1

1

En su vejez, el rey David tenía que permanecer en cama, pues siempre tenía frío, a pesar de todas las frazadas con que se le abrigaba.

2

Por eso, sus ayudantes dijeron: «Sería bueno buscar a una joven soltera para que acompañe y cuide al rey, y se acueste a su lado para darle calor».

3

[3-4] Ellos buscaron por todo Israel, de uno a otro extremo a fin de hallar a la muchacha más hermosa de todas. Abisag, de Sunem, fue la elegida. Así que la llevaron ante la presencia del rey, para que lo acompañara y cuidara. Pero el rey nunca tuvo relaciones sexuales con ella.

4

5

En aquel tiempo, Adonías hijo de David y de Jaguit, decidió coronarse rey, en lugar de su anciano padre. Consiguió carros de guerra y soldados de caballería, y reclutó a cincuenta hombres para que le sirvieran de guardia personal.

6 Su padre, el rey David, jamás lo había reprendido ni le había dado castigo alguno. Era un hombre muy apuesto, y menor que su hermano Absalón.

7 Un día convenció al general Joab hijo de Sarvia, y al sacerdote Abiatar de que lo apoyaran en su pretensión de ser rey, y ellos estuvieron de acuerdo en ayudarle a apoderarse del reino.

8 Sin embargo, no logró conseguir el apoyo del sacerdote Sadoc, ni de Benaías hijo de Joyadá, ni del profeta Natán, ni de Simí, ni de Reguí, ni de la guardia personal del rey David, pues todos ellos eran muy leales al rey.

9

Adonías fue a Enroguel, donde ofreció sacrificios de ovejas, bueyes y becerros cebados en la peña de Zojélet. Luego convocó a todos sus hermanos, los demás hijos del rey David, y a todos los funcionarios reales de Judá.

10 Pero no invitó al profeta Natán, ni a Benaías, ni a los valientes que habían peleado a lado del rey, ni a su hermano Salomón.

11

Fue por eso que el profeta Natán visitó a Betsabé, madre de Salomón, y le preguntó: «¿No te has enterado de que Adonías, el hijo de Jaguit, se ha proclamado rey, y que nuestro señor David ni siquiera lo sabe?

12 Si quieres salvar tu vida y la de tu hijo Salomón, haz lo que yo te diga.

13 Ve inmediatamente a la presencia del rey David y pregúntale: “Señor mío, ¿no prometiste que mi hijo Salomón sería el nuevo rey y que él se sentaría en tu trono? Entonces, ¿por qué Adonías está reinando?”

14 Y mientras tú estés aún hablando con él, yo entraré y confirmaré todo lo que tú le hayas dicho».

15

Entonces Betsabé entró al dormitorio del rey. David era muy anciano, razón por la cual lo cuidaba Abisag la sunamita.

16 Betsabé se inclinó delante del rey, quien le preguntó:

—¿Qué quieres?

17

Ella le respondió:

—Señor mío, usted me prometió por el SEÑOR su Dios que mi hijo Salomón sería el próximo rey, y que se sentaría en su trono.

18 Pero ahora me entero de que Adonías es el nuevo rey, y usted ni siquiera lo sabe.

19 Él ha celebrado su coronación sacrificando bueyes, becerros y muchas ovejas, y ha invitado a todos los hijos del rey, y también al sacerdote Abiatar y al general Joab. Pero no invitó a Salomón, que ha sido un servidor muy fiel a usted.

20 Y ahora, señor mío, rey mío, todo Israel espera saber su decisión, pues todos quieren que les diga quién va a reinar después de usted.

21 Si no actúa a tiempo, entonces cuando usted muera, mi hijo Salomón y yo seremos arrestados y ejecutados como delincuentes.

22

[22-23] Mientras ella todavía estaba hablando, los siervos del rey le dijeron:

—El profeta Natán está aquí para verlo.

Natán entró e hizo reverencias delante del rey,

23

24 y le preguntó:

—Señor mío, ¿ha dicho usted que Adonías será el nuevo rey? ¿Es él a quien usted ha elegido para que se siente en su trono?

25 Hoy él celebró su coronación sacrificando bueyes y becerros gordos, y ha invitado a los hijos del rey para que asistan a las festividades. Además, invitó al general Joab y al sacerdote Abiatar. Están festejando y bebiendo con él y gritando: «¡Viva el rey Adonías!»

26 Pero ni el sacerdote Sadoc, ni Benaías hijo de Joyadá, ni su hijo Salomón, que es muy fiel a usted, ni yo fuimos invitados.

27 ¿Ha sido hecho esto con su consentimiento? Porque usted no le ha dicho a este siervo suyo a cuál de sus hijos ha elegido para que lo suceda en el trono.

28

—Llamen a Betsabé —dijo David.

Entonces ella volvió a entrar y se paró delante del rey.

29

Y el rey declaró:

—Juro por el SEÑOR, quien vive y me ha rescatado de todo peligro,

30 que tu hijo Salomón será el nuevo rey que se sentará en mi trono, tal como te lo prometí antes en el nombre del SEÑOR, Dios de Israel.

31

Betsabé hizo una profunda reverencia delante de él nuevamente y exclamó:

—¡Gracias, señor mío! ¡Quiera el SEÑOR que el rey viva para siempre!

32

—Llamen al sacerdote Sadoc, al profeta Natán y a Benaías hijo de Joyadá —ordenó el rey.

33

Cuando ellos estuvieron presentes, les dijo:

—Lleven a Salomón y a los funcionarios de la corte a Guijón. Salomón cabalgará en mi propia mula,

34 y el sacerdote Sadoc y el profeta Natán lo ungirán allí como rey de Israel. Luego hagan sonar las trompetas y aclamen: «¡Viva el rey Salomón!»

35 Cuando ustedes lo traigan de regreso, siéntenlo en mi trono como el nuevo rey. Porque yo lo he designado a él como rey de Israel y Judá.

36

—¡Amén! Alabado sea Dios —contestó Benaías—.

37 Quiera el SEÑOR estar con Salomón como ha estado con usted, y quiera Dios que el reino de Salomón sea aún más grande que el del rey.

38

Entonces el sacerdote Sadoc, el profeta Natán, Benaías y la guardia personal de David llevaron a Salomón a Guijón, cabalgando sobre la mula de David.

39 En Guijón, Sadoc tomó el cuerno de aceite sagrado del santuario y lo derramó sobre Salomón. Luego hicieron sonar las trompetas, y todo el pueblo aclamó: «¡Viva el rey Salomón!»

40

Todos regresaron con Salomón a Jerusalén, celebrando gozosamente y con mucho alboroto.

41 Cuando Adonías y sus invitados estaban terminando su banquete, oyeron la conmoción y los gritos.

—¿Qué es lo que pasa? —preguntó Joab—. ¿Por qué hay tanto alboroto en la ciudad?

42

Y mientras aún hablaba, Jonatán, el hijo del sacerdote Abiatar, llegó corriendo.

—¡Pasa! —le dijo Adonías—. Tú eres un buen hombre, y debes tener buenas noticias.

43

—Nuestro señor, el rey David, ha proclamado como rey a Salomón —gritó Jonatán—.

44 [44-45] El rey lo envió a Guijón con el sacerdote Sadoc, el profeta Natán y Benaías, protegido por la misma guardia personal del rey. Salomón cabalgaba en la mula del rey. Sadoc y Natán lo han ungido como nuevo rey. Acaban de regresar, y toda la ciudad está celebrando y regocijándose por el hecho. A eso se debe todo este alboroto.

45

46 [46-47] Salomón está sentado en el trono, y todo el pueblo está felicitando al rey David y diciéndole: “¡Que Dios te bendiga aún más a través de Salomón, de lo que te ha bendecido personalmente! ¡Que Dios haga el reino de Salomón aún más grande que el del rey!” Y David se inclinó en su cama

47

48 y exclamó: “¡Bendito sea el SEÑOR, Dios de Israel, que ha elegido a uno de mis hijos para sentarse en mi trono, mientras aún estoy vivo para verlo!”

49

[49-50] Entonces Adonías y sus invitados se levantaron y huyeron aterrorizados. Sentían temor de perder la vida. Adonías entró corriendo en el santuario y se agarró de los cuernos del altar.

50

51 Alguien fue y le dijo a Salomón:

—Adonías tiene mucho miedo y se ha refugiado en el santuario pidiendo clemencia, y ha dicho: “¡Quiero que el rey Salomón me jure hoy mismo, que no me mandará a matar!”

52

Entonces Salomón dijo:

—Si se comporta debidamente, no sufrirá ningún daño, pero si no, morirá.

53

Entonces el rey Salomón lo hizo llamar, y ellos lo sacaron del altar y lo llevaron ante él. Adonías llegó y se inclinó delante del rey, y entonces Salomón le ordenó que se fuera a su casa.

2

1

A medida que se acercaba el tiempo de su muerte, el rey David hizo estos encargos a su hijo Salomón:

2 «Yo voy a donde cada hombre, que pisa la tierra, debe ir algún día. Confío en que serás un sucesor poderoso y digno.

3 Obedece las leyes de Dios y sigue todos sus caminos; guarda cada uno de los mandamientos escritos en la ley de Moisés, para que prosperes en todo lo que hagas y en todo lo que emprendas.

4 Si haces esto, el SEÑOR cumplirá la promesa que me dio, que si mi hijo y sus descendientes observaban sus caminos y le eran fieles, uno de ellos sería siempre rey sobre Israel, y mi dinastía jamás tendría fin.

5

»Escucha mis instrucciones. Tú sabes que Joab hijo de Sarvia mató a mis dos generales, a Abner hijo de Ner y a Amasá hijo de Jéter. Él hizo que pareciera un acto de guerra, pero fue hecho en tiempo de paz. Al hacer eso, no sólo se manchó él de sangre, sino que también me hizo a mí culpable.

6 Tú eres un hombre sabio y sabrás qué hacer. Te aconsejo que no le permitas vivir mucho tiempo, y que no dejes que muera en paz.

7 Sin embargo, muéstrate misericordioso con los hijos de Barzilay el galaadita. Hazlos tus huéspedes permanentes, porque ellos me cuidaron cuando huía de tu hermano Absalón.

8

»¿Te acuerdas de Simí hijo de Guerá, el benjaminita de Bajurín? Él me maldijo con terrible maldición el día que yo iba a Majanayin. Pero cuando volvió ante mi presencia junto al río Jordán, prometí no matarlo.

9 Sin embargo, tú no tienes por qué seguirlo perdonando; eres inteligente y sabrás que no lo puedes dejar con vida. Aunque ya es un viejo, procura que su muerte sea violenta».

10

David murió, y fue sepultado en Jerusalén.

11 Había reinado sobre Israel cuarenta años, siete en Hebrón y treinta y tres en Jerusalén.

12 Salomón fue el nuevo rey, en lugar de David su padre, y su reino prosperó.

13

Un día, Adonías, el hijo de Jaguit, fue a ver a Betsabé, la madre de Salomón.

—¿Has venido con buenas intenciones? —le preguntó ella.

— Sí —le contestó—, he venido en son de paz.

14 En realidad, he venido a pedirte un favor.

—¿De qué se trata? —preguntó ella.

15

—Todo iba bien para mí —dijo—, y el reino era mío; todos esperaban que yo fuera el nuevo rey. Pero los papeles cambiaron, y todo pasó a manos de mi hermano, porque de esa manera lo quería el SEÑOR.

16 Pero ahora tengo que pedirte un pequeño favor; te suplico que no me lo niegues.

—¿De que se trata? —preguntó ella.

17

Él respondió:

—Habla al rey Salomón en favor mío, porque yo sé que él hará cualquier cosa que le pidas, y dile que me dé por esposa a Abisag la sunamita.

18

—Muy bien —respondió Betsabé—, se lo pediré.

19

Ella fue a pedirle el favor al rey Salomón. El rey se puso de pie cuando ella entró y le hizo una reverencia. Ordenó que junto a su trono se colocara una silla para su madre. Y ella se sentó a su lado derecho.

20

—Tengo una petición que presentarte —dijo ella—. Espero que no me la niegues.

—¿De qué se trata, madre mía? —le preguntó—. Tú sabes que no te la negaré.

21

—Permite que tu hermano Adonías se case con Abisag —respondió ella.

—¿Te das cuenta de lo que pides? —dijo él—. Si yo le diera a Abisag, también le estaría dando el reino. Él es mi hermano mayor, y cuenta con el apoyo del sacerdote Abiatar y de Joab hijo de Sarvia.

22

23

[23-24] Entonces el rey Salomón hizo un gran juramento: «¡Que Dios me mate si Adonías no muere este mismo día, por haber hecho estos planes contra mí! ¡Lo juro por el Dios vivo, que me ha dado el trono de mi padre y este reino que él me prometió!»

24

25

Salomón ordenó a Benaías hijo de Joyadá que fuera y matara a Adonías. Y Benaías cumplió la orden del rey.

26

En cuanto al sacerdote Abiatar, el rey le dijo: «Regresa a tu hogar en Anatot. También deberías morir, pero no lo haré ahora. Tú transportaste el cofre del SEÑOR durante el reinado de mi padre, y sufriste con él todas las persecuciones».

27

Así que Salomón obligó a Abiatar a renunciar a su puesto de sacerdote del SEÑOR. De esa manera se cumplió lo establecido por el SEÑOR en Siló acerca de los descendientes de Elí.

28

Cuando Joab se enteró de la muerte de Adonías, corrió al santuario en busca de refugio y se aferró a los cuernos del altar. Joab había apoyado la revuelta de Adonías, aunque no la de Absalón.

29 Cuando el rey Salomón se enteró de que Joab había entrado al santuario, y que se hallaba junto al altar, envió a Benaías para que lo ejecutara.

30

Benaías entró en el Santuario y le dijo a Joab:

—El rey te ordena que salgas.

—No saldré —dijo Joab—. ¡Aquí moriré!

Entonces Benaías volvió a consultar al rey.

31

—¡Haz lo que él dice! —respondió el rey—. Ve y mátalo ahí mismo, y sepúltalo. De este modo, tanto yo como la casa de mi padre quedaremos libres de culpa por los asesinatos que, sin ninguna razón, él cometió.

32 Entonces el SEÑOR lo tendrá a él por responsable personal del asesinato de dos hombres que eran mejores que él. Porque mi padre no tuvo parte en la muerte del general Abner, jefe del ejército de Israel, ni en la del general Amasá, jefe del ejército de Judá.

33 Que Joab y sus descendientes por siempre lleven la culpa de estos crímenes, y quiera el SEÑOR declarar inocentes de estas muertes a David y a sus descendientes.

34

Benaías regresó, pues, al santuario y mató a Joab. Y éste fue sepultado junto a su casa, en el desierto.

35

Entonces el rey designó a Benaías como jefe del ejército, y a Sadoc como sacerdote, en lugar de Abiatar.

36

[36-37] Después el rey mandó a buscar a Simí, y le dijo:

—Edifícate una casa en Jerusalén, y no salgas de la ciudad por ningún motivo. En el momento en que salgas y pases el arroyo de Cedrón, morirás, y toda la culpa será tuya.

37

38

—De acuerdo —respondió Simí—, haré lo que tú digas.

Y Simí se quedó viviendo en Jerusalén.

39 Pero tres años después, dos esclavos de Simí se escaparon y fueron a refugiarse en Gat, donde reinaba Aquis hijo de Macá. Cuando Simí lo supo,

40 aparejó un burro y se dirigió a Gat, para visitar al rey. Cuando encontró a sus esclavos, volvió con ellos a Jerusalén.

41

Cuando Salomón supo que Simí había salido de Jerusalén y había hecho un viaje de ida y vuelta a Gat,

42 lo mandó a llamar y le preguntó:

—¿No te ordené, en el nombre de Dios, que permanecieras en Jerusalén, o morirías? Tú respondiste: “Muy bien, haré como tú dices”.

43 Entonces, ¿por qué no has respetado el acuerdo a que llegamos? ¿Por qué no obedeciste mi orden?

44 Y, ¿qué de aquellos males que le causaste a mi padre, el rey David? ¡Que el SEÑOR te castigue por tu maldad,

45 mientras que a mí me dé sus ricas bendiciones, y que en este trono se siente siempre un descendiente de David!

