1 Dichos y hechos de Jeremías, hijo de Hilquías. Jeremías pertenecía a una familia de sacerdotes que vivían en el pueblo de Anatot, en la región de la tribu de Benjamín.
2 El Señor habló a Jeremías cuando Josías, hijo de Amón, estaba en el año trece de su reinado en Judá.
3 También le habló durante el tiempo en que Joaquim, hijo de Josías, era rey de Judá, y hasta que Sedequías, también hijo de Josías, cumplió once años como rey de Judá; es decir, hasta el quinto mes de aquel año, cuando los habitantes de Jerusalén fueron llevados al destierro.
4 El Señor se dirigió a mí y me dijo:
5 “Antes de darte la vida, ya te había yo escogido; antes que nacieras, ya te había apartado y te había destinado a ser profeta de las naciones.”
6 Yo contesté: “¡Ay, Señor! ¡Yo soy muy joven y no sé hablar!”
7 Pero el Señor me dijo: “No digas que eres muy joven. Tú irás a donde yo te mande y dirás lo que yo te ordene.
8 No tengas miedo de nadie, pues yo estaré contigo para protegerte. Yo, el Señor, doy mi palabra.”
9 Entonces el Señor extendió la mano, me tocó los labios y me dijo:
10 “Yo pongo mis palabras en tus labios. Hoy te doy plena autoridad sobre reinos y naciones, para arrancar y derribar, para destruir y demoler, y también para construir y plantar.”
11 El Señor se dirigió a mí y me dijo: “Jeremías, ¿qué ves?” “Veo una rama de almendro”, contesté.
12 “Tienes razón –me dijo el Señor–. En efecto, voy a estar atento a que mis palabras se cumplan.”
13 El Señor se dirigió a mí por segunda vez: “¿Qué ves?”, me preguntó. “Veo una olla hirviendo, a punto de derramarse desde el norte”, contesté.
14 Entonces el Señor me dijo: “Desde el norte va a derramarse la calamidad sobre todos los habitantes de este país.
15 Yo, el Señor, aseguro que voy a llamar a todos los reinos del norte. Vendrán sus reyes y pondrán sus tronos a la entrada misma de Jerusalén, frente a todas las murallas que la rodean y frente a todas las ciudades de Judá.
16 Este es el castigo que voy a decretar contra esos pecadores que me abandonaron, que quemaron incienso y adoraron a dioses extranjeros que ellos mismos se hicieron.
17 Y tú, ármate de valor; ve y diles todo lo que yo te mande. No les tengas miedo, porque de otra manera te haré temblar delante de ellos.
18 Yo te pongo hoy como ciudad fortificada, como columna de hierro, como muralla de bronce, para que te enfrentes a todo el país de Judá: a sus reyes, a sus jefes y sacerdotes y al pueblo en general.
19 Ellos te harán la guerra, pero no te vencerán, porque yo estaré contigo para protegerte. Yo, el Señor, doy mi palabra.”
1 El Señor se dirigió a mí y me dijo:
2 “Ve y habla a la ciudad de Jerusalén; grita para que lo oiga bien: ‘¡Así dice el Señor! Recuerdo que cuando eras joven, me eras fiel; que cuando te hice mi esposa, me amabas y me seguiste a través del desierto, tierra donde nada se cultiva.’
3 Israel estaba consagrada a mí, era lo mejor de mi cosecha. Si alguien le hacía daño, yo le castigaba enviándole calamidades. Yo, el Señor, lo afirmo.”
4 Descendientes de Jacob, familias todas de Israel, escuchad la palabra del Señor.
5 El Señor os dice: “¿Qué de malo encontraron en mí vuestros antepasados, que se alejaron de mí? Se fueron tras dioses que no son nada, y en nada se convirtieron ellos mismos.
6 No se preocuparon de buscarme a mí, que los saqué de Egipto, que los guié por el desierto, tierra seca y llena de barrancos, tierra sin agua, llena de peligros, tierra donde nadie vive, por donde nadie pasa.
7 Yo os traje a esta tierra fértil, para que comierais sus frutos y sus mejores productos. Pero vosotros vinisteis y profanasteis mi tierra, me hicisteis sentir asco de este país, de mi propiedad.
8 Los sacerdotes no me buscaron, los instructores de mi pueblo no me reconocieron, los jefes se rebelaron contra mí y los profetas hablaron en nombre de Baal y siguieron a ídolos que no sirven para nada.
9 “Por eso yo, el Señor, afirmo: Voy a entablar un pleito contra vosotros y contra vuestros nietos.
10 Id a las islas de occidente y observad; enviad a alguien a Quedar para que se fije bien, a ver si se ha dado el caso
11 de que una nación pagana haya cambiado a sus dioses. ¡Y eso que son dioses falsos! Pero mi pueblo me ha dejado a mí, que soy su gloria, por ídolos que no sirven para nada.
12 ¡Espántate, cielo, ante esto! ¡Échate a temblar de horror! Yo, el Señor, lo afirmo.
13 “Mi pueblo ha cometido un doble pecado: me abandonaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron sus propias cisternas, pozos agrietados que no conservan el agua.
14 “Israel no es un esclavo; no nació en la esclavitud. ¿Por qué, pues, lo saquean?
15 ¿Por qué lo atacan como leones, lanzando fuertes rugidos? Han dejado en ruinas su país; sus ciudades fueron incendiadas y nadie quedó en ellas.
16 La gente de Menfis y de Tafnes* te rompió la cabeza.
17 Esto te pasó por haberme abandonado a mí, que soy el Señor tu Dios y que te guiaba por el camino.
18 Y ahora, ¿qué ganas con ir a Egipto a beber agua del Nilo? ¿Qué ganas con ir a Asiria a beber agua del Éufrates?
19 Tu propia maldad te castigará, tu infidelidad te condenará. Piensa y verás cuán malo y amargo ha sido que me abandones y que no me hayas honrado, a mí, que soy el Señor tu Dios. Yo, el Señor todopoderoso, lo afirmo.
20 “Desde hace mucho te rebelaste contra mí, te negaste a obedecerme. Dijiste: ‘No quiero servir.’ Sobre cualquier loma alta y bajo cualquier árbol frondoso te diste a la prostitución.
21 Yo te planté como vid de la mejor calidad, como vid de la simiente más fina. ¡Pero te has degenerado tanto, que ya ni te reconozco!
22 Por más que te laves con lejía y uses cuanto jabón quieras, ante mí sigue presente la mancha de tu pecado. Yo, el Señor, lo afirmo.
23 ¿Cómo puedes decir: ‘No me he manchado ni he dado culto a dioses falsos’? Mira cuál fue tu conducta en el valle; fíjate en todo lo que has hecho tú, camella ligera de cascos que corre en todas direcciones;
24 asna salvaje que tira al monte y resopla jadeante de deseos. Cuando se encela, nadie puede controlarla: y no tiene que cansarse el macho que la busca, pues siempre la encuentra en tiempo de celo.
25 “¡Israel, no lastimes tus pies corriendo descalza; no dejes que se te seque la garganta! Pero tú dijiste: ‘No, imposible; amo a los extraños y me voy con ellos.’
26 “Como el ladrón se avergüenza cuando lo descubren, así quedará avergonzado Israel, el pueblo, los reyes, los jefes, los sacerdotes y los profetas;
27 pues a un árbol le dicen: ‘Tú eres mi padre’, y a una piedra: ‘Tú eres mi madre.’ A mí, en cambio, me dan la espalda y no la cara. Sin embargo, apenas se ven en peligro, me dicen: ‘¡Ven a salvarnos!’
28 Judá, ¿dónde están los dioses que te hiciste? ¡Tienes tantos dioses como ciudades! ¡Pues que vengan ellos, a ver si pueden salvarte cuando te llegue la desgracia!
29 ¿Qué alegáis vosotros contra mí, si todos me habéis sido rebeldes? Yo, el Señor, lo afirmo.
30 En vano castigué a vuestros hijos, pues no quisieron aprender la lección. Vosotros mismos, como leones feroces, asesinasteis a vuestros profetas.
31 (También vosotros, los de la generación actual, prestad atención al mensaje del Señor). Israel, ¿acaso he sido un desierto para ti?, ¿una tierra llena de sombras? Pueblo mío, ¿por qué dices: ‘Somos libres; nunca más volveremos a ti’?
32 ¿Puede olvidarse una mujer de sus joyas y sus adornos de novia? Mi pueblo, sin embargo, hace mucho que se olvidó de mí.
33 “¡Qué bien conoces el camino cuando de buscar amantes se trata! ¡Eres maestra en la escuela del mal!
34 Tienes la ropa toda manchada de sangre de pobres e inocentes, de gente que no sorprendiste en ningún delito.
35 Pero a pesar de todo dices: ‘Soy inocente. Dios ya no está enojado conmigo.’ Pues bien, como dices que no has pecado, voy a entablar un juicio contra ti.
36 ¿Por qué tienes tanta prisa por cambiar de aliados? También Egipto te fallará, como te ha fallado Asiria.
37 Y tendrás que regresar de Egipto llena de vergüenza, porque yo he rechazado a los que te inspiran confianza, y nada vas a ganar con su amistad.”
1 El Señor dice: “Si un hombre se divorcia de su mujer, y ella, al separarse, se casa con otro, el primero no volverá a unirse con ella. ¡Eso sería una grave ofensa al país! Sin embargo, tú, Israel, te has prostituido con muchos amantes, ¡y ahora quieres volver a mí! Yo, el Señor, lo afirmo.
2 “Mira las lomas peladas, fíjate bien: ¿dónde no te has dejado deshonrar? Sentada como un árabe del desierto, esperabas a tus amantes a la orilla del camino. ¡Has manchado el país con tu prostitución y tu maldad!
3 Por eso han faltado las lluvias en invierno y primavera. Tienes el descaro de una prostituta; ¡debería darte vergüenza!
4 Hace poco me decías: ‘Padre mío, amigo de mi juventud,
5 ¿vas a estar siempre enojado?, ¿te va a durar la ira para siempre?’ Y mientras decías esto, hacías todo el mal que podías.”
6 En tiempos del rey Josías me dijo el Señor: “¿Has visto lo que hizo la rebelde Israel, cómo se dedicó a la prostitución sobre toda loma alta y bajo todo árbol frondoso!
7 Yo pensé que, aun después de todo lo que ella había hecho, volvería a mí; pero no volvió. Su hermana, la infiel Judá, vio esto;
8 y vio también que yo repudié a la rebelde Israel y que me divorcié de ella precisamente por el adulterio cometido. Pero Judá, la infiel hermana de Israel, no tuvo temor, sino que también ella se dio a la prostitución .
9 Lo hizo con tanta facilidad, que profanó el país. Me fue infiel adorando a las piedras y a los árboles.
10 Y después de todo eso, la infiel Judá tampoco volvió a mí de corazón, sino que me engañó. Yo, el Señor, lo afirmo.”
11 El Señor me dijo: “La rebelde Israel es menos culpable que la infiel Judá.
12 Ve y anuncia este mensaje mirando hacia el norte: ‘El Señor afirma: ¡Vuelve a mí, rebelde Israel! No te recibiré de malos modos ni mantendré mi enojo para siempre, porque soy bondadoso. Yo, el Señor, doy mi palabra.
13 Reconoce tan solo tu maldad y que fuiste rebelde contra el Señor tu Dios; que corriste en busca de amores extraños debajo de todo árbol frondoso, y que no obedeciste mis órdenes. Yo, el Señor, lo afirmo.’ ”
14 El Señor afirma: “Regresad, hijos rebeldes, pues yo soy vuestro dueño. Tomaré uno de cada ciudad y dos de cada clan, y os haré volver a Sión.
15 Os daré los gobernantes que a mí me agradan, y ellos os gobernarán con sabiduría y entendimiento.
16 Y cuando hayáis aumentado en el país y tengáis ya muchos hijos, nadie volverá a hablar del arca del pacto del Señor; nadie pensará en ella ni se acordará más de ella; ya no hará falta ni se hará una nueva. Yo, el Señor, doy mi palabra.
17 Jerusalén será llamada entonces el trono del Señor; todas las naciones se reunirán allí para honrarme, y no volverán a seguir tercamente las malas inclinaciones de su corazón.
18 “Cuando llegue ese día, Judá se unirá a Israel, y juntos regresarán del país del norte a la tierra que di como herencia a vuestros antepasados.
19 “Israel, yo decidí aceptarte como hijo y darte una tierra envidiable, el país más bello del mundo. Y pensé que me llamarías padre y que nunca te alejarías de mí.
20 Pero como una mujer infiel a su esposo, así vosotros me fuisteis infieles. Yo, el Señor, lo afirmo.
21 “Se oyen voces en las lomas desiertas: ¡Son los israelitas, que lloran y piden compasión! Se desviaron del camino recto y se olvidaron de mí, el Señor su Dios.
22 Volveos a mí, hijos rebeldes, y yo os curaré de vuestra rebeldía.” “Aquí estamos, acudimos a ti, porque tú eres el Señor nuestro Dios.
23 De nada nos sirve ir a las colinas o gritar sobre los montes; tan solo en el Señor nuestro Dios encuentra Israel su salvación.
24 La vergonzosa idolatría nos ha hecho perder lo que nuestros padres consiguieron desde que éramos niños: ovejas y ganado, hijos e hijas.
25 Humillémonos, pues, avergonzados, cubiertos de deshonra, pues desde niños y hasta ahora, nosotros y nuestros antepasados hemos pecado contra el Señor nuestro Dios y no le hemos obedecido.”
1 El Señor afirma: “Si te quieres volver, Israel, es a mí a quien debes volverte. Si alejas tus ídolos odiosos y no te apartas de mí,
2 entonces podrás jurar por mi nombre con verdad, justicia y rectitud. Mi nombre será para las naciones motivo de bendición y alabanza.”
3 El Señor dice a la gente de Judá y Jerusalén: “Cultivad terrenos no cultivados; no sembréis ya entre los espinos.
4 Gente de Judá y de Jerusalén, circuncidaos y reconocedme como Señor; poned en vuestro corazón la marca del pacto, no sea que por vuestras malas acciones se encienda mi enojo como un fuego y arda sin que nadie pueda apagarlo.
5 “Anunciad esto en Jerusalén y en Judá, proclamadlo a son de trompeta por todo el país, gritadlo bien fuerte: ‘¡Vamos! ¡A reunirse! ¡A las ciudades fortificadas!’
6 Levantad la bandera apuntando a Sión. ¡Buscad refugio, no os detengáis!, porque voy a traer del norte gran calamidad y destrucción.
7 El león ya ha salido de su guarida; el que destruye las naciones está en marcha; ha salido de su patria para destruir tu país, para dejar desiertas y en ruinas tus ciudades.
8 Por eso, vestíos con ropas ásperas, llorad y gemid de dolor, pues la ardiente ira del Señor no se ha apartado de nosotros.”
9 El Señor afirma: “Cuando llegue ese día, el rey y los jefes temblarán de miedo, los sacerdotes sentirán terror y los profetas quedarán espantados.”
10 Yo dije: “¡Ay, Señor, cómo has engañado a la gente de Jerusalén! Les prometiste paz, y lo que tienen es un cuchillo al cuello.”
11 Cuando llegue ese momento, se dirá al pueblo de Jerusalén: “Un viento caliente del desierto sopla en dirección de mi pueblo, pero no es la brisa que sirve para limpiar de paja el trigo.
12 El viento que yo haré venir será demasiado fuerte para eso, pues ahora voy a dictar sentencia contra ellos.”
13 Mirad, el enemigo avanza como una nube, sus carros de guerra parecen un huracán, sus caballos son más ligeros que las águilas. ¡Ay de nosotros, estamos perdidos!
14 Jerusalén, lava las maldades de tu corazón y así te salvarás. ¿Hasta cuándo darás vueltas en tu cabeza a pensamientos perversos?
15 Desde Dan y las colinas de Efraín llegan malas noticias:
16 “Advertid a las naciones y a Jerusalén que de un país lejano vienen enemigos lanzando gritos de guerra contra las ciudades de Judá.
17 Rodearán a Judá, como los que cuidan los campos, porque se rebeló contra el Señor. Yo, el Señor, lo afirmo.
18 “Tu conducta y tus acciones son la causa de cuanto te ha sucedido; tu maldad te ha dado este amargo fruto y te hiere el corazón.”
19 ¡Me retuerzo de dolor! ¡Me palpita con violencia el corazón! ¡Estoy inquieto, no puedo callarme! He escuchado un toque de trompeta, un griterío de guerra.
20 Llegan noticias de continuos desastres; todo el país está en ruinas. De repente han sido destruidos mis campamentos, han quedado deshechas mis tiendas de campaña.
21 ¿Cuánto tiempo aún veré en lo alto la bandera y escucharé el toque de la trompeta?
22 “Mi pueblo es estúpido, no me conoce –dice el Señor–. Son hijos sin juicio, que no reflexionan. Les sobra talento para hacer el mal, pero no saben hacer el bien.”
23 Miré a la tierra, y era un desierto sin forma; miré al cielo, y no había luz.
24 Miré a los montes, y estaban temblando; todas las colinas se estremecían.
25 Miré y ya no había ningún hombre, y todas las aves se habían escapado.
26 Miré y vi los jardines convertidos en desierto, y todas las ciudades estaban en ruinas. La ira terrible del Señor había causado todo esto.
27 El Señor dice: “Toda la tierra será arrasada, pero no la destruiré totalmente.
28 La tierra se llenará de tristeza y el cielo se pondrá de luto. He hablado, y no me arrepentiré; lo he resuelto, y no me volveré atrás.
29 Ante los gritos de jinetes y arqueros, toda la gente sale corriendo; se esconden en los matorrales o trepan a los peñascos. Todas las ciudades quedan abandonadas; ya no hay nadie que viva en ellas.
30 Y tú, ciudad en ruinas, ¿para qué te vistes de púrpura?, ¿para qué te cubres con joyas de oro?, ¿para qué te pintas de negro los ojos? De nada sirve que te embellezcas, pues tus amantes te han rechazado y lo que buscan es tu muerte.
31 Oigo gritos de dolor, como de una mujer que da a luz a su primer hijo; son los gritos de Sión, que gime, extiende los brazos y dice: ‘¡Ay de mí! ¡Me van a matar los asesinos!’ ”
1 El Señor dice: “Recorred las calles de Jerusalén, mirad bien, buscad por las plazas, a ver si encontráis a alguien que actúe con justicia, que quiera ser sincero. Si lo encontráis, perdonaré a Jerusalén.
2 Hay quienes juran por la vida del Señor, pero juran en falso.”
3 Señor, lo que tú buscas es gente sincera. Los castigaste, pero no les dolió; los arruinaste, pero no quisieron aprender. Tercos, más duros que la piedra, no quisieron volver al buen camino.
4 Yo pensé: Sólo los pobres se comportan como tontos, porque no saben lo que el Señor quiere, lo que su Dios ordena.
5 Me dirigiré a la gente importante y les hablaré. Ellos, sin duda, sabrán lo que el Señor quiere, lo que su Dios ordena. Pero todos se habían rebelado contra Dios, se habían negado a obedecerle.
6 Por eso saldrán leones de la selva y los matarán, los lobos del desierto los despedazarán, los leopardos los atacarán junto a sus ciudades y los harán pedazos cuando salgan; porque han cometido muchos pecados, numerosas traiciones.
7 El Señor dice: “¿Cómo voy a perdonarte todo esto? Tus hijos me han abandonado y juran por dioses que no son dioses. Les di comida en abundancia, pero me fueron infieles y en masa se entregaron a la prostitución.
8 Como caballos sementales en celo, relinchan por la mujer de su prójimo.
9 ¿Y no los he de castigar por estas cosas? ¿No he de dar su merecido a un pueblo así?
10 ¡Que sus enemigos entren y arrasen la viña, pero que no la destruyan del todo! ¡Que le arranquen los sarmientos, porque ya no es mi viña!
11 ¡Israel y Judá me han traicionado! Yo, el Señor, lo afirmo.”
12 Israel y Judá han negado al Señor. Han dicho: “Dios no cuenta; nada malo va a pasarnos; no tendremos ni guerra ni hambre.”
13 Los profetas son puro viento, ya que la palabra del Señor no está en ellos. Pues bien, esto me ha dicho el Señor, el Dios todopoderoso: “Por decir ellos esas cosas, esto es lo que les sucederá: Voy a hacer que mis palabras sean en tu boca como fuego, y que el pueblo sea como leña, y que ese fuego lo devore.”
14
15 El Señor afirma: “Israel, voy a traer contra ti un pueblo que viene de lejos, un pueblo fuerte y muy antiguo. Tú no conoces su idioma ni entiendes lo que dicen.
16 Todos ellos son guerreros valientes y sus armas significan la muerte.
17 Se comerán tus cosechas, tu pan, y aun devorarán a tus hijos y a tus hijas. Se comerán tus ovejas, tus reses, tus viñas y tus higueras. Con sus armas destruirán las ciudades fortificadas en las que tú confías.”
18 El Señor afirma: “En aquel tiempo, sin embargo, no los destruiré por completo.
19 Cuando te pregunten: ‘¿Por qué nos hizo todo esto el Señor nuestro Dios?’, respóndeles: ‘Así como abandonasteis al Señor y os pusisteis a servir a dioses extranjeros en vuestra propia tierra, así también tendréis que servir a gente extranjera en una tierra ajena.’
20 “Avisad al reino de Israel y decidle a Judá:
21 ‘Oye esto, pueblo tonto y estúpido, que tiene ojos y no ve, que tiene oídos y no oye.
22 Yo, el Señor, digo: ¿Es que no me teméis? ¿Es que no tembláis delante de mí? Yo puse la playa como límite del mar, un límite que el mar no puede pasar. Sus olas se agitan impotentes y rugen, pero no pueden pasarlo.
23 Vosotros tenéis un corazón terco y rebelde; me abandonasteis y os fuisteis.
24 No reflexionasteis ni dijisteis: Respetemos al Señor nuestro Dios, que a su debido tiempo nos da la lluvia en otoño y primavera, y nos reserva el tiempo señalado para la cosecha.
25 Pero vuestro pecado ha cambiado las cosas y no podéis disfrutar de tales beneficios.
26 Porque hay en mi pueblo hombres malos que acechan como cazadores de pájaros, que ponen trampas para atrapar a los demás.
27 Llenan sus casas de objetos robados como se llenan de pájaros las jaulas. Así se hicieron poderosos y ricos,
28 y están gordos y bien alimentados. Su maldad no tiene límites: no hacen justicia al huérfano ni reconocen el derecho de los pobres.
29 ¿No los he de castigar por estas cosas? ¿No he de dar su merecido a gente así? Yo, el Señor, lo afirmo.
30 ‘Algo terrible, espantoso, está pasando en este país.
31 Lo que anuncian los profetas es mentira; los sacerdotes gobiernan a su antojo, ¡y mi pueblo así lo quiere! Pero, ¿qué haréis cuando llegue el fin?’ ”
1 ¡Gentes de la región de Benjamín, ¡buscad refugio, huid de Jerusalén! Tocad la trompeta en Tecoa, levantad una señal en Bet-haquérem, porque una desgracia, una gran calamidad, amenaza desde el norte.
2 Sión es como una bella pradera
3 a donde van los pastores con sus rebaños; acampan a su alrededor y cada rebaño pasta por su lado.
4 Sus enemigos dicen: “¡Preparaos a pelear contra ella! ¡Venid, ataquémosla a mediodía! Pero, ¡qué lástima!, ya es tarde, y las sombras se alargan.
5 ¡Entonces ataquémosla de noche y destruyamos sus torres!”
6 El Señor todopoderoso ha dado esta orden: “¡Cortad árboles y construid una rampa para atacar a Jerusalén! La ciudad está condenada al castigo, porque está llena de opresión.
7 De Jerusalén brota la maldad como de un pozo brota el agua. No se oye en ella más que violencia y atropellos; no veo en ella más que heridas y dolor.
8 Escarmienta, Jerusalén, porque si no, me apartaré de ti disgustado, te convertiré en un desierto, te dejaré sin habitantes.”
9 El Señor todopoderoso dice: “A los israelitas que queden los van a buscar y rebuscar, como se rebusca entre los sarmientos de la vid hasta que no quedan uvas.”
10 Yo respondí: “¿Quién me va a oir, si les hablo y les doy este aviso? Tienen tapados los oídos, Señor, y no pueden escuchar; se burlan de tu palabra, no les agrada.
11 Estoy lleno de tu ira, Señor; ya no puedo contenerla.” El Señor me dijo: “Derrámala sobre los muchachos en la calle, sobre las pandillas de jóvenes. Se llevarán presos a los maridos con sus esposas, y a los ancianos cargados de años.
12 Sus casas, sus campos y sus esposas pasarán a ser de otros. Porque voy a levantar mi mano para castigar a los que viven en este país. Yo, el Señor, lo afirmo.
13 “Todos, grandes y pequeños, piensan solo en ganancias deshonestas; profetas y sacerdotes, todos cometen fraudes.
14 Tratan por encima las heridas de mi pueblo; dicen que todo está bien, cuando todo está tan mal.
15 ¡Debería darles vergüenza hacer esas cosas que no soporto! Pero no, no sienten vergüenza, ¡ya ni saben lo que es avergonzarse! Por eso, cuando yo los castigue, tropezarán y caerán como los otros. Yo, el Señor, lo digo.”
16 El Señor dice a su pueblo: “Paraos en los caminos y mirad, preguntad por los senderos antiguos, dónde está el mejor camino; seguidlo y encontraréis descanso.” Pero ellos dicen: “No, no queremos seguirlo.”
17 El Señor puso centinelas, y le dijo al pueblo: “Prestad atención a la señal de alarma.” Pero el pueblo dijo: “No queremos hacer caso.”
18 Por eso dice el Señor: “Escuchad, naciones, sabed lo que va a pasarle a mi pueblo.
19 Escucha, tierra: Voy a traer sobre este pueblo una desgracia que es consecuencia de sus planes malvados; porque no hicieron caso de mis palabras, sino que despreciaron mi ley.
20 ¿Para qué me traéis incienso de Sabá y plantas olorosas de países lejanos? A mí no me agradan vuestros holocaustos ni vuestros otros sacrificios.”
21 Por eso, el Señor dice: “Voy a hacer que este pueblo tropiece y caiga. Padres e hijos, vecinos y amigos morirán por igual.”
22 El Señor dice: “Desde lejanas tierras del norte se dispone a venir una nación poderosa.
23 Están armados de arcos y lanzas; son crueles, no tienen compasión; sus gritos son como el estruendo del mar, y van montados a caballo. Están listos para la batalla contra Sión.”
24 En Jerusalén dice la gente: “Hemos oído la noticia, y el miedo nos ha dejado sin fuerzas; sentimos angustia y dolor como una mujer de parto.
25 ¡No salgáis al campo, no vayáis por los caminos! ¡El enemigo está armado; hay terror por todas partes!”
26 ¡Pueblo mío, ponte ropas ásperas en señal de dolor; revuélcate en la ceniza, vístete de luto y llora amargamente, como cuando se muere un hijo único; porque el que nos va a destruir vendrá muy pronto contra nosotros!
27 El Señor me dijo: “Te encargo que pongas a prueba a mi pueblo. Examínalo, para ver cuál es su conducta.”
28 Todos ellos, Señor, son muy rebeldes, gente chismosa y pervertida; solo son bronce y hierro.
29 Cuando el fuelle sopla con fuerza, hace que el fuego derrita el plomo; de nada sirve que a ellos se les refine, pues los malvados no desaparecen.
30 Habrá que llamarlos “plata de desecho”, porque tú, Señor, los has desechado.
1 El Señor se dirigió a Jeremías y le dijo:
2 “Ponte a la entrada del templo del Señor y da a conocer allí este mensaje: ‘Habitantes todos de Judá, que entráis por estas puertas a adorar al Señor, escuchad este mensaje
3 del Señor todopoderoso, el Dios de Israel: Mejorad vuestra vida y vuestras obras, y yo os dejaré seguir viviendo en esta tierra.
4 No confiéis en esos que os engañan diciendo: ¡Aquí está el templo del Señor, aquí está el templo del Señor!
5 ‘Si mejoráis vuestra vida y vuestras obras; si sois justos los unos con los otros;
6 si no explotáis a los extranjeros, a los huérfanos y a las viudas; si no matáis a gente inocente en este lugar ni dais culto a otros dioses, con lo que vosotros mismos os perjudicaríais,
7 yo os dejaré seguir viviendo aquí, en la tierra que di para siempre a vuestros antepasados.
