1

1 Genealogía de Cristo Libro de generación de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham;

2 Abraham engendró a Isaac, e Isaac engendró a Jacob; y Jacob engendró a Judas y sus hermanos;

3 y Judas engendró a Farés y Zará de Tamar; y Farés engendró a Esrom; y Esrom engendró a Aram;

4 y Aram engendró a Aminadab; y Aminadab engendró a Naasom; y Naasom engendró a Salmón;

5 y Salmón engendró a Boós de Rahab; y Boós a Jobed de Rut; y Jobed engendró a Jesaí;

6 y Jesaí engendró a David, el rey. Y David engendró a Salomón de la de Urías;

7 y Salomón engendró a Roboam; y Roboam engendró a Abías; y Abías engendró a Asaf;

8 y Asaf engendró a Josafat; y Josafat engendró a Joram; y Joram engendró a Ozías;

9 y Ozías engendró a Joatam; y Joatam engendró a Acaz; y Acaz engendró a Ezequías;

10 y Ezequías engendró a Manasés; y Manasés engendró a Amós; y Amós engendró a Josías;

11 y Josías engendró a Jeconías y sus hermanos en la transmigración de Babilonia.

12 Y después de la transmigración de Babilonia. Jeconías engendró a Selatiel; y Selatiel engendró a Zorobabel;

13 Zorobabel engendró a Abiud; y Abiud engendró a Eliaquín; y Eliaquín engendró a Azor;

14 y Azor engendró a Sadoc; y Sadoc engendró a Aquim; y Aquim engendró a Eliut;

15 y Eliut engendró a Eleazar; y Eleazar engendró a Matán; y Matán engendró a Jacob;

16 y Jacob engendró a José, el esposo de María; de la cual nació Jesús, el llamado Cristo.

17 Todas las generaciones, pues, desde Abraham hasta David, generaciones catorce; y desde David hasta la transmigración de Babilonia, generaciones catorce; y desde la transmigración de Babilonia, hasta el Cristo, generaciones catorce;

18 y la generación de Cristo Jesús fue así: Desposada su madre, María, con José, antes(a) de juntarse ellos, se halló en el vientre teniendo del Espíritu Santo;

19 Pero José, su esposo, siendo justo y no queriendo denunciarla, quería ocultamente repudiarla.

20 Mas, pensando él esto, he aquí que un ángel del Señor en sueños(b) se le apareció diciéndole: José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, pues lo engendrado en ella de Espíritu es, de santo:

21 y parirá un hijo, y llamarás su nombre Jesús; pues él salvará a su pueblo de sus pecados.

22 Y todo esto sucedió para que se cumpliese lo dicho del Señor por el profeta, diciendo:

23 He aquí que la virgen tendrá en el vientre y parirá hijo y llamarán su nombre Emanuel; lo que es interpretado: «Con nosotros Dios».

24 Y despertando José del sueño, hizo como le mandó el ángel del Señor, y acogió a su mujer;

25 y no la conoció hasta que parió hijo,(c) y llamó su nombre Jesús.

2

1 Los magos Nacido Jesús en Belén de Judea en los días de Herodes, el rey, he aquí que magos del oriente llegaron a Jerusalén,

2 diciendo: «¿Dónde está el nacido rey de los judíos? pues hemos visto su estrella en el oriente y venido a adorarle».

3 Mas, oyendo el rey Herodes se espantó y toda Jerusalén con él.

4 Y reuniendo todos los pontífices y escribas del pueblo, interrogóles dónde el Cristo nacería.

5 Y ellos le dijeron: «En Belén de la Judea. Pues así está escrito por el profeta:

6 Y tú Belén, tierra de Judá. en manera alguna eres la más pequeña en los príncipes de Judá; (a) pues de ti saldrá el guía que pastoreará a mi pueblo, a Israel».

7 Entonces Herodes llamando ocultamente a los magos averiguó de ellos el tiempo de la estrella aparecida;

8 y enviándoles a Belén, dijo: «Caminando, indagad cuidadosamente acerca del infante; y cuando le hallareis, avisadme de nuevo, para que yo también yendo le adore».

9 Y ellos oyendo al rey, partieron. Y he aquí que la estrella que vieran en el oriente, guióles hacia adelante, hasta que, llegando, se paró sobre donde estaba el infante;

10 y viendo la estrella, se alegraron con alegría grande sobremanera;

11 y viniendo a la casa, vieron al infante con María, su madre, y postrándose, le adoraron; y, abriendo sus tesoros, le ofrecieron dones, oro, e incienso y mirra.

12 Y habiéndoseles revelado en sueños, no volver a Herodes, por otro camino retiráronse a su lugar.

13 Y, habiéndose ellos retirado, he aquí que un ángel del Señor en sueños se apareció a José, diciendo: «Despertando toma al infante y a su madre, y huye a Egipto, y estáte allí hasta que yo te dijere; pues Herodes ha de buscar al infante, para perderle».

14 Y él, despertando, tomó al infante y a su madre, de noche, y se retiró a Egipto;

15 y estuvo allí hasta el fin de Herodes; para que se cumpliese lo dicho del Señor por el profeta, diciendo: De Egipto llamé a mi hijo.

16 Entonces Herodes, viendo que había sido burlado por los magos, se enfureció grandemente y enviando, arrebató a todos los niños, a los en Belén y en todos sus confines, de dos años abajo, según el tiempo que había inquirido de los magos:

17 Entonces se cumplió lo dicho por Jeremías, el profeta, diciendo:

18 Voz en Ramá se ha oído; llanto y alarido mucho; Raquel llorando a sus hijos; y no quiso consolarse, porque no son.

19 Pero, muerto Herodes, he aquí que un ángel del Señor se aparece en sueños a José en Egipto;

20 diciendo: «Despertando toma al infante y su madre y ve a la tierra de Israel; porque están muertos los que buscaban el alma del infante».

21 Y él, despertando, tomó al infante y su madre y se fue a la tierra de Israel.

22 Pero, oyendo que Arquelao reina sobre la Judea, en lugar de su padre Herodes, temió irse allá, y advertido del cielo, en sueños, retiróse a las partes de la Galilea.

23 Y viniendo, habitó en una ciudad, llamada Nazaret, para que se cumpliese lo dicho por los profetas: porque «Nazareno será llamado.»

3

1 El Bautista Y en aquellos días vino Juan el Bautista, predicando en el desierto de la Judea,

2 diciendo: «Arrepentíos; que cerca está el reino de los cielos».

3 Pues éste es el dicho por Isaías, el profeta, diciendo: «Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor; enderezad sus sendas».

4 Y el mismo Juan tenía su vestido de pelo de camello y ceñidor de piel sobre su lomo; y su comida era langostas y miel silvestre.

5 Entonces salió a él Jerusalén y toda la Judea y todos los contornos del Jordán,

6 y eran bautizados en el río Jordán por él, confesando sus pecados.

7 Mas, viendo a muchos de los fariseos y saduceos venir al bautismo, díjoles: «Engendros de víboras ¿quién os ha enseñado a huir de la ira que ha de venir?

8 Haced, pues, fruto digno de arrepentimiento,

9 y no penséis decir dentro de vosotros mismos: «Por padre tenemos a Abraham», pues dígoos que puede Dios de estas piedras despertar hijos a Abraham.

10 Y ya la segur en la raíz de los árboles yace; todo árbol pues, que no hace fruto bueno, es cortado y al fuego arrojado.

11 Yo os bautizo en agua para arrepentimiento: pero el que después de mi viene, más fuerte que yo es, cuyas sandalias no soy bastante a llevar, él os bautizará en Espíritu Santo y fuego;

12 cuyo aventador en su mano, y depurará su era y reunirá su trigo en su granero; mas la paja quemará con fuego inextinguible».

13 Entonces vino Jesús de Galilea al Jordán, para ser bautizado por él.

14 Mas él detúvole, diciendo: «Yo necesidad tengo de ser por ti bautizado ¿y tú vienes a mí?».

15 Pero, respondiendo Jesús, díjole: «Deja ahora; pues así conveniente es a nosotros cumplir toda justicia». Entonces dejóle.

16 Y bautizado Jesús, luego subió del agua. Y he aquí que se abrieron los cielos; y vio el espíritu de Dios, bajando como paloma, venir sobre él.

17 Y he aquí una voz de los cielos, diciendo: «Este es el hijo mío, el amado, en quien me he complacido.»

4

1 Tentación de Cristo Entonces Jesús fue llevado al desierto por el espíritu para ser tentado por el diablo.

2 Y habiendo ayunado días cuarenta y noches cuarenta, al último tuvo hambre.

3 Y acercándose el tentador, díjole: «Si hijo eres de Dios, di que las piedras éstas panes se hagan».

4 Y él respondiendo dijo: «Escrito está»: No de pan sólo vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios».

5 Entonces cógele consigo el diablo hacia la santa ciudad, y púsole en el alero del santuario

6 y dícele: «Si hijo eres de Dios, arrójate abajo; porque escrito está que a sus ángeles mandará de ti y en manos te llevarán no sea que lastimes en piedra tu pie».

7 Díjole Jesús: «De nuevo, escrito está: «No tentarás al Señor, tu Dios».

8 De nuevo cógele consigo el diablo hacia un monte grandemente alto y muéstrale todos los reinos del mundo y la gloria de ellos,

9 y dícele: «Esto te lo daré todo, si, prosternándote, me adoras».

10 Entonces dícele Jesús: «Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás y a él sólo servirás».

11 Entonces dejóle el diablo, y he aquí que ángeles se acercaron y le sirvieron.

12 Y, oyendo que Juan había sido entregado, se retiró a la Galilea,

13 Y dejando a Nazaret, yendo, habitó, en Cafarnaúm, la marina, en los confines de Zabulón y Neftalí;

14 para que se cumpliese lo dicho por Isaías, el profeta, diciendo:

15 «Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, camino de la mar, allende el Jordán, Galilea de las gentes;

16 el pueblo el sentado en tinieblas luz vio grande, y a los sentados en región y sombra de muerte luz nacióles.»

17 Desde entonces principió a predicar y decir: «Arrepentíos; pues cerca está el reino de los cielos».

18 Y, caminando junto al mar de la Galilea vio dos hermanos: a Simón, el llamado Pedro, y a Andrés, su hermano, lanzando red en la mar, pues eran pescadores,

19 y díceles: «Venid en pos de mí, y haréos pescadores de hombres»:

20 Y ellos al punto, dejando las redes, siguiéronle.

21 Y, caminando adelante de allí, vio otros dos hermanos: a Santiago, el de Zebedeo y Juan, su hermano, en la barca, con Zebedeo, el padre de ellos, reparando sus redes, y llamóles;

22 y ellos al punto, dejando la barca y su padre, siguiéronle.

23 Y anduvo al través de toda la Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos y predicando el evangelio del reino y sanando toda enfermedad y toda flaqueza en el pueblo.

24 Y fue su fama por toda la Siria; y traían todos los enfermos de varias enfermedades y poseídos de penalidades, endemoniados y lunáticos y paralíticos y les sanaba.

25 Y seguíanle turbas muchas desde la Galilea, y Decápolis, y Jerusalén, y Judea y allende del Jordán.

5

1 Sermón de la montaña I Bienaventuranzas Y viendo las turbas, subió al monte; y, sentándose él, se le acercaron sus discípulos;

2 y abriendo su boca, enseñóles diciendo:

3 «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.

4 Bienaventurados los llorosos, porque ellos serán consolados.

5 Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra.

6 Bienaventurados los hambrientos y sedientos de la justicia, porque ellos serán hartos.

7 Bienaventurados los compasivos, porque ellos serán compadecidos.

8 Bienaventurados los puros del corazón, porque ellos a Dios verán.

9 Bienaventurados los pacificadores, porque ellos hijos de Dios serán llamados.

10 Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.

11 Bienaventurados sois, cuando os afrentaren y persiguieren y dijeren todo lo malo, contra vosotros, mintiendo por causa mía.

12 Alegráos y alborozáos, porque vuestro galardón,(a) mucho en los cielos; pues así persiguieron a los profetas, a los anteriores a vosotros.»

13 «Vosotros sois la sal de la tierra; pero, si la sal se desvaneciere ¿con qué se la salará(b)? Para nada vale ya, sino para que arrojada fuera, sea hollada por los hombres.

14 Vosotros sois la luz del mundo. No puede una ciudad ocultarse que sobre monte yaciere;

15 ni encienden lumbre y pónenla bajo el celemín; sino sobre el candelabro; y luce a todos los de la casa.

16 Así luzca vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre el de los cielos.»

17 «No creáis que he venido a derogar la ley o los profetas; no he venido a derogar sino a cumplir(c).

18 Pues, en verdad os digo que hasta que pasare el cielo y la tierra, jota(d) alguna o tilde alguna no pasará, no, de la ley, hasta que todo se haga.

19 Quien, por tanto, quebrantare uno de estos mandamientos, de los más pequeños, y enseñare así a los hombres, el más pequeño será llamado en el reino de los cielos; pero, el que hiciere y enseñare, ése grande será llamado en el reino de los cielos.

20 Porque os digo que, si no abundare vuestra justicia más que la de los escribas y fariseos, no entraréis, no, en el reino de los cielos.»

21 «Habéis oído que se dijo a los antiguos: «No matarás»; y el que matare, reo será del juicio.

22 Mas yo os digo que todo el que se airare con su hermano, reo será del juicio; pero el que dijere a su hermano «¡Racá!»,(e) reo será del tribunal(f) pero el que dijere: «¡Insensato!(g) reo será de la gehenna(h) del fuego.

23 Si trajeres, pues, tu don al altar, y allí recordares que tu hermano tiene algo contra ti,

24 deja allí tu don delante del altar y ve primero a reconciliarte con tu hermano y entonces, viniendo, presenta tu don.

25 Sé benévolo con tu adversario luego, mientras estés con él en el camino; no sea que te entregue el adversario al juez y el juez al ministro; y a la guardia seas arrojado;

26 en verdad te digo, no saldrás de allí, mientras no pagues el último cuadrante(i).

27 Habéis oído que se dijo: No adulterarás.

28 Yo, empero, os digo que todo el que mirare mujer para codiciarla, ya ha fornicado con ella en su corazón.»

29 «Y, si tu ojo el derecho te escandaliza, arráncale y arrójale de ti; pues te conviene que perezca uno de tus miembros y tu cuerpo entero no sea arrojado a la gehenna.

30 Y, si tu mano derecha te escandaliza, córtala y arrójala de ti; pues te conviene que perezca uno de tus miembros y tu cuerpo entero no vaya a la gehenna.»

31 «Se ha dicho: Quien repudiare a su mujer, déle libelo de repudio.

32 Mas yo os digo que todo el que repudiare a su mujer, a no ser por causa de fornicación, hácela adulterar, y el que con repudiada se casare, adultera.»

33 «De nuevo, habéis oído que se ha dicho a los antiguos: No perjurarás, y cumplirás al Señor tus juramentos.

34 Mas yo os digo que no juréis en manera alguna: ni por el cielo porque trono es de Dios,

35 ni por la tierra, porque peana es de sus pies; ni por Jerusalén, porque ciudad es del gran rey.

36 Ni por tu cabeza jures, porque no puedes un solo cabello blanco hacer o negro.

37 Mas sea vuestra palabra: «sí, sí; no, no»; pero lo que excede de esto, del mal es.»

38 «Habéis oído que se ha dicho: Ojo por ojo y diente por diente.

39 Mas yo os digo que no resistáis al mal: sino que quien te golpeare en tu mejilla derecha vuélvele también la otra;

40 y al que quisiere enjuiciarte y tu túnica tomar, déjale también el manto;

41 y quien te forzare(j) una milla, ve con él dos;

42 al que te pidiere, dale, y al que quisiere prestado de ti, no te vuelvas(k) de él.

43 Habéis oído que se ha dicho: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo(l).

44 Yo, empero, dígoos, amad a vuestros enemigos(m), y orad por los que os persiguen;

45 para que os hagáis hijos de vuestro Padre, el de los cielos; porque alza su sol sobre malos y buenos, y llueve sobre justos e injustos.

