1 Ascensión de Cristo La primera narración(a), ciertamente he hecho acerca de todo, oh Teófilo, lo que empezó Jesús y a hacer y a enseñar,
2 hasta el día que, preceptuando a los apóstoles, por el Espíritu Santo (a los que eligió) fue asumido.
3 A los cuales también presentóse vivo, después de padecer él, en muchos documentos, por días cuarenta, apareciéndoles y hablando lo del reino de Dios.
4 Y, reunido con ellos, significóles de Jerusalén no retirarse, sino aguardar a la promesa del Padre, «que habéis oído de mí;
5 porque Juan ciertamente bautizó con agua; pero vosotros en Espíritu Santo seréis bautizados, no después de muchos estos(b) días».
6 Aquéllos congregados, pues, preguntáronle diciendo: «Señor, ¿si en este tiempo restituyes el reino a Israel?»
7 Dijo, pues, a ellos: «No de vosotros es conocer tiempos o momentos que el Padre ha puesto en su propia potestad;
8 empero recibiréis fuerza, viniendo el Santo Espíritu sobre vosotros; y seréis mis testigos, y en Jerusalén, y en toda la Judea, y Samaria y hasta lo último de la tierra».
9 Y, esto diciendo, ellos mirando, alzóse, y nube por debajo tomóle de los ojos de ellos.
10 Y, como atisbando estaban al cielo, habiéndose ido él; —y he aquí hombres dos detuviéronse a par de ellos en vestiduras esplendorosas;
11 los que también dijeron: «Hombres galileos ¿qué estáis parados mirando al cielo? Este Jesús, el asumido de vosotros al cielo, así vendrá del modo que le habéis visto irse al cielo».
12 Entonces regresaron a Jerusalén del monte llamado de Olivar; que está cerca de Jerusalén, de sábado teniendo camino(c).
13 Y cuando entraron(d), subieron a los altos(e); donde estaban morando: y Pedro, y Juan, y Santiago, y Andrés; Felipe, y Tomás; Bartolomé y Mateo; Santiago, de Alfeo, y Simón, el Celador(f) y Judas, de Santiago.
14 Estos todos estaban perseverando unánimemente en la oración, con las mujeres; y María, la madre de Jesús, y con los hermanos de él.
15 Y en estos días, levantándose Pedro en medio de los hermanos dijo (y era la turba de los nombres(g) en lo mismo(h) como ciento veinte):
16 «Varones hermanos, debía cumplirse la Escritura, que predijo el Espíritu, el Santo (por boca de David), acerca de Judas;
17 porque contado era en nosotros, y tocó la suerte de este ministerio.
18 Este ciertamente, pues, adquirió un campo de pago de iniquidad, y yéndose de bruces(i), crujió por medio y derramáronse todas sus entrañas;
19 y notorio hízose a todos los habitantes de Jerusalén; y así fue llamado aquel campo en la propia habla de ellos: Hakeldamách; esto es: «Campo de sangre».
20 Pues escrito está en libro de Salmos: (69,26) Hágase la alquería de él desierta, y no haya quien habite en ella, (109,8) y: La atalaya de él tome otro.
21 Necesario es, pues, que, de los con nosotros venidos(j) varones, en todo tiempo que entró y salió entre nosotros el Señor Jesús;
22 empezando del bautismo de Juan hasta el día que fue asumido de nosotros —testigo de su resurrección con nosotros se haga uno de éstos».
23 Y pusieron a dos: a José, el llamado Bersabás, que fue sobreapellidado Justo, y a Matías.
24 Y orando dijeron: «Tú, Señor, conocedor de todos, declara a quién has elegido de estos dos: uno,
25 para tomar el sitio de este ministerio y apostolado, del que se descaminó Judas para irse al lugar, al propio».
26 Y dieron suertes a ellos, y cayó la suerte sobre Matías, y electo contado fue con los once apóstoles.
1 Venida del Espíritu Santo Y, al cumplirse el día de Pentecostés, estaban todos juntamente en lo mismo(a).
2 Y hubo de súbito del cielo un estruendo tal como de arrastrada ráfaga violenta y llenó toda la casa donde estaban sentados;
3 y apareciéronseles repartidas lenguas como si de fuego; y posóse sobre cada uno de ellos.
4 Y llenáronse todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu dábales arengar(b).
5 Y había en Jerusalén habitantes judíos, varones timoratos de toda gente de las bajo el cielo;
6 y hecha esta voz(c), juntóse la muchedumbre y confundióse, pues oía cada uno que en la propia habla hablaban ellos.
7 Y arrobáronse y maravilláronse, diciendo: «¿Que no —he aquí— todos estos son, los que hablan, galileos?
8 Y ¿cómo nosotros oímos cada uno en la propia habla de nosotros en que hemos nacido:
9 partos, y medos; y elamitas; y los que habitan la Mesopotamia, y Judea, y Capadocia, y Ponto, y el Asia,
10 y Frigia y Panfilia, Egipto, y las partes de la Libia, la al través de Cirene(d), y los peregrinantes romanos,
11 y judíos y prosélitos, cretenses y árabes, oímos que hablan ellos, en nuestras lenguas, las grandezas de Dios?»
12 Y arrobáronse todos, y vacilaban, uno a otro diciendo: «¿Qué quiere esto ser?»
13 Pero otros, mofándose, decían: que «de mosto henchidos están».
14 Pero parado Pedro con los once alzó su voz y arengóles: «Varones judíos y los que habitáis en Jerusalén todos: esto a vosotros notorio sea, y escuchad mis palabras.
15 Pues no, como vosotros imagináis, éstos ebrios están (pues es la hora tercia del día);
16 sino que esto es lo dicho por el profeta Joel:
17 (3,1-5) Y será en aquellos días dice Dios: derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; y vuestros jovencillos visiones verán, y vuestros ancianos ensueños soñarán;
18 y a fe sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días derramaré de mi Espíritu y profetizarán.
19 Y daré prodigios en el cielo arriba y señales sobre la tierra abajo: sangre y fuego y vapor de humo.
20 El sol se convertirá en tinieblas y la luna en sangre, antes de venir día de Señor; el grande y manifiesto(e).
21 Y será: todo el que invocare el nombre de Señor, se salvará.
22 Varones israelitas, oíd estas palabras: a Jesús, el Nazareno, hombre declarado por Dios a vosotros con potestades, y prodigios y señales; que hizo, por él, Dios, en medio de vosotros, según vosotros mismos sabéis:
23 a éste, con definida voluntad y presciencia de Dios, entregado por manos de inicuos, enclavando, arrebatasteis;
24 a quien Dios resucitó, soltando las congojas de la muerte; según que no era posible que dominado fuera él de ella.
25 Pues David dice de él: (16,8-11) Delante veía al Señor, a mi faz, por siempre; pues a mi diestra está, porque no me estremezca,
26 por esto regocijóse mi corazón, y alborozóse mi lengua. y aún también mi carne habitará en esperanza;
27 pues no abandonarás mi alma al infierno; ni darás tu santo a ver corrupción.
28 Manifestásteme caminos de vida: llenarásme de regocijo con tu faz».
29 «Varones hermanos, lícito es decir con libre habla a vosotros, acerca del patriarca David, porque y falleció, y sepultado fue; y su tumba está en nosotros hasta este día.
30 Profeta, pues, siendo y sabiendo que «con juramento juróle Dios que del fruto de su lomo se sentaría sobre su trono»;
31 previendo, habló de la resurrección de Cristo, «porque no fue abandonado al infierno; ni su carne vio corrupción».
32 «A este Jesús resucitó Dios; de lo cual todos nosotros somos testigos.
33 Por la diestra, pues, de Dios exaltado, y la promesa del Espíritu, del Santo, recibiendo del Padre; derramó a éste(f) que vosotros, y veis y oís.
34 Pues no David ascendió a los cielos; y dice él: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a diestra mía
35 hasta poner yo tus enemigos escabel de tus pies».
36 «Seguramente, pues, conozca toda casa de Israel que también Señor a él y Cristo hizo Dios(g): a este Jesús a quien vosotros crucificasteis».
37 Y, oyendo, compungiéronse de corazón; y dijeron a Pedro y los demás apóstoles: «¿Qué haremos, varones hermanos?»
38 Y Pedro a ellos: «Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo, en remisión de vuestros pecados, y recibiréis el don del Santo Espíritu.
39 Pues para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos y para todos los a lo lejos, a cuantos hubiere a sí llamado Señor, el Dios de nosotros».
40 Y con otras palabras más conjuraba; y exhortábales, diciendo: «Salvaos de esta generación, la torcida».
41 Aquéllos, pues, que acogieron la palabra de él, bautizáronse: y agregáronse en aquel día almas como tres mil;
42 y estaban perseverando en la doctrina de los apóstoles y en la comunicación(h), y la fracción del pan y las oraciones.
43 Y hacíase a toda alma temor; y muchos prodigios y señales por los apóstoles se hacían (y miedo había grande en todos).
44 Y todos los creyentes estaban en lo mismo(i) y lo tenían todo común;
45 y los bienes y los haberes vendían y repartíanlos a todos, según alguno necesidad tenía;
46 y, cada día perseverando unánimemente en el santuario, y partiendo en casa pan, tomaban juntos alimento en júbilo y sencillez de corazón:
47 alabando a Dios y teniendo gracia delante de todo el pueblo. Y el Señor agregaba los que se salvaban, cada día, en lo mismo.
1 Curación del cojo Y Pedro y Juan subieron al santuario a la hora de la oración, la nona.
2 Y a un varón, que cojo desde el vientre de su madre era, llevábase; al que ponían cada día a la puerta del santuario, la que se llama Hermosa, para pedir limosna a los que entraban en el santuario;
3 el cual, viendo a Pedro y Juan que iban a entrar en el santuario, rogaba limosna recibir.
4 Y contemplándole Pedro, con Juan, dijo: «Míranos».
5 Y él fijándose en ellos, aguardaba algo de ellos recibir.
6 Y dijo Pedro: «Plata y oro no tengo; pero lo que tengo, esto te doy: en el nombre de Jesucristo, el Nazareno, levántate y paséate».
7 Y asiéndolo de la diestra mano, levantóle; y al punto se afirmaron las plantas de él y los tobillos;
8 y alto saltando, paróse; y paseábase, y entró con ellos en el santuario, paseándose, y saltando y alabando a Dios,
9 Y vióle todo el pueblo paseándose y alabando a Dios;
10 (y reconocíanle que éste era el para la limosna sentado a la Hermosa puerta del santuario); y llenáronse de estupor y éxtasis por lo acontecido a él.
11 Y, asiéndose él de Pedro, y de Juan, concurrió todo el pueblo hacia ellos, al pórtico, el llamado de Salomón, estupefactos.
