1

1 Profecías que Isaías, hijo de Amós, recibió por revelación acerca de Judá y Jerusalén, durante los reinados de Ozías, Jotam, Ahaz y Ezequías en Judá.

2 Cielo y tierra, escuchad lo que dice el Señor: “Crié hijos hasta que fueron grandes, pero ellos se rebelaron contra mí.

3 El buey conoce a su dueño y el asno el establo de su amo; pero Israel, mi propio pueblo, no conoce ni tiene entendimiento.”

4 ¡Ay, gente pecadora, pueblo cargado de maldad, descendencia de malhechores, hijos pervertidos! Se han alejado del Señor, se han apartado del Dios Santo de Israel, lo han abandonado.

5 Os empeñáis en ser rebeldes, y en vuestro cuerpo ya no hay donde castigaros. Tenéis herida toda la cabeza, habéis perdido las fuerzas por completo.

6 De la punta del pie a la cabeza no hay nada sano en vosotros; todo son heridas, golpes, llagas abiertas; nadie os las ha curado ni vendado, ni os ha calmado los dolores con aceite.

7 Vuestro país ha quedado hecho un desierto, y arden en llamas las ciudades. En vuestra propia cara los enemigos se comen lo que vosotros sembrasteis. Todo ha quedado hecho un desierto, como Sodoma cuando fue destruida.

8 Únicamente Sión ha quedado en pie, sola cual choza en medio de un viñedo, sola cual cobertizo en medio de un melonar, sola cual ciudad rodeada por el enemigo.

9 Si el Señor todopoderoso no hubiera dejado a unos cuantos de nosotros, ahora mismo estaríamos como Sodoma y Gomorra.

10 Jefes de Sodoma, escuchad la palabra del Señor; pueblo de Gomorra, oye atentamente lo que nuestro Dios te va a enseñar.

11 El Señor dice: “¿Para qué me traéis tantos sacrificios? Ya estoy harto de vuestros holocaustos de carneros y de la grasa de los terneros; me repugna la sangre de los toros, carneros y cabritos.

12 Venís a presentaros ante mí, pero ¿quién os pidió que pisotearais mis atrios?

13 No me traigáis más ofrendas sin valor; no soporto su humo. Llamáis al pueblo a celebrar la luna nueva y el sábado, pero yo no soporto las fiestas de gente que practica el mal.

14 Aborrezco vuestras fiestas de luna nueva y vuestras reuniones; ¡se me han vuelto tan molestas que ya no las aguanto!

15 Cuando levantáis las manos para orar, yo aparto mis ojos de vosotros; y aunque hacéis muchas oraciones, no las escucho. Tenéis las manos manchadas de sangre.

16 ¡Lavaos, limpiaos! ¡Apartad de mi vista vuestras maldades! ¡Dejad de hacer el mal!

17 ¡Aprended a hacer el bien, esforzaos en hacer lo que es justo, ayudad al oprimido, haced justicia al huérfano, defended los derechos de la viuda!”

18 El Señor dice: “Venid, vamos a discutir este asunto. Aunque vuestros pecados sean como el rojo más vivo, yo los dejaré blancos como la nieve; aunque sean como tela teñida de púrpura, yo los dejaré blancos como la lana.

19 Si aceptáis ser obedientes, comeréis de lo mejor que produce la tierra;

20 pero si insistís en ser rebeldes, moriréis sin remedio en la guerra.” El Señor mismo lo ha dicho.

21 ¡Cómo has llegado, ciudad fiel, a ser lo mismo que una prostituta! Antes toda tu gente actuaba con justicia y vivía rectamente, pero ahora no hay más que asesinos.

22 Eras plata y te has convertido en basura, eras buen vino y te has vuelto agua.

23 Tus gobernantes son rebeldes y amigos de bandidos. Todos se dejan comprar con dinero y buscan que les hagan regalos. No hacen justicia al huérfano ni les importan los derechos de la viuda.

24 Por eso, el Señor todopoderoso, el Poderoso de Israel, afirma: “¡Basta! Yo ajustaré las cuentas a mis enemigos. Me vengaré de ellos.

25 Voy a levantar de nuevo mi mano contra ti y a quemar por completo tu basura; voy a limpiarte de toda tu impureza.

26 Haré que vuelvas a tener jueces como antes y consejeros como los del principio. Después que yo lo haya hecho, volverán a llamarte ‘Ciudad de justicia’, ‘Ciudad fiel’.

27 Con mi justicia y acción salvadora liberaré a los habitantes de Sión que se vuelvan a mí;

28 pero haré pedazos a los rebeldes y pecadores, y los que me abandonen morirán.

29 Entonces os avergonzaréis de esas encinas y jardines que tanto os gustan, donde dais culto a los ídolos.

30 Y seréis como encina de hojas marchitas; os semejaréis a un jardín sin agua.

31 El hombre fuerte se convertirá en paja, y sus obras en chispa: los dos arderán al mismo tiempo y no habrá quien los apague.”

2

1 Estas son las profecías que Isaías, hijo de Amós, recibió por revelación acerca de Judá y Jerusalén:

2 En los últimos tiempos quedará afirmado el monte donde se halla el templo del Señor. Será el monte más alto; más alto que cualquier otro monte. Todas las naciones vendrán a él;

3 pueblos numerosos llegarán, diciendo: “Venid, subamos al monte del Señor, al templo del Dios de Jacob, para que él nos enseñe sus caminos y podamos andar por sus senderos.” Porque de Sión saldrá la enseñanza del Señor; de Jerusalén vendrá su palabra.

4 El Señor juzgará entre las naciones y decidirá los pleitos de pueblos numerosos. Ellos convertirán sus espadas en arados y sus lanzas en hoces. Ningún pueblo volverá a tomar las armas contra otro ni a recibir instrucción para la guerra.

5 ¡Vamos, pueblo de Jacob, caminemos a la luz del Señor!

6 Señor, has abandonado a tu gente, al pueblo de Jacob; el país está lleno de adivinos venidos de oriente, de magos como entre los filisteos, y se hacen tratos con extranjeros.

7 El país está lleno de oro y plata, de tesoros inmensos; el país está lleno de caballos y de infinidad de carros.

8 ¡Pero también está lleno de ídolos! La gente adora los dioses que ha hecho con sus manos, con sus propios dedos.

9 Se han humillado, se han rebajado. ¡No los perdones!

10 La gente se meterá entre las rocas, debajo del suelo; se esconderá de la presencia terrible del Señor, del resplandor de su majestad.

11 Los orgullosos tendrán que bajar la vista; los altaneros se verán humillados. Tan sólo el Señor mostrará su grandeza en aquel día,

12 el día en que el Señor todopoderoso actúe contra todo hombre orgulloso y soberbio, contra todo hombre altanero, para humillarlo;

13 contra todos los que se creen cedros del Líbano, altos y elevados, o robles de Basán;

14 contra todos los que se creen montes altos o cerros elevados;

15 contra todos los que se creen torres altas o fuertes murallas;

16 contra todos los que se creen naves de Tarsis o barcos preciosos.

17 Los orgullosos y altaneros serán humillados por completo. Solamente el Señor mostrará su grandeza en aquel día,

18 y acabará con todos los ídolos.

19 Cuando el Señor se levante y llene de terror la tierra, la gente se meterá en las cuevas de las rocas, en los hoyos del suelo; se esconderá de la presencia terrible del Señor, del resplandor de su majestad.

20 Aquel día el hombre arrojará sus ídolos a las ratas y a los murciélagos, esos ídolos de oro y de plata que él mismo se hizo para adorarlos,

21 y se meterá en los huecos de las rocas, en las cuevas de las peñas, para esconderse de la presencia terrible del Señor, del resplandor de su majestad, cuando él se levante y llene de terror la tierra.

22 Dejad de confiar en el hombre, que bien poco es lo que vale. La vida del hombre no es más que un suspiro.

3

1 ¡Fijaos bien! El Señor todopoderoso quitará a Jerusalén y a Judá toda clase de proveedores y toda provisión de pan y de agua.

2 Hará desaparecer al valiente, al guerrero, al juez, al profeta, al adivino, al anciano,

3 al capitán, al aristócrata, al consejero, al mago y al brujo,

4 y les pondrá por jefes a unos muchachos: unos chiquillos los gobernarán.

5 La situación será tal en el pueblo, que unos a otros, aun entre amigos, se atacarán. Los jóvenes la emprenderán contra los viejos; los despreciados, contra la gente importante.

6 Tanto, que un hermano tomará a otro en la casa de su padre y le dirá: “Tú al menos tienes ropa que ponerte; sé, pues, nuestro jefe; gobierna este montón de ruinas.”

7 Y el otro le responderá: “Yo no puedo remediar esos males; en mi casa no tengo comida ni ropa que ponerme. No me hagáis jefe del pueblo.”

8 Ciertamente Jerusalén se derrumba, Judá se queda en ruinas, porque allí se dicen y hacen cosas contra el Señor, cosas que ofenden su majestad.

9 Su mismo descaro los acusa; no ocultan sus pecados; igual que Sodoma, los hacen saber a todo el mundo. ¡Ay de ellos, pues preparan su propio castigo!

10 Dichoso el justo, porque le irá bien y gozará del fruto de sus acciones.

11 ¡Ay del malvado, pues le irá mal! Dios le pagará según sus propias acciones.

12 Un chiquillo es el tirano de mi pueblo; el gobierno está en manos de mujeres. Tus dirigentes te engañan, pueblo mío, te llevan por camino equivocado.

13 El Señor se ha preparado para juzgar, está listo para enjuiciar a su pueblo.

14 El Señor llamará a juicio, y dirá a los ancianos y a los jefes del pueblo: “Vosotros habéis estado destruyendo mi viña; habéis robado a los pobres, y lo que robáis lo guardáis en vuestras casas.

15 ¿Con qué derecho oprimís a mi pueblo y pisoteáis la cara a los pobres?” Lo afirma el Señor todopoderoso.

16 El Señor dice también: “A las mujeres de Sión, que son orgullosas, que andan con la cabeza levantada, mirando con insolencia, caminando con pasitos cortos y haciendo sonar los adornos de los pies,

17 en castigo las dejaré calvas por la tiña y pondré su desnudez al descubierto.”

18 Aquel día el Señor hará desaparecer todos los adornos: los adornos de los pies, las diademas, las lunetas,

19 los pendientes, los brazaletes y los velos;

20 las bandas de la cabeza, las cadenitas de los pies, los cinturones, los frasquitos de perfume y los amuletos;

21 los anillos, los adornos de la nariz,

22 los vestidos elegantes, los mantos, los chales y los bolsos;

23 los espejos, las telas finas, los turbantes y las mantillas.

24 En vez de perfume habrá pestilencia; en vez de cinturón, una soga; en vez de elegante peinado, la cabeza calva; en vez de finos vestidos, ropa áspera; en vez de belleza, una marca con hierro candente.

25 Tus hombres caerán en la guerra; tus guerreros morirán en la batalla.

26 La ciudad llorará y se pondrá de luto, y quedará en completo abandono.

4

1 Aquel día quedarán tan pocos hombres, que siete mujeres pelearán por uno de ellos y le dirán: “Nosotras nos mantendremos por nuestra cuenta y nos vestiremos con nuestros propios medios, pero déjanos llevar tu nombre, líbranos de nuestra vergüenza.”

2 Aquel día el retoño que el Señor hará brotar será el adorno y la gloria de los que queden con vida en Israel; las cosechas que produzca la tierra serán su orgullo y su honor.

3 A los que queden con vida en Sión, a los que sobrevivan en Jerusalén y reciban el privilegio de residir allí, se les llamará “consagrados al Señor”.

4 Cuando el Señor dicte su sentencia y ejecute su castigo, limpiará a Jerusalén de la sangre de sus crímenes y lavará las manchas de los habitantes de Sión.

5 Sobre toda la extensión del monte Sión y sobre el pueblo allí reunido, el Señor creará una nube oscura en el día, y en la noche resplandor y llamas de fuego. Por encima de todos estará la gloria del Señor,

6 para protegerlos y defenderlos; les servirá de sombra contra el calor del día, y de protección contra la lluvia y la tempestad.

5

1 Voy a entonar en nombre de mi mejor amigo el canto dedicado a su viña. Mi amigo tenía una viña en un terreno muy fértil.

2 Removió la tierra, la limpió de piedras y plantó cepas de la mejor calidad; en medio de ella levantó una torre, y preparó también un lagar. Mi amigo esperaba uvas dulces de la viña, pero las uvas que dio fueron agraces.

3 Ahora, habitantes de Jerusalén, gente de Judá, decid quién tiene la culpa, si mi viña o yo.

4 ¿Había algo más que hacerle a mi viña? ¿Hay algo que yo no le haya hecho? Yo esperaba que diera uvas dulces, ¿por qué, entonces, dio agraces?

5 Pues bien, voy a deciros qué pienso hacer con mi viña: le quitaré la cerca, para que la destruyan; le agrietaré el muro, para que la pisoteen;

6 la dejaré abandonada. No la podarán ni la desyerbarán, y se llenará de espinos y maleza. Y ordenaré a las nubes que no envíen su lluvia sobre ella.

7 La viña del Señor todopoderoso, su plantación preferida, es el país de Israel, el pueblo de Judá. El Señor esperaba de ellos respeto a su ley, y solo ve asesinatos; esperaba justicia, y solo escucha gritos de dolor.

8 ¡Ay de vosotros, que compráis casas y más casas, que conseguís campos y más campos, hasta no dejar lugar a nadie más, y os instaláis como si fuerais los únicos en el país!

9 El Señor todopoderoso me ha jurado: “Muchas casas serán destruidas; y por grandes y hermosas que sean, nadie las habitará.

10 Tres hectáreas plantadas de uvas no rendirán más que un barrilito de vino. Diez costales de semilla solo rendirán uno de trigo.”

11 ¡Ay de vosotros, que madrugáis para emborracharos, y al calor del vino os quedáis hasta la noche!

12 Todo es música de arpas, salterios, tambores y flautas, y el vino corre en vuestros banquetes; pero no os fijáis en lo que hace el Señor, no tomáis en cuenta sus obras.

13 Por eso, por no querer entender, mi pueblo irá al destierro. Todo el pueblo, con sus jefes, morirá de hambre y de sed.

14 Como una fiera, el sepulcro abre su boca sin medida para tragarse al pueblo y a sus jefes, a esa gente que vive en juergas y diversiones.

15 La gente quedará totalmente humillada; los orgullosos tendrán que bajar los ojos.

16 El Señor todopoderoso mostrará su grandeza en el juicio; el Dios Santo mostrará su santidad haciendo justicia.

17 Las ciudades serán destruidas, y en sus ruinas pastarán ovejas y cabras.

18 ¡Ay de vosotros, que con mentiras arrastráis la maldad, que arrastráis el pecado como quien tira de un carro!

19 Vosotros que decís: “Que Dios haga pronto sus obras para que las veamos; que el Dios Santo de Israel cumpla de prisa sus planes para que los conozcamos.”

20 ¡Ay de vosotros, que llamáis bueno a lo malo, y malo a lo bueno; que convertís la luz en oscuridad, y la oscuridad en luz; que convertís lo amargo en dulce, y lo dulce en amargo!

21 ¡Ay de vosotros, que os creéis sabios y os tenéis por inteligentes!

22 ¡Ay de vosotros, que sois campeones bebiendo vino, y nadie os gana a preparar licores!

23 Vosotros, que por dinero declaráis inocente al culpable y desconocéis los derechos del inocente.

24 Por eso, así como el fuego quema la paja y las llamas devoran las hojas secas, así también pereceréis vosotros, como plantas que se pudren de raíz y cuyas flores se deshacen como el polvo. Porque despreciasteis las enseñanzas y las órdenes del Señor todopoderoso, el Dios Santo de Israel.

25 Por eso, el Señor se enojó contra su pueblo y levantó la mano para castigarlo. Los montes se estremecieron, los cadáveres quedaron tirados como basura en las calles. Y sin embargo la ira del Señor no se ha calmado; él sigue amenazando todavía.

26 El Señor levanta una bandera, y a silbidos llama a una nación lejana; de lo más lejano de la tierra la hace venir. Viene en seguida, llega con gran rapidez;

27 no hay entre ellos nadie débil ni cansado, nadie que no esté bien despierto, nadie que no lleve el cinturón bien ajustado, nadie que lleve rotas las correas de sus sandalias.

28 Tienen las flechas bien agudas y todos sus arcos bien tensos. Los cascos de sus caballos son como dura piedra, y como un torbellino las ruedas de sus carros;

29 su rugido es como el rugido de un león, que gruñe, agarra la presa y se apodera de ella, y nadie se la puede arrebatar.

30 Esa nación, al llegar el día señalado, rugirá, como el mar, contra Israel; y si alguien observa la tierra, la verá envuelta en tinieblas, oscurecida la luz por los nubarrones.

6

1 El año en que murió el rey Ozías, vi al Señor sentado en un trono muy alto; el borde de su manto llenaba el templo.

2 Unos seres como de fuego estaban por encima de él. Cada uno tenía seis alas. Con dos alas se cubrían la cara, con otras dos se cubrían la parte inferior del cuerpo y con las otras dos volaban.

3 Y se decían el uno al otro: “Santo, santo, santo es el Señor todopoderoso; toda la tierra está llena de su gloria.”

4 Al resonar esta voz, las puertas del templo temblaron, y el templo mismo se llenó de humo.

5 Y pensé: “¡Ay de mí, voy a morir! He visto con mis ojos al Rey, al Señor todopoderoso; yo, que soy un hombre de labios impuros y vivo en medio de un pueblo de labios impuros.”

6 En ese momento, uno de aquellos seres como de fuego voló hacia mí. Con unas tenazas sostenía una brasa que había tomado de sobre el altar,

7 me tocó con ella la boca y me dijo: “Mira, esta brasa ha tocado tus labios. Tu maldad te ha sido quitada, tus culpas te han sido perdonadas.”

8 Entonces oí la voz del Señor, que decía: “¿A quién voy a enviar? ¿Quién será nuestro mensajero?” Yo respondí: “Aquí estoy, envíame a mí.”

9 Y me dijo: “Ve y dile a este pueblo: ‘Por más que escuchéis, no entenderéis; por más que miréis, no comprenderéis.’

10 Entorpece la mente de este pueblo; tápales los oídos y cúbreles los ojos para que no puedan ver ni oir, ni puedan entender, para que no se vuelvan a mí y yo no los sane.”

11 Yo le pregunté: “¿Cuánto tiempo durará esto, Señor?” Y él me contestó: “Hasta que las ciudades queden destruidas y sin ningún habitante; hasta que las casas queden sin gente y los campos desiertos,

12 y el Señor haga salir desterrada a la gente, y el país quede completamente vacío.

13 Y si aún queda una décima parte del pueblo, también será destruida, como cuando se corta un roble o una encina y solo queda el tronco.” (Pero de ese tronco saldrá un retoño sagrado.)

7

1 El rey de Siria, Resín, y el rey de Israel, Pécah, hijo de Remalías, atacaron a Jerusalén y quisieron conquistarla, pero no pudieron. Esto sucedió cuando Ahaz, hijo de Jotam y nieto de Ozías, era rey de Judá.

2 En aquella ocasión llevaron esta noticia al rey Ahaz y a su familia: “Los sirios se han aliado con Efraín.” El rey y el pueblo empezaron a temblar como tiemblan los árboles del bosque cuando sopla el viento.

3 Entonces el Señor dijo a Isaías: “Toma a tu hijo Sear-iasub y ve a encontrarte con el rey Ahaz en el extremo del canal del estanque superior, en el camino que va al campo del Lavador de Paños,

4 y dile: ‘Ten cuidado, pero no te asustes; no tengas miedo ni te acobardes por esos dos tizones humeantes, Resín con sus sirios, y el hijo de Remalías, que están ardiendo en furor.

5 Los sirios, con el pueblo de Efraín y el hijo de Remalías, han tramado hacerte mal. Han dicho:

6 Invadamos Judá y metámosle miedo; apoderémonos de ella y pongamos por rey al hijo de Tabeel.

7 Pero el Señor dice: ¡Eso jamás sucederá!

8 Damasco es la capital de Siria, y Resín es el rey de Damasco; Samaria es la capital de Efraín, y el hijo de Remalías es el rey de Samaria; pero dentro de sesenta y cinco años Efraín dejará de ser nación; y si vosotros no tenéis una fe firme, tampoco quedaréis firmemente en pie.’ ”

9

10 El Señor dijo también a Ahaz:

11 “Pide al Señor tu Dios que haga un milagro que te sirva de señal, ya sea abajo en lo más profundo o arriba en lo más alto.”

12 Ahaz contestó: “No, yo no pondré a prueba al Señor pidiéndole una señal.”

13 Entonces Isaías dijo: “Escuchad vosotros, los de la casa real de David, ¿Os parece poco molestar a los hombres, que queréis también molestar a mi Dios?

14 Pues el Señor mismo os va a dar una señal: La joven está encinta y va a tener un hijo, al que pondrá por nombre Emanuel.

15 En sus primeros años de vida comerá leche cuajada y miel.

16 Pero antes de que el niño tenga uso de razón, el país de los dos reyes que te causan miedo quedará abandonado.

17 “El Señor hará venir sobre ti, sobre tu pueblo y la casa real, días como no habían venido desde que Efraín se separó de Judá.” (Esto se refiere al rey de Asiria).

18 En aquel tiempo el Señor hará venir como moscas a los que viven en los lejanos ríos de Egipto, y hará venir como abejas a los que viven en Asiria.

19 Todos ellos vendrán a instalarse en las cañadas profundas y en las cuevas de las rocas, en todos los matorrales espinosos y en los sitios donde bebe el ganado.

20 Aquel día el Señor usará al rey de Asiria como navaja alquilada más allá del río Éufrates, y afeitará a los israelitas la cabeza, la barba y la parte inferior del cuerpo.

21 En aquel tiempo, el que críe una vaca y dos ovejas

22 tendrá tanta leche que podrá comer leche cuajada. Y todos los que se salven de la destrucción en el país, podrán comer leche cuajada y miel.

23 En aquel tiempo, lo que antes era una viña con mil plantas y valía mil monedas de plata, quedará convertido en espinos y matorrales.

24 Solo se podrá entrar allí con arco y flechas para cazar, porque todo el país se habrá vuelto espinos y matorrales.

25 En las colinas que antes se cultivaban con azadón, habrá tantos espinos y matorrales que nadie irá a ellas. Solo servirán como pastizal para los bueyes y las ovejas.

8

1 El Señor me dijo: “Toma una tabla grande y escribe en ella, con letras comunes y corrientes: ‘Maher-salal-hasbaz’.

2 Toma luego como testigos de confianza al sacerdote Urías y a Zacarías, el hijo de Jeberequías.”

3 Más tarde me uní a la profetisa, mi esposa, que quedó encinta y tuvo un niño. Entonces el Señor me dijo: “Ponle por nombre Maher-salal-hasbaz.

4 Porque antes que el niño sepa decir ‘papá’ y ‘mamá’, Damasco y Samaria serán saqueadas y sus riquezas llevadas al rey de Asiria.”

5 Y de nuevo me dijo el Señor:

6 “Ya que por miedo a Resín y al hijo de Remalías desprecia esta gente el agua de Siloé, que corre mansamente,

7 el Señor los va a inundar con la violenta corriente del río Éufrates (es decir, el rey de Asiria con todo su poder). Se desbordará por todos sus canales, se saldrá por todas las orillas,

8 pasará hasta Judá y la cubrirá, la inundará, le llegará hasta el cuello. Será como un ave con las alas extendidas, que cubrirá, Emanuel, toda tu tierra.”

9 Reuníos, naciones, y llenaos de espanto; escuchad esto, todos los países lejanos: por más que toméis las armas, quedaréis espantados; sí, por más que toméis las armas, quedaréis espantados.

10 Haced planes, que serán desbaratados; proponed lo que queráis, que no se realizará, porque Dios está con nosotros.

11 El Señor me tomó fuertemente con su mano y me advirtió que no siguiera el camino de esta gente. Me dijo:

12 “No llaméis conspiración a todo lo que este pueblo llama conspiración. No os asustéis ni tengáis miedo por todo lo que a ellos les da miedo.

13 Al Señor todopoderoso es a quien hay que tener por santo; a él es a quien hay que temer; hay que tener miedo en su presencia.

14 Él será para vosotros como una trampa; será la piedra con la que tropezaréis, la cual hará caer a los dos reinos de Israel; será como una trampa en la que caerán los habitantes de Jerusalén.

15 Muchos tropezarán, caerán y morirán; muchos caerán en la trampa y quedarán atrapados.”

16 Guardad bien este mensaje; mantened ocultas estas instrucciones, estas enseñanzas mías.

17 Aunque el Señor se oculta del pueblo de Jacob, yo confío en él. En él he puesto mi esperanza.

18 Yo y los hijos que me dio el Señor somos señales milagrosas para Israel, puestas por el Señor todopoderoso que vive en el monte Sión.