46

Entonces, a una orden del rey, Benaías agarró a Simí, lo sacó y lo mató. De este modo el reino se afirmó en manos de Salomón.

3

1

Salomón emparentó con el faraón, rey de Egipto, tomando por mujer a su hija. Y la llevó a Jerusalén para que viviera en la ciudad de David hasta que él pudiera terminar la edificación de su palacio, del templo del SEÑOR y del muro alrededor de la ciudad.

2

En aquel tiempo, el pueblo de Israel ofrecía sus sacrificios y ofrendas en altares sobre las colinas, porque el templo del SEÑOR aún no había sido edificado.

3

A pesar de que Salomón amaba al SEÑOR y obedecía todas las instrucciones de su padre David, seguía acudiendo a los pequeños santuarios, que estaban en las colinas, a ofrecer sacrificios y quemar incienso.

4 El más famoso de estos altares sobre una colina era el que estaba en Gabaón, y el rey fue allí y ofreció mil holocaustos.

5 Esa noche, el SEÑOR se le apareció en un sueño, y le dijo:

—Pídeme lo que quieras, que yo te lo daré.

6

Salomón le respondió:

—Fuiste muy misericordioso con mi padre David, porque él era honesto, veraz y fiel a ti, y obedecía tus mandamientos. Y has continuado mostrándole tu misericordia, al haberle dado un hijo que se sentara en su trono.

7

»SEÑOR, Dios mío, ahora tú me has hecho rey en lugar de David, mi padre, pero soy como un niño que no conoce el camino que ha de seguir.

8 Y aquí estoy entre tu pueblo escogido, un pueblo tan numeroso que es imposible contarlo.

9 Dame sabiduría, para poder gobernar bien a tu pueblo y para tener un buen discernimiento de lo que es bueno o es malo. Porque, ¿quién con su propia capacidad puede cargar con una responsabilidad tan grande?

10

El Señor miró con agrado esta petición, y se alegró de que Salomón hubiera pedido sabiduría.

11 Por eso le respondió:

—Por cuanto has pedido sabiduría para gobernar a mi pueblo, y no has pedido una larga vida ni riquezas para ti, ni has pedido derrotar a tus enemigos,

12 yo te daré lo que has pedido. Te daré una sabiduría como la que nadie ha tenido antes ni tendrá después.

13 Y también te daré lo que no has pedido, esto es, riquezas y honor. Nadie en el mundo será tan rico y famoso como lo serás tú por el resto de tu vida.

14 Y, si te mantienes en mi voluntad y obedeces mis mandamientos, como lo hizo tu padre David, entonces te permitiré vivir muchos años.

15

Entonces Salomón despertó y comprendió que había tenido una visión en sueños. Regresó a Jerusalén y entró en el santuario. Y mientras estaba delante del cofre del pacto del SEÑOR, ofreció holocaustos y ofrendas de paz. Luego invitó a todos sus siervos a un gran banquete.

16

Poco después, dos prostitutas vinieron ante el rey a pedirle que pusiera fin a una disputa que había entre ellas.

17

[17-18] —Señor —comenzó a hablar una de ellas—, nosotras dos vivimos en la misma casa. Yo tuve un hijo, estando esta mujer conmigo. A los tres días, ella también tuvo un hijo.

18

19 Pero el niño de ella murió durante la noche, porque, dormida, se acostó sobre él y lo aplastó.

20 Luego ella se levantó en la noche y tomó a mi hijo mientras yo dormía, y puso su hijo muerto en mis brazos, y el mío lo llevó a dormir con ella.

21 En la mañana, cuando quise darle de mamar a mi hijo, descubrí que estaba muerto. Pero cuando hubo suficiente luz, lo observé bien y me di cuenta de que no era mi hijo.

22

La otra mujer interrumpió:

—Ese sí era el hijo de ella. El niño vivo es el mío.

—No —dijo la primera mujer—, el muerto es tuyo y el que está vivo es el mío.

Y de esta manera discutieron delante del rey.

23

Entonces el rey dijo:

—Aclaremos las cosas: Ambas quieren el niño vivo, y cada una dice que el niño muerto pertenece a la otra.

24

Entonces el rey ordenó que le llevaran una espada. Cuando le entregaron la espada, el rey dijo:

25

—Partan en dos al niño vivo, y denle una mitad a cada una de estas mujeres.

26

Entonces la mujer que realmente era la madre del hijo, y que lo amaba mucho, gritó:

—No, señor. Mejor déle el niño a esa mujer, pero no lo mate.

Pero la otra mujer dijo:

—Bien, de esta manera no será tuyo ni mío; que lo dividan entre nosotras.

27 Entonces el rey dijo:

—Denle el niño a la mujer que lo quiere vivo, porque ella es su madre.

28

Pronto se difundió este suceso y la sabia decisión del rey por toda la nación, y todo el pueblo estaba asombrado, porque comprendieron la gran sabiduría que Dios le había dado al rey para hacer justicia.

4

1

He aquí Salomón reinó sobre todo Israel.

2 [2-6] Esta es la lista de los miembros del gobierno del rey Salomón:

Azarías, hijo del sacerdote Sadoc;

Elijoref y Ahías, hijos de Sisá, secretarios;

Josafat hijo de Ajilud, cronista y encargado de los archivos;

Benaías hijo de Joyadá, jefe del ejército;

Sadoc y Abiatar, sacerdotes;

Azarías hijo de Natán, a cargo de los gobernadores;

Zabud hijo de Natán era sacerdote y consejero personal del rey;

Ajisar, mayordomo del palacio;

Adonirán hijo de Abdá, superintendente de obras públicas.

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7

Además, hubo doce funcionarios en la corte de Salomón, uno por cada tribu, que tenían la responsabilidad de abastecer de provisiones la casa del rey. Cada uno de ellos se ocupaba de las provisiones de uno de los meses del año.

8

[8-19] Los nombres de estos doce oficiales eran:

Ben Jur, que tenía a su cargo la región montañosa de Efraín;

Ben Decar, cuya zona era Macaz, Salbín, Bet Semes, y Elón Bet Janán;

Ben Jésed, cuya zona era Arubot, incluyendo Soco y toda la tierra de Héfer;

Ben Abinadab (que se casó con la hija de Salomón, la princesa Tafat), cuya área eran los territorios de Dor;

Baná hijo de Ajilud, cuya área estaba compuesta por Tanac y Meguido, toda Betseán, que está cerca de Saretán, más abajo de Jezrel, y todo el territorio desde Betseán hasta Abel Mejolá, y hasta más allá de Jocmeán;

Ben Guéber, cuya zona era Ramot de Galaad, incluyendo los pueblos de Yaír hijo de Manasés, en Galaad; y en la región de Argob, en Basán, incluyendo sesenta ciudades amuralladas, con puertas de bronce;

Ajinadab hijo de Idó, cuyo territorio era Majanayin;

Ajimaz (que se casó con Basemat, otra de las hijas de Salomón) tenía a su cargo el área de Neftalí;

Baná hijo de Husay, cuyas zonas eran Aser y Alot;

Josafat hijo de Parúaj, que tenía a su cargo Isacar;

Simí hijo de Elá, cuya área era Benjamín;

Guéber hijo de Uri, cuya área era Galaad, incluyendo los territorios de Sijón, rey de los amorreos, y de Og, rey de Basán.

Un intendente estaba a cargo de la supervisión en aquella tierra.

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20

En ese tiempo, los pueblos de Israel y Judá eran tan numerosos, como la arena del mar, que no se puede contar. Además, tenían comida y bebidas en abundancia, y todos vivían muy felices.

21

El rey Salomón gobernó toda la región que se extiende desde el río Éufrates hasta la tierra de los filisteos, y hasta las fronteras con Egipto. Los pueblos de esas tierras pagaban sus tributos a Salomón y continuaron sirviéndole a través de toda su vida.

22

Las provisiones diarias para el palacio eran seis mil seiscientos litros de harina fina, trece mil doscientos litros de harina integral,

23 diez bueyes gordos, veinte bueyes de pasto, cien ovejas, sin contar los ciervos, gacelas, corzos y aves gordas que de vez en cuando se consumían.

24

Sus dominios se extendieron sobre todos los reinos que están al occidente del río Éufrates, desde Tifsa hasta Gaza. Y hubo paz en toda la tierra.

25 Durante la vida de Salomón, todo Israel vivió en paz y seguridad; cada familia tenía su casa y su huerto.

26

Salomón tenía cuarenta mil caballos para sus carros y empleaba doce mil jinetes.

27 Cada mes los funcionarios proporcionaban los alimentos para Salomón y para su corte;

28 también traían cebada y paja para los caballos que el rey tenía en los establos.

29

Dios le dio a Salomón sabiduría, entendimiento y una mente llena de muchísimos conocimientos, tantos como la arena del mar.

30 En efecto, su sabiduría superó la de cualquier sabio del oriente, incluyendo a los de Egipto.

31 Era más sabio que Etán el ezraíta, y que Hemán, Calcol y Dardá, los hijos de Majol; y fue conocido en todas las naciones de alrededor.

32

Escribió tres mil proverbios y mil cinco canciones.

33 Fue un gran naturalista que estudió los animales, las aves, los reptiles, los peces y los árboles, desde los grandes cedros del Líbano hasta el minúsculo hisopo que crece en las grietas de las paredes.

34 De todos los pueblos llegaba gente a escuchar la sabiduría de Salomón. Y los reyes que tenían noticias de su sabiduría enviaban mensajeros para solicitar su consejo.

5

1

El rey Hiram, de Tiro, siempre había sido un gran admirador de David, de modo que cuando supo que el rey Salomón, hijo de David, reinaba en Israel, envió embajadores para felicitarlo y desearle un buen reinado.

2 [2-3] Salomón aprovechó la ocasión y le envió este mensaje a Hiram: «Tú sabes que mi padre no pudo construir un templo en el que se pudiera adorar al SEÑOR su Dios, debido a las numerosas guerras que tuvo que librar. Siempre estuvo esperando el momento en que el SEÑOR le permitiera vencer a todos sus enemigos.

3

4 Y ahora, el SEÑOR mi Dios ha dado paz a Israel en todo lugar; no tengo enemigos ni quien me quiera hacer daño.

5 Por eso, pienso edificar un templo para el SEÑOR mi Dios, en conformidad a la promesa que le hizo a mi padre de que yo lo edificaría. Porque el SEÑOR le dijo: “Tu hijo, a quien pondré en tu lugar en el trono, me edificará un templo”.

6

»Ahora te ruego que me ayudes en este proyecto. Envía tus hombres a las montañas del Líbano para que preparen madera de cedro para mí. Yo enviaré hombres para que trabajen junto con ellos, y pagaré a tus hombres lo que tú indiques; porque, como tú sabes, no hay en Israel quien sepa cortar la madera como lo hacen los sidonios».

7

Cuando Hiram recibió el mensaje de Salomón, se sintió muy complacido, y dijo: «Alabado sea el SEÑOR, por haberle dado a David un hijo sabio para que sea rey de la gran nación de Israel».

8

Entonces envió su respuesta a Salomón:

«He recibido tu mensaje, y haré lo que me has pedido acerca de la madera. Puedo proporcionarte madera de cedro y de pino.

9 Mis hombres llevarán los troncos hasta el mar y con ellos formarán balsas. Las haremos navegar a lo largo de la costa hasta el lugar en donde tú la necesites; entonces desarmaremos las balsas y te entregaremos la madera. Tú puedes pagarme con alimento para mi casa».

10

Entonces Hiram proporcionó a Salomón toda la madera de cedro y de pino que él quiso.

11 Por su parte, Salomón le envió en pago anual veinte mil cargas de trigo para su familia y veinte mil medidas de aceite de oliva.

12 El SEÑOR, pues, dio a Salomón gran sabiduría como le había prometido. Hiram y Salomón hicieron un pacto formal de paz.

13

Entonces Salomón reclutó a treinta mil trabajadores de todo Israel,

14 y los hizo trabajar por turno en el Líbano, diez mil cada mes, de modo que cada hombre estaba un mes en el Líbano y dos meses en su casa. Adonirán era el supervisor general de este trabajo.

15 Salomón también tenía setenta mil cargadores, ochenta mil canteros que trabajaban en las montañas,

16 y tres mil trescientos capataces.

17 Los canteros cortaban y daban forma a los bloques de piedra para los cimientos del templo. Las piedras que se usaban para esto eran muy costosas.

18 Los hombres de Guebal ayudaron a los constructores de Salomón y de Hiram, cortando y trabajando la madera, y labrando las piedras para el templo.

6

1

En el mes de zif, es decir, el segundo mes del cuarto año del reinado de Salomón se comenzó la edificación del templo del SEÑOR. (Habían transcurrido cuatrocientos ochenta años desde que el pueblo de Israel había salido de la esclavitud en Egipto.)

2 El templo del SEÑOR tenía veintisiete metros de largo, nueve de ancho, y trece y medio de alto.

3 A lo largo del frente había un pórtico de nueve metros de largo, y cuatro metros y medio de ancho.

4 Llevaba ventanas estrechas en todo su contorno.

5

A lo largo de los muros, a ambos costados del templo, se construyeron salas anexas.

6 Estas salas tenían tres pisos de alto, siendo el piso bajo de dos metros con veinticinco centímetros de ancho; el segundo piso medía dos metros con setenta centímetros de ancho, y el piso superior era de tres metros con quince centímetros de ancho. Las medidas de la parte exterior del templo habían sido reducidas, para que las vigas que sostenían las salas no descansaran sobre las paredes.

7

Las piedras usadas en la construcción del templo eran completamente labradas en la cantera, de modo que toda la estructura fue edificada sin que se oyera sonido de martillo, de hacha o de otra herramienta en el lugar de la edificación.

8

La entrada a la sala contigua del templo estaba en el costado derecho de la misma, y por medio de escaleras en forma de caracol se podía subir al segundo piso; un segundo tramo de escaleras servía para subir hasta el tercer piso.

9 Después de acabado el templo, Salomón la hizo cubrir con vigas y tablones de cedro.

10 Como ya se ha dicho, había un anexo a cada lado del edificio, unido a las paredes del templo por medio de vigas de cedro. Cada piso del anexo tenía dos metros con veinticinco centímetros de alto.

11

[11-12] Entonces el SEÑOR envió este mensaje a Salomón: «Si haces lo que yo te diga, y sigues todos mis mandamientos e instrucciones, cumpliré lo que le prometí a David, tu padre.

12

13 Viviré en medio del pueblo de Israel y jamás lo abandonaré».

14

Finalmente, el templo quedó construido.

15 Todo el interior, desde el piso hasta el techo, fue recubierto con cedro, y los pisos fueron hechos de tablas de pino.

16 El lugar santísimo, que estaba al fondo del templo, y medía nueve metros, también fue recubierto de madera de cedro, desde el piso hasta el techo.

17 La parte que estaba frente al lugar santísimo era el lugar santo, y medía dieciocho metros de largo.

18

El templo estaba cubierta de cedro por dentro, y la madera estaba tallada con diseños de flores abiertas y en botón, de modo que no se veía ni una sola piedra.

19

El cofre del pacto del SEÑOR estaba en la sala interior, es decir, en el lugar santísimo.

20 Este santuario interior tenía nueve metros de largo, nueve de ancho y nueve de alto. Sus muros y el techo estaban recubiertos con oro puro. El altar de madera de cedro, que estaba frente al lugar santísimo, también fue recubierto de oro.

21 [21-22] Salomón hizo recubrir de oro puro el interior del resto del templo del SEÑOR, incluyendo el altar de cedro. E hizo cadenas de oro para proteger la entrada al lugar santísimo.

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23

[23-28] Dentro del santuario interior, Salomón colocó dos querubines de madera de olivo, cada uno de cuatro metros y medio de alto. Fueron colocados de modo que sus alas extendidas llegaban de pared a pared y se tocaban entre sí al centro de la sala; cada ala tenía dos metros y veinticinco centímetros, de modo que cada querubín medía cuatro metros y medio de ala a ala. Los dos eran idénticos en todas sus dimensiones, y cada uno fue recubierto de oro.

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En todas las paredes del templo fueron talladas figuras de querubines, palmeras y flores abiertas, y el piso de ambas salas fue cubierto de oro.

