1

1

Dichosos todos aquellos que no siguen el consejo de los malvados, ni se detienen en la senda de los pecadores, ni cultivan la amistad de los blasfemos,

2 sino que se deleitan en la ley del SEÑOR, la meditan día y noche.

3 Son como árboles junto a las riberas de un río, que no dejan de dar delicioso fruto cada estación. Sus hojas nunca se marchitan y todo lo que hacen prospera.

4

¡Qué distinto el caso de los malvados! Son como la paja que el viento arrastra.

5 Por eso, los malvados no se sostendrán en el juicio, ni serán contados entre los buenos.

6

Porque el SEÑOR protege los pasos de los justos; pero los pasos de los impíos conducen a la perdición.

2

1

¿Por qué se unen las naciones en contra del SEÑOR y en vano conspiran?

2 Los reyes de la tierra se preparan para la batalla; los gobernantes se asocian contra el SEÑOR y contra su ungido.

3 «Vamos, rompamos sus cadenas», dicen, «liberémonos de la esclavitud de Dios».

4

¡Pero el SEÑOR de los cielos se ríe! Se burla de ellos.

5 Y luego, con ardiente furia los reprende y los llena de espanto.

6 El SEÑOR declara: «Este es el rey que he elegido. Lo he puesto en el trono de Jerusalén, mi santo monte».

7

Su elegido responde: «Yo revelaré los eternos propósitos de Dios, pues el SEÑOR me ha dicho: “Tú eres mi hijo. Hoy mismo te he concebido.

8 Pídeme, y te daré como herencia todas las naciones del mundo. ¡Tuyos serán los confines de la tierra!

9 ¡Gobiérnalas con vara de hierro; rómpelas como vasijas de barro!»

10

Ustedes, los reyes, obren sabiamente.

11 Sirvan al SEÑOR con temor reverente; con temblor ríndale alabanza.

12 Bésenle los pies, antes que se encienda su ira y perezcan en el camino, pues su ira se inflama de repente. ¡Dichosos los que en él buscan el refugio!

3

1

Salmo de David, cuando huía de su hijo Absalón.

¡Oh SEÑOR, muchos son mis enemigos! ¡Muchos están contra mí!

2 Muchos dicen que Dios jamás me ayudará

3 Pero, SEÑOR, tú eres mi escudo, mi gloria, tú mantienes en alto mi cabeza.

4

Clamé al SEÑOR a voz en cuello, y él me respondió desde su monte santo.

5 Luego me acosté y dormí en paz, y desperté a salvo, porque el SEÑOR velaba por mí.

6 Y ahora, aunque diez mil adversarios me tengan cercado, no tengo miedo.

7 «¡Levántate, oh SEÑOR! ¡Sálvame, Dios mío!» ¡Rómpele la quijada a mi enemigo! ¡Rómpele los dientes a los malvados!

8

La salvación viene de Dios. Envía su bendición a todo su pueblo.

4

1

Al director musical. Acompáñese con instrumentos de cuerda. Salmo de David.

Responde a mi clamor, Dios mío y defensor mío. Alivia mi pena. Ten piedad de mí; escucha mi oración.

2

El SEÑOR Dios pregunta: «Ustedes, señores, ¿hasta cuándo van a estar convirtiendo mi gloria en vergüenza? ¿Hasta cuando amarán ídolos vanos e irán en pos de lo ilusorio?

3 Oigan bien: El SEÑOR ha separado para sí a los redimidos; por tanto me escuchará y me responderá cuando lo llame.

4 No pequen permitiendo que el enojo los controle. Medítenlo cuando por la noche vayan a descansar.

5 Pongan su confianza en el SEÑOR, y preséntenle sacrificios agradables.

6

Muchos dicen que tú, SEÑOR, jamás nos auxiliarás. Haz que la luz de tu rostro resplandezca sobre nosotros.

7 Sí, la alegría que me has dado es mucho mayor que el gozo de ellos en la siega cuando contemplan su abundante cosecha de grano y vino.

8 En paz me acostaré y dormiré porque sólo tú, SEÑOR, me haces vivir seguro.

5

1

Al director musical. Acompáñese con flautas. Salmo de David.

Escucha, SEÑOR, mis oraciones; toma en cuenta mis gemidos

2 Escucha mis súplicas, rey mío y Dios mío, porque a ti elevo mi plegaria.

3 Cada mañana, SEÑOR escucha mi clamor; por la mañana te presento mis súplicas y atento espero tu presencia.

4 Sé que no te agrada la maldad y que no toleras ni el más leve pecado.

5 Por tanto, los altivos no tienen lugar en tu presencia, pues detestas a los malvados.

6 Por sus mentiras los destruirás. ¡Cómo aborreces a los asesinos y tramposos!

7

Pero yo entraré en tu templo bajo el amparo de la misericordia y tu amor; y te adoraré con profundísimo y reverente temor.

8

SEÑOR, guíame como lo has prometido; de otro modo, caeré bajo mis enemigos. Dime claramente qué debo hacer, qué camino tomar.

9 Porque en la boca de ellos no hay ni una palabra de verdad. Su deseo más profundo es destruir a otros. Su garganta es un sepulcro abierto; con su lengua hablan engaños.

10 ¡Oh Dios, condénalos! Hazlos caer en sus propias trampas, hazlos derrumbarse bajo el peso de sus propias transgresiones, porque han rebotado contra ti.

11 Pero haz que se regocijen todos los que ponen su confianza en ti. Haz que siempre clamen de alegría porque tú los defiendes. Llena de tu dicha a cuantos te aman.

12 Tú bendices al justo, oh SEÑOR, y con tu escudo de amor lo proteges.

6

1

Al director musical. Acompáñese con instrumentos de cuerda. Sobre la octava. Salmo de David.

¡No, SEÑOR! ¡no me castigues cuando estés enojado; no me reprendas en tu furor!

2 Ten piedad de mí, oh SEÑOR, porque soy débil. Sáname, pues mi cuerpo está en agonía,

3 y estoy desconcertado y turbado. Tengo el alma llena de aprensión y tristeza. ¿Hasta cuándo, SEÑOR, hasta cuándo?

4

Ven, SEÑOR, y sáname. Sálvame por tu misericordia.

5 Pues si muriera, no podría alabarte.

6 El dolor me tiene agotado; cada noche baño en lágrimas mi almohada.

7 Los ojos se me están envejeciendo y nublando de sufrimiento a causa de todos mis enemigos.

8

Váyanse; déjenme ya, hombres de perversas obras, porque el SEÑOR ha escuchado mi llanto

9 y mi súplica. Él responderá a todas mis oraciones.

10 Todos mis enemigos quedarán repentinamente en ridículo, aterrorizados y avergonzados. Serán rechazados afrentosamente.

7

1

Sigaión de David, que elevó al SEÑOR acerca de Cus el benjaminita.

En tus manos me he puesto, oh SEÑOR, Dios mío, para que me salves de mis perseguidores.

2 No dejes que me devoren como leones, que me despedacen y me arrastren sin nadie que me libre.

3 Distinto sería, SEÑOR, si yo estuviera haciendo lo malo; si fuera injusto,

4 o si le hiciera daño a un amigo, o si a mi enemigo le quitaran sin razón lo que es suyo.

5 Entonces sí tendrías razón en permitir que mis enemigos me persigan y me alcancen, y pisoteen mi honra en el polvo.

6

¡Pero, SEÑOR, levántate airado contra la furia de mis enemigos! ¡Despierta! Exige que se me haga justicia, SEÑOR.

7 Reúne a todas las naciones delante de ti; siéntate muy por encima de ellos y juzga sus pecados.

8 Pero justifícame en público; establece mi honra y mi verdad ante todos ellos.

9 Pon fin a toda maldad, SEÑOR, y bendice a todos los que genuinamente te adoran porque tú, el justo Dios, miras hasta lo profundo del corazón de todo hombre y mujer, y examinas todas sus intenciones y pensamientos.

10

Dios es mi escudo. Él salva a los de corazón recto y puro.

11

Dios es un juez perfectamente justo; su ira contra los malvados es constante.

12 A menos que se arrepientan, él afilará su espada y tensará su arco;

13 ha preparado mortíferas armas y flechas de fuego.

14

El malvado concibe un plan perverso; está preñado de maldad y da a luz mentira;

15 que caiga él en su propia fosa que cavó para que cayeran otros.

16 Que la violencia que pensó para el prójimo, se vuelva contra él.

17

¡Cuán grande es mi gratitud para con el SEÑOR, por su justicia! Entonaré alabanzas al nombre del SEÑOR que está por sobretodos los SEÑORes.

8

1

Al director musical. Sígase la tonada de «La canción del lagar». Salmo de David.

Oh SEÑOR, soberano nuestro, ¡qué imponente es tu nombre en toda la tierra! ¡Has puesto tu gloria sobre los cielos!

2 Has enseñado a los pequeños y a los niños de pecho a rendirte perfecta alabanza. ¡Que su ejemplo avergüence a tus enemigos!

3

Cuando alzo la vista al cielo nocturno y contemplo la obra de tus manos, la luna y las estrellas que tú hiciste,

4 no logro comprender por qué te ocupas de nosotros, simples mortales.

5 Nos hiciste apenas un poco inferior a un dios, y nos coronaste de gloria y de honra.

6

Pusiste a nuestro cuidado todo cuanto has hecho; todo ha sido puesto bajo nuestra autoridad:

7 las ovejas, bueyes, los animales salvajes,

8 las aves, los peces y todos los seres del mar.

9 ¡Oh SEÑOR nuestro, la majestad y gloria de tu nombre llenan la tierra!

9

1

Al director musical. Sígase la tonada de «La muerte del hijo». Salmo de David.

¡Oh SEÑOR, te alabaré con todo el corazón, y le contaré a todo el mundo las maravillas que haces!

2 Me alegraré, sí; por ti estaré lleno de gozo. Cantaré tus alabanzas, oh Altísimo.

3

Mis enemigos retrocederán y perecerán en tu presencia;

4 tú me has vindicado; has respaldado mis acciones, declarándolas buenas desde tu trono.

5 Has reprendido a las naciones y destruido a los malvados, borrando para siempre sus nombres.

6 Oh enemigos tuyos: condenados están para siempre. El SEÑOR destruirá sus ciudades; aun el recuerdo de ellas desaparecerá.

7

Pero el SEÑOR reina eternamente; está sentado en su trono para juzgar. Él juzgará rectamente al mundo; gobernará a las naciones con igualdad.

8

9 Todos los oprimidos pueden acudir a él. Él es refugio para ellos en tiempo de tribulación.

10 Todos los que conocen tu misericordia, SEÑOR, contarán contigo para que los auxilies, pues jamás has abandonado a quienes en ti confían.

11

Canten salmos al SEÑOR, el rey de Sión, cuéntenle al mundo sus hechos inolvidables.

12 El que castiga a dos homicidas tiene cuidado de los desvalidos. No olvida las súplicas de los atribulados que le piden ayuda.

13

Y ahora, SEÑOR, ten misericordia de mí; mira como padezco a manos de quienes me odian. SEÑOR, sácame de las fauces de la muerte.

14 Sálvame, para que pueda alabarte públicamente en presencia del pueblo en las puertas de Jerusalén, y pueda regocijarme porque me has rescatado.

15

Las naciones caen en las trampas que cavaron para otros; la trampa que pusieron los ha atrapado.

16 El SEÑOR es célebre por la forma en que hace caer a los malvados en sus propios lazos.

17

Los malvados serán enviados al sepulcro; éste es el destino de las naciones que olvidan al SEÑOR.

18 Pero no se olvidará para siempre al necesitado y las esperanzas del pobre no se verán eternamente burladas.

19

¡Oh SEÑOR, levántate! No dejes que el hombre domine. ¡Haz que las naciones se presenten delante de ti!

20 Hazlos temblar de miedo; bájales los humos hasta que comprendan que no son sino frágiles hombres.

10

1

SEÑOR, ¿por qué te retraes y te mantienes alejado? ¿Por qué te ocultas cuando más te necesito?

2

Ven y llama a cuentas a estos hombres altivos y malvados que se encarnizan persiguiendo a los pobres. Derrama sobre estos malvados el mal que para otros planeaban.

3 Estos hombres se vanaglorian de todos sus malos deseos, injurian a Dios y felicitan al ambicioso.

4

Estos malvados, tan orgullosos y altivos, parecen creer que Dios ha muerto. ¡No se les ocurre siquiera buscarlo!

5 No obstante, todo cuanto emprenden les sale bien. No ven el castigo tuyo que les espera.

6 Se jactan de que ni Dios ni el hombre pueden hacer nada contra ellos; siempre estarán libres de problemas.

7

Tienen la boca llena de maldiciones, mentira y fraude. En la punta de su lengua tienen maldad y problemas.

8 Acechan en las callejuelas oscuras de la ciudad y asesinan a los inocentes que pasan.

9 Como leones, se agazapan silenciosos en espera de lanzarse sobre los indefensos. Como cazadores, hacen caer a sus víctimas en sus trampas.

10 Los desdichados son vencidos por la mayor fuerza de ellos, y caen bajo sus golpes.

11 «Dios no ve, no se dará cuenta», dicen para sí los malvados.

12

¡Levántate, oh SEÑOR! ¡Oh Dios, aplástalos! No te olvides de los indefensos.

13 ¿Por qué permites que el malvado se quede tan campante después de maldecirte así, oh Dios? Porque ellos creen que nunca los llamarás a cuentas.

14 SEÑOR, tú ves todos los problemas y el dolor que han causado. Castígalos, pues, Oh, SEÑOR; el huérfano se encomienda en tus manos; tú eres auxilio del desvalido.

15 Rompe los brazos de esos malvados, persíguelos hasta que el último de ellos sea destruido.

16

El SEÑOR es rey para siempre jamás. Quienes siguen a otros dioses serán borrados de su tierra.

17

SEÑOR, tú conoces el anhelo de los desvalidos. Ciertamente escucharás sus clamores y los consolarás.

18 Estarás con los huérfanos y con todos los oprimidos, para que el simple mortal no los aterrorice más.

11

1

Al director musical. Salmo de David.

En el SEÑOR me encuentro protegido. ¿Cómo se atreven a decirme: «Huye a las montañas para protegerte»?

2

Los malvados han tensado sus arcos; tiznen las flechas sobre las cuerdas para disparar desde las sombras contra aquellos que actúan con rectitud.

3 «La ley y el orden se han derrumbado», se nos dice. «¿Qué pueden hacer los justos?»

4

Pero el SEÑOR está en su santo templo; aún reina desde el cielo, observa atentamente cuanto ocurre y a cada ser humano aquí en la tierra.

5 Él pone a prueba al justo y al malvado; aborrece a los que aman la violencia.

6 Derramará fuego y azufre sobre los malvados y los abrasará con su ardiente soplo.

7

Justo es Dios, y ama la justicia; los justos verán su rostro.

12

1

Al director musical. Sobre la octava. Salmo de David.

SEÑOR, ¡ayúdanos! Rápidamente van desapareciendo los piadosos. Ya no queda gente fiel en este mundo.

2 Se mienten unos a otros, hablando con labios aduladores; ya no hay sinceridad.

3

El SEÑOR acabará con todo labio adulador y toda lengua vanidosa que dice:

4 «Mentiremos cuanto se nos antoje. La boca es nuestra; ¿quién nos podrá callar?»

5 El SEÑOR responda: «Yo me levantaré y defenderé a los oprimidos, a los pobres, a los necesitados. Los rescataré como ellos anhelan».

6 Segura es la promesa del SEÑOR, como plata siete veces refinada.

7 SEÑOR, sabemos que para siempre guardarás a los tuyos del poder de los malos,

8 aunque ronden por todas partes y la maldad sea exaltada por toda la tierra.

13

1

Al director musical. Salmo de David.

¿Hasta cuándo me tendrás en el olvido, SEÑOR? ¿Para siempre? ¿Hasta cuándo esconderás de mí tu rostro?

2 ¿Hasta cuándo soportaré esta diaria angustia? ¿Hasta cuándo triunfará mi enemigo?

3 Respóndeme, oh SEÑOR, Dios mío. ¡Devuélveles la luz a mis ojos!

4 No permitas que mis enemigos digan: «Lo hemos vencido». No los dejes gozarse por mi derrota.

5

Pero yo, desde ya, confío en tu gran amor. Me gozo porque tú me has salvado.

6 Te canto, SEÑOR por el bien que me has hecho.

14

1

Al director musical. Salmo de David.

Las persona necias afirman que no hay Dios. Están corrompidos, sus obras son detestables; ¡no hay un solo individuo que haga lo bueno!

2

Desde el alto cielo mira el SEÑOR para ver si entre toda la humanidad hay aunque sea uno que sea entendido y busque a Dios.

3 Pero no; todos se han descarriado; todos están corrompidos por el pecado. No hay ninguno bueno, ¡ni siquiera uno!

4 ¿Acaso no entienden todos los que hacen lo malo? Devoran a mi pueblo como pan; y en cuanto a orar, ¡ni pensarlo!

5

El terror los acosará, pues Dios está con los que lo obedecen.

6 Los malvados frustran los planes de los oprimidos pero el SEÑOR los protege.

7 ¡Ojalá que desde Sión viniera Dios para salvar a su Israel! ¡Qué gozo habrá en Israel y cómo gritará de alegría Jacob, cuando el SEÑOR haya rescatado a su pueblo!

15

1

Salmo de David.

SEÑOR; ¿quién puede habitar en tu santuario? ¿Quién puede vivir en tu santo monte?

2

Sólo el de conducta intachable, que practica la justicia y de corazón dice la verdad;

3 que no calumnia con la lengua, que no le hace mal a su prójimo, ni le acarrea desgracia a su vecino.

4 que desprecia al que Dios reprueba pero honra al que le teme al SEÑOR; que cumple lo prometido aunque salga perjudicado;

5 que no cobra intereses sobre el dinero que presta y se niega a ser testigo contra el inocente por mucho que se le quiera sobornar. Una persona así permanecerá siempre firme.

16

1

Mictam de David.

¡Sálvame, oh Dios, pues acudo a tu amparo.

2 Yo le dije: «Tú eres mi SEÑOR, todo lo bueno que tengo viene de ti».

3 Mis verdaderos héroes son la gente santa del país. ¡Ellos son la gente que verdaderamente me agrada!

4 Quienes elijan dioses ajenos se verán llenos de pesar; no ofreceré yo sacrificios a sus dioses, y ni siquiera pronunciaré su nombre.

5

El SEÑOR es mi herencia, mi copa de bendiciones. Él cuida cuanto es mío.

6 La tierra que él me ha dado es un lugar bello. ¡Qué magnífica herencia!

7 Bendeciré al SEÑOR que me aconseja; aun de noche me instruye. Me dice qué debo hacer.

8

Yo sé que el SEÑOR continuamente está conmigo, jamás tendré por qué tropezar y caer, pues él está a mi lado.

9 Por eso tengo el corazón lleno de gozo; mi boca está llena de alabanzas. Todo mi ser descansa con tranquilidad,

10 porque no me dejarás entre los muertos; no permitirás que tu amado se pudra en el sepulcro.

11 Me has dejado saborear los gozos de la vida y los exquisitos placeres de tu presencia eterna.

17

1

Oración de David.

Oh, SEÑOR oye mi ruego para que se haga justicia; escucha mi clamor para obtener ayuda; presta oído a mi oración porque sale de un corazón sincero. ¡Presta oído a mi angustioso clamor!

2 Declara mi inocencia, SEÑOR, pues tú conoces a los justos.

3 Has probado mis pensamientos; aun de noche has examinado mi corazón. Has buscado dentro de mí sin hallar nada incorrecto y sabes que he dicho la verdad.

4 He cumplido tus mandatos y no he imitado a los hombrea crueles y perversos.

5 Mis pasos no se han desviado de tus sendas; no he dudado en seguirte.

6

Oro así porque sé que me responderás, oh Dios. ¡Sí!, inclinas a mí tu oído y escuchas mi oración.

7 Muéstrame en forma admirable tu gran amor, oh Salvador de cuantos buscan tu auxilio contra sus enemigos.

8 Protégeme como lo harías con la niña de tus ojos; escóndeme bajo la sombra de tus alas.

9

Protégeme de los malvados que me atacan, de los asesinos enemigos que me rodean.

10 Son despiadados y arrogantes. Escúchalos alardear.

11 Se abalanzan contra mí, prontos a derribarme.

12 Son como leones ansiosos de destrozarme; como leoncillos agazapados en busca de su oportunidad.

13

SEÑOR, levántate y haz que caigan de rodillas. Rescátame de los malvados con tu espada.

14 Líbrame con tu poderosa mano de estos mortales cuyo único interés está en la ganancia terrena. Con tus tesoros les has llenado el vientre, sus hijos han tenido abundancia, y hasta ha sobrado para sus descendientes.

15

Pero yo en justicia contemplaré tu rostro; me bastará con verte cuando despierte.

18

1

Al director musical. De David, siervo del SEÑOR. David dedicó al SEÑOR la letra de esta canción cuando el SEÑOR lo libró de Saúl y de todos sus enemigos. Dijo así:

SEÑOR, ¡cuánto te amo! Porque eres mi fuerza.

2

El SEÑOR es mi fortaleza, mi roca y mi salvación; mi Dios es la roca en la que me refugio. Él es mi escudo, el poder que me salva.

3 Basta que clame a él para ser librado de todos mis enemigos: ¡Alabado sea el SEÑOR!

4

La muerte me envolvió con sus lazos; y torrentes de maldad se lanzaron poderosos contra mí.

5 El sepulcro me enredó en sus lazos; la misma muerte me clavó su mirada. Atrapado e indefenso, luchaba yo contra las cuerdas que me arrastraban hacia la muerte.

6

En mi angustia clamé al SEÑOR pidiendo ayuda. Y él me escuchó desde su templo; mi clamor llegó a sus oídos.

7 Entonces la tierra tembló y se estremeció, y los cimientos de las montañas se sacudieron y temblaron. ¡Cómo se estremecieron cuando ardió su ira!

8 Humo le salió de la nariz. Espantosas llamas salieron de su boca; lanzaba carbones encendidos.

9 Él abrió los cielos y descendió; bajo sus pies había densas tinieblas.

10 Cabalgando en querubines surcó los cielos sobre las alas del viento.

11 Se envolvió en oscuridad; y ocultó su avance con espesas nubes oscuras.

12 Súbitamente, el esplendor de su presencia rompió de entre las nubes con carbones encendidos y con una granizada.

13

El SEÑOR tronó en los cielos; el Dios que está sobre todos los dioses ha hablado: ¡Qué de granizo! ¡Qué de fuego!

14 Lanzó las tremendas flechas de sus rayos y derrotó a todos mis enemigos. ¡Miren cómo huyen!

15 A causa de tu represión, SEÑOR, las cuencas del mar quedaron a la vista. Sonó tu aliento como trompeta, y las profundidades quedaron desnudas.

16

Desde lo alto extendió su mano, me tomó y me sacó del mar profundo. Me rescató de las aguas profundas.

17 Me liberó de mi recio enemigo, de los que me odiaban; a mí, que estaba indefenso en manos de ellos.

18

El día de mi mayor debilidad, me atacaron; pero el SEÑOR me sostuvo.

19 Me llevó a un sitio seguro, porque en mí se deleita.

20 El SEÑOR me recompensó porque hice lo recto y fui puro,

21 porque yo he cumplido sus mandatos y no he pecado dejando de seguirlo.

22 Mantuve celosamente todas sus leyes; no rechacé ni una sola.

23 Hice cuanto pude por guardarlas todas, y me abstuve de hacer el mal.

24 El SEÑOR me ha recompensado con sus bendiciones conforme a la limpieza de mis manos.

25

SEÑOR, ¡qué fiel eres con los fieles! ¡Que intachable eres con los intachables!

26 Con los puros eres puro, pero hostil con el malvado.

27 Libras a los humildes y condenas a los orgullosos y altivos.

28 Has encendido mi lámpara. Has convertido mis tinieblas en luz.

29 Ahora con tu fuerza puedo escalar cualquier muro, atacar cualquier ejército.

30

¡Qué grandioso es él! ¡Cuán perfecto en todo! Todas sus promesas se cumplen. Es escudo para todo aquel que tras él se refugia.

31 Porque, ¿quién es Dios sino nuestro SEÑOR? ¿Quién es la roca sino nuestro Dios?

32

Él me llena de fortaleza y me protege por dondequiera que voy.

33 Hace mis pies tan seguros como los de la cabra montés en las laderas. Me lleva a salvo por los riscos.

34 Me prepara para la batalla y me da fuerza para tensar un arco de bronce.

35

Me has dado tu salvación como escudo. Tu mano derecha, SEÑOR, me sostiene; tu bondad me ha engrandecido.

36 Has hecho amplias gradas bajo mis pies para que no resbale.

37 Perseguí a mis enemigos, los alcancé, y no me volví hasta vencerlos a todos.

38 Los aplasté. Ya no pudieron levantarse. Les puse el pie sobre el cuello.

39 Porque tú me has armado con fuerte armadura para la batalla. Mis enemigos tiemblan ante mí y caen derrotados a mis pies.

40 Los hiciste volverse y huir; destruí a cuantos me odiaban.

41 Gritaron pidiendo ayuda, pero nadie se atrevió a rescatarlos; clamaron al SEÑOR, pero él se negó a responderles.

42 De modo que los hice polvo y los lancé al viento. Los arrojé como basura del piso.

43 Me diste la victoria en toda batalla. Vinieron las naciones y me sirvieron. Hasta los que yo no conocía vinieron a postrarse ante mí.

44 Extranjeros que nunca me han visto se someten al instante.

45 Temblorosos de miedo salen de sus fortalezas.

46

¡Dios vive! Alaben al que es mi gran roca. ¡Exaltado sea Dios mi Salvador!

47 Es el Dios que castiga a quienes me dañan y somete a las naciones ante mí.

48 Él me rescata de mis enemigos. Me exalta sobre ellos. Me guarda de tan poderosos adversarios.

49 Por eso, SEÑOR, te alabaré entre las naciones.

50 Muchas veces me has librado milagrosamente, a mí, el rey que has elegido. Has sido amoroso y bueno para conmigo y lo serás para con mis descendientes.

19

1

Al director musical. Salmo de David.

Los cielos cuentan la gloria de Dios, el firmamento proclama la obra de sus manos.

2 Un día se lo dice a otro día; una noche a otra hace que lo conozcan.

3 Hablan sin sonido ni palabra, su voz es silenciosa en los cielos;

4 su mensaje se extiende por todo el mundo, hasta los confines de la tierra. El sol, a quien Dios le puso su hogar en el cielo,

5 recorre el espacio tan resplandeciente como el novio que viene de su boda, tan alegre como el atleta que espera participar en una carrera.

6 Cruza los cielos de un extremo al otro y nada escapa a su calor.

7

La ley del SEÑOR es perfecta: infunde nuevo aliento. Sus mandamientos son fieles: dan sabiduría a los sencillos.

8

Las normas del SEÑOR son justas: traen alegría al corazón. Los mandamientos del SEÑOR son claros: dan luz a los ojos.

9

El temor del SEÑOR es puro: permanece para siempre. Los decretos del SEÑOR son verdaderos y justos.

10 Son más deseables que el oro, más que el oro refinado. Son más dulces que la miel que destiló del panal.

11 Porque ellos advierten al que las oye y hacen triunfar a quienes las obedecen.

12

Pero, ¿cómo podré yo saber qué pecados acechan en mi corazón?

13 Purifícame de esas faltas que me son ocultas, y líbrame de cometer maldades voluntariamente; ayúdame para que ellas no me dominen. Sólo así podré estar libre de culpa y de multiplicar mis pecados.

14

Que mis palabras y mis más íntimos pensamientos sean agradables a ti; SEÑOR, roca mía y redentor mío.

20

1

Al director musical. Salmo de David.

Que el SEÑOR esté contigo en el día de tu tribulación. ¡Que el Dios de Israel te libre de todo mal!

2 Que desde su santuario te envíe ayuda; que desde Jerusalén te fortalezca.

3 Que recuerde con agrado lo que le has brindado: tus sacrificios y ofrendas quemadas:

4 Que él te conceda lo que tu corazón anhela y haga realidad todos tus planes.

5 Que haya griterío de júbilo cuando sepamos la noticia de tu victoria; que se agiten las banderas en alabanza a Dios por todo lo hecho en favor tuyo. Que él responda a todas tus plegarias.

6

«Dios salve a su ungido rey». ¡Y yo sé que lo salva! Él le escucha desde el alto cielo y lo rescatará con su gran poder.

7 Algunas naciones se vanaglorian de sus ejércitos y armamento; pero nosotros nos gloriamos en el SEÑOR nuestro Dios.

8 Esas naciones caerán y perecerán; nosotros nos alzaremos y permaneceremos firmes y a salvo.

9

Otorga la victoria a nuestro rey, SEÑOR. Escucha nuestra oración.

21

1

Al director musical. Salmo de David.

En tu fuerza, SEÑOR, se regocija el rey, ¡qué gozo siente en tus victorias!

2 Porque le has dado cuanto su corazón anhelaba, todo cuanto te pidió.

3

Con triunfo y prosperidad lo recibiste para darle el trono. Le pusiste regia corona de oro purísimo.

4 Él pidió larga y buena vida y tú se la concediste; los días de su vida se prolongan para siempre.

5 Por tu victoria le diste renombre y honor. Lo vestiste de esplendor y majestad.

6 Lo dotaste de eterna felicidad. Le concediste el inagotable gozo de tu presencia.

7 Y por cuanto confía en el SEÑOR, en el gran amor del Altísimo, el rey jamás tropezará, nunca caerá.

8

Tu mano, SEÑOR, alcanzará a tus enemigos, tu diestra a cuantos te odian.

9 Cuando todos te veamos, ellos serán consumidos como por el fuego de un horno, en tu presencia. En su ira los devorará el SEÑOR; fuego los consumirá.

10 Borrarás de la faz de la tierra a sus hijos; nunca tendrán descendientes.

11 Porque esos hombres traman en contra tuya, SEÑOR, pero jamás triunfarán.

12 Volverán la espalda y huirán al ver que tus flechas les apuntan.

13

SEÑOR, acepta nuestra alabanza por todo tu glorioso poder. Escribiremos cánticos para celebrar tus poderosos hechos.

22

1

Al director musical. Sígase la tonada de «La cierva de la aurora». Salmo de David.

¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado? ¿Por qué te niegas a ayudarme y ni siquiera escuchas mis gemidos?

2 Cada día clamo a ti, mi Dios, pero tú no me respondes; clamo de noche pero no hallo reposo.

3 Pero tú eres santo, tú eres rey, ¡tú eres la alabanza de Israel!

4 Ellos confiaron en ti y tú los libraste.

5 Escuchaste su clamor y los salvaste; jamás quedaron defraudados cuando buscaron tu ayuda.

6 Pero yo sólo soy un gusano y no un ser humano; la gente se burla de mí, el pueblo me desprecia.

7 Cuantos me miran se ríen de mí, se mofan y se encogen de hombros, diciendo:

8 «Este es aquel que se encomendó al SEÑOR, ¡pues que el SEÑOR lo salve! Si el SEÑOR lo ama tanto, ¡que el SEÑOR lo libere!

9 Pero tú me sacaste del vientre materno; me hiciste reposar confiado en el regazo de mi madre.

10 Desde antes de mi nacimiento he sido puesto a tu cuidado; desde el mismo momento en que nací, has sido tú mi Dios.

11 No me abandones ahora, cuando la tribulación está próxima y ningún otro puede ayudarme.

12

Temibles enemigos me rodean, fuertes como manada de enormes toros de Basán.

13 Se me vienen encima con las fauces abiertas, como leones al asaltar su presa.

14 Mi fuerza se escurrió como agua y tengo todos los huesos descoyuntados. Mi corazón se derrite como cera;

15 mi fuerza se ha secado como una teja quemada por el sol; la lengua se me pega al paladar, porque me has echado en el polvo de la muerte.

16 Mis enemigos me rodean, me rodean como perros en jauría; me ha cercado una banda de malvados; me han traspasado las manos y los pies.

17 Puedo contar cada uno de mis huesos. Miro cómo brillan de regocijo los ojos de esos malvados;

18 se reparten entre ellos mis vestidos; juegan a los dados por mi ropa.

19

SEÑOR, ¡no te quedes lejos! ¡Oh Dios, fuerza mía, apresúrate a socorrerme!

20 Rescátame de la muerte; libra mi vida de todos estos perros.

21 Sálvame de las fauces de estos leones y de los cuernos de estos toros salvajes.

22

Ante todos mis hermanos te alabaré; me levantaré ante la congregación y daré testimonio de las maravillas que has hecho.

23 «Alaben al SEÑOR, los que le temen», diré yo; ¡Hónrenlo descendientes de Jacob! ¡Adórenlo descendientes de Israel!