19 Sin duda la gente os dirá: “Consultad a los espíritus de los muertos y a esos adivinos que cuchichean y susurran. ¿Acaso no debe un pueblo consultar a sus dioses, y pedir consejo a los muertos acerca de los vivos

20 para recibir una instrucción o un mensaje?” Sin duda que hablarán así, pero lo que dicen es una tontería.

21 La gente irá de un lado a otro, oprimida y con hambre, y a causa del hambre se pondrán furiosos. Maldecirán a su rey y a sus dioses. Volverán la cara hacia arriba

22 y después mirarán al suelo, y no encontrarán más que miseria y oscuridad, tinieblas y angustia. Todo lo cubrirá la noche,

9

1 y el oprimido no podrá escapar. Al principio, Dios humilló a Galilea, tierra de Zabulón y de Neftalí, región vecina a los paganos, que se extiende desde el otro lado del Jordán hasta la orilla del mar; pero después le concedió mucho honor.

2 El pueblo que andaba en la oscuridad vio una gran luz; una luz ha brillado para los que vivían en tinieblas.

3 Señor, has traído una gran alegría; muy grande es el gozo. Todos se alegran delante de ti como en tiempo de cosecha, como se alegran los que se reparten grandes riquezas.

4 Porque tú has destruido la esclavitud que oprimía al pueblo, la opresión que lo afligía, la tiranía a que estaba sometido. Fue como cuando destruiste a Madián.

5 Las botas que hacían resonar los soldados, y los vestidos manchados de sangre, serán quemados, destruidos por el fuego.

6 Porque nos ha nacido un niño, Dios nos ha dado un hijo, al cual se le ha concedido el poder de gobernar. Y le darán estos nombres: Admirable en sus planes, Dios invencible, Padre eterno, Príncipe de la paz.

7 Se sentará en el trono de David; extenderá su poder real a todas partes y la paz no se acabará; su reinado quedará bien establecido, y sus bases serán la justicia y el derecho desde ahora y para siempre. Esto lo hará el ardiente amor del Señor todopoderoso.

8 El Señor ha enviado un mensaje a Israel, al pueblo de Jacob;

9 todo el pueblo de Efraín, que vive en Samaria, lo ha entendido. Ellos dicen con orgullo y altanería:

10 “Se han caído los ladrillos, pero vamos a construir con piedra. Han cortado las vigas de sicómoro, pero las vamos a cambiar por madera de cedro.”

11 El Señor ha hecho venir terribles enemigos; él mismo les ha ordenado atacar:

12 por oriente, los sirios; por occidente, los filisteos. De un bocado se tragaron a Israel. Sin embargo, la ira del Señor no se ha calmado; él sigue amenazando todavía.

13 Pero el pueblo no se volvió a Dios, que lo castigaba; no buscó al Señor todopoderoso.

14 Entonces el Señor trató al reino de Israel como quien corta a un animal la cola y la cabeza, como quien derriba palmeras y juncos por igual. ¡Todo esto en un solo día!

15 (La cabeza representa a los ancianos y los jefes; la cola, a los profetas que enseñan mentiras).

16 Los jefes han extraviado a este pueblo, y los que buscaban un guía se perdieron.

17 Por eso el Señor no tuvo compasión de los jóvenes, ni misericordia de los huérfanos y las viudas. Porque el pueblo entero es impío y perverso y todos dicen disparates. Sin embargo, la ira del Señor no se ha calmado; él sigue amenazando todavía.

18 La maldad hace estragos como un incendio que devora espinos y matorrales, que luego quema los árboles del bosque y los lanza por los aires entre torbellinos de humo.

19 Por la ira del Señor todopoderoso, el país está incendiado y el fuego destruye al pueblo; se comen la carne de sus propios hijos y no tienen compasión de sus hermanos. Aquí hay uno que engulle y se queda con hambre; allá hay otro que come y no se siente satisfecho.

20

21 Manasés destruye a Efraín, y Efraín a Manasés, y ambos se lanzan contra Judá. Sin embargo, la ira del Señor no se ha calmado; él sigue amenazando todavía.

10

1 ¡Ay de vosotros, que dictáis leyes injustas y publicáis decretos intolerables,

2 que no hacéis justicia a los débiles ni reconocéis los derechos de los pobres de mi pueblo, que explotáis a las viudas y robáis a los huérfanos!

3 ¿Qué haréis cuando hayáis de rendir cuentas, cuando veáis venir de lejos el castigo? ¿A quién acudiréis pidiendo ayuda? ¿En dónde dejaréis vuestras riquezas?

4 Si no son humillados y llevados presos, caerán con los que mueran asesinados. Sin embargo, la ira del Señor no se ha calmado; él sigue amenazando todavía.

5 “¡El rey de Asiria! Él es el palo con que yo en mi ira castigo, la vara que uso cuando me enojo.

6 Lo mando a atacar a un pueblo impío, a una nación que me ofende, para que la robe y le quite sus riquezas, para que la pisotee como al barro de las calles.

7 Pero el rey de Asiria no piensa así, ni es eso lo que se propone. No piensa más que en destruir y en acabar con muchas naciones.

8 Dice: ‘Todos los reyes son jefes a mis órdenes.

9 Para mí son iguales las ciudades de Calnó y de Carquemis, Hamat igual que Arpad, Samaria lo mismo que Damasco.

10 Me he encontrado naciones con muchos dioses, con más ídolos que los de Jerusalén y Samaria.

11 Pues bien, lo que hice con Samaria y sus dioses, ¿no seré capaz de hacerlo con Jerusalén y sus ídolos?’ ”

12 Cuando el Señor haya hecho todo lo que tiene que hacer en el monte Sión y en Jerusalén, castigará al rey de Asiria por esta obra de su orgullo, y por su altanería y arrogancia.

13 El rey de Asiria ha dicho: “Yo lo he hecho con mi propia fuerza; soy inteligente, y he hecho los planes. Yo he cambiado las fronteras de las naciones, me he apoderado de sus riquezas y, como un valiente, he derribado a los reyes.

14 He puesto mi mano en las riquezas de los pueblos, me he apoderado de toda la tierra como quien toma de un nido unos huevos abandonados, sin nadie que moviera las alas, sin nadie que abriese el pico y chillara.”

15 Pero, ¿acaso puede el hacha creerse más importante que el que la maneja? ¿La sierra más que el que la mueve? ¡Como si el bastón, que no es más que un palo, fuera el que moviera al hombre que lo lleva!

16 Por tanto, el Señor todopoderoso va a dejar sin fuerzas a esos que son tan robustos, y hará que les arda el cuerpo con el fuego de la fiebre.

17 El Dios Santo, luz de Israel, se convertirá en llama de fuego, y en un día quemará y destruirá todos los espinos y matorrales que hay en el país.

18 Destruirá completamente la belleza de sus bosques y sus huertos: los dejará como un enfermo que ya no tiene fuerzas.

19 Y serán tan pocos los árboles que queden en el bosque, que hasta un niño los podrá contar.

20 En aquel tiempo, los pocos que hayan quedado de Israel, aquellos del pueblo de Jacob que se hayan salvado, no volverán a apoyarse en el que los destruyó, sino que se apoyarán firmemente en el Señor, el Dios Santo de Israel.

21 Unos cuantos del pueblo de Jacob se volverán hacia el Dios invencible.

22 Aunque tu pueblo, Israel, sea tan numeroso como los granos de arena del mar, solo unos pocos volverán. La destrucción está decidida y se hará justicia por completo.

23 Porque el Señor todopoderoso ha decidido la destrucción y la va a llevar a cabo en todo el país.

24 El Señor todopoderoso dice así: “Pueblo mío, que vives en Sión, no tengas miedo a los asirios, aunque te golpeen con su vara y levanten su bastón contra ti como hicieron los egipcios.

25 Porque dentro de muy poco tiempo va a llevarse a cabo el castigo, y mi ira los destruirá.

26 El Señor todopoderoso los castigará como cuando derrotó a Madián en la roca de Oreb, y mostrará su poder contra Asiria como cuando lo mostró contra Egipto.

27 Aquel día se te quitará la carga que han puesto sobre tus espaldas, y será quebrado el yugo que han puesto sobre tu nuca.” El invasor viene por Rimón,

28 llega a Aiat, pasa por Migrón, deja la carga en Micmás,

29 cruza el paso del torrente, acampa en Gueba; Ramá se llena de terror, Guibeá de Saúl sale huyendo.

30 ¡Da gritos, Bat-galim! ¡Óyelos, Laisa! ¡Responde, Anatot!

31 Madmená sale huyendo, los habitantes de Guebim se esconden.

32 Hoy mismo se detiene el invasor en Nob; da la señal de atacar el monte Sión, la colina de Jerusalén.

33 Mirad, el Señor todopoderoso derriba los árboles con fuerza terrible; los más altos caen cortados, los más elevados se vienen al suelo.

34 Con un hacha derriba lo más espeso del bosque, y los árboles más bellos del Líbano se derrumban.

11

1 De ese tronco que es Jesé, sale un retoño; un retoño brota de sus raíces.

2 El espíritu del Señor estará continuamente sobre él y le dará sabiduría, inteligencia, prudencia, fuerza, conocimiento y temor del Señor.

3 Él no juzgará por la sola apariencia ni pronunciará su sentencia fundándose en rumores.

4 Juzgará con justicia a los débiles y defenderá los derechos de los pobres del país. Sus palabras serán como una vara para castigar al violento, y con el soplo de su boca hará morir al malvado.

5 Siempre irá revestido de justicia y verdad.

6 Entonces el lobo y el cordero vivirán en paz, el tigre descansará al lado del cabrito, el becerro y el león crecerán juntos y se dejarán guiar por un niño pequeño.

7 La vaca y la osa serán amigas, y juntas descansarán sus crías. El león comerá hierba, como el buey.

8 El niño jugará en el escondrijo de la cobra y meterá la mano en el nido de la víbora.

9 En todo mi monte santo no habrá quien haga ningún daño, porque así como el agua llena el mar, así el conocimiento del Señor llenará todo el país.

10 En aquel tiempo el retoño de esta raíz que es Jesé se levantará como una señal para los pueblos; las naciones irán en su busca, y el sitio en que esté será glorioso.

11 En aquel tiempo mostrará otra vez el Señor su poder reconquistando el resto de su pueblo, haciéndolo volver de Asiria y de Egipto, de Patros, de Etiopía, de Elam, de Sinar, de Hamat y de los países del mar.

12 Levantará una señal para las naciones y reunirá a los israelitas que estaban desterrados; juntará desde los cuatro puntos cardinales a la gente de Judá que estaba dispersa.

13 La envidia de Efraín terminará, y el rencor de Judá se calmará; Efraín no tendrá envidia de Judá, y Judá no sentirá rencor contra Efraín.

14 Los dos se lanzarán hacia occidente, contra los filisteos, y les caerán por la espalda; juntos les quitarán las riquezas a las tribus de oriente. Su poder llegará hasta Edom y Moab, y dominarán a los amonitas.

15 El Señor les abrirá un camino por el mar Rojo, extenderá su brazo sobre el río Éufrates, hará soplar un viento terrible que lo dividirá en siete brazos, y podrán cruzarlos sin quitarse las sandalias.

16 Cuando ese resto del pueblo del Señor vuelva de Asiria, encontrará un amplio camino, como Israel cuando salió de Egipto.

12

1 En aquel tiempo dirás: “Te doy gracias, Señor, porque aunque estuviste enojado conmigo, tu ira ya pasó y me has devuelto la paz.

2 Dios es quien me salva; tengo confianza, no temo. El Señor es mi refugio y mi fuerza, él es mi salvador.”

3 También vosotros podréis ir a beber con alegría en esa fuente de salvación,

4 y entonces diréis: “Dad gracias e invocad al Señor, contad a las naciones las cosas que ha hecho, recordadles que él está por encima de todo.

5 Cantad al Señor, porque ha hecho algo grandioso que debe conocerse en toda la tierra.

6 Dad gritos de alegría, habitantes de Sión, porque el Dios Santo de Israel está en medio de vosotros con toda su grandeza.”

13

1 Palabras proféticas contra Babilonia, las cuales recibió por revelación Isaías, hijo de Amós:

2 “¡Alzad en un monte pelado la señal de combate! ¡Dad a los soldados la orden de ataque! ¡Levantad la mano para que avancen por las puertas de los nobles!

3 Ya he llamado a mis valientes, he dado órdenes a mis guerreros consagrados, a los que se alegran por mi triunfo, para que ejecuten mi castigo.”

4 Se oye un griterío en los montes, como de mucha gente. Se oye el rugir de las naciones, de los pueblos que se han reunido. El Señor todopoderoso pasa revista a sus tropas dispuestas para la batalla.

5 Vienen de un país lejano, de más allá del horizonte. Es el Señor con los instrumentos de su ira, que viene a destruir toda la tierra.

6 Dad alaridos, porque el día del Señor está cerca; llega como un golpe del Todopoderoso.

7 Entonces todo el mundo dejará caer los brazos, todos perderán el valor

8 y quedarán aterrados. Les vendrá una angustia y un dolor tan grandes que se retorcerán como mujer de parto. Unos a otros se mirarán asombrados y les arderá la cara de vergüenza.

9 Ya llega el día del Señor, día terrible, de ira y furor ardiente, que convertirá la tierra en desierto y acabará con los pecadores que hay en ella.

10 Las estrellas y constelaciones del cielo dejarán de dar su luz; el sol se oscurecerá apenas salga, y la luna no brillará.

11 El Señor dice: “Voy a castigar al mundo por su maldad, a los malvados por sus crímenes. Voy a terminar con la altanería de los orgullosos, y a humillar a los soberbios e insolentes.

12 Voy a hacer que los hombres sean más escasos que el oro fino de Ofir.

13 Entonces el cielo se estremecerá y la tierra se moverá de su sitio por la ira que tendré en aquel día, por mi ardiente furor.

14 “La gente parecerá una gacela perseguida, o un rebaño cuando se dispersa y no hay nadie que lo junte. Cada uno se volverá a su propio país, huirá a su propia tierra.

15 Todo el que se deje encontrar, será apuñalado; todo el que se deje agarrar, caerá asesinado.

16 Ante sus propios ojos estrellarán contra el suelo a sus hijos pequeños; sus casas serán saqueadas y violadas sus esposas.

17 Voy a incitar contra ellos al pueblo de los medos, gente que no se preocupa por la plata y a la que el oro no le llama la atención.

18 Con sus flechas derribarán a los jóvenes: no se compadecen de los recién nacidos; no sienten lástima por los niños.

19 Y Babilonia, la perla de las naciones, joya y orgullo de los caldeos, quedará como Sodoma y Gomorra cuando yo las destruí.

20 Nunca más volverá a ser habitada, nadie volverá a vivir jamás en ella. Los árabes no volverán a acampar allí, ni los pastores harán que allí descansen sus rebaños.

21 Allí habitarán los gatos monteses, las lechuzas llenarán las casas, los avestruces vivirán en ella y también retozarán los chivos.

22 Los chacales aullarán en los castillos, y en los lujosos palacios habrá lobos. Ya se le acerca su hora a Babilonia; no le quedan muchos días.”

14

1 Sí, el Señor tendrá misericordia de Jacob. De nuevo tendrá a Israel como su elegido y hará que los israelitas vuelvan a establecerse en su tierra. Los extranjeros se acercarán a ellos, se unirán al pueblo de Jacob.

2 Muchas naciones recibirán a los israelitas y los acompañarán hasta su patria, y los israelitas los tomarán como esclavos en la tierra del Señor. Los israelitas llevarán presos a quienes antes los apresaron y dominarán a quienes antes los oprimieron.

3 Pueblo de Israel, cuando el Señor te haga descansar de tus sufrimientos, de tus penas y de la cruel esclavitud a que fuiste sometido,

4 recitarás este poema para burlarte del rey de Babilonia: “¡Mirad en qué vino a parar el tirano! ¡Mirad en qué vino a parar su arrogancia!

5 El Señor ha roto el poder del malvado, ha hecho pedazos la vara del tirano

6 que castigaba a las naciones con ira y las golpeaba sin parar, que aplastaba a los pueblos con furor y los perseguía sin compasión.

7 Toda la tierra está en paz y tranquila, y grita de alegría.

8 Hasta los pinos y los cedros del Líbano se alegran de tu ruina y dicen: ‘Desde que tú caíste, nadie ha vuelto a cortarnos.’

9 Abajo, entre los muertos, hay gran agitación y salen a recibirte. Las sombras de los muertos se despiertan, todos los jefes de la tierra salen a tu encuentro; todos los reyes de los pueblos se levantan de sus tronos.

10 Todos ellos toman la palabra y te dicen: ‘Tú también has perdido tu fuerza, has llegado a ser como nosotros.

11 Aquí vinieron a parar tu orgullo y tu música de cítaras. Tu cama es podredumbre, tus mantas son gusanos.’

12 “¡Cómo caíste del cielo, lucero del amanecer! Fuiste derribado al suelo, tú que vencías a las naciones.

13 Pensabas para tus adentros: ‘Voy a subir hasta el cielo; voy a poner mi trono sobre las estrellas de Dios; voy a sentarme allá lejos en el norte, en el monte donde los dioses se reúnen.

14 Subiré más allá de las nubes más altas; seré como el Altísimo’.

15 ¡Pero en realidad has bajado al reino de la muerte, a lo más hondo del abismo!

16 Los que te ven se quedan mirándote, y, fijando su atención en ti, dicen: ‘¿Es este el hombre que hacía temblar la tierra, que destruía las naciones,

17 que dejó el mundo hecho un desierto, que arrasaba las ciudades y no dejaba libres a los presos?’

18 Todos los reyes de las naciones descansan con honor, cada uno en su tumba;

19 a ti, en cambio, te arrojan lejos del sepulcro como basura repugnante, como cadáver pisoteado, entre gente asesinada, degollada, arrojada al abismo lleno de piedras.

20 No te enterrarán como a los otros reyes, porque arruinaste a tu país y asesinaste a la gente de tu pueblo. La descendencia de los malhechores no durará para siempre.

21 Preparaos para matar a los hijos por los crímenes que sus padres cometieron, para que no piensen más en dominar la tierra ni en llenar de ciudades el mundo.”

22 El Señor todopoderoso afirma: “Voy a entrar en acción contra ellos, voy a acabar con el nombre de Babilonia y con lo que quede de ella, con sus hijos y sus nietos.

23 La convertiré en un pantano, en región plagada de lechuzas. La barreré con la escoba de la destrucción.” Es el Señor todopoderoso quien lo afirma.

24 El Señor todopoderoso ha jurado: “Sin duda alguna, lo que yo he decidido, se hará; lo que he resuelto, se cumplirá.

25 Destruiré al pueblo asirio en mi país, lo aplastaré en mis montañas. Su yugo dejará de oprimir a mi pueblo; su tiranía no pesará más sobre sus hombros.

26 Esta es mi decisión en cuanto a toda la tierra. Mi mano amenaza a todas las naciones.”

27 El Señor todopoderoso lo ha decidido y nadie podrá oponérsele. Su mano está amenazando y nadie le hará cambiar de parecer.

28 El año en que murió el rey Ahaz, Isaías pronunció esta profecía:

29 No te alegres, nación filistea, de que haya sido quebrada la vara con que te castigaban, pues de donde salió una serpiente saldrá una víbora; más aún, saldrá un dragón volador.

30 Los pobres tendrán en mis campos hierba para sus rebaños y la gente sin recursos descansará tranquila. Yo, en cambio, haré que tu gente muera de hambre y mataré a los pocos que te queden.

31 ¡Lamentaos, ciudades filisteas, gritad de dolor, temblad de espanto! Porque del norte viene un ejército como una nube de humo; ni un solo hombre se sale de las filas.

32 ¿Qué se puede responder a los enviados de ese país? Que el Señor ha dado firmeza a Sión y los afligidos de su pueblo se refugiarán allí.

15

1 Profecía contra Moab: En la noche en que Ar fue destruida, ocurrió la ruina de Moab; en la noche en que Quir fue destruida, ocurrió la ruina de Moab.

2 La gente de Dibón sube a llorar al templo situado en la colina. Moab se lamenta de la destrucción de Nebo y de Medebá. Todos tienen la cabeza rapada, la barba cortada.

3 Por las calles va la gente con ropas ásperas; en las terrazas gritan de dolor. En las plazas todo el mundo se lamenta y se deshace en lágrimas.

4 Hesbón y Elalé piden socorro; hasta en Jahas se oyen sus gritos. Por eso se acobardan los guerreros de Moab y se llenan de terror.

5 Mi corazón pide socorro para Moab; su gente sale huyendo hasta Sóar, hasta Eglat-selisiya. Por la cuesta de Luhit suben llorando; por el camino de Horonaim lanzan gritos de dolor ante el desastre.

6 Los pozos de Nimrim han quedado secos, la hierba está marchita, muerta la vegetación, no queda ni una hoja verde.

7 Por eso la gente recoge sus riquezas y las lleva más allá del arroyo de los Álamos.

8 El grito de socorro da la vuelta por las fronteras de Moab; los lamentos llegan hasta Eglaim y hasta Beer-elim.

9 Aunque los pozos de Dimón están llenos de sangre, aún le enviaré mayores males; un león devorará a los que se salven de Moab, a los que queden con vida sobre la tierra.

16

1 Desde Selá en el desierto, los jefes del país envían corderos hasta el monte Sión.

2 Los habitantes de Moab en el paso del Arnón son como pájaros espantados que huyen de su nido.

3 Dicen a Sión: “Haz planes para protegernos, toma tú nuestra defensa. Extiende tu sombra en pleno mediodía, como si fuera de noche; ofrece asilo a los desterrados, no traiciones a los fugitivos.

4 Deja que se refugien en ti los fugitivos de Moab. Sírveles de asilo frente al destructor.” Cuando termine la opresión y la destrucción haya pasado, cuando el invasor se vaya del país,

5 un descendiente de David alcanzará el reinado, reinado estable fundado en la bondad. Será un juez honrado, que establecerá el derecho y hará llegar pronto la justicia.

6 Conocemos el orgullo enorme de Moab, su arrogancia, su altivez, su soberbia y su inútil charlatanería.

7 Por eso todos los habitantes de Moab llorarán por su nación; afligidos en extremo, se dolerán por los hombres de Quir-hareset.

8 Los viñedos de Hesbón y de Sibmá se han marchitado, los han destrozado los señores de las naciones. Sus ramas llegaban hasta Jazer, se extendían por el desierto y alcanzaban hasta más allá del mar.

9 Por eso lloro por los viñedos de Sibmá, lo mismo que por Jazer, y derramo lágrimas por Hesbón y Elalé, porque sobre sus frutos y cosechas resonó el grito de guerra.

10 La alegría y el bullicio cesarán en los campos y no habrá más gritos de alegría, ni habrá cantos en las viñas, ni pisarán más las uvas para hacer el vino. Los gritos se acabaron.

11 Mi corazón se estremece como un arpa por Moab y por Quir-haréset.

12 Por más que Moab vaya a las colinas y ruegue allí hasta el cansancio, por más que vaya a su templo a orar, nada conseguirá.

13 Estas fueron las palabras que dijo el Señor contra Moab hace mucho tiempo.

14 Ahora dice el Señor: “Dentro de tres años, tal como los cuenta un obrero que vive de su salario, la grandeza de Moab se hará despreciable, a pesar de su inmenso gentío; solo quedará un puñado pequeño, impotente.”

17

1 Profecía contra Damasco: Damasco dejará de ser ciudad; no será más que un montón de ruinas.

2 Quedará abandonada para siempre, convertida en pastizales; los animales podrán pastar tranquilamente.

3 Efraín, que es el orgullo de Israel, ya no tendrá ciudad fortificada; así también Damasco, lo que queda de Siria, dejará de ser un reino. Lo afirma el Señor todopoderoso.

4 Aquel día, Samaria, orgullo de Jacob, perderá su fuerza y su prosperidad desaparecerá.

5 Será como cuando el segador siega el trigo y recoge las espigas con las manos; o cuando se cosechan las espigas en el valle de Refaim,

6 donde solo quedan restos olvidados; o cuando se varea un olivo y solo quedan dos o tres aceitunas en la punta de una rama, o cuatro o cinco, a lo sumo, en todo el árbol. Lo afirma el Señor, el Dios de Israel.

7 Aquel día el hombre volverá sus ojos a su creador, al Dios Santo de Israel.

8 No volverá a mirar los altares ni otros objetos hechos por los hombres con sus propias manos. No se fijará más en esos troncos sagrados ni en esos altares donde queman incienso a los dioses.