8 ‘Vosotros confiáis en palabras engañosas que no os sirven de nada.
9 Robáis, matáis, cometéis adulterio, juráis en falso, ofrecéis incienso a Baal, dais culto a dioses con los que nada tenéis que ver,
10 y después venís a este templo que me está dedicado, a presentaros ante mí. Creéis que aquí estáis seguros; creéis que podéis seguir haciendo esas cosas que yo no soporto.
11 ¿Acaso pensáis que este templo que me está dedicado es una cueva de ladrones? Yo he visto todo eso. Yo, el Señor, lo afirmo.
12 Id a mi santuario de Siló, el primer lugar que escogí para residir, y ved lo que hice con él por la maldad de mi pueblo Israel.
13 Y aunque una y otra vez os he advertido acerca de vuestra conducta, no habéis querido obedecerme, y ni siquiera me habéis respondido. Yo, el Señor, lo afirmo.
14 Por eso, lo mismo que hice con el santuario de Siló, voy a hacerlo con este templo que me está dedicado, y que yo os di a vosotros y a vuestros antepasados, y en el cual confiáis.
15 Os arrojaré de mi presencia como antes arrojé a vuestros hermanos, los descendientes de Efraín.’
16 “Tú, Jeremías, no ores por este pueblo, no me ruegues ni me supliques por ellos. No me insistas, porque no te escucharé.
17 ¿No ves lo que hacen en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén?
18 Los hijos recogen la leña, los padres encienden el fuego y las mujeres preparan la masa para hacer tortas y ofrecerlas a la diosa que llaman Reina del Cielo. Me ofenden, además, ofreciendo vino a dioses extraños.
19 Pero más que ofenderme a mí, se ofenden a sí mismos, para su propia vergüenza. Yo, el Señor, lo afirmo.
20 Por eso yo, el Señor, os aseguro que voy a descargar toda mi ira contra este lugar y contra la gente, y aun contra los animales, los árboles del campo y las cosechas. Será como un incendio que no se apagará.”
21 El Señor todopoderoso, el Dios de Israel, dice a su pueblo: “Ofreced todos los holocaustos y sacrificios que queráis, y comed esa carne.
22 Pero cuando yo saqué a vuestros antepasados de Egipto, nada les dije ni ordené acerca de holocaustos y sacrificios.
23 Lo que sí les ordené fue que me obedecieran; pues así yo sería su Dios y ellos serían mi pueblo. Y les dije que se portaran como yo les había ordenado, para que les fuera bien.
24 Pero no me obedecieron ni me hicieron caso, sino que tercamente se dejaron llevar por las malas inclinaciones de su corazón; y en vez de volverse a mí, me volvieron la espalda.
25 Desde que vuestros antepasados salieron de Egipto, y hasta ahora, yo os envié uno tras otro a todos mis siervos los profetas.
26 Pero no me obedecisteis ni me hicisteis caso, sino que os portasteis aún más tercamente que vuestros antepasados.
27 “Tú, Jeremías, diles todas estas cosas, aunque no te hagan caso; grítales, aunque no te respondan.
28 Diles: ‘Esta es la nación que no obedece al Señor su Dios ni quiere ser corregida. La sinceridad ha desaparecido por completo de sus labios.’ ”
29 ¡Jerusalén, córtate la cabellera y tírala! ¡Entona un canto triste en las lomas desiertas! Porque el Señor está enojado con tu gente; la ha abandonado y rechazado.
30 El Señor afirma: “La gente de Judá ha hecho algo que me disgusta: pusieron sus despreciables ídolos en el templo dedicado a mí, y lo profanaron.
31 En el valle de Ben-hinom construyeron el altar de Tófet para quemar a sus hijos y a sus hijas, cosa que yo no les había ordenado y que ni siquiera me pasó por la mente.
32 Por eso yo, el Señor, afirmo que vendrá el día en que a ese lugar ya no lo llamarán Tófet ni valle de Ben-hinom, sino valle de la Matanza. Y en Tófet enterrarán a los muertos, por no haber más lugar.
33 Los cadáveres de esta gente servirán de comida a las aves de rapiña y a las fieras, y no habrá quien las espante.
34 Haré desaparecer de las ciudades de Judá y de las calles de Jerusalén los cantos de fiesta y alegría, y los cantos de bodas; todo el país quedará convertido en un desierto.”
1 El Señor afirma: “En aquel tiempo sacarán de sus tumbas los huesos de los reyes y de los jefes de Judá, de los sacerdotes, de los profetas y de los que vivieron en Jerusalén,
2 y los dejarán tendidos al sol, a la luna y a todas las estrellas a las que habían amado, servido, seguido, consultado y adorado. Nadie los recogerá para enterrarlos. Quedarán en el suelo, como estiércol.
3 Los que queden con vida de esta gente tan mala, en cualquier lugar en que se encuentren después que yo los disperse, preferirán la muerte a la vida. Yo, el Señor todopoderoso, lo afirmo.
4 “Tú, Jeremías, comunícale al pueblo este mensaje de mi parte: ‘Cuando uno se cae, se levanta; cuando pierde el camino, vuelve a él.
5 Entonces, Israel, ¿por qué me traicionaste? ¿Por qué, Jerusalén, renegaste de mí para siempre? ¿Por qué te empeñas en ser rebelde y no quieres volver?
6 He estado escuchando con atención, pero no he oído a nadie que se arrepienta de su maldad y tenga la franqueza de decir: ¿Qué es lo que he hecho? Todos siguen veloces su camino como caballos desbocados en la batalla.
7 Aun la cigüeña en el cielo sabe cuándo debe volver. La tórtola, la golondrina y la grulla saben cuándo deben ir a otro lugar. En cambio tú, pueblo mío, no conoces mis leyes.
8 ¿Cómo podéis decir que sois sabios y que tenéis la ley del Señor? ¡Si los cronistas, con pluma mentirosa, la han falsificado!
9 Pero esos sabios quedarán humillados, acobardados, como animales caídos en la trampa. ¿Dónde está su sabiduría, si han rechazado mi palabra?
10 Por eso, voy a entregar sus mujeres a otros hombres, y sus tierras a otros dueños. Porque todos, grandes y pequeños, piensan solo en ganancias deshonestas; profetas y sacerdotes, todos cometen fraudes.
11 Tratan por encima las heridas de mi pueblo; dicen que todo está bien, cuando todo está tan mal.
12 ¡Debería darles vergüenza hacer esas cosas que no soporto! Pero no, no sienten vergüenza, ¡ya ni saben lo que es avergonzarse! Por eso, cuando yo los castigue, tropezarán y caerán como los otros. Yo, el Señor, lo digo.’ ”
13 El Señor afirma: “Voy a cortar a mi pueblo como si fuera trigo. No quedará ni una uva en la vid ni un higo en la higuera. Tan sólo hojas marchitas.”
14 Y el pueblo dirá: “¿Para qué nos quedamos aquí? ¡Vámonos todos a las ciudades fortificadas, a que nos maten de una vez! El Señor, nuestro Dios, va a hacernos morir; nos da a beber agua envenenada porque pecamos contra él.
15 Esperábamos prosperidad, pero nada bueno nos ha llegado. Esperábamos salud, pero solo hay espanto.
16 ¡Ya viene el enemigo! ¡Ya se oye desde Dan el resoplar de sus caballos! Cuando relinchan, tiembla toda la tierra. Vienen a destruir el país y todos sus bienes, las ciudades y a los que en ellas viven.”
17 El Señor afirma: “Voy a enviar contra vosotros serpientes venenosas, que os morderán; contra ellas no hay magia que valga.”
18 Mi dolor no tiene remedio, mi corazón desfallece.
19 Los ayes de mi pueblo se oyen por todo el país: “¿Ya no está el Señor en Sión? ¿Ya no está allí su rey?” Y el Señor responde: “¿Por qué me ofendieron adorando a los ídolos, a dioses inútiles y extraños?”
20 Pasó el verano, se acabó la cosecha y no ha habido salvación para nosotros.
21 Sufro con el sufrimiento de mi pueblo; la tristeza y el terror se han apoderado de mí.
22 ¿No habrá algún remedio en Galaad? ¿No habrá allí nadie que lo cure? ¿Por qué no puede sanar mi pueblo?
1 ¡Ojalá fueran mis ojos como un manantial, como un torrente de lágrimas, para llorar día y noche por los muertos de mi pueblo!
2 ¡Ojalá tuviera yo en el desierto un lugar donde vivir, para irme lejos de mi pueblo! Porque todos han sido infieles; son una partida de traidores.
3 Siempre están prestos a decir mentiras como si disparasen flechas con un arco. En el país reina la mentira, no la verdad; han ido de mal en peor, y el Señor mismo afirma: “No han querido reconocerme.”
4 Hay que desconfiar hasta del amigo; ni siquiera en el hermano se puede confiar, pues los hermanos se engañan entre sí y los amigos se calumnian unos a otros.
5 Cada uno se burla del otro y no hay quien diga la verdad. Se han acostumbrado a mentir; son perversos, incapaces
6 de cambiar. El Señor afirma: “¡Atropello tras atropello, falsedad tras falsedad! Mi pueblo no quiere reconocerme.
7 Por eso yo, el Señor todopoderoso, digo: ¿Qué otra cosa puedo hacer con mi pueblo, sino ponerlo al fuego para refinarlo?
8 Sus lenguas son flechas mortales; andan diciendo falsedades. Saludan cordialmente a sus amigos, pero en realidad les están tendiendo trampas.
9 ¿Y no los he de castigar por estas cosas? ¿No he de dar su merecido a un pueblo así? Yo, el Señor, lo afirmo.
10 “Llorad y gemid por las montañas, entonad un lamento por las praderas, porque están quemadas y ya nadie pasa por ellas; ya no se oye el mugir del ganado, y hasta las aves y las fieras salieron huyendo.
11 “Reduciré Jerusalén a un montón de piedras y haré de ella guarida de chacales. Asolaré las ciudades de Judá y quedarán desiertas.”
12 ¿Quién es lo bastante sabio para comprender esto? ¿A quién le ha dado a conocer el Señor estas cosas, para que él se las pueda explicar a los demás? ¿Por qué está el país en ruinas, seco como un desierto por donde nadie pasa?
13 El Señor responde: “Todo esto sucedió porque los israelitas abandonaron las instrucciones que yo les di; no me obedecieron y no las pusieron en práctica.
14 Siguieron tercamente las inclinaciones de su corazón y dieron culto a dioses falsos, como sus padres les enseñaron.
15 Por eso yo, el Señor todopoderoso, el Dios de Israel, digo: Voy a darles a comer algo muy amargo, y voy a darles a beber agua envenenada.
16 Los dispersaré entre naciones que ni ellos ni sus padres conocieron; haré que los persigan espada en mano, hasta que no quede ni uno solo.”
17 El Señor todopoderoso dice: “¡Atención! Mandad llamar a las mujeres que tienen por oficio hacer lamentación.”
18 ¡Sí, que vengan pronto y que hagan lamentación por nosotros; que se nos llenen de lágrimas los ojos y nuestros párpados se inunden de llanto!
19 Desde Sión nos llegan ayes de dolor: ¡Ay, cómo hemos quedado en ruinas! ¡Qué deshonra hemos sufrido! Debemos abandonar nuestra patria, nuestros hogares, que están en ruinas.
20 Mujeres, escuchad la palabra del Señor, prestad atención a su mensaje. Enseñad a vuestras hijas a llorar y a sus amigas a lamentarse así:
21 “La muerte entró en nuestros hogares, llegó a nuestros palacios; mata en las calles a los niños, y a los jóvenes en las plazas.
22 Los cadáveres de los hombres quedaron tendidos como estiércol en el campo, como espiga que cae detrás del segador y nadie la recoge.” El Señor lo afirma.
23 El Señor dice: “Que no se enorgullezca el sabio de ser sabio, ni el poderoso de su poder, ni el rico de su riqueza.
24 Si alguien se quiere enorgullecer, que se enorgullezca de conocerme, de saber que yo soy el Señor, que actúo en la tierra con amor, justicia y rectitud, pues eso es lo que me agrada. Yo, el Señor, lo afirmo.”
25 El Señor afirma: “Viene el día en que castigaré a todos los pueblos que se circuncidan físicamente:
26 a Egipto, Judá, Edom, Amón y Moab, y a todos los que viven en el desierto y se afeitan las sienes. Porque todos esos pueblos, y aun todo el pueblo de Israel, son realmente paganos de corazón.”
1 Escucha, pueblo de Israel, este mensaje que el Señor te dirige.
2 El Señor dice: “No sigáis el ejemplo de otras naciones ni os dejéis asustar por las señales del cielo, como esas naciones lo hacen.
3 La religión de esos pueblos no vale nada. Cortan un tronco en el bosque, un escultor lo labra con su cincel,
4 luego lo adornan con plata y oro, y lo aseguran con clavos y martillo para que no se caiga.
5 Los ídolos parecen espantapájaros en un campo sembrado de melones; no pueden hablar, y hay que cargar con ellos, porque no caminan. No tengáis miedo de ellos, que a nadie hacen mal ni bien.”
6 Señor, no hay nadie como tú: tú eres grande, tu nombre es grande y poderoso.
7 ¿Quién no te teme, rey de las naciones? Tú mereces ser temido. Entre todos los sabios y reyes del mundo, no hay nadie como tú.
8 Todos ellos son necios, no tienen inteligencia. ¡Nada puede enseñarles un pedazo de madera!
9 Sus ídolos son tan sólo plata traída de Tarsis y oro traído de Ufaz; objetos hechos por escultores y orfebres, y vestidos con telas moradas y rojas, todos ellos fabricados por hábiles artistas.
10 El Señor es el Dios verdadero, el Dios viviente, el Rey eterno. Cuando se enoja, tiembla la tierra; las naciones no pueden resistir su ira.
11 (Vosotros, israelitas, decid a los paganos: “Los dioses que no hicieron ni el cielo ni la tierra desaparecerán de la tierra. Ni uno siquiera de ellos quedará debajo del cielo.”)
12 El Señor, con su poder, hizo la tierra; con su sabiduría afirmó el mundo; con su inteligencia extendió el cielo.
13 Con voz de trueno hace rugir el agua en el cielo, hace subir las nubes desde el extremo de la tierra, hace brillar los relámpagos en medio de la lluvia y saca el viento de donde lo tiene guardado.
14 Necio e ignorante es todo hombre. Los ídolos defraudan al que los fabrica: son imágenes engañosas y sin vida;
15 son objetos sin valor, ridículos, que el Señor, en el juicio, destruirá.
16 ¡Qué diferente es el Dios de Jacob, creador de todo lo que existe! Él escogió a Israel como su propiedad. El Señor todopoderoso: ése es su nombre.
17 –Y tú, nación en estado de sitio, recoge tus cosas.
18 Porque el Señor dice: 'Esta vez voy a lanzar lejos a los habitantes de este país. Voy a ponerlos en aprietos, a ver si así me encuentran.'
19 –¡Ay de mí, que estoy en ruinas! ¡Mis heridas no tienen curación! ¡Y yo que pensé que podría soportar este dolor!
20 Mi campamento está destruido, todas las cuerdas están rotas. Mis hijos me han abandonado, ¡ya no existen! Ya no hay quien vuelva a plantar mis tiendas, quien vuelva a extender sus lonas.
21 –Los jefes de este pueblo son necios; no buscan al Señor. Por eso han fracasado y todo su rebaño está disperso.
22 ¡Atención! ¡Llega una noticia! De un país del norte viene un gran estruendo que va a convertir las ciudades de Judá en un desierto donde solo vivan los chacales.
23 Señor, yo sé que el hombre no es dueño de su vida, que no tiene dominio sobre su destino.
24 Corrígenos conforme a tu justicia, y no con ira, pues nos destruirías.
25 Descarga tu ira sobre las naciones que no te reconocen, sobre los pueblos que no te invocan, porque han devorado al pueblo de Jacob, lo han destruido por completo y han dejado en ruinas el país.
1 El Señor se dirigió a mí, Jeremías, y me dijo:
2 “Que los israelitas pongan atención a los términos de este pacto. Habla a la gente de Judá y a los habitantes de Jerusalén,
3 y diles que yo, el Señor, el Dios de Israel, declaro maldito al que no obedezca los términos de este pacto.
4 Es el pacto que hice con sus antepasados cuando los saqué de Egipto, país que era para ellos como un horno de fundir hierro. Les dije: Obedecedme, haced todo lo que yo os ordene, y seréis mi pueblo y yo seré vuestro Dios.
5 Si me hacéis caso, yo cumpliré el juramento que hice a vuestros antepasados de darles una tierra, la tierra que ahora tenéis, donde la leche y la miel corren como el agua.” Y yo respondí: “Sí, Señor.”
6 Entonces el Señor me dijo: “Proclama este mensaje en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén. Di a la gente: ‘Escuchad cuáles son los términos de este pacto, y cumplidlos.
7 Cuando yo saqué de Egipto a vuestros antepasados, les advertí solemnemente que me hicieran caso, y desde entonces hasta ahora se lo he seguido advirtiendo.
8 Pero no me escucharon ni me obedecieron, sino que tercamente se dejaron llevar por las malas inclinaciones de su corazón. No quisieron cumplir los términos que yo les había ordenado, y entonces hice que les vinieran los castigos anunciados en el pacto.’ ”
9 El Señor siguió diciéndome: “La gente de Judá y los habitantes de Jerusalén conspiran contra mí.
10 Han vuelto a los mismos pecados que antes cometieron sus antepasados, los cuales se negaron a obedecerme y se fueron tras otros dioses y los adoraron. Tanto Israel como Judá han violado el pacto que yo hice con sus antepasados.
11 Por lo tanto, voy a enviarles una calamidad de la que no podrán escapar. Por más que griten pidiéndome auxilio, no los escucharé. Yo, el Señor, lo afirmo.
12 Entonces, la gente de Judá y los habitantes de Jerusalén irán a pedir ayuda a los dioses a los que ofrecen incienso, pero ellos no podrán salvarlos cuando llegue la calamidad.
13 Judá tiene tantos dioses como ciudades, y los habitantes de Jerusalén han levantado tantos altares para ofrecer incienso a Baal como calles hay en la ciudad.
14 Así que tú, Jeremías, no ores en favor de este pueblo; no me ofrezcas oraciones ni súplicas por ellos, porque no voy a escucharlos cuando me pidan ayuda en medio de la calamidad.
15 “¿Qué busca Israel, mi amada, en mi templo, después de haber hecho tantas cosas malas? ¿Acaso la grasa y la carne de los sacrificios alejarán de ti la desgracia, y así podrás escapar?
16 El Señor te llamaba olivo frondoso cargado de hermosos frutos; pero en medio de fuertes truenos prendió fuego a tus hojas, y arden ahora tus ramas.
17 “Yo, el Señor todopoderoso, que lo planté, he ordenado la calamidad contra él por causa de las maldades que Israel y Judá han cometido, pues me han ofendido ofreciendo incienso a Baal.”
18 El Señor me hizo saber que mis enemigos estaban tramando algo malo. Él me abrió los ojos, para que me diera cuenta.
19 Yo estaba tranquilo, como un cordero que llevan al matadero, sin saber que estaban haciendo planes contra mí. Decían: “Cortemos el árbol ahora que está en todo su vigor; arranquémoslo de este mundo de los vivientes, para que nadie vuelva a acordarse de él.”
20 Pero tú, Señor todopoderoso, eres un juez justo; tú conoces hasta lo más íntimo del hombre. Hazme ver cómo castigas a esa gente, pues he puesto mi causa en tus manos.
21 Y a los hombres de Anatot, que buscaban mi muerte y me ordenaban que no hablara en nombre del Señor, si no quería que me mataran,
22 el Señor todopoderoso les dice: “Voy a ajustar cuentas con vosotros: los jóvenes morirán en la guerra, y vuestros hijos e hijas morirán de hambre.
23 No quedará ni uno solo de ellos, porque viene el día en que yo ajustaré cuentas con vosotros, hombres de Anatot, y traeré sobre vosotros la calamidad.”
1 Señor, si trato de discutir contigo, tú siempre llevas la razón. Sin embargo, quisiera preguntarte el porqué de algunas cosas. ¿Por qué les va bien a los malvados? ¿Por qué viven tranquilos los traidores?
2 Tú los plantas, y ellos echan raíces, crecen y dan fruto. De labios afuera te tienen cerca, pero en su interior están lejos de ti.
3 Tú, en cambio, Señor, me conoces; tú me ves y sabes cuáles son mis sentimientos hacia ti. ¡Llévate a esa gente como ovejas al matadero; márcalos para el día de la matanza!
4 ¿Hasta cuándo estará seca la tierra y marchita la hierba de los campos? Los animales y las aves se están muriendo por la maldad de los habitantes del país, que piensan que no ves lo que hacen.
5 “Si tanto te cansas corriendo con gente de a pie, ¿cómo podrás competir con gente de a caballo? En terreno seguro te sientes tranquilo, pero ¿qué harás en la espesura del Jordán?
6 Aun tus hermanos, los de tu propia familia, te han traicionado, y a gritos te insultan a tus espaldas. No confíes en ellos ni aunque te hablen con buenas palabras.
7 “He abandonado a mi pueblo, he rechazado a la que fue mi posesión. He puesto en manos de sus enemigos a la nación que yo tanto amaba.
8 Este pueblo, que fue mi posesión, es ahora para mí como un león en la selva: ruge contra mí. Por eso lo aborrezco.
9 Mi pueblo es como un ave de bello plumaje a la que otras aves atacan. ¡Venid, todos los animales salvajes; juntaos para daros un banquete!
10 Muchos jefes enemigos han destruido mi viñedo, han pisoteado mi campo; han convertido en desolado desierto el terreno que más quiero.
11 Lo dejaron desierto y desolado, y yo lo veo lamentarse. Todo el país está desierto, pero a nadie le preocupa.
12 Por todas las lomas del desierto vinieron hombres violentos, porque yo, el Señor, tengo una espada que destruirá el país de extremo a extremo, y no habrá paz para nadie.
13 Sembraron trigo y cosecharon espinos; todos sus trabajos fueron vanos. La cosecha fue un fracaso por causa de mi ardiente ira.”
14 Así dice el Señor acerca de los pueblos malvados, vecinos de Israel, que han destruido la tierra que él dio como herencia a su pueblo Israel: “Yo los arrancaré de sus tierras y sacaré a Judá de en medio de ellos.
15 Pero, después de arrancarlos, volveré a tener compasión de ellos y los haré regresar a su propia tierra y a su propio país.
16 Ciertamente ellos enseñaron a mi pueblo a jurar por Baal, pero ahora podrán establecerse en medio de mi pueblo, si de veras aceptan la religión de mi pueblo y juran por mi nombre diciendo: ‘Por la vida del Señor.’
17 Pero a la nación que no me obedezca, la arrancaré de raíz y la destruiré. Yo, el Señor, lo afirmo.”
1 El Señor me dijo: “Ve, cómprate un cinturón de lino y póntelo en la cintura, pero no lo mojes con agua.”
2 Yo compré el cinturón, como el Señor me había ordenado, y me lo puse en la cintura.
3 Entonces me habló de nuevo el Señor, y me dijo:
4 “Toma el cinturón que compraste y que llevas puesto, vete al río Éufrates y escóndelo allí, en la grieta de una roca.”
5 Fui entonces al río Éufrates y lo escondí, como el Señor me había ordenado.
6 Al cabo de mucho tiempo, el Señor me dijo: “Ve al río Éufrates y trae el cinturón que te ordené que escondieras allá.”
7 Fui al río Éufrates, busqué en la tierra y saqué el cinturón del sitio en que lo había escondido, pero ya estaba podrido y no servía para nada.
8 Entonces el Señor se dirigió a mí una vez más
9 y me dijo: “De esta misma manera destruiré el orgullo de Judá y Jerusalén.
10 Este pueblo malvado se niega a obedecer mis órdenes y sigue tercamente las inclinaciones de su corazón. Se ha ido tras otros dioses, para servirlos y adorarlos. Es como ese cinturón, que no sirve para nada.
11 Así como uno se aprieta el cinturón alrededor de la cintura, así tuve a todo el pueblo de Israel y a todo el pueblo de Judá muy unidos a mí, para que fueran mi pueblo y dieran a conocer mi nombre, y fueran mi honor y mi gloria. Pero no me obedecieron. Yo, el Señor, lo afirmo.
12 “Diles también: ‘El Señor, el Dios de Israel, dice: Cualquier vasija puede llenarse de vino.’ Los israelitas te contestarán: ‘¿Acaso no sabemos de sobra que cualquier vasija puede llenarse de vino?’
13 Y tú les responderás: ‘El Señor dice: Voy a emborrachar a todos los que viven en este país; a los reyes que se sientan en el trono de David, a los sacerdotes, a los profetas y a todos los que viven en Jerusalén.
14 Luego los romperé como vasijas, unos contra otros, padres e hijos por igual. No les tendré compasión; los destruiré sin misericordia y sin piedad. Yo, el Señor, lo afirmo.’ ”
15 ¡Israelitas, el Señor ha hablado! No seáis orgullosos, escuchadle con atención.
16 Honrad al Señor vuestro Dios antes que él haga llegar la oscuridad y tropecéis en los montes tenebrosos; antes que él convierta en tinieblas, en sombra profunda, la luz que estabais esperando.
17 Si vosotros no hacéis caso, lloraré en secreto a causa de vuestro orgullo; de mis ojos correrán las lágrimas, porque se llevan preso el rebaño del Señor.
18 “Diles al rey y a la reina madre: ‘Bajad del trono, sentaos en el suelo, pues de vuestra cabeza ha caído la corona que la adornaba.’
19 Las ciudades del Négueb están sitiadas; nadie puede pasar. Todos los de Judá fueron llevados al destierro, a un destierro total.
20 Alzad la vista y mirad cómo viene del norte el enemigo. ¿Dónde está el rebaño que yo te había confiado, ese rebaño que era tu orgullo?
21 “¿Y qué vas a decir, Jerusalén, cuando hayas de ser gobernada por gente que tú misma instruiste? Te vendrán dolores como a mujer de parto.
22 Y si preguntas por qué te pasa esto, has de saber que es por tus graves pecados. ¡Por eso te han desnudado y han abusado de ti!
23 ¿Puede un negro cambiar de color? ¿Puede un leopardo quitarse sus manchas? Pues tampoco vosotros, acostumbrados al mal, podéis hacer lo bueno.
24 Por eso voy a dispersaros como a paja que arrastra el viento del desierto.
25 Ese es tu destino, Israel; eso has merecido que yo te haga. Yo, el Señor, lo afirmo. Pues te olvidaste de mí y pusiste tu confianza en falsos ídolos.
26 Por eso, yo también te desnudaré del todo y te expondré a la vergüenza.
27 He visto tu pasión, tus adulterios, tu vergonzosa conducta de prostituta, tus repugnantes acciones en las colinas y en los campos. ¡Ay de ti, Jerusalén!, ¿cuánto tiempo seguirás estando impura?”
1 Por causa de la sequía, el Señor se dirigió a Jeremías y le dijo:
2 “Judá llora de tristeza, sus ciudades están afligidas, la gente está tendida por el suelo. Jerusalén lanza gritos de dolor.
3 Los ricos envían a sus criados a buscar agua; estos van a las cisternas, pero no la encuentran y vuelven con sus cántaros vacíos. Defraudados y llenos de vergüenza, se cubren la cabeza.
4 También defraudados, los campesinos se cubren la cabeza, porque falta la lluvia y la tierra está seca.
5 Aun las ciervas, en el campo, abandonan a sus crías recién nacidas, porque no hay hierba que comer.
6 Los asnos salvajes, parados en las lomas desiertas, toman aire como los chacales; y la vista se les nubla porque no hay hierba que comer.”
7 ¡Señor, aunque nuestros pecados nos acusan, actúa por el honor de tu nombre! Muchas veces te hemos sido infieles, hemos pecado contra ti.
8 Esperanza de Israel, salvador nuestro en tiempos difíciles, ¿por qué te portas como un extraño en el país, como un viajero que solamente se queda a pernoctar?
