1

1 En el comienzo de todo, Dios creó el cielo y la tierra.

2 La tierra no tenía entonces forma alguna; todo era un mar profundo cubierto de oscuridad, y el espíritu de Dios se movía sobre las aguas.

3 Dios dijo: “¡Haya luz!” Y hubo luz.

4 Al ver Dios que la luz era buena, la separó de la oscuridad

5 y la llamó “día”, y a la oscuridad la llamó “noche”. De este modo se completó el primer día.

6 Después Dios dijo: “Haya una bóveda que separe las aguas, para que queden separadas.” Y así fue.

7 Dios hizo una bóveda que separó las aguas: una parte de ellas quedó debajo de la bóveda y otra parte quedó encima.

8 A la bóveda la llamó “cielo”. De este modo se completó el segundo día.

9 Entonces Dios dijo: “Júntense en un solo lugar las aguas que están debajo del cielo, para que aparezca lo seco.” Y así fue.

10 A lo seco, Dios lo llamó “tierra”, y a las aguas que se habían juntado las llamó “mar”. Al ver Dios que todo estaba bien,

11 dijo: “Produzca la tierra toda clase de plantas: hierbas que den semilla y árboles que den fruto.” Y así fue.

12 La tierra produjo toda clase de plantas: hierbas que dan semilla y árboles que dan fruto. Y Dios vio que todo estaba bien.

13 De este modo se completó el tercer día.

14 Entonces Dios dijo: “Haya lumbreras en la bóveda celeste, que alumbren la tierra y separen el día de la noche, y que sirvan también para señalar los días, los años y las fechas especiales.” Y así fue.

15

16 Dios hizo las dos lumbreras: la grande para alumbrar de día y la pequeña para alumbrar de noche. También hizo las estrellas.

17 Y puso Dios las lumbreras en la bóveda celeste para alumbrar la tierra

18 de día y de noche, y para separar la luz de la oscuridad, y vio que todo estaba bien.

19 De este modo se completó el cuarto día.

20 Luego Dios dijo: “Produzca el agua toda clase de seres vivos, y haya también aves que vuelen sobre la tierra.” Y así fue.

21 Dios creó los grandes monstruos del mar, y todos los seres que el agua produce y que viven en ella, y las aves. Y al ver Dios que todo estaba bien,

22 bendijo a los seres que había hecho. Les dijo: “Tened muchas crías y llenad los mares, y haya muchas aves en el mundo.”

23 De este modo se completó el quinto día.

24 Entonces Dios dijo: “Produzca la tierra toda clase de animales domésticos y salvajes, y los que se arrastran por el suelo.” Y así fue.

25 Dios hizo estos animales y vio que todo estaba bien.

26 Entonces dijo: “Ahora hagamos al hombre. Será semejante a nosotros, y tendrá poder sobre los peces, las aves, los animales domésticos y los salvajes, y sobre los que se arrastran por el suelo.”

27 Cuando Dios creó al hombre, lo creó semejante a Dios mismo. Hombre y mujer los creó,

28 y les dio su bendición: “Tened muchos, muchos hijos; llenad el mundo y gobernadlo; dominad sobre los peces, las aves y todos los animales que se arrastran.”

29 Después les dijo: “Mirad, yo os doy todas las plantas de la tierra que producen semilla, y todos los árboles que dan fruto. Todo eso os servirá de alimento.

30 Pero a los animales salvajes, a los que se arrastran por el suelo y a las aves, les doy la hierba como alimento.” Así fue,

31 y Dios vio que todo lo que había hecho estaba muy bien. De este modo se completó el sexto día.

2

1 El cielo y la tierra, y todo lo que hay en ellos, quedaron terminados.

2 El séptimo día terminó Dios lo que había hecho, y descansó.

3 Entonces bendijo el séptimo día y lo declaró día sagrado, porque en ese día descansó de todo su trabajo de creación.

4 Esta es la historia de la creación del cielo y de la tierra. Cuando Dios el Señor hizo el cielo y la tierra,

5 aún no había plantas ni había brotado la hierba, porque Dios el Señor todavía no había hecho llover sobre la tierra, ni había nadie que la trabajara.

6 Sin embargo, de la tierra salía agua que la regaba completamente.

7 Entonces Dios el Señor formó al hombre, de la tierra misma, sopló en su nariz y le dio vida. Así el hombre comenzó a vivir.

8 Después Dios el Señor plantó un jardín en la región de Edén, en el oriente, y puso allí al hombre que había formado.

9 Hizo crecer también toda clase de árboles hermosos que daban fruto bueno para comer. Y en medio del jardín puso también el árbol de la vida y el árbol del conocimiento del bien y del mal.

10 En Edén nacía un río que regaba el jardín, y que de allí se dividía en cuatro brazos.

11 El primero se llamaba Pisón, y es el que rodea toda la región de Havilá, donde hay oro.

12 El oro de esa región es fino, y también hay allí resina fina y piedra de ónice.

13 El segundo río se llamaba Gihón, y es el que rodea toda la región de Cus.

14 El tercero era el río Tigris, que es el que pasa al oriente de Asiria. Y el cuarto era el río Éufrates.

15 Cuando Dios el Señor puso al hombre en el jardín de Edén para que lo cultivara y lo cuidara,

16 le dio esta orden: “Puedes comer del fruto de todos los árboles del jardín,

17 menos del árbol del bien y del mal. No comas del fruto de ese árbol, porque si lo comes, ciertamente morirás.”

18 Luego, Dios el Señor dijo: “No es bueno que el hombre esté solo. Le voy a hacer alguien que sea una ayuda adecuada para él.”

19 Y Dios el Señor formó de la tierra todos los animales y todas las aves, y se los llevó al hombre para que les pusiera nombre. El hombre puso nombre a todos los animales domésticos, a todas las aves y a todos los animales salvajes, y ese nombre les quedó. Sin embargo, ninguno de ellos resultó ser la ayuda adecuada para él.

20

21 Entonces Dios el Señor hizo caer al hombre en un sueño profundo y, mientras dormía, le sacó una de las costillas y le cerró otra vez la carne.

22 De esa costilla, Dios el Señor hizo una mujer, y se la presentó al hombre,

23 que al verla dijo: “¡Esta sí que es de mi propia carne y de mis propios huesos! Se va a llamar ‘mujer’, porque Dios la sacó del hombre.”

24 Por eso el hombre deja a su padre y a su madre para unirse a su esposa, y los dos llegan a ser como una sola persona.

25 Tanto el hombre como su mujer estaban desnudos, pero ninguno de los dos sentía vergüenza de verse así.

3

1 La serpiente, que era la más astuta de todos los animales salvajes que Dios el Señor había creado, preguntó a la mujer: –¿Así que Dios os ha dicho que no comáis del fruto de ningún árbol del jardín?

2 La mujer le contestó: –Podemos comer del fruto de cualquier árbol,

3 menos del árbol que está en medio del jardín. Dios nos ha dicho que no debemos comer ni tocar el fruto de ese árbol, porque si lo hacemos, moriremos.

4 Pero la serpiente dijo a la mujer: –No es cierto. No moriréis.

5 Dios sabe muy bien que cuando comáis del fruto de ese árbol podréis saber lo que es bueno y lo que es malo, y que entonces seréis como Dios.

6 La mujer vio que el fruto del árbol era hermoso, y le dieron ganas de comerlo y de llegar a tener entendimiento. Así que tomó uno de los frutos y se lo comió. Luego le dio a su esposo, y él también comió.

7 En aquel momento se les abrieron los ojos, y los dos se dieron cuenta de que estaban desnudos. Entonces cosieron hojas de higuera y se cubrieron con ellas.

8 El hombre y su mujer oyeron que Dios el Señor andaba por el jardín a la hora en que sopla el viento de la tarde, y corrieron a esconderse de Dios entre los árboles del jardín.

9 Pero Dios el Señor llamó al hombre y le preguntó: –¿Dónde estás?

10 El hombre contestó: –Oí que andabas por el jardín, y tuve miedo porque estoy desnudo. Por eso me escondí.

11 Entonces Dios le preguntó: –¿Y quién te ha dicho que estás desnudo? ¿Acaso has comido del fruto del árbol del que te dije que no comieras?

12 El hombre contestó: –La mujer que me diste por compañera me dio de ese fruto, y yo lo comí.

13 Entonces Dios el Señor preguntó a la mujer: –¿Por qué lo hiciste? Ella respondió: –La serpiente me engañó, y por eso comí del fruto.

14 Entonces Dios el Señor dijo a la serpiente: –Por esto que has hecho, maldita serás entre todos los demás animales. De hoy en adelante andarás arrastrándote, y comerás tierra.

15 Haré que tú y la mujer seáis enemigas, lo mismo que tu descendencia y su descendencia. Su descendencia te aplastará la cabeza, y tú le morderás el talón.

16 A la mujer le dijo: –Aumentaré tus dolores cuando tengas hijos, y con dolor los darás a luz. Pero tu deseo te llevará a tu marido, y él tendrá autoridad sobre ti.

17 Al hombre le dijo: –Como hiciste caso a tu mujer y comiste del fruto del árbol del que te dije que no comieras, ahora la tierra va a estar bajo maldición por tu culpa; con duro trabajo la harás producir tu alimento durante toda tu vida.

18 La tierra te dará espinos y cardos, y tendrás que comer plantas silvestres.

19 Te ganarás el pan con el sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la misma tierra de la cual fuiste formado, pues tierra eres y en tierra te convertirás.

20 El hombre llamó Eva a su mujer, pues ella fue la madre de todos los que viven.

21 Dios el Señor hizo vestidos de pieles de animales para que el hombre y su mujer se cubrieran,

22 y dijo: “Ahora el hombre se ha vuelto como uno de nosotros, pues sabe lo que es bueno y lo que es malo. No vaya a tomar también del fruto del árbol de la vida, y lo coma y viva para siempre.”

23 Por eso, Dios el Señor sacó al hombre del jardín de Edén y lo puso a trabajar la tierra de la cual había sido formado.

24 Después de haber sacado al hombre, puso al oriente del jardín unos seres alados y una espada ardiendo que se revolvía hacia todas partes, para evitar que nadie llegara al árbol de la vida.

4

1 El hombre se unió con su esposa Eva, que quedó embarazada y dio a luz a su hijo Caín. Y dijo: “Ya tengo un hijo varón. El Señor me lo ha dado.”

2 Después dio a luz a Abel, hermano de Caín. Abel se dedicó a criar ovejas, y Caín se dedicó a cultivar la tierra.

3 Pasó el tiempo, y un día Caín llevó al Señor una ofrenda del producto de su cosecha.

4 También Abel llevó al Señor las primeras y mejores crías de sus ovejas. El Señor miró con agrado a Abel y a su ofrenda,

5 pero no miró así a Caín y a su ofrenda, por lo que Caín se irritó mucho y torció el gesto.

6 Entonces el Señor le dijo: “¿Por qué te has irritado y has torcido el gesto?

7 Si hicieras lo bueno, podrías levantar la cara; pero como no lo haces, el pecado está esperando el momento de dominarte. Sin embargo, tú puedes dominarlo a él.”

8 Un día, Caín invitó a su hermano Abel a dar un paseo, y cuando los dos estaban ya en el campo, Caín atacó a su hermano Abel y lo mató.

9 Entonces el Señor preguntó a Caín: –¿Dónde está tu hermano Abel? Caín contestó: –No lo sé. ¿Acaso es mi obligación cuidar de él?

10 El Señor le dijo: –¿Por qué has hecho esto? La sangre de tu hermano, que has derramado en la tierra, me pide a gritos que haga justicia.

11 Por eso, quedarás maldito y expulsado de la tierra que se ha bebido la sangre de tu hermano, a quien tú mataste.

12 Aunque trabajes la tierra, no volverá a darte sus frutos. Andarás vagando por el mundo, sin poder descansar jamás.

13 Entonces Caín respondió al Señor: –Yo no puedo soportar un castigo tan grande.

14 Hoy me has echado fuera de esta tierra, y tendré que vagar por el mundo lejos de tu presencia, sin poder descansar jamás. Y así, cualquiera que me encuentre me matará.

15 Pero el Señor le contestó: –Pues si alguien te mata, será castigado siete veces. Entonces el Señor puso una señal en Caín, para que no lo matase cualquiera que lo encontrara.

16 Caín se fue del lugar donde había estado hablando con el Señor, y se quedó a vivir en la región de Nod, que está al oriente de Edén.

17 Caín se unió con su mujer, que quedó embarazada y dio a luz a Henoc. Luego Caín fundó una ciudad, a la que puso por nombre Henoc, como a su hijo.

18 Henoc fue el padre de Irad, Irad fue el padre de Mehujael, Mehujael fue el padre de Metusael, y Metusael fue el padre de Lámec.

19 Lámec tuvo dos esposas: una de ellas se llamaba Adá, y la otra se llamaba Silá.

20 Adá dio a luz a Jabal, de quien descienden los que viven en tiendas de campaña y crían ganado.

21 Jabal tuvo un hermano llamado Jubal, de quien descienden todos los que tocan el arpa y la flauta.

22 Por su parte, Silá dio a luz a Tubal-caín, que fue herrero y hacía objetos de bronce y de hierro. Tubal-caín tuvo una hermana que se llamaba Naamá.

23 Un día, Lámec dijo a sus esposas Adá y Silá: “Escuchad bien lo que os digo: He matado a un hombre por herirme y a un muchacho por golpearme.

24 Si a Caín le vengarán siete veces, a mí tendrán que vengarme setenta y siete veces.”

25 Adán volvió a unirse con su esposa, que tuvo un hijo al que llamó Set, pues dijo: “Dios me ha dado otro hijo en lugar de Abel, al que Caín mató.”

26 También Set tuvo un hijo, al que llamó Enós. Desde entonces se comenzó a invocar el nombre del Señor.

5

1 Esta es la lista de los descendientes de Adán. Cuando Dios creó al hombre, lo hizo semejante a Dios mismo;

2 los creó hombre y mujer, y les dio su bendición. El día en que fueron creados, Dios dijo: “Se llamarán hombres.”

3 Adán tenía ciento treinta años cuando nació su hijo, al que llamó Set, y que se le parecía en todo.

4 Después de esto, Adán vivió ochocientos años más, y tuvo otros hijos e hijas;

5 así que vivió novecientos treinta años en total. A esa edad murió.

6 Set tenía ciento cinco años cuando nació su hijo Enós.

7 Después de esto, Set vivió ochocientos siete años más, y tuvo otros hijos e hijas;

8 así que vivió novecientos doce años en total. A esa edad murió.

9 Enós tenía noventa años cuando nació su hijo Cainán.

10 Después de esto, Enós vivió ochocientos quince años más, y tuvo otros hijos e hijas;

11 así que vivió novecientos cinco años en total. A esa edad murió.

12 Cainán tenía setenta años cuando nació su hijo Mahalalel.

13 Después de esto, Cainán vivió ochocientos cuarenta años más, y tuvo otros hijos e hijas;

14 así que vivió novecientos diez años en total. A esa edad murió.

15 Mahalalel tenía sesenta y cinco años cuando nació su hijo Jéred.

16 Después de esto, Mahalalel vivió ochocientos treinta años más, y tuvo otros hijos e hijas;

17 así que vivió ochocientos noventa y cinco años en total. A esa edad murió.

18 Jéred tenía ciento sesenta y dos años cuando nació su hijo Henoc.

19 Después de esto, Jéred vivió ochocientos años más, y tuvo otros hijos e hijas;

20 así que vivió novecientos sesenta y dos años en total. A esa edad murió.

21 Henoc tenía sesenta y cinco años de edad cuando nació su hijo Matusalén.

22 Henoc vivió de acuerdo con la voluntad de Dios. Después de nacer Matusalén, Henoc vivió trescientos años más, y tuvo otros hijos e hijas;

23 así que vivió trescientos sesenta y cinco años en total.

24 Como Henoc vivió de acuerdo con la voluntad de Dios, un día desapareció porque Dios se lo llevó.

25 Matusalén tenía ciento ochenta y siete años cuando nació su hijo Lámec.

26 Después de esto, Matusalén vivió setecientos ochenta y dos años más, y tuvo otros hijos e hijas;

27 así que vivió novecientos sesenta y nueve años en total. A esa edad murió.

28 Lámec tenía ciento ochenta y dos años cuando le nació un hijo

29 al que llamó Noé, porque dijo: “El Señor maldijo la tierra, y tenemos que trabajar mucho para cultivarla; pero este niño nos hará descansar.”

30 Después de nacer Noé, Lámec vivió quinientos noventa y cinco años más, y tuvo otros hijos e hijas;

31 así que vivió setecientos setenta y siete años en total. A esa edad murió.

32 Noé tenía ya quinientos años cuando nacieron sus hijos Sem, Cam y Jafet.

6

1 Cuando los hombres comenzaron a poblar la tierra y tuvieron hijas,

2 los hijos de Dios vieron que aquellas mujeres eran hermosas. Entonces escogieron entre todas ellas, y se casaron con las que quisieron.

3 Pero el Señor dijo: “No voy a dejar que el hombre viva para siempre, porque él no es más que carne. Así que vivirá solamente ciento veinte años.”

4 Los gigantes aparecieron en la tierra cuando los hijos de Dios se unieron con las hijas de los hombres para tener hijos con ellas, y también después. Ellos fueron los famosos héroes de los tiempos antiguos.

5 El Señor vio que era demasiada la maldad del hombre en la tierra, y que siempre estaba pensando en hacer lo malo;

6 y le pesó haber hecho al hombre. Con mucho dolor

7 dijo: “Voy a borrar de la tierra al hombre que he creado, y también a todos los animales domésticos, y a los que se arrastran, y a las aves. ¡Me pesa haberlos hecho!”

8 Sin embargo, el Señor miraba a Noé con buenos ojos.

9 Esta es la historia de Noé. Noé era un hombre justo y bueno, que siempre obedecía a Dios. Entre los hombres de su tiempo, tan sólo él vivía de acuerdo con la voluntad de Dios.

10 Noé tuvo tres hijos, que fueron Sem, Cam y Jafet.

11 Delante de Dios, la tierra estaba llena de maldad y violencia,

12 pues toda la gente se había pervertido. Al ver Dios que era tanta la maldad en la tierra,

13 dijo a Noé: “He decidido terminar con toda la gente. Por su culpa hay mucha violencia en el mundo, así que voy a destruirla, y al mundo entero.

14 Construye un arca de madera resinosa, y haz cámaras en ella; y cubre con brea todas las rendijas del arca, por dentro y por fuera, para que no le entre agua.

15 Haz el arca de estas medidas: ciento treinta y cinco metros de largo, veintidós metros y medio de ancho, y trece metros y medio de alto.

16 Hazla de tres pisos, con una ventana como a medio metro del techo, y con una puerta a uno de los lados.

17 Yo voy a mandar un diluvio que inundará la tierra y destruirá todo lo que tiene vida en todas partes del mundo. Todo lo que hay en la tierra, morirá.

18 Pero contigo estableceré mi pacto, y en el arca entrarás tú con tus hijos, tu esposa y tus nueras.

19 También llevarás al arca un macho y una hembra de todos los animales que hay en el mundo, para que queden con vida igual que tú.

20 Contigo entrarán en el arca dos animales de cada clase: tanto de las aves y animales domésticos, como de los que se arrastran por el suelo, para que puedan seguir viviendo.

21 Junta además toda clase de alimentos y guárdalos, para que tú y los animales tengáis qué comer.”

22 Y Noé lo hizo todo tal como Dios se lo había ordenado.

7

1 Después el Señor dijo a Noé: “Entre toda la gente de este tiempo, solamente tú vives de acuerdo con mi voluntad. Por lo tanto, entra tú en el arca junto con tu familia.

2 Toma siete machos y siete hembras de todo animal puro, pero solo un macho y una hembra de los impuros.

3 Toma también siete parejas de cada clase de aves, para que se conserve su especie en el mundo,

4 porque dentro de siete días haré que llueva durante cuarenta días y cuarenta noches. ¡Voy a borrar de la tierra todo lo que vive, y que yo he creado!”

5 Y Noé lo hizo todo tal como el Señor se lo había ordenado.

6 Cuando el diluvio inundó la tierra, Noé tenía seiscientos años.

7 Y entró Noé en el arca junto con sus hijos, su esposa y sus nueras, para protegerse del diluvio.

8 Los animales puros e impuros, los que vuelan y los que se arrastran,

9 entraron con Noé en el arca, de dos en dos, macho y hembra, como Dios se lo había ordenado.

10 A los siete días, el diluvio comenzó a inundar la tierra.

11 Era el día diecisiete del mes segundo. Noé tenía entonces seiscientos años. Precisamente en ese día se reventaron abajo las fuentes del gran mar, y se abrieron arriba las compuertas del cielo.

12 Cuarenta días y cuarenta noches estuvo lloviendo sobre la tierra.

13 Aquel mismo día entró Noé en el arca con sus hijos Sem, Cam y Jafet, y con su esposa y sus tres nueras.

14 Con ellos entraron toda clase de animales salvajes y domésticos, y toda clase de animales que se arrastran, y de aves.

15 Todos los animales entraron con Noé en el arca, de dos en dos.

16 Entraron un macho y una hembra de cada clase, tal como Dios se lo había ordenado a Noé, y después el Señor cerró la puerta del arca.

17 El diluvio duró cuarenta días. Al subir el agua, el arca se levantó del suelo y comenzó a flotar.

18 El agua seguía subiendo más y más, pero el arca seguía flotando.

19 Tanto subió el agua, que llegó a cubrir las montañas más altas de la tierra;

20 y después de haber cubierto las montañas, subió todavía como siete metros más.

21 Así murió toda la gente que vivía en la tierra, lo mismo que las aves, los animales domésticos y salvajes, y los que se arrastran por el suelo.

22 Todo lo que en tierra firme tenía vida y podía respirar, murió.

23 Solamente Noé y los que estaban en el arca quedaron con vida; los demás fueron destruidos: el hombre, los animales domésticos, las aves del cielo y los animales que se arrastran;

24 pues la tierra quedó inundada durante ciento cincuenta días.

8

1 Entonces Dios se acordó de Noé y de todos los animales que estaban con él en el arca. Hizo que el viento soplara sobre la tierra, y el agua comenzó a bajar;

2 se cerraron las fuentes del mar profundo y las compuertas del cielo. Dejó de llover,

3 y el agua comenzó a bajar poco a poco. Al cabo de ciento cincuenta días, el agua ya iba baja;

4 y el día diecisiete del mes séptimo, la barca se detuvo sobre las montañas de Ararat.

5 El agua siguió bajando, y el primer día del mes décimo ya se podían ver las partes más altas de los montes.

6 Después de cuarenta días abrió Noé la ventana del arca que había construido,

7 y soltó un cuervo; pero el cuervo volaba de un lado a otro, esperando que la tierra se secara.

8 Después del cuervo, Noé soltó una paloma, para ver si la tierra ya estaba seca;

9 pero la paloma regresó al arca porque no encontró lugar alguno donde descansar, pues la tierra todavía estaba cubierta de agua. Así que Noé sacó la mano, tomó la paloma y la hizo entrar en el arca.

10 Noé esperó otros siete días, y volvió a soltar la paloma.

11 Y ya empezaba a anochecer, cuando la paloma regresó. Traía una ramita de olivo en el pico, y así Noé comprendió que la tierra se iba secando.

12 Esperó siete días más, y volvió a enviar la paloma; pero la paloma ya no regresó.

13 Cuando Noé tenía seiscientos un años, la tierra quedó seca. El primer día del mes primero, Noé quitó el techo del arca y vio que la tierra estaba seca.

14 Para el día veintisiete del mes segundo, la tierra estaba ya bien seca.

15 Entonces Dios dijo a Noé:

16 “Sal del arca, junto con tu esposa, tus hijos y tus nueras.

17 Saca también a todos los animales que están contigo: las aves, los animales domésticos y los que se arrastran por el suelo, para que vayan por toda la tierra y tengan muchas crías y llenen el mundo.”

18 Entonces Noé y su esposa, y sus hijos y nueras, salieron del arca.

19 También salieron todos los animales domésticos y salvajes, los que se arrastran y los que vuelan.

20 Luego Noé construyó un altar en honor del Señor, tomó aves y animales puros, de cada clase, y los ofreció en holocausto al Señor.

21 Cuando al Señor le llegó aquel olor tan agradable, dijo: “Nunca más volveré a maldecir la tierra por culpa del hombre, porque el hombre, desde joven, solo piensa en hacer lo malo. Tampoco volveré a destruir a todos los animales, como hice esta vez.

22 “Mientras el mundo exista habrá siembra y cosecha; hará calor y frío, habrá invierno y verano, y días con sus noches.”

9

1 Dios bendijo con estas palabras a Noé y sus hijos: “Tened muchos hijos y llenad la tierra.

2 Todos los animales del mundo temblarán de miedo delante de vosotros. Todos los animales, en el aire, en la tierra y en el mar, están bajo vuestro poder.

3 Podéis comer de todos los animales y verduras que queráis. Yo os los doy.

4 Pero hay una cosa que no debéis comer: carne con sangre, porque en la sangre está la vida.

5 A todo hombre y animal pediré cuentas de la sangre de cada uno de vosotros. Y a cada uno de los hombres le pediré cuentas de la vida de su prójimo.

6 “Si alguien mata a un hombre, otro hombre lo matará a él, pues el hombre ha sido creado semejante a Dios mismo.

7 Pero vosotros, ¡tened muchos hijos y llenad el mundo con ellos!”

8 Dios también dijo a Noé y a sus hijos:

9 “Mirad, yo voy a establecer mi pacto con vosotros y con vuestros descendientes,

10 y con todos los animales que están con vosotros y que salieron del arca: aves y animales domésticos y salvajes; y con todos los animales del mundo.

11 Mi pacto con vosotros no cambiará: no volveré a destruir a hombres y animales con un diluvio. Ya no volverá a haber otro diluvio que destruya la tierra.

12 Esta es la señal del pacto que para siempre hago con vosotros y con todos los animales:

13 he puesto mi arco iris en las nubes, y servirá como señal del pacto que hago con la tierra.

14 Cuando yo haga venir nubes sobre la tierra, mi arco iris aparecerá entre ellas.

15 Entonces me acordaré del pacto que he hecho con vosotros y con todos los animales, y ya no volverá a haber ningún diluvio que os destruya.