9 Aquel día tus ciudades fortificadas serán abandonadas, como fueron abandonadas las ciudades de los heveos y de los amorreos por miedo a los israelitas. Quedarán convertidas en desierto,

10 porque olvidaste al Dios que te salvó; no recordaste que él es tu refugio seguro. Tú cultivas esos jardines agradables, siembras tus plantas en honor de un dios extranjero,

11 las proteges el día en que las plantas, y haces que brote la semilla al día siguiente. Pero cuando vengan la enfermedad y el mal incurable, se perderá la cosecha.

12 ¡Oíd el estruendo de pueblos numerosos, estruendo como el que produce el mar! Es el rugido que lanzan las naciones, como el rugido de aguas impetuosas.

13 Pero cuando Dios los reprende, salen huyendo lejos, como la paja que el viento se lleva por los montes o como el cardo que arrastra el huracán.

14 Por la tarde parecen terribles, pero antes de amanecer dejan de existir. En eso paran los que nos saquean; así terminan los que nos arruinan.

18

1 ¡Ay del país donde resuena un zumbido de insectos, del país situado más allá de los ríos de Etiopía,

2 que envía sus embajadores por el Nilo, viajando por el agua en barcas de junco! Id, veloces mensajeros, a un pueblo de alta estatura y piel brillante, a una nación temida en todas partes, pueblo fuerte y altanero que vive en una tierra bañada por ríos.

3 Todos vosotros, habitantes del mundo, veréis cuando se alce la señal en la montaña, y oiréis cuando suene la trompeta.

4 El Señor me dijo: “Desde mi lugar miro tranquilo, como la luz en un día de verano, como una nube de rocío en tiempo ardiente de cosecha.

5 Cuando pase la floración de las viñas y la flor se vuelva uva madura, pero antes del tiempo de la vendimia, podarán las ramas con cuchillos, las cortarán y las retirarán.

6 Todo quedará abandonado en las montañas a las aves de rapiña y a los animales salvajes. Las aves pasarán allí el verano, y todos los animales salvajes se quedarán allí en el invierno.”

7 En aquel tiempo traerán al Señor todopoderoso ofrendas de parte del pueblo de alta estatura y piel brillante, nación temida en todas partes, pueblo fuerte y altanero que vive en una tierra bañada por ríos. Las traerán al monte Sión, donde se invoca el nombre del Señor todopoderoso.

19

1 Profecía contra Egipto: Mirad al Señor: viene a Egipto montado en veloz nube. Ante él tiemblan los ídolos de Egipto, y los egipcios se llenan de terror.

2 “Yo haré –dice– que los egipcios se dividan y peleen unos contra otros: amigo contra amigo, ciudad contra ciudad, reino contra reino.

3 Les haré perder la cabeza, haré fracasar sus planes. Entonces consultarán a los ídolos y a los brujos, a los espíritus de los muertos y a los adivinos.

4 Pero yo pondré a Egipto en poder de un amo duro; un rey cruel lo gobernará.” Lo afirma el Señor todopoderoso.

5 El agua del Nilo se agotará, el río quedará completamente seco,

6 los canales despedirán mal olor. Las corrientes de agua de Egipto irán disminuyendo hasta secarse, y las cañas y los juncos se marchitarán;

7 los juncares que bordean el Nilo y todos los sembrados de sus orillas, se secarán y dejarán de existir.

8 Los que pescan en el Nilo se pondrán todos a gemir y lamentarse; los que echan sus redes al agua se entristecerán.

9 Los que trabajan el lino se sentirán desanimados; las cardadoras y los tejedores palidecerán;

10 los fabricantes de telas quedarán abatidos, y todos los artesanos, confundidos.

11 ¡Qué tontos sois, jefes de Soan, los consejeros más sabios de Egipto, que sois en realidad consejeros estúpidos! ¿Cómo se os ocurre decirle al faraón: “Somos descendientes de sabios, de reyes de la antigüedad”?

12 ¿Dónde están tus sabios, faraón, para que te enseñen y te anuncien los planes que el Señor todopoderoso tiene contra Egipto?

13 Los jefes de Soan son tontos; los jefes de Menfis se dejaron engañar, y los jefes de las provincias han llevado a Egipto por un camino falso.

14 El Señor ha puesto en ellos un espíritu de confusión; ellos llevan a Egipto por camino falso en todo lo que hace, como un borracho que vomita y pierde el equilibrio.

15 Y nadie, sea cabeza o cola, palmera o junco, podrá hacer nada por Egipto.

16 Aquel día, los egipcios parecerán mujeres; se llenarán de miedo y espanto cuando vean que el Señor todopoderoso levanta su mano contra ellos.

17 Los egipcios sentirán terror ante Judá. Con solo recordar su nombre, se llenarán de espanto por los planes que el Señor todopoderoso tiene contra Egipto.

18 Aquel día habrá en Egipto cinco ciudades que hablarán hebreo y jurarán fidelidad al Señor todopoderoso. Una de ellas se llamará Ciudad del Sol.

19 Aquel día, en pleno Egipto, habrá un altar dedicado al Señor, y cerca de su frontera se levantará una piedra en honor del Señor.

20 Servirá de señal, para que se recuerde al Señor todopoderoso en el país de Egipto. Cuando griten al Señor pidiendo ayuda contra quienes los oprimen, él les enviará un libertador, para que los defienda y los salve.

21 El Señor se dará a conocer a los egipcios, y ellos reconocerán al Señor, le darán culto y le ofrecerán sacrificios y ofrendas. Harán promesas al Señor, y las cumplirán.

22 El Señor herirá a Egipto, pero después lo sanará. Ellos se volverán al Señor, y él se compadecerá de ellos y los sanará.

23 Aquel día habrá un camino ancho desde Egipto hasta Asiria. Los asirios podrán llegar hasta Egipto y los egipcios hasta Asiria, y los egipcios y los asirios adorarán juntos al Señor.

24 Aquel día Israel se colocará a la par con Egipto y Asiria, y será una bendición en medio de la tierra.

25 El Señor todopoderoso los bendecirá, diciendo: “Yo bendigo a Egipto, mi pueblo, a Asiria, obra de mis manos, y a Israel, mi propiedad.”

20

1 En cierta ocasión, el rey Sargón de Asiria envió a un alto oficial a la ciudad de Asdod, y el oficial atacó a la ciudad y la conquistó.

2 Por aquel tiempo habló el Señor por medio de Isaías, hijo de Amós, y le dijo: “Quítate esa ropa áspera que llevas puesta y el calzado que llevas en los pies.” Isaías lo hizo así, y se quedó descalzo y medio desnudo.

3 Entonces dijo el Señor: “Mi siervo Isaías ha estado descalzo y medio desnudo durante tres años, como señal y anuncio para Egipto y Etiopía.

4 Así también el rey de Asiria llevará al destierro a los egipcios y a los etíopes, sean viejos o jóvenes, descalzos y desnudos, con las nalgas al aire para su vergüenza.

5 La gente se llenará de miedo y sentirá vergüenza de Etiopía, que era su esperanza, y de Egipto, que era su orgullo.

6 En ese tiempo dirán todos los que viven en aquella costa: ‘Mirad en qué vino a parar el que era nuestra esperanza, al que acudíamos a pedir auxilio para que nos librase del rey de Asiria. ¿Cómo vamos a salvarnos ahora?’ ”

21

1 Profecía acerca del desierto: Como huracanes que avanzan por el sur, vienen del desierto, lugar espantoso.

2 Terrible es la visión que Dios me ha mostrado: el traidor traiciona, el destructor destruye. ¡Levántate, Elam! ¡Medos, al asalto! ¡No permito más quejas!

3 Mi cuerpo se estremece, me retuerzo de dolor como mujer de parto, la angustia no me deja oir, el terror me impide ver.

4 Tengo la mente confundida, me estremezco de terror. El fresco del atardecer, que tanto me gustaba, se ha vuelto para mí algo terrible.

5 La mesa ya está puesta, tendidas las alfombras, el banquete ha comenzado. ¡En pie, capitanes: sacad brillo a los escudos!

6 Porque el Señor me ha dicho: “Ve y coloca un centinela que dé aviso de todo cuanto vea.

7 Si ve carros tirados por parejas de caballos, o gente montada en asnos o camellos, que mire con mucha atención.”

8 Y el que vigilaba gritó: “En mi puesto, Señor, permanezco todo el día, y noche tras noche me mantengo vigilante.

9 Y veo venir un carro tirado por un par de caballos.” Alguien dijo entonces: “¡Cayó, cayó Babilonia! Todas las estatuas de sus dioses quedaron por el suelo hechas pedazos.”

10 Pueblo mío, pisoteado como el trigo, yo te anuncio lo que escuché del Señor todopoderoso, el Dios de Israel.

11 Profecía contra Edom: Alguien me grita desde Seír: “Centinela, ¿qué horas de la noche son? Centinela, ¿qué horas de la noche son?”

12 Y el centinela responde: “Ya viene la mañana, pero también la noche. Si queréis preguntar, preguntad, y volved otra vez.”

13 Profecía en el desierto: Caravanas de Dedán, que pasáis la noche en los matorrales del desierto,

14 salid al encuentro del que tiene sed y ofrecedle agua. Habitantes del país de Temá, salid al paso del que huye y ofrecedle alimento.

15 Porque huyen de la espada, de la espada afilada, del arco listo para disparar y del furor de la batalla.

16 El Señor me dijo: “Dentro de un año, tal como lo cuenta un obrero que vive de su salario, se habrá acabado toda la grandeza de Quedar.

17 ¡Pocos serán los arcos que les queden a los guerreros de Quedar!” El Señor, el Dios de Israel, lo ha dicho.

22

1 Profecía acerca del valle de la visión: ¿Qué pasa, que todos suben a las azoteas?

2 Ciudad llena de alboroto y bulla, ciudad amiga de las diversiones, tus muertos no cayeron a filo de espada, no murieron en la guerra;

3 tus jefes salieron todos corriendo, y al huir de los arcos, los apresaron. Tus hombres más valientes huyeron lejos, pero los apresaron.

4 Por eso dije: Apartaos de mí, que quiero llorar con amargura; no tratéis de consolarme de la catástrofe de mi pueblo.

5 Porque el Señor todopoderoso ha decretado que llegue un día de pánico, de destrucción y aturdimiento en el valle de la visión. Están derribando las murallas; llegan los gritos hasta las montañas.

6 Los elamitas prepararon ya sus flechas, y están montados en sus carros y caballos; los de Quir sacaron sus escudos.

7 Tus valles más hermosos están llenos de carros, y la caballería ataca la puerta de la ciudad.

8 La defensa de Judá quedó desamparada. Aquel día os fijasteis en el depósito de armas de la Casa del Bosque,

9 visteis las muchas grietas que había en la Ciudad de David y llenasteis de agua el estanque inferior;

10 inspeccionasteis las casas de Jerusalén y derribasteis algunas para reforzar la muralla.

11 Entre las dos murallas hicisteis una cisterna para el agua del estanque viejo. Pero no os fijasteis en quien hizo todo aquello, en quien desde hace mucho tiempo lo preparó.

12 Aquel día el Señor todopoderoso os invitó a llorar y a lamentaros, a raparos la cabeza y a poneros ropas ásperas en señal de dolor.

13 Pero lo que hay es diversión y alegría, matar vacas y ovejas, comer carne y beber vino. “Comamos y bebamos, que mañana moriremos” –se dice.

14 Y el Señor todopoderoso se me apareció y me aseguró al oído: “No voy a perdonaros este pecado; antes de eso, moriréis.” Son palabras del Señor todopoderoso.

15 El Señor todopoderoso me dijo: “Ve a ver a Sebná, mayordomo de palacio, y dile:

16 ‘¿Qué negocio tienes aquí, o quién te dio el derecho de construirte aquí un sepulcro, de hacerte una tumba en la parte alta y cavarte en la roca un lugar de reposo?

17 El Señor te va a arrojar muy lejos, como lo hace un hombre robusto. Te agarrará con fuerza,

18 te hará rodar como una pelota y te arrojará a una tierra inmensa. Allá morirás, allá pararán los carros que eran tu gloria, y serás la vergüenza del palacio de tu señor.

19 Yo te quitaré de tu puesto, te retiraré de tu oficio.

20 ‘Aquel día llamaré a mi siervo, a Eliaquim, hijo de Hilquías;

21 lo vestiré con tu túnica, le pondré tu cinturón de honor y le daré tu autoridad. Será como un padre para los habitantes de Jerusalén y para el pueblo de Judá.

22 En sus hombros pondré la llave de la casa de David; nadie podrá cerrar lo que él abra ni abrir lo que él cierre.

23 Y será como un trono de honor para la familia de su padre. Yo haré que quede firme en su lugar, como si fuera un clavo.

24 En él se podrá colgar todo lo que haya de valioso en la familia de su padre y de toda su descendencia, toda clase de vajilla pequeña, desde copas hasta jarros.

25 ‘Aquel día cederá el clavo que estaba clavado firmemente en su lugar; será arrancado y se caerá, y todas las cosas que de él estaban colgadas, se romperán.’ ” Lo afirma el Señor todopoderoso.

23

1 Profecía contra Tiro: Las naves de Tarsis están gimiendo porque el puerto ha sido destruido. El puerto a donde se llegaba de Chipre ha sido arrasado.

2 La gente de Tiro y los comerciantes de Sidón guardan silencio. Sus agentes atravesaban el mar

3 y sus aguas inmensas. Sacaban sus ganancias del grano de Sihor, de las cosechas del Nilo, y comerciaban con las naciones.

4 Llénate de vergüenza, Sidón, fortaleza del mar, pues tendrás que decir: “Ya no tengo dolores de parto, ya no doy a luz. Ya no tengo hijos que criar ni hijas que educar.”

5 Cuando llegue la noticia a los egipcios, se llenarán de angustia por lo que le pasó a Tiro.

6 Dirán: “Marchaos a Tarsis, poneos a gemir, habitantes de la costa.”

7 ¿Esta es la ciudad de origen tan antiguo y tan amiga de las diversiones? ¿Esta es la que viajaba para establecerse en lejanas regiones?

8 ¿Quién decretó esto contra Tiro, la ciudad real, cuyos comerciantes eran príncipes y sus negociantes los más poderosos de la tierra?

9 El Señor todopoderoso lo decretó para humillar todo orgullo y dejar por el suelo a todos los poderosos de la tierra.

10 Pueblo de Tarsis, ponte a cultivar la tierra, que el astillero ya no existe.

11 El Señor extendió su mano sobre el mar, hizo temblar a las naciones y mandó destruir las fortificaciones de Canaán.

12 Y dijo a Sidón: “Déjate de diversiones, muchacha violada. Aunque resuelvas pasar hasta Chipre, tampoco allí encontrarás descanso.”

13 Mirad esta tierra, tierra destinada a naves. Los caldeos levantaron torres y demolieron los palacios de Sidón, los convirtieron en ruinas. Ellos fueron los culpables, no Asiria.

14 Poneos a gemir, naves de Tarsis, porque vuestra fortaleza ha sido destruida.

15 En aquel tiempo, Tiro será echada en olvido durante setenta años, el tiempo de la vida de un rey. Al cabo de los setenta años se le aplicará a Tiro lo que dice aquella canción de la prostituta:

16 “Prostituta olvidada, toma tu arpa, recorre la ciudad, toca buena música y entona muchos cantos, a ver si se acuerdan de ti.”

17 Al cabo de setenta años, el Señor volverá a ocuparse de Tiro. Ella volverá a alquilarse y se prostituirá con todos los países de la tierra.

18 Pero las ganancias de su comercio serán consagradas al Señor; no serán guardadas ni almacenadas, sino que serán dadas a los que sirven al Señor, para que compren alimentos en abundancia y vestidos finos.

24

1 Mirad, el Señor va a arrasar la tierra, va a devastarla y trastornarla, y dispersará a sus habitantes.

2 Y será igual para el sacerdote y el pueblo, para el amo y el esclavo, para el ama y la esclava, para el que compra y el que vende, para el que presta y el que recibe prestado, para el deudor y el acreedor.

3 La tierra será totalmente arrasada, totalmente saqueada. Porque esto es lo que ha dicho el Señor.

4 La tierra se seca y se marchita, el mundo entero se reseca, se marchita, y el cielo y la tierra se llenan de tristeza.

5 La tierra ha sido profanada por sus habitantes, porque han dejado de cumplir las leyes, han desobedecido los mandatos, han violado el pacto eterno.

6 Por eso, una maldición ha acabado con la tierra y sus habitantes sufren el castigo. Por eso, los habitantes de la tierra han disminuido y queda ya poca gente.

7 El vino escasea, las vides enferman, quienes vivían alegres se llenan de tristeza.

8 Se terminó la alegría de los tambores y del arpa, se calló el bullicio de los amigos de la diversión.

9 No más beber vino al son de las canciones; las bebidas se volverán amargas para los bebedores.

10 La ciudad del desorden está en ruinas, no se puede entrar en ninguna casa.

11 La gente llora en las calles por la escasez de vino; toda la alegría se ha apagado, ha quedado desterrada de la tierra.

12 La ciudad está en ruinas, la puerta quedó hecha pedazos.

13 Así será en todas las naciones de la tierra: como cuando se hacen caer a golpes las aceitunas, o cuando se rebuscan las uvas una vez terminada la cosecha.

14 Los sobrevivientes gritarán llenos de alegría, levantarán la voz desde occidente al ver la majestad del Señor.

15 También en oriente y en los países del mar darán gloria al Señor, el Dios de Israel.

16 Desde el extremo de la tierra los hemos oído cantar: “¡Honor al justo!” Pero yo dije: ¡Ay, qué miseria, qué miseria! ¡Los traidores cometen una vil traición!

17 Los habitantes de la tierra serán como animales perseguidos por los cazadores o en peligro de caer en un hoyo o una trampa.

18 El que escape de los cazadores caerá en el hoyo, y el que salga del hoyo caerá en la trampa. Un diluvio vendrá del cielo y temblarán los cimientos de la tierra.

19 La tierra temblará de un modo terrible; se sacudirá, se hará pedazos.

20 Se tambaleará como un borracho, temblará como una débil choza. Sus pecados pesan tanto sobre ella, que caerá y no volverá a levantarse.

21 Aquel día, el Señor castigará a los poderes celestiales y a los reyes de la tierra;

22 los reunirá, los encerrará en un calabozo, los tendrá encarcelados, y después de mucho tiempo los castigará.

23 Cuando el Señor todopoderoso actúe como rey en el monte Sión, en Jerusalén, el sol y la luna se oscurecerán y los jefes de su pueblo verán la gloria del Señor.

25

1 Señor, tú eres mi Dios. Yo te alabo y bendigo tu nombre porque has realizado tus planes admirables, fieles y seguros desde tiempos antiguos.

2 Has convertido las ciudades en montones de piedras, las ciudades fortificadas, en ruinas; destruiste los palacios de los enemigos y jamás serán reconstruidos.

3 Por eso un pueblo violento te honra, las ciudades de gente cruel te temen.

4 Porque tú has sido refugio para el pobre, protector para el necesitado en su aflicción, refugio contra la tempestad, sombra contra el calor. El aliento de los hombres crueles es como una tempestad de invierno,

5 o como el calor en tierra seca. Tú dominas el tumulto de los enemigos como calmas el calor con la sombra de una nube. Tú obligas a los hombres crueles a guardar silencio.

6 En el monte Sión, el Señor todopoderoso preparará para todas las naciones un banquete con ricos manjares y vinos añejos, con deliciosas comidas y los más puros vinos.

7 En este monte destruirá el Señor el velo que cubría a todos los pueblos, el manto que envolvía a todas las naciones.

8 El Señor destruirá la muerte para siempre, secará las lágrimas de los ojos de todos y hará desaparecer en toda la tierra la deshonra de su pueblo. El Señor lo ha dicho.

9 Aquel día se dirá: “Este es nuestro Dios; en él confiamos y él nos salvó. Alegrémonos, gocémonos, él nos ha salvado.”

10 La mano del Señor protegerá al monte Sión, mientras que a Moab la pisoteará como se pisotea la paja en un basurero.

11 Moab extenderá sus brazos como los extiende un nadador, pero con cada movimiento se hundirá más su altanería.

12 El Señor hará caer sus altas y fuertes murallas; las derribará, las dejará tiradas por el suelo.

26

1 Aquel día se cantará este canto en la tierra de Judá: “Tenemos una ciudad fuerte. Para salvarnos levantó el Señor murallas y fortificaciones.

2 Abrid las puertas para que pase una nación justa que se mantiene fiel.

3 Señor, tú conservas en paz a los de carácter firme, porque confían en ti.

4 Confiad siempre en el Señor, porque él es refugio eterno.

5 Él hace caer a los orgullosos y humilla a la ciudad soberbia derribándola hasta el suelo,

6 para que los humildes y los pobres la pisoteen con sus pies.”

7 El camino de los justos es recto; tú, Señor, allanas su camino.

8 Nosotros también nos sentimos seguros en el camino señalado por tus leyes, Señor. Lo que nuestro corazón desea es pensar en ti.

9 De todo corazón suspiro por ti en la noche; desde lo profundo de mi ser te busco. Cuando tú juzgues la tierra, los hombres aprenderán lo que es justicia.

10 Aunque tengas compasión de los malos, ellos no aprenderán a ser rectos; son perversos en tierra de gente honrada y no tienen en cuenta la grandeza del Señor.

11 Señor, tienes el castigo preparado, pero no quieren darse cuenta; cuando vean tu ardiente amor por tu pueblo, quedarán en ridículo. ¡Ojalá que el fuego de tu ira los devore!

12 Señor, tú nos concedes bienestar; eres tú, en verdad, quien realizas todas nuestras obras.

13 Señor y Dios nuestro, otros señores han sido nuestros amos, pero tan solo a ti reconocemos por Señor.

14 Ellos están muertos y no volverán a vivir; no son sino sombras que no volverán a levantarse; pues los has castigado, los has destruido, has acabado con todo recuerdo de ellos.

15 Tú hiciste crecer la nación, Señor; la hiciste crecer para gloria tuya, extendiste todas las fronteras del país.

16 En la aflicción te buscamos, Señor, cuando nos corriges con un simple murmullo.

17 Delante de ti estábamos, Señor, como cuando a una mujer encinta se le acerca el momento del parto y se retuerce y grita de dolor.

18 Concebimos, sentimos los dolores del parto y dimos a luz, pero no era más que viento. No hemos traído la salvación al país ni va a nacer más gente que pueble el mundo.

19 Pero tus muertos sí volverán a vivir; sus cadáveres resucitarán. Los que duermen en la tierra se despertarán y darán gritos de alegría. Porque tú envías tu luz como rocío, y los muertos volverán a nacer de la tierra.

20 Ve, pueblo mío, entra en tu casa y cierra las puertas detrás de ti. Escóndete un poco, hasta que pase la ira del Señor.

21 Porque el Señor va a salir de su palacio para castigar por sus pecados a los habitantes de la tierra; y la tierra no ocultará más a sus víctimas, sino que dejará ver los crímenes cometidos en ella.

27

1 Aquel día, el Señor castigará con su espada terrible, inmensa, poderosa, a Leviatán, la serpiente enroscada, a Leviatán, la serpiente tortuosa, y matará al dragón que está en el mar.

2 Aquel día el Señor dirá: “Cantad a la viña deliciosa.

3 Yo, el Señor, soy quien la cuido y la riego con frecuencia. La cuido día y noche, para que no sufra ningún daño.

4 No estoy enojado con ella. Si tuviera espinos y maleza, saldría a hacerles la guerra y los quemaría por completo.

5 Si quiere que yo la proteja, que haga las paces conmigo; sí, que haga las paces conmigo.”

6 En el futuro, el pueblo de Jacob echará raíces; Israel retoñará, florecerá y llenará el mundo con sus frutos.

7 Dios no ha castigado a Israel como castigó a sus opresores, ni ha dado muerte a Israel como dio muerte a sus asesinos.

8 Dios castigó a su pueblo mandándolo al destierro; lo expulsó con su soplo terrible, como cuando sopla el viento del este.

9 Pero perdonará el pecado de Jacob y borrará sus faltas, a condición de que haga polvo todos sus altares paganos como si triturase piedra de cal, y que no queden más troncos sagrados ni altares de incienso en honor de los dioses.

10 La ciudad fortificada quedó en ruinas, como casa abandonada, como desierto sin gente. Es un lugar donde pace el ganado, donde come las ramas y se echa a descansar.

11 Las ramas de un árbol se quiebran cuando se secan; entonces las mujeres las recogen y hacen fuego con ellas. Es un pueblo sin inteligencia. Por eso su Creador, el que lo hizo, no le tendrá compasión ni misericordia.

12 Aquel día, el Señor actuará desde el Éufrates hasta el río de Egipto, como quien trilla las espigas; pero vosotros, israelitas, seréis recogidos uno por uno.

