1

1 La lista de los antepasados de Jesucristo, descendiente de David y de Abraham:

2 Abraham fue padre de Isaac, este lo fue de Jacob y este de Judá y sus hermanos.

3 Judá y Tamar fueron los padres de Fares y Zérah. Fares fue padre de Hesrón y este de Aram.

4 Aram fue padre de Aminadab, este lo fue de Nahasón y este de Salmón.

5 Salmón y Rahab fueron los padres de Booz. Booz y Rut fueron los padres de Obed. Obed fue padre de Jesé.

6 Jesé fue padre del rey David, y el rey David fue padre de Salomón, cuya madre fue la que había sido esposa de Urías.

7 Salomón fue padre de Roboam, este lo fue de Abías y este de Asá.

8 Asá fue padre de Josafat, este lo fue de Joram y este de Ozías.

9 Ozías fue padre de Jotam, este lo fue de Ahaz y este de Ezequías.

10 Ezequías fue padre de Manasés, este lo fue de Amón y este de Josías.

11 Josías fue padre de Jeconías y sus hermanos, cuando la deportación de los israelitas a Babilonia.

12 Después de la deportación a Babilonia, Jeconías fue padre de Salatiel y este de Zorobabel.

13 Zorobabel fue padre de Abihud, este lo fue de Eliaquim y este de Azor.

14 Azor fue padre de Sadoc, este lo fue de Aquim y este de Eliud.

15 Eliud fue padre de Eleazar, este lo fue de Matán y este de Jacob.

16 Jacob fue padre de José, el marido de María, y ella fue la madre de Jesús, a quien llamamos el Mesías.

17 De modo que hubo catorce generaciones desde Abraham hasta David, catorce desde David hasta la deportación de los israelitas a Babilonia y otras catorce desde la deportación a Babilonia hasta el nacimiento del Mesías.

18 El nacimiento de Jesucristo fue así: María, su madre, estaba comprometida para casarse con José; pero antes de vivir juntos se encontró encinta por el poder del Espíritu Santo.

19 José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciar públicamente a María, decidió separarse de ella en secreto.

20 Ya había pensado hacerlo así, cuando un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: “José, descendiente de David, no tengas miedo de tomar a María por esposa, porque el hijo que espera es obra del Espíritu Santo.

21 María tendrá un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús. Se llamará así porque salvará a su pueblo de sus pecados.”

22 Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había dicho por medio del profeta:

23 “La virgen quedará encinta, y tendrá un hijo al que pondrán por nombre Emanuel.” (que significa: “Dios con nosotros”).

24 Cuando José despertó, hizo lo que el ángel del Señor le había ordenado, y tomó a María por esposa.

25 Pero no hicieron vida conyugal hasta que ella dio a luz a su hijo, al que José puso por nombre Jesús.

2

1 Jesús nació en Belén, un pueblo de la región de Judea, en el tiempo en que Herodes era rey del país. Llegaron por entonces a Jerusalén unos sabios de Oriente que se dedicaban al estudio de las estrellas,

2 y preguntaron: –¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? Porque vimos su estrella en el oriente y hemos venido a adorarle.

3 El rey Herodes se inquietó mucho al oir esto, y lo mismo les sucedió a todos los habitantes de Jerusalén.

4 Mandó llamar a todos los jefes de los sacerdotes y a los maestros de la ley, y les preguntó dónde había de nacer el Mesías.

5 Ellos le respondieron: –En Belén de Judea, porque así lo escribió el profeta:

6 ‘En cuanto a ti, Belén, de la tierra de Judá, no eres la más pequeña entre las principales ciudades de Judá; porque de ti saldrá un gobernante que guiará a mi pueblo Israel.’

7 Entonces llamó Herodes en secreto a los sabios de Oriente, y se informó por ellos del tiempo exacto en que había aparecido la estrella.

8 Luego los envió a Belén y les dijo: –Id allá y averiguad cuanto podáis acerca de ese niño; y cuando lo encontréis, avisadme, para que yo también vaya a adorarlo.

9 Con estas indicaciones del rey, los sabios se fueron. Y la estrella que habían visto salir iba delante de ellos, hasta que por fin se detuvo sobre el lugar donde se hallaba el niño.

10 Al ver la estrella, los sabios se llenaron de alegría.

11 Luego entraron en la casa y vieron al niño con María, su madre. Y arrodillándose, lo adoraron. Abrieron sus cofres y le ofrecieron oro, incienso y mirra.

12 Después, advertidos en sueños de que no volvieran a donde estaba Herodes, regresaron a su tierra por otro camino.

13 Cuando ya los sabios se habían ido, un ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: “Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto. Quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo.”

14 José se levantó, tomó al niño y a su madre y salió de noche con ellos camino de Egipto,

15 donde estuvieron hasta que murió Herodes. Esto sucedió para que se cumpliese lo que el Señor había dicho por medio del profeta: “De Egipto llamé a mi hijo.”

16 Al darse cuenta Herodes de que aquellos sabios de Oriente le habían burlado, se enfureció; y calculando el tiempo por lo que ellos habían dicho, mandó matar a todos los niños menores de dos años que vivían en Belén y sus alrededores.

17 Así se cumplió lo que había dicho el profeta Jeremías:

18 “Se oyó una voz en Ramá, llantos y grandes lamentos. Era Raquel, que lloraba a sus hijos y no quería ser consolada porque ya estaban muertos.”

19 Después de la muerte de Herodes, un ángel del Señor se apareció en sueños a José, en Egipto,

20 y le dijo: “Levántate, toma al niño y a su madre y regresa a Israel, porque ya han muerto los que querían matar al niño.”

21 José se levantó, tomó al niño y a su madre y volvió a Israel.

22 Pero cuando supo que Arquelao gobernaba en Judea en lugar de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allá; y habiendo sido advertido en sueños por Dios, se dirigió a la región de Galilea.

23 Al llegar, se fue a vivir al pueblo de Nazaret. Esto sucedió para que se cumpliera lo que dijeron los profetas: que Jesús sería llamado nazareno.

3

1 Por aquel tiempo se presentó Juan el Bautista en el desierto de Judea.

2 En su proclamación decía: “¡Convertíos a Dios, porque el reino de los cielos está cerca!”

3 Juan era aquel de quien el profeta Isaías había dicho: “Una voz grita en al desierto: ‘¡Preparad el camino del Señor; abridle un camino recto!’ ”

4 Juan iba vestido de ropa hecha de pelo de camello, que se sujetaba al cuerpo con un cinturón de cuero; su comida era langostas y miel del monte.

5 Gentes de Jerusalén, de toda la región de Judea y de toda la región cercana al Jordán salían a escucharle.

6 Confesaban sus pecados y Juan los bautizaba en el río Jordán.

7 Pero viendo Juan que muchos fariseos y saduceos acudían a que los bautizara, les dijo: “¡Raza de víboras!, ¿quién os ha dicho que vais a libraros del terrible castigo que se acerca?

8 Demostrad con vuestros actos que os habéis vuelto a Dios,

9 y no os hagáis ilusiones diciéndoos: ‘Nosotros somos descendientes de Abraham’, porque os aseguro que incluso de estas piedras puede Dios sacar descendientes a Abraham.

10 Ya está el hacha lista para cortar de raíz los árboles. Todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego.

11 Yo, ciertamente, os bautizo con agua para invitaros a que os convirtáis a Dios; pero el que viene después de mí os bautizará con el Espíritu Santo y con fuego. Él es más poderoso que yo, que ni siquiera merezco llevarle las sandalias.

12 Trae la pala en la mano, y limpiará el trigo y lo separará de la paja. Guardará su trigo en el granero, pero quemará la paja en un fuego que nunca se apagará.”

13 En aquel tiempo fue Jesús desde Galilea al río Jordán, a donde estaba Juan, para que este le bautizase.

14 Al principio, Juan se resistió diciendole: –Yo tendría que ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?

15 Jesús le contestó: –Déjalo así por ahora, pues es conveniente que cumplamos todo lo que es justo delante de Dios. Entonces Juan consintió.

16 Jesús, una vez bautizado, salió del agua. En esto el cielo se abrió, y Jesús vio que el Espíritu de Dios bajaba sobre él como una paloma.

17 Y se oyó una voz del cielo, que decía: “Este es mi Hijo amado, a quien he elegido.”

4

1 Luego el Espíritu llevó a Jesús al desierto para que el diablo le pusiera a prueba.

2 Pasó cuarenta días y cuarenta noches sin comer, y después sintió hambre.

3 Se acercó el diablo a Jesús para ponerle a prueba, y le dijo: –Si de veras eres Hijo de Dios, ordena que estas piedras se conviertan en panes.

4 Pero Jesús le contestó: –La Escritura dice: ‘No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que salga de los labios de Dios.’

5 Luego el diablo lo llevó a la santa ciudad de Jerusalén, lo subió al alero del templo

6 y le dijo: –Si de veras eres Hijo de Dios, échate abajo, porque la Escritura dice: ‘Dios mandará a sus ángeles que te cuiden. Te levantarán con sus manos para que no tropieces con ninguna piedra.’

7 Jesús le contestó: –También dice la Escritura: ‘No pongas a prueba al Señor tu Dios.’

8 Finalmente el diablo le llevó a un monte muy alto, y mostrándole todos los países del mundo y su grandeza

9 le dijo: –Yo te daré todo esto, si te arrodillas y me adoras.

10 Jesús le contestó: –Vete, Satanás, porque la Escritura dice: ‘Adora al Señor tu Dios y sírvele solo a él.’

11 Entonces el diablo se apartó, y unos ángeles acudieron a servirle.

12 Cuando Jesús oyó que Juan estaba en la cárcel, se dirigió a Galilea.

13 Pero no se quedó en Nazaret, sino que se fue a vivir a Cafarnaún, a orillas del lago, en los territorios de Zabulón y de Neftalí.

14 Esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho el profeta Isaías:

15 “Tierras de Zabulón y de Neftalí, más allá del Jordán, a la orilla del mar: Galilea de los paganos.

16 El pueblo que andaba en oscuridad vio una gran luz; una luz iluminó a los que vivían en sombras de muerte.”

17 Desde estonces comenzó Jesús a proclamar: “¡Volveos a Dios, porque el reino de los cielos está cerca!”

18 Jesús paseaba por la orilla del lago de Galilea, cuando vio a dos hermanos: a Simón, también llamado Pedro, y a Andrés. Eran pescadores, y estaban echando la red al agua.

19 Jesús les dijo: –Seguidme, y yo os haré pescadores de hombres.

20 Al momento dejaron sus redes y se fueron con él.

21 Un poco más adelante vio Jesús a otros dos hermanos: Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que estaban con su padre en una barca reparando las redes. Jesús los llamó,

22 y al punto, dejando ellos la barca y a su padre, le siguieron.

23 Recorría Jesús toda Galilea enseñando en la sinagoga de cada lugar. Anunciaba la buena noticia del reino y curaba a la gente de toda clase de enfermedades y dolencias.

24 Con ello, la fama de Jesús se extendió por toda la región de Siria; así que le traían a cuantos sufrían de diferentes males, enfermedades y dolores, y a los endemoniados, a los epilépticos y a los paralíticos. Y Jesús los curaba.

25 Mucha gente de Galilea, de los pueblos de Decápolis, de Jerusalén, de Judea y de la región al oriente del Jordán, seguía a Jesús.

5

1 Al ver la multitud, Jesús subió al monte y se sentó. Sus discípulos se le acercaron,

2 y él comenzó a enseñarles diciendo:

3 “Dichosos los que reconocen su pobreza espiritual, porque suyo es el reino de los cielos.

4 “Dichosos los que sufren, porque serán consolados.

5 “Dichosos los humildes, porque heredarán la tierra que Dios les ha prometido.

6 “Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán satisfechos.

7 “Dichosos los compasivos, porque Dios tendrá compasión de ellos.

8 “Dichosos los de corazón limpio, porque verán a Dios.

9 “Dichosos los que trabajan por la paz, porque Dios los llamará hijos suyos.

10 “Dichosos los perseguidos por hacer lo que es justo, porque suyo es el reino de los cielos.

11 “Dichosos vosotros, cuando la gente os insulte y os maltrate, y cuando por causa mía digan contra vosotros toda clase de mentiras.

12 ¡Alegraos, estad contentos, porque en el cielo tenéis preparada una gran recompensa! Así persiguieron también a los profetas que vivieron antes que vosotros.

13 “Vosotros sois la sal de este mundo. Pero si la sal deja de ser salada, ¿cómo seguirá salando? Ya no sirve para nada, así que se la arroja a la calle y la gente la pisotea.

14 “Vosotros sois la luz de este mundo. Una ciudad situada en lo alto de un monte no puede ocultarse;

15 y una lámpara no se enciende para taparla con alguna vasija, sino que se la pone en alto para que alumbre a todos los que están en la casa.

16 Del mismo modo, procurad que vuestra luz brille delante de la gente, para que, viendo el bien que hacéis, alaben todos a vuestro Padre que está en el cielo.

17 “No penséis que yo he venido a poner fin a la ley de Moisés y a las enseñanzas de los profetas. No he venido a ponerles fin, sino a darles su verdadero sentido.

18 Porque os aseguro que mientras existan el cielo y la tierra no se le quitará a la ley ni un punto ni una coma, hasta que suceda lo que tenga que suceder.

19 Por eso, el que quebrante uno de los mandamientos de la ley, aunque sea el más pequeño, y no enseñe a la gente a obedecerlos, será considerado el más pequeño en el reino de los cielos. Pero el que los obedezca y enseñe a otros a hacer lo mismo, será considerado grande en el reino de los cielos.

20 Porque os digo que si no superáis a los maestros de la ley y a los fariseos en hacer lo que es justo delante de Dios, no entraréis en el reino de los cielos.

21 “Habéis oído que a vuestros antepasados se les dijo: ‘No mates, pues el que mata será condenado.’

22 Pero yo os digo que todo el que se enoje con su hermano será condenado; el que insulte a su hermano será juzgado por la Junta Suprema, y el que injurie gravemente a su hermano se hará merecedor del fuego del infierno.

23 “Así que, si al llevar tu ofrenda al altar te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti,

24 deja tu ofrenda allí mismo delante del altar y ve primero a ponerte en paz con tu hermano. Entonces podrás volver al altar y presentar tu ofrenda.

25 “Si alguien quiere llevarte a juicio, procura ponerte de acuerdo con él mientras aún estés a tiempo, para que no te entregue al juez; porque si no, el juez te entregará a los guardias y te meterán en la cárcel.

26 Te aseguro que no saldrás de allí hasta que pagues el último céntimo.

27 “Habéis oído que antes se dijo: ‘No cometas adulterio.’

28 Pero yo os digo que cualquiera que mira con codicia a una mujer ya cometió adulterio con ella en su corazón.

29 “Por tanto, si tu ojo derecho te hace caer en pecado, sácalo y échalo lejos de ti; mejor es que pierdas una sola parte del cuerpo y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno.

30 Y si tu mano derecha te hace caer en pecado, córtala y échala lejos de ti; mejor es que pierdas una sola parte del cuerpo y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno.

31 “También se dijo: ‘Cualquiera que se separe de su esposa deberá darle un certificado de separación.’

32 Pero yo os digo que todo aquel que se separa de su esposa, a no ser en caso de inmoralidad sexual, la pone en peligro de cometer adulterio. Y el que se casa con una mujer separada también comete adulterio.

33 “También habéis oído que se dijo a los antepasados: ‘No dejes de cumplir lo que hayas ofrecido bajo juramento al Señor.’

34 Pero yo os digo que no juréis por nada ni por nadie. No juréis por el cielo, porque es el trono de Dios;

35 ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey.

36 Ni siquiera juréis por vuestra propia cabeza, porque no podéis hacer que os salga blanco o negro ni un solo cabello.

37 Si decís ‘Sí’, que sea sí; y si decís ‘No’, que sea no. Lo que se aparta de esto, es malo.

38 “Habéis oído que antes se dijo: ‘Ojo por ojo y diente por diente.’

39 Pero yo os digo: No resistáis a quien os haga algún daño. Al contrario, si alguien te pega en la mejilla derecha, ofrécele también la otra.

40 Si alguien te demanda y te quiere quitar la túnica, déjale también la capa.

41 Y si alguien te obliga a llevar carga una milla, ve con él dos.

42 Al que te pida algo, dáselo; y no le vuelvas la espalda a quien te pida prestado.

43 “También habéis oído que antes se dijo: ‘Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo.’

