianos de Israel aprobaron el plan,

5 pero Absalón dijo:

—Es bueno que también contemos con la opinión de Husay.

6

Cuando Husay llegó, Absalón le contó lo que Ajitofel había dicho.

—¿Cuál es tu opinión? —le preguntó Absalón—. ¿Hemos de seguir el consejo de Ajitofel? ¿Qué piensas tú?

7

Husay contestó:

—Creo que Ajitofel esta vez comete un error.

8 Usted conoce a su padre y a sus hombres. Bien sabe que son guerreros poderosos, y probablemente se encuentran tan enfurecidos como una osa a quien le han quitado sus ositos. Además, su padre es un guerrero de experiencia y no creo que vaya a pasar la noche junto con el pueblo.

9 Es muy probable que se haya escondido en algún pozo, o en alguna caverna. Cuando él salga y ataque por sorpresa, entonces habrá pánico entre quienes le son leales a usted, y todos comenzarán a gritar que los están matando.

10 Entonces, aun los más valientes de ellos, los que son tan fieros como un león, se paralizarán de miedo. Porque todo Israel sabe cuán poderoso es su padre y cuán valientes son sus hombres.

11

»Lo que sugiero es que movilice a todo Israel, desde Dan hasta Berseba, para que constituyan una gran fuerza. Usted, personalmente, debe guiar a sus hombres.

12 Cuando encontremos a David, lo atacaremos y podremos destruir a todo el que está con él, de modo que ninguno de ellos quede vivo.

13 Y si David se escapa y se oculta en alguna ciudad, usted tendrá todo Israel a sus órdenes, y podremos tomar sogas y arrastrar los muros de la ciudad hasta el valle más cercano, hasta que toda piedra haya sido removida.

14

Absalón y los hombres de Israel dijeron:

—El consejo de Husay es mejor que el de Ajitofel.

Eso sucedió porque el SEÑOR había dispuesto que se anulara el consejo de Ajitofel, cuyo plan realmente era el mejor, para que pudiera venir el desastre sobre Absalón.

15

Husay les contó a los sacerdotes Sadoc y Abiatar lo que Ajitofel había propuesto y lo que él había sugerido en cambio.

16

—¡Rápido! —les dijo—. Busquen al rey David y díganle que no se quede en los llanos del desierto esta noche. Es mejor que pasen de inmediato al otro lado, pues, de lo contrario, se expone a que lo maten, junto con todo el pueblo.

17

Jonatán y Ajimaz se habían quedado en Enroguel, para que no se les viera entrar y salir de la ciudad. Se habían puesto de acuerdo para que una criada les llevara los mensajes que debían darle al rey David.

18 Pero un muchacho vio que salían de Enroguel rumbo a donde estaba David, y se lo hizo saber a Absalón. Ellos, entonces, se fueron rápidamente a Bajurín, donde un hombre los escondió en un pozo en el patio.

19 La esposa del hombre puso una tela sobre la boca del pozo y encima puso grano para que se secara al sol. De este modo nadie sospechó que ellos estaban allí.

20

Cuando Absalón y sus hombres llegaron y le preguntaron si había visto a Ajimaz y a Jonatán, ella dijo que habían cruzado el arroyo y se habían ido. Los buscaron, y al no encontrarlos regresaron a Jerusalén.

21 Entonces los dos hombres salieron del pozo y corrieron a encontrar al rey David.

—¡Rápido —le dijeron—, cruce el Jordán esta noche!

Le contaron lo que había aconsejado Ajitofel para capturarlo y darle muerte.

22 David y toda la gente que estaba con él cruzaron el río durante la noche y llegaron todos al otro lado del río, antes de la madrugada.

23

Mientras tanto, Ajitofel, desacreditado públicamente porque Absalón no había aceptado su consejo, aparejó un burro, se fue a su casa en la ciudad, puso en orden sus asuntos, y se ahorcó. De esta manera murió y fue sepultado junto a su padre.

24

David ya había llegado a Majanayin cuando Absalón, que había movilizado a todos los hombres de Israel, cruzaba el Jordán con ellos.

25 Absalón había designado a Amasá como jefe de su ejército, en lugar de Joab. (Amasá era primo segundo de Joab; su padre era Itrá, un ismaelita, y su madre era Abigaíl hija de Najás, la cual era la hermana de Sarvia, la madre de Joab).

26 Absalón e Israel acamparon en la tierra de Galaad.

27

Cuando David llegó a Majanayin fue recibido cariñosamente por tres hombres: Sobí hijo de Najás, que era de la ciudad amonita de Rabá; Maquir hijo de Amiel, de Lo Debar, y Barzilay, que era un galaadita de Roguelín.

28 [28-29] Le trajeron a David y a los que estaban con él camas para que durmieran, tazas y vasijas de barro. También les llevaron trigo, cebada, harina, trigo tostado, habas, lentejas, miel, mantequilla y queso. Hicieron esto porque pensaron que David y sus hombres estarían muy cansados, hambrientos y sedientos después de haber atravesado el desierto.

18

1

David pasó revista a sus tropas y puso jefes de mil y de cien soldados.