16 Cuando el arco iris esté entre las nubes, yo lo veré, y me acordaré del pacto que he hecho para siempre con todo hombre y todo animal que hay en el mundo.

17 Esta es la señal del pacto que he establecido con todo hombre y animal aquí en la tierra.” Así habló Dios a Noé.

18 Los hijos de Noé que salieron del arca fueron Sem, Cam, padre de Canaán, y Jafet.

19 Estos fueron los tres hijos de Noé, que con sus descendientes poblaron toda la tierra.

20 Noé comenzó a cultivar la tierra, y plantó una viña.

21 Un día Noé bebió vino y se emborrachó, y quedó tendido y desnudo en medio de su tienda de campaña.

22 Cuando Cam, el padre de Canaán, vio a su padre desnudo, salió a contárselo a sus dos hermanos.

23 Entonces Sem y Jafet tomaron una capa, la pusieron sobre sus propios hombros y cubrieron con ella a su padre. Para no verlo desnudo, anduvieron hacia atrás y mirando a otro lado.

24 Cuando Noé despertó de su borrachera y supo lo que su hijo menor había hecho con él,

25 dijo: “¡Maldito sea Canaán! ¡Será el esclavo más bajo de sus dos hermanos!”

26 Luego añadió: “Que el Señor mi Dios bendiga a Sem, y que Canaán sea su esclavo.

27 Dios permita que Jafet sea fecundo; que viva en los campamentos de Sem, y que Canaán sea su esclavo.”

28 Después del diluvio, Noé vivió todavía trescientos cincuenta años;

29 así que murió a la edad de novecientos cincuenta años.

10

1 Estos son los descendientes de Sem, Cam y Jafet, los hijos de Noé, que después del diluvio tuvieron sus propios hijos.

2 Los hijos de Jafet fueron Gómer, Magog, Madai, Javán, Tubal, Mésec y Tirás.

3 Los hijos de Gómer fueron Askenaz, Rifat y Togarmá.

4 Los hijos de Javán fueron Elisá, Tarsis, Quitim y Rodanim.

5 Estos fueron los descendientes de Jafet que poblaron las costas, cada nación y clan en su propia tierra y con su propio idioma.

6 Los hijos de Cam fueron Cus, Misraim, Fut y Canaán.

7 Los hijos de Cus fueron Sebá, Havilá, Sabtá, Raamá y Sabtecá. Los hijos de Raamá fueron Sebá y Dedán.

8 Cus fue el padre de Nimrod, el primer hombre poderoso de la tierra.

9 Nimrod, por la voluntad del Señor, fue un gran cazador. De ahí viene el dicho: “Igual a Nimrod, que por la voluntad del Señor fue un gran cazador.”

10 Las principales ciudades de su reino fueron Babel, Érec, Acad y Calné, en la región de Sinar.

11 De esta región salió Asur, construyó las ciudades de Nínive, Rehobot-ir, Quélah

12 y la gran ciudad de Resen, que está entre Nínive y Quélah.

13 De Misraim descienden los ludeos, los anameos, los lehabitas, los naftuhitas,

14 los patruseos, los casluhitas y los caftoritas, de quienes descienden los filisteos.

15 Canaán fue padre de Sidón, su primogénito, y de Het.

16 De Canaán descienden los jebuseos, amorreos, gergeseos,

17 heveos, araceos, sineos,

18 arvadeos, semareos y hamateos. Después, todos los clanes cananeos se dispersaron.

19 El territorio de los cananeos se extendió en dirección a la región de Guerar, desde la ciudad de Sidón hasta el pueblo de Gaza, y en dirección a las ciudades de Sodoma, Gomorra, Admá y Seboím, hasta el pueblo de Lesa.

20 Estos fueron los descendientes de Cam, cada nación y clan en su propia tierra y con su propio idioma.

21 Sem, que fue el hermano mayor de Jafet, también tuvo hijos. Todos los hijos de Éber fueron descendientes de Sem.

22 Los hijos de Sem fueron Elam, Asur, Arfaxad, Lud y Aram.

23 Los hijos de Aram fueron Us, Hul, Guéter y Mas.

24 Arfaxad fue el padre de Sélah, y Sélah fue el padre de Éber.

25 Después Éber tuvo dos hijos: uno de ellos se llamaba Péleg, porque en su tiempo la gente de la tierra se dividió; y el hermano de Péleg se llamaba Joctán.

26 Joctán fue el padre de Almodad, Sélef, Hasar-mávet, Jérah,

27 Hadoram, Uzal, Diclá,

28 Obal, Abimael, Sebá,

29 Ofir, Havilá y Jobab. Todos estos fueron hijos de Joctán,

30 y vivieron en las tierras que se extienden desde la región de Mesá hasta la de Sefar, que es la región montañosa del oriente.

31 Estos fueron los descendientes de Sem, cada nación y clan en su propia tierra y con su propio idioma.

32 Estos son los clanes de los hijos de Noé, según sus diferentes líneas de descendientes y sus territorios. Después del diluvio, se esparcieron por todas partes y formaron las naciones del mundo.

11

1 En aquel tiempo todo el mundo hablaba el mismo idioma.

2 Cuando salieron de la región oriental, encontraron una llanura en la región de Sinar, y allí se quedaron a vivir.

3 Un día se dijeron unos a otros: “Vamos a hacer ladrillos y a cocerlos en el fuego.” Así, usaron ladrillos en lugar de piedras, y asfalto natural en lugar de mezcla.

4 Después dijeron: “Venid, vamos a construir una ciudad y una torre que llegue hasta el cielo. De este modo nos haremos famosos y no tendremos que dispersarnos por toda la tierra.”

5 Pero el Señor bajó a ver la ciudad y la torre que los hombres estaban construyendo,

6 y pensó: “Ellos son un solo pueblo y hablan un solo idioma; por eso han comenzado este trabajo, y ahora por nada del mundo van a dejar de hacerlo.

7 Es mejor que bajemos a confundir su idioma, para que no se entiendan entre sí.”

8 Así fue como el Señor los dispersó por toda la tierra, y ellos dejaron de construir la ciudad.

9 En aquel lugar el Señor confundió el idioma de todos los habitantes de la tierra, y de allí los dispersó por todo el mundo. Por eso la ciudad se llamó Babel.

10 Estos fueron los descendientes de Sem. Dos años después del diluvio, cuando Sem tenía cien años, nació su hijo Arfaxad.

11 Después de esto, Sem vivió quinientos años más, y tuvo otros hijos e hijas.

12 Arfaxad tenía treinta y cinco años cuando nació su hijo Sélah.

13 Después de esto, Arfaxad vivió cuatrocientos tres años más, y tuvo otros hijos e hijas.

14 Sélah tenía treinta años cuando nació su hijo Éber.

15 Después de esto, Sélah vivió cuatrocientos tres años más, y tuvo otros hijos e hijas.

16 Éber tenía treinta y cuatro años cuando nació su hijo Péleg.

17 Después de esto, Éber vivió cuatrocientos treinta años más, y tuvo otros hijos e hijas.

18 Péleg tenía treinta años cuando nació su hijo Reú.

19 Después de esto, Péleg vivió doscientos nueve años más, y tuvo otros hijos e hijas.

20 Reú tenía treinta y dos años cuando nació su hijo Serug.

21 Después de esto, Reú vivió doscientos siete años más, y tuvo otros hijos e hijas.

22 Serug tenía treinta años cuando nació su hijo Nahor.

23 Después de esto, Serug vivió doscientos años más, y tuvo otros hijos e hijas.

24 Nahor tenía veintinueve años cuando nació su hijo Térah.

25 Después de esto, Nahor vivió ciento diecinueve años más, y tuvo otros hijos e hijas.

26 Térah tenía ya setenta años cuando nacieron sus hijos Abram, Nahor y Harán.

27 Estos son los descendientes de Térah, que fue el padre de Abram, Nahor y Harán. Harán, el padre de Lot,

28 murió en Ur de Caldea, antes que su padre Térah. Murió en el mismo lugar donde había nacido.

29 Abram se casó con Sarai, y Nahor se casó con Milcá, que era hija de Harán y hermana de Iscá.

30 Sarai no podía tener hijos, porque era estéril.

31 Térah salió de Ur de los caldeos para ir a la tierra de Canaán, y se llevó con él a su hijo Abram, a su nieto Lot y a su nuera Sarai. Sin embargo, cuando llegaron a la ciudad de Harán, se quedaron a vivir allí.

32 Y Térah murió en Harán a la edad de doscientos cinco años.

12

1 Un día el Señor dijo a Abram: “Deja tu tierra, tus parientes y la casa de tu padre, para ir a la tierra que yo te mostraré.

2 Con tus descendientes formaré una gran nación; te bendeciré y te haré famoso, y serás una bendición para otros.

3 Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré a los que te maldigan; por medio de ti bendeciré a todas las familias del mundo.”

4 Abram salió de Harán, tal como el Señor se lo había ordenado. Tenía setenta y cinco años cuando salió de allí para ir a la tierra de Canaán.

5 Con él se llevó a su esposa Sarai y a su sobrino Lot, y también todas las cosas que tenían y los esclavos que habían adquirido en Harán. Cuando llegaron a Canaán,

6 Abram atravesó toda la región hasta llegar a Siquem, donde está la encina sagrada de Moré. Los cananeos vivían entonces en aquella región.

7 Allí el Señor se le apareció y le dijo: “Esta tierra se la voy a dar a tu descendencia.” Entonces Abram construyó un altar en honor del Señor, porque allí se le había aparecido.

8 Luego se fue a la región montañosa que está al este de la ciudad de Betel, y allí montó su campamento. Betel quedaba al oeste de donde él había acampado, y la ciudad de Ai al este. En aquel lugar construyó Abram otro altar, e invocó el nombre del Señor.

9 Después siguió su camino poco a poco, hacia la región del Négueb.

10 Por aquel entonces hubo una gran escasez de alimentos en toda aquella región, y Abram se fue a vivir a Egipto durante algún tiempo, pues no había nada de comer en el lugar donde vivía.

11 Cuando ya estaba llegando a Egipto, Abram dijo a su esposa Sarai: “Mira, yo sé bien que eres una mujer hermosa;

12 y cuando los egipcios te vean, van a decir: ‘Esta mujer es la esposa de ese hombre.’ Entonces a mí me matarán, y a ti te dejarán con vida para quedarse contigo.

13 Por eso, para que me vaya bien y no me maten por causa tuya, diles, por favor, que eres mi hermana.”

14 Cuando Abram llegó a Egipto, los egipcios vieron que Sarai era muy hermosa.

15 También la vieron los funcionarios del faraón, el rey de Egipto, y le fueron a decir que aquella mujer era muy hermosa. Entonces la llevaron al palacio del faraón.

16 A causa de Sarai, el faraón trató muy bien a Abram. Le regaló ovejas, vacas, esclavos, esclavas, asnos y camellos.

17 Pero también por causa de Sarai, el Señor castigó al faraón y a su familia con grandes plagas.

18 Por eso, el faraón mandó llamar a Abram y le dijo: “¿Por qué me has hecho esto? ¿Por qué no me dijiste que esta mujer es tu esposa?

19 Dijiste que era tu hermana y con ello me diste ocasión de tomarla por esposa. Ahora, aquí la tienes. ¡Tómala y vete!”

20 Entonces el faraón ordenó a sus hombres que hicieran salir de Egipto a Abram, junto con su esposa y con todo lo que tenía.

13

1 Cuando Abram salió de Egipto, con su esposa y con todo lo que tenía, regresó a la región del Négueb. Su sobrino Lot se fue con ellos.

2 Abram era muy rico, pues tenía oro, plata y muchos animales.

3 Del Négueb regresó, poco a poco, hasta llegar al pueblo de Betel, y de ahí se fue al lugar donde había acampado primero, entre Betel y Ai.

4 Ese era el lugar donde antes había construido un altar, y allí invocó el nombre del Señor.

5 Lot también era muy rico, pues, al igual que su tío Abram, tenía muchas ovejas y vacas, y gente que acampaba con él;

6 pero el lugar donde estaban no bastaba para alimentar a tantos animales. Ya no podían vivir juntos,

7 pues los que cuidaban el ganado de Abram se peleaban con los que cuidaban el ganado de Lot. Además, en aquel tiempo, los cananeos y ferezeos todavía vivían allí.

8 Así que un día Abram dijo a Lot: “Tú y yo somos parientes, y no está bien que haya disgustos entre nosotros, ni entre tus pastores y los míos.

9 Ahí tienes toda la tierra, para que escojas. Por favor, sepárate de mí. Si tú vas al norte, yo me iré al sur; y si tú vas al sur, yo me iré al norte.”

10 Lot miró por todo el valle del río Jordán y vio que, hasta el pueblecito de Sóar, el valle tenía bastante agua y era como un gran jardín. Se parecía a Egipto. (Esto era así antes de que el Señor destruyera las ciudades de Sodoma y Gomorra.)

11 Entonces Lot escogió todo el valle del Jordán, y se fue al oriente del lugar donde estaban. De esta manera, Abram y Lot se separaron.

12 Abram se quedó en Canaán, y Lot se fue a vivir a las ciudades del valle, cerca de la ciudad de Sodoma,

13 donde toda la gente era mala y cometía horribles pecados contra el Señor.

14 Después de irse Lot, el Señor dijo a Abram: “Desde el lugar donde estás, mira bien al norte y al sur, al este y al oeste;

15 yo te daré toda la tierra que ves, y para siempre será tuya y de tus descendientes.

16 Yo haré que estos sean tantos como el polvo de la tierra. Así como no es posible contar los granitos de polvo, tampoco será posible contar tus descendientes.

17 ¡Levántate, recorre esta tierra a lo largo y a lo ancho, porque yo te la voy a dar!”

18 Así pues, Abram levantó su campamento y se fue a vivir al bosque de encinas de un hombre llamado Mamré, cerca de la ciudad de Hebrón. Allí construyó un altar en honor del Señor.

14

1 En aquel tiempo, Amrafel era rey de Sinar, Arioc era rey de Elasar, Quedorlaómer era rey de Elam, y Tidal era rey de Goím.

2 Estos hicieron guerra contra Bera, rey de Sodoma, contra Birsá, rey de Gomorra, contra Sinab, rey de Admá, contra Seméber, rey de Seboím, y contra el rey de Bela, pueblo que también se llama Sóar.

3 Estos cinco últimos juntaron sus ejércitos en el valle de Sidim, donde está el Mar Muerto.

4 El rey Quedorlaómer los había dominado durante doce años, pero a los trece años los cinco reyes decidieron luchar contra él.

5 Al año siguiente, Quedorlaómer y los reyes que estaban de su parte fueron a la región de Astarot Carnaim, y allí derrotaron a los refaítas; luego derrotaron a los zuzitas en Ham, a los emitas los derrotaron en Savé-quiriataim,

6 y a los horeos los derrotaron en los montes de Seír y los persiguieron hasta El-parán, que está junto al desierto.

7 Al regresar Quedorlaómer y los que estaban con él, llegaron a En-mispat, que también se llama Cadés. Y destruyeron todo lo que encontraron a su paso en la región de los amalecitas, y también hicieron lo mismo con los amorreos, que vivían en la región de Hasesón-tamar.

8 Entonces los reyes de Sodoma, Gomorra, Admá, Seboím y Bela fueron al valle de Sidim. Allí aquellos cinco reyes pelearon contra Quedorlaómer, Tidal, Amrafel y Arioc, que eran los cuatro reyes de Elam, Goím, Sinar y Elasar.

9

10 En todo el valle de Sidim había muchos pozos de asfalto natural, y cuando los reyes de Sodoma y Gomorra quisieron escapar de la batalla, fueron a caer en los pozos. Los otros reyes escaparon a los montes.

11 Los vencedores se llevaron entonces todos los alimentos y objetos de valor que había en Sodoma y Gomorra, y se fueron de allí.

12 Como en Sodoma vivía Lot, el sobrino de Abram, también se lo llevaron prisionero junto con todo lo que tenía.

13 Pero un hombre que había escapado con vida vino a contarle todo esto a Abram el hebreo, que vivía en el encinar de Mamré el amorreo. Mamré era hermano de Escol y de Aner, los cuales estaban de parte de Abram.

14 Cuando Abram supo que su sobrino había sido hecho prisionero, juntó a los criados de confianza que habían nacido en su casa, que eran trescientos dieciocho hombres en total, y salió con ellos a perseguir a los reyes hasta el pueblo de Dan.

15 Por la noche, Abram y su gente atacaron por sorpresa a los reyes, los persiguieron hasta Hobá, que está al norte de la ciudad de Damasco,

16 y les quitaron todo lo que se habían llevado. Así liberó Abram a su sobrino Lot, y recobró todas las pertenencias de su sobrino. También liberó a las mujeres y demás gente.

17 Cuando Abram regresó, después de haber derrotado a Quedorlaómer y a los reyes que estaban de su parte, el rey de Sodoma salió a recibirlo al valle de Savé, que es el valle del Rey.

18 También Melquisedec, que era rey de Salem y sacerdote del Dios altísimo, sacó pan y vino

19 y bendijo a Abram con estas palabras: “Que te bendiga el Dios altísimo, creador del cielo y de la tierra;

20 y alabado sea el Dios altísimo, que te hizo vencer a tus enemigos.” Entonces Abram dio a Melquisedec la décima parte de lo que había recobrado.

21 Luego el rey de Sodoma dijo a Abram: –Dame las personas y quédate con las cosas.

22 Pero Abram le contestó: –He jurado al Señor, al Dios altísimo que hizo el cielo y la tierra,

23 no tomar nada de lo que es tuyo: ni siquiera un hilo o una correa para mis sandalias, para que nunca digas que tú fuiste quien me hizo rico.

24 Yo no quiero nada para mí, excepto lo que ya comieron los criados. En cuanto a los hombres que me acompañaron, es decir, Aner, Escol y Mamré, ellos tomarán su parte.

15

1 Después de esto, el Señor habló a Abram en una visión y le dijo: –No tengas miedo, Abram, porque yo soy tu protector. Tu recompensa va a ser muy grande.

2 Pero Abram le contestó: –Señor y Dios, ¿de qué me sirve que me des recompensa, si, como tú bien sabes, no tengo hijos? Como no me has dado ningún hijo, el heredero de todo lo que tengo va a ser Eliézer de Damasco, uno de mis criados.

3

4 El Señor le contestó: –Tu heredero va a ser tu propio hijo, y no un extraño.

5 Entonces el Señor llevó fuera a Abram y le dijo: –Mira bien el cielo y cuenta las estrellas, si es que puedes contarlas. Pues así será el número de tus descendientes.

6 Abram creyó al Señor, y por eso el Señor le aceptó como justo

7 y le dijo: –Yo soy el Señor; yo te saqué de Ur de los caldeos para darte esta tierra como herencia.

8 –Pero, Señor y Dios, ¿cómo podré estar seguro de heredar esta tierra? –contestó Abram.

9 Y Dios le dijo: –Tráeme una ternera, una cabra y un carnero, de tres años cada uno, y también una tórtola y un pichón.

10 Abram trajo todos estos animales a Dios, los partió por la mitad y puso cada mitad frente a la otra; pero no partió las aves.

11 Y los buitres bajaban sobre los cuerpos de los animales muertos, pero Abram los espantaba.

12 Cuando empezaba a anochecer, Abram se quedó profundamente dormido. De pronto le rodeó una gran oscuridad y sintió mucho miedo.

13 Entonces el Señor le dijo: –Debes saber que tus descendientes vivirán en un país extranjero, y que allí serán esclavos, y que serán maltratados durante cuatrocientos años.

14 Pero yo también castigaré a la nación que ha de hacerlos esclavos, y después tus descendientes saldrán libres y dueños de grandes riquezas.

15 Por lo que a ti toca, morirás en paz cuando ya seas muy anciano, y así te reunirás con tus antepasados.

16 Después de cuatro generaciones, tus descendientes regresarán a este lugar, porque todavía no ha llegado al colmo la maldad de los amorreos.

17 Cuando ya era de noche y todo estaba oscuro, apareció un horno que echaba humo y una antorcha encendida que pasaba por en medio de los animales partidos.

18 Aquel mismo día el Señor hizo un pacto con Abram, diciéndole: –Esta tierra se la daré a tus descendientes, desde el río de Egipto hasta el río grande, el Éufrates.

19 Es decir, la tierra de los quenitas, los quenizitas, los cadmoneos,

20 los hititas, los ferezeos, los refaítas,

21 los amorreos, los cananeos, los gergeseos y los jebuseos.

16

1 Sarai no podía dar hijos a su esposo Abram, pero tenía una esclava egipcia que se llamaba Agar.

2 Y un día dijo Sarai a Abram: –Mira, el Señor no me ha permitido tener hijos, pero te ruego que te unas a mi esclava Agar, pues tal vez tendré hijos por medio de ella. Abram aceptó lo que Sarai le decía,

3 y entonces ella tomó a Agar la egipcia y se la dio como mujer a Abram, cuando ya hacía diez años que estaban viviendo en Canaán.

4 Abram se unió a Agar, que quedó embarazada, y que cuando se dio cuenta de su estado comenzó a mirar con desprecio a su señora.

5 Entonces Sarai dijo a Abram: –¡Tú tienes la culpa de que Agar me desprecie! Yo misma te la di por mujer, y ahora que va a tener un hijo se cree más que yo. Que el Señor diga quién tiene la culpa, si tú o yo.

6 Abram le contestó: –Mira, tu esclava está en tus manos; haz con ella lo que mejor te parezca. Entonces Sarai comenzó a maltratarla, tanto, que Agar huyó.

7 Pero un ángel del Señor la encontró en el desierto, junto al manantial que está en el camino de Sur,

8 y le preguntó: –Agar, esclava de Sarai, ¿de dónde vienes y a dónde vas? –Estoy huyendo de mi señora Sarai –contestó ella.

9 Entonces el ángel del Señor le dijo: –Regresa al lado de tu señora y obedécela en todo.

10 Además el ángel del Señor le dijo: “Aumentaré tanto tus descendientes, que nadie los podrá contar.

11 Estás encinta y tendrás un hijo, y le pondrás por nombre Ismael, porque el Señor escuchó tu aflicción.

12 Será arisco como un potro salvaje; luchará contra todos, y todos contra él; pero él afirmará su casa aunque sus hermanos se opongan.”

13 Como Agar había hablado con el Señor, le llamó “el Dios que ve”, pues se decía: “Dios me ha visto, y todavía estoy viva.”

14 Por eso, el pozo se llama: “Pozo del que vive y me ve”. Este pozo está entre Cadés y Béred.

15 Y Agar le dio un hijo a Abram, y él lo llamó Ismael.

16 Abram tenía ochenta y seis años cuando nació Ismael.

17

1 Cuando Abram tenía noventa y nueve años, el Señor se le apareció y le dijo: –Yo soy el Dios todopoderoso. Vive una vida sin tacha delante de mí,

2 y yo haré un pacto contigo: haré que tengas muchísimos descendientes.

3 Entonces Abram se inclinó hasta tocar el suelo con la frente, mientras Dios seguía diciéndole:

4 –Este es el pacto que hago contigo: Tú serás el padre de muchas naciones,

5 y ya no te llamarás Abram. Desde ahora te llamarás Abraham, porque te voy a hacer padre de muchas naciones.

6 Haré que tus descendientes sean muy numerosos; de ti saldrán reyes y naciones.

7 El pacto que hago contigo, y que haré con todos tus descendientes en el futuro, es que yo seré siempre tu Dios y el Dios de ellos.

8 A ti y a ellos os daré toda la tierra de Canaán, donde ahora vives, como herencia permanente; y yo seré su Dios.

9 Además, Dios dijo a Abraham: –Pero tú, cumple con mi pacto; tú y todos tus descendientes.

10 Este es el pacto que hago con vosotros y que deberán cumplir también todos tus descendientes: todos los hombres entre vosotros serán circuncidados.

11 Cortaréis la carne de vuestro prepucio, y eso servirá como señal del pacto que hay entre vosotros y yo.

12 De hoy en adelante, todo varón entre vosotros será circuncidado a los ocho días de nacido, lo mismo el niño que nazca en casa que el esclavo comprado por dinero a cualquier extranjero.

13 Tanto el uno como el otro será circuncidado sin falta. Así mi pacto quedará señalado en vuestra carne como un pacto para toda la vida.

14 Pero el que no sea circuncidado, será eliminado de entre vosotros por no haber respetado mi pacto.

15 También dijo Dios a Abraham: –Tu esposa Sarai ya no se llamará así. De ahora en adelante se llamará Sara.

16 La bendeciré, y te daré un hijo por medio de ella. Sí, yo la bendeciré. Y será la madre de muchas naciones, y sus descendientes serán reyes de pueblos.

17 Abraham se inclinó hasta tocar el suelo con la frente, y se rió, mientras pensaba: “¿Acaso un hombre de cien años puede ser padre? ¿Y acaso Sara va a tener un hijo a los noventa años?”

18 Entonces dijo a Dios: –¡Ojalá Ismael pueda vivir con tu bendición!

19 Y Dios le contestó: –Lo que yo he dicho es que tu esposa Sara te dará un hijo, y tú le pondrás por nombre Isaac. Con él confirmaré mi pacto, el cual mantendré para siempre con sus descendientes.

20 En cuanto a Ismael, también te he oído, y voy a bendecirle; haré que tenga muchos hijos y que aumente su descendencia. Ismael será el padre de doce jefes importantes, y haré de él una nación muy grande.

21 Pero mi pacto lo mantendré con Isaac, el hijo que Sara te dará dentro de un año, por estos días.

22 Cuando Dios terminó de hablar con Abraham, se fue de allí.

23 Aquel mismo día Abraham circuncidó a su hijo Ismael, y circuncidó también a todos los siervos nacidos en su casa y a los que había comprado con su dinero. Todos los hombres que vivían en su casa y le servían fueron circuncidados, tal como Dios se lo había ordenado.

24 Abraham tenía noventa y nueve años, y su hijo Ismael trece, cuando se les circuncidó la carne del prepucio.

25

26 Abraham y su hijo Ismael recibieron el rito de la circuncisión aquel mismo día,

27 junto con todos los hombres de su casa, lo mismo los siervos nacidos en su casa que los que habían sido comprados por dinero a los extranjeros.