46 Pues, si amareis a los que os aman ¿qué galardón tenéis? ¿No hacen también los publicanos lo mismo?

47 Y si saludareis a vuestros hermanos solamente ¿qué demás hacéis? ¿no hacen también los gentiles lo mismo?

48 Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre, el celestial, perfecto es.»

6

1 El Sermón de la Montaña II Caridad «Guardaos de no hacer vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos de ellos; pues, de no, galardón no tenéis delante de vuestro Padre, el de los cielos.

2 Cuando, pues, hicieres limosna, no trompetees delante de ti, como los hipócritas hacen en las sinagogas y en las calles, para ser glorificados de los hombres. En verdad dígoos, reciben su galardón.

3 Pero, tú, haciendo limosna, no sepa tu izquierda qué hace tu derecha;

4 para que sea tu limosna en oculto; y tu Padre, el que ve en lo oculto, te recompensará.»

5 «Y, cuando orareis, no seréis como los hipócritas; porque aman, en las sinagogas y en las esquinas de las calles, de pie, orar, para ser vistos de los hombres. En verdad os digo, reciben su galardón.

6 Tú, empero, cuando orares, entra en tu alcoba y cerrando tu puerta, ora a tu Padre el en lo oculto; y tu Padre, el que ve en lo oculto, te recompensará.

7 Y orando, no parléis como los gentiles, pues creen que en su verbosidad serán escuchados.

8 No os asemejéis, pues, a ellos; porque sabe vuestro Padre lo que necesitáis, antes de pedírselo vosotros.

9 Así, pues, oraréis vosotros: «Padre nuestro, el de los cielos, santifíquese(a) tu nombre(b);

10 llegue tu reino(c); hágase tu voluntad, como en el cielo, también en la tierra;

11 el pan nuestro, el del día, dánosle hoy.

12 Y perdónanos nuestras deudas como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores.

13 Y no nos entres en tentación(d), sino líbranos del mal(e).

14 Pues, si perdonareis a los hombres sus caídas, os perdonará también vuestro Padre el celestial;

15 pero, si no perdonareis a los hombres, ni vuestro Padre perdonará las caídas vuestras.

16 Y, cuando ayunareis, no os pongáis como los hipócritas, mustios; pues demudan sus rostros para aparecer a los hombres ayunando. En verdad os digo, reciben su galardón.

17 Tú, empero, ayunando, unge tu cabeza y lava tu rostro;

18 para no aparecer a los hombres ayunando, sino a tu Padre, el en lo oculto; y tu Padre, el que ve en lo oculto, te recompensará.»

19 «No os atesoréis tesoros sobre la tierra, donde carcoma y herrumbre destruyen, y donde hurtadores desentierran y hurtan;

20 pero atesoraos tesoros en el cielo donde ni carcoma ni herrumbre destruyen y donde hurtadores no desentierran ni hurtan;

21 pues, donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón.

22 La candela de tu cuerpo es el ojo. Si, pues, tu ojo fuere sencillo(f), todo tu cuerpo luminoso será;

23 pero, si tu ojo estuviere malo, todo tu cuerpo tenebroso será. Si pues la luz, la en ti, tinieblas fuere, las tinieblas ¡cuántas(g)!

24 Nadie puede servir a dos señores; pues, o al uno odiará y al otro amará; o al uno adherirá y al otro despreciará; no podéis a Dios servir y al Mamoná(h).

25 Por esto os digo, no os solicitéis de vuestra alma(i), qué comáis o qué bebáis, ni de vuestro cuerpo qué os vistáis ¿Acaso el alma no es más que la comida y el cuerpo que el vestido?

26 Contemplad los volátiles del cielo cómo no siembran, ni siegan, ni allegan en graneros, y vuestro Padre el celestial, aliméntalos, ¿No sois vosotros mucho más que ellos?

27 Y ¿quién de vosotros, solicitándose, puede añadir a su vida codo uno(j)?

28 Y del vestido ¿qué os solicitáis? aprended de los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan.

29 Y dígoos que ni Salomón en toda su gloria cubrióse como uno(k) de éstos.

30 Pero, si a la hierba del campo que hoy es y mañana en el horno se arroja, Dios viste así, ¿cuánto más a vosotros, poco creyentes?

31 No os solicitéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos? o ¿Qué beberemos? o ¿Qué nos vestiremos?

32 Pues todo esto los gentiles lo buscan; porque sabe vuestro Padre, el celestial, que necesitáis todo esto.

33 Mas, buscad primero la justicia y el reino de él y todo esto se os añadirá.

34 No os solicitéis, pues, del mañana, pues el mañana, se solicitará de sí mismo; basta al día su mal.»

7

1 Caridad «No juzguéis para que no se os juzgue;

2 pues, con el juicio que juzgáis, se os juzgará; y, con la medida que medís, se os medirá.

3 ¿Y qué miras la paja, la en el ojo de tu hermano, y la en ojo, el tuyo, viga no adviertes?

4 O ¿cómo dirás a tu hermano: «Deja arroje yo la paja del ojo tuyo», y he aquí la viga en el ojo tuyo?

5 Hipócrita, arroja primero de tu ojo la viga, y entonces verás de arrojar la paja del ojo de tu hermano.»

6 «No deis lo santo(a) a los perros(b), ni arrojéis vuestras perlas(c) delante de los puercos, no sea que las huellen con sus pies, y, volviéndose, os destrocen a vosotros.»

7 «Pedid y se os dará; buscad, y hallaréis; golpead, y se os abrirá.

8 Pues todo el que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que golpea, se le abrirá.

9 O ¿quién de vosotros es el hombre a quien, si pidiere su hijo pan, una piedra le dará?

10 O también un pez pidiere ¿una sierpe le dará?

11 Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dones buenos dar a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre, el de los cielos, dará lo bueno a los que le pidieren?

12 Todo, pues, cuanto quisiereis que a vosotros hagan los hombres, así también vosotros hacedles; que ésta es la ley y los profetas.»

13 «Entrad por la estrecha puerta; porque ¡ancha, la puerta y espacioso el camino que conduce a la perdición!; y muchos son los que van por él.

14 ¡Qué estrecha la puerta y angosto el camino, que conduce a la vida, y pocos son los que le encuentran!

15 Guardaos de los falsos profetas los que vienen a vosotros con vestiduras de ovejas; pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos les conoceréis.

16 ¿Acaso cogen de las espinas uvas o de los abrojos higos?

17 Así todo árbol bueno frutos hermosos hace; pero el podrido árbol frutos malos hace.

18 No puede árbol bueno frutos malos llevar, ni árbol carcomido frutos hermosos llevar.

19 Todo árbol que no hace fruto hermoso, cortado es y al fuego, arrojado.

20 Por sus frutos, pues, ciertamente les conoceréis.

21 No todo el que me dijere: «¡Señor, Señor!», entrará en el reino de los cielos, sino el que hiciere la voluntad de mi Padre, el de los cielos.

22 Muchos me dirán en aquel día: «Señor, Señor, ¿no hemos en tu nombre profetizado, y en tu nombre arrojado los demonios; y en tu nombre virtudes muchas hecho?»

23 Y entonces les confesaré que «jamás os conocí: apartaos de mí, los que obráis la iniquidad».

24 Todo aquel, pues, que oye estas palabras mías y las hace, se asemejará a varón prudente, que edificó su casa sobre la peña.

25 Y descendió la lluvia, y vinieron los ríos, y soplaron los vientos, y despeñáronse sobre aquella casa, y no cayó; pues fundada estaba sobre la peña.

26 Y todo el que oye estas palabras mías, y no las hace, se asemejará a varón necio, que edificó su casa sobre la arena.

27 Y descendió la lluvia y vinieron los ríos y soplaron los vientos, y batieron aquella casa, y cayó, y fue su ruina grande».

28 Y aconteció cuando Jesús acabó estas palabras, asombráronse las turbas de su doctrina;

29 pues estábales enseñando como quien tiene poder, y no como los escribas de ellos.

8

1 El leproso. Curaciones Y bajando El del monte, siguiéronle turbas muchas.

2 Y he aquí que un leproso, acercándose, adoróle diciendo: «Señor, si quieres, puedes limpiarme».

3 Y, extendiendo la mano, le tocó, diciendo: «Quiero, sé limpio». Y al punto limpióse su lepra.

4 Y dícele Jesús: «Mira, a nadie digas, sino ve, muéstrate al sacerdote y llévale el don que mandó a Moisés, en testimonio a ellos.»

5 Y yendo Él a Cafarnaúm acercósele un centurión, rogándole

6 y diciendo: «Señor, el niño(a) mío está postrado en la casa, paralítico, terriblemente atormentado».

7 Dícele: «Yo, viniendo, curaréle».

8 Y, respondiendo el centurión, dijo: «Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; pero solo di de palabra, y sanará el niño mío».

9 Pues también yo hombre soy bajo potestad constituido, teniendo debajo de mí soldados, y digo a éste: «Ve, y va»; y al otro: «Ven, y viene»; y a mi siervo: «Haz esto, y hace».

10 Y, oyendo Jesús, admiróse, y dijo a los que seguían: «En verdad dígoos: en ninguno tanta fe en Israel he encontrado.

11 Y os digo que muchos de oriente y occidente vendrán y recostaránse(b) con Abraham e Isaac y Jacob, en el reino de los cielos;

12 pero los hijos del reino arrojados serán fuera, a las tinieblas las exteriores; allí será el llanto y el rechino de los dientes».

13 Y dijo Jesús al centurión: «Vete; cual has creído, hágasete». Y sanó el niño en aquella hora.

14 Y, yendo Jesús a la casa de Pedro, vio a la suegra de él postrada y afiebrada;

15 y tomó la mano de ella y la dejó la fiebre; y se levantó, y sirvióle.

16 Y, llegada la noche, trajeron a El endemoniados muchos; y arrojó fuera los demonios de palabra; y a todos los enfermos sanó,

17 para que se cumpliese lo dicho por Isaías, el profeta, diciendo: «Él las flaquezas nuestras tomó y las enfermedades llevó.»

18 Y, viendo Jesús turba alrededor de sí, mandó transfretar;

19 y, acercándose un escriba, díjole: «Maestro, te seguiré a donde fueres».

20 Y dícele Jesús: «Las raposas cuevas tienen y los volátiles del cielo, albergues; pero el Hijo del hombre(c) no tiene dónde la cabeza reclinar».

21 Y otro de los discípulos díjole: «Señor, déjame primero ir, y enterrar a mi padre(d)».

22 Y Jesús dícele: «Sígueme, y deja a los muertos enterrar sus muertos»(e).

23 Y, entrando él en barca, le siguieron sus discípulos.

24 Y he aquí que un movimiento grande sobrevino en el mar; que la barca fue cubierta por las olas; Él, empero, dormía.

25 Y acercándose, despertáronle, diciendo: «Señor, salva; perecemos».

26 Y, díceles: «¿Qué? ¿miedosos estáis, poco creyentes?» Entonces, levantándose, increpó a los vientos y al mar, y fue bonanza grande.

27 Y los hombres admiráronse, diciendo: «¿De dónde es éste, que también los vientos y el mar le obedecen?»

28 Y, yendo él hasta allende, hasta la región de los gadarenos, viniéronle al encuentro dos endemoniados, saliendo de las tumbas, pesados por demás, de no poder nadie andar por aquel camino.

29 Y he aquí que gritaron, diciendo: «¿Qué a nosotros y a ti, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí antes de tiempo a atormentarnos?».

30 Y había lejos de ellos una piara de puercos muchos, paciendo.

31 Y los demonios rogáronle, diciendo: «Si nos echas fuera, envíanos a la piara de los puercos».

32 Y díjoles: «Id»(f). Y ellos, saliendo, fueron a los puercos; y he aquí que se precipitó toda la piara, escarpa abajo, al mar, y perecieron en las aguas.

33 Y los que apacentaban, huyeron y, viniendo a la ciudad, anunciaron todo y lo de los endemoniados.

34 Y he aquí que toda la ciudad salió al encuentro de Jesús, y, viéndole, rogaron que saliera de sus confines.

9

1 Un paralítico; curaciones Y entrando en una barca, transfretó y vino a su ciudad.

2 Y he aquí que trajéronle un paralítico en una litera puesto. Y, viendo Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: «Confía, hijo; perdonados te están los pecados».

3 Y he aquí algunos de los escribas dijeron dentro de sí: «Este blasflema».

4 Y viendo Jesús los pensamientos de ellos dijo: «¿A qué pensáis mal en vuestros corazones?»

5 pues ¿qué es más fácil decir: «Perdonados te están los pecados», o decir: «Levántate y anda»?

6 Y para que veáis que tiene poder el Hijo del hombre sobre la tierra de perdonar pecados— (entonces dice al paralítico): «Levántate, alza tu litera y vete a tu casa».

7 Y levantándose, fuese a su casa.

8 Y, viendo las turbas, temieron y glorificaron a Dios que dio poder tal a los hombres.

9 Y, yendo Jesús de allí, vio a un hombre sentado en el telonio, llamado Mateo, y dícele: «Sígueme». Y, levantándose, siguióle.

10 Y sucedió que, recostado él en la casa, he aquí muchos publicanos y pecadores, viniendo, se recostaron junto a Jesús y a sus discípulos.

11 Y viendo los fariseos, dijeron a sus discípulos: «¿Por qué con los publicanos y pecadores come vuestro maestro?»

12 Y él, oyendo, dijo: «No necesidad tienen los fuertes de médico, sino los que mal están».

13 Y, yendo, aprended qué es: «Misericordia quiero, y no sacrificio»; pues no he venido llamar a los justos, sino a los pecadores».

14 Entonces se acercaron a él los discípulos de Juan, diciendo: «¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos mucho, y los discípulos tuyos no ayunan?»

15 Y díjoles Jesús: ¿Acaso pueden los hijos(a) del Esposo entristecerse, mientras con ellos está el Esposo? Mas, vendrán días en que les será quitado el Esposo, y entonces ayunarán.

16 Y nadie echa remiendo de paño inabatanado(b) en vestido viejo; pues tira la plenitud(c) de él del vestido, y peor se hace la rotura.

17 Ni echan vinos nuevos en odres viejos, que, de otra suerte, se rompen los odres, y el vino se derrama y los odres se pierden: sino que echan vino nuevo en odres nuevos, y ambos se conservan a la vez(d)».

18 Hablándoles él esto, he aquí un príncipe, acercándose, adoróle, diciendo: que «mi hija acaba de morir, pero, viniendo, pon tu mano sobre ella, y vivirá».

19 Y, levantándose Jesús, siguióle y los discípulos de él.

20 Y ahí una mujer, hemorrágica doce años, acercándose por detrás, asió la fimbria de su vestido;

21 pues dijo entre sí: «Si tan sólo asiere su vestido, sanaré».

22 Y Jesús, volviéndose y viéndola, dijo: «Confía, hija; tu fe te ha salvado». Y sanó la mujer desde aquella hora.

23 Y, viniendo Jesús a la casa del príncipe, y viendo los flautistas y la turba tumultuando,

24 dijo: «Retiraos; pues no ha muerto la niñita, sino que duerme». Y reíanse de él.

25 Y, cuando fue arrojada fuera la turba, acercándose, cogió la mano de ella, y despertó(e) la niñita.

26 Y salió esta(f) fama por toda aquella tierra.

27 Y caminando de allí, siguieron a Jesús dos ciegos gritando y diciendo: «Apiádate de nosotros, hijo de David».

28 Y, viniendo él a la casa, acercáronsele los ciegos, y díceles Jesús: «¿Creéis que puedo hacer esto?» Dícenle: «Sí, Señor».