13 Aquel día se tocará la gran trompeta, y los que estaban perdidos en Asiria, lo mismo que los desterrados en Egipto, vendrán a adorar al Señor en Jerusalén, en el monte santo.

28

1 ¡Ay de Samaria, orgullo y corona de Efraín, ese pueblo borracho; adorno glorioso de flores marchitas, que se alza por encima del fértil valle; ciudad de gente dominada por el vino!

2 El Señor tiene reservado un hombre fuerte, poderoso como tormenta de granizo, como tempestad destructora, como lluvia torrencial, como terrible inundación. Con la mano echará por tierra,

3 y con los pies aplastará a la que es orgullo y corona de ese pueblo borracho de Efraín.

4 Y el adorno glorioso de flores marchitas que se alza por encima del fértil valle, será como los primeros higos de la temporada, que en cuanto alguien los ve y los tiene a mano, se los come.

5 Aquel día, el Señor todopoderoso será una corona gloriosa, un adorno magnífico para los que queden de su pueblo,

6 e inspirará justicia a los jueces en el tribunal y valor a los soldados que defiendan la ciudad.

7 También hay otros que se tambalean por el vino y dan traspiés por el licor: sacerdotes y profetas se tambalean por el licor, se atontan con el vino; dan traspiés por el licor, se tambalean al tener visiones y están borrachos al dictar sentencia.

8 Todas las mesas están llenas de vómito asqueroso, y no hay un solo lugar limpio.

9 Hablan de mí y dicen: “¡Venir a darnos lecciones a nosotros, a enseñarnos lo que Dios ha revelado! ¡Como si fuéramos niños pequeños

10 que apenas estuvieran aprendiendo a leer: ba be bi bo bu!”

11 Pues bien, si no hacen caso, será en lenguaje enredado, en idioma extraño, como Dios hablará a este pueblo.

12 Ya él les había dicho antes: “Aquí está la calma, aquí está el descanso. Que descanse el fatigado.” Pero no quisieron hacerle caso.

13 Por eso, el Señor les hablará como si fueran niños chiquitos que estuvieran aprendiendo a leer. Y así, al caminar, caerán de espaldas, se herirán, caerán en la trampa, quedarán atrapados.

14 Escuchad, pues, la palabra del Señor, hombres insolentes que gobernáis a este pueblo de Jerusalén.

15 Vosotros decís: “Hemos hecho un pacto con la muerte, un contrato con el reino de los muertos, para que cuando venga la terrible calamidad, no nos alcance; hemos buscado refugio en las mentiras, protección en el engaño.”

16 Por eso, el Señor dice: “Voy a poner en Sión una piedra, una piedra escogida y muy valiosa, que será la piedra principal y servirá de fundamento. El que tenga confianza podrá estar tranquilo.

17 En esa construcción usaré por plomada la justicia y por nivel la rectitud.” El refugio que habíais buscado en las mentiras lo destruirá el granizo, y el agua arrasará vuestro lugar de protección.

18 Vuestro pacto con la muerte será anulado y vuestro contrato con el reino de los muertos quedará sin valor. Vendrá la terrible calamidad, y os aplastará.

19 Cada vez que venga, os arrastrará. Vendrá mañana tras mañana, de día y de noche. Solo oir la noticia os hará temblar.

20 Será como acostarse en una cama estrecha y abrigarse con una manta corta.

21 El Señor actuará como en el monte Perasim, intervendrá como en el valle de Gabaón para realizar su acción, por extraña que parezca, para llevar a cabo su obra, su obra misteriosa.

22 Así pues, ¡no más insolencia!, no sea que vuestras cadenas se os aprieten más; porque he oído que el Señor todopoderoso ha decretado la destrucción de todo el país.

23 Poned atención, escuchad lo que digo, oíd con cuidado mis palabras:

24 Cuando un labrador va a sembrar, no se pasa todo el tiempo arando, rompiendo o rastrillando el terreno.

25 ¿No es verdad que, después de haberlo aplanado, esparce semillas de eneldo o comino, y que luego siembra trigo en hileras, y que en los bordes siembra cebada y centeno?

26 Dios le enseña cómo debe hacerlo.

27 Porque el eneldo no se trilla, ni se hace rodar sobre el comino una carreta; sino que el eneldo se sacude con un palo y el comino con una vara.

28 El trigo se trilla, sí, pero no sin parar; se hacen pasar las ruedas de la carreta y se separa el grano, pero sin machacarlo.

29 Así también hace sus planes el Señor todopoderoso. Él tiene planes admirables y los lleva a cabo con gran sabiduría.

29

1 ¡Ay de Ariel, Ariel, la ciudad donde acampó David! Que pasen algunos años siguiendo su curso las fiestas,

2 y yo pondré a Ariel en apuros, y habrá llanto y gemidos. La ciudad será para mí realmente como Ariel.

3 Enviaré mi ejército para que te rodee, pondré un cerco de fortalezas en tu derredor y levantaré trincheras para atacarte.

4 Quedarás humillada, tendida en el suelo; tu voz parecerá la de un fantasma; tus palabras sonarán como un susurro.

5 Pero de pronto, en un instante, el Señor todopoderoso castigará a tus enemigos con truenos, terremotos, gran estruendo, tormenta, tempestad e incendios destructores. Tus innumerables enemigos quedarán hechos polvo fino; tus muchos perseguidores serán arrastrados como paja.

6

7 Todos esos pueblos incontables que hacen la guerra a Ariel, todos los que la combaten y atacan sus fortificaciones, los mismos que la oprimen serán como un sueño o una visión nocturna.

8 Será como cuando un hambriento sueña y cree que está comiendo, pero luego se despierta con el estómago vacío; o como cuando un sediento sueña y cree que está bebiendo, pero luego se despierta sediento y reseca la garganta. Así sucederá con todos esos innumerables pueblos que atacan el monte Sión.

9 ¡Seguid siendo estúpidos! ¡Seguid siendo ciegos, sin ver nada! ¡Seguid tambaleándoos como borrachos, aunque no hayáis tomado bebidas embriagadoras!

10 Pues el Señor ha enviado sobre vosotros un sueño profundo. Los profetas son los ojos del pueblo, pero el Señor los ha cubierto con un velo.

11 Toda visión se ha convertido para vosotros en algo así como lo escrito en un pliego enrollado y sellado. Si se le da a uno que sabe leer y se le dice: “Lee esto”, él responderá: “No puedo, porque está sellado.”

12 Y si se le da a uno que no sabe leer y se le dice: “Lee esto”, él responderá: “No sé leer.”

13 El Señor me dijo: “Este pueblo me sirve de palabra y me honra de labios afuera, pero su corazón está lejos de mí, y el culto que me rinde es invento de hombres y cosas aprendidas de memoria.

14 Por eso, con prodigios y milagros dejaré otra vez maravillado a este pueblo. La sabiduría de sus sabios y la inteligencia de sus inteligentes desaparecerán.”

15 ¡Ay de aquellos que se esconden del Señor para ocultar sus planes; que hacen sus maldades en la sombra y dicen: “Nadie nos ve. Nadie se da cuenta”!

16 ¡Qué modo de pervertir las cosas! Como si el barro fuera igual a aquel que lo trabaja. Un objeto no va a decir al que lo hizo: “Tú no me hiciste”, ni una pieza de barro al que la fabrica: “No sabes lo que estás haciendo.”

17 Dentro de poco tiempo, el bosque se convertirá en campos de cultivo, y los campos de cultivo parecerán un bosque.

18 Aquel día los sordos podrán oir cuando alguien les lea, y los ciegos podrán ver, libres de oscuridad y de tinieblas.

19 Los humildes volverán a alegrarse en el Señor; los más pobres se gozarán en el Dios Santo de Israel.

20 Se acabarán los insolentes, dejarán de existir los arrogantes y desaparecerán los que solo piensan en hacer el mal,

21 esos que acusan de crímenes a otros, y ponen trampas al juez, y con engaños niegan justicia al inocente.

22 Por eso, el Señor, el Dios de Israel, el que rescató a Abraham, dice: “De ahora en adelante, Jacob no sentirá vergüenza ni su rostro se enrojecerá,

23 porque cuando sus descendientes vean lo que he hecho en su pueblo, reconocerán mi santidad y me temerán a mí, el Dios Santo de Israel.

24 Los que estaban confundidos aprenderán a ser sabios, y los murmuradores aceptarán las enseñanzas.”

30

1 El Señor afirma: “¡Ay de los hijos rebeldes, que hacen planes sin contar conmigo y preparan proyectos que yo no les inspiro, de manera que amontonan pecado sobre pecado!

2 Se van a toda prisa a Egipto, y a mí no me consultan; buscan apoyo bajo la protección del faraón, se refugian a la sombra de Egipto.

3 Pero la protección del faraón los defraudará, y el refugio a la sombra de Egipto será su humillación.

4 Aunque hayáis enviado embajadores hasta las ciudades de Soan y de Hanés,

5 todos quedaréis defraudados por esa nación inútil que no os trae ayuda ni provecho, sino solo desilusión y desgracia.”

6 Profecía acerca de los animales del Négueb: Por territorio lleno de peligros, habitado por leones que rugen y por víboras y dragones voladores, llevan sus tesoros y riquezas a lomos de burro y de camello a Egipto, pueblo inútil,

7 impotente, incapaz de ayudar. Por eso le he puesto este nombre: “Monstruo que ruge y no hace nada”.

8 Ven ahora y escríbelo en una tabla; ponlo en una inscripción que quede ahí para el futuro, como testimonio eterno.

9 Esta gente es un pueblo rebelde, infiel, que no quiere escuchar las enseñanzas del Señor.

10 A los videntes dicen: “No tengáis visiones”, y a los profetas: “No nos contéis revelaciones verdaderas, sino habladnos palabras suaves y no nos quitéis nuestras ilusiones.

11 Apartaos del camino, desviaos del sendero recto, no nos pongáis delante al Dios Santo de Israel.”

12 Por eso, el Dios Santo de Israel dice: “Vosotros rechazáis esta advertencia, confiáis en la violencia y la maldad y os apoyáis en ellas;

13 por eso, sois culpables. Parecéis un alto muro agrietado que, cuando menos se piensa, se derrumba;

14 seréis destruidos como un jarrón de barro, que se quiebra tan completamente que no queda entre sus pedazos ni uno que sirva para recoger las brasas del fogón o sacar agua de un pozo.”

15 El Señor, el Dios Santo de Israel, dice: “Volved, quedad tranquilos y estaréis a salvo. En la tranquilidad y la confianza estará vuestra fuerza.” Pero vosotros no quisisteis,

16 antes bien, dijisteis: “No, sino que huiremos a caballo.” Bueno, así tendréis que huir. También dijisteis: “Montaremos en carros veloces.” Bueno, veloces serán los que os persigan.

17 Mil huirán amenazados por un solo hombre, y todos vosotros huiréis amenazados por cinco, hasta que queden tan pocos como queda un palo en la cumbre de un monte o una señal levantada sobre una colina.

18 Pero el Señor os espera para tener compasión de vosotros; él está ansioso por mostraros su amor, porque el Señor es un Dios de justicia. ¡Dichosos todos los que esperan en él!

19 Pueblo de Sión, que vives en Jerusalén: ya no llorarás más. El Señor tendrá compasión de ti al oir que gritas pidiendo ayuda; y apenas te oiga, te responderá.

20 Y aunque el Señor te dé el pan del sufrimiento y el agua de la aflicción, él, que es tu maestro, no se esconderá más. Con tus propios ojos le verás.

21 Y si te desvías a la derecha o a la izquierda, oirás una voz detrás de ti, que te dirá: “Por aquí es el camino, id por aquí.”

22 Y despreciarás como cosas impuras tus imágenes de plata y tus ídolos recubiertos de oro. Los rechazarás como algo impuro y los considerarás basura.

23 El Señor te dará lluvia para la semilla que siembres en la tierra, y la tierra producirá trigo abundante y fértil. Aquel día tu ganado tendrá lugar en abundancia para pastar.

24 Hasta los bueyes y los burros que trabajan en tus campos tendrán para comer el mejor y más exquisito forraje.

25 Cuando llegue el día de la gran matanza y caigan las fortalezas, habrá ríos y torrentes de agua en todas las altas montañas y en las colinas elevadas.

26 El Señor curará y vendará las heridas de su pueblo. Entonces la luna alumbrará como el sol, y la luz del sol será siete veces más brillante, como la luz de siete soles juntos.

27 Mirad, el Señor en persona viene de lejos; su furor está ardiendo con espesa humareda, sus labios están llenos de ira, su lengua es como fuego destructor,

28 su aliento, como un río desbordado que llega hasta el cuello. Él viene a poner un yugo a las naciones para llevarlas a la ruina, a poner un freno en la boca de los pueblos para hacerlos extraviar.

29 Para vosotros, en cambio, habrá cantos, como en noche de fiesta sagrada; vuestro corazón estará alegre, como el de quien camina al son de la flauta para ir al monte del Señor, al refugio de Israel.

30 El Señor dejará oir su voz majestuosa y mostrará su poder, que actuará con ira terrible, con las llamas de un fuego devorador, con rayos, aguacero y granizo.

31 Al oir la voz del Señor y recibir su castigo, Asiria se llenará de terror,

32 y a cada golpe que descargue el Señor sobre ella, sonarán tambores y arpas. El Señor le hará una guerra terrible.

33 Desde hace mucho tiempo está preparado para Asiria y para su rey el lugar del tormento, ancho y profundo, una hoguera encendida con leña abundante. La encenderá el soplo del Señor como un torrente de azufre.

31

1 ¡Ay de los que van a Egipto a buscar ayuda, de los que confían en los caballos, de los que ponen su confianza en que tienen muchos carros y en que es muy numerosa su caballería, y no vuelven la vista al Dios Santo de Israel, no buscan al Señor!

2 Pero él también es hábil y sabe causar desgracias, y cuando dice una cosa, no se vuelve atrás. Él actuará contra la gente malvada, contra los que ayudan a los malhechores.

3 Los egipcios son hombres, no dioses; sus caballos son de carne, no espíritus. El Señor extenderá su mano para castigarlos, y tanto el protector como el protegido caerán; todos perecerán a la vez.

4 El Señor me dijo: “Así como el león que ha matado una oveja no se deja asustar por los pastores, aunque todos ellos se reúnan y traten de asustarlo con sus gritos, así vendrá el Señor todopoderoso a defender a su pueblo en el monte Sión.

5 Como el ave que protege su nido volando por encima de él, así protegerá el Señor todopoderoso a Jerusalén; la cuidará, la salvará, la defenderá, la librará.”

6 Hijos de Israel, volved a aquel a quien habéis ofendido tan gravemente.

7 Porque el día en que todos vosotros rechacéis los ídolos de oro y de plata que habéis hecho con vuestras manos culpables,

8 Asiria caerá a filo de espada, pero no por un poder humano. La guerra hará huir a su gente, y a sus jóvenes guerreros los harán esclavos;

9 a causa del miedo, su rey saldrá corriendo y sus capitanes desertarán de su bandera. Esto lo afirma el Señor, que en Jerusalén tiene una hoguera encendida para castigar a sus enemigos.

32

1 Habrá un rey que reinará con rectitud, y gobernantes que gobernarán con justicia.

2 Cada uno de ellos será como refugio contra el viento y protección contra la tempestad, como canales de riego en tierra seca, como la sombra de una gran roca en el desierto.

3 Tendrán los ojos bien abiertos y estarán dispuestos a escuchar con atención;

4 no actuarán con precipitación, sino con prudencia, y dirán las cosas con toda claridad.

5 La gente no llamará noble al canalla ni tratará al pícaro como a persona importante,

6 porque el canalla habla como canalla y en su mente hace planes malvados; busca cometer el crimen y profiere mentiras contra el Señor; deja ir con las manos vacías al hambriento y no da de beber al que tiene sed.

7 El pícaro se vale de artimañas y trama cosas infames; perjudica con mentiras a los pobres y al necesitado que pide justicia.

8 En cambio, el que es noble tiene planes nobles, y en esos planes se mantiene firme.

9 Y vosotras, mujeres despreocupadas, oíd lo que voy a deciros. Mujeres confiadas, escuchad mis palabras.

10 Ahora estáis confiadas, pero en poco más de un año os estremeceréis, porque se acabará la vendimia y no recogeréis más uvas.

11 Vosotras, que vivís despreocupadas, temblad; vosotras, que os sentís confiadas, estremeceos, quitaos esos vestidos y poneos ropas ásperas en señal de dolor.

12 Haced demostraciones de dolor por los campos risueños y los fértiles viñedos.

13 Espinos y matorrales crecerán en mi país, en toda casa alegre de la ciudad amiga de las diversiones.

14 El palacio estará abandonado; la ciudad, tan poblada, quedará desierta; las fortificaciones, abandonadas para siempre; allí vivirán contentos los asnos salvajes y podrá comer el ganado.

15 Pero el poder creador del Señor vendrá de nuevo sobre nosotros, y el desierto se convertirá en tierra de cultivo, y la tierra de cultivo será mucho más fértil.

16 La rectitud y la justicia reinarán en todos los lugares del país.

17 La justicia producirá paz, tranquilidad y confianza para siempre.

18 Mi pueblo vivirá en un lugar pacífico, en habitaciones seguras, en residencias tranquilas,

19 aunque el bosque sea talado y humillada la ciudad.

20 Entonces viviréis felices, con riego abundante para vuestros sembrados y pastos seguros para el asno y el buey.

33

1 ¡Ay de ti, destructor no destruido, traidor no traicionado! Cuando acabes de destruir, serás destruido; cuando acabes de traicionar, serás traicionado.

2 Señor, ten compasión de nosotros, que esperamos en ti. Sé nuestro apoyo todas las mañanas, nuestra salvación en tiempos de dificultad.

3 Al oir tus amenazas huyen los pueblos, cuando tú intervienes se dispersan las naciones;

4 sus enemigos, como nube de langostas, se lanzan sobre ellos y les quitan sus riquezas.

5 El Señor es soberano, pues vive en el cielo; él ha llenado a Sión de rectitud y justicia,

6 y siempre le dará seguridad. La sabiduría y el conocimiento son un tesoro que salva; el temor del Señor es una riqueza.

7 ¡Oye cómo gritan los valientes en la calle, y cómo lloran los enviados a negociar la paz!

8 Los caminos están desiertos; nadie transita por ellos. Se rompen los pactos y convenios; no hay respeto para nadie.

9 La tierra está de luto y triste, el Líbano se marchita avergonzado, el valle de Sarón se ha convertido en un desierto, y Basán y el monte Carmelo están pelados.

10 El Señor dice: “Ahora voy a actuar; ahora voy a mostrar toda mi grandeza y majestad.

11 Vuestros planes y vuestras obras son paja y basura; mi soplo os devorará como un incendio.

12 Los pueblos serán reducidos a cenizas; como espinos cortados arderán en el fuego.

13 Los que estáis lejos, escuchad lo que he hecho, y los que estáis cerca reconoced mi poder.”

14 En Sión tiemblan los pecadores, y los impíos se llenan de terror y dicen: “¿Quién de nosotros podrá vivir en un fuego destructor, en una hoguera eterna?”

15 El que procede rectamente y dice la verdad, el que no se enriquece abusando de la fuerza ni se deja comprar con regalos, el que no hace caso a sugerencias criminales y cierra los ojos para no fijarse en el mal,

16 ese vivirá seguro, tendrá su refugio en una fortaleza de rocas, siempre tendrá pan y el agua no le faltará.

17 De nuevo verás al rey en su esplendor; las fronteras del país llegarán hasta muy lejos.

18 Al recordar el miedo en que vivías, dirás: “¿Dónde está el que contaba los impuestos? ¿Dónde está el que comprobaba el peso? ¿Dónde está el que contaba las torres?”

19 Ya no vivirás entre un pueblo insolente, de lengua difícil de entender, de idioma enredado, que nadie comprende.

20 Mira a Sión, la ciudad de nuestras fiestas; dirige tus ojos a Jerusalén, ciudad segura; será como un campamento firme, cuyas estacas no se arrancarán ni se romperán sus cuerdas.

21 Ahí se muestra glorioso el Señor con nosotros. Es un lugar de ríos, de corrientes muy anchas, pero no lo invadirán los enemigos con sus barcos de remo y sus naves poderosas.

22 Las cuerdas de esas naves no pueden sostener el mástil; la vela no se puede desplegar. Arrebataremos tantas riquezas a los enemigos, que hasta el ciego recibirá su parte y los lisiados se dedicarán al saqueo. Porque el Señor es nuestro juez, nuestro legislador y nuestro rey, y él nos salvará.

23

24 Ningún habitante dirá: “Estoy enfermo.” Dios perdonará sus pecados a los habitantes de Sión.

34

1 Acercaos, pueblos, a escuchar; naciones, prestad atención. Que escuche la tierra y lo que hay en ella, el mundo y todo lo que él produce.

2 Porque el Señor está enojado con las naciones y con todos sus ejércitos, y los ha condenado a destrucción y muerte.

3 Los muertos serán abandonados, el mal olor subirá de los cadáveres y ríos de sangre correrán por las montañas.

4 Todos los astros del cielo se desintegrarán, el cielo se envolverá como un rollo y todas las estrellas se apagarán como se marchita y cae una hoja desprendida de una vid o de una higuera.

5 Sí, la espada del Señor aparece en el cielo y va a caer sobre Edom, pueblo condenado a muerte.

6 La espada del Señor se cubrirá de sangre y de grasa, como cuando se matan corderos y cabras en los sacrificios. El Señor va a hacer un sacrificio en Bosrá, una gran matanza en Edom.

7 Y caerán como los búfalos, los becerros y los toros; su tierra se empapará de sangre y el polvo se llenará de grasa.

8 Sí, será el día de la venganza del Señor, el año del desquite para la causa de Sión.

9 Los arroyos de Edom se convertirán en brea; su polvo, en azufre; la tierra arderá como brea.

10 No se apagará ni de día ni de noche; siempre se alzará su humareda. Por siglos y siglos quedará abandonada; nadie volverá a pasar jamás por allí.

11 Allí se instalarán el búho y el mochuelo, y harán sus nidos el cuervo y la lechuza. El Señor convertirá ese país en desierto y soledad.

12 No volverá a tener un rey que lo gobierne; todos sus jefes desaparecerán.

13 En sus palacios crecerán espinos, y ortigas y cardos en sus fortalezas. Será un lugar donde vivan los chacales y se refugien los avestruces.

14 Los gatos monteses harán compañía a los chacales; las cabras se llamarán unas a otras. Allí habitará el fantasma que espanta de noche, y encontrará sitio para descansar.

15 Allí el búho hará su nido, pondrá sus huevos, sacará sus crías y las reunirá para protegerlas. Allí también se reunirán los gavilanes, cada macho con su hembra.

16 Consultad el libro del Señor y leed: No faltará ni uno solo de esos animales y a ninguno le faltará su hembra, porque el Señor mismo lo ha dispuesto y con su soplo los reunirá.

17 A cada uno le ha señalado su lugar; con su mano le ha asignado su territorio, y lo ocuparán por siempre. Por siglos y siglos vivirán allí.

35

1 Alégrese el desierto, tierra seca; llénese de alegría y florezca:

2 produzca flores como el lirio. Llénese de gozo y alegría. Dios lo hará bello como el Líbano, fértil como el Carmelo y el valle de Sarón. Todos verán la gloria del Señor, la majestad de nuestro Dios.

3 Fortaleced a los débiles, dad valor a los cansados,

4 decid a los tímidos: “¡Ánimo, no tengáis miedo! ¡Aquí está vuestro Dios para salvaros, y a vuestros enemigos los castigará como merecen!”

5 Entonces los ciegos verán y los sordos oirán;

6 los lisiados saltarán como corzos y los mudos gritarán. En el desierto, tierra seca, brotará el agua a torrentes.

7 El desierto será un lago y la tierra seca se llenará de manantiales. Donde ahora viven los chacales, crecerán cañas y juncos.

8 Y habrá allí una calzada que se llamará “el camino sagrado”. Los que no estén purificados no podrán pasar por él; los necios no andarán por él.

9 Allí no habrá leones ni se acercarán las fieras. Por ese camino volverán los redimidos,

10 los que el Señor ha liberado; entrarán en Sión con cantos de alegría y siempre vivirán alegres. Hallarán felicidad y dicha, y desaparecerán el llanto y el dolor.

36

1 En el año catorce del reinado de Ezequías, Senaquerib, rey de Asiria, atacó a todas las ciudades fortificadas de Judá, y las tomó.

2 Desde Laquis envió a un alto oficial, con un poderoso ejército, a ver al rey Ezequías en Jerusalén, y se situaron junto al canal del estanque superior, en el camino que va al campo del Lavador de Paños.