44 Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen.

45 Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, pues él hace que su sol salga sobre malos y buenos, y envía la lluvia sobre justos e injustos.

46 Porque si amáis solamente a quienes os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¡Hasta los que cobran impuestos para Roma se portan así!

47 Y si saludáis solamente a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¡Hasta los paganos se portan así!

48 Vosotros, pues, sed perfectos, como vuestro Padre que está en el cielo es perfecto.

6

1 “No practiquéis vuestra religión delante de los demás solo para que os vean. Si hacéis eso, no obtendréis ninguna recompensa de vuestro Padre que está en el cielo.

2 “Por tanto, cuando ayudes a los necesitados no lo publiques a los cuatro vientos, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles para que la gente los elogie. Os aseguro que con eso ya tienen su recompensa.

3 Tú, por el contrario, cuando ayudes a los necesitados, no se lo cuentes ni siquiera a tu más íntimo amigo.

4 Hazlo en secreto, y tu Padre, que ve lo que haces en secreto, te dará tu recompensa.

5 “Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que la gente los vea. Os aseguro que con eso ya tienen su recompensa.

6 Pero tú, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora en secreto a tu Padre. Y tu Padre, que ve lo que haces en secreto, te dará tu recompensa.

7 “Y al orar no repitas palabras inútilmente, como hacen los paganos, que se imaginan que por su mucha palabrería Dios les hará más caso.

8 No seáis como ellos, porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis aun antes de habérselo pedido.

9 Vosotros debéis orar así: ‘Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre.

10 Venga tu reino. Hágase tu voluntad en la tierra así como se hace en el cielo.

11 Danos hoy el pan que necesitamos.

12 Perdónanos nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a quienes nos han ofendido.

13 Y no nos expongas a la tentación, sino líbranos del maligno.’

14 “Porque si vosotros perdonáis a los demás el mal que os hayan hecho, vuestro Padre que está en el cielo os perdonará también a vosotros;

15 pero si no perdonáis a los demás, tampoco vuestro Padre perdonará el mal que vosotros hacéis.

16 “Cuando ayunéis, no pongáis el gesto compungido, como los hipócritas, que aparentan aflicción para que la gente vea que están ayunando. Os aseguro que con eso ya tienen su recompensa.

17 Pero tú, cuando ayunes, lávate la cara y arréglate bien,

18 para que la gente no advierta que estás ayunando. Solamente lo sabrá tu Padre, que está a solas contigo, y él te dará tu recompensa.

19 “No acumuléis riquezas en la tierra, donde la polilla destruye y las cosas se echan a perder, y donde los ladrones entran a robar.

20 Acumulad más bien vuestras riquezas en el cielo, donde la polilla no destruye, ni las cosas se echan a perder, ni los ladrones entran a robar.

21 Porque donde esté tu riqueza, allí estará también tu corazón.

22 “Los ojos son como la lámpara del cuerpo. Si tus ojos son buenos, todo tu cuerpo será luminoso;

23 pero si tus ojos son malos, todo tu cuerpo será oscuridad. Y si la luz que hay en ti resulta ser oscuridad, ¡qué negra no será la propia oscuridad!

24 “Nadie puede servir a dos amos, porque odiará a uno y querrá al otro, o será fiel a uno y despreciará al otro. No se puede servir a Dios y al dinero.

25 “Por tanto, os digo: No estéis preocupados por lo que habéis de comer o beber para vivir, ni por la ropa con que habéis de cubrir vuestro cuerpo. ¿No vale la vida más que la comida y el cuerpo más que la ropa?

26 Mirad las aves que vuelan por el cielo: ni siembran ni siegan ni almacenan en graneros la cosecha; sin embargo, vuestro Padre que está en el cielo les da de comer. Pues bien, ¿acaso no valéis vosotros más que las aves?

27 Y de todos modos, por mucho que uno se preocupe, ¿cómo podrá prolongar su vida ni siquiera una hora?

28 “¿Y por qué estar preocupados por la ropa? Mirad cómo crecen los lirios del campo: no trabajan ni hilan.

29 Sin embargo, os digo que ni aun el rey Salomón, con todo su lujo, se vestía como uno de ellos.

30 Pues si Dios viste así a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, ¿no os vestirá con mayor razón a vosotros, gente falta de fe?

31 No estéis, pues, preocupados y preguntándoos: ‘¿Qué vamos a comer?’ o ‘¿Qué vamos a beber?’ o ‘¿Con qué nos vamos a vestir?’

32 Los que no conocen a Dios se preocupan por todas esas cosas, pero vosotros tenéis un Padre celestial que ya sabe que las necesitáis.

33 Por lo tanto, buscad primeramente el reino de los cielos y el hacer lo que es justo delante de Dios, y todas esas cosas se os darán por añadidura.

34 No estéis, pues, preocupados por el día de mañana, porque mañana ya habrá tiempo de preocuparse. A cada día le basta con sus propios problemas.

7

1 “No juzguéis a nadie, para que Dios no os juzgue a vosotros.

2 Pues Dios os juzgará de la misma manera que vosotros juzguéis a los demás; y con la misma medida con que midáis, Dios os medirá a vosotros.

3 ¿Por qué miras la paja que tu hermano tiene en su ojo y no te fijas en el tronco que tú tienes en el tuyo?

4 Y si tú tienes un tronco en el tuyo, ¿cómo podrás decirle a tu hermano: ‘Déjame sacarte la paja que tienes en el ojo’¡

5 ¡Hipócrita!, sácate primero el tronco de tu propio ojo, y así podrás ver bien para sacar la paja del ojo de tu hermano.

6 “No deis las cosas sagradas a los perros, no sea que se revuelvan contra vosotros y os hagan pedazos. Y no echéis vuestras perlas a los cerdos, para que no las pisoteen.

7 “Pedid y Dios os dará, buscad y encontraréis, llamad a la puerta y se os abrirá.

8 Porque el que pide recibe, el que busca encuentra y al que llama se le abre.

9 “¿Acaso alguno de vosotros sería capaz de darle a su hijo una piedra cuando le pide pan?

10 ¿O de darle una culebra cuando le pide un pescado?

11 Pues si vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en el cielo las dará a quienes se las pidan!

12 “Así pues, haced con los demás lo mismo que queréis que los demás hagan con vosotros. Esto es lo que mandan la ley de Moisés y los escritos de los profetas.

13 “Entrad por la puerta estrecha. Porque la puerta y el camino que conducen a la perdición son anchos y espaciosos, y muchos entran por ellos;

14 pero la puerta y el camino que conducen a la vida son estrechos y difíciles, y pocos los encuentran.

15 “¡Cuidado con los falsos profetas! Vienen a vosotros disfrazados de ovejas, pero por dentro son lobos feroces.

16 Por sus frutos los conoceréis, pues no se recogen uvas de los espinos ni higos de los cardos.

17 Así, todo árbol bueno da buen fruto; pero el árbol malo da fruto malo.

18 El árbol bueno no puede dar mal fruto, ni el árbol malo dar fruto bueno.

19 Todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego.

20 De modo que por sus frutos los conoceréis.

21 “No todos los que me dicen ‘Señor, Señor’ entrarán en el reino de los cielos, sino solo los que hacen la voluntad de mi Padre celestial.

22 Aquel día muchos me dirán: ‘Señor, Señor, nosotros hablamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros.’

23 Pero yo les contestaré: ‘Nunca os conocí. ¡Apartaos de mí, malhechores!’

24 “Todo el que oye mis palabras y hace caso a lo que digo es como un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca.

25 Vino la lluvia, crecieron los ríos y soplaron los vientos contra la casa; pero no cayó, porque tenía sus cimientos sobre la roca.

26 Pero todo el que oye mis palabras y no hace caso a lo que digo, es como un tonto que construyó su casa sobre la arena.

27 Vino la lluvia, crecieron los ríos y soplaron los vientos, y la casa se derrumbó. ¡Fue un completo desastre!”

28 Cuando Jesús acabó de hablar, la gente estaba admirada de cómo les enseñaba,

29 porque lo hacía con plena autoridad y no como sus maestros de la ley.

8

1 Cuando Jesús bajó del monte, le seguía mucha gente.

2 En esto se le acercó un hombre enfermo de lepra, que se puso de rodillas delante de él y le dijo: –Señor, si quieres, puedes limpiarme de mi enfermedad.

3 Jesús lo tocó con la mano, y dijo: –Quiero. ¡Queda limpio! Al momento, el leproso quedó limpio de su enfermedad.

4 Jesús añadió: –Mira, no se lo digas a nadie. Pero ve, preséntate al sacerdote y lleva la ofrenda ordenada por Moisés; así sabrán todos que ya estás limpio de tu enfermedad.

5 Al entrar en Cafarnaún, un centurión romano se le acercó para hacerle un ruego.

6 Le dijo: –Señor, mi asistente está en casa enfermo, paralítico, sufriendo terribles dolores.

7 Jesús le respondió: –Iré a sanarlo.

8 –Señor –le contestó el centurión–, yo no merezco que entres en mi casa. Basta que des la orden y mi asistente quedará sanado.

9 Porque yo mismo estoy bajo órdenes superiores, y a la vez tengo soldados bajo mi mando. Cuando a uno de ellos le digo que vaya, va; cuando a otro le digo que venga, viene; y cuando ordeno a mi criado que haga algo, lo hace.

10 Al oir esto, Jesús se quedó admirado y dijo a los que le seguían: –Os aseguro que no he encontrado a nadie en Israel con tanta fe como este hombre.

11 Y os digo que muchos vendrán de oriente y de occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos;

12 en cambio, los que deberían estar en el reino serán arrojados a la oscuridad de fuera. Allí llorarán y les rechinarán los dientes.

13 Luego Jesús dijo al centurión: –Vete a tu casa y que se haga tal como has creído. En aquel mismo momento, el criado quedó sanado.

14 Jesús fue a casa de Pedro, donde encontró a la suegra de este en cama, con fiebre.

15 Le tocó Jesús la mano y la fiebre desapareció. Luego se levantó y se puso a atenderlos.

16 Al anochecer llevaron a Jesús muchas personas endemoniadas. Con una sola palabra expulsó a los espíritus malos, y también curó a todos los enfermos.

17 Esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho el profeta Isaías: “Él tomó nuestras debilidades y cargó con nuestras enfermedades.”

18 Jesús, viéndose rodeado por la multitud, ordenó pasar a la otra orilla del lago.

19 Se le acercó entonces un maestro de la ley, que le dijo: –Maestro, deseo seguirte adondequiera que vayas.

20 Jesús le contestó: –Las zorras tienen cuevas, y las aves, nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde recostar la cabeza.

21 Otro, que era uno de sus discípulos, le dijo: –Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre.

22 Jesús le contestó: –Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos.

23 Jesús subió a la barca, y sus discípulos le acompañaron.

24 De pronto se desató sobre el lago una tempestad tan fuerte que las olas cubrían la barca. Pero Jesús se había dormido.

25 Sus discípulos fueron a despertarle, diciendo: –¡Señor, sálvanos! ¡Nos estamos hundiendo!

26 Él les contestó: –¿Por qué tanto miedo? ¡Qué poca es vuestra fe! Dicho esto se levantó, dio una orden al viento y al mar, y todo quedó completamente en calma.

27 Ellos, asombrados, se preguntaban: –¿Quién es este, que hasta los vientos y el mar le obedecen?

28 Cuando llegó Jesús a la otra orilla del lago, a la tierra de Gadara, salieron dos endemoniados de entre las tumbas y se acercaron a él. Eran tan feroces que nadie podía pasar por aquel camino.

29 Y se pusieron a gritar: –¡No te metas con nosotros, Jesús, Hijo de Dios! ¿Has venido aquí para atormentarnos antes de tiempo?

30 A cierta distancia estaba comiendo una gran piara de cerdos,

31 y los demonios rogaron a Jesús: –Si nos expulsas, déjanos entrar en aquellos cerdos.

32 –Id –les dijo Jesús. Los demonios salieron de los hombres y entraron en los cerdos, y al momento todos los cerdos echaron a correr pendiente abajo hasta el lago, y se ahogaron.

33 Los que cuidaban de los cerdos salieron huyendo, y al llegar al pueblo contaron lo sucedido, todo lo que había pasado con los endemoniados.

34 Entonces salieron los del pueblo al encuentro de Jesús, y al verle le rogaron que se fuera de aquellos lugares.

9

1 Después de esto, Jesús subió a una barca, pasó al otro lado del lago y llegó a su propio pueblo.

2 Allí le llevaron un paralítico acostado en una camilla; y al ver Jesús la fe de aquella gente, dijo al enfermo: –Ánimo, hijo, tus pecados quedan perdonados.

3 Algunos maestros de la ley pensaron: “Lo que este dice es una ofensa contra Dios.”

4 Pero como Jesús sabía lo que estaban pensando, les preguntó: – ¿Por qué tenéis tan malos pensamientos?

5 ¿Qué es más fácil, decir: ‘Tus pecados quedan perdonados’, o decir: ‘Levántate y anda’?

6 Pues voy a demostraros que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar pecados. Entonces dijo al paralítico: –Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.

7 El paralítico se levantó y se fue a su casa.

8 Al ver esto, la gente tuvo miedo y alabó a Dios por haber dado tal poder a los hombres.

9 Al salir Jesús de allí, vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado en el lugar donde cobraba los impuestos para Roma. Jesús le dijo: –Sígueme. Mateo se levantó y le siguió.

10 Sucedió que Jesús estaba comiendo en la casa, y muchos cobradores de impuestos, y otra gente de mala fama, llegaron y se sentaron también a la mesa con Jesús y sus discípulos.

11 Al ver esto, los fariseos preguntaron a los discípulos: –¿Cómo es que vuestro maestro come con los cobradores de impuestos y los pecadores?

12 Jesús los oyó y les dijo: –Los que gozan de buena salud no necesitan médico, sino los enfermos.

13 Id y aprended qué significan estas palabras de la Escritura: ‘Quiero que seáis compasivos, y no que me ofrezcáis sacrificios.’ Pues yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.

14 Los seguidores de Juan el Bautista se acercaron a Jesús y le preguntaron: –Nosotros y los fariseos ayunamos con frecuencia: ¿Por qué tus discípulos no ayunan?

15 Jesús les contestó: – ¿Acaso pueden estar tristes los invitados a una boda mientras el novio está con ellos? Pero llegará el momento en que se lleven al novio, y entonces ayunarán.

16 “Nadie remienda un vestido viejo con un trozo de tela nueva, porque lo nuevo encoge y tira del vestido viejo, y el desgarrón se hace mayor.

17 Tampoco se echa vino nuevo en odres viejos, porque los odres revientan, y tanto el vino como los odres se pierden. Por eso hay que echar el vino nuevo en odres nuevos, para que se conserven ambas cosas.”

18 Mientras Jesús les estaba hablando, llegó un jefe de los judíos, se arrodilló ante él y le dijo: –Mi hija acaba de morir, pero si tú vienes y pones tu mano sobre ella, volverá a la vida.

19 Jesús se levantó, y acompañado de sus discípulos se fue con él.

20 Entonces una mujer que desde hacía doce años estaba enferma, con hemorragias, se acercó a Jesús por detrás y tocó el borde de su capa.

21 Porque pensaba: “Con solo tocar su capa quedaré sana.”

22 Pero Jesús, volviéndose, vio a la mujer y le dijo: –Ánimo, hija, por tu fe has quedado sanada. Y desde aquel momento quedó sana.

23 Cuando Jesús llegó a casa del jefe de los judíos, y vio a los músicos que estaban preparados para el entierro y a la gente que lloraba a gritos,

24 les dijo: –Salid de aquí. La muchacha no está muerta, sino dormida. La gente se burlaba de Jesús,

25 pero él los hizo salir; luego entró, tomó de la mano a la muchacha y ella se levantó.

26 Y por toda aquella región corrió la noticia de lo sucedido.

27 Al salir Jesús de allí, dos ciegos le siguieron, gritando: –¡Ten compasión de nosotros, Hijo de David!

28 Cuando entró en la casa, los ciegos se le acercaron. Él les preguntó: – ¿Creéis que puedo hacer esto? –Sí, Señor –le contestaron.