30

[30-31] La entrada al santuario interior tenía postes que, con el dintel, formaban cinco lados y ángulos,

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32 y sus dos puertas de madera de olivo fueron talladas con querubines, palmeras y flores abiertas, todo recubierto de oro.

33

Luego hizo postes cuadrados de madera de olivo para la entrada.

34 Había dos puertas plegables de madera de pino, y cada puerta tenía bisagras, de modo que podía girar sobre sí misma.

35 Estas puertas fueron talladas con querubines, palmeras y flores abiertas, y fueron cuidadosamente recubiertas con oro.

36

El muro del patio interior tenía tres hileras de piedra labrada y una hilera de vigas de cedro.

37

Los cimientos del templo del SEÑOR se echaron en el mes de zif, en el cuarto año del reinado de Salomón,

38 y todo el edificio se terminó de construir, conforme a los planos, en el mes de bul, que es el mes octavo, del año undécimo de su reinado. Tardaron, pues, siete años en edificarlo.

7

1

Luego Salomón edificó su propia casa. La construcción tardó trece años.

2 Construyó la casa llamada «Bosque del Líbano». Era grande y tenía cuarenta y cinco metros de largo, veintidós metros y medio de ancho, y trece metros y medio de alto. Las grandes vigas de cedro del techo descansaban sobre cuatro hileras de columnas de cedro.

3 [3-4] En la sala había cuarenta y cinco ventanas colocadas en tres hileras, una sobre la otra, cinco por hilera, en cada una de las tres paredes.

4

5 Cada una de las puertas y ventanas tenía un marco cuadrado.

6

Además, construyó la Sala de los Pilares. Tenía veintidós metros y medio de largo por trece metros y medio de ancho. Tenía un pórtico en el centro, cubierto por un enrejado sostenido por columnas.

7

También estaba la Sala del Trono o Sala del Juicio, donde Salomón se sentaba a escuchar asuntos legales. Estaba cubierta con madera de cedro, desde el piso hasta el techo.

8

Sus propias habitaciones, cubiertas de madera de cedro, rodeaban un patio que estaba tras esta sala. Diseñó habitaciones similares, del mismo tamaño, para el palacio que edificó para la hija del faraón, una de sus esposas.

9 Estos edificios fueron construidos por completo con costosas y enormes piedras cortadas a medida.

10 Las piedras de los cimientos medían entre tres metros y medio, y cuatro metros y medio. Todas esas piedras eran costosas y de buena calidad.

11 Las grandes piedras de las paredes también fueron cortadas a la medida; y en la parte superior llevaban vigas de cedro.

12 El gran atrio tenía tres hileras de piedra labrada en sus paredes, en cuya parte superior pusieron vigas de cedro, de la misma manera que en el atrio interior del templo del SEÑOR y en el pórtico de la casa real.

13

El rey Salomón entonces hizo traer de Tiro a un hombre llamado Hiram, quien era un artesano muy capacitado para trabajos en bronce.

14 Era medio judío, pues era hijo de una viuda de la tribu de Neftalí, y su padre había sido fundidor en Tiro. Así que vino a trabajar para el rey Salomón.

15

Hizo dos columnas huecas de bronce, cada una de ocho metros de alto y cinco metros y medio de circunferencia.

16 [16-22] En la parte superior de las columnas hizo dos capiteles de bronce fundido, cada uno de dos metros y veinticinco centímetros de alto. Cada capitel estaba decorado con siete juegos de bronce trenzado a manera de red y con cuatrocientas granadas dispuestas en dos filas. Los capiteles tenían la forma de lirios. Hiram puso estos pilares a la entrada. El del lado sur fue llamado Jaquín, y el del lado norte Boaz.

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Asimismo hizo una fuente de bronce, de forma circular, que medía dos metros con veinticinco centímetros de alto; de un borde al otro había cuatro metros y medio, y su circunferencia era de trece metros y medio.

24 Por debajo del borde había dos hileras de adornos. Estos adornos estaban dispuestos de diez en diez cada cincuenta centímetros, y formaban una sola pieza con la fuente.

25

La fuente descansaba sobre doce bueyes de bronce, que estaban parados con las ancas al centro, tres miraban al norte, tres hacia el occidente, tres hacia el sur, y tres hacia el oriente.

26 Las paredes de la fuente tenían ocho centímetros de espesor. El borde era en forma de cáliz; en la fuente cabían unos cuarenta y cuatro mil litros de agua.

27

[27-30] Entonces hizo diez bases móviles de cuatro ruedas, cada una de un metro con ochenta centímetros de largo y de ancho, por un metro y treinta y cinco centímetros de alto. Estaban construidas con soportes y marcos cuadrados. Estos soportes estaban decorados con relieves de leones, bueyes y querubines. Encima y debajo de los leones y bueyes había decorados de guirnaldas. Cada una de estas bases transportables tenía cuatro ruedas de bronce, con ejes de bronce. Estas bases eran sostenidas en cada esquina por soportes de bronce, decoradas con guirnaldas en cada costado.

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30

31 En la parte superior de cada base había una pieza redonda de cuarenta y cinco centímetros de alto. Su centro era cóncavo, y se apoyaba sobre una base de sesenta y siete centímetros de alto, decorado en su parte exterior con guirnaldas. Sus paneles no eran redondos, sino cuadrados.

32

Las bases rodaban sobre cuatro ruedas que estaban conectadas a ejes que habían sido fundidos como parte de las mismas. Las ruedas tenían unos sesenta y siete centímetros de altura,

33 y parecían ruedas de carro. Todas las partes de las bases fueron hechas de bronce fundido, incluyendo los ejes, los radios, los cubos y los cinchos.

34 En cada una de las cuatro esquinas de las bases había soportes, los cuales también fueron fundidos en una sola pieza con las bases.

35 La parte superior de la base estaba rodeada por una banda de veintidós centímetros de altura, apoyada con paneles. Todo estaba fundido de una sola pieza con la base.

36 En los bordes de la banda, había relieves de querubines, leones y palmeras, rodeados por guirnaldas.

37 Las diez bases eran del mismo tamaño y tenían la misma forma, porque todas fueron fundidas con el mismo molde.

38

También Hiram hizo diez lavamanos de bronce, y los colocó sobre las bases. Cada lavamanos tenía un metro con ochenta centímetros, y una capacidad de ochocientos ochenta litros de agua.

39 Cinco de estos lavamanos fueron colocados a la izquierda, y cinco a la derecha de la sala. La fuente de bronce estaba en la esquina sudeste, en el costado derecho de la sala.

40 Hiram hizo además, las calderas, tenazas y cuencos que eran necesarios, y al fin completó la obra del templo del SEÑOR, que le había sido asignada por el rey Salomón.

41

[41-46] Esta es una lista de las cosas que él hizo:

Dos columnas;

un capitel para la parte superior de cada columna;

las redes que cubrían las bases de los capiteles de cada columna;

cuatrocientas granadas dispuestas en dos hileras sobre la red, para cubrir las bases de los dos capiteles;

diez bases movibles, cada una con un lavamanos;

una gran fuente y doce bueyes para sostenerla;

calderos, paletas y cuencos.

Todo esto fue hecho de bronce pulido, y los fundieron en las llanuras del río Jordán, entre Sucot y Saretán.

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47 Salomón no hizo pesar los utensilios de bronce hechos por Hiram, pues eran muchísimos.

48

Todos los utensilios y enseres usados en el templo del SEÑOR fueron hechos de oro macizo. Esto incluía el altar, la mesa de los panes de la proposición,

49 los candelabros (cinco a la derecha y cinco a la izquierda frente al lugar santísimo), las flores, las lámparas, las tenazas,

50 los cántaros, las despabiladeras, las tazas, las cucharillas, los incensarios, los quiciales de las puertas del lugar santísimo, y de la entrada principal del templo. Todo esto fue hecho de oro macizo.

51

Cuando finalmente se acabó la construcción del templo del SEÑOR, Salomón llevó a la tesorería del templo del SEÑOR el oro, la plata y todos los utensilios que David, su padre, había dedicado para ese propósito.

8

1

Luego Salomón convocó en Jerusalén a todos los ancianos de Israel, los jefes de las tribus y clanes para que presenciaran el acto del traslado del cofre del pacto del SEÑOR desde el santuario en Sión, la ciudad de David.

2 Esta celebración ocurrió en la fiesta de las Enramadas, en el mes de etanim, que es el mes séptimo.

3 [3-4] Durante la festividad, los sacerdotes, en presencia de todos los ancianos de Israel, llevaron el cofre, junto con todos los utensilios sagrados que anteriormente habían estado en el santuario.

4

5 El rey Salomón y toda la gente se reunieron ante el cofre y sacrificaron una cantidad incontable de ovejas y bueyes.

6

Entonces los sacerdotes llevaron el cofre y lo introdujeron en el santuario interior del templo, es decir, en el lugar santísimo, y lo colocaron debajo de las alas de los querubines.

7 Los querubines habían sido construidos de tal manera que sus alas se extendían por sobre el punto en que se colocaría el cofre; así que ahora sus alas cubrían el cofre y las varas que servían para trasladarlo.

8 Las varas eran tan largas que sus puntas podían verse desde el lugar santo, que se hallaba frente al lugar santísimo, pero no se podían ver desde fuera. Y ahí están hasta hoy.

9 Nada había en el cofre en aquel tiempo, salvo las dos tablas de piedra que Moisés había colocado allí en el monte Horeb, cuando el SEÑOR hizo su pacto con el pueblo de Israel después que salieron de Egipto.

10

Y cuando los sacerdotes salieron del lugar santo, una nube brillante llenó el templo del SEÑOR.

11 Debido a la nube, los sacerdotes no pudieron quedarse para celebrar el culto, pues la gloria del SEÑOR llenaba todo el templo.

12

[12-13] Entonces el rey Salomón oró diciendo: «SEÑOR, tú dijiste que vivirías en la oscuridad más densa; pero, SEÑOR, yo te he edificado esta hermosa casa, para que vivas en ella para siempre».

13

14

Entonces el rey se dio vuelta y, mirando al pueblo que estaba parado delante de él, lo bendijo, diciendo:

15 «Bendito sea el SEÑOR, Dios de Israel, que ha cumplido hoy lo que prometió a mi padre David.

16 Porque le dijo: “Cuando saqué a mi pueblo de Egipto, no escogí ninguna ciudad de las tribus de Israel para que allí se me construyera una casa, pero elegí a un hombre para que gobernara a mi pueblo”.

17 Este hombre fue mi padre David. Él quería edificar una casa para el SEÑOR, Dios de Israel,

18 pero el SEÑOR no se lo permitió. El SEÑOR le dijo: “Me complace que quieras construirme una casa, pero

19 no serás tú quien lo haga, sino tu hijo”.

20 Y ahora el SEÑOR ha cumplido su palabra, porque he sucedido a mi padre como rey de Israel, y ya he edificado el templo del SEÑOR, Dios de Israel.

21 He preparado un lugar allí para el cofre que contiene el pacto hecho por el SEÑOR con nuestros padres, cuando los sacó de Egipto».

22

[22-23] Mientras todo el pueblo observaba, Salomón se paró delante del altar del SEÑOR con las manos extendidas hacia el cielo y dijo: «SEÑOR, Dios de Israel, no hay Dios como tú en el cielo ni en la tierra, porque tú eres amoroso y misericordioso, y guardas las promesas hechas a tu pueblo, si hace tu voluntad.

23

24 Hoy tú has cumplido la promesa hecha a mi padre David, que era tu siervo.

25

»Ahora, SEÑOR, Dios de Israel, cumple la otra promesa hecha a él, cuando le dijiste: “Si tus descendientes andan en todos mis caminos y hacen mi voluntad, jamás dejará de sentarse uno de ellos en el trono de Israel”.

26 Sí, Dios de Israel, cumple esta promesa también.

27

»Pero, ¿es posible que Dios pueda vivir en la tierra? Si los cielos, los cielos de los cielos, no te pueden contener, mucho menos este templo que yo he edificado.

28 Sin embargo, Dios mío, has oído y contestado mi petición.

29 Te ruego que estén tus ojos abiertos de noche y de día sobre esta casa, sobre este lugar en el que has prometido habitar, y cuando yo mire hacia este templo y ore, sea de noche o de día, escúchame y responde a mis peticiones.

30 Escucha las peticiones del pueblo de Israel cuando quiera que ellos se dirijan a este lugar para orar. Sí, escucha en los cielos donde vives; y cuando hayas oído, perdónanos.

31

»Si un hombre es acusado de hacer un mal, y entonces, de pie aquí, delante de tu altar, jura que él no lo hizo,

32 óyelo en los cielos y haz lo que es justo; condénalo, si es culpable o justifícalo, si no lo es.

33

[33-34] »Y cuando tu pueblo peque y sus enemigos lo derroten, óyelos desde los cielos y perdónalos, si ellos se convierten a ti nuevamente y confiesan que tú eres su Dios. Hazlos volver a esta tierra que les diste a sus padres.

34

35

[35-36] »Y cuando los cielos se cierren y no haya lluvia, por causa de los pecados de tu pueblo, óyelos desde los cielos, y perdónalos cuando ellos oren en este lugar y confiesen tu nombre. Después que los hayas castigado, ayúdalos para que sigan los buenos caminos en los que debieron haber andado y envía la lluvia sobre la tierra que les has dado.

36

37

»Y si hay hambre en la tierra, causada por peste, por langosta, o por gusanos, o si los enemigos de Israel ponen sitio a una de sus ciudades y el pueblo es atacado por una epidemia o plaga —o cualquiera que sea el problema—, cuando el pueblo reconozca su pecado y ore en este templo,

38

39 escúchalos desde los cielos, perdónalos y responde en favor de todos los que hayan hecho una confesión sincera; porque tú conoces cada corazón.

40 De esta manera aprenderán a reverenciarte, mientras continúan viviendo en esta tierra que les diste a sus padres.

41

[41-42] »Y cuando los extranjeros oigan de tu gran nombre y vengan de tierras distantes a adorarte (porque oirán de tu gran nombre y de tus poderosas señales), y oren en este templo,

42

43 óyelos desde los cielos y responde a sus oraciones. Así, todas las naciones de la tierra conocerán y temerán tu nombre, como tu propio pueblo Israel lo hace, y toda la tierra sabrá que éste es tu templo.

44

»Cuando envíes a tu pueblo a la batalla contra sus enemigos, y ellos oren a ti mirando hacia tu ciudad escogida de Jerusalén y hacia este templo que he edificado en tu honor,

45 escucha sus oraciones y ayúdalos.

46

»Si pecan contra ti, ¿porque quién no peca?, y tú te enojas con ellos, y dejas que sus enemigos los lleven cautivos a tierras extrañas, cercanas o lejanas,

47 y ellos se dan cuenta de lo que han hecho y se vuelven a ti y claman diciendo: “Hemos pecado, hemos hecho mal”,

48 si ellos realmente se vuelven hacia ti, y oran hacia esta tierra que tú has dado a sus padres, y hacia esta ciudad de Jerusalén que tú has escogido, y hacia este templo que yo edifiqué a tu nombre,

49 escucha sus oraciones y ruegos desde los cielos donde habitas, y acude en su ayuda.

50 Perdona a tu pueblo todas las malas acciones que realicen, y haz que sus captores tengan misericordia de ellos;

51 porque son tu pueblo, la herencia especial que sacaste del horno de Egipto.

52

»Que tus ojos estén abiertos y tus oídos atentos a las oraciones que ellos hagan. SEÑOR, escucha y responde siempre que ellos clamen a ti,

53 porque cuando tú sacaste a nuestros padres de la tierra de Egipto, dijiste a tu siervo Moisés que habías escogido a Israel, de entre todas las naciones de la tierra, para que fuera tu pueblo especial».

54

[54-55] Salomón había estado arrodillado, con las manos extendidas hacia los cielos. Cuando terminó de orar, se levantó delante del altar del SEÑOR, y pronunció esta bendición sobre todo el pueblo de Israel:

55

56 «Bendito sea el SEÑOR, que ha cumplido su promesa y ha dado reposo a su pueblo Israel; ni una palabra ha dejado de cumplir de todas las maravillosas promesas dadas por su siervo Moisés.