12 Y viendo Pedro, respondió al pueblo: «Varones israelitas, ¿qué os maravilláis de esto; o en nosotros, qué os fijáis, como si hubiéramos por propia fuerza o piedad hecho pasearse a él?
13 El Dios de Abrahán y el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su niño(a) Jesús; a quien vosotros ciertamente entregasteis, y negasteis, a faz de Pilato, juzgando aquél soltar;
14 vosotros, empero, al santo y justo negasteis, y pedisteis varón homicida se os agraciase;
15 y al autor de la vida matasteis; a quien Dios resucitó de muertos; de lo que nosotros testigos somos;
16 y, por la fe de su nombre, a éste, a quien contempláis y sabéis, ha afirmado el nombre de él; y la fe, la por él, dádole ha esta integridad frente por frente de todos vosotros.
17 Y ahora, hermanos, sé que, por ignorancia, obrasteis, así como también vuestros príncipes;
18 pero Dios, lo que prenunció por boca de todos los profetas: padecer su Cristo; ha cumplido así.
19 Arrepentíos, pues, y convertíos, a que del todo se borren vuestros pecados, para que vengan tiempos de refrigerio desde faz del Señor,
20 y envíe al predestinado a vosotros: Cristo Jesús;
21 quien debe el cielo ciertamente recibir, hasta tiempos de apocatástasis(b) de todo lo que habló Dios por boca de los santos, desde el siglo: sus profetas.
22 Moisés ciertamente dijo: que un profeta os levantará Señor Dios de entre vuestros hermanos, como a mí: a él escucharéis, según todo cuanto hablare a vosotros.
23 Y será: toda alma la que no escuchare a aquel profeta, exterminada será del pueblo.
24 Y todos también los profetas, desde Samuel a los en seguida, cuando hablaron, también anunciaron estos días.
25 Vosotros sois los hijos de los profetas y del pacto que Dios pactó con nuestros padres, diciendo a Abrahán: «Y en tu simiente benditas serán todas las familias de la tierra».
26 A vosotros primero, resucitando Dios a su niño, envióle a bendeciros para convertir a cada uno de las maldades de vosotros».
1 Los apóstoles ante el sanedrín Y hablando ellos al pueblo, sobreviniéronles los sumos sacerdotes y el estratego(a) del santuario y los saduceos,
2 indignados de enseñar ellos al pueblo y anunciar, en Jesús, la resurrección, la de entre muertos;
3 y echaron sobre ellos las manos y pusieron en custodia hasta el siguiente día; pues era tarde ya.
4 Y muchos de los que oyeron la palabra, creyeron; e hízose número de los varones como millares.
5 Y aconteció al siguiente día, reunirse de ellos los príncipes, y los ancianos, y los escribas, en Jerusalén,
6 y Anás, el sumo sacerdote, y Caifás, y Juan, y Alejandro y cuantos eran del linaje pontifical;
7 y, poniéndoles en el medio, indagaron: «¿En qué fuerza o en qué nombre habéis hecho esto vosotros?»
8 Entonces Pedro, habiéndose llenado de Espíritu Santo, dijo a ellos: «Príncipes del pueblo y ancianos,
9 si nosotros hoy somos interrogados acerca del beneficio de un hombre enfermo: en quién éste ha sido salvado,
10 notorio sea a todos vosotros y a todo el pueblo de Israel: que en el nombre de Jesucristo, el Nazareno, a quien vosotros crucificasteis, a quien Dios resucitó de muertos, en éste aquí está a faz de vosotros, sano.
11 Este es «la piedra, la desechada por vosotros, los edificantes, la hecha cabeza de ángulo».
12 Y no hay en otro ninguno la salud; pues ni nombre hay otro bajo el cielo —el dado en hombres, en el que debamos salvarnos».
13 Y viendo la de Pedro libre habla y de Juan, y, comprendiendo que hombres iletrados son e indoctos, maravillábanse (y reconocíanles que con Jesús estaban);
14 y al hombre mirando que con ellos estaba parado, al curado, nada tenían que contradecir;
15 y mandándoles fuera del sanedrín retirarse conferían entre sí,
16 diciendo: «¿qué haremos a estos hombres? porque ciertamente notoria señal ha sido hecha por ellos, a todos los que habitan en Jerusalén manifiesta, y no podemos negar;
17 pero, porque no se divulgue más por el pueblo, amenacémosles no ya hablar en este nombre a nadie de hombres».
18 Y llamándoles, significaron del todo no arengar ni enseñar en el nombre de Jesús.
19 Y Pedro y Juan, respondiendo, dijeron a ellos: «Si justo es, a faz de Dios, que a vosotros oigamos más que a Dios, juzgad;
20 pues no podemos nosotros lo que hemos visto y oído, no hablar».
21 Y ellos, conminando, soltáronles, nada hallando por qué castigarles; por causa del pueblo, pues todos glorificaban a Dios por lo acontecido;
22 pues de años era más de cuarenta el hombre en quien se había hecho esta señal de la sanidad.
23 Y, sueltos, vinieron a los propios y refirieron cuanto a ellos los sumos sacerdotes y los ancianos dijeron.
24 Y ellos, oyendo, unánimemente alzaron la voz a Dios y dijeron: «Soberano, tú el que has hecho el cielo y la tierra, y el mar, y todo lo en ellos;
25 el que por el Espíritu Santo por boca de David, niño tuyo, dijiste: (Sal. 2,1-2) ¿Por qué bramaron gentes; y pueblos meditaron cosas vanas?
26 Asistieron los reyes de la tierra y los príncipes juntáronse en lo mismo contra el Señor y contra su Cristo.
27 pues se han juntado, en verdad, en esta ciudad contra el santo niño tuyo, Jesús, a quien ungiste, y Herodes y Poncio Pilato con gentes y pueblo de Israel,
28 para hacer cuanto tu mano y voluntad predeterminó aconteciera.
29 Y, cuanto a ahora, Señor, mira a las amenazas de ellos, y da a tus siervos con libre habla toda, hablar tu palabra,
30 la mano extendiendo tú, a que sanidad, y señales y prodigios se hagan por el nombre del santo niño tuyo, Jesús».
31 Y, pidiendo ellos, tembló el lugar en que estaban reunidos, y llenáronse todos ellos de Santo Espíritu; y hablaban la palabra de Dios con libre habla.
32 Y de la muchedumbre de los creyentes era corazón y alma una; y ni uno algo de lo que poseía, decía propio ser, sino érales todo común.
33 Y con fuerza grande daban el testimonio los apóstoles, de la resurrección del Señor Jesús; y gracia grande era sobre todos ellos.
34 Porque ni indigente había alguno en ellos; pues, cuantos poseedores de campos o casas eran, vendiendo, traían los precios de lo que enajenaban;
35 y ponían a los pies de los apóstoles; y repartíase a cada uno, según alguien necesidad tenía.
36 Y José, el sobreapellidado «Bernabé»(b) por los apóstoles (lo que es interpretado: «hijo de consolación»), levita, cipriota por linaje,
37 poseyendo un campo, vendiendo, trajo el valor y puso a los pies de los apóstoles.
1 Y un cierto varón, Ananías por nombre, con Safira su mujer, vendió una posesión;
2 y defraudó del precio, consabidora también la mujer; y, trayendo, cierta parte a los pies de los apóstoles puso.
3 Y dijo Pedro: «Ananías, ¿por qué ha llenado Satanás tu corazón a que mintieses al Espíritu, el Santo, y defraudases del precio del campo?
4 ¿Acaso quedando(a) no te quedaba; y lo vendido en tu poder estaba? ¿Qué(b), que pusiste en tu corazón cosa tal? No has mentido a hombres, sino a Dios».
5 Y oyendo Ananías estas palabras, cayendo, expiró. Y sobrevino temor grande a todos los que oyeron;
6 y, levantándose los jóvenes, envolviéronle, y, fuera llevando sepultaron.
7 Y hubo como de horas tres intervalo; y la mujer de él, no sabiendo lo acontecido, entró.
8 Respondió a ella Pedro: «Dime ¿si en tanto el campo habéis vendido?» Y ella dijo: «Sí; en tanto».
9 Y Pedro a ella: «¿Qué, os habéis concertado a tentar al Espíritu del Señor? He aquí los pies de los que han enterrado a tu marido; ¡a la puerta! y fuera llevaránte».
10 Y cayó al punto a los pies de él y expiró; y entrando los jovencillos, halláronla muerta y, fuera llevando, sepultáronla con su marido.
11 Y sobrevino temor grande a toda la Iglesia y a todos los que oyeron esto.
12 Y por las manos de los apóstoles hacíanse señales y prodigios muchos en el pueblo. Y estaban unánimes todos en el pórtico de Salomón;
13 y de los demás(c) nadie se atrevía a juntarse a ellos, y magnificábales el pueblo,
14 (y más agregábanse los creyentes al Señor: muchedumbre, y de hombres y de mujeres);
15 hasta también a las calles fuera llevar los enfermos y poner en camillas y literas, para que, viniendo Pedro, al menos la sombra sombrease a alguno de ellos y fuesen libres de sus enfermedades.
16 Y concurría también la muchedumbre de las ciudades circunvecinas de Jerusalén, trayendo enfermos y perturbados de espíritus inmundos; los cuales eran curados todos.
17 Y levantándose el sumo sacerdote y todos los con él (la que es la secta de los saduceos), llenáronse de celo,
18 y echaron las manos sobre los apóstoles y pusiéronles en custodia pública.
19 Pero un ángel del Señor, durante la noche, abrió las puertas de la custodia, y, sacándoles, dijo:
20 «Id, y, parándoos, hablad en el santuario al pueblo todas las palabras de esta vida(d)».
21 Y, oyendo, entraron al alba en el santuario; y enseñaban. Y llegando el sumo sacerdote y los con él, convocaron el sanedrín y toda la ancianidad de los hijos de Israel; y enviaron a la prisión a que se les trajese.
22 Pero los llegados servidores no les hallaron en la custodia; y, retornando, anunciaron;
23 diciendo: que «la prisión hemos hallado cerrada en toda seguridad y los custodios parados a las puertas; pero, abriendo, dentro a nadie hemos hallado».
24 Y como oyeron estas palabras y el estratego del santuario y los sumos sacerdotes, confundíanse acerca de ello: cómo hubiese acontecido esto.
25 Pero, llegando alguien, anuncióles: que «he aquí los varones que pusisteis en la custodia, están en el santuario parados y enseñando al pueblo».
26 Entonces, retirándose el estratego con los servidores y llevóles, no por fuerza (pues temían al pueblo: que no se les lapidara);
27 y, llevándoles, pusieron en el sanedrín. Y preguntóles el sumo sacerdote,
28 diciendo: «Con intimación intimádoos hemos no enseñar en este nombre, y he aquí tenéis llena a Jerusalén de vuestra doctrina, y queréis imputarnos la sangre de este hombre».
