1

1 Feliz el hombre que no sigue el consejo de los malvados, ni va por el camino de los pecadores, ni hace causa común con los que se burlan de Dios,

2 sino que pone su amor en la ley del Señor, y en ella medita noche y día.

3 Es como un árbol plantado a la orilla de un río, que da su fruto a su tiempo y jamás se marchitan sus hojas. ¡Todo lo que hace le sale bien!

4 Con los malvados no pasa lo mismo, pues son como paja que se lleva el viento.

5 Por eso los malvados caerán bajo el juicio de Dios y no tendrán parte en la comunidad de los justos.

6 El Señor cuida el camino de los justos, pero el camino de los malos lleva al desastre.

2

1 ¿Por qué se alborotan los pueblos paganos? ¿Por qué hacen planes sin sentido?

2 Los reyes y gobernantes de la tierra se rebelan, y juntos conspiran contra el Señor y su rey escogido.

3 Y gritan: “¡Vamos a quitarnos sus cadenas! ¡Vamos a librarnos de sus ataduras!”

4 El Señor, el que reina en el cielo, se ríe de ellos;

5 luego, en su ira, los asusta; lleno de furor les dice:

6 “Ya he consagrado a mi rey sobre Sión, mi monte santo.”

7 Voy a anunciar la decisión del Señor: él me ha dicho: “Tú eres mi hijo; yo te he engendrado hoy.

8 Pídeme que te dé las naciones como herencia y hasta el último rincón del mundo en propiedad, y yo te los daré.

9 Con cetro de hierro destrozarás a los reyes; ¡los harás pedazos como a ollas de barro!”

10 Reyes y gobernantes de la tierra, entended esto, ¡aprended bien esta lección!

11 Adorad al Señor con alegría y reverencia; inclinaos ante él con temblor, no sea que se enoje y muráis en el camino, pues su furor se enciende fácilmente. ¡Felices los que buscan protección en él!

12

3

1 Salmo de David, cuando huía de su hijo Absalom. Señor, muchos son mis enemigos, muchos son los que se han puesto en contra mía,

2 muchos son los que dicen de mí: “¡Dios no va a salvarlo!”

3 Pero tú, Señor, eres mi escudo protector, eres mi gloria, eres quien me reanima.

4 A gritos pido ayuda al Señor, y él me contesta desde su monte santo.

5 Me acuesto y duermo, y vuelvo a despertar, porque el Señor me da su apoyo.

6 No me asusta ese enorme ejército que me rodea dispuesto a atacarme.

7 ¡Levántate, Señor! ¡Sálvame, Dios mío! Tú golpearás en la cara a mis enemigos; ¡romperás los dientes a los malvados!

8 Tú, Señor, eres quien salva; ¡bendice, pues, a tu pueblo!

4

1 Del maestro de coro, con instrumentos de cuerda. Salmo de David. Dios y defensor mío, ¡contéstame cuando te llame! Tú, que en mi angustia me diste alivio, ¡ten compasión de mí y escucha mi oración!

2 Vosotros, que os creéis grandes señores, ¿hasta cuándo ofenderéis mi honor? ¿Hasta cuándo desearéis y buscaréis lo que no tiene sentido, lo que solo es falsedad?

3 Sabed que el Señor prefiere al hombre que le es fiel; sabed que el Señor me escucha cuando le llamo.

4 ¡Temblad y no pequéis más! Ya acostados, y en silencio, examinad vuestra propia conciencia;

5 ofreced sacrificios sinceros y confiad en el Señor.

6 Muchos dicen: “¿Quién nos mostrará la dicha?” ¡Señor, míranos con buenos ojos!

7 Tú has puesto en mi corazón más alegría que en quienes tienen trigo y vino en abundancia.

8 Yo me acuesto tranquilo y me duermo en seguida, pues tú, Señor, me haces vivir confiado.

5

1 Del maestro de coro, para flautas. Salmo de David. Señor, Rey mío y Dios mío, escucha mis palabras, atiende a mis gemidos, oye mis súplicas, pues a ti elevo mi oración.

2

3 De mañana escuchas mi voz; muy temprano te expongo mi caso, y quedo esperando tu respuesta.

4 No eres tú un Dios que se complace en lo malo; los malvados no pueden vivir a tu lado,

5 ni en tu presencia hay lugar para los orgullosos. Tú odias a los malhechores,

6 destruyes a los mentirosos y rechazas a los traidores y asesinos.

7 En cambio yo, por tu gran amor, puedo entrar en tu templo; ¡puedo adorarte con toda reverencia mirando hacia tu santo templo!

8 Señor, por causa de mis enemigos guíame en tu justicia, llévame por el buen camino.

9 Ellos nunca hablan con sinceridad; ¡están corrompidos por dentro! Sepulcro abierto es su garganta; ¡su lengua es mentirosa!

10 ¡Castígalos, Dios mío! ¡Haz que fracasen sus intrigas! Recházalos por sus muchos pecados, porque se han rebelado contra ti.

11 Alégrense los que buscan tu protección; canten siempre de alegría, porque tú los proteges. Los que te aman, se alegran por causa tuya,

12 pues tú, Señor, bendices al que es fiel; tu bondad lo rodea como un escudo.

6

1 Del maestro de coro, con instrumentos de ocho cuerdas. Salmo de David. Señor, no me reprendas en tu enojo, ni me castigues en tu furor.

2 Señor, ten compasión de mí, pues he perdido mis fuerzas. Señor, devuélveme la salud, pues todo el cuerpo me tiembla.

3 ¡Estoy temblando de miedo! Y tú, Señor, ¿cuándo vendrás?

4 Ven, Señor, ¡salva mi vida!, ¡sálvame, por tu amor!

5 Nadie que esté muerto puede acordarse de ti; ¿quién podrá alabarte en el sepulcro?

6 Estoy cansado de llorar. Noche tras noche lloro tanto, que inundo de lágrimas mi almohada.

7 El dolor me nubla la vista; ¡se me nubla por culpa de mis enemigos!

8 ¡Apartaos de mí, malhechores, que el Señor ha escuchado mis sollozos!

9 El Señor ha escuchado mis ruegos, ¡el Señor ha aceptado mi oración!

10 Mis enemigos, muertos de miedo, quedarán en ridículo; ¡en un abrir y cerrar de ojos huirán avergonzados!

7

1 Lamentación de David, cuando cantó al Señor a propósito de Cus, el benjaminita. Señor, mi Dios, en ti busco protección; ¡sálvame de todos los que me persiguen! ¡Líbrame, pues son como leones; no sea que me despedacen y no haya quien me salve!

2

3 Señor, mi Dios, ¿en cuál de estas cosas he incurrido? ¿Acaso he cometido un crimen?

4 ¿Acaso he pagado a mi amigo mal por bien? ¿Acaso he oprimido sin razón a mi enemigo?

5 De ser así, que mi enemigo me persiga; que me alcance y me arrastre por el suelo, y que haga rodar por tierra mi honor.

6 ¡Levántate, Señor, con furor! ¡Haz frente a la furia de mis enemigos! Tú, que has decretado hacer justicia, ¡ponte de mi parte!

7 Rodéate del conjunto de las naciones y pon tu trono en lo alto, por encima de ellas.

8 Señor, tú juzgas a las naciones: júzgame conforme a mi honradez, júzgame conforme a mi inocencia.

9 Dios justo, que examinas los pensamientos y los sentimientos más profundos, ¡pon fin a la maldad de los malvados, pero al hombre honrado manténlo firme!

10 Mi protección es el Dios Altísimo, que salva a los de corazón sincero.

11 Dios es un juez justo que condena la maldad en todo tiempo.

12 Si el hombre no se vuelve a Dios, Dios afilará su espada; ya tiene su arco tenso,

13 ya apunta sus flechas encendidas, ¡ya tiene listas sus armas mortales!

14 Mirad al malvado: tiene dolores de parto, está preñado de maldad y dará a luz mentira.

15 Ha cavado una fosa muy honda, y en su propia fosa caerá.

16 ¡Su maldad y su violencia caerán sobre su propia cabeza!

17 Alabaré al Señor porque él es justo; cantaré himnos al nombre del Señor, al nombre del Altísimo.

8

1 Del maestro de coro, con la cítara de Gat. Salmo de David. Señor, soberano nuestro, ¡tu nombre domina en toda la tierra! ¡Tu gloria se extiende más allá del cielo!

2 Con la alabanza de los pequeños, de los niñitos de pecho, has construido una fortaleza por causa de tus enemigos, para acabar con rebeldes y adversarios.

3 Cuando veo el cielo que tú mismo hiciste, y la luna y las estrellas que pusiste en él,

4 pienso: ¿Qué es el hombre? ¿Qué es el ser humano? ¿Por qué le recuerdas y te preocupas por él?

5 Pues le hiciste casi como un dios, le rodeaste de honor y dignidad,

6 le diste autoridad sobre tus obras, le pusiste por encima de todo:

7 sobre las ovejas y los bueyes, sobre los animales salvajes,

8 sobre las aves que vuelan por el cielo, sobre los peces que viven en el mar, ¡sobre todo lo que hay en el mar!

9 Señor, soberano nuestro, ¡tu nombre domina en toda la tierra!

9

1 Del maestro de coro, para flautas y arpas. Salmo de David. Oh Señor, quiero alabarte con todo el corazón y contar tus muchas maravillas.

2 Oh Altísimo, por ti quiero gritar lleno de alegría; ¡quiero cantar himnos a tu nombre!

3 Mis enemigos huyen delante de ti; caen y mueren.

4 Tú eres juez justo: te has sentado en tu trono, para hacerme justicia.

5 Has reprendido a los paganos, has destruido a los malvados, ¡has borrado su recuerdo para siempre!

6 El enemigo ha muerto, y con él han muerto sus ciudades; tú las destruiste, y no quedó de ellas ni el recuerdo.

7 Pero el Señor es rey por siempre; ha afirmado su trono para el juicio:

8 juzgará al mundo con justicia, dictará sobre los pueblos justa sentencia.

9 El Señor protege a los oprimidos; él los protege en tiempos de angustia.

10 Señor, los que te conocen, confían en ti, pues nunca abandonas a quienes te buscan.

11 Cantad himnos al Señor, que reina en Sión; anunciad a los pueblos lo que ha hecho.

12 Dios se acuerda de los afligidos y no olvida sus lamentos; castiga a quienes les hacen violencia.

13 Señor, ten compasión de mí, mira cómo me afligen los que me odian, ¡sácame de las puertas de la muerte!

14 Y así, a las puertas de Jerusalén, diré a todo el mundo que tú eres digno de alabanza, y que yo soy feliz porque me has salvado.

15 Los paganos caen en su propia trampa; sus pies quedan atrapados en la red que ellos mismos escondieron.

16 El Señor se ha dado a conocer: ¡ha hecho justicia! El malvado queda apresado en la trampa tendida por él mismo.

17 Los malvados y paganos, los que se olvidan de Dios, acabarán en el reino de la muerte;

18 pues no siempre serán olvidados los pobres, ni para siempre se perderá su esperanza.

19 Levántate, Señor; no consientas la altanería del hombre; ¡juzga a los paganos en tu presencia!

20 Hazles sentir temor, Señor; ¡hazles saber que no son más que hombres!

10

1 Señor, ¿por qué te quedas tan lejos?, ¿por qué te escondes en tiempos de angustia?

2 Con altanería, el malvado persigue rabiosamente al humilde; pero ha de quedar atrapado en las trampas que él mismo ha tendido.

3 El malvado se jacta de sus propios deseos; el ambicioso maldice y desprecia al Señor.

4 Levanta insolente la nariz, y dice: “No hay Dios. No hay quien me pida cuentas.” Eso es todo lo que piensa.

5 Siempre tiene éxito en lo que hace. Para él, tus juicios están lejos, muy lejos de su vista. Se burla de sus enemigos,

6 y piensa que nadie le hará caer, que jamás tendrá problemas.

7 Su boca está llena de maldiciones, de mentiras y de ofensas; sus palabras ocultan opresión y maldad.

8 Se pone al acecho, por las aldeas, y a escondidas mata al inocente. No pierde de vista al indefenso:

9 como si fuera un león en su cueva, espía al pobre desde su escondite, esperando el momento de caer sobre él, y cuando lo atrapa, lo arrastra en su red.

10 Se agacha, se encoge, y caen en sus garras los indefensos.

11 El malvado cree que Dios se olvida, que se tapa la cara y que nunca ve nada.

12 ¡Levántate, Señor, levanta tu brazo! ¡No olvides a los afligidos!

13 ¿Por qué, Dios mío, han de burlarse los malos, pensando que no habrás de pedirles cuentas?

14 Tú mismo has visto su irritante maldad; ¡la has visto, y les darás su merecido! A ti se acogen los indefensos; tú eres la ayuda de los huérfanos.

15 ¡Rompe el brazo a los malvados! ¡Pídeles cuentas de su maldad, hasta que no quede nada pendiente!

16 El Señor es el rey eterno; ¡los paganos serán echados de su país!

17 Señor, tú escuchas la oración de los humildes, tú los animas y los atiendes.

18 Haz justicia al huérfano y al oprimido: ¡que el hombre, hecho de tierra, no vuelva a sembrar el terror!

11

1 Del maestro de coro. De David. Yo busco mi refugio en el Señor. Es por demás que me digáis: “Huye a los montes, como las aves.

2 Fíjate en los malvados: ponen la flecha en la cuerda, tensan el arco y, desde un lugar escondido, disparan contra los hombres honrados.

3 Y cuando las bases mismas se vienen abajo, ¿qué puede hacer el hombre honrado?”

4 Pero el Señor está en su santo templo. El Señor tiene su trono en el cielo, y con ojos bien abiertos vigila atentamente a los hombres.

5 El Señor vigila a justos y a malvados, y odia con toda su alma a los que aman la violencia.

6 El Señor hará llover sobre los malos brasas, fuego y azufre, y traerá un viento que todo lo quemará. ¡El Señor les dará su merecido!

7 El Señor es justo y ama lo que es justo; ¡por eso le verán cara a cara los sinceros!

12

1 Del maestro de coro, con instrumentos de ocho cuerdas. Salmo de David. Sálvanos, Señor, pues ya no hay creyentes fieles, ya no hay hombres sinceros.

2 Unos a otros se mienten; hablan con hipocresía y doble sentido.

3 Arranca, Señor, de raíz a los hipócritas y fanfarrones,

4 a los que dicen: “Con tener boca nos basta; nuestra lengua nos defiende. ¿Quién se atreve a darnos órdenes?”

5 Esto ha dicho el Señor: “A los pobres y débiles se les oprime y se les hace sufrir. Por eso voy ahora a levantarme, y les daré la ayuda que tanto anhelan.”

6 Las promesas del Señor son puras; ¡son como la plata más pura, refinada siete veces en el horno!

7 Tú, Señor, nos cuidarás; ¡siempre nos protegerás de tales gentes!

8 Los malvados rondan por todas partes, y todo el mundo alaba la maldad.

13

1 Del maestro de coro. Salmo de David. Señor, ¿hasta cuándo me olvidarás? ¿Me olvidarás para siempre? ¿Hasta cuándo te esconderás de mí?

2 ¿Hasta cuándo mi alma y mi corazón habrán de sufrir y estar tristes todo el día? ¿Hasta cuándo habré de estar sometido al enemigo?

3 Señor, Dios mío, ¡mírame, respóndeme, llena mis ojos de luz! ¡Que no caiga yo en el sueño de la muerte!

4 ¡Que no diga mi enemigo: “Le he vencido”! ¡Que no se alegre si yo fracaso!

5 Yo confío en tu amor; mi corazón se alegra porque tú me salvas.

6 ¡Cantaré al Señor por el bien que me ha hecho!

14

1 Del maestro de coro. De David. Los necios piensan que no hay Dios: todos se han pervertido; han hecho cosas horribles; ¡no hay nadie que haga lo bueno!

2 Desde el cielo mira el Señor a los hombres para ver si hay alguien con entendimiento, alguien que busque a Dios.

3 Pero todos se han ido por mal camino; todos por igual se han pervertido. ¡Ya no hay quien haga lo bueno! ¡No hay ni siquiera uno!

4 No tienen entendimiento los malhechores, los que se comen a mi pueblo como quien come pan, los que no invocan el nombre del Señor.

5 Temblarán llenos de miedo, pues Dios está con los que le obedecen.

6 Se burlan de los anhelos del humilde, pero el Señor le protege.

7 ¡Ojalá que del monte Sión venga la salvación de Israel! Cuando el Señor haga cambiar la suerte de su pueblo, se alegrarán los descendientes de Jacob, todo el pueblo de Israel.

15

1 Salmo de David. Señor, ¿quién puede residir en tu santuario? ¿Quién puede habitar en tu santo monte?

2 Solo el que vive sin tacha y hace lo bueno; el que dice la verdad de todo corazón;

3 el que no habla mal de nadie; el que no hace daño a su amigo ni ofende a su vecino;

4 el que mira con desprecio a quien desprecio merece, pero honra a quien honra al Señor; el que cumple sus promesas aunque le vaya mal;

5 el que presta su dinero sin exigir intereses; el que no acepta soborno en contra del inocente. El que así vive, jamás caerá.

16

1 Poema de David. ¡Cuida, oh Dios, de mí, pues en ti busco protección!

2 Yo te he dicho: “Tú eres mi Señor, mi bien; nada es comparable a ti.”

3 Los dioses del país son poderosos, según dicen los que en ellos se complacen,

4 que aumentan el número de sus imágenes y los siguen con gran devoción. ¡Jamás tomaré parte en sus sangrientos sacrificios! ¡Jamás pronunciaré sus nombres con mis labios!

5 Tú, Señor, eres mi todo; tú me colmas de bendiciones; mi vida está en tus manos.

6 Primoroso lugar me ha tocado en suerte; ¡hermosa es la herencia que me ha correspondido!

7 Bendeciré al Señor, porque él me guía, y en lo íntimo de mi ser me corrige por las noches.

8 Siempre tengo presente al Señor; con él a mi derecha, nada me hará caer.

9 Por eso, dentro de mí, mi corazón está lleno de alegría. Todo mi ser vivirá confiadamente,

10 pues no me dejarás en el sepulcro, ¡no abandonarás en la fosa a tu amigo fiel!

11 Me mostrarás el camino de la vida. Hay gran alegría en tu presencia; hay dicha eterna junto a ti.

17

1 Oración de David. Señor, escucha mi causa justa, atiende a mi clamor, presta oído a mi oración, pues no sale de labios mentirosos.

2 ¡Que venga de ti mi sentencia, pues tú sabes lo que es justo!

3 Tú has penetrado mis pensamientos, de noche has venido a vigilarme, me has sometido a pruebas de fuego y no has encontrado maldad en mí. No he dicho cosas indebidas,

4 como hacen los demás; me he alejado de caminos de violencia, de acuerdo con tus mandatos.

5 He seguido firme en tus caminos; jamás me he apartado de ellos.

6 Oh Dios, a ti elevo mi voz, porque tú me contestas; préstame atención, escucha mis palabras.

7 Dame una clara muestra de tu amor, tú, que salvas de sus enemigos a los que buscan protección en tu poder.

8 Cuídame como a la niña de tus ojos; protégeme bajo la sombra de tus alas

9 de los malvados que me atacan, ¡de los enemigos mortales que me rodean!

10 Son engreídos, hablan con altanería;

11 han seguido de cerca mis pasos esperando el momento de echarme por tierra.

12 Parecen leones, feroces leones que, agazapados en su escondite, esperan ansiosos a dar el zarpazo.

13 Levántate, Señor, ¡enfréntate con ellos! ¡Hazles doblar las rodillas! Con tu espada, ponme a salvo del malvado;

14 con tu poder, Señor, líbrame de ellos; ¡arrójalos de este mundo, que es su herencia en esta vida! Deja que se llenen de riquezas, que sus hijos coman hasta reventar y que aún sobre para sus nietos.

15 Pero yo, en verdad, quedaré satisfecho con mirarte cara a cara, ¡con verme ante ti cuando despierte!

18

1 Del maestro de coro. De David, el servidor del Señor, que entonó este canto cuando el Señor lo libró de caer en manos de Saúl y de todos sus enemigos. Él dijo: Tú, Señor, eres mi fuerza; ¡yo te amo!

2 Tú eres mi protector, mi lugar de refugio, mi libertador, mi Dios, la roca que me protege, mi escudo, el poder que me salva, mi más alto escondite.

3 Tú, Señor, eres digno de alabanza: cuando te llamo, me salvas de mis enemigos.

4 La muerte me enredó en sus lazos; sentí miedo ante el torrente destructor.

5 La muerte me atrapó en sus lazos; ¡caído estaba en trampas mortales!

6 En mi angustia llamé al Señor, pedí ayuda a mi Dios, y él me escuchó desde su templo; ¡mis gritos llegaron a sus oídos!

7 Hubo entonces un fuerte temblor de tierra: los montes se estremecieron hasta sus bases; fueron sacudidos por la furia del Señor.

8 De su nariz brotaba humo y de su boca un fuego destructor; ¡por la boca lanzaba carbones encendidos!

9 Descorrió la cortina del cielo, y descendió. ¡Debajo de sus pies había grandes nubarrones!

10 Montó en un ser alado, y voló deslizándose sobre las alas del viento.

11 Tomó como escondite, como tienda de campaña, la densa oscuridad que le rodeaba y los nubarrones cargados de agua.

12 Un fulgor relampagueante salió de su presencia; brotaron de las nubes granizos y carbones encendidos.

13 El Señor, el Altísimo, hizo oir su voz de trueno desde el cielo; granizos y carbones encendidos.

14 Lanzó sus flechas, sus relámpagos, y a mis enemigos hizo huir en desorden.

15 El fondo del mar quedó al descubierto; las bases del mundo quedaron a la vista por la voz amenazante del Señor, por el fuerte soplo que lanzó.

16 Dios me tendió la mano desde lo alto y con su mano me sacó del mar inmenso.

17 Me salvó de enemigos poderosos que me odiaban y eran más fuertes que yo.

18 Me atacaron cuando yo estaba en desgracia, pero el Señor me dio su apoyo:

19 me sacó a la libertad; ¡me salvó porque me amaba!

20 El Señor me ha dado la recompensa que merecía mi limpia conducta,

21 pues yo he seguido el camino del Señor; ¡jamás he renegado de mi Dios!

22 Tengo presentes todos sus decretos; ¡jamás he rechazado sus leyes!

23 Me he conducido ante él sin tacha alguna; me he alejado de la maldad.

24 El Señor me ha recompensado por mi limpia conducta en su presencia.

25 Tú, Señor, eres fiel con el que es fiel, irreprochable con el irreprochable

26 y sincero con el sincero; mas eres sagaz con el astuto.

27 Tú salvas a los humildes, pero humillas a los orgullosos.

28 Tú, Señor, me das luz; tú, Dios mío, alumbras mi oscuridad.

29 Con tu ayuda atacaré al enemigo, y sobre el muro de sus ciudades pasaré.

30 El camino de Dios es perfecto; la promesa del Señor es digna de confianza; ¡Dios protege a cuantos en él confían!

31 ¿Quién es Dios, fuera del Señor? ¿Qué otro dios hay que pueda protegernos?

32 Dios es quien me da fuerzas, quien hace intachable mi conducta,

33 quien me da pies ligeros, como de ciervo, quien me hace estar firme en las alturas,

34 quien me entrena para la batalla, quien me da fuerzas para tensar arcos de bronce.

35 Tú me proteges y me salvas, me sostienes con tu mano derecha; tu bondad me ha hecho prosperar.

36 Has hecho fácil mi camino y mis pies no han resbalado.

37 Perseguí a mis enemigos, los alcancé y tan sólo volví después de destruirlos.

38 Los destrocé, y ya no se levantaron. ¡Cayeron debajo de mis pies!

39 Tú me diste fuerza en la batalla; hiciste que los rebeldes se inclinaran ante mí,

40 y que delante de mí huyeran mis enemigos. Así pude destruir a los que me odiaban.

41 Pedían ayuda, y nadie los ayudó; llamaban al Señor, y no les contestó.

42 ¡Los deshice como a polvo que se lleva el viento! ¡Los pisoteé como a barro de las calles!

43 Me libraste de un pueblo rebelde, me hiciste jefe de naciones y me sirve gente que yo no conocía.

44 En cuanto me oyen, me obedecen; gente extranjera me halaga,

45 gente extranjera se acobarda y sale temblando de sus refugios.

46 ¡Viva el Señor! ¡Bendito sea mi protector! ¡Sea enaltecido Dios mi salvador!

47 Él es el Dios que me ha vengado y me ha sometido los pueblos.

48 Él me salva de la furia de mis enemigos, de los rebeldes que se alzaron contra mí. ¡Tú, Señor, me salvas de los hombres violentos!

49 Por eso te alabo entre las naciones y canto himnos a tu nombre.

50 Concedes grandes victorias al rey que has escogido; siempre tratas con amor a David y a su descendencia.

19

1 Del maestro de coro. Salmo de David. El cielo proclama la gloria de Dios; de su creación nos habla la bóveda celeste.

2 Los días se lo cuentan entre sí; las noches hacen correr la voz.

3 Aunque no se escuchan palabras ni se oye voz alguna,

4 el mensaje llega a toda la tierra y hasta el último rincón del mundo, hasta donde el sol tiene su hogar.

5 Y el sol sale como un novio de la habitación nupcial, alegre como un atleta al emprender su camino.

6 Nace el sol por un lado del cielo y da la vuelta hasta llegar al otro, sin que nada pueda huir de su calor.

7 La enseñanza del Señor es perfecta, porque da nueva vida. El mandato del Señor es fiel, porque hace sabio al hombre sencillo.

8 Los preceptos del Señor son justos, porque traen alegría al corazón. El mandamiento del Señor es puro y llena los ojos de luz.

9 El temor del Señor es limpio y permanece para siempre. Los decretos del Señor son verdaderos, todos ellos son justos,

10 ¡son de más valor que el oro fino, más dulces que la miel del panal!

11 Son también advertencias a este siervo tuyo, y le es provechoso obedecerlas.

12 ¿Quién se da cuenta de sus propios errores? ¡Perdona, Señor, mis faltas ocultas!

13 Quítale el orgullo a tu siervo; no permitas que el orgullo me domine. Así seré un hombre sin tacha y estaré libre de gran pecado.

14 Sean aceptables a tus ojos mis palabras y mis pensamientos, oh Señor, refugio y libertador mío.

20

1 Del maestro de coro. Salmo de David. Que el Señor te escuche cuando estés angustiado; que el Dios mismo de Jacob te defienda.

2 Que te envíe auxilio y ayuda desde el santuario de Sión.

3 Que se acuerde de todas tus ofrendas y acepte con agrado las que quemas sobre el altar.

4 Que cumpla todos tus deseos y lleve a cabo todos tus planes.

5 Celebraremos así tu victoria y levantaremos banderas en el nombre del Dios nuestro. ¡Que el Señor cumpla todas tus peticiones!

6 Estoy convencido de que el Señor dará la victoria al rey que ha escogido; que le contestará desde su santo cielo, dándole grandes victorias con su poder.

7 Unos cuentan con sus carros de guerra y otros cuentan con sus caballos, pero nosotros contamos con el Señor nuestro Dios.

8 A ellos se les doblan las rodillas y caen, pero nosotros seguimos firmes y en pie.

9 Señor, ¡dale la victoria al rey! ¡Respóndenos cuando te llamemos!

21

1 Del maestro de coro. Salmo de David. Señor, el rey está alegre porque le has dado fuerzas; ¡está muy alegre porque le has dado la victoria!

2 Has cumplido sus deseos; no le has negado sus peticiones.

3 Le recibiste con grandes bendiciones y le pusiste una corona de oro.

4 Te pidió vida, y se la diste: vida larga y duradera.

5 Gracias a tu ayuda, es grande su poder; le has dado honor y dignidad.

6 Le has bendecido para siempre; con tu presencia le llenas de alegría.

7 Tú, oh rey, jamás caerás, pues confías en el Señor; ¡confías en el amor del Altísimo!

8 Tu poder alcanzará a todos tus enemigos; tu derecha alcanzará a los que te odian;

9 los pondrás en un horno encendido cuando aparezcas para juzgar. El Señor, en su furor, los consumirá con un fuego destructor.

10 Borrarás del mundo y de entre los hombres a sus hijos y sus descendientes.

11 Aunque quieran hacerte daño y hagan planes contra ti, no se saldrán con la suya,

12 pues tú los pondrás en fuga; con tu arco apuntarás contra ellos.

13 ¡Levántate con tu poder, Señor! ¡Celebraremos con himnos tus victorias!

22

1 Del maestro de coro, según la melodía de “La cierva de la aurora”. Salmo de David. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?, ¿por qué no vienes a salvarme?, ¿por qué no atiendes a mis lamentos?

2 Dios mío, día y noche te llamo, y no respondes; ¡no hay descanso para mí!

3 Pero tú eres santo; tú reinas, alabado por Israel.

4 Nuestros padres confiaron en ti; confiaron, y tú los libertaste;

5 te pidieron ayuda, y les diste libertad; confiaron en ti, y no los defraudaste.

6 Pero yo no soy un hombre, sino un gusano; ¡soy el hazmerreir de la gente!

7 Los que me ven, se burlan de mí; me hacen muecas, mueven la cabeza

8 y dicen: “Este confiaba en el Señor; pues que el Señor lo libre. Ya que tanto le quiere, que lo salve.”

9 Y así es: tú me hiciste nacer del vientre de mi madre; en su pecho me hiciste descansar.

10 Desde antes que yo naciera, fui puesto bajo tu cuidado; desde el vientre de mi madre, mi Dios eres tú.

11 No te alejes de mí, pues estoy al borde de la angustia y no tengo quien me ayude.

12 Mis enemigos me han rodeado como toros, como bravos toros de Basán;

13 rugen como leones feroces, abren la boca y se lanzan contra mí.

14 Soy como agua que se derrama; mis huesos están dislocados. Mi corazón es como cera que se derrite dentro de mí.

15 Tengo la boca seca como una teja; tengo la lengua pegada al paladar. ¡Me has hundido hasta el polvo de la muerte!

16 Como perros, una banda de malvados me ha rodeado por completo; me han desgarrado las manos y los pies.

17 ¡Puedo contarme los huesos! Mis enemigos no me quitan la vista de encima;

18 se han repartido mi ropa entre sí, y sobre ella echan suertes.

19 Pero tú, Señor, que eres mi fuerza, ¡no te alejes!, ¡ven pronto en mi ayuda!

20 Líbrame de morir a filo de espada, no dejes que me maten esos perros,

21 sálvame de la boca de esos leones, ¡defiéndeme de los cuernos de esos toros!