57 Que el SEÑOR nuestro Dios esté con nosotros, como estuvo con nuestros padres; que jamás nos abandone.

58 Que él nos dé el deseo de hacer su voluntad en todo y de obedecer todos los mandamientos e instrucciones que dio a nuestros antepasados.

59 Y que estas palabras de mi oración estén continuamente delante de él, día y noche, para que nos ayude a mí y a todo Israel, de acuerdo con nuestras necesidades diarias.

60 Que el pueblo de toda la tierra sepa que el SEÑOR es Dios, y que no hay otro Dios.

61 Y ustedes, pueblo mío, vivan vidas buenas y perfectas delante del SEÑOR nuestro Dios. Obedezcan siempre su ley y sus mandamientos, de la forma que hoy lo están haciendo».

62

[62-63] Entonces el rey y todo el pueblo dedicaron el templo del SEÑOR, ofreciendo sacrificios de paz delante del SEÑOR. En total ofrecieron veintidós mil bueyes y ciento veinte mil ovejas.

63

64 Como una medida provisoria, para los holocaustos, para las ofrendas de grano, y para la grasa de las ofrendas de paz, el rey santificó el atrio que está frente a el templo del SEÑOR, porque el altar de bronce era demasiado pequeño para todo lo que había que sacrificar.

65 La celebración duró inicialmente siete días, pero luego la extendieron por otros siete días, así que fueron catorce días de fiesta. Fueron muchos los israelitas que se reunieron, pues de todas partes, desde Lebó Jamat hasta el río de Egipto, acudieron a la fiesta.

66 Después Salomón despidió al pueblo. Todos bendijeron al rey Salomón y regresaron felices a sus casas, por la misericordia que el SEÑOR había tenido con su siervo David y con su pueblo Israel.

9

1

Cuando Salomón terminó de edificar el templo del SEÑOR, la casa del rey y todos los edificios que se propuso construir,

2 [2-3] se le apareció el SEÑOR por segunda vez (la primera vez fue en Gabaón), y le dijo: «He oído tu oración. Y he santificado el templo que has edificado, y he puesto mi nombre en él para siempre. Continuamente velaré sobre él y me gozaré.

3

4

»Y si tú vives en honestidad y verdad, como tu padre David, obedeciéndome siempre,

5 haré que tus descendientes sean reyes de Israel para siempre, tal como prometí a David, tu padre, cuando le dije: “Uno de tus hijos será siempre rey sobre el trono de Israel”.

6

»Sin embargo, si tú o tus hijos se apartan de mí y adoran a dioses extraños, y no obedecen mis leyes,

7 yo arrancaré al pueblo de Israel de esta tierra que les he dado. Los arrancaré de este templo que he santificado para mi nombre y los echaré fuera de mi vista; e Israel será el centro de las burlas de las naciones, ejemplo y proverbio de un desastre repentino.

8 Este templo se transformará en un montón de ruinas, y todo el que pase quedará asombrado y se burlará preguntando: “¿Por qué el SEÑOR ha hecho esto a esta tierra y a este templo?”

9 Y la respuesta será: “Porque el pueblo de Israel abandonó al SEÑOR su Dios, que los sacó de la tierra de Egipto, y adoraron a otros dioses, en lugar de adorarlo a él. Por esta razón el SEÑOR ha traído todo este mal sobre ellos”».

10

Al final de los veinte años que tardó la construcción del templo del SEÑOR y su propia casa,

11 [11-12] Salomón le dio veinte ciudades de la tierra de Galilea al rey Hiram, de Tiro, a manera de pago por el cedro, el pino y el oro que le había provisto para las construcciones. Hiram vino de Tiro para ver las ciudades, pero no le gustaron.

12

13 Así que le reprochó a Salomón: «¿Qué clase de trato es éste, hermano mío? ¡Esas ciudades que me has dado no valen nada!» A esa región, Hiram le puso el nombre de Cabul (desierto), y así se conoce hasta hoy.

14 Hiram le había enviado a Salomón tres mil novecientos sesenta kilos de oro.

15

Salomón había establecido como trabajo obligatorio la edificación del templo del SEÑOR, de su propia casa, del terraplén, del muro de Jerusalén, así como la reconstrucción de las ciudades de Jazor, Meguido y Guézer.

16 Guézer fue la ciudad que el rey de Egipto conquistó e incendió, dando muerte a los cananeos que allí vivían. Más tarde, cuando su hija se casó con Salomón, se la dio como regalo de bodas.

17 [17-18] Por eso Salomón reedificó Guézer, junto con Bet Jorón la de abajo, Balat y Tadmor, que está en el desierto.

18

19 También edificó ciudades para almacenar alimentos, ciudades en las que guardaba sus carros de guerra, ciudades que sirvieron de habitación para sus jinetes y conductores de carros, y ciudades diversas cerca de Jerusalén, en la montaña del Líbano y en todo lugar de su dominio.

20

[20-21] Salomón implantó el trabajo obligatorio para los que sobrevivieron de las naciones conquistadas: los amorreos, los hititas, los ferezeos, los heveos y los jebuseos. Como el pueblo de Israel no había podido expulsarlos por completo en el tiempo que invadieron la tierra y la conquistaron, ellos continuaron viviendo allí como esclavos hasta este día.

21

22 Salomón no obligó al trabajo forzado a los israelitas, pues eran sus hombres de guerra, sus siervos, sus príncipes, sus conductores de carros y jinetes.

23 Había también quinientos cincuenta hombres de Israel que eran supervisores de quienes estaban obligados a trabajar.

24

El rey Salomón trajo a la hija del faraón de la Ciudad de David, sector viejo de Jerusalén, a las nuevas habitaciones que había edificado para él. Luego edificó el terraplén.

25

Después que se terminó de construir el templo del SEÑOR, Salomón ofrecía holocaustos y sacrificio de paz tres veces al año en el altar que había edificado al SEÑOR. También ofrecía el incienso en él.

26

El rey Salomón mandó a construir una flota de barcos en Ezión Guéber, cerca de Elat, en la región de Edom, a orillas del Mar Rojo.

27

[27-28] El rey Hiram le proporcionó navegantes experimentados para que acompañaran a las tripulaciones de Salomón. Fueron a Ofir, de donde regresaron con unos catorce mil kilos de oro para el rey Salomón.

10

1

Cuando la reina de Sabá oyó acerca de la forma maravillosa en que Dios había bendecido a Salomón con sabiduría, decidió ir a probarlo con algunas preguntas difíciles.

2 Llegó a Jerusalén con una larga caravana de camellos cargados de especias, oro y joyas. Al ver a Salomón, le hizo todas las preguntas que había preparado.

3 Salomón le respondió todas las preguntas, por más difíciles que fueran, porque el SEÑOR le daba las respuestas correctas en cada caso.

4 Pronto comprendió ella que todo lo que había oído acerca de la gran sabiduría de Salomón era cierto. También vio el hermoso palacio que él había edificado.

5 Y cuando vio los deliciosos manjares sobre su mesa, el gran número de servidores y criados que estaban vestidos con uniformes espléndidos, los coperos, y los muchos sacrificios que ofrecía al SEÑOR, quedó completamente maravillada.

6

Entonces le dijo a Salomón: «Todo lo que he oído en mi país acerca de tu sabiduría y de las cosas maravillosas que estás haciendo, son verdaderas.

7 Yo no lo creí hasta que vine, pero ahora lo he visto por mí misma. Ahora me doy cuenta de que lo que se me había dicho no era ni la mitad. Tu sabiduría y tu prosperidad superan todo lo que conozco.

8 Tu pueblo es feliz y tus criados están contentos, pero ¿cómo podría ser de otra manera?, pues ellos están aquí día tras día escuchando tu sabiduría.

9 ¡Bendito sea el SEÑOR tu Dios que te escogió y te puso en el trono de Israel! ¡Cuánto amor le tiene el SEÑOR a Israel, que le ha dado un rey como tú! Y tú le das a tu pueblo un gobierno justo y bueno».

10

Entonces entregó al rey un presente: tres mil novecientos sesenta kilos de oro, además de grandes cantidades de especias y piedras preciosas; en realidad, fue el presente más grande de especias que el rey Salomón recibió.

11

(Cuando los barcos del rey Hiram llegaron de Ofir cargados de oro para Salomón, también llevaban grandes cantidades de sándalo y piedras preciosas.

12 Salomón usó el sándalo para hacer columnas para el templo del SEÑOR y la casa real, y para hacer arpas y liras para el coro. Nunca antes ni después ha habido una provisión similar de maderas preciosas).

13

A cambio de los regalos que la reina de Sabá le trajo, Salomón le dio todo lo que ella pidió, además de los presentes que él ya tenía para ofrecerle. Entonces ella y sus siervos regresaron a su tierra.

14

Cada año Salomón recibía unos veintidós mil kilos de oro,

15 además de los impuestos y de las ganancias obtenidas del comercio con los reyes de Arabia y de otros territorios vecinos.

16 [16-17] Salomón hizo que parte del oro fuera batido para hacer doscientos escudos grandes (cada escudo pesaba unos seis kilos y medio de oro), y trescientos escudos pequeños, de un kilo y medio de oro cada uno, y los puso en su casa llamada «Bosque del Líbano».

17

18

También hizo un gran trono de marfil y lo recubrió con oro puro.

19 Tenía seis gradas, el respaldo era redondo y tenía brazos, y un león estaba parado a cada lado.

20 Había dos leones en cada grada, doce en total. No había otro trono en el mundo tan espléndido como aquél.

21

Todos los vasos del rey Salomón eran de oro macizo, y en el «Bosque del Líbano» toda la vajilla estaba hecha de oro puro (no usaban la plata, porque no se consideraba de mucho valor).

22

El rey Salomón tenía su flota mercante en sociedad con el rey Hiram, y cada tres años llegaba a los puertos de Israel un gran cargamento de oro, plata, marfil, monos y pavos reales.

23

Así que Salomón era el rey más rico y más sabio de todos los reyes de la tierra.

24 Grandes hombres de muchas tierras venían a entrevistarse con él, y a escuchar la sabiduría que Dios le había dado.

25 Le traían a Salomón un tributo anual de plata y oro, telas hermosas, armas, perfumes, caballos y mulas.

26

Salomón edificó un gran establo para sus caballos, en el cual metió un gran número de carros de guerra y caballos. Llegó a tener mil cuatrocientos carros y doce mil caballos, que mantenía en sus caballerizas y en Jerusalén.

27 La plata era tan común como las piedras en Jerusalén en aquellos días, y el cedro no tenía más valor que el sicómoro común.

28 Los caballos de Salomón eran traídos de Egipto y de Cilicia, donde sus agentes los compraban al por mayor.

29 Un carro egipcio entregado en Jerusalén costaba seiscientas piezas de plata, y los caballos, ciento cincuenta. Luego muchos de éstos eran vendidos a los reyes de los hititas y de los sirios.

11

1

El rey Salomón, además de la princesa egipcia, tuvo muchas mujeres extranjeras: moabitas, amonitas, edomitas, sidonias e hititas.

2 Así que provenían de pueblos de los cuales el SEÑOR claramente había ordenado a su pueblo: «No se casen con mujeres de esos pueblos, porque ellas los guiarán a adorar a sus dioses falsos». No obstante, Salomón no obedeció.

3 Tuvo setecientas esposas y trescientas concubinas; y ellas hicieron que su corazón se apartara del SEÑOR,

4 especialmente en su vejez. Fue así como sus mujeres lo llevaron a adorar a sus dioses, en vez de confiar completamente en el SEÑOR, como David su padre había hecho.

5 Salomón adoró a Astarté, la diosa de los sidonios, y a Moloc, el dios abominable de los amonitas.

6 Salomón, pues, hizo claramente lo malo y se negó a seguir al SEÑOR. Así que no siguió el ejemplo de su padre.

7 Llegó a edificar un santuario en el monte que está frente a Jerusalén, para Quemós, el depravado dios de Moab, y otro para Moloc, el ídolo abominable de los amonitas.

8 Estas cosas hizo Salomón para sus esposas extranjeras, para que ellas pudieran ofrecer incienso y sacrificios a sus dioses.

9

[9-10] El SEÑOR, Dios de Israel, se enojó con Salomón, pues aunque se le había aparecido dos veces para advertirle que no debería adorar a otros dioses, Salomón no hizo caso.

10

11 Por eso, el SEÑOR le dijo: «Puesto que no has guardado mi pacto y no has obedecido mis leyes, les quitaré el reino a ti y a tu familia, y se lo daré a uno de tus servidores.

12 [12-13] Sin embargo, por amor a tu padre David, no lo haré mientras estés vivo. Le quitaré el reino a tu hijo, y aun así, permitiré que sea rey de una tribu, por amor de David, y por amor de Jerusalén, mi ciudad escogida».

13

14

El SEÑOR hizo que Hadad el edomita, que era miembro de la familia real de Edom, se fortaleciera y se convirtiera en enemigo de Salomón.

15 Años antes, cuando David derrotó a los edomitas, Joab, que era el jefe del ejército de Israel, fue a Edom para sepultar a sus hombres muertos en batalla, aprovechó la ocasión para dar muerte a casi todos los varones del país.

16 [16-18] Seis meses se quedaron Joab y sus soldados en Edom, y acabaron con todos los varones edomitas. Tan solo Hadad, que en ese tiempo era un muchacho, logró escapar a Egipto, junto con algunos funcionarios que habían servido a su padre. Salieron de Madián y fueron a Parán, donde otros se les unieron y los acompañaron a Egipto. Allí el faraón les dio una casa, alimentos y tierras.

17

18

19

Hadad se convirtió en uno de los amigos más íntimos del faraón, y éste le dio por esposa a la hermana de la reina Tapenés.

20 Ella le dio un hijo, que fue llamado Guenubat, que creció en el palacio del faraón, entre los mismos hijos del faraón.

21 Cuando Hadad supo, en Egipto, que David y Joab habían muerto, pidió permiso al faraón para regresar a Edom.

22

—¿Por qué? —le preguntó el faraón—. ¿Qué es lo que te falta aquí? ¿En qué te hemos defraudado?

—Todo es maravilloso —contestó—, pero aun así me gustaría regresar a mi tierra.

23

Otro de los enemigos de Salomón, a quien Dios levantó con poder, fue Rezón hijo de Eliadá. Rezón fue un servidor de Hadad Ezer, rey de Sobá, pero lo abandonó y huyó del país.

24 Organizó una banda de delincuentes, y se convirtió en su jefe. Cuando David le mató algunos de sus hombres, Rezón se trasladó a Damasco y se quedó a vivir allí.

25 Fue de ese modo que Rezón llegó a ser rey de Siria. Durante todo el reinado de Salomón, Rezón fue enemigo de Israel. De modo que al daño que le causaba Hadad a Israel se unió el de Rezón.

26

Otro jefe rebelde fue Jeroboán hijo de Nabat, que pertenecía a la tribu de Efraín y vivía en Seredá. Su madre era Zerúa, una viuda.

27 [27-28] Este es el relato de su rebelión: Salomón estaba edificando el terraplén, para reparar los muros de la Ciudad de David. Jeroboán era muy capaz, y cuando Salomón vio que era muy activo y valeroso, lo encargó de vigilar el trabajo obligatorio de los descendientes de la tribu de José.

28

29

Un día cuando Jeroboán salía de Jerusalén, el profeta Ahías de Siló (que se había puesto una túnica nueva para la ocasión) lo encontró y lo llamó para conversar con él. Cuando los dos hombres estuvieron solos en el campo,

30 Ahías partió su túnica nueva en doce partes

31 y le dijo a Jeroboán: «Toma diez de estos pedazos, porque el SEÑOR, Dios de Israel dice: “Partiré el reino de manos de Salomón, y a ti te daré diez tribus.

32 Pero le dejaré una tribua por amor a David mi siervo y por amor a Jerusalén, la que he escogido por sobre todas las otras ciudades de Israel.

33 Porque Salomón me ha abandonado y ha adorado a Astarté, la diosa de los sidonios, a Quemós, el dios de Moab, y a Moloc, el dios de los amonitas. No ha seguido mis caminos y no ha hecho lo que considero justo; no ha guardado mis leyes y mis órdenes en la forma en que su padre David lo hizo.