24 Porque no ha desdeñado mi clamor ni mi profunda desesperación; no me ha vuelto la espalda ni se ha alejado. Cuando clamé a él, me escuchó y acudió.

25 Me levantaré y te alabaré delante de todo el pueblo. Públicamente cumpliré mis votos en presencia de cuantos te adoran.

26 Los pobres comerán y se saciarán; cuantos busquen al SEÑOR lo hallarán. De gozo constante tendrán lleno el corazón.

27 Todos en esta tierra lo verán y se volverán al SEÑOR. Y la gente de todas las naciones lo adorará.

28

Porque del SEÑOR es el reino y él gobierna sobre las naciones.

29 Los ricos de la tierra festejarán y le adorarán, todo mortal nacido para morir, se postrará ante él y lo adorará.

30 También nuestros hijos le servirán, porque de nuestros labios oirán las maravillas del SEÑOR.

31 Generaciones no nacidas aún oirán las maravillas que Dios hizo por nosotros.

23

1

Salmo de David.

EL SEÑOR es mi pastor, nada me falta.

2

En verdes pastos me hace descansar, y me guía junto a arroyos tranquilos.

3 Me infunde nuevas fuerzas. Me guía por sendas de justicia, por amor a su nombre.

4

Aun cuando atraviese el negro valle de la muerte, no tendré miedo, pues tú irás siempre muy junto a mí. Tu vara de pastor y tu cayado me protegen y me dan seguridad.

5

Preparas un banquete para mí, en presencia de mis enemigos. Me recibes como invitado tuyo, ungiendo con perfume mi cabeza. ¡Mi copa rebosa de bendiciones!

6

Tu bondad e inagotable generosidad me acompañarán toda la vida, y después viviré en tu casa para siempre.

24

1

Salmo de David.

A Dios pertenece la tierra. Suyo es cuanto ser habita en el mundo.

2 Él es quien hizo retroceder los océanos para que apareciera la tierra seca.

3

¿Quién puede subir al monte del SEÑOR? ¿Quién puede estar en su lugar santo?

4 Solamente los de manos inocentes y corazón puro, los que no adoran ídolos y nunca mienten.

5 A ellos les dará la justicia de Dios su bendición. Dios, su Salvador, les hará justicia.

6 A estos es a quienes se permite estar en presencia del SEÑOR y adorar al Dios de Israel.

7

¡Ábranse, puertas antiguas, y den paso al Rey de la gloria!

8

¿Quién es este Rey de la gloria? El SEÑOR, fuerte y poderoso, invencible en la batalla.

9

Sí, ¡ábranse de par en par las puertas y den paso al Rey de la gloria!

10

¿Quién es este Rey de la gloria?

Es el SEÑOR todopoderoso; ¡él es el Rey de la gloria!

25

1

Salmo de David.

A ti, SEÑOR, elevo mi alma.

2 En ti confío, mi Dios. No permitas que me humillen. No dejes a mis enemigos que se alegren en mi derrota.

3 Nadie que tenga fe en ti, Dios mío, se avergonzará de haber puesto su confianza en ti. Pero los que engañan a otros serán avergonzados.

4

Enséñame la senda que debo seguir, SEÑOR. Indícame el camino por donde debo andar.

5 ¡Guíame por medio de tu verdad, enséñame! Porque tú eres el Dios que me da salvación; en nadie sino en ti tengo esperanza todo el día.

6 Acuérdate, SEÑOR, de tu misericordia y gran amor que siempre me has mostrado.

7 Pasa por alto los pecados de mi juventud, SEÑOR; mírame con ojos de misericordia y perdón.

8

Bueno eres, SEÑOR, y enseñas el camino recto a cuantos se extravían.

9 Tú diriges a los humildes en la justicia y les enseñas su camino.

10 Tú, SEÑOR, guías con gran amor y fidelidad a quienes guardan tu pacto y obedecen tus decretos.

11

Pero ¡ay, SEÑOR, mis pecados! ¡Cuántos son! ¡Perdónamelos por amor a tu nombre!

12

Al que te teme, SEÑOR, tú le enseñarás a elegir el mejor sendero.

13 Vivirá rodeado de las bendiciones que sólo tú envías, y sus descendientes heredarán la tierra.

14

Ser amigo tuyo, oh Dios, es privilegio de quienes te honran. Sólo con ellos compartes los secretos de tu pacto.

15

Continuamente buscan mis ojos el socorro que sólo tú, SEÑOR, me ofreces, pues sólo tú puedes salvarme de las trampas de mis enemigos.

16 Ven, SEÑOR, y muéstrame tu misericordia, pues me hallo indefenso, abrumado, sumido en la tribulación.

17 De mal en peor van mis problemas, ¡ay, líbrame de ellos!

18 Siente mis dolores; fíjate en mis angustias; perdona mis pecados.

19 Mira cuántos son mis enemigos y cuán tremendo es su odio contra mí.

20 ¡Líbrame de ellos! ¡Salva mi vida de su poder! ¡No se diga jamás que inútilmente confié en ti!

21

Dame por guardias la santidad y la integridad, pues espero que me protejas,

22 y que redimas de todas sus tribulaciones a Israel.

26

1

Salmo de David.

Retira toda acusación en contra mía, SEÑOR; pues he procurado cumplir tus leyes y sin vacilación he confiado en ti.

2 Sométeme a examen, SEÑOR, y compruébalo; prueba también mis razones y sentimientos.

3 Porque tengo presente tu gran amor y he vivido conforme a tu verdad.

4 No me junto con los mentirosos, ni ando con los hipócritas.

5 Detesto las reuniones de los malvados y me niego a unirme a los perversos.

6 En prueba de mi inocencia me lavo las manos y me pongo ante tu altar,

7 y entono un cántico de gratitud y proclamo tus milagros.

8

SEÑOR, amo tu santuario en donde mora tu gloria.

9

No me dejes sufrir la misma suerte de los pecadores; no me condenes junto con los asesinos.

10 Sus manos están llenas de artimañas y constantemente reciben sobornos.

11

No, no soy así, SEÑOR; hago lo que es correcto; sálvame, pues, por piedad.

12

En público alabo al SEÑOR que me libra de resbalar y caer.

27

1

El SEÑOR es mi luz y mi salvación; ¿a quién temeré? El SEÑOR me protege del peligro, ¿quién podrá amedrentarme?

2 Cuando los malvados se lancen a destruirme, tropezarán y caerán.

3 Sí, aunque un poderoso ejército marche contra mí, mi corazón no abrigará temor. Aunque ellos me ataquen, confío en Dios.

4

Lo que pido de Dios, lo que más deseo, es el privilegio de meditar en su templo, vivir en su presencia cada día de mi vida y deleitarme en su perfección y gloria.

5 Allí estaré yo cuando sobrevengan las tribulaciones. Él me esconderá en su santuario. Él me pondrá sobre alta roca.

6 Entonces alzaré mi cabeza, sobre todos mis enemigos que me rodean. Entonces le llevaré sacrificios y con gran gozo entonaré sus alabanzas.

7

¡Escucha mis súplicas, SEÑOR! Ten piedad y envíame el socorro que necesito.

8

Mi corazón te oyó decir: «Ven y conversa conmigo».

Y mi corazón responde: «Ya voy SEÑOR».

9

¡Oh, no te ocultes cuando procuro hallarte! Airado, no rechaces a tu siervo. Tú has sido mi auxilio; no me dejes ahora, no me abandones, Dios de mi salvación:

10 Si mi padre y mi madre me abandonaran, tú me recibirías y me consolarías.

11

SEÑOR, enséñame cómo debo vivir; guíame por la senda de rectitud, pues estoy rodeado de enemigos que me acechan.

12 No dejes que me atrapen, SEÑOR. ¡No permitas que yo caiga en sus manos! Porque me acusan de lo que jamás he cometido, y respiran contra mí violencia.

13 Yo sé que veré tu bondad, mientras esté aquí en la tierra de los vivientes.

14

Espera al SEÑOR; él acudirá. Sé valiente, resuelto y animoso. Sí; espera, y él te ayudará.

28

1

Salmo de David.

Te imploro que me ayudes, SEÑOR, porque tú eres mi roca de salvación. Si no quieres responderme y guardas silencio, ¡prefiero mejor la muerte que la vida!

2 SEÑOR, alzo mis manos hacia tu santuario e imploro tu ayuda. ¡Ay, escucha mi clamor!

3

No me arrastres junto con todos los malvados que hablan amablemente a su prójimo mientras planean maldad en sus corazones.

4 Dales el castigo que tan merecido tienen. Que el castigo corresponda a su maldad. Castiga todas sus perversidades. Dales una probada de lo que ellos le han hecho a otros.

5 A ellos nada les importa lo que el SEÑOR ha hecho o ha creado; por lo tanto, los derribará y nunca jamás se levantarán de su ruina.

6

Bendito sea el SEÑOR porque ha escuchado mi clamor.

7 Él es mi fuerza, el escudo que me protege de todo peligro. En él confié y él me ayudó. En mi corazón hay tanto gozo que prorrumpo en un cántico de alabanza a él.

8 El SEÑOR protege a su pueblo y da victoria a su rey ungido.

9

Defiende a tu pueblo, SEÑOR; defiende y bendice a tus elegidos, condúcelos como pastor y llévalos por siempre en tus brazos.

29

1

Salmo de David.

Alaben al SEÑOR, seres celestiales, alábenlo por su gloria y su fortaleza.

2 Alábenlo por su majestuosa gloria; la gloria de su nombre. Preséntense ante él en su majestuoso santuario.

3

La voz del SEÑOR resuena sobre el mar. El Dios de gloria retumba sobre el impetuoso mar.

4 Potente y majestuosa es la voz del SEÑOR.

5 La voz del SEÑOR desgaja los cedros, despedaza los potentes cedros del Líbano.

6 Sacude las montañas del Líbano y hace que parezcan becerros saltando; y al monte Hermón que parezca toro salvaje saltando. Estos saltan y corretean ante él como ternerillos.

7 La voz del SEÑOR lanza ráfagas de fuego;

8 la voz del SEÑOR sacude al desierto y el SEÑOR sacude al desierto de Cades.

9 La voz del SEÑOR retuerce los fuertes robles y los desgaja; desnuda los bosques. Pero en su templo todos pregonan: «Gloria, gloria al SEÑOR».

10

El SEÑOR gobierna sobre las lluvias. El SEÑOR reina por siempre.

11 Él dará fuerza a su pueblo. Derramará paz como bendición sobre ellos.

30

1

Cántico para la dedicación de la casa. Salmo de David.

Te exaltaré, SEÑOR, porque me has salvado de mis enemigos. No dejas que me derroten:

2 SEÑOR, Dios mío, a ti clamé y tú me devolviste la salud.

3 Me sacaste del borde de la tumba, de la muerte misma, y heme aquí con vida.

4

¡Cántenle, ustedes sus santos! Den gracias a su santo nombre.

5 Un instante dura su ira; su gracia perdura de por vida. Las lágrimas pueden huir la noche entera, pero al amanecer habrá gozo.

6

Dije yo en mi prosperidad: «Esto es para siempre. ¡Ahora nada puede detenerme!

7 El SEÑOR me ha mostrado su gracia. Me ha dado firmeza como de montaña». Entonces, SEÑOR, apartaste de mí tu rostro y quedé destruido.

8 Clamé a ti, SEÑOR. ¡Ay, como supliqué!

9 «SEÑOR, ¿qué ganarás con matarme? ¿Acaso puede el polvo mío hablar desde el sepulcro y proclamar al mundo tu fidelidad?

10 Escúchame, SEÑOR; apiádate y ayúdame».

11 Entonces, él transformó mi dolor en danza. Me quitó mi ropa de luto y me vistió de fiesta,

12 para que pudiera entonarle alegres alabanzas en vez de yacer en el silencio de la tumba. SEÑOR, Dios mío, proseguiré expresándote mi gratitud eternamente.

31

1

Al director musical. Salmo de David.

SEÑOR, sólo en ti confío. No permitas que mis enemigos me derroten. Líbrame, pues tú eres el Dios que siempre procede rectamente.

2 Respóndeme pronto cuando a ti clamo; inclina tu oído y escucha el susurro de mi súplica. Sé para mí la gran roca que me protege de mis enemigos.

3 Sí, tú eres mi roca y mi fortaleza; honra el nombre tuyo sacándome de este peligro.

4 Líbrame de la trampa que mis enemigos han armado para mí. Porque sólo en ti hallo protección.

5 En tus manos encomiendo mi espíritu. Tú, el Dios que cumple sus promesas, me has rescatado.

6 Odio a los que adoran ídolos sin valor; yo confío en el SEÑOR.

7 Irradio gozo por tu misericordia; porque me has escuchado en mis tribulaciones y has visto las crisis de mi espíritu.

8 No me entregaste a mi enemigo sino que me pusiste en un lugar seguro.

9

¡SEÑOR, apiádate de mí en mi angustia! Tengo los ojos enrojecidos de llorar; el dolor ha quebrantado mi salud.

10 Me va consumiendo la pena; mis años se han acortado, agotados por la tristeza. Mi desgracia ha acabado con mi fuerza. Me estoy acabando por dentro.

11 Todos mis enemigos se burlan, mis vecinos me desprecian y mis amigos tienen miedo de acercárseme. Temen toparse conmigo; vuelven la vista cuando yo paso.

12 Me han echado al olvido como a un muerto, como a vasija rota y desechada.

13 Son muchos los rumores que he oído acerca de mí, y estoy rodeado de terror. Se han confabulado contra mí mis enemigos, porque traman quitarme la vida.

14

Pero yo confío en ti, SEÑOR y digo: Tú eres mi Dios.

15 En tus manos está mi vida entera. Rescátame de quienes me persiguen implacables.

16 Que tu gracia brille sobre tu siervo; ¡sálvame tan sólo por tu misericordia!

17 SEÑOR, no permitas que me avergüencen, porque a ti he clamado. Que sean avergonzados los malvados, y acallados en el sepulcro.

18 Que sean silenciados sus labios mentirosos, porque hablan contra los justos con orgullo, desdén e insolencia.

19

¡Cuán grande es tu bondad para los que a la vista de la gente declaran que tú los rescatarás! Porque guardas grandes bendiciones para quienes en ti confían y te reverencian.

20

Oculta a tus amados en el refugio de tu presencia, a salvo bajo tu mano, a salvo de las lenguas acusadoras.

21 ¡Bendito el SEÑOR, porque me ha demostrado que su infaltable amor me protege como cuando me hallaba en una ciudad a la que iban a atacar!

22 Hablé a la ligera cuando dije: «El SEÑOR me ha abandonado», pues tú escuchaste mi plegaria y me respondiste:

23

¡Amen al SEÑOR, ustedes los que le son fieles. El SEÑOR protege a quienes le son leales; pero castiga duramente a cuantos lo rechazan altivos.

24 Anímense y sean fuertes todos ustedes que confían en el SEÑOR.

32

1

Salmo de David.

¡Qué felicidad la de aquellos cuya culpa ha sido perdonada! ¡Qué gozo hay cuando los pecados son borrados!

2 ¡Qué alivio tienen los que han confesado sus pecados y a quienes el SEÑOR ha borrado su registro de delincuencia y que viven en completa honestidad!

3

Hubo un tiempo en que yo rehusaba reconocer lo pecador que era. Pero era yo débil y miserable y gemía todo el día.

4 Día y noche su mano pesaba sobre mí. Mi fuerza se evaporaba como agua en día de sol.

5 Pero un día reconocí ante ti todos mis pecados y no traté de ocultarlos más. Dije para mí: «Se los voy a confesar al SEÑOR». ¡Y tú me perdonaste! Toda mi culpa se esfumó.

6

Por eso los fieles te invocan en momentos de angustia; caudalosas aguas podrán desbordarse, pero a ellos no los alcanzarán.

7 Tú eres mi refugio; tú me protegerás del peligro y me rodearás con cánticos de liberación.

8 El SEÑOR dice: «Yo te instruiré y te guiaré por el mejor camino para tu vida; yo te aconsejaré y velaré por ti.

9 No seas como el caballo ni como la mula que no tienen discernimiento y que necesitan un freno en la boca para no salirse del camino».

10

Muchos dolores sobrevienen al malvado, pero el gran amor del SEÑOR envuelve a los que en él confían.

11 ¡Regocíjense en él, ustedes los justos, y griten de júbilo todos ustedes los de recto corazón!

33

1

Canten al SEÑOR con alegría, ustedes los justos; es propio de los íntegros alabar al SEÑOR.

2 Alaben al SEÑOR al son de la lira, entonen alabanzas con el arpa.

3 Compónganle nuevos cánticos de alabanza, hábilmente acompañados en el arpa; canten con júbilo.

4

Porque todas las palabras de Dios son rectas; y cuanto él hace merece nuestra confianza.

5 Él ama la justicia y el derecho; llena está la tierra de su tierno amor.

6 Bastó que hablara, y se formaron los cielos; que soplara para que se formaran todas las estrellas.

7 Él puso límites a los mares y encerró los océanos en su gran estanque.

8

Que todos en el mundo teman al SEÑOR, y ante él sientan sobrecogido respeto.

9 Porque bastó que hablara, y surgió el mundo. ¡A su mandato, apareció!

10 Desbarata los planes de todas las naciones, y frustra todos sus proyectos.

11 pero los planes de él permanecen para siempre. Sus intenciones son inamovibles.

12

Bendita la nación cuyo Dios es el SEÑOR, que ha sido elegida por él como pueblo suyo.

13 Desde el cielo mira el SEÑOR a la humanidad.

14 Desde su trono observa a todo el que vive en la tierra.

15 Él hizo el corazón de ellos, entiende todo lo que hacen.

16

Ni el ejército mejor equipado puede salvar a un rey, porque no basta la mucha fuerza para salvar al guerrero.

17 Poca cosa es un caballo de guerra para obtener victoria; es vigoroso, pero no puede salvar.

18

Pero los ojos del SEÑOR observan a los que le temen y confían en su invariable amor.

19 Él los guardará de la muerte y aun en tiempos de hambre los mantendrá con vida.

20 Sólo en el SEÑOR confiamos para que nos salve. Sólo él puede ayudarnos; nos protege como escudo.

21 Razón tenemos para regocijarnos en el SEÑOR. Porque confiamos en él. Confiamos en su santo nombre.

22 Sí, SEÑOR, que tu amor nos rodee perennemente, porque sólo en ti reposa nuestra esperanza.

34

1

Salmo de David, cuando fingió estar demente ante Abimélec, por lo cual éste lo arrojó de su presencia.

Alabaré al SEÑOR, pase lo que pase. Constantemente hablaré de sus glorias y de su gracia.

2 Me gloriaré de todas sus bondades para conmigo. Anímense todos los desalentados.

3 Proclamemos juntos la grandeza del SEÑOR, y ensalcemos su nombre.

4

Porque clamé a él y él me respondió. Me libró de todos mis temores.

5 Otros también estaban radiantes por lo que él había hecho por ellos. No estaban cabizbajos ni avergonzados.

6 Este pobre clamó al SEÑOR; el SEÑOR lo escuchó y lo libró de todas sus tribulaciones.

7 Porque el ángel del SEÑOR acampa alrededor de todos los que le temen y los libra.

8

¡Pongan a prueba a Dios, y verán cuán bueno es! Dichosos todos los que confían en él.

9 Si pertenecen al SEÑOR, reveréncienlo; porque todo el que así procede tiene cuanto necesita.

10 Hasta los fuertes leoncillos a veces padecen hambre; pero los que reverenciamos al SEÑOR jamás careceremos de bien alguno.

11

Vengan hijos míos, escúchenme y dejen que les enseñe el temor del SEÑOR.

12 ¿Desean larga y próspera vida?

13 ¡Pues cuidado con la lengua! No mientan.

14 Apártense del mal y hagan el bien. Procuren vivir en paz con todo el mundo; esfuércense en ello.

15

Porque los ojos del SEÑOR observan detenidamente a los que viven como se debe, y sus oídos están contra los que hacen el mal cuando claman a él.

16 Pero el rostro del SEÑOR está contra los que hacen el mal, ha resuelto borrar de la tierra hasta el recuerdo de ellos.

17 Sí, el SEÑOR escucha al bueno cuando le pide ayuda, y lo libra de todas sus tribulaciones.

18

El SEÑOR está cerca de los que tienen el corazón quebrantado; libra a los de espíritu abatido.

19 El bueno no está libre de tribulación; también tiene sus problemas pero en todos ellos lo auxilia el SEÑOR.

20 El SEÑOR los protege de cualquier daño, ni uno de sus huesos les quebrarán.

21

Al malvado ciertamente le sobrevendrá calamidad; serán castigados quienes detestan a los buenos.

22 Pero el SEÑOR redimirá a los que le sirven; no serán condenados los que confían en él.

35

1

Salmo de David.

SEÑOR, defiéndeme de los que me atacan; combate a los que me combaten.

2 Ponte tu armadura, toma tu escudo y acude en mi ayuda. Protégeme poniéndote enfrente.

3 Empuña tu lanza y tu jabalina en mi defensa, haz frente a mis perseguidores. Quiero oírte decir: Yo soy tu salvación.

4 Afrenta a quienes intentan matarme; recházalos y confúndelos.

5 Espárcelos con tu soplo como paja en el viento; viento que el ángel del SEÑOR envía.

6 Haz oscuro y resbaladizo el camino de ellos; que el ángel del SEÑOR los persiga.

7 Pues aunque ningún mal les hice, me tendieron una trampa y aunque ningún mal les hice, cavaron una fosa para mí.

8 Que les sobrevenga ruina súbita. Que caigan en su propia trampa en la fosa que ellos cavaron para mí.

9

Pero yo me regocijaré en el SEÑOR. Él me librará.

10 De lo profundo de mi corazón sube esta alabanza: «¿Quién como tu, SEÑOR? ¿Qué otro protege del fuerte al débil y desvalido, y al pobre y menesteroso de quienes desean despojarlos?»

11

Estos malvados juran en falso. Me acusan de cosas que yo ignoro.

12 Les hago el bien, y me pagan con mal. Estoy enfermo por la desesperación.

13 En cambio, cuando ellos estuvieron enfermos, lloré ante el SEÑOR, me vestí de luto, rogándole que los sanara; estuve ayunando; oré por ellos con todo el corazón pero Dios no escuchó.

14 Anduve triste como si se tratara de mi madre, de mi amigo o mi hermano que estuviera enfermo y agonizante.

15 Y ahora que estoy en tribulación, ellos se alegran; se reúnen a calumniarme; y yo ni siquiera conocía a algunos de los que allí estaban.

16 Se burlan de mí y me maldicen, y contra mí rechinan los dientes.

17

SEÑOR, ¿hasta cuándo te vas a quedar allí, sin hacer nada? Intervén ahora y líbrame, porque sólo tengo una vida, y estos leones están prontos a devorarla.

18 Sálvame, y manifestaré mi gratitud ante toda la congregación, ante la multitud te alabaré.

19

¡No permitas a mis enemigos gozarse sobre mi derrota! No dejes que se sonrían burlonamente los que me odian sin motivo,

20 pues no hablan de paz ni de hacer el bien, sino de tramar contra los inocentes que no se meten con los demás.

21 A gritos afirman haberme visto hacer el mal. «¡Ajá!», dicen, «con nuestros propios ojos te vimos hacerlo».

22 SEÑOR, tú lo sabes todo. ¡No te calles! ¡No me abandones ahora!

23

¡Despierta, SEÑOR, Dios mío! ¡Vindícame!

24 Declárame inocente, porque tú eres justo. No dejes que mis enemigos se regocijen por mi tribulación.

25 No permitas que digan: «¡Ajá! ¡Nuestro mayor deseo contra él pronto será realidad! ¡Nos lo hemos tragado vivo!»

26 Avergüénzalos; haz que quienes alardean a costa mía y se gozan de mis tribulaciones sean agobiados por la desgracia. Despoja hasta la deshonra a todos los que se creen más que yo.

27 Pero concede gran gozo a los que me desean el bien. Que clamen ellos con júbilo: «¡Grande es el SEÑOR que se deleita en auxiliar a su siervo!»

28 Y yo proclamaré ante todos cuán grande y bueno eres tú; te alabaré todo el día.

36

1

Al director musical. De David, el siervo del SEÑOR.

En el fondo del corazón de los malvados acecha el pecado. No tienen temor de Dios que los refrene.

2 Por el contrario, en su vanidad no pueden ver lo malvado que son.

3 Todo lo que dicen es torcido y engañoso; ya no son sabios ni buenos.

4 Se pasan la noche despiertos, tramando sus perversos planes se aferran a su mal camino, en vez de pensar cómo mantenerse alejados del mal.

5

Tu firme amor, SEÑOR, es grande como los cielos. Tu fidelidad va más allá de las nubes.

6 Tu justicia es como tus poderosos montes. Tus juicios como las profundidades del océano. Por igual te preocupas de los hombres y los animales.

7 ¡Cuán precioso es tu constante amor, Dios! Toda la humanidad se refugia a la sombra de tus alas.

8 Los alimentas con las delicias de tu mesa y les das a beber de tus ríos deleitosos.

9

Porque tú eres la fuente de la vida; nuestra luz viene de tu luz.

10 Derrama tu firme amor sobre los que te conocen y otorgan tu justicia a los de recto corazón.

11 No permitas que estos orgullosos me pisoteen. No dejes que sus perversas manos me traten como estropajo.

12 ¡Mira! Ya han caído. Quedaron derribados para no levantarse más.

37

1

Salmo de David.

¡Que no te provoquen enojo los malvados! Ni envidies a los que hacen mal.

2

Pronto se desvanecen como la hierba, y desaparecen como las flores de primavera.

3 Pero confía en el SEÑOR. Sé generoso y bueno; entonces vivirás y prosperarás aquí en la tierra.

4

Deléitate en el SEÑOR. Así él te dará lo que tu corazón anhela.

5 Encomienda al SEÑOR todo cuanto haces, confía en que él te ayudará a realizarlo, y él lo hará.

6 Tu inocencia alumbrará como el alba, y tu justicia resplandecerá como el sol de mediodía.

7

Reposa en el SEÑOR; espera con paciencia que él se manifieste. No envidies a los malvados que prosperan o te desesperes por sus perversos planes.

8 ¡Deja el enojo! Aparta la ira, no envidies a otros; con ello sólo te perjudicas.

9 Porque los malvados serán destruidos, pero los que confían en el SEÑOR heredarán la tierra y vivirán tranquilamente.

10 Sólo un breve tiempo, y los malvados desaparecerán. Inútilmente los buscarán.

11 Los que se humillan delante del SEÑOR heredarán la tierra y vivirán tranquilamente.

12

Los malvados conspiran contra los justos y truenan la boca contra ellos.

13 Pero el SEÑOR se ríe de quienes traman contra los justos, pues sabe que para aquellos viene el día del juicio.

14 Los malvados apuntan el arma para matar al pobre; están listos para asesinar a los que hacen el bien.

15 Pero la espada se les hundirá en su propio corazón y todas sus armas serán destruidas.

16

Mejor es tener poco y ser justo que poseer mucho y ser malvado.

17 La fuerza de los malos será quebrantada, pero el SEÑOR toma en sus manos a los justos.

18

Día tras día el SEÑOR cuida de los justos, y les concede recompensas eternas.

19 Cuida de ellos en tiempos de estrechez; aun en la hambruna tendrán suficiente.

20 Pero los malos perecerán. Los enemigos de Dios se secarán como la hierba, y desaparecerán como el humo.

21 Los malos piden prestado y no pagan, pero el bueno paga lo que debe y da más.

22 Aquellos a quienes el SEÑOR bendice heredarán la tierra, pero los que él maldice perecerán.

23

Los pasos de los buenos son guiados por el SEÑOR. Él se deleita en cada paso que dan.

24 Si se tropiezan, no caen, porque el SEÑOR los sostiene con su mano.

25

Fui joven y estoy viejo, y en todos mis años jamás vi al justo en la miseria; tampoco he visto a los hijos de los justos pasar hambre.

26 Por el contrario, los justos pueden ser generosos dando obsequios y préstamos al prójimo, y sus hijos son una bendición.

27

De modo que si quieres tener siempre donde vivir, abandona tus costumbres malas y vive en santidad.

28 Porque el SEÑOR ama la justicia y la rectitud. Nunca abandonará a su pueblo. Ellos serán eternamente guardados a salvo; pero los hijos de los que aman la maldad perecerán.

29

Los justos serán firmemente plantados en la tierra, y allí vivirán por siempre.

30 El justo es buen consejero, sabe distinguir entre el bien y el mal.

31 La ley de Dios está en su corazón, y jamás resbalan sus pies.

32

Los malos espían a los justos en busca de un pretexto para acusarlos y exigir su muerte.

33 Pero el SEÑOR no permitirá que los malvados triunfen, ni dejará que los justos sean condenados cuando sean llevados ante el juez.

34

No seas impaciente esperando que el SEÑOR se manifieste. Continúa tu marcha firme por su senda, y a su tiempo él te honrará para que heredes la tierra, y verás destruidos a los malvados.

35 Yo mismo he visto que así pasa; he visto al déspota y malvado extenderse como cedro frondoso.

36 Pero pasó al olvido y dejó de existir; lo busqué, y ya no pude encontrarlo.

37 ¡Observa al bueno, al inocente, al recto, porque les espera un gran porvenir a aquellos que aman la paz! ¡Para él hay un fin venturoso!

38 Los malos serán destruidos, y su posteridad truncada.

39

El SEÑOR salva a los santos. Él es su refugio y salvación en tiempos de tribulación.

40 Él los ayuda y los libra de los lazos de los malvados.

38

1

Salmo de David, para las ofrendas memoriales.

¡SEÑOR, no me reprendas en tu enojo! ¡SEÑOR no me castigues mientras estés airado!

2 Tus flechas me han herido profundamente; tus golpes me están demoliendo.

3 Por tu ira tengo el cuerpo enfermo; mi salud está quebrantada bajo mis pecados.

4 Mis culpas me abruman; son una carga demasiado pesada de llevar.

5 Mis heridas se han infectado y apestan por causa de mi necedad.

6 Estoy encorvado y corroído de dolores. Mis días están llenos de angustia.

7 Estoy ardiendo de fiebre y todo mi cuerpo está enfermo.

8 Estoy agotado y agobiado; mi corazón gime desesperado.

9

SEÑOR, tú conoces mis anhelos. Tú oyes todo suspiro mío.

10 El corazón se me quiere salir; me faltan las fuerzas y me estoy volviendo ciego.

11 Mis seres queridos y mis amigos se mantienen lejos de mí por miedo a mi enfermedad. Hasta mi propia familia se mantiene alejada.

12

Mientras tanto, mis enemigos procuran matarme. Traman mi ruina, y se pasan el día planeando traiciones.

13 Pero soy sordo a todas sus amenazas; callo ante ellos como quien no sabe hablar.

14 Hago como que no oigo y no respondo.

15 Yo SEÑOR, espero en ti; tú SEÑOR y Dios mío serás quien responda.

16 Pon fin a la arrogancia de ésos que ríen perversamente al verme derribado.

17

¡Estoy a punto de desmayar! ¡Esta fuente de dolor no cesa ni un instante!

18 Yo confieso mis pecados; lamento lo que hice.

19 Pero mis enemigos me persiguen encarnizadamente; siguen odiándome, aunque nada hice para provocar su odio.

20 Me pagan mal por bien, y me detestan porque defiendo la justicia.

21

No me dejes, SEÑOR; ¡no te vayas!

22 ¡Ven pronto! Ayúdame, SEÑOR de mi salvación.

39

1

Al director musical. Para Jedutún. Salmo de David.

Yo dije para mí: voy a vigilar mi conducta y no pecaré con la lengua. Me pondré una mordaza en la boca especialmente cuando los impíos me rodeen.

2 Pero guardaba silencio. ¡Ni aun lo bueno salía de mi boca! La tormenta creció dentro de mí hasta que estuvo a punto de estallar. Cuanto más meditaba, tanto más ardía ese fuego interno. Por fin hablé, y supliqué a Dios:

3

4 «SEÑOR, ayúdame a comprender lo corto que será mi tiempo en la tierra. Ayúdame a comprender que mis días están contados y que mi vida se me escapa de las manos.

5 Muy breve es mi vida. Toda entera no es más que un momento para ti. ¡La existencia humana es como un soplo! ¡Simple sombra! Y sus múltiples afanes en nada paran. Amontona riqueza para que otro la derroche.

6

7 Entonces, SEÑOR, mi única esperanza está en ti.

8

»Líbrame de ser vencido por mis pecados, pues entonces aun los necios se burlarán de mí.

9

»SEÑOR, ante ti estoy mudo. No abriré mi boca para decir ni una queja, pues mi castigo procede de ti.

10

»SEÑOR, no me hieras más; agotado estoy bajo tu mano.