2 La tercera parte de los soldados quedó bajo el mando de Joab; otra tercera parte, bajo el mando de Abisay (hermano de Joab, hijo de Sarvia), y la otra tercera parte, bajo el mando de Itay el guitita. El rey quería dirigir al pueblo,

3 pero ellos se opusieron con firmeza —mi rey no debe hacer eso —le dijeron—, porque si tenemos que huir, o la mitad de nosotros muere, los enemigos no irán tras nosotros, porque es a usted al que buscan. Usted vale más que diez mil de nosotros, y es mejor que se quede en la ciudad y nos envíe socorro si lo necesitamos.

4

—Bien, hagan lo que les parezca mejor —respondió finalmente el rey, y se quedó en la puerta de la ciudad viendo pasar sus tropas.

5

Pero antes de que se marcharan, el rey les suplicó a Joab, a Abisay y a Itay:

—Por amor a mí, traten con gentileza al joven Absalón.

Y soldados oyeron cuando el rey les daba este encargo.

6

Marcharon a pelear contra los israelitas, y la batalla comenzó en el bosque de Efraín.

7 Los israelitas fueron derrotados por los hombres de David. Hubo una gran matanza y veinte mil hombres murieron aquel día.

8 La batalla se extendió a través de todo el país, y fueron más los que se perdieron en el bosque que los que murieron a espada.

9

Durante la batalla, Absalón se encontró de repente con algunos hombres de David, y mientras huía en su mula, pasó debajo de las ramas de una gran encina, y el pelo se le enredó en las ramas. La mula siguió su camino, pero él quedó suspendido de las ramas.

10 Uno de los hombres de David lo vio y se lo dijo a Joab.

11

—¿Qué? ¿Lo has visto y no le has dado muerte? —dijo Joab—. Yo te habría recompensado con diez monedas de plata y un cinturón.

12

—Aun cuando me hubiera dado mil monedas de plata, no lo habría hecho, porque todos oímos que el rey les dijo a usted, a Abisay y a Itay: «Por amor a mí, no le hagan daño al joven Absalón».

13 Y si yo hubiera traicionado al rey dando muerte a su hijo (y el rey ciertamente hubiera descubierto quién lo hizo), usted mismo habría sido el primero en acusarme.

14

—¡Basta de decir necedades! —dijo Joab.

Enseguida tomó tres dardos y los clavó en el corazón de Absalón, que aún colgaba vivo de la encina.

15 Luego, diez de los jóvenes escuderos de Joab rodearon a Absalón y terminaron de matarlo.

16 Joab hizo sonar la trompeta, y sus hombres dejaron de perseguir a Israel.

17 Arrojaron el cuerpo de Absalón en un gran hoyo que había en el bosque y pusieron un gran montón de piedras sobre él. Todo Israel huyó.

18

(Absalón había edificado un monumento para sí en el valle del rey, porque se dijo: «No tengo hijos que lleven mi nombre». Lo llamó Columna de Absalón, y con ese nombre se le conoce todavía.)

19

Entonces Ajimaz hijo de Sadoc le dijo a Joab:

—Correré a llevarle la buena noticia al rey David, de que el SEÑOR lo ha salvado de su enemigo Absalón.

20

—No —le dijo Joab—, la muerte de su hijo no es una buena noticia para el rey. Puedes servirme de mensajero en otra oportunidad.

21

Entonces Joab le dijo a un soldado de Cus:

—Anda y dile al rey lo que has visto.

El hombre se inclinó y se echó a correr.

22 Pero Ajimaz le rogó a Joab:

—Déjame acompañar a ese soldado.

—No, no es necesario que vayas, hijo mío —replicó Joab—. ¡No habrá recompensa por esa noticia!

23

—No importa; de todos modos, quiero ir —insistió Ajimaz.

Y Joab finalmente dijo:

—Bien, anda también.

Entonces Ajimaz tomó por un atajo a través de la llanura y llegó allí antes que el soldado de Cus.

24 David estaba sentado a la puerta de la ciudad. Cuando el centinela subió a su puesto de vigilancia sobre el muro, vio que un hombre solo corría hacia ellos.

25 Entonces le avisó al rey David, y el rey respondió:

—Si viene solo, debe traer buenas noticias.

Pero mientras este hombre se acercaba,

26 el centinela vio a otro que corría hacia ellos. Entonces gritó:

—¡Viene otro hombre detrás!

Y el rey respondió:

—Ese también debe traer buenas noticias.

27

El centinela dijo:

—El primer hombre parece ser Ajimaz hijo de Sadoc.

—Es un hombre de bien y ha de venir con buenas noticias —dijo el rey.

28

Ajimaz se acercó, saludó al rey, y se inclinó con su rostro a tierra, y dijo:

—¡Bendito sea el SEÑOR tu Dios que ha destruido a los rebeldes que se atrevieron a levantarse en su contra!

29

—¿Y cómo está el joven Absalón? —preguntó el rey—. ¿Está bien?

—Cuando Joab me dijo que viniera había mucho alboroto, pero yo no supe de qué se trataba —respondió Ajimaz.

30

—Espera aquí —le dijo el rey.

Ajimaz se hizo a un lado.

31 En eso llegó el soldado de Cus y dijo:

—¡Tengo buenas noticias para mi señor el rey! Hoy el SEÑOR lo ha librado de todos lo que se rebelaban contra usted.

32

—¿Y cómo está el joven Absalón? ¿Está bien? —preguntó el rey.