34

»”Sin embargo, no le quitaré el reino ahora. Por amor a mi siervo David, a quien yo escogí, y que obedeció mis mandamientos, dejaré que Salomón reine por el resto de su vida.

35 Pero le quitaré el reino a su hijo y te entregaré a ti diez de las tribus.

36 Su hijo quedará con la tribu restante, de modo que los descendientes de David continuarán reinando en Jerusalén, la ciudad que yo escogí para que sea el lugar en que se rinda culto a mi nombre.

37 Yo te pondré en el trono de Israel, y te daré poder absoluto.

38 Si escuchas lo que te digo, andas en mis caminos y haces lo que yo considero recto, obedeciendo mis mandamientos, tal como mi siervo David lo hizo, te bendeciré, y tus descendientes gobernarán en Israel para siempre (una vez hice la misma promesa a David.

39 Pero por causa del pecado de Salomón castigaré a los descendientes de David, aunque no para siempre)”».

40

Salomón trató de matar a Jeroboán, pero éste huyó a Egipto, y le pidió refugio al rey Sisac, y permaneció allí hasta la muerte de Salomón.

41

Todo lo relacionado con el reinado de Salomón y su sabiduría está escrito en el libro de los hechos de Salomón.

42

Salomón reinó en Jerusalén cuarenta años,

43 y cuando murió fue sepultado en la ciudad de su padre, y su hijo Roboán reinó en su lugar.

12

1

La proclamación de Roboán como rey se celebró en Siquén. Todos los israelitas asistieron a la ceremonia de coronación.

2 [2-4] Jeroboán, que todavía estaba en Egipto, a donde había huido del rey Salomón, se enteró de la muerte de éste y de la coronación de Roboán, por medio de sus amigos. Entonces las tribus del norte de Israel le pidieron que fuera con ellos a Siquén. Así que Jeroboán y los israelitas fueron a ver a Roboán, y le dijeron:

—Tu padre fue un amo muy duro. No te queremos por rey, a menos que prometas tratarnos mejor de lo que él lo hizo.

3

4

5

Roboán les contestó:

—Denme tres días para pensarlo. Al cabo de ese tiempo regresen, y les daré mi respuesta.

Y el pueblo se fue.

6 Roboán habló del asunto con los ancianos que habían aconsejado a Salomón, su padre.

—¿Qué me aconsejan ustedes que le responda a esta gente? —les preguntó.

7

Y ellos le respondieron:

—Si les das una respuesta agradable y prometes ser bondadoso con ellos y servirles bien, podrás ser rey para siempre.

8

Pero Roboán rechazó el consejo de los ancianos y llamó a los jóvenes con los que se había criado.

9

—¿Qué piensan ustedes que debo hacer? ¿Qué le debo decir a esta gente que vino a pedirme que los tratara mejor de lo que los trató mi padre? —les preguntó.

10

Y los jóvenes le respondieron:

—Diles: “Si ustedes piensan que mi padre fue duro con ustedes, yo seré aún más duro.

11 Si mi padre, fue recio, yo seré aún más recio. Si mi padre los azotó con látigos, yo usaré escorpiones”.

12

Jeroboán y el pueblo regresaron a los tres días, que fue la fecha que el rey les dio.

13 [13-14] Entonces Roboán les respondió duramente, ignorando el consejo de los ancianos y siguiendo el de los jóvenes. Les dijo: «Si mi padre fue recio, yo seré aún más recio. Si mi padre los azotó con látigos, yo usaré escorpiones».

14

15 De modo que Roboán no tuvo en cuenta las peticiones del pueblo. Esto estaba de acuerdo con la voluntad del SEÑOR, y de esta forma se cumplió lo que él le había prometido a Jeroboán por medio de Ahías, el profeta de Siló.

16

[16-17] Cuando los israelitas comprendieron que el rey hablaba en serio y que se negaba a escucharlos, comenzaron a gritar:

«¡No queremos que ningún descendiente de David nos gobierne!

¡No tenemos nada que nos una a David, el hijo de Isaí!

¡Que el hijo de David reine sobre su propia familia!

¡Israelitas, regresemos a nuestras casas!»

Así que los israelitas se fueron a sus casas. Pero Roboán continuó siendo rey de los israelitas que vivían en las ciudades de Judá.

17

18 Tiempo después, cuando el rey Roboán envió a Adonirán, que era el supervisor del trabajo obligatorio, a que alistara hombres de otras tribus, una gran multitud lo apedreó hasta darle muerte. El rey Roboán se trepó a su carro y logró huir a Jerusalén.

19 Desde entonces Israel ha estado en rebeldía contra la dinastía de David.

20

Cuando el pueblo de Israel se enteró de que Jeroboán había regresado de Egipto, le pidió que convocara a una reunión a todo el pueblo, y allí lo hicieron rey de Israel. Solamente la tribu de Judá continuó bajo el reinado de la familia de David.

21

Cuando el rey Roboán llegó a Jerusalén, convocó a todos los hombres de Judá y de Benjamín que estaban preparados para la guerra, ciento ochenta mil soldados, a fin de obligar al resto de Israel a que lo reconociera como rey.

22 Pero Dios le envió este mensaje por medio de Semaías, el profeta:

23 [23-24] «Diles a Roboán, el hijo de Salomón, rey de Judá, y a todo el pueblo de Judá y de Benjamín que no deben pelear contra sus hermanos, el pueblo de Israel. Diles que se separen y vuelvan a sus casas, porque lo que le ha ocurrido a Roboán es conforme a mi voluntad». Entonces se disolvieron, y todos volvieron a sus casas, tal como el SEÑOR lo había ordenado.

24

25

Jeroboán entonces edificó la ciudad de Siquén, en la región montañosa de Efraín, y la convirtió en su capital. Más tarde construyó Peniel.

26 Jeroboán pensaba: «Si no pongo cuidado, el pueblo querrá tener a un descendiente de David como rey.

27 Cuando vayan a Jerusalén a ofrecer sacrificios en el templo del Señor, harán amistad con el rey Roboán; luego me matarán y le pedirán que sea rey en mi lugar».

28

Entonces, siguiendo el consejo de sus cortesanos, el rey hizo dos becerros de oro y le dijo al pueblo: «Es demasiado molesto tener que ir a Jerusalén para adorar; de ahora en adelante éstos serán sus dioses. Fueron ellos los que los sacaron a ustedes de la cautividad de Egipto».

29

Uno de los becerros fue colocado en Betel, y el otro en Dan.

30 Y esto fue un gran pecado, porque el pueblo los adoró.

31 También construyó santuarios en las colinas, y puso como sacerdotes a gente que no era de la tribu de Leví.

32 [32-33] Jeroboán también anunció que la festividad anual del día quince del mes octavo se celebraría en Betel, tal como se celebraba en Jerusalén. Él mismo ofreció sacrificios sobre el altar a los becerros en Betel y les quemó incienso. Y fue allí en Betel donde él nombró a los sacerdotes para los santuarios de las colinas.

13

1

Cuando Jeroboán se acercaba al altar para quemar el incienso al becerro de oro, vino un profeta de Judá, de parte del SEÑOR, y se le acercó.

2 Luego a una orden del SEÑOR, el profeta gritó: «¡Altar, altar! El SEÑOR dice que un niño llamado Josías nacerá de la línea de David, y él sacrificará sobre ti a los sacerdotes de los santuarios de las colinas que han venido aquí a quemar incienso; y los huesos de los hombres serán quemados sobre ti».

3

Entonces, como prueba de que su mensaje era verdadero, les dio una señal ese mismo día. Les dijo: «Este altar se partirá, y las cenizas que hay sobre él serán esparcidas».

4

El rey se puso furioso con el profeta por haber dicho esto. Entonces, señalando con su brazo al profeta, gritó a sus guardias: «¡Arresten a este hombre!» Pero instantáneamente el brazo del rey quedó paralizado, de modo que no podía bajarlo.

5 En aquel mismo momento apareció una gran grieta en el altar y las cenizas se esparcieron, tal como el profeta había dicho que ocurriría, porque ésta era la prueba de que Dios estaba hablando a través de él.

6

—¡Por favor, por favor! —gritaba el rey al profeta—, ruega al SEÑOR tu Dios que restablezca mi brazo nuevamente.

Entonces el profeta oró al SEÑOR, y el brazo del rey volvió a la normalidad.

7 Entonces el rey le dijo al profeta:

—Ven a mi casa conmigo, reposa un poco y come algo, pues quiero darte un regalo.

8

Pero el profeta le respondió:

—Aun cuando me dieras la mitad de tu palacio, no podría ir contigo; ni tampoco comeré, ni beberé agua en este lugar.

9 Porque el SEÑOR me ha dado estrictas órdenes de no comer ni beber agua mientras esté aquí, y de no regresar a Judá por el camino que vine.

10

Entonces regresó por otro camino.

11

En Betel vivía un anciano profeta. Y sus hijos fueron a casa y le contaron lo que el profeta de Judá había hecho, y lo que había dicho al rey.

12

—¿Por cuál camino se fue? —preguntó el anciano profeta.

Y ellos se lo le mostraron.

13

—Rápido, ensíllenme el burro —dijo el hombre.

Y cuando ellos lo ensillaron,

14 él cabalgó para ir a alcanzar al profeta, y lo encontró sentado debajo de una encina.

—¿Eres tú el profeta que vino de Judá? —le preguntó.

—Sí —le contestó—, yo soy.

15

Entonces el anciano le dijo al profeta:

—Ven a mi casa y come conmigo.

16

[16-17] —No —respondió—, no puedo; porque no puedo comer ni beber nada en Betel. El SEÑOR estrictamente me prohibió que lo hiciera; y también me dijo que no regresara a casa por el mismo camino que vine.

17

18

Pero el anciano le dijo:

—Yo también soy profeta como tú; y un ángel, por orden del SEÑOR, me dijo que debía llevarte a casa conmigo y darte alimento y agua.

Pero el anciano mentía.

19 Entonces regresaron juntos, y el profeta comió y bebió en casa del anciano.

20

Repentinamente, mientras estaban sentados a la mesa, le llegó un mensaje del SEÑOR al anciano,

21 [21-22] y le gritó al profeta de Judá:

—El SEÑOR dice que por cuanto has sido desobediente a su claro mandato, y has venido aquí, y has comido y bebido agua en el lugar que él te dijo que no lo hicieras, tu cuerpo no será sepultado junto al de tus padres.

22

23

Y luego de acabar la comida, el anciano ensilló el burro del profeta.

24 [24-25] Y el profeta emprendió la marcha, pero mientras viajaba solo, salió un león y lo mató. Su cuerpo quedó en el camino, y el burro y el león se quedaron parados junto a él. Los que pasaron y vieron el cuerpo tirado en el camino, y el león tranquilamente parado a su lado, fueron y lo contaron en Betel, donde vivía el profeta anciano.

25

26

Cuando el anciano profeta se enteró de lo que le había ocurrido, exclamó: «¡Es el profeta que desobedeció la orden del SEÑOR! Por eso, el SEÑOR cumplió su amenaza e hizo que el león lo matara».

27

Entonces dijo a sus hijos:

—Ensillen mi burro.

Y ellos lo hicieron.

28

El anciano profeta salió, y encontró el cuerpo del profeta tirado en el camino, y el burro y el león estaban aún parados junto a él, porque el león no se había comido el cuerpo ni atacado al burro.

29 Entonces el profeta puso el cuerpo en el burro, lo llevó de regreso a la ciudad para hacer duelo por él y para sepultarlo.

30 Puso el cuerpo en su propia tumba y exclamó: «¡Ay, hermano mío!»

31

Después dijo a sus hijos: «Cuando yo muera, sepúltenme en la tumba donde está sepultado el profeta. Pongan mis huesos junto a sus huesos.

32 Porque, sin duda alguna, el mensaje que él dio, en nombre del SEÑOR, contra el altar de Betel y contra los santuarios de la ciudad de Samaria se cumplirá».

33

Pero a pesar de la advertencia del profeta, Jeroboán no se apartó de sus malos caminos. En vez de eso, nombró más sacerdotes de entre la gente del pueblo, para que ofrecieran sacrificios a los ídolos en los santuarios de las colinas. Todo el que quisiera ser sacerdote podía pedirle a Jeroboán que lo nombrara como tal, y él lo hacía.

34 Este era un gran pecado, y dio como resultado la destrucción del reinado de Jeroboán, y la muerte de toda su familia.

14

1

Abías, el hijo de Jeroboán, estaba muy enfermo.

2 Jeroboán le dijo a su esposa: «Disfrázate de manera que nadie pueda reconocer que eres la reina, y anda a consultar a Ahías, el profeta de Siló, el hombre que me dijo que yo sería rey.

3 Llévale un regalo de diez panes, algunas tortas de higo, un cántaro de miel, y pregúntale si el niño vivirá».

4

Así que la esposa de Jeroboán fue a casa de Ahías, en Siló. Como el profeta era muy anciano, ya no podía ver.

5 Pero el SEÑOR le dijo que la reina, pretendiendo pasar por otra persona, vendría a preguntarle acerca de su hijo, que estaba muy enfermo. Y el SEÑOR le comunicó el mensaje que debía darle.

6

Cuando Ahías oyó que alguien llamaba a la puerta, gritó: «Pasa, esposa de Jeroboán. ¿Por qué pretendes pasar por otra persona? Tengo tristes noticias para ti.

7 Dale a tu esposo este mensaje de parte del SEÑOR, Dios de Israel: “Te saqué del común de lo pueblo para hacerte rey de Israel.

8 Le quité el reino a la familia de David y te lo entregué, pero tú no has obedecido mis mandamientos, de la manera que David lo hizo. El deseo de su corazón siempre era obedecerme y hacer lo que yo quería que él hiciera.

9 Pero tú solo has hecho más mal que todos los otros reyes que te han precedido; has fabricado ídolos de otros dioses. Lo que has conseguido con tus becerros de oro es que mi ira suba de punto. Y puesto que te has negado a reconocerme,

10 yo traeré el desastre sobre tu casa y acabaré con todos los varones de tu familia, tanto esclavos como libres. Barreré a tu familia, de la misma forma en que de un establo se barre el estiércol, sin que quede rastro alguno.

11 Prometo que los de tu familia que mueran en la ciudad serán comidos por los perros, y los que mueran en los campos serán comidos por los buitres. Te lo digo yo, el SEÑOR”».

12

Entonces Ahías le dijo a la esposa de Jeroboán: «Vete a casa. Cuando entres en la ciudad morirá tu hijo.

13 Todo Israel lo llorará y lo sepultarán, pero es el único miembro de la familia de Jeroboán que será sepultado, ya que él es el único de la familia que tendrá un final tranquilo.

14

»Y el SEÑOR levantará un rey en Israel que destruirá a la familia de Jeroboán. ¡Y será muy pronto!

15 Entonces el SEÑOR sacudirá a Israel de la manera que una caña es sacudida por el agua en el arroyo; desarraigará al pueblo de Israel de esta buena tierra de sus padres, y esparcirá a sus habitantes más allá del río Éufrates, porque ellos, por adorar ídolos, han hecho enojar al SEÑOR.

16 Él abandonará a Israel, porque Jeroboán pecó contra él, e hizo pecar a todo Israel juntamente con él».

17

Entonces la esposa de Jeroboán regresó a Tirsá. Tan pronto ella entró a su casa, el niño murió.

18 Y hubo llanto por él a través de toda la tierra, tal como el SEÑOR lo había anunciado por medio del profeta Ahías.

19

El resto de las actividades de Jeroboán, sus guerras y los demás sucesos de su reinado, están anotados en los Anales de los Reyes de Israel.

20 Jeroboán reinó veintidós años, y cuando murió, su hijo Nadab subió al trono.

21

Mientras tanto, Roboán hijo de Salomón reinaba en Judá. Tenía cuarenta y un años cuando comenzó a reinar, y estuvo en el trono diecisiete años en Jerusalén, ciudad que entre todas las ciudades de Israel el SEÑOR había escogido para habitar en ella. (La madre de Roboán era Noamá, una mujer amonita).

22

Durante su reinado, el pueblo de Judá, como el de Israel, hizo lo malo. Su maldad fue peor que la de sus antepasados, razón por la cual el SEÑOR se enojó con ellos.