11 Cuando lo castigas por sus pecados, el ser humano queda destruido, pues es tan frágil como trapo roído de polilla; sí, la existencia humana es como un soplo.

12

»¡Escucha mi plegaria, SEÑOR; escucha mi clamor! No te quedes indiferente a mis lágrimas, porque soy huésped tuyo, soy viajero que pasa por la tierra, como lo fueron todos mis antepasados.

13

»¡Dame respiro, SEÑOR! Deja que me restablezca y sonría otra vez antes que muera».

40

1

Al director musical. Salmo de David.

Con paciencia esperé que Dios me ayudara; entonces él oyó y escuchó mi clamor.

2 Me sacó del abismo de la desesperación, del pantano y del lodo; puso mis pies sobre senda dura y firme, y me fortaleció mientras yo proseguía mi camino.

3 Me ha dado un nuevo cántico para que lo entone, con alabanzas a nuestro Dios. Ahora muchos oirán de las cosas admirables que él hizo; maravillados estarán ante el SEÑOR, y en él pondrán su confianza.

4 Muchas bendiciones se derraman sobre los que confían en el SEÑOR, y no se fían de los altivos ni de los que confían en ídolos.

5

¡SEÑOR, Dios mío! ¡Cuántas y cuántas veces has realizado grandes milagros en favor nuestro! ¿Quién más puede hacer tales maravillas? El tiempo no alcanza para narrar todos tus maravillosos actos.

6

A ti no te complacen sacrificios ni ofrendas, pero me has hecho obediente; tú no has pedido holocaustos ni sacrificios por el pecado.

7 Por eso dije: «Aquí me tienes —como el libro dice de mí—.

8 Me deleito en hacer tu voluntad, Dios mío, tu ley la llevo dentro de mí».

9

A todos les he hablado de tu justicia. Sin timidez lo he proclamado, según te consta, SEÑOR.

10 No he ocultado esta buena noticia en mi corazón, sino que he proclamado tu fidelidad y tu salvación. Les he hablado a todos en la asamblea de tu gran amor y tu fidelidad.

11

¡SEÑOR, no alejes de mí tu misericordia! Mi única esperanza está en tu gran amor y fidelidad.

12 Son tantos los problemas que me rodean que no los puedo ni contar. Se han acumulado tanto que no me dejan encontrar la salida. Son más que los cabellos de mi cabeza. Mi corazón se debilita.

13

¡Te lo ruego, SEÑOR, líbrame! ¡Pronto! ¡Ven a ayudarme!

14 Sean avergonzados y humillados aquellos que tratan de aniquilarme. Huyan deshonrados aquellos que se deleitan en mis problemas.

15 Que se llenen de horror y de vergüenza porque dijeron: ¡Ya lo tenemos!

16

Pero que el gozo del SEÑOR se derrame sobre cuantos lo aman, y buscan la salvación que él da. Que siempre exclamen: «¡Cuán grande es Dios!»

17

En cuanto a mí, pobre soy, y menesteroso, pero en este instante Dios piensa en mí. ¡Dios mío, tú eres mi auxilio! Tú eres mi salvación. ¡Ven pronto, y sálvame! ¡No te demores, por favor!

41

1

Al director musical. Salmo de David.

Dios bendice a los que son buenos con los pobres. El SEÑOR los libra en tiempo de angustia.

2 Los protege y los mantiene vivos; los prospera y los libra de sus enemigos.

3 Los cuida en sus enfermedades, y alivia sus dolores y preocupaciones.

4

Oré diciendo: «SEÑOR, ten piedad y sáname, pues he pecado contra ti».

5 Pero mis enemigos dicen: «Ojalá muera pronto y caiga en el olvido».

6 ¡Qué amistosos se muestran cuando me visitan! Y cuando se van, salen a contar las calumnias que recogieron. Y cuando se van, se ríen y se burlan.

7 Susurran entre ellos imaginando lo peor de mí.

8 «Tenga lo que tenga, es sin remedio»; dicen. «¡De esa cama no se levantará!»

9

Hasta mi mejor amigo se ha vuelto contra mí; el hombre en quien yo confiaba; ¡con el que compartía el pan!

10 ¡SEÑOR, no me abandones! Muéstrate benigno y sáname, SEÑOR, para que pueda darles su merecido.

11 Veo que estás contento de mí porque no has permitido que mis enemigos me derroten.

12 Me has preservado por mi honradez; has permitido que para siempre esté en presencia tuya.

13

¡Bendigan al SEÑOR, al Dios de Israel, cuya existencia data de un eterno pasado, y se extiende a un eterno porvenir! ¡Así sea! ¡Amén!

42

1

Al director musical. Masquil de los hijo de Coré.

¡Así como el ciervo jadea anhelando el agua, te anhelo yo, Dios!

2 Tengo sed de Dios, del Dios vivo. ¿Dónde hallarlo, para ir a estar en su presencia?

3 Día y noche mi pan son mis lágrimas, y mientras tanto mis enemigos se mofan de mí. «¿Dónde está ese Dios tuyo?» dicen burlones.

4

Mi corazón se consume en la tristeza al recordar aquellos tiempos —¡cómo olvidarlos!— cuando guiaba a una gran multitud hacia el templo en días de fiesta, cantando con gozo, alabando al SEÑOR.

5 Entonces, ¿por qué desalentarse? ¿Por qué estar desanimado y triste? ¡Espera en Dios! ¡Aún lo alabaré de nuevo! ¡Él es mi Salvador y mi Dios!

6 Y sin embargo aquí estoy deprimido y sombrío; pero meditaré en tu bondad desde esta tierra por donde fluye el río Jordán y en donde se elevan el monte Hermón y el Mizar.

7 Escucho el rugir del enfurecido mar, mientras tus olas y la agitada marea me derriban.

8

Sin embargo, día tras día derrama el SEÑOR sobre mí su constante amor; y por la noche entono sus cánticos y elevo oración al Dios que me da vida.

9

«¡Oh Dios, Roca mía!», clamo, «¿por qué me has abandonado? ¿Por qué tengo que sufrir estos ataques de mis enemigos?»

10 Sus burlas me traspasan como fatal herida no se cansan de preguntarme burlándose: «¿Dónde está ese Dios tuyo?»

11 ¿Por qué voy a desarmarme y estar tan triste? Volveré y lo alabaré. ¡Es mi Dios y mi Salvador!

43

1

¡Oh Dios, defiéndeme de las acusaciones de estos implacables hombres mentirosos!

2 Porque tú eres Dios, mi único refugio. ¿Por qué me has echado a un lado? ¿Por qué tengo que llorar oprimido por mis enemigos?

3

Envía tu luz y tu verdad; que sean ellas mi guía. Que ellas me guíen a tu templo, a Sión, tu santo monte, donde tú habitas.

4 Allí acudiré al altar de Dios, del Dios que es la fuente de mi gozo, y lo alabaré con mi arpa. ¡Oh Dios, mi Dios!

5 ¿Por qué voy a desanimarme y a estar triste? ¡Confía en Dios! Nuevamente lo alabaré. ¡Él es mi Dios y mi Salvador!

44

1

Al director musical. Masquil de los hijos de Coré.

Oh Dios, hemos oído de las proezas que realizaste en días antiguos.

2 Nuestros antepasados nos han contado cómo echaste a las naciones paganas de esta tierra, y nos la diste toda, extendiendo a Israel de un extremo al otro del país.

3 No fue con su espada, ni por su propia fuerza y habilidad que vencieron, sino por tu gran poder y porque tú les sonreíste y los favoreciste.

4

Tú eres mi rey y mi Dios. Ordena victorias para tu pueblo.

5 Porque sólo por tu poder y mediante tu nombre pisoteamos a nuestros enemigos y los hacemos retroceder.

6 No confío yo en mis armas: jamás podrían salvarme.

7 Sólo tú puedes darnos el triunfo sobre aquellos que nos odian y humillarlos.

8

¡Dios, por siempre te glorificaremos! ¡Por siempre alabaremos tu nombre!

9 Y sin embargo, por un tiempo, SEÑOR, nos has echado a un lado con deshonra, sin salir con nuestros ejércitos a la batalla.

10 Nos hiciste retroceder ante nuestros enemigos. Los que están en contra nuestra, han saqueado nuestros campos.

11 Nos has tratado como ovejas de matadero, y nos esparciste entre las naciones.

12 Nos vendiste, a tu pueblo amado, por una insignificancia. Consideraste que nada valíamos.

13 Las naciones vecinas se ríen y se mofan de nosotros por todo el mal que nos has enviado.

14 Nos has convertido en el hazmerreír de las naciones; todos los pueblos se burlan de nosotros.

15 Soy constante objeto de humillación; se me cae la cara de vergüenza.

16 Todo lo que escucho son las burlas de los que me quieren poner en ridículo. Todo lo que veo son los deseos de venganza de mis enemigos.

17

Todo esto nos ha sucedido, a pesar de que nunca te olvidamos ni faltamos jamás a tu pacto.

18 Nuestros corazones no te han abandonado, no nos hemos apartado ni un paso de tu senda.

19 Sin embargo, nos castigas en inhóspito desierto y nos envías las tinieblas y la muerte.

20 Si hubiéramos dejado de adorar a nuestro Dios o hubiéramos alzado nuestras manos en oración a dioses extraños,

21 ¿no lo sabría Dios? Sí, él conoce los secretos de cada corazón.

22 Por tu causa, cada día nos llevan a la muerte; nos tratan como oveja para el matadero.

23

¡Despierta! ¡Levántate! ¡No duermas, SEÑOR! ¿Nos has desechado para siempre?

24 ¿Por qué apartas la mirada? ¿Por qué te desentiendes de nuestros dolores y opresión?

25 Estamos postrados con el rostro en el polvo.

26 ¡Levántate, SEÑOR, y acude en nuestra ayuda! Sálvanos por tu gran amor.

45

1

Al director musical. Sígase la tomada de «Los lirios». Masquil de los hijos de Coré. Canto nupcial.

Mi corazón rebosa de hermosos pensamientos! Recitaré un bello poema para el rey, pues mi lengua es como la pluma de un hábil escritor.

2

Eres entre todos el más apuesto; tus labios son fuente de elocuencia, ya que Dios te ha bendecido para siempre.

3

¡Toma las armas, tú el poderoso guerrero, lleno de gran majestad y gloria,

4 y, ¡majestuoso, marcha a vencer, por la verdad, la humildad y la justicia!

¡Adelante, a realizar proezas asombrosas!

5

Tus agudas saetas traspasan el corazón de tus enemigos.

Las naciones ante ti se desploman, yacen bajo tus pies.

6

Tu trono, oh Dios, permanece para siempre;

la justicia en tu mano, es un cetro real.

7

Amas el bien, y el mal detestas, por eso Dios, el Dios tuyo, te ha ungido, derramando sobre ti más perfume de alegría que sobre los demás.

8

Tus vestiduras exhalan perfume de mirra, áloe y casia. En tus palacios adornados de marfil hay música de arpa para deleite tuyo.

9 Entre tus damas de honor se cuentan princesas; a tu derecha se halla la novia real luciendo el oro más fino.

10 «Oye este consejo, hija mía. No te aflijas por tu familia que está en tu lejana tierra.

11 Tu real esposo se deleita en tu belleza. Reveréncialo, pues es tu SEÑOR.

12 La gente de Tiro te cubrirá de regalos; los más ricos del pueblo suplicarán tu favor».

13

La novia, que es una princesa, espera en su recámara, cubierta de hermosos vestidos bordados en oro.

14 Vestida de finos bordados es conducida ante el rey, seguida por sus damas de compañía.

15 Con alegría y regocijo son conducidas al interior del palacio real.

16 Un día, tus hijos serán reyes como su padre. Los pondrás por príncipes en toda la tierra.

17 Y haré que tu nombre sea honrado en todas las generaciones; las naciones de la tierra te alabarán para siempre.

46

1

Al director musical. De los hijo de Coré. Canción según alamot.

Dios es nuestro amparo y nuestra fuerza, nuestra pronta ayuda en tiempos de tribulación.

2 Por eso no temeremos aunque el mundo se desintegre y los montes se derrumben y caigan al mar.

3 ¡Que rujan los océanos espumantes! ¡Que las montañas se hundan en el mar!

4

Un río de gozo fluye a través de la ciudad de nuestro Dios, de la santa morada del Dios altísimo.

5 Dios mismo habita en aquella ciudad, la cual por tanto se mantiene firme. Dios lo protegerá al rayar el alba.

6 Las naciones se alborotan y tambalean los reinos, pero cuando Dios habla, la tierra se funde.

7

El SEÑOR todopoderoso está aquí entre nosotros; nuestro refugio es el Dios de Jacob.

8 ¡Vengan! ¡Vean las gloriosas hazañas de nuestro Dios; vean cómo derrama ruina sobre el mundo; hace cesar

9 las guerras por todo el mundo; rompe y quema todas las armas!

10 ¡Silencio! ¡Sepan que yo soy Dios! ¡Todas las naciones del mundo me honrarán!

11

¡Aquí, entre nosotros, está el SEÑOR todopoderoso! ¡Nuestro refugio es él, el Dios de Jacob!

47

1

Al director musical. Salmo de los hijos de Coré.

¡Vengan todos, y den palmadas de júbilo! ¡Griten triunfantes alabanzas al SEÑOR!

2 Porque el SEÑOR, el Altísimo es imponente; es el gran rey de toda la tierra.

3 Él subyuga a las naciones ante nosotros, poniendo a nuestros enemigos bajo nuestros pies.

4 Él escogió la tierra prometida como nuestra herencia, que es el orgullo de Jacob, a quien amó.

5

Dios ha subido con potente clamor, con sonido de trompeta.

6 Entonemos alabanzas a nuestro Dios, nuestro rey.

7 Porque Dios es el rey de toda la tierra. Alabémosle entonando un salmo.

8 Él reina sobre todas las naciones, sentado en su santo trono.

9 Los gobernantes se han unido a nosotros en la alabanza y alaban al Dios de Abraham, porque todos los reyes de la tierra le pertenecen a Dios. Por todas partes se le rinde grande honra.

48

1

Canción. Salmo de los hijos de Coré.

¡Qué grande es el SEÑOR! Cuánto debemos alabarlo en su monte santo en la ciudad de nuestro Dios.

2 Miren el monte Sión que se eleva al norte de la ciudad alzándose sobre la llanura para que todos lo vean; el monte Sión, gozo de toda la tierra, residencia del gran Rey.

3

Dios mismo es el defensor de Jerusalén.

4 Los reyes de la tierra han llegado juntos para avanzar contra la ciudad.

5 Maravillados están ante el espectáculo; están aterrados y huyen,

6 aterrorizados por lo que han visto; van llenos de pánico, como mujer acongojada por los dolores de parto,

7 como las majestuosas naves de Tarsis cuando las destruye un poderoso viento del este.

8 De la gloria de la ciudad hemos oído, pero ahora nosotros mismos la hemos visto, la ciudad de nuestro Dios todopoderoso. Es la ciudad de nuestro Dios ¡Él la hará permanecer para siempre!

9

SEÑOR, aquí en tu templo meditamos en tu gran amor mientras te adoramos.

10 La honra a tu nombre, oh Dios, y la alabanza, a ti llega hasta los confines de la tierra; tu diestra está llena de victoria.

11 Que el pueblo en el monte Sión se regocije. Que la ciudad de Judá se alegre, porque tus juicios son justos.

12 Vayan, examinen la ciudad. Denle la vuelta y cuenten sus muchas torres.

13 Observen sus reforzados muros y recorran sus fortalezas para que puedan contarlo a las futuras generaciones.

14

Este Dios es nuestro Dios por los siglos de los siglos. Él será, nuestro guía hasta que muramos.

49

1

Al director musical. Salmo de los hijos de Coré.

¡Escuchen todos: la clase alta y la clase baja, ricos y pobres del mundo entero! Escuchen mis palabras,

2

3 porque son sabias y mis pensamientos están llenos de discernimiento.

4

Escucharé muchos proverbios y resolveré enigmas al son del arpa.

5 No hay por qué temer cuando llega la adversidad, ni aunque este rodeado de enemigos.

6 Ellos confían en sus bienes y se jactan de sus riquezas.

7 Pero nadie puede salvar a nadie de la muerte, pagándole rescate a Dios por su vida.

8 Tal salvación no se da fácilmente, pues nadie puede pagar suficiente,

9 para vivir por siempre y no llegar a ver la fosa.

10

Nadie puede negar que todos mueren, que sabios e insensatos perecen por igual y, que sus riquezas se quedan para otros.

11 La tumba será su hogar eterno donde se quedarán para siempre. Ponen su nombre a sus propiedades pero tendrán que dejarles sus riquezas a otros.

12 El ser humano, con toda su pompa, tiene que morir como cualquier animal.

13 Así es el destino de los necios, aunque se diga de ellos que tuvieron gran sabiduría.

14

Como ovejas están destinados al sepulcro; donde la muerte será su pastor. Por la mañana los gobernarán los justos. Sus cuerpos se pudrirán en el sepulcro lejos de sus suntuosas propiedades.

15

Pero en cuanto a mí; Dios redimirá mi alma del poder de la muerte; porque él me recibirá.

16 Así que no se desanimen cuando los malvados se enriquecen y edifican bellas mansiones.

17 Porque al morir nada se llevan consigo. Sus riquezas no los seguirán al sepulcro.

18 Aunque alguien se diga feliz toda la vida, y la gente lo elogie por sus logros,

19 al fin muere como todos los demás y no vuelve a ver la luz del día.

20

Porque el ser humano, con toda su pompa, tiene que morir como cualquier animal.

50

1

Salmo de Asaf.

El Dios de dioses, el SEÑOR, ha convocado a toda la humanidad, desde el oriente hasta el occidente.

2 Dios resplandece desde Sión, la ciudad bella y perfecta.

3 Nuestro Dios, con rugir de trueno se acerca; todo lo destruye con fuego a su paso, y en torno suyo ruge la tormenta.

4 El cielo y la tierra serán sus testigos cuando él juzgue a su pueblo:

5 «Reúnan a mi pueblo: a los que han hecho un pacto conmigo mediante un sacrificio».

6 El cielo proclama la justicia divina, porque Dios mismo es el juez.

7

¡Escucha, pueblo mío, que voy a hablar! Éstas son mis acusaciones en contra tuya, Israel. ¡Porque yo soy Dios, el Dios tuyo!

8 No tengo queja alguna por los sacrificios o las ofrendas quemadas que traes a mi altar, pues los traes con regularidad.

9 Pero no son los toros de tu establo ni las cabras de tu aprisco lo que quiero;

10 pues todos los animales del bosque son míos, y del ganado de mil colinas yo soy dueño.

11 Cada ave de los montes y todos los animales del campo me pertenecen.

12 Si tuviera hambre, no te lo diría; porque mío es el mundo y todo lo que en él hay.

13 No necesito tus toros de sacrificios ni la sangre de tus machos cabríos.

14 Lo que quiero de ti es verdadera gratitud a Dios; quiero que cumplas tus promesas al Altísimo.

15 Confía en mí en tus tribulaciones para que yo te libre y puedas darme la gloria.

16

Pero al malvado dice Dios: No recites más las leyes mías y deja de fingir que me obedeces,

17 pues has rechazado mi disciplina, y menospreciado mis leyes.

18 Ves a un ladrón, y le ayudas y pasas el tiempo en compañía de adúlteros.

19 Tu boca se llena de perversidades y tu lengua de mentiras.

20 Calumnias a tu hermano, al hijo de tu misma madre.

21 Mientras hiciste todo esto, yo guardé silencio; pensaste que nada me importaba, pero ahora llegó el momento de reprenderte, y plantearé la lista de acusaciones contra ti.

22 Arrepiéntanse todos los que se han olvidado de Dios, antes que los despedace y nadie pueda ayudarlos.

23

Pero el que me ofrenda su gratitud, me honra. Los que andan por mis sendas recibirán salvación del SEÑOR.

51

1

Al director musical. Salmo de David cuando el profeta Natán fue a verlo por haber cometido adulterio con Betsabé.

Ten compasión de mí, Dios, conforme a tu gran amor. Conforme a tu piedad, borra mis pecados.

2 Lávame de toda mi culpa y límpiame de mi pecado.

3 Porque yo reconozco mi vergonzosa acción; día y noche me persigue.

4 Es contra ti, sólo contra ti, que he pecado, y he hecho lo malo ante tus ojos. Tu sentencia contra mí es justa y tu juicio irreprochable.

5 Porque yo nací pecador; sí, lo soy desde el momento que mi madre me concibió.

6 Tú amas la verdad en lo íntimo, y me enseñas a ser sabio en lo más profundo de mí ser.

7

Purifícame con hisopo, y volveré a ser puro. Lávame, y seré más blanco que la nieve.

8 Devuélveme mi gozo y alegría; me has quebrantado, ahora déjame gozarme.

9 Aparta tu rostro de mis pecados y borra toda mi maldad.

10 Crea en mí un corazón limpio, Dios, y renueva la rectitud de mi espíritu.

11 No me arrojes de tu presencia. No quites de mí tu santo Espíritu.

12 Devuélveme el gozo de tu salvación y dame anhelo de obedecerte.

13 Entonces enseñaré tus caminos a otros pecadores, y éstos volverán a ti.

14 Perdóname por derramar sangre, Dios de mi salvación; entonces gozoso cantaré de tu perdón.

15 Abre mis labios, SEÑOR para que pueda alabarte.

16

Tú no quieres sacrificios ni ofrendas quemadas; si así fuera, con gusto lo haría.

17 Lo que quieres es un espíritu quebrantado. Al corazón quebrantado y contrito, Dios, no lo despreciarás tú.

18

Mira con agrado a Sión y ayúdala; levanta los muros de Jerusalén.

19

Entonces te agradarán los sacrificios de justicia, las ofrendas quemadas y otra vez sobre tu altar se ofrecerán becerros.

52

1

Al director musical. Masquil de David, cuando Doeg el edomita fue a informarle a Saúl: «David ha ido a la casa de Ajimélec».

Tú te las das de héroe, ¿verdad? Te alabas por este crimen que cometiste contra el pueblo de Dios.

2 Todo el día tramas destrucción. Tu lengua como navaja afilada, es experta en decir mentiras.

3 ¡Amas la perversidad más que el bien! ¡Y la mentira más que la verdad!

4 Te gusta decir lo que causa daño a los demás, mentiroso.

5

Pero Dios te derribará de un golpe; te echará de tu casa; a rastras te sacará de la tierra de los vivientes.

6 Los justos lo verán y se asombrarán. Entonces reirán y dirán:

7 «Miren lo que les ocurre a quienes desprecian a Dios, confían en su riqueza y se vuelven cada vez más atrevidos en su maldad».

8

Pero yo soy como olivo que florece en la casa del SEÑOR. Confío en el gran amor de Dios para siempre jamás.

9 SEÑOR, te alabaré eternamente por tus obras. Y esperaré tus misericordias, en la presencia de tu pueblo.

53

1

Al director musical. Según majalat. Masquil de David.

Las personas necias afirman que no hay Dios. Están corrompidas, sus obras son perversas; ¡no hay una sola que haga lo bueno!

2

Dios mira desde el cielo buscando entre la humanidad a ver si encuentra siquiera una que haga el bien y realmente busque a Dios.

3 Pero todos le han vuelto la espalda; todos se han corrompido. Ni siquiera uno es bueno, ¡ni uno!

4 ¿Es que los que hacen lo malo no pueden comprender nada? Devoran a mi pueblo como pan y rehúsan acudir a Dios.

5 Pero pronto un inaudito terror les sobrevendrá. Dios esparcirá los huesos de esos enemigos suyos. Están condenados, porque Dios los ha rechazado.

6

¡Quiera Dios que de Sión venga la salvación para Israel! Cuando Dios restaure a su pueblo, Jacob gritará de alegría; Israel se regocijará.

54

1

Al director musical. Acompáñese con instrumentos de cuerda. Masquil de David, cuando gente de Zif fue a decirle a Saúl: «¿No estará David escondido con nosotros?»

¡Ven con gran poder, Dios; y sálvame! ¡Defiéndeme con tu potencia!

2 ¡Escucha mi oración! Presta atención a mi súplica.

3 Porque gente desconocida me está atacando; hombres violentos tratan de matarme; hombres a quienes Dios no les importa.

4

Pero Dios es mi auxilio. El SEÑOR es quien me sostiene vivo.

5 Él hará que las maldades de mis enemigos se vuelvan contra ellos mismos.

Haz como lo prometiste y acaba con estos malvados.

6 Te presentaré una ofrenda voluntaria y alabaré, SEÑOR, tu buen nombre.

7

Dios me ha rescatado de toda mi tribulación, y me ha ayudado a triunfar sobre mis enemigos.

55

1

Al director musical. Acompáñese con instrumentos de cuerda. Masquil de David.

Escucha mi plegaria, oh Dios; no te ocultes cuando clamo a ti.

2 Por favor, óyeme y respóndeme, porque mis cargas me agobian.

3

Mis enemigos gritan contra mí y me amenazan. Me traen problemas derribándome en su enojo.

4 Mi corazón se angustia dentro de mí. El terror a la muerte me domina.

5 Temblando estoy de miedo, sobrecogido estoy de terror.

6 ¡Quién tuviera alas como paloma para escapar y reposar!

7 Yo volaría a los lejanos desiertos y allá me quedaría.

8 De toda esta tormenta escaparía a algún refugio.

9

Oh SEÑOR, destrúyelos y confunde su lenguaje; porque veo violencia y luchas en la ciudad.

10 Aunque día y noche patrullen las murallas en contra de invasores, su verdadero problema es la maldad interna.

11 Hay homicidio y robo por todas partes; amenazas y engaños se desbordan por sus calles.

12

No fue un enemigo quien se mofó de mí; eso lo habría soportado yo; no fueron los que están en mi contra los que me humillaron, de ellos podría haberme ocultado y huido.

13 Pero fuiste tú, un hombre como yo, mi compañero y amigo.

14 Como disfrutábamos nuestras amistad mientras juntos caminábamos a la casa de Dios.

15

Que a mis enemigos la muerte los tome por sorpresa. Que el sepulcro se los trague vivos, pues en ellos habita la maldad.

16 Pero yo clamaré al SEÑOR, él me salvará.

17 Oraré de mañana, al medio día y de noche, suplicándole a Dios; él escuchará.

18 Aunque son muchos los que están en contra mía, él me rescata y me salva de la batalla que se libra contra mí.

19 Dios, que reina para siempre, me escuchará y los humillará. Porque mis enemigos se negaron a cambiar de conducta, no tienen temor de Dios.

20

Levantan la mano contra sus amigos y no cumplen sus compromisos.

21 Sus palabras eran suaves como aceite, pero en su corazón había guerra. Sus palabras eran blandas como crema, pero ocultaban puñales.

22

Lleva tus cargas al SEÑOR, él te sostendrá. No permitirá que el santo resbale o caiga.

23 Enviará a los malos al abismo de destrucción. Los homicidas y los mentirosos no vivirán la mitad de sus días. Pero yo confío en que tú me salvarás.

56

1

Al director musical. Sígase la tonada de «La tórtola en los robles lejanos». Mictam de David, cuando los filisteos lo apresaron en Gat.

SEÑOR, ten misericordia de mí; todo el día las tropas enemigas me presionan. Mis enemigos me persiguen constantemente; y muchos orgullosos me atacan.

2

3

Pero cuando tenga miedo, pondré mi confianza en ti.

4 Oh Dios, alabo tu palabra. Confío en Dios ¿por qué temeré? ¿Qué podrá hacerme un simple mortal?

5 Continuamente tuercen mis palabras. En lo único que piensan es en cómo perjudicarme.

6 Se reúnen y me espían; observan cada uno de mis pasos para matarme.

7 No permitas que en su maldad, se salgan con la suya. En tu enojo, Dios mío, derríbalos hasta el suelo.

8

Lleva la cuenta de mis lamentos. Has recogido todas mis lágrimas y las has guardado en un frasco. Has anotado cada una de ellas en tu libro.

9 El mismo día que yo te pido ayuda, huirán mis enemigos. Una cosa sé: ¡Dios está de mi parte!

10 Estoy confiado en Dios. ¡Alabadas sean sus promesas! No temo nada de lo que un simple hombre pueda hacerme. Sí; alabadas sean sus promesas.

11 Confío en Dios ¿por qué temeré? ¿Qué podría hacerme un simple mortal?

12 Ciertamente cumpliré los votos que he hecho ante ti, SEÑOR, y te presentaré mis ofrendas de gratitud por tu ayuda.

13 Porque tú me salvaste de la muerte, y mis pies de resbalar, de modo que puedo marchar ante el SEÑOR en la luz de la vida.

57

1

Al director musical. Sígase la tonada de «No destruyas». Mictam de David, cuando David huía de Saúl y estaba en una cueva.

¡Ten compasión de mí, oh Dios, ten compasión de mí; pues en ti confío! Bajo la sombra de tus alas me esconderé hasta que pase la tormenta.

2 Clamaré al Dios Altísimo, al Dios que cumple en mí su propósito.

3 De lo alto enviará ayuda para salvarme, me librará de aquellos que quieren atraparme. Dios enviará su amor y su verdad.

4 Estoy rodeado de leones feroces; de hombres devoradores que tienen dientes como agudas lanzas y flechas; tienen lenguas como espadas.

5 SEÑOR, ¡que seas exaltado por sobre los más altos cielos! Que tu gloria resplandezca sobre la tierra.

6 Mis enemigos me han armado una trampa. Mi ánimo quedó abatido. Han cavado un hoyo en el camino, pero, ellos mismos han caído dentro.

7

Dios mío, tengo el corazón tranquilo y confiado. Con razón puedo cantar tus alabanzas.

8 ¡Despierta, alma mía! ¡Despierten, arpa y lira! Haré despertar con mis cantos al amanecer.

9 Públicamente te expresaré mi gratitud por toda la tierra. Cantaré tus alabanzas entre las naciones.

10 Amplios como los cielos son tu bondad y tu amor. Tu fidelidad llega hasta el cielo.

11

Que seas exaltado, oh Dios, sobre los cielos. Que tu gloria brille por toda la tierra.

58

1

Al director musical. Sígase la tonada de «No destruyas». Mictam de David.

¡Ustedes, los gobernantes hablan de justicia y ni siquiera saben el significado de esa palabra! ¿Juzgan con rectitud al pueblo? Todos sus actos son injustos: dan violencia en lugar de justicia.

2

3 Estos malvados nacieron pecadores; mienten desde el momento mismo de su nacimiento y se desvían.

4 Son venenosos como serpientes mortales, cobras que cierran los oídos

5 para no escuchar la música de los más hábiles encantadores.

6

Oh Dios; rómpele los colmillos. ¡Arráncales los dientes a estos leoncillos, SEÑOR!

7 Que se desvanezcan como agua tragada por la tierra sedienta. Vuélvanse inútiles las armas en sus manos.

8 Que se disuelvan, como babosa rastrera; que no vean la luz, cual si fueran abortivos.

9 Dios raerá tanto a los viejos como a los jóvenes. Los destruirá más pronto de lo que tarda la olla en sentir el fuego de espinos en el fogón.

10

Los justos se regocijan al ver la venganza; al lavar sus pies en la sangre de los malvados.

11 Entonces al fin dirán todos que el bien recibirá recompensa, y que hay un Dios que juzga con justicia aquí en la tierra.

59

1

Al director musical. Sígase la tonada de «No destruyas». Mictam de David, cuando Saúl había ordenado que vigilaran la casa de David con el propósito de matarlo.

¡Oh Dios mío, sálvame de mis enemigos! ¡Protégeme de quienes han venido a destruirme!

2 Guárdame de estos criminales, de estos asesinos.

3 Me acechan para darme muerte. Hombres vigorosos están allí a la espera. Y no es, SEÑOR, porque yo les haya hecho mal alguno.

4 Aunque soy inocente, se alistan para matarme. ¡SEÑOR! ¡Mira lo que sucede! ¡Ayúdame!

5 Tú, SEÑOR, eres el Dios todopoderoso, ¡eres el Dios de Israel! ¡Despiértate y castiga a todas las naciones; no tengas compasión de esos viles traidores!

6 Al anochecer vienen a espiar, y ladran como perros que rondan la ciudad.

7 Escucha la suciedad que sale de sus bocas, las espadas filosas que lanzan por sus labios, y dicen: ¿Quién va a oírnos?

8 SEÑOR, ríete de ellos, y búrlate de todas las naciones.

9

¡Oh Dios, fortaleza mía!, esperaré a que me rescates, pues tú eres mi lugar seguro.

10 Dios mío tu amor por mí es muy grande; vendrás. Harás que yo vea la derrota de mis enemigos.

11 No los mates, porque mi pueblo olvida pronto estas lecciones, pero haz que se tambaleen bajo tu poder y ponlos de rodillas. ¡Tú SEÑOR, eres nuestro escudo!