29 Y, respondiendo Pedro y los apóstoles, dijeron: «Someterse hay a Dios más que a los hombres.
30 El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros echasteis mano, suspendiendo sobre leño.
31 A éste, Dios a fundador y salvador ha exaltado con su diestra, a dar arrepentimiento a Israel y remisión de pecados.
32 Y nosotros con él, testigos de estas palabras(e), y el Espíritu, el Santo, que ha dado Dios a los que se someten a él».
33 Y ellos, oyendo, aserrados por medio(f) eran y querían arrebatarles.
34 Pero, levantándose uno en el sanedrín: un fariseo, por nombre Gamaliel, maestro de la ley, honorable a todo el pueblo, mandó un poco los hombres echar fuera;
35 y dijo a ellos: «Varones israelitas, atended a vosotros acerca de estos hombres: qué habéis de hacer.
36 Pues, antes de estos días, levantóse Teudás, diciendo ser alguno(g) él; a quien se inclinó de varones un número, como cuatrocientos; el cual arrebatado fue; y todos cuantos le obedecían, fueron disipados y convertidos en nada.
37 Después de éste, levantóse Judas, el galileo, en los días del empadronamiento; y apartó pueblo tras sí; también aquél pereció; y todos cuantos le obedecían, fueron dispersados.
38 Y, cuanto a ahora, dígoos: apartaos de estos hombres y dejadlos; porque, si fuere de hombres esta voluntad o esta obra, se deshará;
39 mas si de Dios es, no podréis deshacerles; no sea que también teómacos(h) se os halle».
40 Y obedeciéronle, y llamando a sí los apóstoles, flagelando, intimaron no hablar en el nombre de Jesús; y soltáronles.
41 Y ellos ciertamente fuéronse; gozando, de faz del sanedrín; porque se les dignó, por el nombre de Jesús, de ser deshonrados;
42 y todo el día, en el santuario y en casa, no cesaban, enseñando y evangelizando a Cristo Jesús.
1 Los Diáconos Y en estos días, multiplicándose los discípulos, hubo murmullo de los helenistas(a) contra los hebreos, de mirarse de reojo en el ministerio cotidiano las viudas de ellos.
2 Y, llamando a sí los doce a la muchedumbre de los discípulos, dijeron: «No grato es que nosotros, abandonando la palabra de Dios, sirvamos a mesas.
3 Considerad ya, hermanos, hombres de vosotros, testimoniados, siete, llenos de Espíritu santo y sabiduría; que constituyamos sobre esta necesidad;
4 y nosotros en la oración y el ministerio de la palabra perseveraremos».
5 Y plugo la palabra a faz de toda la muchedumbre; y eligieron a Esteban, varón lleno de fe y Espíritu Santo; y a Felipe, y Prócoro, y Nicanor, y Timón, y Parmenás, y Nicolás, prosélito antioqueno;
6 que pusieron a faz de los apóstoles: y, orando, impusiéronles las manos.
7 Y la palabra de Dios crecía; y multiplicábase el número de los discípulos en Jerusalén sobremanera; mucha turba también de los sacerdotes obedecían a la fe.
8 Y Esteban, lleno de gracia y fuerza, hacía prodigios y señales grandes en el pueblo.
9 Y levantáronse de los de la sinagoga, la dicha de libertinos(b), y cirenenses, y alejandrinos, y los de Cilicia y Asia, disputando con Esteban;
10 y no podían oponerse a la sabiduría y al Espíritu que hablaba.
11 Entonces sobornaron a varones, diciendo: que «oídole hemos hablar palabras blasfemas contra Moisés y Dios»;
12 y conmovieron al pueblo, y a los ancianos y los escribas: y, sobreviniendo, arrastráronle consigo y llevaron al sanedrín;
13 y pusieron testigos falsos, diciendo: «El hombre éste no cesa de hablar palabras contra el lugar el sagrado, y la ley;
14 que le hemos oído decir: que «Jesús el Nazareno, éste deshará este lugar y mudará las costumbres que nos entregó Moisés».
15 Y, fijándose en él todos los sentados en el sanedrín, vieron la faz de él, cual si faz de ángel.
1 Discurso de San Esteban Y dijo el sumo sacerdote: «¿Si esto así se es?»
2 Y él dijo: «Varones hermanos y padres, oíd: «El Dios de la gloria aparecióse a nuestro padre Abrahán que estaba en la Mesopotamia antes de habitar él en Carrán(a);
3 y dijo a él: «Sal de tu tierra y tu parentela, y ven a la tierra que yo te mostraré».
4 Entonces, saliendo de tierra de caldeos, habitó en Carrán. Y, de allí, después de morir el padre de él, trasladóle a esta tierra en que vosotros ahora habitáis;
5 y no le dio heredad en ella «ni pisada de pie(b)», y prometióle «dársela, en posesión y a su simiente después de él»; no teniendo él hijo.
6 Y habló así Dios: que «será la simiente de él cohabitadora en tierra extraña; y esclavizaránla y maltratarán años cuatrocientos;
7 y la gente a quien fueren esclavizados, juzgaré yo». Dios dice; «y después de esto saldrán y serviránme en este lugar».
8 Y dióle testamento de circuncisión; y así engendró a Isaac, y circuncidóle el día, el octavo; e Isaac a Jacob, y Jacob a los doce patriarcas.
9 Y los patriarcas, celando, a José vendieron para Egipto; y era Dios con él;
10 y arrancóle de todas sus tribulaciones, y dióle gracia y sabiduría «delante de Faraón, rey de Egipto; y constituyóle príncipe sobre Egipto y toda su casa».
11 Y vino hambre sobre todo el Egipto y Canaán, y tribulación grande; y no hallaban víveres nuestros padres.
12 Y, oyendo Jacob haber cereales en Egipto, despachó a nuestros padres primero;
13 y a lo segundo(c), fue conocido José de sus hermanos, y manifiesto fue a Faraón el linaje de José.
14 Y, enviando José, llamó a sí a Jacob, su padre, y toda la parentela: en almas, setenta y cinco.
15 Y descendió Jacob a Egipto; y él falleció y nuestros padres,
16 y traspuestos fueron a Siquem y puestos en la tumba que compró Abrahán con precio de plata a los hijos de Hemor en Siquem.
17 Y, como se acercó el tiempo de la promesa que comunicó Dios a Abrahán, acrecentóse el pueblo y multiplicóse en Egipto;
18 hasta que se levantó un rey, otro, en Egipto, quien no sabía a José.
19 Este, sofisticando(d) al linaje nuestro, maltrató a los padres, haciendo las criaturas expósitas, de ellos, para que no se vivificaran.
20 En el cual tiempo nació Moisés, y era gracioso a Dios. Que se crió meses tres en la casa del padre;
21 Y, expuesto él, llevóselo la hija del Faraón y crióselo para hijo.
22 e instruyóse a Moisés en toda sabiduría de egipcios; y era poderoso en palabras y obras suyas.
23 Y, como se le cumplió cuadricenal tiempo, ascendió a su corazón visitar a sus hermanos, los hijos de Israel.
24 Y, viendo a un injuriado, defendió e hizo venganza al domeñado, hiriendo al egipcio.
25 Y pensaba entender los hermanos que Dios, por mano de él, daba salud a ellos; pero ellos no entendieron.
26 Y al siguiente día, aparecióseles, riñendo ellos; y reconciliábales a paz, diciendo: «Varones, hermanos sois: ¿por qué os injuriáis?»
27 Y el que injuriaba al prójimo, empujóle, diciendo: «¿Quién te ha constituido príncipe y juez sobre nosotros?
28 ¿Qué? ¿arrebatarme tú quieres del modo que arrebataste ayer al egipcio?»
29 Y huyó Moisés en esta palabra; e hízose cohabitador en tierra de Madián; donde engendró hijos dos.
30 Y, cumpliéndose años cuarenta, apareciósele en el desierto del monte Sinaí un ángel en llama de fuego de una zarza.
31 Y Moisés, viendo, maravillóse de la visión; y, llegándose para contemplar, vino voz de Señor:
32 «¡Yo, el Dios de tus padres: el Dios de Abrahán, e Isaac y Jacob!» Y tembloroso poniéndose Moisés, no se atrevía a contemplar.
33 Y díjole el Señor: «Suelta tu zapato de los pies; porque el lugar en que parado estás, tierra santa es.
34 Viendo, he visto el maltrato de mi pueblo el de Egipto; y su gemido he escuchado, descendido a libertarles; y, ahora ¡acá! enviaréte a Egipto».
35 A este Moisés, a quien negaron, diciendo: «¿Quién te ha constituido príncipe y juez?» —a éste Dios, y príncipe y redentor ha enviado con mano de ángel, del aparecido a él en la zarza.
36 Este sacóles, haciendo prodigios y señales en Egipto, y en el rojo mar, y en el desierto, años cuarenta.
37 Este es Moisés, el que habló a los hijos de Israel: «Profeta os levantará Dios de entre vuestros hermanos, como a mí, a él oíd.
38 Este es el que estuvo en la iglesia(e), en el desierto, con el ángel el que le habló en el monte Sinaí; y(f) nuestros padres, que recibió sentencias vivientes para darnos;
39 del que no quisieron escuchadores hacerse nuestros padres, sino empujaron; y volviéronse en sus corazones a Egipto,
40 diciendo a Aarón: «Haznos dioses que nos precedan; porque este Moisés, que nos sacó de tierra de Egipto— no sabemos qué ha acontecido a él».
41 Y becerrificaron en aquellos días y trajeron hostia al ídolo; y gozábanse en las obras de sus manos.
42 Mas convirtió(g) Dios y entrególes a servir al ejército del cielo, según está escrito en libro de los profetas: (Am. 5,25-27) ¿Acaso víctimas y hostias habéisme ofrecido años cuarenta en el desierto, casa de Israel?
43 Y recibisteis el tabernáculo de Moloc y el astro del dios Refá(h); las figuras que hicisteis, a ¡adorarlas! y os trasladaré allende de Babilonia».
44 El tabernáculo del testimonio tuvieron nuestros padres en el desierto, según que ordenó el que habló a Moisés hacerlo, según la figura que había visto;
45 el que también introdujeron, habiéndolo heredado, nuestros padres con Jesús, en la posesión de las gentes; que arrojó Dios de faz de nuestros padres, hasta los días de David;
46 quien halló gracia a faz de Dios, y pidió hallar pabellón para la casa de Jacob.
47 Y Salomón edificóle casa.
48 Mas no el Excelso en manuhechuras habita; según el profeta dice:
49 (Is. 66,1-2) El cielo, a mí, trono; y la tierra escabel de mis pies: ¿qué casa edificaréisme (dice Señor); o qué lugar de mi reposo?
50 ¿que mi mano no ha hecho todo esto?»