23 El pueblo edificó santuarios, altares e ídolos en toda colina y bajo todo árbol frondoso.

24 A través de todo el país los hombres practicaban la prostitución como si fuera un acto de adoración, de modo que el pueblo de Judá llegó a ser tan depravado como aquellas naciones que el SEÑOR había expulsado del territorio que ahora le pertenecía a Israel.

25

En el quinto año del reinado de Roboán, el rey Sisac, de Egipto, atacó y conquistó Jerusalén.

26 Saqueó el templo del Señor y los tesoros de la casa real, y se llevó todo, incluyendo los escudos de oro que Salomón había hecho. Para reemplazarlos, Roboán hizo escudos de bronce, y los puso bajo la custodia de los guardias que cuidaban las puertas.

27

28 Cuando el rey iba al templo del SEÑOR, los guardias los portaban y luego los guardaban en la sala de la guardia.

29

Los demás sucesos del reinado de Roboán están escritos en los Anales de los Reyes de Judá.

30 Hubo guerra permanente entre Roboán y Jeroboán.

31 Cuando Roboán, el hijo de la amonita Noamá, murió, fue sepultado entre sus antepasados, en la Ciudad de David, y en su lugar reinó su hijo Abías.

15

1

Abías comenzó a reinar sobre Judá, y reinó tres años en Jerusalén. La madre de Abías fue Macá, hija de Abisalón. Cuando comenzó a reinar, ya Jeroboán llevaba dieciocho años reinando sobre Israel.

2

3 Fue tan pecador como su padre, y su corazón no fue leal a Dios, como sí lo fue el de David.

4 Pero a pesar del pecado de Abías, el SEÑOR recordó el amor de David y no permitió que se acabara la dinastía de David. Por eso, permitió que Abías tuviera un hijo que se sentara sobre el trono en Jerusalén.

5 Porque David había obedecido al SEÑOR durante toda su vida, salvo en el asunto de Urías el hitita.

6

Durante el reinado de Abías hubo guerra permanente entre Israel y Judá.

7 El resto de la historia de Abías está escrita en los Anales de los Reyes de Judá.

8 Cuando murió, fue sepultado en la Ciudad de David, y en su lugar reinó su hijo Asá.

9

Asá subió al trono de Judá en Jerusalén, cuando Jeroboán llevaba veinte años reinando sobre Israel,

10 y reinó cuarenta y un años (su abuela fue Macá, la hija de Abisalón).

11

Asá agradó al SEÑOR, tal como lo había hecho el rey David.

12 Echó de la tierra a todos los que practicaban la prostitución como si fuera un acto de adoración, y destruyó todos los ídolos que su padre había hecho.

13 Depuso a su abuela Macá, como reina madre, debido a que ella había hecho un ídolo. Asá destruyó y quemó este ídolo en el arroyo de Cedrón.

14 Sin embargo, no quitó los santuarios de las colinas. Pero, aun así, se mantuvo fiel al SEÑOR.

15 También llevó al templo del SEÑOR el oro, la plata y demás objetos que él y su padre le habían ofrecido a Dios.

16

Hubo guerra constante entre el rey Asá, de Judá, y el rey Basá, de Israel.

17 El rey Basá construyó la ciudad fortificada de Ramá, en un intento de acabar con todo trato con Jerusalén.

18 Entonces Asá tomó todo el oro y la plata que había en la tesorería del templo del SEÑOR y en los tesoros de la casa del rey, y se lo dio a sus siervos para que lo llevaran a Damasco, al rey Ben Adad. Este era hijo de Tabrimón y nieto de Hezión. Junto con este presente, Asá le envió el siguiente mensaje a Ben Adad:

19 «Hagamos alianza de la manera que nuestros padres la hicieron. Te envío un presente de oro y plata. Rompe ahora tu alianza con el rey Basá, de Israel, para que se marche y me deje tranquilo».

20

Ben Adad estuvo de acuerdo, y envió sus jefes contra algunas de las ciudades de Israel, y conquistó a Iyón, Dan, Abel Betmacá, todo Quinéret, y la región de Neftalí.

21 Cuando Basá supo del ataque, dejó de edificar la ciudad de Ramá y se volvió a Tirsá.

22 Entonces el rey Asá convocó a todos los de Judá, y pidió que todo hombre capacitado ayudara a demoler Ramá y a acarrear sus piedras y la madera. El rey Asá usó estos materiales para edificar la ciudad de Gueba de Benjamín y la ciudad de Mizpa.

23

El resto de la biografía de Asá, sus conquistas y hechos y los nombres de las ciudades que edificó se encuentra en los Anales de los Reyes de Judá. En su ancianidad se enfermó de los pies,

24 y cuando murió fue sepultado en el cementerio real de la Ciudad de David. El nuevo rey de Judá fue su hijo Josafat.

25

Mientras tanto, en Israel, Nadab, el hijo de Jeroboán, era el nuevo rey. Reinó dos años, comenzando en el segundo año del reinado de Asá, de Judá.

26 Pero no fue un buen rey. Al igual que su padre, adoró muchos ídolos y condujo a Israel al pecado.

27

Entonces Basá (el hijo de Ahías, de la tribu de Isacar) levantó una sedición en su contra y lo asesinó, mientras estaba con Israel sitiando la ciudad filistea de Guibetón.

28 Esto ocurrió cuando Asá, rey de Judá, llevaba tres años reinando sobre Judá. Fue así como Basá, después de matar a Nadad, lo sucedió en el trono.

29 Inmediatamente mató a todos los descendientes del rey Jeroboán, de manera de que nadie quedó de la familia real, tal como el SEÑOR lo había anunciado por medio del profeta Ahías, de Siló.

30 Esto ocurrió porque Jeroboán había hecho enojar al SEÑOR, Dios de Israel, pecando y conduciendo al resto de Israel al pecado.

31

Los demás detalles del reinado de Basá están escritos en los Anales de los Reyes de Israel.

32 Hubo guerra permanente entre el rey Asá, de Judá, y el rey Basá, de Israel.

33

Cuando Asá, rey de Judá, llevaba ya tres años reinando, Basá hijo de Ahías comenzó a reinar sobre todo Israel. Su reinado duró veinticuatro años, y la capital de su reino fue Tirsá.

34 Continuamente desobedeció al SEÑOR, ya que siguió el mal ejemplo de Jeroboán, e hizo que el pueblo de Israel siguiera el pecado de adorar ídolos.

16

1

En aquel tiempo, el profeta Jehú hijo de Jananí le entregó al rey Basá este mensaje de condenación enviado por el SEÑOR:

2 «Yo te levanté desde el polvo para hacerte rey de mi pueblo Israel, pero tú has andado en los malos caminos de Jeroboán. Has hecho pecar a mi pueblo, y estoy airado.

3 Ahora te destruiré a ti junto con tu familia, de la manera que hice con los descendientes de Jeroboán.

4 [4-7] Los de tu familia que mueran en la ciudad serán comidos por los perros, y los que mueran en el campo serán comidos por los buitres».

Este mensaje fue enviado a Basá y a su familia debido a que ellos, con sus malas acciones, hicieron que la ira del SEÑOR se encendiera. Basá fue tan malo como Jeroboán, a pesar de que el SEÑOR había destruido a los descendientes de éste por sus pecados.

El resto de la biografía de Basá, sus hechos y sus conquistas, están escritos en los Anales de los Reyes de Israel.

Cuando Basá murió, lo sepultaron en Tirsá, y su hijo Elá reinó en su lugar.

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6

7

8

Cuando Asá llevaba veintiséis años reinando en Judá, Elá hijo de Basá comenzó a reinar en Israel, pero reinó solamente dos años. La capital de su reino fue Tirsá.

9 Luego el general Zimri, que había estado a cargo de los carros reales, se levantó en su contra. Un día el rey Elá estaba bebiendo y se había embriagado en casa de Arsá, administrador de su palacio.

10 Zimri simplemente entró y lo mató. Esto ocurrió durante el año veintisiete del reinado del rey Asá, de Judá. Entonces Zimri se proclamó nuevo rey de Israel.

11 Inmediatamente Zimri mató a toda la familia real, sin dejar un solo niño varón. Acabó con los parientes lejanos y con sus amigos.

12 La destrucción de los descendientes de Basá estaba de acuerdo con lo que el SEÑOR había anunciado por medio del profeta Jehú.

13 La tragedia ocurrió debido a los pecados de Basá y de su hijo Elá, quienes condujeron a Israel a la idolatría, lo que provocó la ira del SEÑOR.

14

El resto de la historia del reinado de Elá está escrito en los Anales de los Reyes de Israel.

15

[15-16] Asá llevaba veintisiete años reinando en Judá, cuando Zimri ocupó el trono de Israel. Pero solamente reinó siete días en Tirsá, pues cuando las tropas de Israel, que estaban atacando la ciudad filistea de Guibetón, se enteraron de que Zimri había asesinado al rey, nombraron a Omrí, jefe del ejército, como el nuevo rey.

16

17 Entonces Omrí y todo Israel se retiraron de Guibetón y regresaron a sitiar Tirsá, capital de Israel.

18 Cuando Zimri vio que la ciudad había sido tomada, entró al palacio y lo incendió, y murió en medio de las llamas.

19 Porque él también había pecado a la manera de Jeroboán; había adorado ídolos y había hecho que el pueblo de Israel pecara juntamente con él.

20

El resto de la historia de Zimri y su traición está escrito en los Anales de los Reyes de Israel.

21

El reino de Israel se dividió en dos: la mitad del pueblo siguió a Omrí, y la otra mitad, a Tibní hijo de Guinat.

22 Pero Omrí venció, y Tibní fue muerto; entonces Omrí reinó sin oposición.

23

El rey Asá de Judá llevaba treinta y un años en el trono, cuando Omrí comenzó a reinar sobre Israel. Su reinado duró doce años, seis de ellos en Tirsá.

24 Omrí le compró a un tal Sémer el monte de Samaria por sesenta y siete kilos de plata, y edificó allí una ciudad, a la que llamó Samaria en honor de Sémer.

25 Pero Omrí fue peor que todos los reyes que hubo antes de él;

26 adoró ídolos a la manera de Jeroboán e hizo que Israel cometiera su mismo pecado. Y esto provocó grandemente la ira del SEÑOR, Dios de Israel.

27 El resto de la historia de Omrí está escrita en los Anales de los Reyes de Israel.

28

Cuando Omrí murió, fue sepultado en Samaria, y reinó en su lugar su hijo Acab.

29

El rey Asá llevaba treinta y ocho años de reinado en Judá, cuando Acab comenzó a reinar sobre Israel; y Acab reinó durante veintidós años, en Samaria.

30 Pero fue aún más perverso que su padre Omrí, y peor que cualquier otro rey de Israel.

31 Y como si esto no fuera suficiente, se casó con Jezabel, la hija del rey Et Baal de los sidonios, y comenzó a adorar a Baal.

32 Primero edificó en Samaria un templo y un altar para Baal.

33 Luego hizo otros ídolos, como el de la diosa Aserá, y con esto provocó la ira del SEÑOR, Dios de Israel, más que cualquiera de los demás reyes que Israel había tenido antes de él.

34

Fue durante su reinado que Jiel, un hombre de Betel reedificó la ciudad de Jericó. Cuando puso los cimientos, murió su hijo mayor Abirán; y cuando la completó y colocó las puertas, murió su hijo menor Segub. Así se cumplió la maldición que el SEÑOR había lanzado sobre Jericó, por medio de Josué hijo de Nun.

17

1

Elías, el profeta de Tisbé de Galaad, le dijo al rey Acab: «Tan cierto como que el SEÑOR, Dios de Israel, vive, el Dios al cual adoro y sirvo, te digo que no habrá rocío ni lluvia durante varios años en Israel, hasta que yo lo diga».

2

El SEÑOR le dijo a Elías:

3 «Ve hacia el oriente y escóndete en el arroyo de Querit, al oriente de donde desemboca en el río Jordán.

4 Beberás agua del arroyo y comerás lo que los cuervos te lleven, porque yo les he ordenado que te den de comer».

5

Elías hizo lo que el SEÑOR le había dicho, y fue y acampó junto al arroyo.

6 Los cuervos le traían pan y comida cada mañana y cada tarde, y bebía del arroyo.

7

Pero después de un tiempo, el arroyo se secó, porque no llovía en ningún lugar de la tierra.

8 [8-9] Entonces el SEÑOR le dijo: «Vete a vivir al pueblo de Sarepta, junto a la ciudad de Sidón. Allí hay una viuda, a la que le he ordenado que te dé comida».

9

10

Entonces él se fue a Sarepta. Cuando llegó junto a las puertas de la ciudad, vio a una viuda que recogía leña, y le pidió un vaso de agua.

11

Cuando ella iba a buscarlo, él la llamó, y le dijo:

—Además, tráeme un pedazo de pan.

12

Pero ella le respondió:

—La verdad es que no tengo ni un solo pedazo de pan. Lo único que me queda es un puñado de harina y un poco de aceite. Estaba juntando algunas ramas para hacer fuego, para preparar mi última comida, para que luego mi hijo y yo nos muramos de hambre. Esto es tan cierto como que el SEÑOR tu Dios vive.

13

Pero Elías le dijo:

—No temas. Anda y haz lo que habías pensado hacer; pero antes prepárame un pan con lo que tienes. Luego prepara algo para ti y para tu hijo.

14 Porque el SEÑOR, Dios de Israel, dice que siempre habrá suficiente harina y aceite en tus depósitos hasta el día en que él envíe la lluvia, y vuelva a haber cosecha.

15

Ella hizo lo que Elías dijo; y los tres siguieron comiendo de la provisión de harina y aceite todo el tiempo que fue necesario.

16 No importaba qué cantidad usara, siempre quedaba suficiente en los depósitos, tal como el SEÑOR lo había prometido por medio de Elías.

17

Pero un día se enfermó el hijo de la mujer, y murió.

18

—¡Varón de Dios! —lloró ella—, ¿qué me has hecho? ¿Has venido aquí a castigarme por mis pecados, y a matar a mi hijo?

19

—Dámelo —respondió Elías.

Elías tomó el cuerpo del niño y lo llevó al aposento alto, a la pieza de huéspedes donde vivía, y puso al niño en la cama.

20 Luego clamó al SEÑOR: « SEÑOR mi Dios, ¿por qué le has mandado la muerte al hijo de esta viuda que me está hospedando?»

21 Enseguida, se extendió sobre el niño tres veces, y clamó al SEÑOR: «¡SEÑOR mi Dios, permite que este niño vuelva a la vida!»

22

El SEÑOR oyó la oración de Elías, y el niño volvió a vivir.

23 Entonces Elías lo llevó abajo y se lo entregó a su madre:

—¡Mira, tu hijo vive! —le dijo.

24

—Ahora sé ciertamente que tú eres un profeta —le dijo ella— y que todo lo que tú dices viene de parte del SEÑOR.

18

1

Tres años más tarde, el SEÑOR le dijo a Elías: «Ve y dile al rey Acab que pronto enviaré lluvia nuevamente».

2 Entonces Elías fue a decírselo. Debido a la sequía era mucha el hambre que había en Samaria.

3

[3-4] El hombre que estaba a cargo de la casa de Acab era Abdías, un devoto servidor del SEÑOR. Una vez, cuando la reina Jezabel trató de matar a todos los profetas del SEÑOR, Abdías escondió a un centenar de ellos en dos cuevas, cincuenta en cada una, y los alimentó con pan y agua.

4

5

Aquel mismo día, mientras Elías iba al encuentro del rey Acab, éste le había dicho a Abdías: «Debemos recorrer la tierra en busca de arroyos y ríos. Es probable que encontremos pasto para alimentar los caballos y las mulas, porque si no, se van a morir de hambre».

6

Así que cada uno tomó una dirección opuesta, para ir a recorrer la tierra.

7 Repentinamente, Abdías vio que Elías se le acercaba. Abdías lo reconoció inmediatamente y cayó en tierra delante de él.

—¿Eres tú, mi señor Elías? —le preguntó.

8

—Sí, soy yo —respondió Elías—. Ahora ve y dile al rey que yo estoy aquí.

9

—Señor —protestó Abdías—, ¿qué mal he cometido yo, para que usted me envíe a darle ese mensaje a Acab? ¡Eso es entregarme en sus manos para que me mate!