9 ¿Por qué estás como un hombre aturdido, como un guerrero que no puede ayudar? Sin embargo, Señor, tú estás en medio de nosotros y todos saben que somos tu pueblo. ¡No nos abandones!
10 El Señor dice esto acerca del pueblo de Israel: “A este pueblo le encanta andar siempre de un lado a otro. Por eso no lo miro con agrado. Ahora voy a acordarme de sus pecados y a pedirle cuenta de ellos.”
11 El Señor me dijo: “No me ruegues por el bienestar de este pueblo.
12 Por mucho que ayune, no escucharé sus súplicas; por muchos holocaustos y ofrendas de cereales que me traiga, no lo miraré con agrado. Voy a destruirlo con guerra, hambre y peste.”
13 Y yo le contesté: “Pero, Señor; los profetas le están diciendo al pueblo que no va a haber guerra ni hambre, y que tú le vas a conceder una paz duradera en este lugar.”
14 Entonces el Señor me respondió: “Si eso dicen en mi nombre los profetas, es que están mintiendo. Yo no los he enviado ni les he dado ninguna orden, y ni siquiera les he hablado. Son revelaciones falsas, visiones engañosas, inventos de su propia fantasía. Esto es lo que os anuncian esos profetas.
15 Pues yo, el Señor, digo de esos profetas que pretenden hablar en mi nombre sin que yo los haya enviado, y que dicen que no va a haber guerra ni hambre en este país: ¡esos profetas morirán por la guerra y el hambre!
16 Y el pueblo al que ellos se dirigen morirá también por la guerra y el hambre, con sus mujeres, sus hijos y sus hijas. Los cadáveres serán arrojados a las calles de Jerusalén, y no habrá quien los entierre. Así les haré pagar su maldad.
17 Dile al pueblo: ‘Broten lágrimas de mis ojos día y noche, sin cesar, por la terrible desgracia de mi pueblo, por la gravedad de su herida.
18 Salgo al campo y veo los cadáveres de los muertos en batalla; entro en la ciudad y veo gente que se está muriendo de hambre. Aun los profetas y los sacerdotes se van a un país desconocido.’ ”
19 Señor, ¿has rechazado del todo a Judá? ¿Te has cansado de la ciudad de Sión? ¿Por qué nos heriste irremediablemente? Esperábamos prosperidad, pero nada bueno nos ha llegado. Esperábamos salud, pero solo hay espanto.
20 Reconocemos, Señor, nuestra maldad y la culpa de nuestros antepasados; hemos pecado contra ti.
21 ¡Por el honor de tu nombre no nos rechaces, no trates con desprecio a la ciudad donde está tu glorioso trono! ¡Recuerda el pacto que hiciste con nosotros! ¡No faltes a él!
22 ¿Hay acaso entre los ídolos paganos alguno que pueda hacer llover? ¿Acaso el cielo envía los aguaceros por sí mismo? ¡No, Señor y Dios nuestro! Tú eres quien los envía, tú eres quien hace todas estas cosas; ¡por eso esperamos en ti!
1 El Señor me dijo: “Aunque Moisés y Samuel se presentaran aquí, delante de mí, yo no tendría compasión de este pueblo. Diles que salgan de mi presencia, que se vayan.
2 Y si te preguntan a dónde han de ir, diles esto de mi parte: ‘Los destinados a morir de peste, a morir de peste; los destinados a morir en la guerra, a morir en la guerra; los destinados a morir de hambre, a morir de hambre; los destinados al destierro, al destierro.’
3 “Yo, el Señor, afirmo: Voy a enviarles cuatro diferentes castigos: los matarán en la guerra, los arrastrarán los perros, se los comerán las aves de rapiña y los devorarán las fieras.
4 Haré que todas las naciones de la tierra sientan horror de lo que voy a hacer con ellos, por causa de lo que el rey de Judá, Manasés, hijo de Ezequías, ha hecho en Jerusalén.
5 “¿Quién tendrá compasión de ti, Jerusalén? ¿Quién sentirá lástima de ti? ¿Quién se preocupará de tu salud?
6 Tú me abandonaste, me diste la espalda. Yo, el Señor, lo afirmo. Por eso yo, cansado de tener paciencia, levanté mi mano para castigarte y te destruí.
7 Dispersé a tu gente como a paja, sacándola de las ciudades del país; dejé sin hijos a mi pueblo, lo destruí porque no quiso dejar su mala vida.
8 Dejé entre ellos más viudas que granos de arena tiene el mar. En pleno mediodía hice caer la muerte sobre las madres con hijos jóvenes; de repente hice caer sobre ellas la angustia y el terror.
9 Madres con muchos hijos se desmayan, quedan sin aliento; avergonzadas y humilladas, la luz del día se les vuelve oscuridad. Si algunos quedan con vida, haré que sus enemigos los maten. Yo, el Señor, doy mi palabra.”
10 ¡Ay de mí, madre mía, que me diste a luz tan sólo para disputar y pelear con todo el mundo! A nadie he prestado dinero, ni me lo han prestado a mí; sin embargo, todos me maldicen.
11 Que sus maldiciones se cumplan, Señor, si no te he servido bien, si no te he rogado en favor de mis enemigos cuando estaban en desgracia y aflicción.
12 “¿Quién puede romper el hierro del norte y el bronce?
13 A causa de todos tus pecados, Israel, voy a entregar a tus enemigos tu riqueza y tus tesoros, todo lo que tienes en tu territorio, para que se lo lleven gratuitamente.
14 Voy a hacerte esclavo de tus enemigos en una tierra que no conoces, porque mi ira se ha encendido como un fuego que te consumirá.”
15 Señor, tú que lo sabes todo, ¡acuérdate de mí y ven en mi ayuda! ¡Toma venganza de los que me persiguen! No seas con ellos tan paciente que me dejes morir a mí; mira que por ti soporto insultos.
16 Cuando me hablabas, yo devoraba tus palabras; ellas eran la dicha y la alegría de mi corazón, porque yo te pertenezco, Señor y Dios todopoderoso.
17 He evitado juntarme con los que piensan sólo en divertirse; desde que te apoderaste de mí he llevado una vida solitaria, pues tú me llenaste de tu ira.
18 ¿Por qué mi dolor nunca termina? ¿Por qué mi herida es incurable, rebelde a toda curación? Te has vuelto para mí como el agua engañosa de un espejismo.
19 Entonces el Señor me respondió: “Si regresas a mí, volveré a recibirte y podrás servirme. Si evitas el hablar por hablar y lo que dices siempre vale la pena, tú serás quien hable de mi parte. Son ellos quienes deben volverse a ti y no tú quien deba volverse a ellos.
20 Yo haré que seas para este pueblo como un muro de bronce, difícil de vencer. Te harán la guerra, pero no te vencerán, pues yo estoy contigo para salvarte y librarte. Yo, el Señor, doy mi palabra.
21 Te libraré del poder de los malvados, ¡te salvaré del poder de los violentos!”
1 El Señor se dirigió a mí y me dijo:
2 “No te cases ni tengas hijos en este país.
3 Porque yo, el Señor, te voy a decir lo que sucederá a los hijos que nazcan en este país y a los padres que los tengan.
4 Morirán de enfermedades terribles y nadie llorará por ellos ni los enterrará: quedarán tendidos como estiércol en la tierra. La guerra y el hambre acabarán con ellos, y sus cadáveres serán devorados por las aves de rapiña y por las fieras.”
5 El Señor me dijo también: “No entres en una casa donde estén de luto por un muerto; no llores ni muestres tu dolor por él, porque a este pueblo le he retirado mi paz, mi amor y mi misericordia. Yo, el Señor, lo afirmo.
6 Grandes y pequeños morirán en este país; nadie les dará sepultura, ni los llorará, ni mostrará dolor por ellos hiriéndose el cuerpo o rapándose la cabeza.
7 Nadie celebrará banquetes fúnebres para consolar a los parientes, ni aun cuando se trate de la muerte del padre o de la madre.
8 “Tampoco entres en una casa donde haya un banquete, a sentarte con ellos a comer y beber.
9 Porque yo, el Señor todopoderoso, el Dios de Israel, declaro: Yo haré que terminen en este país los cantos de fiesta y alegría, y los cantos de bodas. Esto pasará en vuestros propios días y vosotros mismos lo veréis.
10 “Cuando comuniques al pueblo este mensaje, te preguntarán: ‘¿Por qué ha ordenado el Señor contra nosotros este mal tan grande? ¿Qué maldad hemos hecho? ¿Qué pecado hemos cometido contra el Señor nuestro Dios?’
11 Tú contéstales: ‘El Señor afirma: Esto es porque vuestros antepasados me dejaron y se fueron tras otros dioses, para darles culto y adorarlos; a mí me abandonaron, y no cumplieron las instrucciones que les di.
12 Pero vosotros habéis sido peores que vuestros antepasados, pues ninguno me ha obedecido, sino que todos habéis seguido tercamente las malas inclinaciones de vuestro corazón.
13 Por eso os voy a arrojar de esta tierra a un país que ni vosotros ni vuestros antepasados conocíais, y allá serviréis día y noche a otros dioses, pues no tendré compasión de vosotros.’
14 “Pero vendrá un tiempo –yo, el Señor, lo afirmo– en que ya no se jurará diciendo: ‘Por la vida del Señor, que sacó a los israelitas de Egipto’,
15 sino que se dirá: ‘Por la vida del Señor, que sacó a los israelitas del país del norte y de todos los demás países por donde los había dispersado’. Y yo os haré regresar a vuestra tierra, a la tierra que di a vuestros antepasados.
16 “Haré que vengan muchos pescadores –yo, el Señor, lo afirmo–, para que pesquen a los israelitas. Y luego haré que vengan muchos cazadores, para que los cacen y los saquen de toda montaña y colina, y hasta de las grietas de las rocas.
17 Porque veo todas sus acciones; ninguna queda oculta para mí, ni sus pecados pueden esconderse de mi vista.
18 Primero les haré pagar el doble por sus maldades y pecados, porque profanaron mi tierra con sus aborrecibles ídolos muertos, y en toda la tierra que les di como herencia hicieron cosas que detesto.”
19 Señor, fuerza y protección mía, mi refugio en el momento de peligro; a ti vendrán las naciones desde el extremo de la tierra, y te dirán: “Tan sólo dioses falsos, inútiles y sin poder recibieron nuestros padres como herencia.
20 ¿Puede el hombre hacer sus propios dioses? ¡Entonces esos dioses no son verdaderos!”
21 “Por eso, de una vez por todas voy a mostrarles mi poder. Así sabrán que mi nombre es el Señor.
1 “Judá, tu pecado está escrito con cincel de hierro; está grabado con punta de diamante en la piedra de tu corazón, en los cuernos de tus altares.
2 Tus hijos se acuerdan de los altares y de los troncos sagrados que había junto a los árboles frondosos, sobre las colinas elevadas
3 y sobre las lomas del campo. Por causa de tus pecados haré que te roben tus riquezas y tesoros, y que saqueen tus colinas sagradas en todo tu territorio.
4 Tendrás que abandonar la tierra que te di como herencia, y te haré esclava de tus enemigos en una tierra que no conoces, porque mi ira se ha encendido como un fuego que te consumirá.”
5 El Señor dice: “Maldito aquel que aparta de mí su corazón, que pone su confianza en los hombres y en ellos busca apoyo.
6 Será como la zarza del desierto, que nunca recibe cuidados: que crece entre las piedras, en tierras de sal, donde nadie vive.
7 “Pero bendito el hombre que confía en mí, que pone en mí su esperanza.
8 Será como un árbol plantado a la orilla de un río, que extiende sus raíces hacia la corriente y no teme cuando llegan los calores, pues su follaje está siempre frondoso. En tiempo de sequía no se inquieta, y nunca deja de dar fruto.
9 “Nada hay tan engañoso y perverso como el corazón humano. ¿Quién es capaz de comprenderlo?
10 Yo, el Señor, que investigo el corazón y conozco a fondo los sentimientos; que doy a cada cual lo que se merece, de acuerdo con sus acciones.”
11 El que se hace rico injustamente es como la perdiz que empolla huevos ajenos. En pleno vigor tendrá que abandonar su riqueza, y al fin no será sino un tonto más.
12 Nuestro templo es un trono glorioso, puesto en alto desde el principio.
13 Señor, tú eres la esperanza de Israel. Todo el que te abandona quedará avergonzado. Todo el que se aleja de ti desaparecerá como un nombre escrito en el polvo, por abandonarte a ti, manantial de frescas aguas.
14 Sáname, Señor, y quedaré sanado; sálvame, y seré salvado, pues solo a ti te alabo.
15 La gente me dice: “¿Qué pasó con las palabras del Señor? ¡Que se cumplan ahora mismo!”
16 Sin embargo, yo no he insistido en que les envíes un desastre ni he deseado calamidades para ellos. Tú bien sabes lo que he dicho, pues lo dije en tu presencia.
17 No te conviertas para mí en terror, pues eres mi refugio en momentos de angustia.
18 Deja en ridículo a mis perseguidores, y no a mí; que ellos queden espantados, y no yo. Haz venir sobre ellos momentos de angustia; destrózalos por completo una y otra vez.
19 El Señor me dijo: “Ve y ponte en la puerta del Pueblo, por donde entran y salen los reyes de Judá, y luego haz lo mismo en las demás puertas de Jerusalén.
20 Di a la gente: ‘Reyes y pueblo de Judá, habitantes todos de Jerusalén que entráis por estas puertas, escuchad la palabra del Señor.
21 El Señor dice: En sábado, y por consideración a vuestras propias vidas, no llevéis cargas ni las metáis por las puertas de Jerusalén.
22 No saquéis tampoco ninguna carga de vuestras casas en sábado, ni hagáis en ese día trabajo alguno. Consagradme el sábado, tal como se lo ordené a vuestros antepasados.
23 Pero ellos no me hicieron caso ni me obedecieron, sino que fueron tercos y no quisieron obedecer ni escarmentar.
24 ‘Yo, el Señor, afirmo: Obedecedme de veras, no llevando en sábado ninguna carga por las puertas de la ciudad. Consagradme ese día y no hagáis en él trabajo alguno.
25 De este modo, siempre habrá reyes que ocupen el trono de David y que entren por las puertas de esta ciudad en carrozas y caballos, acompañados por los jefes y la gente de Judá y de Jerusalén. Y Jerusalén siempre tendrá habitantes.
26 Y vendrá gente de las ciudades de Judá que están en los alrededores de Jerusalén; y también del territorio de Benjamín, de la llanura, de la región montañosa y del Négueb. Traerán al templo animales para el holocausto y para los demás sacrificios, y ofrendas de cereales e incienso, y de acción de gracias.
27 Pero si no obedecéis mi mandato de consagrarme el sábado, sino que metéis cargas en ese día por las puertas de Jerusalén, entonces pondré fuego a las puertas de la ciudad, un fuego que destruirá los palacios de Jerusalén y que nadie podrá apagar.’ ”
1 El Señor se dirigió a mí y me dijo:
2 “Baja a la casa del alfarero y allí te comunicaré un mensaje.”
3 Yo, Jeremías, bajé y encontré al alfarero trabajando el barro en el torno.
4 Cuando la vasija que estaba haciendo le salía mal, volvía a hacer otra con el mismo barro, hasta que quedaba como él quería.
5 Entonces el Señor me dijo:
6 “¿Acaso no puedo hacer yo con vosotros, israelitas, lo mismo que este alfarero hace con el barro? Vosotros sois en mis manos como el barro en las manos del alfarero. Yo, el Señor, lo afirmo.
7 En un momento dado decido arrancar, derribar y destruir una nación o un reino.
8 Pero si esa nación se aparta del mal, entonces ya no le envío el castigo que le tenía preparado.
9 En otra ocasión decido construir y hacer crecer una nación o un reino.
10 Pero si esa nación hace lo malo y desatiende mis advertencias, entonces ya no le envío los beneficios que le tenía preparados.
11 “Proclama, pues, a la gente de Judá y a los habitantes de Jerusalén que yo, el Señor, les digo: ‘Estoy haciendo planes contra vosotros; estoy pensando en castigaros. Dejad ya el mal camino; mejorad vuestra conducta y vuestras obras.’
12 Pero ellos te van a decir: ‘¡No pierdas tu tiempo! Preferimos vivir como a nosotros nos gusta y seguir tercamente las malas inclinaciones de nuestro corazón.’ ”
13 Por eso, el Señor dice: “Preguntad entre las naciones si alguien ha oído cosa semejante. ¡El pueblo de Israel ha hecho algo horrible!
14 ¿Desaparece alguna vez la nieve de las altas rocas del Líbano? ¿Se secarán acaso las frescas aguas que bajan de las montañas?
15 Pero mi pueblo me ha olvidado y ofrece incienso a dioses falsos. Se ha extraviado en su camino, el camino antiguo, y sigue senderos desconocidos.
16 Así ha convertido su país en un desierto, en un constante motivo de asombro; todo el que pase por él moverá espantado la cabeza.
17 Yo, como un viento del este, dispersaré a Israel; lo haré huir de sus enemigos. Yo le volveré la espalda, no la cara, cuando llegue el día de su castigo.”
18 La gente dijo: “Vamos a preparar un plan para deshacernos de Jeremías. Jamás faltarán sacerdotes que nos instruyan, sabios que nos den consejos o profetas que nos comuniquen la palabra de Dios. Acusémosle, para que lo maten. No hagamos caso a nada de lo que dice.”
19 ¡Señor, préstame atención! ¡Oye lo que dicen mis enemigos!
20 ¿Es con el mal como se paga el bien? ¡Ellos han cavado mi sepultura! Recuerda que me enfrenté contigo para hablarte en su favor, para pedirte que apartaras de ellos tu ira.
21 ¡Pero ahora, haz que sus hijos mueran de hambre o a filo de espada; que queden viudas y sin hijos sus esposas! ¡Que la peste mate a sus hombres y sus jóvenes caigan en el campo de batalla!
22 Envía de repente contra ellos una banda de bandidos: ¡que se oigan sus gritos de terror! Porque cavaron un hoyo para atraparme, pusieron trampas a mi paso.
23 Pero tú, Señor, conoces todos los planes que han hecho para darme muerte. ¡No les perdones su maldad ni olvides sus pecados! ¡Hazlos caer delante de ti, castígalos con ira!
1 El Señor me dijo: “Ve, compra un cántaro de barro y llama a algunos ancianos del pueblo y a algunos sacerdotes ancianos.
2 Luego sal al valle de Ben-hinom, frente a la puerta de los Tiestos, y proclama allí el mensaje que voy a comunicarte.
3 Di: ‘Reyes de Judá y habitantes de Jerusalén, escuchad este mensaje del Señor todopoderoso, el Dios de Israel: Voy a enviar una calamidad tan grande sobre este lugar, que todo el que oiga la noticia quedará aturdido.
4 Porque los israelitas me abandonaron y convirtieron en tierra extraña este lugar, y en él ofrecieron incienso a otros dioses que ni ellos ni sus antepasados ni los reyes de Judá conocían, y lo llenaron de sangre de gente inocente.
5 Además construyeron altares para quemar a sus hijos en holocausto a Baal, cosa que yo no les ordené ni les dije, y que ni siquiera me pasó por la mente.
6 Por eso vendrán días en que este lugar ya no se llamará Tófet ni valle de Ben-hinom, sino valle de la Matanza. Yo, el Señor, lo afirmo.
7 En este lugar haré pedazos los planes de Judá y de Jerusalén. Haré que sus enemigos mortales los derroten y los maten, y que sus cadáveres sirvan de comida a las aves de rapiña y a las fieras.
8 Convertiré esta ciudad en un desierto, en algo que cause espanto. Todos los que pasen por ella se quedarán espantados y asombrados al ver su completa destrucción.
9 Haré que la gente se coma a sus propios hijos e hijas, y que se coman unos a otros a causa de la situación desesperada a que los someterán sus enemigos mortales durante el sitio de la ciudad.’
10 “Después de decir esto, haz pedazos el cántaro a la vista de los hombres que te acompañan,
11 y diles: ‘El Señor todopoderoso dice: Haré pedazos este pueblo y esta ciudad como quien hace pedazos un cántaro de barro, que ya no se puede reparar. La gente tendrá que enterrar a los muertos en Tófet, por no haber más lugar donde enterrarlos.
12 Así haré con esta ciudad y sus habitantes. La dejaré en las mismas condiciones que a Tófet. Yo, el Señor, lo afirmo.
13 Las casas de Jerusalén, los palacios de los reyes de Judá y las azoteas de las casas donde ofrecían incienso a todos los astros y derramaban ofrendas de vino a otros dioses, serán considerados impuros, lo mismo que Tófet.’ ”
14 Después de esto, Jeremías regresó de Tófet, adonde el Señor lo había enviado a hablar en su nombre, y parándose en el atrio del templo dijo a todo el pueblo:
15 “El Señor todopoderoso, el Dios de Israel, dice: ‘Voy a enviar a esta ciudad y a todos los pueblos vecinos todos los castigos que les he anunciado, porque se han puesto tercos para no obedecer mis palabras.’ ”
1 Cuando Pashur, hijo de Imer, que era sacerdote e inspector mayor en el templo, oyó a Jeremías pronunciar esta profecía,
2 mandó que le golpearan y le sujetaran en el cepo que estaba en la puerta superior de Benjamín, junto al templo.
3 Al día siguiente mandó que libraran a Jeremías del cepo, y entonces Jeremías le dijo: “El Señor te ha cambiado el nombre de Pashur por el de Magor-misabib.
4 Porque el Señor dice: ‘Te voy a convertir en terror para ti mismo y para todos tus amigos; ante tus propios ojos, tus amigos caerán bajo la espada de sus enemigos. Entregaré a todos los habitantes de Judá en manos del rey de Babilonia, el cual los llevará desterrados a Babilonia o los pasará a cuchillo.
5 Entregaré también en manos de sus enemigos todas las riquezas de esta ciudad, todas sus posesiones y objetos de valor, y todos los tesoros de los reyes de Judá, para que se los lleven a Babilonia.
6 Y tú, Pashur, serás desterrado a Babilonia, junto con toda tu familia. Allí morirás, y allí te enterrarán a ti y a todos los amigos a quienes profetizabas cosas falsas.’ ”
7 Señor, tú me engañaste, y yo me dejé engañar; eras más fuerte, y me venciste. A todas horas soy motivo de risa; todos se burlan de mí.
8 Siempre que hablo es para anunciar violencia y destrucción; continuamente me insultan y me hacen burla porque anuncio tu palabra.
9 Si digo: “No pensaré más en el Señor; no volveré a hablar en su nombre”, entonces tu palabra en mi interior se convierte en un fuego que devora, que me penetra hasta los huesos. Trato de contenerla, pero no puedo.
10 Puedo oir que la gente cuchichea: “¡Hay terror por todas partes!” Dicen: “¡Venid, vamos a acusarle!” Incluso mis amigos esperan que yo dé un paso en falso. Dicen: “Quizás se deje engañar; entonces le venceremos y nos vengaremos de él.”
11 Pero tú, Señor, estás conmigo como un guerrero invencible. Los que me persiguen, caerán y no podrán vencerme; fracasarán, quedarán avergonzados, cubiertos para siempre de deshonra inolvidable.
12 Señor todopoderoso, tú que examinas con justicia, tú que ves hasta lo más íntimo del hombre, hazme ver cómo castigas a esa gente, pues he puesto mi causa en tus manos.
13 ¡Cantad al Señor, alabad al Señor!, pues él salva al afligido del poder de los malvados.
14 ¡Maldito el día en que nací! ¡Que el día en que mi madre me dio a luz no sea bendito!
15 ¡Maldito el que alegró a mi padre con la noticia de que un hijo varón le había nacido!
16 ¡Que ese hombre sea como las ciudades que Dios destruye para siempre! ¡Que oiga de mañana gritos de dolor, y alarma de guerra a mediodía,
17 pues Dios no me hizo morir en el seno de mi madre! Así ella hubiera sido mi sepulcro, y yo nunca habría nacido.
18 ¿Por qué salí del vientre solo para ver dolor y penas, y para terminar mi vida cubierto de vergüenza?
1 El rey Sedequías envió a Pashur, hijo de Malquías, y al sacerdote Sofonías, hijo de Maaseías, a ver a Jeremías y decirle: “Por favor, consulta al Señor por nosotros, porque Nabucodonosor, rey de Babilonia, nos está atacando. Tal vez quiera el Señor hacer uno de sus milagros y obligue a Nabucodonosor a retirarse.” Entonces habló el Señor a Jeremías,
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3 y este respondió a los enviados de Sedequías: “Anunciad a Sedequías
4 que el Señor, el Dios de Israel, dice: ‘Voy a hacer retroceder a las tropas con las que, fuera de las murallas, estáis respondiendo al ataque del rey de Babilonia y de los caldeos, y las reuniré en medio de esta ciudad.
5 Yo mismo pelearé contra vosotros, con gran despliegue de poder y con ardiente ira y gran furor.
6 Mataré a todos los habitantes de esta ciudad: hombres y animales morirán de una peste terrible.
7 Después entregaré a Sedequías, rey de Judá, en manos de Nabucodonosor y de sus otros enemigos mortales, junto con sus oficiales y tropas y la gente que haya quedado con vida en la ciudad después de la peste, la guerra y el hambre. Yo haré que los maten a filo de espada, sin piedad ni compasión. Yo, el Señor, lo afirmo.
8 ‘Anuncia también al pueblo que yo, el Señor, digo: Os doy a escoger entre el camino de la vida y el camino de la muerte.
9 El que se quede en esta ciudad morirá en la guerra, o de hambre o de peste. En cambio, el que salga y se entregue a los caldeos que están ahora atacando la ciudad, no morirá; al menos podrá salvar su vida.
10 Porque yo he decidido traer mal en vez de bien sobre esta ciudad. Voy a entregársela al rey de Babilonia, y él le prenderá fuego. Yo, el Señor, lo afirmo.
11 ‘A la casa real de Judá, a la casa del rey David, dile de mi parte: Escucha el mensaje del Señor: Haz justicia todos los días; libra de explotadores a los oprimidos, no sea que, por tus malas acciones, mi enojo se encienda como un fuego y arda sin que nadie pueda apagarlo.
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13 ‘Ciudad que dominas el valle cual peñasco en la llanura, yo, el Señor, me declaro contra ti. Vosotros decís: ¿Quién podrá atacarnos? ¿Quién podrá llegar hasta nuestro refugio?
14 Yo os castigaré como merecen vuestras acciones; prenderé fuego a vuestros bosques, y ese fuego devorará todos los alrededores. Yo, el Señor, lo afirmo.’ ”
1 El Señor me dijo: “Baja al palacio real y proclama este mensaje
2 ante el rey de Judá, que está sentado en el trono de David, y ante sus funcionarios y la gente de la ciudad: ‘Escuchad la palabra del Señor.
3 Practicad en este lugar la justicia y la rectitud, librad del explotador al oprimido, no humilléis ni maltratéis a los extranjeros, los huérfanos y las viudas. No matéis a gente inocente.
4 Si de veras hacéis esto que os mando, seguirá habiendo reyes que ocupen el trono de David y que entrarán en carrozas y a caballo por las puertas de este palacio, acompañados de los funcionarios y del pueblo.
5 Pero si no hacéis caso de estas advertencias, este palacio quedará convertido en ruinas. Yo, el Señor, lo afirmo.’ ”
6 Porque el Señor dice acerca del palacio del rey de Judá: “Tú eres para mí como el monte Galaad, como la cumbre del Líbano; pero juro que haré de ti un desierto, un lugar desolado.
7 Enviaré contra ti gente armada, con la misión de destruirte. Cortarán tus hermosas columnas de cedro y las echarán al fuego.
8 “Gentes de muchas naciones pasarán después junto a esta ciudad, y se preguntarán unos a otros: ‘¿Por qué trató así el Señor a esta ciudad tan grande?’
9 Y responderán: ‘Porque abandonaron el pacto que el Señor, su Dios, había hecho con ellos, y adoraron y dieron culto a otros dioses.’ ”
10 No lloréis por el rey Josías, no lloréis por su muerte; llorad más bien por su hijo Salum, que se va para no volver, que ya no verá más su tierra natal. Pues el Señor dice acerca de Salum, hijo de Josías, rey de Judá, que ocupó el trono después de su padre y que salió de este lugar: “No regresará,
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12 sino que morirá en el país a donde fue desterrado, y no volverá a ver esta tierra.