29 Entonces Jesús les tocó los ojos y les dijo: –Hágase conforme a la fe que tenéis.

30 Y recobraron la vista. Jesús les advirtió severamente: –Procurad que nadie lo sepa.

31 Pero en cuanto salieron, contaron por toda aquella región lo que Jesús había hecho.

32 Mientras los ciegos salían, algunas personas trajeron a Jesús un mudo que estaba endemoniado.

33 Jesús expulsó al demonio, y en seguida el mudo comenzó a hablar. La gente, asombrada, decía: –¡Nunca se ha visto cosa igual en Israel!

34 Pero los fariseos decían: –El propio jefe de los demonios es quien ha dado a este el poder de expulsarlos.

35 Jesús recorría todos los pueblos y aldeas enseñando en las sinagogas de cada lugar. Anunciaba la buena noticia del reino y curaba toda clase de enfermedades y dolencias.

36 Viendo a la gente, sentía compasión, porque estaban angustiados y desvalidos como ovejas que no tienen pastor.

37 Dijo entonces a sus discípulos: –Ciertamente la mies es mucha, pero los obreros son pocos.

38 Por eso, pedid al Dueño de la mies que mande obreros a recogerla.

10

1 Jesús llamó a sus doce discípulos y les dio autoridad para expulsar a los espíritus impuros y para curar toda clase de enfermedades y dolencias.

2 Estos son los nombres de los doce apóstoles: primero Simón, llamado también Pedro, y su hermano Andrés; Santiago y su hermano Juan, hijos de Zebedeo;

3 Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el que cobraba impuestos para Roma; Santiago, hijo de Alfeo, y Tadeo;

4 Simón el cananeo, y Judas Iscariote, el que traicionó a Jesús.

5 Jesús envió a estos doce con las siguientes instrucciones: –No os dirijáis a las regiones de los paganos ni entréis en los pueblos de Samaria;

6 id más bien a las ovejas perdidas del pueblo de Israel.

7 Id y anunciad que el reino de los cielos está cerca.

8 Sanad a los enfermos, resucitad a los muertos, limpiad de su enfermedad a los leprosos y expulsad a los demonios. Gratis habéis recibido este poder: dadlo gratis.

9 “No llevéis oro ni plata ni cobre

10 ni provisiones para el camino. No llevéis ropa de repuesto ni sandalias ni bastón, pues el obrero tiene derecho a su sustento.

11 “Cuando lleguéis a un pueblo o aldea, buscad a alguien digno de confianza y quedaos en su casa hasta que salgáis de allí.

12 Al entrar en la casa, saludad a los que viven en ella.

13 Si la gente de la casa lo merece, la paz de vuestro saludo quedará en ella; si no lo merece, volverá a vosotros.

14 Y si no os reciben ni quieren escucharos, salid de la casa o del pueblo y sacudíos el polvo de los pies.

15 Os aseguro que en el día del juicio el castigo de ese pueblo será más duro que el de los habitantes de la región de Sodoma y Gomorra.

16 “Ved que os envío como a ovejas en medio de lobos. Sed, pues, astutos como serpientes, aunque también sencillos como palomas.

17 Tened cuidado, porque os entregarán a las autoridades, os golpearán en las sinagogas

18 y hasta os conducirán ante gobernadores y reyes por causa mía; así podréis dar testimonio de mí ante ellos y ante los paganos.

19 Pero cuando os entreguen a las autoridades, no os preocupéis por lo que habéis de decir o por cómo decirlo, porque en aquel momento os dará Dios las palabras.

20 No seréis vosotros quienes habléis, sino que el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros.

21 “Los hermanos entregarán a la muerte a sus hermanos, y los padres a sus hijos; y los hijos se levantarán contra sus padres, y los matarán.

22 Todo el mundo os odiará por causa mía, pero el que permanezca firme hasta el fin, será salvo.

23 Cuando os persigan en una ciudad huid a otra, pues os aseguro que el Hijo del hombre vendrá antes que hayáis recorrido todas las ciudades de Israel.

24 “Ningún discípulo es más que su maestro y ningún criado es más que su amo.

25 El discípulo debe conformarse con llegar a ser como su maestro, y el criado, como su amo. Si al jefe de la casa llaman Beelzebú, ¿cómo llamarán a los miembros de su familia?

26 “No tengáis, pues, miedo a la gente. Porque nada hay secreto que no llegue a descubrirse ni nada oculto que no llegue a conocerse.

27 Lo que os digo en la oscuridad, decidlo a la luz del día; lo que os digo en secreto, proclamadlo desde las azoteas de las casas.

28 No tengáis miedo a quienes pueden matar el cuerpo, pero no pueden matar el alma; temed más bien a aquel que puede destruir el cuerpo y el alma en el infierno.

29 “¿No se venden dos pajarillos por una pequeña moneda? Sin embargo, ni uno de ellos cae a tierra sin que vuestro Padre lo permita.

30 En cuanto a vosotros, hasta los cabellos de la cabeza los tenéis contados uno por uno.

31 Así que no tengáis miedo: vosotros valéis más que muchos pajarillos.

32 “Si alguien se declara a favor mío delante de los hombres, también yo me declararé a favor suyo delante de mi Padre que está en el cielo;

33 pero al que me niegue delante de los hombres, también yo le negaré delante de mi Padre que está en el cielo.

34 “No penséis que yo he venido a traer paz al mundo: no he venido a traer paz, sino guerra.

35 He venido a causar discordia: a poner al hombre contra su padre, a la hija contra su madre y a la nuera contra su suegra;

36 de modo que los enemigos de uno serán sus propios familiares.

37 “El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí;

38 y el que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí.

39 El que trate de salvar su vida, la perderá; en cambio, el que pierda su vida por causa mía, la salvará.

40 “El que os recibe a vosotros, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió.

41 El que recibe a un profeta por ser profeta, recibirá la recompensa que merece un profeta; y el que recibe a un justo por ser justo, recibirá la recompensa que merece un justo.

42 Y cualquiera que dé aunque solo sea un vaso de agua fresca al más humilde de mis discípulos por ser mi discípulo, os aseguro que no quedará sin recompensa.”

11

1 Cuando Jesús terminó de dar instrucciones a sus doce discípulos, se fue de allí a enseñar y anunciar el mensaje en los pueblos de aquella región.

2 Juan, en la cárcel, oyó hablar de lo que Cristo estaba haciendo, y envió algunos de sus seguidores

3 a preguntarle si él era quien había de venir o si debían esperar a otro.

4 Jesús les contestó: “Id y contadle a Juan lo que estáis viendo y oyendo:

5 los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios de su enfermedad, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la buena noticia.

6 ¡Y dichoso aquel que no pierde su confianza en mí!”

7 Cuando se fueron, Jesús comenzó a hablar a la gente acerca de Juan, diciendo: “¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿Una caña sacudida por el viento?

8 Y si no, ¿qué salisteis a ver? ¿Un hombre lujosamente vestido? Los que se visten lujosamente están en las casas de los reyes.

9 En fin, ¿a qué salisteis? ¿A ver a un profeta? Sí, verdaderamente, y a uno que es mucho más que profeta.

10 Juan es aquel de quien dice la Escritura: ‘Yo envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino.’

11 Os aseguro que, entre todos los hombres, ninguno ha sido más grande que Juan el Bautista; sin embargo, el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él.

12 “Desde que vino Juan el Bautista hasta ahora, al reino de los cielos se le hace violencia, y los violentos pretenden acabar con él.

13 Todos los profetas y la ley de Moisés anunciaron el reino hasta que vino Juan.

14 Y, si queréis creerlo, Juan es el profeta Elías, que había de volver.

15 Los que tienen oídos, oigan.

16 “¿A qué compararé la gente de este tiempo? Es comparable a los niños que se sientan a jugar en las plazas y gritan a sus compañeros:

17 ‘Tocamos la flauta, y no bailasteis; cantamos canciones tristes, y no llorasteis.’

18 Porque vino Juan, que ni come ni bebe, y dicen que tiene un demonio.

19 Luego ha venido el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen que es glotón y bebedor, amigo de gente de mala fama y de los que cobran impuestos para Roma. Pero la sabiduría de Dios se demuestra por sus resultados.”

20 Entonces comenzó Jesús a reprender a los pueblos donde había hecho la mayor parte de sus milagros, porque la gente no se había convertido a Dios. Decía Jesús:

21 “¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho entre vosotras, ya hace tiempo que su gente se habría convertido a Dios, cubierta de ropas ásperas y de ceniza.

22 Por eso os digo que, en el día del juicio, vuestro castigo será más duro que el de la gente de Tiro y Sidón.

23 Y tú, Cafarnaún, ¿crees que van a levantarte hasta el cielo? ¿Hasta lo más hondo del abismo serás arrojada! Porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que se han hecho en ti, esa ciudad habría permanecido hasta el día de hoy.

24 Por eso te digo que, en el día del juicio, tu castigo será más duro que el de los habitantes de la región de Sodoma.”

25 Por aquel tiempo, Jesús dijo: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has mostrado a los sencillos las cosas que ocultaste a los sabios y entendidos.

26 Sí, Padre, porque así lo has querido.

27 “Mi Padre me ha entregado todas las cosas. Nadie conoce realmente al Hijo, sino el Padre; y nadie conoce realmente al Padre, sino el Hijo y aquellos a quienes el Hijo quiera darlo a conocer.

28 Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os haré descansar.

29 Aceptad el yugo que os impongo, y aprended de mí, que soy paciente y de corazón humilde; así encontraréis descanso.

30 Porque el yugo y la carga que yo os impongo son ligeros.”

12

1 Por aquel tiempo, Jesús caminaba un sábado entre los sembrados. Sus discípulos sintieron hambre y comenzaron a arrancar espigas y a comer los granos.

2 Los fariseos, al verlo, dijeron a Jesús: –Mira, tus discípulos hacen algo que no está permitido en sábado.

3 Él les contestó: – ¿No habéis leído lo que hizo David en una ocasión en que él y sus compañeros tuvieron hambre?

4 Entró en la casa de Dios y comió los panes consagrados, que no les estaba permitido comer ni a él ni a sus compañeros, sino solamente a los sacerdotes.

5 ¿O no habéis leído en la ley de Moisés que los sacerdotes en el templo no cometen pecado por trabajar los sábados?

6 Pues os digo que aquí hay algo más importante que el templo.

7 Vosotros no habéis entendido qué significan estas palabras de la Escritura: ‘Quiero que seáis compasivos, y no que me ofrezcáis sacrificios.’ Si lo hubierais entendido, no condenaríais a quienes no han cometido falta alguna.

8 Pues bien, el Hijo del hombre tiene autoridad sobre el sábado.

9 Jesús siguió su camino y entró en la sinagoga del lugar,

10 donde había un hombre que tenía una mano tullida; y unos que andaban buscando pretextos para acusar a Jesús, le preguntaron: – ¿Está permitido curar a un enfermo en sábado?

11 Jesús les contestó: – ¿Quién de vosotros, si tiene una oveja y se le cae en sábado a un pozo, no va a sacarla?

12 Pues ¿cuánto más vale un hombre que una oveja! Por lo tanto, sí está permitido hacer el bien en sábado.

13 Entonces dijo a aquel hombre: –Extiende la mano. El hombre la extendió, y le quedó tan sana como la otra.

14 Sin embargo, los fariseos, al salir, comenzaron a hacer planes para matar a Jesús.

15 Jesús, al saberlo, se marchó de allí; mucha gente le seguía, y él sanaba a todos los enfermos,

16 pero les ordenaba que no hablaran de él públicamente.

17 Esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el profeta Isaías:

18 “Este es mi siervo, a quien he escogido; mi amado, en quien me deleito. Pondré sobre él mi Espíritu y proclamará justicia a las naciones.

19 No disputará ni gritará; nadie oirá su voz en las calles.

20 No romperá la caña quebrada ni apagará el pábilo que humea, hasta que haga triunfar la justicia.

21 Y las naciones pondrán en él su esperanza.”

22 Llevaron a Jesús un hombre endemoniado, que estaba ciego y mudo, y Jesús le devolvió la vista y el habla.

23 Todos se preguntaban asombrados: – ¿Será este el Hijo de David?

24 Al oirlo, los fariseos dijeron: –Beelzebú, el jefe de los demonios, es quien ha dado a este hombre el poder de expulsarlos.

25 Jesús, que sabía lo que estaban pensando, les dijo: “Toda nación dividida en bandos enemigos se destruye a sí misma, y una ciudad o una casa dividida en bandos no puede mantenerse.

26 Por lo tanto, si Satanás expulsa a Satanás, contra sí mismo se ha dividido. ¿Cómo, pues, mantendrá su poder?

27 Vosotros decís que yo expulso a los demonios por el poder de Beelzebú; pero si es así, ¿quién da a vuestros seguidores el poder para expulsarlos? Por eso, ellos mismos demuestran que estáis equivocados.

28 Pero si yo expulso a los demonios por el poder del Espíritu de Dios, es que el reino de Dios ya ha llegado a vosotros.

29 “¿Cómo podrá entrar alguien en la casa de un hombre fuerte y robarle sus bienes, si antes no lo ata? Solamente así podrá robárselos.

30 “El que no está conmigo, está contra mí; y el que conmigo no recoge, desparrama.

31 “Por eso os digo que Dios perdonará a los hombres todos los pecados y todo lo malo que digan, pero no les perdonará que con sus palabras ofendan al Espíritu Santo.

32 Dios perdonará incluso a aquel que diga algo contra el Hijo del hombre; pero a quien hable contra el Espíritu Santo no le perdonará ni en este mundo ni en el venidero.

33 “O dais por bueno el árbol y por bueno el fruto, o dais por malo el árbol y por malo el fruto, pues por el fruto se conoce el árbol.

34 ¡Raza de víboras!, ¿cómo podéis decir cosas buenas, si sois malos? ¡De lo que rebosa el corazón, habla la boca!

35 El hombre bueno dice cosas buenas porque el bien está en él, y el hombre malo dice cosas malas porque el mal está en él.

36 Y yo os digo que en el día del juicio todos tendrán que dar cuenta de cualquier palabra inútil que hayan pronunciado.

37 Pues por tus palabras serás juzgado, y por tus palabras serás declarado inocente o culpable.”

38 Algunos de los fariseos y maestros de la ley dijeron entonces a Jesús: –Maestro, queremos verte hacer alguna señal milagrosa.

39 Jesús les contestó: –Esta gente malvada e infiel pide una señal milagrosa, pero no se le dará más señal que la del profeta Jonás.

40 Porque así como Jonás estuvo tres días y tres noches en el vientre del gran pez, así también el Hijo del hombre estará tres días y tres noches dentro de la tierra.

41 Los habitantes de Nínive se levantarán en el día del juicio, cuando se juzgue a la gente de este tiempo, y la condenarán; porque los de Nínive se convirtieron a Dios cuando oyeron el mensaje de Jonás, y lo que hay aquí es más que Jonás.

42 También en el día del juicio, cuando se juzgue a la gente de este tiempo, la reina del Sur se levantará y la condenará; porque ella vino de lo más lejano de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y lo que hay aquí es más que Salomón.

43 “Cuando un espíritu impuro sale de un hombre, anda por lugares desiertos en busca de descanso; y, si no lo encuentra,

44 piensa: ‘Me volveré a mi casa, de donde salí.’ Al llegar, encuentra la casa desocupada, barrida y arreglada.

45 Entonces va y reúne otros siete espíritus peores que él, y todos juntos se meten a vivir en aquel hombre, que al final queda peor que al principio. Eso mismo le va a suceder a esta gente malvada.”

46 Todavía estaba Jesús hablando a la gente, cuando acudieron su madre y sus hermanos, que querían hablar con él. Como se quedaron fuera,

47 alguien avisó a Jesús: –Tu madre y tus hermanos están ahí fuera, y quieren hablar contigo.

48 Pero él contestó al que le llevó el aviso: – ¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?

49 Y señalando a sus discípulos, añadió: –Estos son mi madre y mis hermanos.

50 Porque todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre.

13

1 Aquel mismo día salió Jesús de casa y fue a sentarse a la orilla del lago.

2 Como se reunió mucha gente, subió Jesús en una barca y se sentó, mientras la gente se quedaba en la orilla.

3 Y se puso a hablarles de muchas cosas por medio de parábolas. Les dijo: “Un sembrador salió a sembrar.

4 Y al sembrar, una parte de la semilla cayó en el camino, y llegaron las aves y se la comieron.

5 Otra parte cayó entre las piedras, donde no había mucha tierra; aquella semilla brotó pronto, porque la tierra no era profunda;

6 pero el sol, al salir, la quemó, y como no tenía raíz, se secó.