—¡Ojalá todos los enemigos de mi señor el rey mueran como murió ese muchacho! —respondió el hombre.

33

Al oír la noticia, el rey rompió a llorar y subió al cuarto que estaba encima de la puerta. Se lamentaba diciendo:

«¡Ay, Absalón, hijo mío! ¡Absalón, hijo mío! ¡Ojalá hubiera muerto yo en tu lugar! ¡Ay, hijo mío, Absalón, hijo mío!»

19

1

Entonces, el rey se entristeció mucho, subió a la habitación que estaba encima de la puerta, y mientras lloraba, decía: «¡Hijo mío Absalón, hijo mío Absalón! ¡Ojalá yo hubiera muerto en tu lugar, Absalón, hijo mío, hijo mío!»

2

Joab se enteró de que el rey estaba muy afligido y llorando por la muerte de su hijo Absalón.

3 Cuando el pueblo se enteró del profundo dolor del rey por su hijo, el gozo de la maravillosa victoria de aquel día se convirtió en profunda tristeza.

4 Todo el pueblo se replegó y entró en la ciudad como si estuvieran avergonzados y hubieran sido derrotados en la batalla.

5

El rey, con el rostro entre las manos, lloraba: «¡Hijo mío Absalón, hijo mío Absalón, hijo mío!»

6

Entonces Joab fue a la habitación del rey y le dijo: «Avergüenza a todos sus siervos que han salvado su vida y la de sus hijos e hijas, y la de sus esposas y concubinas; como si hubiéramos cometido un delito.

7 ¡Parece que ama a los que lo odian, y odia a los que lo aman! Se ve claramente que nosotros nada significamos para usted. Si Absalón estuviera vivo, y todos nosotros hubiéramos muerto, usted estaría feliz.

8 Ahora, levántese y hable de corazón a los que lo siguen, porque le aseguro por el SEÑOR, que si no lo hace, ninguno de ellos se quedará aquí para la noche. ¡Eso será peor desgracia que todas las desgracias juntas que haya tenido!»

9

Al oír esto, el rey salió y se sentó junto a la entrada de la ciudad. Cuando el pueblo lo supo, fue y se presentó delante de él.

Por su parte, los israelitas que habían acompañado a Absalón regresaron a sus casas.

10 Y por todas partes sólo se hablaba de lo que había sucedido. La gente comentaba: «El rey David nos libró del poder de nuestros enemigos. Fue él quien nos salvó del dominio de los filisteos. Pero por culpa de Absalón tuvo que huir del país.

11 Siendo que Absalón, al que habíamos elegido como rey, ha muerto, ¿por qué no le rogamos al rey David que regrese y siga siendo nuestro rey?»

12

[12-13] Ante aquellos comentarios, David envió un mensaje a los sacerdotes Sadoc y Abiatar pidiéndoles que hablaran con los ancianos de Judá y les dijeran: «¿Por qué son ustedes los últimos en hacer volver al rey? Porque todo Israel está dispuesto a hacerlo, y solamente ustedes no se han pronunciado. Ustedes son mi tribu, sangre de mi sangre y carne de mi carne».

13

14 Y les ordenó que le dijeran a Amasá: «Por cuanto eres mi sobrino, que Dios me quite la vida si no te nombro jefe de mi ejército, en lugar de Joab».

15

Entonces Amasá convenció a todos los caudillos de Judá, y ellos respondieron como un solo hombre. Entonces mandaron este mensaje al rey: «Vuelva a nosotros y traiga consigo a todos los que lo acompañan».

16 Así que el rey emprendió el regreso hacia Jerusalén. Cuando llegaron al río Jordán, parecía que todos los de Judá habían ido a Guilgal a encontrarse con él y acompañarlo a cruzar el río.

17 Y Simí hijo de Guerá, benjamita que era oriundo de Bajurín, pasó corriendo entre los hombres de Judá para dar la bienvenida al rey David.

18 Mil hombres de la tribu de Benjamín estaban con él, incluyendo a Siba, el siervo de Saúl, con sus quince hijos y veinte criados. Habían ido apresuradamente al Jordán para llegar antes que el rey,

19 y trabajaron duramente ayudando a cruzar el río a la familia del rey y a los soldados, y los ayudaron en todas las formas que pudieron.

Cuando el rey acabó de cruzar el Jordán, Simí se postró delante de él,

20 y le rogó:

—SEÑOR, rey mío, perdóneme las terribles cosas que hice cuando salía usted de Jerusalén.

21 Sé muy bien cuán grande ha sido mi pecado. Por eso he querido ser el primero de toda la tribu de José en saludarle.

22

Abisay hijo de Sarvia exclamó:

—¡Simí merece la muerte por haber maldecido al ungido del SEÑOR!

23

—No hables de esa manera —exclamó David—. Éste no es día para castigar, sino día de celebración. Una vez más soy el rey de Israel.

24

Y volviéndose a Simí le dijo:

—Te perdono la vida.

25

[25-26] También llegó de Jerusalén Mefiboset, nieto de Saúl. No se había lavado los pies ni la ropa, ni se había cortado la barba desde el día en que el rey salió de Jerusalén. El rey le preguntó:

—¿Por qué no viniste conmigo, Mefiboset?