12 Por los pecados de su boca, por la maldad que hay en sus labios, que caigan en la trampa de su orgullo, de sus maldiciones y de sus mentiras.

13 Destrúyelos en tu ira. Aniquílalos, y sepan también las naciones que Dios reina en Israel y regirá por todo el mundo.

14 Mis enemigos salen al anochecer, y rondan la ciudad aullando como perros en busca de comida.

15 Andan en busca de comida pero se duermen sin quedar satisfechos.

16

En cuanto a mí, cada mañana cantaré de tu poder y misericordia. Porque tú has sido mi gran torre de refugio, sitio seguro en el día de mi angustia.

17 ¡Oh fortaleza mía, a ti canto mis alabanzas porque tú eres mi refugio, mi Dios de misericordia!

60

1

Al director musical. Sígase la tonada de «El lirio del pacto». Mictam didáctico de David, cuando luchó contra los arameos del noroeste de Mesopotamia y de Siria central, y cuando Joab volvió y abatió a doce mil edomitas en el valle de la Sal.

¡Oh Dios, tú nos has rechazado y has roto nuestras defensas; te has airado contra nosotros! SEÑOR, restáuranos de nuevo en tu favor.

2 Hiciste temblar la tierra, la has agrietado: repara sus grietas antes de que se desmorone.

3 Has sido duro con nosotros y nos diste a beber vino que nos ha hecho tambalear.

4

Levanta la bandera en señal de retirada para tus fieles, y podrán escapar de quienes los atacan.

5 Emplea tu vigorosa diestra para librarnos y rescata a tu amado pueblo.

6 Dios ha dicho en su santuario; «Gozosamente dividiré a Siquem y mediré el valle de Sucot.

7 Mío es Galaad, y mío es Manasés; Efraín producirá mis guerreros, y Judá mis reyes

8 Moab llegará a ser mi siervo humilde y Edom, mi esclavo. Y yo elevaré gritos de triunfo sobre las filisteos!»

9

¿Quién me hará entrar en la ciudad fortificada? ¿Quién me traerá la victoria sobre Edom?

10 ¿Eres tú, oh Dios, quien nos ha rechazado? ¿Ya no sales con nuestros ejércitos?

11 Sí, SEÑOR, ayúdanos contra nuestros enemigos, porque de nada vale la ayuda de un simple mortal como nosotros.

12

Con el auxilio de Dios, realizaremos proezas, porque él pisoteará a nuestros enemigos.

61

1

Al director musical. Salmo de David. Acompáñese con instrumentos de cuerda. De David.

¡Oh Dios, escucha mi clamor! ¡Atiende a mi plegaria!

2 Desde los confines de la tierra, clamo a ti pidiendo auxilio pues mi corazón desfallece; llévame a una roca donde esté yo a salvo.

3 Porque tú eres mi refugio, alta torre en donde mis enemigos jamás podrán tocarme.

4 Por siempre moraré en tu santuario. ¡Seguro bajo el amparo de tus alas!

5 Porque tú has escuchado mis votos, Dios, y me has dado la bendición que guardas para quienes temen tu nombre.

6

Añade más años a la vida del rey; que sus años se extiendan de generación en generación.

7 Que reine para siempre bajo tu protección. Que tu amor y fidelidad lo protejan.

8 Así cantaré siempre alabanzas a tu nombre; con lo que cumpliré mis votos cada día.

62

1

Al director musical. Para Jedutún. Salmo de David.

Silencioso estoy ante el SEÑOR, esperando que él me libre. Porque sólo de él procede la salvación.

2 Sí; sólo él es mi roca y mi salvación; él es mi refugio. ¡Jamás habré de caer!

3

¿Hasta cuándo estarán en contra de un hombre tratando de matarlo? Para ellos soy como un muro inclinado o una cerca a punto de caer.

4 Planean derribarme de mi lugar de grandeza. Aman el decir mentiras acerca de mí. ¡Qué amistosos se me muestran; mientras en el corazón me maldicen!

5 Pero yo callo ante el SEÑOR, porque en él está mi esperanza.

6 Sí, sólo él es mi roca, y mi salvación; él es mi refugio. ¡Jamás habré de caer!

7 Mi salvación y mi gloria proceden sólo de Dios. Él es mi refugio, la roca en donde ningún enemigo podrá alcanzarme.

8 ¡Pueblo mío, confía en él siempre! ¡Ábrele tu corazón, pues él es nuestro refugio!

9 El mayor de los hombres, o el más humilde, nada son ante sus ojos. En la balanza pesan menos que el aire.

10

No te enriquezcas mediante la extorsión y el robo. Y si tus riquezas aumentan, no pongas en ellas tu corazón.

11 Una cosa ha dicho Dios, y dos veces lo he escuchado: Que el poder, oh Dios, solo a ti te pertenece;

12 que el amor, SEÑOR, es tuyo. Ciertamente tú pagarás a cada uno según lo que se merezcan sus obras.

63

1

Salmo de David, cuando estaba en el desierto de Judá.

¡Oh Dios, mi Dios! ¡Cómo te busco! ¡Qué sed tengo de ti en esta tierra reseca y triste en donde no hay agua! ¡Cómo anhelo encontrarte!

2 ¡Te he visto en tu santuario y he contemplado tu fortaleza y gloria,

3 porque tu amor y bondad son para mí mejor que la vida misma! ¡Cuánto te alabo!

4 Te bendeciré mientras viva, alzando a ti mis manos en oración.

5 Tú dejas mi alma más satisfecha que un delicioso banquete; te alabarán mis labios con gran júbilo.

6

Paso la noche despierto en mi lecho pensando en ti,

7 en cuánto me has ayudado. ¡Canto durante la noche con gozo bajo la protectora sombra de tus alas!

8 Te sigo de cerca, protegido por tu potente diestra.

9 Pero quienes planean destruirme descenderán a las profundidades de la tierra.

10 Están condenados a morir a espada; a ser comida de chacales.

11 Pero el rey se regocijará en Dios. Todos los que en él confían se alegrarán, y los mentirosos serán acallados.

64

1

Al director musical. Salmo de David.

SEÑOR, escucha mi queja. Protégeme del temor a mis enemigos.

2 Escóndeme de la conspiración de los malvados, de la intrigas de perversos. Afilan sus lenguas como espadas; lanzan como flechas sus palabras amargas.

3

4 Desde su emboscada tiran contra el inocente. Lo hacen sin aviso, y no tienen temor.

5 Unos a otros se animan a cometer el mal. Planean cómo poner sus trampas. «Aquí jamás las descubrirá», dicen.

6 Maquinan sus perversidades, y dicen: «Hemos tramado el plan perfecto». ¡Sí, los pensamientos y el corazón humano no se pueden comprender!

7

Pero Dios mismo les disparará y caerán. Sin aviso las flechas los herirán.

8 Sus propias palabras se volverán contra ellos y los destruirán. Cuantos los vean se burlarán de ellos.

9 Entonces todos sentirán temor, proclamarán las poderosas obras de Dios; por fin reconocerán las admirables cosas que él hace.

10 Y los justos se regocijarán en el SEÑOR, y encontrarán refugio en él. Y los de recto corazón lo alabarán.

65

1

Al director musical. Salmo de David. Cántico.

A ti, oh Dios, te pertenece la alabanza en Sión. A ti te deben cumplir los votos,

2 porque tú respondes a nuestras oraciones, y a ti acude todo ser humano.

3 Aunque los pecados llenen nuestro corazón, tú los perdonas todos.

4 ¡Dichosos aquellos a los que tú escoges y acercas a ti, para que vivan en tus atrios! ¡Qué gozo nos espera en medio de todo lo bueno que allí hay!

5 Tú fielmente respondes a nuestras oraciones con imponentes obras, oh Dios, Salvador nuestro. Tú eres la esperanza de cada uno en esta tierra, aun de aquellos que navegan en los más lejanos mares.

6

Tú formaste los montes con tu gran fuerza, y te rodeaste de potencia.

7 Tú calmaste el rugido de los mares, el estruendo de las olas, y el tumulto de los pueblos.

8 Hasta los últimos rincones de la tierra los gloriosos actos de Dios asombrarán a todos. Desde donde el sol sale hasta donde se oculta, tú inspiras cantos de alegría.

9 Tú riegas la tierra para darle fertilidad. Los ríos de Dios nunca se secan. Tú preparas la tierra para tu pueblo y les envías ricas cosechas de trigo.

10 Tú riegas los surcos con agua abundante. Las lluvias ablandan la tierra, nivelan las partes de sus tierras que no lo están. Y tú bendices los renuevos.

11 Tú coronas el año con generosas cosechas; aún las veredas se desbordan de abundancia.

12 El desierto se convierte en verdes prados y las colinas se visten de gozo.

13 Los pastos se llenan de rebaños de ovejas, y una alfombra de trigo cubre los valles. Dan voces y cantan de alegría.

66

1

Al directo musical. Salmo. Cántico.

¡Aclamen alegres a Dios, habitantes de toda la tierra!

2

¡Canten salmos a su glorioso nombre! Cuenten al mundo cuán admirable es él.

3

¡Qué imponentes son tus obras, oh Dios! ¡Cuán grande es tu poder! ¡Con razón se rinden tus enemigos!

4 La tierra entera te adorará y cantará tus glorias.

5 Vengan, vean las gloriosas obras que Dios ha hecho. ¡Qué maravillosos milagros él hace para su pueblo!

6 Convirtió el mar en tierra seca, y el pueblo cruzó el río a pie. ¡Regocijémonos en él!

7

Por su gran poder gobierna eternamente. Él vigila cada movimiento de las naciones. ¡Que no se levanten contra él los rebeldes!

8

Bendigan todos los pueblos a Dios y canten sus alabanzas,

9 porque él tiene en sus manos nuestra vida, él evita que nuestros pies resbalen.

10

Nos has puesto a prueba, nos has purificado, oh SEÑOR, como a plata en el crisol.

11 Nos apresaste en tu red y pusiste grandes cargas a nuestra espalda.

12 Has enviado la caballería a pisotear nuestros cuerpos quebrantados; por incendio y por inundación hemos pasado. Pero al final nos has dado gran abundancia.

13

Ahora he acudido a tu templo con ofrendas quemadas para cumplir los votos que te hice.

14 Sí, los votos que me escuchaste pronunciar cuando estuve en tribulación.

15 Por eso es que te traigo ofrendas quemadas de carneros, chivos y becerros gordos. El humo de su sacrificio se elevará ante ti.

16

Vengan y escuchen todos los que temen a Dios, y yo les contaré lo que él hizo en favor mío.

17 Pues clamé pidiéndole ayuda, y tenía las alabanzas listas en mi lengua.

18 Él no habría escuchado si yo no hubiera confesado mis pecados.

19 ¡Pero él escuchó! ¡Oyó mis súplicas! ¡Les puso atención!

20

Bendito sea Dios, que no me volvió la espalda cuando yo oraba, y no me negó su bondad y amor.

67

1

Al director musical. Acompáñese con instrumentos de cuerda. Salmo. Cántico.

¡Oh Dios, bendícenos por tu misericordia! ¡Que resplandezca tu rostro cuando nos miras desde lo alto!

2

Que conozcan tus caminos por toda la tierra, y entre todas las naciones tu salvación.

3 Que te alaben, oh Dios, los pueblos; que todos los pueblos te alaben.

4 ¡Cómo se alegrarán las naciones y cantarán de júbilo porque tú las gobiernas con justicia; tú guías a las naciones de todo el mundo!

5 Que te alaben, oh Dios, los pueblos; que todos los pueblos te alaben.

6 Porque la tierra ha producido abundantes cosechas.

7 Dios, el Dios nuestro, nos bendecirá, los pueblos de todos los confines de la tierra le temerán.

68

1

Al director musical. Salmo de David. Cántico.

¡Levántate, oh Dios, y esparce a todos tus enemigos! ¡Hazlos huir de tu presencia, oh Dios!

2 Échalos como humo ante el viento. ¡Derrítelos como cera en el fuego! Que perezcan así los malvados ante la presencia de Dios.

3

Pero gócense los justos. Regocíjense y alégrense en la presencia de Dios.

4 ¡Canten alabanzas a su nombre! Alcen su voz en cántico al que cabalga sobre las nubes. SEÑOR es su nombre. Regocíjense en su presencia.

5 Él es padre del huérfano; él hace justicia a las viudas, es Dios en su santa morada.

6 Él da familia al solitario y da libertad a los encarcelados, y éstos cantan con júbilo. Mas a los rebeldes da hambre y tribulación.

7

Oh Dios, cuando saliste al frente de tu pueblo y con ellos marchaste por el desierto,

8 la tierra tembló y los cielos dejaron caer sus aguas delante de ti, el Dios de Sinaí, delante de ti, el Dios de Israel.

9 Tú enviaste lluvia abundante, oh Dios, para reanimar a tu cansada herencia.

10 En esta tierra habitó tu pueblo que en tu bondad, oh Dios, le diste al pobre. El SEÑOR anuncia victoria, y millares de mujeres proclaman las buenas nuevas.

11

12 Los reyes enemigos y sus tropas huyen; mientras las mujeres de Israel se reparten el botín.

13 Aunque viven entre los rebaños, ahora están cubiertas con oro y plata, como las palomas están cubiertas con sus alas.

14 Dios esparció a los reyes enemigos como los copos de nieve que van cayendo sobre la cumbre del monte Zalmón.

15

¡Oh grandes montes de Basán! ¡Montes de Basán, montes escarpados!

16 ¿Por qué montes escarpados miran con envidia al monte Sión, donde al SEÑOR le place estar, donde el SEÑOR habitará por siempre?

17 Rodeado de carros que se cuentan por millares; el SEÑOR viene del monte Sinaí para entrar en su santo templo.

18 Subiste a lo alto, llevando muchos cautivos contigo. Recibiste obsequios de los hombres aun de los que una vez fueron rebeldes. Dios habitará aquí entre nosotros.

19

¡Alabado sea el SEÑOR, alabado sea nuestro Dios y Salvador! Porque día tras día nos lleva cargados en sus brazos.

20

Él nos libera. Nos rescata de la muerte.

21 Pero Dios aplastará la cabeza de sus enemigos, destrozará el cráneo de los que aman vivir pecando.

22 El SEÑOR nos dice: «A mis enemigos los regresaré de Basán; de las profundidades del mar los haré volver».

23 Tú, pueblo mío, empaparás tus pies en la sangre de tus enemigos; aun los perros al lamerla tendrán su parte.

24

Tu procesión puede verse, oh Dios, la procesión de mi Dios y rey ha entrado en el santuario:

25 al frente, los cantores; siguen los músicos; y en medio van doncellas tocando el tamboril.

26 «Que todo el pueblo de Israel alabe al SEÑOR, alaben a Dios los descendientes de Israel».

27 La joven tribu de Benjamín va a la cabeza; los príncipes y ancianos de Judá, y los príncipes de Zabulón y Neftalí vienen detrás.

28 Reúne tu potencia, exhibe tu poder pues has realizado tales proezas para beneficio nuestro.

29

Los reyes de la tierra traen sus ofrendas a tu templo de Jerusalén.

30 Reprende a nuestros enemigos; SEÑOR. Reprende a estas naciones enemigas, a estas bestias acechando entre los juncos, a esta manada de toros entre naciones que parecen débiles becerros. Humíllalas hasta que te lleven tributo de barras de plata. Dispersa a las naciones que se deleitan en la guerra.

31 Egipto enviará dones de metales preciosos. Etiopía se inclinará ante Dios en adoración.

32 Canten al SEÑOR, oh reinos de la tierra; canten alabanzas al SEÑOR,

33 al que cabalga sobre los antiguos cielos; cuya potente voz truena desde el cielo.

34

Reconozcan todos que ¡a Dios pertenece el poder! Su majestad está sobre Israel; su poder está en las alturas.

35 En su santuario, Dios es imponente. El Dios de Israel da fuerza y gran poder a su pueblo. ¡Bendito sea Dios!

69

1

Al director musical. Sígase la tonada de «Los Lirios». De David.

¡Sálvame, oh Dios mío! Que las aguas ya me llegan al cuello. Cada vez me hundo más en el lodo, y no tengo dónde apoyar el pie. Estoy en medio de aguas profundas y la corriente me arrastra.

2

3

He llorado hasta agotarme. Tengo la garganta seca y enronquecida. Tengo los ojos hinchados de llorar, en espera de que Dios me ayude.

4 No puedo contar a todos los que me detestan sin causa pues son más que los cabellos de mi cabeza. Los enemigos que procuran destruirme, no tienen ninguna razón para hacerlo. Me atacan con mentiras demandando que les devuelva lo que nunca les robé.

5

Oh Dios, bien sabes lo torpe que soy, y conoces todos mis pecados.

6 ¡SEÑOR soberano, Todopoderoso, no permitas que yo sirva de tropiezo para quienes en ti confían! Oh Dios de Israel, no permitas que yo sea la causa que los humillen,

7 aunque por tu causa sea yo objeto de maldición y mofa.

8 ¡Hasta mis propios hermanos fingen no conocerme! Me tratan como a un extraño.

9 Mi celo por tu casa arde como un fuego dentro de mí, tus enemigos me injurian como te injurian a ti.

10 ¡Cómo me escarnecen y se mofan de mí cuando lloro y ayuno ante el SEÑOR!

11 ¡Cómo se burlan de mí cuando me visto de luto para mostrar mi tristeza.

12 Soy la comidilla del pueblo, y los borrachos cantan coplas acerca de mí.

13 Pero yo, SEÑOR, a ti imploro, esperando que sea este el tiempo en que muestres tu favor. Por tu gran amor, oh Dios, respóndeme con la seguridad de tu salvación.

14 Sácame de este fango. No dejes que me hunda. Rescátame de los que me odian, y de estas profundas aguas en las que estoy.

15

No dejes que la corriente me arrastre, ni que el abismo me trague, ni que la fosa me devore.

16 SEÑOR, responde a mis plegarias, pues admirable es tu gran amor; porque grande es tu misericordia, vuélvete a mí.

17 No te ocultes de este siervo tuyo, pues estoy angustiado. ¡Apresúrate! ¡Respóndeme!

18 Ven, SEÑOR, y líbrame. Rescátame de todos mis enemigos.

19 Tú sabes cómo me insultan, humillan y avergüenzan. Tú ves a todos mis enemigos y sabes lo que cada uno ha dicho.

20

Sus insultos me han quebrantado el corazón; y estoy desesperado. ¡Si por lo menos uno mostrara piedad! ¡Si uno por lo menos me consolara!

21 Me dieron a comer veneno; para mi sed me brindaron vinagre.

22 Que su banquete se convierta en trampa, y su seguridad en lazo.

23 que caigan sobre ellos tinieblas, ceguera y extrema debilidad.

24 Derrama sobre ellos tu furia y consúmelos con la fiereza de tu ira.

25 Que sus hogares queden desolados y sus tiendas de campaña abandonadas.

26 Porque persiguen al que tú has angustiado y se burlan del dolor de aquel que tú has herido.

27 Amontona sus pecados y no les des tu salvación.

28 Que estos hombres sean borrados del libro de la vida; que no queden inscritos entre los justos.

29 Pero a mí, oh Dios, rescátame con tu salvación de mi pobreza y dolor.

30

¡Entonces alabaré el nombre de Dios con mi cántico! Mi gratitud será su alabanza,

31 que le agradará más que si le sacrificara un toro o buey con sus cuernos y sus pezuñas.

32 Los humildes verán a su Dios manifestándose en su favor. Con razón se alegrarán. Cuantos buscan a Dios vivirán en gozo.

33 Porque el SEÑOR escucha el clamor de sus necesitados, y no desdeña a sus cautivos.

34

¡Alábenlo los cielos y la tierra! Alábenlo todos los mares y cuanto en ellos hay.

35 Porque Dios salvará a Sión; él reconstruirá las ciudades de Judá, su pueblo habitará en ellas y no será desposeída.

36 Sus hijos heredarán la tierra. Todos cuantos aman su nombre vivirán allí seguros.

70

1

Al director musical. Petición de David.

¡Líbrame, oh Dios! ¡SEÑOR, apresúrate, acude en mi auxilio!

2 Que sean humillados y confundidos los que procuran matarme. Que retrocedan avergonzados los que desean mi mal.

3 Que se horroricen de vergüenza por haberse burlado de mí.

4 Pero a los seguidores de Dios, llénalos de gozo. Exclamen quienes aman su salvación: «¡Qué admirable Dios!»

5 Pero yo soy pobre y estoy necesitado. Apresúrate a socorrerme, pues sólo tú puedes ayudarme y salvarme. Oh SEÑOR, no tardes.

71

1

¡SEÑOR, tú eres mi refugio: jamás me dejes quedar en vergüenza! ¡No me abandones!

2 Sálvame de mis enemigos, porque tú eres justo. ¡Líbrame! Inclina tu oído, escucha mi plegaria y sálvame.

3 Sé tú mi roca protectora, que siempre me acoge. Ordena que me salven, porque tú eres mi roca y mi fortaleza.

4 Rescátame, Dios mío, del poder de los malvados, de manos de los crueles.

5 Oh SEÑOR, sólo tú eres mi esperanza; en ti he confiado desde mi niñez.

6 Sí, tú me has acompañado desde que nací; desde el vientre de mi madre me has cuidado. ¡Razón tengo para estar alabándote siempre!

7 Mi vida es un ejemplo para muchos, porque tú has sido mi fuerza y mi protección.

8 Por eso no puedo dejar de alabarte; todo el día te alabaré y te honraré.

9

Y ahora, en mi vejez, no me eches a un lado. No me abandones ahora que las fuerzas me faltan.

10 Mis enemigos murmuran contra mí; todos ellos se juntan y hacen planes para matarme.

11 «Y dicen: ¡Dios lo ha abandonado! Ahora le echaremos mano. No hay quien lo ayude».

12 ¡Oh Dios, no te quedes lejos! ¡Ven pronto! ¡Ayúdame!

13 Destruye y avergüenza a todos los que me acusan. Que se cubran de humillación y deshonra todos aquellos que quieren hacerme daño.

14 Seguiré esperando que me ayudes. Te alabo más y más.

15 A todos les contaré de tu justicia, y todo el día les hablaré de tu poder salvador. Aunque has hecho tanto por mí que no lo puedo entender.

16 Soberano SEÑOR, alabaré tus poderosas obras. A todos les contaré que sólo tú eres justo y bueno.

17 Oh Dios, tú me has enseñado desde mi más tierna niñez, y yo constantemente he dado a otros testimonio de las maravillosas obras que haces.

18 Y ahora que estoy viejo y canoso, no me abandones, oh Dios. Déjame contarle a esta nueva generación, y a los que vienen después de mí, de todos tus poderosos milagros.

19 Oh Dios, tú has hecho grandes cosas, tu justicia llega a la alturas. ¿Quién como tú, oh Dios?

20 Me has dejado pasar por muchos problemas. Pero me traerás de nuevo a la vida, sacándome de las profundidades de la tierra.

21 Me darás más honra que antes, y nuevamente te volverás y me consolarás.

22

Te alabaré con música de arpa, contando de tu fidelidad en cumplir cuanto prometes, oh Dios. Te cantaré con lira, oh Santo de Israel.

23 Con gritos de júbilo y cánticos te alabaré por haberme redimido.

24 Todo el día contaré de tus obras de justicia, pues cuantos procuraron dañarme han sido humillados y deshonrados.

72

1

De Salomón.

Oh Dios, concede tu justicia al rey, y rectitud al hijo del rey.

2 Ayúdale a juzgar a tu pueblo con rectitud, y tratar a los pobres con justicia.

3 Que los montes y las colinas florezcan de prosperidad porque el rey hace lo que es justo.

4 Ayúdalo a defender al pobre a rescatar a los hijos de los necesitados, y a quebrantar a sus opresores.

5 Que él viva mientras el sol brille y la luna permanezca en el cielo. ¡Sí, eternamente!

6

Que su reino traiga vida como las lluvias de primavera, como aguaceros que riegan la tierra.

7 Que los rectos florezcan durante su reinado, que haya gran prosperidad hasta el fin del tiempo.

8 Reine él de mar a mar, y desde el río Éufrates hasta los confines de la tierra.

9 Los nómadas del desierto se inclinarán ante él; sus enemigos caerán con el rostro en la tierra.

10 Los reyes de Tarsis y de las costas remotas, le darán tributo. Los reyes de Sabá y Seba, todos traerán sus obsequios.

11 Sí, los reyes de todas partes. ¡Todos se inclinarán ante él! Todos le servirán!

12

Él librará al pobre cuando clame a él; él ayudará al oprimido porque ellos no tienen a nadie que los defienda.

13 Él se apiadará del débil y del necesitado, y los rescatará.

14 Los salvará de la opresión y la violencia; porque sus vidas son muy valiosas para él.

15

¡Viva el rey! Que le den el oro de Sabá. Que el pueblo ore por él sin cesar, y que todos los días lo bendigan.

16 Que haya abundantes cosechas por toda la tierra, aun en las cumbres de los montes. Que los árboles frutales den fruto como lo hacen en el Líbano; que el fruto brote como la hierba en el campo.

17 Que su nombre perdure para siempre, y continúe mientras el sol brille. Que todos sean en él bendecidos; que todas las naciones lo alaben.

18

Bendito sea Dios, el SEÑOR, el Dios de Israel; el único que hace maravillas.

19 Bendito sea su glorioso nombre para siempre. ¡Que toda la tierra esté llena de su gloria! ¡Amén y amén!

20

Aquí terminan la oraciones de David, hijo de Isaí.

73

1

Salmo de Asaf

¡Qué bueno es Dios para con Israel, para con los de corazón puro!

2 En cuanto a mí, ¡qué cerca estuve del borde del precipicio! Ya mis pies resbalaban y estaba a punto de despeñarme.

3 Porque yo envidiaba la prosperidad de los orgullosos y malvados.

4 Ellos parece que viven una vida sin problemas; sus cuerpos son fuertes y saludables.

5 No se ven angustiados como toda la gente o cargados de problemas como los demás,

6 y por eso lucen su orgullo como collar de piedras preciosas, y sus ropas están tejidas de crueldad.

7 Esos ricachones tienen cuanto su corazón anhela.

8 Se burlan y hablan sólo de maldad; en su orgullo buscan acabar con los demás.

9 Se jactan contra el cielo mismo, y sus palabras recorren orgullosas la tierra.

10

Y así, el pueblo de Dios está desanimado y confuso, bebiéndose sus propias palabras.

11 Preguntan: «¿Se dará cuenta Dios de lo que pasa? ¿Entiende el Altísimo lo que está pasando?»

12 ¡Miren a esos arrogantes; ni siquiera se molestan en alzar un dedo y se multiplican sus riquezas!

13

¿De qué me sirvió mantener mi corazón limpio y cuidarme de no hacer maldad?

14 Lo que recibo todo el día son problemas, y cada amanecer me trae dolor.

15 Si en verdad hubiera yo hablado así, habría sido traidor a tu pueblo.

16 Pero qué difícil es entender eso: la prosperidad de los malvados.

17 Y un día entré a meditar en el santuario de Dios, y estuve pensando en el futuro de esos malvados.

18 ¡En verdad, los has puesto en un camino resbaladizo y los empujarás por el borde del abismo y caerán en su destrucción.

19 En un instante serán destruidos, consumidos por el terror.

20 Un sueño no más es toda su vida presente, que se olvida al despertar. Cuando tú te levantes, SEÑOR, los desecharás de esta vida.

21

Entonces me di cuenta de lo amargado y lastimado que estaba por todo lo que había visto.

22 Vi lo necio e ignorante que era; a ti, Dios, debo de parecerte una bestia.

23 Pero yo siempre estoy contigo, pues tú sostienes mi mano derecha.

24 Seguirás guiándome toda mi vida con tu sabiduría y consejo; y después me recibirás en la gloria.

25 ¿A quién tengo yo en el cielo sino a ti? Y en la tierra nada deseo fuera de ti.

26 La salud me puede fallar, mi espíritu puede debilitarse, ¡pero Dios permanece! ¡Él es la fuerza de mi corazón; él es mío para siempre!

27

Pero quienes rehúsan adorar a Dios perecerán, porque él destruye a los que sirven a otros dioses.

28

En cuanto a mí, me acerco a él lo más que puedo. He elegido al Dios soberano como mi refugio, y a todos contaré las maravillas que él hace.

74

1

Masquil de Asaf

Oh Dios, ¿por qué nos has desechado para siempre? ¿Por qué arde tu ira contra nosotros, ovejas de tu prado?

2 Acuérdate del pueblo que adquiriste desde tiempos antiguos, de la tribu que redimiste para que fuera tu posesión. Acuérdate de este monte Sión, que es donde tú habitas.

3

Marcha por entre las espantosas ruinas de la ciudad, y contempla lo que ha hecho el enemigo a tu santuario.

4 Allí lanzaron su grito de batalla y plantaron sus banderas en señal de victoria.

5 Despedazaron la entrada como si fueran leñadores en un bosque.

6 Destrozaron los adornos de madera con sus hachas y martillos.

7 Prendieron fuego al santuario y lo arrasaron; insultaron escandalosamente el lugar que lleva tu nombre.

8 «Destruyamos todo», dijeron, y recorrieron todo el país quemando los sitios en donde te adoramos.

9

No quedan señales de que tú nos salvarás. Ya no hay profetas. ¿Y quién puede decir cuándo terminará todo esto?

10 ¿Hasta cuándo, oh Dios, permitirás que tus enemigos se burlen de ti? ¿Les permitirás que insulten tu nombre por siempre?

11 ¿Por qué detienes tu poderosa mano derecha? Dales con tu puño el golpe definitivo.

12

Desde los tiempos pasados, oh Dios, tú eres mi rey; tú traes salvación sobre la tierra.

13 [13-14] Con tu fuerza dividiste el Mar Rojo; ¡aplastaste las cabezas del dios marino! ¡Lo entregaste como alimento a las tribus del desierto!

14

15 Tú hiciste que brotaran fuentes y arroyos; secaste ríos de inagotables corrientes.

16 Por igual te pertenecen el día y la noche; tú hiciste la luz de las estrellas y el sol.

17 La naturaleza entera está en tus manos; tú haces también el verano y el invierno.

18 Recuerda, SEÑOR, que tu enemigo se burla, y que un pueblo insensato ofende tu nombre.

19

Oh, SEÑOR, ¡sálvame! Protege de los gavilanes a tu tórtola. Salva de estas bestias a tu pueblo amado.

20 ¡Acuérdate de tu promesa! La tierra está llena de oscuridad y de hombres crueles.

21 Oh, SEÑOR, no dejes que tu pisoteado pueblo sea continuamente injuriado. Da motivo para que estos pobres y menesterosos alaben tu nombre.

22 Álzate, oh Dios, y plantea tu causa delante de tus enemigos. Recuerda los insultos que estos rebeldes han lanzado contra ti el día entero.

23 No disimules las maldiciones de estos enemigos tuyos; ellas se vuelven cada vez más clamorosas.

75

1

Al director musical. Sígase la tonada de «No destruyas». Salmo de Asaf. Cántico.

¡Qué agradecidos te estamos, SEÑOR! Te damos gracias porque tú estás cerca. Todas las personas hablan de tus poderosas obras.

2

Dios dice: «Cuando yo lo decida, juzgaré al malvado.

3 Cuando la tierra tiemble y todos sus habitantes vivan agitados, sus columnas estarán firmes porque yo soy quien las sostiene».

4

¡Advertí a los orgullosos que dejaran su arrogancia! Dije a los malvados que no fueran soberbios.

5 Que no levantaran su puño desafiando a los cielos o que hablaran con orgullo.

6 Porque nadie en la tierra, desde el este hasta el oeste ni aun en el desierto, puede enaltecer a nadie;

7 sino sólo Dios es el que juzga: a unos humilla y a otros enaltece.

8 En la mano del SEÑOR hay una copa de espumante vino mezclado con especias; cuando él lo derrame, todos los malvados tendrán que beberlo hasta la suciedad del fondo.

9 En cuanto a mí, eternamente proclamaré las alabanzas del Dios de Jacob.

10 Aniquilaré la altivez de todos los impíos, y exaltaré el poder de los justos.

76

1

Al director musical. Acompáñese con instrumentos de cuerda. Salmo de Asaf. Cántico.

Dios es conocido en Judá, grande es su nombre en Israel.

2 En Salén se halla su santuario, en Sión está su morada.

3 Allí destroza él las flechas, los escudos, las espadas y todas las armas de los enemigos.

4

¡Los montes eternos no pueden comparar su gloria con la tuya!

5 Vencidos están los más poderosos de nuestros enemigos. Están recostados ante nosotros en el sueño de la muerte; ni uno de ellos puede alzar su mano contra nosotros.

6 Cuando tú, Dios de Jacob, los reprendiste, caballos y jinetes quedaron inmóviles.

7 ¿Quién puede estar ante ti cuando se enciende tu enojo?