18

1 El Señor se apareció a Abraham en el encinar de Mamré, mientras Abraham estaba sentado a la entrada de su tienda de campaña, como a mediodía.

2 Abraham alzó la mirada y vio a tres hombres que estaban de pie frente a él. Al verlos, se levantó rápidamente a recibirlos, se inclinó hasta tocar el suelo con la frente

3 y dijo: –Mi señor, por favor te suplico que no te vayas en seguida.

4 Si te parece bien, haré traer un poco de agua para que os lavéis los pies, y luego descansad un rato bajo la sombra del árbol.

5 Ya que habéis pasado por donde vive este servidor vuestro, os traeré algo de comer para que repongáis vuestras fuerzas antes de seguir vuestro camino. –Bueno, está bien –contestaron ellos.

6 Abraham entró en su tienda de campaña y dijo a Sara: –¡Date prisa! Toma unos veinte kilos de la mejor harina y haz unos panes.

7 Luego Abraham corrió a donde estaba el ganado, escogió el mejor de los becerros y se lo dio a uno de sus sirvientes, quien lo preparó inmediatamente para la comida.

8 Además del becerro, Abraham les ofreció cuajada y leche, y estuvo atento a servirles mientras ellos comían debajo del árbol.

9 Al terminar de comer, los visitantes preguntaron a Abraham: –¿Dónde está tu esposa Sara? –Allí, en la tienda de campaña –respondió.

10 Entonces uno de ellos dijo: –El año próximo volveré a visitarte, y para entonces tu esposa Sara tendrá un hijo. Mientras tanto, Sara estaba escuchando toda la conversación a espaldas de Abraham, a la entrada de la tienda.

11 Abraham y Sara ya eran muy ancianos, y Sara había dejado de tener sus periodos de menstruación.

12 Por eso Sara no pudo contener la risa, y pensó: “¿Cómo voy a tener ese gusto, ahora que mi esposo y yo somos tan viejos?”

13 Pero el Señor dijo a Abraham: –¿Por qué se ríe Sara? ¿No cree que puede tener un hijo a pesar de su edad?

14 ¿Hay acaso algo tan difícil que el Señor no pueda hacerlo? El año próximo volveré a visitarte, y para entonces Sara tendrá un hijo.

15 Al escuchar esto, Sara tuvo miedo y quiso negar. Por eso dijo: –Yo no me estaba riendo. Pero el Señor le contestó: –Yo sé que te reíste.

16 Después los visitantes se levantaron y echaron a andar hacia la ciudad de Sodoma. Abraham los acompañaba, para despedirse de ellos.

17 Entonces el Señor pensó: “Debo decirle a Abraham lo que voy a hacer,

18 ya que él va a ser el padre de una nación grande y fuerte. Le he prometido bendecir por medio de él a todas las naciones del mundo.

19 Yo le he escogido para que mande a sus hijos y descendientes que obedezcan mis enseñanzas y hagan todo lo que es bueno y correcto, para que yo cumpla todo lo que le he prometido.”

20 Así que el Señor le dijo: –La gente de Sodoma y Gomorra tiene tan mala fama, y su pecado es tan grave,

21 que ahora voy allá para ver si en verdad su maldad es tan grande como se me ha dicho. Así lo sabré.

22 Dos de los visitantes se fueron de allí a Sodoma, pero Abraham se quedó todavía ante el Señor.

23 Se acercó un poco más a él y le preguntó: –¿Vas a destruir a los inocentes junto con los culpables?

24 Tal vez haya cincuenta personas inocentes en la ciudad. Y siendo así, ¿destruirás la ciudad, y no la perdonarás por esos cincuenta?

25 ¡No es posible que hagas morir al inocente junto con el culpable, como si ambos hubieran cometido los mismos pecados! ¡No hagas eso! Tú, que eres el Juez supremo de todo el mundo, ¿no harás justicia?

26 Entonces el Señor le contestó: –Si encuentro cincuenta inocentes en la ciudad de Sodoma, por ellos perdonaré a todos los que viven allí.

27 Pero Abraham volvió a decirle: –Perdona que sea tan atrevido al hablarte así, pues tú eres Dios y yo sólo soy un simple hombre;

28 pero tal vez falten cinco inocentes para completar los cincuenta. ¿Sólo por faltar esos cinco vas a destruir toda la ciudad? Y el Señor contestó: –Si encuentro cuarenta y cinco inocentes, no la destruiré.

29 –Tal vez haya solo cuarenta inocentes... –insistió Abraham. –Por esos cuarenta, no destruiré la ciudad –dijo el Señor.

30 Pero Abraham volvió a suplicar: –Te ruego que no te enojes conmigo por insistir tanto en lo mismo, pero tal vez encuentres solamente treinta. El Señor volvió a decirle: –Aun por esos treinta, perdonaré a la ciudad.

31 Abraham siguió insistiendo: –Mi Señor, he sido muy atrevido al hablarte así, pero, ¿qué pasará si encuentras solamente veinte inocentes? Y el Señor respondió: –Por esos veinte, no destruiré la ciudad.

32 Todavía insistió Abraham: –Por favor, mi Señor, no te enojes conmigo: hablaré tan sólo esta vez y no volveré a molestarte: ¿qué harás, en caso de encontrar únicamente diez? El Señor le dijo: –Incluso por esos diez, no destruiré la ciudad.

33 Cuando el Señor terminó de hablar con Abraham, se fue de allí; y Abraham regresó a su tienda de campaña.

19

1 Empezaba a anochecer cuando los dos ángeles llegaron a Sodoma. Lot estaba sentado a la entrada de la ciudad, que era el lugar donde se reunía la gente. Cuando los vio, se levantó a recibirlos, se inclinó hasta tocar el suelo con la frente

2 y les dijo: –Señores, por favor os ruego que aceptéis pasar la noche en la casa de vuestro servidor. Allí podréis lavaros los pies, y mañana temprano seguiréis vuestro camino. Pero ellos dijeron: –No, gracias. Pasaremos la noche en la calle.

3 Sin embargo, Lot insistió mucho, y al fin ellos aceptaron ir con él a su casa. Cuando llegaron, Lot les preparó una buena cena e hizo panes sin levadura, y los visitantes comieron.

4 Todavía no se habían acostado, cuando todos los hombres de la ciudad de Sodoma rodearon la casa y, desde el más joven hasta el más viejo,

5 empezaron a gritarle a Lot: –¿Dónde están los hombres que vinieron a tu casa esta noche? ¡Sácalos! ¡Queremos acostarnos con ellos!

6 Entonces Lot salió a hablarles, y cerrando bien la puerta detrás de él

7 les dijo: –Por favor, amigos míos, no vayáis a hacer una cosa tan perversa.

8 Yo tengo dos hijas que todavía no han estado con ningún hombre; voy a sacarlas para que hagáis con ellas lo que queráis, pero no les hagáis nada a estos hombres, porque son mis invitados.

9 Pero ellos le contestaron: –¡Hazte a un lado! Solo faltaba que un extranjero como tú quisiera mandar sobre nosotros. ¡Pues ahora vamos a tratarte peor que a ellos! En seguida comenzaron a maltratar a Lot, y se acercaron a la puerta para echarla abajo;

10 pero los visitantes de Lot alargaron la mano y lo metieron dentro de la casa; luego cerraron la puerta

11 e hicieron que se quedasen ciegos los hombres que estaban fuera. Todos, desde el más joven hasta el más viejo, quedaron ciegos. Y se cansaban de andar buscando la puerta.

12 Entonces los visitantes dijeron a Lot: –¿Tienes más familiares aquí? Toma a tus hijos, hijas y yernos, y todo lo que tengas en esta ciudad; sácalos y llévatelos lejos de aquí,

13 porque vamos a destruir este lugar. Ya son muchas las quejas que el Señor ha tenido contra la gente de esta ciudad, y por eso nos ha enviado a destruirla.

14 Entonces Lot fue a ver a sus yernos, o sea, a los prometidos de sus hijas, y les dijo: –¡Levantaos y marchaos de aquí, porque el Señor va a destruir esta ciudad! Pero sus yernos no tomaron en serio lo que Lot les decía.

15 Como ya estaba amaneciendo, los ángeles dijeron a Lot: –¡De prisa! Levántate y llévate de aquí a tu esposa y a tus dos hijas, si no quieres morir cuando castiguemos a la ciudad.

16 Pero como Lot se retrasaba, los ángeles le tomaron de la mano, porque el Señor tuvo compasión de él. También tomaron a su esposa y a sus hijas, y los sacaron de la ciudad para ponerlos a salvo.

17 Cuando ya estaban fuera de la ciudad, uno de los ángeles dijo: –¡Corre, ponte a salvo! No mires atrás ni te detengas para nada en el valle. Vete a las montañas, si quieres salvar tu vida.

18 Pero Lot les dijo: –¡No, señores míos, por favor!

19 Vosotros me habéis hecho ya muchos favores y habéis sido muy buenos conmigo al salvarme la vida, pero yo no puedo ir a las montañas, porque la destrucción puede alcanzarme en el camino y entonces moriré.

20 Cerca de aquí hay una ciudad pequeña, a la que puedo huir. ¡Dejadme ir allá para salvar mi vida, pues realmente es una ciudad muy pequeña!

21 Entonces uno de ellos dijo: –Te he escuchado, y voy a hacer lo que me has pedido. No destruiré la ciudad de que me has hablado,

22 pero ¡anda!, vete allá de una vez, porque no puedo hacer nada mientras no llegues a ese lugar. Por eso aquella ciudad fue llamada Sóar.

23 Cuando ya había amanecido y Lot había llegado a Sóar,

24 el Señor hizo llover fuego y azufre sobre Sodoma y Gomorra;

25 las destruyó junto con todos los que vivían en ellas, y acabó con todo lo que crecía en aquel valle.

26 Pero la mujer de Lot, que venía siguiéndole, miró atrás, y allí mismo quedó convertida en una estatua de sal.

27 Al día siguiente por la mañana, Abraham fue al lugar donde había estado hablando con el Señor;

28 miró hacia Sodoma y Gomorra, y por todo el valle, y vio que de toda la región subía humo, como si fuera un horno.

29 Así fue como Dios destruyó las ciudades del valle donde Lot vivía; pero, acordándose de Abraham, sacó a Lot del lugar de la destrucción.

30 Después Lot tuvo miedo de quedarse en Sóar, y se fue con sus dos hijas a la región montañosa, donde los tres se quedaron a vivir en una cueva.

31 Un día, la hija mayor dijo a la menor: –Nuestro padre ya es viejo, y no hay en toda esta región ningún hombre que se case con nosotras, como es lo acostumbrado;

32 así que vamos a emborracharle y a acostarnos con él para tener hijos suyos.

33 Aquella misma noche dieron vino a su padre, y la mayor se acostó con él; pero su padre no se dio cuenta ni cuando ella se acostó ni cuando se levantó.

34 Al día siguiente, la mayor dijo a la menor: –Mira, anoche me acosté con nuestro padre, así que esta noche también le emborracharemos, para que tú te acuestes con él; así las dos tendremos hijos suyos.

35 Aquella noche volvieron a dar vino a su padre, y la menor se acostó con él; pero Lot tampoco se dio cuenta ni cuando ella se acostó ni cuando se levantó.

36 Así, las dos hijas de Lot quedaron embarazadas de su padre.

37 La mayor tuvo un hijo, al que llamó Moab, que fue el padre de los actuales moabitas.

38 También la menor tuvo un hijo, al que llamó Ben-amí, que fue el padre de los actuales amonitas.

20

1 Abraham salió del lugar en donde estaba y se fue a la región del Négueb, y se quedó a vivir en la ciudad de Guerar, entre Cadés y Sur.

2 Estando allí, decía que Sara, su esposa, era su hermana. Entonces Abimélec, el rey de Guerar, mandó traer a Sara para hacerla su mujer;

3 pero aquella noche Abimélec tuvo un sueño, en el que Dios le dijo: “Vas a morir, porque la mujer que has tomado es casada.”

4 Pero como él no la había tocado, contestó: “Mi Señor, ¿acaso piensas matar a quien no ha hecho nada malo?

5 Abraham mismo me dijo que la mujer es su hermana, y ella también afirmó que él es su hermano, así que yo hice todo esto de buena fe. No he hecho nada malo.”

6 Dios le contestó en el sueño: “Yo sé muy bien que lo hiciste de buena fe. Por eso no te dejé tocarla, para que no pecaras contra mí.

7 Pero ahora, devuélvele su esposa a ese hombre, porque él es profeta y rogará por ti para que vivas; pero si no se la devuelves, tú y los tuyos ciertamente moriréis.”

8 Al día siguiente por la mañana, Abimélec se levantó y llamó a sus siervos, y les contó todo lo que había soñado. Al oirlo, tuvieron mucho miedo.

9 Después Abimélec llamó a Abraham y le dijo: –¡Mira lo que nos has hecho! ¿En qué te he ofendido, para que hayas traído un pecado tan grande sobre mí y sobre mi gente? ¡Cosas así no deben hacerse!

10 ¿Qué estabas pensando cuando hiciste todo esto? Así habló Abimélec a Abraham,

11 y Abraham contestó: –Yo pensé que en este lugar no se tenía ningún respeto a Dios, y que me matarían por causa de mi esposa.

12 Sin embargo, es cierto que ella es mi hermana: es hija de mi padre, aunque no de mi madre; por eso pude casarme con ella.

13 Cuando Dios me ordenó salir de la casa de mi padre, le pedí a ella que, en cada lugar a donde llegáramos, dijera que yo soy su hermano.

14 Entonces Abimélec le devolvió a Abraham su esposa Sara. Además le regaló ovejas, vacas, esclavos y esclavas,

15 y le dijo: –Mira, ahí tienes mi país; escoge el lugar que más te guste para vivir.

16 A Sara le dijo: –Lo que le he dado a tu hermano vale mil monedas de plata, y eso va a servir para defender tu buena fama delante de todos los que están contigo. Nadie podrá hablar mal de ti.

17 Entonces Abraham oró a Dios, y Dios devolvió la salud a Abimélec y a su esposa. También sanó a sus siervas, para que pudieran tener hijos,

18 pues, por causa de Sara, el Señor había hecho que ninguna mujer de la casa de Abimélec pudiera tener hijos.

21

1 De acuerdo con su promesa, el Señor prestó atención a Sara y cumplió lo que le había dicho,

2 así que Sara quedó embarazada, y dio un hijo a Abraham cuando él ya era muy anciano. El niño nació en el tiempo que Dios le había dicho.

3 Y el nombre que Abraham puso al hijo que Sara le dio, fue Isaac;

4 y lo circuncidó a los ocho días de nacido, tal como Dios se lo había ordenado.

5 Abraham tenía cien años cuando nació Isaac.

6 Entonces Sara pensó: “Dios me ha hecho reir, y todos los que sepan que he tenido un hijo, se reirán conmigo.

7 ¿Quién le hubiera dicho a Abraham que yo llegaría a darle hijos? Sin embargo, le he dado un hijo, a pesar de que él ya es viejo.”

8 El niño Isaac creció, y lo destetaron. El día en que fue destetado, Abraham hizo una gran fiesta.

9 Pero Sara vio que el hijo que Agar la egipcia había dado a Abraham, se burlaba de Isaac.

10 Entonces fue a decirle a Abraham: “¡Que se vayan esa esclava y su hijo! Mi hijo Isaac no tiene por qué compartir su herencia con el hijo de esa esclava.”

11 Esto dolió mucho a Abraham, porque se trataba de un hijo suyo.

12 Pero Dios le dijo: “No te preocupes por el muchacho ni por tu esclava. Haz todo lo que Sara te pida, porque tu descendencia vendrá por medio de Isaac.

13 En cuanto al hijo de la esclava, yo haré que también de él salga una gran nación, porque es hijo tuyo.”

14 Al día siguiente, muy temprano, Abraham dio a Agar pan y un odre con agua; se lo puso todo sobre la espalda, le entregó al niño Ismael y la despidió. Ella se fue, y anduvo sin rumbo por el desierto de Beerseba.

15 Cuando se le acabó el agua que llevaba en el odre, dejó al niño debajo de un arbusto

16 y fue a sentarse a cierta distancia, pues no quería verle morir. Al sentarse ella, el niño comenzó a llorar.

17 Dios oyó llorar al muchacho, y desde el cielo el ángel de Dios llamó a Agar, y le dijo: “¿Qué te pasa, Agar? No tengas miedo, porque Dios ha oído el llanto del muchacho que está ahí.

18 Anda, ve a buscar al niño, y no lo sueltes de la mano, pues yo haré que de él salga una gran nación.”

19 Entonces Dios hizo que Agar viera un pozo de agua. Ella fue y llenó de agua el odre, y dio de beber a Ismael.

20 Dios ayudó al muchacho, el cual creció y vivió en el desierto de Parán, y llegó a ser un buen tirador de arco. Más tarde, su madre lo casó con una mujer egipcia.

21

22 Más o menos por aquel tiempo, Abimélec fue a hablar con Abraham. Le acompañaba Ficol, el jefe de su ejército. Y Abimélec dijo a Abraham: –Vemos que Dios te ayuda en todo lo que haces.

23 Por lo tanto, júrame por Dios, en este mismo lugar, que no nos harás mal ni a mí ni a mis hijos ni a mis descendientes. Júrame que me tratarás con la misma bondad con que yo te he tratado, y que harás lo mismo con la gente de este país donde ahora vives.

24 –Te lo juro –contestó Abraham.

25 Pero Abraham llamó la atención a Abimélec acerca de un pozo de agua que los siervos de este le habían quitado.

26 Y Abimélec le contestó: –Hasta hoy no he sabido nada de este asunto, pues no me lo habías dicho. No sé quién ha podido hacer eso.

27 Entonces Abraham tomó ovejas y vacas, y se las dio a Abimélec; y aquel mismo día, los dos hicieron un trato.

28 Luego Abraham apartó siete ovejas de su rebaño,

29 por lo que Abimélec le preguntó: –¿Para qué has apartado estas siete ovejas?

30 Abraham le contestó: –Para que estas siete ovejas que te entrego sirvan como prueba de que yo cavé este pozo.

31 Por esa razón, aquel lugar se llamó Beerseba, pues allí los dos hicieron un juramento.

32 Una vez hecho el trato en Beerseba, regresaron Abimélec y Ficol al país de los filisteos.

33 Allí, en Beerseba, Abraham plantó un árbol, un tamarisco, e invocó el nombre del Señor, el Dios eterno.

34 Durante mucho tiempo, Abraham vivió en el país de los filisteos.

22

1 Después de algún tiempo, Dios puso a prueba la fe de Abraham. Lo llamó por su nombre, y él contestó: –Aquí estoy.

2 Dios le dijo: –Toma a Isaac, tu único hijo, al que tanto amas, y vete a la tierra de Moria. Una vez allá, ofrécelo en holocausto sobre el cerro que yo te señalaré.

3 Al día siguiente, muy temprano, Abraham se levantó y ensilló su asno; cortó leña para el holocausto y se fue al lugar que Dios le había dicho, junto con su hijo Isaac y dos de sus siervos.

4 Al tercer día, Abraham alcanzó a ver el lugar desde lejos.

5 Entonces dijo a sus siervos: –Quedaos aquí con el asno. El muchacho y yo seguiremos adelante, adoraremos a Dios, y luego regresaremos.

6 Abraham tomó la leña para el holocausto y la puso sobre los hombros de Isaac; luego tomó el cuchillo y el fuego, y se fueron los dos juntos.

7 Poco después Isaac dijo a Abraham: –¡Padre! –¿Qué quieres, hijo? –le contestó Abraham. –Mira –dijo Isaac–, tenemos la leña y el fuego, pero ¿dónde está el cordero para el holocausto?

8 –Dios nos proveerá de un cordero para el holocausto, hijito –respondió su padre. Y siguieron caminando juntos.

9 Cuando llegaron al lugar que Dios le había dicho, Abraham construyó un altar y preparó la leña; luego ató a su hijo Isaac y lo puso en el altar, sobre la leña;

10 pero en el momento de tomar el cuchillo para sacrificar a su hijo,

11 el ángel del Señor le llamó desde el cielo: –¡Abraham! ¡Abraham! –Aquí estoy –contestó él.

12 El ángel le dijo: –No hagas ningún daño al muchacho, porque ya sé que tienes temor de Dios, pues no te negaste a darme tu único hijo.

13 Abraham miró con atención y vio un carnero que estaba enredado por los cuernos entre las ramas de un arbusto; entonces fue, tomó el carnero y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo.

14 Después Abraham puso por nombre a aquel lugar: “El Señor provee de lo necesario.” Por eso todavía se dice: “En el cerro, el Señor provee de lo necesario.”

15 El ángel del Señor llamó a Abraham desde el cielo por segunda vez,

16 y le dijo: –El Señor ha dicho: ‘Puesto que has hecho esto y no me has negado a tu único hijo, juro por mí mismo

17 que te bendeciré mucho. Haré que tu descendencia sea tan numerosa como las estrellas del cielo y como la arena que hay a la orilla del mar. Además, ellos siempre vencerán a sus enemigos,

18 y todas las naciones del mundo serán bendecidas por medio de ellos, porque me has obedecido.’

19 Abraham regresó al lugar donde se habían quedado sus siervos. Después se fueron todos juntos a Beerseba, donde Abraham se quedó a vivir.

20 Al cabo de algún tiempo, Abraham recibió la noticia de que Milcá también había dado hijos a su hermano Nahor.

21 Su primogénito fue Us; luego nació su hermano Buz, y luego Quemuel, que fue el padre de Aram.

22 Luego nacieron Quésed, Hazó, Pildás, Idlaf y Betuel.

23 Este Betuel fue el padre de Rebeca. Estos son los ocho hijos que Milcá dio a Nahor, el hermano de Abraham.

24 Además Nahor tuvo hijos con Reumá, su concubina. Ellos fueron Teba, Gáham, Tahas y Maacá.

23

1 Sara vivió ciento veintisiete años,

2 y murió en Quiriat-arbá, o sea la ciudad de Hebrón, en la tierra de Canaán. Abraham lloró la muerte de Sara y le guardó luto.

3 Luego salió de donde estaba el cadáver de Sara y fue a decir a los hititas de aquel lugar:

4 –Aunque soy un extranjero entre vosotros, vendedme un sepulcro para enterrar a mi esposa.

5 Los hititas le contestaron:

6 –¡Por favor, señor, escúchanos! Tú eres entre nosotros un escogido de Dios. Entierra a tu esposa en el mejor de nuestros sepulcros, pues ninguno de nosotros te negará su sepulcro para eso.

7 Entonces Abraham se puso en pie, hizo una reverencia ante los hititas

8 y les dijo: –Si de veras queréis que entierre aquí a mi esposa, por favor pedid de mi parte a Efrón, el hijo de Sóhar,

9 que me venda la cueva de Macpelá, que está en el límite de sus terrenos. Yo le pagaré el precio total de la cueva, y así seré dueño de un sepulcro en este lugar.

10 Como Efrón el hitita estaba allí, entre ellos, contestó a Abraham de manera que pudieran escucharlo sus paisanos y todos los que pasaban por la entrada de la ciudad:

11 –¡No, señor mío, por favor! Yo te regalo el terreno y la cueva que está en el terreno. Mis paisanos son testigos de que yo te lo regalo. Entierra a tu esposa.

12 Pero Abraham, haciendo otra reverencia a los habitantes del lugar,

13 contestó a Efrón delante de todos: –¡Por favor, escúchame! Te ruego que aceptes el dinero por el terreno, y después enterraré allí a mi esposa.

14 Entonces Efrón le contestó:

15 –Escúchame, señor mío: el terreno vale cuatrocientas monedas de plata. Por esa cantidad no vamos a discutir, así que entierra a tu esposa.

16 Abraham aceptó pagar la cantidad que Efrón había mencionado en presencia de los hititas, y le pagó en plata contante y sonante.

17 De esta manera, el terreno de Efrón que estaba en Macpelá, al oriente de Mamré, es decir, el terreno con la cueva y todos los árboles que había en el terreno,

18 pasaron a ser propiedad de Abraham. De ello fueron testigos los hititas y todos los que pasaban por la entrada de la ciudad.

19 Después de esto, Abraham enterró a Sara en la cueva que estaba en el terreno de Macpelá, al oriente de Mamré, lugar que también es conocido con el nombre de Hebrón, y que está en Canaán.

20 Así quedó en posesión del terreno y de la cueva que allí había, la cual los hititas le vendieron para sepultura.

24

1 Abraham era ya muy entrado en años, y el Señor le había bendecido en todo.

2 Un día llamó al más anciano de sus siervos, el que estaba al cargo de todo lo suyo, y le dijo: –Pon tu mano debajo de mi muslo

3 y júrame por el Señor, el Dios del cielo y de la tierra, que no dejarás que mi hijo Isaac se case con una mujer de esta tierra de Canaán en la que yo vivo,

4 sino que irás a mi tierra y escogerás una esposa para él entre las mujeres de mi familia.

5 El siervo le contestó: –Pero si la mujer no quiere venir conmigo, ¿qué hago? ¿Debo entonces llevar a tu hijo a la tierra de donde saliste?

6 Abraham le dijo: –¡No, no lleves allá a mi hijo!

7 El Señor, el Dios del cielo, que me sacó de la casa de mi padre y de la tierra de mis parientes y me prometió dar esta tierra a mis descendientes, también enviará su ángel delante de ti para que traigas de allá una esposa para mi hijo.

8 Si la mujer no quiere venir contigo, quedarás libre de este compromiso, ¡pero de ninguna manera lleves allá a mi hijo!

9 Entonces el siervo puso la mano bajo el muslo de su amo Abraham, y le juró que haría lo que le había pedido.

10 Después escogió regalos entre lo mejor que su amo tenía, tomó diez de sus camellos y se fue a la ciudad de Nahor, en Mesopotamia.

11 Cuando el siervo llegó a las afueras de la ciudad, empezaba ya a oscurecer. A esa hora iban las mujeres a sacar agua. El siervo hizo descansar a los camellos junto a un pozo de agua,

12 y comenzó a orar: “Señor y Dios de mi amo Abraham, haz que hoy me vaya bien, y muéstrate bondadoso con mi amo.