26

27

Y él contestó:

—Mi rey y señor, mi siervo Siba me engañó. Yo le dije: «Prepara mi burro para que pueda ir con el rey». Como usted sabe, yo soy cojo.

28 Luego Siba me calumnió diciendo que yo me había negado a acompañarle. Pero yo sé que usted es como un ángel de Dios. Haga lo que estime mejor.

29 Después de todo, mi familia y yo no merecíamos sino la muerte; sin embargo, mi señor el rey me ha honrado permitiéndome comer en su propia mesa. ¿Cómo podría yo quejarme?

30

—Muy bien —respondió David—. Mi decisión es que tú y Siba se dividan la tierra por partes iguales.

31

—Que él se quede con todo —dijo Mefiboset—. Para mí es suficiente regalo que usted haya regresado sano y salvo.

32

[32-33] Barzilay el galaadita, que había provisto de alimentos al rey y a su ejército durante su exilio en Majanayin, también llegó de Roguelín para ayudar al rey a pasar el río. Ya estaba muy viejo, pues tenía unos ochenta años, pero era muy rico.

33

34

—Ven conmigo y vive en Jerusalén —le dijo el rey a Barzilay—. Yo cuidaré de ti.

35

—No —respondió él—, yo soy demasiado viejo para ello.

36 Ya tengo ochenta años y la vida ha perdido el gusto para mí. El alimento y el vino ya no me saben a nada, y ni siquiera puedo escuchar bien las voces de los cantores y cantoras. Yo sólo sería una carga para mi SEÑOR, el rey.

37 El único honor que quiero es cruzar el río con usted.

38 Y luego permítame que regrese y muera en mi ciudad, donde mi padre y mi madre están enterrados. Pero aquí está Quimán, su siervo. Que él vaya con usted a la ciudad y reciba todas las buenas cosas que usted quiera darle.

39

—Bien —dijo el rey—. Quimán irá conmigo, y yo haré por él lo que habría hecho por ti.

40

Todo el pueblo cruzó el río Jordán con el rey; y después que David besó y dio su bendición a Barzilay, éste regresó a su casa.

41 El rey siguió a Guilgal, llevando a Quimán consigo. Y la mayor parte de Judá y la mitad de Israel estaba allí para recibirlo.

42 Pero los hombres de Israel se quejaron al rey, porque solamente fueron hombres de Judá los que les ayudaron a cruzar al río a él y a su familia.

43

—¿Por qué no? —respondieron los hombres de Judá—. El rey es de nuestra tribu. ¿Por qué esto les ha de causar enojo? ¿Acaso le hemos cobrado? Él no nos ha dado ni comida ni regalos.

44

—Pero hay diez tribus en Israel —respondieron los otros—, de modo que tenemos diez veces más derecho delante del rey que ustedes. ¿Por qué no nos invitaron? No olviden que fuimos los primeros en hablar de hacer volver al rey.

La disputa continuó, y las palabras de los de Judá fueron más violentas que las de los de Israel.

20

1

Allí en Guilgal se hallaba un hombre perverso llamado Sabá hijo de Bicrí, de la tribu de Benjamín. Éste tocó la trompeta y comenzó a gritar:

"¡No tenemos nada que ver con David! ¡Nada ganamos con seguir al hijo de Isaí! ¡Israelitas, váyanse a sus casas!»

2

Todos, menos Judá y Benjamín, abandonaron a David y siguieron a Sabá. Pero los hombres de Judá permanecieron junto a su rey, acompañándolo desde el Jordán hasta Jerusalén.

3 Cuando llegó a su palacio, David ordenó que las diez esposas que había dejado para que cuidaran la casa fueran puestas en reclusión. Siguió dándoles su sustento, pero no volvió a dormir con ellas. Así fue que, hasta el día de su muerte, esas mujeres vivieron encerradas y como si fueran viudas.

4

El rey ordenó a Amasá: «Espero que tú y las tropas de Judá estén aquí dentro de tres días».

5 Amasá salió a reunirlos, pero tardó más de los tres días que le habían sido dados.

6 Por eso David le dijo a Abisay: «Ese Sabá hijo de Bicrí nos va a causar más daño que Absalón. Toma, pues, mi guardia personal y persíguelo, no sea que entre en una ciudad fortificada donde no podamos alcanzarlo».

7

Abisay y Joab, junto con los mejores guerreros y con los quereteos, los peleteos y la guardia personal del rey, salieron de Jerusalén en persecución de Sabá.

8

[8-10] Cuando llegaron a la gran roca que está en Gabaón, se encontraron cara a cara con Amasá. Joab usaba su uniforme ajustado con un cinturón y cargaba una daga envainada junto al muslo, la cual se le cayó mientras caminaba. Joab la recogió y se acercó a saludar a Amasá: «Estoy contento de verte, hermano mío» —dijo Joab—, y lo tomó de la barba con la mano derecha como para besarlo. Amasá no notó la daga que Joab tenía en la mano izquierda. Así que Joab se la clavó en el estómago, de tal manera que se le salieron las entrañas. No necesitó dar un segundo golpe, porque Amasá murió instantáneamente. Joab y su hermano Abisay lo dejaron muerto allí mismo, y continuaron la persecución de Sabá.

9

10

11

Uno de los jóvenes de Joab se paró junto al cadáver de Amasá y dijo: «¡Los que apoyen a David, que sigan a Joab!»