8 Desde el cielo pronuncias sobre ellos la sentencia; tiembla la tierra y silenciosa está ante ti.

9 Te levantas para castigar a los malhechores, oh Dios, y para rescatar a los pobres de la tierra.

10 La enemistad de los hombres sólo hace que tu gloria se note más; porque tú la usas como espada de juicio.

11

Hagan votos al SEÑOR su Dios y cúmplanlos. Traiga cada uno su presente al Dios maravilloso,

12 porque él quebranta el espíritu de los príncipes y es temido por los reyes de la tierra.

77

1

Director musical. Para Jedutún. Salmo de Asaf.

Clamo al SEÑOR; para que él me escuche.

2 Cuando estoy en medio de grandes problemas, voy ante el SEÑOR. Paso la noche entera orando, alzando mis manos al cielo, suplicando. Para mí no podrá haber gozo hasta que él se manifieste.

3 Pienso en Dios y me lamento, agotado por el ansia de recibir su ayuda.

4 No me dejas dormir; estoy tan angustiado que no puedo ni orar.

5

Continuamente pienso en aquellos buenos días pasados, que hace tanto se fueron.

6 Entonces mis noches estaban llenas de cánticos jubilosos. Busco en mi alma y pienso en cómo han cambiado las cosas.

7 ¿Me ha rechazado para siempre el SEÑOR? ¿Nunca más me mostrará su buena voluntad?

8 ¿Se habrá acabado para siempre su gran amor? ¿Fallaron para siempre sus promesas?

9 ¿Ha olvidado mostrarse bondadoso? ¿Ha cerrado la puerta de su amor?

10 Y yo dije: «Este es mi destino: que las bendiciones del Altísimo se hayan cambiado a odio».

11 Recuerdo todo lo que tú has hecho, SEÑOR; me pongo a recordar las maravillosas obras que tú hiciste hace mucho tiempo.

12 Aquellos hechos maravillosos están en mis pensamientos. No puedo dejar de pensar en ellos.

13

¡Oh Dios, santos son tus caminos! ¿Dónde hay otro tan poderoso como tú?

14 Tú eres el Dios de los milagros y maravillas. Tú muestras tu grandioso poder entre las naciones.

15

Con tu poder nos redimiste a nosotros, tu pueblo, hijos de Jacob y de José.

16 Al verte, ¡cómo se atemorizó el Mar Rojo! ¡Tembló hasta lo más profundo!

17 Las nubes derramaron su lluvia; estallaron los truenos en el cielo. Centelleó tu relámpago.

18 Resonó el trueno en el torbellino; el relámpago iluminó al mundo. La tierra tembló y se estremeció.

19

Tu camino iba por una senda que cruzaba el mar, que atravesaba las poderosas aguas; una senda de la cual nadie sabía.

20 Por ese camino llevaste a tu pueblo como a un rebaño de ovejas que tenían por pastores a Moisés y a Aarón.

78

1

Masquil de Asaf.

¡Pueblo mío, oye mis enseñanzas!

Abre tus oídos a lo que digo.

2 Porque te hablaré en parábolas; te enseñaré lecciones escondidas en nuestro pasado;

3 cosas que hemos oído y conocido, cosas que nuestros padres nos han contado.

4 No esconderemos estas verdades a nuestros hijos; diremos a la generación venidera de las gloriosas obras del SEÑOR, de su poder y de sus grandes milagros.

5 Porque él dio sus mandatos a Jacob y a Israel sus leyes, y ordenó a nuestros padres que las enseñaran a sus hijos,

6 para que éstos a su vez las enseñaran a sus hijos, aun a los que estaban por nacer. De este modo, sus leyes se transmiten de generación en generación.

7 Así, cada generación ha podido obedecer sus leyes y poner nuevamente su esperanza en Dios y no olvidarse de sus gloriosos milagros.

8 No tenían que ser como sus padres: tercos, rebeldes, infieles, que no quieren entregarle a Dios su corazón.

9

Los guerreros de Efraín, aunque bien armados, volvieron las espaldas y huyeron al llegar el día de la batalla,

10 porque no cumplieron el pacto con Dios y no obedecían sus leyes.

11 Se olvidaron de lo que él había hecho, los admirables milagros que él les había mostrado,

12 de los milagros que hizo a la vista de sus padres en la tierra de Egipto, en la región de Zoán.

13 Porque él abrió el mar ante ellos, y los guió a través del mismo. ¡Como muros a ambos lados de ellos se detuvieron las aguas!

14 Durante el día los guió mediante una nube, y durante la noche mediante una columna de fuego.

15 En el desierto abrió las rocas para suministrarles agua en abundancia, como si brotaran de una fuente.

16 ¡De la roca manaron corrientes que fluyeron como un río!

17 Pero ellos siguieron en su rebeldía, pecando contra el Altísimo en el desierto.

18 Con toda intención pusieron a Dios a prueba, exigiéndole comida a su antojo.

19 Murmuraron contra Dios diciendo: «Dios no puede darnos comida en el desierto,

20 sin embargo cuando golpeó la roca, el agua brotó como ríos, pero no puede darle a su pueblo pan y carne».

21 Cuando el SEÑOR oyó esto, se puso muy furioso y su enojo se encendió contra Jacob, su ira ardió contra Israel.

22 Porque no creían en Dios ni confiaban en que él cuidaría de ellos.

23 Desde lo alto dio una orden a la nubes, y se abrieron las puertas de los cielos.

24 Hizo llover maná para que se alimentaran. ¡Les dio pan del cielo!

25 ¡Alimento de ángeles comieron! Les dio hasta que se saciaran.

26

Y él llevó el viento oriental y al viento del sur guió con su gran poder.

27 Hizo llover aves abundantes como polvo; nubes de aves como la arena de la playa.

28 Hizo que las aves cayeran en medio de las tiendas.

29 El pueblo comió hasta hartarse. Les dio lo que pedían:

30 Mas apenas habían terminado de comer, aún tenían la carne en la boca,

31 cuando se alzó contra ellos la ira del SEÑOR, y mató a los hombres más fuertes, a los mejores de entre los jóvenes de Israel.

32 Pero aun así el pueblo continuó pecando y rehusó creer en los milagros.

33 Entonces él les acortó la vida y les dio años de terror.

34

Si Dios los castigaba, entonces lo buscaban, se arrepentían y volvían a Dios.

35 Entonces, recordaron que Dios era su roca; que su redentor era el Dios Altísimo.

36 Pero sólo de boca lo seguían; le mentían con la lengua;

37 lejos andaba su corazón. No cumplían con su pacto.

38 Pero él fue misericordioso; les perdonaba sus pecados y no los destruía. Una y otra vez contuvo su ira.

39 Porque se acordaba que eran simples mortales, que en un momento se desvanecen como un soplo del viento y nunca regresan.

40

¡Cuántas veces se rebelaron contra él en aquellos años del desierto y le entristecieron el corazón!

41 Una y otra vez pusieron a prueba la paciencia de Dios, y provocaron al Santo de Israel.

42 Se olvidaron de su poder, y de cómo los había librado de sus enemigos;

43 olvidaron sus señales milagrosas en Egipto, sus maravillas en la región de Zoán.

44 Cómo volvió sangre sus ríos y nadie podía beber de sus aguas,

45 y cómo envió enormes nubes de moscas que cubrieron la tierra, y cómo las ranas llenaron todo Egipto.

46

Entregó a los gusanos sus cultivos. Las langostas consumieron sus cosechas.

47 Mediante granizo les destruyó las viñas y sicómoros.

48 Entregó su ganado al granizo y sus rebaños a los rayos.

49 Sobre ellos desató el furor de su ira, derramando dolor y enemistad. Contra ellos mandó un ejército de ángeles destructores.

50 Dio rienda suelta a su ira y no libró la vida de las egipcios, sino que los entregó a plagas.

51 Luego mató al hijo mayor de cada familia egipcia: a cada retoño a lo largo de toda la tierra de Egipto.

52

Pero a su pueblo lo guió como a un rebaño; seguro por el desierto.

53 A salvo los guardó para que no temieran. Pero el mar se precipitó sobre los enemigos de ellos y se los tragó.

54 Él los llevó a la frontera de su tierra santa, a esta tierra de colinas que para ellos él conquistó.

55 Echó a las naciones que ocupaban la tierra, y a cada tribu de Israel le dio una porción de tierra como herencia.

56

Pero aunque hizo todo esto por ellos, continuaron poniendo a prueba la paciencia de Dios; rebelándose contra el Dios altísimo y negándose a cumplir sus mandatos.

57 Fueron desleales y traidores, como sus padres; ¡tan falsos como un arco defectuoso!

58 Lo hicieron enojar construyendo altares a otros dioses; con sus ídolos despertaron sus celos.

59

Al ver esto, grande fue la ira de Dios, y él rechazó completamente al pueblo de Israel.

60 Entonces abandonó su tabernáculo que estaba en Siló, en donde había morado entre los hombres,

61 y permitió que el símbolo de su poder y gloria cayera cautivo en manos enemigas.

62 Tan furioso estaba contra su propio pueblo, que dejó que los mataran a filo de espada.

63 Sus jóvenes murieron a fuego, y sus doncellas perecieron sin haber alcanzado la edad de cantar sus cánticos nupciales.

64 Sus sacerdotes fueron asesinados y sus viudas murieron sin que pudieran siquiera comenzar su lamento.

65

Entonces se alzó el SEÑOR como si hubiera estado durmiendo, como hombre poderoso que se despierta de un sueño causado por el vino;

66 y derrotó a sus enemigos, y los rechazó, y los envió a eterna vergüenza.

67 Desechó a la familia de José, no escogió a la tribu de Efraín,

68 y eligió a la tribu de Judá, y al monte Sión, que él amaba.

69 Allí edificó su imponente santuario, tan sólido y duradero como la tierra misma.

70 Escogió a su siervo David, y lo llamó de los apriscos de las ovejas;

71 y lo quitó de andar arriando los rebaños para que fuera el pastor de los descendientes de Jacob, pastor de Israel el pueblo de Dios;

72 y él los cuidó con sincero corazón y mano diestra.

79

1

Salmo de Asaf.

¡Oh Dios, tu tierra ha sido conquistada por naciones paganas! Tu templo está profanado y Jerusalén es un montón de ruinas.

2 Han dejado los cadáveres de tus siervos como alimento de las aves del cielo; los cuerpos de tus fieles se han convertido en comida para los animales salvajes.

3 Su sangre ha corrido alrededor de Jerusalén como si fuera agua; no ha quedado nadie para que entierren a los muertos.

4 Nuestros vecinos se mofan de nosotros; somos el centro de las burlas de quienes nos rodean.

5

SEÑOR, ¿hasta cuándo estarás enojado con nosotros? ¿Para siempre? ¿Hasta cuándo arderán tus celos como fuego?

6 Derrama tu ira sobre las naciones que no te reconocen, con los reinos que no claman a tu nombre.

7 Porque ellas han devorado a tu pueblo Israel, dejando su tierra desolada como un desierto.

8 ¡No nos condenes por nuestros antiguos pecados! Que tus tiernas misericordias satisfagan las necesidades nuestras, pues hemos sido abatidos hasta el polvo.

9 ¡Ayúdanos, Dios de nuestra salvación! Por la honra de tu nombre, ¡ayúdanos! ¡Sálvanos y perdona nuestros pecados! Por la honra de tu nombre.

10 ¿Por qué permitir a las naciones paganas que digan burlonas: «¿Dónde está el Dios de ellos?» ¡Muéstranos tu venganza en contra de las naciones que han derramado la sangre de tus siervos!

11 Escucha los suspiros de los prisioneros. Salva a los condenados a muerte, muestra la grandeza de tu poder.

12 SEÑOR, véngate siete veces de nuestros vecinos por las burlas que han lanzado contra ti.

13

Entonces nosotros, pueblo tuyo, ovejas de tu prado, te expresaremos gratitud por los siglos de los siglos, y alabaremos tu grandeza de generación en generación.

80

1

Al director musical. Sígase la tonada de «Los lirios del pacto». Salmo de Asaf.

Pastor de Israel, tú que guías a José como a un rebaño; tú que reinas sobre los querubines, ¡escucha mi súplica! ¡Muestra tu poder y resplandeciente gloria!

2 ¡Resplandece delante de Efraín, Benjamín y Manasés! ¡Muestra tu poder, y ven a salvarnos!

3

Restaúranos, oh Dios. Derrama sobre nosotros tu mirada; sólo entonces seremos salvos.

4 Oh SEÑOR, todopoderoso, ¿hasta cuándo estarás enojado contra nosotros y rechazarás nuestras oraciones?

5 Por comida, nos has dado tristeza; por bebida, nos has dado lágrimas en abundancia,

6 y nos has hecho despreciables para las naciones vecinas. Ellas se ríen.

7

Vuélvenos de nuevo a ti, oh Dios todopoderoso. Derrama sobre nosotros tu mirada; sólo entonces seremos salvos.

8 Nos trajiste de Egipto como si fuéramos tierna viña, echaste a los paganos de tu tierra y nos plantaste.

9 Limpiaste el terreno para nosotros, echamos raíces y llenamos la tierra.

10 Los montes se cubrieron de nuestra sombra; fuimos como cedros imponentes llenos de ramas,

11 desde el mar Mediterráneo se extendieron nuestras ramas hasta el río Éufrates.

12 ¿Por qué has derribado nuestros muros, para que todo el que pase pueda robar nuestros frutos?

13 El jabalí del bosque nos devora, y los animales salvajes, y las bestias salvajes se alimentan de nosotros.

14

Regresa, te lo suplicamos, oh Dios todopoderoso, y bendícenos. ¡Mira desde el cielo, contempla nuestra situación y cuida esta viña tuya!

15 ¡Es la raíz que plantaste con tu diestra! ¡Es el vástago que has criado para ti!

16 Porque nuestros enemigos nos han destrozado y quemado. ¡Que perezcan ellos con un solo movimiento de tus ojos!

17 Fortalece al que amas, al hijo elegido por ti,

18 y jamás te volveremos a abandonar. Revívenos para que volvamos a invocar tu nombre.

19

Vuélvenos de nuevo a ti, oh Dios todopoderoso. Míranos con rostro resplandeciente; sólo entonces seremos salvos.

81

1

Al director musical. Sígase la tonada de «La canción del lagar». Salmo de Asaf.

¡El SEÑOR nos fortalece! ¡Entonemos alabanzas! ¡Cantemos al Dios de Israel!

2 Cantemos con el acompañamiento de pandereta; y de la melodiosa lira y el arpa.

3 ¡Hagamos sonar la trompeta! Vayamos a las fiestas sagradas en tiempo de luna llena, en tiempos de luna nueva.

4 Porque así lo mandan las leyes de Israel; es una ley del Dios de Jacob.

5 Él hizo que fuera una orden para Israel, cuando hirió a Egipto para liberarnos. Oí una voz desconocida que decía:

6 «Ahora aliviaré tu hombro de su carga; liberaré tus manos de sus pesadas tareas».

7 Él dijo: «En medio de tu angustia me llamaste y yo te salvé; desde el nubarrón te respondí. En Meribá puse a prueba tu fe, cuando te quejaste por falta de agua.

8 Escúchame, pueblo mío, mientras te doy serias advertencias: ¡Ay Israel, si tan sólo me escucharas!

9 No tendrás ningún dios extranjero, ni te inclinarás ante ningún dios extraño.

10 Yo soy el SEÑOR tu Dios, quien te sacó de la tierra de Egipto. ¡Pruébame! Abre bien la boca, y verás si no la lleno. ¡Recibirás toda la bendición que necesites!

11 ¡Pero no, mi pueblo no quiere oír! Israel no me quiere a su lado.

12 Entonces los entregué a su ceguera y necedad, a que vivieran como mejor les pareciera.

13 Si mi pueblo tan sólo me escuchara, si Israel quisiera andar por mis caminos.

14 ¡Con qué rapidez sometería yo a sus enemigos! ¡Qué pronto caerían mis manos sobre los que están en su contra!

15 Los que odian al SEÑOR se humillarían ante él, su desolación sería eterna.

16 Pero a ti te daría él los más ricos manjares. Te daría miel de la peña hasta dejarte satisfecho».

82

1

Salmo de Asaf.

Dios está en el tribunal del cielo. Pronuncia sentencia contra los jueces.

2 ¿Hasta cuándo, jueces, tomarán decisiones injustas? ¿Hasta cuándo concederán favores especiales a los malvados?

3 Juzguen rectamente al pobre y al huérfano, y al desvalido y al oprimido háganles justicia.

4 Rescaten de las garras de los malvados al pobre y al necesitado.

5 ¡Pero qué necios e ignorantes son ustedes! Como están en tinieblas, los cimientos de la tierra se estremecen.

6 Yo les he dicho: «Ustedes son dioses e hijos del Altísimo».

7 Mas para la muerte, ustedes no son sino hombres. Caerán como cualquier príncipe, pues todos han de morir.

8

¡Levántate, oh Dios, y juzga a la tierra! Todas las naciones te pertenecen.

83

1

Cántico. Salmo de Asaf.

¡Oh Dios, no te quedes silencioso e inactivo!

2

¿No escuchas el tumulto de tus enemigos? ¿No ves lo que hacen estos hombres altivos que te detestan?

3 Llenos de astucia hacen planes contra aquellos a quienes tú amas.

4 Y dicen: «¡Vengan, destruyamos su nación! ¡Que el nombre de Israel no vuelva a recordarse!

5 Como un solo hombre se confabulaban, han hecho un pacto contra ti.

6 Se trata de los ismaelitas, los edomitas, los moabitas y los agarenos;

7 de los pueblos de las tierras de Gebal, Amón, Amalec, Filistea y Tiro.

8 Asiria se ha unido con ellos también, y está aliada con los descendientes de Lot.

9

Hazles lo que una vez hiciste a Madián, o lo que hiciste a Sísara y Jabín en el río Cisón,

10 y lo que hiciste en Endor, que sus cuerpos se quedaron pudriéndose hasta que fertilizaron la tierra.

11 Haz que sus poderosos nobles mueran como Oreb y Zeb; que mueran todos sus príncipes como Zeba y Zalmuna,

12 quienes dijeron: «Vamos a adueñarnos de estas praderas de Dios».

13

¡Oh Dios mío, espárcelos con un soplo como a polvo; como paja ante el viento;

14 como incendio en el bosque que ruge por el monte.

15 Persíguelos con tus tormentas, aterrorízalos con tus tempestades.

16 SEÑOR, deshónralos hasta que acepten lo grande de tu nombre.

17 Que sean siempre puestos en vergüenza, que perezcan humillados.

18 Que sepan que tú eres el SEÑOR, que ése es tu nombre; que sepan que sólo tú eres el Altísimo sobre toda la tierra.

84

1

Al director musical. Sígase la tonada de «La canción del lagar». Salmo de los hijos de Coré.

¡Cuán hermoso es el lugar donde tú habitas, oh SEÑOR todopoderoso!

2 Casi me desmayo pues mi deseo más intenso, es entrar en los atrios del SEÑOR; con todo mi ser, alma y cuerpo, alabaré alegremente al Dios viviente.

3 Hasta los gorriones encuentran casa cerca de tus altares; y la golondrina hace allí su nido, para empollar a sus pequeños; oh SEÑOR todopoderoso, mi rey y mi Dios!

4 ¡Dichosos quienes pueden morar en tu templo y cantar tus alabanzas!

5

Dichosos quienes son fuertes en el SEÑOR y desean por sobre todo seguir tus pasos.

6 Cuando atraviesen el Valle del Llanto se les convertirá en región de manantiales, donde los estanques se llenen de las lluvias de bendiciones.

7 Continuamente crecerán en fortaleza y cada uno se presentará ante Dios en Sión.

8

Oh SEÑOR todopoderoso, escucha mi oración. Escucha, Dios de Israel.

9 Oh Dios, defensor nuestro, ten piedad de aquel que ungiste como rey tuyo.

10

Un sólo día en tu templo es mejor que mil en cualquier otro sitio. Preferiría ser portero del templo de mi Dios que vivir una vida cómoda en palacios de maldad.

11 Porque el SEÑOR es nuestra luz y nuestra protección. Él nos da gracia y gloria. Ningún bien se les negará a quienes hagan lo que es justo.

12

h SEÑOR todopoderoso, son felices los que en ti confían.

85

1

Al director musical. Salmo de los hijos de Coré.

SEÑOR, has derramado admirables bendiciones sobre esta tierra. Has renovado el destino

2 y has perdonado los pecados de tu pueblo; has sepultado sus culpas,

3 de modo que tu ira, tu ardiente enojo, ya se ha apagado.

4

Ahora regresa a nosotros, Dios de nuestra salvación. Haz a un lado tu enojo contra nosotros.

5 ¿O continuarás siempre enojado con nosotros? ¿Tu ira continuará hasta las más lejanas generaciones?

6 ¿No volverás a darnos nueva vida, para que tu pueblo se alegre en ti?

7 SEÑOR, muéstranos tu inagotable amor, y concédenos tu salvación.

8

Estoy atento a cuanto el SEÑOR está diciendo, porque da palabras de paz a su pueblo, a sus fieles. No los dejes regresar a sus caminos de necedad.

9 Ciertamente, su salvación está cerca de quienes lo honran; nuestra tierra estará llena de su gloria.

10

La misericordia y la verdad se encontraron. La justicia y la paz se besaron.

11 La verdad brota de la tierra y la rectitud sonríe desde el cielo.

12

Sí, el SEÑOR derrama sus bendiciones sobre la tierra y ésta produce abundantes cosechas.

13 La justicia marcha delante de él para abrir el camino a sus pasos.

86

1

Oración de David.

Inclínate y escucha mi oración, y respóndeme, porque necesito tu ayuda.

2

Protégeme pues te soy fiel. Sálvame, porque a ti te sirvo y en ti confío; tú eres mi Dios.

3 Ten piedad, oh SEÑOR, pues en ti espero continuamente.

4 Dame la felicidad, SEÑOR, pues mi vida depende de ti.

5 ¡Oh SEÑOR, qué bueno y perdonador eres; qué gran amor tienes por todos los que te piden ayuda!

6

Escucha atentamente mi oración, oh Dios. Escucha mi urgente clamor.

7 A ti clamaré cuando me llegue la angustia, y tú me responderás.

8

SEÑOR, no hay entre dioses paganos un Dios como tú, ni hay milagros como los tuyos.

9 Todas las naciones que has creado vendrán y se inclinarán ante ti, SEÑOR, y alabarán tu grande y santo nombre.

10 Porque tú eres grande y haces grandes maravillas. Sólo tú eres Dios.

11

Enséñame tus caminos, SEÑOR, para que viva de acuerdo a tu verdad. Concédeme un corazón puro para que te honre.

12 Con todo mi corazón te alabaré, oh SEÑOR mi Dios. Daré gloria a tu nombre eternamente,

13 porque tu amor por mí es muy grande. Me has rescatado de las profundidades del sepulcro.

14

Oh Dios, hombres altivos se levantan contra mí; gente violenta procura matarme. Para esa gente tú no significas nada;

15 pero tú, SEÑOR, eres misericordioso y bueno, Dios, lento para enojarte, y lleno de gran amor y verdad.

16 Mírame y ten compasión de mí. Dale fuerzas a este siervo tuyo; sí, sálvame, porque yo soy tu siervo.

17 Dame una muestra de tu amor, para que los que me odian se avergüencen, porque tú, SEÑOR, me ayudas y me consuelas.

87

1

Salmo de los hijos de Coré. Cántico.

Sobre el santo monte está la ciudad fundada por Dios.

2 El SEÑOR ama los portones de Sión más que a todas las casas de Jacob.

3

De ti, ciudad de Dios, se dicen cosas gloriosas.

4 Entre los que me reconocen puedo contar a Rahab y a Babilonia, a Filistea y a Tiro, lo mismo que a Cus. Se dice: «Éste nació en Sión»

5 De Sión se dirá, en efecto: «Éste y aquél nacieron en ella. El Altísimo mismo la ha establecido».

6 Cuando el SEÑOR anote en el registro a las naciones, dirá: «Éste ha nacido en Sión».

7 Y mientras cantan y bailan, dicen: «En ti se hallan todos mis orígenes».

88

1

Cántico. Salmo de los hijos de Coré. Al director musical. Según majalat leannot. Masquil de Hemán el ezraíta.

SEÑOR, Dios de mi salvación, día y noche he llorado delante de ti.

2 Escucha ahora mi oración; escucha mi súplica,

3 porque mi vida está llena de problemas, y la muerte se acerca.

4 Me han contado entre los muertos como si fuera uno de ellos; como un hombre fuerte al que ya no le queda más fuerza.

5 Me han dejado para que muera, parezco un cadáver. Me has olvidado y arrebatado de tu cuidado.

6

Me has arrojado al hoyo más profundo, al más oscuro abismo.

7 Tu enojo es como una pesada carga para mí; como si fuera olas que me hunden.

8 Has hecho que mis amigos me detesten, y ellos se han alejado. Estoy en una trampa y no puedo salir.

9 Los ojos se me nublan de llorar. Cada día te suplico que me ayudes; oh SEÑOR, extiendo mis manos suplicantes pidiendo misericordia.

10

¿De qué valdrán tus milagros cuando esté yo en el sepulcro? ¿Pueden los muertos levantarse a alabarte?

11 ¿Pueden los que están en el sepulcro hablar de tu gran amor? ¿Pueden hablar en el abismo destructor de tu fidelidad?

12 ¿Pueden las tinieblas hablar de tus milagros? ¿Puede alguien en la tierra del olvido hablar de tu justicia?

13

Oh SEÑOR, a ti clamo y seguiré rogándote día tras día.

14 SEÑOR, ¿por qué me rechazas?¿ Por qué escondes tu rostro de mi?

15 Desde mi juventud he sido enfermizo y he estado cercano a la muerte. Me has enviado cosas terribles, y ante eso estoy indefenso y desesperado.

16 Tu ira me agota; las cosas terribles que me has enviado me han acabado.

17 Todo el día me rodean como un mar. Me han rodeado por completo.

18 Me has quitado amigos y seres queridos; ahora solo quedan las tinieblas.

89

1

Masquil de Etán el ezraíta.

Oh SEÑOR, por siempre cantaré la grandeza de tu amor; por todas las generaciones proclamará mi boca tu fidelidad.

2 Tu gran amor dura para siempre; tu fidelidad dura tanto como los cielos.

3

El SEÑOR Dios dice: «He hecho un pacto con mi escogido; le he jurado a David mi siervo:

4 “Estableceré tu dinastía para siempre, y afirmaré tu trono por todas las generaciones”».

5

Todo el cielo alabará tus milagros, SEÑOR; millares de ángeles te alabarán por tu fidelidad.

6 Porque ¿quién en todo el cielo puede compararse con el SEÑOR? ¿Qué ángel por más poderoso que sea, puede siquiera parecerse al SEÑOR?

7 Los poderes angelicales más altos se quedan temerosos ante Dios; él es más asombroso que ninguno de los que rodea su trono.

8 Oh SEÑOR, Dios todopoderoso, ¿dónde hay otro tan poderoso como tú? La fidelidad es una de tus cualidades.

9

Tú mandas a los océanos cuando sus olas se elevan en furiosa tempestad; tú las calmas.

10 Tú eres el que aplasta al gran monstruo marino; dispersas a tus enemigos con tu brazo poderoso.

11 Tuyos son los cielos y la tierra; todo en el mundo es tuyo. Tú lo creaste todo.

12 Tú creaste el norte y el sur. Los montes Tabor y Hermón cantan alegres a tu nombre.

13 Poderoso es tu brazo. Fuerte es tu mano. Tu mano derecha se eleva con gloriosa fortaleza.

14

Dos fuertes columnas sostienen tu trono: una es la justicia y la otra la rectitud. La verdad y tu amor están ante ti como tus servidores.

15 Dichosos aquellos que escuchan el alegre llamado a la adoración; porque ellos caminarán en la luz de tu presencia, SEÑOR.

16 Todo el día se alegran en tu maravillosa fama y en tu justicia son enaltecidos.

17 Tú eres su fuerza gloriosa. ¡Nuestro poder se funda en tu favor!

18 Sí, nuestra protección viene del SEÑOR, y él, el Santo de Israel, es nuestro rey.

19

Una vez en una visión hablaste a tu profeta y dijiste: «Le he dado mi ayuda a un joven valiente; lo he elegido de entre el pueblo para que sea rey.

20 ¡Es mi siervo David! Lo he ungido con mi aceite sagrado.

21 Le daré firmeza y lo haré fuerte.

22 No lo superará el enemigo ni lo vencerán los malos.

23 Aplastaré delante de él, a los que están en su contra; destruiré a quienes lo odian.

24 Mi fidelidad y mi gran amor lo acompañarán, y por mí su poder se levantará.

25 Gobernará desde el río Éufrates hasta el mar Mediterráneo.

26 Y él me dirá: Tú eres mi Padre, mi Dios y la roca de mi salvación.

27

»Yo lo trataré como a primogénito mío y lo haré el más grande rey de toda la tierra.

28 Lo amaré para siempre, y para siempre seré bondadoso con él; mi pacto con él no terminará jamás.

29 Siempre tendrá un heredero. Su trono será tan eterno como los días del cielo.

30 Si sus hijos se desvían de mis leyes y no viven de acuerdo a ellas;

31 si ellos no obedecen mis órdenes y no cumplen mis mandamientos;

32 entonces castigaré con vara su pecado y con azotes su desobediencia.

33 pero nunca lo dejaré de amar ni mis promesas le faltarán.

34 No, no romperé mi pacto; no me arrepentiré de ninguna de las palabras que dije.

35 Porque a David le juré, y yo que soy santo, no puedo mentir,

36 que su descendencia continuará para siempre y que su trono es tan seguro como lo es el sol.

37 Será tan eterno como la luna, fiel testigo mío en el cielo».

38

Pero tú lo has rechazado. ¿Por qué enojarse tanto con aquel que elegiste por rey?

39 Has renunciado a tu pacto con él. Porque tú has echado su corona en el polvo.

40 Has quebrantado los muros que lo protegían y has convertido en ruinas todas las fortalezas que lo defendían.

41 Todos los que pasan le roban, mientras sus vecinos se burlan.

42 Has fortalecido a sus enemigos contra él y los has llenado de alegría.

43 Has hecho que su espada no sirva para nada y te has negado a darle ayuda en la batalla.

44 Has puesto fin a su esplendor y has derribado su trono.

45 Lo has hecho que se haga viejo antes de tiempo y lo has avergonzado frente a todos.

46

Oh SEÑOR, ¿hasta cuándo seguirá esto? ¿Te ocultarás de mí para siempre? ¿Hasta cuándo arderá como fuego tu ira?

47 ¡Acuérdate de lo corta que es mi vida! Es una vida vacía e inútil la de los mortales.

48 Ningún ser humano puede vivir eternamente. Todos morirán. ¿Quién puede librar su vida del poder del sepulcro?

49

SEÑOR, ¿dónde está el amor que me tenías?; ¿dónde la bondad que prometiste a David con fiel juramento?

50 SEÑOR, mira cómo todos desprecian a tus siervos; como llevo en mi corazón los insultos de muchos pueblos.

51 Tus enemigos se burlan de mí, oh SEÑOR, del que tú ungiste como rey de ellos.

52 ¡Bendito sea el SEÑOR por siempre! ¡Amén y amén!

90

1

Oración de Moisés, hombre de Dios.

¡Señor, tú has sido nuestro refugio en todas las generaciones!

2 Antes que los montes fueran creados, antes que la tierra fuera formada, tú eras Dios sin principio ni fin.

3

Tú haces que el ser humano vuelva al polvo, cuando dices: «Vuelve al polvo».

4 ¡Mil años son como el día de ayer para ti! ¡Son como unas cuantas horas!

5 Acabas con la gente como si fueran sueños que desaparecen; como hierba que nace en la mañana,

6 que al amanecer brota verde y fresca, y por la noche ya está marchita y seca.

7 Morimos bajo tu ira; tu enojo es como una carga muy pesada para nosotros.

8 Frente a ti extiendes nuestros pecados, nuestros pecados secretos, y los ves todos.

9 Vivimos nuestras vidas bajo tu ira. Llegamos al fin de nuestras vidas como en un suspiro.

10

Algunos llegamos a vivir hasta setenta años, quizás algunos alcancemos hasta los ochenta. Pero aun los mejores años de entre todos ellos, están llenos de dolor y problemas; pronto pasan y nosotros pasamos con ellos.

11 ¿Quién puede darse cuenta de los terrores de tu ira? ¿Quién de nosotros puede temer tu gran ira como debe?

12

Enséñanos a contar bien nuestros días para que nuestro corazón se llene de sabiduría.

13

Oh SEÑOR vuelve a nosotros. ¿Cuánto tardarás? Ten compasión de tus siervos.