3 Allá salieron a su encuentro Eliaquim, hijo de Hilquías, que era mayordomo de palacio; el cronista Sebná, y Joah, hijo de Asaf, el secretario del rey.

4 El oficial asirio les dijo: –Comunicad a Ezequías este mensaje del gran rey, el rey de Asiria: ‘¿De qué te sientes tan seguro?

5 ¿Piensas acaso que las palabras bonitas valen lo mismo que la táctica y la fuerza para hacer la guerra? ¿En quién confías para rebelarte contra mí?

6 Veo que confías en el apoyo de Egipto. Pues bien, Egipto es una caña astillada, que si uno se apoya en ella, se le clava y le atraviesa la mano. Eso es el faraón, rey de Egipto, para todos los que confían en él.

7 Y si me dices: ‘Nosotros confiamos en el Señor nuestro Dios’, ¿acaso no suprimió Ezequías los lugares de culto y los altares de ese Dios, y ordenó que la gente de Judá y Jerusalén le diera culto solamente en un altar?

8 Haz un trato con mi amo, el rey de Asiria: yo te doy dos mil caballos, si consigues jinetes para ellos.

9 Tú no eres capaz de hacer huir ni al más insignificante de los oficiales asirios, ¿y esperas conseguir jinetes y caballos en Egipto?

10 Además, ¿crees que yo he venido a atacar y destruir este país sin contar con el Señor? ¡Él fue quien me ordenó atacarlo y destruirlo!’

11 Eliaquim, Sebná y Joah respondieron al oficial asirio: –Por favor, háblanos en arameo, pues nosotros lo entendemos. No nos hables en hebreo, pues toda la gente que hay en la muralla está escuchando.

12 Pero el oficial asirio dijo: –No fue a tu amo, ni a vosotros, a quienes el rey de Asiria me mandó que dijera esto. Fue precisamente a la gente que está sobre la muralla, pues ellos, lo mismo que vosotros, tendrán que comerse su propio estiércol y beberse sus propios orines.

13 Entonces el oficial, de pie, gritó muy fuerte en hebreo: –Oíd lo que os dice el gran rey, el rey de Asiria:

14 ‘No os dejéis engañar por Ezequías; él no puede salvaros.’

15 Si Ezequías quiere convenceros de que confiéis en el Señor, y os dice: ‘El Señor ciertamente nos salvará; no permitirá que esta ciudad caiga en poder del rey de Asiria’,

16 no le hagáis caso. El rey de Asiria me manda a deciros que hagáis las paces con él, y que os rindáis, y así cada uno podrá comer del producto de su viña y de su higuera, y beber el agua de su propia cisterna.

17 Después os llevará a un país parecido al vuestro, un país de trigales y viñedos, para hacer pan y vino.

18 Aunque Ezequías os diga que el Señor va a salvaros, no os dejéis engañar. ¿Acaso alguno de los dioses de los otros pueblos pudo salvar a su país del poder del rey de Asiria?

19 ¿Dónde están los dioses de Hamat y de Arpad? ¿Dónde están los dioses de Sefarvaim? ¿Acaso pudieron salvar del poder de Asiria a Samaria?

20 ¿Cuál de todos los dioses de esos países pudo salvar a su nación del poder del rey de Asiria? ¿Por qué pensáis que el Señor puede salvar a Jerusalén?

21 Ellos se quedaron callados y no le respondieron ni una palabra, porque el rey había ordenado que no respondieran.

22 Entonces, afligidos, Eliaquim, mayordomo de palacio; Sebná, cronista, y Joah, secretario del rey, se rasgaron la ropa y se fueron a ver a Ezequías para contarle lo que había dicho el comandante asirio.

37

1 Cuando el rey Ezequías oyó esto, se rasgó sus vestiduras, se puso ropas ásperas en señal de dolor y se fue al templo del Señor.

2 Y envió a Eliaquim, mayordomo de palacio, al cronista Sebná y a los sacerdotes más ancianos, con ropas ásperas en señal de dolor, a ver al profeta Isaías, hijo de Amós,

3 y a decirle de parte del rey: “Hoy estamos en una situación de angustia, castigo y humillación; como una mujer que, a punto de dar a luz, se quedara sin fuerzas.

4 Ojalá el Señor tu Dios haya oído las palabras del oficial enviado por su amo, el rey de Asiria, para insultar al Dios viviente, y ojalá le castigue por las cosas que el Señor mismo, tu Dios, habrá oído. Ofrece, pues, una oración por los que aún quedan.”

5 Los funcionarios del rey Ezequías fueron a ver a Isaías,

6 e Isaías les encargó que respondieran a su amo: “El Señor dice: ‘No tengas miedo de esas palabras ofensivas que dijeron contra mí los criados del rey de Asiria.

7 Mira, yo voy a hacer que llegue a él un rumor que le obligue a volver a su país, y allí le haré morir asesinado.’ ”

8 El oficial asirio se enteró de que el rey de Asiria se había ido de la ciudad de Laquis. Entonces se fue de Jerusalén, y encontró al rey de Asiria atacando a Libná.

9 Allí el rey de Asiria oyó decir que el rey Tirhaca de Etiopía había emprendido una campaña militar contra él. Una vez más, el rey de Asiria envió embajadores al rey Ezequías de Judá, a decirle:

10 “Tu Dios, en el que tú confías, te asegura que Jerusalén no caerá en mi poder; pero no te dejes engañar por él.

11 Tú has oído lo que han hecho los reyes de Asiria con todos los países que han querido destruir. ¿Y te vas a salvar tú?

12 ¿Acaso los dioses salvaron a los otros pueblos que mis antepasados destruyeron: a Gozán, a Harán, a Résef, y a la gente de Bet-edén que vivía en Telasar?

13 ¿Dónde están los reyes de Hamat, de Arpad, de Sefarvaim, de Hená y de Ivá?”

14 Ezequías tomó la carta que le entregaron los embajadores y la leyó. Luego se fue al templo y, extendiendo la carta delante del Señor,

15 oró así:

16 “Señor todopoderoso, Dios de Israel, que tienes tu trono sobre los querubines: solamente tú eres Dios de todos los reinos de la tierra. ¡Tú creaste el cielo y la tierra!

17 Presta atención, Señor, y escucha. Abre tus ojos, Señor, y mira. Escucha las palabras que Senaquerib mandó decirme, palabras todas ellas ofensivas contra ti, el Dios viviente.

18 Es cierto, Señor, que los reyes de Asiria han destruido todas las naciones y sus tierras,

19 y que han arrojado al fuego sus dioses, porque en realidad no eran dioses, sino objetos de madera o de piedra hechos por el hombre. Por eso los destruyeron.

20 Ahora pues, Señor y Dios nuestro, sálvanos de su poder, para que todas las naciones de la tierra sepan que tú, Señor, eres el único Dios.”

21 Entonces Isaías mandó decir a Ezequías: “Esto dice el Señor, Dios de Israel: ‘Yo he escuchado la oración que me hiciste acerca de Senaquerib, rey de Asiria.’ ”

22 Estas son las palabras que dijo el Señor acerca del rey de Asiria: “La ciudad de Sión, como una muchacha, se ríe de ti, Senaquerib. Jerusalén mueve burlonamente la cabeza cuando tú te retiras.

23 ¿A quién has ofendido e insultado? ¿Contra quién alzaste la voz y levantaste los ojos altaneramente? ¡Contra el Dios Santo de Israel!

24 Por medio de tus funcionarios insultaste al Señor. Dijiste: ‘Con mis innumerables carros de guerra subí a las cumbres de los montes, a lo más empinado del Líbano; corté sus cedros más altos, sus pinos más bellos; alcancé sus cumbres más altas, y sus bosques que parecen jardines.

25 En tierras extrañas cavé pozos y bebí de sus aguas, y con las plantas de mis pies sequé todos los ríos de Egipto.’

26 ¿Pero no sabías que soy yo, el Señor, quien ha dispuesto todas estas cosas? Desde tiempos antiguos lo había planeado, y ahora lo he realizado; por eso tú destruyes ciudades fortificadas y las conviertes en montones de ruinas.

27 Sus habitantes, impotentes, llenos de miedo y vergüenza, han sido como hierba del campo, como pasto verde, como hierba que crece en los tejados y que es quemada por el viento del este.

28 Yo conozco todos tus movimientos y todas tus acciones; yo sé que te has enfurecido contra mí.

29 Y como conozco tu furia y tu arrogancia, voy a ponerte una argolla en la nariz, un freno en la boca, y te haré volver por el camino por donde viniste.”

30 Isaías dijo entonces a Ezequías: “Esta será una señal de lo que va a suceder: este año y el siguiente comeréis el trigo que nace por sí solo, pero al tercer año podréis sembrar y cosechar, plantar viñas y comer de sus frutos.

31 Los sobrevivientes de Judá serán como plantas: echarán raíces y producirán fruto,

32 porque un resto quedará en Jerusalén; en el monte Sión habrá sobrevivientes. Esto lo hará el ardiente amor del Señor todopoderoso.

33 “Acerca del rey de Asiria dice el Señor: ‘No entrará en Jerusalén, no le disparará ni una flecha, no la atacará con escudos ni construirá una rampa a su alrededor.

34 Por el mismo camino por donde vino, se volverá; no entrará en esta ciudad. Yo, el Señor, doy mi palabra.

35 Yo protegeré esta ciudad y la salvaré, por consideración a mi siervo David y a mí mismo.’ ”

36 Y el ángel del Señor fue y mató a ciento ochenta y cinco mil hombres del campamento asirio; al día siguiente amanecieron todos muertos.

37 Entonces Senaquerib, rey de Asiria, levantó el campamento y regresó a Nínive.

38 Y un día, cuando estaba adorando en el templo de Nisroc, su dios, sus hijos Adramélec y Sarézer lo asesinaron, y luego huyeron a la región de Ararat. Después reinó en su lugar su hijo Esarhadón.

38

1 Por aquel tiempo cayó Ezequías gravemente enfermo, y el profeta Isaías, hijo de Amós, fue a verle y le dijo: –El Señor dice: ‘Da tus últimas instrucciones a tu familia, porque vas a morir. No te curarás.’

2 Ezequías volvió la cara a la pared, y oró así al Señor:

3 “Yo te suplico, Señor, que te acuerdes de cómo te he servido fiel y sinceramente, haciendo lo que te agrada.” Y lloró amargamente.

4 El Señor ordenó a Isaías

5 que fuera a decirle a Ezequías: “El Señor, Dios de tu antepasado David, dice: ‘Yo he escuchado tu oración y he visto tus lágrimas. Voy a darte quince años más de vida.

6 A ti y a Jerusalén os libraré del rey de Asiria. Yo protegeré esta ciudad.’ ” -21 Isaías mandó hacer una pasta de higos para aplicársela al rey en la parte enferma, y el rey sanó. (22)Entonces Ezequías preguntó a Isaías: –¿Por medio de qué señal voy a darme cuenta de que puedo ir al templo del Señor?

7 Isaías respondió: –Esta es la señal que el Señor te dará en prueba de que te cumplirá su promesa:

8 En el reloj de sol de Ahaz voy a hacer que la sombra del sol retroceda los diez grados que ya ha bajado. Y la sombra del sol retrocedió los diez grados que ya había bajado.

9 Cuando el rey Ezequías de Judá sanó de su enfermedad, compuso este salmo:

10 Yo había pensado: En lo mejor de mi vida tendré que irme; se me ordena ir al reino de la muerte por el resto de mis días.

11 Y pensé: Ya no veré más al Señor en esta tierra, ni volveré a mirar a nadie de los que viven en el mundo.

12 Deshacen mi habitación, me la quitan, como tienda de pastores. Mi vida era cual la tela de un tejedor que es cortada del telar. De día y de noche me haces sufrir.

13 Grito de dolor toda la noche, como si un león estuviera quebrándome los huesos. De día y de noche me haces sufrir.

14 Me quejo suavemente, como las golondrinas; gimo como las palomas. Mis ojos se cansan de mirar al cielo. ¡Señor, estoy oprimido; responde tú por mí!

15 ¿Pero qué podré yo decirle, si él fue quien lo hizo? El sueño se me ha ido por la amargura de mi alma.

16 Aquellos a quienes el Señor protege, vivirán, y con todos ellos viviré yo. Tú me has dado la salud, me has devuelto la vida.

17 Mira, en vez de amargura, ahora tengo paz. Tú has preservado mi vida de la fosa destructora, porque has perdonado todos mis pecados.

18 Quienes están en el sepulcro no pueden alabarte; los muertos no pueden darte gloria; los que bajan a la fosa no pueden esperar tu fidelidad.

19 Solo los que viven pueden alabarte, como hoy lo hago yo. Los padres hablan a sus hijos de tu fidelidad.

20 El Señor está aquí para salvarme. Toquemos nuestras arpas y cantemos todos los días de nuestra vida en el templo del Señor.

21

22

39

1 Por aquel tiempo, el rey Merodac-baladán, hijo de Baladán, rey de Babilonia, oyó decir que Ezequías había estado enfermo aunque ya había recobrado la salud, y por medio de unos mensajeros le envió cartas y un regalo.

2 Ezequías se alegró de su llegada y les mostró su tesoro, la plata y el oro, los perfumes, el aceite fino y su depósito de armas, y todo lo que se encontraba en sus depósitos. No hubo nada en su palacio ni en todo su reino que no les mostrara.

3 Entonces fue el profeta Isaías a ver al rey Ezequías y le preguntó: –¿De dónde vinieron esos hombres, y qué te dijeron? Ezequías respondió: –Vinieron de un país lejano; vinieron de Babilonia.

4 Isaías le preguntó: –¿Y qué vieron en tu palacio? Ezequías contestó: –Vieron todo lo que hay en él. No hubo nada en mis depósitos que yo no les mostrara.

5 Isaías dijo entonces a Ezequías: –Escucha este mensaje del Señor todopoderoso:

6 ‘Van a venir días en que todo lo que hay en tu palacio y todo lo que juntaron tus antepasados hasta el día de hoy, será llevado a Babilonia. Nada quedará aquí.

7 Aun a algunos de tus propios descendientes se los llevarán a Babilonia, los castrarán y los pondrán como criados en el palacio del rey.’

8 Ezequías, pensando que al menos durante su vida habría paz y seguridad, respondió a Isaías: –El mensaje que me has traído de parte del Señor es favorable.

40

1 Vuestro Dios dice: “Consolad, consolad a mi pueblo;

2 hablad con cariño a Jerusalén y decidle que su esclavitud ha terminado, que ya ha pagado por sus faltas, que ya ha recibido de mi mano el doble del castigo por todos sus pecados.”

3 Una voz grita: “Preparad al Señor un camino en el desierto, trazad para nuestro Dios una calzada recta en la región estéril.

4 Rellenad todas las cañadas, allanad los cerros y las colinas, convertid la región quebrada y montañosa en llanura totalmente lisa.

5 Entonces mostrará el Señor su gloria, y todos los hombres juntos la verán. El Señor mismo lo ha dicho.”

6 Una voz dice: “Grita”, y yo pregunto: “¿Qué debo gritar?” “Que todo hombre es como hierba, ¡tan firme como una flor del campo!

7 La hierba se seca y la flor se marchita cuando el soplo del Señor pasa sobre ellas. Ciertamente la gente es como hierba.

8 La hierba se seca y la flor se marchita, pero la palabra de nuestro Dios permanece firme para siempre.”

9 Súbete, Sión, a la cumbre de un monte; levanta con fuerza tu voz para anunciar una buena noticia. Levanta sin miedo la voz, Jerusalén, y anuncia a las ciudades de Judá: “¡Aquí está vuestro Dios!”

10 Llega ya el Señor con poder, sometiéndolo todo con la fuerza de su brazo. Trae a su pueblo después de haberlo rescatado.

11 Viene como un pastor que cuida su rebaño; levanta los corderos en sus brazos, los lleva junto al pecho y atiende con cuidado a las recién paridas.

12 ¿Quién ha medido el océano con la palma de la mano, o calculado con los dedos la extensión del cielo? ¿Quién ha puesto en una medida todo el polvo de la tierra, o ha pesado en balanza las colinas y montañas?

13 ¿Quién ha corregido al Señor o quién le ha dado instrucciones?

14 ¿Quién le dio consejos y entendimiento? ¿Quién le enseñó a juzgar con rectitud? ¿Quién le instruyó en la ciencia? ¿Quién le dio lecciones de sabiduría?

15 Para él las naciones son como una gota de agua, como un grano de polvo en la balanza; los países del mar valen lo que un grano de arena.

16 En todo el Líbano no hay animales suficientes para ofrecerle un holocausto, ni leña suficiente para el fuego.

17 Todas las naciones no son nada en su presencia; para él no tienen absolutamente ningún valor.

18 ¿Con quién vais a comparar a Dios? ¿Con qué imagen lo representaréis?

19 Un escultor funde una estatua y un joyero la recubre de oro y le hace cadenas de plata.

20 El que fabrica una estatua escoge madera que no se pudra, y busca un hábil artesano que la afirme, para que no se caiga.

21 ¿Acaso no lo sabíais? ¿No lo habíais oído decir? ¿No os lo contaron desde el principio? ¿No lo habéis comprendido desde la creación del mundo?

22 Dios, que tiene su trono sobre la bóveda que cubre la tierra, ve a los hombres como si fueran saltamontes. Él extiende el cielo como un toldo; lo despliega como una tienda de campaña.

23 Él convierte en nada a los grandes hombres y hace desaparecer a los jefes de la tierra.

24 Son como plantas tiernas, recién plantadas, que apenas han echado raíces en la tierra. Si Dios sopla sobre ellos, se marchitan, y el huracán se los lleva como a paja.

25 El Dios Santo pregunta: “¿Con quién me vais a comparar? ¿Quién puede ser igual a mí?”

26 Levantad los ojos al cielo y mirad: ¿Quién creó todo eso? El que los distribuye uno por uno y a todos llama por su nombre. Tan grande es su poder y su fuerza que ninguno de ellos falta.

27 Israel, pueblo de Jacob, ¿por qué te quejas? ¿Por qué dices: “El Señor no se da cuenta de mi situación; Dios no se interesa por mí”?

28 ¿Acaso no lo sabes? ¿No lo has oído? El Señor, el Dios eterno, el creador del mundo entero, no se fatiga ni se cansa; su inteligencia es infinita.

29 Él da fuerzas al cansado, y al débil le aumenta su vigor.

30 Hasta los jóvenes pueden cansarse y fatigarse, hasta los más fuertes llegan a caer,

31 pero los que confían en el Señor tendrán siempre nuevas fuerzas y podrán volar como las águilas; podrán correr sin cansarse y caminar sin fatigarse.

41

1 “Callad ante mí, países del mar. Naciones, armaos de todo vuestro valor. Venid, para que hablemos de este asunto; vamos a reunirnos para discutirlo.

2 ¿Quién fue el que hizo aparecer en el oriente a ese rey que siempre sale victorioso? ¿Quién le entrega las naciones y hace que los reyes se le humillen, para que con su espada y su arco los triture y los disperse como a paja?

3 ¿Quién hace que los persiga y avance tranquilo, como si no tocara el camino con los pies?

4 ¿Quién ha realizado esta obra? ¿Quién, desde el principio, ha ordenado el curso de la historia? Yo, el Señor, el único Dios, el primero y el último.

5 Los países del mar lo vieron y se llenaron de miedo; la tierra tembló de un extremo a otro. Ya se acercan, ya vienen.”

6 Cada artesano ayuda y anima a su compañero.

7 El escultor anima al joyero; el que martilla anima al que golpea el yunque, y dice si la soldadura es buena, y luego asegura la estatua con clavos para que no se tambalee.

8 “Escucha, Israel, pueblo de Jacob, mi siervo, a quien yo he elegido, pueblo descendiente de mi amigo Abraham:

9 Yo te saqué del extremo de la tierra, te llamé desde el rincón más alejado y te dije: ‘Tú eres mi siervo.’ Yo te elegí y no te he rechazado.

10 No tengas miedo, pues yo estoy contigo; no temas, pues yo soy tu Dios. Yo te doy fuerzas, yo te ayudo, yo te sostengo con mi mano victoriosa.

11 Todos los que te odian quedarán avergonzados y humillados; los que luchan contra ti quedarán completamente exterminados.

12 Buscarás a tus enemigos y no los encontrarás; los que te hacen la guerra serán como si no existieran.

13 Porque yo, el Señor tu Dios, te he tomado de la mano y te he dicho: ‘No tengas miedo, yo te ayudo.’ ”

14 El Señor afirma: “Israel, pueblo de Jacob, por pequeño y débil que seas, no tengas miedo; yo te ayudo. Yo, el Dios Santo de Israel, soy tu redentor.

15 Haré de ti un instrumento de trillar, nuevo y con buenos dientes; trillarás los montes, los harás polvo, convertirás en paja las colinas.

16 Los aventarás y el viento se los llevará; el huracán los dispersará. Entonces tú te alegrarás en el Señor; estarás orgulloso del Dios Santo de Israel.

17 “La gente pobre y sin recursos busca agua y no la encuentra. Tienen la lengua reseca por la sed; pero yo, el Señor, los atenderé; yo, el Dios de Israel, no los abandonaré.

18 Haré brotar ríos en las colinas desiertas y manantiales en medio de los valles; convertiré el desierto en ciénagas y haré brotar arroyos en la tierra seca.

19 En el desierto plantaré cedros, acacias, arrayanes y olivos; en la tierra seca haré crecer pinos, y también abetos y cipreses,

20 para que todo el mundo vea y sepa, y ponga atención y entienda que yo, el Señor, he hecho esto con mi poder; que yo, el Dios Santo de Israel, lo he creado.”

21 El Señor, el rey de Jacob, dice: “Venid, ídolos, a presentar vuestra defensa; venid a defender vuestra causa.

22 Venid a anunciarnos el futuro y a explicarnos el pasado, y pondremos atención; anunciadnos las cosas por venir, para ver en qué terminan;

23 decidnos qué va a suceder después, demostradnos que en verdad sois dioses. Haced lo que podáis, bueno o malo, algo que nos llene de miedo y de terror.

24 ¡Pero vosotros no sois nada ni podéis hacer nada! Despreciable es aquel que os escoge.

25 “Hice aparecer un hombre en el oriente; lo he llamado por su nombre, y llega por el norte. Pisotea a los gobernantes como si fueran barro; como el alfarero, que amasa el barro con los pies.

26 ¿Quién anunció esto desde el comienzo, para que lo supiéramos? ¿Quién lo predijo desde antes, para que admitiéramos que tiene la razón? Ninguno de vosotros lo anunció, nadie os oyó decir una palabra.

27 Yo fui quien lo anunció a Sión desde el principio, y quien envió a Jerusalén un mensajero para decirle que su gente pronto volvería.

28 Miro, y ninguno de los otros dioses aparece; nadie que pueda dar consejo, nadie que responda a mis preguntas.

29 ¡Ninguno de ellos es nada! Nada pueden hacer; no son más que ídolos vacíos.

42

1 “Aquí está mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, en quien me deleito. He puesto en él mi espíritu para que traiga la justicia a todas las naciones.

2 No gritará, no levantará la voz, no hará oir su voz en las calles,

3 no acabará de romper la caña quebrada ni apagará la mecha que arde débilmente. Verdaderamente traerá la justicia.

4 No descansará ni su ánimo se quebrantará hasta que establezca la justicia en la tierra. Los países del mar estarán atentos a sus enseñanzas.”

5 Dios, el Señor, que creó el cielo y lo extendió, que formó la tierra y lo que crece en ella, que da vida y aliento a los hombres que la habitan, dice a su siervo:

6 “Yo, el Señor, te llamé y te tomé por la mano, para que seas instrumento de salvación; yo te formé, pues quiero que seas señal de mi pacto con el pueblo, luz de las naciones.

7 Quiero que des vista a los ciegos y saques a los presos de la cárcel, del calabozo donde viven en la oscuridad.

8 Yo soy el Señor. Este es mi nombre, y no permitiré que deis mi gloria a otro ni que honréis a los ídolos en vez de a mí.

9 Mirad cómo se cumplió todo lo que antes anuncié, y ahora voy a anunciar cosas nuevas; os las hago saber antes que aparezcan.”

10 Cantad al Señor un canto nuevo; desde lo más lejano de la tierra alábenle los que navegan por el mar, los animales que viven en él, y los países del mar y sus habitantes.

11 Alégrense el desierto y sus ciudades, y los campamentos de la tribu de Quedar. Canten de gozo los habitantes de Selá; alcen la voz desde las cumbres de los montes.

12 Den gloria al Señor y proclamen su alabanza en los países del mar.

13 El Señor saldrá como un héroe, luchará con ardor como un guerrero, alzará la voz, dará el grito de batalla y derrotará a sus enemigos.