12 Todos los que pasaban por allí se detenían a ver a Amasá, pues todavía su cadáver seguía tendido en un charco de sangre, en medio del camino. Entonces el soldado arrastró el cadáver hacia un lado del camino y lo cubrió con una capa.

13 Luego, todos se fueron con Joab en persecución de Sabá.

14

Mientras tanto, Sabá había salido a recorrer todas las tribus de Israel y llegó a la ciudad de Abel Betmacá, donde se le unieron todos los parientes de Bicrí.

15 Cuando llegaron, los hombres de Joab sitiaron a Abel Betmacá, levantaron una rampa y comenzaron a derribar la muralla.

16 Pero una mujer sabia gritó desde la ciudad:

—¡Escuchen, escuchen! ¡Díganle a Joab que venga, pues tengo que hablar con él!

17

Cuando Joab se le acercó, la mujer le preguntó:

—¿Eres tú Joab?

Y él respondió:

—Sí, yo soy.

La mujer le dijo:

—Le ruego que escuche lo que tengo que decirle.

—Te escucho —le respondió Joab.

18

Entonces ella le dijo:

—Antiguamente había un dicho: «Si quieres ganar una discusión, pregunta en Abel», porque siempre damos sabios consejos.

19 Tú estás destruyendo una ciudad antigua y pacífica, leal a Israel. ¿Destruirás lo que es del SEÑOR?

20

Joab le respondió:

—¡De ninguna manera!¡Que Dios me libre de hacer semejante daño!

21 Todo lo que quiero es capturar a un hombre de las montañas de Efraín, llamado Sabá. Este hombre se ha rebelado contra el rey David. Si me lo entregas, dejaremos la ciudad en paz.

—Muy bien —respondió la mujer—. Ahora mismo te arrojaremos la cabeza de sabá desde la muralla.

22

La mujer fue a hablar con el pueblo y convenció a todos de que le cortaran la cabeza a Sabá hijo de Bicrí. Así lo hicieron, y le arrojaron la cabeza a Joab. Entonces Joab hizo sonar su trompeta y reunió a sus hombres para que no realizaran el ataque, y volvieron a Jerusalén, para presentarse ante el rey.

23

Joab era el jefe del ejército de Israel, mientras que Benaías hijo de Joyadá estaba a cargo de los quereteos y los peleteos.

24 Adonirán estaba a cargo de los que realizaban el trabajo obligatorio, y Josafat hijo de Ajilud era el secretario.

25 Seva era el cronista, y Sadoc y Abiatar eran los sacerdotes.

26 Ira el yairita era el capellán de David.

21

1

Durante el reinado de David hubo hambre por tres años consecutivos. Entonces David habló con el SEÑOR acerca de esta situación, y el SEÑOR le dijo: «El hambre ha venido por causa de que Saúl y su familia asesinaron a los gabaonitas».

2

El rey David convocó a los gabaonitas. Ellos no formaban parte de Israel, sino que eran el remanente de la nación de los amorreos. Israel había prometido no matarlos; pero Saúl, debido a su celo por Judá e Israel, había tratado de acabar con ellos.

3 David les preguntó:

—¿Qué puedo hacer por ustedes, para librarnos de esta culpa y para pedirles a ustedes que clamen a Dios que nos bendiga?

4

—Bueno, no es cuestión de dinero —respondieron los gabaonitas—, y no es nuestra intención vengarnos matando israelitas.

—¿Qué puedo hacer por ustedes entonces? —preguntó otra vez David—. Díganmelo, y yo lo haré.

5

[5-6] —Muy bien —respondieron—, entréguenos a siete de los hijos de Saúl, el hombre que se empeñó en destruirnos. Los colgaremos delante del SEÑOR, en Guibeá, la ciudad del rey Saúl.

—Muy bien —dijo el rey—, se los entregaré.

6

7

David perdonó a Mefiboset, el hijo de Jonatán y nieto de Saúl, a causa de la promesa que le había hecho a Jonatán;

8 pero hizo apresar a Armoní y a Mefiboset, que eran hijos de Saúl y Rizpa, la hija de Ayá. Además hizo apresar a los cinco hijos que Merab, la hija de Saúl, había tenido con Adriel hijo de Barzilay, el de Mejolá.

9 Luego, David se los entregó a los gabaonitas, quienes los ahorcaron en una montaña, delante del SEÑOR. Los siete murieron juntos, al comienzo de la cosecha de cebada.

10

Rizpa, la madre de dos de los hombres, extendió un saco sobre una roca y se quedó allí durante toda la estación de la cosecha, para evitar que las aves de rapiña destrozaran los cuerpos durante el día, y que los animales salvajes se los comieran en la noche.

11 Cuando David supo lo que Rizpa, la concubina de Saúl, había hecho,

12 [12-14] ordenó que los restos de los hombres fueran llevados a Jerusalén. Al mismo tiempo pidió a los de Jabés de Galaad que devolvieran los restos de Saúl y Jonatán. Ellos los habían rescatado de la plaza pública en Betsán, donde los filisteos los habían colgado, después de la batalla del monte Guilboa. Cuando los de Jabés devolvieron los restos de Saúl y Jonatán, David los hizo sepultar en la tumba de Cis, el padre de Saúl, en la región de Zela de Benjamín. Después de esto, Dios tuvo compasión del pueblo y lo bendijo.