22 Yo hablaré de ti a mis hermanos, te alabaré en sus reuniones.

23 Vosotros, los que honráis al Señor, ¡alabadle! ¡Glorificadle todos los descendientes de Jacob! ¡Adoradle todos los descendientes de Israel!

24 Pues él no desprecia ni pasa por alto el sufrimiento de los pobres, ni se esconde de ellos. ¡Él los oye cuando le piden ayuda!

25 En presencia de tu pueblo numeroso alabaré tu fidelidad; delante de los que te honran te cumpliré mis promesas.

26 Comed, vosotros los oprimidos, hasta que estéis satisfechos; alabad al Señor, vosotros que le buscáis, y vivid muchos años.

27 Razas y naciones todas, gente de todos los rincones de la tierra, acordaos del Señor y venid a él. ¡Arrodillaos delante de él!

28 Porque el Señor es el rey, y él gobierna las naciones.

29 Inclínense y adórenle solo a él todos los que viven en abundancia, todos los que han de volver al polvo, pues en sí mismos no tienen vida.

30 Mis descendientes adorarán al Señor y hablarán de él toda la vida;

31 a los que nazcan después, les contarán de su justicia y de sus obras.

23

1 Salmo de David. El Señor es mi pastor; nada me falta.

2 Me hace descansar en verdes pastos, me guía a arroyos de tranquilas aguas,

3 me da nuevas fuerzas y me lleva por caminos rectos haciendo honor a su nombre.

4 Aunque pase por el más oscuro de los valles, no temeré peligro alguno, porque tú, Señor, estás conmigo; tu vara y tu cayado me inspiran confianza.

5 Me has preparado un banquete ante los ojos de mis enemigos; has vertido perfume sobre mi cabeza y has llenado mi copa a rebosar.

6 Tu bondad y tu amor me acompañan a lo largo de mis días, y en tu casa, oh Señor, por siempre viviré.

24

1 Salmo de David. Del Señor es el mundo entero, con todo lo que en él hay, con todo lo que en él vive.

2 Porque el Señor puso las bases de la tierra y la afirmó sobre los mares y los ríos.

3 ¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién puede permanecer en su santo templo?

4 El que tiene las manos y la mente limpias de todo pecado; el que no adora ídolos ni hace juramentos falsos.

5 El Señor, su Dios y salvador, bendecirá a ese hombre y le hará justicia.

6 Así deben ser los que buscan al Señor, los que buscan la presencia del Dios de Jacob.

7 ¡Abríos, puertas eternas! ¡Abríos, puertas, de par en par, y entrará el Rey de la gloria!

8 ¿Quién es este Rey de la gloria? ¡Es el Señor, el fuerte y valiente! ¡Es el Señor, valiente en la batalla!

9 ¡Abríos, puertas eternas! ¡Abríos, puertas, de par en par, y entrará el Rey de la gloria!

10 ¿Quién es este Rey de la gloria? ¡Es el Señor todopoderoso! ¡Él es el Rey de la gloria!

25

1 De David. Señor, a ti dirijo mi oración;

2 mi Dios, en ti confío: no dejes que me hunda en la vergüenza. ¡Que no se rían de mí mis enemigos!

3 ¡Que no sea jamás avergonzado ninguno de los que en ti confían! ¡Que sean puestos en vergüenza los que sin motivo se rebelan contra ti!

4 Señor, muéstrame tus caminos, guíame por tus senderos;

5 guíame, encamíname en tu verdad, pues tú eres mi Dios y salvador. ¡En ti confío a todas horas!

6 Señor, acuérdate del amor y la ternura que siempre nos has manifestado,

7 pero no te acuerdes de mis pecados ni del mal que hice en mi juventud. Señor, acuérdate de mí, por tu gran amor y bondad.

8 El Señor es bueno y justo; él corrige la conducta de los pecadores

9 y guía por su camino a los humildes; ¡los instruye en la justicia!

10 Él siempre procede con amor y verdad con quienes cumplen su pacto y sus mandamientos.

11 Señor, es grande mi maldad; perdóname, haz honor a tu nombre.

12 Al hombre que honra al Señor, él le muestra el camino que debe seguir;

13 le rodea de bienestar y da a sus descendientes posesión del país.

14 El Señor es amigo de quienes le honran, y les da a conocer su pacto.

15 Siempre dirijo mis ojos al Señor, porque él me libra de todo peligro.

16 Mírame, Señor, y ten compasión de mí, porque estoy solo y afligido.

17 Mi corazón se aflige más y más; líbrame de mis angustias.

18 Mira mis tristezas y trabajos, y perdona mis pecados.

19 Mira cuántos enemigos tengo que sienten por mí un odio mortal.

20 ¡Cuídame, sálvame la vida! ¡No dejes que me hunda en la vergüenza, pues en ti busco protección!

21 Que me protejan mi honradez y mi inocencia, pues en ti he puesto mi confianza.

22 ¡Dios mío, salva a Israel de todas sus angustias!

26

1 De David. Señor, hazme justicia, pues mi vida no tiene tacha. En ti, Señor, confío firmemente;

2 examíname, ¡ponme a prueba!, ¡pon a prueba mis pensamientos y mis sentimientos más profundos!

3 Yo tengo presente tu amor y te he sido fiel;

4 jamás conviví con los mentirosos ni me junté con los hipócritas.

5 Odio las reuniones de los malvados; ¡jamás conviví con los perversos!

6 Lavadas ya mis manos y limpias de pecado, quiero, Señor, acercarme a tu altar,

7 entonar cantos de alabanza y proclamar tus maravillas.

8 Yo amo, Señor, el templo donde vives, el lugar donde reside tu gloria.

9 No me quites la vida junto con los pecadores; no me hagas correr la suerte de los asesinos,

10 de esos que tienen las manos llenas de maldad y soborno.

11 Pero mi vida es intachable; ¡sálvame, ten compasión de mí!

12 Mis pies pisan terreno firme; ¡bendeciré al Señor en presencia de su pueblo!

27

1 De David. El Señor es mi luz y mi salvación, ¿de quién tendré miedo? El Señor defiende mi vida, ¿quién me atemorizará?

2 Los malvados, mis enemigos, se juntan para atacarme y destruirme; pero ellos son los que tropiezan y caen.

3 Aunque un ejército me rodee, mi corazón no tendrá miedo; aunque se preparen para atacarme, permaneceré tranquilo.

4 Solo una cosa he pedido al Señor, solo una cosa deseo: estar en el templo del Señor todos los días de mi vida, para adorarle en su templo y contemplar su hermosura.

5 Cuando lleguen los días malos, el Señor me dará abrigo en su templo; bajo su sombra me protegerá. ¡Me pondrá a salvo sobre una roca!

6 Entonces podré levantar la cabeza por encima de mis enemigos; entonces podré ofrecer sacrificios en el templo, y gritar de alegría, y cantar himnos al Señor.

7 A ti clamo, Señor, ¡escúchame! Ten compasión de mí, ¡respóndeme!

8 El corazón me dice: “Busca la presencia del Señor.” Y yo, Señor, busco tu presencia.

9 ¡No te escondas de mí! ¡No me rechaces con ira! ¡Mi única ayuda eres tú! No me dejes solo y sin amparo, pues tú eres mi Dios y salvador.

10 Aunque mi padre y mi madre me abandonen, tú, Señor, te harás cargo de mí.

11 Señor, muéstrame tu camino, guíame por la buena senda a causa de mis enemigos;

12 no me entregues a su voluntad, pues se han levantado contra mí testigos falsos y violentos.

13 Pero yo estoy convencido de que llegaré a ver la bondad del Señor a lo largo de esta vida.

14 ¡Ten confianza en el Señor! ¡Ten valor, no te desanimes! ¡Sí, ten confianza en el Señor!

28

1 De David. Señor, mi protector, a ti clamo. ¡No te niegues a responderme! Pues si te niegas a responderme, ya puedo contarme entre los muertos.

2 Oye mis gritos cuando te pido ayuda, cuando extiendo mis manos hacia tu santo templo.

3 No me arrastres junto con los malvados, ni me hagas correr la suerte de los malhechores, que por fuera se muestran amistosos pero por dentro son todo maldad.

4 Dales su merecido, conforme a sus malas acciones; págales con la misma moneda, conforme al mal que han cometido.

5 Ya que no tienen presente las cosas que hizo el Señor, ¡que él los destruya y no los vuelva a levantar!

6 ¡Bendito sea el Señor, que ha escuchado mis ruegos!

7 El Señor es mi poderoso protector; en él confié plenamente, y él me ayudó. Mi corazón está alegre; cantaré y daré gracias al Señor.

8 El Señor es la fuerza de su pueblo; es ayuda y refugio de su rey escogido.

9 Salva a tu pueblo, Señor; bendice a los tuyos. Cuídalos como un pastor; ¡llévalos en tus brazos para siempre!

29

1 Salmo de David Alabad al Señor, seres celestiales: alabad el poder y la gloria del Señor,

2 alabad el glorioso nombre del Señor, adorad al Señor en su hermoso santuario.

3 La voz del Señor resuena sobre el mar; el Dios glorioso hace tronar: ¡el Señor está sobre el mar inmenso!

4 La voz del Señor resuena poderosa, la voz del Señor resuena imponente,

5 la voz del Señor desgaja los cedros. ¡El Señor desgaja los cedros del Líbano!

6 Hace temblar los montes Líbano y Sirión, ¡los hace saltar como toros y becerros!

7 La voz del Señor lanza llamas de fuego,

8 la voz del Señor hace temblar al desierto, ¡el Señor hace temblar al desierto de Cadés!

9 La voz del Señor sacude las encinas y deja sin árboles los bosques. En su templo, todos le rinden honor.

10 El Señor gobierna las lluvias, ¡el Señor gobierna cual rey eterno!

11 El Señor da fuerza a su pueblo, el Señor bendice a su pueblo con paz.

30

1 Salmo. Canto para la dedicación del templo. De David. Señor, yo te alabo porque tú me liberaste, porque no has permitido que mis enemigos se burlen de mí.

2 Señor, mi Dios, te pedí ayuda, y me sanaste;

3 tú, Señor, me salvaste de la muerte; me diste vida, me libraste de morir.

4 Vosotros, fieles del Señor, ¡cantadle himnos!, ¡alabad su santo nombre!

5 Porque su enojo dura un momento, pero su buena voluntad, toda la vida. Si lloramos por la noche, por la mañana tendremos alegría.

6 Yo me sentí seguro, y pensé: “Nada me hará caer jamás.”

7 Tú, Señor, en tu bondad, me afirmaste en lugar seguro. Pero me negaste tu ayuda y el miedo me dejó confundido.

8 A ti, Señor, clamo; a ti, Señor, suplico:

9 ¿qué se gana con que yo muera, con que sea llevado al sepulcro? ¡El polvo no puede alabarte ni hablar de tu fidelidad!

10 Señor, óyeme y ten compasión de mí. Señor, ¡ayúdame!

11 Has cambiado en danzas mis lamentos, me has quitado el luto y me has vestido de fiesta.

12 Por eso, Señor y Dios, no puedo quedarme en silencio: ¡te cantaré himnos de alabanza y siempre te daré gracias!

31

1 Del maestro de coro. Salmo de David. Señor, en ti busco protección; ¡no me defraudes jamás! ¡Ponme a salvo, pues tú eres justo!

2 Dígnate escucharme; ¡date prisa, líbrame ya! Sé tú mi roca protectora, ¡sé tú mi castillo de refugio y salvación!

3 ¡Tú eres mi roca y mi castillo! ¡Guíame y protégeme; haz honor a tu nombre!

4 ¡Sácame de la trampa que me han tendido, pues tú eres mi protector!

5 En tus manos encomiendo mi espíritu; ¡rescátame, Señor, Dios de la verdad!

6 Odio a los que adoran ídolos inútiles. He puesto mi confianza en el Señor.

7 Tu amor me trae gozo y alegría. Tú has visto mis tristezas, conoces mis aflicciones;

8 no me entregaste en manos del enemigo; ¡me hiciste poner pie en lugar seguro!

9 Señor, ten compasión de mí, pues estoy en peligro. El dolor debilita mis ojos, mi cuerpo, ¡todo mi ser!

10 ¡El dolor y los lamentos acaban con los años de mi vida! La tristeza acaba con mis fuerzas; ¡mi cuerpo se está debilitando!

11 Soy el hazmerreir de mis enemigos, objeto de burla de mis vecinos, horror de quienes me conocen. ¡Huyen de mí cuantos me ven en la calle!

12 Me han olvidado por completo, como si ya estuviera muerto. Soy como un jarro hecho pedazos.

13 Puedo oir que la gente cuchichea: “Hay terror por todas partes.” Como un solo hombre, hacen planes contra mí; ¡hacen planes para quitarme la vida!

14 Pero yo, Señor, confío en ti; yo he dicho: “¡Tú eres mi Dios!”

15 Mi vida está en tus manos; ¡líbrame de mis enemigos, que me persiguen!

16 Mira con bondad a este siervo tuyo, y sálvame, por tu amor.

17 A ti clamo, Señor; ¡no me hundas en la vergüenza! ¡Hunde en la vergüenza a los malvados; húndelos en el silencio del sepulcro!

18 Queden en silencio los labios mentirosos, que hablan con burla y desprecio y ofenden al hombre honrado.

19 ¡Qué grande es tu bondad con aquellos que te honran! La guardas como un tesoro, y a la vista de los hombres la repartes a quienes confían en ti.

20 Con la protección de tu presencia los libras de los planes malvados del hombre; bajo tu techo los proteges de los insultos de sus enemigos.

21 Bendito sea el Señor, que con su amor hizo grandes cosas por mí en momentos de angustia.

22 En mi inquietud llegué a pensar que me habías echado de tu presencia; pero cuando te pedí ayuda, escuchaste mis gritos.

23 Amad al Señor, todos vosotros, sus fieles. El Señor cuida de los sinceros, pero a los altaneros les da con creces su merecido.

24 Dad ánimo y valor a vuestros corazones, todos los que confiáis en el Señor.

32

1 Instrucción de David. Feliz el hombre a quien sus culpas y pecados le han sido perdonados por completo.

2 Feliz el hombre que no es mal intencionado y a quien el Señor no acusa de falta alguna.

3 Mientras no confesé mi pecado, mi cuerpo iba decayendo por mi gemir de todo el día,

4 pues de día y de noche tu mano pesaba sobre mí. Como flor marchita por el calor del verano, así me sentía decaer.

5 Pero te confesé sin reservas mi pecado y mi maldad; decidí confesarte mis pecados, y tú, Señor, los perdonaste.

6 Por eso, en momentos de angustia te invocarán los fieles, y aunque las aguas caudalosas se desborden, no llegarán hasta ellos.

7 Tú eres mi refugio: me proteges del peligro, me rodeas de gritos de liberación.

8 El Señor dice: “Mis ojos están puestos en ti. Yo te daré instrucciones, te daré consejos, te enseñaré el camino que debes seguir.

9 No seas como el mulo o el caballo, que no pueden entender y hay que detener su brío con el freno y la rienda, pues de otra manera no se acercan a ti.”

10 Los malvados tendrán muchos dolores, pero el amor del Señor envuelve a los que en él confían.

11 Alegraos en el Señor, hombres buenos y honrados. ¡Alegraos y gritad de alegría!

33

1 Aclamad al Señor, hombres buenos; en labios de los buenos, la alabanza es hermosa.

2 Dad gracias al Señor al son del arpa, cantadle himnos con música de salterio,

3 cantadle un nuevo canto, ¡tocad con arte al aclamarle!

4 La palabra del Señor es verdadera; sus obras demuestran su fidelidad.

5 El Señor ama lo justo y lo recto; ¡su amor llena toda la tierra!

6 El cielo y cuanto hay en él lo hizo el Señor por su palabra y por el soplo de su boca.

7 Él junta y almacena las aguas del mar profundo.

8 Honrad al Señor todos en la tierra; ¡honradle todos los habitantes del mundo!

9 Pues él habló, y todo fue hecho; él ordenó, y todo quedó firme.

10 El Señor hace fracasar por completo los proyectos de los pueblos paganos;

11 pero los proyectos del Señor permanecen firmes para siempre.

12 Feliz el pueblo cuyo Dios es el Señor, el pueblo que ha escogido como suyo.

13 El Señor mira desde el cielo y ve a todos los hombres;

14 desde el lugar donde vive observa a los que habitan la tierra;

15 él es quien formó sus corazones y quien vigila todo lo que hacen.

16 Ningún rey se salva por su gran ejército, ni se salvan los valientes por su mucha fuerza.

17 Los caballos no sirven para salvar a nadie; aunque son muy poderosos, no pueden salvar.

18 Pero el Señor cuida siempre de quienes le honran y confían en su amor,

19 para salvarlos de la muerte y darles vida en épocas de hambre.

20 Nosotros confiamos en el Señor; ¡él nos ayuda y nos protege!

21 Nuestro corazón se alegra en el Señor; confiamos plenamente en su santo nombre.

22 ¡Que tu amor, Señor, nos acompañe, tal como esperamos de ti!

34

1 De David, cuando se retiró de la presencia de Abimélec, ante quien había fingido un ataque de locura. Bendeciré al Señor a todas horas; mis labios siempre le alabarán.

2 Yo me siento orgulloso del Señor: ¡oídlo y alegraos, hombres humildes!

3 Alabemos juntos y a una voz la grandeza del nombre del Señor.

4 Recurrí al Señor, y él me contestó y me libró de todos mis temores.

5 Los que miran al Señor resplandecen de alegría y jamás se verán defraudados.

6 Este pobre gritó, y el Señor le oyó y le libró de todas sus angustias.

7 El ángel del Señor protege y salva a los que honran al Señor.

8 Probad, y ved que el Señor es bueno. ¡Feliz el hombre que en él confía!

9 Honrad al Señor, los consagrados a él, pues nada faltará a los que le honran.

10 Los ricos se vuelven pobres y padecen hambre; pero a los que buscan al Señor nunca les faltará ningún bien.

11 Venid, hijos míos, y escuchadme: voy a enseñaros a honrar al Señor.

12 ¿Quieres vivir mucho tiempo? ¿Quieres gozar de la vida?

13 Pues refrena tu lengua de hablar mal, y nunca digan mentiras tus labios.

14 Aléjate de la maldad, y haz lo bueno; busca la paz, y síguela.

15 El Señor cuida de los hombres honrados, y presta oído a sus clamores.

16 El Señor está en contra de los malhechores, para borrar de la tierra su recuerdo.

17 El Señor atiende al clamor del hombre honrado, y le libra de todas sus angustias.

18 El Señor está cerca, para salvar a los que tienen el corazón hecho pedazos y han perdido la esperanza.

19 El hombre honrado pasa por muchos males, pero el Señor le libra de todos ellos.

20 Él le protege todos los huesos; ni uno solo le romperán.

21 A los malvados los mata su propia maldad; los que odian al hombre honrado serán castigados.

22 Pero el Señor salva la vida de sus siervos; ¡no serán castigados los que en él confían!

35

1 De David. Señor, opónte a los que se oponen a mí; ataca a los que me atacan.

2 Toma tu escudo y ven en mi ayuda;

3 toma tu lanza y haz frente a los que me persiguen; ¡dime que eres tú mi salvador!

4 Huyan avergonzados los que quieren matarme; huyan avergonzados los que quieren hacerme daño;

5 ¡sean como paja que se lleva el viento, arrojados por el ángel del Señor!

6 ¡Sea su camino oscuro y resbaladizo, perseguidos por el ángel del Señor!

7 Sin motivo me pusieron una trampa; sin motivo hicieron un hoyo para que yo cayera en él.

8 ¡Que los sorprenda la desgracia! ¡Que caigan en su propia trampa! ¡Que caigan en desgracia!

9 Entonces me alegraré en el Señor, porque él me habrá salvado.

10 De todo corazón diré: “¿Quién como tú, Señor? A los pobres y necesitados los libras de quienes son más fuertes que ellos, de quienes los explotan.”

11 Se levantan testigos malvados y me preguntan cosas que yo ignoro.

12 Me han pagado mal por bien, y esto me causa mucha tristeza;

13 pues cuando ellos enfermaban yo me afligía por ellos, me ponía ropas ásperas y ayunaba, y en mi interior no dejaba de orar.

14 Andaba yo triste y decaído, como si estuviera de luto por mi madre, por un amigo o por mi propio hermano.

15 Pero cuando caí, todos juntos se rieron de mí; como si fueran gente extraña y desconocida, me maltrataron sin cesar.

16 Me atormentaron, se burlaron de mí, me lanzaron miradas cargadas de odio.

17 Señor, ¿cuánto tiempo seguirás viendo esto? ¡Salva mi vida, mi única vida, de esos leones que andan rugiendo!

18 Te daré gracias ante tu pueblo numeroso; ¡te alabaré ante la gran multitud!

19 Que no se alegren de mí mis enemigos; que no se guiñen el ojo los que me odian sin razón.

20 Pues ellos no buscan la paz, sino que hacen planes traicioneros contra la gente pacífica del país;

21 se ríen de mí a carcajadas, y dicen: “¡Mirad lo que hemos llegado a ver!”

22 ¡A ti te consta, Señor! ¡No te quedes en silencio! ¡No te alejes de mí!

23 Levántate, Señor y Dios mío, ¡despierta! Hazme justicia, ponte de mi parte.

24 Júzgame, Señor y Dios mío, de acuerdo con tu justicia. ¡Que no se rían de mí!

25 Que no digan ni piensen: “¡Esto es lo que queríamos! ¡Le hemos arruinado por completo!”

26 Que queden cubiertos de vergüenza los que se alegran de mi desgracia; que queden totalmente cubiertos de vergüenza los que se creen superiores a mí.

27 Pero que se alegren y griten de alegría los que quieren verme victorioso; que digan constantemente: “¡El Señor es grande, y le agrada el bienestar de su siervo!”

28 Con mi lengua hablaré de tu justicia; ¡todo el día te alabaré!

36

1 Del maestro de coro. De David, el servidor del Señor. La maldad habla al malvado en lo íntimo de su corazón. Jamás tiene él presente que hay que temer a Dios.

2 Se cree tan digno de alabanzas, que no encuentra odiosa su maldad.

3 Es malhablado y mentiroso, perdió el buen juicio, dejó de hacer el bien.

4 Acostado en su cama, planea hacer lo malo; tan aferrado está a su mal camino, que no quiere renunciar a la maldad.

5 Pero tu amor, Señor, llega hasta el cielo; tu fidelidad alcanza al cielo azul.

6 Tu justicia es como las grandes montañas; tus decretos son como el mar grande y profundo. Tú, Señor, cuidas de hombres y animales.

7 ¡Qué maravilloso es tu amor, oh Dios! ¡Bajo tus alas, los hombres buscan protección!

8 Quedan completamente satisfechos con la abundante comida de tu casa; tú les das a beber de un río delicioso,

9 porque en ti está la fuente de la vida y en tu luz podemos ver la luz.

10 Brinda siempre tu amor y tu justicia a los que te conocen, a los hombres honrados.

11 No dejes que me pisoteen los orgullosos, que me zarandeen los malvados.

12 ¡Ved cómo caen los malhechores! ¡Caen para no volver a levantarse!

37

1 De David. No te enojes por causa de los malvados ni sientas envidia de los malhechores,

2 pues pronto se secan, como el heno; ¡se marchitan como la hierba!

3 Confía en el Señor, y haz lo bueno; vive en la tierra, y manténte fiel.

4 Ama al Señor con ternura, y él cumplirá tus deseos más profundos.

5 Pon tu vida en las manos del Señor; confía en él, y él vendrá en tu ayuda.

6 Hará brillar tu rectitud y tu justicia como brilla el sol de mediodía.

7 Guarda silencio ante el Señor; espera con paciencia a que él te ayude. No te irrites a causa del que triunfa en la vida, del que hace planes malvados.

8 Deja el enojo, abandona el furor; no te irrites, porque eso empeora las cosas.

9 Pues los malvados serán arrojados del país, pero los que confían en el Señor tomarán posesión de él.

10 Dentro de poco no habrá malvados; por más que los busques, no volverás a encontrarlos.

11 Pero los humildes heredarán la tierra y disfrutarán de completa paz.

12 El malvado trama hacer daño al hombre bueno y le lanza miradas cargadas de odio.

13 Pero el Señor se ríe, porque sabe que al malvado se le acerca su hora.

14 Los malvados sacan la espada y tensan el arco para hacer caer a los pobres y humildes, ¡para matar a los de buena conducta!

15 Pero su propia espada se les clavará en el corazón, y sus arcos quedarán hechos pedazos.

16 Lo poco que tiene el hombre bueno es mejor que la mucha riqueza de los malos.

17 Porque el Señor pondrá fin a los malos, pero sostendrá a los buenos.

18 El Señor cuida de los que viven sin tacha, y la herencia de ellos durará para siempre.

19 En épocas malas, cuando haya hambre, no pasarán vergüenza, pues tendrán suficiente comida.

20 Los malvados arderán como hierba seca; los enemigos del Señor se desvanecerán como el humo.

21 El malvado pide prestado, y no paga; pero el hombre bueno es compasivo y generoso.

22 Los que el Señor bendice heredarán la tierra; pero los que él maldice serán destruidos.

23 El Señor dirige los pasos del hombre y le pone en el camino que a él le agrada;

24 aun cuando caiga, no quedará caído, porque el Señor le tiene de la mano.

25 Yo fui joven, y ya soy viejo, pero nunca vi desamparado al hombre bueno ni jamás vi a sus hijos pedir limosna.

26 A todas horas siente compasión, y da prestado; sus hijos son una bendición.

27 Aléjate de la maldad y haz lo bueno, y tendrás siempre un lugar donde vivir.

28 Pues el Señor ama la justicia y no abandona a quienes le son fieles, pero destruye a los malvados y los deja sin descendencia.

29 Los hombres buenos heredarán la tierra y vivirán en ella para siempre.

30 El hombre bueno habla con sabiduría; el hombre bueno habla con justicia.

31 Lleva en el corazón la enseñanza de su Dios; ¡jamás resbalarán sus pies!

32 El malvado espía al hombre bueno, con la intención de matarlo;

33 pero el Señor no dejará que caiga en sus manos, ni dejará tampoco que lo declaren culpable.

34 Tú confía en el Señor, y obedécele, pues él te enaltecerá y te dará el país como herencia. ¡Con tus ojos verás la destrucción de los malvados!

35 He visto al malvado, lleno de altanería, extenderse como un árbol frondoso;

36 pero se fue, dejó de existir; lo busqué, y no pude encontrarlo.

37 Fíjate en el hombre honrado y sin tacha: el futuro de ese hombre es la paz.

38 Pero los rebeldes serán destruidos por completo; el futuro de los malos será su destrucción.

39 La ayuda a los hombres buenos viene del Señor, que es su refugio en tiempos difíciles.

40 El Señor los ayuda a escapar. Los hace escapar de los malvados, y los salva, porque en él buscaron protección.

38

1 Salmo de David, para hacer recordar. Señor, no me reprendas en tu enojo ni me castigues en tu furor.

2 Pues en mí se han clavado tus flechas; ¡tu mano has descargado sobre mí!

3 Por tu enojo debido a mis pecados, todo mi cuerpo está enfermo; ¡no tengo un solo hueso sano!

4 Mis maldades me tienen abrumado; son una carga que no puedo soportar.

5 Por causa de mi necedad, mis heridas se pudren y apestan.

6 Todo el día ando triste, cabizbajo y deprimido.

7 La espalda me arde de fiebre; ¡tengo enfermo todo el cuerpo!

8 Estoy completamente molido y sin fuerzas; ¡mis quejas son quejas del corazón!

9 Señor, tú conoces todos mis deseos, ¡mis suspiros no son un secreto para ti!

10 Mi corazón late de prisa, las fuerzas me abandonan, ¡aun la vista se me nubla!

11 Mis mejores amigos, y hasta mis parientes, se mantienen a distancia, lejos de mis llagas.

12 Los que me quieren matar, me tienden trampas; los que me quieren perjudicar, hablan de arruinarme y a todas horas hacen planes traicioneros.

13 Pero yo me hago el sordo, como si no oyera; como si fuera mudo, no abro la boca.

14 Soy como el que no oye ni puede decir nada en su defensa.

15 Yo espero de ti, Señor y Dios mío, que seas tú quien les conteste.

16 Tan solo pido que no se rían de mí, que no canten victoria cuando yo caiga.

17 En verdad, a punto estoy de caer; mis dolores no me dejan ni un momento.

18 ¡Confesaré mis pecados, pues me llenan de inquietud!

19 Mis enemigos han aumentado; muchos son los que me odian sin motivo.

20 Me han pagado mal por bien; porque busco hacer el bien, se ponen en contra mía.

21 Señor, ¡no me dejes solo! Dios mío, ¡no te alejes de mí!

22 Dios y salvador mío, ¡ven pronto en mi ayuda!

39

1 Del maestro de coro. De Jedutún. Salmo de David. Yo había prometido cuidar mi conducta, y no pecar con mi lengua, y poner freno a mis labios mientras hubiera malvados delante de mí.

2 Y me hacía el mudo: no decía nada. ¡Ni siquiera hablaba de lo bueno! Pero mi dolor iba en aumento;

3 ¡el corazón me ardía en el pecho! Pensando en ello, un fuego se encendió dentro de mí, y dije entonces con voz fuerte:

4 “Señor, hazme saber qué fin tendré y cuánto tiempo voy a vivir; ¡quiero saber cuán breve será mi vida!

5 Me has dado una vida muy corta; no es nada mi vida delante de ti. ¡Todo hombre dura lo que un suspiro!

6 ¡Todo hombre pasa como una sombra! De nada le sirve amontonar riquezas, pues no sabe quién se quedará con ellas.

7 Y así, Señor, ¿qué puedo ya esperar? ¡Mi esperanza está en ti!

8 Líbrame de mis pecados; no dejes que los necios se burlen de mí.

9 “Me hice el mudo y no abrí la boca, porque tú eres el que actúa.

10 Aparta de mí tus golpes; estoy acabado por los golpes de tu brazo.

11 Tú corriges al hombre castigando su maldad, y reduces a polvo lo que más ama. ¡Todo hombre es un suspiro!

12 “Señor, escucha mi oración, ¡presta oído a mis lamentos!, ¡no te quedes callado ante mis lágrimas! Yo soy para ti un extranjero, un ave de paso, como mis antepasados.