13 Voy a quedarme aquí, junto al pozo, mientras las muchachas de este lugar vienen a sacar agua.

14 Permite que la muchacha a la que yo diga: ‘Por favor, baja tu cántaro para que yo beba’, y que me conteste: ‘Bebe, y también daré agua a tus camellos’, que sea ella la que tú has escogido para tu siervo Isaac. Así podré estar seguro de que has sido bondadoso con mi amo.”

15 Todavía no había terminado de orar, cuando vio a una muchacha que venía con su cántaro al hombro. Era Rebeca, la hija de Betuel. Betuel era hijo de Milcá y de Nahor, el hermano de Abraham.

16 Rebeca era muy hermosa, y además era virgen; ningún hombre la había tocado. Bajó al pozo y llenó su cántaro, y ya regresaba

17 cuando el siervo corrió a alcanzarla y le dijo: –Por favor, déjame beber un poco de agua de tu cántaro.

18 –Bebe, señor –contestó ella. Y en seguida bajó su cántaro, lo sostuvo entre las manos y le dio de beber.

19 Cuando el siervo acabó de beber, Rebeca le dijo: –También voy a sacar agua para tus camellos, para que beban toda la que quieran.

20 Rápidamente vació su cántaro en el bebedero y corrió varias veces al pozo, hasta que sacó agua para todos los camellos.

21 Mientras tanto, el siervo la miraba sin decir nada, pues quería estar seguro de que el Señor había llevado a buen fin su viaje.

22 Cuando los camellos acabaron de beber, el hombre tomó un anillo de oro que pesaba como seis gramos, y se lo puso a ella en la nariz. También le dio dos brazaletes de oro que pesaban más de cien gramos,

23 y le dijo: –Dime, por favor, de quién eres hija, y si hay lugar en la casa de tu padre donde mis hombres y yo podamos pasar la noche.

24 Ella contestó: –Soy hija de Betuel, el hijo de Milcá y de Nahor.

25 En nuestra casa hay lugar para que pases la noche, y también suficiente paja y comida para los camellos.

26 Entonces el siervo se arrodilló y adoró al Señor,

27 diciendo: “¡Bendito sea el Señor, el Dios de mi amo Abraham, pues ha sido fiel y bondadoso con mi amo, y me ha dirigido en el camino a la casa de sus parientes!”

28 Rebeca fue corriendo a la casa de su madre, a contar todo lo que le había pasado.

29 Tenía ella un hermano llamado Labán, el cual corrió al pozo a buscar al hombre,

30 pues había visto el anillo y los brazaletes que su hermana llevaba en los brazos, y le había oído contar lo que el hombre le había dicho. Labán se acercó al siervo de Abraham, que todavía estaba con los camellos junto al pozo,

31 y le dijo: –Ven, bendito del Señor. ¡Cómo vas a quedarte aquí afuera! Ya he preparado la casa y un lugar para los camellos.

32 Entonces el siervo fue a la casa. Allí Labán descargó los camellos y les dio de comer, y luego trajo agua para que el siervo y sus compañeros se lavaran los pies.

33 Cuando le trajeron de comer, el siervo de Abraham dijo: –Yo no podría comer antes de haber dicho lo que tengo que decir. –Habla –contestó Labán.

34 El siervo dijo: –Yo soy siervo de Abraham.

35 El Señor ha bendecido mucho a mi amo, y le ha hecho rico: le ha dado ovejas, vacas, oro y plata, siervos, siervas, camellos y asnos.

36 Además, Sara, su esposa, le dio un hijo cuando ya era muy anciana, y mi amo ha dejado a su hijo todo lo que tiene.

37 Mi amo me hizo jurar, diciéndome: ‘No dejes que mi hijo se case con una mujer de esta tierra de Canaán en la que yo vivo.

38 Antes bien, ve a la familia de mi padre y busca entre las mujeres de mi clan una esposa para él.’

39 Y yo le dije: ‘Mi señor, ¿y si la mujer no quiere venir conmigo?’

40 Entonces él me contestó: ‘Yo he andado por el camino del Señor, y él enviará su ángel contigo para llevar a buen fin tu viaje y para que tomes una esposa para mi hijo de entre las mujeres de mi familia, es decir, de la familia de mi padre.

41 Solo en el caso de que mis parientes no quieran darte la muchacha quedarás libre del juramento que me has hecho.’

42 “Así fue como hoy llegué al pozo, y en oración le dije al Señor, el Dios de mi amo Abraham: ‘Si de veras vas a llevar a buen término mi viaje,

43 te ruego que ahora, estando aquí, junto al pozo, suceda que la muchacha que venga por agua y a la que yo diga: Por favor, déjame beber un poco de agua de tu cántaro,

44 y que me conteste: Bebe, y también sacaré agua para tus camellos, que sea esa la mujer que tú, Señor, has escogido para el hijo de mi amo.’

45 Todavía no había yo terminado de hacer esta oración, cuando vi que Rebeca venía con su cántaro al hombro. Bajó al pozo a sacar agua, y le dije: ‘Dame agua, por favor.’

46 Ella bajó en seguida su cántaro, y me dijo: ‘Bebe, y también daré de beber a tus camellos.’ Y me dio agua, y también a mis camellos.

47 Luego le pregunté: ‘¿De quién eres hija?’, y ella me contestó: ‘Soy hija de Betuel, el hijo de Nahor y de Milcá.’ Entonces le puse un anillo en la nariz y dos brazaletes en los brazos,

48 y me arrodillé y adoré al Señor; alabé al Señor, el Dios de mi amo Abraham, por haberme traído por el buen camino para tomar la hija del pariente de mi amo para su hijo.

49 Ahora pues, decidme si vais a ser buenos y sinceros con mi amo; y si no, decídmelo también, para que yo sepa lo que debo hacer.

50 Entonces Labán y Betuel le contestaron: –Todo esto viene del Señor, y nosotros no podemos decirte ni sí ni no.

51 Mira, aquí está Rebeca; tómala y vete. Que sea la esposa del hijo de tu amo, tal como el Señor lo ha dispuesto.

52 Cuando el siervo de Abraham oyó estas palabras, se arrodilló delante del Señor hasta tocar el suelo con la frente.

53 Luego sacó varios objetos de oro y plata, y vestidos, y se los dio a Rebeca. También a su hermano y a su madre les hizo regalos.

54 Después él y sus compañeros comieron y bebieron, y pasaron allí la noche. Al día siguiente, cuando se levantaron, el siervo dijo: –Dejadme regresar a la casa de mi amo.

55 Pero el hermano y la madre de Rebeca le dijeron: –Que se quede la muchacha con nosotros todavía unos diez días, y después podrá irse contigo.

56 Pero el siervo les dijo: –No me detengáis más. Dios ha llevado mi viaje a buen término, así que dejadme regresar a la casa de mi amo.

57 Entonces ellos contestaron: –Llamemos a la muchacha, a ver qué dice.

58 Llamaron a Rebeca y le preguntaron: –¿Quieres irte con este hombre? –Sí –contestó ella.

59 Entonces dejaron ir a Rebeca y a la mujer que la había cuidado siempre, y también al siervo de Abraham y a sus compañeros.

60 Y bendijeron a Rebeca de esta manera: “Oh, hermana nuestra, ¡que seas madre de muchos millones! ¡Que tus descendientes conquisten las ciudades de sus enemigos!”

61 Entonces Rebeca y sus siervas montaron en los camellos y siguieron al siervo de Abraham. Así fue como el siervo tomó a Rebeca y salió de allí.

62 Isaac había vuelto del pozo llamado “El que vive y me ve”, pues vivía en la región del Négueb.

63 Había salido a dar un paseo al anochecer. En esto vio que unos camellos se acercaban.

64 Por su parte, Rebeca también miró y, al ver a Isaac, se bajó del camello

65 y preguntó al siervo: –¿Quién es ese hombre que viene por el campo hacia nosotros? –Es mi amo –contestó el siervo. Entonces ella tomó su velo y se cubrió la cara.

66 El siervo contó a Isaac todo lo que había hecho.

67 Luego Isaac llevó a Rebeca a la tienda de campaña de su madre Sara, y se casó con ella. Isaac amó mucho a Rebeca, y así se consoló de la muerte de su madre.

25

1 Abraham tuvo otra esposa, que se llamaba Queturá.

2 Los hijos que tuvo con ella fueron Zimrán, Jocsán, Medán, Madián, Isbac y Súah.

3 Jocsán fue el padre de Sebá y Dedán. Los descendientes de Dedán fueron los asureos, los letuseos y los leumeos.

4 Los hijos de Madián fueron Efá, Éfer, Hanoc, Abidá y Eldaá. Todos estos fueron descendientes de Queturá.

5 Isaac heredó todo lo que Abraham tenía.

6 A los hijos de sus otras mujeres, Abraham solamente les hizo regalos, y cuando todavía vivía los separó de su hijo Isaac, enviándolos a la región de oriente.

7 Abraham vivió ciento setenta y cinco años en total,

8 y murió de muerte natural, cuando ya era muy anciano. Y fue a reunirse con sus antepasados.

9 Sus hijos Isaac e Ismael lo sepultaron en la cueva de Macpelá, que está al oriente de Mamré, en el terreno de Efrón, el hijo de Sóhar el hitita.

10 Este terreno era el que Abraham había comprado a los hititas. Allí fue sepultado Abraham, junto a su esposa Sara.

11 Después que Abraham murió, Dios bendijo a Isaac, que se había quedado a vivir junto al pozo “El que vive y me ve”.

12 Estos son los hijos de Ismael, el hijo de Abraham y de Agar, la esclava egipcia de Sara,

13 según el orden en que nacieron: Nebaiot, que fue su primogénito; luego Quedar, Adbeel, Mibsam,

14 Mismá, Dumá, Masá,

15 Hadar, Temá, Jetur, Nafís y Quedmá.

16 Estos son los nombres de los doce hijos de Ismael, y con esos mismos nombres se conocieron sus propios territorios y campamentos. Cada uno era jefe de su propia gente.

17 Ismael tenía ciento treinta y siete años cuando murió y fue a reunirse con sus antepasados.

18 Sus descendientes se establecieron en la región que está entre Havilá y Sur, frente a Egipto, en la ruta de Asiria. Allí se establecieron, a pesar de la oposición de sus hermanos.

19 Esta es la historia de Isaac, el hijo de Abraham.

20 Isaac tenía cuarenta años cuando se casó con Rebeca, que era hija de Betuel y hermana de Labán, los arameos que vivían en Padán-aram.

21 Rebeca no podía tener hijos, así que Isaac rogó al Señor por ella. Y el Señor oyó su oración, y Rebeca quedó embarazada.

22 Pero como los mellizos se peleaban dentro de su vientre, ella pensó: “Si esto va a ser así, ¿para qué seguir viviendo?” Entonces fue a consultar el caso al Señor,

23 y él le contestó: “En tu vientre hay dos naciones, dos pueblos que están en lucha desde antes de nacer. Uno será más fuerte que el otro, y el mayor estará sujeto al menor.”

24 Llegó al fin el día en que Rebeca tenía que dar a luz, y tuvo mellizos.

25 El primero que nació era pelirrojo, todo cubierto de vello, y le llamaron Esaú.

26 Luego nació su hermano, agarrado al talón de Esaú con una mano, y por eso le llamaron Jacob. Isaac tenía sesenta años cuando Rebeca los dio a luz.

27 Los niños crecieron. Esaú llegó a ser un hombre del campo y muy buen cazador; Jacob, por el contrario, era un hombre tranquilo, a quien agradaba quedarse en el campamento.

28 Isaac quería más a Esaú, porque le gustaba comer de lo que él cazaba, pero Rebeca prefería a Jacob.

29 Un día en que Jacob estaba cocinando, Esaú regresó muy cansado del campo

30 y le dijo: –Por favor, dame un poco de ese guiso rojo que tienes ahí, porque me muero de hambre. (Por eso a Esaú también se le conoce como Edom.)

31 –Primero dame a cambio tu primogenitura –contestó Jacob.

32 Entonces Esaú dijo: –Como puedes ver, me estoy muriendo de hambre, de manera que la primogenitura no me sirve de nada.

33 –Júramelo ahora mismo –insistió Jacob. Esaú se lo juró, y así cedió a Jacob su primogenitura.

34 Entonces Jacob dio a Esaú pan y guisado de lentejas. Cuando Esaú terminó de comer y beber, se levantó y se fue, sin dar importancia alguna a su primogenitura.

26

1 Por aquel tiempo hubo una gran escasez de alimentos en toda la región, aparte de la que hubo cuando Abraham aún vivía. Por eso Isaac se fue a Guerar, donde vivía Abimélec, rey de los filisteos.

2 Allí se le apareció el Señor y le dijo: “No vayas a Egipto. Quédate donde yo te diga,

3 y por ahora sigue viviendo en este país. Yo estaré contigo y te bendeciré, porque a ti y a tus descendientes os voy a dar todas estas tierras. Así cumpliré la promesa que hice a tu padre Abraham.

4 Haré que tus descendientes sean tantos como las estrellas del cielo, y les daré todas estas tierras. Además, todas las naciones de la tierra serán bendecidas por medio de tus descendientes,

5 porque Abraham me obedeció y cumplió mis órdenes, mis mandamientos, mis leyes y mis enseñanzas.”

6 Entonces Isaac se quedó en Guerar.

7 Y cuando los que vivían en aquel lugar le preguntaron acerca de Rebeca, Isaac tuvo miedo de decirles que era su esposa, y les dijo que era su hermana. Era tan hermosa Rebeca, que Isaac pensó que los hombres del lugar le matarían por causa de ella.

8 Pasó el tiempo, y él se quedó allá. Pero un día Abimélec, mirando por la ventana, vio que Isaac acariciaba a su esposa Rebeca.

9 Entonces le mandó llamar y le dijo: –Así que ella es tu esposa, ¿verdad? Entonces, ¿por qué dijiste que era tu hermana? –Yo pensé que tal vez me matarían por causa de ella –contestó Isaac.

10 Abimélec le dijo: –¿Por qué nos has hecho esto? A poco más, alguno del pueblo se habría acostado con tu esposa, y tú nos habrías hecho pecar.

11 Entonces Abimélec ordenó a todo su pueblo: –Si alguien molesta a este hombre o a su esposa, será condenado a muerte.

12 Ese año Isaac sembró en aquel lugar y recogió muy buena cosecha, pues el Señor le bendijo.

13 Se hizo muy rico y llegó a tener muchas posesiones.

14 Eran tantas sus ovejas y vacas, y tantos sus siervos, que los filisteos le envidiaban.

15 Cuando su padre Abraham aún vivía, los siervos de Abraham habían abierto pozos; pero después los filisteos los habían cegado y llenado de tierra.

16 Por fin, Abimélec le dijo a Isaac: –Vete de aquí, porque has llegado a ser más rico que nosotros.

17 Isaac salió de allí y acampó en el valle de Guerar, donde se quedó a vivir.

18 Volvió a abrir los pozos de agua que habían sido abiertos en vida de su padre Abraham, y que los filisteos habían cegado después de su muerte, y les puso los mismos nombres que su padre les había dado.

19 Un día, los siervos de Isaac, cavando un pozo en el valle, encontraron un manantial.

20 Pero los pastores que cuidaban las ovejas en el valle de Guerar se pelearon con los pastores que cuidaban las ovejas de Isaac, porque decían que aquella agua les pertenecía. Por eso Isaac llamó al pozo “Pelea”, pues se habían peleado por él.

21 Después sus siervos abrieron otro pozo, por el que volvieron a pelear, y a ese pozo Isaac lo llamó “Enemistad”.

22 Isaac se fue lejos de allí y abrió otro pozo. Como ya no pelearon por él, lo llamó “Libertad”, pues dijo: “Ahora el Señor nos ha dejado en libertad de progresar en este lugar.”

23 De allí, Isaac se fue a Beerseba.

24 Aquella noche el Señor se le apareció y le dijo: “Yo soy el Dios de tu padre Abraham. No tengas miedo; yo estoy contigo. Por causa de mi siervo Abraham te bendeciré y aumentaré mucho tu descendencia.”

25 Isaac construyó allí un altar e invocó el nombre del Señor. Acampó en aquel lugar, y sus siervos abrieron un pozo.

26 Un día, Abimélec vino desde Guerar para hablar con Isaac. Le acompañaban su amigo Ahuzat, y Ficol, capitán de su ejército.

27 Isaac les dijo: –Si no me queréis, y hasta me echasteis de vuestra tierra, ¿para qué venís a verme?

28 Ellos le contestaron: –Hemos visto que el Señor está contigo, y hemos pensado proponerte que hagamos un pacto. Y el pacto será este:

29 que no nos hagas ningún daño, pues nosotros no te hemos molestado. Al contrario, siempre te hemos tratado bien, y te despedimos en forma amistosa; y ahora el Señor te está bendiciendo.

30 Entonces Isaac les hizo una gran fiesta, y ellos comieron y bebieron.

31 Al día siguiente por la mañana se levantaron y se hicieron juramentos entre sí. Luego Isaac los despidió, y se separaron de él como amigos.

32 Aquel mismo día, los siervos de Isaac vinieron a darle la noticia de que habían encontrado agua en el pozo que estaban abriendo.

33 Isaac puso a aquel pozo el nombre de Sebá. Por eso aquella ciudad todavía se llama Beerseba.

34 Cuando Esaú tenía cuarenta años se casó con Judit, que era hija de Beerí el hitita. También se casó con Basemat, que era hija de otro hitita llamado Elón.

35 Estas dos mujeres amargaron la vida a Isaac y Rebeca.

27

1 Isaac era ya muy anciano y se había quedado ciego. Un día llamó a Esaú, su hijo mayor, y le dijo: –¡Hijo mío! –Dime, padre –contestó Esaú.

2 –Ya ves que soy muy viejo –dijo Isaac–. Un día de estos me puedo morir.

3 Por eso quiero que vayas al monte con tu arco y tus flechas para cazar algún animal.

4 Prepara luego un guisado sabroso, como a mí me gusta, y tráemelo para que yo lo coma. Entonces te daré mi bendición antes de morir.

5 Pero Rebeca estaba oyendo lo que Isaac decía a Esaú. Por eso, en cuanto este se fue al monte a cazar algo para su padre,

6 ella dijo a Jacob, su hijo menor: –Mira, he oído que tu padre estaba hablando con tu hermano Esaú, y que le decía:

7 ‘Caza algún animal, prepara un guisado sabroso para que yo lo coma, y te daré mi bendición delante del Señor antes de morir.’

8 Así que, hijo mío, escucha bien lo que te voy a decir:

9 Ve a donde está el rebaño, y tráeme dos de los mejores cabritos; voy a prepararle a tu padre un guisado sabroso, como a él le gusta.

10 Tú se lo llevarás para que lo coma, y así te dará a ti su bendición antes de morir.

11 Pero Jacob dijo a su madre: –Mi hermano tiene mucho vello en el cuerpo, y yo no.

12 Si mi padre llega a tocarme y me reconoce, va a pensar que me estoy burlando de él; entonces haré que me maldiga en lugar de bendecirme.

13 Su madre le contestó: –Hijo mío, que esa maldición caiga sobre mí. Tú haz lo que te digo y tráeme esos cabritos.

14 Jacob fue por los cabritos y se los llevó a su madre. Ella preparó entonces un guisado sabroso, como a Isaac le gustaba,

15 sacó la mejor ropa de Esaú, su hijo mayor, que estaba guardada en la casa, y se la puso a Jacob, su hijo menor.

16 Luego, con la piel de los cabritos cubrió a Jacob los brazos y la parte del cuello donde no tenía vello,

17 y le dio el guisado y el pan que había preparado.

18 Entonces Jacob entró donde estaba su padre y le dijo: –¡Padre! –Aquí estoy. ¿Cuál de mis hijos eres tú? –preguntó Isaac.

19 –Soy Esaú, tu primogénito –contestó Jacob–. Ya hice lo que me dijiste. Levántate, por favor; siéntate y come del animal que he cazado, y dame tu bendición.

20 Entonces Isaac le preguntó: –¿Cómo pudiste encontrarlo tan pronto, hijo mío? –El Señor tu Dios me ayudó a encontrarlo –respondió Jacob.

21 Pero Isaac le dijo: –Acércate y déjame tocarte, a ver si de veras eres mi hijo Esaú.

22 Jacob se acercó para que su padre le tocara. Entonces Isaac dijo: “La voz es la de Jacob, pero los brazos son los de Esaú.”

23 Así que no le reconoció, porque sus brazos tenían mucho vello, como los de su hermano Esaú. Pero cuando iba a darle su bendición,

24 volvió a preguntarle: –¿De veras eres mi hijo Esaú? –Sí, yo soy Esaú –respondió Jacob.

25 Entonces su padre le dijo: –Sírveme, hijo mío, para que coma de lo que cazaste, y entonces te daré mi bendición. Jacob sirvió de comer a su padre y también le trajo vino. Isaac comió y bebió,

26 y luego le dijo: –Acércate, hijo, y dame un beso.

27 Cuando Jacob se acercó para besarle, Isaac le olió la ropa. Entonces le bendijo con estas palabras: “Sí, este olor es de mi hijo. Es como el olor de un campo bendecido por el Señor.

28 Que Dios te dé la lluvia del cielo, las mejores cosechas de la tierra, mucho trigo y mucho vino.

29 Que mucha gente te sirva; que las naciones se arrodillen delante de ti. Gobierna a tus propios hermanos: ¡que se arrodillen delante de ti! Los que te maldigan serán malditos y los que te bendigan serán benditos.”

30 Había terminado Isaac de bendecir a Jacob, y apenas había salido Jacob de donde estaba su padre, cuando Esaú regresó de cazar.

31 También él preparó un guisado sabroso, se lo llevó a su padre y le dijo: –Levántate, padre; come del animal que tu hijo ha cazado, y dame tu bendición.

32 Entonces Isaac le preguntó: –¿Quién eres tú? –Soy Esaú, tu primogénito –contestó.

33 Isaac se sintió muy sorprendido, y con voz temblorosa dijo: –Entonces, ¿quién es el que fue a cazar y me trajo el guisado? Yo me lo comí todo antes de que tú llegaras, y le di mi bendición, y ahora él ha quedado bendecido.

34 Cuando Esaú oyó lo que su padre decía, se echó a llorar amargamente y gritó: –¡Dame también a mí tu bendición, padre mío!

35 Pero Isaac le contestó: –Ya vino tu hermano, y me engañó y se llevó la bendición que era para ti.

36 –¡Con razón le pusieron por nombre Jacob! –dijo Esaú–. ¡Ya son dos veces las que me ha hecho trampa! Primero me quitó mi primogenitura, y ahora me ha quitado la bendición que me correspondía. ¿No has guardado ninguna otra bendición para mí?

37 Isaac le contestó: –Mira, yo le he dado a Jacob autoridad sobre ti; le he dado por siervos a todos sus parientes, y le he deseado que tenga mucho trigo y mucho vino. ¿Qué puedo hacer ahora por ti, hijo mío?

38 Esaú insistió: –¿No puedes dar más que una sola bendición, padre mío? ¡Bendíceme también a mí! Y volvió a llorar a gritos.

39 Entonces Isaac le dijo: “Vivirás lejos de las tierras fértiles y de la lluvia que cae del cielo.

40 Tendrás que defenderte con tu espada y serás siervo de tu hermano; pero cuando te hagas fuerte, te librarás de él.”

41 Desde entonces Esaú odió a Jacob por la bendición que le había dado su padre, y pensaba: “Ya pronto estaremos de luto por la muerte de mi padre; después de eso, mataré a mi hermano Jacob.”

42 Cuando Rebeca supo lo que Esaú estaba planeando, mandó llamar a Jacob y le dijo: –Mira, tu hermano Esaú quiere matarte para vengarse de ti.

43 Por eso, hijo, escúchame: huye en seguida a Harán, a casa de mi hermano Labán.

44 Quédate con él por algún tiempo, hasta que se le pase la ira a tu hermano

45 y olvide lo que le has hecho. Entonces te mandaré aviso para que vuelvas. ¡No quiero perder a mis dos hijos en un solo día!

46 Luego Rebeca dijo a Isaac: –Estoy cansada de la vida por culpa de esas hititas con las que Esaú se casó. Y si Jacob se casa con una hitita como estas que viven aquí en Canaán, valdrá más que me muera.

28

1 Entonces Isaac llamó a Jacob, lo bendijo y le ordenó: –No te cases con ninguna mujer de esta tierra de Canaán.

2 Vete a Padán-aram, a la casa de tu abuelo Betuel, y cásate allá con una de las hijas de tu tío Labán.

3 Que el Dios todopoderoso te bendiga y te dé muchos descendientes, para que de ti salgan muchas naciones.

4 Que te dé a ti, y también a tus descendientes, la bendición que prometió a Abraham, para que sean dueños de esta tierra donde ahora vivimos como extranjeros, pues él se la prometió a Abraham.

5 Así fue como Isaac envió a Jacob a Padán-aram. Y Jacob llegó a casa de Labán, que era hijo de Betuel el arameo y hermano de Rebeca, la madre de Jacob y Esaú.

6 Esaú había visto cómo Isaac daba su bendición a Jacob y lo enviaba a Padán-aram para casarse allá. También se fijó en que su padre, al bendecirlo, le ordenó que no se casara con ninguna mujer de Canaán,

7 y que Jacob se fue a Padán-aram como su padre y su madre le habían dicho.

8 De esa manera, Esaú comprendió que a su padre no le agradaban las mujeres de Canaán;

9 por eso fue a ver a Ismael, hijo de Abraham, y tomó por esposa a su hija Mahalat, que era hermana de Nebaiot, además de las esposas cananeas que ya tenía.

10 Jacob salió de Beerseba y tomó el camino de Harán.

11 Llegó a cierto lugar, donde se quedó a pasar la noche porque el sol ya se había puesto. Tomó como almohada una de las piedras que había en el lugar, y se acostó a dormir.

12 Y tuvo un sueño, en el que veía una escalera que estaba apoyada en la tierra y llegaba hasta el cielo, y por ella subían y bajaban los ángeles de Dios.

13 También veía al Señor, que estaba de pie junto a él y le decía: “Yo soy el Señor, el Dios de tu abuelo Abraham y de tu padre Isaac. A ti y a tus descendientes os daré la tierra donde estás acostado.