13

14

15

En una ocasión en que los filisteos volvieron a hacerle la guerra a Israel, David y sus hombres salieron a pelear contra ellos. Debido a lo duro de la batalla, David se sintió muy cansado.

16 Entonces, un gigante llamado Isbibenob intentó matarlo. Este hombre llevaba una espada nueva y una lanza de bronce, cuya sola punta pesaba más de tres kilos.

17 Pero Abisay hijo de Sarvia corrió en su ayuda y mató al filisteo. Después de aquello, los hombres de David le juraron: «¡Nunca más saldrá con nosotros cuando haya guerra! ¿Por qué habremos de arriesgarnos a que se apague la luz de Israel?»

18

Durante una guerra con los filisteos en Gob, Sibecay el jusatita mató a Saf, otro gigante.

19 En otra oportunidad, y en el mismo lugar, Eljanán hijo de Yaré Oreguín, de Belén, mató al hermano de Goliat el guitita, que tenía una lanza cuya asta era tan grande como el rodillo de un telar.

20

[20-21] Y en una ocasión en que los filisteos y los israelitas trabaron combate en Gat, un gigante que tenía seis dedos en cada mano y seis en cada pie desafió a Israel. Entonces Jonatán, sobrino de David e hijo de Simá, que era hermano de David, lo mató.

21

22

Fue así como esos cuatro gigantes, descendientes de Rafá, el de Gat, fueron muertos por los soldados de David.

22

1

David entonó este cántico al SEÑOR después que fue librado de Saúl y de todos sus enemigos:

2

«El SEÑOR es mi roca, mi fortaleza y mi salvador.

3

Mi Dios, la roca en quien me refugio.

Mi escudo y mi salvación, mi asilo y mi amparo.

¡Él me libró de los violentos!

4

Invocaré al SEÑOR, que es digno de ser alabado. Él me salvará de todos mis enemigos.

5

»Las ondas de muerte me rodeaban; torrentes del mal querían arrasarme;

6

me sentía atrapado y atado por el infierno y la muerte.

7

Pero en mi angustia invoqué al SEÑOR, y él me oyó desde su templo.

¡Mi clamor llegó a sus oídos!

8

»Entonces la tierra se estremeció y tembló.

Los cimientos del cielo se estremecieron a causa de su ira.

9

Humo salió de su nariz; su boca vomitó fuego consumidor; ¡arrojaba carbones encendidos!

10

»Él inclinó el cielo y descendió a la tierra; caminó sobre nubes oscuras.

11

Se montó sobre un querubín y cruzó el cielo, voló sobre las alas del viento.

12

Puso alrededor suyo tinieblas por velo, y densas nubes lo rodearon.

13

Carbones encendidos brotaron de su resplandor.

14

El SEÑOR tronó desde los cielos; desde el cielo se escuchó la voz del Dios Altísimo.

15

Arrojó flechas y relámpagos y derrotó a todos mis enemigos.

16

Por el soplo de su aliento se partió el mar en dos, y se pudo ver el fondo del mar.

17

»Desde las alturas me rescató; me sacó de en medio de las aguas;

18

me salvó de enemigos poderosos, de todos los que me odiaban, y de los que eran demasiado fuertes para mí.

19

Cayeron sobre mí en el día de mi desgracia, pero el SEÑOR fue mi apoyo y mi salvación.

20

Él me libró y me rescató, porque me ama.

21

»El SEÑOR me recompensó por mi justicia, me pagó conforme a la pureza de mis manos.

22

Yo he vivido en la voluntad del SEÑOR, y nunca me he apartado de mi Dios,

23

porque he tenido presentes sus leyes, y las he obedecido.

24

He sido íntegro delante de él, y me he cuidado de pecar.

25

El SEÑOR me ha recompensado, porque he sido justo, porque he vivido rectamente.

26

»Con el misericordioso eres misericordioso, con el intachable eres intachable.

27

Con el que es sincero, tú eres sincero, pero con el que es tramposo tú eres inflexible.

28

Salvas a los que están en angustia, pero humillas a los que se enaltecen, porque tú observas sus pasos.

29

SEÑOR, tú eres mi luz; tú haces que mis tinieblas resplandezcan.

30

Por tu poder yo puedo aplastar a un ejército;

por tu fortaleza puedo escalar murallas.

31

»El camino de Dios es perfecto; la palabra del SEÑOR es refinada.

Es escudo para todos los que se refugian en él.

32

¿Qué Dios hay fuera de nuestro SEÑOR?

¡Él es el único que puede protegernos, pues es una sólida roca!

33

Dios es mi poderosa fortaleza; Él me ha dado seguridad.

34

Él hace que el bueno camine con firmeza, como las cabras monteses sobre las rocas.

35

Él me prepara para la batalla, y me fortalece para usar las armas de guerra.

36

Tú me has dado el escudo de tu salvación; y tu bondad me hace prosperar.

37

Me despejas el camino, para que mis pies no resbalen.

38

»He perseguido a mis enemigos y los he destruido; no me detuve hasta aniquilarlos.

39

Los destruí a todos para que ninguno pueda levantarse nuevamente. ¡Han caído todos bajo mis pies!