13 Deja ya de mirarme, dame un momento de respiro, antes que me vaya y deje de existir.”

40

1 Del maestro de coro. Salmo de David. Puse mi esperanza en el Señor, y él se inclinó para escuchar mis gritos;

2 me salvó de la fosa mortal, me libró de hundirme en el pantano. Afirmó mis pies sobre una roca; dio firmeza a mis pisadas.

3 Hizo brotar de mis labios un nuevo canto, un canto de alabanza a nuestro Dios. Muchos, al ver esto, se sintieron conmovidos y pusieron su confianza en el Señor.

4 ¡Feliz el hombre que confía en el Señor y no busca a los insolentes ni a los que adoran dioses falsos!

5 Señor y Dios mío, muchas son las maravillas que tú has hecho y las consideraciones que nos tienes. ¡Nada es comparable a ti! Quisiera anunciarlas, hablar de ellas, pero son más de las que puedo contar.

6 Tú no te complaces en los sacrificios ni en las ofrendas de cereales; tampoco has pedido holocaustos ni ofrendas para quitar el pecado. En cambio, me has abierto los oídos.

7 Por eso he dicho: Aquí estoy, tal como el libro dice de mí.

8 A mí me agrada hacer tu voluntad, Dios mío; ¡llevo tu enseñanza en el corazón!

9 En presencia de tu pueblo numeroso he dado a conocer lo que es justo. ¡Tú bien sabes, Señor, que no he guardado silencio!

10 No me he quedado callado acerca de tu justicia; he hablado de tu fidelidad y salvación. Jamás he ocultado tu amor y tu verdad ante tu pueblo numeroso.

11 Y tú, Señor, ¡no me niegues tu ternura! ¡Que siempre me protejan tu amor y tu verdad!

12 Pues han venido sobre mí tantas desgracias, que ni siquiera las puedo contar. Me han atrapado mis propias maldades; ¡hasta he perdido la vista! Son más que los pelos de mi cabeza, y hasta el ánimo he perdido.

13 Señor, por favor, ¡ven a librarme! Señor, ¡ven pronto en mi ayuda!

14 ¡Que sean puestos en completo ridículo los que tratan de acabar con mi vida! ¡Que huyan llenos de vergüenza los que quieren hacerme daño!

15 ¡Que huyan avergonzados los que se burlan de mí!

16 Pero que todos los que te buscan se llenen de alegría; que cuantos desean tu salvación digan siempre: “¡El Señor es grande!”

17 Y a mí, pobre y afligido, no me olvides, Señor. Tú eres quien me ayuda y me libera; ¡no tardes, Dios mío!

41

1 Del maestro de coro. Salmo de David. Dichoso el que piensa en el débil y pobre; el Señor lo librará en tiempos malos.

2 El Señor lo protegerá, le dará vida y felicidad en la tierra, y no lo abandonará al capricho de sus enemigos.

3 El Señor le dará fuerzas en el lecho del dolor; ¡convertirá su enfermedad en salud!

4 Yo he dicho: “Señor, ten compasión de mí; cúrame, aunque he pecado contra ti.

5 Mis enemigos me desean lo peor: “¿Cuándo morirá y se perderá su recuerdo?”

6 Vienen a verme, y no son sinceros; guardan en su memoria todo lo malo, y al salir a la calle lo dan a conocer.

7 Los que me odian se juntan y hablan de mí; piensan que estoy sufriendo por mi culpa,

8 y dicen: “Su enfermedad es cosa del demonio; ha caído en cama, y no volverá a levantarse.”

9 Aun mi mejor amigo, en quien yo confiaba, el que comía conmigo, se ha vuelto en contra mía.

10 Pero tú, Señor, ten compasión de mí; haz que me levante y les dé su merecido.

11 En esto conoceré que te he agradado: en que mi enemigo no cante victoria sobre mí.

12 En cuanto a mí, que he vivido una vida sin tacha, tómame en tus manos, manténme siempre en tu presencia.

13 ¡Bendito sea el Señor, Dios de Israel, ahora y siempre! ¡Amén!

42

1 Del maestro de coro. Poemas de los hijos de Coré. Como ciervo sediento en busca de un río, así, Dios mío, te busco a ti.

2 Tengo sed de Dios, del Dios de la vida. ¿Cuándo volveré a presentarme ante Dios?

3 Día y noche, mis lágrimas son mi alimento, mientras a todas horas me preguntan: “¿Dónde está tu Dios?”

4 Cuando pienso en estas cosas, doy rienda suelta a mi dolor. Recuerdo cuando yo iba con la gente, conduciéndola al templo de Dios entre gritos de alegría y gratitud. ¡Qué gran fiesta entonces!

5 ¿Por qué voy a desanimarme? ¿Por qué voy a estar preocupado? Mi esperanza he puesto en Dios, a quien todavía seguiré alabando. ¡Él es mi Dios y salvador!

6 Me siento muy desanimado. Por eso pienso tanto en ti desde la región del río Jordán, desde los montes Hermón y Misar.

7 Se oye en los barrancos profundos el eco atronador de tus cascadas. Los torrentes de agua que tú mandas han pasado sobre mí.

8 De día el Señor me envía su amor, y de noche no cesa mi canto ni mi oración al Dios de mi vida.

9 Le digo a Dios, mi defensor: “¿Por qué me has olvidado? ¿Por qué tengo que andar triste y oprimido por mis enemigos?”

10 Hasta los huesos me duelen por las ofensas de mis enemigos, que a todas horas me preguntan: “¿Dónde está tu Dios?”

11 ¿Por qué voy a desanimarme? ¿Por qué voy a estar preocupado? Mi esperanza he puesto en Dios, a quien todavía seguiré alabando. ¡Él es mi Dios y salvador!

43

1 Oh Dios, hazme justicia; ¡ponte de mi parte contra esta gente pagana! ¡Ponme a salvo del mentiroso y del malvado,

2 porque tú eres mi Dios y protector! ¿Por qué me has alejado de ti? ¿Por qué tengo que andar triste y oprimido por mis enemigos?

3 Envía tu luz y tu verdad, para que ellas me enseñen el camino que lleva a tu santo monte, al lugar donde tú vives.

4 Llegaré entonces a tu altar, oh Dios, y allí te alabaré al son del arpa, pues tú, mi Dios, llenas mi vida de alegría.

5 ¿Por qué voy a desanimarme? ¿Por qué voy a estar preocupado? Mi esperanza he puesto en Dios, a quien todavía seguiré alabando. ¡Él es mi Dios y salvador!

44

1 Del maestro de coro. Poema de los hijos de Coré. Oh Dios, hemos oído con nuestros oídos, y nuestros padres nos han contado lo que tú hiciste en sus días, en aquellos tiempos pasados:

2 con tu propia mano echaste fuera a los paganos, castigaste a las naciones y estableciste allí a nuestros padres.

3 Pues no fue su brazo ni su espada lo que les dio la victoria; ellos no conquistaron la tierra. ¡Fue tu poder y tu fuerza! ¡Fue el resplandor de tu presencia, porque tú los amabas!

4 ¡Mi rey! ¡Mi Dios! Tú diste las victorias a tu pueblo;

5 por ti vencimos a nuestros enemigos; ¡en tu nombre aplastamos a los que nos atacaban!

6 Porque no confiaría yo en mi arco, ni mi espada podría darme la victoria;

7 fuiste tú quien nos hizo vencer a nuestros enemigos, quien puso en ridículo a los que nos odiaban.

8 ¡Siempre estaremos orgullosos de ti, oh Dios, y siempre alabaremos tu nombre!

9 Pero nos has rechazado; nos has cubierto de vergüenza. Ya no sales con nuestros ejércitos.

10 Nos has hecho dar la espalda a nuestros enemigos; los que nos odian, nos roban y se llevan lo que quieren.

11 Nos has entregado cual si fuéramos ovejas de matadero; nos has dispersado entre los paganos;

12 has vendido a tu pueblo muy barato, y nada has ganado con venderlo.

13 Nos has convertido en blanco de insultos; nuestros vecinos nos ofenden y ridiculizan.

14 Has hecho que los paganos se burlen de nosotros; al vernos, mueven burlones la cabeza.

15 No hay momento en que no me vea humillado; se me cae la cara de vergüenza

16 por culpa del enemigo, que trata de vengarse y que me ofende y ultraja.

17 Esto que nos ha pasado no fue por haberte olvidado. ¡No hemos faltado a tu pacto!

18 No hemos pensado abandonarte ni hemos dejado tus caminos.

19 Sin embargo, tú nos has aplastado en lugares de miseria. ¡Nos has cubierto de terrible oscuridad!

20 Si te hubiéramos olvidado, oh Dios, y adorado en tu lugar a un dios extraño,

21 tú te habrías dado cuenta, pues conoces los más íntimos secretos.

22 Pero por causa tuya estamos siempre expuestos a la muerte; nos tratan como a ovejas de matadero.

23 ¿Por qué duermes, Señor? ¡Despierta, despierta! ¡No nos rechaces para siempre!

24 ¿Por qué te escondes? ¿Por qué te olvidas de nosotros, que sufrimos tanto, tanto?

25 Estamos rendidos y humillados, arrastrando nuestros cuerpos por el suelo.

26 ¡Levántate, ven a ayudarnos y sálvanos por tu gran amor!

45

1 Del maestro de coro, según la melodía de “Los lirios”. Poema de los hijos de Coré. Canto de amor. Palabras hermosas bullen en mi mente; mi lengua es como la pluma de un buen escritor. ¡Voy a recitar mi poema ante el rey!

2 ¡Eres el más hermoso de los hombres! ¡El encanto brota de tus labios! Por eso Dios te bendijo para siempre.

3 ¡Ponte la espada a la cintura, valiente! ¡Ella es tu adorno esplendoroso!

4 Tu gloria consiste en avanzar triunfante, luchando en favor de la verdad y haciendo justicia a los humildes. ¡Tu mano derecha realiza grandes proezas!

5 Los pueblos caen a tus pies, oh rey; tus flechas son agudas y se clavan en el corazón de tus enemigos.

6 Tu reinado, oh Dios, es eterno, y es un reinado de justicia.

7 Amas el bien y odias el mal. Por eso te ha escogido Dios, tu Dios, y te ha colmado de alegría más que a tus compañeros.

8 Toda tu ropa es perfume de mirra, áloe y canela; con música de instrumentos de cuerda te alegran en los palacios de marfil.

9 Entre las damas de tu corte hay princesas; a la derecha de tu trono está la reina, adornada con el oro más fino.

10 Escucha, hijita; fíjate bien en lo que voy a decirte: Olvídate de tu familia y de tu gente,

11 pues el rey desea tu belleza; él es tu señor, y debes obedecerle.

12 Princesa de Tiro, los más ricos del pueblo procuran con regalos ganarse tu favor.

13 ¡Aquí entra la princesa, en toda su hermosura! ¡Su vestido es de brocado de oro!

14 Espléndidamente vestida la llevan ante el rey, seguida de sus damas de honor, del cortejo de sus amigas.

15 Avanzan con gran alegría; alegres entran en el palacio del rey.

16 Tus hijos, oh rey, ocuparán el trono de tus antepasados, y harás que gobiernen en todo el país.

17 Yo haré que tu nombre se recuerde en cada nueva generación, y que los pueblos te alaben por siempre.

46

1 Del maestro de coro. Canto para flautas. De los hijos de Coré. Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza; nuestra ayuda en momentos de angustia.

2 Por eso no tendremos miedo aunque se deshaga la tierra, aunque se hundan los montes en el fondo del mar,

3 aunque ruja el mar y se agiten sus olas, aunque tiemblen los montes a causa de su furia.

4 Un río alegra con sus brazos la ciudad de Dios, la más santa de las ciudades del Altísimo.

5 Dios está en medio de ella, y la sostendrá; Dios la ayudará al clarear el día.

6 Las naciones rugen, los reinos tiemblan, la tierra se deshace cuando él deja oir su voz.

7 ¡El Señor todopoderoso está con nosotros! ¡Nuestro refugio es el Dios de Jacob!

8 Venid a ver las cosas sorprendentes que el Señor ha hecho en la tierra:

9 ha puesto fin a las guerras hasta el último rincón del mundo; ha roto los arcos, ha hecho pedazos las lanzas, ¡ha prendido fuego a los carros de guerra!

10 “¡Rendíos! ¡Reconoced que yo soy Dios! ¡Yo estoy por encima de las naciones! ¡Yo estoy por encima de toda la tierra!”

11 ¡El Señor todopoderoso está con nosotros! ¡Nuestro refugio es el Dios de Jacob!

47

1 Del maestro de coro. Salmo de los hijos de Coré. ¡Aplaudid, pueblos todos! ¡Aclamad a Dios con gritos de alegría!

2 Porque el Señor, el Altísimo, es terrible; es el gran rey de toda la tierra.

3 Destrozó pueblos y naciones, y los sometió a nuestro yugo.

4 Nos ha escogido nuestra heredad, que es orgullo de Jacob, a quien amó.

5 ¡Dios el Señor ha subido a su trono entre gritos de alegría y toques de trompeta!

6 ¡Cantad, cantad himnos a Dios! ¡Cantad, cantad himnos a nuestro rey!

7 ¡Cantad un poema a Dios, porque él es el rey de toda la tierra!

8 ¡Dios es el rey de las naciones! ¡Dios está sentado en su santo trono!

9 Los hombres importantes de las naciones se unen al pueblo del Dios de Abraham,

48

1 Cántico. Salmo de los hijos de Coré. ¡El Señor es grande! ¡Nuestro Dios es digno de alabanza en su ciudad y en su santo monte!

2 ¡Qué hermosa altura la del monte Sión, allá, en el extremo norte! ¡Es la alegría de toda la tierra! ¡Es la ciudad del gran rey!

3 Dios está en los palacios de Jerusalén; Dios se ha dado a conocer como un refugio seguro.

4 Pues los reyes se reunieron y juntos avanzaron contra ella;

5 pero al ver la ciudad se sorprendieron, se inquietaron y huyeron.

6 El miedo se adueñó de ellos: se retorcían de dolor, como mujer de parto;

7 como el viento del este, que destroza los barcos de Tarsis.

8 En la ciudad de nuestro Dios, el Señor todopoderoso, hemos visto con nuestros ojos lo mismo que nos habían contado: ¡Dios afirmará para siempre a Jerusalén!

9 Oh Dios, en medio de tu templo pensamos en tu gran amor.

10 Oh Dios, por toda la tierra eres alabado como corresponde a tu nombre. Con tu poder haces plena justicia.

11 ¡Alégrese el monte Sión! ¡Salten de alegría las ciudades de Judá por tus justas decisiones!

12 Caminad alrededor de Sión y contad sus torres;

13 fijaos en su muralla y sus palacios, para que podáis contar a las generaciones futuras

14 que así es nuestro Dios por toda la eternidad. ¡Él es nuestro guía eternamente!

49

1 Del maestro de coro. Salmo de los hijos de Coré. Oíd bien esto, pueblos y habitantes de todo el mundo,

2 lo mismo los ricos que los pobres, lo mismo los poderosos que los humildes.

3 Voy a hablar con sabiduría, y expresaré pensamientos profundos;

4 pondré atención a los refranes, y diré mi secreto al son del arpa.

5 ¿Por qué voy a tener miedo cuando vengan los días malos, cuando me encuentre rodeado de la maldad de mis enemigos?

6 Ellos confían en sus riquezas y se jactan de sus muchos bienes,

7 pero nadie puede salvarse a sí mismo ni pagar a Dios porque le salve la vida.

8 ¡No hay dinero que pueda comprar la vida de un hombre,

9 para que viva siempre y se libre de la muerte!

10 Pues se ve que todos mueren por igual, lo mismo los sabios que los tontos, y se quedan para otros sus riquezas.

11 Aunque dieron su nombre a sus tierras, el sepulcro será su hogar eterno; ¡allí se quedarán para siempre!

12 El hombre no es eterno, por muy rico que sea; muere lo mismo que los animales.

13 Así acaban los que en sí mismos confían; así terminan los que a sí mismos se alaban.

14 Para esa gente, la muerte es el pastor que los conduce al sepulcro como si fueran ovejas. Cuando llegue la mañana, los buenos triunfarán sobre ellos; su fuerza irá decayendo, y el sepulcro será su hogar.

15 Pero Dios me salvará del poder de la muerte, pues me llevará con él.

16 No te inquietes si alguien se hace rico y aumenta el lujo de su casa,

17 pues cuando muera no podrá llevarse nada, ni su lujo le seguirá al sepulcro.

18 Aunque se sienta feliz mientras vive, y la gente le alabe por ser rico,

19 llegará el día en que se muera, y no volverá a ver la luz.

20 El hombre no es eterno, por muy rico que sea; muere lo mismo que los animales.

50

1 Salmo de Asaf. El Señor, el Dios de los dioses, ha hablado; ha llamado a los que habitan la tierra del oriente al occidente.

2 Dios resplandece desde Sión, la ciudad de belleza perfecta.

3 Nuestro Dios viene, pero no en silencio: delante de él, un fuego destructor; a su alrededor, una fuerte tormenta.

4 Desde lo alto, Dios llama al cielo y a la tierra a presenciar el juicio de su pueblo:

5 “Reunid a los que me son fieles, a los que han hecho un pacto conmigo ofreciéndome un sacrificio.”

6 Y el cielo declara que Dios es juez justo.

7 “Escucha, Israel, pueblo mío; voy a poner las cosas en claro contigo. ¡Yo soy Dios! ¡Yo soy tu Dios!

8 No te censuro por los sacrificios y holocaustos que siempre me ofreces.

9 No te pido becerros de tu ganado ni machos cabríos de tus corrales,

10 pues míos son todos los animales salvajes, lo mismo que los ganados de las serranías;

11 mías son las aves de las montañas y todo lo que bulle en el campo.

12 Si yo tuviera hambre, no te lo diría a ti, pues el mundo es mío, con todo lo que hay en él.

13 ¿Acaso me alimento de carne de toros, o bebo sangre de machos cabríos?

14 ¡Sea la gratitud tu ofrenda a Dios; cumple al Altísimo tus promesas!

15 Llámame cuando estés angustiado; yo te libraré, y tú me honrarás.”

16 Pero Dios dice al malvado: “¿Qué derecho tienes de citar mis leyes o de mencionar mi pacto,

17 si no te agrada que yo te corrija ni das importancia a mis palabras?

18 Al ladrón lo recibes con los brazos abiertos; ¡te juntas con gente adúltera!

19 Para el mal y para inventar mentiras se te sueltan la lengua y los labios.

20 Calumnias a tu hermano; ¡contra tu propio hermano lanzas ofensas!

21 Todo esto has hecho, y me he callado; pensaste que yo era igual que tú. Pero voy a acusarte cara a cara, ¡voy a ajustarte las cuentas!

22 “Entended bien esto, vosotros que olvidáis a Dios, no sea que empiece yo a despedazaros y no haya quien os libre:

23 el que me ofrece su gratitud, me honra. ¡Yo salvo al que permanece en mi camino!”

51

1 Del maestro de coro. Salmo de David, después que el profeta Natán le reprendiera por haber cometido adulterio con Betsabé. Por tu amor, oh Dios, ten compasión de mí; por tu gran ternura, borra mis culpas.

2 ¡Lávame de mi maldad! ¡Límpiame de mi pecado!

3 Reconozco que he sido rebelde; mi pecado no se borra de mi mente.

4 Contra ti he pecado, solo contra ti, haciendo lo malo, lo que tú condenas. Por eso tu sentencia es justa, irreprochable tu juicio.

5 En verdad, soy malo desde que nací; soy pecador desde el seno de mi madre.

6 En verdad, tú amas al corazón sincero, y en lo íntimo me has dado sabiduría.

7 Purifícame con hisopo, y quedaré limpio; lávame, y quedaré más blanco que la nieve.

8 Lléname de gozo y alegría; alégrame de nuevo, aunque me has quebrantado.

9 Aleja de tu vista mis pecados y borra todas mis maldades.

10 Oh Dios, ¡pon en mí un corazón limpio!, ¡dame un espíritu nuevo y fiel!

11 No me apartes de tu presencia ni me quites tu santo espíritu.

12 Hazme sentir de nuevo el gozo de tu salvación; sostenme con tu espíritu generoso,

13 para que yo enseñe a los rebeldes tus caminos y los pecadores se vuelvan a ti.

14 Líbrame de cometer homicidios, oh Dios, Dios de mi salvación, y anunciaré con cantos que tú eres justo.

15 Señor, abre mis labios, y con mi boca te cantaré alabanzas.

16 Pues tú no quieres ofrendas ni holocaustos; yo te los daría, pero no es lo que te agrada.

17 Las ofrendas a Dios son el espíritu dolido; ¡tú no desprecias, oh Dios, al corazón hecho pedazos!

18 Haz bien a Sión, por tu buena voluntad; vuelve a levantar los muros de Jerusalén.

19 Entonces aceptarás los sacrificios requeridos, animales y ofrendas totalmente quemadas; entonces se ofrecerán becerros sobre tu altar.

52

1 Del maestro de coro. Instrucción de David, cuando Doeg el edomita fue a contarle a Saúl que David había estado en la casa de Ahimélec. ¿Por qué presumes de tu maldad, oh poderoso? ¡El amor de Dios es constante!

2 Tan sólo piensas en hacer lo malo; tu lengua es traidora como un cuchillo afilado.

3 Prefieres lo malo a lo bueno, prefieres la mentira a la verdad.

4 Lengua embustera, prefieres las palabras destructivas;

5 pero Dios también te destruirá para siempre: te tomará, te echará de tu casa y te quitará la vida.

6 Los que obedecen a Dios, verán esto y sentirán temor; pero se burlarán de aquel hombre, diciendo:

7 “Mirad al que no busca protección en Dios, al que confía en sus grandes riquezas y persiste en su maldad.”

8 Pero yo soy como un olivo verde en el templo de Dios; ¡siempre confiaré en su amor!

9 Oh Dios, siempre te daré gracias por lo que has hecho; esperaré en ti delante de tus fieles, porque eres bueno.

53

1 Del maestro de coro, para la enfermedad. Instrucción de David. Los necios piensan que no hay Dios: todos se han pervertido, han hecho cosas malvadas, ¡no hay nadie que haga lo bueno!

2 Desde el cielo, Dios mira a los hombres para ver si hay alguno con entendimiento, alguno que busque a Dios.

3 Pero todos se han desviado, todos por igual se han pervertido. ¡Ya no hay quien haga lo bueno! ¡No hay ni siquiera uno!

4 No tienen entendimiento los malhechores, los que se comen a mi pueblo como quien come pan, los que no invocan el nombre de Dios.

5 Aunque no haya razón para temblar, ellos temblarán de miedo, porque Dios esparce los huesos del enemigo. Quedarán en ridículo, porque Dios los rechaza.

6 ¡Ojalá que del monte Sión venga la salvación de Israel! Cuando el Señor haga cambiar la suerte de su pueblo, se alegrarán los descendientes de Jacob, todo el pueblo de Israel.

54

1 Del maestro de coro, con instrumentos de cuerda. Instrucción de David, cuando los habitantes de Zif fueron a decirle a Saúl: “¿No se ha escondido David entre nosotros?” ¡Sálvame, Dios mío, por tu nombre! ¡Defiéndeme con tu poder!

2 Escucha, Dios mío, mi oración; presta oído a mis palabras,

3 pues gente arrogante y violenta se ha puesto en contra mía y quiere matarme. ¡No tienen presente a Dios!

4 Sin embargo, Dios me ayuda; el Señor me mantiene con vida.

5 Él hará que la maldad de mis enemigos se vuelva contra ellos mismos. ¡Destrúyelos, Señor, pues tú eres fiel! Yo te ofreceré sacrificios voluntarios y alabaré tu nombre, porque eres bueno,

6

7 porque me has librado de todas mis angustias y he visto vencidos a mis enemigos.

55

1 Del maestro de coro, con instrumentos de cuerda. Instrucción de David. Dios mío, escucha mi oración; no desatiendas mi súplica.

2 Hazme caso, contéstame; en mi angustia te invoco. Tiemblo al oir la voz del enemigo y los gritos de los malvados. Me han cargado de aflicciones; me atacan rabiosamente.

3

4 El corazón me salta en el pecho; el terror de la muerte ha caído sobre mí.

5 Me ha entrado un temor espantoso; ¡estoy temblando de miedo!,

6 y digo: “Ojalá tuviera yo alas como de paloma; volaría entonces y podría descansar.

7 Volando me iría muy lejos; me quedaría a vivir en el desierto.

8 Correría presuroso a protegerme de la furia del viento y de la tempestad.”

9 Destrúyelos, Señor, confunde su lenguaje, pues tan solo veo violencia y discordia

10 que día y noche rondan la ciudad. Hay en ella maldad e intrigas; hay en ella corrupción;

11 sus calles están llenas de violencia y engaño.

12 No me ha ofendido un enemigo, cosa que yo podría soportar; ni se ha alzado contra mí el que me odia, de quien yo podría esconderme.

13 ¡Has sido tú, mi propio camarada, mi más íntimo amigo,

14 con quien me reunía en el templo de Dios para conversar amigablemente, con quien caminaba entre la multitud!

15 ¡Que sorprenda la muerte a mis enemigos! ¡Que caigan vivos en el sepulcro, pues la maldad está en su corazón!

16 Pero yo clamaré a Dios; el Señor me salvará.

17 Me quejaré y lloraré mañana, tarde y noche, y él escuchará mi voz.

18 En las batallas me librará, y me salvará la vida, aunque sean muchos mis adversarios.

19 Dios, el que reina eternamente, me oirá y los humillará, pues ellos no cambian de conducta ni tienen temor de Dios.

20 Levantan la mano contra sus amigos; no cumplen su promesa de amistad.

21 Usan palabras más suaves que la mantequilla, pero sus pensamientos son de guerra. Usan palabras más suaves que el aceite, pero no son sino espadas afiladas.

22 Deja tus preocupaciones al Señor y él te mantendrá firme; nunca dejará que caiga el hombre que le obedece.

23 Dios mío, los asesinos y mentirosos no vivirán ni la mitad de su vida. Tú harás que caigan al fondo del sepulcro; pero yo confío en ti.

56

1 Del maestro de coro, según la melodía de “La paloma de los dioses lejanos”. Poema de David, cuando los filisteos lo capturaron en Gat. Ten compasión de mí, Dios mío, pues hay gente que me persigue; a todas horas me atacan y me oprimen.

2 A todas horas me persiguen mis enemigos; son muchos los que me atacan con altanería.

3 Cuando tengo miedo, confío en ti.

4 Confío en Dios y alabo su palabra; confío en Dios y no tengo miedo. ¿Qué me puede hacer el hombre?

5 A todas horas me hieren con palabras; solo piensan en hacerme daño.

6 Andan escondiéndose aquí y allá, siguiéndome los pasos, esperando el momento de matarme.

7 ¿Acaso escaparán de su propia maldad? Oh, Dios, humilla a los pueblos con tu enojo.

8 Tú llevas la cuenta de mis huidas; tú recoges cada una de mis lágrimas. ¿Acaso no las tienes anotadas en tu libro?

9 Mis enemigos se batirán en retirada cuando yo te pida ayuda. Yo sé muy bien que Dios está de mi parte.

10 Confío en Dios y alabo su palabra; confío en el Señor y alabo su palabra;

11 confío en Dios y no tengo miedo. ¿Qué me puede hacer el hombre?

12 Las promesas que te hice, oh Dios, te las cumpliré con alabanzas,

13 porque me has salvado de la muerte, porque me has librado de caer, a fin de que yo ande en la luz de la vida, en la presencia de Dios.

57

1 Del maestro de coro. “No destruyas”. Poema de David, cuando huyó de Saúl y se escondió en la cueva. Ten compasión de mí, Dios mío, ten compasión de mí, pues en ti busco protección. Quiero protegerme debajo de tus alas hasta que el peligro haya pasado.

2 Voy a clamar al Dios altísimo, al Dios que en todo me ayuda.

3 Él enviará desde el cielo su amor y su verdad, y me salvará de quienes con rabia me persiguen.

4 Tendido estoy en el suelo, entre leones que devoran a la gente; sus dientes son como lanzas y flechas, su lengua es una espada afilada.

5 Dios mío, tú estás por encima del cielo. ¡Tu gloria llena toda la tierra!

6 Mis enemigos me tendieron una trampa para doblegar mi ánimo; cavaron un hoyo a mi paso, pero ellos mismos cayeron en él.

7 Mi corazón está dispuesto, Dios mío, mi corazón está dispuesto a cantarte himnos.

8 Despierta, alma mía; despertad, arpa y salterio; ¡despertaré al nuevo día!

9 Te alabaré con himnos, Señor, en medio de pueblos y naciones,

10 pues tu amor es grande hasta los cielos; tu lealtad alcanza al cielo azul.

11 Dios mío, tú estás por encima del cielo. ¡Tu gloria llena toda la tierra!

58

1 Del maestro de coro. “No destruyas”. Poema de David. Vosotros, los poderosos, ¿en verdad dictáis sentencias justas y hacéis verdadera justicia?

2 Al contrario, actuáis con mala intención; abrís camino a la violencia en el país.

3 Los malvados se pervierten desde el vientre; los mentirosos se descarrían desde antes de nacer.

4 Son venenosos como víboras; son como una serpiente venenosa que se hace la sorda, que se tapa los oídos

5 para no oir la música del mago, del experto en encantamientos.

6 Dios mío, ¡rómpeles los dientes! Señor, ¡rompe los colmillos a esos leones!

7 Que desaparezcan como el agua que se escurre; que se sequen como la hierba del camino;

8 que se deshagan como el caracol en su baba, ¡como el niño abortado, que nunca vio la luz!;

9 que ardan como espinos antes que se den cuenta; que sean arrancados con furia, como hierba verde.

10 El que es fiel se alegrará de verse vengado; ¡empapará sus pies en la sangre del malvado!

11 Y entonces se dirá: “¡Vale la pena ser fiel! ¡Hay un Dios que juzga al mundo!”

59

1 Del maestro de coro. “No destruyas”. Poema de David, cuando Saúl ordenó que vigilaran la casa de David para darle muerte. Dios mío, líbrame de mis enemigos; ponme a salvo de mis agresores.

2 Líbrame de los malhechores, sálvame de los asesinos,

3 porque hay hombres poderosos que esperan el momento de matarme.

4 Señor, no he sido rebelde ni he pecado; no he hecho nada malo, y sin embargo se apresuran a atacarme. ¡Despierta! ¡Ven a mi encuentro y mira!

5 Tú, Señor, Dios todopoderoso, Dios de Israel, despierta y castiga a esos paganos; no tengas compasión de esos malvados traidores.