14 Llénanos con tu amor por la mañana, y toda nuestra vida cantaremos de alegría.

15 Hemos sufrido días y años; ¡devuélvenos ahora esos días y años en alegría!

16 Que volvamos a ver tus milagros; que nuestros hijos vean maravillas; como las que antes hacías.

17 Que el SEÑOR nuestro Dios nos muestre su favor. Que el trabajo de nuestras manos tenga éxito; sí, que el trabajo de nuestras manos tenga éxito.

91

1

El que vive al abrigo del Altísimo, descansará bajo la sombra del Todopoderoso.

2

Yo le digo al SEÑOR: «Tú eres mi refugio y en ti estoy seguro; eres mi Dios, y en ti confío».

3 Porque él te libra de todas las trampas y te protege de plagas mortales.

4 Él te cubrirá con sus plumas y bajo sus alas encontrarás refugio. ¡Sus fieles promesas son tu armadura y protección!

5 No tienes que temer al terror de la noche, ni asustarte por los peligros del día,

6 ni atemorizarte por las plagas que se ocultan en las tinieblas ni por los desastres del mediodía.

7

Podrán caer mil al lado tuyo, y al otro lado diez mil casi muertos, pero el mal a ti no te tocará.

8 Lo verás tú mismo; verás como castiga a los malvados.

9 Si haces del SEÑOR tu refugio, del Altísimo tu protección,

10 ningún mal te dominará; ninguna calamidad llegará a tu hogar.

11

Porque él ordena a sus ángeles que te protejan por dondequiera que vayas.

12 Te sostendrán con sus manos y evitarán que tropieces con las piedras del camino.

13 Pisotearás al león y a la serpiente venenosa; aplastarás a leones feroces y víboras bajo tus pies.

14

Porque el SEÑOR dice: «Por cuanto me ama, yo lo libraré; lo protegeré porque confía en mi nombre.

15 Cuando me llame, yo responderé; estaré con él en la angustia, lo libraré y lo honraré.

16 Le daré muchos años de vida y le daré mi salvación».

92

1

Salmo para cantarse en sábado.

Bueno es darle gracias al SEÑOR, cantarle alabanzas al Dios altísimo.

2

Proclamar tu gran amor por la mañana y tu fidelidad por la noche,

3 acompañados por la música del arpa, el laúd y la lira.

4 ¡Me maravilla, oh SEÑOR, lo que tu has hecho por mí! Canto de puro júbilo por las obras que haces.

5

¡Oh SEÑOR, qué grandes milagros haces! ¡Y qué profundos son tus pensamientos!

6 Sólo un ignorante no sabría esto, sólo un necio no lo entendería:

7 que si bien los malvados florecen como malas hierbas, lo único que les espera es eterna destrucción.

8 Pero el SEÑOR permanece para siempre, exaltado en los cielos,

9 mientras tus enemigos, SEÑOR, perecerán; todos los malhechores, serán esparcidos.

10

Tú me has dado vigor como de toro salvaje. ¡Cómo me han reconfortado tus bendiciones!

11 Mis ojos han visto la caída de mis enemigos y mis oídos han escuchado la derrota de los malvados que están en contra mía.

12 Pero los justos florecerán como la palmera, y crecerán como los cedros del Líbano.

13 Porque son transplantados al huerto del SEÑOR, y están en los atrios de nuestro Dios.

14 Aun en su vejez producirán fruto y estarán llenos de vida y verdor.

15 Ellos proclamarán: «El SEÑOR es justo; él es mi Roca y en él no hay injusticia».

93

1

¡El SEÑOR es rey! Se ha revestido de majestad, de majestad se ha revestido y se ha armado con poder. Ha establecido al mundo con firmeza; no lo sacudirán.

2

Tu trono desde el principio se estableció, y tú desde siempre has existido.

3 Los poderosos océanos braman, SEÑOR. Los poderosos océanos braman como truenos; los poderosos océanos braman cuando sus olas se rompen en la playa.

4 Pero el SEÑOR, en las alturas, se muestra poderoso; más poderoso que el estruendo de las muchas aguas.

5 Tus reales decretos no cambian. La santidad, SEÑOR, es lo que hace a tu reino diferente.

94

1

SEÑOR, Dios de las venganzas; Dios de las venganzas, ¡manifiéstate!

2 Levántate, Juez de la tierra. Dales su merecido a los soberbios.

3 SEÑOR, ¿hasta cuándo se le permitirá al malvado que se burle?

4 ¡Escucha su arrogancia! ¡Cómo se vanaglorian estos malvadas!

5 Mira cómo oprimen a tu pueblo; oh SEÑOR; lastimando a los que amas.

6 Matan a las viudas y a los extranjeros; a los huérfanos los asesinan.

7 Y hasta dicen: «El SEÑOR no ve; al Dios de Israel no le importa».

8

Entiendan esto, gente necia; ¿cuándo, insensatos, lo van a comprender?

9 ¿Será sordo el que hizo las orejas? ¿Estará ciego el que formó los ojos?

10 Él castiga a las naciones; ¿no los castigará a ustedes también? él lo sabe todo; ¿no sabrá también lo que están naciendo?

11

El SEÑOR conoce los pensamientos humanos, y sabe que son inútiles.

12 Dichosos aquellos a los que tu corriges, SEÑOR; a los que tú instruyes en tu ley.

13 Tú les das tranquilidad en tiempos de angustia mientras que al malvado se le cava una fosa.

14 El SEÑOR no abandonará a su pueblo; porque son su especial propiedad.

15 El juicio volverá a ser justo y todos los de recto corazón tendrán su recompensa.

16

¿Quién me protegerá de los malvados? ¿Quién estará de mi parte en contra de los malhechores?

17 Si el SEÑOR no me hubiera ayudado, yo habría muerto.

18 Yo grité: «¡Me resbalo, SEÑOR!» y tu gran amor, SEÑOR, me sostuvo.

19

SEÑOR, cuando en mí la angustia iba en aumento, tu consuelo llenaba mi alma de alegría.

20 ¿Pueden los gobernantes injustos decir que tú estás de su parte; gobernantes que se apoyan en sus propias leyes para hacer maldad?

21 Ellos acusan a la gente recta y condenan a muerte al inocente.

22 El SEÑOR es mi fortaleza; mi Dios es la gran roca donde puedo refugiarme.

23 Dios ha hecho que los pecados de los malvados se vuelvan contra ellos mismos. Él los destruirá por sus pecados. El SEÑOR nuestro Dios los destruirá.

95

1

¡Vengan, cantemos al SEÑOR con júbilo! Aclamaremos a la roca de nuestra salvación.

2

Vayamos ante él con corazón agradecido. Cantémosle salmos de alabanza.

3 Porque el SEÑOR es un gran Dios, el gran Rey de todos los dioses.

4 En sus manos están los abismos de la tierra, suyas son las cumbres de los montes.

5 Suyo es el mar porque él lo hizo; con sus manos formó la tierra firme.

6 Vamos, arrodillémonos ante el SEÑOR nuestro hacedor,

7 porque él es nuestro Dios. Nosotros somos el pueblo al que él vigila, ovejas de su rebaño a las que cuida. ¡Ah, que hoy escucharan ustedes su llamado y acudieran a él!

8

No endurezcan su corazón como lo hizo Israel en el desierto, en Meriba y Masah.

9 Porque allí sus padres dudaron de mí y me pusieron a prueba, a pesar de haber visto mis obras. ¡Cómo abusaron de mi paciencia con sus quejas!

10 «Cuarenta años estuve enojado con ellos, y dije: “Son un pueblo cuyo corazón está muy lejos de mí. No quieren hacer lo que les digo”.

11 Así que, en mi enojo, hice un juramento: “Jamás entrarán en mi reposo”».

96

1

Canten al SEÑOR un cántico nuevo. Canten al SEÑOR habitantes de toda la tierra.

2 Cantemos sus alabanzas. Bendigamos su nombre, cada día proclamemos las buenas noticias de que él salva.

3

Publiquen por toda la tierra sus gloriosos hechos, Hablen con todos de las admirables obras que hace.

4 Grande es el SEÑOR y digno de alabanza, más respetado que todos los dioses.

5 Porque los dioses de otras naciones no son más que ídolos, pero nuestro Dios hizo los cielos.

6 Honra y majestad lo rodean; fortaleza y belleza hay en su templo.

7

Naciones del mundo, confiesen que sólo Dios es glorioso y fuerte.

8 Denle la gloria que merece. Traigan sus ofrendas vengan y adórenlo.

9 Alaben al SEÑOR en la majestad de su santuario; que tiemble delante de él la tierra.

10 Digan a todas las naciones: ¡El SEÑOR es rey! Él ha formado el mundo con firmeza; jamás será removido. Él juzga a todos los pueblos con justicia.

11

¡Alégrense los cielos, gócese la tierra; que ruja de alabanza el mar con todo lo que hay en él.

12 ¡Canten alegres los campos y sus cosechas! ¡Canten jubilosos los árboles del bosque!

13 Porque el SEÑOR viene a juzgar la tierra. Con justicia y verdad juzgará a las naciones.

97

1

¡El SEÑOR es rey! ¡Regocíjese la tierra entera! Que las más lejanas islas se alegren.

2

Rodeado está de nubes y tinieblas. Rectitud y justicia son el fundamento de su trono.

3 El fuego va delante de él y consume a todos sus enemigos.

4 Su relámpago ilumina todo el mundo. Lo ve la tierra y tiembla.

5 Las montañas se funden como cera delante del SEÑOR, dueño de toda la tierra.

6 Los cielos declaran su justicia; todas las naciones contemplan su gloria.

7

Sean avergonzados los adoradores de ídolos, todos los que presumen de sus inútiles dioses, porque todo dios tiene que inclinarse ante él.

8 Sión y todas las ciudades de Judá han oído de tu justicia, SEÑOR, y se alegran.

9 Porque tú eres el SEÑOR altísimo, por encima de todos los dioses.

10

El SEÑOR ama a quienes odian el mal; él protege la vida de sus fieles, y los libra de los malvados.

11 La luz resplandece sobre los justos y la alegría sobre los que hacen lo recto.

12 Sean felices en el SEÑOR todos los justos y alaben su santo nombre.

98

1

Canten al SEÑOR un cántico nuevo porque ha hecho maravillas, porque ha obtenido una gran victoria mediante su poder y santidad.

2 Ha anunciado su victoria y ha revelado su justicia a cada nación.

3 Él ha recordado su promesa de amar y ser fiel a Israel. La tierra entera ha visto la salvación de nuestro Dios.

4 ¡Aclamen al SEÑOR toda la tierra! ¡Exalten al SEÑOR con alabanzas y alegres cantos!

5

Entonemos nuestra alabanza al son del arpa y de coros melodiosos.

6 Resuenen los clarines y trompetas. ¡Hagan una jubilosa sinfonía ante el SEÑOR, el Rey!

7 ¡Que ruja de alegría el mar con todo lo que hay en él; también el mundo y todos sus habitantes! Clamen la tierra y todos sus habitantes: «¡Gloria al SEÑOR!»

8

¡Que los ríos aplaudan con alegría y que los montes canten con gozo al SEÑOR!

9 Porque el SEÑOR viene a juzgar la tierra. Él juzgará al mundo con justicia y a los pueblos con igualdad.

99

1

¡El SEÑOR es rey! ¡Tiemblen las naciones! Él tiene su trono entre querubines: que se estremezca toda la tierra.

2 Grande es el SEÑOR en Sión, y soberano sobre todas las naciones de la tierra,

3 Sea alabado su grande y maravilloso nombre, ¡él es santo!

4

Rey poderoso, que amas la justicia: tú has establecido igualdad y has actuado con justicia por todo Israel.

5 ¡Exaltemos al SEÑOR, nuestro Dios! Inclinémonos hasta sus pies para adorarlo porque él es santo.

6

Moisés y Aarón estaban entre sus sacerdotes, y Samuel también clamó su nombre. Ellos suplicaron al SEÑOR su ayuda y él les respondió.

7 Les habló desde la columna de nube y ellos siguieron las leyes y mandamientos que él les dio.

8 SEÑOR y Dios nuestro, tú les respondiste y les perdonaste sus pecados, pero los castigaste cuando procedieron mal.

9

Exalten al SEÑOR nuestro Dios; adórenlo en su santo monte: ¡Santo es el SEÑOR nuestro Dios!

100

1

Salmo de acción de gracias.

Aclamen alegres al SEÑOR, habitantes de toda la tierra;

2 adoren al SEÑOR con regocijo. Preséntense ante él con cántico de júbilo.

3

Reconozcan que el SEÑOR es Dios; él nos hizo, y somos suyos. Somos su pueblo y ovejas de su prado.

4

Entremos por sus puertas con canciones de alabanza y gratitud. Démosle gracias y bendigamos su nombre.

5 Porque el SEÑOR es bueno. Y su gran amor es eterno; su fidelidad está con nosotros para siempre.

101

1

Salmo de David

Quiero cantar al amor y a la justicia: quiero, SEÑOR, cantarte salmos.

2

Trataré de vivir una vida sin mancha, pero ¿cuándo vendrás en mi ayuda? Quiero portarme en mi propia casa como debo.

3 Me negaré siquiera a mirar lo despreciable y vulgar. Aborrezco las acciones tramposas; nada tendré que ver con ellas.

4 Alejaré de mí toda mala intención; me alejaré de todo mal.

5 No toleraré a nadie que en secreto calumnie a su prójimo; y no permitiré la vanidad ni el orgullo.

6 Mantendré mis ojos sobre los fieles de la tierra, para que habiten conmigo seguros. Sólo quienes tengan una conducta intachable serán siervos míos.

7 Pero no permitiré engañadores en mi casa; a los que mienten no se les permitirá estar en mi presencia.

8 Diariamente me dedicaré a descubrir a los delincuentes y a librar de sus garras a la ciudad de Dios.

102

1

Oración de un afligido que, a punto de desfallecer, da rienda suelta a su lamento ante el SEÑOR.

¡Escucha, SEÑOR, mi oración! ¡Escucha mi súplica!

2

No te apartes de mí cuando estoy angustiado. Inclina tu oído y respóndeme pronto cuando te llamo,

3 porque mis días se desvanecen como el humo, y mis huesos arden como rojas brasas.

4 Mi corazón está enfermo y se marchita como la hierba; ¡hasta he perdido el apetito!

5 Por causa de mis gemidos, se me pueden contar los huesos.

6 Soy como un búho en el desierto, o como una lechuza solitaria en un lugar lejano y despoblado.

7 Me paso las noches sin dormir, como solitario gorrión en el tejado.

8

Mis enemigos se burlan de mí día tras día y me maldicen.

9 Me alimento de cenizas en vez de comida. Por tu enojo en contra mía, por tu ira, mis lágrimas caen en lo que bebo.

10 Porque tú me levantas para luego tirarme.

11 Pasa veloz mi vida como las sombras de la noche. Me voy marchitando como la hierba

12 mientras tú, oh SEÑOR, reinas para siempre. Tu fama permanecerá por todas las generaciones.

13

Yo sé que vendrás y te apiadarás de Sión; y éste es el tiempo de compadecerla, el tiempo en que prometiste que nos ayudarías.

14 Porque tú pueblo ama cada piedra de sus muros y se enternece por cada grano del polvo de sus calles.

15 ¡Las naciones temblarán ante el SEÑOR; los reyes de la tierra temblarán ante su gloria!

16 Porque el SEÑOR reconstruirá a Sión. Él surgirá en su gloria.

17

Él escuchará las oraciones de los desamparados, y no rechazará sus ruegos.

18 Qué se escriba esto para las futuras generaciones, y que el pueblo que será creado alabe al SEÑOR.

19 Diles que Dios miró desde su templo en los cielos,

20 para escuchar los gemidos de su pueblo en esclavitud, y liberar a los condenados a muerte.

21 Y la fama del SEÑOR se proclamará en Sión, y sus alabanzas en Jerusalén,

22 cuando todos los pueblos y los reinos se reúnan para adorar al SEÑOR.

23

En el curso de mi vida acabó Dios con mis fuerzas; me redujo los días.

24 Por eso dije: «No me lleves, Dios mío, a la mitad de mi vida; tú permaneces por todas las generaciones.

25 En tiempos pasados tú pusiste las bases de la tierra, e hiciste con tus manos los cielos.

26 Ellos perecerán, pero tú permanecerás para siempre. Ellos se desgastarán como vestiduras viejas, y tú como ropa los cambiarás, y los dejarás a un lado.

27 Pero tú eres siempre el mismo, y tus años no tienen fin.

28 Los hijos de tus siervos vivirán seguros, y sus descendientes prosperarán en tu presencia».

103

1

Salmo de David.

Alaba, alma mía al SEÑOR; alabe todo mi ser su santo nombre.

2 Alaba, alma mía, al SEÑOR, y no olvides ninguna de las cosas buenas que él te da.

3 Él perdona todos tus pecados y sana todas tus enfermedades,

4 y rescata tu vida del sepulcro. Te rodea de tierno amor y misericordia.

5 Llena tu vida de cosas buenas. Te rejuvenece como a las águilas.

6 Él hace justicia a cuantos son tratados injustamente.

7 A Moisés dio a conocer sus caminos, y al pueblo de Israel sus obras.

8

El SEÑOR es misericordioso y compasivo, es lento para enojarse y esta lleno de amor.

9 No nos acusa constantemente, ni permanece enojado para siempre.

10 No nos ha castigado conforme a lo que merecemos por todos nuestros pecados,

11 porque su misericordia para los que le temen es tan grande como la altura de los cielos sobre la tierra.

12 Ha arrojado nuestros pecados tan lejos de nosotros como está el oriente del occidente.

13 El SEÑOR es para nosotros como un padre, compasivo para con los que le temen.

14 Porque él sabe lo débiles que somos, sabe que somos polvo.

15 Nuestros días en esta tierra son como la hierba, como la flor del campo que florece y muere,

16 y que el viento se lleva y desaparece para siempre.

17

Pero el amor del SEÑOR permanece para siempre con aquellos que le temen. Su salvación está con los hijos de sus hijos,

18 con los que cumplen su pacto y se acuerdan de cumplir sus mandamientos.

19

El SEÑOR ha hecho de los cielos su trono; desde allí gobierna sobre cuanto existe.

20 Bendigan al SEÑOR, ustedes sus ángeles, ustedes poderosas criaturas que escuchan y cumplen cada uno de sus mandatos.

21 Alaben al SEÑOR, todos sus ejércitos, siervos suyos que cumplen su voluntad.

22

Alabe al SEÑOR todo lo que él ha creado en todos los rincones de su reino. ¡Alaba, alma mía al SEÑOR!

104

1

¡Alaba, alma mía, al SEÑOR! Dios mío, qué grande eres tú. Estas revestido de honor y majestad.

2 Te cubres de luz como con un manto; extiendes los cielos como un velo.

3 Afirmas sobre las aguas tus altos aposentos y haces de las nubes tus carros de guerra. ¡Tú cabalgas en las alas del viento!

4 Haces de los vientos tus mensajeros, y de las llamas de fuego tus servidores.

5

Tú pusiste la tierra sobre sus cimientos, y de allí nunca se moverá.

6 Vestiste la tierra con torrentes de agua que cubrieran las montañas.

7 Pero a tu reprensión huyeron las aguas; ante el estruendo de tu voz se dieron a la fuga.

8 Las montañas salieron y los valles se hundieron hasta el lugar que tú les diste.

9 Luego pusiste límite a los mares, para que nunca más cubrieran la tierra.

10

Tú haces que los manantiales viertan sus aguas en las cañadas, y que los riachuelos fluyan en abundancia desde las montañas.

11 Ellas suministran agua para todos los animales. Allí apagan su sed los burros salvajes,

12 y las aves anidan junto a las corrientes y cantan entre las ramas de los árboles.

13 Desde tu casa en las nubes, envías la lluvia sobre las montañas, y llenas la tierra con el fruto de tu trabajo.

14 Haces que crezca la hierba para el ganado, y las plantas que la gente cultiva para sacar de la tierra su alimento,

15 y vino para alegrarlo, y aceite de oliva como loción para su piel, y pan para fortalecerlo.

16 Los árboles del SEÑOR están bien regados, los cedros del Líbano que él plantó.

17 Allí las aves hacen sus nidos, y en los cipreses tiene su hogar las cigüeñas.

18 En lo alto de los montes hay pasto para las cabras monteses, y en sus rocas hallan refugio los tejones.

19

Él destinó la luna para marcar los meses, y el sol para marcar los días.

20 Tú envías la oscuridad, y cae la noche, y es cuando los animales del bosque salen a buscar su presa.

21 Entonces rugen los leoncillos pidiendo alimento, pero en manos del SEÑOR están.

22 Cuando amanece regresan para ocultarse y reposar en sus guaridas,

23 y la gente sale para cumplir con sus tareas, ellos trabajan hasta que las sombras de la noche caen otra vez.

24 ¡SEÑOR, qué variedad de cosas has hecho! ¡Y con qué sabiduría has hecho todo! La tierra está llena de tus criaturas.

25

Allí está el mar, ancho e infinito, que abunda en animales, grandes y pequeños, cuyo número es imposible conocer.

26 ¡Mira como navegan los barcos, y al Leviatán que tú hiciste para que jugara en el mar!

27 Cada uno de estos animales espera de ti que a su tiempo le des su alimento.

28 Tú se lo das, y ellos lo recogen. Abres tu mano para alimentarlos, y ellos quedan satisfechos.

29

Pero si te apartas de ellos, se aterran; si les quitas el aliento, mueren y vuelven al polvo.

30

Envías entonces tu Espíritu y nace nueva vida, para volver a llenar de seres vivientes la tierra.

31 Que la gloria del SEÑOR dure para siempre. El SEÑOR se alegra en todo lo que ha creado.

32 Él mira la tierra y la hace temblar; las montañas se incendian cuando él las toca.

33

Cantaré al SEÑOR mientras viva. Alabaré al SEÑOR mientras me quede aliento.

34 Deseo que a él le agraden todos estos pensamientos, pues él es la fuente de toda mi alegría.

35 Desaparezcan de la tierra todos los pecadores; que los malvados desaparezcan para siempre. ¡Alaba, alma mía, al SEÑOR! ¡Aleluya! ¡Alabado sea el SEÑOR!

105

1

Den gracias al SEÑOR por todas las maravillas que hace; proclámenlo a todas las naciones.

2 Cántenle, sí, cántenle alabanzas; y hablen a todos de sus milagros.

3 ¡Siéntanse orgullosos de su santo nombre; adoradores de Dios, alégrense!

4

Busquen al SEÑOR y su fortaleza; sigan siempre buscándolo.

5

Recuerden las maravillas que él ha hecho, los milagros y los juicios que de él hemos recibido.

6 ¡Ustedes, hijos de Abraham, siervo de Dios! ¡Ustedes, descendientes de Jacob, el elegido de Dios!

7 Él es el SEÑOR Dios nuestro. Su gobierno se ve por doquier en la tierra.

8 Aunque pasen mil generaciones, él jamás olvida sus promesas.

9 Es el pacto que él hizo con Abraham, el juramento que le hizo a Isaac.

10 Se lo confirmó a Jacob como una ley, al pueblo de Israel como un pacto eterno,

11 cuando dijo: «Te daré la tierra de Canaán como la herencia que te toca».

12 Él dijo esto cuando sólo eran unos cuantos en número, un grupo muy pequeño en la tierra de Canaán.

13 Andaban siempre de nación en nación y de reino en reino,

14 pero en todo a nadie permitió que los oprimiera, por ellos reprendió a los reyes:

15 «No toquen a mis ungidos; no hagan daño a mis profetas», advirtió.

16 Hizo venir el hambre sobre la tierra de Canaán, cortando su fuente de alimento.

17 Luego, envió delante de ellos a José, al que vendieron como esclavo a Egipto.

18 Allá en la cárcel le sujetaron los pies con grilletes y le pusieron la cabeza en cepo de hierro,

19 hasta que llegó el tiempo de que se cumpliera lo que él predijo y el SEÑOR probó el carácter de José. ¡Cómo le probó Dios su paciencia!

20 Entonces el faraón lo mandó llamar y lo puso en libertad, el gobernante de la nación abrió las puertas de su prisión.

21 Pusieron a su cargo todo lo que le pertenecía al faraón, él mandaba sobre todas las cosas que eran del faraón.

22 Él podía instruir a su antojo a los ayudantes del rey, y enseñar a sus consejeros.

23

Y luego Israel llegó a Egipto y vivió allí, como un extranjero, en la tierra de Cam.

24 El SEÑOR hizo que su pueblo se multiplicara; lo hizo más numeroso que sus enemigos.

25 En esas circunstancias, Dios enemistó a los egipcios contra los israelitas; y conspiraron en contra de los siervos del SEÑOR.

26

Pero Dios envió a su siervo Moisés, junto con Aarón, a quien había escogido,

27 ellos hicieron señales maravillosas entre los egipcios, y milagros en la tierra de Cam.

28 El SEÑOR envió tinieblas, y la tierra se oscureció, pero ellos no atendieron a sus palabras.

29 Convirtió en sangre sus aguas y causó la muerte de sus peces.

30 Todo Egipto se infestó de ranas; ¡hasta las habitaciones del rey!

31 Cuando él habló, moscas y mosquitos cubrieron como nubes a Egipto de un extremo al otro.

32 En vez de lluvia envió mortal granizo, y los rayos sobrecogieron a la nación.

33 Sus viñas y sus higueras se arruinaron; todos los árboles quedaron despedazados.

34 Dio una orden y millares de langostas acudieron, ¡muchísimos saltamontes!

35 Devoraron toda la vegetación y destruyeron todas las cosechas.

36 Luego mató al hijo mayor de cada familia egipcia: el orgullo y alegría de cada familia.

37 Sacó de Egipto a su pueblo, cargado de oro y plata; en aquel tiempo no había entre ellos débiles.

38 Egipto se alegró de que se fueran, porque le inspiraban profundo terror.

39

Él extendió sobre ellos una nube para protegerlos del sol abrasador, y les dio una columna de fuego por la noche para iluminarlos.

40 Pidieron carne y les mandó codornices, y les dio maná: pan del cielo.

41 Él abrió una roca, y de ella brotó agua que formó un río por entre la tierra seca y estéril;

42 porque él recordó su sagrada promesa a Abraham su siervo.

43

Sacó a su pueblo, a sus escogidos, con gozo y alegría.

44 Les entregó las tierras de los gentiles, cosecharon lo que otros habían plantado.

45 Esto se hizo para que siguieran y obedecieran sus leyes. ¡Aleluya! ¡Alabado sea el SEÑOR!

106

1

¡Aleluya! ¡Alabado sea el SEÑOR! ¡Qué bueno eres! Tu amor hacia nosotros es eterno.

2 ¿Quién puede proclamar las proezas del SEÑOR, o expresar toda su alabanza?

3

Dichosos los que tratan a los demás con justicia y siempre hacen lo que es justo.

4

Cuando te compadezcas de tu pueblo, acuérdate también de mí, oh SEÑOR, ven a mí con tu salvación.

5 Hazme compartir el bienestar de tus escogidos, participar en la alegría de tu pueblo, y alabarte con aquellos que son tu herencia.

6

Mucho hemos pecado nosotros y nuestros padres; hemos hecho mal y actuado con perversidad.

7 Cuando nuestros antepasados estaban en Egipto, no tomaron en cuenta los milagros del SEÑOR; pronto se olvidaron de sus hechos bondadosos hacia ellos. Por el contrario, se rebelaron contra ti en el Mar Rojo.

8 Pero aun así los salvó para honrar su nombre y mostrar su gran poder.

9 Ordenó al Mar Rojo dividirse, y formar un camino seco, tan seco como el desierto.

10 Los libró de sus enemigos del poder de quienes los odiaban.

11 Luego el agua volvió, cubrió a sus enemigos; ni uno se salvó.

12

Entonces por fin su pueblo creyó en sus promesas. Finalmente le cantaron alabanzas.

13

Pero ¡muy pronto olvidaron lo que él había hecho, y no esperaron para conocer sus planes.

14 En el desierto se entregaron a sus deseos; en los páramos pusieron a prueba a Dios.

15 Entonces les concedió lo que pedían, pero les envió una plaga.

16 En el campamento tuvieron envidia de Moisés y de Aarón, el sacerdote consagrado al SEÑOR.

17 Por esto se abrió la tierra y se tragó a Datán, sepultó a Abiram y a sus seguidores.

18 Cayó del cielo fuego para consumir a estos malvados; las llamas devoraron a sus seguidores.

19 En Horeb hicieron un becerro; se postraron ante un ídolo hecho de oro.

20 Cambiaron a su Dios glorioso por la estatua de un buey que come hierba.

21 Ellos se olvidaron de Dios, su salvador, el que había hecho grandes cosas en Egipto:

22 milagros en la tierra de Cam, y maravillas en el Mar Rojo

23 Dios amenazó con destruirlos, pero no lo hizo por Moisés, su escogido, que se puso ante él en la brecha e impidió que su ira lo destruyera.

24

Menospreciaron esa bella tierra; pues no creyeron en la promesa de Dios.

25 Por el contrario, refunfuñaron en sus tiendas de campaña, y no obedecieron al SEÑOR.

26 Por tanto él juró que los mataría en el desierto,

27 que esparciría a sus descendientes entre las naciones y que serían extranjeros en tierras lejanas.

28 Entonces, nuestros padres se sometieron al yugo de Baal Peor y comieron de las ofrendas a ídolos sin vida.

29 Con todo esto provocaron el enojo del SEÑOR y entonces una plaga se desató entre ellos.

30 Pero Finés tuvo el valor de levantarse y hacer justicia, y la plaga se detuvo.

31 A él se le considera como un hombre justo desde entonces.

32

También en Meribá, hicieron enojar al SEÑOR, y a Moisés le fue mal por culpa de ellos,

33 pues lo sacaron de quicio y él habló sin pensar lo que decía.

34 No destruyeron los pueblos de esa tierra, tal como se los había ordenado el SEÑOR,

35 sino que se mezclaron con los paganos y aprendieron sus malas costumbres,

36 y ofrecieron sacrificio a sus ídolos y esto los hizo caer.

37 Sacrificaron sus hijos e hijas a los demonios.

38 Derramaron sangre inocente, la sangre de sus hijos e hijas. Al sacrificarlos a los ídolos de Canaán, contaminaron con su sangre la tierra.

39 Sus malas acciones los contaminaron, pues su amor a los ídolos era adulterio a los ojos de Dios.

40 Por eso la ira del SEÑOR ardió contra su pueblo; a su misma heredad aborreció.

41 Por eso los entregó a las naciones paganas, y los gobernaron quienes los odiaban.

42 Sus enemigos los oprimieron, y los sometieron a su cruel poder.

43

Una y otra vez los libró, pero ellos continuaban rebelándose contra él, y finalmente fueron destruidos por su pecado.

44 Aun así, él se compadecía de ellos en su angustia y escuchaba sus lamentos.

45 Se acordaba del pacto que había hecho con ellos, y por su gran amor les tuvo compasión.

46 Hizo que quienes los tenían cautivos, les tuvieran compasión.

47

¡SEÑOR, Dios nuestro, sálvanos! Vuelve a recogernos de entre las naciones para que podamos dar gracias a tu santo nombre, regocijarnos y alabarte.

48

¡Bendito por los siglos de los siglos sea el SEÑOR, el Dios de Israel! ¡Diga todo el pueblo: ¡Aleluya! ¡Alabado sea el SEÑOR!»

107

1

Den gracias al SEÑOR, porque él es bueno, su gran amor durará por siempre.

2 ¿Te ha redimido el SEÑOR? ¡Pues dilo! Cuenta a otros que te ha salvado de tus enemigos.

3

Reunió a quienes estaban desterrados en muchos países, de oriente y de occidente, del norte y del sur.

4 Errantes y sin hogar andaban por el desierto,

5 hambrientos y sedientos casi se mueren.

6 «¡SEÑOR, ayúdanos!»; clamaron en su angustia, y él los libró de su dolor.

7 Los llevó a vivir a un lugar seguro hasta una ciudad donde ellos pudieran vivir.

8 ¡Que den gracias al SEÑOR por su gran amor, por sus maravillosas obras que ha hecho para su bien!

9 Porque él satisface al sediento y llena de bien al hambriento.

10

Algunos habitan en la oscuridad, en las más densas tinieblas, miserables prisioneros encadenados.

11 Ellos se rebelaron contra las palabras de Dios, tuvieron en poco el consejo del Altísimo.

12 Por eso los quebrantó con duro trabajo; cayeron y nadie los ayudó a levantarse otra vez.

13 Entonces clamaron al SEÑOR en su angustia, y él los salvó del sufrimiento.

14 Los sacó de la oscuridad y de las densas tinieblas y rompió sus cadenas.

15 ¡Que den gracias al SEÑOR por su gran amor, y por sus maravillosas obras que ha hecho para su bien!