29 Entonces tocó los ojos de ellos, diciendo: «Según vuestra fe, hágaseos»

30 Y se abrieron los ojos de ellos. Y entre murmuróles(g) Jesús, diciendo: «Mirad; que nadie lo sepa(h)»

31 Pero ellos, saliendo, le divulgaron por toda aquella tierra.

32 Y, saliendo ellos, he aquí le trajeron un mudo endemoniado.

33 Y, arrojado el demonio, habló el mudo. Y maravilláronse las turbas, diciendo: «Jamás pareció tal en Israel».

34 Pero los fariseos decían: «En el príncipe de los demonios arroja los demonios.»

35 Y recorrió Jesús las ciudades todas y las aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos y predicando el evangelio del reino y sanando toda enfermedad y toda flaqueza(i).

36 Y viendo a las turbas se lastimó de ellas; porque estaban desgarradas,(j) postradas como ovejas que no tienen pastor.

37 Entonces dice a sus discípulos: «La mies, por cierto, mucha; pero los obreros, pocos;

38 rogad, pues, al señor de la mies, que apremie(k) obreros a su mies.»

10

1 Envío de los apóstoles; instrúyeles Y llamando a sus doce discípulos les dio potestad de(a) los espíritus inmundos, para que los arrojasen, y sanasen toda enfermedad y toda flaqueza.

2 Y los nombres de los doce apóstoles son éstos: el primero, Simón, el llamado Pedro, y Andrés su hermano, y Santiago, el de Zebedeo, y Juan, su hermano.

3 Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo, el publicano; Santiago, el de Alfeo y Tadeo.

4 Simón, el Cananeo(b) y Judas, el Iscariote(c) el que también le vendió.

5 A éstos doce envió Jesús mandándoles diciendo: «A camino de gentes no os apartéis, y a ciudad de samaritanos no entréis;

6 e id más bien a las ovejas las perecidas de la casa de Israel.

7 Y, yendo, predicad, diciendo: que se ha acercado el reino de los cielos.

8 Enfermos sanad; muertos resucitad; leprosos limpiad; demonios arrojad. De gracia recibisteis, de gracia dad.

9 No adquiráis oro, ni plata, ni bronce, para(d) vuestros cinturones;

10 ni alforja para el camino, ni dos túnicas, ni calzado ni báculo; que digno es el obrero de su alimento.

11 Y en la ciudad o aldea que entrareis, indagad quién en ella hay digno, y allí quedaos hasta iros.

12 Y, entrando en la casa, saludadla.

13 Y, si ya fuere la casa digna, venga vuestra paz(e) sobre ella; mas, si no fuere digna, vuestra paz sobre vosotros vuelva.

14 Y quien no recibiere a vosotros, ni escuchare las palabras de vosotros —saliendo fuera de la casa o de aquella ciudad, sacudid el polvo de vuestros pies(f).

15 En verdad os digo: más llevadero será a la tierra de Sodoma y Gomorra en el día del juicio que a aquella ciudad.

16 He aquí que yo os envío como ovejas en medio de lobos; sed pues, prudentes, como las serpientes y sencillos(g), como las palomas.

17 Y guardaos de los hombres; pues os entregarán en sanedrines(h) y en sus sinagogas azotarános,

18 y así ante príncipes como reyes se os llevará, por causa mía, en testimonio para ellos(i) y las gentes(j).

19 Y cuando os entregaren, no os solicitéis de cómo o qué hablar, pues se os dará en aquella hora qué habléis;

20 pues no vosotros sois los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre el que habla en vosotros.

21 Y entregará hermano a hermano a muerte y padre a hijo, y se levantarán juntos hijos contra padres y mataránles.

22 Y seréis odiados de todos por mi nombre; y el que perseverare hasta el fin, éste se salvará.

23 Y cuando os persiguieren en esta ciudad, huid, a la otra; pues, en verdad os digo; no acabaréis(k) las ciudades de Israel que no venga el Hijo del hombre.

24 No hay discípulo sobre el maestro ni siervo sobre su señor.

25 Basta al discípulo ser como su maestro; y el(l) siervo como su señor. Si al padre de familias llamaron Beelzebub ¿cuánto más a sus domésticos?

26 No les temáis, pues; porque nada hay tan cubierto que no se descubra y oculto que no se conozca.

27 Lo que os digo en las tinieblas, decidlo en la luz, y lo que oís a la oreja, predicadlo sobre los terrados.

28 Y no temáis de los que matan el cuerpo, y el alma no pueden matar, pero temed mas bien al que puede así el alma como el cuerpo perder en la gehenna(m).

29 ¿No se venden dos gorriones por un as(n)? y uno de entre ellos no cae sobre la tierra sin el padre de vosotros.

30 De vosotros, empero, aún los cabellos de la cabeza todos contados están.

31 No temáis, pues: de muchos gorriones diferís(o) vosotros.

32 Todo aquél, pues, que me confesare delante de los hombres, le confesaré yo también delante del Padre mío el de los cielos;

33 y cualquiera que me negare delante de los hombres, le negaré yo también delante del Padre mío el de los cielos.

34 No creáis que he venido a lanzar paz sobre la tierra(p) no he venido a lanzar paz, sino cuchilla.

35 Pues he venido a dividir hombre contra su padre e hija contra su madre, y nuera contra su suegra.

36 Y ¡enemigos del hombre, sus domésticos!

37 Quien amare a padre o a madre más que a mí, no es de mí digno; y quien amare hijo o hija más que a mí, no es de mí digno;

38 y quien no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es de mí digno.

39 Quien hallare su alma, perderála, y quien perdiere su alma, por causa mía, hallarála.

40 El que os recibiere a vosotros, me recibe y el que me recibiere, recibe al que me ha enviado.

41 El que recibiere a un profeta, en nombre de profeta, galardón de profeta recibirá; y el que recibiere a un justo, en nombre de justo, galardón de justo recibirá.

42 Y el que diere de beber a uno de estos pequeños(q) un cáliz de fría(r), solamente, en nombre de discípulo, en verdad os digo: no perderá, no, su galardón.»

11

1 Juan y Cristo. Divinidad de Cristo Y sucedió, que cuando acabó Jesús de mandar a sus doce discípulos, se fue de allí a enseñar y predicar en las ciudades de ellos.

2 Y Juan, oyendo en la cárcel, las obras del Cristo, enviando por medio de sus discípulos(a), le dijo:

3 «¿Tú eres el que ha de venir, o a otro esperamos?»

4 Y, respondiendo Jesús, díjoles: «Yendo, anunciad a Juan lo que oís y veis:

5 Ciegos están viendo y cojos andando; leprosos son limpios; y sordos oyen, y muertos resucitan y pobres son evangelizados(b);

6 y bienaventurado es, quien no se escandalizare en mí».

7 Y, yéndose éstos, empezó Jesús a decir a las turbas sobre Juan: «¿Qué habéis salido al desierto a mirar? ¿caña por el viento balanceada?

8 Pero ¿qué habéis salido a ver? ¿hombre en blanduras envuelto? he aquí los que lo blando llevan, en las casas de los reyes(c).

9 Pero ¿a qué habéis salido? ¿profeta a ver? Sí; os digo, y más que profeta.

10 Este es de quien está escrito: He aquí yo envío mi mensajero delante de tu faz; quien preparará tu camino delante de ti.

11 En verdad os digo: no se ha levantado en nacidos de mujeres mayor que Juan el Bautista; pero el menor en el reino de los cielos mayor que él es(d).

12 Y desde los días de Juan el Bautista hasta ahora el reino de los cielos es forzado(e), y forzadores arrebátanlo.

13 Pues todos los profetas y la ley han profetizado(f) hasta Juan;

14 y si queréis permitir(g) él es Elías, el que ha de venir.

15 El que tuviere orejas, oiga.»

16 «Y ¿a quién asemejaré esta generación? semejante es a pequeñuelos sentados en las plazas, los que voceando a los otros, dicen:

17 Flauteado os hemos, y no habéis danzado: trenádoos(h), y no habéis llorado(i).

18 Pues vino Juan, ni comiendo ni bebiendo, y dicen: «Demonio tiene».

19 Vino el Hijo del hombre, comiendo y bebiendo, y dicen: «He aquí un hombre glotón y vinolento, de publicanos amigo y de pecadores». Y se justificó la sabiduría por sus obras(j).

20 Entonces empezó a reconvenir a las ciudades en que habían sido hechos los más de los poderes de él, porque no se habían arrepentido:

21 «¡Ay de ti, Corazaín! ¡ay de ti, Betsaida; que, si en Tiro y Sidón, se hicieran los poderes, los hechos en vosotras, mucho ha, en saco y ceniza se hubieran arrepentido.

22 Empero, dígoos que a Tiro y Sidón más llevadero será en el día del juicio que a vosotras.

23 Y tú, Cafarnaúm ¿acaso hasta el cielo te sublimarás? Hasta el infierno bajarás; pues, si en Sodoma se hicieran los poderes los hechos en ti, quedara ella hasta el día de hoy.

24 Empero, dígoos que a la tierra de Sodoma más llevadero será en el día del juicio que a ti.»

25 En aquel tiempo, respondiendo(k) Jesús, dijo: «Ensálzote, Padre, señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y prudentes(l), y reveládolas a los pequeñuelos(m).

26 Sí, Padre; porque tal plugo ante ti.

27 Todas las cosas me han sido entregadas por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre; ni al Padre alguien conoce sino el Hijo y a quien quisiere el Hijo revelar.

28 Venid a mí, todos los trabajados y recargados, y yo os refrigeraré.

29 Alzad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, porque suave soy y humilde del corazón, y hallaréis alivio para vuestras almas;

30 que mi yugo es bueno; y mi carga, ligera es.»

12

1 Enseñanzas del sábado En aquel tiempo fue Jesús el sábado al través de los sembrados; y sus discípulos hambrearon, y principiaron a desgranar espigas y a comer.

2 Pero los fariseos, viendo, dijéronle: «He ahí que tus discípulos hacen lo que no es lícito hacer en sábado».

3 Y él díjoles: «¿No habéis leído qué hizo David, cuando hambreó y los con él?

4 ¿cómo entró en la casa de Dios y los panes de la proposición comió; lo que no le era lícito comer ni a los con él, sino a los sacerdotes solos?

5 ¿O no habéis leído en la ley que los sábados los sacerdotes en el santuario el sábado profanan(a) e inocentes son?

6 Y dígoos que cosa mayor que el santuario hay aquí(b).

7 Y si conocieseis qué es: «Misericordia quiero, y no sacrificio», no condenaríais a los inocentes.

8 Pues señor es del sábado el Hijo del hombre».

9 Y partiendo de allí, fue a la sinagoga de ellos.

10 Y he aquí un hombre, una mano teniendo seca; y preguntáronle diciendo: «¿Si es lícito los sábados curar?» para acusarle.

11 Y él díjoles: «¿Quién será de entre vosotros el hombre que tenga oveja una, y si cayere ésta el sábado en un hoyo, no la coja y alce?

12 Pues, ¿cuánto difiere(c) un hombre de una oveja? así que lícito es los sábados bellamente hacer».

13 Entonces dice al hombre: «Extiende tu mano». Y la extendió y restituida fue sana como la otra.

14 Y saliendo los fariseos, consultáronse contra él, para perderle.

15 Pero Jesús, conociendo, retiróse de allí. Y siguiéronle muchos, y sanóles a todos;

16 e intimóles que no le descubriesen;

17 para que se cumpliese lo dicho por Isaías, el profeta, diciendo:

18 He aquí a mi Hijo a quien elegí, mi amado, en quien se ha complacido mi alma; pondré mi espíritu sobre él, y mi juicio a las gentes anunciará.

19 No contenderá ni voceará; ni oirá alguien en las calles su voz.

20 Caña quebrantada no romperá; y lino(d) humeante no apagará; hasta que lanzare a victoria el juicio.

21 Y en su nombre las gentes esperarán.

22 Entonces le fue traído un endemoniado ciego y mudo(e) y sanóle, que el mudo habló y vio.

23 Y arrobáronse todas las tubas y dijeron: «¿Acaso no es(f) éste el hijo de David?»

24 Pero los fariseos, oyendo, dijeron: «Este no lanza los demonios sino en Beelzebub, príncipe de los demonios».

25 Y conociendo los sentimientos de ellos, díjoles: «Todo reino dividido contra sí mismo, es desolado, y toda ciudad o casa dividida contra sí misma no subsistirá.

26 Si Satanás a Satanás lanza, contra sí mismo está dividido: ¿Cómo, pues, subsistirá su reino?

27 Y, si yo en Beelzebub lanzo los demonios, vuestros hijos(g) ¿en quién le lanzan? Por esto ellos jueces serán vuestros.

28 Pero si en el Espíritu de Dios yo lanzo los demonios, por cierto ha llegado a vosotros el reino de Dios.

29 ¿O cómo puede alguno entrar en la casa del fuerte, y arrebatar sus armas si primero no atare al fuerte; y entonces despojará su casa?

30 El que no es conmigo, contra mí es, y el que no recoge conmigo, desparrama.

31 Por esto dígoos: todo pecado y blasfemia, perdonada será a los hombres; pero la blasfemia del Espíritu no será perdonada.

32 Y, si alguno dijere palabra contra el Hijo del hombre, se le perdonará, pero si hablare contra el Espíritu santo(h), no se le perdonará, no, ni en este siglo, ni en el venidero(i).

33 O haced(j) el árbol hermoso y su fruto hermoso, o haced el árbol carcomido y su fruto carcomido; pues por el fruto se conoce el árbol.

34 Engendros de víboras, ¿cómo podéis lo bueno hablar, malos siendo? pues de la abundancia del corazón la boca habla.

35 El buen hombre del buen tesoro lanza lo bueno; y el mal hombre del mal tesoro lanza lo malo.

36 Y dígoos que toda palabra ociosa(k) que hablaren los hombres, —darán de ella cuenta en el día del juicio.

37 Pues por tus palabras serás justificado, y por tus palabras, condenado.»

38 Entonces, respondiéronle algunos de los escribas y fariseos, diciendo: «Maestro, queremos de ti una señal ver».

39 Y él, respondiendo, díjoles: «Generación mala y adúltera, señal demanda, y señal no se le dará, sino la señal de Jonás el profeta.

40 Pues, así como estuvo Jonás en el vientre de la ballena tres días y tres noches, así estará el Hijo del hombre en el corazón de la tierra, tres días y tres noches.

41 Varones ninivitas resucitarán en el juicio con esta generación y condenaránla; porque se arrepintieron a la predicación de Jonás, y he aquí más que Jonás aquí(l).

42 Reina del noto(m) levantárase, en el juicio con esta generación y condenárala, porque vino de los fines de la tierra a oír la sabiduría de Salomón; y he aquí más que Salomón, aquí.»

43 «Y cuando el inmundo espíritu(n) ha salido del hombre, va al través de inacuosos lugares buscando reposo, y no halla.

44 Entonces dice: «A mi casa volveré de donde salí»; y, viniendo, hállala reposando y barrida y adornada:

45 Entonces va y toma consigo siete otros espíritus peores que él y entrando habitan allí; y se hace lo postrero de aquel hombre peor que lo primero. Así sucederá también a esta generación, la mala.»

46 Aún hablando él a las turbas, he aquí que la madre y los hermanos(o) de él, estaban parados fuera, queriéndole hablar.

47 y díjole alguien: «He ahí que tu madre y tus hermanos fuera están parados queriéndote hablar».

48 Y él respondiendo, dijo al que le hablaba: «¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos?»

49 (12:48) y, extendiendo su mano, sobre sus discípulos, dijo: «He ahí mi madre y mis hermanos;

50 (12:49) pues quien quiera que hiciere la voluntad de mi Padre, el de los cielos, él es mi hermano, y hermana y madre.»

13

1 Parábolas En aquel día, saliendo Jesús de la casa, sentóse junto al mar;

2 y congregáronse a él turbas muchas, de modo que él, en barco entrando, se sentó y toda la turba sobre la ribera estaba parada,

3 y hablóles muchas cosas en parábolas, diciendo: «He aquí salió el sembrador a sembrar.

4 Y, sembrando él, lo uno cayó junto al camino y, viniendo los volátiles del cielo, devoráronlo.

5 Y lo otro cayó sobre lo pedregoso, donde no tenía tierra mucha y pronto brotó por no tener hondura de tierra;

6 pero, naciendo el sol, se quemó y, no teniendo raíz, secóse.