14 Ellos llegarán a ser tantos como el polvo de la tierra, y se extenderán al norte y al sur, al este y al oeste, y todas las familias del mundo serán bendecidas por medio de ti y de tus descendientes.

15 Yo estoy contigo: te cuidaré por dondequiera que vayas y te haré volver a esta tierra. No te abandonaré sin cumplir lo que te he prometido.”

16 Cuando Jacob despertó de su sueño, pensó: “En verdad el Señor está en este lugar, pero yo no lo sabía.”

17 Tuvo miedo, y dijo: “Este lugar es muy sagrado. ¡Esta es la casa de Dios y la puerta del cielo!”

18 Al día siguiente se levantó Jacob muy temprano, tomó la piedra que había usado como almohada, la puso de pie como un pilar y la consagró derramando aceite sobre ella.

19 En aquel lugar había antes una ciudad que se llamaba Luz, pero Jacob le cambió este nombre por el de Betel.

20 Allí Jacob hizo esta promesa: “Si Dios me acompaña y me cuida en el viaje que estoy haciendo; si me da comida y vestido,

21 y si regreso sano y salvo a la casa de mi padre, entonces el Señor será mi Dios.

22 Esta piedra que he puesto como pilar será casa de Dios; y siempre te daré, oh Dios, la décima parte de todo lo que tú me des.”

29

1 Jacob siguió su camino y se fue a la tierra de los orientales.

2 En el campo vio un pozo, cerca del cual descansaban tres rebaños de ovejas, porque los animales bebían agua de él. Sobre la boca del pozo había una piedra muy grande,

3 y cuando todos los rebaños se juntaban allí, los pastores quitaban la piedra para dar agua a las ovejas, y luego volvían a tapar el pozo.

4 Jacob preguntó a los pastores: –¿De dónde sois, amigos míos? –Somos de Harán –contestaron ellos.

5 –¿Conocéis a Labán, el hijo de Nahor? –volvió a preguntar. –Sí, le conocemos –respondieron.

6 –¿Está bien de salud? –insistió Jacob. –Sí, Labán está bien –dijeron los pastores–. Mira, ahí viene su hija Raquel con sus ovejas.

7 Entonces Jacob dijo: –Todavía es de día, y muy temprano para encerrar las ovejas. ¿Por qué no les dais agua y las lleváis a pastar?

8 Ellos le contestaron: –No podemos hacerlo. Para dar agua a las ovejas tenemos que esperar a que se junten todos los rebaños y que los pastores quiten la piedra de la boca del pozo.

9 Mientras Jacob hablaba con ellos, Raquel llegó con las ovejas de su padre, pues ella era quien las cuidaba.

10 Tan pronto como Jacob la vio con las ovejas de su tío Labán, fue y quitó la piedra de la boca del pozo, y dio agua a las ovejas.

11 Luego saludó a Raquel con un beso, y se echó a llorar.

12 Cuando Jacob le contó que él era hijo de Rebeca y sobrino de Labán, Raquel fue corriendo a dar la noticia a su padre.

13 Labán, al oir hablar de Jacob, el hijo de su hermana, salió corriendo a recibirle, le abrazó, le saludó con un beso y le llevó a su casa. Luego Jacob le contó todo lo que había pasado.

14 Y Labán le dijo: “Verdaderamente tú eres uno de mi propia sangre.” Jacob se quedó con Labán durante un mes.

15 Pasado ese tiempo, Labán le dijo: –No vas a trabajar para mí sin ganar nada solo por ser mi pariente. Dime qué salario quieres que te pague.

16 Labán tenía dos hijas: la mayor se llamaba Lía, y la menor, Raquel.

17 Lía tenía los ojos muy dulces, pero Raquel era hermosa de los pies a la cabeza.

18 Como Jacob se había enamorado de Raquel, contestó: –Por Raquel, tu hija menor, trabajaré siete años para ti.

19 Entonces Labán contestó: –Es mejor dártela a ti que dársela a un extraño. Quédate conmigo.

20 Y así Jacob trabajó por Raquel durante siete años, aunque a él le pareció muy poco tiempo porque la amaba mucho.

21 Pasados los siete años, Jacob dijo a Labán: –Dame mi mujer, para que me case con ella, porque ya terminó el tiempo que prometí trabajar por ella.

22 Entonces Labán invitó a todos sus vecinos a la fiesta de bodas que celebró.

23 Pero por la noche Labán tomó a Lía y se la llevó a Jacob, y Jacob durmió con ella.

24 Además, Labán regaló a Lía una de sus esclavas, llamada Zilpá, para que la atendiera.

25 A la mañana siguiente, Jacob se dio cuenta de que había dormido con Lía, y fue a reclamarle a Labán: –¿Qué es esto que me has hecho? ¿No trabajé contigo por Raquel? Entonces, ¿por qué me has engañado?

26 Labán le contestó: –Aquí no es costumbre que la hija menor se case antes que la mayor.

27 Cumple la semana de bodas de Lía y entonces te daremos también a Raquel, si es que te comprometes a trabajar conmigo otros siete años.

28 Jacob aceptó, y cuando hubo cumplido la semana de bodas de Lía, Labán le dio a Raquel por esposa.

29 Labán también dio a Raquel una de sus esclavas, llamada Bilhá, para que la atendiera.

30 Jacob se unió también a Raquel, y la amó mucho más que a Lía, aunque tuvo que trabajar con Labán durante siete años más.

31 Cuando el Señor vio que Jacob despreciaba a Lía, hizo que esta tuviera hijos; pero a Raquel la mantuvo estéril.

32 Lía quedó embarazada y tuvo un hijo, al que llamó Rubén, porque dijo: “El Señor me vio triste. Por eso ahora mi esposo me amará.”

33 Después Lía tuvo otro hijo, al que llamó Simeón, y entonces dijo: “El Señor oyó que me despreciaban, y por eso me dio un hijo más.”

34 Y otra vez tuvo un hijo, al que llamó Leví, porque dijo: “Ahora mi esposo se unirá más a mí, porque ya le he dado tres hijos.”

35 Lía tuvo aún otro hijo, al que llamó Judá, porque dijo: “Esta vez alabaré al Señor.” Después de esto, dejó de tener hijos.

30

1 Cuando Raquel vio que no podía dar hijos a Jacob, sintió envidia de su hermana Lía, y dijo a su esposo: –Dame hijos, porque si no, me moriré.

2 Pero Jacob se enojó con ella y le dijo: –¿Acaso yo soy Dios? Él es quien no te deja tener hijos.

3 Entonces ella le dijo: –Mira, toma a mi esclava Bilhá y únete con ella, y cuando ella tenga hijos, será como si yo misma los tuviera. Así yo podré tener hijos.

4 De esta manera, Raquel le dio a Jacob su esclava Bilhá, para que fuera su concubina. Jacob se unió con Bilhá,

5 y esta dio un hijo a Jacob.

6 Entonces Raquel dijo: “Este niño se llamará Dan, porque Dios oyó mi oración y me hizo justicia al darme un hijo.”

7 Después Bilhá dio otro hijo a Jacob,

8 y Raquel dijo: “Este niño se llamará Neftalí, porque he luchado mucho contra mi hermana y la he vencido.”

9 Cuando Lía vio que ya no podía tener hijos, tomó a su esclava Zilpá y se la entregó a Jacob para que fuera su concubina.

10 Y cuando Zilpá dio un hijo a Jacob,

11 Lía dijo: “¡Qué dicha! Por eso el niño se llamará Gad.”

12 Después Zilpá dio otro hijo a Jacob,

13 y entonces Lía dijo: “¡Qué felicidad! Ahora las mujeres dirán que soy feliz. Por eso el niño se llamará Aser.”

14 Un día fue Rubén al campo, durante la cosecha de trigo, y encontró unas plantas llamadas mandrágoras, las cuales llevó a su madre Lía. Cuando Raquel las vio, dijo a Lía: –Por favor, dame algunas de esas mandrágoras que tu hijo te ha traído.

15 Pero Lía le contestó: –¿Te parece poco haberme quitado el marido, que ahora quieres también quitarme las mandrágoras de mi hijo? –Pues a cambio de las mandrágoras de tu hijo, esta noche Jacob dormirá contigo –propuso Raquel.

16 Por la noche, cuando Jacob regresó del campo, Lía salió a su encuentro y le dijo: –Hoy vas a dormir conmigo, porque te he alquilado a cambio de las mandrágoras de mi hijo. Aquella noche Jacob durmió con Lía,

17 y ella dio a Jacob su quinto hijo, porque Dios oyó su oración.

18 Entonces Lía dijo: “Este niño se llamará Isacar, pues Dios me ha premiado porque le di mi esclava a mi marido.”

19 Después Lía dio a Jacob su sexto hijo,

20 y dijo: “Dios me ha dado un buen regalo. Ahora mi marido me amará más, porque ya le he dado seis hijos. Por eso este niño se llamará Zabulón.”

21 Por último, Lía tuvo una hija, a la cual llamó Dina.

22 Pero Dios se acordó de Raquel, oyó su oración y le permitió tener hijos.

23 Cuando tuvo el primero, dijo: “Dios me ha quitado la vergüenza de no tener hijos.

24 ¡Ojalá me permita tener otro!” Por eso le llamó José.

25 Después que Raquel dio a luz a José, Jacob dijo a Labán: –Déjame regresar a mi propia tierra.

26 Dame mis hijos y mis mujeres, pues por ellas he trabajado contigo, y déjame ir. Tú bien sabes cómo he trabajado para ti.

27 Pero Labán le contestó: –Por favor, quédate conmigo. He sabido por adivinación que el Señor me ha bendecido por medio de ti.

28 Dime qué salario quieres ganar, y te lo pagaré.

29 Entonces Jacob le dijo: –Tú bien sabes cómo he trabajado para ti, y cómo he cuidado tus animales;

30 lo poco que tenías antes que yo viniera ha aumentado en gran manera, pues desde que llegué, el Señor te ha bendecido; pero, ¿cuándo voy a comenzar a trabajar para mi propia familia?

31 –¿Qué salario quieres que te pague? –insistió Labán. –No me pagues nada –respondió Jacob–. Volveré a cuidar tus ovejas, si aceptas lo que te voy a proponer:

32 déjame pasar hoy por entre tu rebaño, para apartar todos los corderitos negros y todos los cabritos manchados y moteados. Ellos serán mi salario.

33 Así, cuando más adelante vengas a ver lo que he ganado, tendrás la prueba de mi honradez: pues si en mi rebaño hay cabras que no sean manchadas o moteadas, o corderos que no sean negros, será que te los he robado.

34 –Está bien, acepto lo que propones –dijo Labán.

35 Pero aquel mismo día apartó Labán todos los chivos rayados y moteados, y todas las cabras manchadas y moteadas o que tenían algo blanco, y todos los corderos negros, y se los dio a sus hijos para que los cuidaran.

36 Luego, con este rebaño, se apartó de donde estaba Jacob, a una distancia de tres días de camino. Jacob, por su parte, siguió cuidando las otras ovejas de Labán.

37 Cortó ramas verdes de álamo, almendro y castaño, y las peló de forma que se pudieran ver rayas blancas;

38 luego puso las varas, ya peladas, frente a los rebaños, en el lugar donde bebían agua. Allí era donde los machos se unían con las hembras, y como lo hacían delante de las varas, las crías nacían rayadas, manchadas y moteadas.

39

40 Entonces Jacob las apartaba y las ponía frente a los animales rayados y negros del rebaño de Labán. Así Jacob fue formando su propio rebaño, separándolo del rebaño de Labán.

41 Cada vez que los animales más gordos se unían para tener crías, Jacob ponía las varas en el lugar donde bebían agua, de manera que pudieran ver las varas en el momento de unirse;

42 pero cuando venían los animales más flacos, no ponía las varas. Y así los animales más flacos eran para Labán, y los más gordos para Jacob.

43 De este modo Jacob se hizo muy rico, y llegó a tener muchas ovejas, esclavos, esclavas, camellos y asnos.

31

1 Pero Jacob supo que los hijos de Labán andaban diciendo: “Jacob ha tomado todo lo que era de nuestro padre, y con eso se ha hecho rico.”

2 También Jacob se fijó en que Labán ya no le miraba con buenos ojos, como antes.

3 Entonces el Señor dijo a Jacob: “Regresa a la tierra de tus padres, donde están tus parientes, y yo te acompañaré.”

4 Jacob mandó llamar a Raquel y a Lía, para que vinieran al campo donde estaba él con sus ovejas,

5 y les dijo: –Me he dado cuenta de que vuestro padre ya no me trata igual que antes; pero el Dios de mi padre siempre me ha acompañado.

6 Sabéis muy bien que yo he trabajado para vuestro padre lo mejor que he podido,

7 y que él me ha engañado y continuamente me ha cambiado el salario. Sin embargo, Dios no le ha dejado hacerme ningún mal;

8 al contrario, cuando él decía: ‘Te voy a pagar con los animales manchados’, todas las hembras tenían crías manchadas; y cuando decía: ‘Te voy a pagar con los rayados’, entonces todas tenían crías rayadas.

9 Así fue como Dios le quitó sus animales para dármelos a mí.

10 “Un día, cuando los animales estaban en celo, tuve un sueño en el que veía que los machos cabríos que cubrían a las hembras eran rayados, manchados y moteados.

11 En aquel sueño el ángel de Dios me llamó por mi nombre, y yo le contesté: ‘Aquí estoy.’

12 Entonces el ángel me dijo: ‘Fíjate bien, y vas a ver que todos los machos que cubren a las hembras son rayados, manchados y moteados, porque me he dado cuenta de todo lo que Labán te ha hecho.

13 Yo soy el Dios que se te apareció en Betel, donde tú consagraste la piedra y me hiciste una promesa. ¡Vamos!, levántate y vete de aquí. Regresa a la tierra donde naciste.'

14 Entonces Raquel y Lía le contestaron: –Nosotras ya no tenemos herencia alguna en la casa de nuestro padre.

15 Al contrario, nos trata como si fuéramos extrañas. ¡Hasta nos vendió, y se aprovechó de lo que le pagaste por casarte con nosotras!

16 En realidad, toda la riqueza que Dios le ha quitado a nuestro padre es nuestra y de nuestros hijos. Así que haz todo lo que Dios te ha dicho.

17 Jacob se preparó para regresar a Canaán, donde vivía su padre Isaac. Hizo montar a sus hijos y a sus mujeres en los camellos, tomó todo lo que tenía y se puso en camino con todos los animales que había recibido por su trabajo en Padán-aram.

18

19 Mientras Labán estaba en otra parte, trasquilando sus ovejas, Raquel le robó los ídolos familiares.

20 Así fue como Jacob engañó a Labán el arameo, no diciéndole que se iba.

21 Escapó con todo lo que tenía. Muy pronto cruzó el río Éufrates, y siguió adelante hacia los montes de Galaad.

22 Tres días después, Labán supo que Jacob se había escapado.

23 Entonces, acompañado de sus parientes, salió a perseguirle, y siete días después le alcanzó en los montes de Galaad.

24 Pero aquella noche Dios se apareció a Labán el arameo en un sueño, y le dijo: “Escucha, no hables a Jacob con brusquedad.”

25 Labán alcanzó a Jacob en los montes de Galaad, donde Jacob había acampado. Allí mismo acampó Labán con sus parientes,

26 y reclamó a Jacob: –¿Qué has hecho? ¿Por qué me engañaste? ¡Has traído a mis hijas como si fueran prisioneras de guerra!

27 ¿Por qué me engañaste y escapaste a escondidas, sin decirme nada? De haberlo sabido, yo te habría despedido con alegría y con música de tambores y de arpa.

28 Ni siquiera me dejaste besar a mis hijas y a mis nietos. ¡Has actuado como un necio!

29 Yo bien podría haceros daño a todos, pero anoche me habló el Dios de tu padre y me dijo: ‘Escucha, no hables a Jacob con brusquedad.’

30 Pero si tanto deseabas regresar a la casa de tu padre, y por eso te fuiste, ¿por qué me robaste mis dioses?

31 Entonces Jacob contestó a Labán: –Es que tuve miedo. Pensé que tal vez me ibas a quitar a tus hijas por la fuerza.

32 Pero si alguno de los que aquí se encuentran tiene tus dioses, ¡que muera! Nuestros parientes son testigos: dime si yo tengo algo tuyo, y llévatelo. Jacob no sabía que Raquel había robado los ídolos.

33 Labán entró en la tienda de campaña de Jacob, luego en la de Lía, y también en la de las dos esclavas, pero no encontró los ídolos. Cuando salió de la tienda de campaña de Lía y entró en la de Raquel,

34 esta tomó los ídolos, los metió entre la montura de un camello, y se sentó sobre ellos. Labán anduvo buscando por toda la tienda, pero no los encontró.

35 Entonces Raquel le dijo: –Padre, no te enojes si no me levanto delante de ti, pero es que hoy tengo mi periodo de menstruación. Como Labán anduvo buscando los ídolos y no los encontró,

36 Jacob se enojó y fue a reclamarle a Labán con estas palabras: –¿Qué falta cometí? ¿Cuál es mi pecado, que con tantas ansias me has perseguido?

37 Has registrado todas mis cosas, ¿y qué has encontrado de los objetos de tu casa? ¡Ponlo aquí, delante de tus parientes y de los míos, para que ellos digan quién de los dos tiene razón!

38 Durante estos veinte años que trabajé contigo, nunca abortaron tus ovejas ni tus cabras, y nunca me comí un solo carnero de tus rebaños;

39 nunca te traje los animales muertos por las fieras, sino que yo pagaba su pérdida; si de día o de noche robaban ganado, tú me lo cobrabas.

40 De día me moría de calor; de noche me moría de frío, ¡y hasta el sueño se me iba!

41 Veinte años he estado en tu casa, y esto es lo que me ha tocado: trabajar catorce años a tu servicio por tus dos hijas, y seis años por tus animales; y tú continuamente me cambiabas el salario.

42 De no haber estado conmigo el Dios de Abraham, el Dios que adoraba mi padre Isaac, seguro estoy de que me habrías mandado con las manos vacías. Pero Dios vio mi tristeza y el resultado de mi trabajo, y anoche te reprendió.

43 Entonces Labán contestó a Jacob: –Las hijas son mis hijas, los nietos son mis nietos y las ovejas son mis ovejas. ¡Todo lo que aquí ves es mío! Sin embargo, ¿qué puedo hacer ahora a mis hijas o a los hijos que ellas han tenido?

44 Por eso, ven; hagamos tú y yo un pacto que sirva como testimonio entre nosotros dos.

45 Entonces Jacob tomó una piedra, la puso en pie como un pilar

46 y dijo a sus parientes: –¡Juntad piedras! Todos juntaron piedras para hacer un montón, y allí comieron, junto al montón de piedras.

47 Labán llamó a aquel lugar en su idioma “Jegar Sahadutá”, y Jacob lo llamó en el suyo “Galaad”.

48 Entonces Labán dijo: –Hoy, este montón de piedras es testigo entre nosotros dos. Por eso se llamó Galaad aquel lugar,

49 y también se llamó Mispá, porque Labán dijo: –Que el Señor vigile entre nosotros dos cuando ya no podamos vernos el uno al otro.

50 Si maltratas a mis hijas o si te casas con otras mujeres además de ellas, aunque no haya nadie como testigo entre nosotros, Dios mismo sea testigo.

51 Y Labán siguió diciendo a Jacob: –Mira, aquí están el montón de piedras y el pilar que he puesto entre nosotros dos.

52 Ambos serán testigos de que ni tú ni yo cruzaremos esta línea para perjudicarnos.

53 Que decida entre nosotros el Dios de tu abuelo Abraham y de mi abuelo Nahor. Entonces Jacob juró por el Dios que su padre Isaac adoraba.

54 Luego hizo Jacob sacrificios en el cerro, y llamó a sus parientes a comer. Todos ellos comieron, y pasaron la noche en el cerro.

55 Al día siguiente por la mañana, Labán se levantó y dio un beso a sus nietos y a sus hijas; después los bendijo, y regresó a su tierra.

32

1 Jacob siguió su camino, y unos ángeles de Dios le salieron al encuentro.

2 Cuando Jacob los vio, dijo: “Este es un ejército de Dios.” Por eso llamó Mahanaim a aquel lugar.

3 Jacob envió unos mensajeros a la tierra de Seír, que es la región de Edom, para anunciar su llegada a su hermano Esaú,

4 y les dio este mensaje: “Decid a mi hermano Esaú: ‘Tu hermano Jacob se pone a tus órdenes, y nos manda a decirte: He vivido con Labán todo este tiempo,

5 y tengo vacas, asnos, ovejas, esclavos y esclavas. Envío este mensaje a mi señor, esperando ganarme su buena voluntad.’ ”

6 Cuando los mensajeros regresaron, dijeron a Jacob: –Fuimos a ver a tu hermano Esaú, y ya viene él mismo a recibirte, acompañado de cuatrocientos hombres.

7 Al oir esto, Jacob se llenó de miedo y se quedó muy preocupado. Dividió entonces en dos grupos la gente que llevaba con él, y también las ovejas, vacas y camellos,

8 pues pensó: “Si Esaú viene contra un grupo y lo ataca, el otro grupo podrá escapar.”

9 Luego comenzó a orar: “Señor, Dios de mi abuelo Abraham y de mi padre Isaac, que me dijiste que regresara a mi tierra y a mis parientes, y que harías que me fuera bien:

10 no merezco la bondad y fidelidad con que me has tratado. Yo crucé este río Jordán sin llevar nada más que mi bastón, y ahora he llegado a poseer dos campamentos.

11 ¡Por favor, sálvame de las manos de mi hermano Esaú! Tengo miedo de que venga a atacarme y que mate a las mujeres y a los niños.

12 Tú has dicho claramente que harás que me vaya bien, y que mis descendientes serán tan numerosos como los granitos de arena del mar, que no se pueden contar.”

13 Aquella noche Jacob durmió allí, y de lo que tenía a mano escogió regalos para su hermano Esaú:

14 doscientas cabras, veinte chivos, doscientas ovejas, veinte carneros,

15 treinta camellas recién paridas, con sus crías, cuarenta vacas, diez novillos, veinte asnas y diez asnos.

16 Luego entregó a sus siervos cada rebaño por separado, y les dijo: –Adelantaos, y guardad alguna distancia entre rebaño y rebaño.

17 Al primero que envió, le ordenó: –Cuando te encuentre mi hermano Esaú y te pregunte quién es tu amo, a dónde vas y de quién son los animales que llevas,

18 contéstale: ‘Es un regalo para ti, mi señor Esaú, de parte de Jacob, tu servidor. Por cierto, él mismo viene detrás de nosotros.’

19 También al segundo que envió, y al tercero, y a todos los que llevaban los rebaños, les dijo: –Cuando encontréis a Esaú, decidle lo mismo,

20 y decidle también: ‘Jacob, tu servidor, viene detrás de nosotros.’ Porque Jacob pensaba: “Calmaré su enojo con los regalos que le envío por delante, y luego le veré personalmente. Tal vez de este modo me recibirá bien.”

21 Así pues, los regalos fueron delante, y él se quedó a pasar la noche en su campamento.

22 Jacob se levantó aquella misma noche, tomó a sus dos esposas, sus dos esclavas y sus once hijos, y los hizo cruzar el vado del río Jaboc,

23 junto con todo lo que tenía.

24 Cuando Jacob se quedó solo, un hombre luchó con él hasta el amanecer;

25 pero como el hombre vio que no podía vencer a Jacob, le golpeó en la coyuntura de la cadera, y esa parte se le dislocó a Jacob mientras luchaba.

26 Entonces el hombre le dijo: –Suéltame, porque ya está amaneciendo. –Si no me bendices, no te soltaré –contestó Jacob.

27 –¿Cómo te llamas? –preguntó aquel hombre. –Me llamo Jacob –respondió él.

28 Entonces el hombre le dijo: –Ya no te llamarás Jacob. Tu nombre será Israel, porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido.

29 –Ahora dime cómo te llamas tú –preguntó Jacob. Pero el hombre contestó: –¿Para qué me preguntas mi nombre? Luego el hombre le bendijo allí mismo.

30 Y Jacob llamó a aquel lugar Penuel, porque dijo: “He visto a Dios cara a cara, y sin embargo todavía estoy vivo.”

31 Ya Jacob estaba pasando Penuel cuando el sol salió; pero debido a su cadera, iba cojeando.

32 Por eso, aun en el día de hoy, los descendientes de Israel no comen el tendón que está en la coyuntura de la cadera, porque Jacob fue golpeado en esa parte.

33

1 Cuando Jacob vio que Esaú venía acompañado de cuatrocientos hombres, repartió a los niños entre Lía, Raquel y las dos esclavas.

2 Situó primero a las esclavas con sus hijos, luego a Lía con sus hijos, y por último a Raquel y José.

3 Luego se adelantó a ellos, y se inclinó hasta tocar el suelo con la frente siete veces, hasta que estuvo cerca de su hermano.

4 Pero Esaú corrió a su encuentro y, echándole los brazos al cuello, le abrazó y le besó. Los dos lloraron.

5 Después Esaú se fijó en las mujeres y los niños, y preguntó: –Y estos, ¿quiénes son? –Son los hijos que Dios ha dado a tu servidor –dijo Jacob.

6 Entonces las esclavas y sus hijos se acercaron, y se inclinaron hasta tocar el suelo con la frente;

7 luego se acercaron Lía y sus hijos, y se inclinaron de la misma manera; y por último se acercaron José y Raquel, y también se inclinaron.

8 Y preguntó Esaú: –¿Qué piensas hacer con todos esos rebaños que he venido encontrando? –Ganarme tu buena voluntad–respondió Jacob.

9 –No, hermano mío, yo tengo suficiente. Quédate con lo que es tuyo –dijo Esaú.

10 Pero Jacob insistió: –No, por favor. Si me he ganado tu buena voluntad, acepta este regalo, pues verte en persona es como ver a Dios mismo, ya que tú me has recibido muy bien.

11 Te ruego que aceptes el regalo que te he traído, pues Dios me ha hecho rico, y nada me falta. Tanto insistió Jacob, que al fin Esaú aceptó el regalo;

12 pero dijo: –Bueno, vámonos de aquí. Yo iré delante de ti.