6 Regresan por la noche ladrando como perros, y rondan la ciudad.

7 Echando espuma por la boca, dicen con tono hiriente: “¡No hay nadie que nos oiga!”

8 Pero tú, Señor, te ríes de ellos; te burlas de esos paganos.

9 En ti estaré protegido, Dios mío, pues tú eres mi fortaleza y protección.

10 El Dios que me ama vendrá a mi encuentro, me hará ver la derrota de mis enemigos.

11 No tengas compasión de ellos, para que mi pueblo lo tenga presente; dispérsalos con tu poder, y humíllalos. ¡El Señor es nuestro protector!

12 Pecan en todo lo que dicen; ¡pues que sean presa de su propio orgullo y de sus falsos juramentos!

13 ¡Acábalos, acábalos con tu enojo! ¡Que dejen de existir! ¡Que se sepa que Dios es rey en Jacob y hasta lo último de la tierra!

14 Cuando vuelvan por la noche ladrando como perros, y ronden la ciudad en busca de comida, aullarán por no encontrar suficiente.

15

16 En cuanto a mí, te cantaré por la mañana; anunciaré a voz en cuello tu amor y tu poder. Pues tú has sido mi protección, mi refugio en momentos de angustia.

17 A ti cantaré himnos, Dios mío, pues tú eres mi fortaleza y protección; ¡tú eres el Dios que me ama!

60

1 Del maestro de coro, según la melodía de “Los lirios del testimonio”. Poema didáctico de David, cuando salió a luchar contra los arameos de Naharaim y de Sobá, En tu enojo, oh Dios, nos has abandonado, nos has deshecho; ¡devuélvenos ahora nuestra fuerza!

2 Hiciste que la tierra temblara y se abriera; ¡cierra ahora sus grietas, pues se desmorona!

3 Has hecho pasar a tu pueblo duras pruebas; nos hiciste beber un vino que enloquece;

4 ¡da ahora una señal a los que te honran, para que escapen de las flechas!

5 ¡Respóndenos, sálvanos con tu poder! ¡Libera a los que amas!

6 Dios ha dicho en su santuario: “¡Con qué alegría dividiré Siquem y repartiré el valle de Sucot!

7 Galaad y Manasés me pertenecen, Efraín es el casco que cubre mi cabeza, Judá es mi bastón de mando,

8 Moab es la palangana en que me lavo y sobre Edom arrojaré mi sandalia. ¡Gritaré de triunfo sobre los filisteos!”

9 ¿Quién me llevará a la ciudad amurallada? ¿Quién me guiará hasta Edom?

10 Pues tú, oh Dios, nos has rechazado; ¡no sales ya con nuestras tropas!

11 Ayúdanos contra el enemigo, pues nada vale la ayuda del hombre.

12 Con la ayuda de Dios haremos grandes cosas; ¡él aplastará a nuestros enemigos!

61

1 Del maestro de coro, con instrumentos de cuerda. De David. Dios mío, escucha mis gritos de dolor, ¡atiende a mi oración!

2 Desde el último rincón de la tierra clamo a ti, pues mi corazón desfallece. Ponme a salvo sobre una alta roca,

3 pues tú eres mi refugio. ¡Eres como una torre fuerte que me libra del enemigo!

4 Quiero vivir en tu casa para siempre, protegido debajo de tus alas.

5 Tú, Dios mío, has escuchado mis promesas, y me has dado la herencia de los que honran tu nombre.

6 Concede al rey una larga vida; que viva muchos, muchísimos años,

7 y que reine siempre con tu bendición. Cuídalo con tu amor y fidelidad;

8 así alabaré tu nombre en todo tiempo y cumpliré mis promesas día tras día.

62

1 Del maestro de coro. De Jedutún. Salmo de David. Tan solo en Dios encuentro paz; mi salvación viene de él.

2 Tan solo él me salva y me protege; no caeré, porque él es mi refugio.

3 ¿Hasta cuándo me atacaréis y trataréis de derribarme, cual si fuera una pared que se derrumba o una cerca a punto de caer al suelo?

4 Solo piensan en derribarme; su mayor placer es la mentira. Me alaban con los labios, pero me maldicen con el pensamiento.

5 Tan solo en Dios encuentro paz, pues mi esperanza viene de él.

6 Tan solo él me salva y me protege; no caeré, porque él es mi refugio.

7 De Dios dependen mi salvación y mi honor; él es mi protección y mi refugio.

8 ¡Pueblo mío, confía siempre en él! ¡Habladle en oración con toda confianza! ¡Dios es nuestro refugio!

9 El hombre es pura ilusión, tanto el pobre como el rico; si en una balanza los pesaran juntos, pesarían menos que nada.

10 No confiéis en la violencia; ¡no os endioséis con el pillaje! Si llegáis a ser ricos, no pongáis vuestra confianza en el dinero.

11 Más de una vez he escuchado esto que Dios ha dicho: que el poder y el amor le pertenecen, y que él recompensa a cada uno conforme a lo que haya hecho.

12

63

1 Salmo de David, cuando estaba en el desierto de Judá. ¡Dios mío, tú eres mi Dios! Con ansias te busco, pues tengo sed de ti; mi ser entero te desea cual tierra árida, sin agua, sin vida.

2 ¡Quiero verte en tu santuario y contemplar tu poder y tu gloria,

3 pues tu amor vale más que la vida! Con mis labios te alabaré;

4 toda mi vida te bendeciré y a ti levantaré mis manos en oración.

5 Quedaré muy satisfecho, como el que disfruta de un banquete delicioso, y mis labios te alabarán con alegría.

6 Por las noches, ya acostado, te recuerdo y pienso en ti,

7 pues tú eres quien me ayuda. ¡Soy feliz bajo tus alas!

8 Mi vida entera está unida a ti; tu mano derecha no me suelta.

9 Los que tratan de matarme caerán al fondo del sepulcro,

10 ¡morirán a filo de espada y serán devorados por los lobos!

11 Pero el rey se alegrará en Dios; cantarán alabanzas todos los que juran por él, pero a los que mienten se les tapará la boca.

64

1 Del maestro de coro. Salmo de David. Dios mío, escucha mi queja; protege mi vida de terribles enemigos.

2 Escóndeme de los malvados y de sus planes secretos; líbrame de la conspiración de los malvados,

3 que afilan su lengua como una espada y lanzan como flechas palabras venenosas.

4 Desde su escondite disparan contra el inocente; disparan por sorpresa y sin temor.

5 Se animan entre sí a hacer lo malo; planean tender trampas escondidas y piensan que nadie podrá verlos,

6 que nadie investigará sus maldades. Pero aquel que puede conocer los pensamientos más íntimos del hombre, hará la investigación.

7 Dios los herirá con sus flechas, los herirá por sorpresa;

8 caerán por sus propias palabras, y quienes los vean se burlarán de ellos.

9 Todos entonces honrarán a Dios y hablarán de sus acciones; comprenderán lo que él ha hecho.

10 El hombre bueno se alegrará en el Señor y buscará protección en él, y todos los hombres honrados se sentirán satisfechos.

65

1 Del maestro de coro. Salmo y cántico de David. Oh Dios de Sión, ¡tú eres digno de alabanza!, ¡tú mereces que te cumplan lo prometido,

2 pues escuchas la oración! Todo el mundo viene a ti.

3 Nuestras maldades nos dominan, pero tú perdonas nuestros pecados.

4 Feliz el hombre a quien escoges y lo llevas a vivir cerca de ti, en las habitaciones de tu templo. ¡Llénanos de lo mejor de tu casa, de la santidad de tu templo!

5 Dios y salvador nuestro, tú nos respondes con maravillosos actos de justicia; la tierra entera confía en ti, y también el mar lejano;

6 tú mantienes firmes las montañas con tu poder y tu fuerza.

7 Tú calmas el estruendo de las olas y el alboroto de los pueblos;

8 aun los que habitan en lejanas tierras tiemblan ante tus maravillas; por ti hay gritos de alegría desde oriente hasta occidente.

9 Tú tienes cuidado de la tierra; le envías lluvia y la haces producir; tú, con arroyos caudalosos, haces crecer los trigales. ¡Así preparas el campo!

10 Tú empapas los surcos de la tierra y deshaces sus terrones; ablandas la tierra con lluvias abundantes y bendices sus productos.

11 Tú colmas el año de bendiciones, tus nubes derraman abundancia;

12 los pastos del desierto están verdes y los montes se visten de gala;

13 los llanos se cubren de rebaños, los valles se revisten de trigales; ¡todos cantan y gritan de alegría!

66

1 Del maestro de coro. Salmo, cántico. Cantad a Dios con alegría, habitantes todos de la tierra;

2 cantad himnos a su glorioso nombre, cantadle gloriosas alabanzas.

3 Decidle a Dios: “Tus obras son maravillosas. Por tu gran poder, tus enemigos caen aterrados ante ti;

4 todo el mundo te adora y canta himnos a tu nombre.”

5 Venid a ver las obras de Dios, las maravillas que ha hecho por los hombres:

6 convirtió el mar en tierra seca, y nuestros antepasados cruzaron el río a pie. ¡Alegrémonos en Dios!

7 Con su poder, gobierna para siempre; vigila su mirada a las naciones, para que los rebeldes no se levanten contra él.

8 ¡Naciones, bendecid a nuestro Dios! ¡Haced resonar himnos de alabanza!

9 Porque nos ha mantenido con vida; no nos ha dejado caer.

10 Dios nuestro, tú nos has puesto a prueba, ¡nos has purificado como a la plata!

11 Nos has hecho caer en la red; nos cargaste con un gran peso.

12 Dejaste que un cualquiera nos pisoteara; hemos pasado a través de agua y fuego, pero al fin nos has dado respiro.

13 Entraré en tu templo y quemaré ofrendas ante ti; así cumpliré mis promesas,

14 las promesas que te hice cuando me hallaba en peligro.

15 Quemaré sobre tu altar animales engordados; te ofreceré toros y machos cabríos, y el agradable olor de los carneros.

16 ¡Venid todos vosotros, los que tenéis temor de Dios! ¡Escuchad, que voy a contaros lo que ha hecho por mí!

17 Con mis labios y mi lengua lo llamé y lo alabé.

18 Si yo tuviera malos pensamientos, el Señor no me habría escuchado;

19 ¡pero él me escuchó y atendió mis oraciones!

20 ¡Bendito sea Dios, que no rechazó mi oración ni me negó su amor!

67

1 Del maestro de coro, con instrumentos de cuerda. Salmo y cántico. Oh Dios, ten compasión de nosotros y bendícenos; míranos con buenos ojos,

2 para que todas las naciones de la tierra conozcan tu voluntad y tu salvación.

3 Oh Dios, alábente los pueblos; ¡que todos los pueblos te alaben!

4 Que las naciones griten de alegría, pues tú gobiernas los pueblos con justicia. ¡Tú diriges las naciones del mundo!

5 Oh Dios, alábente los pueblos; ¡que todos los pueblos te alaben!

6 La tierra ha dado su fruto; ¡nuestro Dios nos ha bendecido!

7 ¡Que Dios nos bendiga! ¡Que el mundo entero le rinda honor!

68

1 Del maestro de coro. Salmo y cántico de David. Cuando Dios entra en acción, sus enemigos se dispersan; los que le odian huyen de su presencia;

2 desaparecen como el humo en el aire, se derriten como la cera en el fuego; ¡ante Dios están perdidos los malvados!

3 Pero los buenos se alegran; ante Dios se llenan de gozo, ¡saltan de alegría!

4 Cantad a Dios, cantad himnos a su nombre; alabad al que cabalga sobre las nubes. ¡Alegraos en el Señor! ¡Alegraos en su presencia!

5 Dios, que habita en su santo templo, es padre de los huérfanos y defensor de las viudas;

6 Dios da a los solitarios un hogar donde vivir, libera a los prisioneros y les da prosperidad; pero los rebeldes vivirán en tierra estéril.

7 Oh Dios, cuando saliste al frente de tu pueblo marchando a través del desierto,

8 la tierra tembló, la lluvia cayó del cielo, el Sinaí tembló delante de Dios, delante del Dios de Israel.

9 Oh Dios, tú hiciste llover en abundancia para renovar las fuerzas de tu tierra seca.

10 Tu pueblo se estableció allí y tú, oh Dios, por tu bondad, le diste al pobre lo necesario.

11 El Señor dio un mensaje; muchas mujeres lo anunciaban:

12 “¡Están huyendo los reyes y sus ejércitos!” En casa, las mujeres se repartían lo que se le había quitado al enemigo,

13 pero vosotros os quedasteis entre los rediles. ¡Alas de paloma cubiertas de plata! ¡Sus plumas, cubiertas de oro fino!

14 Cuando el Todopoderoso hizo huir a los reyes, nevaba sobre el monte Salmón.

15 ¡Qué altos son los montes de Basán, y qué elevadas sus cumbres!

16 Vosotros, que sois montes tan altos, ¿por qué miráis con envidia el monte donde Dios quiso residir? ¡El Señor vivirá allí para siempre!

17 Dios cuenta por millones sus carros de combate; del Sinaí vino en ellos a su templo.

18 Oh Dios, subiste a lo alto llevando cautivos; recibiste tributo entre los hombres, y hasta los rebeldes se rindieron a ti, Señor.

19 ¡Bendito sea el Señor, nuestro Dios y salvador, que día tras día lleva nuestras cargas!

20 Nuestro Dios es un Dios que salva y que puede librarnos de la muerte.

21 Dios partirá la cabeza de sus enemigos, la cabeza de los que siguen pecando.

22 El Señor ha dicho: “Te haré volver de Basán; te haré volver del mar profundo,

23 para que bañes tus pies en la sangre de tus enemigos, y que tus perros la beban.”

24 Oh Dios, mi Dios y rey, en tu santuario se ven las procesiones celebradas en tu honor.

25 Los cantores van al frente y los músicos detrás, y en medio van las jovencitas tocando panderetas.

26 ¡Bendecid todos a Dios el Señor! ¡Bendígalo todo Israel reunido!

27 Al frente de ellos va Benjamín, el menor, con muchos jefes de Judá, Zabulón y Neftalí.

28 Dios mío, demuestra tu poder; ¡confirma lo que has hecho por nosotros!

29 Desde tu alto templo, en Jerusalén, a donde los reyes te traen regalos,

30 reprende a Egipto, a esa bestia de los juncos, a esa manada de toros bravos y becerros que en su afán de riquezas humillan a los pueblos. ¡Dispersa a la gente que ama la guerra!

31 De Egipto vendrán embajadores; Etiopía levantará sus manos a Dios.

32 ¡Cantad a Dios, reinos de la tierra, cantad himnos al Señor,

33 al que cabalga sobre los cielos, sobre los cielos eternos! Escuchad cómo resuena su voz, su voz poderosa.

34 Reconoced el poder de Dios: su majestad se extiende sobre Israel, su poder alcanza al cielo azul.

35 Maravilloso es Dios en su santuario; el Dios de Israel da poder y fuerza a su pueblo. ¡Bendito sea Dios!

69

1 Del maestro de coro, según la melodía de “Los lirios”. De David. Sálvame, Dios mío, porque estoy a punto de ahogarme;

2 me estoy hundiendo en un pantano profundo y no tengo donde apoyar los pies. He llegado a lo más hondo del agua y me arrastra la corriente.

3 Ya estoy ronco de tanto gritar; la garganta me duele; ¡mis ojos están cansados de tanto esperar a mi Dios!

4 Son más los que me odian sin motivo que los pelos de mi cabeza; han aumentado mis enemigos, los que sin razón me destruyen y me exigen que devuelva lo que no he robado.

5 Dios mío, tú sabes cuán necio he sido; no puedo esconderte mis pecados.

6 Señor, Dios todopoderoso, ¡que no pasen vergüenza por mi culpa los que confían en ti! Dios de Israel, ¡que no se decepcionen por mi causa los que con ansia te buscan!

7 Por ti he soportado ofensas; mi cara se ha cubierto de vergüenza;

8 ¡soy como un extraño y desconocido para mis propios hermanos!

9 Me consume el celo por tu casa; en mí han recaído las ofensas de los que te insultan.

10 Cuando lloro y ayuno, se burlan de mí;

11 si me visto de luto, soy el hazmerreir de todos.

12 Ando de boca en boca y los borrachos me cantan en son de burla.

13 Pero yo, Señor, a ti clamo. Dios mío, ¡ayúdame ahora! Por tu gran amor, ¡respóndeme! Por tu constante ayuda, ¡sálvame!

14 ¡No dejes que me hunda en el lodo! ¡Ponme a salvo de los que me odian y de las aguas profundas!

15 ¡No dejes que me arrastre la corriente! ¡No dejes que el profundo remolino me trague y se cierre detrás de mí!

16 Señor, respóndeme; ¡tú eres bueno y todo amor! Por tu inmensa ternura, fíjate en mí;

17 ¡no rechaces a este siervo tuyo! ¡Respóndeme pronto, pues estoy en peligro!

18 Acércate a mí y sálvame; ¡líbrame de mis enemigos!

19 Tú conoces las ofensas, la vergüenza y la deshonra que he sufrido; tú sabes quiénes son mis enemigos.

20 Las ofensas me han roto el corazón; ¡estoy sin ánimo y sin fuerzas! Inútilmente he buscado quien me consuele y compadezca.

21 En mi comida pusieron veneno, y cuando tuve sed me dieron a beber vinagre.

22 ¡Que su mesa y sus comidas de amistad se conviertan en trampa para ellos!

23 ¡Haz que se queden ciegos y que siempre les tiemblen las piernas!

24 Descarga tu ira sobre ellos; ¡que tu furia encendida los alcance!

25 Que su campamento se vuelva un desierto y que nadie viva en sus tiendas,

26 pues persiguen al que has afligido y se burlan del dolor del que has herido.

27 Devuélveles mal por mal; ¡que no alcancen tu perdón!

28 ¡Bórralos del libro de la vida! ¡No los pongas en la lista de los justos!

29 Pero a mí, que estoy enfermo y afligido, levántame, Dios mío, y sálvame.

30 Alabaré con cantos el nombre de Dios; lo alabaré con gratitud,

31 y el Señor quedará más complacido que si le ofreciera un toro en sacrificio o un novillo con cuernos y pezuñas.

32 Al ver esto, se alegrarán los afligidos y se animará el corazón de los que buscan a Dios;

33 pues el Señor escucha a los pobres y no desprecia a los suyos que están presos.

34 ¡Alaben al Señor el cielo, la tierra y el mar, y todos los seres que en ellos viven!

35 Pues Dios salvará a Sión y reconstruirá las ciudades de Judá. Los hijos de sus siervos heredarán la ciudad; allí vivirán y tomarán posesión de ella; ¡los que aman su nombre la habitarán!

36

70

1 Del maestro de coro. De David, para hacer recordar. Dios mío, ¡ven a librarme! Señor, ¡ven pronto en mi ayuda!

2 ¡Que sean puestos en ridículo los que tratan de matarme! ¡Que huyan en forma vergonzosa los que quieren hacerme daño!

3 ¡Que huyan avergonzados los que se burlan de mí!

4 Pero que todos los que te buscan se llenen de alegría; que los que desean tu salvación digan siempre: “¡Dios es grande!”

5 Y a mí, pobre y afligido, Dios mío, ¡ven pronto a ayudarme! Tú eres quien me ayuda y me libera. ¡No tardes, Señor!

71

1 Señor, en ti busco protección; ¡no me defraudes jamás!

2 ¡Líbrame, ponme a salvo, pues tú eres justo! Dígnate escucharme y sálvame.

3 Sé tú mi roca protectora, ¡sé tú mi castillo de refugio y salvación! ¡Tú eres mi roca y mi castillo!

4 Dios mío, líbrame de las manos del malvado, de las manos del criminal y del violento,

5 pues tú, Señor, desde mi juventud eres mi esperanza y mi seguridad.

6 Aún estaba yo en el vientre de mi madre y ya me apoyaba en ti. ¡Tú me hiciste nacer! ¡Siempre te alabaré!

7 He sido motivo de asombro para muchos, pero tú eres mi refugio.

8 Todo el día están llenos mis labios de alabanzas a tu gloria;

9 no me desprecies cuando ya sea viejo; no me abandones cuando ya no tenga fuerzas.

10 Mis enemigos, los que quieren matarme, se han aliado y hacen planes contra mí.

11 Dicen: “¡Perseguidle y atrapadlo, pues Dios lo ha abandonado y nadie puede salvarle!”

12 No te alejes de mí, Dios mío; ¡ven pronto a ayudarme!

13 ¡Sean avergonzados y destruidos los enemigos de mi vida! ¡Sean puestos en ridículo los que quieren mi desgracia!

14 Pero yo esperaré en todo momento, y más y más te alabaré;

15 todo el día anunciaré con mis labios que tú nos has salvado y nos has hecho justicia. ¡Esto es algo que no alcanzo a comprender!

16 Contaré las grandes cosas que tú, Señor, has hecho; ¡proclamaré que tan solo tú eres justo!

17 Dios mío, tú me has enseñado desde mi juventud, y aún sigo anunciando tus grandes obras.

18 Dios mío, no me abandones aun cuando ya esté yo viejo y canoso, pues aún tengo que hablar de tu gran poder a esta generación y a las futuras.

19 Tu justicia, oh Dios, llega hasta el cielo; tú has hecho grandes cosas; ¡no hay nadie como tú!

20 Aunque me has hecho ver muchas desgracias y aflicciones, me harás vivir de nuevo; me levantarás de lo profundo de la tierra,

21 aumentarás mi grandeza y volverás a consolarme.

22 Yo, por mi parte, cantaré himnos y alabaré tu lealtad al son del arpa y del salterio, Dios mío, Santo de Israel.

23 Mis labios se alegrarán al cantarte, lo mismo que todo mi ser, que tú has salvado.

24 También mi lengua dirá a todas horas que tú eres justo, pues los que querían mi desgracia han quedado cubiertos de vergüenza.

72

1 De Salomón. Concede, oh Dios, al rey, tu propia justicia y rectitud,

2 para que con rectitud y justicia gobierne a tu pueblo y a tus pobres.

3 Ofrezcan las montañas y los cerros paz y rectitud al pueblo.

4 ¡Que haga justicia el rey a los pobres! ¡Que salve a los hijos de los necesitados y aplaste a los explotadores!

5 ¡Que tenga el rey temor de ti por siempre, mientras el sol y la luna existan!

6 ¡Que sea como la lluvia y el rocío que riegan la tierra y los pastos!

7 ¡Que abunden la paz y la rectitud en los días de su reinado, hasta que la luna deje de existir!

8 ¡Que domine de mar a mar, del río Éufrates al último rincón del mundo!

9 ¡Que sus enemigos, que habitan en el desierto, se rindan humillados ante él!

10 ¡Que le traigan regalos y tributos los reyes de Tarsis y de las islas, los reyes de Sabá y de Sebá!

11 ¡Que todos los reyes se arrodillen ante él! ¡Que todas las naciones le sirvan,

12 pues él salvará al pobre que suplica y al necesitado que no tiene quien le ayude!

13 Tendrá compasión de los humildes y salvará la vida a los pobres.

14 Los salvará de la opresión y la violencia, pues sus vidas le son de gran valor.

15 ¡Viva el rey! ¡Que le den el oro de Sabá! ¡Que siempre se pida a Dios por él! ¡Que sea siempre bendecido!

16 ¡Que haya mucho trigo en el país y que abunde en la cumbre de los montes! ¡Que brote el grano como el Líbano y que dé tantas espigas como hierba hay en el campo!

17 ¡Que el nombre del rey permanezca siempre; que su fama dure tanto como el sol! ¡Que todas las naciones del mundo reciban bendiciones por medio de él! ¡Que todas las naciones le llamen feliz!

18 Bendito sea Dios, Señor y Dios de Israel, el único que hace grandes cosas;

19 bendito sea por siempre su glorioso nombre. ¡Que toda la tierra se llene de su gloria! ¡Amén!

20 Aquí terminan las oraciones de David, el hijo de Jesé.

73

1 Salmo de Asaf. ¡Qué bueno es Dios con Israel, con los de limpio corazón!

2 Un poco más, y yo hubiera caído; mis pies casi resbalaron.

3 Pues tuve envidia al ver cómo prosperan los orgullosos y los malvados.

4 A ellos no les preocupa la muerte, pues están llenos de salud;

5 no han sufrido las penas humanas ni han estado en apuros como los demás.

6 Por eso el orgullo es su collar y la violencia su vestido;

7 están tan gordos que los ojos se les saltan, y son demasiadas sus malas intenciones.

8 Con burla, orgullo y descaro amenazan actuar con maldad y violencia;

9 atacan al cielo con sus labios y recorren la tierra con su lengua.

10 Por eso la gente los alaba y no encuentra ninguna falta en ellos.

11 Preguntan: “¿Acaso Dios va a saberlo? ¿Acaso se dará cuenta el Altísimo?”

12 ¡Mirad a esos malvados! Con toda tranquilidad aumentan sus riquezas.

13 De nada me sirve tener limpio el corazón y limpiarme las manos de toda maldad,

14 pues a todas horas recibo golpes, y soy castigado todas las mañanas.

15 Si yo hubiera pensado como ellos, habría traicionado a tus hijos.

16 Traté de comprender esto, pero me fue muy difícil.

17 Solo cuando entré en el santuario de Dios comprendí a dónde van ellos a parar:

18 los has puesto en lugar resbaladizo y los empujas a la ruina.

19 ¡En un momento quedarán destruidos! ¡El miedo acabará con ellos!

20 Cuando tú, Señor, te levantes, como cuando uno despierta de un sueño, despreciarás su falsa apariencia.

21 Yo estuve lleno de amargura y en mi corazón sentía dolor,

22 porque era un necio que no entendía. ¡Era ante ti igual que una bestia!

23 Sin embargo, siempre he estado contigo. Me has tomado de la mano derecha,

24 me has dirigido con tus consejos y al final me recibirás con honores.

25 ¿A quién tengo en el cielo? ¡Solo a ti! Estando contigo nada quiero en la tierra.

26 Todo mi ser se consume, pero Dios es mi herencia eterna y el que sostiene mi corazón.

27 Los que se alejen de ti, morirán; destruirás al que no te sea fiel.

28 Pero yo me acercaré a Dios, pues para mí eso es lo mejor. Tú, Señor y Dios, eres mi refugio, y he de proclamar todo lo que has hecho.

74

1 Poema de Asaf. Oh Dios, ¿por qué nos has abandonado para siempre? ¿Por qué se ha encendido tu furor contra las ovejas de tu prado?

2 Acuérdate de tu pueblo, el que adquiriste desde el principio, el que rescataste para hacerlo tribu tuya; acuérdate del monte Sión, donde has vivido.

3 Ven a ver estas ruinas sin fin: ¡el enemigo lo ha destruido todo en el santuario!

4 Tus enemigos cantan victoria en tu santuario; ¡han puesto sus banderas extranjeras

5 sobre el portal de la entrada! Cual si fueran leñadores en medio de un bosque espeso,

6 a golpe de hacha y martillo destrozaron los ornamentos de madera.

7 Prendieron fuego a tu santuario; ¡deshonraron tu propio templo, derribándolo a tierra!

8 Decidieron destruirnos del todo; ¡quemaron todos los lugares del país donde nos reuníamos para adorarte!

9 Ya no vemos nuestros símbolos sagrados; ya no hay ningún profeta, y ni siquiera sabemos lo que esto durará.

10 Oh Dios, ¿hasta cuándo nos ofenderá el enemigo? ¿Hasta cuándo seguirá hablando mal de ti?

11 ¿Por qué escondes tu mano poderosa? ¿Por qué te quedas cruzado de brazos?

12 Desde tiempos antiguos, tú eres mi rey. Tú, oh Dios, alcanzaste muchas victorias en medio de la tierra:

13 dividiste el mar con tu poder, rompiste la cabeza a los monstruos del mar,

14 aplastaste las cabezas del monstruo Leviatán y lo diste por comida a las fieras del desierto.

15 Tú hiciste brotar fuentes y ríos, y secaste los ríos inagotables.

16 Tuyos son el día y la noche; tú afirmaste la luna y el sol;

17 tú marcaste los límites del mundo; tú hiciste el verano y el invierno.

18 Ten en cuenta, Señor, que el enemigo te ofende y que gente necia habla mal de ti.

19 ¡No te olvides tanto de nosotros! Somos débiles como tórtolas; ¡no nos entregues a las fieras!

20 ¡Acuérdate de tu pacto, porque el país está lleno de violencia hasta el último rincón!

21 No dejes que se humille al oprimido; ¡haz que te alaben el pobre y el humilde!

22 ¡Levántate, oh Dios! ¡Defiende tu causa! ¡Recuerda que los necios te ofenden sin cesar!

23 No olvides los gritos de tus enemigos, el creciente clamor de los rebeldes.

75

1 Del maestro de coro. “No destruyas”. Salmo y cántico de Asaf. Te damos gracias, oh Dios, te damos gracias; invocamos tu nombre y cantamos tus maravillas.

2 El Señor dice: “En el momento que yo escoja, juzgaré con toda rectitud.

3 Cuando tiembla la tierra, con todos sus habitantes, soy yo quien mantiene firmes sus bases.”

4 A los presumidos y a los malvados digo: “No seáis tan altivos y orgullosos;

5 no hagáis tanto alarde de vuestro poder ni seáis tan insolentes al hablar.”

6 Pues la ayuda no viene del este ni del oeste, ni del desierto del sur,

7 sino que Dios es el juez: a unos humilla y a otros levanta.

8 El Señor tiene en la mano la copa de su ira, con vino mezclado y fermentado. Cuando él derrame el vino, todos los malvados de la tierra lo beberán hasta la última gota.

9 Yo siempre anunciaré al Dios de Jacob y le cantaré alabanzas,

10 porque él destruirá el orgullo de los malvados, pero aumentará el poder del hombre bueno.

76

1 Del maestro de coro, con instrumentos de cuerda. Salmo y cántico de Asaf. Dios es conocido en Judá; su nombre es famoso en Israel.

2 Su templo está sobre el monte Sión, en Jerusalén;

3 allí rompió las armas de guerra: escudos, espadas, arcos y flechas.

4 ¡Tú eres glorioso, oh Dios! ¡Eres más grandioso que las montañas eternas!

5 Los más valientes fueron despojados; los más fuertes nada pudieron hacer; ¡durmieron su último sueño!

6 Ni aun moverse pueden el carro y el caballo cuando tú, Dios de Jacob, los amenazas.

7 ¡Tú eres terrible! ¿Quién puede estar en pie delante de ti cuando se enciende tu furor?

8 Desde el cielo das a conocer tu juicio; la tierra tiene miedo y se queda quieta,

9 oh Dios, cuando te levantas para hacer justicia y salvar a todos los oprimidos de este mundo.