13 “¡Ay de ti, que sobre bases de maldad e injusticias construyes tu palacio y tus altos edificios, y que haces trabajar a los demás sin pagarles sus salarios!
14 Que dices: ‘Voy a construirme un gran palacio, con amplias salas en el piso superior.’ Y le abres ventanas, recubres de cedro sus paredes y lo pintas de rojo.
15 ¿Piensas que ser rey consiste en vivir rodeado de cedro? Tu padre gozó de la vida, pero actuaba con justicia y rectitud. Por eso le fue bien.
16 Defendía el derecho de los pobres y oprimidos, y por eso le fue bien. Eso es lo que se llama conocerme. Yo, el Señor, lo afirmo.
17 “Pero tú tan solo te preocupas de ganancias deshonestas. Haces que muera el inocente, y oprimes y explotas a tu pueblo.”
18 El Señor dice acerca de Joaquim, hijo de Josías, rey de Judá: “No habrá nadie que llore su muerte. No habrá nadie que llore y diga: ‘¡Ay, hermano! ¡Ay, hermana! ¡Ay, Señor! ¡Ay, Majestad!’
19 Lo enterrarán como a un asno: lo arrastrarán y lo arrojarán fuera de Jerusalén.”
20 “¡Judá, sube al monte Líbano y grita! ¡Levanta la voz en las montañas de Basán! ¡Grita desde las colinas de Abarim, pues todos tus amantes han sido derrotados!
21 Yo te hablé en el tiempo de tu prosperidad, pero no quisiste oirme. Así lo has hecho desde tu juventud: ¡no has querido escuchar mi voz!
22 El viento arrastrará a todos tus jefes, y tus amantes irán al destierro. Quedarás avergonzada y humillada por causa de todas tus maldades.
23 Tú estás ahora tranquila en tu nido, entre los cedros traídos del Líbano, ¡pero ya sufrirás cuando te vengan dolores, dolores como de parto!”
24 El Señor ha dicho a Jeconías, hijo de Joaquim, rey de Judá: “Lo juro por mi vida: Aunque fueras un anillo de sellar puesto en mi mano derecha, te arrancaría de ahí
25 para entregarte a tus enemigos mortales, a los que tú tanto temes. Te entregaré a Nabucodonosor, rey de Babilonia, y a los caldeos.
26 Os arrojaré a ti y a tu madre a una tierra que no os vio nacer, y allí moriréis los dos.”
27 Así que ellos no volverán a la tierra a la que tanto desearán volver.
28 ¿Es Jeconías una vasija rota e inútil, un trasto que nadie quiere? ¿Por qué son lanzados él y sus hijos a una tierra desconocida?
29 ¡Tierra, tierra, tierra, escucha la palabra del Señor!
30 El Señor dice: “Inscribid a este hombre en los registros como un hombre sin hijos, como un hombre que fracasó en la vida. Porque ninguno de sus descendientes llegará a ocupar el trono de David para reinar de nuevo en Judá.”
1 El Señor afirma: “¡Ay de los pastores que dejan que mis ovejas se pierdan y dispersen!”
2 El Señor, el Dios de Israel, dice a los pastores que gobiernan a su pueblo: “Vosotros habéis dispersado mis ovejas, las habéis hecho huir y no las habéis cuidado. Pues bien, yo tendré buen cuidado de castigar vuestras malas acciones. Yo, el Señor, lo afirmo.
3 Y yo mismo traeré el resto de mis ovejas de los países a donde las hice huir; las reuniré y las haré volver a sus pastos, para que tengan muchas crías.
4 Les pondré pastores que las cuiden, para que no tengan nada que temer ni falte ninguna de ellas. Yo, el Señor, lo afirmo.”
5 El Señor afirma: “Vendrá un día en que haré que David tenga un descendiente legítimo, un rey que reine con sabiduría y que actúe con justicia y rectitud en el país.
6 Durante su reinado, Judá estará a salvo, y también Israel vivirá seguro. Este es el nombre que le darán: ‘El Señor es nuestra victoria.’ ”
7 El Señor afirma: “Vendrán días en que ya no se jurará diciendo: ‘Por la vida del Señor, que sacó a los israelitas de Egipto’,
8 sino que se jurará diciendo: ‘Por la vida del Señor, que sacó a los descendientes de Israel del país del norte y de todos los demás países por donde los había dispersado.’ Y vivirán en su propia tierra.”
9 Mensaje acerca de los profetas: Estoy profundamente perturbado, todo el cuerpo me tiembla, parezco un borracho, un hombre dominado por el vino, por causa del Señor y de sus palabras santas.
10 El país está lleno de adúlteros, de gente que corre a hacer el mal, que usa su poder para cometer injusticias. Por eso el Señor maldijo la tierra, y la tierra se secó y los pastos del desierto se quemaron.
11 El Señor afirma: “Hasta los profetas y los sacerdotes son impíos; en mi propio templo los he encontrado haciendo el mal.
12 Por eso su camino será oscuro y resbaladizo: yo haré que los empujen y caigan. Cuando ajuste cuentas con ellos, traeré sobre ellos la desgracia. Yo, el Señor, lo afirmo.
13 “Yo he visto a los profetas de Samaria hacer cosas que me ofenden: han profetizado en nombre de Baal y han hecho que mi pueblo Israel se extravíe.
14 Yo he visto a los profetas de Jerusalén hacer cosas horribles: cometen adulterios y fraudes, animan de tal modo a los malvados que nadie se aparta de su maldad. Ellos y los habitantes de la ciudad son para mí como Sodoma y Gomorra.
15 Por eso yo, el Señor todopoderoso, digo esto contra los profetas: Voy a darles a comer algo muy amargo; voy a darles a beber agua envenenada, porque de los profetas de Jerusalén se ha extendido la maldad a todo el país.”
16 El Señor todopoderoso dice: “Israelitas, no hagáis caso a lo que os dicen los profetas. Lo que dicen no son más que mentiras, cosas que ellos mismos inventan, que yo no les he comunicado.
17 A los que desprecian mi palabra les dicen: ‘Todo os saldrá bien.’ Y a los que siguen tercamente las inclinaciones de su corazón, les dicen: ‘No os vendrá ningún mal.’ ”
18 Pero ¿quién asistió al concilio secreto del Señor?, ¿quién ha visto o escuchado su palabra?, ¿quién le ha prestado atención?
19 La ira del Señor es como una tormenta, como un viento huracanado que se agita sobre los malvados.
20 La ira del Señor no cesará hasta que él haya realizado sus propósitos. Vendrá el tiempo en que vosotros pensaréis y entenderéis estas cosas.
21 “Yo no envié a esos profetas, y ni siquiera les hablé, pero ellos salieron corriendo a hablar en mi nombre.
22 Si hubieran conocido mis secretos, habrían anunciado mi palabra a mi pueblo; le habrían hecho apartarse de su mal camino y dejar sus malas acciones.”
23 El Señor afirma: “Lejos o cerca, yo soy Dios.
24 ¿Quién podrá esconderse de mi vista? Con mi presencia lleno el cielo y la tierra. Yo, el Señor, lo afirmo.
25 “He oído las mentiras de esos profetas que pretenden hablar en mi nombre y comunicarse en sueños conmigo.
26 ¿Hasta cuándo esos profetas van a seguir anunciando cosas falsas, inventos de su propia fantasía?
27 Con los sueños que se cuentan unos a otros pretenden hacer que mi pueblo se olvide de mí, como también sus antepasados me olvidaron y se fueron tras Baal.
28 ¡Si un profeta tiene un sueño, que diga que es un sueño; pero si recibe mi palabra, que la anuncie fielmente! No se puede comparar la paja con el trigo. Mi palabra es como el fuego, como un martillo que hace pedazos la roca. Yo, el Señor, lo afirmo.
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30 “Por eso me declaro contra esos profetas que se roban unos a otros mis palabras. Yo, el Señor, lo afirmo.
31 Me declaro contra esos profetas que hacen pasar por mensaje mío cosas que ellos inventan.
32 Me declaro contra esos profetas que cuentan falsos sueños y extravían a mi pueblo con mentiras y habladurías. Yo no los he enviado ni les he dado orden alguna, y ellos son incapaces de ayudar a este pueblo. Yo, el Señor, lo afirmo.
33 “Jeremías, si alguna persona del pueblo o un profeta o un sacerdote te pregunta: ‘¿Cuál es la carga del Señor?’, diles: ‘El Señor afirma que su carga sois vosotros, y que la va a dejar caer.’
34 Y si un profeta o un sacerdote o alguien del pueblo emplea la frase ‘encargo del Señor’, yo lo castigaré, a él y a su familia.
35 Cuando alguien le pregunte a un amigo o familiar suyo, podrá decir: ‘¿Qué respuesta ha dado el Señor? ¿Qué ha dicho?’
36 Pero no volváis a emplear la frase ‘encargo del Señor’, porque si alguien la emplea, haré que sus palabras se le vuelvan una carga. Vosotros habéis pervertido el sentido de las palabras del Dios viviente, de vuestro Dios, el Señor todopoderoso.
37 “Jeremías, pregunta a los profetas: ‘¿Qué respuesta ha dado el Señor? ¿Qué ha dicho?’
38 Y si dicen ‘encargo del Señor’, respóndeles: ‘El Señor dice: Puesto que seguís empleando la frase que os prohibí emplear,
39 yo os levantaré como una carga, a vosotros y a la ciudad que os di a vosotros y a vuestros antepasados, y os dejaré caer lejos de mí.
40 Y para siempre traeré sobre vosotros humillación y vergüenza tales que no podréis olvidarlas.’ ”
1 Después que Nabucodonosor, rey de Babilonia, se llevó desterrado a Jeconías, hijo de Joaquim, rey de Judá, junto con los jefes de Judá y los artesanos y los cerrajeros, el Señor me hizo ver dos canastas de higos colocadas delante del templo.
2 Una de ellas tenía higos muy buenos, de los primeros en madurar, pero la otra tenía higos muy malos, tan malos que no se podían comer.
3 El Señor me preguntó: “Jeremías, ¿qué ves?” Yo respondí: “Higos. Los buenos son muy buenos, pero los malos son tan malos que no se pueden comer.”
4 Entonces me dijo el Señor:
5 “Yo, el Señor, el Dios de Israel, digo: Como a higos buenos miraré al pueblo de Judá que mandé desterrado de aquí al país de los caldeos. Los miraré favorablemente,
6 los tendré bajo mi protección y los haré regresar a este país. Aquí los haré prosperar, y no volveré a destruirlos; los plantaré, y no volveré a arrancarlos.
7 Les daré entendimiento para que reconozcan que yo soy el Señor; y ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios, porque volverán a mí de todo corazón.
8 “En cambio, a Sedequías, rey de Judá, y a los jefes y demás habitantes de Jerusalén que se quedaron en el país o se instalaron en Egipto, los trataré como a los higos malos, que de malos no se pueden comer.
9 Haré con ellos algo que causará horror a todas las naciones de la tierra y que será ejemplo de humillación, desprecio y maldición en todos los países por donde yo los disperse.
10 Les enviaré la guerra, el hambre y la peste, hasta que no quede uno solo en el país que les di a ellos y a sus antepasados.”
1 El año cuarto del reinado de Joaquim, hijo de Josías, en Judá, el Señor dirigió a Jeremías un mensaje acerca de todo el pueblo de Judá. Ese año era el primero del reinado de Nabucodonosor en Babilonia.
2 El profeta Jeremías comunicó el mensaje a todo el pueblo de Judá y a los habitantes de Jerusalén. Dijo:
3 “Desde el año trece del reinado de Josías, hijo de Amón, en Judá, hasta ahora, es decir, desde hace veintitrés años, el Señor se ha dirigido a mí, y yo os he hablado una y otra vez; pero no me habéis hecho caso.
4 Y a pesar de que una y otra vez el Señor os ha enviado sus siervos los profetas, vosotros no habéis hecho caso ni habéis querido prestar atención y obedecer.
5 Ellos os han dicho: ‘Dejad vuestra mala conducta y vuestras malas acciones; así podréis vivir en la tierra que el Señor os dio para siempre, a vosotros y a vuestros antepasados.
6 No sigáis a otros dioses; no les deis culto ni los adoréis. No irritéis al Señor adorando a dioses hechos por vosotros mismos, y él no os enviará ningún mal.’
7 Y ahora el Señor dice: ‘Pero vosotros no habéis querido hacerme caso; me irritáis adorando a dioses hechos por vosotros mismos, y esto será para vuestro propio mal.’
8 “Por eso dice el Señor todopoderoso: ‘Ya que no habéis hecho caso a mis advertencias,
9 voy a llamar a todos los pueblos del norte y a mi servidor Nabucodonosor, rey de Babilonia, para que vengan y ataquen a este país, a todos sus habitantes y a todas las naciones vecinas. Los voy a destruir completamente. Los convertiré para siempre en ruinas, en algo que cause terror y espanto.
10 Voy a hacer que entre ellos no vuelvan a oirse cantos de fiesta y alegría, ni cantos de bodas, ni el sonido de las piedras de moler, ni que vuelva a verse la luz de las lámparas.
11 Todo este país quedará destruido y convertido en ruinas. Durante setenta años, estas naciones estarán sometidas al rey de Babilonia.
12 Pero luego, cuando se cumplan los setenta años, pediré cuentas de sus pecados al rey de Babilonia y a su nación, el país de los caldeos, y lo destruiré para siempre. Yo, el Señor, lo afirmo.
13 Haré caer sobre ese país todo lo que he anunciado y está escrito en este libro: todo lo que Jeremías ha dicho en mi nombre contra todas las naciones.
14 Grandes naciones y reyes poderosos los someterán también a ellos. Así les daré el pago que merecen sus acciones.’ ”
15 El Señor, el Dios de Israel, me dijo: “Mira esta copa llena del vino de mi ira. Tómala y dásela a beber a todas las naciones a las que yo te envíe.
16 Cuando beban de ella, comenzarán a vomitar y se pondrán como locos a causa de la guerra que les voy a enviar.”
17 Yo tomé la copa de la mano del Señor y se la di a beber a todas las naciones a las que el Señor me envió.
18 Se la di a beber a Jerusalén y a las ciudades de Judá, junto con sus reyes y jefes, para destruirlas y dejarlas convertidas en ruinas, en algo que causara terror y espanto, en el ejemplo de maldición que todavía hoy siguen siendo.
19 Igualmente se la di a beber al faraón, rey de Egipto, a sus funcionarios y jefes, a todo su pueblo
20 y a la gente de diversas razas que hay allí; a todos los reyes del país de Us y de la región de los filisteos: Ascalón, Gaza, Ecrón y lo que queda de Asdod;
21 a Edom, Moab y Amón;
22 a todos los reyes de Tiro y de Sidón; a todos los reyes de los países del mar Mediterráneo;
23 a las tribus de Dedán, Temá y Buz, y a los pueblos que se afeitan las sienes;
24 a todos los reyes de Arabia; a todos los reyes de las diversas razas que viven en el desierto;
25 a todos los reyes de Zimrí, Elam y Media:
26 a todos los reyes del norte, cercanos o lejanos unos de otros. Es decir, a todos los reinos de la tierra. Por último, la beberá el rey de Babilonia.
27 Luego me dijo el Señor: “Diles que yo, el Señor todopoderoso, el Dios de Israel, les ordeno que beban hasta que se emborrachen y vomiten y caigan al suelo para no levantarse, por causa de la guerra que les voy a enviar.
28 Y si no quieren recibir de ti la copa y beberla, diles: ‘El Señor todopoderoso dice: Tendréis que beberla de todos modos.
29 Pues comenzaré a enviar mis castigos sobre la ciudad que me está consagrada. ¿Y creéis que vais a quedar sin castigo? Pues no quedaréis sin él, porque voy a enviar la guerra a todos los habitantes de la tierra. Yo, el Señor todopoderoso, lo afirmo.’
30 “Tú, Jeremías, anúnciales en mi nombre todas esas cosas. Diles: ‘El Señor lanza su voz de trueno desde lo alto, desde el santo lugar donde vive. Pues contra su rebaño grita como los que pisan las uvas: contra todos los habitantes de la tierra.
31 El estruendo llega hasta el extremo de la tierra, porque el Señor va a abrir un proceso contra las naciones, va a llamar a juicio a todos los mortales, a condenar a muerte a los malvados. El Señor lo afirma.’ ”
32 El Señor todopoderoso dice: “La calamidad va a llegar a una nación tras otra; una terrible tormenta se levanta desde el extremo de la tierra.”
33 Los que el Señor haga morir aquel día, quedarán tendidos de un extremo a otro de la tierra. Nadie llorará por ellos, nadie recogerá sus cadáveres para enterrarlos; quedarán tendidos en el suelo como estiércol.
34 ¡Gritad, pastores, gritad de dolor! ¡Vosotros que guiáis el rebaño, revolcaos por el suelo, pues ha llegado el momento de la matanza y os matarán como a carneros cebados!
35 Los pastores no podrán huir; los que guían el rebaño no podrán escapar.
36 Los pastores gritan, gritan de dolor los que guían el rebaño, porque el Señor ha destruido sus pastos.
37 El Señor se enojó y destruyó sus hermosos campos.
38 Salió como un león de su guarida y el país de ellos quedó convertido en ruinas, pues se encendió la ira del Señor y envió una guerra terrible.
1 Al comienzo del reinado de Joaquim, hijo de Josías, en Judá, el Señor se dirigió a Jeremías
2 y le dijo: “Ponte en el atrio del templo, y di todo lo que te ordené que dijeras a la gente que viene de las ciudades de Judá para adorar en el templo. No dejes nada por decir.
3 Quizá te hagan caso y dejen su mala conducta, y yo decida no castigarlos por sus malas acciones, como había pensado.
4 Diles que yo, el Señor, digo: ‘Si no me hacéis caso ni cumplís las instrucciones que os he dado,
5 ni hacéis caso a las advertencias de mis siervos los profetas que una y otra vez os he enviado y a los que habéis desobedecido,
6 entonces haré con este templo lo que hice con el de Siló. Haré de esta ciudad un ejemplo de maldición para todas las naciones de la tierra.’ ”
7 Los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo oyeron estas palabras que Jeremías pronunció en el templo.
8 Y cuando él terminó de decir lo que el Señor le había ordenado, los sacerdotes, los profetas y el pueblo le echaron mano y le dijeron: “¡Vas a morir!
9 ¿Cómo te atreves a decir en nombre del Señor que este templo quedará como el de Siló, y que esta ciudad será destruida y quedará sin habitantes?” Y todo el pueblo se agolpó en el templo, alrededor de Jeremías.
10 Los jefes de Judá, al oir lo que pasaba, fueron del palacio del rey al templo, y allí, en la puerta Nueva, se sentaron.
11 Entonces los sacerdotes y los profetas dijeron a los jefes y a todo el pueblo: “Este hombre debe ser condenado a muerte, porque ha hablado contra esta ciudad. Vosotros lo oísteis con vuestros propios oídos.”
12 Jeremías se dirigió a los jefes y al pueblo y les dijo: “El Señor fue quien me envió a hablar en su nombre, y a decir contra este templo y esta ciudad todo lo que habéis oído.
13 Mejorad vuestra conducta y vuestras acciones, obedeced al Señor vuestro Dios y él no os enviará las calamidades que os ha anunciado.
14 En cuanto a mí, estoy en vuestras manos; haced conmigo lo que os parezca.
15 Pero, eso sí, sabed bien que, si me matáis, vosotros y los habitantes de esta ciudad seréis culpables de haber matado a un inocente; porque en verdad fue el Señor quien me envió a anunciaros claramente todas esas cosas.”
16 Entonces los jefes y el pueblo dijeron a los sacerdotes y a los profetas: “No hay motivo para condenar a muerte a este hombre; nos ha hablado en nombre del Señor nuestro Dios.”
17 Algunos ancianos se levantaron y dijeron al pueblo que estaba allí reunido:
18 “En tiempos de Ezequías, rey de Judá, Miqueas de Moréset habló en nombre del Señor a todo el pueblo de Judá, diciéndole: ‘El Señor todopoderoso dice: Sión quedará convertida en un campo arado, Jerusalén quedará hecha un montón de ruinas y la colina del templo se llenará de maleza.’
19 “¿Acaso el rey Ezequías y todo el pueblo de Judá mataron a Miqueas? Todo lo contrario: el rey sintió temor del Señor y le pidió que tuviera compasión de ellos. Entonces el Señor no envió contra ellos la calamidad que les había anunciado. ¿Y vamos nosotros a cargar con la responsabilidad de un crimen tan grande?”
20 También el profeta Urías, hijo de Semaías, de la ciudad de Quiriat-jearim, habló en nombre del Señor contra esta ciudad y contra el país, del mismo modo que Jeremías.
21 El rey Joaquim, sus funcionarios y sus jefes oyeron lo que él dijo, y el rey quiso hacerlo matar. Pero cuando Urías se enteró, tuvo miedo y huyó a Egipto.
22 El rey Joaquim envió a Egipto a Elnatán, hijo de Acbor, y a otros hombres,
23 los cuales trajeron de Egipto a Urías y lo entregaron al rey Joaquim, quien mandó que lo mataran y arrojaran su cadáver a la fosa común.
24 Ahicam, hijo de Safán, habló en favor de Jeremías, y esto hizo que no lo entregaran al pueblo para que lo matasen.
1 El año cuarto del reinado de Sedequías, hijo de Josías, en Judá, el Señor se dirigió a Jeremías
2 y le dijo: “Hazte unas correas y un yugo, y póntelos sobre el cuello.
3 Luego manda un recado a los reyes de Edom, Moab, Amón, Tiro y Sidón por medio de los mensajeros que han venido a Jerusalén a visitar al rey Sedequías.
4 Mándales que manifiesten esto a sus soberanos: Yo, el Señor todopoderoso, el Dios de Israel, digo:
5 Con gran despliegue de poder hice el mundo, y los hombres y animales que hay en él, y puedo dárselo a quien yo quiera.
6 Pues bien, yo he puesto todas estas tierras bajo el poder de mi servidor Nabucodonosor, rey de Babilonia, y hasta a los animales salvajes los he puesto bajo su dominio.
7 Todas las naciones estarán sometidas a él, a su hijo y a su nieto, hasta que también a su país le llegue el momento de estar sometido a grandes naciones y reyes poderosos.
8 Y si algunas naciones o reyes no se someten al yugo de Nabucodonosor, yo los castigaré con guerra, hambre y peste, hasta que todos queden bajo su poder. Yo, el Señor, lo afirmo.
9 “Por tanto, no hagáis caso a esos profetas, adivinos o intérpretes de sueños, ni a los hechiceros que pretenden predecir el futuro y que os aconsejan no someteros al rey de Babilonia.
10 Eso que os dicen es mentira, y lo único que vais a conseguir es que os destierren de vuestro país, y que yo os disperse y muráis.
11 En cambio, a la nación que se someta al poder del rey de Babilonia, yo la dejaré que se quede en su tierra para que viva en ella y la cultive. Yo, el Señor, lo afirmo.”
12 Yo, Jeremías, repetí todo esto a Sedequías, rey de Judá, y además le dije: “Someteos al poder del rey de Babilonia y de su pueblo, y viviréis.
13 ¿Qué necesidad hay de que muráis tú y tu pueblo a causa de la guerra, el hambre y la peste? Porque el Señor ha dicho que esto le pasará a toda nación que no se someta al rey de Babilonia.
14 No hagáis caso a esos profetas que os aconsejan no someteros al rey de Babilonia, porque lo que os dicen es mentira.
15 El Señor afirma que él no los envió; falsamente hablan ellos en el nombre del Señor. Y así, el Señor acabará por dispersaros, y vosotros y los profetas que os han dicho esas cosas moriréis.”
16 También me dirigí a los sacerdotes y a todo el pueblo y les dije: “Esto dice el Señor: ‘No hagáis caso a los profetas que os aseguran que muy pronto serán devueltos de Babilonia los utensilios del templo. Eso que os dicen es mentira.
17 ¡No les hagáis caso! Someteos al rey de Babilonia, y viviréis. ¿Qué necesidad hay de que esta ciudad se convierta en un montón de ruinas?
18 Si realmente son profetas; si en verdad yo les he hablado, pídanme a mí, el Señor todopoderoso, que no permita que se lleven a Babilonia los utensilios que aún quedan en el templo, en el palacio del rey de Judá y en Jerusalén.’
19 “Cuando el rey Nabucodonosor se llevó de Jerusalén a Jeconías, hijo de Joaquim, rey de Judá, y lo desterró a Babilonia junto con todos los hombres principales de Judá y de Jerusalén, no se llevó las columnas, ni la enorme pila de bronce para el agua, ni las bases, ni el resto de los utensilios del templo. El Señor todopoderoso dice a propósito de esos objetos que quedaron en el templo, en el palacio del rey de Judá y en Jerusalén:
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22 ‘Se los llevarán a Babilonia, y allí se quedarán hasta que yo quiera traerlos otra vez a este lugar. Yo, el Señor, lo afirmo.’ ”
1 En el quinto mes del mismo año, es decir, del año cuarto del reinado de Sedequías en Judá, el profeta Hananías, hijo de Azur, del pueblo de Gabaón, se dirigió a Jeremías en el templo, delante de los sacerdotes y de todo el pueblo, y le dijo:
2 –El Señor todopoderoso, el Dios de Israel, dice: 'Voy a romper el yugo del rey de Babilonia, y
3 dentro de dos años haré que sean devueltos a este lugar todos los utensilios del templo que se llevó a Babilonia el rey Nabucodonosor.
4 Y también haré que regresen a este lugar Jeconías, hijo de Joaquim, rey de Judá, y toda la demás gente que fue desterrada de Judá a Babilonia. Sí, yo romperé el yugo del rey de Babilonia. Yo, el Señor, lo afirmo.'
5 El profeta Jeremías respondió al profeta Hananías delante de los sacerdotes y de todo el pueblo que se encontraba en el templo:
6 –¡Sí, ojalá el Señor haga eso! ¡Ojalá haga el Señor que se cumplan las palabras que has dicho, y que sean devueltos los utensilios del templo y regresen de Babilonia todos los desterrados!
7 Pero escucha esto que os digo a ti y a todo el pueblo:
8 Los profetas que hubo en tiempos pasados, antes que naciéramos tú y yo, anunciaron guerra, calamidad y peste contra numerosas naciones y reinos poderosos.
9 Pero cuando un profeta anuncia prosperidad, solamente si se cumplen sus palabras se comprueba que realmente el Señor lo envió.
10 Entonces Hananías quitó a Jeremías el yugo del cuello y lo hizo pedazos,
11 al tiempo que decía delante de todo el pueblo: –El Señor dice: 'De esta misma manera, dentro de dos años quitaré del cuello de todas las naciones el yugo del rey Nabucodonosor de Babilonia, y lo romperé.' Jeremías se fue.
12 Algún tiempo después de que Hananías quitara a Jeremías el yugo que llevaba al cuello y lo rompiera, el Señor se dirigió al profeta Jeremías y le dijo:
13 “Ve y dile a Hananías que yo, el Señor, digo: Hiciste pedazos un yugo de madera, pero yo te he preparado un yugo de hierro.
14 Porque yo, el Señor todopoderoso, el Dios de Israel, digo: He puesto sobre el cuello de todas esas naciones un yugo de hierro, para que sirvan como esclavos al rey Nabucodonosor de Babilonia. Hasta a los animales salvajes los he puesto bajo su poder.”
15 Entonces dijo Jeremías a Hananías: –¡Escucha, Hananías! El Señor no te ha enviado, y tú estás dando a este pueblo una falsa confianza.
16 Por eso, el Señor dice: 'Te voy a enviar, sí, pero para hacerte desaparecer de la tierra. Este año morirás, porque con tus palabras has llevado al pueblo a ponerse en contra mía.'
17 Y el profeta Hananías murió en el séptimo mes de aquel mismo año.
1 Después que el rey Jeconías salió al destierro, junto con la reina madre, los criados del palacio, los jefes de Judá y Jerusalén y los artesanos y los cerrajeros, el profeta Jeremías envió desde Jerusalén una carta a los ancianos que quedaban de los desterrados, y a los sacerdotes, profetas y gente que Nabucodonosor había llevado desterrados de Jerusalén a Babilonia.