7 Y lo otro cayó sobre las espinas, y subieron las espinas, y ahogáronlo.

8 Y lo otro cayó sobre la tierra la bella y daba fruto; cual a ciento; cual a sesenta; cual a treinta.

9 El que tenga orejas para oír, oiga».

10 Y allegándose los discípulos, dijéronle: «¿Por qué en parábolas les hablas?»

11 Y él respondiendo, díjoles: «Porque a vosotros es dado conocer los misterios del reino de los cielos; mas a aquéllos no es dado.

12 Pues, quien tuviere,(a) le será dado; y abundará; pero, el que no tuviere, —aún lo que tuviere, le será quitado.

13 Por esto en parábolas les hablo, porque viendo no ven(b), y oyendo no oyen, ni entienden.

14 Y cumplida les está la profecía de Isaías, la que dice: (Is. 6,9-10.) Con oído oiréis y no entenderéis, no; Y mirando, miraréis y no veréis, no.

15 Pues se endureció el corazón de este pueblo y con las orejas pesadamente han oído; y sus ojos han ido cerrando, que jamás vean con los ojos, y con las orejas oigan, y con el corazón entiendan; y se conviertan, y yo los sane.

16 De vosotros, empero, felices los ojos porque miran, y las orejas, porque oyen.

17 Pues, en verdad dígoos que muchos profetas y justos anhelaron ver lo que miráis y no vieron, y oír lo que oís, y no oyeron.

18 Vosotros, pues, oid la parábola del que siembra.

19 De todo el que oyere la palabra del reino y no entendiere, —viene el malo y arrebata lo sembrado en su corazón: éste es el junto al camino sembrado.

20 Y el sobre lo pedregoso sembrado; éste es el que la palabra oye y al punto con alegría la recibe;

21 pero no tiene raíz en sí mismo, sino que temporal es, y viniendo tribulación o persecución por la palabra, al punto se escandaliza.

22 Y el sobre las espinas sembrado: éste es el que la palabra oye, y el cuidado del siglo y el engaño de las riquezas acaba de ahogar la palabra, e infructuosa se hace.

23 Y el sobre la hermosa tierra sembrado: éste es el que la palabra oye y entiende, el que fructifica y da: quien a ciento; quien a sesenta; quien a treinta.»

24 Otra parábola propúsoles, diciendo: «Asemejádose ha el reino de los cielos a un hombre sembrando hermosa simiente en su campo.

25 Y mientras dormían los hombres, vino el enemigo de él, y sobresembró cizaña en medio del trigo, y se fue.

26 Y cuando floreció la yerba y fruto dio, entonces apareció también la cizaña.

27 Y, llegándose los siervos del dueño de casa le dijeron: «Señor, ¿no has acaso hermosa simiente sembrado en tu campo? ¿de dónde pues, tiene cizaña?

28 Y él díjoles: «Enemigo hombre esto hizo». Y ellos le dicen: «¿Quieres, pues que, yendo, la recojamos?»

29 Y les dice: «No», no sea que, recogiendo la cizaña, desarraiguéis a la vez con ella el trigo.

30 Dejad crecer juntamente los dos hasta la siega; y, en tiempo de la siega, diré a los segadores: «Recoged primero la cizaña y atadla en atados para quemarla; y el trigo juntad en mi granero.»

31 Otra parábola propúsoles diciendo: «Semejante es el reino de los cielos a un grano de mostaza, el que tomando un hombre, sembró en su campo,

32 la cual, aunque es la más pequeña de todas las simientes, sin embargo, cuando ha crecido, es la mayor de las hortalizas y se hace árbol que vienen los volátiles del cielo y moran en sus ramas.»

33 Otra parábola hablóles: «Semejante es el reino de los cielos a levadura, que tomando una mujer, escondió en, de harina, satos(c) tres hasta que se leudó todo».

34 Todo esto habló Jesús en parábolas a las turbas, y sin parábola nada les hablaba.

35 Para que se cumpliese lo dicho por el profeta, diciendo: «Abriré en parábolas mi boca; desbordaréme en cosas escondidas desde la creación del mundo».

36 Entonces, despidiendo las turbas, vino a la casa. Y llegáronse a él sus discípulos, diciendo: «Acláranos bien la parábola de la cizaña del campo».

37 Y él respondiendo, dijo: «El que siembra la bella simiente es el Hijo del hombre;

38 y el campo es el mundo, y la bella simiente —éstos son los hijos del reino; y la cizaña son los hijos del malo;

39 y el enemigo el que la siembra, es el diablo; y la siega, consumación de siglos, y los segadores ángeles son.

40 Así como, pues, se recoge la cizaña y con fuego se quema, así será en la consumación del siglo.

41 Enviará el Hijo del hombre sus ángeles y recogerán de su reino todos los escándalos y a los que hacen la iniquidad.

42 y arrojaránles en el horno del fuego; allí habrá el llanto y el rechino de los dientes.

43 Entonces los justos destellarán como el sol, en el reino de su Padre. Quien tuviere orejas para oír, oiga.»

44 «Símil es el reino de los cielos a un tesoro escondido en el campo, el que, encontrando un hombre, escondió, y de gozo de él se va, y vende cuanto tiene y compra aquel campo.»

45 «De nuevo símil es el reino de los cielos a un mercader buscando hermosas perlas;

46 y, encontrando una preciosa perla, yéndose, ha vendido todo cuanto tenía, y compróla.»

47 «De nuevo símil es el reino de los cielos a una red lanzada al mar y de todo género(d) juntando,

48 la que, cuando se llenó, sacándola fuera a la playa y sentándose, reunieron lo hermoso en vasos, pero lo podrido fuera arrojaron.

49 Así será en la consumación del siglo: saldrán los ángeles y separarán a los malos de en medio de los justos,

50 y arrojaránles en el horno del fuego; allí habrá el llanto y el rechino de los dientes.

51 ¿Tenéis entendido esto todo?». Dícenle: «Sí».

52 Y él díjoles: «Por esto,(e) todo escriba instruido en el reino de los cielos símil es a un hombre dueño de casa, el cual saca de su tesoro cosas nuevas y viejas.»

53 Y sucedió, cuando acabó Jesús estas parábolas pasó de allí.

54 Y viniendo a su patria, enseñóles en la sinagoga de ellos, que se arrobaron y dijeron: «¿De dónde a éste esta sabiduría y los poderes?(f)

55 ¿No es éste del carpintero hijo? ¿No la madre de él se llama María y los hermanos de él Santiago, y José, y Simón y Judas?

56 Y las hermanas de él ¿acaso no todas con nosotros están? ¿De dónde, pues, a éste todo esto?»

57 Y escandalizábanse en él. Y Jesús díjoles: «No hay profeta deshonrado, sino en su patria y en su casa».

58 Y no hizo allí poderes muchos, por la incredulidad de ellos.

14

1 Milagros Muerte del Bautista En aquel tiempo oyó Herodes, el tetrarca, la oída (a) de Jesús,

2 y dijo a sus jóvenes:(b) «Este es Juan el Bautista: él ha resucitado de los muertos, y por esto los poderes se obran en él».

3 Porque Herodes, apoderándose, a Juan había atado y en prisión puéstole, por Herodías, la mujer de Felipe, su hermano;

4 pues decíale Juan: «No te es lícito tenerla».

5 Y queriendo matarle, temía a la muchedumbre, porque por profeta le tenían.

6 Y viniendo el natalicio de Herodes; danzó la hija de Herodías al medio y agradó a Herodes,

7 por donde con juramento prometió darla lo que pidiese.

8 Y ella prevenida de su madre: «Dame, dice, aquí en una escudilla, la cabeza de Juan el Bautista».

9 Y entristecido el rey por los juramentos y los comensales, mandó se diese;

10 y enviando, decapitó a Juan en la prisión.

11 Y se trajo la cabeza de él en una escudilla y se le dio a la doncellita, y la llevó a su madre.

12 Y viniendo sus discípulos levantaron el cadáver, y sepultáronle, y, viniendo, anunciaron a Jesús.

13 Y, oyendo Jesús, se retiró en barca a desierto lugar aparte; y, oyendo las turbas, siguiéronle a pie de las ciudades.

14 Y, saliendo, vio mucha turba y se lastimó de ellos y sanó sus enfermos.

15 Y al atardecer acercáronsele los discípulos, diciendo: «Desierto es el lugar y la hora ya ha pasado; despide, pues, las turbas para que, yendo a las aldeas, se compren alimento».

16 Y Jesús díjoles: «No tienen necesidad de irse; dadles vosotros de comer».

17 Y ellos dícenle: «No tenemos aquí sino cinco panes y dos peces».

18 Y él dijo: «Traédmelos acá».

19 Y mandando a las turbas recostarse en la hierba, tomando los cinco panes y los dos peces, mirando hacia el cielo, bendijo, y partiendo dio a los discípulos los panes, y los discípulos, a las turbas.

20 Y comieron todos y hartáronse y alzaron las sobras de los pedazos; doce cofines(c) llenos.

21 Y los que comieron, fueron como cinco mil hombres sin mujeres y niños.

22 Y luego hizo a sus discípulos subir en la barca y precederle allende hasta mientras despedía las turbas.

23 Y habiendo despedido las turbas, subió al monte aparte a orar. Y al atardecer solo estaba allí.

24 Y la barca ya estadios(d) muchos de la tierra distaba, azotada por las olas; pues era contrario el viento.

25 Mas, a la cuarta vigilia(e) de la noche vino a ellos paseando sobre el mar.

26 Y los discípulos viéndole pasear por el mar se espantaron, diciendo que: «fantasma es», y de temor gritaron.

27 Pero luego hablóles Jesús, diciendo: «Confiad: yo soy: no temáis».

28 Y respondiéndole Pedro, dijo: «Señor, si tú eres, mándame ir a ti sobre las aguas».

29 Y él dijo: «Ven». Y bajando de la barca Pedro, paseó sobre las aguas, y fue a Jesús.

30 Mas, mirando el viento fuerte, se atemorizó; y empezando a sumergirse, gritó diciendo: «Señor sálvame».

31 Y luego Jesús, extendiendo la mano, le cogió, y dícele: «Poco creyente, ¿a qué has dudado?»

32 Y subiendo ellos en la barca, calmó el viento.

33 Y los de la barca adoráronle, diciendo: «Verdaderamente de Dios Hijo eres».

34 Y atravesando llegaron a la tierra, a Genesaret.

35 Y conociéndole los hombres de aquel lugar, enviaron a todos aquellos contornos y trajéronle todos los enfermos,

36 y rogábanle que tan sólo tocaran la orla de su vestido; y cuantos le tocaron, sanaron.

15

1 Son confundidos los fariseos Entonces acércanse a Jesús de Jerusalén, fariseos y escribas, diciendo.

2 «¿Por qué tus discípulos quebrantan la tradición de los ancianos? ¿pues no se lavan las manos cuando pan comen?»

3 Y él respondiendo, díjoles: «¿Por qué también vosotros quebrantáis el mandamiento de Dios por vuestra tradición?

4 Pues Dios dijo: Honra al padre y la madre. Y: el que hablare mal de padre o madre, de muerte fine;

5 y vosotros decís: «El que dijere al padre o a su madre: «Ofrenda que de mí(a) a ti te aprovechará»; no honrará a su padre, no, a su madre(b);

6 y derogasteis la palabra de Dios por vuestra tradición.

7 Hipócritas, bellamente profetizó de vosotros Isaías, diciendo: Este pueblo con los labios me honra;

8 pero su corazón lejos está de mí;

9 y en vano me reverencian, enseñando enseñanzas, invenciones de hombres».

10 Y llamando a sí la turba, díjoles: «Oid y entended:

11 No lo que entra en la boca, comunica(c) al hombre, sino lo que sale de la boca, esto comunica al hombre».

12 Entonces, acercándose los discípulos, le dicen: «¿Sabes que los fariseos, oyendo la palabra, se han escandalizado?»

13 Y él respondiendo, dijo: «Todo plantel que no ha plantado mi Padre el celestial, desarraigado será.

14 Dejadles: ciegos son guías de ciegos; y ciego si a ciego guía, ambos en hoyo caerán».

15 Y respondiendo Pedro díjole: «Explícanos la parábola».

16 Y él dijo: «¿Aún ahora también vosotros ininteligentes sois?

17 No comprendéis que todo lo que entra en la boca, al vientre va y en la letrina(d) se arroja?

18 Pero lo que sale de la boca, del corazón parte, y aquello comunica al hombre.

19 Pues del corazón salen pensamientos malos, muertes, adulterios, fornicaciones, hurtos, falsos testimonios, blasfemias.

20 Esto es lo que comunica al hombre; pero el con manos no lavadas comer no comunica al hombre.»

21 Y saliendo de allí Jesús, se retiró a las partes de Tiro y Sidón.

22 Y he aquí una mujer cananea de aquellos confines saliendo, gritaba, diciendo: «Apiádate de mí, Señor, hijo de David. Mi hija está malamente endemoniada».

23 Pero él no la respondió palabra. Y acercándose sus discípulos, rogáronle, diciendo: «Despídela, porque grita detrás de nosotros».

24 Y él respondiendo dijo: «No se me ha enviado sino a las ovejas, las perecidas, de casa de Israel».

25 Mas, ella, viniendo, adoróle diciendo: «Señor, socórreme».

26 Y él respondiendo dijo: «No es bello tomar el pan de los hijos y arrojar a los perrillos».

27 Y ella dijo: «Sí, Señor, —también los perrillos comen de las migajas las que caen de la mesa de sus señores».

28 Entonces respondiendo Jesús, díjola: «¡Oh mujer, grande, tu fe!: hágasete como quieres». Y sanó su hija desde aquella hora.

29 Y saliendo de allí Jesús, vino junto al mar de la Galilea, y, subiendo al monte, sentóse allí.

30 Y acercáronse a él turbas muchas, teniendo consigo cojos, mancos, ciegos, sordos y otros muchos, y arrojáronles a los pies de él; y sanóles;

31 que las turbas se maravillaron viendo a sordos hablar, mancos sanos; y cojos pasear, y ciegos ver, y glorificaron al Dios de Israel.

32 Y Jesús llamando a sí sus discípulos, dijo: «Lastímome de la turba, que días tres permanecen conmigo y no tienen qué comer; y despedirles ayunos no quiero; no sea que desfallezcan en el camino».

33 Y dícenle los discípulos: «¿De dónde a nosotros en páramo panes tantos para hartar turba tanta?»

34 Y díceles Jesús: «¿Cuántos panes tenéis?» Y ellos dijeron: «Siete, y unos pocos pececillos».

35 Y significando a la turba echarse sobre la tierra,

36 tomó los siete panes y los peces, y agradeciendo, partió, y daba a los discípulos; y los discípulos, a las turbas.

37 Y comieron todos, y hartáronse y las sobras de los pedazos alzaron: siete espuertas llenas.

38 Y los que comieron, fueron cuatro mil hombres, sin mujeres y niños.

39 Y habiendo despedido a las turbas, entró en la barca y fue a los confines de Magadán.

16

1 Enseñanzas La señal de Jonás Y acercándose los fariseos y saduceos, tentando, pidiéronle señal del cielo les mostrara.

2 Mas él, respondiendo, díjoles: «Al atardecer, decís: «Bonanza, que se enrojece el cielo»;

3 Y al alba: «Hoy tempestad que se enrojece, entristeciéndose el cielo». La faz del cielo, ciertamente, sabéis distinguir; pero ¿las señales de los tiempos no podéis?

4 Generación mala y adúltera señal pide, y señal no se le dará sino la señal de Jonás.» Y abandonándoles, se fue.

5 Y viniendo los discípulos allende, olvidaron panes tomar.

6 Y Jesús, díjoles: «Mirad y guardaos de la levadura de los fariseos y saduceos».

7 Y ellos consideraban entre sí, diciendo: que «panes no hemos tomado».

8 Y conociendo Jesús, dijo: «¿Qué consideráis dentro de vosotros, poco creyentes, que panes no tenéis?

9 ¿Aún no comprendéis, ni recordáis los cinco panes de los cinco mil y cuantos cofines cogistéis?