10 El enojo del hombre se convierte en tu alabanza; ¡aun su más mínimo enojo se convierte en tu corona!

11 Haced promesas al Señor, vuestro Dios, pero cumplidlas. Vosotros, que rodeáis al que es digno de temor, ¡traedle ofrendas!

12 Pues él quita la vida a los gobernantes y causa temor a los reyes del mundo.

77

1 Del maestro de coro. De Jedutún. Salmo de Asaf. A Dios clamo con fuerte voz para que él me escuche.

2 El día que estoy triste, busco al Señor, y sin cesar levanto mis manos en oración por las noches. Mi alma no encuentra consuelo.

3 Me acuerdo de Dios, y lloro; me pongo a pensar, y me desanimo.

4 Tú, Señor, no me dejas pegar los ojos; ¡estoy tan aturdido, que no puedo hablar!

5 Pienso en los días y los años de antes;

6 recuerdo cuando cantaba por las noches. En mi interior medito y me pregunto:

7 ¿Acaso va a estar siempre enojado el Señor? ¿No volverá a tratarnos con bondad?

8 ¿Acaso su amor se ha terminado? ¿Se ha acabado para siempre su promesa?

9 ¿Acaso se ha olvidado Dios de su bondad? ¿Está tan enojado, que ya no tiene compasión?

10 Lo que más me duele es pensar que el Altísimo ya no es el mismo con nosotros.

11 Recordaré las maravillas que hizo el Señor en otros tiempos;

12 pensaré en todo lo que ha hecho.

13 Oh Dios, tú eres santo en tus acciones; ¿qué dios hay tan grande como tú?

14 ¡Tú eres el Dios que hace maravillas! ¡Diste a conocer tu poder a las naciones!

15 Con tu poder rescataste a tu pueblo, a los hijos de Jacob y de José.

16 Oh Dios, cuando el mar te vio, tuvo miedo, y temblaron sus aguas más profundas;

17 las nubes dejaron caer su lluvia, y hubo truenos en el cielo y relámpagos por todas partes.

18 Se oían tus truenos en el torbellino, el mundo se iluminó con tus relámpagos y la tierra se sacudió con temblores.

19 Te abriste paso por el mar; atravesaste muchas aguas, pero nadie encontró tus huellas.

20 Dirigiste a tu pueblo como a un rebaño, por mano de Moisés y de Aarón.

78

1 Poema didáctico de Asaf. Pueblo mío, atiende a mi enseñanza; ¡inclínate a escuchar lo que te digo!

2 Voy a hablar por medio de refranes; diré cosas que han estado en secreto desde tiempos antiguos.

3 Lo que hemos oído y sabemos y nuestros padres nos contaron,

4 no lo ocultaremos a nuestros hijos. Con las generaciones futuras alabaremos al Señor, y hablaremos de su poder y de sus maravillas.

5 Dios estableció una ley para Jacob, puso una norma de conducta en Israel y ordenó a nuestros antepasados que la enseñaran a sus descendientes,

6 para que la conocieran las generaciones futuras, los hijos que habían de nacer, y que ellos, a su vez, la enseñaran a sus hijos;

7 para que tuvieran confianza en Dios y no olvidaran lo que él había hecho; para que obedecieran sus mandamientos

8 y no fueran como sus antepasados, rebeldes y necios, faltos de firmeza en su corazón y en su espíritu. ¡Generación infiel a Dios!

9 Los de la tribu de Efraín, que estaban armados con arcos y flechas, dieron la espalda el día del combate;

10 no respetaron su pacto con Dios ni quisieron obedecer sus enseñanzas.

11 Se olvidaron de cuanto él había hecho, de las maravillas que les mostró.

12 Dios hizo maravillas delante de sus padres en la región de Soan, que está en Egipto:

13 partió en dos el mar, y los hizo pasar por él deteniendo el agua como un muro.

14 De día los guió con una nube, y de noche, con luz de fuego.

15 En el desierto partió en dos las peñas, y les dio a beber agua en abundancia.

16 ¡Dios hizo brotar de la peña un torrente de aguas caudalosas!

17 Pero ellos siguieron pecando contra Dios; se rebelaron contra el Altísimo en el desierto.

18 Quisieron ponerle a prueba pidiendo comida a su antojo.

19 Hablaron contra él, diciendo: “¿Acaso puede Dios servir una mesa en el desierto?

20 Es verdad que Dios partió la peña, que de ella brotó agua como un río y que la tierra se inundó; pero, ¿podrá dar también pan?, ¿podrá dar carne a su pueblo?”

21 Cuando el Señor oyó esto, se enojó; ¡su furor, como un fuego, se encendió contra Jacob!

22 Porque no confiaron en Dios ni creyeron en su ayuda.

23 Sin embargo, Dios dio órdenes a las nubes y abrió las puertas del cielo;

24 ¡hizo llover sobre su pueblo el maná, trigo del cielo, para que comieran!

25 ¡El hombre comió pan de ángeles! ¡Dios les dio comida en abundancia!

26 El viento del este y el viento del sur soplaron en el cielo; ¡Dios los trajo con su poder!

27 Hizo llover carne sobre su pueblo: ¡llovieron aves, como arena del mar!

28 Dios las hizo caer en medio del campamento y alrededor de las tiendas de campaña.

29 Comieron hasta hartarse, y así Dios les cumplió su deseo.

30 Pero aún no habían calmado su apetito, todavía tenían la comida en la boca,

31 cuando el furor de Dios cayó sobre ellos y mató a los hombres más fuertes. ¡Hizo morir a los mejores hombres de Israel!

32 A pesar de todo, volvieron a pecar; no creyeron en las maravillas de Dios.

33 Por eso Dios puso fin a sus vidas como si fueran un suspiro y en medio de un terror espantoso.

34 Si Dios los hacía morir, entonces lo buscaban; se volvían a él y lo buscaban sin descanso;

35 entonces se acordaban del Dios altísimo que los protegía y los rescataba.

36 Pero con su boca y su lengua le decían hermosas mentiras,

37 pues nunca le fueron sinceros ni fieles a su pacto.

38 Pero Dios tenía compasión, perdonaba su maldad y no los destruía; muchas veces hizo a un lado el enojo y no se dejó llevar por la furia.

39 Dios se acordó de que eran simples hombres; de que eran como el viento, que se va y no vuelve.

40 ¡Cuántas veces desobedecieron a Dios y le causaron dolor en el desierto!

41 Pero volvían a ponerle a prueba; ¡entristecían al Santo de Israel!

42 No se acordaron de aquel día cuando Dios, con su poder, los salvó del enemigo;

43 cuando en los campos de Soan, en Egipto, hizo cosas grandes y asombrosas;

44 cuando convirtió en sangre los ríos, y los egipcios no pudieron beber de ellos.

45 Mandó sobre ellos tábanos y ranas, que todo lo devoraban y destruían;

46 entregó a la langosta las cosechas por las que ellos habían trabajado.

47 Con granizo y escarcha destruyó sus higueras y sus viñas.

48 Sus vacas y sus ovejas murieron bajo el granizo y los rayos.

49 Dios les envió la furia de su enojo: furor, condenación y angustia, como mensajeros de calamidades.

50 ¡Dio rienda suelta a su furor! No les perdonó la vida, sino que los entregó a la muerte;

51 ¡hizo morir en Egipto mismo al primogénito de toda familia egipcia!

52 Sacó a Israel como a un rebaño de ovejas; llevó a su pueblo a través del desierto.

53 Los llevó con paso seguro, para que no tuvieran miedo; pero a sus enemigos, el mar los cubrió.

54 Dios trajo su pueblo a su tierra santa, ¡a las montañas que él mismo conquistó!

55 Quitó a los paganos de la vista de Israel, repartió la tierra en lotes entre sus tribus y los hizo vivir en sus campamentos.

56 Pero ellos pusieron a prueba al Dios altísimo, rebelándose contra él y desobedeciendo sus mandatos;

57 pues, lo mismo que sus padres, lo abandonaron y le fueron infieles; ¡se torcieron igual que un arco falso!

58 Le hicieron enojar con sus altares paganos; adorando ídolos, le provocaron a celos.

59 Dios, enojado al ver esto, rechazó por completo a Israel,

60 y abandonó el santuario de Siló, que era su casa entre los hombres.

61 Permitió que sus enemigos capturasen el símbolo de su gloria y su poder.

62 Tan furioso estaba con su pueblo, que los entregó a la espada del enemigo.

63 Los muchachos murieron quemados; ¡no hubo canción de bodas para las novias!

64 Los sacerdotes murieron a filo de espada y sus viudas no los lloraron.

65 Pero despertó el Señor como de un sueño, como guerrero que vuelve en sí del vino,

66 y derrotó a sus enemigos y los hizo huir; ¡los cubrió de vergüenza para siempre!

67 Rechazó además a la casa de José, y no escogió a la tribu de Efraín;

68 eligió en cambio a la tribu de Judá y a su amado monte Sión.

69 Construyó un santuario, alto como el cielo, y lo afirmó para siempre, como a la tierra.

70 Escogió a su siervo David, el que era pastor de ovejas;

71 lo quitó de andar tras los rebaños para que cuidara a su pueblo, para que fuera pastor de Israel.

72 Y David cuidó del pueblo de Dios; los cuidó y los dirigió con mano hábil y corazón sincero.

79

1 Salmo de Asaf. ¡Oh Dios, los paganos han invadido tu propiedad! ¡Han profanado tu santo templo y han convertido en ruinas a Jerusalén!

2 ¡Han dejado los cadáveres de tus siervos, de los que te fueron fieles, para que sirvan de alimento a los buitres y a los animales salvajes!

3 Como agua han derramado su sangre por toda Jerusalén, y no hay quien los entierre.

4 Somos la burla de nuestros vecinos; el hazmerreir de cuantos nos rodean.

5 Oh Señor, ¿hasta cuándo estarás enojado? ¿Arderá siempre tu enojo como el fuego?

6 ¡Descarga tu furia sobre los reinos paganos que no te conocen ni te invocan!

7 Porque ellos devoraron a Jacob y convirtieron en ruinas el país.

8 No nos hagas pagar a nosotros por la maldad de nuestros antepasados; ¡que venga tu ternura pronto a nuestro encuentro, porque estamos abatidos!

9 Oh Dios, salvador nuestro, ¡ayúdanos, líbranos y perdónanos, por la gloria de tu nombre!

10 No tienen por qué decir los paganos: “¿Dónde está su Dios?” ¡Permítenos ver vengada la muerte de tus siervos! ¡Que los paganos también lo sepan!

11 Escucha las quejas de los presos y salva con tu gran poder a los sentenciados a muerte.

12 Oh Señor, véngate siete veces de nuestros vecinos por las ofensas que te han hecho;

13 y nosotros, que somos tu pueblo, que somos ovejas de tus prados, te daremos siempre gracias, ¡cantaremos tus alabanzas por todos los siglos!

80

1 Del maestro de coro, según la melodía de “Los lirios”. Testimonio y salmo de Asaf. Pastor de Israel, que guías a José como a un rebaño, que tienes tu trono sobre los querubines, ¡escucha! ¡Mira con buenos ojos a Efraín,

2 Benjamín y Manasés! ¡Despierta y ven a salvarnos con tu poder!

3 Oh Dios, ¡haz que volvamos a ser lo que fuimos! ¡Míranos con buenos ojos y estaremos a salvo!

4 Señor, Dios todopoderoso, ¿hasta cuándo estarás enojado con la oración de tu pueblo?

5 Nos has dado lágrimas por comida; y por bebida, lágrimas en abundancia.

6 Nos has convertido en la burla de nuestros vecinos, y nuestros enemigos se ríen de nosotros.

7 Dios todopoderoso, ¡haz que volvamos a ser lo que fuimos! ¡Míranos con buenos ojos y estaremos a salvo!

8 De Egipto sacaste una vid; arrojaste a los paganos y la plantaste.

9 Limpiaste el terreno para ella, y la vid echó raíces y llenó el país.

10 Cubrió los montes con su sombra, y con sus ramas los árboles más altos.

11 Se extendieron sus ramas hasta el mar, y hasta el río Éufrates sus retoños.

12 ¿Por qué has derribado su cerca, dejando que le arranquen uvas los que van por el camino?

13 El jabalí la destroza; ¡los animales salvajes la devoran!

14 Dios todopoderoso, regresa, por favor. Mira atentamente desde el cielo y ten consideración de esta vid,

15 de la vid que tú mismo plantaste, del retoño que tú mismo afirmaste.

16 Destruye con tu furor a quienes la cortan y la queman;

17 pero ayuda al hombre que has escogido, al retoño de hombre que tú mismo afirmaste,

18 y nunca más nos apartaremos de ti. ¡Danos vida, y solo a ti te invocaremos!

19 Oh Señor, Dios todopoderoso, ¡haz que volvamos a ser lo que fuimos! ¡Míranos con buenos ojos y estaremos a salvo!

81

1 Del maestro de coro, con la cítara de Gat. De Asaf. ¡Cantad alegres a Dios, que es nuestra fuerza! ¡Alabad con gritos de alegría al Dios de Jacob!

2 Cantad al son del pandero, de la dulce arpa y del salterio.

3 Tocad la trompeta al llegar la luna nueva, y también al llegar la luna llena, que es el día de nuestra gran fiesta.

4 Porque este es el mandamiento que el Dios de Jacob dio a Israel;

5 es el mandato dado a José cuando Dios salió contra Egipto. Oí una voz que yo no conocía:

6 “Te he quitado la carga de los hombros, te he aliviado del trabajo duro.

7 En tu angustia me llamaste, y te salvé; te contesté desde la nube que tronaba; te puse a prueba junto a las aguas de Meribá.

8 Escucha, pueblo mío, mi advertencia; ¡ojalá me obedezcas, Israel!

9 No tengas dioses extranjeros; no adores a dioses extraños.

10 Yo soy el Señor, tu Dios, el que te sacó de la tierra de Egipto; abre tu boca, y yo te satisfaré.

11 “Pero mi pueblo no quiso oirme; ¡Israel no quiso obedecerme!

12 Por eso, los dejé seguir con su capricho y vivieron como mejor les pareció.

13 ¡Si mi pueblo me hubiera escuchado! ¡Si Israel hubiera seguido mis caminos,

14 en un abrir y cerrar de ojos yo habría humillado a sus enemigos y castigado a sus contrarios!”

15 Los que odian al Señor caerían aterrados, y su condenación quedaría sellada.

16 Dios alimentaría a su pueblo con lo mejor del trigo, y con miel silvestre apagaría su sed.

82

1 Salmo de Asaf. Dios ha ocupado su lugar entre los jueces celestiales para dictar sentencia contra ellos:

2 “¿Hasta cuándo haréis juicios falsos y os pondréis de parte de los malvados?

3 ¡Haced justicia al débil y al huérfano! ¡Haced justicia al pobre y al necesitado!

4 ¡Librad a los débiles y pobres, y defendedlos de los malvados!

5 “Pero vosotros no sabéis, no entendéis; andáis en la oscuridad. Tiemblan los cimientos de la tierra.

6 Yo dije que vosotros sois dioses; que todos sois hijos del Altísimo.

7 Sin embargo, moriréis como todo hombre, ¡caeréis como cualquier tirano!”

8 ¡Oh Dios, dispónte a juzgar la tierra, pues tú eres el dueño de todas las naciones!

83

1 Cántico y salmo de Asaf. Oh Dios, ¡no te quedes en silencio! ¡No te quedes inmóvil y callado!

2 Mira a tus enemigos, a los que te odian: alborotan y se rebelan contra ti.

3 Han hecho planes astutos en contra de tu pueblo, ¡en contra de tus protegidos!

4 Han pensado venir a destruirnos para que dejemos de existir como nación, para que no vuelva a recordarse el nombre de Israel.

5 Han hecho un pacto en contra tuya, han conspirado como un solo hombre:

6 los campamentos de Edom y de Ismael, los descendientes de Agar y de Moab,

7 Guebal, Amón y Amalec, los filisteos, los que viven en Tiro,

8 y hasta los asirios se han unido a ellos, y son el brazo fuerte de los hijos de Lot.

9 Haz con ellos como hiciste con Madián, como hiciste con Sísara, como hiciste con Jabín en el arroyo Quisón,

10 que fueron destruidos en Endor, ¡que fueron convertidos en estiércol de la tierra!

11 Haz con sus hombres importantes como hiciste con Oreb y con Zeeb; haz con todos sus jefes como hiciste con Zébah y con Salmuná,

12 que quisieron apropiarse de los pastizales de Dios.

13 Dios mío, haz que rueden como zarzas, como hojas secas arrastradas por el viento;

14 y así como el fuego quema el bosque y consume los montes con sus llamas,

15 ¡así persíguelos con tus tormentas y espántalos con tus tempestades!

16 ¡Avergüénzalos, Señor, para que recurran a ti!

17 Que sean avergonzados para siempre; ¡que se avergüencen y mueran!

18 ¡Que sepan que solo tú eres el Señor, que solo tú eres el Altísimo sobre toda la tierra!

84

1 Del maestro de coro, con la cítara de Gat. De los hijos de Coré. Salmo. ¡Cuán hermoso es tu santuario, Señor todopoderoso!

2 ¡Con qué ansia y fervor deseo estar en los atrios de tu templo! ¡Con todo el corazón canto alegre al Dios de la vida!

3 Aun el gorrión y la golondrina hallan lugar en tus altares donde hacer nido a sus polluelos, oh Señor todopoderoso, rey mío y Dios mío.

4 ¡Felices los que viven en tu templo y te alaban sin cesar!

5 ¡Felices los que en ti encuentran ayuda, los que desean peregrinar hasta tu monte!

6 Cuando pasen por el valle de las Lágrimas lo convertirán en manantial, y aun la lluvia lo llenará de bendiciones;

7 irán sus fuerzas en aumento, y en Sión verán al Dios supremo.

8 Señor, Dios todopoderoso, Dios de Jacob, ¡escucha mi oración!

9 Oh Dios, protector nuestro, mira con buenos ojos a quien tú has escogido como rey.

10 ¡Más vale estar un día en tus atrios, que mil fuera de ellos! Prefiero ser portero del templo de mi Dios, que vivir en lugares de maldad.

11 Porque Dios el Señor nos alumbra y nos protege; el Señor ama y honra a los que viven sin tacha, y nada bueno les niega.

12 Señor todopoderoso, ¡felices los que en ti confían!

85

1 Del maestro de coro. Salmo de los hijos de Coré. Señor, tú has sido muy bueno con este país tuyo. Has cambiado la suerte de Jacob;

2 has perdonado la maldad de tu pueblo y todos sus pecados;

3 has calmado por completo tu enojo y tu furor.

4 Dios y salvador nuestro, ¡sálvanos también ahora y no sigas enojado con nosotros!

5 ¿Acaso vas a prolongar por siempre tu enojo contra nosotros?

6 ¿No volverás a darnos vida, para que tu pueblo se alegre por ti?

7 Oh Señor, ¡muéstranos tu amor y sálvanos!

8 Escucharé lo que el Señor va a decir; pues va a hablar de paz a su pueblo, a los que le son fieles, para que no vuelvan a hacer locuras.

9 En verdad, Dios está muy cerca, para salvar a los que le honran; su gloria vivirá en nuestra tierra.

10 El amor y la verdad se darán cita; la paz y la rectitud se besarán,

11 la verdad brotará de la tierra y la rectitud mirará desde el cielo.

12 El Señor mismo traerá la lluvia, y nuestra tierra dará su fruto.

13 La rectitud irá delante de él y le preparará el camino.

86

1 Oración de David. Señor, dígnate escucharme, porque estoy muy triste y pobre;

2 protégeme, pues te soy fiel. Tú eres mi Dios; ¡salva a este siervo tuyo que en ti confía!

3 Señor, ten compasión de mí, que a ti clamo a todas horas.

4 Señor, alegra el ánimo de este siervo tuyo, pues a ti dirijo mi oración.

5 Porque tú, Señor, eres bueno y perdonas; eres todo amor con los que te invocan.

6 Señor, escucha mi oración, ¡atiende mi plegaria!

7 En mi angustia clamo a ti, porque tú me respondes.

8 ¡No hay dios comparable a ti, Señor! ¡No hay nada que iguale a tus obras!

9 Oh Señor, tú has formado a todas las naciones, y ellas vendrán a ti para adorarte y para glorificar tu nombre.

10 Porque tan sólo tú eres Dios; ¡tú eres grande y haces maravillas!

11 Oh Señor, enséñame tu camino, para que yo lo siga fielmente. Haz que mi corazón honre tu nombre.

12 Mi Señor y Dios, te alabaré con todo el corazón y glorificaré siempre tu nombre.

13 ¡Inmenso es tu amor por mí! ¡Me has librado de caer en el sepulcro!

14 Oh Dios, una banda de insolentes y violentos que no te tienen presente, se han puesto en contra mía y quieren matarme.

15 Pero tú, Señor, eres Dios tierno y compasivo, paciente, todo amor y verdad.

16 Mírame, ¡ten compasión de mí! ¡Salva a este siervo tuyo! ¡Dale tu fuerza!

17 Dame una clara prueba de tu bondad, y que al verla se avergüencen los que me odian. ¡Tú, Señor, me das ayuda y consuelo!

87

1 Salmo y cántico de los hijos de Coré. Los hijos de Coré: Los cimientos de la ciudad de Dios están sobre los montes santos.

2 El Señor ama las puertas de Sión más que a todas las casas de Jacob.

3 Ciudad de Dios, qué cosas tan hermosas se dicen de ti:

4 “Entre los pueblos que me conocen puedo nombrar a Egipto y Babilonia, Filistea, Tiro y Etiopía; todos ellos nacieron en ti.”

5 De la ciudad de Sión dirán: “Este y aquel nacieron en ella.” El Altísimo mismo la ha afirmado.

6 El Señor escribe en el libro donde constan los nombres de los pueblos: “Este nació en ella.”

7 Y los que cantan y los que bailan, dicen: “Mi hogar está en ti.”

88

1 Cántico y salmo de los hijos de Coré. Del maestro de coro, para la enfermedad. Instrucción de Hemán, el ezrahíta, para ser entonada. Señor, mi Dios y Salvador, día y noche te pido ayuda,

2 ¡acepta mi oración!, ¡atiende mi plegaria!

3 Tanto es el mal que ha caído sobre mí, que me encuentro al borde de la muerte;

4 ¡ya se me puede contar entre los muertos, pues me he quedado sin fuerzas!

5 Estoy abandonado entre difuntos; soy como los que murieron en combate y han sido enterrados; como los que perdieron tu protección y han sido olvidados por ti.

6 Me has echado a lo más hondo del hoyo, a lugares oscuros y profundos.

7 Has descargado tu enojo sobre mí, ¡me has hundido bajo el peso de tus olas!

8 Has hecho que mis amigos me abandonen; me has hecho insoportable para ellos. ¡Soy como un preso que no puede escapar!

9 De tanto llorar me estoy quedando ciego. ¡Todos los días clamo a ti, Señor, y a ti levanto las manos!

10 ¿Acaso harás milagros para los muertos? ¿Acaso podrán los muertos darte gracias?

11 ¿Acaso se hablará de tu verdad y de tu amor en el sepulcro, en el reino de la muerte?

12 En las sombras de la muerte, donde todo se olvida, ¿habrá quién reconozca tu rectitud y maravillas?

13 Pero yo, Señor, a ti clamo; de mañana elevo a ti mi oración.

14 ¿Por qué me desprecias, Señor? ¿Por qué te escondes de mí?

15 Desde los días de mi juventud he estado afligido y al borde de la muerte; he soportado cosas terribles de tu parte, y ya no puedo más.

16 Tu furor terrible ha pasado sobre mí y me ha vencido;

17 me rodea por completo a todas horas, como una inundación.

18 Has alejado de mí amigos y compañeros, y ya no tengo otra amistad que las tinieblas.

89

1 Instrucción de Etán, el ezrahíta. Señor, siempre diré en mi canto que eres bondadoso; constantemente contaré que eres fiel.

2 Proclamaré que tu amor es eterno, que tu fidelidad es inmutable, inmutable como el mismo cielo.

3 Hiciste un pacto con David; prometiste a tu siervo escogido:

4 “Haré que tus descendientes reinen siempre en tu lugar.”

5 Oh Señor, todos los seres celestiales alaban tu fidelidad y tus maravillas.

6 ¡Ningún dios, nadie en el cielo puede compararse a ti, Señor!

7 Dios grande y terrible, rodeado de seres celestiales.

8 Señor, Dios todopoderoso, todo el poder es tuyo y la verdad te rodea; ¡no hay nadie igual a ti!

9 Tú dominas el mar embravecido y aquietas sus olas encrespadas;

10 aplastaste al monstruo marino como si fuera un cadáver; dispersaste a tus enemigos con la fuerza de tu brazo.

11 El cielo y la tierra son tuyos; tú formaste el mundo y todo lo que hay en él.

12 Tú creaste el norte y el sur; los montes Tabor y Hermón cantan alegres a tu nombre.

13 Tu brazo es poderoso; tu mano derecha es fuerte y victoriosa.

14 Tu trono está afirmado en la justicia y el derecho; el amor y la verdad salen a tu encuentro.

15 Oh Señor, feliz el pueblo que sabe alabarte con alegría y camina alumbrado por tu luz,

16 que en tu nombre se alegra todo el tiempo y se entusiasma por tu rectitud.

17 En verdad, tú eres su fuerza y hermosura; nuestro poder aumenta por tu buena voluntad.

18 ¡Nuestro escudo es el Señor! ¡Nuestro rey es el Santo de Israel!

19 En otro tiempo hablaste en una visión, y dijiste a tus siervos fieles: “He escogido a un valiente de mi pueblo, le he puesto en alto y le he ayudado.

20 ¡He encontrado a mi siervo David! Con mi aceite sagrado lo he designado rey

21 y nunca le faltará mi ayuda. Con mi poder le fortaleceré,

22 no le atacarán sus enemigos ni le vencerán los malvados.

23 Aplastaré a sus enemigos; ¡los quitaré de su vista! ¡Destrozaré a los que le odian!

24 Él contará con mi amor y fidelidad, y por mí aumentará su poder.

25 Afirmaré su poder y dominio desde el Mediterráneo hasta el Éufrates.

26 Él me dirá: ‘Tú eres mi Padre. Eres mi Dios, que me salva y me protege.’

27 Y yo le pondré como primogénito, por encima de los reyes del mundo.

28 Mi amor por él será constante y mi pacto con él será firme.

29 Sus descendientes reinarán en su lugar siempre, mientras el cielo exista.

30 “Pero si ellos abandonan mi enseñanza y no viven de acuerdo con mis mandatos,

31 si faltan a mis leyes y no obedecen a mis mandamientos,

32 castigaré su rebelión y maldad con golpes de vara.

33 Pero no dejaré de amar a David ni faltaré a mi fidelidad hacia él.

34 No romperé mi pacto ni faltaré a mi palabra.

35 Una vez le he jurado por mi santidad, y no le mentiré:

36 sus descendientes reinarán en su lugar, siempre, mientras el sol exista.

37 ¡Siempre firmes, como la luna! ¡Siempre firmes, mientras el cielo exista!”

38 Sin embargo, has rechazado y despreciado al rey que escogiste; ¡te has irritado con él!

39 Has roto el pacto con tu siervo; has arrojado al suelo su corona.

40 Abriste brechas en todos sus muros; ¡convertiste en ruinas sus ciudades!

41 Todo el mundo pasa y roba lo que quiere; sus vecinos se burlan de él.

42 Has hecho que sus enemigos levanten la mano alegres y triunfantes.

43 Quitaste el filo a su espada y no le sostuviste en la batalla.

44 Has apagado su esplendor; has arrojado su trono por los suelos,

45 le has quitado años de vida y le has llenado de vergüenza.

46 Oh Señor, ¿hasta cuándo estarás escondido? ¿Arderá siempre tu enojo, como el fuego?

47 Señor, recuerda que mi vida es corta; que el hombre, que tú has creado, vive poco tiempo.

48 ¡Nadie puede vivir y no morir nunca! ¡Nadie puede librarse del poder de la muerte!

49 Señor, ¿dónde está tu amor primero, que en tu fidelidad prometiste a David?

50 Señor, recuerda que a tus siervos los ofende mucha gente; que llevo esos insultos en mi pecho.

51 Oh Señor, ¡así nos ofenden tus enemigos! ¡Así ofenden a cada paso a tu escogido!

52 ¡Bendito sea el Señor por siempre! ¡Amén!

90

1 Oración de Moisés, hombre de Dios Señor, tú has sido nuestro refugio por todas las edades.

2 Desde antes que se formaran los montes y que existieran la tierra y el mundo, desde los tiempos antiguos y hasta los tiempos postreros, tú eres Dios.

3 Haces que el hombre vuelva al polvo cuando dices: “Volved al polvo, seres humanos.”

4 En verdad, mil años, para ti, son como el día de ayer, que pasó. ¡Son como unas cuantas horas de la noche!

5 Arrastras a los hombres con violencia, cual si fueran solo un sueño;

6 son como la hierba, que brota y florece a la mañana, pero a la tarde se marchita y muere.

7 En verdad, tu furor nos consume, ¡nos deja confundidos!

8 Nuestros pecados y maldades quedan expuestos ante ti.

9 En verdad, toda nuestra vida termina a causa de tu enojo; nuestros años se van como un suspiro.

10 Setenta son los años que vivimos, y los más fuertes llegan hasta ochenta; pero el orgullo de vivir tanto sólo trae molestias y trabajo. ¡Los años pasan pronto, lo mismo que nosotros!

11 ¿Quién conoce la violencia de tu enojo? ¿Quién conoce tu furor?

12 Enséñanos a contar bien nuestros días, para que nuestra mente alcance sabiduría.

13 ¡Señor, vuélvete a nosotros! ¿Cuánto más tardarás? ¡Ten compasión de estos siervos tuyos!

14 Llénanos de tu amor al comenzar el día, y alegres cantaremos toda nuestra vida.

15 Danos tantos años de alegría como los años de aflicción que hemos sufrido.

16 ¡Haz que tus siervos y sus descendientes puedan ver tus obras y tu gloria!

17 Que la bondad del Señor, nuestro Dios, esté sobre nosotros. ¡Afirma, Señor, nuestro trabajo! ¡Afirma, sí, nuestro trabajo!

91

1 El que vive bajo la sombra protectora del Altísimo y Todopoderoso,

2 dice al Señor: “Tú eres mi refugio, mi castillo, ¡mi Dios, en quien confío!”