14 El Señor dice: “Por mucho tiempo me quedé callado, guardé silencio y me contuve; pero ahora voy a gritar como mujer de parto, gimiendo y suspirando.

15 Voy a destruir montañas y colinas, y a secar toda su vegetación; voy a convertir los ríos en desiertos y a desecar las lagunas.

16 Llevaré a los ciegos por caminos y senderos que no conocían. Convertiré la oscuridad en luz delante de ellos, y en terreno llano los lugares quebrados. Estas cosas las haré sin falta.

17 Los que confían en un ídolo, los que a unas estatuas dicen: ‘Vosotros sois nuestros dioses’, se alejarán avergonzados.

18 “Sordos, escuchad; ciegos, mirad y ved.

19 Nadie hay tan ciego ni tan sordo como mi siervo, mi enviado, nadie tan ciego ni tan sordo como mi mensajero, el siervo del Señor.

20 Ha visto muchas cosas, pero no se fija en ellas; puede oir, pero no escucha.

21 El Señor, por ser un Dios que salva, quiso hacer grande y gloriosa su enseñanza;

22 pero a este pueblo lo roban y saquean, a todos los han apresado en cuevas, los han encerrado en calabozos. Se apoderan de ellos, y no hay quien los libre; los secuestran, y no hay quien los rescate.”

23 ¿Pero quién de vosotros hace caso de esto? ¿Quién está dispuesto a escuchar lo que va a suceder?

24 ¿Quién permitió que Israel, el pueblo de Jacob, fuera conquistado y secuestrado? ¿No es verdad que fue el Señor? Pero pecaron contra él y no quisieron seguir por el camino que les había señalado, ni obedecieron su enseñanza.

25 Por eso se llenó de ira contra ellos y los castigó con una guerra violenta que los hizo arder en llamas; mas ni aun así quisieron entender.

43

1 Pero ahora, Israel, pueblo de Jacob, el Señor que te creó te dice: “No temas, que yo te he liberado; yo te llamé por tu nombre, tú eres mío.

2 Si tienes que pasar por el agua, yo estaré contigo; si tienes que cruzar ríos, no te ahogarás; si tienes que pasar por el fuego, no te quemarás; las llamas no arderán en ti.

3 Pues yo soy tu Señor, tu salvador, el Dios Santo de Israel. Yo te he adquirido; he dado como precio de rescate a Egipto, a Etiopía y a Sabá,

4 porque te aprecio, eres de gran valor y te amo. Para tenerte a ti y para salvar tu vida entrego hombres y naciones.

5 No tengas miedo, pues yo estoy contigo. De oriente y de occidente haré volver a tu gente para reunirla.

6 Diré al norte: ‘Devuélvelos’, y al sur: ‘No te quedes con ellos. Trae a mis hijos y mis hijas desde lejos, desde el extremo del mundo,

7 a todos los que llevan mi nombre, a los que yo creé y formé, a los que hice para gloria mía.’

8 “Haced venir a mi pueblo, que tiene ojos pero está ciego, y tiene oídos pero está sordo.

9 Reúnanse todos los pueblos, júntense las naciones. ¿Quién de entre ellas había predicho esto, o había anunciado los sucesos pasados? Que presenten testigos y prueben tener razón, para que se oiga y se diga que es la verdad.”

10 El Señor afirma: “Vosotros sois mis testigos, mis siervos, que yo elegí para que me conozcáis y confiéis en mí y entendáis quién soy. Antes de mí no ha existido ningún dios, ni habrá ninguno después de mí.

11 Solo yo soy el Señor; fuera de mí nadie puede salvar.”

12 El Señor afirma: “Yo lo anuncié y lo proclamé: yo os he salvado; no lo hizo un dios extraño, y vosotros sois mis testigos.

13 Desde siempre, yo soy Dios. Nadie puede librar de mi poder. Nadie puede deshacer lo que yo hago.”

14 El Señor, el Dios Santo de Israel, el que os dio la libertad, dice: “Para salvaros mandaré gente a Babilonia y haré abrir todas las puertas, y la alegría de los caldeos se convertirá en dolor.

15 Yo soy el Señor, el creador de Israel, el Dios Santo y vuestro rey.”

16 El Señor abrió un camino a través del mar, un sendero por entre las aguas impetuosas;

17 hizo salir todo un poderoso ejército, con sus carros y caballos, para destruirlo. Quedaron derribados y no pudieron levantarse; se acabaron como mecha que se apaga.

18 Ahora dice el Señor a su pueblo: “Ya no recuerdes el ayer, no pienses más en cosas del pasado.

19 Yo voy a hacer algo nuevo, y verás que ahora mismo va a aparecer. Voy a abrir un camino en el desierto y ríos en la tierra estéril.

20 Me honrarán los animales salvajes, los chacales y los avestruces, porque hago brotar agua en el desierto, ríos en la tierra estéril, para dar de beber a mi pueblo elegido,

21 el pueblo que he formado para que proclame mi alabanza.

22 “Sin embargo tú, Israel, pueblo de Jacob, no me invocaste, sino que te cansaste de mí.

23 No me ofreciste holocaustos de ovejas ni me honraste con sacrificios. Pero yo no te abrumé pidiéndote ofrendas ni te molesté exigiéndote incienso.

24 No has tenido que comprar caña aromática para traérmela como ofrenda, ni has tenido que complacerme con la grasa de animales sacrificados. Tú, en cambio, me cansaste con tus pecados, me molestaste con tus maldades.

25 “Pero yo, por ser tu Dios, borro tus crímenes y no me acordaré más de tus pecados.

26 Si tienes algo contra mí, sometámoslo a juicio. Trae tus argumentos, a ver si sales inocente.

27 Tu primer antepasado pecó, tus maestros se rebelaron contra mí,

28 tus gobernantes profanaron mi templo; por eso dejé que Israel, el pueblo de Jacob, fuera destruido e insultado.

44

1 “Escúchame ahora, Israel, pueblo de Jacob, mi siervo, mi elegido.

2 Yo soy el Señor, tu creador, que te formó desde antes de nacer y que te ayuda. No temas, Jesurún, pueblo de Jacob, mi siervo, mi elegido,

3 porque voy a hacer que corra agua en el desierto, arroyos en la tierra seca. Yo daré nueva vida a tus descendientes y les enviaré mi bendición.

4 Y crecerán como hierba bien regada, como álamos a la orilla de los ríos.

5 Uno dirá: ‘Yo soy del Señor’; otro se llamará descendiente de Jacob, y otro se grabará en la mano: ‘Propiedad del Señor’, y añadirá el nombre de Israel al suyo propio.”

6 El Señor, el rey y libertador de Israel, el Señor todopoderoso, dice: “Yo soy el primero y el último; fuera de mí no hay otro dios.

7 ¿Quién hay igual a mí? Que hable y me lo explique. ¿Quién ha anunciado desde el principio el futuro, y dice lo que está por suceder?

8 Pero, ¡ánimo, no tengáis miedo! Yo así lo dije y lo anuncié desde hace mucho, y vosotros sois mis testigos. ¿Hay acaso otro dios fuera de mí? No hay otro refugio; no conozco ninguno.”

9 Ninguno de los que hacen ídolos vale nada, y para nada sirven los ídolos que ellos tanto estiman. Los que les dan culto son ciegos y estúpidos, y por eso quedarán en ridículo.

10 El que funde una estatua para adorarla como a un dios, pierde su tiempo.

11 Todos los que la adoren quedarán en ridículo. Los que fabrican ídolos son simples hombres. Si todos juntos se presentaran a juicio, quedarían humillados y llenos de terror.

12 Veamos qué hace el herrero: toma su cincel y, después de calentar el metal entre las brasas, le da forma a golpes de martillo. Lo trabaja con su fuerte brazo. Pero si el herrero no come, se le acaba la fuerza, y si no bebe agua, se cansa.

13 O veamos el escultor: toma las medidas con su regla, traza el dibujo con lápiz y compás, y luego lo trabaja con escoplo; así hace una estatua dándole la figura de una persona e imitando la belleza humana, y luego la instala en un templo.

14 O también, alguien planta cedros y la lluvia los hace crecer; después tendrá cedros para cortar. O si prefiere cipreses o robles, los cuidará en el bosque hasta que sean bien gruesos.

15 Luego la gente los usará para hacer fuego; se llevarán unos trozos para calentarse con ellos, y otros para cocer pan. Y aun con otros trozos harán la estatua de un dios, y se inclinarán ante ella adorándola.

16 O también: la mitad de la madera la pone uno a arder en el fuego, y asa carne, se come el asado y queda satisfecho. También se calienta con ella, y dice: “¡Qué bien se está junto al fuego; ya estoy entrando en calor!”

17 Después, con la madera sobrante, hace la estatua de un dios, se inclina ante ella para adorarla y suplicante le dice: “¡Sálvame, porque tú eres mi dios!”

18 Esa gente no sabe, no entiende; tienen los ojos tan ciegos que no pueden ver, y el entendimiento tan cerrado que no pueden comprender.

19 No se ponen a pensar, les falta entendimiento para comprender y decir: “La mitad de la madera la puse a arder y en las brasas cocí pan, asé carne y me la comí; del resto hice esta cosa detestable, ¡y lo que estoy adorando es un pedazo de palo!”

20 Verdaderamente, es como comer ceniza. Es dejarse engañar por ideas falsas. Esas personas no podrán salvarse, pues no son capaces de entender que lo que tienen en sus manos es pura mentira.

21 “Israel, pueblo de Jacob, recuerda que tú eres mi siervo; tú eres mi siervo, pues yo te formé. Israel, no te olvides de mí.

22 Yo he hecho desaparecer tus faltas y pecados, como desaparecen las nubes. Vuélvete a mí, pues yo te he liberado.”

23 ¡Cielo, grita de alegría por lo que el Señor ha hecho! ¡Lanzad vivas, abismos de la tierra! ¡Montañas y bosques, con todos vuestros árboles, gritad llenos de alegría, porque el Señor ha mostrado su gloria liberando a Israel, el pueblo de Jacob!

24 Esto dice el Señor, tu libertador, el que te formó desde antes que nacieras: “Yo soy el Señor, creador de todas las cosas; yo extendí el cielo y afirmé la tierra sin que nadie me ayudara.

25 Yo no dejo que se cumplan las predicciones de los falsos profetas; yo hago que los adivinos pierdan la razón. Yo hago que los sabios se contradigan y que sus conocimientos resulten pura tontería.

26 Pero hago que se cumplan las palabras de mis siervos y que salgan bien los planes de mis enviados. Yo declaro que Jerusalén volverá a ser habitada y que las ciudades de Judá serán reconstruidas. Yo haré que se levanten de sus ruinas.

27 Yo puedo ordenar que se seque el océano y que sus ríos se queden sin agua.

28 Yo digo a Ciro: ‘Tú eres mi pastor, tú harás todo lo que yo quiero’; y digo a Jerusalén: ‘Tú serás reconstruida’, y al templo: ‘Se pondrán tus cimientos.’ ”

45

1 El Señor consagró a Ciro como rey, lo tomó de la mano para que dominara las naciones y desarmara a los reyes. El Señor hace que delante de Ciro se abran las puertas de las ciudades sin que nadie pueda cerrárselas. Y ahora le dice:

2 “Yo iré delante de ti, derribaré las alturas, romperé las puertas de bronce y haré pedazos las barras de hierro.

3 Te entregaré tesoros escondidos, riquezas guardadas en lugares secretos, para que sepas que yo soy el Señor, el Dios de Israel, que te llama por tu nombre.

4 Por consideración a mi siervo Jacob, al pueblo de Israel, que he elegido, te he llamado por tu nombre y te he dado el título de honor que tienes, sin que tú me conocieras.

5 Yo soy el Señor, no hay otro; fuera de mí no hay Dios. Yo te he preparado para la lucha sin que tú me conocieras,

6 para que sepan todos, de oriente a occidente, que fuera de mí no hay ningún otro. Yo soy el Señor, no hay otro.

7 Yo creo la luz y la oscuridad, produzco el bienestar y la desgracia. Yo, el Señor, hago todas estas cosas.

8 “Yo enviaré de lo alto mi victoria, como rocío del cielo y lluvia de las nubes, y la tierra la recibirá; como fruto producirá la salvación, y a su lado florecerá la justicia.”

9 Una vasija de barro, igual a otra cualquiera, no se pone a discutir con quien la hizo. El barro no dice al que lo trabaja: “¿Qué estás haciendo?”, ni el objeto hecho por él le dice: “Tú no sabes trabajar.”

10 Tampoco puede un hijo reprochar a sus padres el haberlo traído a este mundo.

11 El Señor, el Dios Santo de Israel, quien lo formó, dice: “¿Vais acaso a pedirme cuentas de mis hijos, o a darme lecciones de cómo hacer mis cosas?

12 Yo creé la tierra y sus habitantes, extendí el cielo con mis manos y mandé que aparecieran todos los astros.

13 Yo hice aparecer a Ciro para que triunfe, y voy a hacerle fáciles todos sus caminos; él reconstruirá mi ciudad y dejará en libertad a mis desterrados, sin exigir pago ni compensación.” El Señor todopoderoso ha hablado.

14 El Señor dice a Israel: “Los campesinos de Egipto, los comerciantes de Etiopía y la gente de Sabá, de alta estatura, se rendirán a ti y serán tus esclavos; irán encadenados detrás de ti, se arrodillarán delante de ti y te suplicarán: ‘Ciertamente que Dios está entre vosotros, y no hay más, no hay otro dios.’ ”

15 Sin embargo, tú eres un Dios invisible, Dios salvador de Israel.

16 Todos los que hacen ídolos quedarán avergonzados, humillados y en ridículo.

17 Pero a Israel lo salvó el Señor, lo salvó para siempre y jamás será avergonzado ni humillado.

18 El creador del cielo, el que es Dios y Señor, el que hizo la tierra y la formó, el que la afirmó, el que la creó, no para que estuviera vacía sino para que tuviera habitantes, dice: “Yo soy el Señor, y no hay otro.

19 Yo no hablo en secreto ni en lugares oscuros de la tierra. No digo a los descendientes de Jacob: ‘Buscadme donde no hay nada.’ Yo, el Señor, hablo la verdad, digo lo que es justo.

20 “Reuníos y venid, acercaos todos los sobrevivientes de los pueblos. Son unos ignorantes quienes llevan en procesión sus ídolos de madera y se ponen a orar a un dios que no puede salvarlos.

21 Hablad y presentad vuestras pruebas; consultad, si queréis, unos con otros: ¿Quién predijo estas cosas desde el principio? ¿Quién las anunció desde hace tiempo? ¿No fui acaso yo, el Señor? Y no hay Dios fuera de mí. Fuera de mí no hay Dios victorioso y salvador.

22 “Venid a mí, que yo os salvaré, pueblos del extremo de la tierra, pues yo soy Dios, y no hay otro.

23 Lo juré por mí mismo; hice una promesa de triunfo, y esa promesa se cumplirá: que ante mí doblarán todos la rodilla, y por mí jurarán todos y dirán:

24 ‘Solamente en el Señor están la victoria y el poder.’ Todos los que me odian quedarán en ridículo.

25 Gracias a mí, todo el pueblo de Israel saldrá triunfante y estará orgulloso de mí.”

46

1 El dios Bel se dobla y el dios Nebo cae al suelo. Los ídolos se cargan sobre bestias: ¡pesada carga para animales cansados!

2 Los dioses se doblan y caen al suelo sin poder salvarse, y ellos mismos van al destierro.

3 “Oídme, descendientes de Jacob, todos los que quedáis del pueblo de Israel: Yo he cargado con vosotros desde antes que nacierais. Os he llevado en brazos,

4 y seguiré siendo el mismo cuando seáis viejos. Cuando tengáis canas, todavía os sostendré. Yo os hice, y seguiré cargando con vosotros; os sostendré y os salvaré.

5 “¿Con quién podréis compararme? ¿A quién pensáis que puedo parecerme?

6 Hay quienes sacan mucho oro de sus bolsas y pesan plata en la balanza; luego contratan a un artesano que les haga un dios para inclinarse ante él y adorarlo.

7 Lo cargan sobre sus hombros y se lo llevan; lo colocan sobre un soporte y ahí se queda, sin moverse de su sitio. Por más que gritan pidiéndole ayuda, no les responde ni puede salvarlos de sus angustias.

8 “Recordad esto, pecadores, no os hagáis ilusiones, pensadlo bien;

9 recordad lo que ha pasado desde tiempos antiguos. Yo soy Dios, y no hay otro; soy Dios, y no hay nadie igual a mí.

10 Yo anuncio el fin desde el principio; anuncio el futuro desde mucho antes. Yo digo: Mis planes se realizarán; haré todo lo que me propongo.

11 He llamado a un hombre del oriente, que vendrá de lejos como un ave de rapiña y llevará a cabo mis planes. Lo he dicho y así lo haré, he hecho mi plan y lo cumpliré.

12 Escuchadme, gente obstinada, que pensáis que la liberación está muy lejos:

13 Yo hago que se acerque mi acción liberadora; mi salvación no se demora, no está lejos. Yo daré a Sión la salvación; daré a Israel mi honor.

47

1 “Baja, joven Babilonia, todavía sin marido, y siéntate en el polvo; baja de tu trono, joven Caldea, y siéntate en el suelo, porque ya no volverán a llamarte tierna y delicada.

2 Toma la piedra de moler y muele la harina; quítate el velo, recógete las faldas, desnúdate las piernas, pasa a pie los ríos;

3 que se te vea el cuerpo desnudo, sí, que quede tu sexo al descubierto. Voy a vengarme y nadie podrá impedirlo con sus ruegos.”

4 Nuestro libertador, el Dios Santo de Israel, cuyo nombre es Señor todopoderoso, dice:

5 “Siéntate en silencio, joven Caldea, métete en la oscuridad, porque ya no volverán a llamarte ‘reina de las naciones’.

6 Cuando estuve enojado con mi pueblo, entregué mi propia nación a la deshonra y los dejé caer en tu poder. Tú no tuviste compasión de ellos, y pusiste sobre los ancianos tu pesado yugo.

7 Dijiste: ‘Siempre seré reina’; no reflexionaste sobre estas cosas ni pensaste cómo habrían de terminar.

8 Por eso, escucha ahora, mujer amante del lujo, que estás tranquila en tu trono, que piensas en tu interior: ‘Yo, y nadie más que yo. Yo no seré viuda ni me quedaré sin hijos.’

9 De repente, en un mismo día, te vendrán ambas desgracias: quedarás viuda y sin hijos, a pesar de tus muchas brujerías y tus incontables magias.

10 Tú te sentías segura en tu maldad, y pensaste: ‘Nadie me ve.’ Tu sabiduría y tus conocimientos te engañaron. Pensaste en tu interior: ‘Yo, y nadie más que yo.’

11 Pero va a venir la desgracia sobre ti y no podrás impedirlo con tu magia. Caerá sobre ti un desastre que no podrás evitar; una calamidad que no esperabas vendrá de pronto sobre ti.

12 Sigue con tus hechicerías y con las muchas brujerías que has practicado desde tu juventud, a ver si te sirven de algo, a ver si logras que la gente te tenga miedo.

13 Has tenido consejeros en abundancia, hasta cansarte. ¡Pues que se presenten tus astrólogos, los que adivinan mirando las estrellas, los que te anuncian el futuro mes por mes, y que traten de salvarte!

14 Pero, mira, ellos son como la paja: el fuego los devora, no pueden salvarse de las llamas. Porque no es un fuego de brasas, para sentarse frente a él y calentarse.

15 En eso pararon tus hechiceros, con los que tanto trato has tenido toda tu vida. Cada uno por su lado siguió su falso camino y no hay nadie que te salve.

48

1 “Escucha esto, familia de Jacob, que llevas el nombre de Israel y eres descendiente de Judá; que juras por el nombre del Señor, que invocas al Dios de Israel, aunque sin honradez ni rectitud;

2 que dices ser de la ciudad santa y apoyarte en el Dios de Israel, cuyo nombre es Señor todopoderoso:

3 Desde el principio te anuncié las cosas del pasado; yo mismo las di a conocer. De pronto actué, y se hicieron realidad.

4 Como yo sabía que eres tan terca, que eres dura como el hierro e inflexible como el bronce,

5 te lo anuncié desde hace mucho, te lo comuniqué antes de que sucediera. Así no podrás decir: ‘Fue mi ídolo el que lo hizo; la estatua que hice fue quien lo dispuso.’

6 Tú has oído todo esto. Fíjate en ello, y tendrás que admitir que es cierto. Ahora te voy a anunciar cosas nuevas, cosas secretas que no conocías,

7 cosas creadas ahora, no en tiempos antiguos, de las que no habías oído hablar hasta hoy. Así no podrás decir: ‘Ya lo sabía.’

8 Tú no habías oído hablar de ellas ni las conocías, porque siempre has tenido los oídos sordos. Yo sabía que eres infiel, que te llaman rebelde desde que naciste.

9 “Pero tuve paciencia por respeto a mí mismo; por mi honor me contuve y no te destruí.

10 Yo te purifiqué, pero no como se hace con la plata, sino que te probé en el horno del sufrimiento.

11 Por mi honor, por mi honor lo he hecho, pues mi nombre no puede ser profanado. No permitiré que den mi gloria a ningún otro.

12 “Óyeme, Israel, pueblo de Jacob, a quien he llamado: Yo soy el único Dios, yo soy el primero y el último.

13 Con mi mano afirmé la tierra, con mi mano extendí el cielo; en cuanto pronuncié su nombre, empezaron a existir.

14 Reuníos todos y escuchad: ¿Quién de vosotros anunció esto que va a suceder: que el hombre a quien he escogido hará lo que he pensado hacer con Babilonia y con la raza de los caldeos?

15 Yo fui quien lo dijo; yo le llamé, yo le hice venir, y por donde vaya tendrá éxito.

16 Acercaos a mí y escuchad esto: Desde el principio, yo nunca hablé en secreto; y cuando todo esto sucedía, yo estaba presente. Y ahora yo, el Señor, le he dado mi poder y lo he enviado.”

17 Así dice el Señor, tu redentor, el Dios Santo de Israel: “Yo soy el Señor tu Dios; yo te enseño lo que es para tu bien, y te guío por el camino que debes seguir.

18 ¡Ojalá hubieras hecho caso de mis órdenes! Tu bienestar iría creciendo como un río, tu prosperidad sería como las olas del mar,

19 tus descendientes serían numerosos, incontables como la arena del mar; yo nunca los hubiera destruido, ni los hubiera apartado de mi vista.”

20 Salid de Babilonia, huid de los caldeos. Anunciad esta noticia con gritos de alegría, y dadla a conocer hasta el extremo de la tierra. Decid: “¡El Señor ha liberado a Jacob su siervo!”

21 Aunque los hizo pasar por lugares desiertos, no tuvieron sed; él abrió la roca e hizo brotar torrentes de agua.

22 Para los malos, en cambio, no hay bienestar. El Señor lo ha dicho.

49

1 Oídme, países del mar, prestadme atención, naciones lejanas: El Señor me llamó desde antes que yo naciera; pronunció mi nombre cuando aún estaba yo en el seno de mi madre.

2 Convirtió mi lengua en espada afilada, me escondió al amparo de su mano, me convirtió en una flecha aguda y me guardó en su aljaba.

3 Me dijo: “Israel, tú eres mi siervo; en ti me mostraré glorioso.”

4 Y yo que había pensado: “He pasado trabajos en vano, he gastado mis fuerzas sin objeto, para nada.” En realidad, mi causa está en manos del Señor, mi recompensa está en poder de mi Dios.

5 He recibido honor delante del Señor mi Dios, pues él ha sido mi fuerza. El Señor, que me formó desde el seno de mi madre para que fuera su siervo, para hacer que Israel, el pueblo de Jacob, se vuelva y se una a él,

6 dice así: “No basta que seas mi siervo solamente para restablecer las tribus de Jacob y hacer volver a los sobrevivientes de Israel; yo haré que seas luz de las naciones, para que lleves mi salvación hasta las partes más lejanas de la tierra.”

7 El Señor, el redentor, el Dios Santo de Israel, dice al pueblo que ha sido totalmente despreciado, al que los otros pueblos aborrecen, al que ha sido esclavo de los tiranos: “Cuando los reyes y los príncipes te vean, se levantarán y se inclinarán delante de ti, porque yo, el Señor, el Dios Santo de Israel, te elegí y cumplo mis promesas.”

8 El Señor dice: “Vino el momento de mostrar mi bondad, y te respondí; llegó el día de la salvación, y te ayudé. Yo te protegí para establecer por ti mi pacto con el pueblo, para reconstruir el país, para hacer que tomen posesión de las tierras arrasadas,

9 para decir a los presos: ‘Quedáis libres’, y a los que están en la oscuridad: ‘Dejaos ver.’ Junto a todos los caminos encontrarán pastos, y en cualquier monte desierto tendrán alimento para su ganado.