10 Ni los siete panes de los cuatro mil, y cuántas espuertas cogisteis?

11 ¿Cómo no comprendéis que no de panes os dije: «Y guardaos de la levadura de los fariseos y saduceos?»

12 Entonces comprendieron que no dijo se guardasen de la levadura de los panes, sino de la doctrina de los fariseos y saduceos.

13 Y viniendo Jesús a las partes de Cesarea, la de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: «¿Quién dicen los hombres ser el Hijo del hombre?»

14 Y ellos dijeron: «Unos que Juan el Bautista; otros que Elías; otros que Jeremías, o uno de los profetas».

15 Díceles: «Y vosotros ¿quién decís que soy?»

16 Y respondiendo Simón Pedro, dijo: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el viviente».

17 Y respondiendo Jesús, díjole: «Bienaventurado eres, Simón Barjonás(a), porque carne y sangre(b) no te ha revelado, sino mi Padre el de los cielos.

18 Y yo también(c) te digo que tú eres Pedro(d) y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y puertas de infierno no prevalecerán contra ella.

19 Te daré las llaves del reino de los cielos, y lo que atares sobre la tierra, atado estará en los cielos, y lo que desatares sobre la tierra, desatado estará en los cielos.»

20 Entonces intimó a sus discípulos que a nadie digan que él es el Cristo.

21 Desde entonces empezó Jesús a manifestar a sus discípulos que debe él a Jerusalén ir y mucho padecer de los ancianos y sumos sacerdotes y escribas, y ser muerto, y al tercer día, resucitar.

22 Y tomándole aparte Pedro, dícele intimando: «¡Lejos de ti Señor!: no te será esto, no».

23 Pero él, volviéndose, dijo a Pedro: «¡Retírate! detrás de mí, Satán(e); escándalo(f) eres mío, porque no piensas lo de Dios, sino lo de los hombres.»

24 Entonces Jesús dijo a sus discípulos: «si alguno quiere en pos de mí venir, niéguese a sí mismo, y alce su cruz, y sígame.

25 Pues el que quisiere su alma salvar, perderála; mas, el que perdiere su alma por causa mía, hallarála.

26 Pues ¿qué aprovechará un hombre, si el mundo entero ganare y a su alma dañare? O ¿qué dará un hombre en cambio de su alma?

27 Pues debe el Hijo del hombre de venir en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces remunerará a cada uno según su conducta.

28 En verdad os digo que hay algunos de los aquí parados los que no gustarán(g) muerte hasta que no vieren al Hijo del hombre venir en su realeza»(h).

17

1 Milagros La Transfiguración Y después de días seis toma consigo aparte Jesús a Pedro, y Santiago, y Juan, el hermano de él, y los lleva arriba, a un monte alto aparte.

2 Y transfiguróse delante de ellos: y resplandeció su rostro como el sol; y sus vestidos tornáronse esplendorosos como la luz.

3 Y he aquí que se les apareció Moisés y Elías, conversando con él.

4 Y respondiendo Pedro, dijo a Jesús: «Señor, bello es que nosotros aquí estemos; si quieres, haré aquí tiendas tres: a ti una, y a Moisés una, y a Elías una».

5 Aún hablando él, he aquí una nube luminosa les fue sombreando y he aquí una voz de la nube diciendo: «Este es el Hijo mío, el amado, en quien me he complacido: escuchadle».

6 Y oyendo los discípulos, cayeron sobre su rostro y atemorizáronse sobremanera.

7 Y llegóse Jesús y, tocándoles, dijo: «Levantaos y no os atemoricéis».

8 Y alzando sus ojos a nadie vieron, sino a Jesús sólo.

9 Y bajando ellos del monte, encargóles Jesús, diciendo: «A nadie digáis la visión hasta que el Hijo del hombre de los muertos resucite.»

10 Y preguntáronle los discípulos, diciendo: «¿Qué, pues, los escribas dicen que Elías debe venir primero?»

11 Y él respondiendo, dijo: «Elías ciertamente viene y restaurará todo;

12 y dígoos que Elías ya vino, y no le conocieron, sino que hicieron en él cuanto quisieron; así también el Hijo del hombre ha de padecer de ellos.»

13 Entonces comprendieron los discípulos que de Juan el Bautista les habló.

14 Y viniendo ellos a la turba acercósele un hombre, arrodillándosele,

15 y diciendo: «Señor, apiádate de mi hijo, porque es lunático y mal está; pues, muchas veces cae al fuego y muchas veces al agua.

16 Y le traje a tus discípulos y no le pudieron sanar.»

17 Y respondiendo Jesús, dijo: «Oh generación, increyente y perversa ¿hasta cuándo con vosotros estaré? ¿hasta cuándo os sufriré? Traédmelo acá.»

18 E impúsole Jesús, y salió de él el demonio y sanó el niño desde aquella hora.

19 Entonces acercándose los discípulos a Jesús aparte dijeron: «¿Por qué nosotros no pudimos lanzarle?»

20 Y él les dice: «Por vuestra poca fe; pues en verdad os digo: si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: «Pásate de acá a allá». Y se pasará, y nada os será imposible.

21 Pero este linaje no sale sino en oración y ayuno.»

22 Y volviendo, ellos juntos, en la Galilea, díjoles Jesús: «Ha de ser el Hijo del hombre entregado en manos de hombres,

23 y mataránle y al tercer día resucitará». Y se entristecieron sobremanera.

24 Y, viniendo ellos a Cafarnaúm, se acercaron los que los didracmas cobraban a Pedro y dijeron: «¿Vuestro maestro no paga didracmas?».

25 Dice: «Sí». Y viniendo él a la casa adelantóse a él Jesús, diciendo: «¿Qué te parece, Simón? Los reyes de la tierra ¿de quiénes cobran tributos o censo? ¿de los hijos de ellos o de los extraños?»

26 Y diciendo él: «De los extraños», díjole Jesús: «Luego, pues, libres están los hijos.

27 Pero, porque no los escandalicemos, yendo al mar, arroja anzuelo y al saliente primer pez alza; y abriendo su boca, hallarás un estatero(a); aquél tomando, dales por mí y ti».

18

1 Enseñanzas El niño En aquella hora acercáronse los discípulos a Jesús, diciendo: «¿Quién, pues, mayor es en el reino de los cielos?»

2 Y llamando a sí a un pequeñuelo púsole en medio de ellos,

3 y dijo: «En verdad dígoos; si no os mudareis e hiciereis como los pequeñuelos, no entraréis, no, en el reino de los cielos».

4 Quien, pues, se humillare como este pequeñuelo, ése es el mayor en el reino de los cielos».

5 «Y el que recibe un pequeñuelo tal, en mi nombre, a mí recibe;

6 mas, el que escandalizare a uno de estos pequeños, de los que creen en mí, conviénele que se cuelgue muela asinina(a) alrededor de su cuello y se sumerja en el piélago de la mar(b).

7 Ay, del mundo por los escándalos; necesario es, por cierto, que vengan los escándalos; empero ¡ay del hombre, por quien el escándalo viene!

8 Y si tu mano o tu pie te escandaliza, córtalo y arrójalo de ti; bello te es entrar en la vida manco o cojo que, dos manos o dos pies teniendo, ser arrojado al fuego al eterno.

9 Y si tu ojo te escandaliza, sácalo y arrójalo de ti; bello te es monóculo a la vida entrar que, dos ojos teniendo, ser arrojado a la gehenna del fuego.

10 Mirad que no despreciéis a uno de estos pequeños; pues, dígoos que sus ángeles en los cielos de continuo miran el rostro de mi Padre, del de los cielos.

11 Pues ha venido el Hijo del hombre a salvar lo perdido.

12 ¿Qué os parece? si tuviera algún hombre cien ovejas y se descarriare una de ellas —¿no dejará las noventa y nueve en los montes, y, yendo, busca la descarriada?

13 Y si aconteciere hallarla, en verdad dígoos que se alegra de ella más que de las noventa y nueve no descarriadas.

14 Así no hay voluntad delante de mi Padre, el de los cielos, de que perezca uno de estos pequeños.

15 Y, si pecare tu hermano, ve, repréndele entre ti y él solo. Si te oyere, has ganado a tu hermano;

16 mas, si no oyere, tómate contigo todavía uno o dos para que en boca de dos testigos o tres conste toda palabra.

17 Pero, si les desoyere, di a la iglesia;(c) pero, si también a la iglesia desoyere, séate tal como el gentil y el publicano.

18 En verdad, os digo: cuanto atareis sobre la tierra, estará atado en el cielo; y cuanto desatareis sobre la tierra, desatado estará en el cielo.

19 De nuevo, en verdad, dígoos que, si dos se concertaren de vosotros sobre la tierra, acerca de toda cosa que pidieren, seráles(d) desde mi Padre, el de los cielos.

20 Pues donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy en medio de ellos.»

21 Entonces, acercándose Pedro, díjole: «Señor ¿cuántas veces pecará contra mí mi hermano y le perdonaré? ¿hasta siete veces?»

22 Dícele Jesús: «No te digo: hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.

23 Por esto se ha asemejado el reino de los cielos a un hombre rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos.

24 Y principiando él a ajustar, fue traído uno a él, deudor de diez mil talentos(e).

25 Y no teniendo él cómo pagar, mandóle el señor vender y la mujer y los hijos y todo cuanto tiene, y pagarse.

26 Cayendo, pues, el siervo, adoróle diciendo: «Magnánimo sé conmigo, y todo te pagaré».

27 Y lastimado el señor de aquel siervo, soltóle y la deuda perdonóle.

28 Pero, saliendo aquel siervo, halló a uno de sus consiervos que le debía cien denarios(f) y cogiendo le ahogaba, diciendo: «Paga, si algo debes».

29 Cayendo(g) pues, su consiervo, rogábale diciendo: «Magnánimo sé conmigo y te pagaré»;

30 pero él no quiso, sino que yéndose, le arrojó en prisión hasta que pagase lo debido.

31 Viendo, pues, sus consiervos lo acontecido, se entristecieron sobremanera, y, viniendo, contaron a su señor todo lo acontecido.

32 Entonces, llamándole a sí, su señor dícele: «Siervo malo, toda aquella deuda te perdoné, cuando me rogaste;

33 ¿no era necesario también apiadarte tú de tu consiervo, como yo también me apiadé de ti?

34 Y airado su señor, entrególe a los verdugos hasta que pagase todo lo a él debido.

35 Así también mi Padre, el celestial, hará con vosotros si no perdonareis, cada cual a su hermano, de vuestros corazones.»

19

1 Enseñanzas. De la monogamia Y aconteció, cuando Jesús terminó estas palabras, pasó de la Galilea, y fue a los confines de la Judea, allende del Jordán,

2 Y siguiéronle turbas muchas, y sanóles allí.

3 Y acercarónse a él fariseos, tentándole y diciendo: «¿Si es lícito repudiar a su mujer por cualquier causa?»

4 Y él, respondiendo, dijo: «¿No habéis leído que quien les creó, desde el principio macho y hembra hízoles y dijo:(a)

5 Por esto abandonará hombre padre y madre y se adherirá a su mujer, y serán los dos para en carne una.

6 Así que ya no son dos sino carne una. Lo que Dios, pues, coyundó, el hombre no lo separe».

7 Dícenle: «¿Qué, pues, Moisés encargó dar libelo de divorcio y repudiar?»

8 Díceles: «Porque Moisés por vuestro duro corazón os concedió repudiar vuestras mujeres; pero al principio no fue así.

9 Y dígoos que quien repudiare a su mujer, si no por fornicación y se casare con otra, adultera».

10 Dícenle los discípulos: «Si así es la condición del hombre con la mujer, no conviene casarse».

11 Y él les dijo: «No todos comprenden esta palabra, sino a los que ha sido dado(b).

12 Pues hay castrados que del vientre de la madre han nacido así, y hay castrados quien castrados fueron de los hombres; y hay castrados que se castraron a sí mismos por el reino de los cielos. El que pueda comprender, comprenda.»

13 Entonces trajeron a él pequeñuelos, para que pusiera las manos sobre ellos y orara; pero los discípulos impusiéronles.

14 Y Jesús dijo: «Dejad a los pequeñuelos y no les estorbéis venir a mí; que de tales es el reino de los cielos».

15 Y habiendo puesto las manos sobre ellos, partió de allí.

16 Y he aquí uno llegándose, díjole: «Maestro bueno ¿qué de bueno haré para tener la vida eterna?»

17 Y él díjole: «¿Qué me(c) preguntas de lo bueno? uno es el bueno; pero si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos».

18 Dícele: «¿Cuáles?» Y Jesús dijo: «El de no matarás; no adulterarás; no hurtarás; no testimoniarás falso;

19 honra al padre y a la madre; y amarás a tu prójimo como a ti mismo».

20 Dícele el jovencito: «Todo esto he guardado desde mi juventud;(d) ¿qué me falta todavía?».

21 Díjole Jesús: «Si quieres ser perfecto anda, vende lo que tienes y dalo a los mendigos, y tendrás un tesoro en los cielos, y acá sígueme».

22 Pero, oyendo el jovencito la palabra, se retiró entristecido; porque estaba teniendo bienes muchos.

23 Y Jesús dijo a sus discípulos: «En verdad os digo que un rico difícilmente entrará en el reino de los cielos.

24 Y de nuevo os digo: más fácil es que un camello por ojo de aguja entre(e) que un rico, en el reino de Dios.»

25 Y, oyendo los discípulos, se pasmaron sobremanera, diciendo: «¿Quién, pues, se puede salvar?»

26 Y contemplando, Jesús, díjoles: «Ante hombres esto imposible es, pero ante Dios; todo posible».

27 Entonces, respondiendo Pedro, díjole: «He aquí nosotros hemos dejado todo y seguídote: ¿qué, pues, habrá para nosotros?»

28 Y Jesús díjoles: «En verdad os digo que vosotros los que me habéis seguido, en la regeneración, cuando se sentare el Hijo del hombre en trono de su gloria os sentaréis también vosotros en doce tronos, juzgando las doce tribus de Israel.

29 Y todo aquel que ha dejado casas y hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o hijos o campos por mi nombre, el múltiplo recibirá y la vida eterna heredará.

30 Y muchos habrá primeros, últimos, y últimos, primeros.»

20

1 Parábola de la viña «Porque semejante es el reino de los cielos a un hombre dueño de casa, el que salió con el alba a ajustar obreros para su viña.

2 Y habiéndose concertado con los obreros en un denario al día envióles a su viña.

3 Y saliendo cerca de la tercera hora(a) vio otros parados en la plaza, ociosos,

4 también a aquéllos dijo: «Id también vosotros a la viña, y lo que fuere justo daréos».

5 Y ellos se fueron. Y otra vez saliendo cerca de la sexta y nona hora, hizo otro tanto. T; 12ª —puesta de sol.

6 Y cerca de la undécima, saliendo halló otros parados y díceles: «¿Qué aquí estáis parados todo el día ociosos?»

7 Dícenle: «Porque nadie nos ha ajustado». Díceles: «Idos también vosotros a la viña».

8 Y atardeciendo, dice el dueño de la viña a su mayordomo: «Llama a los obreros y paga el jornal principiando por los últimos, hasta los primeros.

9 Y viniendo los de cerca de la undécima hora recibieron sendos denarios.

10 Y viniendo los primeros pensaron que más recibirían, y recibieron sendos denarios también ellos.

11 Y cogiendo, murmuraron contra el dueño de casa,

12 diciendo: «Estos, los últimos, una hora han hecho, e iguales a ellos con nosotros has hecho que hemos llevado el peso del día y el ardor».