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3 Esta carta fue enviada por medio de Elasá, hijo de Safán, y de Guemarías, hijo de Hilquías, a quienes Sedequías, rey de Judá, había enviado a Babilonia para presentarse ante el rey Nabucodonosor. La carta decía:
4 “Así dice el Señor todopoderoso, el Dios de Israel, a todos los que hizo salir desterrados de Jerusalén a Babilonia:
5 ‘Construid casas y estableceos; plantad árboles frutales y comed de su fruto.
6 Casaos, tened hijos e hijas, y que ellos también se casen y tengan hijos. Aumentad allá en número, y no disminuyáis.
7 Trabajad en favor de la ciudad a donde os desterré y pedidme por ella, porque del bienestar de ella depende el vuestro.
8 Yo, el Señor todopoderoso, el Dios de Israel, os advierto esto: No os dejéis engañar por los profetas y los adivinos que viven entre vosotros; no hagáis caso de sus sueños.
9 Lo que ellos os anuncian en mi nombre es mentira. Yo no los he enviado. Yo, el Señor, lo afirmo.’
10 “El Señor dice: ‘Cuando se le cumplan a Babilonia los setenta años, actuaré en favor vuestro y os cumpliré mi promesa favorable de haceros regresar a este lugar.
11 Yo sé los planes que tengo para vosotros, planes para vuestro bienestar y no para vuestro mal, a fin de daros un futuro lleno de esperanza. Yo, el Señor, lo afirmo.
12 Entonces me invocaréis; vendréis a mí en oración, y yo os escucharé.
13 Me buscaréis y me encontraréis, porque me buscaréis de todo corazón.
14 Sí, yo dejaré que me encontréis y haré que cambie vuestra suerte: os sacaré de todas las naciones y de todos los lugares por donde os dispersé, os reuniré y haré que volváis a este lugar de donde os desterré. Yo, el Señor, lo afirmo.’
15 “Pero decís: ‘El Señor nos ha dado profetas en Babilonia.’
16 (El Señor dice acerca del rey que ocupa el trono de David y acerca de los habitantes de esta ciudad, parientes vuestros que no fueron llevados con vosotros al destierro:
17 ‘Yo, el Señor todopoderoso, digo: Voy a enviarles guerra, hambre y peste. Voy a hacer que queden como esos higos podridos que de tan malos no se pueden comer.
18 Los voy a perseguir con guerra, hambre y peste. Haré que todas las naciones de la tierra sientan horror al verlos, y los convertiré en ejemplo de maldición y vergüenza, en algo que causará horror y espanto en todas las naciones por donde yo los haya dispersado.
19 Porque no hicisteis caso a las advertencias que os comuniqué por medio de mis siervos los profetas, a quienes una y otra vez envié y no los escuchasteis. Yo, el Señor, lo afirmo.
20 Obedeced, pues, a mi palabra, todos vosotros, los que hice desterrar de Jerusalén a Babilonia.’)
21 “El Señor todopoderoso, el Dios de Israel, dice acerca de Ahab, hijo de Colaías, y acerca de Sedequías, hijo de Maaseías, quienes os dicen cosas falsas en el nombre del Señor: ‘Voy a hacer que caigan en poder del rey Nabucodonosor de Babilonia, y él los matará delante de vosotros.
22 Así, cuando los desterrados de Judá que están en Babilonia quieran maldecir a alguno, dirán: Que el Señor haga contigo como hizo con Sedequías y Ahab, a quienes el rey de Babilonia asó al fuego.
23 Eso les va a suceder por haber hecho cosas infames en Israel: cometieron adulterio con las mujeres de sus prójimos y dijeron en mi nombre cosas falsas que yo no les ordené que dijeran. Yo lo sé, y me consta. Yo, el Señor, lo afirmo.’ ”
24 El Señor ordenó a Jeremías que dijera a Semaías de Nehelam:
25 “El Señor todopoderoso, el Dios de Israel, dice: ‘Tú enviaste en tu propio nombre una carta a todo el pueblo que está en Jerusalén, y al sacerdote Sofonías, hijo de Maaseías, y a todos los demás sacerdotes. En la carta decías a Sofonías:
26 El Señor te ha puesto como sacerdote en lugar de Joiadá, para que seas el inspector mayor del templo. Si se presenta un loco y empieza a hablar como profeta, tú debes ponerlo en el cepo y atarlo con cadenas.
27 ¿Por qué, pues, no has reprendido a Jeremías de Anatot, que se ha puesto a hablar ante vosotros como profeta?
28 Hasta nos mandó una carta a Babilonia, en la que decía: El destierro va a durar mucho tiempo; construid casas e instalaos, y sembrad árboles frutales y comed de su fruto.’ ”
29 El sacerdote Sofonías leyó la carta a Jeremías.
30 Entonces el Señor se dirigió al profeta y le dijo:
31 “Manda a decir a todos los que están en el destierro que yo, el Señor, les digo: Puesto que Semaías de Nehelam os ha hablado en mi nombre sin que yo lo haya enviado, y os ha inspirado una falsa confianza,
32 yo, el Señor, digo que voy a castigar a Semaías y a su descendencia. No tendrá descendientes entre mi pueblo ni gozará de la felicidad que voy a conceder a mi pueblo, porque con sus palabras lo llevó a ponerse en contra mía. Yo, el Señor, lo afirmo.”
1 Este es el mensaje que el Señor dirigió a Jeremías. Le dijo:
2 “El Señor, el Dios de Israel, dice: Escribe en un libro todo lo que te he dicho,
3 porque viene el día en que cambiaré la suerte de mi pueblo Israel y Judá. Yo, el Señor, lo afirmo. Yo los haré volver a la tierra que di a sus padres como su propiedad.”
4 Este es el mensaje del Señor acerca de Israel y de Judá.
5 El Señor dice: “¡Se oyen gritos de terror, de miedo e intranquilidad!
6 Preguntad, a ver si es posible que un hombre dé a luz. ¿Por qué, pues, veo retorcerse a los hombres como si tuvieran dolores de parto? ¿Por qué se han puesto pálidos todos ellos?
7 ¡Se acerca un día terrible, un día como ningún otro! Será un tiempo de angustia para el pueblo de Jacob, pero yo los salvaré.
8 Yo, el Señor todopoderoso, afirmo: Libraré a mi pueblo del yugo de la esclavitud y no volverá a ser esclavo de extranjeros.
9 Y me servirá a mí, su Señor y Dios, y a David, a quien yo le pondré por rey.
10 “Yo, el Señor, afirmo: No temas, pueblo de Jacob, siervo mío; no tengas miedo, Israel, pues a ti y a tus hijos os libraré de ese país lejano donde estáis desterrados. Volverás a vivir en paz, tranquilo, sin que nadie te asuste.
11 Yo, el Señor, afirmo que estoy contigo para salvarte. Destruiré a todas las naciones entre las cuales te dispersé. Pero a ti no te destruiré; tan solo te castigaré como mereces: no te dejaré sin tu castigo.”
12 El Señor dice: “Tu herida es incurable, tu mal no tiene remedio.
13 No hay quien se ocupe de ti; no hay quien te cure las heridas, y no tienes curación.
14 Todos tus amantes te olvidaron; ya no se preocupan de ti. Y es que yo te herí como si fuera tu enemigo; te castigué duramente por tus muchas maldades, por tus innumerables pecados.
15 ¿Por qué te quejas de tus heridas? Tu dolor es incurable. Por tus muchas maldades y tus innumerables pecados te he tratado así.
16 Pero todo el que te devore, será devorado, y todos tus enemigos irán al destierro; haré que sean saqueados los que te saqueen, y que roben a los que te roben a ti.
17 Te devolveré la salud, curaré tus heridas, por más que digan tus enemigos: ‘Sión está abandonada, nadie se preocupa de ella.’ Yo, el Señor, lo afirmo.”
18 El Señor dice: “Cambiaré la suerte de la nación de Jacob, tendré compasión de su país; las ciudades se reconstruirán sobre sus ruinas, y los palacios en su debido lugar.
19 De ellos saldrán cantos de gratitud y risas de alegría. No disminuirán, pues yo haré que aumenten. No los despreciarán, porque yo los honraré.
20 Los israelitas serán como antes; su pueblo estará firme en mi presencia y yo castigaré a sus opresores.
21 De entre ellos saldrá su jefe: un gobernante saldrá de entre ellos mismos. Haré que se acerque a mí, pues, ¿quién se atrevería a acercárseme? Ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios. Yo, el Señor, lo afirmo.”
22
23 La ira del Señor es como una tormenta, como un viento huracanado que se agita sobre los malvados.
24 La ira del Señor no cesará hasta que él haya realizado sus propósitos. Vendrá el tiempo en que vosotros entenderéis estas cosas.
1 El Señor afirma: “En aquel tiempo, yo seré el Dios de todas las tribus de Israel, y ellas serán mi pueblo.”
2 El Señor dice: “En el desierto me mostré bondadoso con el pueblo que escapó de la muerte. Cuando Israel buscaba un lugar de descanso,
3 me aparecí a él de lejos. Yo te he amado con amor eterno; por eso te sigo tratando con bondad.
4 Te reconstruiré, Israel. De nuevo vendrás con panderetas a bailar alegremente.
5 Volverás a plantar viñas en las colinas de Samaria; y los que las planten gozarán de sus frutos.
6 Porque vendrá un día en que los centinelas gritarán en las colinas de Efraín: ‘Venid, vamos a Sión, al Señor nuestro Dios.’ ”
7 El Señor dice: “Cantad de gozo y alegría por el pueblo de Jacob, principal entre todas las naciones. Haced oir vuestras alabanzas, y decid: ‘El Señor salvó a su pueblo, lo que quedaba de Israel.’
8 Voy a hacerlos volver del país del norte y a reunirlos del último rincón del mundo. Con ellos vendrán los ciegos y los cojos, las mujeres embarazadas y las que ya dieron a luz. ¡Volverá una enorme multitud!
9 Vendrán orando y llorando. Yo los llevaré a corrientes de agua por un camino llano, donde no tropiecen. Pues soy el padre de Israel, y Efraín es mi primogénito.
10 “Naciones, escuchad la palabra del Señor y anunciad en las costas lejanas: ‘El Señor dispersó a Israel, pero lo reunirá y lo cuidará como cuida el pastor a sus ovejas.’
11 Porque el Señor rescató al pueblo de Jacob; lo libró de una nación más poderosa.
12 “Vendrán y cantarán de alegría en lo alto de Sión, se deleitarán con los beneficios del Señor: el trigo, el vino y el aceite, las ovejas y las reses. Serán como una huerta bien regada y no volverán a perder las fuerzas.
13 Las muchachas bailarán alegremente, lo mismo que los jóvenes y los viejos. Yo les daré consuelo: convertiré su llanto en alegría y les daré una alegría mayor que su dolor.
14 Haré que los sacerdotes coman los mejores alimentos y que mi pueblo disfrute en abundancia de mis bienes. Yo, el Señor, lo afirmo.”
15 El Señor dice: “Se oye una voz en Ramá, de alguien que llora amargamente. Es Raquel, que llora por sus hijos y no quiere ser consolada porque ya están muertos.”
16 Pero el Señor le dice: “Raquel, no llores más, no derrames tus lágrimas, pues tus penas tendrán su recompensa: tus hijos volverán del país enemigo. Yo, el Señor, lo afirmo.
17 Hay una esperanza para tu futuro: tus hijos volverán a su patria. Yo, el Señor, lo afirmo.
18 He oído al pueblo de Efraín quejarse amargamente: ‘Yo era como un novillo sin domar, pero tú me has domado; hazme volver a ti, pues tú eres el Señor, mi Dios.
19 Yo me aparté de ti, pero estoy arrepentido; he reconocido mi pecado y me doy golpes en el muslo; me siento avergonzado y humillado por los pecados de mi juventud.’
20 “El pueblo de Efraín es para mí un hijo amado; es el hijo que más quiero. Aun cuando lo reprendo, no dejo de acordarme de él; mi corazón se conmueve y siento por él gran compasión. Yo, el Señor, lo afirmo.
21 “Israel, marca con señales el camino, para que vuelvas a encontrarlo fácilmente; fíjate bien en el camino que anduviste. ¡Vuelve, pueblo de Israel, vuelve a tus ciudades!
22 ¿Hasta cuándo vas a ir de un lado a otro como una hija descarriada? Yo, el Señor, he creado algo nuevo en este mundo: una mujer que corteja a un hombre.”
23 El Señor todopoderoso, el Dios de Israel, dice: “Cuando yo cambie la suerte de la gente de Judá, y ellos estén de nuevo en su tierra y en sus ciudades, dirán otra vez: ‘¡Que el Señor bendiga este monte santo donde habita la justicia!’
24 La gente de Judá y de sus ciudades, los labradores y los pastores de rebaños vivirán allí.
25 Pues daré de comer y de beber en abundancia a los que estén cansados y sin fuerzas.”
26 En esto me desperté y abrí los ojos. Mi sueño me agradó.
27 El Señor afirma: “Vendrá un día en que haré que hombres y animales abunden en Israel y en Judá.
28 Y así como estuve atento para arrancar, derribar, echar abajo, destruir y causar daños, así también estaré vigilante para construir y plantar. Yo, el Señor, lo afirmo.
29 “En aquel tiempo no volverá a decirse: ‘Los padres comen uvas agrias y los hijos tienen la dentera.’
30 Porque será que quien coma uvas agrias, ese tendrá la dentera. Cada cual morirá por su propio pecado.”
31 El Señor afirma: “Vendrá un día en que haré un nuevo pacto con Israel y con Judá.
32 Este pacto no será como el que hice con sus antepasados, cuando los tomé de la mano para sacarlos de Egipto; porque ellos quebrantaron mi pacto, a pesar de que yo era su dueño. Yo, el Señor, lo afirmo.
33 Este será el pacto que haré con Israel en aquel tiempo: Pondré mi ley en su corazón y la escribiré en su mente. Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Yo, el Señor, lo afirmo.
34 Ya no será necesario que unos a otros, amigos y parientes, tengan que instruirse para que me conozcan, porque todos me conocerán, desde el más grande hasta el más pequeño. Yo les perdonaré su maldad y no me acordaré más de sus pecados. Yo, el Señor, lo afirmo.”
35 El Señor, que puso el sol para alumbrar de día, y la luna y las estrellas para alumbrar de noche, que hace que el mar se agite y rujan sus olas, que tiene por nombre el Señor todopoderoso, dice:
36 “Si un día llegaran a fallar estas leyes que he establecido, ese día Israel dejaría de ser mi pueblo. Yo, el Señor, lo afirmo.
37 Si un día se llegara a medir el cielo y a explorar la tierra hasta sus cimientos, ese día yo rechazaría a Israel por todo lo que ha hecho. Yo, el Señor, lo afirmo.”
38 El Señor afirma: “Vendrá un día en que mi ciudad será reconstruida, desde la torre de Hananel hasta la puerta del Ángulo.
39 Los límites irán en línea recta desde allí hasta la colina de Gareb, y luego torcerán hacia Goa.
40 Todo el valle donde se entierra a los muertos y se tira la ceniza, y todos los campos que están por encima del arroyo de Cedrón hasta el ángulo de la puerta de los Caballos, al oriente, me estarán consagrados, y todo esto no volverá jamás a ser derribado ni destruido.”
1 El Señor habló a Jeremías en el décimo año del reinado de Sedequías en Judá, que era el año dieciocho del reinado de Nabucodonosor.
2 Por aquel tiempo, el ejército del rey de Babilonia estaba atacando a Jerusalén, y el profeta Jeremías estaba encerrado en el patio de la guardia del palacio real.
3 El rey Sedequías le había mandado arrestar, porque Jeremías había dicho: “El Señor dice: ‘Voy a hacer que esta ciudad caiga en poder del rey de Babilonia,
4 y el rey Sedequías no escapará de los caldeos, sino que caerá en poder del rey de Babilonia y tendrá que presentarse ante él.
5 Nabucodonosor llevará a Sedequías a Babilonia, y allá se quedará hasta que yo me vuelva a ocupar de él. Aunque peleéis contra los caldeos, no tendréis éxito. Yo, el Señor, lo afirmo.’ ”
6 Y dijo Jeremías: “El Señor se dirigió a mí, y me dijo:
7 ‘Mira, tu primo Hanamel, el hijo de tu tío Salum, vendrá a proponerte que le compres un terreno que tiene en Anatot, pues tú tienes el derecho de comprarlo por ser el pariente más cercano.’
8 Tal como el Señor me dijo, mi primo Hanamel vino a verme al patio de la guardia y me pidió que le comprara el campo que tenía en Anatot, en territorio de la tribu de Benjamín, porque yo tenía el derecho de comprarlo y quedarme con él, por ser el pariente más cercano. Al darme cuenta de que aquello era una orden del Señor,
9 compré el campo a mi primo Hanamel. Le entregué diecisiete monedas de plata, que fue el precio convenido, y puse el contrato por escrito, sellado y firmado por los testigos.
10
11 Luego tomé las dos copias del contrato, una sellada y con las condiciones de compra, y otra abierta,
12 y se las di a Baruc, hijo de Nerías y nieto de Maaseías, delante de mi primo Hanamel, de los testigos que habían firmado el contrato y de todos los judíos que estaban sentados en el patio de la guardia.
13 Delante de ellos dije a Baruc:
14 ‘El Señor todopoderoso, el Dios de Israel, dice: Toma las dos copias de este contrato, la sellada y la abierta, y guárdalas en una vasija de barro para que se conserven mucho tiempo.
15 Pues el Señor todopoderoso, el Dios de Israel, dice: En esta tierra volverán a comprarse casas, campos y viñedos.’
16 “Después de dar el contrato de compra a Baruc, hijo de Nerías, dirigí al Señor esta oración:
17 ‘Tú, Señor, con gran despliegue de poder creaste el cielo y la tierra. Nada hay imposible para ti.
18 Tú muestras tu amor por mil generaciones, pero también castigas a los hombres por los pecados de sus padres. ¡Oh Dios grande y poderoso, tu nombre es Señor todopoderoso!
19 Tú eres grandioso en tus planes y poderoso en tus obras. Tú ves todo lo que hacen los hombres y das a cada uno lo que merecen sus acciones.
20 Tú hiciste milagros y señales en Egipto, y aún hoy los sigues haciendo tanto en Israel como entre todos los hombres, de manera que tu nombre se ha hecho famoso.
21 Tú, con gran despliegue de poder, sacaste de Egipto a tu pueblo Israel, haciendo milagros y señales y llenando de terror a todos.
22 Le diste a Israel esta tierra en que la leche y la miel corren como el agua, según lo habías prometido a sus antepasados.
23 Pero cuando ellos entraron en el país y tomaron posesión de él, no te obedecieron ni siguieron las instrucciones que les diste, ni hicieron nada de lo que les ordenaste. Por eso les enviaste toda esta calamidad.
24 ‘Ahora los caldeos han levantado rampas para atacar la ciudad, y la guerra, el hambre y la peste van a hacer que la ciudad caiga en manos de los atacantes. Señor, ya ves que se está cumpliendo lo que dijiste.
25 Sin embargo, Señor, tú me ordenaste que comprara y pagase aquel terreno en presencia de testigos, aunque la ciudad haya de caer en manos de los caldeos.’ ”
26 Entonces el Señor respondió a Jeremías:
27 “Yo soy el Señor, el Dios de todo ser viviente. Nada hay imposible para mí.
28 Así pues, yo te digo: Voy a hacer que esta ciudad caiga en poder de Nabucodonosor, rey de Babilonia, y de los caldeos.
29 Los caldeos que están atacando la ciudad entrarán en ella y le prenderán fuego; la quemarán junto con las casas en cuyas azoteas, para ofenderme, se quemaba incienso a Baal y se ofrecía vino a dioses extraños.
30 Desde el principio, el pueblo de Israel y el pueblo de Judá han hecho siempre lo que me desagrada; los israelitas no han dejado de ofenderme con ídolos que ellos mismos se hicieron. Yo, el Señor, lo afirmo.
31 Y esta ciudad, desde el día en que empezó a construirse hasta este día, no ha hecho más que provocar mi ira y mi enojo. Por eso voy a hacerla desaparecer,
32 por todo lo que me han ofendido con sus malas acciones el pueblo de Israel y el pueblo de Judá, lo mismo que sus reyes, sus jefes, sus sacerdotes, sus profetas y todos los habitantes de Judá y de Jerusalén.
33 Me han dado la espalda, no la cara. Y aunque en ningún momento he dejado de instruirlos, no me han hecho caso ni han querido recibir corrección.
34 ¡Hasta han llegado a profanar el templo que me está consagrado, poniendo allí sus ídolos detestables!
35 También construyeron altares a Baal en el valle de Ben-hinom, para quemar a sus hijos y a sus hijas en sacrificio a Moloc, y así hacer pecar a Judá, cosa detestable que yo no les ordené y que ni siquiera pasó por mi mente.
36 “Yo, el Señor, el Dios de Israel, digo acerca de esta ciudad que tú dices que va a caer en poder del rey de Babilonia por causa de la guerra, el hambre y la peste:
37 Yo reuniré a sus ciudadanos de entre todos los países por donde los dispersé cuando me llené de enojo, ira y furor terrible, y los haré volver a este lugar para que en él vivan tranquilos.
38 Ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios.
39 Haré que tengan voluntad y determinación de honrarme toda su vida, para su propio bien y el de sus descendientes.
40 Haré con ellos un pacto eterno: me comprometeré a no dejar nunca de hacerles bien, y les llenaré del deseo de honrarme y de no apartarse nunca de mí.
41 Yo me alegraré de hacerles bien, y de todo corazón y con toda sinceridad los haré habitar en este país.”
42 El Señor añadió: “Así como envié esta calamidad tan grande a este pueblo, también le enviaré todos los bienes que le he prometido.
43 Y en este país, que dices que va a quedar desierto, sin hombres ni animales, y que va a caer en poder de los caldeos, se volverán a comprar terrenos.
44 Se comprarán y se harán los contratos por escrito, con sello y firmas de testigos. Esto sucederá en el territorio de Benjamín, en los alrededores de Jerusalén y en las ciudades de Judá, tanto de la región montañosa como de la llanura, y en las ciudades del Négueb, porque yo haré que cambie su suerte. Yo, el Señor, lo afirmo.”
1 Todavía estaba preso Jeremías en el patio de la guardia, cuando el Señor se dirigió a él de nuevo y le dijo:
2 “Yo, el Señor, que hice la tierra, la formé y la coloqué firmemente en su sitio, te digo:
3 Llámame y te responderé, y te anunciaré cosas grandes y misteriosas que tú ignoras.
4 Yo, el Señor, el Dios de Israel, tengo un mensaje acerca de las casas de Jerusalén y de las casas de los reyes de Judá que van a ser derribadas. El salir a pelear con espadas contra los caldeos que levantan rampas para atacar la ciudad, solamente servirá para llenarla de cadáveres. Yo, en mi terrible ira, los haré morir, porque he apartado mi rostro de esta ciudad a causa de las muchas maldades que han cometido.
5
6 Pero los curaré, les daré la salud y haré que con honra disfruten de paz y seguridad.
7 Cambiaré la suerte de Judá y de Israel, y los reconstruiré para que vuelvan a ser como al principio.
8 Los purificaré de todos los pecados que cometieron contra mí; les perdonaré todas las maldades que cometieron y con las que se rebelaron contra mí.
9 Jerusalén será para mí un motivo de alegría, honor y gloria ante todas las naciones de la tierra. Cuando ellas oigan hablar de todos los beneficios que voy a traer sobre los habitantes de Jerusalén, y de toda la prosperidad que le voy a dar, temblarán de miedo.”
10 El Señor dice: “Vosotros decís que este lugar está desierto, que no hay en él hombres ni animales, que las calles de Jerusalén y las ciudades de Judá están vacías, y que nadie, ni hombres ni animales, vive allí. Pues bien, aquí se volverán a oir
11 los cantos de fiesta y alegría, y los cantos de los novios, y se oirá decir: ‘Dad gracias al Señor todopoderoso, porque el Señor es bueno, porque su amor es eterno.’ Y traerán al templo ofrendas de gratitud. Sí, yo cambiaré la suerte de este país, para que vuelva a ser como al principio. Yo, el Señor, lo afirmo.”
12 El Señor todopoderoso dice: “En este país que ahora está desierto, sin hombres ni animales, y en todas sus ciudades, volverá a haber pastos a donde los pastores llevarán sus rebaños.
13 Tanto en las ciudades de la región montañosa como en las de la llanura, y en las del Négueb y del territorio de Benjamín, y en los alrededores de Jerusalén y en las demás ciudades de Judá, se volverá a ver a los pastores contando sus ovejas. Yo, el Señor, lo digo.”
14 El Señor afirma: “Llegará el día en que cumpliré las promesas de bendición que hice al pueblo de Israel y de Judá.
15 Cuando llegue ese tiempo y ese día, haré que David tenga un descendiente legítimo, que establecerá la justicia y la rectitud en el país.
16 En aquel tiempo, Judá estará a salvo y Jerusalén vivirá segura, y este es el nombre que le darán: ‘El Señor es nuestra victoria.’
17 Yo, el Señor, digo: Nunca faltará un descendiente de David que ocupe el trono de Israel,
18 ni faltarán jamás sacerdotes descendientes de Leví que todos los días me ofrezcan holocaustos, quemen ofrendas de cereales en mi honor y me dediquen otros sacrificios.”
19 El Señor se dirigió a Jeremías y le dijo:
20 “Yo, el Señor, digo: Es imposible que deje de cumplirse el pacto que he hecho con el día y con la noche, de manera que ni el día ni la noche dejen de llegar a su debido tiempo.
21 Del mismo modo, es imposible que deje de cumplirse mi pacto con mi siervo David, y que deje de haber un descendiente suyo que reine en su trono, o que deje de cumplirse mi pacto con mis ministros, los sacerdotes descendientes de Leví.
22 Y a los descendientes de mi siervo David, y a mis ministros, los descendientes de Leví, los haré tan numerosos como las estrellas del cielo y los granos de arena del mar, que nadie puede contar.”
23 El Señor se dirigió a Jeremías y le dijo:
24 “¿No has notado cómo la gente dice que he rechazado a las dos familias que yo mismo había escogido, a Israel y Judá? ¡Por eso miran con desprecio a mi pueblo y ya ni lo consideran una nación!
25 Pues yo, el Señor, digo: Yo, que he hecho un pacto con el día y con la noche, y que he fijado las leyes que gobiernan el cielo y la tierra,
26 jamás rechazaré a los descendientes de Jacob y de David mi siervo, ni dejaré de tomar de entre ellos a quienes gobiernen a los descendientes de Abraham, Isaac y Jacob. Porque yo tendré compasión de ellos y haré que cambie su suerte.”
1 Cuando Nabucodonosor, rey de Babilonia, con todo su ejército formado por gente de todas las naciones de la tierra sometidas a él, estaba atacando Jerusalén y todas las ciudades vecinas, el Señor se dirigió a Jeremías y le dijo:
2 “Yo, el Señor, el Dios de Israel, te ordeno que vayas a decirle a Sedequías, rey de Judá: ‘Así dice el Señor: Voy a hacer que el rey de Babilonia se apodere de esta ciudad y le prenda fuego.
3 Tú no podrás librarte de caer en sus manos; te capturarán y te entregarán a él, y después que te hayan conducido ante su presencia, serás llevado a Babilonia.
4 Con todo, escucha, Sedequías, rey de Judá, lo que yo, el Señor, te voy a decir: No morirás a filo de espada.
5 Morirás en paz, y quemarán perfumes en tus funerales como los quemaron en los funerales de tus antepasados que reinaron antes de ti, y dirán: ¡Ay, señor!, haciendo lamentación por ti. Yo, el Señor, lo afirmo y doy mi palabra.’ ”
6 El profeta Jeremías repitió todo esto al rey Sedequías en Jerusalén.
7 Entre tanto, el ejército del rey de Babilonia estaba atacando Jerusalén, Laquis y Azecá, las únicas ciudades fortificadas de Judá que aún quedaban.
8 El Señor se dirigió a Jeremías después que el rey Sedequías hiciera un pacto con todos los habitantes de Jerusalén para dejar libres a los esclavos.