10 “No tendrán hambre ni sed, ni los molestará el sol ni el calor, porque yo los amo y los guío, y los llevaré a manantiales de agua.

11 Abriré un camino a través de las montañas y haré que se allanen los senderos.”

12 ¡Mirad! Vienen de muy lejos: unos del norte, otros de occidente, otros de la región de Asuán.

13 ¡Cielo, grita de alegría! ¡Tierra, llénate de gozo! ¡Montes, lanzad gritos de felicidad!, porque el Señor ha consolado a su pueblo, ha tenido compasión de él en su aflicción.

14 “Sión decía: ‘El Señor me abandonó, mi Dios se olvidó de mí.’

15 Pero ¿acaso una madre olvida o deja de amar a su propio hijo? Pues aunque ella lo olvide, yo no te olvidaré.

16 Yo te llevo grabada en mis manos; siempre tengo presentes tus murallas.

17 Los que te reconstruyen van más de prisa que los que te destruyeron; ya se han ido los que te arrasaron.

18 Levanta los ojos y mira alrededor, mira cómo se reúnen todos y vuelven hacia ti. “Yo, el Señor, juro por mi vida que todos ellos serán como joyas que te pondrás, como los adornos de una novia.

19 Tu país estaba en ruinas, destruido, arrasado; pero ahora tu territorio será pequeño para tus habitantes. Los que te destruyeron están lejos.

20 Los hijos que dabas por perdidos te dirán al oído: ‘Este país es demasiado pequeño para nosotros; haznos lugar para vivir.’

21 Y tú dirás en tu interior: ‘¿Quién me ha dado estos hijos? Yo no tenía hijos, ni podía tenerlos; estaba desterrada y apartada, ¿quién los crió? Me habían dejado sola, ¿de dónde vinieron?’ ”

22 El Señor dice: “Voy a dar órdenes a las naciones; voy a dar una señal a los pueblos para que traigan en brazos a tus hijos, y a tus hijas las traigan sobre los hombros.

23 Los reyes serán tus padres adoptivos, y las princesas, tus niñeras. Se inclinarán hasta el suelo delante de ti y lamerán el polvo de tus pies. Y reconocerás que yo soy el Señor, y que los que en mí confían no quedan defraudados.”

24 ¿Se le puede arrebatar a un hombre fuerte lo que ha ganado en la batalla? ¿O puede un preso escapar de un tirano?

25 El Señor afirma que sí: “Al hombre fuerte le arrebatarán lo conquistado, y al tirano le quitarán lo ganado. Yo me enfrentaré con los que te buscan pleito; yo mismo salvaré a tus hijos.

26 Obligaré a tus opresores a comer su propia carne y a emborracharse con su sangre, como si fuera vino. Así toda la humanidad sabrá que yo, el Señor, soy tu salvador; que yo, el Poderoso de Jacob, soy tu redentor.”

50

1 El Señor dice: “¡No creáis que yo repudié a Israel, vuestra madre, como un hombre repudia a su mujer, o que os vendí como esclavos porque tuviera deudas con alguno! Vosotros fuisteis vendidos porque pecasteis; Israel, vuestra madre, fue repudiada porque fuisteis rebeldes.

2 ¿Por qué, cuando yo vine, no encontré a nadie? ¿Por qué, cuando llamé, nadie me respondió? ¿Creísteis acaso que yo no sería capaz de rescataros? ¿Creísteis acaso que no podría liberaros? Basta una orden mía para que se seque el mar y los ríos se conviertan en desierto; para que los peces se mueran de sed y se pudran por falta de agua.

3 Yo visto el cielo de luto y lo cubro con vestido de tristeza.”

4 El Señor me ha instruido para que yo consuele a los cansados con palabras de aliento. Todas las mañanas me hace estar atento para que escuche dócilmente.

5 El Señor me ha dado entendimiento, y yo no me he resistido ni le he vuelto las espaldas.

6 Ofrecí mis espaldas para que me azotaran, y dejé que me arrancaran la barba. No retiré la cara de los que me insultaban y escupían.

7 El Señor es quien me ayuda: por eso no me hieren los insultos; por eso me mantengo firme como una roca, pues sé que no quedaré en ridículo.

8 A mi lado está mi defensor: ¿Alguien tiene algo en contra mía? ¡Vayamos juntos ante el juez! ¿Alguien se cree con derecho a acusarme? ¡Que venga y me lo diga!

9 El Señor es quien me ayuda; ¿quién podrá condenarme? Todos mis enemigos desaparecerán como vestido comido por la polilla.

10 Vosotros que honráis al Señor y escucháis la voz de su siervo: si camináis en la oscuridad, sin un rayo de luz, poned vuestra confianza en el Señor; apoyaos en vuestro Dios.

11 Pero todos los que prendéis fuego y preparáis flechas encendidas, caeréis en las llamas de vuestro propio fuego, bajo las flechas que vosotros mismos encendisteis. El Señor os enviará este castigo y quedaréis tendidos en medio de tormentos.

51

1 Oídme todos los que queréis vivir con rectitud y me buscáis–dice el Señor–. Mirad la roca de donde fuisteis cortados, la cantera de donde fuisteis sacados;

2 mirad a Abraham, vuestro padre, y a Sara, la que os dio la vida. Cuando yo lo llamé, era uno solo; pero lo bendije y le di muchos descendientes.

3 Yo seré bondadoso con Sión, la ciudad que estaba toda en ruinas. Convertiré las tierras secas del desierto en un jardín, como el jardín que el Señor plantó en Edén. Allí habrá felicidad y alegría, cantos de alabanza y son de música.

4 “Pueblos, prestadme atención, escuchadme, naciones: yo publicaré mi enseñanza y mis mandamientos alumbrarán a los pueblos.

5 Mi victoria está cercana, mi acción salvadora está en camino; con mi poder gobernaré a los pueblos. Los países del mar esperarán en mí y confiarán en mi poder.

6 “Levantad los ojos al cielo, y mirad abajo, a la tierra: el cielo se desvanecerá como el humo, la tierra se envejecerá como un vestido y sus habitantes morirán como mosquitos. Pero mi salvación será eterna, mi victoria no tendrá fin.

7 “Escuchadme, vosotros que sabéis lo que es justo, pueblo que toma en serio mi enseñanza. No temáis las injurias de los hombres ni os dejéis abatir por sus insultos,

8 porque perecerán como un vestido apolillado, como lana roída por gusanos. Pero mi victoria será eterna, mi salvación durará por siempre.”

9 Despierta, despierta, brazo del Señor, ármate de fuerza; despierta como lo hiciste en el pasado, en tiempos muy lejanos. Tú despedazaste a Rahab, el monstruo marino;

10 secaste el mar, el agua del profundo abismo; convertiste el fondo del mar en camino por el que pasaran los redimidos.

11 Así también regresarán los rescatados por el Señor, y entrarán en Sión dando gritos de alegría; sus rostros estarán siempre alegres; encontrarán felicidad y dicha, y el dolor y el llanto desaparecerán.

12 “Yo, yo mismo, te doy ánimo. ¿A quién tienes miedo? ¿A los hombres? ¿A los hombres mortales, que no son más que hierba?

13 ¿Vas a olvidarte del Señor, tu creador, que extendió el cielo y afirmó la tierra? ¿Vas a temblar continuamente, a todas horas, por la furia de los opresores que están listos para destruirte? Pero, ¿dónde está esa furia?

14 El que sufría la opresión, pronto quedará libre; no morirá en el calabozo ni le faltará su pan.

15 “Yo soy el Señor tu Dios, mi nombre es Señor todopoderoso; yo agité el mar y rugieron las olas,

16 extendí el cielo y afirmé la tierra. Yo puse en tu boca mis palabras y te protegí al amparo de mi mano. Yo dije a Sión: ‘Tú eres mi pueblo.’ ”

17 Despierta, despierta, Jerusalén, levántate. Tú sufriste la ira del Señor como quien bebe una copa, y la bebe hasta el fondo, hasta quedar borracho.

18 Entre todos los hijos que has tenido no hay ninguno que te guíe; entre todos los hijos que criaste no hay ninguno que te lleve de la mano.

19 Estas dos desgracias vinieron sobre ti: tu país fue destruido y saqueado, y tu gente murió por el hambre y la guerra. ¿Quién tendrá lástima de ti? ¿Quién te consolará?

20 Como antílopes atrapados en la red, tus hijos están sin fuerzas, tendidos en la esquina de cualquier calle, heridos por la ira del Señor, por la corrección de tu Dios.

21 Por eso, ciudad desdichada, escucha esto, tú que estás borracha, pero no de vino:

22 Tu Señor y tu Dios, el que defiende la causa de su pueblo, dice: “Te voy a quitar de la mano esa copa con que te has emborrachado; ya no volverás a beber más la copa de mi ira.

23 Yo se la daré a los que te atormentaron, a los que te decían: ‘Échate al suelo, que vamos a pasar sobre ti’; y tú te tendiste en el suelo para que te pisotearan como al polvo.”

52

1 Despierta, Sión, despierta, ármate de fuerza; Jerusalén, ciudad santa, vístete tu ropa más elegante, porque los paganos, gente impura, no volverán a entrar en ti.

2 Levántate, Jerusalén, sacúdete el polvo, siéntate en el trono. Sión, joven prisionera, quítate ya el yugo del cuello.

3 El Señor dice: “Ni un céntimo recibí cuando fuisteis llevados como esclavos; pues ni un céntimo daré ahora, cuando os rescate.

4 Al principio, mi pueblo fue a Egipto y vivió allí como extranjero; después Asiria lo oprimió sin motivo.

5 Y ahora, ¿qué es lo que veo? Sin motivo se han llevado a mi pueblo a Babilonia. Quienes lo dominan, gritan orgullosos y me ofenden sin cesar.

6 Pero vendrá el día en que mi pueblo reconozca y sepa que yo, que le he hablado, soy el Señor.”

7 ¡Qué hermoso es ver llegar por las colinas al que trae buenas noticias, al que trae noticias de paz, al que anuncia la liberación y dice a Sión: “Tu Dios es rey”!

8 ¡Escucha! Tus centinelas levantan la voz y a una dan gritos de triunfo, porque ven con sus propios ojos cómo vuelve el Señor a Sión.

9 ¡Estallad en gritos de triunfo, ruinas de Jerusalén, porque el Señor ha tenido compasión de su pueblo, ha liberado a Jerusalén!

10 El Señor ha mostrado su poder a la vista de todas las naciones. Por toda la tierra se sabrá que nuestro Dios nos ha salvado.

11 ¡Salid, salid ya de Babilonia, no toquéis nada impuro, salid ya de Babilonia! ¡Manteneos limpios los que transportáis los utensilios del Señor!

12 Pero no tendréis que salir a toda prisa, no tendréis que salir huyendo, porque el Señor, el Dios de Israel, os protegerá por todas partes.

13 Mi siervo tendrá éxito, será levantado y puesto muy alto.

14 Así como muchos se asombraron de él al ver su semblante, tan desfigurado que había perdido toda apariencia humana,

15 así también muchas naciones se quedarán admiradas; los reyes, al verle, no podrán decir palabra, porque verán y entenderán algo que nunca habían oído.

53

1 ¿Quién va a creer lo que hemos oído? ¿A quién ha revelado el Señor su poder?

2 El Señor quiso que su siervo creciera como planta tierna que hunde sus raíces en la tierra seca. No tenía belleza ni esplendor, ni su aspecto era atractivo;

3 los hombres lo despreciaban y lo rechazaban. Era un hombre lleno de dolor, acostumbrado al sufrimiento. Como a alguien que no merece ser visto, lo despreciamos, no le tuvimos en cuenta.

4 Y sin embargo, él estaba cargado con nuestros sufrimientos, estaba soportando nuestros propios dolores. Nosotros pensamos que Dios lo había herido, que le había castigado y humillado.

5 Pero fue traspasado a causa de nuestra rebeldía, fue atormentado a causa de nuestras maldades; el castigo que sufrió nos trajo la paz, y por sus heridas alcanzamos la salud.

6 Todos nosotros nos perdimos como ovejas siguiendo cada cual su propio camino, pero el Señor cargó sobre él la maldad de todos nosotros.

7 Fue maltratado, pero se sometió humildemente y ni siquiera abrió la boca; lo llevaron como cordero al matadero, y él se quedó callado, sin abrir la boca, como una oveja cuando la trasquilan.

8 Se lo llevaron injustamente y no hubo quien lo defendiera; nadie se preocupó de su destino. Le arrancaron de esta tierra, le dieron muerte por los pecados de mi pueblo.

9 Lo enterraron al lado de hombres malvados, lo sepultaron con gente perversa, aunque nunca cometió ningún crimen ni hubo engaño en su boca.

10 El Señor quiso oprimirle con el sufrimiento. Y puesto que él se entregó en sacrificio por el pecado, tendrá larga vida y llegará a ver a sus descendientes; por medio de él tendrán éxito los planes del Señor.

11 Después de tanta aflicción verá la luz, y quedará satisfecho al saberlo; el justo siervo del Señor liberará a muchos, pues cargará con la maldad de ellos.

12 Por eso, Dios le dará un lugar entre los grandes y con los poderosos participará del triunfo, porque se entregó a la muerte y fue contado entre los malvados, cuando en realidad cargó con los pecados de muchos e intercedió por los pecadores.

54

1 Da gritos de alegría, mujer estéril y sin hijos; estalla en cantos de gozo tú, que nunca has dado a luz, porque el Señor dice: “La mujer abandonada tendrá más hijos que la que tiene esposo.”

2 Agranda tu tienda de campaña, extiende sin miedo el toldo bajo el cual vives; alarga las cuerdas, clava bien las estacas,

3 porque te vas a extender a derecha e izquierda; tus descendientes conquistarán muchas naciones y poblarán las ciudades ahora desiertas.

4 No tengas miedo, no quedarás en ridículo; no te insultarán ni tendrás de qué avergonzarte. Olvidarás la vergüenza de tu juventud y no te acordarás más de la deshonra de tu viudez,

5 porque tu creador te tomará por esposa. Su nombre es Señor todopoderoso; tu redentor es el Dios Santo de Israel, el Dios de toda la tierra.

6 Eras como una esposa joven, abandonada y afligida, pero tu Dios te ha vuelto a llamar y te dice:

7 “Por un corto instante te abandoné, pero con bondad inmensa te volveré a unir conmigo.

8 En un arranque de enojo, por un momento, me oculté de ti, pero con amor eterno te tuve compasión.” Lo dice el Señor, tu redentor.

9 “Así como juré a Noé, cuando el diluvio, no volver a inundar la tierra, así juro ahora no volver a enojarme contigo ni volver a amenazarte.

10 Aunque las montañas cambien de lugar y los cerros se vengan abajo, mi amor por ti no cambiará ni se vendrá abajo mi pacto de paz.” Lo dice el Señor, que se compadece de ti.

11 “¡Desdichada ciudad, azotada por la tempestad, sin nadie que te consuele! Yo pondré tus piedras sobre azabache y tus cimientos sobre zafiro;

12 de rubíes haré tus torres, de berilo tus puertas y de piedras preciosas todas tus murallas.

13 Yo instruiré a todos tus hijos; todos ellos tendrán gran bienestar.

14 La justicia te hará fuerte, quedarás libre de opresión y miedo, y el terror no volverá a inquietarte.

15 Si alguien te ataca, no será por causa mía, pero tú vencerás al que te ataque.

16 “Mira, yo he creado al herrero que aviva el fuego en las brasas y hace armas de diversos usos; yo también he creado al hombre destructor para que cause ruina;

17 pero nadie ha hecho el arma que pueda destruirte. Dejarás callado a todo el que te acuse. Esto es lo que yo doy a los que me sirven: la victoria.” El Señor es quien lo afirma.

55

1 “Todos los que tenéis sed, venid a beber agua; los que no tenéis dinero, venid, y de balde adquirid trigo, y comed; sin pagar nada, adquirid vino y leche.

2 ¿Por qué dar dinero a cambio de lo que no es pan? ¿Por qué dar vuestro salario por algo que no deja satisfecho? Oídme bien y comeréis buenos alimentos, comeréis cosas deliciosas.

3 Venid a mí y prestad atención, escuchadme y viviréis. Yo haré con vosotros un pacto eterno, cumpliendo así las promesas que por amor hice a David.

4 Yo lo puse a él como testigo para las naciones, como jefe e instructor de los pueblos.

5 Tú llamarás a pueblos desconocidos; pueblos que no te conocían irán corriendo a ti, porque yo, tu Señor, el Dios Santo de Israel, te he honrado.

6 “Buscad al Señor mientras podáis encontrarlo, llamadlo mientras esté cerca.

7 Deje el malvado su camino y deje el perverso sus ideas; volveos al Señor, y tendrá compasión de vosotros; volveos a nuestro Dios, que es generoso en perdonar.

8 Porque mis ideas no son como las vuestras, ni es como la vuestra mi manera de actuar. Como el cielo está por encima de la tierra, así también mis ideas y mi manera de actuar están por encima de las vuestras.” El Señor lo afirma.

9

10 “Como la lluvia y la nieve bajan del cielo, y no vuelven allá, sino que empapan la tierra, la fecundan y la hacen germinar, y producen la semilla para sembrar y el pan para comer,

11 así también la palabra que sale de mis labios no vuelve a mí sin producir efecto, sino que hace lo que yo quiero y cumple la orden que le doy.

12 “Vosotros saldréis de allí con alegría; volveréis a vuestro país con paz. Al veros, los montes y las colinas estallarán en cantos de alegría, y todos los árboles del campo aplaudirán.

13 En vez de zarzas crecerán pinos, y en vez de ortigas, arrayanes; esto hará glorioso el nombre del Señor; será una señal eterna, indestructible.”

56

1 El Señor dice: “Practicad la justicia, haced lo que es recto, porque pronto voy a llevar a cabo la liberación; voy a mostrar mi poder salvador.

2 Dichoso el hombre que sigue estos mandatos y los cumple con fidelidad, que respeta el sábado y no lo profana, que tiene buen cuidado de no hacer nada malo.”

3 Si un extranjero se entrega al Señor, no debe decir: “El Señor me tendrá separado de su pueblo.” Ni tampoco el eunuco debe decir: “Yo soy un árbol seco.”

4 Porque el Señor dice: “Si los eunucos respetan mis sábados, y si cumplen mi voluntad y se mantienen firmes en mi pacto,

5 yo les daré algo mejor que hijos e hijas; les concederé que su nombre quede grabado para siempre en mi templo, dentro de mis muros; les daré un nombre eterno que nunca será borrado.

6 Y a los extranjeros que se entreguen a mí, para servirme y amarme, para ser mis siervos, si respetan el sábado y no lo profanan y se mantienen firmes en mi pacto,

7 yo los traeré a mi monte santo y los haré felices en mi casa de oración. Yo aceptaré en mi altar sus holocaustos y sacrificios, porque mi casa será declarada casa de oración para todos los pueblos.

8 Yo haré que vuelvan y se reúnan los que aún están en el destierro.” Esto lo afirma el Señor, que hace que vuelvan a reunirse los israelitas que estaban dispersos.

9 Venid, fieras salvajes; venid, animales del bosque, a devorar el rebaño;

10 porque los guardianes de mi pueblo están ciegos, no se dan cuenta de nada. Todos ellos son perros mudos, que no pueden ladrar; se pasan la vida echados y soñando; les encanta dormir.

11 Son perros hambrientos que nunca se hartan; son pastores que no entienden nada. Cada uno sigue su propio camino, buscando sólo sus propios intereses.

12 Dicen: “Vamos a buscar vino y licor para emborracharnos. Y hagamos mañana lo mismo que hoy, o mucho más aún.”

57

1 Los hombres honrados mueren, pero nadie se preocupa; los hombres buenos desaparecen, pero nadie entiende que, al morir, se ven libres de los males

2 y entran en la paz. Habían seguido un camino recto, y ahora descansan en sus tumbas.

3 Acercaos aquí, hijos de hechicera, nacidos de adúltero y prostituta:

4 ¿De quién os burláis? ¿A quién hacéis gestos de desprecio? ¿A quién le sacáis la lengua? Vosotros sois hijos de pecado, gente mentirosa

5 que debajo de los robles y de cualquier árbol frondoso os entregáis a actos inmorales, y sacrificáis niños junto a los arroyos, en las grietas de las rocas.

6 “Israel, tú prefieres dar culto a las piedras lisas del arroyo, pues allí tienes un lugar destinado para ti. A ellas has derramado ofrendas de vino y has ofrecido cereales. ¿Y después de todo eso voy a sentirme contento?

7 En un monte alto y empinado pusiste tu cama, y allá también has subido a ofrecer sacrificios.

8 Detrás de la puerta de tu casa pusiste tus ídolos obscenos. Te olvidaste de mí, te desnudaste y te acostaste en tu ancha cama; hiciste tratos con los hombres con quienes querías acostarte, y mirabas al ídolo.

9 “Corriste hacia el dios Mélec llevando aceite y gran cantidad de perfumes; enviaste mensajeros hasta muy lejos, los hiciste bajar hasta el reino de la muerte.

10 Te cansaste de tantos viajes, pero no reconociste que todo era inútil. Tenías a mano el sustento, y por eso no te cansabas.

11 “¿Quiénes son esos dioses que tú temías y honrabas, para que me fueras infiel y me olvidaras por completo? Cuando no me honrabas, yo callaba y disimulaba.

12 Pero voy a denunciar tu conducta, que te parece tan perfecta.

13 Cuando grites pidiendo auxilio, tus ídolos no te ayudarán ni te librarán. A todos ellos se los llevará el viento; un soplo los hará desaparecer. En cambio, el que confía en mí habitará en el país y vivirá en mi monte santo.”

14 Entonces se oirá decir: “Preparad un camino bien llano, quitad los obstáculos para que pase mi pueblo.”

15 Porque el Altísimo, el que vive para siempre y cuyo nombre es santo, dice: “Yo vivo en un lugar alto y sagrado, pero también estoy con el humilde y afligido, y le doy ánimo y aliento.

16 No estaré siempre acusando a mi pueblo ni estaré enojado todo el tiempo, pues haría que los hombres que he creado perdieran el ánimo ante mí.

17 A causa del pecado de Israel estuve enojado un tiempo, y lo castigué y me aparté de él; pero él se rebeló y se dejó llevar de sus caprichos.

18 He visto su conducta, pero lo sanaré y le daré descanso y tranquilidad completa. Consolaré a los tristes,

19 y diré a todos: ‘¡Paz a los que están lejos, y paz a los que están cerca! ¡Yo sanaré a mi pueblo!’

20 Pero los malos son como un mar agitado, que no puede calmarse y que arroja entre sus olas lodo y suciedad.

21 Para los malos no hay bienestar.” Dios lo ha dicho.

58

1 El Señor me dijo: “Grita muy fuerte, sin miedo, alza la voz como una trompeta; reprende a mi pueblo por sus culpas, al pueblo de Jacob por sus pecados.

2 Diariamente me buscan y están felices de conocer mis caminos, como si fueran un pueblo que hace el bien y que no descuida mis leyes; me piden leyes justas y se muestran felices de acercarse a mí.

3 Sin embargo dicen: ‘¿Para qué ayunar, si Dios no lo ve? ¿Para qué sacrificarnos, si él no se da cuenta?’ El día de ayuno lo dedicáis a hacer negocios y a explotar a vuestros trabajadores;

4 el día de ayuno lo pasáis en disputas y peleas y dando golpes criminales con los puños. Un día de ayuno así, no puede lograr que yo escuche vuestras oraciones.

5 ¿Creéis que el ayuno que me agrada consiste en afligirse, en agachar la cabeza como un junco y en acostarse entre ásperas ropas, sobre ceniza? ¿Eso es lo que vosotros llamáis ‘ayuno’ y ‘día agradable al Señor’?

6 Pues no lo es. El ayuno que a mí me agrada consiste en esto: en que rompas las cadenas de la injusticia y desates los nudos que aprietan el yugo; en que dejes libres a los oprimidos y acabes con toda tiranía;

7 en que compartas tu pan con el hambriento y recibas en tu casa al pobre sin techo; en que vistas al que no tiene ropa y no dejes de socorrer a tus semejantes.

8 Entonces brillará tu luz como el amanecer y tus heridas sanarán muy pronto. Tu rectitud irá delante de ti y mi gloria te seguirá.

9 Entonces, si me llamas, yo te responderé; si gritas pidiendo ayuda, yo te diré: ‘Aquí estoy.’ Si haces desaparecer toda opresión, si no insultas a otros ni les levantas calumnias,

10 si te das a ti mismo en servicio del hambriento, si ayudas al afligido en su necesidad, tu luz brillará en la oscuridad, tus sombras se convertirán en luz de mediodía.