40

Porque Tú me has dado fuerzas para la batalla, y has hecho que someta a todos los que se levantaron contra mí.

41

Tú has hecho que mis enemigos retrocedan y huyan; he acabado con todos los que me odiaban.

42

Clamaron por ayuda, pero nadie los socorrió; clamaron al SEÑOR, pero él se negó a responderles.

43

Los derroté hasta hacerlos polvo, y los molí y esparcí como polvo de las calles.

44

»Tú me has salvado de los rebeldes de mi pueblo; me has preservado como cabeza de las naciones.

45

Pueblos extranjeros me sirven, y me halagan cuando oyen de mi poder.

46

Pierden todo su valor, y salen temblando de sus escondites.

47

¡El SEÑOR vive! ¡Bendita sea, mi roca!

¡Alabado sea él, que es la roca de mi salvación!

48

Bendito sea Dios, pues destruye a todos los que se me oponen y me libra de mis enemigos.

49

Sí, tú me levantas por encima de mis enemigos, tú me libras de su violencia.

50

Por eso, SEÑOR te daré gracias entre las naciones y cantaré alabanzas a tu nombre.

51

»El SEÑOR da una liberación maravillosa al rey, y muestra misericordia a David, su ungido, y a su descendencia para siempre».

23

1

Estas son las últimas palabras de David:

«David el hijo de Isaí, el hombre a quien Dios puso en alto;

David, el ungido del Dios de Jacob; David, el dulce cantor de Israel, declara:

2

“El Espíritu del SEÑOR habló por mí y su palabra estuvo en mi lengua”.

3

La Roca de Israel me dijo:

“El que reine con justicia, el que gobierne en el temor de Dios,

4

será como la luz de la mañana cuando sale el sol en una mañana sin nubes, que resplandece después de la lluvia, y hace que la hierba brote en la tierra”.

5

»¡Dios ha escogido a mi familia!

Sí, Dios ha hecho un pacto eterno conmigo, su acuerdo es eterno, claro y seguro.

Él velará constantemente por mi seguridad y mi triunfo.

6

Pero los impíos son como espinos que se desechan, porque hieren la mano que las toca.

7

Para recogerlos hay que protegerse las manos, y una vez amontonados se echan al fuego y se queman».

8

Éstos son los nombres de los tres guerreros más valientes que tenía David:

El primero de los tres era Joseb Basébet el tacmonita, conocido también como Adino el eznita, que una vez mató a ochocientos hombres en una sola batalla.

9

El segundo era Eleazar hijo de Dodó el ajojita. Era uno de los tres hombres que, con David, contuvieron a los filisteos cuando el resto de Israel huyó.

10 Ese día mató a tantos filisteos que la mano se le encalambró y se le quedó aferrada a la espada. El SEÑOR le dio en esa ocasión una gran victoria a Israel. El resto solo regresó para recoger el botín.

11

[11-12] El tercero era Sama hijo de Agué el ararita. Un día en Lehí, durante un ataque filisteo, y mientras sus compañeros lo abandonaban y huían, él se paró solo en el centro de un campo de lentejas y derrotó a los filisteos. Así el SEÑOR les dio una gran victoria.

12

13

Una vez, cuando David estaba en la cueva de Adulán, tres de los treinta más valientes fueron a encontrarse con él. Era el comienzo de la cosecha, y los invasores filisteos estaban en el valle de Refayin.

14 David, que estaba en su refugio en aquel tiempo porque algunos filisteos habían ocupado la cercana ciudad de Belén,

15 dijo: «¡Quién pudiera beber agua del pozo que está junto a la puerta de la ciudad!» (El pozo estaba cerca de la puerta de Belén.)

16 Entonces los tres hombres cruzaron las filas filisteas, sacaron agua del pozo y se la llevaron a David. Pero él se negó a beberla y la derramó delante del SEÑOR, y dijo:

17 «¡No puedo beber esta agua, pues sería como beber la sangre de estos hombres que arriesgaron su vida para satisfacer mi deseo! ¡Que el SEÑOR me guarde de hacer semejante cosa!»

18

[18-19] De los treinta, Abisay, el hermano de Joab hijo de Sarvia, era el más valiente. Una vez con su lanza se enfrentó a trescientos enemigos y los mató. Por hazañas como ésta adquirió reputación de ser tan valiente que llegó a ser el jefe de los tres más valientes, aunque nunca fue contado entre ellos.

19

20

También estaba Benaías hijo de Joyadá, soldado heroico de Cabsel. Benaías mató a dos gigantes, hijos de Ariel de Moab. En otra oportunidad descendió a un foso y, a pesar de que había nieve, luchó con un león que estaba allí y lo mató.

21 En otra oportunidad, armado solamente con una vara, mató a un guerrero egipcio que estaba armado con una lanza. Lo atacó con la vara, le arrancó la lanza y lo mató con ella.

22 Estas fueron algunas de las hazañas que dieron a Benaías una fama casi tan grande como la de los tres más valientes.

23 Él era uno de los treinta, y aunque llegó a tener fama de ser tan valiente como los tres más valientes, nunca fue contado entre ellos. David lo hizo jefe de su guardia personal.