16 Porque él hizo pedazos las puertas de bronce de su prisión y cortó sus barrotes de hierro.

17 Algunos fueron necios en su rebeldía, sufrieron por sus pecados.

18 Habían perdido el apetito y tenían a la muerte cerca.

19 ¡SEÑOR, ayúdanos!, clamaron en su angustia, y él los salvó de su dolor.

20 Él habló y fueron sanados, arrebatados de las puertas de la muerte.

21 ¡Que den gracias al SEÑOR por su gran amor, y por las maravillosas obras que ha hecho para su bien!

22 ¡Que ofrezcan sacrificios de gratitud, y canten por sus gloriosas obras!

23

Algunos se hicieron a la mar en barcos; navegando las rutas comerciales del mundo.

24 También ellos observaron el poder de Dios en acción, sus obras impresionantes, allí, en las aguas profundas.

25 Habló y se desató un fuerte viento, encresparon las olas.

26 Sus barcos eran lanzados hacia el cielo y volvían a hundirse hacia lo profundo; los navegantes temblaban aterrorizados.

27 Tropezaban y se tambaleaban como ebrios y no hallaban qué hacer.

28 ¡SEÑOR, ayúdanos!, clamaron en su angustia, y él los salvó de su dolor.

29 Cambió la tempestad en brisa, calmó las olas.

30 ¡Qué bendición cuando hubo calma, cuando él los llevó a salvo al puerto!

31 ¡Que den gracias al SEÑOR por su gran amor, y por sus maravillosas obras que ha hecho para su bien!

32 Alábenlo ante la congregación y ante los dirigentes de la nación.

33

Él convirtió los ríos en desierto, y los manantiales en tierra seca;

34 y transformó la tierra fértil en terrenos salitrosos, por la maldad de sus habitantes.

35 Pero también transformó los desiertos en fuentes de aguas, la tierra seca en abundantes manantiales.

36 Lleva a los hambrientos a establecerse allí y a edificar sus ciudades,

37 a cultivar sus campos y plantar sus viñas, y a recoger magníficas cosechas.

38 ¡Cómo los bendice! Allí crían numerosas familias y mucho rebaño ganado.

39

Pero si disminuyen y empobrecen es por la opresión, los problemas y la tristeza.

40 Dios derrama su desprecio sobre los príncipes y los hace vagar si rumbo por los desiertos;

41 pero libra a los pobres de su miseria y hace que sus familias crezcan como rebaño.

42 Los rectos verán estas cosas y se alegrarán, mientras los malvados serán acallados.

43

Quien sea sabio, que entiende estas cosas y vea el gran amor del SEÑOR.

108

1

Cántico. Salmo de David.

Mi corazón, oh Dios, está listo para cantarte himnos. ¡Voy a despertarme!

2

¡Despierten, también, arpa y lira! ¡Voy a despertar al nuevo día!

3

Te alabaré, SEÑOR, entre todos los pueblos; te cantaré alabanzas entre todas las naciones.

4 Porque tu gran amor es más alto que los cielos; tu fidelidad llega hasta el firmamento.

5 Exaltado seas, oh Dios, sobre los cielos, y tu gloria brille sobre la tierra.

6 Sálvanos con tu poderosa diestra, y rescata a tu amado pueblo.

7

Dios ha prometido por su santidad: «Con alegría repartiré Siquén, y dividiré el valle de Sucot.

8 Mío es Galaad, y también Manasés; la tierra de Efraín es el yelmo de mi cabeza, Judá es mi cetro.

9 Moab es mi fiel sirviente, Edom mi esclavo; sobre Filistea lanzo gritos de triunfo».

10

¿Quién me llevará a la ciudad fortificada? ¿Quién me dará la victoria sobre Edom?

11

SEÑOR, ¿nos has desechado? ¿Has abandonado nuestros ejércitos?

12 ¡Oh, ayúdanos a combatir a nuestros enemigos, pues los hombres son aliados inútiles!

13 Pero con tu ayuda realizaremos grandes proezas. Porque él aplasta a nuestros enemigos.

109

1

Al director musical. Salmo de David.

¡Oh Dios, alabanza mía, no te quedes callado!

2

Los malvados me calumnian y dicen mentiras.

3 Con sus palabras de odio me inquietan, y sin razón alguna me buscan pleito.

4 Yo los amo, pero aun mientras oro por ellos, ellos están procurando destruirme.

5 Pagan mal por bien, y odio por mi amor.

6

Pon en contra de él a un malvado; haz que un acusador lo lleve a juicio.

7 Que lo declaren culpable al ser juzgado. Considera pecado sus oraciones.

8 Que sus años sean pocos; que otro tome su lugar.

9 Que sus hijos queden huérfanos y viuda su esposa,

10 que sus hijos anden vagando como mendigos; que los echen de su hogar en ruinas.

11 Que los acreedores se apoderen de todas sus propiedades y los extraños tomen cuanto ha ganado.

12 Que nadie sea generoso con ellos; que nadie se apiade de sus hijos huérfanos.

13 Que mueran sus descendientes. Que en una sola generación desaparezca su apellido.

14 Castiga los pecados de su padre. No olvides el pecado de su madre.

15 Piensa continuamente en los males que ha hecho, y arranca su nombre de la memoria de los hombres.

16

Porque no quiso hacer el bien a otros, persiguió hasta la muerte a pobres, a necesitados y a los quebrantados de corazón.

17 Se gozaba en maldecir al prójimo; maldícelo tú ahora. Nunca bendijo a otros; no lo bendigas ahora.

18 La maldición es parte de él como sus vestidos, o como al agua que bebe, o como los manjares que come.

19

Vuélvanse ahora esas maldiciones contra él y que sean parte de él como la ropa; que lo aprieten como su cinturón.

20 Así sea el castigo del SEÑOR sobre mis enemigos que me calumnian y me amenazan de muerte.

21

Pero tú, SEÑOR soberano, trátame bien por causas de tu nombre; líbrame porque tú eres bueno y fiel.

22

Porque soy pobre y estoy necesitado, y mi corazón está lleno de dolor.

23 Me estoy desvaneciendo como una sombra cuando anochece; estoy cayendo como un saltamontes al que se le sacude con facilidad.

24 y la piel se me pega a los huesos.

25 Soy símbolo de fracaso para toda la humanidad; cuantos me miran menean la cabeza.

26

¡Ayúdame, SEÑOR, y Dios mío! ¡Sálvame! Por tu gran amor.

27 Hazlo en público, para que todos vean que tú lo has hecho.

28 Después, que me maldigan si quieren; pero tú me bendecirás, pues entonces todos sus esfuerzos por destruirme fracasarán, pues yo soy tu siervo y seguiré regocijándome.

29

¡Que todos vean su humillación, cúbrelos con un manto de vergüenza!

30 Pero yo daré repetidas gracias al SEÑOR, y lo alabaré ante todos.

31 Porque él defiende al necesitado, para salvarlo de quienes lo condenan.

110

1

Salmo de David.

Así dijo el SEÑOR a mi Señor: Siéntate a mi derecha hasta que humille a tus enemigos poniéndolos por estrado de tus pies.

2 El SEÑOR establecerá tu trono en Sión para que gobiernes, desde allí sobre tus enemigos.

3 Cuando vayas a la guerra, tu pueblo te apoyará gustoso; tu traje de guerra será un traje de gala, y tu fuerza se renovará día tras día como el rocío de la mañana.

4

El SEÑOR ha jurado, y no cambiará su voto: Tú eres sacerdote eternamente como Melquisedec.

5 Dios está a tu lado para protegerte. En el día de su ira aplastará a muchos reyes.

6 Castigará a las naciones y las llenará de sus muertos. Aplastará muchas cabezas en toda la tierra.

7 Beberá de un arroyo junto al camino, y por lo tanto cobrará nuevas fuerzas.

111

1

¡Aleluya! Agradeceré al SEÑOR con todo mi corazón en compañía de los rectos.

2 Que grandes son las obras del SEÑOR; todos los que en ellas se deleitan deben pensar en ellas.

3 Todo lo que él hace rebela su gloria y majestad. Su justicia nunca falta.

4

¿Quién podrá olvidar las maravillas que él hace? ¡El SEÑOR es bondadoso y misericordioso!

5 Él da alimento a quienes en él confían; jamás olvida su pacto.

6 Él ha mostrado su gran poder a su pueblo dándole la tierra de otras naciones.

7 Todo cuanto él hace es justo y bueno, y todas sus leyes son rectas,

8 no cambian nunca, deben obedecerse fielmente.

9 Él ha pagado el precio del rescate por su pueblo, y estableció con ellos su pacto para siempre. ¡Su nombre es santo e imponente!

10

El principio de la sabiduría es el temor al SEÑOR. La recompensa para todos los que lo obedecen es la sabiduría. ¡Alabemos su nombre por siempre!

112

1

¡Aleluya!¡Alabado sea el SEÑOR! Dichosos los que se deleitan en cumplir sus mandamientos y temen al SEÑOR.

2

Sus hijos prosperarán en todos lados; la descendencia de los justos será bendecida.

3 Ellos mismos tendrán riqueza, y sus buenas acciones nunca serán olvidadas.

4 Cuando los cubran las tinieblas, de repente brillará la luz. Ellos son generosos, misericordiosos y justos.

5 Todo le sale bien a los que son generosos y manejan honradamente sus asuntos.

6

Esas personas no serán derrotadas por las perversas circunstancias. Los justos serán para siempre recordados.

7 Ellos no tienen miedo de recibir malas noticias; pues están confiados en que el SEÑOR los cuidará.

8 Por eso no tienen miedo y pueden enfrentar victoriosamente a sus enemigos.

9 Dan generosamente a los necesitados. Sus buenas acciones jamás serán olvidadas. Tendrán influencia y honra.

10

Los malvados se enfurecerán al ver esto, rechinarán los dientes furiosos y se escabullirán, sus esperanzas no se cumplirán.

113

1

¡Aleluya! ¡Alabado sea el SEÑOR! Alaben, siervos del SEÑOR, alaben el nombre del SEÑOR.

2 Bendito es su nombre por los siglos de los siglos.

3 ¡Alábenlo desde el amanecer hasta que el sol se ponga!

4 Porque él está muy por encima de las naciones; su gloria es mucho más grande que los cielos.

5

¿Quién podrá compararse con el SEÑOR nuestro Dios, que tiene su trono en las alturas?

6 Allá por debajo de él están los cielos y la tierra; él se inclina a mirar,

7 y levanta al pobre del polvo, y al necesitado del basurero,

8 y los hace sentarse entre los príncipes, con los príncipes de su pueblo.

9 El da hijos a la mujer estéril un hogar para que sea una madre feliz. ¡Aleluya! ¡Alabado sea el SEÑOR!

114

1

Hace mucho tiempo, cuando Israel salió de Egipto, de una tierra extraña,

2 la tierra de Judá se convirtió en el santuario de Dios e Israel, en su reino.

3

El Mar Rojo los vio venir y rápidamente huyó ante ellos. El río Jordán se volvió atrás.

4 Las montañas saltaron como chivos, y las colinas como corderos.

5 ¿Qué te pasó, Mar Rojo, qué te hizo huir? Río Jordán, ¿qué le ocurrió a tus aguas? ¿Por qué se volvieron atrás?

6 Por qué, ustedes los montes saltaron como chivos? ¿Por qué, ustedes colinas, saltaron como corderos?

7

Tiembla, oh tierra, ante la presencia del SEÑOR, el Dios de Jacob,

8 porque él hizo que de la roca surgiera un estanque, del pedernal surgieran torrentes de agua.

115

1

La gloria, SEÑOR, no es para nosotros, sino para ti; por causa de tu gran amor y tu fidelidad.

2 ¿Por qué permitir que digan las naciones: «¿Dónde está su Dios?»

3

Porque él está en los cielos, y hace lo que quiere.

4 Pero los ídolos de ellos son imágenes de oro y plata hechas por manos de hombres.

5 No pueden hablar ni ver, aunque tengan ojos y boca.

6 No pueden oír con sus oídos, ni pueden oler con su nariz,

7 ni palpar con sus manos y tienen pies pero no pueden caminar. Ni pueden permitir un solo sonido con su garganta.

8 Y quienes los fabrican o adoran son tan necios como sus ídolos.

9

¡Israel, confía en el SEÑOR! Él es tu ayudador. Él es tu escudo.

10 Sacerdotes de Aarón, confíen en el SEÑOR. Él es su ayudador; él es su escudo.

11 Todos ustedes, que temen al SEÑOR, confíen en él. Él es su ayudador; él es su escudo.

12

El SEÑOR nos recuerda y seguramente nos bendecirá. Bendecirá al pueblo de Israel, a los sacerdotes de la familia de Aarón,

13 y a todos, grandes y pequeños que le temen.

14

Que el SEÑOR te bendiga ricamente a ti y a tus hijos.

15 Si, el SEÑOR, que hizo el cielo y la tierra te bendecirá.

16 Los cielos pertenecen al SEÑOR, pero él ha dado la tierra a toda la humanidad.

17

Los muertos no pueden entonar alabanzas al SEÑOR, porque han bajado al silencio de la tumba,

18 pero nosotros sí, nosotros lo alabamos para siempre. ¡Aleluya! ¡Alabado sea el SEÑOR!

116

1

Amo al SEÑOR; porque él escucha mis plegarias y las contesta.

2 Porque se inclina y escucha, oraré a él mientras tenga aliento.

3

Los lazos de la muerte me enredaron; el terror del sepulcro me sorprendió, solo veía problemas y tristeza.

4 Entonces clamé: «¡SEÑOR, sálvame!»

5 ¡Cuán bondadoso es él! ¡Cuán bueno es! ¡Qué misericordioso es este Dios nuestro!

6 El SEÑOR protege a la gente sencilla; estaba yo muy débil, y él me salvó.

7 Ahora puedo descansar, porque el SEÑOR ha sido bueno conmigo.

8 Me ha salvado de la muerte, ha enjugado mis lágrimas y me ha librado de tropiezo.

9 ¡Viviré! ¡Sí, en su presencia, aquí en la tierra!

10 Creo en ti, por eso digo: «Me encuentro muy angustiado, SEÑOR».

11 En mi desesperación he exclamado: «Todos son unos mentirosos».

12

Y ahora, ¿cómo puedo pagarle al SEÑOR por tanta bondad que me ha mostrado?

13 Levantaré una copa como símbolo de su salvación y alabaré su nombre por haberme salvado.

14 ¡Cumpliré mis promesas al SEÑOR en presencia de todo su pueblo!

15 Sus amados son muy preciosos para él; le causa tristeza cuando ellos mueren.

16

SEÑOR, soy tu siervo; sí, soy tu siervo y el hijo que tú has hecho; ¡tú has roto mis cadenas!

17 Te ofreceré sacrificio de gratitud e invocaré, SEÑOR, tu nombre.

18 ¡Cumpliré mis promesas al SEÑOR en presencia de todo su pueblo,

19 en los atrios de la casa del SEÑOR, en medio de ti, oh Jerusalén! ¡Aleluya! ¡Alabado sea el SEÑOR!

117

1

Alaben al SEÑOR, naciones todas. Alábenlo todos los pueblos de la tierra.

2 Porque grande es su amor por nosotros; la fidelidad del SEÑOR es para siempre. ¡Aleluya! ¡Alabado sea el SEÑOR!

118

1

Den gracias al SEÑOR, porque él es bueno; su gran amor perdura para siempre.

2 Que diga el pueblo de Israel: «su gran amor perdura para siempre».

3 Que digan los sacerdotes de la familia de Aarón «su gran amor perdura para siempre».

4 Que digan los que temen al SEÑOR: «su gran amor perdura para siempre».

5

En angustia clamé al SEÑOR y él me respondió y me libró.

6 Él está de mi parte, no tendré miedo. ¿Qué podrá hacerme un simple mortal?

7 El SEÑOR está de mi parte; él me ayudará. ¡Yo veré triunfante a los que me odian!

8 Mejor es confiar en el SEÑOR que confiar en los hombres.

9 Mejor es confiar en el SEÑOR que confiar en los poderosos.

10

Aunque naciones enemigas me rodeen, yo las destruiré a todas en el nombre del SEÑOR.

11 Sí, me rodean y me atacan pero yo las destruiré a todas en el nombre del SEÑOR.

12 Se me echan encima como enjambre de abejas; se levantan contra mí como llama rugiente. Pero yo las destruiré a todas en el nombre del SEÑOR.

13 Hiciste cuanto pudiste por matarme, enemigo mío, pero el SEÑOR me ayudó.

14 Él es mi fortaleza y mi canción; mi victoria es él.

15 Cantos de júbilo y victoria se elevan en las casas de los justos. El brazo poderoso del SEÑOR ha hecho cosas maravillosas.

16 El brazo poderoso del SEÑOR se levanta triunfante. El brazo poderoso del SEÑOR ha hecho cosas maravillosas.

17 No moriré sino viviré para narrar todos sus hechos.

18 El SEÑOR me ha castigado, pero no me entregó a la muerte.

19

Ábranme las puertas de la justicia para que entre yo a dar gracias al SEÑOR.

20 Esas puertas llevan a la presencia del SEÑOR, y por ellas entran los justos.

21 Oh SEÑOR, gracias por contestar mi oración y salvarme.

22

La piedra que los constructores rechazaron se ha convertido en piedra angular.

23 ¡Esto es obra del SEÑOR, y nos deja maravillados!

24 Este es el día que ha hecho el SEÑOR; regocijémonos y alegrémonos.

25 SEÑOR, sálvanos. SEÑOR, concédenos la victoria.

26 Bendito el que viene en el nombre del SEÑOR. Te bendecimos desde la casa del SEÑOR.

27

El SEÑOR es Dios y nos ilumina. Traigan al frente el sacrificio y déjenlo en el altar.

28 Tú eres mi Dios, y te alabaré. Tú eres mi Dios, y te exaltaré.

29 ¡Den gracias al SEÑOR, porque él es bueno! Su gran amor permanece para siempre.

119

1

Dichosos los que van por caminos perfectos, los que andan conforme a la ley del SEÑOR.

2 Dichosos los que obedecen sus normas, y lo buscan con todo su corazón.

3 No hacen compromisos con el mal y sólo andan en los caminos de él.

4

Nos has ordenado cumplir cuidadosamente tus mandamientos.

5 ¡Que se puedan ver tus leyes en lo que yo hago!

6 Entonces no seré avergonzado, cuando compare mi vida con tus mandamientos.

7

Cuando aprenda tus leyes justas, te mostraré mi gratitud viviendo como debo.

8 Obedeceré tus normas, no me abandones.

9

¿Cómo puede mantenerse íntegro el joven?, viviendo conforme a tu palabra.

10 Me he esforzado cuanto he podido por hallarte: no permitas que me desvíe de tus mandamientos.

11 He atesorado tu palabra en mi corazón, para no pecar contra ti.

12

Bendito SEÑOR, enséñame tus normas.

13 He repetido en voz alta todas tus leyes,

14 y en ellas me he regocijado más que en las riquezas.

15 En ellas meditaré y las acataré plenamente.

16 Me deleitaré en tus normas y no olvidaré tu palabra.

17

Bendice a tu siervo dándole vida para que pueda continuar obedeciéndote.

18 Abre mis ojos para que vean las maravillas de tu ley.

19 En esta tierra soy un extranjero; necesito que tus mandamientos me guíen, no los escondas de mí.

20 Estoy agobiado continuamente por el deseo de conocer tus leyes.

21

Tú reprendes a los malditos orgullosos, a los que se apartan de tus mandamientos.

22 No les permitas que se burlen de mí y me insulten porque obedezco tus normas.

23 Pues hasta los poderosos se confabulan contra mí; pero yo meditaré en tus decretos.

24 Tus leyes son mi deleite y también mis consejeras.

25

Estoy tirado en el polvo completamente desalentado; dame vida conforme a tu palabra.

26 Te hablé de mi forma de vivir y tú respondiste. ¡Enséñame tus decretos!

27 Ayúdame a entender el significado de tus mandamientos, y meditaré en tus maravillas.

28

Lloro de angustia; anímame con tu palabra.

29 No permitas que me engañe a mí mismo; concédeme el privilegio de conocer tu ley.

30 He optado pro el camino de la fidelidad, he escogido tus juicios.

31 Yo me apego a tus decretos; SEÑOR, no me hagas pasar vergüenza.

32 Si tú me ayudas; correré para seguir tus mandamientos.

33

Enséñame, SEÑOR, a seguir cada uno de tus decretos.

34 Dame entendimiento y obedeceré tu ley; y la cumpliré con todo mi corazón.

35 Haz que yo ande por la senda de tus mandamientos, porque es ahí donde encuentro la felicidad.

36

¡Ayúdame a preferir tus decretos y a no amar el dinero!

37 Aparta mi vista de las cosas sin valor, y dame vida conforme a tu palabra.

38 Confírmame tu promesa, que es para aquellos que te honran.

39

Ayúdame a dejar mis vergonzosos caminos; porque tus leyes son todo lo que quiero en la vida.

40 ¡Anhelo obedecer tus mandamientos! Renueva mi vida con tu justicia.

41 SEÑOR, dame tu gran amor y la salvación que me prometiste.

42 Así tendré una respuesta para los que me desprecian, porque yo confío en tu palabra.

43

No me arrebates tu palabra de verdad, porque mi única esperanza está puesta en tus leyes.

44 Obedeceré tus leyes por toda la eternidad.

45 Viviré con libertad, porque he buscado tus mandamientos.

46 Hablaré a los reyes de tus decretos, y no me avergonzaré.

47

¡Cuánto amo yo tus leyes! ¡Cómo me gozo en tus mandamientos!

48 Yo amo tus mandamientos, y hacia ellos levanto mis manos; meditaré en tus decretos.

49

Recuerda las promesas que le hiciste a tu siervo, porque son mi única esperanza.

50 Tus promesas me dan vida; me consuelan en medio de mi angustia.

51 Los orgullosos me ofenden hasta el colmo pero yo no me aparto de tu ley.

52 Medito en tus leyes que no son nuevas, oh SEÑOR, y me consuelan.

53

Estoy muy enojado con los malvados que rechazan tus mandamientos,

54 porque estas leyes tuyas han sido la canción de mi vida en todos estos años de mi peregrinaje.

55 SEÑOR, por la noche evoco tu nombre; ¡quiero cumplir tu ley!

56 Lo que a mí me corresponde es obedecer tus preceptos.

57

¡SEÑOR, tú eres mío! ¡Yo prometo obedecer tu palabra!

58 De todo corazón deseo tus bendiciones. Sé misericordioso como lo prometiste.

59 Pensé en el rumbo que llevaba mi vida, y cambié para seguir tus normas.

60 Me apresuro sin tardanza para obedecer tus mandamientos.

61 Los malos han procurado arrastrarme al pecado, pero yo estoy firmemente anclado en tus leyes.

62

A media noche me levantaré para darte gracias por tus leyes justas.

63 Soy amigo de todos los que te honran, de todos los que observan tus preceptos.

64 SEÑOR, la tierra está llena de tu gran amor. ¡Enséñame tus decretos!

65

Has hecho muchas cosas buenas por mí, SEÑOR, tal como lo prometiste.

66 Ahora enséñame buen juicio y sabiduría. Porque creo en tus mandamientos.

67 Yo anduve desviado hasta que tú me disciplinaste, ahora obedezco tu palabra.

68 Tú eres bueno y sólo haces el bien; enséñame tus decretos.

69

Los orgullosos han inventado calumnias en mi contra, pero lo cierto es que yo obedezco tus mandamientos de todo corazón.

70 Sus corazones son torpes y necios, pero yo me deleito en tu ley.

71

Me hizo bien haber sido afligido, pues me enseñó a poner atención a tus leyes.

72 Ellas son para mí más valiosas que millones en oro y plata.

73

SEÑOR, tú me hiciste, tú me creaste; dame ahora entendimiento para seguir tus mandamientos.

74 Que todos los que te honran se regocijen al verme, porque he puesto mi esperanza en tu palabra.

75

SEÑOR, yo sé que tus juicios son justos, y que me disciplinaste porque lo necesitaba.

76 Ahora, que tu gran amor me consuele, tal como lo prometiste a tu siervo.

77 Rodéame de tus tiernas misericordias para que viva. Porque tu ley es mi deleite.

78

Que sean avergonzados los orgullosos, porque mienten acerca de mí. Pero yo meditaré en tus mandamientos.

79

Que me reconcilie con todos los que te temen y conocen tus normas.

80 Sea mi corazón íntegro hacia tus decretos, para que yo no sea avergonzado.

81 Esperando tu salvación se me va la vida; pero he puesto mi esperanza en tu palabra.

82 Mis ojos se esfuerzan por ver cumplidas tus promesas. ¿Cuándo me consolarás?

83 Parezco odre marchito por el humo, agotado de esperar. Pero todavía me aferro a tus leyes y las obedezco.

84 ¿Cuánto tendré que esperar hasta que castigues a quienes me persiguen?

85 Estos orgullosos que detestan tu verdad y tus leyes han cavado profundos pozos para que yo caiga.

86 Todos tus mandamientos son confiables. Protégeme de aquellos que sin razón me persiguen.

87 Casi habían acabado conmigo, y sin embargo me negué a ceder y a desobedecer tus leyes.

88 Por tu gran amor, salva mi vida; entonces podré seguir obedeciendo tus decretos.

89

Tu palabra, SEÑOR, es eterna, y permanece firme en el cielo.

90 Tu fidelidad se extiende a cada generación, y permanece como la tierra que formaste.

91 Tus leyes siguen siendo verdaderas hoy, porque todo está de acuerdo a tus planes.

92

Si tus leyes no hubieran sido mi alegría, la angustia me habría matado.

93 Jamás me olvidaré de tus mandamientos, pues con ellos me has dado vida.

94 Tuyo soy; ¡sálvame, porque he procurado vivir de acuerdo a tus mandamientos!

95 Aunque los malvados se oculten por el camino para matarme, yo tranquilamente meditaré en tus decretos.

96

Aun la perfección tiene sus límites, pero tus mandamientos no tienen límites.

97 ¡Oh, cuánto amo tu ley! Pienso en ella todo el día.

98 Me hace más sabio que mis enemigos, porque es mi constante gota.

99 Sí, tengo más entendimiento que mis maestros, porque siempre medito en tus normas.

100 Soy más sabio que los ancianos, porque he obedecido tus mandamientos.

101

He rehusado seguir la senda del mal porque permaneceré obediente a tu palabra.

102 No, no me he apartado de tus leyes, porque tu me has enseñado bien.

103 Qué dulces son tus palabras a mi paladar; son más dulces que la miel.

104 Por tus mandamientos tengo entendimiento; por eso aborrezco todas las formas equivocadas de vivir.

105

Tu palabra es una lámpara a mis pies, y una luz en mi sendero.

106 Lo prometí una vez y lo prometeré otra vez: que obedeceré tus maravillosas leyes.

107

SEÑOR, he sufrido mucho; devuélveme la vida, tal como me lo prometiste.

108 Acepta la expresión de mi gratitud y enséñame tus leyes.

109 Mi vida cuelga de un hilo, pero yo no dejaré de obedecer tus leyes.

110 Los malvados me han puesto trampas, pero no me apartaré de tus mandamientos.

111 Tus decretos son mi tesoro; son el deleite de mi corazón.

112 Cumpliré tus normas para siempre y hasta el fin.

113

Aborrezco a los que no se deciden a obedecerte; pero mi elección es clara: amo tu ley:

114 Tú eres mi refugio y mi escudo; y tus promesas son mi única fuente de esperanza.

115 Apártense de mi camino, gente perversa, que quiero obedecer los mandamientos de mi Dios.

116 SEÑOR, sóstenme como lo prometiste, y viviré; no defraudes mis esperanzas.

117 Sóstenme, y estaré a salvo; y meditaré en tus decretos continuamente.

118

Tú rechazas a los que se desvían de tus decretos, porque sólo maquinan falsedad.

119 Tú desechas como escoria a los malvados de la tierra; por eso amo tus decretos.

120 El temor a ti me hace temblar; temo tus juicios.

121

No me abandones en manos de mis enemigos, porque yo he hecho lo recto y justo.

122 Asegura una bendición para mí. No permitas que los orgullosos me opriman.

123 Mis ojos se nublan en espera de tu liberación; en espera del cumplimiento de tu promesa.

124 Soy tu siervo, trátame de acuerdo a tu gran amor; y enséñame tus decretos.

125 Dame entendimiento, soy tu siervo; y así conoceré tus decretos.

126

SEÑOR, ya es tiempo de que actúes. Porque estos malvados han violado tus leyes.

127 Verdaderamente amo tus mandamientos más que el oro finísimo.

128 Toda ley de Dios es recta. Yo detesto toda senda falsa.

129

Tus decretos son maravillosos; con razón los obedezco.

130 La enseñanza de tus palabras dan luz, aun el sencillo puede entenderlas.

131 Jadeante abro la boca porque anhelo tus mandamientos.

132

Ven y ten misericordia de mí como lo haces con quienes aman tu nombre.

133 Guía mis pasos conforme a tu promesa; no dejes que me domine la iniquidad.

134 Líbrame de la opresión de los malvados; entonces podré obedecer tus mandamientos.

135 Mírame con amor; enséñame tus decretos.

136 Ríos de lágrimas brotan de mis ojos, porque la gente desobedece tu ley.

137

Oh SEÑOR, tú eres justo y tus juicios son rectos.

138 Tus decretos son perfectos, y dignos de confianza.

139 Me consume el enojo por la forma en la que mis enemigos han desechado tus palabras.

140 He puesto a prueba tus promesas por completo y es por eso que las amo tanto.

141 Indigno soy y despreciado, pero no olvido tus mandamientos.

142

Tu justicia es eterna, y tu ley es la verdad.

143 En mi angustia y tribulación tus mandamientos son mi alegría.

144 Tus decretos son siempre justos; ayúdame a comprenderlos y viviré.

145

Oro a ti con todo el corazón; respóndeme, SEÑOR; y obedeceré tus decretos.

146 A ti clamo: «¡Sálvame!» Así podré cumplir tus decretos.

147 Muy de mañana, antes de salir el sol, clamo a ti pidiendo ayuda; en tus palabras he puesto mi esperanza.

148 Me quedo despierto en la noche para meditar en tus promesas.

149 Conforme a tu justicia, salva mi vida.

150

Ya vienen contra mí esos hombres sin ley; andan lejos de tu ley.

151 Pero tú estás cerca, SEÑOR, todos tus mandamientos son verdad.

152 Desde mis primeros días he sabido que tu voluntad no cambia nunca.

153 Mira mis penas y líbrame, pues no he olvidado tu ley.

154 Defiende mi causa; ponte de mi lado. Protege mi vida como lo prometiste.

155 Los malvados están lejos de la salvación porque ellos no buscan tus decretos.

156 SEÑOR, cuán grande es tu misericordia; devuélveme la vida conforme a tu justicia.

157

Muchos me persiguen y me causan problemas, pero yo no me aparto de tu voluntad.

158 Detesté a esos traidores porque tu palabra no les importa nada.

159 SEÑOR, mira cuánto amo tus mandatos. Devuélveme ahora la vida conforme a tu gran amor.

160 Todas tus palabras son verdad; todas tus leyes son justas y permanecen para siempre.

161

Grandes hombres me han perseguido sin causa, pero mi corazón solamente teme a tu palabra.

162 En tu palabra me regocijo como quien descubre un gran tesoro.

163 ¡Cómo detesto toda falsedad, y cómo amo tus leyes!

164 Te alabaré siete veces al día porque tus leyes son justas.

165

Los que aman tus leyes tienen profunda paz y no tropiezan.

166 Anhelo tu salvación, SEÑOR, y por eso he obedecido tus mandamientos.

167 He obedecido tus decretos, y los amo mucho.

168 Sí, he obedecido tus mandamientos y decretos, porque tu sabes todo lo que hago.

169

Oh SEÑOR, escucha mi clamor, dame el sentido común que prometiste.

170 Escucha mis plegarias. Líbrame como lo prometiste.

171 Que se llenen mis labios de alabanza, pues tú me enseñas tus decretos.

172 Que mi lengua entone un canto a tu palabra, pues todos tus mandamientos son justos.

173 Que estés listo para ayudarme, pues yo he decidido seguir tus mandamientos.

174 Oh SEÑOR, he anhelado tu salvación, y tu ley es mi deleite.

175 Déjame vivir para alabarte; que tus leyes me ayuden.

176

Me he apartado como oveja extraviada; ven y encuéntrame, porque no me he olvidado de tus mandamientos.

120

1

Cántico de los peregrinos.

En mi angustia, supliqué a Dios y me respondió.

2 Líbrame, SEÑOR, de los mentirosos y de los calumniadores.

3 ¡Ah, lengua mentirosa! ¿Que hará Dios contigo? ¿Cómo aumentará tu sufrimiento?