13 Y Jacob respondió: –Querido hermano, tú sabes que los niños son débiles, y que debo pensar en las ovejas y en las vacas paridas; si se las cansa, en un solo día pueden morir todas las ovejas.

14 Es mejor que tú te adelantes a este servidor tuyo; yo iré poco a poco, al paso de los animales que van delante de mí, y al paso de los niños, hasta reunirme contigo en Seír.

15 –Bueno –dijo Esaú–, permíteme dejarte algunos hombres de los que vienen conmigo. Pero Jacob contestó: –¡No, por favor! ¿Para qué te molestas?

16 Aquel mismo día regresó Esaú a Seír.

17 Jacob, en cambio, se fue a Sucot, donde hizo una casa para él y unas enramadas para sus animales. Por eso, a aquel lugar lo llamó Sucot.

18 Cuando Jacob vino de Padán-aram, llegó sano y salvo a Canaán y acampó frente a la ciudad de Siquem.

19 Por cien monedas compró un terreno a los hijos de Hamor, el padre de Siquem, y allí montó su campamento.

20 Después construyó un altar, y lo llamó El-elohé-israel.

34

1 Dina, la hija que Lía dio a Jacob, fue a visitar a las muchachas del lugar;

2 pero la vio Siquem, que era hijo de Hamor el heveo, el jefe de aquel lugar, y por la fuerza se acostó con ella y la deshonró.

3 Sin embargo, tanto se enamoró de ella, que trató de ganarse su cariño.

4 Entonces habló con su padre Hamor, y le dijo: –Ve a pedir la mano de esta muchacha. Quiero casarme con ella.

5 Jacob supo que Siquem había deshonrado a su hija Dina, pero como sus hijos estaban en el campo con sus animales, no dijo nada hasta que ellos regresaron.

6 Mientras tanto, Hamor, el padre de Siquem, fue a ver a Jacob para hablar con él.

7 Cuando los hijos de Jacob regresaron del campo y supieron lo que había pasado, se enfurecieron, porque era una ofensa muy grande para Israel que Siquem se hubiera acostado con la hija de Jacob. ¡Era algo que nunca debía haber hecho!

8 Pero Hamor habló con ellos, y les dijo: –Mi hijo Siquem está muy enamorado de vuestra hermana. Por favor, dejadla que se case con él

9 y haceos nuestros parientes; así nosotros nos casaremos con vuestras hijas y vosotros os casaréis con las nuestras.

10 Quedaos a vivir con nosotros. El país está a vuestra disposición; vivid en él, haced negocios, comprad terrenos.

11 Por su parte, Siquem dijo al padre y a los hermanos de Dina: –Yo os ruego que aceptéis. Os daré lo que me pidáis.

12 No importa que sea una compensación más alta de lo acostumbrado, y muchos regalos; yo os los daré. Pero dejad que la muchacha se case conmigo.

13 Sin embargo, como Siquem había deshonrado a Dina, los hijos de Jacob les contestaron a él y a su padre Hamor con engaños.

14 Les dijeron: –No podemos dar nuestra hermana a un hombre que no está circuncidado, porque eso sería una vergüenza para nosotros.

15 Solo podemos aceptar con esta condición: que vosotros seáis como nosotros; es decir, que se circunciden todos los varones entre vosotros.

16 Entonces sí, vosotros os casaréis con nuestras hijas y nosotros nos casaremos con las vuestras; viviremos entre vosotros y seremos un solo pueblo.

17 Pero si no aceptáis nuestra condición de circuncidaros, nos iremos de aquí y nos llevaremos a nuestra hermana.

18 Hamor y su hijo Siquem estuvieron de acuerdo con lo que ellos propusieron.

19 Sin perder más tiempo, el joven se circuncidó, porque la hija de Jacob le había gustado. Como Siquem era el más respetado en la familia de su padre,

20 fueron él y su padre Hamor a la entrada de la ciudad, donde se trataban los negocios, y allí dijeron a los habitantes:

21 –Estos hombres son nuestros amigos. Van a vivir y hacer negocios en este lugar, pues hay suficiente terreno para ellos; nosotros podremos casarnos con sus hijas y ellos podrán casarse con las nuestras.

22 Pero, para que seamos un solo pueblo, ellos aceptan vivir con nosotros solamente con esta condición: que todos nuestros varones se circunciden, tal como ellos acostumbran.

23 Todas sus pertenencias y todos sus animales serán nuestros. Solo tenemos que decir sí, y ellos se quedarán a vivir con nosotros.

24 Todos los hombres de la ciudad que estaban en edad militar estuvieron de acuerdo con Hamor y con su hijo Siquem, y fueron circuncidados.

25 Pero Simeón y Leví, hijos de Jacob y hermanos de Dina, fueron a la ciudad al tercer día, cuando los hombres todavía tenían los dolores de la circuncisión, y espada en mano los mataron a todos, pues no encontraron resistencia.

26 A filo de espada mataron a Hamor y a su hijo Siquem; luego sacaron a Dina de la casa de Siquem, y se fueron.

27 Llegaron también los otros hijos de Jacob, y pasando sobre los muertos saquearon el pueblo para vengar la deshonra de su hermana.

28 Se llevaron ovejas, vacas, asnos y todo lo que había en la ciudad y en el campo;

29 robaron todo lo que había en las casas, y se llevaron prisioneros a todos los niños y mujeres.

30 Entonces Jacob dijo a Simeón y Leví: –Me habéis puesto en un aprieto. Ahora los habitantes de este lugar, los cananeos y ferezeos, me van a odiar. Se juntarán contra mí y me atacarán, y como tengo muy pocos hombres, nos matarán a mí y a mi familia.

31 Pero ellos contestaron: –¿Acaso tenía él que tratar a nuestra hermana como a una prostituta?

35

1 Dios dijo a Jacob: “Levántate y vete a vivir a Betel. En ese lugar harás un altar al Dios que se te apareció cuando huías de tu hermano Esaú.”

2 Entonces Jacob dijo a su familia y a todos los que le acompañaban: –Sacad todos los dioses extraños que hay entre vosotros, bañaos y mudad vuestras ropas.

3 Vámonos pronto a Betel, pues allí voy a construir un altar en honor del Dios que me ayudó cuando yo estaba afligido, y que me ha acompañado por dondequiera que he andado.

4 Ellos entregaron a Jacob todos los dioses extraños que tenían, y los aretes que llevaban en las orejas, y Jacob los enterró debajo de una encina cerca de Siquem.

5 Cuando ellos salieron, Dios hizo que todos los pueblos vecinos se llenaran de miedo, y por eso no persiguieron a los hijos de Jacob.

6 Jacob y toda la gente que iba con él llegaron a Luz, ciudad que también se llama Betel y que está en Canaán.

7 Y construyó un altar, y llamó al lugar El-betel, porque cuando huía de su hermano, Dios se le había aparecido allí.

8 También allí murió Débora, la mujer que había cuidado a Rebeca, y la enterraron debajo de una encina, cerca de Betel. Jacob llamó a aquel lugar “La encina del llanto”.

9 Cuando Jacob regresaba de Padán-aram, Dios se le apareció otra vez, y le bendijo

10 de esta manera: “Tú te llamas Jacob, pero ya no te llamarás así; desde hoy tu nombre será Israel.” Después que Dios le cambió el nombre,

11 le dijo: “Yo soy el Dios todopoderoso; ten muchos hijos y descendientes. De ti saldrá una nación y muchos pueblos, y entre tus descendientes habrá reyes.

12 La tierra que di a Abraham y a Isaac, también te la doy a ti, y después de ti se la daré a tus descendientes.”

13 Cuando Dios se fue del lugar en donde había hablado con Jacob,

14 este tomó una piedra y la puso en pie, como un pilar, en el lugar donde Dios le había hablado; luego la consagró derramando aceite y vino sobre ella,

15 y llamó Betel a aquel lugar.

16 Después se fueron de Betel; pero todavía estaban a alguna distancia de Efrata, cuando Raquel dio a luz, y tuvo un parto muy complicado.

17 En el momento más difícil, la partera le dijo: “No tengas miedo, que has dado a luz otro varón.”

18 Pero ella se estaba muriendo; y en sus últimos suspiros llamó Ben-oní al niño, aunque su padre lo llamó Benjamín.

19 Así murió Raquel, y la enterraron en el camino de Efrata, que ahora es Belén.

20 Jacob levantó un monumento sobre su sepulcro, el mismo monumento que todavía señala el sepulcro de Raquel.

21 Israel siguió su camino, y acampó más allá de la torre de Éder.

22 Estando ya establecido Israel en aquel lugar, Rubén fue y se acostó con Bilhá, que era concubina de su padre. Cuando este lo supo, se enojó muchísimo. Los hijos de Jacob fueron doce.

23 Los que tuvo con Lía fueron Rubén, su primogénito; Simeón, Leví, Judá, Isacar y Zabulón.

24 Los que tuvo con Raquel fueron José y Benjamín.

25 Los que tuvo con Bilhá, la esclava de Raquel, fueron Dan y Neftalí;

26 y los que tuvo con Zilpá, la esclava de Lía, fueron Gad y Aser. Estos fueron los hijos de Jacob, que nacieron en Padán-aram.

27 Jacob fue a ver a su padre Isaac a Mamré, la ciudad que también se llama Arbá o Hebrón. Allí habían vivido Abraham e Isaac.

28 Isaac tenía ciento ochenta años cuando murió.

29 Fue a reunirse con sus antepasados cuando ya era muy anciano, y sus hijos Esaú y Jacob lo sepultaron.

36

1 Estos son los descendientes de Esaú, o sea Edom.

2 Esaú se casó con mujeres de Canaán: con Adá, hija de Elón el hitita; con Oholibamá, hija de Aná y nieta de Sibón el heveo,

3 y con Basemat, hija de Ismael y hermana de Nebaiot.

4 El hijo que Adá dio a Esaú fue Elifaz; Basemat dio a luz a Reuel;

5 y Oholibamá dio a luz a Jeús, Jaalam y Coré. Estos fueron los hijos de Esaú, que nacieron cuando él vivía en la tierra de Canaán.

6 Esaú tomó a sus esposas, hijos e hijas, y a todos los que vivían con él, y se fue a otro lugar para alejarse de su hermano Jacob. Se llevó todos los animales y todo lo que había llegado a poseer en Canaán,

7 pues era tanto lo que poseían los dos que ya no podían vivir juntos; además, la tierra donde vivían no bastaba para alimentar a sus animales.

8 Por eso Esaú, o sea Edom, se fue a vivir a la región montañosa de Seír.

9 Estos son los descendientes de Esaú, antepasado de los edomitas, que vivieron en la región montañosa de Seír.

10 Estos son los nombres de los hijos de Esaú: Elifaz, hijo de Adá y Esaú; y Reuel, hijo de Basemat y Esaú.

11 Los hijos de Elifaz fueron Temán, Omar, Sefó, Gatam y Quenaz.

12 Elifaz tuvo una concubina llamada Timná, la cual le dio un hijo que se llamó Amalec. Estos fueron los descendientes de Adá, una de las esposas de Esaú.

13 Los hijos de Reuel fueron Náhat, Zérah, Samá y Mizá. Estos fueron los descendientes de Basemat, otra de las esposas de Esaú.

14 Oholibamá fue otra esposa de Esaú, y los hijos que ella le dio fueron Jeús, Jaalam y Coré. Ella era hija de Aná y nieta de Sibón.

15 Los jefes de los descendientes de Esaú fueron estos: de los descendientes de Elifaz, primogénito de Esaú, los jefes fueron Temán, Omar, Sefó, Quenaz,

16 Coré, Gatam y Amalec; estos fueron los jefes de la línea de Elifaz en la tierra de Edom, todos ellos descendientes de Adá.

17 De los hijos de Reuel, hijo de Esaú, los jefes fueron Náhat, Zérah, Samá y Mizá; estos fueron los jefes de la línea de Reuel en la tierra de Edom, descendientes de Basemat, esposa de Esaú.

18 De los hijos de Oholibamá, hija de Aná y esposa de Esaú, los jefes fueron Jeús, Jaalam y Coré.

19 Todos ellos fueron descendientes de Esaú, o sea Edom, y jefes de sus tribus.

20 Los hijos de Seír el horeo, que vivían en aquella región, fueron Lotán, Sobal, Sibón, Aná,

21 Disón, Éser y Disán; estos fueron los jefes de los horeos, descendientes de Seír, en la tierra de Edom.

22 Los hijos de Lotán fueron Horí y Hemam. Timná era hermana de Lotán.

23 Los hijos de Sobal fueron Alván, Manáhat, Ebal, Sefó y Onam.

24 Los hijos de Sibón fueron Aiá y Aná. Aná fue el que encontró manantiales en el desierto, mientras estaba cuidando los asnos de su padre Sibón.

25 Aná tuvo un hijo llamado Disón, y una hija llamada Oholibamá.

26 Los hijos de Disón fueron Hemdán, Esbán, Itrán y Querán.

27 Los hijos de Éser fueron Bilhán, Zaaván y Acán.

28 Los hijos de Disán fueron Us y Arán.

29 Los jefes de los horeos fueron Lotán, Sobal, Sibón, Aná,

30 Disón, Éser y Disán; estos fueron los jefes de los horeos, familia por familia, en la región de Seír.

31 Estos fueron los reyes que gobernaron en Edom antes que los israelitas tuvieran rey:

32 Bela, que era hijo de Beor, fue rey de Edom; su ciudad se llamaba Dinhaba.

33 Cuando Bela murió, gobernó en su lugar Jobab, el hijo de Zérah, que era del pueblo de Bosrá.

34 Cuando Jobab murió, gobernó en su lugar Husam, que era de la región de Temán.

35 Cuando Husam murió, gobernó en su lugar Hadad, el hijo de Bedad, que derrotó a Madián en el campo de Moab; y su ciudad se llamaba Avit.

36 Cuando murió Hadad, gobernó en su lugar Samlá, que era del pueblo de Masrecá.

37 Cuando Samlá murió, gobernó en su lugar Saúl, que era de Rehobot, el pueblo que está junto al río.

38 Cuando Saúl murió, gobernó en su lugar Baal-hanán, que era hijo de Acbor.

39 Y cuando murió Baal-hanán, gobernó en su lugar Hadad; y su ciudad se llamaba Pau. La esposa de Hadad se llamaba Mehetabel, y era hija de Matred y nieta de Mezaab.

40 Estos son los nombres de los clanes de Esaú, por orden de familias, lugares y nombres: Timná, Alvá, Jetet,

41 Oholibamá, Elá, Pinón,

42 Quenaz, Temán, Mibsar,

43 Magdiel e Iram. Esaú también se llamaba Edom, y estos fueron los jefes de Edom, de acuerdo con los lugares donde vivían y que eran suyos.

37

1 Jacob se quedó a vivir en Canaán, donde su padre había vivido por algún tiempo.

2 Esta es la historia de la familia de Jacob. Cuando José era un muchacho de diecisiete años, cuidaba las ovejas junto con sus hermanos, los hijos de Bilhá y de Zilpá, concubinas de su padre. Y José llevaba a su padre noticias de la mala conducta de sus hermanos.

3 Israel quería a José más que a sus otros hijos, porque había nacido siendo él ya anciano. Por eso le hizo una túnica muy elegante.

4 Pero al darse cuenta sus hermanos de que su padre le quería más que a todos ellos, llegaron a odiarle y ni siquiera le saludaban.

5 Una vez José tuvo un sueño, y se lo contó a sus hermanos; y ellos le odiaron más todavía,

6 porque les dijo: –Escuchad, voy a contaros el sueño que he tenido.

7 Soñé que todos nosotros estábamos en el campo, atando manojos de trigo; de pronto, mi manojo se levantó y quedó derecho, y vuestros manojos se pusieron alrededor del mío hiciéndole reverencias.

8 Entonces sus hermanos contestaron: –¿Quieres decir que tú vas a ser nuestro rey, y que nos vas a dominar? Y le odiaron todavía más por sus sueños y por la forma en que los contaba.

9 Después José tuvo otro sueño, que también contó a sus hermanos. Les dijo: –¿Sabéis que he tenido otro sueño, en el que veía que el sol, la luna y once estrellas me hacían reverencias?

10 Cuando José contó este sueño a su padre y a sus hermanos, su padre le reprendió, diciéndole: –¿Qué significa ese sueño que has tenido? ¿Acaso tu madre, tus hermanos y yo tendremos que inclinarnos delante de ti?

11 Y sus hermanos le tenían envidia; pero su padre pensaba mucho en este asunto.

12 Un día los hermanos de José fueron a Siquem, buscando pastos para las ovejas de su padre.

13 Entonces Israel dijo a José: –Mira, tus hermanos están en Siquem cuidando las ovejas. Quiero que vayas a verlos. –Iré con mucho gusto –contestó José.

14 –Bueno –dijo Israel–, ve y mira cómo están tus hermanos y las ovejas, y regresa luego a traerme noticias. Israel envió a José desde el valle de Hebrón, pero cuando José llegó a Siquem,

15 se perdió por el campo. Entonces un hombre lo encontró, y le preguntó: –¿Qué andas buscando?

16 –Ando buscando a mis hermanos –respondió José–. ¿Podrías decirme dónde están cuidando las ovejas?

17 –Ya se han ido de aquí –dijo el hombre–. Les oí decir que se iban a Dotán. José fue en busca de sus hermanos, y los encontró en Dotán.

18 Ellos le vieron venir de lejos, y antes de que se acercara hicieron planes para matarlo.

19 Se dijeron unos a otros: –¡Mirad, ahí viene el de los sueños!

20 Venid, matémoslo; luego lo echaremos a un pozo y diremos que un animal salvaje se lo comió. ¡Y a ver qué pasa con sus sueños!

21 Cuando Rubén oyó esto, quiso librarle de sus hermanos, y dijo: –No lo matemos.

22 No derraméis sangre. Echadlo a este pozo que está en el desierto, pero no le pongáis la mano encima. Rubén dijo esto porque quería salvar a José y devolvérselo a su padre;

23 pero al llegar José a donde estaban sus hermanos, estos le quitaron la túnica que llevaba puesta,

24 lo cogieron y lo echaron al pozo, que estaba vacío y seco.

25 Después se sentaron a comer. En esto, vieron llegar una caravana de ismaelitas que venían de Galaad y que en sus camellos traían perfumes, bálsamo y mirra, para llevarlos a Egipto.

26 Entonces Judá dijo a sus hermanos: –¿Qué ganamos con matar a nuestro hermano y luego tratar de ocultar su muerte?

27 Es mejor que lo vendamos a los ismaelitas y no que lo matemos, porque después de todo es nuestro hermano. Sus hermanos estuvieron de acuerdo con él,

28 así que cuando los comerciantes madianitas pasaban por allí, los hermanos de José lo sacaron del pozo y lo vendieron a los ismaelitas por veinte monedas de plata. Así se llevaron a José a Egipto.

29 Más tarde, Rubén regresó al pozo, y al no encontrar dentro a José, rasgó su ropa en señal de dolor.

30 Luego volvió a donde estaban sus hermanos, y les dijo: –¡El muchacho ya no está! ¿Ahora qué voy a hacer?

31 Entonces ellos tomaron la túnica de José y la mancharon con la sangre de un cabrito que mataron;

32 luego mandaron la túnica a su padre, con este mensaje: “Encontramos esto. Mira bien si es o no la túnica de tu hijo.”

33 En cuanto Jacob la reconoció, dijo: “¡Sí, es la túnica de mi hijo! Algún animal salvaje lo hizo pedazos y se lo comió.”

34 Entonces Jacob rasgó su ropa y se vistió de luto, y por mucho tiempo lloró la muerte de su hijo.

35 Todos sus hijos y sus hijas trataban de consolarle, pero él no quería ser consolado; al contrario, lloraba por su hijo y decía: “Guardaré luto por mi hijo hasta que vaya a reunirme con él entre los muertos.”

36 En Egipto, los madianitas vendieron a José a un hombre llamado Potifar, que era funcionario del faraón, el rey de Egipto, y capitán de su guardia.

38

1 En aquel tiempo, Judá se apartó de sus hermanos y se fue a vivir a la casa de un hombre llamado Hirá, que era del pueblo de Adulam.

2 Allí conoció a la hija de un cananeo llamado Súa, y se casó con ella. Cuando se unieron,

3 ella quedó embarazada y tuvo un hijo, al cual llamó Er.

4 Volvió a quedar embarazada y tuvo otro hijo, al cual llamó Onán.

5 Todavía volvió a tener otro hijo, al cual llamó Selá, que nació cuando Judá estaba en Quezib.

6 Judá casó a Er, su primogénito, con una mujer llamada Tamar.

7 Pero al Señor no le agradaba la mala conducta de Er, y le quitó la vida.

8 Entonces Judá dijo a Onán: –Únete a la viuda de tu hermano y cumple así con tu deber de cuñado, para que tu hermano pueda tener descendientes por medio de ti.

9 Pero Onán sabía que los hijos que nacieran no serían considerados suyos. Por eso, cada vez que se unía con la viuda de su hermano, procuraba que ella no quedara embarazada, para que su hermano no tuviera descendientes por medio de él.

10 Al Señor le disgustó mucho lo que Onán hacía, y también a él le quitó la vida.

11 Entonces Judá dijo a su nuera Tamar: –Quédate viuda en la casa de tu padre, hasta que mi hijo Selá sea mayor de edad. En realidad, Judá pensaba que también Selá podría morir como sus hermanos. Así Tamar se fue a vivir a la casa de su padre.

12 Pasó el tiempo y murió la esposa de Judá, la hija de Súa. Cuando Judá dejó de guardar luto, fue al pueblo de Timnat, donde estaban los que trasquilaban sus ovejas, y su amigo Hirá el adulamita le acompañó.

13 Cuando Tamar supo que su suegro había ido a Timnat a trasquilar las ovejas,

14 se quitó el vestido de viuda, se cubrió con un velo para que nadie la reconociera y se sentó a la entrada del pueblo de Enaim, que está en el camino de Timnat. Hizo esto porque sabía que Selá ya era mayor de edad y, sin embargo, no la habían casado con él.

15 Cuando Judá la vio, pensó que era una prostituta, pues ella se había cubierto la cara.

16 Entonces se apartó del camino para acercarse a ella y, sin saber que era su nuera, le dijo: –¿Me dejas acostarme contigo? –¿Qué me darás por acostarte conmigo? –le preguntó ella.

17 –Te mandaré uno de los cabritos de mi rebaño –contestó Judá. –Está bien –dijo ella–, pero déjame algo tuyo en prenda hasta que me lo mandes.

18 –¿Qué quieres que te deje? –preguntó Judá. –Dame tu sello con el cordón, y el bastón que tienes en la mano –respondió ella. Judá se los dio y se acostó con ella, y la dejó embarazada.

19 Después Tamar fue y se quitó el velo que llevaba puesto, y volvió a vestirse sus ropas de viuda.

20 Más tarde, Judá mandó el cabrito por medio de su amigo adulamita, para que la mujer le devolviera las prendas; pero su amigo ya no la encontró.

21 Entonces preguntó a los hombres del lugar: –¿Dónde está aquella prostituta de Enaim que se ponía junto al camino? –Aquí no ha habido ninguna prostituta –le contestaron.

22 Entonces él regresó a donde estaba Judá, y le dijo: –No encontré a la mujer, y además los hombres del lugar me dijeron que allí no había habido ninguna prostituta.

23 Y Judá contestó: –Pues que se quede con las cosas, para que nadie se burle de nosotros; pero que conste que yo mandé el cabrito y tú no la encontraste.

24 Como unos tres meses después, vinieron a decirle a Judá: –Tamar, tu nuera, se ha acostado con otros hombres, y como resultado de ello ha quedado embarazada. –¡Sacadla y quemadla! –gritó Judá.

25 Pero cuando la estaban sacando, ella envió a decir a su suegro: “El dueño de estas cosas es el que me ha dejado embarazada. Mira a ver de quién son este sello con el cordón, y este bastón.”

26 Cuando Judá reconoció las cosas, dijo: “Ella ha hecho bien y yo mal, porque no la casé con mi hijo Selá.” Y nunca más volvió a acostarse con ella.

27 El día en que Tamar dio a luz, tuvo mellizos.

28 En el momento de nacer, uno de ellos sacó la mano. Entonces la partera le ató un hilo rojo en la mano y dijo: “Este salió primero.”

29 Pero en ese mismo momento metió el niño la mano, y fue su hermano el que nació primero. Por eso la partera lo llamó Fares, pues dijo: “¡Cómo te abriste paso!”

30 Luego nació el otro niño, el que tenía el hilo rojo en la mano, y lo llamó Zérah.

39

1 José fue llevado a Egipto, y un egipcio llamado Potifar lo compró a los ismaelitas que le habían llevado allá. Potifar era funcionario del faraón y capitán de su guardia.

2 Pero el Señor estaba con José, y le fue muy bien mientras vivía en la casa de su amo egipcio.

3 Su amo comprendió que el Señor estaba con José, y que por eso a José le iba bien en todo.

4 Esto hizo que José se ganara la simpatía de su amo, que le nombró su ayudante personal y mayordomo de su casa, y dejó a su cargo todo lo que tenía.

5 Desde el día en que Potifar dejó a José al cargo de su casa y de todo lo suyo, el Señor bendijo a Potifar, tanto en su casa como en el campo.

6 Con José al cuidado de todo lo que tenía, Potifar ya no se preocupaba más que de comer. José era muy bien parecido y causaba buena impresión;

7 así fue que al cabo de algún tiempo la esposa de su amo se fijó en él, y un día le dijo: –Acuéstate conmigo.

8 Pero José no quiso, y le contestó: –Mira, mi amo ha dejado a mi cargo todo lo que posee, y estando yo aquí no tiene de qué preocuparse.

9 En esta casa nadie es más que yo; mi amo no me ha negado nada, sino solo a ti misma, que eres su esposa; así que, ¿cómo podría yo hacer algo tan malo y pecar contra Dios?

10 Y aunque la mujer insistía todos los días en que José se acostara con ella y estuviera a su lado, él no le hacía caso.

11 Pero un día, cuando no había nadie más en la casa, José entró para hacer su trabajo.

12 Entonces ella le sujetó por la ropa y le dijo: –Acuéstate conmigo. Pero él salió corriendo, y dejó su ropa en las manos de ella.