3 Tan solo él puede librarte de trampas ocultas y plagas mortales,

4 pues te cubrirá con sus alas y bajo ellas estarás seguro. ¡Su fidelidad te protegerá como un escudo!

5 No tengas miedo a los peligros nocturnos, ni a las flechas lanzadas de día,

6 ni a las plagas que llegan con la oscuridad, ni a las que destruyen a pleno sol;

7 pues mil caerán muertos a tu izquierda y diez mil a tu derecha, pero a ti nada te pasará.

8 Ciertamente lo habrás de presenciar: verás a los malvados recibir su merecido.

9 Ya que has hecho del Señor tu refugio, del Altísimo tu lugar de protección,

10 no te sobrevendrá ningún mal ni la enfermedad llegará a tu casa;

11 pues él mandará que sus ángeles te cuiden por dondequiera que vayas.

12 Te levantarán con sus manos para que no tropieces con piedra alguna.

13 Podrás andar entre leones, entre monstruos y serpientes.

14 “Yo lo pondré a salvo, fuera del alcance de todos, porque él me ama y me conoce.

15 Cuando me llame, le contestaré; ¡yo mismo estaré con él! Le libraré de la angustia y le colmaré de honores;

16 le haré disfrutar de una larga vida: ¡le haré gozar de mi salvación!”

92

1 Salmo y cántico para el sábado. Altísimo Señor, ¡qué bueno es darte gracias y cantar himnos en tu honor!

2 Anunciar por la mañana y por la noche tu gran amor y fidelidad,

3 al son de instrumentos de cuerda, con música suave de arpa y salterio.

4 Oh Señor, ¡tú me has hecho feliz con tus acciones! ¡Tus obras me llenan de alegría!

5 Oh Señor, ¡qué grandes son tus obras!, ¡qué profundos tus pensamientos!

6 ¡Solo los necios no pueden entenderlo!

7 Si los malvados y malhechores crecen como la hierba y prosperan, es solo para ser destruidos para siempre.

8 Pero tú, Señor, por siempre estás en lo alto.

9 Una cosa es cierta, Señor: que tus enemigos serán destruidos; que todos los malhechores serán dispersados.

10 Tú aumentas mis fuerzas como las fuerzas de un toro, y viertes perfume sobre mi cabeza.

11 He de ver cómo caen mis enemigos; ¡he de oir las quejas de esos malvados!

12 Los buenos florecen como las palmas y crecen como los cedros del Líbano.

13 Están plantados en el templo del Señor; florecen en los atrios de nuestro Dios.

14 Aun en su vejez, darán fruto; siempre estarán fuertes y lozanos,

15 y anunciarán que el Señor, mi protector, es recto y no hay en él injusticia.

93

1 ¡El Señor es Rey! ¡El Señor se ha vestido de esplendor y se ha rodeado de poder! Él afirmó el mundo, para que no se mueva.

2 Desde entonces, Señor, tu trono está firme. ¡Tú siempre has existido!

3 Oh Señor, los ríos braman y levantan grandes olas;

4 pero tú, Señor, en las alturas eres más poderoso que las olas y que el rugir de los mares.

5 Oh Señor, tus mandatos son muy firmes. ¡La santidad es el adorno eterno de tu templo!

94

1 ¡Muéstrate, Señor, Dios de las venganzas!

2 Tú, que eres el Juez del mundo, ¡levántate contra los altivos y dales su merecido!

3 ¿Hasta cuándo, Señor, hasta cuándo se alegrarán los malvados?

4 Todos esos malhechores son insolentes y altaneros. ¡Están hinchados de vanidad!

5 Oh Señor, ellos destrozan a tu pueblo. ¡Humillan a los tuyos!

6 Matan a las viudas y a los extranjeros; asesinan a los huérfanos.

7 Dicen que el Señor no ve, que el Dios de Jacob no se da cuenta.

8 ¡Entended, gente torpe y necia! ¿Cuándo podréis comprender?

9 ¿Acaso no podrá oir el que ha hecho los oídos? ¿Y acaso no podrá ver el que ha formado los ojos?

10 ¿Acaso no ha de castigar el que corrige a las naciones? ¿Y acaso no ha de saber el que instruye en el saber al hombre?

11 El Señor sabe que el hombre sólo piensa tonterías.

12 Oh Señor, feliz aquel a quien corriges y das tus enseñanzas

13 para que tenga tranquilidad cuando lleguen los días malos, mientras que al malvado se le prepara la fosa.

14 El Señor no abandonará a su pueblo, no dejará solos a los suyos.

15 La justicia volverá a ser justa, y todo hombre honrado la seguirá.

16 ¿Quién se levantará a defenderme de los malvados y malhechores?

17 Si el Señor no me hubiera ayudado, yo estaría ya en el silencio de la muerte.

18 Cuando alguna vez dije: “Mis pies resbalan”, tu amor, Señor, vino en mi ayuda.

19 En medio de las preocupaciones que se agolpan en mi mente, me das consuelo y alegría.

20 Tú no puedes ser amigo de jueces injustos, que actúan mal y en contra de la ley;

21 que conspiran contra el inocente y honrado, y lo condenan a muerte.

22 Pero el Señor es mi refugio; mi Dios es la roca que me defiende.

23 El Señor hará que los malvados sean destruidos por su propia maldad. ¡Nuestro Dios los destruirá!

95

1 Venid, cantemos al Señor con alegría; cantemos a nuestro protector y salvador.

2 Entremos a su presencia con gratitud y cantemos himnos en su honor.

3 Porque el Señor es Dios grande, el gran rey de todos los dioses.

4 Él tiene en su mano las regiones más profundas de la tierra, y suyas son las más altas montañas.

5 El mar le pertenece, pues él lo formó; ¡con sus propias manos formó la tierra seca!

6 Venid, adoremos de rodillas; arrodillémonos delante del Señor, pues él nos hizo.

7 Él es nuestro Dios y nosotros somos su pueblo, ovejas de sus prados. Escuchad hoy lo que él os dice:

8 “No endurezcáis vuestro corazón, como en Meribá; como aquel día en Masá, en el desierto,

9 cuando me pusieron a prueba vuestros antepasados, aunque habían visto mis obras.

10 Cuarenta años estuve enojado con aquella generación, y dije: ‘Esta gente anda muy descarriada; ¡no obedecen mis mandatos!’

11 Por eso juré en mi furor que no entrarían en el lugar de mi reposo.”

96

1 Cantad al Señor una canción nueva; cantad al Señor, habitantes de toda la tierra;

2 cantad al Señor, bendecid su nombre; anunciad día a día su salvación.

3 Hablad de su gloria y de sus maravillas ante todos los pueblos y naciones,

4 porque el Señor es grande y muy digno de alabanza: ¡más terrible que todos los dioses!

5 Los dioses de otros pueblos no son nada, pero el Señor hizo los cielos.

6 ¡Hay gran esplendor en su presencia! ¡Hay poder y belleza en su santuario!

7 Dad al Señor, familias de los pueblos, dad al Señor el poder y la gloria;

8 dad al Señor la honra que merece; entrad en sus atrios con ofrendas,

9 adorad al Señor en su hermoso santuario. ¡Que todo el mundo tiemble delante de él!

10 Decid a las naciones: “¡El Señor es rey!” Él afirmó el mundo, para que no se mueva; él gobierna a los pueblos con igualdad.

11 ¡Alégrense los cielos y la tierra! ¡Brame el mar y todo lo que contiene!

12 ¡Alégrese el campo y todo lo que hay en él! ¡Griten de alegría los árboles del bosque

13 delante del Señor, que viene! ¡Sí, él viene a gobernar la tierra, y gobernará a los pueblos del mundo con justicia y con verdad!

97

1 ¡Alégrese toda la tierra! ¡Alégrense las islas numerosas! ¡El Señor es Rey!

2 Está rodeado de espesas nubes; la justicia y el derecho sostienen su trono;

3 el fuego va delante de él y quema a los enemigos que le rodean.

4 Sus relámpagos iluminan el mundo; ¡la tierra tiembla al verlos!

5 Las montañas se derriten como cera ante el Señor, ante el dueño de toda la tierra.

6 Los cielos anuncian su justicia; todos los pueblos ven su gloria.

7 Quedan humillados los que adoran ídolos, los que se sienten orgullosos de ellos. ¡Todos los dioses se inclinan ante él!

8 Oh Señor, Sión y las ciudades de Judá se alegran mucho por tus decretos;

9 pues tú, Señor altísimo, estás por encima de toda la tierra y mucho más alto que todos los dioses.

10 El Señor ama a los que odian el mal; protege la vida de los que le son fieles; los libra de caer en manos de malvados.

11 La luz brilla para el hombre bueno; la alegría es para la gente honrada.

12 ¡Alegraos en el Señor, hombres buenos, y alabad su santo nombre!

98

1 Salmo. ¡Cantad al Señor una canción nueva, pues ha hecho maravillas! ¡Ha alcanzado la victoria con su gran poder, con su santo brazo!

2 El Señor ha anunciado su victoria, ha mostrado su justicia a la vista de las naciones;

3 ha tenido presentes su amor y lealtad hacia el pueblo de Israel. ¡Hasta en el último rincón del mundo ha sido vista la victoria de nuestro Dios!

4 Cantad a Dios con alegría, habitantes de toda la tierra; dad rienda suelta a vuestra alegría y cantadle himnos.

5 Cantad himnos al Señor al son del arpa, al son de los instrumentos de cuerda.

6 Cantad con alegría ante el Señor, el Rey, al son de los instrumentos de viento.

7 Brame el mar y todo lo que contiene, el mundo y sus habitantes;

8 aplaudan los ríos; únanse las montañas en gritos de alegría

9 delante del Señor, que viene a gobernar la tierra. Él gobernará a los pueblos del mundo con rectitud e igualdad.

99

1 ¡El Señor es Rey! ¡Él tiene su trono sobre los querubines! Tiemblen las naciones, y aun la tierra entera.

2 El Señor es grande en el monte Sión; el Señor está por encima de todos los pueblos.

3 Sea alabado su nombre, grande y terrible; ¡Dios es santo!

4 Tú eres un Rey poderoso que ama la justicia; tú mismo estableciste la igualdad. Has tratado a los hijos de Jacob con justicia y rectitud.

5 ¡Alabad al Señor, nuestro Dios, y arrodillaos delante de sus pies! ¡Dios es santo!

6 Moisés y Aarón están entre sus sacerdotes; Samuel está entre los que alabaron su nombre. El Señor les respondía cuando ellos pedían su ayuda.

7 Dios habló con ellos desde la columna de nube, y ellos cumplieron sus mandatos y la ley que les dio.

8 Señor, Dios nuestro, ¡tú les respondías! Fuiste para ellos un Dios de perdón, aunque también castigaste sus maldades.

9 Alabad al Señor nuestro Dios, ¡arrodillaos ante su santo monte! ¡Nuestro Dios, el Señor, es santo!

100

1 Salmo para la acción de gracias. ¡Cantad al Señor con alegría, habitantes de toda la tierra!

2 Con alegría adorad al Señor; ¡con gritos de alegría venid a su presencia!

3 Reconoced que el Señor es Dios; él nos hizo y somos suyos; ¡somos pueblo suyo y ovejas de su prado!

4 Venid a sus puertas, entrad en su templo cantando himnos de alabanza y gratitud. ¡Dadle gracias, bendecid su nombre!

5 Porque el Señor es bueno; su amor es eterno y su fidelidad no tiene fin.

101

1 Salmo de David. Quiero alabar el amor y la justicia; quiero, Señor, cantarte himnos;

2 quiero vivir con rectitud. ¿Cuándo vendrás a mí? Será intachable mi conducta aun en mi propio palacio;

3 no pondré jamás la mira en propósitos perversos. Odio a quienes son desleales a Dios; ¡jamás permitiré que se me acerquen!

4 Alejaré de mí los pensamientos perversos: ¡no quiero hacer nada malo!

5 Haré callar a aquellos que a escondidas hablan mal de su vecino; ¡no soporto al altanero y arrogante!

6 Pondré mis ojos en los hombres leales, para que vivan junto a mí; tan solo estará a mi servicio el que lleve una vida recta.

7 Para el tramposo no habrá lugar en mi palacio; ¡ningún mentiroso podrá estar en mi presencia!

8 Día tras día reduciré al silencio a todos los malvados del país; ¡arrojaré de la ciudad del Señor a todos los malhechores!

102

1 Oración de un afligido que, en su desaliento, da rienda suelta a su queja delante del Señor. Señor, escucha mi oración, ¡permite que mi grito llegue a ti!

2 No escondas de mí tu rostro cuando me encuentre angustiado; ¡dígnate escucharme!, ¡respóndeme pronto cuando te llame!

3 Pues mi vida se acaba como el humo, mis huesos arden como brasas,

4 mi corazón está decaído como la hierba marchita; ¡ni aun deseos tengo de comer!

5 La piel se me pega a los huesos de tanto gemir.

6 Soy como una lechuza del desierto, como un búho entre las ruinas.

7 No duermo. Soy como un pájaro solitario en el tejado.

8 Mis enemigos me ofenden sin cesar y usan mi nombre para maldecir.

9 En vez de pan, como ceniza; en mi bebida se mezclan mis lágrimas

10 a causa de tu enojo y tu furor, pues me alzaste para derribarme después.

11 Mis días pasan como una sombra; me voy marchitando como la hierba.

12 Pero tú, Señor, reinas por siempre; ¡tu nombre será siempre recordado!

13 Levántate, compadécete de Sión, pues ya se cumplió el tiempo; ¡ya es hora de que la perdones!

14 Tus siervos aman sus piedras; ¡sienten dolor por sus ruinas!

15 Todas las naciones y reyes de la tierra honrarán el nombre glorioso del Señor

16 cuando él reconstruya a Sión y aparezca en su gloria,

17 cuando atienda a la oración del desamparado y no desoiga sus ruegos.

18 Que esto quede escrito para las generaciones futuras, para que alaben al Señor los que aún han de nacer.

19 El Señor miró la tierra desde el cielo, desde su santa altura,

20 para atender los lamentos de los prisioneros y liberar a los condenados a muerte;

21 para que en Sión, en Jerusalén, se proclame y se alabe el nombre del Señor

22 cuando gentes de todas las naciones se reúnan para adorarlo.

23 Él me ha quitado fuerzas a medio camino; ha hecho más corta mi vida.

24 Yo le digo: “Dios mío, no me lleves en la mitad de mi vida.” ¡Tus años no tienen fin!

25 Afirmaste la tierra desde el principio; tú mismo hiciste el cielo.

26 Todo ello dejará de existir, pero tú permaneces firme. Todo ello envejecerá, como la ropa; ¡tú lo cambiarás y quedará cambiado, como quien se muda de ropa!

27 Pero tú eres el mismo; tus años nunca terminarán.

28 Darás seguridad a los descendientes de tus siervos; en tu misma presencia los establecerás.

103

1 De David. Bendeciré al Señor con toda mi alma; bendeciré con todo mi ser su santo nombre.

2 Bendeciré al Señor con toda mi alma; no olvidaré ninguno de sus beneficios.

3 Él es quien perdona todas mis maldades, quien sana todas mis enfermedades,

4 quien libra mi vida del sepulcro, quien me colma de amor y ternura,

5 quien me satisface con todo lo mejor y me rejuvenece como un águila.

6 El Señor juzga con verdadera justicia a los que sufren violencia.

7 Dio a conocer sus caminos y sus hechos a Moisés y al pueblo de Israel.

8 El Señor es tierno y compasivo; es paciente y todo amor.

9 No nos reprende sin término, ni su ira es eterna;

10 no nos ha dado el pago que merecen nuestras maldades y pecados;

11 tan inmenso es su amor por los que le honran como inmenso es el cielo sobre la tierra.

12 Nuestros pecados ha alejado de nosotros como ha alejado del oriente el occidente.

13 El Señor es, con los que le honran, tan tierno como un padre con sus hijos;

14 pues él sabe de qué estamos hechos: sabe bien que somos polvo.

15 La vida del hombre es como la hierba, brota como una flor silvestre;

16 tan pronto la azota el viento, deja de existir y nadie vuelve a saber de ella.

17 Pero el amor del Señor es eterno para aquellos que le honran; su justicia es infinita por todas las generaciones,

18 para los que cumplen su pacto y no se olvidan de obedecer sus mandatos.

19 El Señor ha puesto su trono en el cielo, y su reino domina sobre todo.

20 ¡Bendecid al Señor, ángeles poderosos! Vosotros que cumplís sus órdenes, que estáis atentos a obedecerle.

21 ¡Bendecid al Señor todos sus ejércitos, que le servís y hacéis su voluntad!

22 ¡Bendiga al Señor la creación entera, en todos los lugares de su reino! ¡Bendeciré al Señor con toda mi alma!

104

1 ¡Bendeciré al Señor con toda mi alma! ¡Cuán grande eres, Señor y Dios mío! Te has vestido de gloria y esplendor;

2 te has envuelto en un manto de luz. ¡Tú extendiste el cielo como un velo!

3 ¡Tú afirmaste sobre el agua los pilares de tu casa, allá en lo alto! Conviertes las nubes en tu carro; ¡viajas sobre las alas del viento!

4 Los vientos son tus mensajeros y las llamas de fuego tus servidores.

5 Pusiste la tierra sobre sus bases para que nunca se mueva de su lugar.

6 El mar profundo cubría la tierra como si fuera un vestido. El agua cubría las montañas.

7 Pero tú la reprendiste, y se fue; huyó deprisa al escuchar tu voz de trueno.

8 Subiendo a los montes y bajando a los valles, se fue al lugar que le habías señalado,

9 al límite que le ordenaste no cruzar, para que no volviera a cubrir la tierra.

10 Tú envías el agua de los manantiales a los ríos que corren por las montañas.

11 De esa agua beben los animales salvajes; con ella apagan su sed los asnos del monte.

12 A la orilla de los ríos anidan las aves del cielo; ¡allí cantan, entre las ramas de los árboles!

13 Tú eres quien riega los montes desde tu casa, allá en lo alto; con los torrentes del cielo satisfaces a la tierra.

14 Haces crecer los pastos para los animales, y las plantas que el hombre cultiva para sacar su pan de la tierra,

15 el pan que le da fuerzas, y el vino, que alegra su vida y hace brillar su cara más que el aceite.

16 Sacian su sed los árboles, los cedros del Líbano que el Señor plantó.

17 En ellos anidan las aves más pequeñas, y en los pinos viven las cigüeñas.

18 Los montes altos son para las cabras, y en las peñas se esconden los tejones.

19 Hiciste la luna para medir el tiempo; el sol sabe cuándo debe ocultarse.

20 Tiendes el manto oscuro de la noche, y entonces salen los animales del bosque.

21 Los leones rugen por la víctima; piden que Dios les dé su comida.

22 Pero al salir el sol, se van y se acuestan en sus cuevas.

23 Entonces sale el hombre a su labor y trabaja hasta la noche.

24 ¡Cuántas cosas has hecho, Señor! Todas las hiciste con sabiduría; ¡la tierra está llena de todo lo que has creado!

25 Allí está el mar, ancho y extenso, donde abundan incontables animales, grandes y pequeños;

26 allí navegan los barcos, allí está el Leviatán, el monstruo que hiciste para jugar con él.

27 Todos ellos esperan de ti que les des su comida a su tiempo.

28 Tú les das, y ellos recogen; abres la mano, y se llenan de lo mejor;

29 si escondes tu rostro, se espantan; si les quitas el aliento, mueren y vuelven a ser polvo.

30 Pero si envías tu aliento de vida, son creados, y así renuevas el aspecto de la tierra.

31 ¡La gloria del Señor es eterna! ¡El Señor se alegra en su creación!

32 La tierra tiembla cuando él la mira; ¡echan humo los montes cuando él los toca!

33 Mientras yo exista y tenga vida, cantaré himnos al Señor mi Dios.

34 Quiera el Señor agradarse de mis pensamientos, pues solamente en él encuentro mi alegría.

35 ¡Que desaparezcan de la tierra los pecadores! ¡Que dejen de existir los malvados! ¡Bendeciré al Señor con toda mi alma! ¡Aleluya!

105

1 ¡Dad gracias al Señor! ¡Proclamad su nombre! Contad a los pueblos sus acciones.

2 Cantad himnos en su honor. ¡Hablad de sus grandes hechos!

3 Sentíos orgullosos de su santo nombre. ¡Siéntase alegre el corazón de los que buscan al Señor!

4 Recurrid al Señor y a su poder; recurrid al Señor en todo tiempo.

5 Recordad sus obras grandes y maravillosas, y los decretos que ha pronunciado;

6 vosotros, descendientes de su siervo Abraham; vosotros, hijos de Jacob, sus escogidos.

7 Él es el Señor, nuestro Dios; ¡él gobierna toda la tierra!

8 Ni aunque pasen mil generaciones se olvidará de las promesas de su pacto,

9 del pacto que hizo con Abraham, del juramento que hizo a Isaac

10 y que confirmó como ley para Jacob, como pacto eterno para Israel,

11 cuando dijo: “Voy a darte la tierra de Canaán como la herencia que te toca.”

12 Aunque ellos eran pocos, unos cuantos extranjeros en la tierra

13 que iban de nación en nación y de reino en reino,

14 Dios no permitió que nadie los maltratara, y aun advirtió a los reyes:

15 “No toquéis a mis escogidos ni maltratéis a mis profetas.”

16 Hizo venir hambre sobre aquella tierra y les quitó todo alimento.

17 Pero envió delante de ellos a José, al que habían vendido como esclavo.

18 Le lastimaron los pies con cadenas; ¡le aprisionaron con hierros!

19 La palabra del Señor puso a prueba a José, hasta que se cumplió lo que José había anunciado.

20 El rey, el que gobernaba a mucha gente, ordenó que le dieran libertad;

21 le nombró amo y señor de su casa y de todo cuanto tenía,

22 para que enseñara e hiciera sabios a los jefes y a los ancianos.

23 Vino después Israel, que es Jacob, y vivió como extranjero en Egipto, en la tierra de Cam.

24 Dios hizo grande en número a su pueblo, y más fuerte que los egipcios.

25 Pero hizo que los egipcios se pusieran en contra de su pueblo y engañaran a los siervos de Dios.

26 Entonces Dios envió a su siervo Moisés, y a Aarón, a quien había escogido,

27 y ellos realizaron señales de Dios en el desierto: ¡grandes maravillas en la tierra de Cam!

28 Envió Dios una oscuridad que todo lo cubrió, pero los egipcios desatendieron sus palabras.

29 Convirtió en sangre el agua de sus ríos y mató sus peces;

30 infestó de ranas el país, y aun la alcoba del rey.

31 Habló Dios, y nubes de tábanos y mosquitos invadieron el territorio egipcio.

32 En vez de lluvia, envió granizo y llamas de fuego sobre el país.

33 Destrozó sus viñas y sus higueras; ¡destrozó los árboles de Egipto!

34 Habló Dios, y llegaron las langostas; ¡tantas eran, que no se podían contar!

35 ¡Devoraron la hierba del campo y todo lo que la tierra había producido!

36 ¡Hirió de muerte, en Egipto mismo, al primogénito de toda familia egipcia!

37 Dios sacó después a su pueblo cargado de oro y plata, y nadie entre las tribus tropezó.

38 Los egipcios se alegraron de verlos partir, pues estaban aterrados.

39 Dios extendió una nube para cubrirlos y un fuego para alumbrarlos de noche.

40 Pidieron comida, y les mandó codornices, y con pan del cielo los dejó satisfechos.

41 Partió la roca, y de ella brotó agua que corrió por el desierto como un río;

42 pues se acordó de la santa promesa que había hecho a su siervo Abraham.

43 Fue así como Dios sacó a su pueblo escogido, entre gritos de alegría,

44 y les dio las tierras de otras naciones y el fruto del trabajo de otros pueblos,

45 a condición de que respetaran y atendieran las leyes y enseñanzas del Señor. ¡Aleluya!

106

1 ¡Aleluya! Dad gracias al Señor, porque él es bueno, porque su amor es eterno.

2 ¿Quién podrá describir las victorias del Señor? ¿Quién podrá alabarle como merece?

3 Felices los que practican la justicia y hacen siempre lo que es justo.

4 Acuérdate de mí, Señor, cuando hagas bien a tu pueblo; tenme presente cuando vengas a salvar,

5 para que vea yo la dicha de tus escogidos, para que me alegre y enorgullezca con el pueblo que te pertenece.

6 Hemos pecado igual que nuestros padres; nos hemos pervertido; hemos hecho lo malo.

7 Nuestros padres, allá en Egipto, no dieron importancia a tus grandes hechos; se olvidaron de tu gran amor, y junto al mar Rojo se rebelaron contra ti.

8 Pero Dios los salvó, y dio a conocer su poder haciendo honor a su nombre.

9 Reprendió al mar Rojo y lo dejó seco. Los hizo pasar por el fondo del mar como por un desierto.

10 Así los salvó de sus enemigos, del poder de quienes los odiaban.

11 El agua cubrió a sus rivales, y ni uno de ellos quedó con vida.

12 Entonces creyeron en las promesas de Dios y le cantaron alabanzas.

13 Pero muy pronto olvidaron los hechos de Dios, y no esperaron a conocer sus planes.

14 Allá, en la soledad del desierto, pusieron a prueba a Dios exigiéndole que les cumpliera sus deseos.

15 Y Dios les dio lo que pidieron, pero les mandó una enfermedad mortal.

16 En el campamento tuvieron envidia de Moisés, y también de Aarón, el consagrado del Señor.

17 Entonces se abrió la tierra y se tragó a Datán, y también a la pandilla de Abiram.

18 ¡El fuego ardió contra todos ellos! ¡Las llamas quemaron a los malvados!

19 En el monte Horeb hicieron un becerro, un ídolo de oro fundido, y lo adoraron:

20 ¡cambiaron al Dios glorioso por la imagen de un buey que come hierba!

21 Olvidaron a Dios, su salvador, que había hecho grandes cosas en Egipto,

22 que había hecho maravillas en el país de Cam y cosas sorprendentes en el mar Rojo.

23 Dios habló de destruirlos; pero Moisés, su escogido, se interpuso y calmó el furor de Dios, evitando que los destruyera.

24 Más tarde despreciaron un país hermoso, y no creyeron en las promesas de Dios;

25 dentro de sus tiendas hablaron mal del Señor, y no obedecieron sus órdenes.

26 Entonces él levantó la mano y les juró que los haría morir en el desierto,

27 que haría morir a sus descendientes y los dispersaría entre las naciones paganas.

28 Se hicieron esclavos de Baal-peor y comieron de lo sacrificado a dioses sin vida.

29 Con sus malas acciones provocaron a Dios, y se extendió una plaga entre ellos.

30 Pero Finees se levantó y ejecutó al culpable; así la plaga se detuvo.

31 Y Dios le tomó en cuenta esa justa acción, para siempre y de padres a hijos.

32 Hicieron también que Dios se enojara junto a las aguas de Meribá, y por causa de ellos le fue muy mal a Moisés,

33 pues le amargaron el ánimo y él habló sin pensar lo que decía.

34 No destruyeron a los pueblos que el Señor había ordenado destruir.

35 Por el contrario, se mezclaron con los paganos y aprendieron sus costumbres:

36 adoraron ídolos paganos que fueron causa de su ruina,

37 pues ofrecieron a sus hijos y a sus hijas en sacrificio a aquellos demonios.

38 Derramaron sangre inocente, la sangre de sus hijos y sus hijas, y la ofrecieron a los dioses de Canaán. La tierra se manchó con su sangre,

39 y ellos se mancharon y se prostituyeron con todas sus malas acciones.

40 El Señor se enfureció contra su pueblo y renegó de ellos, de los que eran suyos;

41 los abandonó en manos de los paganos, y sus enemigos los dominaron;

42 sus enemigos los aplastaron, los humillaron bajo su poder.

43 Dios los salvó muchas veces, pero ellos se opusieron a sus planes y se hundieron en su propia maldad.

44 Sin embargo, al verlos angustiados y al escuchar sus lamentos

45 se acordó de su pacto con ellos y cambió de parecer, porque su amor es muy grande:

46 ¡hizo que aun sus conquistadores los trataran con bondad!

47 ¡Sálvanos, Señor y Dios nuestro! ¡Recógenos de entre las naciones, para que alabemos tu santo nombre, para que alegres te alabemos!

48 ¡Bendito sea el Señor, Dios de Israel, por toda la eternidad! ¡Que todos digan: “Amén”! ¡Aleluya!

107

1 Dad gracias al Señor, porque él es bueno, porque su amor es eterno.

2 Díganlo los que el Señor ha salvado, los que salvó del poder del enemigo,

3 los que reunió de entre los países del norte y del sur, del este y del oeste.

4 Andaban perdidos por el desierto arenoso, sin hallar el camino hacia una ciudad donde vivir;

5 tenían hambre y sed, ¡estaban a punto de morir!

6 Pero en su angustia clamaron al Señor y él los libró de la aflicción.

7 Después los puso en el buen camino hacia una ciudad donde vivir.

8 Den gracias al Señor por su amor, ¡por lo que hace en favor de los hombres!

9 Pues él apaga la sed del sediento y da abundante comida al hambriento.

10 Vivían en profunda oscuridad, presos de tristeza y de cadenas

11 por rebelarse contra las órdenes del Señor, por despreciar los planes del Altísimo.

12 Dios los sometió a duros trabajos; tropezaban y nadie los ayudaba.

13 Pero en su angustia clamaron al Señor y él los salvó de la aflicción;

14 los sacó de la profunda oscuridad y los libró de las cadenas.

15 Den gracias al Señor por su amor, ¡por lo que hace en favor de los hombres!

16 ¡Él hizo pedazos puertas de bronce! ¡Él hizo pedazos barras de hierro!

17 Enfermos y afligidos por sus propias maldades y pecados,

18 no soportaban ningún alimento; ¡ya estaban a las puertas de la muerte!

19 Pero en su angustia clamaron al Señor y él los salvó de la aflicción;

20 envió su palabra y los sanó; ¡los libró del sepulcro!

21 Den gracias al Señor por su amor, ¡por lo que hace en favor de los hombres!

22 Ofrézcanle sacrificios de gratitud y hablen con alegría de sus actos.

23 Se hicieron a la mar los comerciantes; surcaron las aguas con sus barcos,

24 y allí, en alta mar, vieron la creación maravillosa del Señor.

25 A la voz del Señor se desató una tormenta que levantaba grandes olas;

26 eran lanzados hasta el cielo y hundidos hasta el fondo del mar; ¡perdieron el valor ante el peligro!

27 Se tambaleaban como borrachos; ¡de nada les servía su pericia!

28 Pero en su angustia clamaron al Señor y él los sacó de la aflicción:

29 convirtió en brisa la tempestad y las olas se calmaron.