7 Otra parte cayó entre espinos, y los espinos crecieron y la ahogaron.

8 Pero otra parte cayó en buena tierra y dio una buena cosecha: unas espigas dieron cien granos por semilla, otras dieron sesenta y otras treinta.

9 Los que tienen oídos, oigan.”

10 Los discípulos se acercaron a Jesús, y le preguntaron por qué hablaba a la gente por medio de parábolas.

11 Jesús les contestó: “A vosotros, Dios os da a conocer los secretos de su reino; pero a ellos no.

12 Pues al que tiene, se le dará más y tendrá de sobra; pero al que no tiene, hasta lo que tiene se le quitará.

13 Por eso les hablo por medio de parábolas; porque ellos miran, pero no ven; escuchan, pero no oyen ni entienden.

14 En ellos se cumple lo que dijo el profeta Isaías: ‘Por mucho que escuchéis, no entenderéis; por mucho que miréis, no veréis.

15 Pues la mente de este pueblo está embotada: son duros de oído y han cerrado sus ojos, para no ver ni oir, para no entender ni volverse a mí y que yo los sane.’

16 “Pero dichosos vosotros, porque tenéis ojos que ven y oídos que oyen.

17 Os aseguro que muchos profetas y gente buena desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; desearon oir lo que vosotros oís, y no lo oyeron.

18 “Oíd, pues, lo que significa la parábola del sembrador:

19 Los que oyen el mensaje del reino y no lo entienden, son como la semilla que cayó en el camino; viene el maligno y les quita el mensaje sembrado en su corazón.

20 La semilla que cayó entre las piedras representa a los que oyen el mensaje y al pronto lo reciben con gusto,

21 pero, como no tienen raíces, no pueden permanecer firmes: cuando por causa del mensaje sufren pruebas o persecución, fracasan en su fe.

22 La semilla sembrada entre espinos representa a los que oyen el mensaje, pero los negocios de este mundo les preocupan demasiado y el amor a las riquezas los engaña: todo eso ahoga el mensaje y no le deja dar fruto en ellos.

23 Pero la semilla sembrada en buena tierra representa a los que oyen el mensaje y lo entienden, y dan una buena cosecha: son como las espigas que dieron cien, sesenta o treinta granos por semilla.”

24 Jesús les contó esta otra parábola: “El reino de los cielos puede compararse a un hombre que sembró buena semilla en su campo;

25 pero mientras todos estaban durmiendo, llegó un enemigo que sembró mala hierba entre el trigo, y se fue.

26 Cuando creció el trigo y se formó la espiga, apareció también la mala hierba.

27 Entonces los labradores fueron a decirle al dueño: ‘Señor, si la semilla que sembraste en el campo era buena, ¿cómo es que ha salido mala hierba?’

28 El dueño les dijo: ‘Un enemigo ha hecho esto.’ Los labradores le preguntaron: ‘¿Quieres que vayamos a arrancar la mala hierba?’

29 Pero él les dijo: ‘No, porque al arrancar la mala hierba podéis arrancar también el trigo.

30 Es mejor dejarlos crecer juntos, hasta la siega; entonces mandaré a los segadores a recoger primero la mala hierba y atarla en manojos, para quemarla, y que luego guarden el trigo en mi granero.’ ”

31 Jesús les contó también esta parábola: “El reino de los cielos se puede comparar a una semilla de mostaza que un hombre siembra en su campo.

32 Es sin duda la más pequeña de todas las semillas, pero cuando ha crecido es más grande que las otras plantas del huerto; llega a hacerse como un árbol entre cuyas ramas van a anidar los pájaros.”

33 También les contó esta parábola: “El reino de los cielos se puede comparar a la levadura que una mujer mezcla con tres medidas de harina para que toda la masa fermente.”

34 Jesús habló de todo esto a la gente por medio de parábolas, y sin parábolas no les hablaba,

35 para que se cumpliera lo que había dicho el profeta: “Hablaré por medio de parábolas; diré cosas que han estado en secreto desde la creación del mundo.”

36 Jesús despidió a la gente y entró en la casa. Sus discípulos se acercaron a él y le pidieron que les explicase la parábola de la mala hierba en el campo.

37 Él les repondió: “El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre,

38 y el campo es el mundo. La buena semilla representa a los que son del reino; la mala hierba, a los que son del maligno;

39 y el enemigo que sembró la mala hierba es el diablo. La siega representa el fin del mundo, y los segadores son los ángeles.

40 Así como se recoge la mala hierba y se la quema en una hoguera, así sucederá al fin del mundo.

41 El Hijo del hombre mandará sus ángeles a recoger de su reino a todos los que hacen pecar a otros y a los que practican el mal.

42 Los arrojarán al horno encendido, donde llorarán y les rechinarán los dientes.

43 Entonces, aquellos que cumplen lo ordenado por Dios brillarán como el sol en el reino de su Padre. Los que tienen oídos, oigan.

44 “El reino de los cielos se puede comparar a un tesoro escondido en un campo. Un hombre encuentra el tesoro, y vuelve a esconderlo allí mismo; lleno de alegría, va, vende todo lo que posee y compra aquel campo.

45 “También se puede comparar el reino de los cielos a un comerciante que anda buscando perlas finas;

46 cuando encuentra una de gran valor, va, vende todo lo que posee y compra la perla.

47 “Puede compararse también el reino de los cielos a una red echada al mar, que recoge toda clase de peces.

48 Cuando la red está llena, los pescadores la arrastran a la orilla y se sientan a escoger los peces: ponen los buenos en canastas y tiran los malos.

49 Así sucederá al fin del mundo: saldrán los ángeles a separar a los malos de los buenos,

50 y arrojarán a los malos al horno encendido, donde llorarán y les rechinarán los dientes.”

51 Jesús preguntó: – ¿Entendéis todo esto? –Sí, Señor –contestaron ellos.

52 Entonces Jesús añadió: –Cuando un maestro de la ley está instruido acerca del reino de los cielos, se parece a un padre de familia que de lo que tiene guardado saca cosas nuevas y cosas viejas.

53 Cuando Jesús terminó de contar estas parábolas se fue de allí

54 y llegó a su propia tierra, donde comenzó a enseñar en la sinagoga del lugar. La gente, admirada, decía: – ¿De dónde ha sacado este todo lo que sabe? ¿Cómo puede hacer tales milagros?

55 ¿No es este el hijo del carpintero? Y su madre, ¿no es María? ¿No son sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas,

56 y no viven sus hermanas también aquí, entre nosotros? ¿De dónde ha sacado todo esto?

57 Y no quisieron hacerle caso. Por eso, Jesús les dijo: –En todas partes se honra a un profeta, menos en su propia tierra y en su propia casa.

58 Y no hizo allí muchos milagros, porque aquella gente no creía en él.

14

1 Por aquel mismo tiempo, Herodes, que gobernaba en Galilea, oyó hablar de Jesús

2 y dijo a los que tenía a su servicio: –Ese es Juan el Bautista. Ha resucitado, y por eso tiene poderes milagrosos.

3 Es que Herodes había hecho apresar a Juan, y lo había encadenado en la cárcel. Fue a causa de Herodías, esposa de su hermano Filipo,

4 pues Juan decía a Herodes: –No puedes tenerla por mujer.

5 Herodes quería matar a Juan, pero temía a la gente, porque todos tenían a Juan por profeta.

6 En el cumpleaños de Herodes, la hija de Herodías salió a bailar delante de los invitados, y le gustó tanto a Herodes

7 que prometió bajo juramento darle cualquier cosa que le pidiera.

8 Ella entonces, aconsejada por su madre, le dijo: –Dame en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista.

9 Esto entristeció al rey Herodes, pero como había hecho un juramento en presencia de sus invitados, mandó que se la dieran.

10 Envió, pues, a que cortaran la cabeza a Juan en la cárcel.

11 Luego la pusieron en una bandeja y se la dieron a la muchacha, y ella se la llevó a su madre.

12 Más tarde llegaron los seguidores de Juan, que tomaron el cuerpo y lo enterraron. Después fueron y dieron la noticia a Jesús.

13 Cuando Jesús recibió aquella noticia, se fue de allí, él solo, en una barca, a un lugar apartado. Pero la gente, al saberlo, salió de los pueblos para seguirle por tierra.

14 Al bajar Jesús de la barca, viendo a la multitud, sintió compasión de ellos y sanó a los que estaban enfermos.

15 Como se hacía de noche, los discípulos se acercaron a él y le dijeron: –Ya es tarde y este es un lugar solitario. Despide a la gente, para que vayan a las aldeas y se compren comida.

16 Jesús les contestó: –No es necesario que vayan. Dadles vosotros de comer.

17 Respondieron: –No tenemos aquí más que cinco panes y dos peces.

18 Jesús les dijo: –Traédmelos.

19 Mandó entonces a la multitud que se recostara sobre la hierba. Luego tomó en sus manos los cinco panes y los dos peces y, mirando al cielo, dio gracias a Dios, partió los panes, se los dio a los discípulos y ellos los repartieron entre la gente.

20 Todos comieron hasta quedar satisfechos, y todavía llenaron doce canastas con los trozos sobrantes.

21 Los que comieron eran unos cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños.

22 Después de esto, Jesús hizo subir a sus discípulos a la barca, para que llegasen antes que él a la otra orilla del lago, mientras él despedía a la gente.

23 Cuando ya la hubo despedido, subió Jesús al monte para orar a solas, y al llegar la noche aún seguía allí él solo.

24 Entre tanto, la barca se había alejado mucho de tierra firme y era azotada por las olas, porque tenía el viento en contra.

25 De madrugada, Jesús fue hacia ellos andando sobre el agua.

26 Los discípulos, al verle andar sobre el agua, se asustaron y gritaron llenos de miedo: –¡Es un fantasma!

27 Pero Jesús les habló, diciéndoles: –¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!

28 Pedro le respondió: –Señor, si eres tú, mándame ir a ti andando sobre el agua.

29 –Ven –dijo Jesús. Bajó Pedro de la barca y comenzó a andar sobre el agua en dirección a Jesús,

30 pero al notar la fuerza del viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, gritó: –¡Sálvame, Señor!

31 Al momento, Jesús le tomó de la mano y le dijo: –¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?

32 En cuanto subieron a la barca, se calmó el viento.

33 Entonces los que estaban en la barca se pusieron de rodillas delante de Jesús y dijeron: –¡Verdaderamente tú eres el Hijo de Dios!

34 Atravesaron el lago y llegaron a tierra, en Genesaret.

35 La gente del lugar reconoció a Jesús, y la noticia se extendió por toda aquella región. Le llevaban los enfermos

36 y le rogaban que les dejara tocar siquiera el borde de su capa. Y todos los que la tocaban quedaban sanados.

15

1 Se acercaron a Jesús algunos fariseos y maestros de la ley que habían llegado de Jerusalén, y le preguntaron:

2 –¿Por qué tus discípulos desobedecen la tradición de nuestros antepasados? ¿Por qué no cumplen con el rito de lavarse las manos antes de comer?

3 Jesús les preguntó: – ¿Y por qué también vosotros desobedecéis el mandato de Dios por seguir vuestras propias tradiciones?

4 Porque Dios dijo: ‘Honra a tu padre y a tu madre’ y ‘El que maldiga a su padre o a su madre será condenado a muerte.’

5 En cambio, vosotros afirmáis que uno puede decir a su padre o a su madre: ‘No puedo socorrerte, porque todo lo que tengo se lo he ofrecido a Dios’,

6 y que el que dice esto ya no está obligado a socorrer a su padre o a su madre. Así invalidáis el mandato de Dios por seguir vuestras propias tradiciones.

7 ¡Hipócritas! Bien habló el profeta Isaías acerca de vosotros, cuando dijo:

8 ‘Este pueblo me honra de labios afuera, pero su corazón está lejos de mí.

9 De nada sirve que me rinda culto, pues sus enseñanzas son mandatos de hombres.’

10 Luego Jesús llamó a la gente y dijo: –Escuchad y entended:

11 Lo que entra por la boca del hombre no le hace impuro. Al contrario, lo que hace impuro al hombre es lo que sale de su boca.

12 Entonces los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: – ¿Sabes que los fariseos se ofendieron al oir lo que dijiste?

13 Él les contestó: –Toda planta que no haya plantado mi Padre celestial, será arrancada de raíz.

14 Dejadlos: son ciegos que guían a otros ciegos, y si un ciego guía a otro, los dos caerán en el hoyo.

15 Pedro pidió entonces a Jesús: –Explícanos lo que has dicho.

16 Jesús respondió: – ¿Tampoco vosotros lo entendéis?

17 ¿No comprendéis que todo lo que entra por la boca va al vientre y después sale del cuerpo?

18 En cambio, lo que sale de la boca viene del interior del hombre, y eso le hace impuro.

19 Porque del corazón del hombre salen los malos pensamientos, los asesinatos, el adulterio, la inmoralidad sexual, los robos, las mentiras y los insultos.

20 Estas cosas son las que hacen impuro al hombre; pero el comer sin haber cumplido con el rito de lavarse las manos no le hace impuro.

21 Jesús pasó de allí a la región de Tiro y Sidón.

22 Una mujer cananea que vivía en aquella tierra, se le acercó dando voces: –¡Señor, Hijo de David, ten compasión de mí! ¡Mi hija tiene un demonio!

23 Jesús no contestó ni una palabra. Entonces los discípulos se acercaron a él y le rogaron: –Dile a esa mujer que se marche, porque viene dando voces detrás de nosotros.

24 Jesús les dijo: –Dios me ha enviado únicamente a las ovejas perdidas del pueblo de Israel.

25 Pero la mujer fue a arrodillarse delante de él y le pidió: –¡Señor, ayúdame!

26 Él le contestó: –No está bien quitarles el pan a los hijos y dárselo a los perros.

27 –Sí, Señor –dijo ella–, pero hasta los perros comen las migajas que caen de la mesa de sus amos.

28 Entonces le dijo Jesús: –¡Mujer, qué grande es tu fe! Hágase como quieres. Desde aquel mismo momento, su hija quedó sanada.

29 Jesús, saliendo de allí, se fue a la orilla del lago de Galilea; luego subió al monte y se sentó.

30 Mucha gente se reunió donde él estaba. Llevaban cojos, ciegos, mancos, mudos y otros muchos enfermos; los ponían a los pies de Jesús y él los sanaba.

31 De modo que la gente estaba asombrada al ver que los mudos hablaban, los mancos quedaban sanos, los cojos andaban y los ciegos veían. Y todos alababan al Dios de Israel.

32 Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: –Siento compasión de esta gente, porque ya hace tres días que están aquí conmigo y no tienen nada que comer. No quiero enviarlos en ayunas a sus casas, no sea que desfallezcan por el camino.

33 Sus discípulos le dijeron: –Pero ¿cómo encontrar comida para tanta gente en un lugar como este, donde no vive nadie?

34 Jesús les preguntó: – ¿Cuántos panes tenéis? –Siete y unos pocos peces –le contestaron.

35 Mandó que la gente se sentara en el suelo,

36 tomó en sus manos los siete panes y los peces y, habiendo dado gracias a Dios, los partió, se los dio a sus discípulos y ellos los repartieron entre la gente.

37 Todos comieron hasta quedar satisfechos, y todavía llenaron siete canastas con los trozos sobrantes.

38 Los que comieron eran cuatro mil hombres, sin contar las mujeres y los niños.

39 Después de esto, Jesús despidió a la gente, subió a la barca y se fue a la región de Magadán.

16

1 Los fariseos y los saduceos fueron a ver a Jesús y, para tenderle una trampa, le pidieron que hiciera alguna señal milagrosa que probase que él venía de parte de Dios.

2 Jesús les contestó: –Por la tarde decís: ‘Va a hacer buen tiempo, porque el cielo está rojo’;

3 y por la mañana decís: ‘Hoy va a hacer mal tiempo, porque el cielo está rojo y nublado.’ Pues si sabéis interpretar tan bien el aspecto del cielo, ¿cómo es que no sabéis interpretar las señales de estos tiempos?

4 ¡Esta gente mala e infiel pide una señal milagrosa, pero no se le dará más señal que la de Jonás! Y los dejó y se fue.

5 Cuando los discípulos pasaron a la otra orilla del lago, se olvidaron de llevar pan.

6 Jesús les dijo: –Mirad, guardaos de la levadura de los fariseos y los saduceos.

7 Los discípulos comentaban entre ellos: –¡No hemos traído pan!

8 Jesús se dio cuenta y les dijo: – ¿Por qué decís que no tenéis pan? ¡Qué poca fe tenéis!

9 ¿Todavía no comprendéis? ¿No recordáis ya los cinco panes que repartí entre los cinco mil hombres, y cuántas canastas recogisteis?