51 Cuelliduros e incircuncisos de corazones y de las orejas, vosotros siempre al Espíritu, el Santo, combatís; como vuestros padres, también vosotros.
52 ¿A cuál de los profetas no persiguieron los padres de vosotros? Y mataron a los que prenunciaban acerca de la venida del Justo; del que ahora vosotros traidores y asesinos os habéis hecho;
53 los que recibisteis la ley en disposiciones de ángeles y no guardasteis...»
54 Y, oyendo esto, aserrabánseles los corazones, y rechinaban los dientes contra él.
55 Y, estando lleno de Espíritu Santo, fijándose en el cielo, vio gloria de Dios, y a Jesús parado a la derecha de Dios;
56 y dijo: «He aquí, miro los cielos abiertos y al Hijo del hombre a la derecha parado de Dios».
57 Y clamando con voz grande, taparon sus orejas, y precipitáronse unánimemente sobre él;
58 y, lanzando fuera de la ciudad, lapidaban. Y los testigos depusieron sus vestiduras a los pies de un joven, llamado Saulo;
59 y lapidaban a Esteban, que invocaba y decía: «Señor Jesús, recibe mi Espíritu».
60 Y, poniendo las rodillas, clamó con voz grande: «Señor, no les peses(i) este pecado». Y, esto diciendo durmióse, en el Señor.
1 Y Saulo estaba complaciéndose en el arrebatamiento de él. Y hubo en aquel día persecución grande contra la iglesia, la de Jerusalén; y todos dispersáronse por las regiones de Judea y Samaria, fuera de los apóstoles.
2 Y juntos alzaron a Esteban, varones timoratos, e hicieron llanto grande sobre él.
3 Y Saulo mancillaba(a) la iglesia, por las casas entrando y arrastrando hombres y mujeres entregaba a custodia.
4 Ellos, pues, ya dispersos, discurrieron, evangelizando la palabra;
5 y Felipe, descendiendo a la ciudad de la Samaria, predicábales al Cristo.
6 Y atendían las turbas a lo que decía Felipe, unánimemente a oír ellos y mirar las señales que hacía;
7 pues muchos de los que tenían espíritus inmundos —gritando con voz grande, salían; y muchos paralíticos y cojos eran curados;
8 y hubo mucho gozo en aquella ciudad.
9 Y cierto varón por nombre Simón había antes estado en la ciudad hechizando, y arrobando a la gente de la Samaria, diciendo ser alguno él grande;
10 al que atendían todos, de pequeño a grande, diciendo: «Esta es la fuerza de Dios la que se llama grande»;
11 y atendíanle, por haber bastante tiempo con las magias arrobádoles.
12 Mas, cuando creyeron a Felipe evangelizando acerca del reino de Dios y del nombre de Jesucristo, bautizábanse, y hombres y mujeres.
13 Y Simón también él mismo creyó, y, bautizado, estaba perseverando con Felipe; y, viendo señales, y fuerzas grandes haciéndose arrobábase.
14 Y, oyendo los en Jerusalén apóstoles que ha recibido la Samaria la palabra de Dios, enviaron a ellos a Pedro y Juan;
15 los cuales, descendiendo, oraron por ellos que recibiesen Espíritu Santo;
16 pues aún no había sobre ninguno de ellos caído; y sólo bautizados estaban en el nombre del Señor Jesús.
17 Entonces, imponían las manos sobre ellos, y recibían Espíritu Santo.
18 Y, viendo Simón que por la imposición de las manos de los apóstoles es dado el Espíritu, trajo a ellos dinero,
19 diciendo: «Dad también a mí esta potestad de que, a quien impusiere yo las manos reciba Espíritu Santo».
20 Y Pedro dijo a él: «Tu plata contigo sea en perdición porque el don de Dios has pensado por dinero adquirir.
21 No hay para ti parte ni herencia en esta palabra; que tu corazón no es recto delante de Dios.
22 Arrepiéntete, pues, de ésta tu maldad; y ruega al Señor, si por ventura se te perdonará este pensamiento de tu corazón;
23 pues en hiel de amargura(b) y atadura de iniquidad véote estar».
24 Y respondiendo Simón dijo: «Rogad vosotros por mí al Señor, para que nada venga sobre mí de lo que habéis dicho».
25 Ellos, pues, ya habiendo testificado y hablado la palabra del Señor, retornaron a Jerusalén; y muchas aldeas de los samaritanos evangelizaban.
26 Y un ángel del Señor habló a Felipe, diciendo: «Levántate y vete hacia el mediodía(c) a la vía, la que baja de Jerusalén a Gaza»; ésta es: desierta(d).
27 Y, levantándose fuese. Y he aquí un varón etíope, eunuco poderoso de Candace(e), reina de etíopes; el que era sobre todo el tesoro de ella; el que había venido adorando a Jerusalén;
28 y estaba retornando y sentado sobre su carro; y leía al profeta Isaías.
29 Y dijo el Espíritu a Felipe: «Llégate y júntate a este carro».
30 Y, corriendo allá Felipe, oyóle leyendo a Isaías, el profeta, y dijo: «Con que, ¿conoces lo que lees?»
31 Y él dijo: «Pues ¿cómo he de poder, si alguno no me guiare?» Y rogó a Felipe que, subiendo se sentase con él.
32 Y el paraje de la Escritura que leía, era éste: (Is. 53,7.8) Como oveja, a matanza fue llevado; y como cordero delante del que le trasquila, mudo así no abre su boca.
33 En la humildad su juicio fue alzado(f): su generación(g) ¿quién referirá? pues alzada es de la tierra su vida.
34 Y, respondiendo el eunuco a Felipe dijo: «Ruégote ¿de quién el profeta dice esto? ¿de sí mismo o de otro alguno?»
35 Y, abriendo Felipe su boca, y empezando de esta Escritura, evangelizóle a Jesús.
36 Y como iban por el camino, llegaron a un agua, y dijo el eunuco: «He aquí agua: ¿qué impide sea yo bautizado?»
37 (Y dijo Felipe: «Si crees de todo el corazón, lícito es». Y, respondiendo dijo: «Creo que el Hijo de Dios es Jesucristo».)
38 Y mandó parar el carro; bajaron ambos al agua, y Felipe y el eunuco, y bautizóle.
39 Y, cuando subieron del agua, Espíritu del Señor llevóse a Felipe, y no le vio ya no, el eunuco; pues iba por su camino gozándose.
40 Y Felipe hallóse por Azoto; y, atravesando, evangelizaba las ciudades todas, hasta venir él a Cesarea.
1 Y Saulo, aun respirando amenaza y matanza contra los discípulos del Señor, acercándose al sumo sacerdote,
2 pidió de él cartas a Damasco para las sinagogas, a fin de que, si algunos hallase de esta sentada, y hombres y mujeres, atados llevase a Jerusalén.
3 Y en el camino aconteció acercarse él a Damasco; y de repente la circunrelampagueó luz del cielo;
4 y cayendo en la tierra, oyó voz diciéndole: «Saúl, Saúl, ¿qué me persigues?»
5 Y dijo: «¿Quién eres, Señor?» Y él: «Yo soy Jesús, a quien tú persigues: duro para ti, recalcitrar contra el aguijón(a)».
6 Y temblando y atónito, dijo: «Señor; ¿qué yo quieres haga?»
7 Y el Señor a él: «Levántate y entra en la ciudad, y hablarásete lo que debes hacer». Pero, los varones, los que caminaban con él, habíanse parado mudos, oyendo en verdad la voz; a nadie, empero viendo.
8 Y levantóse Saulo de la tierra; y, abiertos los ojos, nada veía; y manuguiándole, introdujeron en Damasco.
9 Y estuvo días tres no viendo, y no comió ni bebió.
10 Y había cierto discípulo en Damasco, por nombre Ananías. Y dijo a él, en visión, el Señor: «¡Ananías!». Y él dijo: «¡Señor!» Y el Señor a él:
11 «Levántate vete a la vía, la llamada recta y busca en casa de Judas a Saulo por nombre Tarsense(b); pues he aquí ora»
12 (y vio a un varón, en visión: Ananías por nombre, entrar e imponerle las manos, para que volviese a ver).
13 Y respondió Ananías: «Señor, he oído de muchos acerca de este varón: cuántos males a tus santos ha hecho en Jerusalén;
14 y aquí tiene potestad, de los sumos sacerdotes, de atar a todos los que invocan tu nombre».
15 Y dijo a él el Señor: «Vete, por que vaso de elección esme éste para llevar mi nombre a faz, y de las gentes, y reyes e hijos de Israel;
16 que yo mostraréle cuanto debe, por mi nombre, padecer».
17 Y fuese Ananías, y entró en la casa, y, poniendo sobre él las manos, dijo: «Saúl hermano, el Señor hame enviado: Jesús, el aparecido a ti en el camino que has andado, para que vuelvas a ver y lleno seas de Espíritu Santo».
18 Y luego cayeron de sus ojos abajo como escamas; y volvió a ver, y levantándose, fue bautizado;
19 y, tomando alimento, confortóse. Y quedóse con los en Damasco discípulos días algunos;
20 y luego en las sinagogas predicaba a Jesús: que «éste es el Hijo de Dios».
21 Y arrobábanse todos los que oían, y decían: «¿No es éste el que asolaba en Jerusalén a los que invocan este nombre, y aquí a esto había venido; a fin de que atados los llevase a los sumos sacerdotes?»
22 Y Saulo más fortalecíase y confundía a los judíos: a los que habitaban en Damasco, demostrando que éste es el Cristo.
23 Y, como se cumplían días bastantes, acordaron los judíos arrebatarle;
24 y comunicóse a Saulo el acuerdo de ellos. Y guardaban también las puertas, y de día y de noche, para arrebatarle.
25 Mas, tomando los discípulos a él, de noche, por el muro, bajáronle descendiendo en una espuerta.
26 Y, llegando a Jerusalén, intentaba adherir a los discípulos; y todos temíanle, no creyendo que es discípulo.
27 Mas Bernabé, cogiéndole llevó a los apóstoles, y refirióles cómo en el camino vio al Señor, y que le habló, y cómo en Damasco habló libremente en el nombre de Jesús.
28 Y estaba con ellos entrando y saliendo de Jerusalén, hablando libremente en el nombre del Señor;
29 y hablaba y disputaba con los helenistas. Y ellos ponían mano para arrebatarle;
30 y, conociendo los hermanos, lleváronle abajo a Cesarea, y de allí enviáronle a Tarso.
31 La Iglesia, en verdad, por toda la Judea, y Galilea y Samaria tenía paz, edificándose y caminando con el temor del Señor; y con la consolidación del Santo Espíritu multiplicábase.