10 Porque, ciertamente, el rey lo ha buscado a usted por todas las naciones y reinos de la región. Cada vez que se le ha dicho: “Elías no está aquí”, el rey Acab ha obligado al rey de esa nación a jurarle que le está diciendo la verdad.

11 Y ahora, usted me dice: “Ve y dile que Elías está aquí”.

12 Pero en cuanto yo me haya ido, el Espíritu del SEÑOR se lo llevará a usted a quién sabe qué lugar, y cuando Acab venga y no lo encuentre, me matará. Usted bien sabe que yo he sido un verdadero siervo del SEÑOR toda mi vida.

13 ¿No le han contado que cuando Jezabel estaba tratando de matar a los profetas del SEÑOR, yo escondí a un centenar de ellos en dos cuevas, y les di pan y agua?

14 Y ahora usted me dice: “Ve y dile al rey que Elías está aquí”. Señor, si hago eso soy hombre muerto.

15

Pero Elías le dijo:

—Te juro por el SEÑOR, el Dios todopoderoso, en cuya presencia estoy, que hoy me presentaré ante Acab.

16

Entonces Abdías fue y le dijo a Acab que Elías había llegado; y Acab fue a encontrarse con él.

17

—¡Así que tú eres el hombre que ha traído todo este desastre sobre Israel! —exclamó Acab, en cuanto lo vio.

18

—Tú eres el que ha traído este desastre —respondió Elías—. Porque tú y tu familia se han negado a obedecer al SEÑOR, y han adorado a Baal.

19 Ahora, convoca a todo el pueblo de Israel. Diles que vayan al monte Carmelo, junto con los cuatrocientos cincuenta profetas de Baal y los cuatrocientos profetas de la diosa Aserá, que tienen el apoyo de Jezabel.

20

Entonces Acab convocó a todo el pueblo y a los profetas en el monte Carmelo.

21 Una vez allí, Elías les dijo:

—¿Hasta cuándo estarán ustedes vacilando entre dos opiniones? —le preguntó al pueblo—. ¡Si el SEÑOR es Dios, síganlo; pero si Baal es Dios, sigan a Baal!

22

Y añadió:

—Yo soy el único profeta que queda de los profetas del SEÑOR, pero Baal tiene cuatrocientos cincuenta profetas.

23 Traigan ahora dos becerros. Los profetas de Baal pueden elegir uno de ellos, cortarlo en pedazos y ponerlo sobre la leña en el altar, pero sin encender fuego bajo la leña; yo prepararé el otro becerro y lo pondré sobre la leña, en el altar del SEÑOR, y tampoco encenderé fuego debajo.

24 Entonces ustedes oren a su dios, y yo oraré al SEÑOR. El que responda enviando fuego para encender la leña, ese es el verdadero Dios.

Todo el pueblo estuvo de acuerdo en someterse a esta prueba.

25

Elías se volvió a los profetas de Baal, y les dijo:

—Empiecen ustedes, pues son la mayoría. Escojan uno de los becerros, prepárenlo, y luego invoquen a su dios; pero no enciendan fuego debajo de la leña.

26

Ellos prepararon uno de los becerros y lo pusieron sobre el altar. Y estuvieron invocando a Baal toda la mañana.

—Baal, óyenos —gritaban, mientras saltaban alrededor del altar que habían construido.

Pero no recibieron respuesta de ningún tipo.

27 Alrededor del mediodía, Elías comenzó a burlarse de ellos:

—Ustedes tienen que gritar más fuerte —les decía—. De seguro que es dios, pero tienen que llamar su atención. Quizás está conversando con alguien, o quizás está sentado meditando, o quizás está de viaje, o se ha dormido y hay que despertarlo.

28

Entonces ellos gritaron con más fuerza y, según era su costumbre, comenzaron a cortarse con cuchillos y espadas hasta chorrear sangre.

29 Gritaron toda la tarde hasta la hora del sacrificio, pero no hubo respuesta; no sucedió nada, nadie les prestó atención.

30

Entonces Elías llamó al pueblo:

—Acérquense —les dijo.

Y todos se acercaron mientras él reparaba el altar del SEÑOR, que estaba destruido.

31 Tomó doce piedras, una en representación de cada tribu de Israel,

32 y usó las piedras para reedificar el altar del SEÑOR. Luego cavó una zanja donde cabían unos doce litros de agua.

33 Puso la leña sobre el altar, cortó en pedazos el becerro y puso los trozos sobre la leña.

—Llenen cuatro cántaros de agua —dijo— y derramen el agua sobre el becerro y la leña.

Después que lo hicieron les dijo:

34

—Háganlo nuevamente—. Y ellos lo hicieron.

—Háganlo una vez más —volvió a decirles.

Ellos lo hicieron,

35 y el agua corrió alrededor del altar y llenó la zanja que Elías había hecho.

36

Cuando llegó la hora del acostumbrado sacrificio de la tarde, Elías se dirigió hasta el altar y oró: «SEÑOR, Dios de Abraham, Isaac e Israel, demuestra que tú eres el Dios de Israel, y que yo soy tu siervo; demuestra que yo he hecho todo esto por orden tuya.

37 SEÑOR, respóndeme. Respóndeme para que esta gente sepa que tú eres Dios, y que quieres que ellos se vuelvan a ti».

38

Entonces, repentinamente, descendió fuego del cielo y quemó el becerro, la leña, las piedras, el polvo, e hizo que se evaporara el agua que había en la zanja.

39

Y cuando los que estaban allí vieron esto, se inclinaron con sus rostros en tierra, gritando:

—¡El SEÑOR es Dios! ¡El SEÑOR es Dios!

40

Entonces Elías les ordenó:

—¡Agarren a todos los profetas de Baal! ¡Que ninguno escape!

Ellos los atraparon a todos, y Elías los condujo al arroyo de Quisón, y allí los degolló.

41

Después Elías le dijo a Acab:

—Ve y disfruta de una buena comida. Oigo que se acerca una tormenta.

42

Enseguida Acab se fue a comer y a beber. Pero Elías se subió a la cumbre del monte Carmelo y se arrodilló con su rostro entre las rodillas,

43 y le dijo a su siervo:

—Ve y mira hacia el mar.

Él fue y miró, y regresó y le dijo a Elías:

—No se ve nada.

Entonces Elías le dijo:

—Ve siete veces.

44

Finalmente, a la séptima vez, el siervo le dijo:

—Veo una pequeña nube, como del tamaño de una mano de hombre, que se levanta del mar.

Entonces Elías gritó:

—Corre a decirle a Acab que se suba a su carro y baje de la montaña o será detenido por la lluvia.

45

Poco después, el cielo se oscureció con nubes, y comenzó a soplar un viento que trajo una terrible tormenta. Acab salió apresuradamente hacia Jezrel.

46 Elías, por su parte, se amarró el manto con el cinturón, y echó a correr hacia Jezrel, y llegó primero que Acab, pues el SEÑOR, con su poder, fortaleció a Elías para que pudiera correr.

19

1

Cuando Acab le contó a Jezabel lo que había hecho Elías, y cómo había dado muerte a los profetas de Baal,

2 ella le envió este mensaje a Elías: «¡Te juro por mis dioses, que mañana, a esta misma hora, tú serás hombre muerto! ¡Así como mataste a mis profetas, yo te mataré a ti!»

3

Elías entonces huyó para salvar su vida. Se fue a Berseba, ciudad de Judá, y dejó a su siervo allí.

4 Luego se internó en el desierto. Después de caminar todo un día, se sentó bajo un arbusto, y sintió deseos de morir.

«¡Basta! —le dijo al SEÑOR—. ¡Quítame la vida, pues no soy mejor que mis antepasados!»

5

Entonces se acostó y se quedó dormido bajo el arbusto. Pero mientras dormía, un ángel lo tocó y le dijo: «Levántate y come».

6 Él miró y vio que había un pan cocido sobre piedras calientes, y un cántaro de agua. Entonces comió, bebió y se acostó nuevamente.

7

Entonces el ángel del SEÑOR volvió, lo tocó y le dijo: «Levántate y come más, porque tienes un largo viaje por delante».

8 Entonces Elías se levantó, comió y bebió, y recobró suficientes fuerzas para viajar durante cuarenta días y cuarenta noches hasta el monte Horeb, el monte de Dios.

9 Al llegar allí, se metió en una cueva, para pasar la noche.

Pero el SEÑOR le dijo:

—¿Qué haces aquí, Elías?

10

Él contestó:

—Siento un ardiente amor por ti, Dios todopoderoso; me duele ver cómo el pueblo de Israel ha quebrantado el pacto contigo, ha derribado tus altares, ha dado muerte a tus profetas. ¡Sólo yo he quedado, y ahora están tratando de matarme a mí también!

11

—Sal y ponte delante de mí, en la montaña, pues voy a pasar por aquí —le dijo el SEÑOR.

En ese momento, sopló un fuerte viento que azotó las montañas. Era tan terrible que hacía añicos las rocas y partía las montañas, pero el SEÑOR no estaba en el viento. Después del viento hubo un terremoto, pero el SEÑOR no estaba en el terremoto.

12 Y después del terremoto hubo fuego, pero el SEÑOR no estaba en el fuego. Y después del fuego se oyó un susurro suave y apacible.

13 Cuando Elías lo oyó, se cubrió el rostro con el manto, salió y estuvo parado a la entrada de la cueva.

—¿Por qué estás aquí, Elías?

14

Él respondió nuevamente:

—Siento un ardiente amor por ti, Dios todopoderoso; me duele ver cómo el pueblo de Israel ha quebrantado el pacto contigo, ha derribado tus altares y ha dado muerte a tus profetas. ¡Sólo yo he quedado, y ahora están tratando de matarme a mí también!

15

El SEÑOR le dijo:

—Regresa a Damasco, por el camino del desierto, y cuando llegues unge a Jazael para que sea rey de Siria.

16 Luego unge a Jehú hijo de Nimsi, para que sea rey de Israel, y unge a Eliseo hijo de Safat, de Abel Mejolá, para que te reemplace como profeta mío.

17 Quien escape de Jazael, Jehú lo matará, y los que escapen de Jehú, Eliseo los matará.

18 Pero tienes que saber que aún quedan siete mil hombres en Israel que jamás se han inclinado ante Baal ni lo han adorado.

19

Entonces Elías fue y halló a Eliseo, mientras éste araba un campo. Dirigía la última de las doce yuntas que estaban trabajando. Elías se acercó a él, le puso el manto en sus hombros y se alejó.

20 Eliseo dejó los bueyes allí, corrió tras Elías, y le dijo:

—Primero deja que me despida de mi padre y de mi madre con un beso, y luego me iré contigo.

Elías le respondió:

—Puedes hacerlo. Sólo ten presente lo que te he hecho hoy.

21

Eliseo entonces regresó. Luego tomó los bueyes, los mató y usó la leña del arado para hacer una fogata, para asar la carne. Invitó a su gente a comer del asado, y ellos aceptaron su invitación. Luego se fue con Elías, como su ayudante.

20

1

Ben Adad, de Siria, movilizó su ejército para ir a sitiar a Samaria, la capital de Israel. Para esto contó con el apoyo de treinta y dos reyes amigos, con sus carros de combate y sus caballos.

2 [2-3] Envió este mensaje a Acab, rey de Israel: «Tu plata y tu oro son míos, y mías son las mujeres y tus hermosos hijos».

3

4

Por su parte, Acab le envió esta respuesta: «Bien, señor mío, tal como tú lo dices, yo soy tuyo, y todo lo que tengo es tuyo».

5

[5-6] Después volvieron los mensajeros de Ben Adad y le trajeron otro mensaje: «No solamente debes darme el oro, la plata, las mujeres y los niños, sino que mañana a esta hora enviaré a mis hombres para que busquen en tu casa y en las casas de tu pueblo, y saquen cuanto a ellos les guste».

6

7

Entonces Acab convocó a sus consejeros:

—Miren lo que este hombre está haciendo —se quejó—. Sigue buscando problemas, a pesar de que le dije que podía llevarse las mujeres, los niños, el oro y la plata, tal como lo había pedido.

8

—No le entregues nada más —le aconsejaron los ancianos.

9

Entonces él les dijo a los mensajeros de Ben Adad:

—Díganle a mi señor, el rey: “Yo te daré todo lo que pediste la primera vez, pero lo otro no”.

Entonces los mensajeros regresaron para darle el mensaje a Ben Adad.

10 El rey de los sirios envió este otro mensaje a Acab: «¡Que los dioses me hagan más de lo que te puedo hacer a ti, si dejo que en Samaria quede el polvo suficiente para que cada uno de los que me siguen se lleve un puñado!»

11

El rey Acab le respondió: «¡No te jactes de la victoria sin siquiera haber peleado todavía!».

12

La respuesta de Acab la recibieron Ben Adad y los otros reyes mientras estaban bebiendo en su campamento. Inmediatamente Ben Adad ordenó a su tropa: «¡Prepárense para el ataque!» De modo que se prepararon para ir a atacar la ciudad.

13

Entonces vino un profeta a ver al rey Acab, y le dio este mensaje de parte del SEÑOR:

—¿Ves a todos estos enemigos? Hoy los entregaré en tus manos, así no te quedará ninguna duda de que yo soy el SEÑOR.

14

Acab respondió:

—Y, ¿cómo lo hará?

Y el profeta respondió:

—El SEÑOR dice que lo hará por medio de los siervos de los príncipes de las provincias.

—¿Atacaremos nosotros primero? —preguntó Acab.

—Sí —respondió el profeta.

15

Entonces Acab pasó revista a los siervos de los príncipes de las provincias, que eran doscientos treinta y dos. Luego pasó revista a todo el pueblo, el cual estaba integrado por siete mil hombres.

16 Hacia el mediodía, cuando Ben Adad y los treinta y dos reyes aliados estaban bebiendo y se habían embriagado, salieron los primeros hombres de Acab de la ciudad.

17 Cuando se acercaban, los vigías de Ben Adad le informaron:

—Vienen algunos hombres.

18

—Tómenlos vivos —ordenó Ben Adad—, ya sea que vengan en son de paz o de guerra.

19

Entonces todo el pueblo que seguía a Acab se unió al ataque.

20 Cada uno mató a un soldado sirio, y repentinamente, todos los sirios huyeron presas del pánico. Los israelitas los persiguieron, pero el rey Ben Adad y unos pocos jinetes escaparon.

21 Sin embargo, el grueso de los caballos y carros fueron capturados, y la mayor parte de los sirios murió en aquella batalla.

22

Entonces el profeta se acercó al rey Acab y le dijo: «Prepárate para otro ataque, pues el rey de Siria volverá a atacar el próximo año».

23

Después de su derrota, los siervos del rey Ben Adad le dijeron: «El Dios de Israel es Dios de las colinas, por eso es que los israelitas ganaron. Pero podemos derrotarlos fácilmente en las llanuras.

24 Sólo que esta vez hay que poner gobernadores en vez de reyes.

25 Alista otro ejército similar al que perdiste; danos la misma cantidad de caballos, carros y hombres, y pelearemos contra ellos en las llanuras; no hay sombra de duda de que los derrotaremos».

El rey Ben Adad hizo lo que ellos sugerían.

26 Al año siguiente alistó a los sirios y salió nuevamente contra Israel, esta vez en Afec.

27 El rey Acab, por su parte, conformó su ejército, estableció la línea de aprovisionamiento, y salió a ofrecer batalla; pero los israelitas parecían un par de rebaños de cabritos, en comparación con las fuerzas sirias que llenaban todo el campo.

28

Entonces un profeta se presentó ante el rey de Israel con este mensaje de parte del SEÑOR: «Por cuanto los sirios han dicho: “El SEÑOR es un Dios de las montañas y no de las llanuras”, yo te entregaré a todo este pueblo, y ustedes sabrán, sin duda alguna, de que yo soy el SEÑOR».

29

Acamparon uno frente al otro durante siete días, y en el séptimo día se inició la batalla. Los israelitas dieron muerte, en aquel día, a cien mil soldados de infantería sirio.

30 El resto huyó a refugiarse tras las murallas de Afec; pero las murallas cayeron sobre ellos y mataron a otros veintisiete mil hombres. Ben Adad huyó a la ciudad, y se escondió en una pieza interior de una de las casas.