10 ¿Ni los siete panes que repartí entre los cuatro mil, y cuántos cestos recogisteis?

11 ¿Cómo no comprendéis que yo no estaba hablando del pan? ¡Guardaos de la levadura de los fariseos y los saduceos!

12 Entonces comprendieron que Jesús no les había dicho que se guardaran de la levadura del pan, sino de la enseñanza de los fariseos y los saduceos.

13 Cuando Jesús llegó a la región de Cesarea de Filipo preguntó a sus discípulos: – ¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?

14 Ellos contestaron: –Unos dicen que Juan el Bautista; otros, que Elías, y otros, que Jeremías o algún profeta.

15 –Y vosotros, ¿quién decís que soy? –les preguntó.

16 Simón Pedro le respondió: –Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios viviente.

17 Entonces Jesús le dijo: –Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás, porque ningún hombre te ha revelado esto, sino mi Padre que está en el cielo.

18 Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra voy a edificar mi iglesia; y el poder de la muerte no la vencerá.

19 Te daré las llaves del reino de los cielos: lo que ates en este mundo, también quedará atado en el cielo; y lo que desates en este mundo, también quedará desatado en el cielo.

20 Luego Jesús ordenó a sus discípulos que no dijeran a nadie que él era el Mesías.

21 A partir de entonces, Jesús comenzó a explicar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén, y que los ancianos, los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley le harían sufrir mucho. Les dijo que lo iban a matar, pero que al tercer día resucitaría.

22 Entonces Pedro le llevó aparte y comenzó a reprenderle, diciendo: –¡Dios no lo quiera, Señor! ¡Eso no te puede pasar!

23 Pero Jesús se volvió y dijo a Pedro: –¡Apártate de mí, Satanás, pues me pones en peligro de caer! ¡Tú no ves las cosas como las ve Dios, sino como las ven los hombres!

24 Luego Jesús dijo a sus discípulos: –El que quiera ser mi discípulo, olvídese de sí mismo, cargue con su cruz y sígame.

25 Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; en cambio, el que pierda su vida por causa mía, la recobrará.

26 ¿De qué sirve al hombre ganar el mundo entero, si pierde la vida? ¿O cuánto podrá pagar el hombre por su vida?

27 El Hijo del hombre va a venir con la gloria de su Padre y con sus ángeles, y entonces recompensará a cada uno conforme a sus hechos.

28 Os aseguro que algunos de los que están aquí no morirán sin haber visto al Hijo del hombre venir como rey.

17

1 Seis días después, Jesús tomó a Pedro y a los hermanos Santiago y Juan, y los llevó aparte a un monte alto.

2 Allí, en presencia de ellos, cambió la apariencia de Jesús. Su rostro brillaba como el sol y sus ropas se volvieron blancas como la luz.

3 En esto vieron a Moisés y Elías conversando con él.

4 Pedro dijo a Jesús: –Señor, ¡qué bien que estemos aquí! Si quieres, haré tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.

5 Mientras Pedro hablaba los envolvió una nube luminosa. Y de la nube salió una voz, que dijo: “Este es mi Hijo amado, a quien he elegido. Escuchadle.”

6 Al oir esto, los discípulos se inclinaron hasta el suelo llenos de miedo.

7 Jesús se acercó a ellos, los tocó y les dijo: –Levantaos, no tengáis miedo.

8 Entonces alzaron los ojos y ya no vieron a nadie más que a Jesús.

9 Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó: –No contéis a nadie esta visión, hasta que el Hijo del hombre haya resucitado.

10 Los discípulos preguntaron a Jesús: – ¿Por qué dicen los maestros de la ley que Elías tiene que venir primero?

11 Jesús contestó: –Es cierto que Elías ha de venir y que ha de poner todas las cosas en orden.

12 Sin embargo, yo os digo que Elías ya vino, pero ellos no le reconocieron, sino que hicieron con él cuanto quisieron. De la misma manera va a sufrir a manos de ellos el Hijo del hombre.

13 Entonces comprendieron los discípulos que Jesús les estaba hablando de Juan el Bautista.

14 Cuando llegaron a donde estaba la gente, se acercó un hombre a Jesús, y arrodillándose delante de él

15 le dijo: –Señor, ten compasión de mi hijo. Le dan ataques y sufre horriblemente; muchas veces se cae en el fuego o en el agua.

16 Lo he traído a tus discípulos, pero no han podido sanarlo.

17 Jesús contestó: –¡Oh, gente sin fe y perversa! ¿Hasta cuándo habré de estar con vosotros? ¿Hasta cuándo habré de soportaros? ¡Traedme aquí al muchacho!

18 En seguida Jesús reprendió al demonio y lo hizo salir del muchacho, que quedó sanado en el mismo momento.

19 Después los discípulos preguntaron aparte a Jesús: – ¿Por qué no pudimos nosotros expulsar a ese demonio?

20 Jesús les dijo: –Porque tenéis muy poca fe. Os aseguro que si tuvierais fe, aunque fuera tan pequeña como un semilla de mostaza, diríais a ese monte: ‘Quítate de ahí y pásate allá’, y el monte se pasaría. Nada os sería imposible.

21

22 Mientras andaban juntos por la región de Galilea, Jesús les dijo: –El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres,

23 y lo matarán; pero al tercer día resucitará. Esta noticia los llenó de tristeza.

24 Cuando Jesús y sus discípulos llegaron a Cafarnaún, los que cobraban el impuesto para el templo fueron a ver a Pedro, y le preguntaron: – ¿Tu maestro no paga el impuesto para el templo?

25 –Sí, lo paga –contestó Pedro. Luego, al entrar Pedro en casa, Jesús se dirigió a él en primer lugar, diciendo: – ¿Qué te parece, Simón? ¿A quiénes cobran impuestos y contribuciones los reyes de este mundo: a sus propios súbditos o a los extranjeros?

26 Pedro contestó: –A los extranjeros. –Por lo tanto –añadió Jesús–, los propios súbditos no tienen que pagar nada.

27 Pero, para que nadie se ofenda, ve al lago y echa el anzuelo. En la boca del primer pez que pesques encontrarás una moneda que será suficiente para pagar mi impuesto y el tuyo. Llévatela y págalos.

18

1 En aquella misma ocasión se acercaron a Jesús los discípulos y le preguntaron: – ¿Quién es el más importante en el reino de los cielos?

2 Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos

3 y dijo: –Os aseguro que si no cambiáis y os volvéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos.

4 El más importante en el reino de los cielos es aquel que se humilla y se vuelve como este niño.

5 Y el que recibe en mi nombre a un niño como este, a mí me recibe.

6 “A cualquiera que haga caer en pecado a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría ser arrojado al fondo del mar con una piedra de molino atada al cuello.

7 ¡Ay del mundo a causa de las incitaciones al pecado! Cierto es que siempre las habrá, pero ¡ay del hombre que haga pecar a los demás!

8 “Por eso, si tu mano o tu pie te hacen caer en pecado, córtalos y échalos lejos de ti; mejor te es entrar en la vida manco o cojo, que con tus dos manos y tus dos pies ser arrojado al fuego eterno.

9 Y si tu ojo te hace caer en pecado, sácalo y échalo lejos de ti; mejor te es entrar en la vida con un solo ojo, que con tus dos ojos ser arrojado al fuego del infierno.

10 “No despreciéis a ninguno de estos pequeños. Pues os digo que sus ángeles en el cielo contemplan siempre el rostro de mi Padre celestial.

11

12 “¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se le extravía una de ellas, ¿no dejará las otras noventa y nueve en el monte e irá a buscar la extraviada?

13 Y si logra encontrarla, os aseguro que se alegrará más por esa oveja que por las noventa y nueve que no se extraviaron.

14 Del mismo modo, vuestro Padre que está en el cielo no quiere que se pierda ninguno de estos pequeños.

15 “Si tu hermano te ofende, habla con él a solas para moverle a reconocer su falta. Si te hace caso, has ganado a tu hermano.

16 Si no te hace caso, llama a una o dos personas más, porque toda acusación debe basarse en el testimonio de dos o tres testigos.

17 Si tampoco les hace caso a ellos, díselo a la congregación; y si tampoco hace caso a la congregación, considéralo como un pagano o como uno de esos que cobran impuestos para Roma.

18 “Os aseguro que todo lo que atéis en este mundo, también quedará atado en el cielo; y todo lo que desatéis en este mundo, también quedará desatado en el cielo.

19 “Además os digo que si dos de vosotros os ponéis de acuerdo aquí en la tierra para pedir algo en oración, mi Padre que está en el cielo os lo dará.

20 Porque donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.”

21 Entonces Pedro fue y preguntó a Jesús: –Señor, ¿cuántas veces he de perdonar a mi hermano, si me ofende? ¿Hasta siete?

22 Jesús le contestó: –No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.

23 “Por eso, el reino de los cielos se puede comparar a un rey que quiso hacer cuentas con sus funcionarios.

24 Había comenzado a hacerlas, cuando le llevaron a uno que le debía muchos millones.

25 Como aquel funcionario no tenía con qué pagar, el rey ordenó que lo vendieran como esclavo, junto con su esposa, sus hijos y todo lo que tenía, a fin de saldar la deuda.

26 El funcionario cayó de rodillas delante del rey, rogándole: ‘Señor, ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo.’

27 El rey tuvo compasión de él, le perdonó la deuda y lo dejó ir en libertad.

28 “Pero al salir, aquel funcionario se encontró con un compañero que le debía una pequeña cantidad. Lo agarró del cuello y lo ahogaba, diciendo: ‘¡Págame lo que me debes!’

29 El compañero se echó a sus pies, rogándole: ‘Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo.’

30 Pero el otro no quiso, sino que le hizo meter en la cárcel hasta que pagara la deuda.

31 Esto disgustó mucho a los demás compañeros, que fueron a contar al rey todo lo sucedido.

32 El rey entonces le mandó llamar y le dijo: ‘¡Malvado!, yo te perdoné toda aquella deuda porque me lo rogaste.

33 Pues también tú debiste tener compasión de tu compañero, del mismo modo que yo tuve compasión de ti.’

34 Tanto se indignó el rey, que ordenó castigarle hasta que pagara toda la deuda.”

35 Jesús añadió: –Esto mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si cada uno no perdona de corazón a su hermano.

19

1 Después de haber dicho estas cosas, Jesús se marchó de Galilea y llegó a la región de Judea que está al oriente del Jordán.

2 Mucha gente le siguió, y allí sanó a los enfermos.

3 Unos fariseos se acercaron a Jesús, y para tenderle una trampa le preguntaron: – ¿Le está permitido a uno separarse de su esposa por un motivo cualquiera?

4 Jesús les contestó: – ¿No habéis leído en la Escritura que Dios, al principio, ‘hombre y mujer los creó’?

5 Y dijo: ‘Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su esposa, y los dos serán como una sola persona.’

6 Así que ya no son dos, sino uno solo. Por lo tanto, no separe el hombre lo que Dios ha unido.

7 Ellos le preguntaron: – ¿Por qué, pues, mandó Moisés entregar a la esposa un certificado de separación cuando se la despide?

8 Jesús les dijo: –Precisamente por lo tercos que sois os permitió Moisés separaros de vuestras esposas; pero al principio no fue así.

9 Yo os digo que el que se separa de su esposa, a no ser por motivo de inmoralidad sexual, y se casa con otra, comete adulterio.

10 Le dijeron sus discípulos: –Si esta es la situación del hombre respecto de su mujer, más vale no casarse.

11 Jesús les contestó: –No todos pueden comprender esto, sino únicamente aquellos a quienes Dios ha dado que lo comprendan.

12 Hay diferentes razones que impiden a los hombres casarse. Algunos ya nacen incapacitados para el matrimonio; a otros los incapacitan los hombres, y otros viven como incapacitados por causa del reino de los cielos. El que pueda aceptar esto, que lo acepte.

13 Llevaron unos niños a Jesús, para que pusiera sobre ellos las manos y orara por ellos; pero los discípulos reprendían a quienes los llevaban.

14 Entonces Jesús dijo: –Dejad que los niños vengan a mí y no se lo impidáis, porque el reino de los cielos es de quienes son como ellos.

15 Puso las manos sobre los niños y se fue de aquel lugar.

16 Un joven fue a ver a Jesús y le preguntó: –Maestro, ¿qué he de hacer de bueno para tener vida eterna?

17 Jesús le contestó: – ¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno? Bueno solamente hay uno. Pero si quieres entrar en la vida, cumple los mandamientos.

18 –¿Cuáles? –preguntó el joven. Jesús le dijo: –‘No mates, no cometas adulterio, no robes, no digas mentiras en perjuicio de nadie,

19 honra a tu padre y a tu madre, y ama a tu prójimo como a ti mismo.’

20 –Todo eso ya lo he cumplido –dijo el joven–. ¿Qué más me falta?

21 Jesús le contestó: –Si quieres ser perfecto, ve, vende lo que tienes y dáselo a los pobres. Así tendrás riquezas en el cielo. Luego ven y sígueme.

22 Cuando el joven oyó esto, se fue triste, porque era muy rico.

23 Jesús dijo entonces a sus discípulos: –Os aseguro que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos.

24 Os lo repito: le es más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el reino de Dios.

25 Al oirlo, sus discípulos se asombraron más aún, y decían: –Entonces, ¿quién podrá salvarse?

26 Jesús los miró y les contestó: –Para los hombres esto es imposible, pero no para Dios.

27 Pedro entonces añadió: –Nosotros, que hemos dejado cuanto teníamos y te hemos seguido, ¿qué vamos a recibir?

28 Jesús les repondió: –Os aseguro que cuando llegue el tiempo de la renovación de todas las cosas, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono glorioso, vosotros, que me habéis seguido, os sentaréis también en doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.

29 Y todos los que por causa mía hayan dejado casa, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o tierras, recibirán cien veces más, y también recibirán la vida eterna.

30 Muchos que ahora son los primeros, serán los últimos; y muchos que ahora son los últimos, serán los primeros.

20

1 “El reino de los cielos se puede comparar al dueño de una finca que salió muy de mañana a contratar trabajadores para su viña.

2 Acordó con ellos pagarles el salario de un día y los mandó a trabajar a su viña.

3 Volvió a salir sobre las nueve de la mañana y vio a otros que estaban en la plaza, desocupados.

4 Les dijo: ‘Id también vosotros a trabajar a mi viña. Os daré lo que sea justo.’

5 Y ellos fueron. El dueño salió de nuevo hacia el mediodía, y otra vez a las tres de la tarde, e hizo lo mismo.

6 Alrededor de las cinco de la tarde volvió a la plaza y encontró a otros desocupados. Les preguntó: ‘¿Por qué estáis aquí todo el día, sin trabajar?’

7 Le contestaron: ‘Porque nadie nos ha contratado.’ Entonces les dijo: ‘Id también vosotros a trabajar a mi viña.’

8 “Cuando llegó la noche, el dueño dijo al encargado del trabajo: ‘Llama a los trabajadores, y págales empezando por los últimos y terminando por los primeros.’

9 Se presentaron, pues, los que habían entrado a trabajar alrededor de las cinco de la tarde, y cada uno recibió el salario completo de un día.

10 Cuando les tocó el turno a los que habían entrado primero, pensaron que recibirían más; pero cada uno de ellos recibió también el salario de un día.

11 Al cobrarlo, comenzaron a murmurar contra el dueño.

12 Decían: ‘A estos, que llegaron al final y trabajaron solamente una hora, les has pagado igual que a nosotros, que hemos soportado el trabajo y el calor de todo el día.’

13 Pero el dueño contestó a uno de ellos: ‘Amigo, no te estoy tratando injustamente. ¿Acaso no acordaste conmigo recibir el salario de un día?

14 Pues toma tu paga y vete. Si a mí me parece bien dar a este que entró a trabajar al final lo mismo que te doy a ti,

15 es porque tengo el derecho de hacer lo que quiera con mi dinero. ¿O quizá te da envidia el que yo sea bondadoso?’

16 “De modo que los que ahora son los últimos, serán los primeros; y los que ahora son los primeros, serán los últimos.”