9 El pacto establecía que quienes tuvieran esclavos o esclavas hebreos los dejaran en libertad, para que nadie tuviera como esclavo a un compatriota judío.
10 Todos los jefes y todo el pueblo, aceptando los términos del pacto, dejaron libres a sus esclavos y no los obligaban ya a servirles.
11 Pero después se arrepintieron de haberles dado libertad, y los obligaron a volver y a servirles de nuevo como esclavos.
12 Entonces el Señor se dirigió a Jeremías y le dijo:
13 “Yo, el Señor, el Dios de Israel, hice un pacto con vuestros antepasados cuando los saqué de Egipto, donde servían como esclavos. Les ordené
14 que cada siete años dejaran libre a cualquier hebreo que se hubiera vendido a ellos y que les hubiera servido durante seis años. Pero sus antepasados no me hicieron caso ni me obedecieron.
15 Ahora vosotros habíais cambiado de conducta, y habíais hecho lo que a mí me agrada, al dejar en libertad a vuestros compatriotas esclavos. Y os comprometisteis con un pacto hecho en mi presencia, en el templo que me está dedicado.
16 Pero después cambiasteis de parecer y, profanando mi nombre, obligasteis a los esclavos que habíais dejado en libertad a volver y a serviros de nuevo como esclavos.
17 Así pues, yo, el Señor, digo: Vosotros no me obedecisteis, puesto que no dejasteis en libertad a vuestros compatriotas esclavos; por lo tanto, ahora yo voy a dejar en libertad a la guerra, la peste y el hambre para que hagan con vosotros algo que cause horror a todos los reinos de la tierra. Yo, el Señor, lo afirmo.
18 Los jefes de Judá y de Jerusalén, junto con los criados del palacio, los sacerdotes y todos los demás ciudadanos hicieron un pacto en mi presencia: partieron en dos un becerro y pasaron por entre las dos partes. Pero luego violaron el pacto y faltaron a su compromiso.
19
20 Por lo tanto, haré que caigan en poder de sus enemigos mortales, y que sus cadáveres sirvan de comida a las aves de rapiña y a las fieras.
21 También haré que Sedequías, rey de Judá, y sus oficiales, caigan en poder de sus enemigos mortales, en poder del ejército del rey de Babilonia, que ahora ha dejado de atacarlos.
22 Voy a ordenarles que vuelvan contra esta ciudad y que la ataquen, que la tomen y le prendan fuego. Y haré que las demás ciudades de Judá queden desiertas y sin ningún habitante. Yo, el Señor, lo afirmo.”
1 En el tiempo en que Joacim, hijo de Josías, era rey de Judá, el Señor se dirigió a mí y me dijo:
2 “Ve a la comunidad de los recabitas y habla con ellos. Llévalos luego a una de las cámaras del templo, y ofréceles vino.”
3 Yo, Jeremías, fui a buscar a Jaazanías (hijo de otro Jeremías y nieto de Habasinías), y a sus hermanos e hijos, y a toda la comunidad de los recabitas,
4 y los llevé al templo, a la cámara de los hijos de Hanán, hijo de Igdalías, que era un hombre de Dios. Esta cámara se encuentra junto a la de los jefes del templo y encima de la cámara de Maaseías, hijo de Salum, que era el guardián del umbral del templo.
5 Serví a los recabitas jarros y copas llenos de vino, y les dije: “Tomad un poco de vino.”
6 Ellos respondieron: “Nosotros no bebemos vino, porque Jonadab, hijo de Recab, nuestro antepasado, prohibió para siempre que nosotros y nuestros descendientes bebiésemos vino.
7 También nos prohibió construir casas, sembrar campos y plantar o tener viñas. Nos mandó que habitáramos siempre en tiendas de campaña, para vivir mucho tiempo en esta tierra donde andamos como extranjeros.
8 Y nosotros hemos obedecido todas las órdenes de nuestro antepasado Jonadab, y nunca bebemos vino, ni nosotros ni nuestras mujeres ni nuestros hijos,
9 ni construimos casas para vivir, ni tenemos viñas ni terrenos sembrados.
10 Vivimos en tiendas de campaña y cumplimos todo lo que nuestro antepasado Jonadab nos ordenó.
11 Pero cuando Nabucodonosor, rey de Babilonia, invadió este país, decidimos venir a Jerusalén para huir de los ejércitos caldeos y sirios; por eso estamos viviendo en Jerusalén.”
12 Entonces el Señor se dirigió a Jeremías y le dijo:
13 “Yo, el Señor todopoderoso y Dios de Israel, te ordeno que vayas y digas a la gente de Judá y de Jerusalén: ‘Aprended la lección y obedeced mis órdenes. Yo, el Señor, lo digo.
14 Los descendientes de Jonadab, hijo de Recab, han cumplido la orden que él les dio de no beber vino, y hasta el día de hoy no lo beben porque han obedecido la orden de su antepasado. Yo también os he dado a vosotros órdenes una y otra vez, pero no me habéis obedecido.
15 Os he enviado, uno tras otro, a todos mis siervos los profetas, a deciros: Dejad vuestra mala conducta y vuestras malas acciones. No vayáis tras otros dioses ni les rindáis culto, y así podréis seguir viviendo en la tierra que os he dado a vosotros y a vuestros antepasados. Pero no habéis querido hacerme caso ni me habéis obedecido.
16 Los descendientes de Jonadab, hijo de Recab, han cumplido la orden que su antepasado les dio; en cambio, el pueblo de Israel no me ha obedecido.
17 Por eso yo, el Señor todopoderoso y Dios de Israel, digo: Voy a hacer que caigan sobre Judá y sobre los habitantes de Jerusalén todas las calamidades que les he anunciado. Porque yo os he hablado, pero vosotros no me habéis hecho caso; os he llamado, pero no me habéis respondido.’ ”
18 Además, Jeremías dijo a los recabitas: “El Señor todopoderoso y Dios de Israel dice: ‘Ya que habéis obedecido las órdenes de vuestro antepasado Jonadab, y habéis observado sus instrucciones y cumplido todo lo que él os ordenó,
19 yo, el Señor todopoderoso y Dios de Israel, os aseguro que nunca faltará un descendiente de Jonadab que esté siempre a mi servicio.’ ”
1 El año cuarto del gobierno de Joaquim, hijo de Josías, rey de Judá, el Señor se dirigió a Jeremías y le dijo:
2 “Toma un rollo de escribir y escribe en él todo lo que te he dicho acerca de Israel, de Judá y de las demás naciones, desde que comencé a hablarte en tiempos de Josías hasta ahora.
3 Quizá cuando los de Judá sepan de todas las calamidades que pienso enviarles, dejarán su mala conducta y yo les perdonaré sus maldades y pecados.”
4 Jeremías llamó a Baruc, hijo de Nerías, y le dictó todo lo que el Señor le había dicho, y Baruc lo escribió en un rollo.
5 Luego Jeremías dio a Baruc las siguientes instrucciones: “Mira, la situación en que me encuentro me impide ir al templo del Señor.
6 Por lo tanto, ve tú el próximo día de ayuno y lee el rollo que yo te dicté y que tú escribiste, para que el pueblo y todos los habitantes de las ciudades de Judá que hayan venido aquí, oigan el mensaje del Señor.
7 Quizá dirijan al Señor sus ruegos y dejen todos su mala conducta, porque la ira y el furor con que el Señor ha amenazado a este pueblo son terribles.”
8 Baruc hizo todo lo que el profeta Jeremías le había ordenado: fue al templo y leyó en el rollo el mensaje del Señor.
9 El noveno mes del año quinto del gobierno de Joaquim, hijo de Josías, rey de Judá, se dispuso que, tanto los habitantes de Jerusalén como los que habían venido de otras ciudades de Judá, ayunaran ante el Señor.
10 Baruc fue al atrio superior del templo, a la entrada de la puerta Nueva, y desde la cámara de Guemarías, hijo de Safán el cronista, leyó a todo el pueblo el rollo donde estaban las palabras de Jeremías.
11 Micaías, hijo de Guemarías y nieto de Safán, oyó todo el mensaje del Señor que Baruc leyó en el rollo,
12 y fue al palacio real, a la cámara del cronista, donde estaban reunidos todos los altos funcionarios: Elisamá, el cronista; Delaías, hijo de Semaías; Elnatán, hijo de Acbor; Guemarías, hijo de Safán; Sedequías, hijo de Hananías, y otros funcionarios.
13 Micaías les contó todo lo que había oído cuando Baruc leyó en el rollo delante del pueblo.
14 Los funcionarios enviaron a Jehudí, que era hijo de Netanías, nieto de Selemías y bisnieto de Cusí, a decirle a Baruc que les llevara el rollo que había leído delante del pueblo. Baruc tomó entonces el rollo y se presentó ante ellos,
15 y ellos le dijeron: –Siéntate y léenos el rollo. Baruc se lo leyó,
16 y tan pronto como lo oyeron, llenos de miedo se volvieron unos a otros y dijeron: –Tenemos que informar de todo esto al rey.
17 Luego dijeron a Baruc: –Cuéntanos cómo escribiste todo esto.
18 Baruc respondió: –Jeremías personalmente me lo dictó todo, y yo lo escribí con tinta en el rollo.
19 Entonces dijeron a Baruc: –¡Pues tú y Jeremías id a esconderos, y que nadie sepa dónde estáis!
20 Los altos funcionarios dejaron el rollo en la cámara de Elisamá, el cronista, y fueron al palacio a informar de todo esto al rey.
21 El rey mandó a Jehudí traer el rollo de la cámara de Elisamá, el cronista, y cuando Jehudí lo trajo, lo leyó delante del rey y de todos los altos funcionarios que le rodeaban.
22 Como era el mes noveno, el rey se encontraba en su cámara de invierno, ante un brasero encendido.
23 En cuanto Jehudí terminaba de leer tres o cuatro columnas, el rey las cortaba con un cuchillo y las echaba al fuego del brasero. Así lo hizo hasta quemar todo el rollo.
24 Ni el rey ni los altos funcionarios que oyeron toda la lectura sintieron miedo ni dieron señales de dolor.
25 Elnatán, Delaías y Guemarías rogaron al rey que no quemara el rollo, pero él no les hizo caso,
26 sino que ordenó a Jerahmeel, príncipe de sangre real, a Seraías, hijo de Azriel, y a Selemías, hijo de Abdeel, que apresaran al profeta Jeremías y a su secretario Baruc. Pero el Señor los ocultó.
27 Después que el rey quemó el rollo con las palabras que Jeremías había dictado a Baruc, el Señor se dirigió a Jeremías y le dijo:
28 “Toma otro rollo y vuelve a escribir en él todo lo que estaba escrito en el primero, el que quemó Joaquim, rey de Judá.
29 Y dile lo siguiente: ‘Así dice el Señor: Tú quemaste el rollo, y reprendiste a Jeremías por haber escrito que el rey de Babilonia va a venir, sin falta, a destruir el país y a dejarlo sin hombres ni animales.
30 Pues bien, yo, el Señor, te digo a ti, Joaquim, rey de Judá, que no tendrás descendiente en el trono de David. Tu cadáver quedará expuesto al calor del día y a las heladas de la noche,
31 y a ti y a tus descendientes, lo mismo que a tus funcionarios, os castigaré por vuestros pecados. Haré que caigan sobre vosotros y sobre los habitantes de Jerusalén y de Judá todas las calamidades que os anuncié, y a las que no hicisteis caso.’ ”
32 Entonces Jeremías tomó otro rollo y se lo dio a Baruc, su secretario, quien escribió todo lo que Jeremías le dictó, es decir, todo lo que estaba escrito en el rollo que el rey Joaquim había quemado. Jeremías añadió además muchas otras cosas parecidas.
1 Nabucodonosor, rey de Babilonia, puso como rey de Judá a Sedequías, hijo de Josías, en lugar de Jeconías, hijo de Joaquim.
2 Pero ni Sedequías ni sus funcionarios ni el pueblo hicieron caso del mensaje que el Señor les dirigió por medio del profeta Jeremías.
3 El rey Sedequías envió a Jucal, hijo de Selemías, y al sacerdote Sofonías, hijo de Maaseías, a ver al profeta Jeremías y decirle: “Ora por nosotros al Señor nuestro Dios.”
4 A Jeremías todavía no lo habían apresado, así que podía moverse libremente entre el pueblo.
5 Mientras tanto, el ejército del faraón había salido de Egipto. Cuando los caldeos que estaban atacando Jerusalén lo supieron, se retiraron de allí.
6 Entonces el Señor se dirigió al profeta Jeremías y le ordenó que dijera
7 de parte suya a los enviados: “Decid al rey de Judá, que os envió a consultarme, que el ejército del faraón, que se había puesto en camino para ayudaros, ha regresado a Egipto.
8 Los caldeos volverán para atacar la ciudad de Jerusalén, y la tomarán y le prenderán fuego.
9 Yo, el Señor, os advierto: No os hagáis ilusiones ni creáis que los caldeos se van a retirar, porque no será así.
10 Aun cuando derrotarais a todo el ejército caldeo que os está atacando, y aun cuando no le quedaran a este más que unos pocos hombres heridos en el campamento, esos pocos se levantarían y prenderían fuego a la ciudad.”
11 Cuando el ejército de los caldeos se estaba retirando de Jerusalén, porque supieron que venía el ejército del faraón,
12 Jeremías salió de la ciudad para dirigirse al territorio de Benjamín y ocuparse de la repartición de una herencia entre los de su tierra.
13 Pero cuando llegó a la puerta de Benjamín, un hombre llamado Irías, hijo de Selemías y nieto de Hananías, que era jefe de la guardia, detuvo a Jeremías y le dijo: –¡Tú vas a pasarte a los caldeos!
14 Jeremías respondió: –¡No es verdad, no me voy a pasar a los caldeos! Pero Irías no le escuchó, sino que lo arrestó y lo llevó ante los funcionarios.
15 Estos se pusieron furiosos con Jeremías, y mandaron golpearle y encarcelarlo en la casa de Jonatán, el cronista, la cual habían convertido en cárcel.
16 Jeremías fue a parar al calabozo del sótano, donde estuvo mucho tiempo.
17 El rey Sedequías ordenó que llevaran a Jeremías al palacio, y cuando Jeremías fue llevado ante el rey, este le preguntó en secreto: –¿Hay algún mensaje del Señor? Jeremías respondió: –Sí, y es el siguiente: que Su Majestad caerá en poder del rey de Babilonia.
18 A su vez, Jeremías preguntó al rey Sedequías: –¿Qué crimen he cometido contra Su Majestad, o contra sus funcionarios, o contra el pueblo, para que se me haya metido en la cárcel?
19 ¿Dónde están esos profetas que aseguraban que el rey de Babilonia no os atacaría, ni a vosotros ni al país?
20 Escuche ahora Su Majestad y concédame esta petición que le voy a hacer: No permita que me lleven otra vez a la casa de Jonatán, el cronista, no sea que yo muera allá.
21 Entonces el rey Sedequías ordenó que Jeremías quedara preso en el patio de la guardia, y que cada día le llevaran un pan de la calle de los Panaderos. Eso se hizo así mientras hubo pan en la ciudad, y de esta manera permaneció Jeremías en el patio de la guardia.
1 Sefatías, hijo de Matán; Guedalías, hijo de Pashur; Jucal, hijo de Selemías, y Pashur, hijo de Malquías, oyeron a Jeremías pronunciar ante el pueblo estas palabras:
2 “El Señor dice: ‘El que se quede en la ciudad morirá en la guerra, o de hambre o de peste. En cambio, el que salga y se entregue a los caldeos podrá al menos salvar su vida.’
3 El Señor dice: ‘Esta ciudad caerá en poder del ejército del rey de Babilonia. Él la tomará y nadie podrá evitarlo.’ ”
4 Entonces los funcionarios dijeron al rey: –Hay que matar a este hombre, pues con sus palabras desmoraliza a los soldados que aún quedan en la ciudad, y a toda la gente. Este hombre no busca el bien del pueblo, sino su mal.
5 El rey Sedequías les respondió: –Está bien, haced con él lo que queráis. Yo nada puedo contra vosotros.
6 Entonces ellos se apoderaron de Jeremías y lo metieron en la cisterna del príncipe Malquías, que se encontraba en el patio de la guardia. Lo bajaron con sogas a la cisterna, donde no había agua, sino lodo, y Jeremías se hundió en él.
7 Un etíope llamado Ébed-mélec, hombre de confianza en el palacio real, oyó decir que habían metido a Jeremías en la cisterna. Por aquel tiempo, el rey estaba en una sesión en la puerta de Benjamín.
8 Entonces Ébed-mélec salió del palacio real y fue a decirle al rey:
9 –Majestad, lo que esos hombres han hecho con Jeremías es un crimen. Lo han metido en una cisterna, y allí está muriéndose de hambre, porque ya no hay pan en la ciudad.
10 En seguida el rey ordenó a Ébed-mélec que se llevara con él a treinta hombres para sacar a Jeremías de la cisterna, antes que muriera.
11 Ébed-mélec se llevó a los hombres; del depósito de ropa del palacio tomó unos trapos viejos que bajó con sogas a Jeremías, a la cisterna,
12 y le dijo: –Ponte esos trapos bajo los brazos, para que las sogas no te hieran. Jeremías lo hizo así.
13 Entonces los hombres tiraron de las sogas y lo sacaron de allí. Después de esto, Jeremías se quedó en el patio de la guardia.
14 El rey Sedequías mandó que llevaran ante él al profeta Jeremías, a la tercera entrada del templo. Allí el rey le dijo: –Voy a hacerte una pregunta, y quiero que me contestes con toda franqueza.
15 Jeremías le respondió: –Si contesto a la pregunta, Su Majestad me mandará matar; y si le doy algún consejo, no me hará caso.
16 Pero, en secreto, el rey Sedequías hizo este juramento a Jeremías: –Te juro por el Señor, que nos dio la vida, que no te mandaré matar ni te entregaré en manos de los que quieren matarte.
17 Jeremías dijo entonces a Sedequías: –El Señor todopoderoso, el Dios de Israel, dice: 'Si te entregas de una vez a los generales del rey de Babilonia, tú y tu familia salvaréis la vida, y esta ciudad no será incendiada.
18 Pero si no te entregas a ellos, los caldeos se apoderarán de la ciudad y le prenderán fuego, y tú no podrás escapar.'
19 Sedequías respondió: –Tengo miedo de los judíos que se han pasado a los caldeos; si caigo en sus manos, me torturarán.
20 Jeremías contestó: –Pero Su Majestad no caerá en sus manos. Obedezca Su Majestad, por favor, a la voz del Señor, que yo le he comunicado, y le irá bien y salvará la vida.
21 El Señor me ha hecho ver lo que pasará si Su Majestad se empeña en no rendirse:
22 todas las mujeres que queden en el palacio del rey de Judá serán entregadas a los generales del rey de Babilonia, y ellas mismas dirán: 'Los mejores amigos del rey lo engañaron, lo vencieron, dejaron que los pies se le hundieran en el lodo y le dieron la espalda.'
23 Jeremías continuó diciendo al rey: –Todas las mujeres y los hijos de Su Majestad serán entregados a los caldeos, y Su Majestad no escapará de ellos, sino que será entregado al rey de Babilonia, y prenderán fuego a la ciudad.
24 Entonces Sedequías respondió a Jeremías: –Si en algo aprecias tu vida, no hables de esto con nadie.
25 Si los funcionarios llegan a saber que he estado hablando contigo, vendrán y te preguntarán qué me dijiste y qué te dije yo; y con la promesa de salvarte la vida, te pedirán que se lo cuentes todo.
26 Pero tú respóndeles que solo me estabas suplicando que no te mandara de nuevo a la casa de Jonatán, para no morir allí.
27 En efecto, todos los funcionarios fueron a ver a Jeremías y le hicieron preguntas, pero él les respondió exactamente lo que el rey le había ordenado. Entonces le dejaron en paz, porque nadie había oído la conversación.
28 Y Jeremías se quedó en el patio de la guardia hasta el día en que Jerusalén fue tomada.
1 En el mes décimo del año noveno del reinado de Sedequías en Judá, Nabucodonosor, rey de Babilonia, marchó con todo su ejército contra Jerusalén, y la sitió.
2 El día nueve del mes cuarto del año once del gobierno de Sedequías, el ejército enemigo entró en la ciudad,
3 y todos los oficiales del rey de Babilonia entraron y se instalaron en la puerta central. Eran Nergal-sarézer, Samgar-nebó, Sarsequim, alto funcionario de la corte, y otro Nergal-sarézer, también alto funcionario.
4 Cuando el rey Sedequías y sus soldados vieron lo que pasaba, huyeron de la ciudad. Salieron de noche por el camino de los jardines reales, por la puerta situada entre las dos murallas, y tomaron el camino del valle del Jordán.
5 Pero los soldados caldeos los persiguieron, y alcanzaron a Sedequías en la llanura de Jericó. Lo capturaron y lo llevaron ante el rey Nabucodonosor, que estaba en Riblá, en el territorio de Hamat. Allí Nabucodonosor dictó sentencia: hizo degollar a los hijos de Sedequías en presencia de este, y también a todos los nobles de Judá.
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7 En cuanto al propio Sedequías, mandó que le sacaran los ojos y lo encadenaran para llevarlo a Babilonia.
8 Los caldeos prendieron fuego al palacio real y a las casas de la ciudad, y derribaron las murallas de Jerusalén.
9 Por último, Nebuzaradán, comandante de la guardia real, llevó desterrados a Babilonia tanto a los habitantes de la ciudad que aún quedaban como a los que se habían pasado a los caldeos; en fin, a todo el pueblo.
10 Solo dejó en el territorio de Judá a algunos de los más pobres, de los que no tenían nada, y ese día les dio viñedos y campos de cultivo.
11 El rey Nabucodonosor de Babilonia dio a Nebuzaradán, comandante de la guardia, las siguientes órdenes respecto a Jeremías:
12 “Tómalo bajo tu cuidado, y no lo trates mal, sino dale todo lo que te pida.”
13 Entonces Nebuzaradán, junto con Nebusazbán y Nergal-sarézer, dos altos funcionarios de la corte, y todos los demás oficiales del rey de Babilonia,
14 mandaron sacar a Jeremías del patio de la guardia y lo pusieron bajo el cuidado de Guedalías, hijo de Ahicam y nieto de Safán, para que lo llevaran a su casa. Así pues, Jeremías se quedó a vivir entre el pueblo.
15 Estando todavía preso Jeremías en el patio de la guardia, el Señor se dirigió a él y le dijo:
16 “Ve y dile a Ébed-mélec, el etíope: ‘El Señor todopoderoso, el Dios de Israel, dice: Voy a cumplir lo que he anunciado a esta ciudad, para su mal y no para su bien. Cuando esto suceda, tú estarás presente.
17 Pero yo te protegeré, para que no caigas en poder de esa gente a la que temes. Yo, el Señor, lo afirmo.
18 Yo te libraré de que te maten. Podrás escapar con vida porque confiaste en mí. Yo, el Señor, lo afirmo.’ ”
1 El Señor se dirigió a Jeremías, después que Nebuzaradán, comandante de la guardia, lo dejara libre en Ramá. Nebuzaradán le había encontrado preso y encadenado entre la gente de Jerusalén y de Judá que era llevada al destierro a Babilonia.
2 El comandante de la guardia llevó aparte a Jeremías y le dijo: “El Señor tu Dios amenazó con enviar esta desgracia a esta tierra,
3 y ahora ha cumplido su amenaza. Esto os ha pasado porque pecasteis contra el Señor y no le obedecisteis.
4 Mira, ahora mismo te quito las cadenas con que estás atado. Si quieres venir conmigo a Babilonia, ven; yo te cuidaré. Y si no quieres venir, quédate. Tienes todo el país a tu disposición: ve a donde mejor te parezca.
5 Si prefieres regresar, vuélvete a Guedalías, hijo de Ahicam y nieto de Safán, a quien el rey de Babilonia ha nombrado gobernador de las ciudades de Judá, y vive con él y con tu pueblo. Ve a donde te parezca mejor.” Luego el comandante dio a Jeremías un regalo y provisiones, y lo despidió.
6 Jeremías se fue con Guedalías a Mispá, y vivió con él y con la gente que había quedado en el país.
7 Cuando los comandantes y los soldados de las tropas judías que aún estaban en los campos se enteraron de que el rey de Babilonia había nombrado gobernador del país a Guedalías, hijo de Ahicam, y que había puesto bajo su cuidado a los hombres, mujeres y niños de la gente más pobre del país, los cuales no habían sido deportados a Babilonia,
8 fueron con su gente a Mispá, a ver a Guedalías. Entre ellos estaban Ismael, hijo de Netanías; Johanán y Jonatán, hijos de Caréah; Seraías, hijo de Tanhúmet; los hijos de Efai de Netofá, y Jezanías, hijo de un hombre de Maacat, y sus hombres.
9 Guedalías les aseguró bajo juramento: “No tengáis miedo de someteros a los caldeos. Quedaos a vivir en el país, someteos al rey de Babilonia, y os irá bien.
10 Yo me quedaré en Mispá para representaros ante los caldeos cuando lleguen aquí. Dedicaos a almacenar vino, frutas y aceite, y así podréis quedaros en las ciudades que habéis tomado.”
11 También los judíos que se encontraban en Moab, Amón, Edom y otros países, se enteraron de que el rey de Babilonia había permitido que algunos judíos se quedaran en su tierra, y que había nombrado a Guedalías gobernador de ellos.
12 Entonces volvieron a Judá de todos los sitios por donde se habían dispersado y se presentaron ante Guedalías, en Mispá. Y también ellos almacenaron vino y frutas en grandes cantidades.
13 Johanán, hijo de Caréah, y todos los demás comandantes de tropas que habían quedado en los campos, fueron a Mispá, a ver a Guedalías,
14 y le dijeron: –¿No sabes que el rey Baalís de Amón ha enviado a Ismael, el hijo de Netanías, a matarte? Pero Guedalías no les creyó.
15 Entonces Johanán dijo en secreto a Guedalías: –Deja que yo vaya y mate a Ismael. Nadie tiene que saber quién lo hizo. ¿Por qué vamos a dejar que él te mate a ti? Eso traería la dispersión de todos los judíos que se han reunido a tu alrededor, y sería la ruina de lo que aún queda de Judá.
16 Pero Guedalías le respondió: –¡No lo hagas! Lo que dices de Ismael no es verdad.
1 En el séptimo mes, Ismael, hijo de Netanías y nieto de Elisamá, miembro de la familia real, fue a Mispá para entrevistarse con Guedalías. Iba acompañado de diez hombres. Y allí en Mispá, mientras comían juntos,
2 Ismael y los diez hombres que le acompañaban se levantaron de pronto y a filo de espada mataron a Guedalías, a quien el rey de Babilonia había nombrado gobernador de Judá.
3 Ismael mató también a todos los judíos y soldados caldeos que estaban con Guedalías en Mispá.
4 Al día siguiente del asesinato de Guedalías, cuando todavía nadie se había enterado de lo sucedido,
5 llegaron de Siquem, Siló y Samaria ochenta hombres, que llevaban la barba afeitada, la ropa rasgada y el cuerpo lleno de heridas que ellos mismos se habían hecho. Llevaban además cereales e incienso para ofrecerlos al Señor en el templo.
6 Entonces Ismael salió de Mispá a su encuentro, llorando por el camino. Apenas se encontró con ellos, les dijo: –Venid a ver a Guedalías, hijo de Ahicam.
7 Pero tan pronto como llegaron al centro de la ciudad, Ismael y sus hombres los mataron y los arrojaron a una cisterna.
8 Sin embargo, diez de los hombres de aquel grupo dijeron a Ismael: –No nos mates; nosotros tenemos trigo, cebada, aceite y miel escondidos en el campo. Entonces Ismael no los mató como a sus compañeros.
9 La cisterna a la que Ismael arrojó los cadáveres de todos los hombres que había matado, era la misma que el rey Asá había mandado hacer cuando se defendía del rey Baasá de Israel. Era una cisterna muy grande, pero quedó llena con los cadáveres de la gente que Ismael había matado.
10 Además, Ismael apresó a las hijas del rey y a la gente que quedaba en Mispá, a quienes Nebuzaradán, comandante de la guardia, había puesto bajo el mando de Guedalías. Ismael los apresó, y se puso en camino con intención de pasar al territorio de Amón.