32 Y aconteció que Pedro, que atravesaba por todos, descendió también a los santos los que habitaban en Lida.
33 Y encontró allí a un hombre, por nombre Eneas, desde años ocho, yaciente en litera; que estaba paralizado.
34 Y díjole Pedro: «Eneas, sánate Jesucristo: levántate y aderezáte(c)». Y luego se levantó;
35 y viéronle todos los que habitaban Lida y el Sarón; los cuales se convirtieron al Señor.
36 Y en Yope una discípula, por nombre Tabitá (la que, interpretada, se dice Dorcas(d)); —ésta era llena de obras buenas y limosnas que hacía.
37 Y aconteció en aquellos días que, enfermando, murió; y, lavando, pusieron en azotea.
38 Y, cerca estando Lida de Yope, los discípulos, oyendo que Pedro está en ella, enviaron dos varones a él, rogando: «No tardes en venir hasta nosotros».
39 Y, levantándose Pedro, vino con ellos; a quien, llegando, subieron a la azotea; y paráronse en torno de él todas las viudas, llorando y mostrando túnicas y vestiduras: cuántas hacía, con ellas estando, Dorcas.
40 Y, echando fuera a todos Pedro y, poniendo las rodillas, oró; y, volviéndose al cuerpo, dijo: «Tabitá, levántate». Y ella abrió sus ojos, y, viendo a Pedro, incorporóse.
41 Y, dándole mano, levantóla; y llamando a los santos y las viudas, con ellos púsola viva.
42 Y notorio hízose por toda Yope; y creyeron muchos en el Señor.
43 Y aconteció días bastantes permanecer él en Yope, cerca de cierto Simón, curtidor.
1 Conversión de Cornelio Y un varón en Cesarea, por nombre Cornelio, centurión del manípulo, el llamado itálico;
2 piadoso y temiendo a Dios, con toda su casa, haciendo limosnas muchas al pueblo y rogando a Dios de continuo;
3 vio, en visión, manifiestamente, como alrededor de la hora nona del día, a un ángel de Dios venir a él y decirle: «Cornelio».
4 Y él, fijándose en él, y medroso poniéndose, dijo: «¿Qué es, Señor?» Y díjole: «Las oraciones tuyas y las limosnas tuyas han ascendido en memorial, delante de Dios.
5 Y ahora manda varones a Yope y haz venido a cierto Simón que se sobreapellida Pedro;
6 éste hospédase cerca de cierto Simón curtidor; cuya casa está junto a la mar; éste hablaráte qué debes hacer».
7 Y, como se retiró el ángel, el que le hablaba, llamando dos de sus domésticos y un soldado piadoso de los que le asistían;
8 y, narrando todo ello a ellos, envióles a Yope.
9 Y al siguiente día, caminando aquéllos y a la ciudad acercándose, ascendió Pedro al terrado a orar alrededor de la hora sexta;
10 y púsose hambriento; y quería gustar. Y, preparando aquéllos, vino sobre él un éxtasis.
11 y vio al cielo abierto, y descendiendo un recipiente, como un lienzo grande, con cuatro puntas bajando sobre la tierra,
12 en el que había todos los cuadrúpedos y reptiles de la tierra y volátiles del cielo.
13 Y vino voz a él: «Levantándote, Pedro, mata y come».
14 Y Pedro dijo: «Jamás, Señor; pues nunca he comido todo común e impuro».
15 Y voz de nuevo, por vez segunda, a él: «Lo que Dios ha purificado, tú no comuniques(a)».
16 Y esto aconteció hasta tres veces; y luego recibido fue el recipiente en el cielo.
17 Y, como dentro de sí vacilaba Pedro: qué fuese la visión que vio, he aquí los varones los enviados de Cornelio, preguntando por la casa de Simón, detuviéronse en el atrio;
18 y, llamando averiguaban: si «Simón, el sobreapellidado Pedro, aquí se hospeda».
19 Y, Pedro reflexionando sobre la visión, díjole el Espíritu: «He aquí varones dos, buscándote;
20 empero, levantándote, desciende, y vete con ellos, nada considerando; pues yo les he enviado».
21 Y, descendiendo Pedro a los varones, dijo: «He aquí yo soy el que buscáis; ¿qué causa por la que estáis aquí?»
22 Y ellos dijeron: «A Cornelio, centurión, varón justo y temiendo a Dios, y testimoniado, de toda la gente de los judíos, revelado fue por un ángel santo hacerte venir a su casa y oír palabras de ti».
23 Llamándoles, pues, adentro, hospedó; y al siguiente día, levantándose, salió con ellos; y algunos de los hermanos, de Yope fueron con él.
24 Y al siguiente día entró en Cesarea; y Cornelio estaba aguardándoles, habiendo convocado sus parientes y necesarios(b) amigos.
25 Y como aconteció entrar(c) Pedro, encontrándole Cornelio, cayendo a los pies, adoró.
26 Mas Pedro levantóle, diciendo: «Alza: también yo mismo hombre soy».
27 Y, conversando con él, entró; y halla reunidos muchos;
28 y dijo a ellos: «Vosotros sabéis como ilegal es para varón judío adherir o acercarse a alienígena; y a mí Dios mostró a nadie común o inmundo decir —a hombre(d);
29 por lo cual también irreplicadamente he venido, habiéndoseme hecho venir. Pregunto, pues: ¿con qué palabra habéisme hecho venir?»
30 Y Cornelio dijo: «Desde cuarto día hasta esta hora, estaba yo, la nona, orando en mi casa; y he aquí un varón detúvose a faz mía en veste radiosa;
31 y dijo: «Cornelio, escuchada ha sido tu oración; y las limosnas tuyas recordadas han sido a faz de Dios.
32 Manda, pues, a Yope y llama acá a Simón, que se sobreapellida Pedro: éste hospédase en casa de Simón, curtidor, junto a la mar».
33 Al punto, pues mandé a ti; y tú bellamente has hecho viniéndote. Ahora, pues, todos nosotros a faz de Dios estamos aquí a oír todo lo ordenado a ti por el Señor».
34 Y, abriendo Pedro la boca, dijo: «En verdad comprendo que no es de faz aceptador Dios;
35 sino que en toda gente el que le teme y obra justicia aceptable a él es.
36 La palabra envió a los hijos de Israel evangelizando paz por medio de Jesucristo. Este es de todos Señor.
37 Sabéis la venida palabra a través de toda la Judea; empezando de la Galilea, con el bautismo que predicó Juan(e): a Jesús de Nazaret:
38 cómo ungióle Dios con Espíritu Santo y fuerza; el cual pasó bien haciendo y sanando a todos los esclavizados por el diablo; pues Dios era con él.
39 (Y ¡nosotros, testigos de todo lo que hizo en la región de los judíos y Jerusalén!); al que también arrebataron suspendiendo de leño.
40 A éste Dios resucitó al tercer día y dióle manifiesto hacerse,
41 no a todo el pueblo, sino a testigos preelegidos por Dios: nosotros que hemos con él comido y con él bebido después de resurgir él de muertos;
42 y mandónos predicar al pueblo y testimoniar que éste es el determinado por Dios, juez de vivientes y muertos.
43 A éste todos los profetas testifican: remisión de pecados recibir por su nombre todo el que cree en él».
44 Aún hablando Pedro estas palabras, cayó el Espíritu, el Santo, sobre todos los que oían la palabra.
45 Y arrobábanse los de circuncisión fieles, cuantos vinieron con Pedro, de que también sobre las gentes el don del Espíritu, el Santo, se ha derramado;
46 pues oíanles hablar en lenguas y magnificar a Dios. Entonces respondió Pedro:
47 «¿Acaso el agua puede estorbar alguno que no se bauticen éstos, los que el Espíritu, el Santo, han recibido, tal como nosotros?»
48 Y ordenó que ellos en el nombre de Jesucristo se bautizasen. Entonces, rogáronle permanecer allí días algunos.
1 Vocación de los gentiles Y oyeron los apóstoles y los hermanos los que estaban por la Judea, que también las gentes recibieron la palabra de Dios.
2 Y, cuando subió Pedro a Jerusalén, disceptaban contra él los de la circuncisión,
3 diciendo: que «entraste a varones que prepucio tienen y comiste con ellos».
4 Y, empezando Pedro exponíales todo, diciendo:
5 «Yo estaba en ciudad de Yope orando, y vi, en éxtasis, visión: descendiendo cierto recipiente como un lienzo grande, con cuatro puntas bajando del cielo, y vino hasta mí:
6 en el cual fijándome, contemplaba y veía los cuadrúpedos de la tierra, y las fieras y los reptiles; y los volátiles del cielo.
7 Y oí también una voz, diciéndome: «Levantándote, Pedro, mata y come».
8 Y dije: «Jamás, Señor; pues común e inmundo nunca ha entrado en mi boca».
9 Y respondió, por vez segunda, voz del cielo: «Lo que Dios ha purificado, tú no comuniques».
10 Y esto aconteció hasta tres veces; y fue retirado de nuevo todo ello al cielo.
11 Y he aquí, al punto, tres varones detuviéronse en la casa en que estábamos, enviados de Cesarea a mí.
12 Y dijo el Espíritu a mí venir con ellos, nada trepidando. Y vinieron conmigo también estos seis hermanos, y entramos en la casa del varón;
13 y refiriónos cómo vio al ángel en su casa, parado y diciendo: «Manda a Yope y haz venir a Simón, el sobreapellidado Pedro;
14 quien hablará palabras a ti en que salvarás tú y toda tu casa».
15 Y, al empezar yo a hablar, cayó el Espíritu, el Santo, sobre ellos, así como también sobre nosotros al principio.
16 Y acordéme de la palabra del Señor: como decía: «Juan ciertamente bautizó con agua; vosotros, empero, seréis bautizados en Espíritu Santo».
17 Si, pues, el igual don dióles Dios como también a nosotros, creyendo en el Señor Jesucristo, yo ¿quién era —poderoso a estorbar a Dios?»
18 Y, oyendo esto, callaron, y glorificaron a Dios, diciendo: «¡Con que, también a las gentes Dios el arrepentimiento para la vida ha dado!»
19 Mientras tanto, los diseminados por la tribulación la hecha bajo Esteban, atravesaron hasta Fenicia, y Chipre y Antioquía, a nadie hablando la palabra sino solamente a judíos,
20 Y había algunos de ellos, varones cipriotas y cirenenses; los que, viniendo a Antioquía, hablaban también a los helenos, evangelizando al Señor Jesús.
21 Y era mano del Señor con ellos; y mucho número, el creyente, convertíanse al Señor.
22 Y oyóse la palabra en las orejas de la Iglesia, la que había en Jerusalén, acerca de ellos; y enviaron a Bernabé hasta Antioquía;
23 quien, llegado y viendo la gracia la de Dios, gozóse; y exhortaba a todos, en el propósito del corazón permanecer en el Señor;
24 pues era varón bueno y lleno de Espíritu santo y fe. Y añadióse turba bastante al Señor.