13 Cuando ella vio que al salir había dejado la ropa en sus manos,

14 llamó a los siervos de la casa y les dijo: –Mirad, mi esposo nos trajo un hebreo que ahora se burla de nosotros. Entró a verme y quería acostarse conmigo; pero yo grité muy fuerte,

15 y al oirme gritar con todas mis fuerzas salió corriendo, y hasta dejó aquí su ropa.

16 Luego guardó la ropa de José hasta que su amo llegó a la casa.

17 Entonces le contó lo mismo, diciendo: –El esclavo hebreo que nos trajiste entró en mi cuarto y quiso deshonrarme,

18 pero cuando grité con todas mis fuerzas, salió corriendo y dejó su ropa aquí.

19 Así me trató tu esclavo. La ira del amo de José se encendió al oir lo que su esposa le estaba contando,

20 así que tomó a José y ordenó que lo metieran en la cárcel, donde estaban los presos del rey. Pero, aun en la cárcel,

21 el Señor siguió estando con José y mostrándole su bondad, e hizo que se ganara la simpatía del jefe de la cárcel,

22 el cual dejó al cargo de José a todos los presos. José era quien daba las órdenes para todo lo que allí se hacía,

23 y el jefe de la cárcel no tenía que revisar nada de lo que había puesto a cargo de José, porque el Señor estaba con él y hacía que todo le saliera bien.

40

1 Después de esto, el copero que servía el vino al rey de Egipto, y también el panadero, ofendieron a su amo el rey.

2 Este, o sea el faraón, se enojó con los dos funcionarios, el jefe de los coperos y el jefe de los panaderos,

3 y los mandó presos a la casa del capitán de la guardia. Allí estaba la cárcel, donde también José se encontraba preso.

4 El capitán de la guardia encargó a José que atendiera a aquellos funcionarios, los cuales pasaron mucho tiempo en la cárcel.

5 Una noche, ambos presos, el copero y el panadero, tuvieron un sueño, cada uno el suyo, y cada sueño con su propio significado.

6 Por la mañana, cuando José fue a verlos, los encontró muy preocupados;

7 así que les preguntó: –¿Por qué tenéis hoy tan mala cara?

8 –Hemos tenido un sueño, y no hay quien nos lo interprete –contestaron ellos. –¿Acaso no es Dios quien da las interpretaciones? –preguntó José–. Vamos, contadme lo que habéis soñado.

9 Entonces el jefe de los coperos contó su sueño a José con estas palabras: –En mi sueño veía una vid

10 que tenía tres sarmientos. La vid retoñaba y echaba flor, y la flor se convertía en racimos de uvas maduras.

11 Yo tenía la copa del faraón en la mano, y tomaba las uvas y las exprimía en la copa. Luego, yo mismo ponía la copa en manos del faraón.

12 José le dijo: –Tu sueño significa esto: los tres sarmientos son tres días,

13 y dentro de tres días el faraón revisará tu caso, te pondrá de nuevo en tu trabajo y volverás a darle la copa al faraón, tal como antes hacías.

14 Cuando esto suceda, acuérdate de mí y, por favor, habla de mí al faraón para que me saque de este lugar. ¡Compadécete de mí!

15 A mí me raptaron de la tierra de los hebreos, y no merezco estar en la cárcel porque no he hecho nada malo.

16 Cuando el jefe de los panaderos vio que José había dado una interpretación favorable, le dijo: –Por mi parte, yo soñé que tenía tres canastillos de pan blanco sobre mi cabeza.

17 En el canastillo de arriba había un gran surtido de pasteles para el faraón, pero las aves venían a comer del canastillo que estaba sobre mi cabeza.

18 Entonces José le contestó: –Tu sueño significa esto: los tres canastillos son tres días,

19 y dentro de tres días el faraón revisará tu caso y hará que te cuelguen de un árbol, y las aves se comerán tu carne.

20 Al tercer día era el cumpleaños del faraón, y él hizo una gran fiesta para todos sus funcionarios. Delante de sus invitados, el faraón mandó sacar de la cárcel al jefe de los coperos y al jefe de los panaderos.

21 Al copero lo puso de nuevo en su trabajo, y él volvió a darle la copa al faraón, como antes;

22 pero al panadero lo mandó ahorcar, tal como José lo había interpretado.

23 Sin embargo, el copero no volvió a acordarse de José.

41

1 Pasaron dos años. Un día, el faraón soñó que estaba de pie a orillas del río Nilo,

2 y que del río subían siete vacas hermosas y gordas que comían hierba entre los juncos.

3 Detrás de ellas, siete vacas feas y flacas subieron del río y se pusieron en la orilla, cerca de las otras.

4 Luego, estas vacas feas y flacas devoraron a las siete vacas hermosas y gordas. El faraón se despertó,

5 pero volvió a dormirse y tuvo otro sueño: vio que siete espigas de trigo, llenas y hermosas, crecían de un solo tallo.

6 Detrás de ellas salieron otras siete espigas, secas y quemadas por el viento del este,

7 y estas espigas secas devoraron a las siete espigas gruesas y llenas. El faraón se despertó, y se dio cuenta de que era un sueño.

8 Pero al día siguiente por la mañana estaba muy preocupado, y ordenó que vinieran todos los adivinos y sabios de Egipto. El faraón les contó sus sueños, pero ninguno de ellos pudo explicarle qué significaban.

9 Entonces el jefe de los coperos dijo al faraón: –Ahora me acuerdo de lo mal que me he portado.

10 Cuando Su Majestad se enojó con el jefe de los panaderos y con este servidor de Su Majestad, nos mandó a los dos a la cárcel del capitán de la guardia.

11 Una noche, el jefe de los panaderos tuvo un sueño, y yo otro, y cada sueño tenía su propio significado.

12 En aquel lugar estaba con nosotros un joven hebreo, que era esclavo del capitán de la guardia. Le contamos nuestros sueños y él los interpretó, y nos dijo su significado.

13 ¡Y todo pasó tal como él nos lo había dicho! Yo volví de nuevo a mi trabajo, y el otro fue ahorcado.

14 Entonces el faraón mandó llamar a José, y lo sacaron inmediatamente de la cárcel. José se cortó el pelo, se cambió de ropa y se presentó ante el faraón.

15 Y el faraón le dijo: –He tenido un sueño y no hay quien lo interprete; pero he sabido que tú, si oyes un sueño, lo puedes interpretar.

16 –Eso no depende de mí –contestó José–; pero Dios dará a Su Majestad una contestación favorable.

17 El faraón contó a José: –En mi sueño, yo estaba de pie a la orilla del río Nilo,

18 y del río subieron siete vacas gordas y hermosas, que comían hierba entre los juncos.

19 Detrás de ellas subieron otras siete vacas, muy feas y flacas. ¡Jamás había visto yo vacas tan feas en todo Egipto!

20 Estas vacas flacas y feas devoraron a las primeras siete vacas gordas;

21 pero, aun después de haberlas devorado, nadie habría podido advertirlo, porque seguían tan flacas como antes. “Me desperté,

22 y después tuve otro sueño, en el que siete espigas de trigo, llenas y hermosas, crecían de un mismo tallo.

23 Detrás de ellas crecían otras siete espigas, secas, delgadas y quemadas por el viento del este.

24 Y estas espigas secas devoraron a las siete espigas hermosas. Yo he contado esto a los adivinos, pero ninguno de ellos ha podido explicarme su significado.

25 Entonces José dijo al faraón: –Los dos sueños que tuvo Su Majestad son uno solo. Dios ha anunciado a Su Majestad lo que él va a hacer.

26 Las siete vacas hermosas son siete años, lo mismo que las siete espigas hermosas. Es el mismo sueño.

27 Las siete vacas flacas y feas que subieron detrás de las otras, también son siete años; lo mismo que las siete espigas secas y quemadas por el viento del este. Significan siete años de escasez.

28 Es tal como yo he dicho: Dios ha anunciado a Su Majestad lo que él va a hacer.

29 Van a venir siete años de mucha abundancia en todo Egipto,

30 y después vendrán siete años de gran escasez. Nadie se acordará de la abundancia que hubo antes en Egipto, porque la escasez arruinará al país.

31 Será tan grande la escasez, que no quedarán señales de la abundancia que antes hubo.

32 Su Majestad tuvo el mismo sueño dos veces, porque Dios está decidido a hacer esto, y lo va a hacer muy pronto.

33 “Por lo tanto, sería bueno que Su Majestad buscara un hombre inteligente y sabio que se hiciera cargo del país.

34 Haga esto Su Majestad, y también nombre gobernadores que vayan por todo el país y recojan la quinta parte de todas las cosechas de Egipto, durante los siete años de abundancia.

35 Que junten todo el trigo de los buenos años que vienen y lo pongan en un lugar, bajo el control de Su Majestad, y que lo guarden en las ciudades para alimentar a la gente.

36 Así el trigo quedará preservado para el país, para que la gente no muera de hambre durante los siete años de escasez que habrá en Egipto.

37 El plan pareció bien al faraón y a sus funcionarios,

38 así que el faraón les dijo: –¿Podremos encontrar otro hombre como este, que tenga el espíritu de Dios?

39 Y a José le dijo: –No hay nadie más inteligente y sabio que tú, pues Dios te ha hecho saber todo esto.

40 Tú te harás cargo de mi palacio, y todo mi pueblo obedecerá tus órdenes. Solamente yo seré más que tú, porque soy el rey.

41 Mira, yo te nombro gobernador de todo el país de Egipto. Al decir esto,

42 el faraón se quitó de la mano el anillo que tenía su sello oficial y se lo puso a José. Luego ordenó que le vistieran con ropas de lino muy fino y que le pusieran un collar de oro en el cuello.

43 Después le hizo subir en el carro que siempre iba detrás del suyo, y ordenó que gritaran delante de él: “¡Abrid paso!” Así fue como José quedó al frente de todo el país de Egipto.

44 Luego el faraón le dijo: –Aunque yo soy el faraón, nadie en todo Egipto moverá un dedo sin tu permiso.

45 El faraón puso a José el nombre egipcio de Safenat-panéah, y lo casó con Asenat, la hija de Potifera, sacerdote de la ciudad de On. Así quedó José al frente de Egipto.

46 José tenía treinta años cuando lo llevaron ante el faraón, el rey de Egipto. José se despidió del faraón y comenzó a viajar por todo Egipto.

47 La tierra produjo muchísimo durante los siete años de abundancia,

48 y José recogió todo el trigo que dio el país durante aquellos siete años; lo guardó en las ciudades, dejando en cada ciudad el trigo recogido en los campos vecinos.

49 José recogió trigo como si fuera arena del mar. Era tanto el trigo, que dejó de medirlo, pues no se podía llevar la cuenta.

50 Antes de que empezaran los años de escasez, José tuvo dos hijos con su esposa Asenat.

51 Al primogénito lo llamó Manasés, porque dijo: “Dios me ha hecho olvidar todos mis sufrimientos y a todos mis parientes.”

52 Al segundo lo llamó Efraín, porque dijo: “Dios me ha hecho tener hijos en el país donde he sufrido.”

53 Pasaron los siete años de abundancia que hubo en Egipto,

54 y comenzaron los siete años de escasez, tal como José lo había dicho. Hubo hambre en todos los países, menos en Egipto, pues allí había qué comer.

55 Y cuando los habitantes de Egipto comenzaron a tener hambre, fueron a pedir trigo al faraón. Entonces el faraón dijo a todos los egipcios: “Id a ver a José y haced lo que él os diga.”

56 Cuando el hambre se extendió por todo el país, José abrió todos los graneros donde había trigo, para vendérselo a los egipcios, pues el hambre era cada vez peor.

57 Y venían de todos los países a Egipto a comprar trigo a José, pues en ningún país había qué comer.

42

1 Cuando Jacob supo que en Egipto había trigo, dijo a sus hijos: “¿Qué hacéis ahí, mirándoos unos a otros?

2 Me han dicho que en Egipto hay trigo. Id allá y comprad trigo para nosotros, para que podamos seguir viviendo.”

3 Entonces diez de los hermanos de José fueron a Egipto a comprar trigo;

4 pero Jacob no dejó ir a Benjamín, el hermano de José, porque pensó que podría pasarle algo malo.

5 Los hijos de Israel fueron entre otros que también iban a comprar, porque en toda la tierra de Canaán había hambre.

6 José era el gobernador del país, y el que vendía trigo a la gente que llegaba de todas partes. Cuando sus hermanos se presentaron ante él, se inclinaron hasta tocar el suelo con la frente.

7 José reconoció a sus hermanos en cuanto los vio; pero hizo como que no los conocía y les preguntó bruscamente: –¡Vosotros!, ¿de dónde venís? –Venimos de Canaán, a comprar trigo –contestaron.

8 José reconoció a sus hermanos, pero ellos no le reconocieron.

9 Entonces José se acordó de los sueños que había tenido acerca de ellos, y les dijo: –Vosotros sois espías. Sólo venís a ver cuáles son los puntos débiles del país.

10 –¡No, señor! –contestaron ellos–. Nosotros, tus servidores, hemos venido a comprar trigo.

11 Todos nosotros somos hijos del mismo padre. Somos gente honrada. Nunca hemos sido espías.

12 –No es cierto –insistió José–. Vosotros venís a descubrir los puntos débiles del país.

13 Pero ellos contestaron: –Tus servidores somos doce hermanos, hijos del mismo padre, y vivimos en Canaán. Nuestro hermano menor se ha quedado con nuestro padre, y el otro ya no está con nosotros.

14 Sin embargo, José volvió a decirles: –¡Tal como dije! Vosotros sois espías,

15 y con esto vamos a probarlo: os juro por el faraón que no saldréis de aquí hasta que venga vuestro hermano menor.

16 Que vaya uno de vosotros a traerlo. Los demás se quedarán presos. Vamos a ver si es cierto lo que habéis dicho, y si no es cierto, es que sois espías. ¡Lo juro por el faraón!

17 José los tuvo presos a todos ellos durante tres días,

18 pero al tercer día les dijo: –Yo tengo temor de Dios. Haced esto y se os perdonará la vida:

19 si sois de veras honrados, dejad en la cárcel a uno de vuestros hermanos, y los demás id y llevad trigo para que coman vuestras familias.

20 Traedme luego a vuestro hermano menor y veremos si habéis dicho la verdad. Si no, moriréis. Ellos aceptaron,

21 pero se decían unos a otros: –Verdaderamente nos portamos muy mal con nuestro hermano, pues no le hicimos caso cuando nos rogaba que tuviéramos compasión de él, aunque veíamos que estaba angustiado. Por eso nos ha venido ahora esta aflicción.

22 Rubén les contestó: –Ya os dije que no hicierais daño al muchacho; pero no me hicisteis caso y ahora tenemos que responder de su muerte.

23 Ellos no sabían que José los entendía, porque él había estado hablándoles por medio de un intérprete.

24 José se apartó de ellos y se echó a llorar. Cuando regresó a donde ellos estaban y pudo hablarles, apartó a Simeón y, a la vista de ellos, hizo que lo ataran.

25 Después ordenó que les llenaran de trigo sus costales, que devolvieran a cada uno su dinero poniéndolo dentro de cada costal, y que les dieran comida para el camino. Así se hizo.

26 Entonces ellos cargaron el trigo en sus asnos y se fueron de allí.

27 Cuando llegaron al lugar donde iban a pasar la noche, uno de ellos abrió su costal para dar de comer a su asno y vio que su dinero estaba allí, en la boca del costal.

28 Entonces dijo a sus hermanos: –¡Mirad, me han devuelto mi dinero! ¡Aquí está, en mi costal! Todos ellos se asustaron mucho, y temblando de miedo se decían unos a otros: –¿Qué es esto que Dios nos ha hecho?

29 Al llegar a Canaán, contaron a su padre Jacob todo lo que les había pasado, y le dijeron:

30 –El hombre que gobierna en aquel país nos habló con mucha brusquedad, y nos acusó de haber ido a su país como espías.

31 Pero nosotros le dijimos que éramos gente honrada y que nunca habíamos sido espías;

32 que éramos doce hermanos, hijos del mismo padre; que uno ya no estaba con nosotros y que el menor se había quedado contigo en Canaán.

33 Entonces él nos dijo: ‘Con esto voy a ver si sois de veras honrados: dejad aquí conmigo a uno de vuestros hermanos e id a llevar un poco de trigo a vuestras familias,

34 pero traedme a vuestro hermano menor. Así podré estar seguro de que sois gente honrada, y no espías; entonces dejaré libre a vuestro otro hermano y podréis andar libremente por este país.’

35 En el momento de vaciar sus costales, los hermanos de José vieron que en cada costal había una bolsita con el dinero de cada uno de ellos. Al ver las bolsitas con el dinero, tanto ellos como su padre se asustaron.

36 Entonces Jacob les dijo: –Me estáis dejando sin hijos. José ya no está con nosotros, Simeón tampoco, ¡y ahora me vais a quitar a Benjamín! ¡Y siempre el perjudicado soy yo!

37 Entonces Rubén dijo a su padre: –Deja a Benjamín a mi cuidado y yo te lo devolveré. Si no te lo devuelvo, puedes matar a mis dos hijos.

38 Pero Jacob contestó: –Mi hijo no irá con vosotros. Su hermano José ha muerto y sólo queda él. Si le pasa algo malo en el viaje que vais a hacer, vosotros tendréis la culpa de que este viejo se muera de tristeza.

43

1 El hambre aumentaba en el país,

2 así que cuando Jacob y sus hijos se comieron lo que les quedaba del trigo que habían llevado de Egipto, Jacob les dijo: –Id otra vez a comprar un poco de trigo para nosotros.

3 Pero Judá le contestó: –Aquel hombre nos dijo bien claro: ‘Si no traéis aquí a vuestro hermano menor, no vengáis a verme.’

4 Así pues, si le dejas ir con nosotros, iremos a comprarte trigo;

5 pero si no le dejas ir, no iremos. Aquel hombre nos dijo: ‘Si no traéis aquí a vuestro hermano menor, no vengáis a verme.’

6 Entonces dijo Israel: –¿Por qué me habéis hecho tanto daño? ¿Por qué le dijisteis a ese hombre que tenéis otro hermano?

7 Ellos contestaron: –Porque él nos preguntaba mucho acerca de nosotros y de nuestra familia. Nos dijo: ‘¿Vive todavía vuestro padre? ¿Tenéis otro hermano?’ Y nosotros no hicimos más que contestar a sus preguntas. ¿Cómo íbamos a saber que nos diría: ‘Traed a vuestro hermano’?

8 Judá dijo a su padre Israel: –Si queremos vivir, deja que vaya el muchacho bajo mi cuidado, y nos iremos en seguida. Así no moriremos ni tú, ni nosotros, ni nuestros hijos.

9 Yo te respondo de él; a mí me pedirás cuentas de lo que le pase. Si no te lo devuelvo en este mismo lugar, seré el culpable delante de ti para toda la vida.

10 Si no nos hubiéramos demorado tanto aquí, ¡ya habríamos ido y venido dos veces!

11 Entonces su padre les contestó: –Puesto que no hay otro remedio, haced esto: llevad en vuestros costales un regalo para ese hombre. Llevadle de lo mejor que el país produce: un poco de bálsamo, un poco de miel, perfumes, mirra, nueces y almendras.

12 Llevad también el doble del dinero y entregad personalmente el dinero que os devolvieron; tal vez fue un error.

13 ¡Vamos!, tomad a vuestro hermano e id otra vez a ver a ese hombre.

14 Que el Dios todopoderoso le haga tener compasión de vosotros para que deje libre a vuestro otro hermano y a Benjamín. En cuanto a mí, si he de quedarme sin hijos, ¡pues me quedaré sin hijos!

15 Los hijos de Jacob tomaron los regalos, el doble del dinero, y a Benjamín, y se fueron a Egipto. Cuando llegaron ante José,

16 y José vio que Benjamín estaba con ellos, dijo al mayordomo de su casa: –Lleva a estos hombres a mi casa, y mata una vaca y prepárala, porque ellos comerán conmigo hoy al mediodía.

17 El mayordomo hizo tal y como José le ordenó, y los llevó personalmente;

18 pero ellos se asustaron porque los llevaban a la casa de José, y se dijeron: –¡Esto es un pretexto! Nos han traído aquí por el dinero que nos devolvieron la vez pasada. Van a atacarnos y hacernos trabajar como esclavos, junto con nuestros animales.

19 Así que, al llegar a la puerta de la casa, se acercaron al mayordomo para hablar con él,

20 y le dijeron: –¡Ay, señor! La otra vez vinimos de veras a comprar trigo,

21 pero cuando llegamos al lugar donde íbamos a pasar la noche, abrimos nuestros costales, y ahí, en la boca de cada costal, estaba el dinero de cada uno de nosotros. El dinero estaba completo. Ahora lo hemos traído para devolverlo,

22 y también trajimos más dinero para comprar trigo. Pero no sabemos quién puso nuestro primer dinero en los costales.

23 El mayordomo contestó: –Calmaos, no tengáis miedo. El Dios vuestro y de vuestro padre debe de haber puesto ese dinero en vuestros costales, pues yo recibí el dinero que habíais pagado. El mayordomo sacó a Simeón y lo llevó a donde estaban ellos;

24 luego llevó a todos a la casa de José, les dio agua para que se lavaran los pies, y también dio de comer a sus asnos.

25 Ellos prepararon los regalos y esperaron a que José llegara al mediodía, pues habían sabido que allí iban a comer.

26 Cuando José llegó a la casa, le dieron los regalos que habían traído y se inclinaron hasta tocar el suelo con la frente.

27 José les preguntó cómo estaban, y también preguntó: –¿Cómo está vuestro padre, el anciano del cual me hablasteis? ¿Vive todavía?

28 Ellos hicieron una reverencia, y dijeron: –Nuestro padre, vuestro servidor, está bien. Todavía vive.

29 José miró a su alrededor, y vio a Benjamín, su hermano de padre y madre, y dijo: –¿Es este vuestro hermano menor, del cual me hablasteis? ¡Que Dios te bendiga, hijo mío! Al decir esto,

30 José se sintió tan emocionado de ver a su hermano, que le dieron ganas de llorar. Apresuradamente entró en su cuarto y se echó a llorar.

31 Cuando pudo contener el llanto, se lavó la cara y salió, y dijo: “¡Servid ya la comida!”

32 A José le sirvieron en una mesa, a los hijos de Jacob en otra, y en otra distinta a los egipcios que comían con José; porque los egipcios tenían prohibido comer junto con los hebreos.

33 Los hermanos de José se sentaron, cuando José se lo indicó, por orden de edad, del mayor al menor; y estaban muy sorprendidos y mirándose unos a otros.

34 José les dio de comer de lo que él tenía en su propia mesa, y a Benjamín le dio mucho más que a los otros. José y sus hermanos bebieron y se alegraron juntos.

44

1 Después de esto, José ordenó a su mayordomo: –Llena los costales de estos hombres con todo el trigo que puedan llevar y pon el dinero de cada uno de ellos en la boca de su costal.

2 Pon también mi copa de plata en la boca del costal del hermano menor, junto con el dinero que pagó por su trigo. El mayordomo hizo lo que José le había ordenado.

3 Con los primeros rayos del sol, José permitió que sus hermanos se fueran con sus asnos.

4 Todavía no estaban muy lejos de la ciudad, cuando José dijo a su mayordomo: –Ve a perseguir a esos hombres y diles cuando los alcances: ‘¿Por qué habéis pagado mal por bien? ¿Por qué habéis robado la copa de plata

5 que mi amo usa para beber y para adivinar? ¡Habéis hecho muy mal!’

6 Cuando el mayordomo los alcanzó, les repitió las mismas palabras,

7 y ellos le contestaron: –¿Por qué nos hablas de ese modo? ¡Jamás haríamos semejante cosa!

8 Si regresamos desde Canaán a devolver el dinero que encontramos en la boca de nuestros costales, ¿cómo íbamos a robar plata ni oro de la casa de tu amo?

9 ¡Que muera cualquiera de estos servidores tuyos al que se le encuentre la copa, y hasta nosotros seremos tus esclavos!

10 Entonces el mayordomo dijo: –Se hará como decís, pero solo el que tenga la copa será mi esclavo; los demás quedaréis libres de culpa.

11 Cada uno de ellos bajó rápidamente su costal hasta el suelo, y lo abrió.

12 El mayordomo buscó en cada costal, comenzando por el del hermano mayor hasta el del hermano menor, y encontró la copa en el costal de Benjamín.

13 Entonces ellos se rasgaron las ropas en señal de dolor. Después cada uno echó la carga sobre su asno y regresaron a la ciudad.

14 Cuando Judá y sus hermanos llegaron a la casa de José, todavía estaba él allí. Entonces se inclinaron delante de él hasta tocar el suelo con la frente,

15 mientras José les decía: –¿Qué es esto que habéis hecho? ¿No sabéis que un hombre como yo puede adivinar?

16 Judá contestó: –¿Qué podemos responderte? ¿Cómo podemos probar nuestra inocencia? Dios nos ha encontrado en pecado. Aquí nos tienes; somos tus esclavos, junto con el que tenía la copa.

17 Pero José dijo: –De ninguna manera. Solo aquel que tenía la copa será mi esclavo. Los demás podéis regresar tranquilos a la casa de vuestro padre. Nadie os molestará.

18 Entonces Judá se acercó a José y le dijo: –Te ruego, señor, que me permitas decirte algo en secreto. Por favor, no te enojes conmigo, pues tú eres como el mismo faraón.

19 Tú nos preguntaste si teníamos padre o algún otro hermano,

20 y nosotros te contestamos que teníamos un padre anciano y un hermano todavía muy joven, que le nació a nuestro padre en su vejez. También te dijimos que nuestro padre lo quiere mucho, pues es el único hijo que le queda de la misma madre, porque su otro hermano murió.

21 Entonces tú nos pediste que lo trajéramos, porque querías conocerlo.

22 Nosotros te dijimos que el muchacho no podía dejar a su padre, porque si lo dejaba, su padre moriría.

23 Pero tú nos dijiste que si él no venía con nosotros, no volverías a recibirnos.

24 “Cuando regresamos junto a mi padre, le contamos todo lo que tú nos habías dicho.

25 Luego nuestro padre nos ordenó: ‘Regresad a comprar un poco de trigo’;

26 pero nosotros le dijimos: ‘No podemos ir, a menos que nuestro hermano menor vaya con nosotros; porque si él no nos acompaña, no podremos ver a ese señor.’