30 Al ver tranquilas las olas, se alegraron, y Dios los llevó hasta el puerto deseado.

31 Den gracias al Señor por su amor, ¡por lo que hace en favor de los hombres!

32 ¡Aclámenlo al reunirse el pueblo! ¡Alábenlo en la reunión de los ancianos!

33 El Señor convierte ríos y manantiales en desiertos y tierras secas;

34 convierte tierras fértiles en salitrosas, por la maldad de sus habitantes.

35 Convierte desiertos en lagunas y tierras secas en manantiales;

36 allí establece a los que tienen hambre y ellos construyen sus ciudades.

37 Siembran campos, plantan viñedos y recogen cosechas abundantes.

38 Él los bendice, hace que aumenten y que crezca el número de sus ganados.

39 Y si mueren y su número decrece a causa de la opresión, la desgracia y el dolor,

40 Dios desprecia a los opresores y los hace perderse en desiertos sin camino.

41 Él saca a los pobres de su tristeza; ¡hace crecer sus familias como rebaños!

42 Al ver esto, los hombres honrados se alegran y los malvados cierran la boca.

43 El que es inteligente, debe tener esto en cuenta y comprender el amor del Señor.

108

1 Cántico y salmo de David. Mi corazón está dispuesto, Dios mío, ¡dispuesto a cantarte himnos! Despierta, alma mía;

2 despertad, arpa y salterio; ¡despertaré al nuevo día!

3 Te alabaré con himnos, Señor, en medio de pueblos y naciones,

4 pues tu amor es más grande que los cielos. ¡Tu lealtad alcanza al cielo azul!

5 ¡Dios mío, tú estás por encima del cielo; tu gloria llena toda la tierra!

6 Sálvanos con tu poder, para que sean libertados los que amas. ¡Respóndenos!

7 Dios habló desde su santuario: “¡Con qué alegría dividiré Siquem y repartiré el valle de Sucot!

8 Galaad y Manasés me pertenecen; Efraín es el casco que cubre mi cabeza; Judá es mi bastón de mando;

9 Moab es la palangana en que me lavo; sobre Edom arrojaré mi sandalia; ¡cantaré victoria sobre los filisteos!”

10 ¿Quién me llevará a la ciudad amurallada? ¿Quién me guiará hasta Edom?

11 Pues tú, oh Dios, nos has rechazado; ¡no sales ya con nuestras tropas!

12 Ayúdanos contra el enemigo, pues nada vale la ayuda del hombre.

13 Con la ayuda de Dios haremos grandes cosas; ¡él aplastará a nuestros enemigos!

109

1 Del maestro de coro. Salmo de David. Oh Dios, no te quedes callado ante mi oración,

2 pues labios mentirosos y malvados hablan mal de mí, y es falso cuanto de mí dicen.

3 Sus expresiones de odio me rodean; ¡me atacan sin motivo!

4 A cambio de mi amor, me atacan; pero yo hago oración.

5 Me han pagado mal por bien, y a cambio de mi amor, me odian.

6 Pon como juez suyo a un malvado, y que su propio abogado le condene;

7 que le declaren culpable en el juicio; que le condene su propia defensa.

8 ¡Que viva poco tiempo y que otro se apodere de sus bienes!

9 ¡Que sus hijos queden huérfanos y viuda su esposa!

10 ¡Que sus hijos anden vagando y pidiendo limosna! ¡Que los echen de las ruinas de su casa!

11 Que se lleve el prestamista todo lo que le pertenecía. Que gente extraña le arrebate el fruto de su trabajo.

12 Que no haya quien tenga compasión de él ni de sus hijos huérfanos.

13 Que se acabe su descendencia y se borre para siempre su apellido.

14 Que se acuerde el Señor de la maldad de su padre y nunca borre el pecado de su madre;

15 que el Señor los tenga siempre presentes y borre de la tierra su recuerdo.

16 Nunca pensó en ser compasivo; a los pobres y humildes y afligidos los persiguió hasta matarlos.

17 Ya que prefirió la maldición, ¡que lo maldigan! No quiso bendición, ¡pues que nunca lo bendigan!

18 Que le cubra la maldición como un vestido; que le entre en el vientre y en los huesos cual si fuera agua o aceite;

19 ¡que le cubra como un vestido y le oprima como un cinto!

20 ¡Así pague el Señor a mis enemigos y a los que hablan mal de mí!

21 Pero tú, Señor, haz honor a tu nombre y trátame bien. ¡Sálvame, por la bondad de tu amor!

22 Estoy muy pobre y afligido, tengo herido el corazón,

23 me voy desvaneciendo como una sombra, ¡el viento me arrastra como a una langosta!

24 De no comer me tiemblan las rodillas; adelgazo por falta de alimento.

25 ¡Soy el hazmerreir de la gente! ¡Al verme, mueven burlones la cabeza!

26 Ayúdame, Señor y Dios mío; ¡sálvame, por tu amor!

27 Que sepan que tú, Señor, has hecho esto con tu mano.

28 No importa que me maldigan, con tal que tú me bendigas. Que ellos se avergüencen mientras tu siervo se alegra.

29 ¡Que mis enemigos se llenen de vergüenza! ¡Que los cubra la vergüenza como un manto!

30 Con mis labios daré al Señor gracias infinitas; ¡le alabaré en medio de mucha gente!

31 Porque él aboga en favor del pobre y le pone a salvo de los que le condenan.

110

1 Salmo de David. El Señor dijo a mi señor: “Siéntate a mi derecha, hasta que yo haga de tus enemigos el estrado de tus pies.”

2 Desde Sión, el Señor te entrega el cetro, símbolo de tu poder. ¡Domina, pues, a tus enemigos!

3 Tu pueblo se te entrega en el día de tu victoria. Sobre los montes santos, y como el rocío que nace de la aurora, tu juventud se renueva de día en día.

4 El Señor ha hecho un juramento y no va a desdecirse: “Tú eres sacerdote para siempre, de la misma clase que Melquisedec.”

5 El Señor está a tu mano derecha; en el día de su furor, destruirá reyes;

6 dictará sentencia contra las naciones; amontonará cadáveres; ¡estrellará cabezas en toda la tierra!

7 En el camino beberá agua de un arroyo, y el agua le dará nuevas fuerzas.

111

1 ¡Aleluya! Alabaré de todo corazón al Señor en la reunión de los hombres honrados, en la comunidad entera.

2 Las obras del Señor son grandes, y quienes las aman, las estudian.

3 Su obra es bella y esplendorosa, y su justicia permanece para siempre.

4 Ha hecho inolvidables sus maravillas. El Señor es tierno y compasivo;

5 da alimentos a los que le honran; ¡se acuerda siempre de su pacto!

6 Mostró a su pueblo el poder de sus obras, dándole lo que era posesión de los paganos.

7 Lo que él hace es justo y verdadero; se puede confiar en sus mandamientos,

8 pues son firmes hasta la eternidad y están hechos con verdad y rectitud.

9 Dio libertad a su pueblo y afirmó su pacto para siempre. Dios es santo y terrible.

10 La mayor sabiduría consiste en honrar al Señor; los que le honran, tienen buen juicio. ¡Dios será siempre alabado!

112

1 ¡Aleluya! Feliz el hombre que honra al Señor y se complace en sus mandatos.

2 Los descendientes del hombre honrado serán bendecidos y tendrán poder en la tierra.

3 En su casa hay abundantes riquezas y su generosidad es constante.

4 Es como una luz que en la oscuridad brilla para los hombres honrados. Es compasivo, tierno y justo.

5 El hombre de bien presta con generosidad y maneja con honradez sus negocios;

6 por eso jamás llegará a caer. ¡El hombre justo será siempre recordado!

7 No tiene miedo de malas noticias; su corazón está firme, confiado en el Señor.

8 Su corazón está firme; no tiene miedo, y hasta mira con burla a sus enemigos.

9 Reparte limosna entre los pobres, su generosidad es constante, levanta la frente con honor.

10 El malvado se enfurece al verlo; en su impotencia rechina los dientes. La ambición de los malvados fracasará.

113

1 ¡Aleluya! Siervos del Señor, ¡alabad su nombre!

2 ¡Bendito sea ahora y siempre el nombre del Señor!

3 ¡Alabado sea el nombre del Señor desde oriente hasta occidente!

4 El Señor está por encima de las naciones; ¡su gloria está por encima del cielo!

5 Nadie es comparable al Señor nuestro Dios, que reina allá en lo alto

6 y que, sin embargo, se inclina para mirar el cielo y la tierra.

7 El Señor levanta del suelo al pobre y saca del lugar más bajo al necesitado

8 para sentarlo entre gente importante, entre la gente importante de su pueblo.

9 A la mujer que no tuvo hijos le da la alegría de ser madre y de tener su propio hogar. ¡Aleluya!

114

1 Cuando Israel, la casa de Jacob, salió de Egipto, del país extraño,

2 Judá llegó a ser el santuario del Señor; Israel llegó a ser su dominio.

3 Cuando el mar vio a Israel, huyó, y el río Jordán se hizo atrás.

4 ¡Los cerros y las montañas saltaron como carneros y corderitos!

5 ¿Qué te pasó, mar, que huiste? ¿qué te pasó, Jordán, que te hiciste atrás?

6 ¿qué os pasó, cerros y montañas, que saltasteis como carneros y corderitos?

7 ¡Tiembla tú, tierra, delante del Señor, Dios de Jacob!

8 ¡Él convirtió las peñas en lagunas! ¡Él convirtió las rocas en manantiales!

115

1 Señor, glorifícate a ti mismo, y no a nosotros; ¡glorifícate, por tu amor y tu verdad!

2 ¿Por qué han de preguntar los paganos dónde está nuestro Dios?

3 Nuestro Dios está en el cielo. Él ha hecho todo lo que quiso.

4 Los ídolos de los paganos son oro y plata, objetos que el hombre fabrica con sus manos:

5 tienen boca, pero no pueden hablar; tienen ojos, pero no pueden ver;

6 tienen orejas, pero no pueden oir; tienen nariz, pero no pueden oler;

7 tienen manos, pero no pueden tocar; tienen pies, pero no pueden andar; ¡ni un solo sonido sale de su garganta!

8 Iguales a esos ídolos son quienes los fabrican y quienes en ellos creen.

9 Israelitas, ¡confiad en el Señor! Él nos ayuda y nos protege.

10 Sacerdotes, ¡confiad en el Señor! Él nos ayuda y nos protege.

11 Vosotros que honráis al Señor, ¡confiad en él! Él nos ayuda y nos protege.

12 ¡El Señor se ha acordado de nosotros y nos bendecirá! Bendecirá a los israelitas, bendecirá a los sacerdotes,

13 bendecirá a los que le honran, a grandes y a pequeños.

14 ¡Que el Señor os aumente la descendencia a vosotros y a vuestros hijos!

15 ¡Que el Señor, creador del cielo y de la tierra, os dé su bendición!

16 El cielo pertenece al Señor, y al hombre le dio la tierra.

17 Los que han bajado al mundo del silencio, los que ya han muerto, no pueden alabar al Señor;

18 pero nosotros le alabaremos ahora y siempre. ¡Aleluya!

116

1 Amo al Señor porque ha escuchado mis súplicas,

2 porque me ha prestado atención. ¡Toda mi vida le invocaré!

3 La muerte me enredó en sus lazos, la angustia del sepulcro me alcanzó y fui presa del miedo y del dolor.

4 Entonces invoqué el nombre del Señor y le rogué que me salvara la vida.

5 El Señor es justo y compasivo; nuestro Dios es todo ternura.

6 El Señor cuida de los sencillos. Cuando yo estaba sin fuerzas, me salvó.

7 Ahora sí, puedo volver a sentirme tranquilo porque el Señor ha sido bueno conmigo,

8 porque me ha librado de la muerte, porque me ha librado de llorar y de caer.

9 Seré obediente al Señor en el mundo de los que viven.

10 Yo tenía fe, a pesar de que decía que era grande mi aflicción.

11 Desesperado, afirmé que todo hombre es mentiroso.

12 ¿Cómo podré pagar al Señor todo el bien que me ha hecho?

13 ¡Levantaré la copa de la salvación e invocaré su nombre!

14 Cumpliré mis promesas al Señor en presencia de todo su pueblo.

15 Mucho le cuesta al Señor ver morir a los que le aman.

16 ¡Oh Señor, yo soy tu siervo!, ¡soy el hijo de tu sierva! Tú has roto los lazos que me ataban.

17 En gratitud, te ofreceré sacrificios, e invocaré, Señor, tu nombre.

18 Cumpliré mis promesas al Señor en presencia de todo su pueblo,

19 en los atrios del templo del Señor, ¡en medio de ti, Jerusalén! ¡Aleluya!

117

1 Naciones y pueblos todos, alabad al Señor,

2 pues su amor por nosotros es muy grande; ¡la fidelidad del Señor es eterna! ¡Aleluya!

118

1 Dad gracias al Señor, porque él es bueno, porque su amor es eterno.

2 Digan los israelitas: “El amor del Señor es eterno.”

3 Digan los sacerdotes: “El amor del Señor es eterno.”

4 Digan los que honran al Señor: “El amor del Señor es eterno.”

5 En mi angustia llamé al Señor; él me escuchó y me dio libertad.

6 El Señor está conmigo; no tengo miedo. ¿Qué me puede hacer el hombre?

7 El Señor está conmigo; él me ayuda. ¡He de ver derrotados a los que me odian!

8 Es mejor confiar en el Señor que confiar en el hombre.

9 Es mejor confiar en el Señor que confiar en grandes hombres.

10 Todas las naciones me rodearon, pero en el nombre del Señor las derroté.

11 Me rodearon por todas partes, pero en el nombre del Señor las derroté.

12 Me rodearon como avispas, pero su furia se apagó como fuego de espinos; ¡en el nombre del Señor las derroté!

13 Me empujaron con violencia, para que cayera, pero el Señor vino en mi ayuda.

14 Yo canto al Señor, que me da fuerzas. ¡Él es mi salvador!

15 En las casas de los hombres fieles hay alegres cantos victoriosos: “¡El poder del Señor alcanzó la victoria!

16 ¡El poder del Señor es extraordinario! ¡El poder del Señor alcanzó la victoria!”

17 ¡No moriré, sino que he de vivir para contar lo que el Señor ha hecho!

18 El Señor me ha castigado con dureza, pero no me ha dejado morir.

19 ¡Abrid las puertas del templo, que quiero entrar a dar gracias al Señor!

20 Esta es la puerta del Señor, y por ella entrarán los que le son fieles.

21 Te doy gracias, Señor, porque me has respondido y porque eres mi salvador.

22 La piedra que los constructores despreciaron se ha convertido en la piedra principal.

23 Esto lo ha hecho el Señor, y estamos maravillados.

24 Este es el día en que el Señor ha actuado: ¡estemos hoy contentos y felices!

25 Por favor, Señor, ¡sálvanos! Por favor, Señor, ¡haz que nos vaya bien!

26 ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! Os bendecimos desde el templo del Señor.

27 El Señor es Dios; ¡él nos alumbra! Comentad la fiesta y llevad ramas hasta los cuernos del altar.

28 Te doy gracias y alabo tu grandeza, porque tú eres mi Dios.

29 Dad gracias al Señor, porque él es bueno, porque su amor es eterno.

119

1 – 1 – Felices los que se conducen sin tacha y siguen la enseñanza del Señor.

2 Felices los que atienden a sus mandatos y le buscan de todo corazón,

3 los que no hacen nada malo, los que siguen el camino del Señor.

4 Tú has ordenado que tus preceptos se cumplan estrictamente.

5 ¡Ojalá yo me mantenga firme en la obediencia a tus leyes!

6 No tendré de qué avergonzarme cuando atienda a todos tus mandamientos.

7 Te alabaré con corazón sincero cuando haya aprendido tus justos decretos.

8 ¡Quiero cumplir tus leyes! ¡No me abandones jamás! – 2 –

9 ¿Cómo podrá el joven llevar una vida limpia? ¡Viviendo conforme a tu palabra!

10 Yo te busco de todo corazón; no dejes que me aparte de tus mandamientos.

11 He guardado tus palabras en mi corazón para no pecar contra ti.

12 ¡Bendito tú, Señor! ¡Enséñame tus leyes!

13 Con mis labios contaré todos los decretos que pronuncies.

14 Me alegraré en el camino de tus mandatos más que en todas las riquezas.

15 Meditaré en tus preceptos y pondré mi atención a tus caminos.

16 Me alegraré con tus leyes y no me olvidaré de tu palabra. – 3 –

17 ¡Concede vida a este siervo tuyo! ¡Obedeceré tu palabra!

18 Abre mis ojos, para que contemple las maravillas de tu enseñanza.

19 Yo soy extranjero en esta tierra; no escondas de mí tus mandamientos.

20 Me siento oprimido a todas horas por el deseo de conocer tus decretos.

21 Tú reprendes a los insolentes y malditos que se apartan de tus mandamientos.

22 Aléjame de sus ofensas y desprecios, pues he atendido a tus mandatos.

23 Aunque hombres poderosos tramen hacerme daño, este siervo tuyo meditará en tus leyes.

24 Yo me alegro con tus mandatos; ellos son mis consejeros. – 4 –

25 Estoy a punto de morir; ¡dame vida, conforme a tu promesa!

26 Te he expuesto mi conducta y me has respondido. ¡Enséñame tus leyes!

27 Dame entendimiento para seguir tus preceptos, pues quiero meditar en tus maravillas.

28 Estoy ahogado en lágrimas de dolor; ¡manténme firme, conforme a tu promesa!

29 Aléjame del camino de la mentira y favoréceme con tu enseñanza.

30 He escogido el camino de la verdad y anhelo tus decretos.

31 Señor, me he apegado a tus mandatos; ¡no me llenes de vergüenza!

32 Me apresuro a cumplir tus mandamientos porque llenas de alegría mi corazón. – 5 –

33 Señor, enséñame el camino de tus leyes, pues quiero seguirlo hasta el fin.

34 Dame entendimiento para guardar tu enseñanza; ¡quiero obedecerla de todo corazón!

35 Llévame por el camino de tus mandamientos, pues en él está mi felicidad.

36 Haz que mi corazón prefiera tus mandatos a las ganancias mal adquiridas.

37 No dejes que me fije en falsos dioses; ¡dame vida para seguir tu camino!

38 Confirma a este siervo tuyo las promesas que haces a los que te honran.

39 Aleja de mí la ofensa que temo, pues tus decretos son buenos.

40 Yo he deseado tus preceptos; ¡dame vida, pues tú eres justo! – 6 –

41 Muéstrame, Señor, tu amor y tu salvación, tal como has prometido.

42 Así podré responder al que me ofenda, pues confío en tu palabra.

43 No quites de mi boca la palabra de verdad, pues he puesto mi esperanza en tus decretos.

44 ¡Quiero poner en práctica tu enseñanza, siempre, por toda la eternidad!

45 Así podré vivir en libertad, pues he seguido tus preceptos.

46 Hablaré de tus mandatos ante los reyes y no sentiré vergüenza,

47 pues amo tus mandamientos y me alegro con ellos.

48 Amo y anhelo tus mandamientos y pienso mucho en tus leyes. – 7 –

49 Recuerda la palabra que diste a este siervo tuyo: en ella me hiciste poner la esperanza.

50 Este es mi consuelo en la tristeza: que con tus promesas me das vida.

51 Los insolentes me ofenden sin cesar, pero yo no me aparto de tu enseñanza.

52 Recuerdo tus decretos de otros tiempos, y en ellos, Señor, encuentro consuelo.

53 Los malvados que abandonan tu enseñanza me llenan de furor.

54 Tus leyes han sido mis canciones en esta tierra donde soy un extranjero.

55 Señor, por las noches me acuerdo de ti; ¡quiero poner en práctica tu enseñanza!

56 Esto es lo que me corresponde: obedecer tus preceptos. – 8 –

57 Tú, Señor, eres todo lo que tengo; he prometido poner en práctica tus palabras.

58 De todo corazón he procurado agradarte; trátame bien, conforme a tu promesa.

59 Me puse a pensar en mi conducta y volví a obedecer tus mandatos.

60 Me he dado prisa, no he tardado en poner en práctica tus mandamientos.

61 Me han rodeado con trampas los malvados, pero no me he olvidado de tu enseñanza.

62 A medianoche me levanto a darte gracias por tus justos decretos.

63 Yo soy amigo de los que te honran y de los que cumplen tus preceptos.

64 Señor, la tierra está llena de tu amor; ¡enséñame tus leyes! – 9 –

65 Señor, tú has tratado bien a este siervo tuyo, conforme a tu promesa.

66 Enséñame a tener buen juicio y conocimiento, pues confío en tus mandamientos.

67 Antes de ser humillado cometí muchos errores, pero ahora obedezco tu palabra.

68 Tú eres bueno, y haces el bien; ¡enséñame tus leyes!

69 Los insolentes me acusan falsamente, pero yo cumplo tus preceptos de todo corazón.

70 Ellos tienen la mente entorpecida, pero yo me alegro con tu enseñanza.

71 Me hizo bien haber sido humillado, pues así aprendí tus leyes.

72 Para mí vale más la enseñanza de tus labios, que miles de monedas de oro y plata. – 10 –

73 Tú mismo me hiciste y me formaste; ¡dame inteligencia para aprender tus mandamientos!

74 Los que te honran se alegrarán al verme, porque he puesto mi esperanza en tu palabra.

75 Señor, yo sé que tus decretos son justos y que tienes razón cuando me afliges.

76 ¡Que tu amor me sirva de consuelo, conforme a la promesa que me hiciste!

77 Muéstrame tu ternura, y hazme vivir, pues me siento feliz con tu enseñanza.

78 Sean avergonzados los insolentes que sin razón me maltratan; yo quiero meditar en tus preceptos.

79 Que se reúnan conmigo los que te honran, los que conocen tus mandatos.

80 Que mi corazón sea perfecto en tus leyes, para no tener de qué avergonzarme. – 11 –

81 Con ansia espero que me salves; ¡he puesto mi esperanza en tu palabra!

82 Mis ojos se consumen esperando tu promesa, y digo: “¿Cuándo vendrás a consolarme?”

83 Aunque soy un viejo inútil y olvidado, no me he olvidado de tus leyes.

84 ¿Cuánto más habré de esperar? ¿Cuándo juzgarás a los que me persiguen?

85 Gente insolente que no sigue tu enseñanza ha cavado trampas a mi paso.

86 ¡Ayúdame, pues me persiguen sin motivo! ¡Tus mandamientos son todos verdaderos!

87 Casi he sido borrado de la tierra, pero no he descuidado tus preceptos.

88 Dame vida, de acuerdo con tu amor, y cumpliré los mandatos de tus labios. – 12 –

89 Señor, tu palabra es eterna; ¡afirmada está en el cielo!

90 Tu fidelidad permanece para siempre; tú afirmaste la tierra y quedó en pie.

91 Todas las cosas siguen firmes, conforme a tus decretos, porque todas ellas están a tu servicio.

92 Si tu enseñanza no me trajera alegría, la tristeza habría acabado conmigo.

93 Jamás me olvidaré de tus preceptos, pues por ellos me has dado vida.

94 ¡Sálvame, pues soy tuyo y he seguido tus preceptos!

95 Los malvados esperan el momento de destruirme, pero yo estoy atento a tus mandatos.

96 He visto que todas las cosas tienen su fin, pero tus mandamientos son infinitos. – 13 –

97 ¡Cuánto amo tu enseñanza! ¡Todo el día medito en ella!

98 Tus mandamientos son míos para siempre; me han hecho más sabio que mis enemigos.

99 Entiendo más que todos mis maestros, porque pienso mucho en tus mandatos.

100 Entiendo más que los ancianos, porque obedezco tus preceptos.

101 He alejado mis pies de todo mal camino, para cumplir tu palabra.

102 No me he apartado de tus decretos, porque tú eres quien me enseña.

103 Tu promesa es más dulce a mi paladar que la miel a mi boca.

104 De tus preceptos he sacado entendimiento; por eso odio toda conducta falsa.

105 Tu palabra es una lámpara a mis pies y una luz en mi camino.

106 Hice un juramento y lo voy a cumplir: ¡pondré en práctica tus justos decretos!

107 Señor, me siento muy afligido; ¡dame vida, conforme a tu promesa!

108 Acepta, Señor, las ofrendas de mis labios y enséñame tus decretos.

109 Siempre estoy en peligro de muerte, pero no me olvido de tu enseñanza.

110 Los malvados me tienden trampas, pero no me aparto de tus preceptos.

111 Mi herencia eterna son tus mandatos, porque ellos me alegran el corazón.

112 De corazón he decidido practicar tus leyes siempre y hasta el fin.

113 Odio a la gente hipócrita, pero amo tu enseñanza.

114 Tú eres quien me ampara y me protege; en tu palabra he puesto mi esperanza.

115 ¡Alejaos de mí, malvados, que quiero cumplir los mandatos de mi Dios!

116 Dame fuerzas, conforme a tu promesa, y viviré; ¡no defraudes mi esperanza!

117 Ayúdame y estaré a salvo; así cumpliré siempre tus leyes.

118 Tú desprecias a los que se apartan de tus leyes, porque sus pensamientos no tienen sentido.

119 Los malvados de la tierra son para ti como basura; por eso yo amo tus mandatos.

120 Mi cuerpo tiembla de temor delante de ti; ¡siento reverencia por tus decretos!

121 Nunca he dejado de hacer lo que es justo; no me abandones en manos de mis opresores.

122 Hazte responsable de mi bienestar; que no me maltraten los insolentes.

123 Mis ojos se consumen esperando que me salves, esperando que me libres, conforme a tu promesa.

124 Trata a este siervo tuyo de acuerdo con tu amor; ¡enséñame tus leyes!

125 Yo soy tu siervo. Dame entendimiento, pues quiero conocer tus mandatos.

126 Señor, ya es tiempo de que hagas algo, pues han desobedecido tu enseñanza.

127 Por eso yo amo tus mandamientos mucho más que al oro fino.

128 Por eso me guío por tus preceptos y odio toda conducta falsa. – 17 –

129 Tus mandatos son maravillosos; por eso los obedezco.

130 La explicación de tus palabras ilumina, instruye a la gente sencilla.

131 Con gran ansia abro la boca, pues deseo tus mandamientos.

132 Mírame y ten compasión de mí, como haces con los que te aman.

133 Hazme andar conforme a tu palabra; no permitas que la maldad me domine.

134 Líbrame de la violencia humana, pues quiero cumplir tus preceptos.

135 Mira con buenos ojos a este siervo tuyo y enséñame tus leyes.

136 Ríos de lágrimas salen de mis ojos, porque no se respeta tu enseñanza. – 18 –

137 Señor, tú eres justo; rectos son tus decretos.

138 Todos tus mandatos son justos y verdaderos.

139 Me consume el celo que siento por tus palabras, pues mis enemigos se han olvidado de ellas.

140 Tu promesa ha pasado las más duras pruebas; por eso la ama este siervo tuyo.

141 Humilde soy y despreciado, pero no me olvido de tus preceptos.

142 Tu justicia es siempre justa y tu enseñanza es la verdad.

143 Me he visto angustiado y en aprietos, pero tus mandamientos me alegraron.

144 Tus mandatos son siempre justos; ¡dame entendimiento para que pueda yo vivir! – 19 –

145 Señor, te llamo con todo el corazón; ¡respóndeme, pues quiero cumplir tus leyes!

146 A ti clamo, ayúdame para que cumpla tus mandatos.

147 Antes de amanecer, me levanto a pedirte ayuda; he puesto mi esperanza en tu promesa.

148 Antes de anochecer, mis ojos ya están velando para meditar en tu promesa.

149 Oye mi voz, Señor, por tu amor; dame vida, conforme a tu justicia.

150 Están cerca mis crueles perseguidores, pero están lejos de tu enseñanza.

151 Tú, Señor, estás cerca y todos tus mandamientos son verdaderos.

152 Desde hace mucho conozco tus mandatos, establecidos por ti eternamente. – 20 –

153 Mira mi aflicción y líbrame, pues no me he olvidado de tu enseñanza.

154 Defiende mi caso y rescátame; ¡dame vida, conforme a tu promesa!

155 Tu ayuda está lejos de los malvados, porque no siguen tus leyes.

156 Señor, es muy grande tu ternura; dame vida, conforme a tu justicia.

157 Muchos son mis enemigos y opresores, pero yo no me aparto de tus mandatos.

158 No soporto a los traidores, a los que no obedecen tus mandamientos.

159 Señor, mira cómo amo tus preceptos; ¡dame vida, por tu amor!

160 En tu palabra se resume la verdad; eternos y justos son todos tus decretos. – 21 –

161 Hombres poderosos me persiguen sin motivo, pero mi corazón reverencia tus palabras.

162 Yo me siento feliz con tu promesa, como quien se encuentra un gran tesoro.

163 Odio la mentira, no la soporto; pero amo tu enseñanza.

164 A todas horas te alabo por tus justos decretos.

165 Los que aman tu enseñanza gozan de mucha paz y nada los hace caer.

166 Señor, espero que me salves, pues he puesto en práctica tus mandamientos.

167 Yo obedezco tus mandatos y los amo de todo corazón.

168 Yo obedezco tus preceptos y mandatos; ¡tú conoces toda mi conducta! – 22 –

169 Lleguen mis gritos, Señor, a tu presencia; ¡dame entendimiento, conforme a tu palabra!

170 Llegue mi oración a tu presencia; ¡líbrame, conforme a tu promesa!

171 Brote de mis labios la alabanza, pues tú me has enseñado tus leyes.

172 Entonen mis labios un canto a tu promesa, porque todos tus mandamientos son justos.

173 Esté lista tu mano a prestarme ayuda, porque he preferido tus preceptos.

174 Señor, ¡deseo que me salves y me siento feliz con tu enseñanza!

175 Quiero vivir para alabarte; que tu justicia me ayude.

176 Me he extraviado como una oveja; ¡ven en busca mía, pues no me he olvidado de tus mandamientos!

120

1 Cántico gradual. Cuando estoy angustiado, llamo al Señor y él me responde.

2 Señor, líbrame de los labios mentirosos y de la lengua embustera.

3 ¿Qué más puedes recibir, lengua embustera?

4 ¡Flechas puntiagudas de guerrero! ¡Ardientes brasas de retama!

5 ¡Pobre de mí, que vivo como extranjero en Mésec, que he acampado entre las tiendas de Quedar!

6 Demasiado he vivido entre los que odian la paz;

7 ¡cuando yo hablo de paz, ellos hablan de guerra!