4 Serás perforada con agudas flechas y quemada en las brasas.

5

¡Ay de mí, que soy extranjero en Mésec, que he acampado entre las tiendas de Cedar!

6 Cansado estoy de habitar entre estos hombres que detestan la paz.

7 Soy partidario de la paz, pero si hablo de paz, ellos hablan de guerra.

121

1

Cántico de los peregrinos.

Hacia las montañas levanto la mirada; ¿de dónde vendrá mi ayuda?

2 Mi ayuda viene del SEÑOR, que hizo los cielos y la tierra.

3 No permitirá que resbales y caigas; jamás duerme el que te cuida.

4 De verdad, jamás duerme ni se cansa el que cuida a Israel.

5

¡El SEÑOR mismo te cuida! El SEÑOR está a tu lado como tu sombra protectora.

6 El sol no te hará dañó de día ni la luna de noche.

7 Te guarda de todo mal y protege tu vida.

8 El SEÑOR te cuida cuando vas y cuando vienes, desde ahora y para siempre.

122

1

Cántico de los peregrinos. Salmo de David.

Me alegré mucho cuando me dijeron: «Vamos a la casa del SEÑOR».

2 Hemos llegado, Jerusalén. ¡Ya estamos dentro de tus muros!

3 Jerusalén, ciudad que estás bien edificada, bien unida entre sí.

4 Todo el pueblo se Israel, el pueblo del SEÑOR, sube aquí. Vienen para alabar el nombre del SEÑOR como la ley lo ordena.

5 Aquí están los tronos de justicia, los tronos de la dinastía de David.

6

Pidamos por la paz de Jerusalén: «Que vivan en paz los que te aman.

7 Que reine la paz dentro de tus muros y la prosperidad en tus palacios».

8 Por causa de mi familia y amigos, yo diré: «Deseo que tengas paz».

9 Por la casa del SEÑOR nuestro Dios procuraré tu bienestar.

123

1

Cántico de los peregrinos.

¡Oh Dios cuyo trono está en el cielo: a ti levanto la mirada!

2

Como el siervo mantiene la mirada en su amo, como la esclava observa la mínima señal de su ama, así dirigimos la mirada al SEÑOR nuestro Dios, esperando su misericordia.

3

Ten misericordia de nosotros; SEÑOR, ten misericordia. Porque estamos hartos del desprecio.

4 Estamos hartos de las burlas de los orgullosos y de los altivos.

124

1

Cántico de los peregrinos. De David.

Si el SEÑOR no hubiera estado de nuestra parte,

2 si el SEÑOR no hubiera estado de nuestra parte; cuando todo el mundo se levantó contra nosotros,

3 nos habrían tragado vivos al encenderse su enojo contra nosotros.

4 Nos habrían tragado las aguas, nos habría arrastrado el torrente.

5 Sí, ¡nos habrían arrastrado las aguas de su enojo!

6

Bendito sea el SEÑOR, que no dejó que nos despedazaran con sus dientes.

7 Hemos escapado, como el pájaro, de la trampa del cazador; ¡la trampa se rompió y nosotros estamos libres!

8 Nuestra ayuda viene del SEÑOR que hizo el cielo y la tierra.

125

1

Cántico de los peregrinos.

Quienes confían en el SEÑOR son firmes como el monte Sión, que jamás será conmovido, que permanecerá para siempre.

2

Así como los montes rodean y protegen a Jerusalén, así al SEÑOR rodea y protege a su pueblo.

3 Porque los malvados no gobernarán a los justos, no sea que éstos se vean forzados al mal.

4 SEÑOR, haz bien a quienes son buenos, cuyo corazón es recto ante ti;

5 pero a los que van por caminos torcidos, SEÑOR, deséchalos. Llévatelos junto con los que hacen mal. Que haya para Israel paz y tranquilidad.

126

1

Cántico de los peregrinos.

Cuando el SEÑOR hizo volver a Sión a los cautivos, ¡fue como un sueño!

2 ¡Cómo reímos y cantamos de júbilo! y las demás naciones decían: «¡El SEÑOR ha hecho grandes cosas por ellos!»

3

Sí, el SEÑOR ha hecho cosas maravillosas por nosotros, ¡qué alegría!

4 Haz volver a nuestros cautivos como haces volver los arroyos al desierto.

5 Los que siembran con lágrimas cosecharán con alegría.

6 Plantarán llorando sus semillas, y regresarán cantando, trayendo su cosecha.

127

1

Cántico de los peregrinos. Salmo de Salomón

Si el SEÑOR no edifica la casa, en vano trabajan los albañiles. Si el SEÑOR no cuida la ciudad, en vano hacen guardia los vigilantes.

2 En vano se levantan de madrugada, y se acuestan muy tarde, trabajando desesperadamente por pan para comer, porque Dios concede el sueño a sus amados.

3

Los hijos son un regalo de Dios, recompensa suya son.

4 Los hijos de padre joven son como flechas en manos del guerrero.

5 Dichoso el hombre que tiene su aljaba llena de esta clase de flechas. No será avergonzado cuando se enfrente a sus enemigos a las puertas de la ciudad.

128

1

Cántico de los peregrinos.

Dichosos todos los que temen al SEÑOR, y siguen sus caminos.

2 Disfrutarás el fruto de tu trabajo gozarás de dicha y prosperidad.

3

En tu hogar, tu esposa será como vid llena de uvas alrededor de tu mesa, tus hijos serán jóvenes olivos.

4 Esa es la recompensa de Dios para los que le temen.

5

Que el SEÑOR te bendiga desde Sión, y que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida.

6 Que vivas para ver a tus nietos. ¡Que haya paz en Israel!

129

1

Cántico de los peregrinos.

Desde mi juventud mis enemigos me han perseguido —que lo repita ahora Israel—

2 Desde mi juventud mis enemigos me han perseguido, pero no han logrado acabar conmigo.

3

Mi espalda está cubierta de heridas, como si hubieran pasado un arado sobre ella y hecho surcos.

4 Pero el SEÑOR es bueno; me ha librado de las ataduras de los malvados.

5

Que retrocedan avergonzados todos los que odian a Sión.

6

Que sean como la hierba en el techo, que antes de crecer se marchita;

7 que no llena las manos del segador ni el regazo del que cosecha.

8 Que al pasar nadie les diga: «La bendición del SEÑOR sea con ustedes; los bendecimos en el nombre del SEÑOR».

130

1

Cántico de los peregrinos.

¡SEÑOR, desde lo profundo de mi desesperación clamo a ti pidiendo ayuda!

2 Escucha mi lamento, SEÑOR. Atiende mi oración.

3

Si tú tomaras en cuenta nuestros pecados ¿quién, SEÑOR, podría seguir vivo?

4 Pero tú ofreces perdón, para que aprendamos a temerte.

5 Yo espero en el SEÑOR; sí, espero en él. He puesto mi esperanza en su palabra.

6 Espero al SEÑOR, más que los centinelas al amanecer; sí, más que los centinelas esperan al amanecer.

7 Oh Israel, espera en el SEÑOR porque en él hay amor inagotable, y abundante salvación.

8 Él mismo rescatará a Israel de las cadenas del pecado.

131

1

Cántico de los peregrinos. De David.

SEÑOR, mi corazón no es orgulloso, ni mis ojos altivos; no busco grandezas, ni cosas que sean mayores a mis fuerzas.

2 Pero estoy callado y tranquilo, como un niño pequeño está quieto al lado de su madre. Sí, como un niño pequeño es mi alma.

3

Israel, pon tu esperanza en el SEÑOR desde ahora y para siempre.

132

1

Cántico de los peregrinos.

SEÑOR, acuérdate de David y de todo lo que él sufrió.

2 Él hizo un juramento ante el SEÑOR, hizo votos al Poderoso de Jacob.

3 No iré a mi casa y no descansaré.

4 No cerraré los ojos, ni siquiera un parpadeo,

5 hasta que encuentre un lugar para edificar la casa del SEÑOR, un santuario para el Poderoso de Jacob.

6

En Efrata oímos hablar del cofre; dimos con él en los campos de Yagar.

7 Vayamos hasta la morada del SEÑOR; postrémonos ante el estrado de sus pies».

8 Levántate, SEÑOR, y entra en tu santuario, con el cofre, símbolo de tu poder.

9

Tus sacerdotes se vestirán de salvación; ¡que tus siervos fieles canten de gozo!

10

Por amor a tu siervo David, no rechaces al rey que elegiste para tu pueblo.

11 El SEÑOR le hizo un juramento a David, y él nunca falta a sus promesas: «Pondré uno de tus descendientes en tu trono.

12 Sí tus hijos cumplen con mi pacto y con las normas que les enseñé, también sus descendientes seguirán en el trono para siempre».

13

Porque el SEÑOR ha escogido a Sión; él decidió que ahí será su hogar:

14 «Éste es mi hogar donde moraré para siempre. Aquí habitaré porque así lo deseo.

15 Bendeciré con creces sus provisiones, y saciaré de pan a sus pobres.

16 Vestiré de salvación a sus sacerdotes; sus fieles cantarán de júbilo.

17 Aumentará el poder de David, mi ungido será una luz para mi pueblo.

18 Vestiré de vergüenza a sus enemigos, pero él será un rey glorioso».

133

1

Cántico de los peregrinos. De David.

¡Que admirable, que agradable es que los hermanos vivan juntos en armonía!

2 Es como el buen aceite que, desde la cabeza, va descendiendo por la barba, por la barba de Aarón, hasta el borde de sus vestiduras.

3 Es tan refrescante como el rocío del monte Hermón que cae sobre los montes de Jerusalén. Donde se da esta armonía, el SEÑOR concede bendición y vida eterna.

134

1

Cántico de los peregrinos.

Bendigan al SEÑOR, todos sus siervos, ustedes que sirven por la noche en la casa del SEÑOR.

2 Alcen sus manos en santidad, y bendigan al SEÑOR.

3

Que el SEÑOR te bendiga desde Sión: el SEÑOR que hizo el cielo y la tierra.

135

1

¡Alabado sea el SEÑOR! ¡Alaben el nombre del SEÑOR! ¡Alábenlo ustedes siervos del SEÑOR!

2 Ustedes que sirven en la casa del SEÑOR, en los atrios de la casa de nuestro SEÑOR.

3 Alaben al SEÑOR porque el SEÑOR es bueno; canten a su maravilloso nombre.

4 Porque el SEÑOR ha elegido a Jacob como su propiedad, a Israel como su posesión.

5

Yo conozco la grandeza del SEÑOR; sé que es mayor que la de cualquier otro dios.

6 Él hace cuanto le place por todo el cielo y la tierra, y en lo profundo del mar.

7 Hace que las nubes se levanten sobre la tierra; envía el relámpago con la lluvia y libera al viento de sus depósitos.

8 Destruyó al hijo mayor de cada hogar egipcio, junto con las primeras crías de los ganados.

9 Hizo grandes milagros en Egipto ante el faraón y todo su pueblo.

10 Hirió a grandes naciones, matando a reyes poderosos,

11 a Sijón, rey de los amorreos; a Og, rey de Basán, y a los reyes de Canaán.

12 Entregó la tierra como herencia para ellos, como especial posesión para su pueblo Israel.

13

SEÑOR, tu nombre permanece para siempre; tu fama, SEÑOR, es conocida por todas las generaciones.

14 Porque el SEÑOR restituirá a su pueblo, y tendrá compasión de sus siervos.

15

Los ídolos son sólo cosas hechas de oro y plata, producto de manos humanas.

16 Tienen boca, pero no pueden hablar; ojos, pero no pueden ver;

17 tienen oídos, pero no pueden oír; nariz, pero no pueden respirar.

18 Semejantes a ellos son sus hacedores y todos los que confían en ellos.

19 Israel, ¡bendice al SEÑOR! Sacerdotes de Aarón, bendigan al SEÑOR;

20 descendientes de Leví, ¡bendigan al SEÑOR! Todos los que le temen, bendigan su nombre.

21 Desde Sión sea bendito el SEÑOR, el que habita en Jerusalén. ¡Aleluya! ¡Alabado sea su nombre!

136

1

Den gracias al SEÑOR, porque él es bueno; su gran amor perdura para siempre.

2

Den gracias al Dios de dioses, su gran amor perdura para siempre.

3

Den gracias al SEÑOR de señores, su gran amor perdura para siempre.

4

Al único que hace grandes maravillas, su gran amor perdura para siempre.

5

Al que con inteligencia hizo los cielos, su gran amor perdura para siempre.

6

Al que extendió la tierra sobre las aguas, su gran amor perdura para siempre.

7

Al que hizo las luminarias del cielo, su gran amor perdura para siempre.

8

El sol, que gobierna al día, su gran amor perdura para siempre.

9

La luna y las estrellas, que gobiernan la noche, su gran amor perdura para siempre.

10

Al que hirió a los primogénitos de Egipto, su gran amor perdura para siempre.

11

Al que sacó de Egipto a Israel, su gran amor perdura para siempre. Porque su amorosa bondad permanece para siempre con Israel.

12

Con mano fuerte y brazo poderoso, su gran amor perdura para siempre.

13

Al que partió en dos el Mar Rojo, su gran amor perdura para siempre.

14

Y por en medio hizo cruzar a Israel, su gran amor perdura para siempre.

15

Pero hundió en el Mar Rojo al faraón y a su ejército, su gran amor perdura para siempre.

16

Al que guió a su pueblo por el desierto, su gran amor perdura para siempre.

17

Al que derribó a grandes reyes, su gran amor perdura para siempre.

18

Al que a reyes poderosos les quitó la vida, su gran amor perdura para siempre.

19

A Sijón, rey de los amorreos, su gran amor perdura para siempre.

20

A Og, rey de Basán, su gran amor perdura para siempre.

21

Cuyas tierras entregó como herencia, su gran amor perdura para siempre.

22

Como herencia para su siervo Israel, su gran amor perdura para siempre.

23

Al que nos recuerda, aunque estemos desvalidos, su gran amor perdura para siempre.

24

Al que nos salvó de nuestros enemigos, su gran amor perdura para siempre.

25

Al que alimenta a todo ser viviente, su gran amor perdura para siempre.

26

Den gracias al Dios del cielo, su gran amor perdura para siempre.

137

1

Llorando nos sentábamos junto a los ríos de Babilonia pensando en Sión.

2 Hemos abandonado nuestras liras, colgadas de las ramas de los sauces.

3 Allí, los que nos tenían cautivos nos exigían que cantáramos. Nuestros verdugos nos pedían un himno alegre, nos decían: «Cántennos uno de esos cantos de Sión».

4 Pero ¿cómo cantaremos los himnos del SEÑOR en una tierra extraña?

5 Si llego a olvidarte, oh Jerusalén, ¡que mi mano derecha olvide cómo tocar el arpa!

6 Si no me acordara de ti, ni fueras tú mi más grande gozo, que la lengua se me pegue al paladar.

7

SEÑOR, no olvides lo que estos edomitas hicieron aquel día en que los ejércitos de Babilonia tomaron Jerusalén. «¡Arrásenla hasta el suelo!», gritaban.

8 Oh Babilonia, que serás destruida; dichoso el que te haga pagar por lo que nos has hecho.

9 ¡Dichoso el que tome a tus niños y los estrelle contra las rocas!

138

1

Salmo de David.

SEÑOR, te doy gracias de todo corazón. Cantaré tus alabanzas delante de los dioses.

2 Al adorarte me inclino ante tu santo templo. Agradeceré a tu nombre por tu gran amor y fidelidad. Porque has exaltado tu nombre y tu palabra por sobre todas las cosas.

3 Cuando oro me respondes y me animas dándome la fuerza que necesito.

4 Todos los reyes de la tierra te darán gracias, SEÑOR, porque todos ellos oirán tus palabras.

5 Sí, cantarán de los caminos del SEÑOR, porque la gloria del SEÑOR es muy grande.

6 Aunque el SEÑOR es grande, toma en cuenta a los humildes, y está lejos de los orgullosos.

7 Aunque me rodeen tribulaciones, tú me librarás de la ira de mis enemigos. Contra el enojo de mis enemigos extenderás tu mano. Tu poder me salvará.

8 El SEÑOR cumplirá sus planes para mi vida. Porque tu gran amor, SEÑOR; es para siempre. No me abandones, pues tú me hiciste.

139

1

Al director musical. Salmo de David.

SEÑOR, tú me has examinado el corazón y me conoces muy bien.

2 Sabes si me siento o me levantó. Cuando estoy lejos, conoces cada uno de mis pensamientos.

3 Trazas la senda delante de mí, y me dices dónde debo descansar. Cada momento sabes dónde estoy.

4 Sabes lo que voy a decir antes que lo diga, SEÑOR.

5 Por delante y por detrás me rodeas, y colocas tu mano sobre mi cabeza.

6

Conocimiento tan maravilloso está más allá de mi comprensión; tan grande es que no puedo entenderlo.

7 ¡Jamás podré alejarme de tu Espíritu! ¡Jamás podré huir de su presencia!

8 Si me voy al cielo, allí estás tú. Si desciendo al lugar de los muertos, allí estás.

9 Si cabalgo en los vientos matutinos y habito en los lejanos océanos,

10 aun allí me guiará tu mano, tu fuerza me sostendrá.

11 Puedo pedirle a las tinieblas que me oculten; y a la luz que me rodea que se haga noche.

12 Pero aun en las tinieblas no puedo ocultarme de ti; para ti la noche es tan brillante como el día. Para ti son lo mismo las tinieblas que la luz.

13

Tú hiciste todas las delicadas partes internas de mi cuerpo y las uniste en el vientre de mi madre.

14 ¡Gracias por haberme hecho tan admirable! Es admirable pensar en ello. Maravillosa es la obra de tus manos, y eso lo sé muy bien.

15 Tú me observaste cuando en lo más recóndito era yo formado.

16 Tus ojos vieron mi cuerpo en gestación: todo estaba ya escrito en tu libro; todos mis días se estaban diseñando, aunque no existía uno solo de ellos.

17

¡Cuán preciosos son los pensamientos que tienes de mí, oh Dios! ¡Son innumerables!

18 No puedo contarlos, superan en número a los granos de arena. Y cuando despierto en la mañana, tú todavía estás conmigo.

19

Dios, si solamente destruyeras a los malvados. ¡Apártense de mi vida, ustedes, asesinos!

20 Ellos blasfeman contra ti; tus enemigos toman tu nombre en vano.

21 SEÑOR, ¿no debo odiar a quienes te odian? ¿No detesto a los que te rechazan?

22 Sí, los odio, con un odio implacable, pues tus enemigos son mis enemigos.

23

Examíname, Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos.

24 Señálame lo que en mí te ofende, y guíame por la senda de la vida eterna.

140

1

Al director musical. Salmo de David.

SEÑOR, líbrame de los hombres malvados. Guárdeme de los violentos,

2 que todo el día fomentan pleitos y traman en su corazón el mal.

3 Afilan sus lenguas como lenguas de serpiente; veneno de víbora escurre por sus labios.

4 Guárdeme del poder de ellos; protégeme del poder de los impíos, de los que traman hacerme caer.

5 Esos orgullosos me han tendido una trampa; han puesto los lazos de su red, han tendido trampas a lo largo de mi camino.

6

Yo le dije al SEÑOR: «Tú eres mi Dios». Escucha, SEÑOR, mi súplica por misericordia.

7 SEÑOR soberano, mi salvador poderoso que me protege en el día de la batalla.

8 No cumplas, SEÑOR, sus perversos caprichos; no permitas que sus planes prosperen, para que no se llenen de orgullo.

9 Haz que sus planes se vuelvan contra ellos mismos. Que sean destruidos por el mismo mal que planearon para mí.

10 Que caigan brasas sobre sus cabezas, arrójalos al fuego, a profundos hoyos de donde no puedan escapar.

11 No permitas que prosperen los mentirosos aquí en nuestra tierra; que la calamidad caiga con gran fuerza y violencia.

12 Pero el SEÑOR ciertamente auxiliará a los perseguidos por aquellos; él mantendrá los derechos de los pobres.

13 Ciertamente los justos están alabando tu nombre y vivirán en tu presencia.

141

1

Salmo de David.

¡Pronto, SEÑOR, respóndeme! Porque a ti he orado. ¡Escúchame cuando clamo a ti pidiéndote ayuda!

2 Que suba a tu presencia mi oración como una ofrenda de incienso; que hacia ti levante mis manos como un sacrificio vespertino.

3

Ayúdame, SEÑOR, a mantener cerrada mi boca y sellados mis labios.

4 No me dejes desear cosas malas, ni que participe en hechos malvados; no me dejes compartir banquetes con los que hacen mal.

5 ¡Haz que los justos me hieran! ¡Eso será bondad! Si ellos me reprenden, eso es medicina. No permitas que yo la rechace. Pero yo estoy en constante oración contra los malvados y sus hechos.

6 Cuando sus dirigentes sean lanzados desde un precipicio, sabrán que mis palabras eran bien intencionadas.

7 Así como un agricultor abre surcos en la tierra y saca la roca, así los huesos de los malvados serán dispersados sin un buen entierro.

8

A ti alzo los ojos en espera de ayuda, SEÑOR soberano. Tú eres mi refugio; no permitas que me maten.

9 Guárdame de las trampas que me tienden, de las trampas de los que hacen mal.

10 Haz que ellos caigan en sus propios lazos y yo me libre.

142

1

Salmo de David. Cuando estaba en la cueva. Oración.

¡Cómo le suplico a Dios; cómo imploro su misericordia

2 y derramo ante él mis quejas y le cuento mis problemas!

3 Porque estoy abrumado y desesperado, y sólo tú sabes qué rumbo debo tomar. Por donde quiera que vaya, mis enemigos me ponen trampas.

4 Mira a mi derecha y ve: nadie me tiende la mano. Nadie me ayuda; a nadie le interesa lo que me pase.

5 Entonces, oro a ti, SEÑOR, y te digo: «Tú eres mi refugio, tú eres lo único que yo quiero en la vida».

6 Escucha mi clamor, pues estoy muy deprimido. Rescátame de mis perseguidores, pues son demasiado fuertes para mí.

7 Sácame de la prisión para que pueda darte gracias. Los justos se reunirán a mi alrededor porque eres bueno conmigo.

143

1

Salmo de David.

Escucha mi plegaria, SEÑOR; responde a mi súplica, pues tú eres fiel y justo.

2 ¡No me sometas a juicio! Porque, comparado contigo, nadie es perfecto.

3

Mi enemigo me persigue. Me ha derribado a tierra. Me obliga a vivir en tinieblas como los que están en el sepulcro.

4 Estoy perdiendo toda esperanza; el temor me paraliza.

5

Recuerdo los días de antaño; medito en tus gloriosos milagros. Pienso en lo que tú has hecho.

6 Extiendo las manos hacia ti; me haces falta como la lluvia a la tierra seca.

7 Ven pronto, SEÑOR, y respóndeme, porque cada vez me deprimo más; ¡no te apartes de mí, o me muero!

8 En la mañana, muéstrame tu bondad para conmigo, pues en ti confío. Muéstrame a dónde ir, porque a ti elevo mi oración.

9 Sálvame de mis enemigos, SEÑOR, a ti acudo para que me escondas.

10 Ayúdame a hacer tu voluntad, pues tú eres mi Dios. Que tu buen Espíritu me guíe por un terreno firme.

11 Por la gloria de tu nombre, SEÑOR, sálvame; por tu justicia sácame de esta angustia.

12 Por tu gran amor, destroza a todos mis enemigos y destruye a quienes procuran dañarme; porque soy siervo tuyo.

144

1

Salmo de David.

Bendito sea el SEÑOR, que es mi roca. Él me da fortaleza y destreza en la batalla.

2 Él es mi amoroso aliado y mi fortaleza, mi torre de seguridad y mi libertador, mi escudo y mi refugio. Él es quien pone los pueblos a mis pies.

3

SEÑOR, ¿qué es el mortal para que lo tomes en cuenta? ¿Qué es el ser humano para que lo cuides?

4 Porque el ser humano no es más que un soplo; sus días son sombras pasajeras.

5

Abre los cielos y desciende. Toca los montes para que echen humo.

6 Libera tus relámpagos y dispersa a tus enemigos; libera tus flechas y dispérsalos.

7 Extiende tu brazo desde el cielo, y rescátame; líbrame de las aguas profundas, del poder de mis enemigos.

8 La boca de ellos está llena de mentiras; juran decir la verdad, pero mienten.

9

Te cantaré un canto nuevo, Dios; te cantaré alabanzas con el arpa de diez cuerdas.

10 Porque tú das la victoria a los reyes. Tú eres el que rescatará a tu siervo David.

11 Sálvame de la espada fatal. Rescátame del poder de mis enemigos. Sus bocas están llenas de mentiras; juran decir la verdad, pero mienten.

12

Que nuestros hijos crezcan en su juventud, como plantas frondosas;

que sean nuestras hijas como columnas labradas para adornar un palacio.

13

Que nuestros graneros se llenen con toda clase de cosechas.

Que en nuestros campos los rebaños aumenten por millares, por decenas de millares.

14

Que nuestros bueyes lleven cargas pesadas;

Que no haya grietas en los muros, ni tengamos que huir,

Que no haya gritos de angustia en nuestras calles.

15

¡Dichosos aquellos que tienen todo esto!

¡Dichoso el pueblo cuyo Dios es el SEÑOR!

145

1

Salmo de alabanza. De David.

Te alabaré, Dios y rey mío,

2 y bendeciré tu nombre eternamente y para siempre.

3

¡Grande es el SEÑOR, y digno de toda alabanza; su grandeza no se puede comprender.

4 Que cada generación diga a sus hijos las grandes cosas que él hace.

5 En tu gloria, esplendor, majestad y milagros meditaré.

6 En toda lengua estarán tus imponentes hechos; proclamaré tu grandeza.

7 Todo el mundo dirá cuán bueno eres y cantará con alegría por tu justicia. .

8

El SEÑOR es compasivo y misericordioso, lento para enojarse y lleno de amor.

9 Él es bueno con todos; y derrama compasión sobre su creación.

10 Todas tus obras, SEÑOR, te alabarán, y tus fieles te bendecirán.

11 Conversarán entre ellos de la gloria de tu reino y celebrarán tu poder.

12 Contarán de tus milagros y de la majestad y gloria de tu reino.

13 Porque tu reino no termina jamás. Tú gobiernas generación tras generación. El SEÑOR es fiel en todo lo que dice, él es bueno en todo lo que hace.

14

El SEÑOR levanta a los caídos y sostiene a los agobiados.

15 Los ojos de toda la humanidad te buscan esperando auxilio; tú les das el alimento que necesitan.

16 Abres la mano y satisfaces el hambre y la sed de toda criatura viviente.

17

El SEÑOR es justo en todo lo que hace, y lleno de bondad.

18 El SEÑOR está cerca de cuantos lo llaman, sí, de todos los que llaman sinceramente.

19 Él cumple los deseos de quienes le temen; escucha su clamor de auxilio y los rescata.

20 El SEÑOR protege a todos los que lo aman, pero destruye a los malvados.

21

Alabaré al SEÑOR, todo el mundo bendiga su santo nombre por siempre y para siempre.

146

1

¡Aleluya! ¡Alabado sea el SEÑOR! Alaba alma mía al SEÑOR.

2 Yo lo alabaré mientras viva; sí, hasta el último suspiro de mi vida.

3 No pongan su confianza en gente poderosa, ahí no encontrarás ayuda.

4 Su aliento se detiene, la vida termina, y en un instante todos sus planes se deshacen.

5 Pero dichosa la persona que tiene como auxilio suyo al Dios de Jacob y que tiene su esperanza en el SEÑOR su Dios,

6 creador del cielo y de la tierra; los mares y cuanto en ellos hay. Él es el Dios que cumple siempre todas sus promesas.

7 El SEÑOR hace justicia a los oprimidos, da de comer a los hambrientos y pone en libertad a los cautivos.

8 El SEÑOR da vista a los ciegos, el SEÑOR ama a los justos.

9 El SEÑOR protege al extranjero, y cuida al huérfano y a la viuda pero desbarata los planes de los malvados.

10

¡El SEÑOR reinará por siempre! ¡Oh Sión, que tu Dios reine por todas las generaciones! ¡Aleluya! ¡Alabado sea el SEÑOR!

147

1

¡Aleluya! ¡Alabado sea el SEÑOR! ¡Qué bueno es cantar sus alabanzas! ¡Qué agradable y justo es alabarle!

2

El SEÑOR está reconstruyendo Jerusalén y regresando a sus exiliados.

3 Él sana a los quebrantados de corazón y les venda las heridas.

4 Él cuenta las estrellas y las llama por su nombre.

5 ¡Cuán grande es él! ¡Su poder es absoluto! Su entendimiento no tiene fronteras.

6 El SEÑOR sostiene al humilde, pero derriba hasta el polvo al malvado.

7 Canten al SEÑOR con gratitud; canten alabanzas a nuestro Dios, con acompañamiento de arpa.

8 Él cubre los cielos de nubes, envía la lluvia sobre la tierra y hace que la hierba verde crezca en los pastizales del monte.

9 Él alimenta a las bestias salvajes y los polluelos del cuervo lo llaman a él pidiéndole comida.

10 A él la fuerza del caballo no le causa admiración.

11 Pero su gozo está en quienes lo honran; en aquellos que confían en su gran amor.

12

¡Alaba al SEÑOR, Jerusalén! ¡Alaba a tu Dios, Sión!

13 Porque él ha reforzado los cerrojos de tus puertas, y ha bendecido a tus hijos que en ti habitan.

14 Él envía paz por toda tu nación, y te sacia con el mejor trigo.

15 Él da sus órdenes al mundo; su palabra corre a toda prisa.

16 Él envía la nieve como lana, y esparce la escarcha en la tierra como ceniza.

17 Deja caer el granizo como piedras: ¿quién podrá resistir su frío que congela?

18 Entonces, envía su palabra y todo se derrite; envía sus vientos y el hielo se funde.

19 A Jacob le ha revelado sus palabras; sus leyes y decretos a Israel.

20 Esto no lo ha hecho con ninguna otra nación; éstas no han conocido sus leyes.

¡Alabado sea el SEÑOR!

148

1

¡Alaben al SEÑOR desde los cielos! ¡Alaben al SEÑOR desde las alturas!

2 Alábenlo sus ángeles todos, todos sus ejércitos.

3 Alábenlo, sol y luna, y todas ustedes, estrellas luminosas.

4 Alábenlo, altos cielos. Alábenlo las aguas que están sobre los cielos.

5

Alábelo, todo cuanto él ha creado. Porque él dio la orden, y ellos fueron creados.

6 Él los estableció para siempre. Sus órdenes no serán revocadas jamás.

7

Alábenlo desde la tierra, ustedes criaturas de las profundidades del océano,

8 el fuego y el granizo, la nieve y la tormenta, el viento y el temporal que cumplen su mandato,

9 las montañas y colinas, árboles frutales y cedros,

10 bestias salvajes y ganado, serpientes y aves;

11 los reyes y todo el pueblo, con sus gobernantes y jueces;

12 jóvenes y doncellas, ancianos y niños.

13 Alaben todos el nombre del SEÑOR, porque sólo su nombre es muy grande; su gloria está por encima de la tierra y de los cielos.

14 Él ha hecho fuerte a su pueblo; ha honrado a sus fieles, su pueblo cercano.

¡Alabado sea el SEÑOR!

149

1

¡Aleluya! ¡Alabado sea el SEÑOR! Canten al SEÑOR un cántico nuevo. Canten sus alabanzas, en la comunidad de los fieles.

2

Que se alegre Israel por su Creador; que se regocijen los hijos de Sión por su rey.

3 Alaben su nombre con danzas, con acompañamiento de tambores y lira.

4

Porque el SEÑOR se goza en su pueblo; él corona al humilde con la salvación.

5 Que se alegren los fieles en su triunfo; que aun en sus camas canten de júbilo.

6

Que la alabanza a Dios salga de su boca, y haya en sus manos una espada de dos filos.

7 Para que tomen venganza de las naciones y castiguen a los pueblos,

8 Para que sujeten a sus reyes con grilletes, y a sus dirigentes con cadenas de hierro;

9 para que se cumpla en ellos la sentencia escrita. Ésta es la gloria de sus fieles. ¡Aleluya! ¡Alabado sea el SEÑOR!

150

1

¡Aleluya! Alaben a Dios en su santuario, alábenlo en la enormidad del firmamento.

2 Alábenlo por sus poderosas obras. Alaben su sin igual grandeza.

3 Alábenlo con sonido de trompeta, alábenlo con el arpa y la lira.

4 Alábenlo con pandero y danza, alábenlo con cuerdas y flautas.

5 Alábenlo con címbalos sonoros, alábenlo con címbalos resonantes.

6

¡Todo lo que respira alabe al SEÑOR! ¡Aleluya! ¡Alabado sea el SEÑOR!