27 Y mi padre nos dijo: ‘Ya sabéis que mi esposa me dio dos hijos;

28 uno de ellos se fue de mi lado y desde entonces no lo he visto. Estoy seguro de que un animal salvaje lo despedazó.

29 Si os lleváis también a mi otro hijo de mi lado y le pasa algo malo, vosotros tendréis la culpa de que este viejo se muera de tristeza.’

30 “Así que la vida de mi padre está tan unida a la vida del muchacho que, si el muchacho no va con nosotros cuando yo regrese,

31 nuestro padre morirá al no verlo. Así nosotros tendremos la culpa de que nuestro anciano padre se muera de tristeza.

32 Yo le dije a mi padre que me haría responsable del muchacho, y también le dije: ‘Si no te lo devuelvo, seré para ti el culpable durante toda la vida.’

33 Por eso, te ruego que me permitas quedarme como tu esclavo en lugar del muchacho. Deja que él se vaya con sus hermanos.

34 Porque, ¿cómo voy a regresar junto a mi padre, si el muchacho no va conmigo? No quiero ver el mal que sufriría mi padre.

45

1 José ya no pudo contenerse delante de todos los que estaban a su servicio, y gritó: “¡Salid todos de aquí!” Así que ninguno de sus siervos estaba presente cuando José se dio a conocer a sus hermanos.

2 Entonces se echó a llorar tan fuerte que todos los egipcios lo supieron, y la noticia llegó hasta el palacio del faraón.

3 José dijo a sus hermanos: –Yo soy José. ¿Vive mi padre todavía? Ellos estaban tan asustados de encontrarse delante de él, que no podían contestarle.

4 Pero José les dijo: –Por favor, acercaos a mí. Cuando se acercaron, él les dijo: –Yo soy vuestro hermano José, el que vendisteis a Egipto;

5 pero, por favor, no os aflijáis ni os enojéis con vosotros mismos por haberme vendido, pues Dios me envió antes que a vosotros para salvar vidas.

6 Ya van dos años de hambre en el país, y todavía durante cinco años más no se cosechará nada, aunque se siembre.

7 Pero Dios me envió antes que a vosotros para hacer que os queden descendientes sobre la tierra, y para salvaros la vida de una manera extraordinaria.

8 Así que fue Dios quien me envió a este lugar, y no vosotros; él me ha puesto por consejero del faraón y amo de toda su casa, y como gobernador de todo Egipto.

9 Id pronto a donde está mi padre y decidle: ‘Así dice tu hijo José: Dios me ha puesto como señor de todo Egipto. Ven a verme. No tardes.

10 Vivirás en la región de Gosen, junto con tus hijos y nietos, y con todos tus animales y todo lo que tienes. Así estarás cerca de mí.

11 Aquí os daré alimentos, a ti y a tu familia, y a todos los que están contigo, para que no os falte nada; pues todavía habrá hambre durante cinco años más.’

12 Mi hermano Benjamín y vosotros sois testigos de que yo mismo he dicho esto.

13 Contadle a mi padre acerca de toda mi autoridad en Egipto y de todo lo que habéis visto aquí. ¡Pronto, id a traer a mi padre!

14 José abrazó a su hermano Benjamín y comenzó a llorar. También Benjamín lloró abrazado a José.

15 Luego José besó a todos sus hermanos y lloró al abrazarlos. Después de esto, sus hermanos se atrevieron a hablarle.

16 Por el palacio del faraón corrió la noticia de que los hermanos de José habían llegado, y el faraón se alegró junto con sus funcionarios.

17 Y dijo el faraón a José: –Di a tus hermanos que carguen sus animales y regresen a Canaán,

18 y que me traigan a su padre y a sus familias. Yo les daré lo mejor de la tierra de Egipto, y comerán de lo más sabroso que el país produce.

19 Ordénales que de aquí, de Egipto, lleven carretas para traer a sus mujeres y niños, y también a vuestro padre. Que vengan

20 y que no se preocupen por lo que tienen ahora, porque lo mejor de todo Egipto será de ellos.

21 Los hijos de Israel lo hicieron así. José les dio las carretas que el faraón había ordenado, y alimentos para el camino;

22 también les dio ropa nueva para cambiarse; pero a Benjamín le dio trescientas monedas de plata y cinco mudas de ropa.

23 A su padre le mandó diez asnos cargados con lo mejor que había en Egipto, y otros diez asnos cargados de trigo; y pan y comida para que comiera en el camino.

24 Cuando José se despidió de sus hermanos, les dijo: –No os vayáis peleando por el camino. Ellos se fueron.

25 Salieron de Egipto y llegaron a Canaán, donde vivía su padre Jacob.

26 Cuando contaron a Jacob que José vivía todavía, y que él era quien gobernaba en todo Egipto, no supo qué hacer ni qué decir, pues no podía creer lo que le estaban diciendo.

27 Pero cuando le contaron todo lo que José les había dicho, y cuando vio las carretas que José había mandado para llevarlo, se entusiasmó en gran manera.

28 Entonces dijo: “¡Me basta saber que mi hijo José vive todavía! Iré a verle antes de morir.”

46

1 Israel se puso en camino con todo lo que tenía. Cuando llegó a Beerseba, ofreció sacrificios al Dios de su padre Isaac.

2 Aquella noche Dios habló a Israel en una visión, llamándole por su nombre, Jacob. Y él contestó: –Aquí estoy.

3 Entonces Dios dijo: –Yo soy Dios, el Dios de tu padre. No tengas miedo de ir a Egipto, porque allí haré de tus descendientes una gran nación.

4 Iré contigo a Egipto, y yo mismo sacaré de allí a tus descendientes. Además, cuando mueras, José estará a tu lado.

5 Después Jacob salió de Beerseba. Los hijos de Israel pusieron a su padre y a los hijos y mujeres de ellos en las carretas que el faraón había enviado para llevarlos.

6 Jacob y todos los suyos se fueron a Egipto, y se llevaron sus vacas y ovejas y todo lo que habían llegado a poseer en Canaán.

7 Todos sus hijos, hijas, nietos y nietas se fueron con él.

8 Estos son los nombres de los israelitas que fueron a Egipto; es decir, Jacob y sus descendientes: Rubén, el primogénito de Jacob.

9 Los hijos de Rubén: Hanoc, Falú, Hesrón y Carmí.

10 Los hijos de Simeón: Jemuel, Jamín, Óhad, Jaquín, Sóhar y Saúl, que era hijo de una mujer cananea.

11 Los hijos de Leví: Guersón, Quehat y Merarí.

12 Los hijos de Judá: Er, Onán, Selá, Fares y Zérah (Er y Onán habían muerto en Canaán). Los hijos de Fares fueron Hesrón y Hamul.

13 Los hijos de Isacar: Tolá, Puvá, Job y Simrón.

14 Los hijos de Zabulón: Séred, Elón y Jahleel.

15 Estos fueron los hijos que Lía dio a Jacob cuando estaban en Padán-aram, además de su hija Dina. Todos sus descendientes fueron treinta y tres personas, contando hombres y mujeres.

16 Los hijos de Gad: Sefón, Haguí, Esbón, Suní, Erí, Arodí y Arelí.

17 Los hijos de Aser: Imná, Isvá, Isví, Beriá y la hermana de ellos, que se llamaba Sérah. Los hijos de Beriá fueron Héber y Malquiel.

18 Estos fueron los hijos que Zilpá dio a Jacob. Ella era la esclava que Labán regaló a su hija Lía, y sus descendientes fueron dieciséis personas en total.

19 Los hijos de Raquel, la esposa de Jacob: José y Benjamín.

20 Los hijos que José tuvo con Asenat fueron Manasés y Efraín, que nacieron en Egipto. Asenat era hija de Potifera, sacerdote de On.

21 Los hijos de Benjamín fueron Bela, Béquer, Asbel, Guerá, Naamán, Ehi, Ros, Mupim, Hupim y Ard.

22 Estos fueron los descendientes de Raquel y Jacob, catorce personas en total.

23 El hijo de Dan: Husim.

24 Los hijos de Neftalí: Jahseel, Guní, Jezer y Silem.

25 Estos fueron los hijos que Bilhá dio a Jacob. Ella era la esclava que Labán regaló a su hija Raquel, y sus descendientes fueron siete personas en total.

26 Todas las personas que llegaron con Jacob a Egipto, y que eran de su misma sangre, fueron sesenta y seis, sin contar las esposas de sus hijos.

27 Los hijos de José fueron dos, que nacieron en Egipto. Así que a Egipto llegaron setenta personas de la familia de Jacob.

28 Jacob había enviado primero a Judá, para ver a José, para que este acudiera a recibirle a la región de Gosen. Cuando llegaron a Gosen,

29 José ordenó que prepararan su carro para ir a recibir a su padre. Cuando se presentó ante su padre, lo abrazó y lloró largo rato sobre su hombro.

30 Entonces Israel dijo a José: –Después de verte personalmente y encontrarte vivo todavía, ¡ya puedo morirme!

31 José dijo a sus hermanos y a la familia de su padre: –Voy a ver al faraón, para darle la noticia. Le diré que mis hermanos y los parientes de mi padre, que vivían en Canaán, han venido a quedarse conmigo;

32 y que han traído sus ovejas y vacas y todo lo que tenían, porque su trabajo es cuidar ovejas y criar ganado.

33 Entonces, cuando el faraón os llame y os pregunte en qué trabajáis,

34 decidle que siempre os habéis dedicado a criar ovejas, igual que vuestros antepasados. Así podréis quedaros a vivir en la región de Gosen, porque los egipcios tienen prohibido convivir con los pastores de ovejas.

47

1 José fue a dar la noticia al faraón. Le dijo que su padre y sus hermanos habían llegado de Canaán, y que ya estaban en la región de Gosen con sus ovejas y vacas y todo lo que tenían.

2 Escogió a cinco de sus hermanos y se los presentó al faraón, para que los conociera.

3 Entonces el faraón preguntó a los hermanos de José: –¿A qué os dedicáis? Ellos le contestaron: –Nosotros, servidores de Su Majestad, somos pastores de ovejas, igual que nuestros antepasados.

4 Hemos venido para quedarnos en este país, porque hay mucha hambre en Canaán y no hay pasto para nuestras ovejas. Por favor, permita Su Majestad que nos quedemos a vivir en la región de Gosen.

5 Entonces el faraón dijo a José: –Tu padre y tus hermanos han venido a reunirse contigo.

6 La tierra de Egipto está a su disposición. Dales la región de Gosen, que es lo mejor del país, para que se queden a vivir allí. Y si sabes que entre ellos hay hombres capaces, ponlos al cargo de mi ganado.

7 José llevó también a su padre Jacob para presentárselo al faraón. Jacob saludó con mucho respeto al faraón,

8 y el faraón le preguntó: –¿Cuántos años tienes ya?

9 Jacob le contestó: –Ya tengo ciento treinta años de ir de un lado a otro. Pocos y malos han sido mis años, pues todavía no he alcanzado a vivir lo que vivieron mis antepasados.

10 Después Jacob se despidió del faraón y salió de allí.

11 Y José les dio terrenos en la mejor región de Egipto, para que vivieran en ella, tal como el faraón había ordenado. Así su padre y sus hermanos llegaron a poseer terrenos en la región de Ramsés.

12 Además, José proveía de alimentos a todos sus familiares, según las necesidades de cada familia.

13 En ninguna parte del país había trigo, y el hambre aumentaba más y más. Tanto en Egipto como en Canaán la gente se moría de hambre.

14 José recogió todo el dinero que los de Egipto y los de Canaán le habían pagado por el trigo comprado, y lo guardó en el palacio del faraón.

15 Cuando ya no quedaba dinero ni en Egipto ni en Canaán, los egipcios fueron a decirle a José: –¡Danos comida! No es justo que nos dejes morir de hambre, solo porque ya no tenemos dinero.

16 José les respondió: –Si ya no tenéis dinero, traed vuestros animales y os los cambiaré por trigo.

17 Los egipcios llevaron sus caballos, ovejas, vacas y asnos a José, y a cambio de ello José les dio trigo durante todo aquel año.

18 Pero pasó el año, y al siguiente fueron a decirle a José: –No podemos negarte que ya no tenemos dinero; además, nuestros animales ya son tuyos. No tenemos otra cosa que darte, a no ser nuestras tierras y nuestros propios cuerpos.

19 Cómpranos a nosotros mismos y a nuestras tierras a cambio de trigo. Seremos esclavos del faraón y trabajaremos nuestras tierras para él, con tal de que nos des semilla para que podamos vivir y para que la tierra no se eche a perder. ¿Por qué has de dejarnos morir junto con nuestras tierras?

20 Entonces José compró todas las tierras de Egipto para el faraón, pues los egipcios vendieron sus terrenos, obligados por el hambre. Así la tierra pasó a poder del faraón,

21 y los egipcios fueron hechos esclavos en todo el país de Egipto.

22 Los únicos terrenos que José no compró fueron los de los sacerdotes, porque el faraón les daba cierta cantidad de trigo; así que no tuvieron que vender sus terrenos, porque comían de lo que el faraón les daba.

23 Luego José dijo a la gente: –Ahora vosotros y vuestros terrenos pertenecéis al faraón, pues yo os he comprado para él. Aquí tenéis semilla para sembrar la tierra,

24 pero habréis de entregar al faraón la quinta parte de las cosechas; las otras cuatro partes serán para que sembréis la tierra y para que comáis vosotros, vuestros hijos y todos los que viven con vosotros.

25 Ellos contestaron: –Tú eres muy bondadoso con nosotros, pues nos has salvado la vida. ¡Seremos esclavos del faraón!

26 Así José puso por ley que en toda la tierra de Egipto se entregara al faraón la quinta parte de las cosechas. Esta ley todavía existe; pero los sacerdotes no tienen que pagar nada, porque sus tierras nunca llegaron a pertenecer al faraón.

27 Los israelitas se quedaron a vivir en Egipto. Tomaron posesión de la región de Gosen, y allí llegaron a ser muy numerosos.

28 Jacob vivió diecisiete años en Egipto, hasta que llegó a la edad de ciento cuarenta y siete años.

29 Un día sintió Israel que ya pronto iba a morir. Entonces mandó llamar a su hijo José para decirle: –Si de veras quieres hacerme un favor, pon tu mano debajo de mi muslo y júrame que harás lo que te voy a pedir: ¡por favor, no me entierres en Egipto!

30 Cuando yo vaya a descansar con mis antepasados, sácame de Egipto y entiérrame en su sepulcro. –Así lo haré –contestó José.

31 –¡Júramelo! –insistió su padre. José se lo juró, y entonces Israel se inclinó sobre la cabecera de su cama.

48

1 Poco tiempo después le dijeron a José que su padre estaba enfermo. Entonces José fue a verlo, y llevó a sus dos hijos, Manasés y Efraín.

2 Cuando dieron aviso a Jacob de que su hijo José había ido a verlo, hizo un esfuerzo y se sentó en la cama.

3 Y dijo a José: –El Dios todopoderoso se me apareció en la ciudad de Luz, en la tierra de Canaán, y me bendijo

4 con estas palabras: ‘Mira, yo haré que tengas muchos hijos, y que tus descendientes lleguen a formar un conjunto de naciones. Además, a tu descendencia le daré esta tierra. Será suya para siempre.’

5 Ahora bien, tus hijos Efraín y Manasés, que te nacieron aquí en Egipto antes que yo viniera a reunirme contigo en este país, me pertenecen a mí. Son tan míos como Rubén y Simeón.

6 Los hijos que tengas después de ellos te pertenecerán a ti y, por ser hermanos de Efraín y Manasés, tendrán parte en su herencia.

7 Cuando yo regresaba de Padán-aram, se me murió tu madre Raquel, en Canaán, poco antes de llegar a Efrata; y la enterré allí, en el camino de Efrata, que ahora es Belén.

8 De pronto Israel se fijó en los hijos de José, y preguntó: –Y estos, ¿quiénes son?

9 –Son los hijos que Dios me ha dado aquí en Egipto –contestó José. Entonces su padre le dijo: –Por favor, acércalos más a mí, para que les dé mi bendición.

10 Israel era ya muy anciano y le fallaba la vista. No podía ver bien, así que José acercó los niños a su padre, y él los besó y abrazó.

11 Luego dijo a José: –Ya no esperaba volver a verte y, sin embargo, Dios me ha dejado ver también a tus hijos.

12 José quitó a los niños de las rodillas de su padre y se inclinó hasta tocar el suelo con la frente.

13 Luego tomó a los dos, a Efraín con la mano derecha y a Manasés con la izquierda, y los acercó a su padre. Así Efraín quedó a la izquierda de Israel y Manasés a su derecha.

14 Pero al extender Israel sus manos, las cruzó, y puso la mano derecha sobre la cabeza de Efraín, el menor, y la mano izquierda sobre la cabeza de Manasés, que era el primogénito.

15 Entonces bendijo a José de esta manera: “Que el Dios a quien obedecieron Abraham e Isaac, mis padres, el Dios que me ha cuidado desde el día en que nací,

16 el ángel que me libra de todo mal, bendiga a estos muchachos. Que por medio suyo se recuerde mi nombre y el nombre de mis padres, Abraham e Isaac. Que tengan muchos hijos y sean grandes multitudes en el mundo.”

17 A José le pareció mal que su padre pusiera la mano derecha sobre la cabeza de Efraín, así que tomó la mano de su padre para quitarla de la cabeza de Efraín y ponerla sobre la de Manasés,

18 mientras le decía: –¡No, padre, así no! ¡Este es el primogénito! Pon tu mano derecha sobre su cabeza.

19 Pero su padre no quiso hacerlo, y contestó: –¡Ya lo sé, hijo, ya lo sé! También él llegará a ser una nación muy importante. Sin embargo, su hermano menor será más importante que él, y sus descendientes formarán muchas naciones.

20 Aquel mismo día, Jacob los bendijo con estas palabras: –El pueblo de Israel usará vuestro nombre para las bendiciones, diciendo: ‘Que Dios haga contigo como hizo con Efraín y Manasés.’ Así puso Israel a Efraín antes de Manasés.

21 Luego dijo a José: –Mira, yo voy a morir; pero Dios estará con vosotros y os hará regresar a la tierra de vuestros antepasados.

22 A ti te he dado más que a tus hermanos: te doy Siquem, que les quité a los amorreos luchando contra ellos.

49

1 Jacob llamó a sus hijos y les dijo: “Acercaos y os diré lo que os ha de suceder en el futuro:

2 “Acercaos para oir, hijos de Jacob; escuchad a vuestro padre Israel.

3 “Tú, Rubén, eres mi primogénito, mi fuerza y primer fruto de mi vigor, el primero en honor y en poder.

4 Pero no serás más el primero, tú que eres como un torrente incontenible, pues deshonraste mi cama al acostarte con mi concubina.

5 “Simeón y Leví son hermanos; sus armas son instrumentos de violencia.

6 ¡Jamás querría estar presente en el lugar de sus reuniones! Pues cuando se enfurecieron mataron gentes, y por puro capricho rompieron las patas a los toros.

7 ¡Maldito, sí, maldito sea su furor salvaje! ¡Yo los dispersaré por completo en todo el pueblo de Israel!

8 “Judá, tus hermanos te alabarán. Tomarás por el cuello a tus enemigos y tus propios hermanos te harán reverencias.

9 ¡Tú, Judá, hijo mío!, eres como un cachorro de león cuando deja de devorar a su víctima: se agacha, se echa en el suelo, como si fuera un león adulto. ¿Quién se atreverá a molestarlo?

10 Nadie le quitará el poder a Judá ni el cetro que tiene en las manos, hasta que venga el dueño del cetro, a quien los pueblos obedecerán.

11 El que amarra su burrito a las viñas, el que lava toda su ropa con vino, ¡con el zumo de las uvas!

12 Sus ojos son más oscuros que el vino; sus dientes, más blancos que la leche.

13 “Zabulón vivirá a la orilla del mar, donde habrá puertos para barcos. Sus fronteras llegarán hasta Sidón.

14 “Isacar es un animal de carga que descansa en sus establos.

15 Cuando vio que el país era bueno y agradable para descansar, dobló su espalda para llevar carga, y sin protestar se hizo esclavo.

16 “Dan gobernará a su propia gente como una de las tribus de Israel.

17 Dan será como una víbora que está junto al camino, que muerde los talones del caballo y hace caer al jinete.

18 “¡Oh, Señor, espero que me salves!

19 “A Gad le atacará un ejército, pero después él lo perseguirá.

20 “Aser tendrá abundancia de pan; dará comidas dignas de reyes.

21 “Neftalí es como una gacela que anda libre y tiene hermosas crías.

22 “José es como una planta junto al agua, que produce mucho fruto y sus ramas trepan sobre el muro.

23 Los arqueros le odian, disparan flechas contra él y siempre le están molestando;

24 pero José tiene brazos fuertes y mantiene firme su arco. ¡Gracias al Dios poderoso de Jacob! ¡Gracias al nombre del Pastor, el protector de Israel!

25 ¡Gracias al Dios de tu padre, que te ayudará; al Dios todopoderoso, que te bendecirá con bendiciones del alto cielo, con bendiciones del mar profundo, con bendiciones de los pechos y del vientre!

26 Tu padre te bendijo más de lo que mis padres me bendijeron. Hasta el fin de los montes eternos, estas bendiciones estarán sobre la cabeza de José, que fue escogido entre sus hermanos.

27 “Benjamín es un lobo feroz, que por la mañana se come a su víctima y por la tarde reparte las sobras.”

28 Estas son las doce tribus de Israel, y esto es lo que su padre les dijo al bendecirlos, al dar a cada uno su propia bendición.

29 Un día, Jacob ordenó a sus hijos: “Ya me falta poco para morir: enterradme junto a mis antepasados, en la cueva que está en el terreno de Efrón el hitita,

30 allá en la tierra de Canaán; es decir, en la cueva que está en Macpelá, frente a Mamré, la que Abraham compró junto con el mismo terreno de Efrón, para que fuera el sepulcro de la familia.

31 Allí enterraron a Abraham y a su esposa Sara, a Isaac y a su esposa Rebeca, y allí también enterré a Lía.

32 Aquel terreno y aquella cueva fueron comprados a los hititas.”

33 Cuando Jacob terminó de dar estas instrucciones a sus hijos, volvió a acostarse y murió.

50

1 Entonces José se abrazó al cuerpo de su padre, y le besó llorando.

2 Después ordenó a los médicos que tenía a su servicio que embalsamaran el cuerpo de su padre Israel, y así lo hicieron.

3 Tardaron cuarenta días en embalsamarlo, porque ese es el tiempo necesario para hacerlo. Los egipcios guardaron luto por Israel durante setenta días,

4 y después de los días de luto, José habló con los del palacio del faraón y les dijo: –Si me he ganado vuestro aprecio, hacedme el favor de decir al faraón

5 que mi padre, cuando estaba a punto de morir, me hizo jurarle que yo lo enterraría en el sepulcro que él mismo se preparó, y que está en la tierra de Canaán. Por esto, yo ruego que se me permita ir a enterrar a mi padre; una vez que lo haya enterrado, regresaré.

6 El faraón contestó: –Ve a enterrar a tu padre, tal como él te lo pidió.

7 José fue a enterrar a su padre, y le acompañaron todos los funcionarios que tenían autoridad en el palacio del faraón y en Egipto,

8 la propia familia de Jacob, la de José y sus hermanos. En la tierra de Gosen dejaron solamente a los niños y a los animales.

9 También gente con carretas y a caballo acompañó a José, así que se juntó mucha gente.

10 Cuando llegaron a Goren-ha-atad, que está al oriente del río Jordán, celebraron una solemne ceremonia fúnebre. Allí José guardó luto por su padre durante siete días.

11 Cuando los cananeos que vivían en aquella región vieron la ceremonia, dijeron: “Los egipcios tienen un entierro muy solemne.” Por eso llamaron Abel-misraim a aquel lugar que está al oriente del Jordán.

12 Los hijos de Jacob hicieron con su padre todo lo que él les había pedido,

13 pues lo llevaron a Canaán y lo enterraron en la cueva del terreno de Macpelá, que Abraham había comprado a Efrón el hitita para que fuera el sepulcro de la familia. Este terreno y la cueva están al oriente de Mamré.

14 Después de haber sepultado a su padre, José regresó a Egipto junto con sus hermanos y con todos los que le habían acompañado.

15 Como Jacob había muerto, los hermanos de José pensaron: “Tal vez José nos odia, y va a vengarse de todo el mal que le hicimos.”

16 Entonces le mandaron a decir: “Antes de morir, tu padre nos ordenó

17 que te dijéramos: ‘Por favor, te pido que perdones la maldad y pecado de tus hermanos, que tan mal te trataron.’ Por eso te rogamos que perdones nuestra maldad, pues somos siervos del Dios de tu padre.” Mientras los mensajeros le daban este mensaje, José lloraba.

18 Entonces llegaron sus propios hermanos, se inclinaron delante de él hasta tocar el suelo con la frente, y le dijeron: –Aquí nos tienes. Somos tus esclavos.

19 Pero José les contestó: –No tengáis miedo. Yo no puedo ponerme en lugar de Dios.

20 Vosotros pensasteis hacerme mal, pero Dios cambió ese mal en bien para hacer lo que hoy vemos: para salvar la vida de mucha gente.

21 Así que no tengáis miedo. Yo os daré de comer a vosotros y a vuestros hijos. Así José los tranquilizó, pues les habló con mucho cariño.

22 José y la familia de su padre siguieron viviendo en Egipto. José vivió ciento diez años,

23 y llegó a ver a los bisnietos de Efraín. También alcanzó a recibir como miembros de la familia a los hijos de su nieto Maquir, que era hijo de Manasés.

24 Un día, José dijo a sus hermanos: “Me falta poco para morir, pero Dios vendrá a ayudaros y os sacará de este país para llevaros a la tierra que prometió a Abraham, Isaac y Jacob.”

25 Entonces hizo que los hijos de Israel le juraran, y les dijo: “En verdad, Dios vendrá a ayudaros. Cuando eso suceda, haréis llevar de aquí mis restos.”

26 José murió en Egipto a la edad de ciento diez años, y su cuerpo fue embalsamado y puesto en un ataúd.