121

1 Cántico gradual. Al contemplar las montañas, me pregunto: “¿De dónde vendrá mi ayuda?”

2 Mi ayuda vendrá del Señor, creador del cielo y de la tierra.

3 ¡Nunca permitirá que resbales! ¡Nunca se dormirá el que te cuida!

4 No, él nunca duerme; nunca duerme el que cuida a Israel.

5 El Señor es quien te cuida; el Señor es quien te protege, quien está junto a ti para ayudarte.

6 El sol no te hará daño de día, ni la luna de noche.

7 El Señor te protege de todo peligro; él protege tu vida.

8 El Señor te protege en todos tus caminos, ahora y siempre.

122

1 Cántico gradual. De David. ¡Qué alegría cuando me dicen: “Vamos al templo del Señor”!

2 Jerusalén, ¡ya estamos dentro de tus puertas!

3 Jerusalén, ciudad construida para que en ella se reúna la comunidad.

4 A ella vienen las tribus del Señor para alabar su nombre, como se le ordenó a Israel.

5 En ella están los tribunales de justicia, los tribunales de la casa real de David.

6 Decid de corazón: “Que haya paz en ti, Jerusalén; que vivan tranquilos los que te aman.

7 Que haya paz en tus murallas; que haya seguridad en tus palacios.”

8 Y ahora, por mis hermanos y amigos, diré: “Que haya paz en ti.

9 Por el templo del Señor nuestro Dios, procuraré tu bien.”

123

1 Cántico gradual. Hacia ti, Señor, miro suplicante; hacia ti, que reinas en el cielo.

2 Suplicantes miramos al Señor nuestro Dios, como mira el criado la mano de su amo, como mira la criada la mano de su ama, esperando que él nos tenga compasión.

3 Ten compasión de nosotros, Señor; ten compasión de nosotros, pues ya no soportamos sus insultos.

4 ¡Demasiado hemos sufrido la burla de los ricos y el desprecio de los orgullosos!

124

1 Cántico gradual. Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte –que lo diga ahora Israel–,

2 si el Señor no hubiera estado de nuestra parte cuando los hombres se levantaron para atacarnos,

3 nos habrían tragado vivos al encenderse su furor contra nosotros.

4 Entonces las aguas nos habrían arrastrado; ¡un río habría pasado sobre nosotros!

5 ¡Entonces las aguas turbulentas habrían pasado sobre nosotros!

6 ¡Bendito sea el Señor, que no dejó que nos despedazaran con sus dientes!

7 Nos hemos escapado de la trampa como un ave que escapa del cazador; la trampa se rompió y nosotros escapamos.

8 La ayuda nos viene del Señor, creador del cielo y de la tierra.

125

1 Cántico gradual. Los que confían en el Señor son inconmovibles; igual que el monte Sión, permanecen para siempre.

2 Como los montes rodean a Jerusalén, así rodea el Señor a su pueblo ahora y siempre.

3 El mal gobierno no siempre dominará en la tierra que Dios ha dado a su pueblo, no sea que su pueblo comience a practicar la maldad.

4 Señor, haz bien a los hombres buenos, a los hombres de corazón sincero;

5 pero a los que van por mal camino hazles correr la suerte de los malhechores. ¡Que haya paz en Israel!

126

1 Cántico gradual. Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos pareció que estábamos soñando.

2 Entonces nuestra boca y nuestros labios se llenaron de risas y gritos de alegría; entonces los paganos decían: “¡El Señor ha hecho grandes cosas por ellos!”

3 Sí, el Señor había hecho grandes cosas por nosotros, y estábamos alegres.

4 ¡Señor, haz que cambie de nuevo nuestra suerte, como cambia el desierto con las lluvias!

5 Los que siembran con lágrimas, cosecharán con gritos de alegría.

6 Aunque lloren mientras llevan el saco de semilla, volverán cantando de alegría, con gavillas de trigo entre los brazos.

127

1 Cántico gradual. De Salomón. Si el Señor no construye el templo, de nada sirve que trabajen los constructores; si el Señor no protege la ciudad, de nada sirve que vigilen los centinelas.

2 De nada sirve trabajar de sol a sol y comer un pan ganado con dolor, pues Dios lo da a sus amigos mientras duermen.

3 Los hijos que nos nacen son ricas bendiciones del Señor.

4 Los hijos que nos nacen en la juventud son como flechas en manos de un guerrero.

5 ¡Feliz el hombre que tiene muchas flechas como esas! No será avergonzado por sus enemigos cuando se defienda de ellos ante los jueces.

128

1 Cántico gradual. Feliz tú, que honras al Señor y le eres obediente.

2 Comerás del fruto de tu trabajo, serás feliz y te irá bien.

3 En la intimidad de tu hogar, tu mujer será como una vid cargada de uvas; tus hijos, alrededor de tu mesa, serán como retoños de olivo.

4 Así bendecirá el Señor al hombre que le honra.

5 ¡Que el Señor te bendiga desde el monte Sión! ¡Que veas el bienestar de Jerusalén todos los días de tu vida!

6 ¡Que llegues a ver a tus nietos! ¡Que haya paz en Israel!

129

1 Cántico gradual. Por muchas angustias he pasado desde mi juventud –que lo diga ahora Israel–,

2 por muchas angustias he pasado desde mi juventud, pero no han podido conmigo.

3 Me han herido la espalda con azotes y me han abierto grandes surcos,

4 pero el Señor, que es justo, me ha librado del dominio de los malvados.

5 ¡Que sean avergonzados y huyan los enemigos de Sión!

6 ¡Que sean como la hierba que crece en los tejados, que antes de arrancarla se marchita!

7 Hierba que nunca llena las manos del que cosecha el trigo y lo ata en manojos;

8 hierba de la que nadie que pase dirá: “¡El Señor los ha bendecido!” Nosotros os bendecimos en el nombre del Señor.

130

1 Cántico gradual. Desde el fondo del abismo clamo a ti, Señor:

2 ¡escucha, Señor, mi voz! ¡atiendan tus oídos mi grito suplicante!

3 Señor, Señor, si tuvieras en cuenta la maldad, ¿quién podría mantenerse en pie?

4 Pero en ti encontramos perdón, para que te honremos.

5 Con toda mi alma espero al Señor y confío en su palabra.

6 Yo espero al Señor más que los vigilantes a la mañana. Como los vigilantes esperan a la mañana,

7 así espera tú, Israel, al Señor, pues en él hay amor y completa libertad.

8 ¡El librará a Israel de toda su maldad!

131

1 Cántico gradual. De David. Señor, no es orgulloso mi corazón ni son altaneros mis ojos, ni voy tras cosas grandes y extraordinarias que están fuera de mi alcance.

2 Al contrario, estoy callado y tranquilo, como un niño recién amamantado que está en brazos de su madre. ¡Soy como un niño recién amamantado!

3 Israel, espera en el Señor ahora y siempre.

132

1 Cántico gradual. Señor, Poderoso de Jacob, acuérdate de David y de sus aflicciones; acuérdate del firme juramento que te hizo:

2

3 “No me pondré bajo techo ni me acostaré a descansar;

4 no cerraré los ojos ni dormiré un solo instante

5 mientras no encuentre casa para el Señor, el Poderoso de Jacob.”

6 En Efrata oímos hablar del arca del pacto, y la encontramos en los campos de Jáar.

7 ¡Vayamos al santuario del Señor! ¡Arrodillémonos ante el estrado de sus pies!

8 Levántate, Señor, con tu arca poderosa, y ven al monte donde has de descansar.

9 Que se revistan de salvación tus sacerdotes; que tus fieles griten de alegría.

10 Por consideración a David, tu siervo, no rechaces al rey que has escogido.

11 El Señor hizo a David un firme juramento, juramento del que no va a desdecirse:

12 “Pondré en tu trono a uno de tus descendientes. Si tus hijos cumplen mi pacto y los mandatos que voy a enseñarles, también los hijos de ellos ocuparán tu trono para siempre.”

13 ¡El Señor ha escogido el monte Sión! ¡Lo ha elegido para vivir allí!

14 “Este es el monte donde siempre quiero estar; en él viviré, porque así me agradó.

15 Bendeciré mucho sus alimentos y saciaré el hambre de sus pobres.

16 Revestiré de salvación a sus sacerdotes, y haré que griten de alegría los que le son fieles.

17 Allí haré que renazca el poder de David. Ya he preparado una lámpara para el rey que he escogido.

18 A sus enemigos los llenaré de vergüenza, pero a él lo cubriré de esplendor.”

133

1 Cántico gradual. De David. ¡Ved qué bueno y agradable es que los hermanos vivan unidos!

2 Es como el buen perfume derramado sobre la cabeza de los sacerdotes, que baja por su barba hasta el cuello de su ropaje.

3 Es como el rocío del monte Hermón, que cae sobre los montes de Sión. Allí es donde el Señor envía la bendición de una larga vida.

134

1 Cántico gradual. ¡Vamos, siervos del Señor! ¡Bendecid al Señor todos vosotros, que estáis en su templo por las noches!

2 ¡Elevad vuestras manos al santuario y bendecid al Señor!

3 ¡Que el Señor, creador del cielo y de la tierra, te bendiga desde el monte Sión!

135

1 ¡Aleluya! Alabad el nombre del Señor; alabadlo vosotros, siervos suyos,

2 que estáis en el templo del Señor, en los atrios del templo del Dios nuestro.

3 Alabad al Señor, porque él es bueno; cantad himnos a su nombre, porque es bondadoso.

4 Pues escogió a Jacob, a Israel, para que fuera su tesoro propio.

5 Yo sé muy bien que el Señor nuestro Dios es más grande que todos los dioses.

6 El Señor hace todo lo que quiere, lo mismo en el cielo que en la tierra, lo mismo en el mar que en sus profundidades.

7 Levanta las nubes desde el extremo del mundo, hace los relámpagos que anuncian la lluvia, y de sus depósitos saca al viento.

8 Él fue quien hirió de muerte al primogénito de cada familia egipcia y a las primeras crías de sus animales.

9 En pleno corazón de Egipto, envió señales maravillosas contra el faraón y sus ministros.

10 Hirió de muerte a muchas naciones, quitó la vida a reyes poderosos:

11 a Sihón, el rey amorreo; a Og, el rey de Basán, y a todos los reyes de Canaán;

12 y las tierras de esos reyes las dio como herencia a su pueblo Israel.

13 Señor, tu nombre es eterno; por siempre serás recordado.

14 El Señor hace justicia a su pueblo; tiene compasión de sus siervos.

15 Los ídolos de los paganos son oro y plata, objetos que el hombre fabrica con sus manos.

16 Tienen boca, pero no pueden hablar; tienen ojos, pero no pueden ver;

17 tienen orejas, pero no pueden oir; ¡ni siquiera tienen vida!

18 Iguales a esos ídolos son quienes los fabrican y quienes en ellos creen.

19 Israelitas, bendecid al Señor; sacerdotes, bendecid al Señor;

20 levitas, bendecid al Señor; vosotros que honráis al Señor, bendecidle.

21 ¡Bendito sea en Sión el Señor, el que vive en Jerusalén! ¡Aleluya!

136

1 Dad gracias al Señor, porque él es bueno, porque su amor es eterno.

2 Dad gracias al Dios de dioses, porque su amor es eterno.

3 Dad gracias al Señor de señores, porque su amor es eterno.

4 Al único que hace grandes maravillas, porque su amor es eterno.

5 Al que hizo los cielos con sabiduría, porque su amor es eterno.

6 Al que extendió la tierra sobre las aguas, porque su amor es eterno.

7 Al que hizo el sol y la luna, porque su amor es eterno:

8 el sol, para alumbrar de día, porque su amor es eterno;

9 la luna y las estrellas, para alumbrar de noche, porque su amor es eterno.

10 Al que hirió al primogénito de cada familia egipcia, porque su amor es eterno.

11 Al que sacó de Egipto a los israelitas, porque su amor es eterno,

12 extendiendo su brazo con gran poder, porque su amor es eterno.

13 Al que partió en dos el mar Rojo, porque su amor es eterno.

14 Al que hizo pasar a Israel por en medio del mar, porque su amor es eterno.

15 Al que hundió en el mar Rojo al faraón y su ejército, porque su amor es eterno.

16 Al que llevó a su pueblo por el desierto, porque su amor es eterno.

17 Al que hirió de muerte a grandes reyes, porque su amor es eterno.

18 Al que a reyes poderosos quitó la vida, porque su amor es eterno:

19 a Sihón, el rey amorreo, porque su amor es eterno;

20 y a Og, el rey de Basán, porque su amor es eterno.

21 Al que repartió la tierra de esos reyes, porque su amor es eterno,

22 y la dio como herencia a su siervo Israel, porque su amor es eterno.

23 Al que nos recuerda cuando estamos abatidos, porque su amor es eterno.

24 Al que nos libra de nuestros enemigos, porque su amor es eterno.

25 Al que da de comer a hombres y animales, porque su amor es eterno.

26 ¡Dad gracias al Dios del cielo, porque su amor es eterno!

137

1 Sentados junto a los ríos de Babilonia, llorábamos al acordarnos de Sión.

2 En los álamos de la ciudad colgábamos nuestras arpas.

3 Allí, los que nos llevaron cautivos, los que todo nos lo habían arrebatado, nos pedían que cantáramos con alegría; ¡que les cantáramos canciones de Sión!

4 ¿Cantar nosotros canciones del Señor en tierra extraña?

5 ¡Si llego a olvidarte, Jerusalén, que se me seque la mano derecha!

6 ¡Que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti, si no te pongo, Jerusalén, por encima de mi propia alegría!

7 Señor, acuérdate de los edomitas, que cuando Jerusalén cayó, decían: “¡Destruidla, destruidla hasta sus cimientos!”

8 ¡Tú, Babilonia, serás destruida! ¡Feliz el que te dé tu merecido por lo que nos hiciste!

9 ¡Feliz el que agarre a tus niños y los estrelle contra las rocas!

138

1 De David. Te daré gracias, Señor, de todo corazón; te cantaré himnos delante de los dioses.

2 Me arrodillaré en dirección a tu santo templo para darte gracias por tu amor y tu verdad, pues has puesto tu nombre y tu palabra por encima de todas las cosas.

3 Cuando te llamé, me respondiste y aumentaste mis fuerzas.

4 Todos los reyes del mundo te alabarán al escuchar tus promesas.

5 Alabarán al Señor por lo que ha dispuesto, porque grande es la gloria del Señor.

6 Aunque el Señor está en lo alto, se fija en el hombre humilde y reconoce de lejos al orgulloso.

7 Cuando me encuentro en peligro, tú me mantienes con vida; despliegas tu poder y me salvas de la furia de mis enemigos.

8 ¡El Señor llevará a feliz término su acción en mi favor! Señor, tu amor es eterno; ¡no dejes incompleto lo que has emprendido!

139

1 Del maestro de coro. Salmo de David. Señor, tú me has examinado y me conoces;

2 tú conoces todas mis acciones; aun de lejos, te das cuenta de lo que pienso.

3 Sabes todas mis andanzas, ¡sabes todo lo que hago!

4 Aún no tengo la palabra en la lengua, y tú, Señor, ya la conoces.

5 Por todas partes me has rodeado; tienes puesta tu mano sobre mí.

6 Sabiduría tan admirable está fuera de mi alcance; ¡es tan alta que no alcanzo a comprenderla!

7 ¿A dónde podría ir lejos de tu espíritu? ¿A dónde huiría lejos de tu presencia?

8 Si yo subiera a las alturas de los cielos, allí estás tú; y si bajara a las profundidades de la tierra, también estás allí;

9 si levantara el vuelo hacia el oriente, o habitara en los límites del mar occidental,

10 aun allí me alcanzaría tu mano; ¡tu mano derecha no me soltaría!

11 Si pensara esconderme en la oscuridad, o que se convirtiera en noche la luz que me rodea,

12 la oscuridad no me ocultaría de ti y la noche sería tan clara como el día. ¡La oscuridad y la luz son lo mismo para ti!

13 Tú fuiste quien formó todo mi cuerpo; tú me formaste en el vientre de mi madre.

14 Te alabo porque estoy maravillado, porque es maravilloso lo que has hecho. ¡De ello estoy bien convencido!

15 No te fue oculto el desarrollo de mi cuerpo mientras yo era formado en lo secreto, mientras era formado en lo más profundo de la tierra.

16 Tus ojos vieron mi cuerpo en formación; todo eso estaba escrito en tu libro. Habías señalado los días de mi vida cuando aún no existía ninguno de ellos.

17 Oh Dios, qué profundos me son tus pensamientos; ¡infinito es el conjunto de ellos!

18 Si yo quisiera contarlos, serían más que la arena; y si acaso terminara, aún estaría contigo.

19 Oh Dios, quita la vida a los malvados y aleja de mí a los asesinos,

20 a los que hablan mal de ti y se levantan en vano en contra tuya.

21 Señor, ¿no odio acaso a los que te odian, y desprecio a los que te desafían?

22 ¡Los odio con toda mi alma! ¡Los considero mis enemigos!

23 Oh Dios, examíname, reconoce mi corazón; ponme a prueba, reconoce mis pensamientos;

24 mira si voy por el camino del mal y guíame por el camino eterno.

140

1 Del maestro de coro. Salmo de David. Señor, líbrame de los malvados; protégeme de los violentos,

2 de los que traman el mal y a todas horas provocan peleas.

3 Su lengua es aguda, como de serpiente; sus palabras son como veneno de víbora.

4 Señor, protégeme del poder de los malvados, protégeme de los violentos, de los que hacen planes para que yo caiga.

5 Esos orgullosos me han puesto una trampa; me han tendido red y lazos; me han puesto trampas junto al camino.

6 Le he dicho al Señor: “Tú eres mi Dios; ¡escucha, pues, mi grito suplicante!

7 Señor, Señor, mi salvador poderoso, tú proteges mi cabeza en el combate.”

8 Señor, no concedas al malvado sus deseos; no dejes que sus planes sigan adelante. Los que me rodean levantan la cabeza; ¡que caiga sobre ellos la maldición que lanzan!

9

10 Que caigan sobre ellos carbones encendidos; que los arrojen a pozos de donde no salgan más.

11 Que no permanezca en la tierra el deslenguado; que el mal persiga al violento y lo destruya.

12 Yo sé que el Señor hace justicia al pobre y defiende el derecho del afligido.

13 Los hombres honrados alabarán tu nombre; ¡los hombres rectos vivirán en tu presencia!

141

1 Salmo de David. A ti clamo, Señor: ¡Ven pronto! ¡Escucha mi voz cuando te invoco!

2 Sea mi oración como incienso en tu presencia, y mis manos levantadas, como ofrenda de la tarde.

3 Señor, ponle a mi boca un vigilante que cuide de que yo no abra los labios.

4 Aleja mi pensamiento de la maldad; no me dejes andar en malas acciones ni tomar parte en banquetes de malhechores.

5 Es un favor que el hombre honrado me castigue, un perfume delicado que me reprenda. Tales cosas no rechazaré; a pesar de sus golpes, seguiré orando.

6 Los jefes de los malvados serán despeñados y verán que mis palabras eran agradables.

7 Sus huesos serán esparcidos junto al sepulcro, como cuando se abren surcos en la tierra.

8 Señor, Señor, mis ojos están puestos en ti. En ti busco protección: no me abandones.

9 Líbrame de la trampa que me han tendido; líbrame de la trampa de los malhechores.

10 Que caigan los malvados en su propia red, mientras yo sigo adelante.

142

1 Instrucción y oración de David, cuando estaba en la cueva. Con fuerte voz clamo al Señor; con fuerte voz le pido misericordia.

2 En su presencia expongo mi queja; en su presencia doy a conocer mi angustia

3 cuando me encuentro totalmente deprimido. Señor, tú conoces mi camino: en el camino por donde voy, me han tendido una trampa.

4 Vuelvo la mirada a la derecha, y nadie viene en mi ayuda. ¡No hay nadie que me defienda! ¡No hay nadie que se preocupe de mí!

5 A ti clamo, Señor, y te digo: “Tú eres mi refugio; tú eres todo lo que tengo en esta vida.”

6 Presta atención a mis gritos, porque me encuentro sin fuerzas. Líbrame de los que me persiguen, porque son más fuertes que yo.

7 Sácame de mi prisión para que pueda yo alabarte. Los hombres honrados me rodearán cuando me hayas tratado bien.

143

1 Salmo de David. Señor, escucha mi oración; pon atención a mi súplica. ¡Respóndeme, pues tú eres justo y fiel!

2 No llames a cuentas a tu siervo, porque ante ti nadie es inocente.

3 Mis enemigos me persiguen, me han aplastado contra el suelo; me obligan a vivir en la oscuridad, como los que han muerto hace tiempo.

4 Me encuentro totalmente angustiado; turbado tengo el corazón.

5 Me acuerdo de tiempos anteriores y pienso en todo lo que has hecho.

6 Hacia ti tiendo las manos, sediento de ti, cual tierra seca.

7 Señor, ¡respóndeme pronto, pues ya se me acaba el aliento! No me niegues tu ayuda, porque entonces seré como los muertos.

8 Por la mañana hazme saber tu amor, porque en ti he puesto mi confianza. Hazme saber cuál debe ser mi conducta, porque a ti dirijo mis anhelos.

9 Líbrame, Señor, de mis enemigos, porque en ti busco refugio.

10 Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios. ¡Que tu buen espíritu me lleve por un camino recto!

11 Por tu nombre, Señor, ¡hazme vivir! Porque eres justo, ¡sácame de la angustia!

12 Porque eres fiel, ¡destruye a mis enemigos! ¡destruye a todos mis enemigos, pues yo soy tu siervo!

144

1 De David. ¡Bendito sea el Señor, mi protector! Él es quien me entrena y me prepara para combatir en la batalla;

2 él es mi amigo fiel, mi lugar de protección, mi más alto escondite, mi libertador; él es mi escudo y con él me protejo; él es quien pone a los pueblos bajo mi poder.

3 Señor, ¿qué es el hombre, para que pienses en él? ¿Qué es el ser humano, para que tanto lo estimes?

4 El hombre es como un suspiro; su vida pasa como una sombra.

5 Señor, descorre la cortina de los cielos, y baja; toca los montes para que arrojen humo;

6 lanza tus flechas, los relámpagos, y haz huir en desorden a tus enemigos.

7 Extiende tu mano desde lo alto y líbrame del mar inmenso; líbrame del poder de gente extraña,

8 de los que dicen mentiras y levantan su derecha para jurar en falso.

9 Señor, voy a cantarte una canción nueva; voy a cantarte himnos con el salterio.

10 Tú, que das la victoria a los reyes; tú, que libraste a tu siervo David, líbrame de la espada mortal; líbrame del poder de gente extraña, de los que dicen mentiras y levantan su derecha para jurar en falso.

11

12 Nuestros hijos crecen como plantas en un jardín; nuestras hijas son cual columnas labradas que sostienen la estructura del templo.

13 Nuestros graneros están llenos, repletos de toda clase de alimentos. Nuestros rebaños aumentan por millares, por miles y miles en nuestros campos.

14 Nuestras vacas quedan preñadas y no tienen sus crías antes de tiempo. No hay gritos de alarma en nuestras calles.

15 ¡Feliz el pueblo que tiene todo esto! ¡Feliz el pueblo cuyo Dios es el Señor!

145

1 Alabanza de David. Hablaré de tu grandeza, mi Dios y Rey; bendeciré tu nombre por siempre.

2 Diariamente te bendeciré; alabaré tu nombre por siempre.

3 El Señor es grande y muy digno de alabanza; su grandeza excede a nuestro entendimiento.

4 De padres a hijos se alabarán tus obras, se anunciarán tus hechos poderosos.

5 Se hablará de tu majestad gloriosa y yo hablaré de tus maravillas.

6 Se hablará de tus hechos poderosos y terribles y yo hablaré de tu grandeza.

7 Se hablará de tu bondad inmensa y a gritos se dirá que tú eres justo.

8 El Señor es tierno y compasivo, es paciente y todo amor.

9 El Señor es bueno para con todos y con ternura cuida sus obras.

10 ¡Alábente, Señor, todas tus obras! ¡Bendígante tus fieles!

11 ¡Hablen del esplendor de tu reino! ¡Hablen de tus hechos poderosos!

12 ¡Hágase saber a los hombres tu poder y el gran esplendor de tu reino!

13 Tu reino es un reino eterno; tu dominio es por todos los siglos.

14 El Señor sostiene a los que caen y levanta a los que desfallecen.

15 Los ojos de todos esperan de ti que les des su comida a su tiempo.

16 Abres tu mano, y con tu buena voluntad satisfaces a todos los seres vivos.

17 El Señor es justo en sus caminos, bondadoso en sus acciones.

18 El Señor está cerca de los que le invocan, de los que le invocan con sinceridad.

19 Él cumple los deseos de los que le honran; cuando le piden ayuda, los oye y los salva.

20 El Señor protege a los que le aman, pero destruye a los malvados.

21 ¡Alaben mis labios al Señor! ¡Todos bendigan su santo nombre, ahora y siempre!

146

1 ¡Aleluya! Alabaré al Señor con toda mi alma.

2 Alabaré al Señor mientras yo viva; cantaré himnos a mi Dios mientras yo exista.

3 No pongáis vuestra confianza en hombres importantes, en simples hombres que no pueden salvar;

4 pues cuando mueren retornan al polvo, y ese mismo día terminan sus proyectos.

5 Feliz quien recibe ayuda del Dios de Jacob, quien pone su esperanza en el Señor su Dios.

6 Él hizo el cielo, la tierra y el mar, y todo lo que hay en ellos. Él siempre mantiene su palabra.

7 Hace justicia a los oprimidos y da de comer a los hambrientos. El Señor da libertad a los presos;

8 el Señor devuelve la vista a los ciegos; el Señor levanta a los caídos; el Señor ama a los hombres honrados.

9 El Señor protege a los extranjeros y sostiene a los huérfanos y a las viudas, pero hace que los malvados pierdan el camino.

10 Oh Sión, el Señor reinará por siempre; tu Dios reinará por todos los siglos. ¡Aleluya!

147

1 ¡Aleluya! ¡Qué bueno es cantar himnos a nuestro Dios! ¡A él se le deben dulces alabanzas!

2 El Señor reconstruye a Jerusalén y reúne a los dispersos de Israel.

3 Él sana a los que tienen roto el corazón y les venda las heridas.

4 Él determina el número de las estrellas y a cada una le pone nombre.

5 Grande es nuestro Dios y grande su poder; su inteligencia es infinita.

6 El Señor levanta a los humildes, pero humilla por completo a los malvados.

7 Cantad al Señor con gratitud; cantad himnos a nuestro Dios al son del arpa.

8 Él cubre de nubes el cielo, prepara la lluvia para la tierra, hace crecer los pastos en los montes,

9 da de comer a los animales y a las crías de los cuervos cuando chillan.

10 No es la fuerza del caballo ni los músculos del hombre lo que más agrada al Señor;

11 a él le agradan los que le honran, los que confían en su amor.

12 Jerusalén, alaba al Señor; Sión, alaba a tu Dios.

13 Pues él reforzó los cerrojos de tus puertas y bendijo a tus hijos dentro de la ciudad.

14 Él trae la paz a tu territorio y te satisface con lo mejor del trigo.

15 Él envía su palabra a la tierra, y su palabra corre a toda prisa.

16 Él produce la nieve como si fuera lana y esparce la escarcha como si fuera polvo.

17 Él envía el hielo en forma de granizo; con el frío que envía, el agua se congela.

18 Pero envía su palabra, y la derrite; hace soplar el viento, y el agua corre.

19 Él dio a conocer a Jacob, a Israel, su palabra, sus leyes y decretos.

20 No hizo lo mismo con las otras naciones, las cuales nunca conocieron sus decretos. ¡Aleluya!

148

1 ¡Aleluya! ¡Alabad al Señor desde el cielo! ¡Alabad al Señor desde lo alto!

2 ¡Alabadle vosotros, todos sus ángeles! ¡Alabadle vosotros, ejércitos del cielo!

3 ¡Alabadle, sol y luna! ¡Alabadle vosotros, brillantes luceros!

4 ¡Alábale tú, altísimo cielo, y tú, agua que estás encima del cielo!

5 Alabad el nombre del Señor, pues él dio una orden y todo fue creado;

6 él lo estableció todo para siempre y dictó una ley que no puede ser violada.

7 ¡Alabad al Señor desde la tierra, y los monstruos del mar y el mar profundo!

8 ¡El rayo y el granizo, la nieve y la neblina! ¡El viento tempestuoso que cumple sus mandatos!

9 ¡Los montes y las colinas! ¡Todos los cedros y los árboles frutales!

10 ¡Los animales domésticos y los salvajes! ¡Las aves y los reptiles!

11 ¡Los reyes del mundo y todos los pueblos! ¡Todos los jefes y gobernantes del mundo!

12 ¡Hombres y mujeres, jóvenes y viejos!

13 ¡Alaben todos el nombre del Señor, pues solo su nombre es altísimo! ¡Su honor está por encima del cielo y de la tierra!

14 ¡Él ha dado poder a su pueblo! ¡Sea suya la alabanza de todos sus fieles, de los israelitas, su pueblo cercano! ¡Aleluya!

149

1 ¡Aleluya! Cantad al Señor un canto nuevo; alabado sea en la comunidad de los fieles.

2 Alégrense los israelitas, el pueblo de Sión, porque Dios es su creador y rey.

3 Alaben su nombre con danzas, cántenle himnos al son de arpas y panderos.

4 Porque el Señor se complace en su pueblo; da a los humildes el honor de la victoria.

5 Alégrense los fieles con el triunfo, y aun dormidos canten de alegría.

6 Haya alabanzas a Dios en sus labios, y en su mano una espada de dos filos

7 para vengarse de los paganos, para castigar a las naciones,

8 para encadenar a sus reyes y gente poderosa con pesadas cadenas de hierro,

9 para cumplir en ellos la sentencia escrita. ¡Esto será una honra para todos sus fieles! ¡Aleluya!

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1 ¡Aleluya! ¡Alabad a Dios en su santuario! ¡Alabadle en su majestuosa bóveda celeste!

2 ¡Alabadle por sus hechos poderosos! ¡Alabadle por su grandeza infinita!

3 ¡Alabadle con toques de trompeta! ¡Alabadle con arpa y salterio!

4 ¡Alabadle danzando al son de panderos! ¡Alabadle con flautas e instrumentos de cuerda!

5 ¡Alabadle con platillos sonoros! ¡Alabadle con platillos vibrantes!

6 ¡Que todo lo que respira alabe al Señor! ¡Aleluya!