11 Cuando Johanán, hijo de Caréah, y los jefes militares que estaban con él se enteraron del crimen que Ismael había cometido,
12 reunieron a toda su gente y fueron a luchar contra él. Lo encontraron junto al gran estanque que hay en Gabaón.
13 Cuando los que Ismael llevaba presos vieron a Johanán y a todos los jefes militares que le acompañaban, se pusieron muy contentos,
14 y se volvieron y fueron a reunirse con Johanán.
15 Pero Ismael y ocho de sus hombres lograron escapar de Johanán y se fueron al país de Amón.
16 Por su parte, Johanán y los jefes militares que le acompañaban se hicieron cargo de los soldados, las mujeres, los niños y los altos funcionarios que Ismael se había llevado presos de Mispá después de matar a Guedalías, y que Johanán había traído de vuelta desde Gabaón.
17 Se pusieron así en camino hasta llegar a Guerut-quimam, junto a Belén, donde hicieron un alto. Su intención era continuar hasta Egipto
18 para escapar de los caldeos, pues les tenían miedo por haber matado Ismael a Guedalías, a quien el rey de Babilonia había nombrado gobernador del país.
1 Todos los jefes militares, incluyendo a Johanán, hijo de Caréah, y a Azarías, hijo de Hosaías, y toda la gente, chicos y grandes, se acercaron
2 al profeta Jeremías y le dijeron: –Vamos a pedirte una cosa; no nos la niegues: Ruega al Señor tu Dios por nosotros, los pocos que quedamos. Antes éramos muchos, pero ahora quedamos solo unos pocos, como puedes ver.
3 Ruega al Señor tu Dios que nos enseñe el camino que debemos seguir y lo que debemos hacer.
4 Jeremías les respondió: –Está bien. Voy a rogar al Señor vuestro Dios por vosotros, como me lo habéis pedido, y os daré a conocer todo lo que él me responda, sin ocultaros nada.
5 Entonces ellos dijeron a Jeremías: –Que el Señor tu Dios sea testigo fiel y verdadero en contra nuestra, si no hacemos lo que él te encargue que nos digas.
6 Nos guste o no nos guste su respuesta, obedeceremos al Señor nuestro Dios, a quien te hemos pedido que recurras para que así nos vaya bien.
7 Diez días más tarde, el Señor habló a Jeremías,
8 y este llamó a Johanán, hijo de Caréah, y a los jefes militares que le acompañaban, y a toda la gente, desde el más chico hasta el más grande,
9 y les dijo: “El Señor, el Dios de Israel, a quien me encargasteis que fuera a presentar vuestra petición, dice:
10 ‘Si estáis dispuestos a quedaros en esta tierra, yo os haré prosperar; no os destruiré, sino que os plantaré y no os arrancaré, pues me pesa haberos enviado esa calamidad.
11 No tengáis miedo del rey de Babilonia, al que tanto teméis. No le tengáis miedo, porque yo estoy con vosotros para salvaros y libraros de su poder. Yo, el Señor, lo afirmo.
12 Tendré compasión de vosotros, y haré que también él os tenga compasión y os deje volver a vuestra tierra.’
13 “Pero si no queréis quedaros en este país, sino que desobedecéis al Señor vuestro Dios
14 y decís: ‘Preferimos ir a vivir a Egipto, donde no veremos guerra, ni oiremos el sonido de la trompeta, ni nos moriremos de hambre’,
15 entonces vosotros, los que quedáis de Judá, escuchad lo que os dice el Señor todopoderoso, el Dios de Israel: ‘Si os empeñáis en ir a vivir a Egipto,
16 la guerra y el hambre que tanto teméis os alcanzarán allí mismo, y allí moriréis.
17 Todos los que están empeñados en irse a vivir a Egipto, morirán allá por la guerra, el hambre o la peste. Nadie quedará con vida; nadie escapará a la calamidad que les voy a enviar.’
18 “El Señor todopoderoso, el Dios de Israel, dice: ‘Así como mi ira y mi furor se encendieron contra los habitantes de Jerusalén, así se encenderán también contra vosotros, si os vais a Egipto. Os convertiréis en ejemplo de maldición, en algo que causará terror, y no volveréis a ver este lugar.’
19 A vosotros, los que aún quedáis de Judá, el Señor os ordena que no vayáis a Egipto. Sabedlo bien, yo os lo advierto ahora.
20 Habéis cometido un error fatal, pues vosotros mismos me encargasteis que acudiera al Señor vuestro Dios, y me dijisteis: ‘Ruega al Señor nuestro Dios por nosotros y haznos saber todo lo que él ordene, para que lo hagamos.’
21 Yo os he dado a conocer hoy lo que el Señor vuestro Dios me encargó que os dijera, pero no queréis obedecer.
22 Por lo tanto, sabed que por causa de la guerra, el hambre y la peste, moriréis en el país a donde queréis ir a vivir.”
1 Cuando Jeremías acabó de comunicar al pueblo todo lo que el Señor, el Dios de ellos, le había encargado que les dijera,
2 Azarías, hijo de Hosaías, Johanán, hijo de Caréah, y otros hombres arrogantes dijeron a Jeremías: “¡Lo que dices es mentira! El Señor nuestro Dios no te ha encargado de decirnos que no vayamos a vivir a Egipto.
3 Es Baruc, hijo de Nerías, el que te ha predispuesto contra nosotros, para hacer que caigamos en poder de los caldeos y que nos maten o nos lleven desterrados a Babilonia.”
4 Así pues, ni Johanán ni los jefes militares ni la gente se quedaron en el territorio de Judá, desobedeciendo de ese modo la orden del Señor.
5 Por el contrario, Johanán y todos los jefes militares reunieron a la poca gente de Judá que aún quedaba y que, después de haber sido dispersada por distintos países, había vuelto a Judá para establecerse allí:
6 hombres, mujeres, niños, las hijas del rey y todas las personas que Nebuzaradán, comandante de la guardia, había dejado bajo el cuidado de Guedalías, incluyendo a Jeremías y a Baruc.
7 Sin hacer caso de la orden del Señor, todos ellos se fueron a Egipto y llegaron hasta la ciudad de Tafnes.
8 En Tafnes, el Señor se dirigió a Jeremías y le dijo:
9 “Toma unas piedras grandes y, a la vista de la gente de Judá, entiérralas en el suelo de barro de la terraza, frente a la entrada del palacio real de la ciudad.
10 Y diles: ‘El Señor todopoderoso, Dios de Israel, dice: Voy a hacer venir a mi siervo Nabucodonosor, rey de Babilonia, y voy a poner su trono y su tienda real encima de estas piedras que he enterrado aquí.
11 Él vendrá y destruirá el país de Egipto. Los que están destinados a morir, morirán; los que están destinados a ir al destierro, irán al destierro; y los que están destinados a morir en la guerra, morirán en la guerra.
12 Prenderá fuego a los templos de los dioses de Egipto, y a sus dioses les prenderá fuego o se los llevará como si fueran prisioneros. Limpiará el país de Egipto como un pastor que limpia de piojos su ropa, y luego se irá sin que nadie se lo impida.
13 Destruirá los obeliscos de Heliópolis, en Egipto, y prenderá fuego a los templos de los dioses de Egipto.’ ”
1 Mensaje que Jeremías recibió para todos los judíos que vivían en Egipto, en las ciudades de Migdol, Tafnes, Menfis y la región del sur:
2 “El Señor todopoderoso, el Dios de Israel, dice: ‘Vosotros habéis visto todas las calamidades que hice caer sobre Jerusalén y las demás ciudades de Judá. Ahora están en ruinas, y nadie vive en ellas
3 a causa de las maldades que cometieron, pues me ofendieron adorando a otros dioses y ofreciéndoles incienso; dioses con los que ni ellos ni vosotros ni vuestros antepasados teníais nada que ver.
4 Una y otra vez envié a mis siervos los profetas para que os dijeran que no hicierais esas cosas repugnantes que yo detesto.
5 Pero no me obedecisteis ni me hicisteis caso. En vez de dejar vuestra maldad, seguisteis ofreciendo incienso a otros dioses.
6 Entonces se encendieron mi ira y mi furor, y ardieron como un fuego en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén. Quedaron en ruinas y desiertas hasta el día de hoy.
7 ‘Así pues, yo, el Señor todopoderoso, el Dios de Israel, digo: ¿Por qué traéis sobre vosotros mismos ese mal tan grande? ¿Por qué hacéis que muera toda la gente de Judá, hombres, mujeres y niños, y hasta recién nacidos, de manera que no quede nadie?
8 ¿Por qué me ofendéis con vuestras acciones y ofrecéis incienso a otros dioses aquí en Egipto, donde habéis venido a vivir? Con ello vais a provocar vuestra propia destrucción, y os convertiréis en ejemplo de maldición y humillación entre todas las naciones de la tierra.
9 ¿Ya os habéis olvidado de todas las maldades que cometieron vuestros antepasados, y de las que cometieron los reyes de Judá y sus esposas, y de las que vosotros mismos y vuestras esposas cometisteis en el territorio de Judá y en las calles de Jerusalén?
10 Hasta ahora no habéis cambiado de conducta, ni habéis sentido temor, ni habéis cumplido las instrucciones y leyes que os di a vosotros y a vuestros antepasados.
11 ‘Por eso yo, el Señor todopoderoso, el Dios de Israel, os digo: He decidido traer mal sobre vosotros y destruir a todo Judá.
12 Haré que los que quedaron de Judá y se empeñaron en irse a vivir a Egipto, sean destruidos allá por completo. Todos, desde el más chico hasta el más grande, morirán por la guerra o el hambre, y se convertirán en ejemplo de maldición y humillación, en algo que causará terror.
13 Castigaré a los que vivan en Egipto como castigué a Jerusalén, con la guerra, el hambre y la peste.
14 Nadie de ese pequeño resto de Judá que se ha ido a vivir a Egipto podrá escapar o quedar con vida. Y aunque quieran volver a Judá para establecerse allí, no volverán, a no ser unos cuantos refugiados.’ ”
15 Entonces, aquellos que sabían que sus esposas ofrecían incienso a otros dioses, junto con las demás mujeres que se encontraban allí (todos los cuales formaban un grupo numeroso), más los judíos que vivían en la región sur de Egipto, respondieron a Jeremías:
16 –No haremos caso de ese mensaje que nos has traído de parte del Señor.
17 Al contrario, seguiremos haciendo lo que habíamos decidido hacer. Seguiremos ofreciendo incienso y ofrendas de vino a la diosa Reina del Cielo, como lo hemos hecho hasta ahora y como antes lo hicieron nuestros antepasados y nuestros reyes y jefes en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén. Pues antes teníamos comida en abundancia, nos iba bien y no nos vino ninguna desgracia;
18 pero desde que dejamos de ofrecer incienso y ofrendas de vino a la Reina del Cielo, nos falta de todo, y nuestra gente muere de hambre o en la guerra.
19 Las mujeres añadieron: –Nosotras hacíamos tortas que representaban a la Reina del Cielo, y le ofrecíamos incienso y ofrendas de vino, pero todo ello con el consentimiento de nuestros esposos. Y lo seguiremos haciendo.
20 Entonces Jeremías respondió a todos los hombres y mujeres que le habían contestado de esa manera:
21 –¿Creéis que el Señor no se daba cuenta, o que se había olvidado de que vosotros y vuestros antepasados, vuestros reyes, vuestros jefes y el pueblo en general, ofrecíais incienso a otros dioses en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén?
22 Pero el Señor no pudo soportar más las malas acciones cometidas por vosotros y que a él tanto le disgustan. Por eso, vuestro país está hoy en ruinas y no hay nadie que viva en él; se ha convertido en ejemplo de maldición, en algo que causa terror.
23 Esta desgracia en que ahora os encontráis os ha venido precisamente porque ofrecisteis incienso a otros dioses, pecando así contra el Señor, y porque no obedecisteis sus instrucciones y leyes, ni cumplisteis sus mandatos.
24 Jeremías dijo además a todo el pueblo, y especialmente a las mujeres: –Escuchad este mensaje del Señor todos vosotros, gente de Judá que vive en Egipto.
25 El Señor todopoderoso, el Dios de Israel, dice: ''Vosotras las mujeres lo decís de boca y lo practicáis de hecho. Decís que habéis prometido ofrecer incienso y ofrendas de vino a la Reina del Cielo, y que cumpliréis sin falta vuestra promesa. ¡Muy bien, cumplid y poned por obra lo que habéis prometido!
26 Pero oíd todos vosotros, gente de Judá que vive en Egipto, lo que yo, el Señor, os digo: Juro por mi nombre soberano que ninguno de los de Judá volverá a pronunciar mi nombre en todo Egipto, diciendo: Por la vida del Señor.
27 Porque yo estaré vigilando para enviarles calamidades y no beneficios. Todos los de Judá que viven en Egipto serán completamente aniquilados por la guerra o el hambre.
28 Serán muy contados los que escapen de morir en la guerra y vuelvan de Egipto a Judá. Así, todos los que quedaban en Judá y vinieron a vivir a Egipto verán qué palabras se cumplieron, si las mías o las de ellos.
29 Yo, el Señor, os daré esta señal como prueba de que mis amenazas se van a cumplir y de que os castigaré en este país:
30 Yo entregaré al faraón Hofra, rey de Egipto, en poder de sus enemigos mortales, así como entregué a Sedequías, rey de Judá, en poder de Nabucodonosor, rey de Babilonia, su enemigo mortal.'
1 En el año cuarto del gobierno de Joaquim, hijo de Josías, rey de Judá, mientras Baruc, hijo de Nerías, escribía lo que el profeta Jeremías le dictaba, dijo Jeremías a Baruc:
2 “Tú, Baruc, dices: ‘¡Ay de mí! ¡El Señor no me da sino penas y dolores! Ya estoy cansado de llorar y no encuentro ningún alivio.’ Pues el Señor dice respecto de ti,
3
4 y me manda que te diga: ‘Yo destruyo lo que construí y arranco lo que planté. Y lo mismo haré con toda la tierra.
5 ¿Quieres pedir para ti algo extraordinario? Pues no lo pidas, porque voy a enviar calamidades sobre toda la humanidad. Pero al menos permitiré que conserves tu vida dondequiera que vayas. Yo, el Señor, lo afirmo.’ ”
1 El Señor habló al profeta Jeremías acerca de las naciones.
2 Este fue su mensaje acerca de Egipto, y en particular acerca del ejército del faraón Necao, rey de Egipto, que se hallaba en Carquemis, junto al río Éufrates, y a quien el rey Nabucodonosor de Babilonia derrotó en el año cuarto del gobierno de Joaquim, hijo de Josías, rey de Judá:
3 “¡Preparad los escudos! ¡Lanzaos al ataque!
4 ¡Ensillad los caballos! ¡Montad, jinetes! ¡Poneos los cascos y formad líneas! ¡Afilad las lanzas! ¡Poneos las corazas!
5 “Pero ¿qué es lo que veo? Retroceden llenos de terror. Sus guerreros se dispersan derrotados; salen corriendo, sin mirar atrás. ¡Hay terror por todas partes! Yo, el Señor, lo afirmo.
6 ¡No pueden huir los más veloces, ni escapar los más valientes! En el norte, junto al río Éufrates, tropiezan y caen.
7 ¿Quién es ese que crece como el Nilo, como un río de aguas violentas?
8 Es Egipto, que crece como el Nilo, como un río de aguas violentas. Egipto dice: ‘Voy a crecer y a inundar la tierra; destruiré las ciudades y sus habitantes.’
9 “¡Que avance la caballería! ¡Adelante los carros! ¡Que se pongan en marcha los guerreros: los soldados de Etiopía y de Libia, armados de escudos; los soldados de Lidia, que manejan bien el arco!
10 Este es el día del Señor todopoderoso, el día en que va a vengarse de sus enemigos. La espada herirá hasta saciarse, hasta emborracharse de sangre. Pues el Señor todopoderoso hará una matanza en el país del norte, junto al Éufrates.
11 “¡Pueblo de Egipto, ve a Galaad en busca de medicinas! ¡Aunque por más remedios que pongas, de nada te servirán, pues no hay remedio para ti!
12 Las naciones ya saben que has sido humillado, y en toda la tierra se te oye gritar; chocan los guerreros unos contra otros y juntos ruedan por el suelo.”
13 El Señor habló al profeta Jeremías cuando Nabucodonosor, rey de Babilonia, se dirigía a atacar a Egipto:
14 “Anunciad en Egipto, en Migdol, en Menfis y en Tafnes: ‘¡Alerta, estad listos! ¡La espada hace estragos a tu alrededor!’
15 ¿Por qué huyó Apis, tu toro sagrado? ¿Por qué no pudo tenerse en pie? Pues porque yo, el Señor, lo derribé.
16 Tus soldados tropiezan y caen, y unos a otros se dicen: ‘¡Vámonos de aquí, volvamos a nuestra patria, al país donde nacimos! ¡Huyamos de la violencia de la guerra!’
17 “Ponedle este apodo al faraón, el rey de Egipto: ‘Mucho ruido, pero a destiempo’.
18 Yo, que soy el rey y me llamo el Señor todopoderoso, lo juro por mi vida: Como el Tabor, que se destaca entre los montes, y como el Carmelo, que se alza sobre el mar, así es el enemigo que vendrá.
19 Preparaos para el destierro, habitantes de Egipto, pues Menfis se convertirá en desierto, en ruinas donde nadie vivirá.
20 Egipto parece una hermosa novilla, pero viene a picarle un tábano del norte.
21 Sus soldados mercenarios son como becerros gordos, pero ellos también saldrán corriendo y no podrán resistir, porque llega el día de su desastre, la hora de su castigo.
22 Egipto huirá silbando como una serpiente cuando se acerquen los ejércitos y lo ataquen con hachas, como si cortaran árboles.
23 ¡Cortarán sus espesos bosques! Yo, el Señor, lo afirmo. Eran más numerosos que las langostas y nadie los podía contar.
24 Egipto será humillado, y caerá en poder del pueblo del norte.”
25 El Señor todopoderoso, el Dios de Israel, dice: “Voy a castigar a Amón, el dios de Tebas, a Egipto con sus dioses y sus reyes, y al faraón y a los que en él confían.
26 Haré que caigan en poder de sus enemigos mortales, de Nabucodonosor, rey de Babilonia, y de su gente. Pero, al cabo de un tiempo, Egipto volverá a estar habitado como antes. Yo, el Señor, lo afirmo.
27 “No temas, pueblo de Jacob, siervo mío; no tengas miedo, Israel. Pues a ti y a tus hijos os libraré de ese país lejano donde estáis desterrados. Volverás a vivir en paz, tranquilo, sin que nadie te asuste.
28 Yo, el Señor, afirmo: No temas, pueblo de Jacob, siervo mío, porque yo estoy contigo. Destruiré todas las naciones entre las cuales te dispersé. Pero a ti no te destruiré; tan sólo te corregiré como mereces, no te dejaré sin castigo.”
1 Este es el mensaje que el Señor dirigió al profeta Jeremías acerca de los filisteos, antes que el faraón atacara Gaza:
2 “Yo, el Señor, digo: Del norte llega una inundación, como de un río desbordado; inunda el país y todo lo que hay en él, las ciudades y a los que en ellas viven. Todos los habitantes del país gritan, la gente lanza ayes de dolor.
3 Al oir el galope de los caballos, el estruendo de los carros y el ruido de las ruedas, les faltan fuerzas a los padres y abandonan a sus hijos.
4 Porque llegó el día de aniquilar a los filisteos, de quitarles a Tiro y Sidón la ayuda que aún les queda.” Sí, el Señor va a destruir a los filisteos, que emigraron de la isla de Creta.
5 La gente de Gaza se rapa la cabeza, la gente de Ascalón se queda muda. Último resto de los antiguos gigantes, ¿hasta cuándo te sajarás las carnes en señal de dolor?
6 ¡Ay, espada del Señor! ¿Cuándo te vas a detener? ¡Vuelve a entrar en tu vaina, cálmate, quédate quieta!
7 ¿Pero cómo podría quedarse quieta, si el Señor le ha dado órdenes, si le ha dado el encargo de atacar Ascalón y toda la costa?
1 Mensaje del Señor todopoderoso, el Dios de Israel, acerca de Moab: “¡Pobre ciudad de Nebo, qué destruida está! ¡Quiriataim fue tomada y humillada! ¡Su fortaleza fue derribada al suelo!
2 El esplendor de Moab ha terminado. En Hesbón los enemigos hacen planes para que Moab, como nación, desaparezca. Tú también, Madmén, serás destruida, y la guerra no dejará de amenazarte.
3 De Horonaim salen gritos: ‘¡Ruina y gran destrucción!’
4 “Moab está en ruinas; los gritos de dolor llegan hasta Sóar.
5 Con lágrimas en los ojos avanzan los que suben por la cuesta de Luhit; gritan de dolor ante el desastre los que bajan a Horonaim.
6 ¡Huid! ¡Sálvese quien pueda! ¡Sed como la zarza en el desierto!
7 “Moab, tú confiabas en tu fuerza y en tus riquezas, pero también tú serás tomada. Tu dios Quemós irá al destierro con sus sacerdotes y gente importante.
8 La destrucción llegará a todas las ciudades, y ni una sola escapará; el valle y la meseta quedarán en ruinas. Yo, el Señor, lo afirmo.
9 Ponedle una lápida a Moab, porque la van a destruir; sus ciudades quedarán en ruinas y sin ningún habitante.”
10 (¡Maldito el que no haga con gusto el trabajo que el Señor encarga! ¡Maldito el que se niegue a tomar parte en la matanza!)
11 Moab siempre ha vivido en paz, nunca ha tenido que ir al destierro. Es como el vino que se deja asentar, que no se pasa de una vasija a otra y por eso nunca pierde su sabor ni su aroma.
12 Pero el Señor afirma: “Va a llegar el día en que yo enviaré gente que vierta ese vino en otras vasijas y que haga pedazos las vasijas vacías.
13 Entonces Moab se sentirá defraudado por su dios Quemós, así como Israel se sintió defraudado por Betel, en quien tenía puesta su confianza.
14 “Que no diga Moab: ‘Somos valientes, guerreros poderosos.’
15 Ya llega el destructor de Moab y sus ciudades; lo mejor de su juventud morirá. Lo afirma el Rey, cuyo nombre es el Señor todopoderoso.
16 El desastre de Moab se acerca; su desgracia está a punto de llegar.
17 Vecinos de Moab y todos los que conocéis su fama, llorad por él y decid: ‘¡Mirad cómo quedó deshecho su dominio tan fuerte y glorioso!’
18 “Baja de tu sitio de honor, ciudad de Dibón, y siéntate en el suelo reseco, porque el destructor de Moab avanza contra ti y ha destruido tus fortificaciones.
19 Ciudad de Aroer, párate al lado del camino y mira; pregunta a los sobrevivientes qué es lo que pasó.
20 Moab está humillado, lleno de terror. ¡Llorad de dolor por él! ¡Anunciad en el río Arnón que Moab ha sido destruido!”
21 Llegó el castigo decretado contra las ciudades de la meseta: Holón, Jahas, Mefáat,
22 Dibón, Nebo, Bet-diblataim,
23 Quiriataim, Bet-gamul, Bet-meón,
24 Queriot, Bosrá y todas las ciudades de Moab, cercanas y lejanas.
25 El Señor afirma: “La fuerza de Moab ha sido rota; su poder, destruido.”
26 Emborrachad a Moab, porque se rebeló contra el Señor. Entonces Moab se revolcará en su vómito y todos se burlarán de él.
27 Moab, ¿no te burlabas tú de Israel y hablabas siempre de él con desprecio, como si fuera un ladrón?
28 Abandonad las ciudades, habitantes de Moab; marchaos a las peñas, a vivir como las palomas que anidan al borde de los precipicios.
29 Conocemos el mucho orgullo de Moab: su arrogancia, su altivez y su soberbia.
30 También el Señor conoce su insolencia, su charlatanería y sus bravatas.
31 Por eso lloraré y me lamentaré por todo el pueblo de Moab y por los hombres de Quir-heres.
32 Lloraré por ti, viñedo de Sibmá, más de lo que se lloró por Jazer. Tus ramas pasaban más allá del mar y llegaban hasta Jazer. Pero ahora tu cosecha de uvas ha quedado destruida.
33 Ya no se oyen gritos de contento en los jardines de Moab. El vino se ha acabado en los depósitos. Ya no hay quien pise las uvas, ya no hay más cantos de alegría.
34 La gente de Hesbón grita de dolor, y sus gritos llegan hasta Elalé y Jahas, y desde Sóar hasta Horonaim y Eglat-selisiya, porque aun los manantiales de Nimrim están secos.
35 El Señor afirma: “Yo destruiré a la gente de Moab que sube a las colinas, a los santuarios paganos, para ofrecer sacrificios e incienso a sus dioses.”
36 Por eso mi corazón gime por Moab y por los hombres de Quir-heres con sonido de flautas fúnebres, pues las riquezas que juntó se han perdido.
37 Toda cabeza está rapada y toda barba cortada; todos se han hecho heridas en las manos y se han vestido con ropas ásperas.
38 “En todas las terrazas de Moab y en todas sus calles se oyen solamente llantos, porque yo hice pedazos a Moab como a una vasija inútil. Yo, el Señor, lo afirmo.”
39 ¡Haced lamentación por Moab! ¡Qué lleno de terror está! ¡Volvió la espalda de manera vergonzosa! Se convirtió en algo horrible y despreciable para todos sus vecinos.
40 El Señor dice: “El enemigo de Moab se lanza contra él como un águila con las alas extendidas.
41 Ciudades y fortalezas caerán en poder del enemigo. Aquel día, los guerreros de Moab temblarán como mujer de parto.
42 Moab dejará de ser nación, porque se levantó contra mí, contra el Señor.
43 Por eso yo, el Señor, afirmo: Los habitantes de Moab serán como animales perseguidos por los cazadores o en peligro de caer en un hoyo o una trampa.
44 El que escape de los cazadores caerá en el hoyo, y el que salga del hoyo caerá en la trampa, porque yo traeré sobre Moab el tiempo de su castigo. Yo, el Señor, lo afirmo.
45 “Algunos huyen sin fuerzas a buscar refugio a la sombra de Hesbón; pero Hesbón, la ciudad del rey Sihón, está en llamas, y el fuego se extiende y devora los montes de Moab, ese pueblo revoltoso.
46 ¡Ay de ti, Moab! ¡Pueblo de Quemós, estás perdido! ¡A tus hijos y a tus hijas se los llevan al destierro!
47 Pero al final yo cambiaré la suerte de Moab. Yo, el Señor, lo afirmo.” Esta es la sentencia del Señor contra Moab.
1 Profecía contra los amonitas: “¿Dónde están los hijos de Israel? ¿Dónde están sus herederos? ¿Por qué el dios Milcom es ahora dueño de Gad? ¿Por qué los amonitas habitan en sus ciudades?
2 “Pues bien, yo, el Señor, afirmo: Va a llegar el día en que haré que la ciudad amonita de Rabá escuche el grito de guerra; se convertirá en un montón de ruinas y sus poblaciones arderán en llamas. Entonces Israel reconquistará sus ciudades. Yo, el Señor, lo afirmo.
3 “¡Gime, Hesbón, pues Ai ha sido destruida! ¡Haced lamentación, mujeres de Rabá! ¡Vestíos de luto, golpead vuestro pecho! ¡Corred como locas, herid vuestro cuerpo! Porque el dios Milcom va al destierro, con sus sacerdotes y gente importante.
4 ¿Por qué te jactas de tu fuerza? Tu fuerza ya se acaba, pueblo rebelde, que confías en las riquezas que has juntado y dices: ‘¿Quién me atacará?’
5 Pues bien, de todas partes voy a enviar terror sobre ti. Yo, el Señor todopoderoso, lo afirmo. Cada uno de vosotros saldrá corriendo por su lado y no habrá nadie que os vuelva a reunir.
6 Pero después cambiaré la suerte de los amonitas. Yo, el Señor, lo afirmo.”
7 Mensaje del Señor todopoderoso acerca de Edom: “¿Ya no hay sabiduría en Temán? ¿Ya no saben qué hacer los inteligentes? ¿Se echó a perder su sabiduría?