25 Y, salió a Tarso, a buscar a Saulo; y, hablando, condujo a Antioquía.
26 Y acontecióles también un año entero conversar en la Iglesia y enseñar turba bastante; y llamarse primeramente en Antioquía los discípulos: cristianos.
27 En los mismos días descendieron de Jerusalén profetas a Antioquía;
28 y, levantándose uno de ellos, por nombre ágabo, manifestó por el Espíritu, que hambre grande debía de haber sobre todo el orbe; la cual hubo bajo Claudio.
29 Y de los discípulos, según abundaba alguno; —determinó cada cual de ellos, para servicio(a) enviar a los que habitaban en la Judea— hermanos;
30 lo que también hicieron, enviando a los ancianos, por mano de Bernabé y Saulo.
1 Pedro libertado por un ángel Y por aquel tiempo echó Herodes rey las manos a maltratar a algunos de los de la iglesia.
2 Y arrebató a Santiago, el hermano de Juan, con cuchilla;
3 y viendo que grato es a los judíos; añadió prender también a Pedro (y eran días de los ázimos);
4 al que también atando puso en custodia, entregando a cuatro cuaternos de soldados para custodiarle; queriendo, después de la pascua, subirle(a) al pueblo.
5 Y, ciertamente Pedro era guardado en la custodia; oración, empero, era continuamente hecha de la iglesia a Dios por él.
6 Y cuando había de sacarle fuera Herodes, aquella noche estaba Pedro durmiendo en medio de dos soldados, atado con cadenas dos, y los guardas delante de la puerta guardaban la custodia.
7 Y he aquí un ángel del Señor al par detúvose, y luz esplendió en la habitación; y percutiendo el costado de Pedro, despertóle, diciendo: «Levántate en rapidez». Y cayéronle las cadenas de las manos.
8 Y dijo el ángel a él: «Cíñete, y átate tus sandalias». E hizo así. Y dícele: «Lanza en torno tu vestidura, y sígueme».
9 Y, saliendo, seguía, y no sabía que verdadero es lo acontecido por el ángel; y pensaba visión mirar.
10 Y, atravesando primera custodia y segunda, vinieron a la puerta la férrea, la que lleva a la ciudad; la cual automática abrióseles; y, saliendo, avanzaron vía una, y luego retiróse el ángel de él.
11 Y Pedro, en sí volviendo, dijo: «Ahora sé verdaderamente que ha enviado Señor su ángel y arrancádome de mano de Herodes y de toda la expectación del pueblo de los judíos».
12 Y, considerando, vino a la casa de María, la madre de Juan, el sobreapellidado Marco; donde estaban bastantes congregados y orando.
13 Y, golpeando él a la puerta del atrio, acudió una niña a escuchar, por nombre Rode.
14 Y, reconociendo la voz de Pedro, de gozo, no abrió el atrio; y corriendo adentro anunció estar Pedro delante del atrio.
15 Y ellos la dijeron: «Deliras» Mas ella aseguróles así ser.
16 Y ellos dijeron: «El ángel es de él». Y Pedro seguía golpeando; y, abriendo, viéronle y extasiáronse.
17 Y, reprimiéndoles con la mano a callar, refirió cómo el Señor le sacó de la custodia; y dijo: «Anunciad a Santiago y a los hermanos esto». Y, saliendo, fuése a otro lugar.
18 Y, venido el día, había turbación no poca en los soldados: qué, pues, Pedro se hubiese hecho.
19 Y Herodes, buscándole y no hallando, juzgando a los guardas, mandó fuesen llevados(b); y, bajando de la Judea, en Cesarea vivía.
20 Y estaba de ánimo reluchando contra tirios y sidonios. Mas unánimemente presentáronse a él, y, persuadiendo a Blasto, el sobre el tálamo del rey, pedían paz(c), por alimentarse su región de la real.
21 Y en fijado día Herodes, vistiendo vestidura regia, sentado sobre solio, arengaba popularmente a ellos;
22 y el pueblo aclamaba: «¡De Dios voz, y no de hombre(d)!»
23 Y al punto percutióle un ángel del Señor, por cuanto no dio la gloria a Dios; y habiéndose agusanado, expiró.
24 Y la palabra del Señor crecía y multiplicábase.
25 Y Bernabé y Saulo retornaron de Jerusalén, después de cumplir el ministerio, llevando consigo a Juan, el sobreapellidado Marco.
1 Trabajos apostólicos de Pablo. Y había en Antioquía, en la existente Iglesia, profetas y maestros: y Bernabé, y Simeón, el llamado negro, y Lucio el cirenense, y Manahén de Herodes, el tetrarca colactáneo y Saulo.
2 Y ministrando ellos al Señor y ayunando, dijo el Espíritu el Santo: «Separad ya, para mí, a Bernabé y Saulo, para la obra que les tengo llamados».
3 Entonces, ayunando, y orando, e imponiendo las manos a ellos, despidieron.
4 Ellos, en tanto, enviados por el Santo Espíritu, bajaron a Seleucia; y de allí fueron navegando a Chipre;
5 y, estando en Salamina, anunciando fueron la palabra de Dios en las sinagogas de los judíos, y tenían también a Juan de ministro.
6 Y, atravesando toda la isla hasta Pafo, hallaron un varón: cierto mago, pseudoprofeta, judío, cuyo nombre Barjesús;
7 quien estaba con el procónsul Sergio Paulo, varón prudente. Este llamando a sí a Bernabé y Saulo, trató de oír la palabra de Dios;
8 mas resistíales élimas(a), el mago (pues así interprétase su nombre); buscando apartar al procónsul, de la fe.
9 Y Saulo (el que también Pablo)(b), llenándose de Espíritu Santo, fijándose en él,
10 dijo: «Oh lleno de todo dolo y de toda falsía, hijo del diablo, enemigo de toda justicia ¿no cesas de trastornar las vías del Señor, las rectas?
11 Y ahora he aquí mano del Señor sobre ti, y serás ciego, no viendo el sol hasta un tiempo». Y al punto cayó sobre él obscuridad y tinieblas; y, girando buscaba manuguías.
12 Entonces, viendo el procónsul lo acontecido, creyó, pasmado por la doctrina del Señor.
13 Y, zarpando de Pafo, los en torno de Pablo, vinieron a Perge, de la Panfilia; pero Juan, separándose de ellos, retornó a Jerusalén.
14 Y ellos, atravesando desde Perge, arribaron a Antioquía, la Pisidia; y, viniendo a la sinagoga el día de los sábados, sentáronse.
15 Y, después de la lección de la ley y los profetas, enviaron los arquisinagogos a ellos, diciendo: «Varones hermanos, si alguna hay en vosotros palabra de exhortación al pueblo, decid».
16 Y, levantándose Pablo y, reprimiendo(c) con la mano, dijo: «Varones israelitas y los que teméis a Dios, oíd.
17 El Dios de este pueblo de Israel, eligió nuestros padres, y al pueblo exaltó en la convivencia en tierra de Egipto; y con brazo excelso sacóle de él;
18 y, como de cuarenta años tiempo, toleróles en el desierto,
19 y arrebatando gentes siete en tierra de Canaán, sorteó en herencia la tierra de ellos,
20 como años cuatrocientos cincuenta. Y, después de esto dio jueces hasta Samuel profeta.
21 Y de allí pidieron rey, y dióles Dios a Saúl, hijo de Cis, varón de tribu de Benjamín, años cuarenta;
22 y, removiéndole, levantóles a David en rey; al que también dijo, testificando. «He hallado a David, el de Jesé, varón según el corazón mío; que hará todas las voluntades mías».
23 De cuya simiente Dios, según promesa, sacó a Israel un Salvador: Jesús;
24 predicando antes Juan, ante faz de su venida, bautismo de arrepentimiento a todo el pueblo de Israel.
25 Y, como cumplía Juan la carrera, decía: «Lo que pensáis que soy, no soy yo; mas he aquí viene, después de mí, de quien no soy digno de que el zapato de los pies desate».
26 Varones hermanos, hijos de linaje de Abrahán y los que en vosotros temen a Dios: a vosotros la palabra de esta salud enviada ha sido.
27 Pues los habitantes de Jerusalén y sus príncipes, a éste desconociendo y las voces de los profetas las que por todo sábado se leen, juzgando, cumplieron(d);
28 y ninguna causa de muerte hallando, pidieron a Pilato se le arrebatase;
29 y, como consumaron todo lo escrito acerca de él, descendiéndole del leño, pusieron en monumento.
30 Y Dios resucitóle de muertos;
31 quien aparecióse por días muchos a los que subieron con él de la Galilea a Jerusalén; los cuales son testigos de él al pueblo.
32 Y nosotros os evangelizamos la a los padres promesa hecha; porque ésta Dios ha cumplido a los hijos de ellos: a nosotros, resucitando a Jesús;
33 como también en salmo está escrito: el(e) segundo: Hijo mío eres tú, yo hoy engendrádote he.
34 Y porque resucitóle de muertos al que ya no debía retornar a corrupción, así ha dicho: que «os daré lo santo(f) de David, lo fiel».
35 Por esto también en otro dice: No darás a tu santo a ver corrupción.
36 Pues David ciertamente, por propia generación(g), sirviendo a la de Dios voluntad, durmióse y fue puesto con sus padres;
37 mas al que Dios resucitó, no vio corrupción.
38 Notorio, pues, séaos, varones hermanos, que, por éste, a vosotros remisión de pecados se anuncia;
39 de todo lo que no podíais en ley de Moisés ser justificados; en éste todo creyente es justificado.
40 Mirad, pues, que no sobrevenga lo dicho en los profetas:
41 Mirad, despreciadores y admirad y desvaneceos; pues obra obro yo en los días vuestros; obra que no creeréis, no, si alguien os refiriere».
42 Y, saliendo ellos rogaban, para el entrante(h) sábado, se les hablasen estas palabras.
43 Y, despedida la sinagoga, seguían muchos de los judíos y de los timoratos prosélitos a Pablo y Bernabé; los cuales, hablándoles, persuadiéronles de permanecer en la gracia de Dios.
44 Y el siguiente sábado casi toda la ciudad juntóse a escuchar la palabra de Dios.
45 Y, viendo los judíos las turbas, llenáronse de celo; y contradecían a lo por Pablo dicho, blasfemantes.
46 Y, libremente hablando Pablo a Bernabé, dijeron: «A vosotros era menester primero se hablase la palabra de Dios; mas, ya que rechazáisla y no dignos jusgáisos de la eterna vida, he aquí nos volvemos a las gentes.
47 Pues así nos ha mandado el Señor: (Is. 49, 6) Puesto te he en luz de las gentes, para que seas en salud hasta el último de la tierra».
48 Y, oyendo las gentes, alegrábanse y glorificaban la palabra de Dios; y creyeron cuantos destinados estaban a la vida eterna;
49 y divulgábase la palabra del Señor por toda la región.