31

Entonces sus siervos le dijeron: «Señor, hemos oído decir que los reyes de Israel son muy misericordiosos. Vistámonos con ropas ásperas, pongámonos cuerdas en el cuello y salgamos para ver si el rey Acab nos deja con vida».

32

Entonces fueron ante el rey de Israel y le suplicaron:

—Tu siervo Ben Adad te manda a decir que por favor le perdones la vida.

—¿Está vivo aún? —preguntó el rey de Israel—. ¡Él es mi hermano!

33

Los hombres inmediatamente se aferraron a este rayo de esperanza, y se apresuraron a responder:

—¡Sí, Ben Adad es tu hermano!

—Vayan y tráiganlo —les dijo el rey de Israel. Y cuando Ben Adad llegó, Acab lo invitó a subir a uno de sus carros.

34

Ben Adad le dijo:

—Te devolveré las ciudades que mi padre le quitó al tuyo, para que puedas establecer puestos de comercio en Damasco, como mi padre hizo en Samaria.

Acab le contestó:

—Siendo así, te dejaré en libertad.

De este modo Acab hizo un pacto con Ben Adad, y lo dejó ir.

35

Mientras tanto, el SEÑOR habló a uno de los profetas para que le dijera a otro hombre:

—¡Golpéame!

Pero el hombre se negó a hacerlo.

36

Entonces el profeta dijo:

—Por cuanto no obedeciste la voz del SEÑOR, saldrá un león y te matará en cuanto yo me haya ido.

Y, efectivamente, tan pronto el profeta se fue, un león atacó al hombre y lo mató.

37

Entonces el profeta fue y le dijo a otro hombre: «¡Golpéame!» Y él lo hizo, y lo dejó herido.

38

El profeta esperó al rey a una orilla del camino, habiéndose vendado los ojos para disfrazarse.

39

Cuando el rey pasó, el profeta lo llamó y le dijo:

—Señor, yo estaba en la batalla, y un hombre me entregó un prisionero y dijo: “Cuida a este hombre; si él se va, morirás, o me tendrás que dar treinta mil monedas de plata”.

40 Pero mientras yo estaba ocupado en otra cosa, el prisionero desapareció.

—Bueno, es culpa tuya —respondió el rey—. Tendrás que pagar.

41

Entonces el profeta se arrancó el vendaje de los ojos, y el rey lo reconoció como uno de los profetas.

42 El profeta le dijo:

—El SEÑOR ha dicho: “Por cuanto tú has salvado la vida del hombre que yo dije que debería morir, tú morirás en su lugar, y tu pueblo morirá en lugar del suyo”.

43

Entonces el rey de Israel regresó a Samaria enojado y deprimido.

21

1

Nabot, un hombre de Jezrel, tenía un viñedo en las afueras de la ciudad, junto al palacio del rey Acab.

2 Un día el rey le habló y le pidió que le vendiera su propiedad.

—Quiero plantar en ella una huerta —explicó el rey—, porque está junto al palacio. Yo te puedo dar un mejor terreno en el cual puedes tener otro viñedo, o si quieres te daré el dinero que me pidas.

3

Pero Nabot respondió:

—Eso jamás sucederá, pues el SEÑOR me prohíbe venderle la propiedad que ha pertenecido a mi familia durante generaciones.

4

Entonces Acab, enojado y deprimido, regresó al palacio. Se negó a comer, y se acostó vuelto hacia a la pared.

5

—¿Qué es lo que te pasa? —le preguntó su esposa Jezabel—. ¿Por qué no comes? ¿Por qué estás tan deprimido y enojado?

6

—Le pedí a Nabot que me vendiera su viñedo o que lo cambiara por otro, y él se negó —le respondió Acab.

7

—¿Acaso no eres tú el rey de Israel? —le preguntó Jezabel—. Levántate y come, y no te preocupes más acerca de ello. Yo te daré ese viñedo de Nabot.

8

Entonces escribió una carta en nombre de Acab, le puso el sello y la envió a los dirigentes de Jezrel, la ciudad en que vivía Nabot.

9 En la carta les decía:

«Convoquen a todos los ciudadanos para que se reúnan a ayunar y orar. También citen a Nabot,

10 y busquen a dos personas que lo acusen de haber blasfemado contra Dios y de haber maldecido al rey. Luego sáquenlo y mátenlo a pedradas».

11

Los ancianos de la ciudad siguieron las instrucciones que Jezabel les había dado en su carta.

12 Convocaron a un ayuno, y sentaron a Nabot delante del pueblo.

13 Entonces dos hombres sin conciencia lo acusaron de haber maldecido a Dios y al rey. Entonces Nabot fue arrastrado a las afueras de la ciudad, donde lo apedrearon hasta darle muerte.

14 Luego avisaron a Jezabel que Nabot había muerto.

15

Cuando Jezabel supo la noticia, le dijo a Acab: «Nabot no quiso venderte su viñedo por dinero. Bien, ahora puedes tenerlo sin pagar nada, pues él ha muerto».

16 Entonces Acab fue al viñedo, para tomar posesión de él.

17

Pero el SEÑOR le dijo a Elías:

18 «Ve a Samaria, y visita al rey Acab, rey de Israel. Ahora se encuentra en el viñedo de Nabot, pues ha ido a apoderarse de él.

19 Dale este mensaje de mi parte: “¿No te ha sido suficiente matar a Nabot? ¿Debes robarle también? Debido a esto los perros lamerán tu sangre en las afueras de la ciudad, de la misma manera que ellos lamieron la sangre de Nabot”».

20

—¡Me has encontrado, enemigo mío! —exclamó Acab cuando vio a Elías.

—Sí —respondió Elías—, he venido, porque no haces otra cosa que ofender al SEÑOR, pues solo sabes hacer lo malo.

21 Por eso el SEÑOR va a traerte una gran desgracia, y te va a eliminar. No permitirá que ninguno de tus descendientes varones, esclavo o libre, sobreviva.

22 Va a destruir a tu familia, tal como lo hizo con la familia de Jeroboán y con la familia del rey Basá, porque tú has provocado su ira y has hecho que todo Israel caiga en pecado.

23 El SEÑOR también me ha dicho que los perros se comerán el cuerpo de Jezabel, tu esposa, en los campos de Jezrel.

24 Los miembros de tu familia que mueran en la ciudad serán comidos por los perros, y a los que mueran en el campo, se los comerán los buitres.

25

Nadie se entregó de tal manera a hacer el mal como Acab, porque Jezabel, su esposa, lo incitaba a que cometiera toda suerte de perversidades.

26 Especialmente se dedicó a la adoración de ídolos, tal como lo hacían los amorreos, pueblo al cual el SEÑOR había expulsado de la tierra, para darle el lugar al pueblo de Israel.

27

Cuando Acab oyó estas profecías, se vistió con ropa áspera y ayunó. No se quitaba esa ropa para dormir, y andaba deprimido.

28 Entonces Elías el tisbita recibió otro mensaje de parte del SEÑOR, en el que le decía:

29 «¿Ves cómo se ha humillado Acab delante de mí? Por cuanto él ha hecho esto, no haré lo que anuncié durante su vida. Pero enviaré la desgracia a su familia durante el reinado de su hijo».

22

1

Durante tres años no hubo guerra entre Siria e Israel.

2 Pero en el tercer año, mientras el rey Josafat, de Judá, visitaba al rey Acab, de Israel,

3 Acab le dijo a sus oficiales: «¿Se dan cuenta ustedes de que los sirios están aún ocupando nuestra ciudad de Ramot de Galaad? Y nosotros estamos aquí sentados sin hacer nada al respecto».

4

Entonces se dirigió a Josafat, y le preguntó:

—¿Pelearemos juntos para recobrar la ciudad de Ramot de Galaad?

El rey Josafat de Judá le respondió:

—Desde luego. Tú y yo somos hermanos; mi pueblo está a tus órdenes, y mis caballos están a tu servicio.

5 Pero —añadió—, debemos consultar al SEÑOR primero, para estar seguros si esto es lo que él quiere que hagamos.

6

Entonces el rey Acab convocó a sus cuatrocientos profetas paganos y les preguntó:

—¿Atacaremos a Ramot de Galaad?

Y ellos respondieron:

—Sí, vayan, porque el SEÑOR les ayudará a conquistarla.

7

Pero Josafat preguntó:

—¿No hay por aquí un profeta del SEÑOR? Me gustaría consultarlo.

8

Sí, aquí hay uno —dijo el rey Acab—, pero yo lo odio, porque jamás me profetiza algo bueno, sino todo lo malo. Su nombre es Micaías hijo de Imlá.

—¡Vamos! —respondió Josafat—. No digas tal cosa.

9

Entonces el rey Acab llamó a uno de sus sirvientes y le dijo:

—Ve a buscar a Micaías. ¡Date prisa!

10

Entre tanto, todos los profetas seguían dando sus profecías delante de los dos reyes, que estaban con sus vestiduras reales, sentados en los tronos colocados en la era junto a la puerta de la ciudad.

11 Sedequías hijo de Quenaná, que era uno de los falsos profetas, hizo unos cuernos de hierro y declaró:

—El SEÑOR promete que con estos cuernos cornearás a los sirios hasta destruirlos.

12

Y los otros estaban de acuerdo.

—Ve y ataca Ramot de Galaad —le dijeron—, porque el SEÑOR te dará la victoria.

13

El mensajero que fue enviado a buscar a Micaías le dijo:

—Mira, todos los profetas han anunciado que el rey saldrá bien librado en esta batalla. Así que debes concordar con lo que ellos están diciendo.

14

Pero Micaías le respondió:

—Puedes tener la plena seguridad de que sólo hablaré lo que el SEÑOR me diga que hable. Esto es tan cierto como que el SEÑOR vive.

15

Cuando llegaron, el rey le preguntó a Micaías:

—Micaías, ¿subiremos a atacar a Ramot de Galaad, o no?

—¡Sí, por supuesto! ¡Sigan adelante! —le dijo Micaías—. Tendrás una gran victoria, porque el SEÑOR te hará vencedor.

16

—¿Cuántas veces debo decirte que me digas solamente lo que el SEÑOR te ha dicho? —le exigió el rey.

17

Entonces Micaías le dijo:

—Vi a Israel esparcido por las montañas, como ovejas sin pastor. Y el SEÑOR dijo: «El rey de ellos está muerto, así que no tienen quién los gobierne. Pídeles que se vayan a sus casas en paz».

18

Volviéndose a Josafat, Acab se quejó:

—¿No te dije lo que ocurriría? Él jamás me da buenas noticias. Siempre me anuncia el mal.

19

Micaías respondió:

—Escucha esta otra palabra del SEÑOR: Vi al SEÑOR sentado en su trono, y los ejércitos del cielo que estaban alrededor de él.

20 [20-21] Entonces el SEÑOR preguntó: “¿Quién irá a inducir a Acab para que vaya y muera en Ramot de Galaad?” Varias sugerencias se hicieron, hasta que un ángel se acercó al SEÑOR y le dijo: “Yo lo seduciré”.

21

22 “¿Cómo lo harás?”, le preguntó el SEÑOR, y él respondió: “Yo iré como un espíritu mentiroso y hablaré por boca de sus profetas”. Y el SEÑOR dijo: “Eso está bien; ve, porque tú lo lograrás”.

23 ¿No ves? El SEÑOR ha puesto un espíritu mentiroso en la boca de estos profetas, pero el hecho es que el SEÑOR ha decretado el desastre para ti.

24

Entonces Sedequías hijo de Quenaná, se acercó a Micaías y lo golpeó en el rostro.

—¿Desde cuándo el Espíritu del SEÑOR ha dejado de hablarme a mí, para hablarte a ti?

25

Y Micaías le respondió:

—Recibirás la respuesta a tu pregunta cuando andes escondiéndote de habitación en habitación.

26

Entonces el rey Acab ordenó que arrestaran a Micaías.

—Llévenlo a Amón, el jefe de la ciudad, y a mi hijo Joás.

27 Díganles que yo he ordenado que pongan a este individuo en la cárcel, y lo alimenten con pan y agua, sólo lo suficiente para que siga vivo hasta que yo regrese en paz.

28

—Si tú vuelves en paz —respondió Micaías— será prueba de que el SEÑOR no ha hablado por medio de mí.

Entonces Micaías se volvió al pueblo que estaba parado cerca, y dijo:

—¡Tomen nota de lo que he dicho!

29

El rey Acab, de Israel, y el rey Josafat, de Judá, subieron contra Ramot de Galaad.

30

Acab le dijo a Josafat: «Usa tus ropas reales, pero yo no usaré las mías, sino que me disfrazaré». Entonces Acab se disfrazó y entró en la batalla.

31

El rey de Siria había dado orden a sus treinta y dos comandantes de los carros de guerra que concentraran los ataques contra el rey Acab.

32 [32-33] Cuando vieron a Josafat con sus vestiduras reales, pensaron: «Este es el hombre que buscamos». Entonces lo rodearon para atacarlo. Pero cuando Josafat gritó pidiendo ayuda, ellos dejaron de perseguirlo.

33

34

Sin embargo, alguien disparó una flecha sin dirección y ésta hizo blanco en el rey Acab, por entre las uniones de su armadura. Entonces el rey ordenó al que conducía su carro: «Sácame de aquí, pues estoy herido».

35 La batalla se hizo cada vez más intensa a medida que transcurría el día. El rey Acab, herido, permanecía de pie en su carro, frente a los sirios. Pero la sangre que manaba de su herida corría por el piso del carro. Finalmente, al atardecer, murió.

36 [36-37] Cuando el sol se estaba poniendo, se corrió la voz por el campamento: «¡El rey ha muerto! ¡Que todos regresen a sus ciudades! ¡Que cada uno vaya a su casa!»

Fue así como murió el rey Acab. Llevaron su cuerpo a Samaria, y allí lo sepultaron.

37

38 Cuando su carro y su armadura fueron lavados junto al estanque de Samaria, donde las prostitutas se bañaban, los perros vinieron y lamieron la sangre del rey, tal como el SEÑOR lo había anunciado.

39

El resto de la historia de Acab, incluyendo el relato de la construcción del palacio de marfil y las ciudades que edificó, está escrito en los Anales de los Reyes de Israel.

40 Acab fue sepultado entre sus antepasados, y su hijo Ocozías fue el nuevo rey de Israel.

41

Mientras tanto, en Judá, Josafat hijo de Asá, había subido al trono durante el cuarto año de reinado de Acab, rey de Israel.

42 Josafat tenía treinta y cinco años cuando subió al trono, y reinó en Jerusalén durante veinticinco años. Su madre, fue Azuba, hija de Siljí.

43 Siguió el buen ejemplo de su padre Asá, obedeciendo al SEÑOR en todo, salvo en una cosa: no destruyó los santuarios paganos, de modo que el pueblo hizo sacrificios y quemó incienso en ellos.

44 También hizo la paz con Acab, el rey de Israel.

45

El resto de los hechos de Josafat, sus heroicas acciones y sus guerras, está registrado en los Anales de los Reyes de Judá.

46 También expulsó de la tierra a todos aquéllos que continuaban practicando la prostitución como un acto de adoración, los cuales habían quedado desde los días de su padre Asá.

47 En aquel tiempo no había rey en Edom, sino un gobernador.

48

El rey Josafat construyó barcos que fueran a buscar oro a Ofir; pero jamás llegaron, porque naufragaron en Ezión Guéber.

49 Ocozías, hijo del rey Acab, y quien lo sucedió en el trono, había propuesto a Josafat que sus hombres fueran también, pero Josafat había rechazado la oferta.

50

Cuando el rey Josafat murió, fue sepultado con sus antepasados en Jerusalén, en la ciudad de su antepasado David; y su hijo Jorán subió al trono.

51

Fue durante el año diecisiete del reinado de Josafat, de Judá, que Ocozías hijo de Acab comenzó a reinar sobre Israel, en Samaria; y reinó durante dos años.

52 [52-53] Pero no fue un buen rey, porque siguió los pasos de su padre y de su madre, y los pasos de Jeroboán hijo de Nabat, el que hizo pecar a Israel, al hacer que adoraran ídolos. Ocozías, pues, provocó mucho la ira del SEÑOR, Dios de Israel, pues adoró a Baal, tal como lo había hecho su padre Acab.