8 ¡Habitantes de Dedán, salid corriendo, id a esconderos! Porque voy a destruir el pueblo de Esaú; ha llegado el tiempo en que voy a castigarlo.
9 Cuando se vendimian las uvas, se dejan algunos racimos; cuando por la noche llegan ladrones, solo se llevan lo que necesitan.
10 Pero yo he dejado al pueblo de Esaú sin nada, he descubierto sus escondites y ya no puede ocultarse. Sus hijos, parientes y vecinos fueron todos destruidos; no quedó nadie que diga:
11 ‘Déjame a tus huérfanos, que yo los cuidaré. Tus viudas pueden contar conmigo.’ ”
12 El Señor dice: “Si aquellos que no merecían la copa del castigo han tenido que beberla, de ningún modo quedarás tú sin castigo, sino que tendrás que beber también de ella.
13 Yo, el Señor, lo juro por mí mismo: La ciudad de Bosrá quedará convertida en un desierto, en ruinas, en ejemplo de humillación y maldición, y las demás ciudades quedarán en ruinas para siempre.”
14 Me ha llegado una noticia de parte del Señor; un heraldo proclama entre las naciones: “¡Reuníos y marchad contra Edom! ¡Preparaos para la batalla!
15 Yo te haré el más pequeño de los pueblos, el más despreciado entre los hombres.
16 Te dejaste engañar por tu orgullo, porque infundías terror. Vives entre las grietas de las rocas, agarrado a las cumbres de los montes. Pero aunque anides tan alto como el águila, de allá te haré bajar. Yo, el Señor, lo afirmo.
17 “La destrucción de Edom será tan grande que causará espanto. Todo el que pase por allí se espantará al ver el castigo,
18 pues quedará como Sodoma, Gomorra y sus ciudades vecinas cuando fueron destruidas. Nadie volverá a vivir allí, ni siquiera de paso. Yo, el Señor, lo digo.
19 Vendré repentinamente, como un león que sale de los matorrales del Jordán y se lanza a los lugares donde siempre hay pastos frescos, y haré huir de ahí a los de Edom, y haré que gobierne la persona que yo escoja. Pues ¿quién puede compararse a mí? ¿Quién puede desafiarme? ¿Qué pastor me puede hacer frente?
20 Escuchad el plan que yo, el Señor, he preparado contra Edom, el proyecto que he dispuesto contra los habitantes de Temán: Aun a los corderos más pequeños se los llevarán, y las praderas mismas serán también destrozadas.
21 La caída de Edom hará tanto ruido, que la tierra temblará; gritará pidiendo auxilio, y sus gritos se oirán hasta en el mar Rojo.
22 El enemigo se lanzará contra Bosrá como un águila con las alas extendidas, y aquel día los guerreros de Edom temblarán como mujer de parto.”
23 Mensaje acerca de Damasco: “Las ciudades de Hamat y Arpad están avergonzadas porque les han llegado malas noticias. Se llenan de terror, no pueden estar tranquilas.
24 Damasco, ya sin fuerzas, se dispone a huir. La dominan el pánico, la angustia y el dolor, como a una mujer de parto.
25 La ciudad famosa, la ciudad feliz, ha quedado abandonada.
26 Ese día quedarán sus jóvenes tendidos en las calles, y todos sus guerreros morirán. Yo, el Señor todopoderoso, lo afirmo.
27 Voy a prender fuego a las murallas de Damasco, un fuego que destruirá los palacios de Ben-adad.”
28 Mensaje del Señor acerca de la tribu de Quedar y de los jefes de Hasor, a los cuales derrotó Nabucodonosor, rey de Babilonia: “¡Adelante, atacad a Quedar! ¡Destruid esa tribu de oriente!
29 Apoderaos de sus tiendas y de sus rebaños, de sus lonas y de todos sus utensilios. Quitadles sus camellos y gritadles: ‘¡Hay terror por todas partes!’
30 ¡Salid corriendo, habitantes de Hasor! ¡Id a esconderos! Yo, el Señor, lo digo. Pues Nabucodonosor, el rey de Babilonia, ha hecho planes contra vosotros.
31 Yo, el Señor, os ordeno: ¡Adelante, atacad a ese pueblo que vive confiado y tranquilo, sin puertas ni cerrojos y completamente solo!
32 ¡Robadle sus camellos y todo su ganado! Yo dispersaré en todas direcciones a esa gente que se afeita las sienes; de todas partes les traeré el desastre. Yo, el Señor, lo afirmo.
33 Hasor será para siempre un desierto y guarida de chacales. Nadie volverá a vivir allí, ni siquiera de paso.”
34 Cuando Sedequías comenzó a reinar en Judá, el Señor dirigió este mensaje a Jeremías acerca de Elam:
35 “Yo, el Señor todopoderoso, afirmo: Voy a romper los arcos de Elam, que son su arma principal.
36 Voy a traer vientos contra este pueblo desde las cuatro direcciones, para que lo dispersen por todas partes, hasta que no quede país adonde no lleguen sus refugiados.
37 Haré temblar a Elam ante sus enemigos mortales, le enviaré calamidades, desataré mi ira contra él y le enviaré la guerra hasta destruirlo por completo. Yo, el Señor, lo afirmo.
38 Pondré mi trono en Elam y haré morir a sus reyes y a sus jefes. Yo, el Señor, lo afirmo.
39 Pero en el futuro cambiaré la suerte de Elam. Yo, el Señor, lo afirmo.”
1 Mensaje acerca de Babilonia, país de los caldeos, que el Señor comunicó por medio del profeta Jeremías:
2 “Anunciad esto, dadlo a conocer entre las naciones. Levantad la señal de anuncio; no ocultéis nada. Decid: ‘¡Babilonia fue tomada! ¡El dios Bel quedó en ridículo, el dios Marduc está lleno de terror! ¡Sus ídolos, sus falsos dioses, quedaron en ridículo y llenos de terror!’
3 Porque del norte avanza contra ella una nación que convertirá su país en un desierto. Nadie, ni hombres ni animales, volverá a vivir allí, pues todos se irán huyendo.”
4 El Señor dice: “En aquel tiempo, la gente de Israel y de Judá vendrá llorando a buscarme a mí, el Señor su Dios.
5 Preguntarán por el camino de Sión, y hacia allá irán, diciendo: ‘Vayamos al Señor, y unámonos con él en un pacto eterno, que no se olvide nunca.’
6 “Mi pueblo era como ovejas perdidas, mal guiadas por sus pastores, que las dejaron perderse en los montes. Iban de uno a otro monte, y hasta olvidaron su redil.
7 Sus enemigos los devoraban al encontrarlos, y decían: ‘No es culpa nuestra, porque ellos pecaron contra el Señor, su pastizal seguro, la esperanza de sus antepasados.’
8 “¡Huid de Babilonia, del país de los caldeos! ¡Salid como guías al frente del rebaño!
9 Pues voy a hacer que un grupo de poderosos pueblos del norte ataque al mismo tiempo a Babilonia. Se alinearán y la conquistarán. Son guerreros expertos que disparan sus flechas sin fallar el tiro.
10 Saquearán a los caldeos; los saquearán hasta hartarse. Yo, el Señor, lo afirmo.
11 “Vosotros, caldeos, que saqueasteis a mi pueblo, ¡alegraos y divertíos! ¡Saltad como una novilla en la hierba! ¡Relinchad como caballos!
12 Pero vuestra patria y vuestra ciudad natal quedarán cubiertas de vergüenza. Será la última de las naciones, un desierto seco y desolado.
13 Porque en mi ira la dejaré sin habitantes, totalmente convertida en un desierto. Todo el que pase por allí quedará espantado al ver el castigo que recibió.
14 “¡A vuestros puestos, arqueros; rodead Babilonia! ¡Disparad contra ella todas vuestras flechas, porque pecó contra mí, contra el Señor!
15 ¡Lanzad gritos de guerra por todas partes! ¡Babilonia ya se rinde! ¡Cayeron las torres, se derrumbaron las murallas! ¡Esta es mi venganza! ¡Vengaos de ella! ¡Haced con ella lo mismo que ella hizo!
16 No dejéis en Babilonia a nadie que siembre o recoja las cosechas. Al ver la guerra destructora, los extranjeros volverán a su patria, cada cual huyendo hacia su tierra.
17 “Israel es como una oveja perdida, perseguida por leones. Primero lo devoró el rey de Asiria; después, Nabucodonosor, rey de Babilonia, le royó los huesos.
18 Por eso yo, el Señor todopoderoso, el Dios de Israel, digo: Voy a castigar al rey de Babilonia y a su país, como hice con el rey de Asiria.
19 Haré que Israel vuelva a su tierra; y como una oveja, tendrá pastos abundantes en el Carmelo, en Basán, en la región montañosa de Efraín y en Galaad.
20 Yo, el Señor, afirmo: En aquel tiempo, Israel y Judá estarán libres de culpas y pecados, porque yo perdonaré a los que deje con vida.
21 “¡Atacad la región de Merataim y a los habitantes de Pecod! ¡Perseguidlos, destruidlos por completo! ¡Cumplid mis órdenes en todo! Yo, el Señor, lo ordeno.”
22 En el país se oye estruendo de batalla, de gran destrucción.
23 ¡Babilonia, el martillo del mundo entero, ha quedado rota, hecha pedazos! ¡Qué horror sienten las naciones al ver lo que le ha pasado a Babilonia!
24 Tú misma, Babilonia, te tendiste una trampa, y sin darte cuenta caíste en ella. Quedaste presa, atrapada, porque te opusiste al Señor.
25 El Señor abrió el depósito de sus armas y sacó las armas de su ira, porque el Señor todopoderoso tiene una tarea que llevar a cabo en la nación de los caldeos.
26 ¡Atacadla por todas partes! ¡Abrid sus graneros! ¡Amontonad a la gente y destruidla! ¡Que no quede nadie con vida!
27 ¡Matad a todos sus soldados, enviadlos al matadero! ¡Ay de ellos! ¡Les llegó su día, la hora de su castigo!
28 (Gente escapada de Babilonia llega a Sión contando cómo el Señor nuestro Dios ha dado su merecido a Babilonia por lo que ella hizo con el templo.)
29 “¡Llamad a todos los arqueros, que ataquen a Babilonia! ¡Acampad alrededor de la ciudad, que nadie escape! ¡Pagadle como merece! ¡Haced con ella lo mismo que ella ha hecho!, porque ha sido insolente conmigo, con el Señor, el Dios Santo de Israel.
30 Por eso, sus jóvenes caerán muertos por las calles, y todos sus guerreros morirán en aquel día. Yo, el Señor, lo afirmo.”
31 El Señor todopoderoso dice: “Nación insolente, yo estoy en contra tuya; ha llegado tu día, la hora de castigarte.
32 Nación insolente, tropezarás y caerás, y nadie te levantará. Prenderé fuego a todas tus ciudades, un fuego que destruirá todos tus contornos.”
33 El Señor todopoderoso dice: “El pueblo de Israel y el pueblo de Judá están sufriendo la opresión. Sus enemigos los tienen presos y no quieren soltarlos.
34 Pero su redentor es fuerte y se llama el Señor todopoderoso. Él se encargará de hacerles justicia; traerá paz al país y terror a los habitantes de Babilonia.”
35 El Señor dice: “¡Guerra a Babilonia y sus habitantes! ¡A sus jefes y sus sabios!
36 ¡Guerra a sus adivinos: que se vuelvan locos!
37 ¡Guerra a sus soldados: que tiemblen de miedo! ¡Guerra a sus caballos y sus carros! ¡Guerra a sus soldados mercenarios: que se vuelvan como mujeres! ¡Guerra a sus tesoros: que se los roben!
38 ¡Guerra a sus ríos: que se sequen! Porque Babilonia es un país de ídolos horribles, y por ellos ha perdido el sentido.
39 “Por eso, en Babilonia harán sus guaridas los gatos monteses y los chacales, y allí vivirán los avestruces. Jamás en todos los siglos venideros volverá a ser habitada.
40 Quedará como Sodoma y Gomorra y las ciudades vecinas, cuando fueron destruidas. Nadie volverá a vivir allí, ni siquiera de paso. Yo, el Señor, lo afirmo.
41 “Desde lejanas tierras del norte, una nación poderosa y numerosos reyes se preparan a venir.
42 Están armados de arcos y lanzas; son crueles, no tienen compasión, sus gritos son como el estruendo del mar y van montados a caballo. Están listos para la batalla contra Babilonia.
43 El rey de Babilonia, al saber esta noticia, se ha quedado paralizado de miedo, y siente angustia y dolor como mujer de parto.
44 “Vendré repentinamente, como un león que sale de los matorrales del Jordán y se lanza a los lugares donde siempre hay pastos frescos. Haré huir de ahí a los de Babilonia, y haré que gobierne la persona que yo escoja. Pues ¿quién puede compararse a mí? ¿Quién puede desafiarme? ¿Qué pastor me puede hacer frente?
45 Escuchad el plan que yo, el Señor, he preparado contra Babilonia; el proyecto que he dispuesto contra el país de los caldeos: Se llevarán hasta los corderos más pequeños, y las mismas praderas serán también destrozadas.
46 La caída de Babilonia hará tanto ruido, que la tierra temblará, y sus gritos se oirán en las demás naciones.”
1 El Señor dice: “Voy a enviar un viento destructor contra Babilonia y los caldeos.
2 Haré que sus enemigos traten a Babilonia como a trigo que se avienta; haré que dejen sin habitantes su territorio. Cuando llegue el día del desastre, la atacarán por todas partes.
3 ¡Que preparen sus arcos los arqueros! ¡Que se pongan las corazas! ¡No tengáis compasión de los jóvenes de Babilonia; destruid su ejército por completo!
4 Por todo el país de los caldeos la gente quedará tendida por las calles,
5 pues aunque Israel y Judá han pecado contra mí y han llenado de pecado su país, yo, el Señor todopoderoso, el Dios Santo de Israel, aún no los he abandonado.
6 “¡Huid de Babilonia! ¡Sálvese quien pueda! ¡No muráis por causa de su pecado! Esta es la hora de mi venganza y le pagaré como merece.
7 Babilonia era en mi mano una copa de oro que embriagaba a todo el mundo; las naciones bebían ese vino y perdían el sentido;
8 pero, de pronto, cayó Babilonia hecha pedazos. ¡Echaos a llorar por ella! Traed remedios para sus heridas, a ver si se cura.”
9 Ya le pusimos remedios a Babilonia, pero no se curó. ¡Dejadla! Vámonos de aquí, cada uno a su patria, pues su crimen llega hasta el cielo, se levanta hasta las nubes.
10 El Señor hizo triunfar nuestro derecho. Venid, vamos a contar en Sión lo que ha hecho el Señor nuestro Dios.
11 El Señor quiere destruir Babilonia, y ha despertado en los reyes de Media el mismo sentimiento. ¡Ésa es la venganza del Señor, por lo que hicieron con su templo! ¡Preparad las flechas! ¡Sujetad los escudos!
12 ¡Dad la señal de atacar los muros de Babilonia! ¡Reforzad la guardia! ¡Poned centinelas! ¡Tended emboscadas! Porque el Señor preparó y llevó a cabo los planes que había anunciado contra los habitantes de Babilonia.
13 Tú, Babilonia, que estás junto a grandes ríos y tienes grandes riquezas, ¡ya te ha llegado el fin, el término de tu existencia!
14 El Señor todopoderoso ha jurado por su vida: “¡Te llenaré de enemigos como de langostas, y ellos cantarán victoria sobre ti!”
15 El Señor, con su poder, hizo la tierra; con su sabiduría afirmó el mundo; con su inteligencia extendió el cielo.
16 Con voz de trueno hace rugir el agua en el cielo, hace subir las nubes desde el extremo de la tierra, hace brillar los relámpagos en medio de la lluvia y saca el viento de donde lo tiene guardado.
17 Necio e ignorante es todo hombre. Los ídolos defraudan al que los fabrica: son imágenes engañosas y sin vida;
18 son objetos sin valor, ridículos, que el Señor, en el juicio, destruirá.
19 ¡Qué diferente es el Dios de Jacob, creador de todo lo que existe! Él escogió a Israel como su propiedad. El Señor todopoderoso: este es su nombre.
20 “¡Babilonia, tú eres mi mazo, mi arma de guerra! Contigo destrozo naciones y destruyo reinos.
21 Contigo destrozo caballos y jinetes, carros y cocheros.
22 Contigo destrozo hombres y mujeres, ancianos y jóvenes, muchachos y muchachas.
23 Contigo destrozo pastores y rebaños, labradores y bueyes, gobernadores y funcionarios.
24 “Pero ante vuestros propios ojos pagaré a Babilonia y a todos los caldeos como merecen, por el mal que hicieron a Sión. Yo, el Señor lo afirmo.
25 Yo estoy en contra tuya, montaña destructora, que destruyes toda la tierra. Yo, el Señor, lo afirmo. Levantaré la mano para castigarte, te haré rodar desde los peñascos y te convertiré en un cerro quemado.
26 Ninguna de las piedras de tus ruinas servirá para construir edificios. Serás un desierto para siempre. Yo, el Señor, lo afirmo.
27 “¡Dad en el país la señal de ataque! ¡Tocad la trompeta y preparad a las naciones para atacar a Babilonia! ¡Levantad contra ella a los reinos de Ararat, de Miní y de Asquenaz! ¡Nombrad un general que dirija la batalla! ¡Haced avanzar la caballería como langostas furiosas!
28 Preparad a las naciones para atacarla; preparad a los reyes de Media, a sus gobernadores y funcionarios y toda la tierra que dominan.”
29 La tierra tiembla y se estremece, porque el Señor está cumpliendo sus planes de convertir Babilonia en un horrible desierto.
30 Los soldados babilonios dejaron de luchar, se quedaron en sus fortalezas; sus fuerzas se agotaron y hasta parecían mujeres. Sus ciudades fueron invadidas y sus casas incendiadas.
31 Uno tras otro corren los mensajeros a anunciar al rey de Babilonia que su ciudad fue conquistada por completo.
32 El enemigo ocupó los pasos de los ríos, incendió los puestos de defensa y los soldados se llenaron de terror.
33 Porque el Señor todopoderoso, el Dios de Israel, dice: “¡Babilonia es como una era pisoteada en el tiempo de la trilla, y muy pronto va a llegarle el tiempo de la cosecha!”
34 Dice Jerusalén, la ciudad de Sión: “Nabucodonosor, el rey de Babilonia, me hizo pedazos y me devoró; me dejó como un plato vacío. Como un monstruo del mar, me tragó; se hartó con lo que más le gustaba de mí, y tiró el resto. ¡Que pague Babilonia por la violencia que me hizo! ¡Que paguen los caldeos por la gente que me mataron!”
35
36 El Señor dice: “Yo te voy a hacer justicia, me voy a vengar de tus enemigos. Voy a dejar completamente secos el río y los manantiales de Babilonia,
37 que quedará convertida en un montón de ruinas, en guarida de chacales, en un lugar inhabitable que a todos causará espanto y horror.
38 Todos ellos rugirán como leones y gruñirán como cachorros.
39 Cuando ardan de calor, yo les serviré bebidas que los embriaguen y les hagan perder el sentido. Así caerán en un sueño eterno del que no despertarán. Yo, el Señor, lo afirmo.
40 Luego los llevaré al matadero, como se lleva a los corderos, a los chivos y a los carneros.”
41 ¡Babilonia, la ciudad famosa en todo el mundo, ha caído, ha sido conquistada! ¡Cómo se espantan las naciones al verla!
42 El mar inundó Babilonia, la cubrió con sus grandes olas.
43 Sus ciudades se convirtieron en horrible desierto, en tierra seca y desolada donde nadie vive, por donde nadie pasa.
44 “Castigaré al dios Bel en Babilonia, le haré vomitar lo que se había tragado y no volverán las naciones a acudir a él. ¡Ya cayeron las murallas de Babilonia!
45 Pueblo mío, sal de ahí, y que cada cual salve su vida de mi ardiente ira.
46 No os asustéis, no tengáis miedo de los rumores que corren por el país. Cada año correrán rumores diferentes, rumores de violencia en el país y de luchas entre gobernantes.
47 Así pues, vendrá el día en que castigaré a los ídolos de Babilonia. Todo el país quedará humillado y cubierto de cadáveres.
48 El cielo y la tierra y todo lo que existe se alegrarán cuando caiga Babilonia, cuando vengan del norte sus destructores. Yo, el Señor, lo afirmo.
49 Sí, Babilonia ha de caer por los muertos que le causó a Israel y por los muertos que causó en todo el mundo.”
50 Vosotros, los que escapasteis de la matanza, huid sin parar; pero aun cuando estéis lejos, pensad en el Señor y acordaos de Jerusalén.
51 Vosotros decís: “Sentimos vergüenza al oir cómo nos insultan. La deshonra cubre nuestros rostros porque gente extranjera ha entrado hasta los lugares más santos del templo.”
52 Pero el Señor afirma: “Viene el día en que castigaré a los ídolos de Babilonia, y en todo su territorio gemirán los heridos.
53 Y aunque Babilonia suba hasta el cielo para poner bien alta su fortaleza, aun allí le enviaré enemigos que la destruyan. Yo, el Señor, lo afirmo.”
54 Desde Babilonia llegan gritos de dolor, desde el país de los caldeos llega un gran ruido.
55 Es el Señor, que destruye a Babilonia y pone fin a su bullicio. Los enemigos, como olas rugientes, caerán sobre ella con gran estruendo.
56 Vinieron a destruir Babilonia; ya capturaron a sus guerreros y les hicieron pedazos sus arcos. Porque el Señor es un Dios que a cada cual da lo que merece.
57 El Rey, el Señor todopoderoso, afirma: “Emborracharé a los jefes de Babilonia, a sus sabios y gobernadores, y a sus funcionarios y soldados, y caerán en un sueño eterno del que no despertarán.
58 Yo, el Señor todopoderoso, digo: Las anchas murallas de Babilonia serán derribadas por entero, y sus enormes puertas serán incendiadas. Inútilmente habrán trabajado las naciones, pues sus fatigas terminarán en el fuego.”
59 En el año cuarto del gobierno de Sedequías, rey de Judá, el profeta Jeremías dio un encargo a Seraías, hijo de Nerías y nieto de Maaseías. Seraías acompañaba al rey Sedequías en su viaje a Babilonia, como encargado de arreglar el hospedaje del rey.
60 Jeremías había escrito en un libro su mensaje acerca de todas las calamidades que habrían de venir sobre Babilonia, es decir, todo lo escrito acerca de ella,
61 y dijo a Seraías: “Cuando llegues a Babilonia, asegúrate de leer todo este mensaje.
62 Luego dirás: ‘Señor, tú has dicho que destruirás este lugar, de manera que nadie vuelva a vivir aquí, ni hombres ni animales, porque lo vas a convertir en un desierto para siempre.’
63 Y después de que termines de leer este libro, átale una piedra, arrójalo al río Éufrates
64 y di: ‘Así se hundirá Babilonia, y no se volverá a levantar del desastre que el Señor le va a enviar.’ ” Aquí terminan las palabras de Jeremías.
1 Sedequías tenía veintiún años cuando comenzó a reinar, y reinó en Jerusalén once años. Su madre se llamaba Hamutal, hija de Jeremías, y era de Libná.
2 Pero sus hechos fueron malos a los ojos del Señor, igual que los de Joaquim.
3 Por eso el Señor se enojó con Jerusalén y con Judá, y los echó de su presencia. Después Sedequías se rebeló contra el rey de Babilonia.
4 El día diez del mes décimo del año noveno del reinado de Sedequías, el rey Nabucodonosor marchó con todo su ejército contra Jerusalén, y la sitió. Acampó frente a ella, y a su alrededor construyó rampas para atacarla.
5 La ciudad estuvo sitiada hasta el año once del reinado de Sedequías.
6 El día nueve del mes cuarto de aquel año aumentó el hambre en la ciudad, y la gente no tenía ya nada que comer.
7 Entonces hicieron un boquete en las murallas de la ciudad, y aunque los caldeos la tenían sitiada, el rey y todos los soldados huyeron de la ciudad durante la noche. Salieron por la puerta situada entre las dos murallas, por el camino de los jardines reales, y tomaron el camino del valle del Jordán.
8 Pero los soldados caldeos persiguieron al rey Sedequías y lo alcanzaron en la llanura de Jericó. Todo su ejército lo abandonó y se dispersó.
9 Los caldeos capturaron al rey y lo llevaron ante el rey de Babilonia, que estaba en Riblá, en el territorio de Hamat. Allí Nabucodonosor dictó sentencia contra Sedequías,
10 y en presencia de este mandó degollar a sus hijos y a todos los nobles de Judá.
11 En cuanto a Sedequías, mandó que le sacaran los ojos y que lo encadenaran para llevarlo a Babilonia, donde estuvo preso hasta que murió.
12 El día diez del mes quinto del año diecinueve del reinado de Nabucodonosor, rey de Babilonia, Nebuzaradán, ministro del rey y comandante de la guardia real, llegó a Jerusalén
13 e incendió el templo, el palacio real y todas las casas de la ciudad, especialmente las casas de todos los personajes notables;
14 y el ejército caldeo que le acompañaba derribó las murallas que rodeaban Jerusalén.
15 Luego Nebuzaradán llevó desterrados a Babilonia tanto a los que aún quedaban en la ciudad como a los que se habían puesto del lado del rey de Babilonia, y al resto de los artesanos.
16 Solo dejó a algunos de entre la gente más pobre, para que cultivasen los viñedos y los campos.
17 Los caldeos hicieron pedazos los objetos de bronce que había en el templo: las columnas, las bases y la enorme pila para el agua, y se llevaron todo el bronce a Babilonia.
18 También se llevaron los ceniceros, las palas, las tenazas, los tazones, los cucharones y todos los utensilios de bronce para el culto.
19 Igualmente, el comandante de la guardia se llevó todos los objetos de oro y plata: las palanganas, los braseros, los tazones, los ceniceros, los candelabros, los cucharones y las copas para las ofrendas de vino.
20 Por lo que se refiere a las dos columnas, la enorme pila para el agua con los doce toros de bronce que la sostenían y las bases que el rey Salomón había mandado hacer para el templo, su peso no podía calcularse.
21 Cada columna tenía más de ocho metros de altura y unos cinco metros y medio de circunferencia; eran huecas por dentro, y el grosor del bronce era de siete centímetros.
22 Cada columna tenía en su parte superior un capitel de bronce de más de dos metros de altura, alrededor del cual había una rejilla toda de bronce, adornada con granadas. Las dos columnas eran iguales.
23 En la rejilla de cada capitel había cien granadas, de las que noventa y seis estaban a la vista.
24 El comandante de la guardia apresó también a Seraías, sumo sacerdote, a Sofonías, sacerdote que le seguía en dignidad, y a los tres guardianes del umbral del templo.
25 De la gente de la ciudad apresó al oficial que mandaba las tropas, a siete hombres del servicio personal del rey que se encontraron en la ciudad, al funcionario militar que reclutaba hombres para el ejército y a sesenta ciudadanos notables que estaban en la ciudad.
26 Nebuzaradán llevó a todos estos ante el rey de Babilonia, que estaba en Riblá, en el territorio de Hamat. Allí el rey de Babilonia mandó que los mataran. Así pues, el pueblo de Judá fue desterrado de su país.
27
28 Este es el número de personas que fueron desterradas por Nabucodonosor: a los siete años de su reinado desterró a tres mil veintitrés personas de Judá;
29 en el año dieciocho desterró a ochocientas treinta y dos de Jerusalén,
30 y en el año veintitrés de Nabucodonosor, Nebuzaradán, comandante de la guardia, llevó al destierro a setecientas cuarenta y cinco de Judá. Fueron, pues, en total, cuatro mil seiscientas las personas desterradas.
31 El día veinticinco del mes doce del año treinta y siete del destierro del rey Joaquín de Judá, comenzó a reinar Evil-merodac en Babilonia. Este rey se mostró bondadoso con Joaquín: lo sacó de la cárcel,
32 lo trató bien y le dio preferencia sobre los otros reyes que estaban con él en Babilonia.
33 De esta manera, Joaquín pudo quitarse la ropa que usaba en la prisión y comer con el rey por el resto de su vida.
34 Además, durante toda su vida, hasta que murió, Joaquín recibió una pensión diaria de parte del rey de Babilonia.