50 Pero los judíos instigaron a las timoratas mujeres, las nobles, y a los primeros de la ciudad, y excitaron persecución contra Pablo y Bernabé; y arrojáronles de sus confines.
51 Y ellos, sacudiendo el polvo de los pies sobre ellos, vinieron a Iconio;
52 y los discípulos llenáronse de gozo y Espíritu Santo.
1 Y aconteció en Iconio a una entrar ellos en la sinagoga de los judíos, y hablar, así que creyeron de judíos y helenos harta muchedumbre.
2 Pero los inconvencidos judíos excitaron y maltrataron(a) las almas de las gentes contra los hermanos.
3 En tanto bastante tiempo pasaron libremente hablando en el Señor, el que testificaba la palabra de su gracia, dando que señales y prodigios hubiera por las manos de ellos;
4 pero dividióse la muchedumbre de la ciudad, y unos eran con los judíos, otros con los apóstoles.
5 Y, como hubo ímpetu, y de las gentes y de los judíos con los príncipes de ellos, para ultrajar y lapidarles,
6 comprendiendo(b) refugiáronse en las ciudades de Licaonia: Listra y Derbe, y la circunvecindad;
7 y allí evangelizando estaban.
8 Y un varón impotente, entre listrios, de los pies, sentado estaba, cojo desde el vientre de su madre; el que jamás había andado.
9 Este oía a Pablo hablando; quien, fijándose en él y viendo que tiene fe para salvarse;
10 dijo con grande voz: «Levántate sobre tus pies recto». Y saltó; y paseábase;
11 Y las turbas, viendo lo que hizo Pablo, alzaron su voz, en licaonio, diciendo: «Los dioses, hechos semejantes a hombres, han descendido a nosotros»;
12 y llamaban a Bernabé, Júpiter, y a Pablo, Mercurio; puesto que él era el guía de la palabra;
13 y el sacerdote de Júpiter del que estaba(c) delante de la ciudad, toros y coronas a las puertas trayendo, con las turbas quería sacrificar.
14 Mas, oyendo los apóstoles Bernabé y Pablo, desgarrando sus vestiduras, saltando fueron a la turba, gritando,
15 y diciendo: «Varones, ¿qué esto hacéis? También nosotros a par pasibles con vosotros somos —hombres; que os evangelizamos de estas cosas vanas volveros al Dios viviente; quien hizo el cielo, y la tierra, y la mar y todo lo en ellos;
16 quien en las pasadas generaciones dejó a todas las gentes andar por los caminos de ellas;
17 aunque no intestimoniado(d) a sí mismo se dejó, bien obrando desde el cielo, a vosotros lluvias dando y tiempos fructíferos, llenando de alimento y regocijo vuestras almas».
18 Y, esto diciendo, apenas apaciguaron al pueblo que no sacrificaran a ellos.
19 Y sobrevinieron de Antioquía y de Iconio judíos, y persuadiendo a las turbas y lapidando a Pablo, arrastraban fuera de la ciudad; pensando que estaba muerto.
20 Mas, cercándole los discípulos, levantándose, entró en la ciudad; y, al siguiente día, salió con Bernabé a Derbe;
21 y, habiendo evangelizado a aquella ciudad y enseñado a bastantes, retornaron a Listra, y a Iconio y a Antioquía;
22 confirmando las almas de los discípulos, exhortando a permanecer en la fe, y que, «por muchas tribulaciones debemos entrar en el reino de Dios».
23 Y, habiéndoles, por iglesias(e), elegido ancianos, orando con ayunos, encomendáronlas al Señor, en quien habían creído.
24 Y, atravesando la Pisidia, vinieron a la Panfilia:
25 y, hablando en Perge la palabra, descendieron a Atalía;
26 y de allí zarparon a Antioquía; de donde habían sido entregados a la gracia de Dios para la obra que cumplieron.
27 Y, llegando, y congregando la Iglesia, refirieron cuán grandes cosas hizo Dios con ellos; y que «abrió a las gentes puerta de fe».
28 Y pasaron tiempo no poco con los discípulos.
1 Concilio de Jerusalén Y algunos, bajando de la Judea, enseñaban a los hermanos que «si no os circuncidáis a la usanza la de Moisés, no podéis salvaros».
2 Y, hecha disidencia y cuestión no poca a Pablo y Bernabé contra ellos,(a) dispusieron que subiesen Pablo y Bernabé y algunos otros de ellos a los apóstoles y ancianos de Jerusalén acerca de esta cuestión.
3 Ellos, empero, acompañados de la Iglesia, atravesaron, y la Fenicia y Samaria, refiriendo la conversión de las gentes; y hacían gozo grande a todos los hermanos.
4 Y, llegando a Jerusalén, fueron acogidos por la Iglesia, y los apóstoles y los ancianos; y anunciaron cuán grandes cosas hizo Dios con ellos.
5 Pero levantáronse algunos de los de la secta de los fariseos que habían creído, diciendo: que «se debe circuncidarles y mandar guardar la ley de Moisés».
6 Y congregáronse los apóstoles y los ancianos a ver acerca de esta palabra.
7 Y, mucha cuestión habiendo, levantándose Pedro, dijo a ellos: «Varones hermanos, vosotros sabéis que, desde días antiguos entre vosotros eligió Dios que, por boca mía, oyesen las gentes la palabra del evangelio y creyesen.
8 Y el cordiconocedor Dios testimonióles, dando el Espíritu, el Santo, tal como también a nosotros;
9 y nada diferenciaba en medio y de nosotros y de ellos, por la fe purificando sus corazones.
10 Ahora, pues, ¿qué tentáis a Dios, imponiendo yugo sobre la cerviz de los discípulos; el que ni los padres de nosotros ni nosotros hemos podido llevar?»
11 Empero, por la gracia del Señor Jesús creemos salvarnos de la manera que también aquéllos».
12 Y calló toda la muchedumbre; y oían a Bernabé y Pablo referir cuán grandes cosas hizo Dios: señales y prodigios, en las gentes por ellos.
13 Y, después de callar ellos, respondió Santiago, diciendo: «Varones hermanos, oídme:
14 Simeón(b) ha narrado del modo que primero Dios miró a tomar, de las gentes, un pueblo para su nombre.
15 Y con esto concuerdan las palabras de los profetas, según está escrito:
16 Después de esto, volveré y reedificaré la tienda de David, la caída, y lo deshecho en ella reedificaré y reendureceréla,
17 para que requieran los restantes de los hombres al Señor, y todas las gentes, sobre las cuales ha sido invocado mi nombre —sobre ellos, dice el Señor, que hace estas cosas
18 conocidas desde el siglo (son para Dios sus obras).
19 Por lo cual juzgo no recargar a los que de las gentes se conviertan a Dios;
20 sino encargarles abstenerse de las contaminaciones de los ídolos y de la ramería(c), y lo sofocado y de la sangre.
21 Porque Moisés, desde generaciones antiguas, por ciudades tiene quien le prediquen, por todo sábado leído».
22 Entonces pareció a los apóstoles y a los ancianos con toda la iglesia, elegidos varones de entre ellos enviar a Antioquía, con Pablo y Bernabé: a Judas, el llamado Barsabás, y Silas, varones principales de los hermanos;
23 escribiendo por mano de ellos: «Los apóstoles y ancianos hermanos, a los de Antioquía, y Siria y Cilicia hermanos los de entre las gentes, ¡salud!
24 Ya que hemos oído que algunos de entre nosotros os han turbado con palabras, arruinando vuestras almas, a los que no hemos encargado,
25 nos ha parecido, convenidos unánimemente(d), elegidos varones enviar a vosotros, con nuestros amados Bernabé y Pablo,
26 hombres que han entregado sus almas por el nombre de nuestro Señor Jesucristo.
27 Hemos, pues, enviado a Judas y Silas, para que también ellos, de palabra, refieran lo mismo.
28 Pues ha parecido al Espíritu, el Santo, y a nosotros ninguna carga más imponeros que esto necesario;
29 abstenerse de lo sacrificado a ídolos, y de sangre, y de lo sofocado y de ramería; de lo cual guardándoos, bien pasaréis. Conservaos».
30 Así, pues, despedidos, bajaron a Antioquía; y, congregando la muchedumbre, entregaron la epístola;
31 y, leyendo, gozáronse por la consolación.
32 Y Judas y Silas, también ellos profetas siendo, por palabra mucha consolaron a los hermanos y confirmaron.
33 Y, habiendo hecho(e) tiempo, fueron despedidos con paz(f), por los hermanos, a los que les enviaron.
34 Y pareció a Silas quedarse allí; y solo Judas partió.
35 Y Pablo y Bernabé conversaban en Antioquía, enseñando y evangelizando, también con otros muchos, la palabra del Señor.
36 Y, después de algunos días, dijo a Bernabé Pablo: «Retornando ya, visitemos a los hermanos, por ciudad toda, en las que hemos anunciado la palabra del Señor(g): cómo están».
37 Y Bernabé quería llevar también juntamente a Juan, el llamado Marco;
38 Pablo, empero, estimaba que al que se separó de ellos, de Panfilia, y no vino junto con ellos a la obra —no llevar juntamente a éste.
39 Y hubo exacerbación(h), que se retiraron el uno del otro, y que Bernabé llevando a Marco, zarpó a Chipre.
40 Mas Pablo, eligiendo a Silas, salió, entregado(i) a la gracia del Señor por los hermanos;
41 y atravesó la Siria; confirmando las iglesias (mandando guardar los preceptos de los apóstoles y ancianos).
1 Timoteo en Macedonia Lidia una pitonisa Y bajó también a Derbe y a Listra. Y he aquí un discípulo había allí, por nombre Timoteo, hijo de mujer judía fiel y de padre heleno;
2 quien era testificado por los en Listra e Iconio hermanos.
3 Este quiso Pablo que con él saliera, y, acogiendo, circuncidóle, por los judíos que había en aquellos lugares; pues sabían todos ellos que heleno su padre era.
4 Y, como pasaban por las ciudades, entregaban a ellos los decretos los juzgados por los apóstoles y ancianos, los en Jerusalén.
5 Las iglesias; en verdad, confirmábanse en la fe, y abundaban por el número cada día;
6 y atravesaron la Frigia y Galacia región, detenidos por el Santo Espíritu de hablar la palabra en el Asia;
7 y, viniendo por(a) la Misia, intentaron a la Bitinia ir, y no dejóles el Espíritu de Jesús;
8 y, pasando(b) de la Misia, descendieron a la Tróade.
9 Y visión de noche a Pablo aparecióse: un varón macedonio estaba parado y rogándole y diciendo: «Pasando a Macedonia, ayúdanos».