17 Yendo camino de Jerusalén llamó Jesús aparte a sus doce discípulos y les dijo:

18 –Como veis, ahora vamos a Jerusalén. Allí el Hijo del hombre será entregado a los jefes de los sacerdotes y a los maestros de la ley; lo condenarán a muerte

19 y lo entregarán a los extranjeros para que se burlen de él, le golpeen y lo crucifiquen; pero al tercer día resucitará.

20 La madre de los hijos de Zebedeo se acercó con ellos a Jesús, y se arrodilló para pedirle un favor.

21 Jesús le preguntó: – ¿Qué quieres? Ella le dijo: –Manda que estos dos hijos míos se sienten en tu reino uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.

22 Jesús contestó: –No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa amarga que voy a beber yo? Le dijeron: –Podemos.

23 Jesús les respondió: –Vosotros beberéis esa copa de amargura, pero el sentaros a mi derecha o a mi izquierda no me corresponde a mí darlo. Será para quienes mi Padre lo ha preparado.

24 Cuando los otros diez discípulos oyeron todo esto, se enojaron con los dos hermanos.

25 Pero Jesús los llamó y les dijo: –Sabéis que, entre los paganos, los jefes gobiernan con tiranía a sus súbditos y los grandes descargan sobre ellos el peso de su autoridad.

26 Pero entre vosotros no debe ser así. Al contrario, el que entre vosotros quiera ser grande, que sirva a los demás;

27 y el que entre vosotros quiera ser el primero, que sea vuestro esclavo.

28 Porque, del mismo modo, el Hijo del hombre no ha venido para ser servido, sino para servir y dar su vida en pago de la libertad de todos.

29 Cuando salían de Jericó, mucha gente seguía a Jesús.

30 Dos ciegos que estaban sentados junto al camino, al oir que pasaba Jesús, se pusieron a gritar: –¡Señor, Hijo de David, ten compasión de nosotros!

31 La gente los reprendía para que se callaran, pero ellos gritaban más: –¡Señor, Hijo de David, ten compasión de nosotros!

32 Jesús se detuvo, llamó a los ciegos y les preguntó: – ¿Qué queréis que haga por vosotros?

33 Le contestaron: –Señor, que recobremos la vista.

34 Jesús tuvo compasión de ellos y les tocó los ojos. En el mismo momento, los ciegos recobraron la vista, y siguieron a Jesús.

21

1 Cerca ya de Jerusalén, cuando llegaron a Betfagé, al monte de los Olivos, Jesús envió a dos de sus discípulos

2 diciéndoles: –Id a esa aldea y encontraréis una asna atada y un borriquillo con ella. Desatadla y traédmelos.

3 Si alguien os dice algo, respondedle que el Señor los necesita y que en seguida los devolverá.

4 Esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho el profeta:

5 “Decid a la ciudad de Sión: ‘Mira, tu Rey viene a ti, humilde, montado en un asno, en un borriquillo, cría de una bestia de carga.’ ”

6 Los discípulos fueron e hicieron lo que Jesús les había mandado.

7 Llevaron el asna y el borriquillo, los cubrieron con unas capas y Jesús montó.

8 Había mucha gente, y unos tendían sus capas por el camino y otros tendían ramas que cortaban de los árboles.

9 Y los que iban delante y los que iban detrás gritaban: –¡Hosana al Hijo del rey David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosana en las alturas!

10 Cuando Jesús entró en Jerusalén, toda la ciudad se alborotó. Muchos preguntaban: – ¿Quién es este?

11 Y la gente contestaba: –Es el profeta Jesús, el de Nazaret de Galilea.

12 Jesús entró en el templo y expulsó a todos los que allí estaban vendiendo y comprando. Volcó las mesas de los que cambiaban dinero y los puestos de los que vendían palomas.

13 Les dijo: –En las Escrituras se dice: ‘Mi casa será casa de oración’, pero vosotros habéis hecho de ella una cueva de ladrones.

14 Se acercaron a Jesús en el templo los ciegos y los cojos, y él los sanó.

15 Pero los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley, al ver los milagros que hacía y al oir que los niños gritaban en el templo: “¡Gloria al Hijo del rey David!”, se indignaron

16 y dijeron a Jesús: – ¿No oyes lo que están diciendo? Jesús les contestó: –Sí, lo oigo, ¿pero no habéis leído la Escritura que dice: ‘Con los cantos de los pequeños y de los niños de pecho has dispuesto tu alabanza’?

17 Entonces los dejó, salió de la ciudad y se fue a Betania, donde pasó la noche.

18 Por la mañana, cuando Jesús volvía a la ciudad, sintió hambre.

19 Vio una higuera junto al camino y se acercó a ella, pero no encontró más que hojas. Entonces dijo a la higuera: –¡Nunca vuelvas a dar fruto! Al instante se secó la higuera.

20 Al ver esto, los discípulos se asombraron y preguntaron a Jesús: – ¿Cómo es que la higuera se ha secado al instante?

21 Jesús les contestó: –Os aseguro que, si tenéis fe y no dudáis, no solo podréis hacer lo que he hecho yo con la higuera, sino que aun si le decís a ese monte: ‘Quítate de ahí y arrójate al mar’, lo hará.

22 Y todo lo que al orar pidáis con fe, lo recibiréis.

23 Jesús entró en el templo y, mientras estaba en él, enseñando, se le acercaron los jefes de los sacerdotes y los ancianos de los judíos y le preguntaron: – ¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Quién te ha dado tal autoridad?

24 Jesús les contestó: –Yo también os voy a hacer una pregunta: ¿Quién envió a Juan a bautizar: Dios o los hombres? Si me respondéis, también yo os diré con qué autoridad hago estas cosas. Ellos se pusieron a discutir unos con otros: “Si respondemos que le envió Dios, nos dirá: ‘Entonces, ¿por qué no le creísteis?’

25

26 Y si decimos que fueron los hombres, tenemos miedo de la gente, porque todos tienen a Juan por profeta.”

27 Así que respondieron a Jesús: –No lo sabemos. Entonces él les contestó. –Pues tampoco yo os digo con qué autoridad hago estas cosas.

28 Jesús les preguntó: – ¿Qué os parece esto? Un hombre que tenía dos hijos le dijo a uno de ellos: ‘Hijo, ve hoy a trabajar a la viña.’

29 El hijo le contestó: ‘¡No quiero ir!’, pero después cambió de parecer y fue.

30 Luego el padre se dirigió al otro y le dijo lo mismo. Este contestó: ‘Sí, señor, yo iré’, pero no fue.

31 ¿Cuál de los dos hizo lo que el padre quería? –El primero –contestaron ellos. Entonces Jesús les dijo: –Os aseguro que los que cobran los impuestos para Roma, y las prostitutas, entrarán antes que vosotros en el reino de Dios.

32 Porque Juan el Bautista vino a mostraros el camino de la justicia, y no le creísteis; en cambio, los cobradores de impuestos y las prostitutas sí le creyeron. Vosotros, aun después de ver todo eso, no cambiasteis de actitud ni le creísteis.

33 “Escuchad otra parábola: El dueño de una finca plantó una viña, le puso una cerca, construyó un lagar y levantó una torre para vigilarla. Luego la arrendó a unos labradores y se fue de viaje.

34 Llegado el tiempo de la vendimia, mandó unos criados a recibir de los labradores la parte de la cosecha que le correspondía.

35 Pero los labradores echaron mano a los criados: golpearon a uno, mataron a otro y a otro lo apedrearon.

36 El dueño envió otros criados, en mayor número que al principio; pero los labradores los trataron a todos del mismo modo.

37 “Por último mandó a su propio hijo, pensando: ‘Sin duda, respetarán a mi hijo.’

38 Pero cuando vieron al hijo, los labradores se dijeron unos a otros: ‘Este es el heredero; matémoslo y nos quedaremos con la viña.’

39 Así que le echaron mano, lo sacaron de la viña y lo mataron.

40 “Pues bien, cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué creéis que hará con aquellos labradores?”

41 Le contestaron: –Matará sin compasión a esos malvados y dará la viña a otros labradores que le entreguen a su debido tiempo la parte de la cosecha que le corresponde.

42 Jesús les dijo: – ¿Nunca habéis leído lo que dicen las Escrituras?: ‘La piedra que despreciaron los constructores es ahora la piedra principal. Esto lo ha hecho el Señor y nosotros estamos maravillados.’

43 “Por eso os digo que a vosotros se os quitará el reino, y se le dará a un pueblo que produzca los frutos debidos.

44 ]En cuanto a la piedra, el que caiga sobre ella se estrellará; y si la piedra cae sobre alguno, lo aplastará.]

45 Los jefes de los sacerdotes y los fariseos, al oir las parábolas que contaba Jesús, comprendieron que se refería a ellos.

46 Quisieron entonces apresarle, pero no se atrevían, porque la gente tenía a Jesús por profeta.

22

1 Jesús se puso a hablarles otra vez por medio de parábolas. Les dijo:

2 “El reino de los cielos puede compararse a un rey que hizo un banquete para la boda de su hijo.

3 Envió a sus criados a llamar a los invitados, pero estos no quisieron acudir.

4 Volvió a enviar más criados, encargándoles: ‘Decid a los invitados que ya tengo preparado el banquete. He hecho matar mis novillos y reses cebadas, y todo está preparado: que vengan a la boda.’

5 Pero los invitados no hicieron caso. Uno se fue a sus tierras, otro a sus negocios

6 y otros echaron mano a los criados del rey y los maltrataron hasta matarlos.

7 Entonces el rey, lleno de ira, ordenó a sus soldados que mataran a aquellos asesinos y quemaran su pueblo.

8 Luego dijo a sus criados: ‘Todo está preparado para la boda, pero aquellos invitados no merecían venir.

9 Id, pues, por las calles principales, e invitad a la boda a cuantos encontréis.’

10 Los criados salieron a las calles y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos, y así la sala del banquete se llenó de convidados.

11 “Cuando el rey entró a ver a los convidados, se fijó en uno que no iba vestido para la boda.

12 Le dijo: ‘Amigo, ¿cómo has entrado aquí, si no vienes vestido para la boda?’ Pero el otro se quedó callado.

13 Entonces el rey dijo a los que atendían las mesas: ‘Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a la oscuridad. Allí llorará y le rechinarán los dientes.’

14 Porque muchos son llamados, pero pocos escogidos.”

15 Después de esto, los fariseos se pusieron de acuerdo para sorprender a Jesús en alguna palabra y acusarle.

16 Así que enviaron a algunos de los partidarios de ellos, junto con otros del partido de Herodes, a decirle: –Maestro, sabemos que tú siempre dices la verdad, que enseñas de veras a vivir como Dios manda y que no te dejas llevar por lo que dice la gente, porque no juzgas a los hombres por su apariencia.

17 Danos, pues, tu opinión: ¿estamos nosotros obligados a pagar impuestos al césar, o no?

18 Jesús, dándose cuenta de la mala intención que llevaban, les dijo: –Hipócritas, ¿por qué me tendéis trampas?

19 Enseñadme la moneda con que se paga el impuesto. Le trajeron un denario,

20 y Jesús les preguntó: – ¿De quién es esta imagen y el nombre aquí escrito?

21 Le contestaron: –Del césar. Jesús les dijo entonces: –Pues dad al césar lo que es del césar, y a Dios lo que es de Dios.

22 Al oir esto se quedaron admirados; y dejándole, se fueron.

23 Aquel mismo día acudieron algunos saduceos a ver a Jesús. Los saduceos niegan la resurrección de los muertos, y por eso le plantearon este caso:

24 –Maestro, Moisés dijo que si uno muere sin dejar hijos, su hermano deberá tomar por esposa a la viuda para dar hijos al hermano que murió.

25 Pues bien, había una vez entre nosotros siete hermanos. El primero se casó, pero murió sin haber tenido hijos, así que su segundo hermano se casó con la viuda.

26 Lo mismo le pasó al segundo, y también al tercero, y así hasta el séptimo.

27 Después de todos ellos murió también la mujer.

28 Ahora pues, en la resurrección, ¿cuál de los siete hermanos la tendrá por esposa, si todos estuvieron casados con ella?

29 Jesús les contestó: –Os equivocáis porque no conocéis las Escrituras ni el poder de Dios.

30 Cuando los muertos resuciten, ni los hombres ni las mujeres se casarán, sino que serán como los ángeles que están en el cielo.

31 Y en cuanto a que los muertos resucitan, ¿no habéis leído que Dios mismo dijo:

32 ‘Yo soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob’? ¡Y Dios no es Dios de muertos, sino de vivos!

33 Al oir esto, la gente se quedó admirada de las enseñanzas de Jesús.

34 Los fariseos se reunieron al saber que Jesús había hecho callar a los saduceos.

35 Uno de aquellos, maestro de la ley, para tenderle una trampa le preguntó:

36 –Maestro, ¿cuál es el mandamiento más importante de la ley?

37 Jesús le dijo: –‘Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente.’

38 Este es el más importante y el primero de los mandamientos.

39 Y el segundo es parecido a este: ‘Ama a tu prójimo como a ti mismo.’

40 De estos dos mandamientos pende toda la ley de Moisés y las enseñanzas de los profetas.

41 Estando todavía reunidos los fariseos, Jesús les preguntó:

42 –¿Qué pensáis del Mesías? ¿De quién desciende? –De David –le contestaron.

43 Entonces les dijo Jesús: – ¿Pues cómo es que David, inspirado por el Espíritu, le llama Señor? Porque David dijo:

44 ‘El Señor dijo a mi Señor: Siéntate a mi derecha hasta que yo ponga a tus enemigos debajo de tus pies.’

45 ¿Cómo puede el Mesías descender de David, si David mismo le llama Señor?

46 Nadie pudo responderle ni una palabra, y desde aquel día ninguno se atrevió a hacerle más preguntas.

23

1 Después de esto, Jesús habló a la gente y a sus discípulos, diciendo:

2 “Los maestros de la ley y los fariseos son los encargados de interpretar la ley de Moisés.

3 Por lo tanto, obedecedlos y haced todo lo que os digan. Pero no sigáis su ejemplo, porque dicen una cosa y hacen otra.

4 Atan cargas pesadas, imposibles de soportar, y las echan sobre los hombros de los demás, mientras que ellos mismos no quieren tocarlas ni siquiera con un dedo.

5 Todo lo hacen para que la gente los vea. Les gusta llevar sobre la frente y en los brazos cajitas con textos de las Escrituras, y vestir ropas con grandes borlas.

6 Desean los mejores puestos en los banquetes, los asientos de honor en las sinagogas,

7 ser saludados con todo respeto en la calle y que la gente los llame maestros.

8 “Pero vosotros no os hagáis llamar maestros por la gente, porque todos sois hermanos y uno solo es vuestro Maestro.

9 Y no llaméis padre a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre: el que está en el cielo.

10 Ni os hagáis llamar jefes, porque vuestro único Jefe es Cristo.

11 El más grande entre vosotros debe servir a los demás.

12 Porque el que a sí mismo se engrandece, será humillado; y el que se humilla, será engrandecido.

13 “¡Ay de vosotros, maestros de la ley y fariseos, hipócritas!, que cerráis a todos la puerta del reino de los cielos. Ni vosotros entráis ni dejáis entrar a los que quisieran hacerlo.

14

15 “¡Ay de vosotros, maestros de la ley y fariseos, hipócritas!, que recorréis tierra y mar para ganar un adepto, y cuando lo habéis ganado hacéis de él una persona dos veces más merecedora del infierno que vosotros mismos.

16 “¡Ay de vosotros, guías ciegos!, que decís: ‘El que hace una promesa jurando por el templo no se compromete a nada; el que queda comprometido es el que jura por el oro del templo.’

17 ¡Estúpidos y ciegos! ¿Qué es más importante, el oro o el templo por el que el oro queda consagrado?

18 También decís: ‘El que hace una promesa jurando por el altar no se compromete a nada; el que queda comprometido es el que jura por la ofrenda que está sobre el altar.’

19 ¡Ciegos! ¿Qué es más importante, la ofrenda o el altar por el que la ofrenda queda consagrada?

20 El que jura por el altar, no solo jura por el altar sino también por todo lo que hay encima de él;

21 y el que jura por el templo, no solo jura por el templo sino también por Dios, que vive allí.

22 Y el que jura por el cielo, jura por el trono de Dios y por Dios mismo, que se sienta en él.

23 “¡Ay de vosotros, maestros de la ley y fariseos, hipócritas!, que separáis para Dios la décima parte de la menta, del anís y del comino, pero no hacéis caso de las enseñanzas más importantes de la ley, como son la justicia, la misericordia y la fidelidad. Esto es lo que se debe hacer, sin dejar de hacer lo otro.