24

[24-39] Los treinta valientes eran:

Asael, hermano de Joab;

Eljanán hijo de Dodó, de Belén;

Sama el jarodita;

Elicá el jarodita;

Heles el paltita;

Ira hijo de Iqués, el tecoíta;

Abiezer el anatotita;

Mebunay el jusatita;

Zalmón el ajojita;

Maray el netofatita;

Jéled hijo de Baná el netofatita;

Itay hijo de Ribay, el de Guibeá de la tribu de Benjamín;

Benaías el piratonita;

Hiday, del arroyo de Gaas;

Abí Albón el arbatita;

Azmávet el bajurinita;

Elijaba el salbonita;

Jonatán, de los hijos de Jasén;

Sama el ararita;

Ahían hijo de Sarar el ararita;

EIifelet hijo de Ajasbay el macateo;

Elián hijo de Ajitofel el guilonita;

Jezró el de Carmel;

Paray el arbita;

Igal hijo de Natán, el de Sobá;

Baní el gadita;

Sélec el amonita;

Najaray el berotita, escudero de Joab, hijo de Sarvia;

Ira el itrita;

Gareb el itrita, y Urías el hitita.

En total eran treinta y siete.c

24

1

Una vez más la ira del SEÑOR se encendió contra Israel, e incitó a David a hacer un censo nacional.

2

El rey dijo a Joab, jefe de su ejército:

—Toma un censo de todo el pueblo, de uno a otro extremo de la nación, para que yo sepa con cuántos soldados puedo contar.

3

Pero Joab le replicó:

—Que el SEÑOR le conceda larga vida a mi señor el rey para que pueda ver el día en que haya en su reino cien veces más habitantes de los que ahora hay; pero ¿qué necesidad tiene de hacer tal cosa?.

4

Pero la orden del rey fue más fuerte que la oposición de Joab y los demás jefes del ejército. Por eso, Joab y los demás oficiales salieron a contar al pueblo de Israel.

5 Cruzaron el Jordán y acamparon en Aroer, al sur de la ciudad que queda en el valle de Gad, junto a Jazer.

6 Luego pasaron a Galaad y a la región de Tajtín Jodsí, y siguieron hacia Dan Jaán y llegaron a los alrededores de Sidón.

7 De allí pasaron a la fortaleza de Tiro y a todas las ciudades de los heveos y cananeos, y avanzaron por el sur hasta de Judá hasta llegar a Berseba.

8

Recorrer todo el territorio les llevó nueve meses y veinte días. Al cabo de ese tiempo, regresaron a Jerusalén.

9 Joab informó el número del pueblo al rey: Ochocientos mil hombres en edad militar en Israel, y quinientos mil en Judá.

10

Pero después que levantó el censo, la conciencia de David comenzó a molestarle, y oró al SEÑOR: «Lo que he hecho es terrible. Perdóname, SEÑOR, la maldad que he cometido».

11

Al día siguiente, el SEÑOR habló con el profeta Gad, que era el profeta que atendía a David, y le pidió que le llevara este mensaje a David:

12 «Dile a David que escoja entre estos tres castigos».

13 Entonces Gad fue a ver a David y le dijo:

—¿Qué prefieres: siete años de hambre en la tierra, o huir tres meses delante de tus enemigos, o tres días de epidemia? Piénsalo y hazme saber la respuesta que le debo dar al SEÑOR.

14

—Es una decisión difícil —respondió David—, pero es mejor caer en las manos del SEÑOR, porque grande es su misericordia, que en manos de los hombres.

15

Entonces el SEÑOR envió una epidemia sobre Israel aquella mañana, la cual duró tres días. Setenta mil hombres murieron a través de la nación.

16 Pero cuando el ángel de la muerte se preparaba para destruir a Jerusalén, el SEÑOR se apiadó y le dijo que se detuviera. El ángel estaba en el campo de Arauna el jebuseo.

17

Cuando David vio al ángel, le dijo al SEÑOR: «Yo soy el que ha pecado. ¿Qué han hecho estas ovejas? ¡Que tu ira se encienda solamente contra mí y contra mi familia!»

18

Aquel día, Gad vino ante David y le dijo: «Sube y edifica un altar al SEÑOR en el campo de Arauna el jebuseo».

19

David hizo lo que el SEÑOR le había ordenado a través de Gad.

20 Cuando Arauna vio que el rey y sus hombres se le acercaban, les salió a su encuentro y se postró hasta tocar el suelo con su frente.

21

—¿A qué ha venido, mi señor rey? —preguntó Arauna.

Y David le respondió:

—A comprarte el campo, para edificar un altar al SEÑOR, pues sólo así él detendrá la plaga.

22

—Tómelo, mi señor —le dijo Arauna al rey—. Aquí tiene bueyes para el holocausto. Además, puede usar los instrumentos de la trilla y los yugos de los bueyes como leña, para encender el fuego en el altar.

23 Todo se lo doy, y que el SEÑOR acepte su sacrificio.

24

Pero el rey le dijo a Arauna:

—No, no acepto el campo como regalo. Lo compraré, porque no quiero ofrecer al SEÑOR mi Dios holocaustos que no me hayan costado nada.

Acto seguido, David le dio a Arauna cincuenta monedas de plata, como pago por el campo y los bueyes.

25 Allí David edificó un altar al SEÑOR y ofreció holocaustos y ofrendas de paz. Y el SEÑOR respondió a su oración, y la plaga se detuvo.