11 Yo te guiaré continuamente, te daré comida abundante en el desierto, daré fuerza a tu cuerpo y serás como un jardín bien regado, como un manantial al que no le falta el agua.

12 Tu pueblo reconstruirá las viejas ruinas y afianzará los cimientos puestos hace siglos. Y tu pueblo será llamado ‘reparador de muros caídos’, ‘reconstructor de casa en ruinas’.

13 “Respeta el sábado; no te dediques a tus negocios en mi día santo. Considera este día como día de alegría, como día santo del Señor y digno de honor; hónralo no dedicándote a tus asuntos ni buscando tus intereses ni haciendo negocios.

14 De este modo encontrarás tu alegría en mí, y yo te llevaré en triunfo sobre las alturas del país y te haré gozar de la herencia de tu padre Jacob.” El Señor mismo lo ha dicho.

59

1 La fuerza del Señor no ha disminuido como para no poder salvar, ni se ha vuelto el Señor tan sordo como para no poder oir.

2 Pero las maldades que habéis cometido han levantado una barrera entre vosotros y Dios; vuestros pecados han hecho que él se cubra la cara y que no quiera oiros.

3 Tenéis las manos manchadas de sangre y los dedos manchados de crímenes; vuestros labios dicen mentiras; vuestra lengua emite maldad.

4 Nadie hace denuncias justas, ni va a juicio con honradez. Confían más bien en la mentira y en palabras falsas; están preñados de maldad y dan a luz el crimen.

5 Incuban huevos de víbora y tejen telarañas; el que come esos huevos, muere, y si alguien los aplasta, salen serpientes venenosas.

6 Con esas telarañas no se hacen vestidos; nadie puede vestirse con lo que ellos tejen. Sus acciones son todas criminales: sus manos trabajan para hacer violencia,

7 sus pies les sirven para correr al mal, para darse prisa a derramar sangre inocente. Sus pensamientos se dirigen al crimen, y a su paso dejan solo destrucción y ruina.

8 No conocen el camino de la paz, no hay rectitud en sus acciones. Los caminos que siguen son torcidos; los que andan por ellos no encuentran la paz.

9 Por eso la salvación se ha alejado de nosotros y nuestra liberación no se acerca; esperábamos la luz, y no hay más que oscuridad; esperábamos la claridad, y andamos en tinieblas.

10 Andamos a tientas, como ciegos junto a una pared, como si no tuviéramos ojos. En pleno mediodía tropezamos como si fuera de noche; teniendo salud, estamos como muertos.

11 Todos nosotros gruñimos como osos, gemimos como palomas; esperamos la salvación, pero no llega; esperamos la liberación, pero está lejos.

12 Te hemos ofendido mucho, y nuestros propios pecados nos acusan; tenemos presentes nuestras culpas y conocemos nuestras maldades.

13 Hemos sido rebeldes e infieles al Señor, no hemos querido seguir a nuestro Dios, hemos hablado de violencia y traición, hemos hecho planes para engañar a los demás.

14 La justicia ha sido despreciada, la rectitud se mantiene a distancia, la sinceridad tropieza en la plaza pública y la honradez no puede presentarse.

15 La sinceridad ha desaparecido, y al que se aparta del mal le roban lo que tiene. El Señor se ha disgustado al ver que no hay justicia.

16 El Señor quedó asombrado al ver que nadie ponía remedio a esto; entonces actuó con su propio poder, y él mismo obtuvo la victoria.

17 Se cubrió de triunfo como con una coraza, se puso la salvación como un casco en la cabeza, se vistió de venganza como con una túnica y se envolvió en la ira como con un manto.

18 El Señor dará a cada cual su merecido; castigará a sus enemigos. A quienes le odian, les dará lo que se merecen; aun a los que viven en los países del mar.

19 Todo el mundo, desde oriente hasta occidente, respetará al Señor al ver su majestad. Porque él vendrá como un río crecido, movido por un viento poderoso;

20 vendrá como redentor de Sión y de todos los descendientes de Jacob que se arrepientan de sus culpas. El Señor lo afirma.

21 El Señor dice: “Yo hago un pacto con vosotros, y os prometo que mi poder y las enseñanzas que os he dado no se apartarán de vosotros ni de vuestros descendientes por toda la eternidad.”

60

1 Levántate, Jerusalén, envuelta en resplandor, porque ha llegado tu luz y la gloria del Señor brilla sobre ti.

2 La oscuridad cubre la tierra, la noche envuelve a las naciones, pero el Señor brillará sobre ti y sobre ti aparecerá su gloria.

3 Las naciones vendrán a tu luz, los reyes vendrán al resplandor de tu amanecer.

4 Levanta los ojos y mira a tu alrededor: todos se reúnen y vienen a ti. Tus hijos vendrán de lejos, y a tus hijas las traerán en brazos.

5 Tú, al verlos, estarás radiante de alegría; tu corazón se llenará de gozo; te traerán los tesoros de los países del mar, te entregarán las riquezas de las naciones.

6 Te verás cubierta de caravanas de camellos que vienen de Madián y de Efá; vendrán todos los de Sabá, cargados de oro y de incienso, y proclamarán las acciones gloriosas del Señor.

7 Todos los rebaños de Quedar serán para ti; los carneros de Nebaiot estarán a tu servicio, para que los ofrezcas al Señor en su altar como ofrendas agradables, y él hará aún más bello su hermoso templo.

8 ¿Quiénes son esos que vuelan como nubes, que van como palomas a sus palomares?

9 Son barcos que vienen juntos, con las naves de Tarsis a la cabeza, trayendo de lejos a tus hijos, con su oro y su plata, en honor de tu Señor, el Dios Santo de Israel, quien te hizo gloriosa.

10 Gente extranjera reconstruirá tus murallas, y sus reyes te servirán; pues aunque en su ira el Señor te castigó, ahora en su bondad te ha tenido compasión.

11 Tus puertas estarán siempre abiertas; no se cerrarán de día ni de noche, para que puedan traerte las riquezas de las naciones y entren los reyes con su comitiva.

12 El país que no te sirva, perecerá; naciones enteras serán destruidas.

13 El Señor dice a Jerusalén: “Las riquezas del Líbano vendrán a ti: pinos, abetos y cipreses, para embellecer mi templo y dar gloria al lugar donde pongo mis pies.

14 Los hijos de los que te oprimieron vendrán a humillarse delante de ti, y todos los que te despreciaban se arrodillarán a tus pies y te llamarán ‘Ciudad del Señor’, ‘Sión del Dios Santo de Israel’.

15 Ya no estarás abandonada, odiada y sola, sino que yo te haré gloriosa eternamente, motivo de alegría para siempre.

16 Las naciones te darán sus mejores alimentos y los reyes te traerán sus riquezas; y reconocerás que yo, el Señor, soy tu salvador, que yo, el Poderoso de Jacob, soy tu redentor.

17 “En vez de bronce te daré oro; en vez de hierro, plata; en vez de madera, bronce, y en vez de piedras, hierro. Haré que la paz te gobierne y que la rectitud te dirija.

18 En tu tierra no se volverá a oir el ruido de la violencia, ni volverá a haber destrucción y ruina en tu territorio, sino que llamarás a tus murallas ‘Salvación’ y a tus puertas ‘Alabanza’.

19 “Ya no necesitarás que el sol te alumbre de día ni la luna de noche, porque yo, el Señor, seré tu luz eterna; yo, tu Dios, seré tu resplandor.

20 Tu sol no se ocultará jamás ni tu luna perderá su luz, porque yo, el Señor, seré tu luz eterna. Tus días de luto se acabarán.

21 “Todos los de tu pueblo serán gente honrada, serán dueños de su país por siempre, retoños de una planta que yo mismo he plantado, obra que he hecho con mis manos para mostrar mi gloria.

22 Este puñado tan pequeño se multiplicará por mil; este pequeño número será una gran nación. Yo soy el Señor y haré que se realice pronto, a su debido tiempo.”

61

1 El espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha consagrado; me ha enviado a dar buenas noticias a los pobres, a aliviar a los afligidos, a anunciar libertad a los presos, puertas abiertas a los encarcelados;

2 a proclamar el año favorable del Señor, el día en que nuestro Dios nos vengará de nuestros enemigos. Me ha enviado a consolar a los tristes,

3 a dar a los afligidos de Sión una corona en vez de ceniza, perfume de alegría en vez de llanto, cantos de alabanza en vez de desesperación. Los llamarán “robles victoriosos”, plantados por el Señor para mostrar su gloria.

4 Se reconstruirán las viejas ruinas, se levantarán los edificios desde hace mucho destruidos y se repararán las ciudades en ruinas.

5 Los extranjeros se pondrán a cuidar vuestros rebaños, campos y viñedos.

6 Y a vosotros os llamarán sacerdotes del Señor, siervos de nuestro Dios. Disfrutaréis de la riqueza de otras naciones y os adornaréis con su esplendor.

7 Y como mi pueblo ha tenido que sufrir doble porción de deshonra e insultos, por eso recibirá en su país doble porción de riquezas, y gozará de eterna alegría.

8 Porque el Señor ama la justicia y odia el robo y el crimen, les dará fielmente su recompensa y hará con ellos un pacto eterno.

9 Sus descendientes serán famosos entre las naciones; cuantos los vean, reconocerán que son un pueblo que el Señor ha bendecido.

10 ¡Cómo me alegro en el Señor! Me lleno de gozo en mi Dios, porque me ha brindado su salvación, ¡me ha cubierto de victoria! Soy como un novio que se pone su corona o una novia que se adorna con sus joyas.

11 Porque así como nacen las plantas de la tierra y brotan los retoños en un jardín, así hará el Señor que brote su victoria y que todas las naciones entonen cantos de alabanza.

62

1 Por amor a ti, Sión, no me quedaré callado; por amor a ti, Jerusalén, no descansaré hasta que tu victoria brille como el amanecer y tu salvación como una antorcha encendida.

2 Las naciones verán tu salvación; todos los reyes verán tu gloria. Entonces tendrás un nombre nuevo que el Señor mismo te dará.

3 Tú serás una hermosa corona real en la mano del Señor tu Dios.

4 No volverán a llamarte “Abandonada” ni a tu tierra la llamarán “Destruida”, sino que tu nombre será “Mi predilecta” y el de tu tierra “Esposa mía”. Porque tú eres la predilecta del Señor, y él será como un esposo para tu tierra.

5 Porque así como un joven se casa con su novia, así Dios te tomará por esposa, te reconstruirá y será feliz contigo, como es feliz el marido con su esposa.

6 Jerusalén, en tus murallas he puesto centinelas que de día y de noche dicen sin cesar: “Que no callen los que invocan al Señor,

7 que no lo dejen descansar hasta que haya reconstruido Jerusalén y haya hecho que todo el mundo la alabe.”

8 El Señor ha jurado alzando su poderoso brazo derecho: “Nunca más permitiré que tus enemigos se coman tu trigo ni que los extranjeros se beban el vino que es fruto de tu trabajo,

9 sino que vosotros mismos recogeréis la cosecha, la comeréis y me alabaréis a mí; y vendimiraréis las uvas, y beberéis el vino en los atrios de mi santo templo.”

10 Salid, salid por las puertas, preparad el camino para mi pueblo. Construid con cuidado la calzada y limpiadla de piedras; levantad la señal para llamar a las naciones.

11 El Señor anuncia esto hasta el extremo de la tierra: “Decidle a la ciudad de Sión que ha llegado ya su salvador. El Señor trae a su pueblo después de haberlo rescatado.”

12 A los israelitas los llamarán “El pueblo santo”, “Los liberados por el Señor”, y a Jerusalén, “La ciudad deseada”, “La ciudad no abandonada”.

63

1 –¿Quién es ese que viene de Bosrá, capital de Edom, con su ropa teñida de rojo, que viene vestido espléndidamente y camina con fuerza terrible? –Soy yo, que anuncio la victoria y soy poderoso para salvar.

2 –¿Y por qué traes rojo el vestido, como si hubieras pisado uvas con los pies?

3 –Sí, estuve pisando las uvas yo solo; nadie me ayudó. Lleno de ira pisoteé a mis enemigos, los aplasté con furor y su sangre salpicó mis vestidos y manchó toda mi ropa.

4 Yo decidí que un día tendría que hacer justicia, y que había llegado el tiempo de liberar a mi pueblo.

5 Miré, y no había quien me ayudase; quedé admirado de que nadie me apoyara. Mi brazo me dio la victoria y mi ira me sostuvo.

6 Lleno de ira aplasté a las naciones, las destruí con furor e hice correr su sangre por el suelo.

7 Quiero hablar del amor del Señor, cantar sus alabanzas por todo lo que ha hecho por nosotros, por su inmensa bondad con la familia de Israel, por lo que ha hecho en su bondad y en su gran amor.

8 Él dijo: “Ellos son mi pueblo, hijos que no habrán de traicionarme.” Y los salvó

9 de todas sus aflicciones. No fue un enviado suyo quien los salvó; fue el Señor en persona. Él los liberó por su amor y su misericordia, los levantó, los tomó en brazos. Así lo ha hecho siempre.

10 Pero se rebelaron contra el Señor y ofendieron su santidad; por eso se les volvió enemigo y les hizo la guerra.

11 Ellos se acordaron de los tiempos antiguos, de Moisés, que liberó a su pueblo, y se preguntaban: “¿Dónde está Dios, que salvó del Nilo a Moisés, pastor de su rebaño? ¿Dónde está el que puso en Moisés su santo espíritu,

12 el que hizo que su glorioso poder acompañara a Moisés, el que dividió el mar delante de su pueblo para alcanzar fama eterna,

13 el que los hizo pasar por el fondo del mar sin resbalar, como caballos por el desierto,

14 como ganado que baja a la llanura?” El espíritu del Señor los guiaba. Así condujo a su pueblo y alcanzó fama y gloria.

15 Mira, Señor, desde el cielo, desde ese lugar santo y glorioso en donde vives. ¿Dónde están tu ardiente amor y tu fuerza? ¿Dónde están tus sentimientos? ¿Se agotó tu misericordia para con nosotros?

16 ¡Tú eres nuestro padre! Aunque Abraham no nos reconozca ni Israel se acuerde de nosotros, tú, Señor, eres nuestro padre; desde siempre eres nuestro redentor.

17 ¿Por qué, Señor, haces que nos desviemos de tus caminos y endureces nuestros corazones para que no te respetemos? Cambia ya, por amor a tus siervos y a las tribus que te pertenecen.

18 ¡Qué poco tiempo tu pueblo santo fue dueño del país! Nuestros enemigos han pisoteado tu templo.

19 Estamos como si tú nunca nos hubieras gobernado, como si nunca hubiéramos llevado tu nombre.

64

1 Ojalá rasgaras el cielo y bajaras haciendo temblar con tu presencia las montañas,

2 como cuando el fuego quema las zarzas o hace hervir el agua. Entonces tus enemigos conocerían tu nombre y las naciones temblarían ante ti.

3 Cuando hiciste cosas terribles que no esperábamos, cuando bajaste, las montañas temblaron ante ti.

4 Jamás se ha escuchado ni se ha visto que haya otro dios fuera de ti que haga tales cosas en favor de los que en él confían.

5 Tú aceptas a quien hace el bien con alegría y se acuerda de hacer lo que tú quieres. Pero estás enojado porque hemos pecado; porque desde hace mucho te hemos ofendido.

6 Todos nosotros somos como un hombre impuro y todas nuestras buenas obras como un trapo sucio; todos hemos caído como hojas marchitas y nuestros crímenes nos arrastran como el viento.

7 No hay nadie que te invoque ni se esfuerce por apoyarse en ti; por eso te ocultaste de nosotros, nos has abandonado a causa de nuestra maldad.

8 Sin embargo, Señor, tú eres nuestro padre; nosotros somos el barro, tú nuestro alfarero; ¡todos fuimos hechos por ti!

9 Señor, no te enojes demasiado ni te acuerdes siempre de nuestros crímenes. ¡Mira que somos tu pueblo!

10 Tus santas ciudades están convertidas en desierto; Jerusalén está en ruinas, destruida.

11 Nuestro santuario glorioso, donde nuestros padres te alababan, quedó destruido por el fuego. ¡Todo lo que más queríamos está en ruinas!

12 Y ante todo esto, Señor, ¿no vas a hacer nada? ¿Te quedarás callado y nos humillarás hasta el extremo?

65

1 El Señor dice: “Los que no me habían pedido nada, esos acudieron a mí; los que no me habían buscado, esos me encontraron. Y a un pueblo que no me había invocado, a ese le dije: ‘Aquí estoy.’

2 Todo el día extendí mis manos para atraer a un pueblo rebelde, que iba por caminos perversos siguiendo sus propios caprichos;

3 un pueblo que en mi propia cara me ofendía continuamente, que ofrecía en los jardines sacrificios a los dioses y quemaba incienso en altares de ladrillo,

4 que se sentaba entre los sepulcros y pasaba las noches en lugares escondidos, que comía carne de cerdo y llenaba sus ollas de caldos impuros.

5 Dicen: ‘Quédate ahí, no me toques; soy demasiado sagrado para que me toques.’ Esa gente es como un fuego que arde todo el día, y me molesta como el humo en la nariz.

6 Pero todo esto está escrito delante de mí y no voy a quedarme cruzado de brazos; voy a darles su merecido,

7 tanto por sus crímenes como por los de sus padres. Ellos quemaban incienso sobre los montes y me ofendían en las colinas. Haré primero la cuenta y les daré su merecido.” El Señor lo ha dicho.

8 El Señor dice: “Cuando las uvas tienen mucho zumo la gente no las desperdicia, porque puede sacar mucho vino. Así haré yo también por amor a mis siervos: no destruiré a toda la nación.

9 Haré que Jacob tenga descendientes y que haya gente en Judá que viva en mis montañas. Mis elegidos poseerán la tierra; mis servidores vivirán allí.

10 El valle de Sarón se llenará de rebaños y en el valle de Acor pastará el ganado del pueblo que me busca.

11 Pero a vosotros, que os apartáis del Señor y os olvidáis de mi monte santo, que ofrecéis comida y vino a Gad y Mení, dioses de la fortuna,

12 mala fortuna os espera: os haré morir a filo de espada. Porque yo os llamé y no respondisteis; os hablé y no me escuchasteis; hicisteis lo que no apruebo y escogisteis lo que me disgusta.”

13 Por eso, el Señor dice: “Mis servidores tendrán comida, pero vosotros padeceréis hambre; tendrán bebida, pero vosotros padeceréis sed; se alegrarán, pero vosotros quedaréis en ridículo;

14 cantarán de alegría por el gozo de su corazón, pero vosotros gritaréis y lloraréis por aflicción y tristeza.

15 Mis elegidos usarán vuestro nombre para maldecir y desear la muerte a otros, pero a mis siervos los cambiaré de nombre.

16 Cualquiera que en el país pida una bendición, la pedirá al Dios fiel; cualquiera que en el país haga un juramento, jurará por el Dios fiel. Las aflicciones anteriores han quedado olvidadas, han desaparecido de mi vista.

17 “Mirad, yo voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva. Lo pasado quedará olvidado; nadie volverá a recordarlo.

18 Llenaos de gozo y alegría para siempre por lo que voy a crear, porque voy a crear una Jerusalén feliz y un pueblo contento que viva en ella.

19 Yo mismo me alegraré por Jerusalén y sentiré gozo por mi pueblo. En ella no se volverá a oir llanto ni gritos de angustia.

20 Allí no habrá niños que mueran a los pocos días, ni ancianos que no completen su vida. Morir a los cien años será morir joven, y no llegar a los cien años será una maldición.

21 La gente construirá casas y vivirá en ellas, plantará viñas y comerá sus uvas.

22 No sucederá que uno construya y otro viva en la casa, o que uno plante y otro se coma el fruto. Mi pueblo tendrá una vida larga, como la de un árbol; mis elegidos disfrutarán del trabajo de sus manos.

23 No trabajarán en vano ni tendrán hijos que mueran antes de tiempo, porque son descendientes de los que el Señor ha bendecido; y lo mismo será con los que de ellos desciendan.

24 Antes que me llamen, les responderé; antes que acaben de hablar, los escucharé.

25 El lobo y el cordero pacerán juntos, el león comerá hierba, como el buey, y la serpiente se alimentará de tierra. En todo mi monte santo no habrá quien haga ningún daño.” El Señor lo ha dicho.

66

1 El Señor dice: “El cielo es mi trono, y la tierra el estrado de mis pies. ¿Dónde podréis construirme una casa? ¿Dónde podréis prepararme un lugar de descanso?

2 ¡Yo mismo hice todas estas cosas, y así empezaron a existir! Yo, el Señor, lo afirmo. “El hombre en quien yo me fijo es el pobre y afligido que respeta mi palabra.

3 Pero hay quienes sacrifican un toro, y también matan a un hombre; degüellan una oveja, y también desnucan a un perro; ofrecen cereales, y también la sangre de un cerdo; queman incienso, y también adoran a un ídolo. A los que escogieron esos ritos detestables, les encanta hacer todo eso.

4 Yo también escogeré el sufrimiento para ellos, y les traeré lo que ellos tanto temen. Porque llamé y nadie me respondió, hablé y nadie me escuchó; hicieron lo que no apruebo, escogieron lo que me disgusta.”

5 Escuchad la palabra del Señor, vosotros, los que respetáis su palabra: “Algunos compatriotas vuestros que os odian y persiguen porque invocáis mi nombre, dicen: ‘Que el Señor muestre su gloria: ¡queremos veros alegres!’ Pero quedarán en ridículo.

6 Ese estruendo que viene de la ciudad, ese ruido que viene del templo, es el ruido que hace el Señor al dar su merecido a sus enemigos.

7 “Sión dio a luz en un momento, antes de sentir los dolores del parto.

8 ¿Quién ha oído algo parecido? ¿Quién ha visto algo semejante? ¿Nace una nación en un solo día? ¿Nace un pueblo en un momento? Pero cuando Sión comenzó a sentir los dolores, en seguida dio a luz a sus hijos.

9 ¿Cómo iba yo a impedir el nacimiento, si soy yo quien hace dar a luz?” El Señor tu Dios lo ha dicho.

10 “Alegraos con Jerusalén, llenaos de gozo con ella todos los que la amáis; uníos a su alegría todos los que habéis llorado por ella;

11 y ella, como una madre, os alimentará de sus consuelos hasta que estéis satisfechos.

12 Porque yo, el Señor, digo: Yo haré que la paz venga sobre ella como un río, y las riquezas de las naciones como un torrente desbordado. Ella os alimentará, os llevará en sus brazos y os acariciará sobre sus rodillas.

13 Como una madre consuela a su hijo, así os consolaré yo, y encontraréis el consuelo en Jerusalén.”

14 Cuando veáis esto, vuestro corazón se alegrará; vuestro cuerpo se renovará como la hierba. El Señor dará a conocer su poder entre sus siervos y su ira entre sus enemigos.

15 Porque el Señor llega en medio de fuego, sus carros parecen un torbellino; y va a descargar el ardor de su ira y las llamas ardientes de su castigo.

16 Sí, el Señor va a hacer el juicio con fuego, va a juzgar a todo el mundo con su espada y hará morir a muchos.

17 El Señor afirma: “Los que se consagran para un culto pagano; los que se purifican en los jardines y caminan tras uno que va en medio; los que comen carne de cerdo, de rata o de otros animales impuros, serán exterminados de una sola vez, porque yo conozco sus acciones y sus pensamientos. “Entonces vendré yo mismo a reunir a todos los pueblos y naciones, y vendrán y verán mi gloria.

18

19 Yo les daré una señal: dejaré que escapen algunos y los enviaré a las naciones: a Tarsis, a Libia, a Lidia, país donde saben manejar el arco, a Tubal, a Grecia y a los lejanos países del mar que nunca oyeron hablar de mí ni vieron mi gloria; ellos anunciarán mi gloria entre las naciones.

20 Harán venir de todas las naciones a todos vuestros compatriotas, a caballo, en carros, en literas, en mulas y en camellos. Serán una ofrenda para mí en Jerusalén, mi monte santo, como las ofrendas que en vasos limpios traen los israelitas a mi templo. Yo, el Señor, lo he dicho.

21 “A algunos de ellos los elegiré para que sean sacerdotes y levitas. Yo, el Señor, lo he dicho.”

22 También afirma el Señor: “Así como el nuevo cielo y la nueva tierra que voy a crear permanecerán para siempre, así también permanecerán tus descendientes y tu nombre.

23 Y cada mes, el día de la luna nueva, y cada semana, el sábado, todos los hombres vendrán a postrarse delante de mí. Yo, el Señor, lo he dicho.

24 “Vendrán y verán los cadáveres de los hombres que se rebelaron contra mí. Los gusanos que se los comen no morirán, y el fuego que los devora no se apagará. ¡Serán algo repugnante para toda la humanidad!”