13 Y, él respondiendo, a uno de ellos, dijo: «Amigo no te agravio: ¿Acaso en denario no te has concertado conmigo?

14 Toma lo tuyo, y vete; Quiero yo a éste, el último, dar lo mismo que a ti.(b)

15 ¿No puedo yo, lo que quiero hacer en lo mío? ¿o tu ojo malo está porque yo bueno soy?»

16 Así serán los últimos, primeros; y los primeros, últimos. Pues muchos son llamados; pero pocos, escogidos.»

17 Y, habiendo de subir Jesús a Jerusalén, llevóse los doce aparte, y en el camino díjoles:

18 «He aquí subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y escribas; y condenaránle a muerte,

19 y entregaránle a las gentes para jugarse con él y azotar y crucificar; y al tercer día resucitará».

20 Entonces acercóse a él la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos adorando y pidiendo algo de él,

21 y él díjola: «¿Qué quieres?» Dícele: «Di que se sienten estos dos hijos míos: uno a la derecha tuya y uno a la izquierda en tu reino».

22 Y respondiendo Jesús dijo: «No sabéis qué pedís. ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber?» Dícenle: «Podemos».

23 Díceles: «El cáliz mío ciertamente beberéis; mas el sentarse a la derecha mía o a la izquierda, no es mío esto dar, sino a quienes está preparado por mi Padre».

24 Y oyendo los diez, indignáronse contra los dos hermanos.

25 Y Jesús llamándoles a sí, dijo: «Sabéis que los príncipes de las gentes se enseñorean de ellos y los grandes aduéñanse de ellos.

26 No así es en vosotros; sino que el que quisiere en vosotros grande hacerse, será de vosotros servidor.

27 Y el que quisiere en vosotros ser primero, será de vosotros siervo;

28 así como el Hijo del hombre no vino a ser servido, sino a servir y dar su alma redención por muchos.»

29 Y saliendo ellos de Jericó, siguióle turba mucha.

30 Y he aquí dos ciegos sentados a par del camino, oyendo que Jesús va pasando, clamaron diciendo: «Señor, apiádate de nosotros, hijo de David».

31 Y la turba intimábales que callaran; pero ellos más clamaban, diciendo: «Señor, apiádate de nosotros, hijo de David».

32 Y parándose Jesús, voceóles y dijo: «¿Qué queréis os haga?»

33 Dícenle: «Señor, que se abran nuestros ojos».

34 Y lastimado Jesús, tocó los ojos de ellos y al punto vieron y siguiéronle.

21

1 Jesús en Jerusalén Entrada triunfal Y cuando se acercaron a Jerusalén, llegaron a Betfagé, al monte de las Olivas. Entonces Jesús envió dos discípulos,

2 diciéndoles: «Id a la aldea, la de enfrente de vosotros, y luego hallaréis asna atada y pollino con ella; desatando, traedme.

3 Y si alguien os dijere algo, diréis: que «el Señor de ellos necesidad tiene, y luego los enviará.»

4 Y esto ha acontecido para que se cumpliese lo dicho por el profeta, diciendo:

5 Decid a la hija de Sión: «He aquí tu rey te viene manso y sentado sobre asna y sobre pollino, hijo de subyugal»(a)

6 Y yendo los discípulos y haciendo según les determinó Jesús,

7 trajeron el asna y el pollino, y pusieron sobre ellos las vestiduras y sentóse sobre ellas.

8 Y la mayor(b) turba tendieron sus vestiduras en el camino y otros cortaban ramas de los árboles y tendían en el camino.

9 Y las turbas las que le precedían y las que seguían clamaban diciendo: Hosanna(c) al Hijo de David, bendito el que viene en nombre del Señor; hosanna en lo más excelso.

10 Y entrando él en Jerusalén se conmovió toda la ciudad, diciendo: «¿Quién es éste?»

11 Y las turbas decían: «Este es el profeta Jesús, el de Nazaret, de la Galilea».

12 Y entró Jesús en el santuario de Dios y arrojó fuera todos los vendientes y comprantes en el santuario, y las mesas de los cambistas volcó y las sillas de los vendientes de las palomas. Y díceles:

13 Escrito está: «La casa mía, casa de oración será llamada: pero vosotros la hacéis cueva de bandidos».

14 Y allegáronsele ciegos y cojos en el santuario, y curóles.

15 Y viendo los sumos sacerdotes y los escribas lo maravilloso que hizo y los niños clamantes en el santuario y dicientes: «Hosanna al Hijo de David», se indignaron,

16 y dijéronle: «¿Oyes qué estos dicen?» y Jesús díceles: «Sí; ¿jamás habéis leído que de boca de infantes y mamantes has consumado loor?»

17 y abandonándoles, salió fuera de la ciudad a Betania y pernoctó allí.

18 Y al alba, retornando a la ciudad, hambreó.

19 Y, viendo higuera una(d) a par del camino, vino a par de ella, y nada encontró en ella, sino hojas solamente y dícele: «No más, no, saldrá de ti fruto por el siglo».(e) Y secóse al punto la higuera.

20 Y viendo los discípulos, maravilláronse diciendo: «¿Cómo al punto se ha secado la higuera?»

21 Y, respondiendo Jesús, díjoles: «En verdad dígoos; si tuviereis fe y no vacilareis no sólo lo de la higuera haréis, sino que, si también a este monte dijereis; «Alzate y arrójate en el mar», se hará,

22 y todo cuanto pidiereis en la oración, creyendo, recibiréis».

23 Y viniendo él al santuario, acercáronse a él, cuando enseñaba, los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo, diciendo: «¿En qué poder esto haces?(f) ¿Y quién te ha dado este poder?»

24 Y, respondiendo Jesús, díjoles: «Preguntaréos yo también, palabra una: la cual si me dijereis, yo también os diré en qué poder esto hago:

25 «El bautismo el de Juan, de dónde era: ¿del cielo o de los hombres?» Y ellos consideraban entre sí, diciendo: Si dijéremos: «del cielo», dirános: «¿Por qué, pues, no le habéis creído?»

26 Y si dijéremos: «de los hombres», tememos la turba, pues, todos por profeta tienen a Juan».

27 Y respondiendo a Jesús dijeron: «No sabemos». Díjoles también él: «Ni yo os digo en qué potestad esto hago».

28 «¿Y qué os parece? Un hombre tenía hijos dos; viniendo el primero, dijo: «Hijo, vete, hoy trabaja en la viña».

29 Y él respondiendo, dijo:»¡Yo señor!» —Y no fue.

30 Y, viniendo al segundo; dijo asimismo. Y él respondiendo, dijo: «No quiero», por fin, arrepintiéndose, fue,

31 «¿Quién de los dos hizo la voluntad del padre?» Dicen: «el último». Díceles Jesús: «En verdad dígoos que los publicanos y las rameras se adelantan a vosotros al reino de Dios».

32 Pues vino Juan a vosotros en camino de justicia y no le creisteis; pero los publicanos y las rameras creyéronle; pero vosotros, viendo ni os habéis arrepentido por fin a creerle.

33 Otra parábola escuchad: Un hombre hubo dueño de casa, el que crió viña y cerca le puso en torno y cavó en ella lagar, y edificó torre(g) y arrendóla a agrícolas, y peregrinó.

34 Y cuando se acercó el tiempo de los frutos, envió sus siervos a los agrícolas a coger los frutos de ellas.

35 Y cogiendo los agrícolas a sus siervos a uno desollaron(h); a otro mataron; a otro apedrearon.

36 De nuevo envió otros siervos, más que los primeros, e hiciéronles asimismo.

37 Y, por fin, envió a ellos su hijo, diciendo: «Considerarán a mi hijo».

38 Pero los agrícolas, viendo al hijo, dijeron entre sí: «Este es el heredero: Venid, matémosle, y tengamos su herencia»,

39 y cogiendo le lanzaron fuera de la viña y mataron.

40 Cuando venga, pues, el señor de la viña ¿qué hará a aquellos agrícolas?»

41 Dícenle: «Malos, mal perderáles y la viña arrendará a otros agrícolas los que le paguen los frutos a sus tiempos».

42 Díceles Jesús: «¿Nunca habéis leído en las Escrituras: ¡A la piedra que desestimaron los edificantes esta fue hecha cabeza de ángulo; desde Señor hecha fue ésta(i), y es maravillosa en nuestros ojos!

43 Por esto dígoos que será quitado de vosotros el reino de Dios y dado a gente(j) que haga los frutos de él(k).

44 ¡Y el que cayere sobre esta piedra —a ése destrozará; y sobre quién ella cayere— le aventará(l)

45 Y oyendo los sumos sacerdotes y escribas sus parábolas; conocieron que de ellos habla.

46 Y buscando cómo prenderle, temieron a las turbas, porque por profeta le tenían.

22

1 Parábola de las bodas reales Y respondiendo(a) Jesús, de nuevo hablóles en parábolas diciendo:

2 «Asemejádose ha el reino de los cielos a un hombre rey, el que hizo bodas a su hijo:

3 y envió sus siervos a convidar a los convidados a las bodas; y no querían venir.

4 De nuevo envió otros siervos, diciendo: «Decid a los llamados: «He aquí mi comida aderezada tengo; mis toros y cebas(b), muertos y todo preparado: venid a las bodas».

5 Ellos, empero, desentendiéndose, se fueron: el uno al propio campo; el otro a su negocio;

6 y los demás, prendiendo los siervos de él ultrajaron y mataron.

7 Y el rey airóse, y mandando sus ejércitos, perdió a aquellos homicidas y su ciudad quemó.

8 Entonces dice a sus siervos: «La boda a la verdad aderezada está: pero los llamados no eran dignos;

9 id, pues, a los cruceros de los senderos, y a cuanto hallareis, llamad a las bodas».

10 Y, saliendo aquellos siervos a los senderos, trajeron juntos a todos los que hallaron; malos así como buenos, y llenóse el tálamo de comensales.

11 Y entrando el rey a ver a los comensales, vio allí a un hombre no vestido con veste de boda.

12 Y dícele: «Amigo, ¿cómo has entrado aquí, no trayendo veste de boda(c)?» El, empero, enmudeció.

13 Entonces el rey dijo a los ministros: Atándole de pies y manos, y arrojadle fuera, en las tinieblas las exteriores(d); allí será el llanto y el rechino de los dientes.

14 Que muchos son los llamados; pocos, empero, los escogidos.»

15 Entonces yéndose los fariseos, consultaron, entre sí cómo enlazarle en palabra.

16 Y le envían los discípulos de ellos con los herodianos, diciendo: «Maestro, sabemos que veraz eres: y el camino de Dios en verdad enseñas: y que no te importa de nadie, porque no miras a faz de hombres;

17 dinos, pues, ¿qué te parece? ¿es lícito(e) dar censo a César, o no?»

18 Mas, conociendo Jesús la malicia de ellos, dijo: «¿Qué me tentáis, hipócritas?

19 Mostradme la moneda del censo». Y ellos trajéronle un denario.

20 Y díceles: ¿De quién esta imagen y el epígrafe?

21 Dicen: «De César». Entonces díceles: «Devolved, pues, lo de César a César, y lo de Dios a Dios».

22 Y, oyendo; maravilláronse, y, dejándole, se fueron.

23 En aquel día se acercaron a él saduceos diciendo que no hay resurrección, y le preguntaron,

24 diciendo: «Maestro, Moisés dijo: «Si alguno muriere, no teniendo hijos se casará leviráticamente(f) su hermano con su mujer, y resucitará simiente a su hermano».

25 Había, pues, entre nosotros, siete hermanos. Y el primero, habiéndose casado, finó, y, no teniendo simiente, dejó su mujer a su hermano.

26 Lo mismo también el segundo y el tercero hasta los siete.

27 Y, al fin de todos, murió la mujer.

28 En la resurrección, pues, ¿de cuál de los siete será mujer? pues todos tuviéronla».

29 Y respondiendo Jesús, díjoles: «Erráis: no sabiendo las Escrituras, ni el poder de Dios».

30 Pues, en la resurrección, ni se casan, ni se las casa,(g) sino como ángeles en el cielo son.

31 Y de la resurrección de los muertos ¿no habéis leído lo hablado a vosotros por Dios, diciendo:

32 «Yo soy el Dios de Abraham, y el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob. No es Dios de muertos, sino de vivientes».

33 Y oyendo las turbas asombrábanse de su doctrina.

34 Pero los fariseos, oyendo que había acallado a los saduceos, juntáronse a una,

35 y preguntó uno de ellos, legisperito, tentándole:

36 «Maestro ¿cuál es el mandamiento grande en la ley?

37 Y él le dijo: «Amarás al Señor tu Dios en todo tu corazón y en toda tu alma y en toda tu mente.

38 Este es el grande y primero mandamiento.

39 El segundo, semejante a él: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.

40 En estos dos mandamientos toda la ley pende y los profetas».

41 Y congregados los fariseos, preguntóles, Jesús, diciendo:

42 ¿Qué os parece del Cristo? ¿de quién es hijo? Dícenle: «De David». Díceles:

43 «Pues ¿cómo David, en espíritu, llámale señor, diciendo:

44 Dijo Señor a mi Señor: «Siéntate a mi diestra hasta poner yo tus enemigos por debajo de tus pies?

45 Si David, pues le llama señor ¿cómo hijo suyo es?»

46 Y nadie pudo responderle palabra, ni se atrevió alguno, desde aquel día, a preguntarle más.

23

1 Contra los fariseos y Jerusalén Hipocresía y ambición farisaicas Entonces Jesús habló a las turbas y a sus discípulos,

2 diciendo: «Sobre la de Moisés cátedra sentáronse los escribas y los fariseos;

3 todo, pues, cuanto os dijeren, haced, y guardad, pero, según sus obras, no hagáis; que dicen y no hacen.

4 Y atan cargas pesadas e insoportables y pónenlas sobre los hombros de los hombres; pero ellos con su dedo no quieren moverlas.

5 Y todas sus obras hacen para ser mirados de los hombres; pues ensanchan(a) sus filacterias(b) y extienden sus franjas;(c)

6 y aman el primer lecho en los banquetes, y las primeras sillas en las sinagogas;

7 y las salutaciones en las ágoras y ser llamados de los hombres rabbí,(d)

8 vosotros, empero, no os llaméis rabbí, que uno es vuestro maestro, y todos vosotros hermanos sois.

9 Y padre no llaméis vuestro sobre la tierra; pues uno es vuestro padre: el celestial.

10 Ni os llaméis guías que vuestro guía es uno: el Cristo.

11 Y el mayor de vosotros será vuestro servidor.

12 Y quienquiera que se ensalzare, será humillado; y quienquiera que se humillare, será ensalzado.»

13 «Mas ¡ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres, que ni vosotros entráis ni a los que entran, dejáis entrar!

14 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, porque devoráis las casas de las viudas, orando con aparato, largamente(e) por esto llevaréis más abundante juicio!

15 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, porque atravesáis la mar y la árida por hacer un prosélito y cuando sucede, hacéisle hijo de la gehenna duplo que vosotros!

16 ¡Ay de vosotros, ductores ciegos, los que decís: «Quien jurare en el templo, —nada es, pero, quien jurare en el oro(f) del templo, se obliga!(g)».

17 ¡Necios y ciegos! pues ¿quién es mayor; el oro o el templo que santifica el oro?

18 Y: «Quien jurare en el altar nada es; pero, quien jurare en la ofrenda la sobre él, se obliga».

19 ¡Necios y ciegos! pues ¿qué es mayor: la ofrenda o el altar, el que santifica la ofrenda?

20 Quien jurare, en el altar, jura en él y en todo sobre él;

21 y quien jurare en el templo, jura en él y en el que se aposenta en él;

22 y quien jurare en el cielo, jura en el trono de Dios y el sentado sobre él.

23 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, porque diezmáis la menta, y el eneldo y el comino, y tenéis dejado lo más grave de la ley: el juicio, y la misericordia y la fe! Y esto era necesario hacer, y aquello no dejar.

24 ¡Ductores ciegos, los que coláis el mosquito, y el camello tragáis!

25 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas porque limpiáis lo de fuera del cáliz y de la escudilla, y por dentro rebosan de rapiña e intemperancia!