24 ¡Guías ciegos, que coláis el mosquito y tragáis el camello!

25 “¡Ay de vosotros, maestros de la ley y fariseos, hipócritas!, que limpiáis por fuera el vaso y el plato, pero por dentro estáis llenos de lo que habéis obtenido con el robo y la avaricia.

26 Fariseo ciego, ¡limpia primero el vaso por dentro, y así quedará limpio también por fuera!

27 “¡Ay de vosotros, maestros de la ley y fariseos, hipócritas!, que sois como sepulcros blanqueados, hermosos por fuera pero llenos por dentro de huesos de muerto y toda clase de impurezas.

28 Así sois vosotros: por fuera, ante la gente, parecéis buenos, pero por dentro estáis llenos de hipocresía y maldad.

29 “¡Ay de vosotros, maestros de la ley y fariseos, hipócritas!, que construís los sepulcros de los profetas y adornáis los monumentos funerarios de los hombres justos,

30 y luego decís: ‘Si hubiéramos vivido en los tiempos de nuestros antepasados, no los habríamos ayudado a matar a los profetas.’

31 Con esto, vosotros mismos os reconocéis descendientes de aquellos que mataron a los profetas.

32 ¡Acabad de hacer, pues, lo que vuestros antepasados comenzaron!

33 “¡Serpientes, raza de víboras!, ¿cómo vais a escapar al castigo del infierno?

34 Mirad, yo os voy a enviar profetas, sabios y maestros: a unos mataréis y crucificaréis, y a otros golpearéis en las sinagogas y perseguiréis de ciudad en ciudad.

35 Pues bien, así caerá sobre vosotros el castigo por la muerte de todos los inocentes que han sido asesinados en el mundo, desde Abel el justo hasta Zacarías hijo de Berequías, a quien matasteis entre el santuario y el altar.

36 Os aseguro que el castigo por todo ello caerá sobre la gente de hoy.

37 “¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los mensajeros que Dios te envía! ¡Cuántas veces quise reunir a tus hijos como la gallina reúne a sus pollitos bajo las alas, pero no quisisteis!

38 Pues mirad, vuestro hogar va a quedar desierto.

39 Y os digo que ya no volveréis a verme hasta que digáis: '¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!'”

24

1 Jesús salió del templo y, cuando ya se iba, sus discípulos se acercaron a él para señalarle los edificios del templo.

2 Jesús les dijo: – ¿Veis todo esto? Pues os aseguro que aquí no va a quedar piedra sobre piedra. ¡Todo será destruido!

3 Luego se fueron al monte de los Olivos. Jesús se sentó, y los discípulos se le acercaron para preguntarle aparte: –Dinos, ¿cuándo han de ocurrir esas cosas? ¿Cuál será la señal de tu venida y del fin del mundo?

4 Jesús les contestó: –Tened cuidado, que nadie os engañe.

5 Porque vendrán muchos haciéndose pasar por mí. Dirán: ‘Yo soy el Mesías’, y engañarán a mucha gente.

6 Oiréis de guerras y rumores de guerras, pero no os asustéis, pues aunque todo esto ha de llegar, aún no será el fin.

7 Porque una nación peleará contra otra y un país hará guerra contra otro, y habrá hambres y terremotos en muchos lugares.

8 Sin embargo, todo eso apenas será el comienzo de los sufrimientos.

9 “Os entregarán para ser maltratados, y os matarán, y todo el mundo os odiará por causa mía.

10 Entonces muchos perderán su fe, y se odiarán y traicionarán unos a otros.

11 Aparecerán muchos falsos profetas, que engañarán a mucha gente.

12 Aumentará tanto la maldad, que el amor se enfriará en la mayoría.

13 Pero el que permanezca firme hasta el fin, se salvará.

14 Esta buena noticia del reino se anunciará en todo el mundo, para que todas las naciones la conozcan. Entonces vendrá el fin.

15 “El profeta Daniel escribió acerca del horrible sacrilegio. Cuando lo veáis en el lugar santo (el que lee, entienda),

16 los que estén en Judea, que huyan a las montañas;

17 el que esté en la azotea de su casa, que no baje a sacar nada;

18 y el que esté en el campo, que no regrese ni siquiera a recoger su ropa.

19 ¡Pobres de las mujeres que en aquellos días estén embarazadas o tengan niños de pecho!

20 Pedid a Dios que vuestra huida no sea en invierno ni en sábado,

21 porque habrá entonces un sufrimiento tan grande como nunca lo ha habido desde el principio del mundo ni lo habrá después.

22 Y si Dios no acortara aquel tiempo, nadie se salvaría. Pero lo acortará por amor a los que ha escogido.

23 “Si alguno os dice entonces: ‘Mirad, aquí está el Mesías’ o ‘Mirad, allí está’, no lo creáis.

24 Porque vendrán falsos mesías y falsos profetas, y harán grandes señales y milagros para engañar, a ser posible, incluso a los que Dios mismo ha escogido.

25 Os lo he advertido de antemano.

26 Por eso, si os dicen: ‘Mirad, allí está, en el desierto’, no vayáis; y si os dicen: ‘Mirad, aquí está, escondido en casa’, no lo creáis.

27 Porque como el relámpago que brilla de oriente a occidente, así será la venida del Hijo del hombre.

28 ¡Donde está el cadáver, allí se juntarán los buitres!

29 “Tan pronto como hayan pasado aquellos días de sufrimiento, el sol se oscurecerá, la luna dejará de dar su luz, las estrellas caerán del cielo y las fuerzas celestiales se tambalearán.

30 Entonces se verá en el cielo la señal del Hijo del hombre, y todos los pueblos del mundo llorarán de terror viendo venir en las nubes del cielo al Hijo del hombre con gran poder y gloria.

31 Y él enviará a sus ángeles para que, con un fuerte toque de trompeta, reúnan a sus escogidos desde los cuatro puntos cardinales, desde un extremo del cielo al otro.

32 “Aprended esta enseñanza de la higuera: cuando sus ramas se ponen tiernas y empiezan a brotar sus hojas, conocéis que el verano está cerca.

33 De la misma manera, cuando veáis todo eso sabed que el Hijo del hombre ya está a la puerta.

34 Os aseguro que todo ello sucederá antes que haya muerto la gente de este tiempo.

35 El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.

36 “En cuanto al día y la hora, nadie sabe nada, ni aun los ángeles del cielo, ni el Hijo. Solamente lo sabe el Padre.

37 “Como sucedió en tiempos de Noé, sucederá también en la venida del Hijo del hombre.

38 Antes del diluvio, y hasta el día en que Noé entró en el arca, la gente comía, bebía y se casaba.

39 Pero cuando menos lo esperaban, vino el diluvio y se los llevó a todos. Así será también en la venida del Hijo del hombre.

40 En aquel momento estarán dos hombres en el campo: a uno se lo llevarán y al otro lo dejarán.

41 Dos mujeres estarán moliendo: a una se la llevarán y a la otra la dejarán.

42 Permaneced despiertos, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor.

43 Entended que si el dueño de una casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, permanecería despierto y no dejaría que nadie entrara en su casa a robar.

44 Así también, vosotros estad preparados, porque el Hijo del hombre vendrá cuando menos lo esperéis.

45 “¿Quién es el criado fiel y atento, puesto por el amo al frente de la casa para dar a la servidumbre la comida a sus horas?

46 ¡Dichoso el criado a quien su amo, al llegar, encuentra cumpliendo con su deber!

47 Os aseguro que el amo le pondrá al cargo de todos sus bienes.

48 Pero si ese criado es un malvado, y pensando que su amo va a tardar

49 comienza a maltratar a los demás criados, y se junta con borrachos a comer y beber,

50 el día que menos lo espere y a una hora que no sabe llegará su amo

51 y le castigará: le condenará a correr la misma suerte que los hipócritas. Entonces llorará y le rechinarán los dientes.

25

1 “El reino de los cielos podrá entonces compararse a diez muchachas que, en una boda, tomaron sus lámparas de aceite y salieron a recibir al novio.

2 Cinco de ellas eran descuidadas y cinco previsoras.

3 Las descuidadas llevaron sus lámparas, pero no tomaron aceite de repuesto;

4 en cambio, las previsoras llevaron frascos de aceite además de las lámparas.

5 Como el novio tardaba en llegar, les entró sueño a todas y se durmieron.

6 Cerca de medianoche se oyó gritar: ‘¡Ya viene el novio! ¡Salid a recibirle!’

7 Entonces todas las muchachas se levantaron y comenzaron a preparar sus lámparas,

8 y las descuidadas dijeron a las previsoras: ‘Dadnos un poco de vuestro aceite, porque nuestras lámparas van a apagarse.’

9 Pero las muchachas previsoras contestaron: ‘No, porque entonces no alcanzará para nosotras ni para vosotras. Más vale que vayáis a donde lo venden y compréis para vosotras mismas.’

10 Pero mientras las cinco muchachas iban a comprar el aceite, llegó el novio; y las que habían sido previsoras entraron con él a la fiesta de la boda, y se cerró la puerta.

11 Llegaron después las otras muchachas, diciendo: ‘¡Señor, señor, ábrenos!’

12 Pero él les contestó: ‘Os aseguro que no sé quiénes sois.’

13 “Permaneced despiertos –añadió Jesús–, porque no sabéis el día ni la hora.

14 “El reino de los cielos es como un hombre que, a punto de viajar a otro país, llamó a sus criados y los dejó al cargo de sus negocios.

15 A uno le entregó cinco mil monedas, a otro dos mil y a otro mil: a cada cual conforme a su capacidad. Luego emprendió el viaje.

16 El criado que recibió las cinco mil monedas negoció con el dinero y ganó otras cinco mil.

17 Del mismo modo, el que recibió dos mil ganó otras dos mil.

18 Pero el que recibió mil, fue y escondió el dinero de su señor en un hoyo que cavó en la tierra.

19 Al cabo de mucho tiempo regresó el señor de aquellos criados y se puso a hacer cuentas con ellos.

20 Llegó primero el que había recibido las cinco mil monedas, y entregando a su señor otras cinco mil le dijo: ‘Señor, tú me entregaste cinco mil, y aquí tienes otras cinco mil que he ganado.’

21 El señor le dijo: ‘Muy bien, eres un criado bueno y fiel. Y como has sido fiel en lo poco, yo te pondré al cargo de mucho más. Entra y alégrate conmigo.’

22 Después llegó el criado que había recibido las dos mil monedas, y dijo: ‘Señor, tú me entregaste dos mil, y aquí tienes otras dos mil que he ganado.’

23 El señor le dijo: ‘Muy bien, eres un criado bueno y fiel. Y como has sido fiel en lo poco, yo te pondré al cargo de mucho más. Entra y alégrate conmigo.’

24 “Por último llegó el criado que había recibido mil monedas y dijo a su amo: ‘Señor, yo sabía que eres un hombre duro, que cosechas donde no sembraste y recoges donde no esparciste.

25 Por eso tuve miedo; así que fui y escondí tu dinero en la tierra. Aquí tienes lo que es tuyo.’

26 El amo le contestó: ‘Tú eres un criado malo y holgazán. Puesto que sabías que yo cosecho donde no sembré y recojo donde no esparcí,

27 debías haber llevado mi dinero al banco, y yo, a mi regreso, lo habría recibido junto con los intereses.’

28 Y dijo a los que allí estaban: ‘Quitadle a este las mil monedas y dádselas al que tiene diez mil.

29 Porque al que tiene, se le dará más y tendrá de sobra; pero al que no tiene, hasta lo que tiene se le quitará.

30 Y a este criado inútil arrojadlo fuera, a la oscuridad. Allí llorará y le rechinarán los dientes.’

31 “Cuando venga el Hijo del hombre rodeado de esplendor y de todos los ángeles, se sentará en su trono glorioso.

32 Todas las naciones se reunirán delante de él, y él separará a unos de otros como el pastor separa las ovejas de las cabras.

33 Pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda.

34 Y dirá el Rey a los de su derecha: ‘Venid vosotros, los que mi Padre ha bendecido: recibid el reino que se os ha preparado desde la creación del mundo.

35 Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me recibisteis,

36 anduve sin ropa y me vestisteis, caí enfermo y me visitasteis, estuve en la cárcel y vinisteis a verme.’

37 Entonces los justos preguntarán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, o sediento y te dimos de beber?

38 ¿O cuándo te vimos forastero y te recibimos, o falto de ropa y te vestimos?

39 ¿O cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?’

40 El Rey les contestará: ‘Os aseguro que todo lo que hicisteis por uno de estos hermanos míos más humildes, por mí mismo lo hicisteis.’

41 “Luego dirá el Rey a los de su izquierda: ‘Apartaos de mí, malditos: id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles.

42 Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber,

43 fui forastero y no me recibisteis, anduve sin ropa y no me vestisteis, caí enfermo y estuve en la cárcel, y no me visitasteis.’

44 Entonces ellos preguntarán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o falto de ropa, o enfermo o en la cárcel, y no te ayudamos?’

45 El Rey les contestará: ‘Os aseguro que todo lo que no hicisteis por una de estas personas más humildes, tampoco por mí lo hicisteis.’

46 Estos irán al castigo eterno, y los justos, a la vida eterna.”

26

1 Cuando acabó todas estas enseñanzas, Jesús dijo a sus discípulos:

2 –Como sabéis, dentro de dos días es la fiesta de la Pascua, y el Hijo del hombre será entregado para que lo crucifiquen.

3 Por aquel entonces, los jefes de los sacerdotes y los ancianos de los judíos se reunieron en el palacio de Caifás, el sumo sacerdote,

4 e hicieron planes para apresar a Jesús mediante algún engaño y matarlo.

5 Pero decían: –No lo hagamos durante la fiesta, para que la gente no se alborote.

6 Estaba Jesús en Betania, en casa de Simón, al que llamaban el leproso,

7 y se le acercó una mujer que llevaba un frasco de alabastro lleno de un perfume muy caro. Mientras Jesús estaba sentado a la mesa, ella le derramó el perfume sobre la cabeza.

8 Al ver esto, los discípulos se enojaron y comenzaron a decir: – ¿Para qué este derroche?

9 Podía haberse vendido el perfume por mucho dinero, para ayudar a los pobres.

10 Jesús, que se dio cuenta, les dijo: – ¿Por qué molestáis a esta mujer? Lo que ha hecho conmigo es bueno,

11 porque a los pobres los tendréis siempre con vosotros, pero a mí no siempre me tendréis.

12 Esta mujer, al derramar el perfume sobre mi cuerpo, me estaba preparando para mi entierro.

13 Os aseguro que dondequiera que se anuncie esta buena noticia se hablará también de lo que ha hecho esta mujer, y así será recordada.

14 Uno de los doce discípulos, el llamado Judas Iscariote, fue a ver a los jefes de los sacerdotes

15 y les preguntó: – ¿Cuánto me daréis, si os entrego a Jesús? Ellos señalaron el precio: treinta monedas de plata.

16 A partir de entonces, Judas empezó a buscar una ocasión oportuna para entregarles a Jesús.

17 El primer día de la fiesta en que se comía el pan sin levadura, los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: – ¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?

18 Él les contestó: –Id a la ciudad, a casa de Fulano, y decidle: ‘El Maestro dice: Mi hora está cerca, y voy a tu casa a celebrar la Pascua con mis discípulos.’

19 Los discípulos hicieron como Jesús les había mandado y prepararon la cena de Pascua.

20 Al llegar la noche, Jesús se había sentado a la mesa con los doce discípulos;

21 y mientras cenaban les dijo: –Os aseguro que uno de vosotros me va a traicionar.

22 Ellos, llenos de tristeza, comenzaron a preguntarle uno tras otro: –Señor, ¿acaso soy yo?

23 Jesús les contestó: –Uno que moja el pan en el mismo plato que yo, va a traicionarme.

24 El Hijo del hombre ha de recorrer el camino que dicen las Escrituras, pero ¡ay de aquel que le traiciona! ¡Más le valdría no haber nacido!

25 Entonces Judas, el que le estaba traicionando, le preguntó: –Maestro, ¿acaso soy yo? –Tú lo has dicho –contestó Jesús.

26 Mientras cenaban, Jesús tomó en sus manos el pan, y habiendo dado gracias a Dios lo partió y se lo dio a los discípulos, diciendo: –Tomad, comed, esto es mi cuerpo.