26 Fariseo ciego, limpia primero lo de dentro del cáliz y de la escudilla, para que quede también lo de fuera de él limpio.

27 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, porque semejáis tumbas recién blanqueadas; las que por fuera parecen hermosas, pero por dentro rebosan de huesos de muertos y de toda impureza!

28 Así también vosotros, por fuera ciertamente parecéis a los hombres, justos, pero por dentro estáis henchidos de hipocresía e injusticia.

29 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, porque edificáis las tumbas de los profetas y adornáis los monumentos de los justos!

30 y decís: «Si fuéramos en los días de nuestros padres, no fuéramos de ellos partícipes en la sangre de los profetas»

31 Así que atestiguáis de vosotros mismos que hijos sois de los que mataron a los profetas.

32 Y vosotros llenasteis la medida de vuestros padres,

33 serpientes, engendros de víboras ¿cómo huiréis del juicio de la gehenna?

34 Por esto, he aquí que yo envío a vosotros profetas, y sabios y escribas; de ellos mataréis y crucificaréis; y de ellos azotaréis en vuestras sinagogas y perseguiréis de ciudad en ciudad,

35 para que venga sobre vosotros toda sangre justa derramada sobre la tierra, desde la sangre de Abel, el justo, hasta la sangre de Zacarías(h), hijo de Baraquías; a quien matasteis entre el templo y el altar.

36 En verdad dígoos: vendrá todo esto sobre esta generación.

37 Jerusalén, Jerusalén, la matadora de los profetas y apedreadora de los enviados a ella —¡cuántas veces quise ir juntando tus hijos del modo que un ave va juntando sus pollos bajo sus alas, y no quisisteis!

38 He aquí se os abandonará(i) vuestra casa.

39 Pues dígoos que no me veréis, no, desde ahora hasta que digáis: Bendito el que viene en nombre de Señor.»

24

1 Escatología De la ruina de Jerusalén y del fin del mundo. Ocasión de la profecía Y saliendo Jesús, íbase del santuario, y se llegaron sus discípulos, a mostrarle los edificios del santuario.

2 Y él respondiendo, díjoles: «¿No veis todo esto?» En verdad dígoos no se dejará, no, aquí piedra sobre piedra que no sea deshecha».

3 Y, sentándose él en el monte de las Olivas, llegáronse a él sus discípulos aparte, diciendo: «Dinos, cuándo esto será y cuál la señal de tu advenimiento(a) y consumación del siglo».

4 Y respondiendo Jesús, díjoles: «Mirad que nadie os descamine.

5 Pues muchos vendrán en mi nombre, diciendo: «Yo soy el Cristo», y a muchos descaminarán.

6 Y habéis de oír guerras y oídas(b) de guerras. Ved: no os espantéis; porque es menester que suceda; pero todavía no es el fin.

7 Porque se levantará gente contra gente(c) y reino contra reino; y habrá hambres, y pestes y terremotos aquí y allí;

8 y todo esto, principio de dolores de parto(d)

9 Entonces os entregarán a tribulación, y os matarán y seréis aborrecidos de todas las gentes por mi nombre.

10 Y entonces se escandalizarán muchos, y unos a otros se entregarán, y se aborrecerán unos a otros.

11 Y muchos pseudoprofetas se levantarán y descaminarán a muchos.

12 Y, por colmarse la iniquidad, se enfriará la caridad de los más.

13 Y el perseverante hasta el fin, éste se salvará.

14 Y se predicará este evangelio del reino en toda la habitada(e), en testimonio a todas las gentes, y entonces vendrá el fin.

15 Cuando viereis, pues, la abominación del asolamiento(f), la dicha por Daniel el profeta, parada en lugar sagrado (el leyente, entienda(g)),

16 entonces los en la Judea, huyan a los montes;

17 y el que sobre el terrado, no descienda a alzar lo de su casa;

18 y el que en el campo, no vuelva atrás a alzar su manto.

19 Y ¡ay de las preñadas y las lactantes en aquellos días!

20 Y orad, que no sea vuestra fuga en invierno ni en sábado(h).

21 Pues habrá entonces tribulación grande, cual no ha habido de principio de mundo hasta lo de ahora, ni habrá, nunca jamás.

22 Y si no se acortaran aquellos días, no se salvara toda carne; pero por los elegidos se acortarán aquellos días.

23 Entonces, si alguno os dijere: «Ve: ¡aquí el Cristo!» o: «¡aquí!» no creáis;

24 pues se levantarán pseudocristos y pseudoprofetas y darán señales(i) grandes y prodigios hasta descaminar (si es posible) también a los elegidos.

25 He aquí, predicho os lo tengo.

26 Si os dijeren, pues: «He aquí, en el desierto» no salgáis; y «he aquí, en las alcobas», no creáis.

27 Pues, como el relámpago sale de oriente y parece hasta occidente, así será el advenimiento del Hijo del hombre.

28 Donde estuviere la carroña,(j) allí juntaránse las águilas.

29 Y al punto, después de la tribulación de aquellos días el sol se entenebrecerá, y la luna no dará su esplendor, y los astros caerán del cielo, y los poderes(k) de los cielos se estremecerán.

30 Y entonces aparecerá la señal del Hijo del hombre en el cielo; y entonces plañirán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del hombre venir sobre las nubes del cielo con poder y gloria mucha.

31 Y enviará sus ángeles con trompeta grande, e irán juntando sus elegidos de los cuatro vientos, de extremos de cielos hasta extremos de ellos(l).

32 Y de la higuera(m) aprended la parábola. Cuando ya su rama se tornare tierna y las hojas brotaren, conocéis que cerca el estío;

33 así también vosotros, cuando viereis todo esto, conoced que cerca está(n), a las puertas.

34 En verdad dígoos que no pasará, no, esta generación(o) hasta que todo esto acontezca.

35 El cielo y la tierra pasará; pero mis palabras no habrán pasado, no.

36 Pero acerca de aquel día y hora nadie sabe, ni los ángeles de los cielos, ni el Hijo, sino el Padre sólo.

37 Pues tal como los días de Noé, así será el advenimiento del Hijo del hombre(p).

38 Pues, como estaban, en aquellos días, los antes del diluvio, comiendo y bebiendo; casándose y casando, hasta el día que entró Noé en el arca;

39 y no conocieron hasta que vino el diluvio y arrebató a todos totalmente; así será el advenimiento del Hijo del hombre.

40 Entonces habrá dos en el campo: uno es llevado de allí(q), y uno, dejado;

41 dos molineras en la molienda: una es llevada de allí, y una dejada.

42 Velad, pues, porque no sabéis a qué hora vuestro Señor viene.

43 Aquello, empero, conoced: que, si supiera el dueño de casa a qué vigilia el ladrón viene, velaría y no dejaría socavar su casa.

44 Por esto también vosotros estad prontos; pues a la que no pensáis hora(r), el Hijo del hombre viene.

45 ¿Quién es, pues, el fiel siervo y prudente, a quien ha puesto el Señor sobre su familia, para darles el alimento a tiempo?

46 Bienaventurado aquel siervo, a quien, viniendo su Señor, hallare así haciendo.

47 En verdad dígoos que sobre todos sus bienes le pondrá.

48 Si dijere, empero, aquel mal siervo en su corazón: «Tarda mi Señor»;

49 y comenzare a golpear a sus consiervos; y comiere y bebiere con los ebrios;

50 llegará el Señor de aquel siervo el día que no aguarda y a la hora que no sabe,

51 y le cortará en dos, y su parte con los hipócritas pondrá; allí será el llanto y el rechino de los dientes.»

25

1 Parábolas de la segunda venida «Entonces asemejaráse el reino de los cielos a diez vírgenes(a), las que, tomando sus lámparas, salieron al encuentro del esposo.

2 Y cinco de ellas eran fatuas y cinco prudentes.

3 Pues las fatuas, tomando sus lámparas, no tomaron consigo aceite;

4 mas, las prudentes tomaron aceite en los vasos con las lámparas.

5 Pero, tardando el esposo, dormitaron todas y se durmieron.

6 Y a la media noche clamor hubo: «He aquí el esposo: salid al encuentro».

7 Entonces se levantaron todas aquellas vírgenes y aderezaron sus lámparas.

8 Y las fatuas a las prudentes dijeron: «Dadnos de vuestro aceite, porque nuestras lámparas se apagan».

9 Mas, respondieron las prudentes, diciendo: «No sea que no alcance no para nosotras y vosotras. Id más bien a los que venden y compraos».

10 Y, yendo ellas a comprar, vino el esposo, y las apercibidas entraron con él a las bodas, y cerróse la puerta.

11 Y al fin llegaron también las demás vírgenes, diciendo: «Señor, señor, ábrenos».

12 Mas, él, respondiendo, dijo: «En verdad dígoos: no os conozco».

13 Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora.»

14 «Pues,(b) así como un hombre, peregrinando, llamó a sus siervos y les entregó sus bienes;

15 y a éste dio cinco talentos; al otro, dos; al otro, uno; a cada cual según su propia fuerza; y peregrinó. Al punto,

16 partiendo el que cinco talentos recibió, trabajó en(c) ellos y ganó otros cinco.

17 Así mismo el que los dos, ganó otros dos.

18 Mas, el que uno recibió, yéndose, cavó la tierra y ocultó el dinero de su señor.

19 Y después de mucho tiempo, viene el señor de aquellos siervos y tómales cuenta.

20 Y, llegando el que los cinco talentos recibió, trájole otros cinco talentos, diciendo: «Señor, cinco talentos me entregaste; he aquí otros cinco talentos he ganado».

21 Díjole su señor: «¡Bien! siervo bueno y fiel: sobre poco has sido fiel; sobre mucho te pondré, entra en el gozo de tu señor».

22 Y llegando también el que los dos talentos, dijo: «Señor, dos talentos me entregaste, he aquí otros dos talentos he ganado».

23 Díjole su señor «¡Bien! siervo bueno y fiel: sobre poco has sido fiel; sobre mucho te pondré: entra en el gozo de tu señor».

24 Pero, llegando también el que un talento ha recibido, dijo: «Señor, te he conocido yo: que duro eres —hombre, segando donde no sembraste, y juntando donde no esparciste;

25 y, atemorizado, yendo oculté tu talento en la tierra; he aquí tienes lo tuyo».

26 Y respondiendo su señor, díjole: «Mal siervo y perezoso ¿sabías que siego, donde no sembré, y junto, donde no esparcí?

27 Debías, pues, haber echado mis dineros a los cambistas, y, viniendo yo, recibiera lo mío con intereses.

28 Quitadle, pues, el talento y dad al que tiene los diez talentos.

29 Pues al que tiene, todo(d) se le dará, y abundará; mas al que no tiene, aún lo que tiene, quitarásele.

30 Y al inútil siervo lanzad a las tinieblas exteriores: allí será el llanto y el rechino de los dientes.»

31 «Y cuando viniere el Hijo del hombre en su gloria y todos los ángeles con él; entonces se sentará en trono de su gloria;

32 y congregadas serán delante de él todas las gentes; y les separará unos de otros, así como el pastor separa las ovejas de los cabritos;

33 y pondrá las ovejas a su derecha; los cabritos, a la izquierda.

34 Entonces dirá el Rey a los de su derecha. «Venid, los benditos de mi Padre, heredad el reino dispuesto para vosotros desde fundación de mundo.

35 Pues hambre tuve, y me disteis de comer, sed, y me disteis de beber; huésped fui, y me recogisteis;

36 desnudo, y me vestisteis; enfermé y me visitasteis; en prisión estuve y vinisteis a mí.

37 Entonces responderánle los justos, diciendo: «Señor ¿cuándo te vimos hambriento, y sustentamos, o sediento y dimos de beber?

38 Y ¿cuándo te vimos huésped, y recogimos; o desnudo y cubrimos?

39 Y ¿cuándo te vimos enfermo o en prisión, y vinimos a ti?

40 Y, respondiendo el Rey les dirá: «En verdad os digo: en cuanto hicisteis a uno de estos mis hermanos, los más pequeños, a mí hicisteis».

41 Entonces dirá también a los de la izquierda: «Apartaos de mí, los malditos, al fuego, al eterno, el preparado al diablo y sus ángeles.

42 Pues hambre tuve, y no me disteis de comer, y sed, y no me disteis de beber;

43 huésped fui, y no me recogisteis; desnudo y no me cubristeis; enfermo y en prisión, y no me visitasteis».

44 Entonces responderán también ellos, diciendo: «Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, o sediento, o desnudo, o enfermo, o en prisión, y no te servimos?»

45 Entonces les responderá, diciendo: «En verdad os digo: en cuanto no hicisteis a uno de estos más pequeños, ni a mí hicisteis».

46 E irán éstos a castigo eterno, y los justos a vida eterna»(e).

26

1 Pasión Anuncia Cristo su muerte Y, aconteció que, acabando Jesús todas estas palabras, dijo a sus discípulos:

2 «Sabéis que, dentro de dos días la Pascua es, y el Hijo del hombre es entregado para que se le crucifique».

3 Entonces juntáronse los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo en el aula del sumo sacerdote, del llamado Caifás;

4 y consultáronse, para a Jesús con engaño prender y matar.

5 Y dijeron: «No en fiesta, porque tumulto no haya en el pueblo».

6 Y, estando Jesús en Betania, en casa de Simón, el leproso,

7 acercósele una mujer teniendo un alabastro(a) de ungüento precioso, y derramólo sobre la cabeza de él recostado.

8 Y viendo los discípulos, indignáronse, diciendo: «¿A qué esta pérdida?

9 Que podíase esto vender caro y dar a los pobres».

10 Y, conociendo Jesús, díjoles: «¿Qué? ¿golpes asestáis a la mujer? Pues obra hermosa ha obrado conmigo.

11 Que siempre a los pobres tenéis con vosotros, pero a mí no siempre tenéis.

12 Pues echando ésta este ungüento sobre mi cuerpo, para sepultar me ha hecho(b).

13 Y en verdad dígoos: doquiera se predicare este evangelio en todo el mundo, se contará también lo que ésta ha hecho, en memoria de ella».

14 Entonces, yendo uno de los doce: el llamado Judas Iscariote, a los sumos sacerdotes,

15 dijo: «¿Qué me queréis dar? y yo os lo entregaré». Y ellos le señalaron treinta dineros;

16 y desde entonces buscaba oportunidad para entregarle.

17 Y el primero de los ázimos, acercáronse los discípulos a Jesús, diciendo: «¿Dónde quieres, te preparemos el comer la Pascua?»(c)

18 Y él dijo: «Id a la ciudad a tal(d) y decidle: «El Maestro dice: «Mi tiempo cerca está; contigo hago la Pascua con mis discípulos».

19 E hicieron los discípulos como les mandó Jesús, y prepararon la Pascua.

20 Y, atardeciendo, recostóse con los discípulos;

21 y, comiendo ellos, dijo: «En verdad os digo que uno de vosotros me entregará».

22 Y, contristados sobremanera, empezaron a decirle cada uno de ellos: «¿Acaso yo soy, Señor?»

23 Y él respondiendo dijo: «El que remoja conmigo la mano(e) en la escudilla, éste me entregará.

24 El Hijo del hombre ciertamente va; según está escrito de él; mas ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del hombre es entregado; bello le fuera, si no hubiese nacido aquel hombre».

25 Y respondiendo Judas, el que le entregó, dijo: «¿Acaso yo soy, Maestro?» Dícele: «Tú has dicho».

26 Y, comiendo ellos, tomando Jesús pan y bendiciendo, partió, y, dando a los discípulos, dijo: «Tomad, comed; éste es mi cuerpo».

27 Y, tomando un cáliz, y, agradeciendo, dioles, diciendo: «Bebed de él todos:

28 ésta es mi sangre del (nuevo) testamento; la que por muchos es derramada en remisión de pecados.

29 Y dígoos: no beberé, no, desde ahora de este germen de la vid, hasta aquel día que le beberé con vosotros nuevo en el reino de mi Padre».