27 Luego tomó en sus manos una copa, y habiendo dado gracias a Dios la pasó a ellos, diciendo: –Bebed todos de esta copa,

28 porque esto es mi sangre, con la que se confirma el pacto, la cual es derramada en favor de muchos para perdón de sus pecados.

29 Os digo que no volveré a beber de este producto de la vid hasta el día en que beba con vosotros vino nuevo en el reino de mi Padre.

30 Después de cantar los salmos se fueron al monte de los Olivos.

31 Y Jesús les dijo: –Esta noche, todos vais a perder vuestra confianza en mí. Así lo dicen las Escrituras: ‘Mataré al pastor y se dispersarán las ovejas.’

32 Pero cuando resucite, iré a Galilea antes que vosotros.

33 Pedro le contestó: –Aunque todos pierdan su confianza en ti, yo no la perderé.

34 Jesús le dijo: –Te aseguro que esta misma noche, antes que cante el gallo, me negarás tres veces.

35 Pedro afirmó: –Aunque tenga que morir contigo, no te negaré. Y todos los discípulos dijeron lo mismo.

36 Luego fue Jesús con sus discípulos a un lugar llamado Getsemaní, y les dijo: –Sentaos aquí mientras yo voy más allá a orar.

37 Se llevó a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, y comenzó a sentirse muy triste y angustiado.

38 Les dijo: –Siento en mi alma una tristeza de muerte. Quedaos aquí y permaneced despiertos conmigo.

39 Y adelantándose unos pasos, se inclinó hasta el suelo y oró, diciendo: –Padre mío, si es posible, líbrame de esta copa amarga: pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú.

40 Luego volvió adonde estaban los discípulos y los encontró dormidos. Dijo a Pedro: – ¿Ni siquiera una hora habéis podido permanecer despiertos conmigo?

41 Permaneced despiertos y orad para no caer en tentación. Tenéis buena voluntad, pero vuestro cuerpo es débil.

42 Por segunda vez se fue, y oró así: –Padre mío, si no es posible evitar que yo sufra esta prueba, hágase tu voluntad.

43 Cuando volvió, encontró de nuevo dormidos a los discípulos, porque los ojos se les cerraban de sueño.

44 Los dejó y se fue a orar por tercera vez, repitiendo las mismas palabras.

45 Entonces regresó a donde estaban los discípulos y les dijo: – ¿Aún seguís durmiendo y descansando? Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores.

46 ¡Levantaos, vámonos: ya se acerca el que me traiciona!

47 Todavía estaba hablando Jesús, cuando Judas, uno de los doce discípulos, llegó acompañado de mucha gente armada con espadas y palos. Iban enviados por los jefes de los sacerdotes y los ancianos de los judíos.

48 Judas, el traidor, les había dado una contraseña, diciéndoles: –Aquel a quien yo bese, ese es. ¡Apresadlo!

49 Así que, acercándose a Jesús, dijo: –¡Buenas noches, Maestro! Y le besó.

50 Jesús le contestó: –Amigo, lo que has venido a hacer, hazlo. Entonces los otros se acercaron, echaron mano a Jesús y lo apresaron.

51 En esto, uno de los que estaban con Jesús sacó una espada y cortó una oreja al criado del sumo sacerdote.

52 Jesús le dijo: –Guarda tu espada en su sitio, porque todo los que empuñan espada, a espada morirán.

53 ¿No sabes que yo podría rogar a mi Padre, y que él me mandaría ahora mismo más de doce ejércitos de ángeles?

54 Pero entonces, ¿cómo se cumplirían las Escrituras que dicen que estas cosas han de suceder así?

55 Después preguntó Jesús a la gente: – ¿Por qué venís con espadas y palos a arrestarme, como si fuera un bandido? Todos los días he estado enseñando en el templo, y no me apresasteis.

56 Pero todo esto sucede para que se cumpla lo que dijeron los profetas en las Escrituras. En aquel momento, todos los discípulos abandonaron a Jesús y huyeron.

57 Los que habían apresado a Jesús lo condujeron a casa de Caifás, el sumo sacerdote, donde se hallaban reunidos los maestros de la ley y los ancianos.

58 Pedro, que le había seguido de lejos hasta el patio de la casa del sumo sacerdote, entró y se sentó con los guardias del templo, para ver en qué terminaba el asunto.

59 Los jefes de los sacerdotes y toda la Junta Suprema andaban buscando alguna prueba falsa para condenar a muerte a Jesús,

60 pero no la encontraban, a pesar de los muchos falsos testigos que se presentaron para acusarle. Por fin se presentaron dos

61 que afirmaron: –Este hombre ha dicho: ‘Yo puedo destruir el templo de Dios y volver a levantarlo en tres días.’

62 Entonces el sumo sacerdote se levantó y preguntó a Jesús: – ¿No contestas nada? ¿Qué es lo que están diciendo contra ti?

63 Pero Jesús permaneció callado. El sumo sacerdote le dijo: –¡En el nombre del Dios viviente te ordeno que digas la verdad! ¡Dinos si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios!

64 Jesús le contestó: –Tú lo has dicho. Pero yo os digo también que en adelante veréis al Hijo del hombre sentado a la derecha del Todopoderoso y viniendo en las nubes del cielo.

65 Entonces el sumo sacerdote se rasgó las ropas en señal de indignación y dijo: –¡Las palabras de este hombre son una ofensa contra Dios! ¿Qué necesidad tenemos de más testigos? Ya habéis oído sus palabras ofensivas.

66 ¿Qué os parece? Ellos contestaron: –Es culpable y debe morir.

67 Entonces le escupieron en la cara y le golpearon. Otros le daban de bofetadas

68 y decían: –Tú, que eres el Mesías, ¡adivina quién te ha pegado!

69 Entre tanto, Pedro estaba sentado fuera, en el patio. En esto se le acercó una sirvienta y le dijo: –Tú también andabas con Jesús, el de Galilea.

70 Pero Pedro lo negó delante de todos, diciendo: –No sé de qué estás hablando.

71 Luego se dirigió hacia la puerta. Allí lo vio otra sirvienta, que dijo a los demás: –Este andaba con Jesús, el de Nazaret.

72 De nuevo lo negó Pedro, jurando: –¡No conozco a ese hombre!

73 Poco después se acercaron a Pedro los que estaban allí y le dijeron: –Seguro que tú también eres uno de ellos. Hasta en la forma de hablar se te nota.

74 Entonces él comenzó a jurar y perjurar, diciendo: –¡No conozco a ese hombre! En aquel mismo momento cantó un gallo,

75 y Pedro se acordó de que Jesús le había dicho: 'Antes que cante el gallo me negarás tres veces.' Y salió Pedro de allí y lloró amargamente.

27

1 Al amanecer, todos los jefes de los sacerdotes y los ancianos de los judíos se pusieron de acuerdo para matar a Jesús.

2 Lo condujeron atado y lo entregaron a Pilato, el gobernador romano.

3 Judas, el que había traicionado a Jesús, al ver que le habían condenado, tuvo remordimientos y devolvió las treinta monedas de plata a los jefes de los sacerdotes y a los ancianos,

4 diciéndoles: –He pecado entregando a la muerte a un hombre inocente. Pero ellos le contestaron: – ¿Y qué nos importa a nosotros? ¡Eso es cosa tuya!

5 Entonces Judas arrojó las monedas en el templo, y fue y se ahorcó.

6 Los jefes de los sacerdotes recogieron aquel dinero y dijeron: –Este dinero está manchado de sangre. No podemos ponerlo en el tesoro del templo.

7 Así que tomaron el acuerdo de comprar con él un terreno llamado “Campo del Alfarero”, y destinarlo a cementerio para extranjeros.

8 Por eso, aquel terreno se sigue llamando hasta el día de hoy “Campo de Sangre”.

9 Así se cumplió lo que había dicho el profeta Jeremías: “Tomaron las treinta monedas de plata, el precio que los israelitas le habían puesto,

10 y con ellas compraron el campo del alfarero, tal como me lo ordenó el Señor.”

11 Jesús fue llevado ante el gobernador, que le preguntó: – ¿Eres tú el Rey de los judíos? –Tú lo dices –contestó Jesús.

12 Mientras los jefes de los sacerdotes y los ancianos le acusaban, Jesús no respondía nada.

13 Por eso, Pilato le preguntó: – ¿No oyes todo lo que están diciendo contra ti?

14 Pero Jesús no le contestó ni una sola palabra, de manera que el gobernador se quedó muy extrañado.

15 Durante la fiesta, el gobernador tenía la costumbre de poner en libertad a un preso, el que la gente escogía.

16 Había entonces un preso famoso llamado Jesús Barrabás.

17 Estando la gente reunida, Pilato preguntó: – ¿A quién queréis que os ponga en libertad, a Jesús Barrabás o a Jesús, a quien llaman el Mesías?

18 Porque comprendía que lo habían entregado por envidia.

19 Mientras Pilato estaba sentado en el tribunal, su esposa mandó a decirle: –No te metas con ese hombre justo, porque anoche tuve un sueño horrible por causa suya.

20 Pero los jefes de los sacerdotes y los ancianos convencieron a la multitud para que pidiera la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús.

21 El gobernador repitió la pregunta: – ¿A cuál de los dos queréis que os ponga en libertad? Ellos dijeron: –¡A Barrabás!

22 Preguntó Pilato: – ¿Y qué haré con Jesús, a quien llaman el Mesías? –¡Crucifícalo! –contestaron todos.

23 Pilato les dijo: –Pues ¿qué mal ha hecho? Pero ellos volvieron a gritar: –¡Crucifícalo!

24 Cuando Pilato vio que no conseguía nada, sino que el alboroto era cada vez mayor, mandó traer agua y se lavó las manos delante de todos, diciendo: –Yo no soy responsable de la muerte de este hombre. Es cosa vuestra.

25 Toda la gente contestó: –¡Nosotros y nuestros hijos nos hacemos responsables de su muerte!

26 Entonces Pilato puso en libertad a Barrabás; luego mandó azotar a Jesús y lo entregó para que lo crucificaran.

27 Los soldados del gobernador llevaron a Jesús al palacio, y reunieron toda la tropa a su alrededor.

28 Le quitaron la ropa, le vistieron con una capa roja

29 y le pusieron en la cabeza una corona hecha de espinas y una vara en la mano derecha. Luego, arrodillándose delante de él y burlándose, le decían: –¡Viva el Rey de los judíos!

30 También le escupían, y con la misma vara le golpeaban la cabeza.

31 Después de burlarse así de él, le quitaron la capa roja, le pusieron su ropa y se lo llevaron para crucificarlo.

32 Al salir de allí encontraron a un hombre llamado Simón, natural de Cirene, a quien obligaron a cargar con la cruz de Jesús.

33 Llegaron a un sitio llamado Gólgota (es decir, “Lugar de la Calavera”)

34 y le dieron a beber vino mezclado con hiel; pero Jesús, después de probarlo, no lo quiso beber.

35 Cuando ya lo habían crucificado, los soldados echaron suertes para repartirse la ropa de Jesús.

36 Luego se sentaron allí a vigilar.

37 Por encima de la cabeza de Jesús pusieron un letrero, en el que estaba escrita la causa de su condena: “Este es Jesús, el Rey de los judíos.”

38 También fueron crucificados con él dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda.

39 Los que pasaban le insultaban meneando la cabeza

40 y diciendo: –¡Tú, que derribas el templo y en tres días lo vuelves a levantar, sálvate a ti mismo! ¡Si eres Hijo de Dios, baja de la cruz!

41 Del mismo modo se burlaban de él los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley, junto con los ancianos. Decían:

42 –Salvó a otros, pero él no se puede salvar. Es el Rey de Israel, ¡pues que baje de la cruz y creeremos en él!

43 Ha puesto su confianza en Dios, ¡pues que Dios le salve ahora, si de veras le quiere! ¿No nos ha dicho que es Hijo de Dios?

44 Y hasta los bandidos que estaban crucificados con él, le insultaban.

45 Desde el mediodía y hasta las tres de la tarde, toda aquella tierra quedó en oscuridad.

46 A eso de las tres, Jesús gritó con fuerza: “Elí, Elí, ¿lema sabaqtaní?” (es decir, “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”)

47 Algunos de los que estaban allí, lo oyeron y dijeron: –Está llamando al profeta Elías.

48 Al momento, uno de ellos corrió en busca de una esponja, la empapó en vino agrio, la ató a una caña y se la acercó para que bebiera.

49 Pero los demás decían: –Déjale, a ver si viene Elías a salvarle.

50 Jesús dio otra vez un fuerte grito, y murió.

51 En aquel momento, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. La tierra tembló y se partieron las rocas,

52 los sepulcros se abrieron y muchos hombres de Dios que habían muerto resucitaron.

53 Salieron de sus tumbas después de la resurrección de Jesús y entraron en la santa ciudad de Jerusalén, donde los vio mucha gente.

54 Cuando el centurión y los que con él vigilaban a Jesús vieron el terremoto y todo lo que estaba pasando, dijeron aterrados: –¡Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios!

55 Estaban allí, mirando de lejos, muchas mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea y que le habían ayudado.

56 Entre ellas se encontraban María Magdalena, María la madre de Santiago y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo.

57 Al anochecer llegó un hombre rico llamado José, natural de Arimatea, que también era seguidor de Jesús.

58 José fue a ver a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús, y Pilato ordenó que se lo dieran.

59 José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana de lino, limpia,

60 y lo puso en un sepulcro nuevo, de su propiedad, que había hecho excavar en la roca. Después de tapar la entrada del sepulcro con una gran piedra, se fue.

61 María Magdalena y la otra María se quedaron sentadas frente al sepulcro.

62 Al día siguiente, es decir, el sábado, los jefes de los sacerdotes y los fariseos fueron juntos a ver a Pilato

63 y le dijeron: –Señor, recordamos que aquel embustero, cuando vivía, dijo que al cabo de tres días iba a resucitar.

64 Por eso, manda asegurar el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vengan de noche sus discípulos, roben el cuerpo y después digan a la gente que ha resucitado. En este caso, la última mentira sería peor que la primera.

65 Pilato les dijo: –Ahí tenéis soldados de guardia. Id y asegurad el sepulcro lo mejor que podáis.

66 Fueron, pues, y aseguraron el sepulcro poniendo un sello sobre la piedra que lo cerraba. Y dejaron allí a los soldados de guardia.

28

1 Pasado el sábado, al amanecer el primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro.

2 De pronto hubo un fuerte temblor de tierra, porque un ángel del Señor bajó del cielo y, acercándose al sepulcro, quitó la piedra que lo cerraba y se sentó sobre ella.

3 El ángel brillaba como un relámpago y su ropa era blanca como la nieve.

4 Al verle, los soldados temblaron de miedo y se quedaron como muertos.

5 El ángel dijo a las mujeres: –No os asustéis. Sé que estáis buscando a Jesús, el crucificado,

6 pero no está aquí; ha resucitado, como dijo. Venid a ver el lugar donde lo pusieron.

7 Id aprisa y decid a sus discípulos: ‘Ha resucitado y va a ir a Galilea antes que vosotros. Allí le veréis.’ Esto es lo que yo tenía que deciros.

8 Las mujeres se alejaron a toda prisa del sepulcro, asustadas pero, a la vez, con mucha alegría, y corrieron a llevar la noticia a los discípulos.

9 En esto, Jesús se presentó ante ellas y las saludó. Ellas, acercándose a Jesús, le abrazaron los pies y le adoraron.

10 Él les dijo: –No tengáis miedo. Id a decir a mis hermanos que se dirijan a Galilea, y que allí me verán.

11 Mientras las mujeres iban de camino, algunos soldados de la guardia llegaron a la ciudad y contaron a los jefes de los sacerdotes todo lo que había sucedido.

12 Estos jefes se reunieron con los ancianos para, de común acuerdo, dar mucho dinero a los soldados

13 y advertirles: –Decid que durante la noche, mientras dormíais, los discípulos de Jesús vinieron y robaron el cuerpo.

14 Y si el gobernador se entera de esto, nosotros le convenceremos y os evitaremos dificultades.

15 Los soldados tomaron el dinero e hicieron como se les había dicho. Y esa es la explicación que hasta el día de hoy circula entre los judíos.

16 Así pues, los once discípulos fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado.

17 Y al ver a Jesús, le adoraron, aunque algunos dudaban.

18 Jesús se acercó a ellos y les dijo: –Dios me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra.

19 Id, pues, y haced mis discípulos a todos los habitantes del mundo; bautizadlos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo

20 y enseñadles a cumplir todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.