30 Y, salmeando, salieron al monte de las Olivas.

31 Entonces díceles Jesús: «Todos vosotros os escandalizaréis en mí esta noche; que escrito está: «Heriré al pastor, y se dispersarán las ovejas de la grey.»

32 Pero, después de resucitar yo, os conduciré a la Galilea».

33 Y, respondiendo Pedro, díjole: «Si todos se escandalizaren en ti, yo jamás me escandalizaré.»

34 Díjole Jesús: «En verdad te digo: en esta noche antes de cantar el gallo, tres veces me negarás».

35 Dícele Pedro: «Aunque sea menester morir yo contigo, jamás te negaré». Así dijeron también todos los discípulos.

36 Entonces va con ellos Jesús a un paraje, llamado Getsemaní, y dice a los discípulos: «Sentaos aquí, mientras yendo allá orare yo».

37 Y, llevándose a Pedro y los dos hijos del Zebedeo, comenzó a entristecerse y atediarse.

38 Entonces díceles: «Triste en torno(f) está mi alma a muerte: quedaos aquí, y velad conmigo».

39 Y, adelantándose un poco, cayó sobre su rostro orando y diciendo: «Padre mío, si posible es, pase de mí este cáliz. Mas, no como yo quiero, sino como tú».

40 Y va a los discípulos y hállales durmiendo, y dice a Pedro: «Así ¿no habéis valido para una hora velar conmigo?

41 Velad y orad para que no entréis en tentación. Que el espíritu, pronto; la carne, empero, enferma».

42 De nuevo segunda vez, retirándose, oró: «Padre mío, si no puede éste (cáliz) pasar sin beberlo yo, hágase tu voluntad».

43 Y, yendo de nuevo, hallóles durmiendo, porque los ojos de ellos cargados estaban:

44 Y, dejándoles, de nuevo retirándose, oró tercera vez, diciendo las mismas palabras.

45 Entonces va a los discípulos y díceles: «Dormid ya, y reposad(g). Pues he aquí es llegada la hora, y el Hijo del hombre entregado es en manos de pecadores.

46 Levantaos, vamos; he aquí es llegado el que me entrega».

47 Y, aún hablando él, he aquí Judas, uno de los doce, vino y con él turba mucha con cuchillas y palos, de(h) los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo.

48 Y el que le entregó, dioles señal, diciendo: «A quien yo besare, él es; prendedle».

49 Y al punto llegándose Judas, dijo: «Salve, rabí», y le besó tiernamente.

50 Y Jesús díjole: «Amigo, ¿a qué tú aquí» Entonces, llegándose, echaron las manos a Jesús y prendiéronle.

51 Y he aquí uno de los de él, extendiendo la mano, desenvainó su cuchilla, e hiriendo al siervo del sumo sacerdote, llevóle la orejilla(i).

52 Entonces dícele Jesús: «Vuelve tu cuchilla a su lugar, que todos los que cogieren cuchilla, a cuchilla perecerán.

53 ¿O crees que no puedo pedir a mi Padre, y me rodeará al punto de más de doce legiones de ángeles(j)?

54 ¿Como, pues, se cumplirían las escrituras de que así ha de suceder?»

55 En aquella hora dijo Jesús a las turbas: «¿Como a ladrón, habéis salido con cuchillas y palos a cogerme? Día a día en el templo sentábame yo enseñando, y no me prendisteis.

56 Pero todo esto aconteciendo está, para que se cumplan las Escrituras de los profetas». Entonces los discípulos todos, dejándole, huyeron.

57 Y ellos, prendiendo a Jesús, fuéronle llevando ante Caifás, el sumo sacerdote; donde los escribas y los ancianos estaban reunidos.

58 Mas, Pedro seguíale de lejos, hasta el atrio del sumo sacerdote; y, entrando dentro, sentóse con los servidores, para ver el fin.

59 Y los sumos sacerdotes y todo el sanedrín buscaban falso testimonio contra Jesús, para matarle;

60 y no hallaron, habiéndose llegado muchos falsos testigos. Y, al fin, llegándose dos falsos testigos,

61 dijeron: «Este dijo: Puedo deshacer el templo de Dios y en tres días edificarle.»

62 Y, levantándose el sumo sacerdote, díjole: «¿Nada respondes? ¿Qué(k) testifican éstos contra ti?»

63 Jesús, empero, callaba. Y el sumo sacerdote le dijo: «Conjúrote por el Dios, el viviente, que nos digas si tú eres el Cristo, el Hijo de Dios».

64 Dícele Jesús: «Tú has dicho. Empero dígoos: desde ahora(l) veréis al Hijo del hombre, sentado a diestra del Poder; y viniendo sobre las nubes del cielo».

65 Entonces el sumo sacerdote desgarró sus vestiduras, diciendo: «Ha blasfemado. ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? He aquí ahora habéis oído la blasfemia.

66 ¿Qué os parece?» Y ellos, respondiendo, dijeron: «Reo de muerte es».

67 Entonces escupieron en su rostro y abofeteáronle, y otros le golpearon;

68 diciendo: «Profetízanos, Cristo, ¿quién es el que se ha jugado contigo?»

69 Y Pedro sentado estaba, fuera, en el atrio, y llegóse a él una muchacha, diciendo: «También tú estabas con Jesús, el galileo».

70 Mas, él negó delante de todos, diciendo: «No sé lo que dices».

71 Y, saliendo él al pórtico, vióle otra, y dice a los de allí; «Este estaba con Jesús el Nazareno».

72 Y de nuevo negó con juramento: que «no conozco al hombre».

73 Y un poco después, llegándose los que estaban, dijeron a Pedro: «Verdaderamente también tú de ellos eres; que aún tu habla te da a conocer».

74 Y entonces empezó a maldecir mucho y a jurar, que «no conozco al hombre». Y al punto cantó el gallo.

75 Y recordó Pedro la palabra de Jesús, diciéndole: que «antes que el gallo cante, tres veces me negarás», y saliendo fuera lloró amargamente.

27

1 Crucifixión Y, amaneciendo, consultáronse todos los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo contra Jesús, para matarle;

2 y, atándole, llevaron y entregaron a Pilato el presidente.

3 Entonces, viendo Judas, el que le entregó, que se le había condenado, arrepentido, devolvió los treinta denarios a los sumos sacerdotes y ancianos,

4 diciendo: «Pequé, entregando sangre inocente». Mas, ellos dijeron: «¿Qué a nosotros? Tú verás».

5 Y, arrojando los denarios en el templo, retiróse, y, yendo, se ahorcó.

6 Y los sumos sacerdotes cogiendo los dineros, dijeron: «No es lícito echarlos en el gazofilacio, porque precio de sangre es».

7 Y, consultándose, compraron con ellos «el campo del alfarero» para sepultura de los peregrinos.

8 Por esto se llamó aquel campo campo de sangre, hasta el día de hoy.

9 Entonces cumplióse lo dicho por Jeremías, el profeta, diciendo: Y cogieron los treinta dineros, el precio del apreciado que apreciaron, de entre los hijos de Israel;

10 y los dieron para el campo del alfarero según lo que me mandó(a) el Señor.

11 Y Jesús estuvo delante del presidente. Y preguntóle el presidente, diciendo: «¿Tú eres el rey de los judíos?» Y Jesús díjole: «Tú dices».

12 Y acusándosele por los sumos sacerdotes y ancianos, nada respondió.

13 Entonces dícele Pilato: «¿No oyes cuántas cosas testifican contra ti?»

14 Y no le respondió ni a una palabra, que se maravilló el presidente sobremanera.

15 Y durante la fiesta acostumbraba el presidente soltar un preso al pueblo: el que querían.

16 Y tenían entonces un preso señalado, llamado Barrabás.

17 Reunidos, pues, ellos, díjoles Pilato: «¿A quién queréis os suelte? a Barrabás o a Jesús el llamado Cristo?»

18 Pues sabía que por envidia le habían entregado.

19 Y sentado él en el tribunal, envió a él su mujer, diciendo: «¡Nada a ti y aquel justo!: que mucho he padecido hoy en sueños(b) por él».

20 Pero los sumos sacerdotes y ancianos persuadieron a las turbas que pidiesen a Barrabás, y a Jesús perdiesen.

21 Y respondiendo el presidente, díjoles: «¿A quién queréis, de entre los dos, os suelte?» Y ellos dijeron: «A Barrabás».

22 Díceles Pilato: «¿Qué, pues, haré de Jesús, el llamado Cristo? «Dícenle todos: «¡Crucifíquesele!»

23 Y él dijo: «Pues, ¿qué mal ha hecho?» Pero ellos gritaban sobremanera, diciendo: «¡Crucifíquesele!»

24 Y, viendo Pilato que nada adelanta, sino que más tumulto se hace, tomando agua, lavóse las manos, frente por frente de la turba, diciendo: «Inocente soy de la sangre de éste (justo); vosotros veréis».

25 Y, respondiendo todo el pueblo, dijo: «¡Su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!»

26 Entonces soltóles a Barrabás, y a Jesús, azotando, entregó para ser crucificado.

27 Entonces los soldados del presidente, llevando a Jesús al pretorio, juntaron cerca de él el manípulo(c) entero.

28 Y, desvistiéndole, pusiéronle clámide purpúrea;

29 y tejiendo corona de espinas, pusieron en su cabeza y una caña en su derecha; y, arrodillándose delante de él, jugábanse con él diciendo: «Salve, rey de los judíos»;

30 y, escupiéndole, cogieron la caña y heríanle en la cabeza.

31 Y, después de jugarse con él, desvistiéronle la clámide y vistiéronle sus vestidos y lleváronle a crucificar.

32 Y, saliendo, hallaron a un hombre cireneo; por nombre, Simón; a éste compelieron a llevar su cruz.

33 Y, viniendo al lugar, al llamado Gólgota; esto es: el lugar llamado del Cráneo(d),

34 diéronle a beber vino mezclado con hiel(e); y, gustando, no quiso beber.

35 Y, crucificándole, repartiéronse sus vestiduras echando suertes: para que se cumpliese lo dicho por el profeta: «Repartiéronse mis vestidos y sobre mis vestiduras echaron suertes(f);

36 y, sentados le guardaban allí.

37 Y pusieron sobre su cabeza su causa escrita: «Este es Jesús, el rey de los judíos».

38 Entonces son crucificados con él dos bandidos; uno a derecha y uno a izquierda.

39 Y los transeúntes, blasfemábanle, moviendo sus cabezas

40 y diciendo: «¡El que deshace el templo de Dios y en tres días edifica! —sálvate a ti mismo; si Hijo de Dios eres, baja de la cruz».

41 Así mismo también los sumos sacerdotes, mofándose de él, con los escribas y ancianos, decían:

42 «A otros salvó: a sí mismo no puede salvar; rey de Israel es; baje ahora de la cruz, y creeremos en él.

43 Confiado ha en Dios; líbrele ahora, si le quiere; pues dijo: que «de Dios soy Hijo».

44 Lo mismo también los bandidos, los crucificados con él, improperábanle.

45 Pero, desde la sexta hora tinieblas fueron sobre toda la tierra hasta hora nona.

46 Y, cerca de la nona hora, clamó Jesús con voz grande, diciendo: «Helí, Helí, lemá sabaktaní»; esto es: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?»

47 Y algunos de los circunstantes, oyendo, dijeron: que «a Elías vocea éste».

48 Y al punto, corriendo uno de entre ellos, y tomando una esponja y empapando en vinagre, y poniéndola alrededor de una caña, diole a beber.

49 Y los demás dijeron: «Deja(g); —veamos si viene Elías, salvándole».

50 Pero Jesús, de nuevo clamando con voz grande(h), entregó el espíritu.

51 Y he aquí que el velo(i) del templo se rasgó, de alto a bajo, en dos; y la tierra tembló; y las peñas se rasgaron;

52 y las tumbas abriéronse, y muchos cuerpos de los dormidos(j) santos(k) resucitaron,

53 y saliendo(l) de las tumbas, después de la resurrección de él, entraron en la santa ciudad y aparecieron a muchos.

54 Y el centurión y los que con él guardaban a Jesús, viendo el terremoto(m) y lo acontecido, temieron muy mucho, diciendo: «Verdaderamente, Hijo de Dios era éste».

55 Y había allí mujeres muchas, a lo lejos, mirando; las que habían seguido a Jesús, desde la Galilea, sirviéndole;

56 entre las cuales estaba María, la Magdalena, y María, la de Santiago y José madre, y la madre de los hijos del Zebedeo.

57 Y atardeciendo, vino un hombre rico, de Arimatea, por nombre José; que también era discípulo de Jesús;

58 éste, llegando a Pilato; pidió el cuerpo de Jesús. Entonces Pilato mandó entregarlo.

59 Y tomando el cuerpo José, envolviólo en sábana límpida(n),

60 y le puso en su nueva sepultura, que había labrado en la peña, y rodando una piedra grande a la puerta de la sepultura, se fue.

61 Y estaba allí María, la Magdalena y la otra María(o), sentadas enfrente del sepulcro.

62 Y al otro día, el que es después de la parasceve(p), juntáronse los sumos sacerdotes y los fariseos cerca de Pilatos,

63 diciendo: «Señor, hemos recordado que aquel el impostor dijo, viviendo aún: «Después de tres días, resucito».

64 Manda, pues, se asegure la tumba hasta el tercer día, no sea que, viniendo los discípulos, lo hurten y digan al pueblo: «Resucitó de los muertos»; y será el último error peor que el primero».

65 Díjoles Pilato: «Tenéis guardia; marchaos; aseguraos como sabéis(q)».

66 Y ellos, yéndose aseguraron la tumba, sellando la piedra con la guardia.

28

1 Resurrección Y en la tarde(a) del sábado, al amanecer del primer día de la semana, vino María, la Magdalena y la otra María a ver el sepulcro.

2 Y he aquí un terremoto hubo grande; pues un ángel del Señor, descendiendo del cielo y llegándose, echó a rodar la piedra y sentóse sobre ella.

3 Y era su aspecto como relámpago y su vestidura alba como nieve.

4 Y de temor de él estremeciéronse los guardas y quedaron como muertos,

5 Mas, el ángel dijo a las mujeres: «No temáis vosotras; pues sé que a Jesús el crucificado buscáis.

6 No está aquí; pues resucitó como dijo. Venid, ved el lugar donde yació.

7 Y presto, yendo, decid a sus discípulos que resucitó de los muertos, y he aquí condúceos a la Galilea; allí le veréis. He aquí que os he dicho».

8 Y retirándose al punto de la tumba, con temor y gozo grande, corrieron a anunciar a sus discípulos.

9 Y he aquí Jesús encontrólas, diciendo: «Alegraos(b)», y ellas, acercándose, abrazaron sus pies, y le adoraron.

10 Entonces díceles Jesús: «No temáis; id, anunciad a mis hermanos que se retiren a la Galilea, y allí me verán».

11 Y, partiendo ellas, he aquí que algunos de la guardia, viniendo a la ciudad, anunciaron a los sumos sacerdotes todo lo acontecido.

12 Y, juntándose con los ancianos y consultándose, dieron dinero bastante a los soldados,

13 diciendo: «Decid que sus discípulos, de noche viniendo, le hurtaron, durmiendo nosotros».

14 Y, si fuere oído esto por el presidente, nosotros persuadiremos, y os tendremos sin cuidado».

15 Y ellos tomando el dinero, hicieron como se les había enseñado; y divulgóse esta palabra(c) entre los judíos, hasta el día de hoy.

16 Mas, los once discípulos fuéronse a la Galilea, al monte donde les había ordenado Jesús,

17 Y, viendo, le adoraron; algunos empero dudaron(d).

18 Y, llegándose Jesús, hablóles, diciendo: «Dada me ha sido toda potestad en el cielo y sobre la tierra.

19 Partiendo pues, enseñad a todas las gentes, bautizándoles en el nombre del Padre, y del Hijo y del Santo Espíritu,

20 enseñándoles a guardar todo cuanto he mandado a vosotros. Y he aquí que estoy con vosotros todos los días hasta la consumación del siglo»(e).