10 Y, como la visión vio, luego buscamos salir para Macedonia, considerando que nos había llamado Dios a evangelizarles.
11 Zarpando, pues, de Tróade, enderezamos a Samotracia y, al siguiente día, a Nápolis;
12 y de allí, a Filipos; la cual es primera, de la parte de la Macedonia —ciudad, colonia(c). Y estábamos en esta ciudad pasando días algunos;
13 y el día de los sábados salimos fuera de la puerta al río donde pensábamos oración haber; y sentándonos, hablábamos a las reunidas mujeres.
14 Y una mujer por nombre Lidia, purpurera(d) de ciudad de Tiatira, temiendo a Dios, oía; de quien el Señor abrió el corazón a atender a lo hablado por Pablo.
15 Y, como se bautizó y la casa de ella, rogó, diciendo: «Si habéis juzgado que fiel al Señor soy, entrando a mi casa, permaneced»; y fuénos obligando.
16 Y aconteció, yendo nosotros a la oración, que una niña que tenía espíritu pitónico(e) nos encontró; la cual ganancia mucha brindaba a sus amos, adivinando.
17 Esta siguiendo en pos de Pablo y nosotros, gritaba, diciendo: «Estos hombres siervos del Dios, el Altísimo, son; los que anuncian a vosotros camino de salud».
18 Y esto hacía por muchos días. E indignándose Pablo y volviéndose, al espíritu dijo: «Mándote en nombre de Jesucristo salir de ella». Y salió a la misma hora.
19 Mas, viendo los amos de ella que salió la esperanza de la ganancia de ellos, cogiendo a Pablo y Silas arrastraron al ágora, a los príncipes;
20 y llevándoles hasta los estrategos, dijeron: «Estos hombres conturban nuestra ciudad, judíos como son;
21 y anuncian costumbres que no nos es lícito recibir ni hacer, romanos siendo».
22 Y, junta en torno púsose la turba contra ellos; y los estrategos, desgarrando de ellos las vestiduras, mandaban avarillar;
23 y golpes imponiéndoles muchos, arrojaron en custodia, encargando al guardaprisión seguramente guardarles;
24 quien, encargo tal recibiendo, arrojóles en la interior custodia, y los pies aseguró de ellos sobre el leño.
25 Mas, por la medianoche, Pablo y Silas, orando, himnodiaban a Dios; y escuchábanles los presos.
26 Y súbitamente terremoto hubo grande, que se estremecieron los cimientos de la prisión; y abriéronse al punto las puertas todas, y de todos las ataduras soltáronse.
27 Y, del sueño despertado el guardaprisión, y viendo abiertas las puertas de la custodia, tirando de la cuchilla, íbase a sí mismo arrebatar, pensando haberse huido los presos.
28 Pero voceó Pablo con gran voz, diciendo: «Nada hagas a ti mismo de malo; que todos nosotros estamos aquí».
29 Y, pidiendo antorcha, saltó cerca; y, tembloroso poniéndose, cayó ante Pablo y Silas;
30 y, sacándoles fuera, dijo: «Señores, ¿qué debo hacer para salvarme?»
31 Y ellos dijeron: «Cree en el Señor Jesús, y te salvarás tú y tu casa».
32 Y habláronle la palabra de Dios, con todos los de su casa.
33 Y, tomándoles consigo, en aquella hora de la noche, lavó de los golpes(f); y bautizóse él y los suyos todos ellos al punto;
34 y, subiéndoles a su casa, púsoles delante mesa, y alborozóse casa entera, creyendo en Dios.
35 Y, amaneciendo, enviaron los estrategos a los varilleros, diciendo: «Suelta a aquellos hombres».
36 Y anunció el guardaprisión las palabras a Pablo: que «han enviado los estrategos porque se os suelte; ahora, pues, idos en paz».
37 Pero Pablo dijo a ellos: «Flagelándonos públicamente, no juzgados, a hombres romanos como somos, han arrojado en custodia ¿y ahora ocultamente nos arrojan fuera? No, por cierto; sino que, viniendo ellos nos saquen fuera».
38 Y anunciaron a los estrategos los varilleros estas palabras; y temieron, oyendo que romanos son;
39 y, viniendo, consoláronles; y, sacando fuera, rogaron se retirasen de la ciudad.
40 Y, viendo a los hermanos, consoláronles y salieron.
1 San Pablo en otras ciudades Y caminando a través de Anfípolis y Apolonia, vinieron a Tesalónica; donde había sinagoga de los judíos.
2 Y, según lo acostumbrado por Pablo, entró a ellos, y por sábados tres, disputó con ellos de las Escrituras;
3 abriendo y exponiendo que el Cristo debía padecer y resucitar de muertos; y que «éste es Cristo, el Jesús, a quien yo os anuncio»
4 Y algunos de ellos convenciéronse y fueron adjudicados(a) a Pablo y Silas; y de los timoratos y helenos muchedumbre harta, y de mujeres de las primeras no pocas.
5 Y, celando los judíos y tomando consigo, de los callejeros, varones algunos malos, y turba haciendo, tumultuaron la ciudad; y, situándose ante la casa de Jasón, buscábanles conducir al pueblo;
6 pero, no hallándoles, arrastraron a Jasón y algunos hermanos a los politarcas(b), vociferando: «que los que el orbe revuelven, éstos también acá preséntanse;
7 que ha acogido Jasón; y estos todos contra los decretos de César obran, rey otro diciendo, que es Jesús».
8 Y espantaron a la turba y los politarcas que oían esto;
9 pero, tomando satisfacción de Jasón y los demás, soltáronles.
10 Y los hermanos luego de noche enviaron de allí, y a Pablo y Silas a Berea; los cuales, llegando, a la sinagoga de los judíos dirigiéronse;
11 y éstos eran más bien nacidos que los de Tesalónica; los que recibieron la palabra con toda voluntad, día a día escudriñando las Escrituras: si sean estas cosas así.
12 Muchos, en verdad, de ellos creyeron; y de helenos mujeres, de las nobles, y de varones no pocos;
13 pero, como conocieron los de Tesalónica judíos, que también en Berea fue anunciada por Pablo la palabra de Dios, fueron también allá conmoviendo y turbando las turbas.
14 Pero luego entonces a Pablo despidieron los hermanos que fuese hasta el mar, mas quedándose, y Silas y Timoteo allí.
15 Y los que conducían a Pablo, llevaron hasta Atenas; y, recibiendo mandato para Silas y Timoteo, de que lo más pronto vinieran a él, partieron.
16 Y en Atenas, aguardándoles Pablo, exacerbóse su espíritu en él, viendo llena de ídolos estar la ciudad.
17 Disputaba, en verdad, en la sinagoga, con los judíos y los timoratos; y en el ágora cada día con los que ocurrían;
18 y algunos también de los epicúreos y estoicos filósofos discutían con él. Y algunos decían: «¿Qué querrá el charlatán éste decir?» Otros: «De peregrinos númenes parece anunciador ser», porque a Jesús y la resurrección evangelizaba;
19 y, cogiéndole, al areópago(c) llevaron, diciendo: «¿Podemos saber cuál(d) esta nueva por ti hablada doctrina?
20 Pues algunas peregrinas(e) cosas traes a nuestros oídos. Queremos, pues, saber cuáles quieren éstas ser».
21 (Pero los atenienses todos y los advenedizos huéspedes para ninguna otra cosa más desocupados están que para hablar u oír algo nuevo).
22 Y parado Pablo en medio del areópago, dijo: «Varones atenienses, por todo, como más temerosos de los númenes os veo;
23 pues, atravesando y contemplando vuestros santuarios, encontré también ara en que estaba escrito: «Al ignorado Dios». Lo que pues, ignorando, veneráis, esto yo voy a anunciaros.
24 El Dios quien hizo el mundo y todo lo en él, éste de cielo y tierra siendo señor, no en manuhechos templos habita,
25 ni de manos humanas es servido, necesitado de algo, él dando a todos vida, y aliento y todas las cosas;
26 e hizo, de uno, toda gente de hombres habitar sobre toda faz de la tierra, determinando preestablecidos tiempos(f) y las delimitaciones de la habitación de ellos.
27 para que busquen a Dios, si así al menos le palpen y hallen; aunque no lejos de cada uno de nosotros se encuentra.
28 Pues en él vivimos, y nos movemos y somos; como también algunos de los de entre vosotros poetas han dicho: «Pues de él también linaje somos»(g),(h).
29 Linaje, pues, siendo de Dios, no debemos pensar que a oro, o plata o piedra, tallas de arte y de pensamiento de hombre, lo divino es semejante.
30 Los tiempos, en verdad, de la ignorancia, sobremirando Dios, ya ahora anuncia a los hombres que todos en todas partes se arrepientan;
31 puesto que ha estatuido día en que ha de juzgar el orbe en justicia, en varón a quien constituyó(i), fe ofreciendo a todos resucitándole de muertos».
32 Mas, oyendo resurrección de muertos, unos mofábanse; otros dijeron: «Oirémoste de esto también otra vez».
33 Así Pablo salió de en medio de ellos;
34 pero algunos varones, adhiriendo a él, creyeron; en quienes(j), y Dionisio Areopagita y una mujer, por nombre Dámaris, y otros con ellos.
1 Otras predicaciones En Corinto Después de esto, retirándose de Atenas, vino a Corinto;
2 y, hallando a un judío, por nombre áquila, póntico por linaje, recién venido de la Italia; y a Priscila, su mujer, por haber ordenado Claudio salieran todos los judíos de Roma; llegóse a ellos;
3 y porque de su mismo oficio era, quedóse con ellos y trabajaba (pues eran tenderos(a), por el oficio):
4 y disputaba en la sinagoga por todo sábado, mencionando el nombre del Señor Jesús; y persuadía a judíos y helenos.
5 Y, como descendieron de la Macedonia, y Silas y Timoteo, contrájose a la palabra Pablo, conjurando a los judíos ser el Cristo, Jesús.
6 Pero, oponiéndose ellos y blasfemando, sacudiendo él las vestiduras, dijo a ellos: «¡La sangre de vosotros sobre la cabeza de vosotros! puro yo; desde ahora mismo, a las gentes me voy».
7 Y, pasando de allí, vino a la casa de uno, por nombre Titio Justo, que temía a Dios, cuya casa estaba contigua a la sinagoga.
8 Y Crispo, el arquisinagogo, creyó al Señor con toda su casa; y muchos de los corintios, oyendo, creían y bautizábanse.
9 Y dijo el Señor, en noche, por visión, a Pablo: «No temas; sino habla, y no calles;
10 por esto: porque yo soy contigo; y nadie te acometerá para maltratarte; por esto: porque pueblo tengo mucho en esta ciudad».
11 Y asentóse año y meses seis, enseñando en ellos la palabra de Dios.
12 Y, Galión, procónsul(b) siendo de la Acaya, levantáronse los judíos unánimemente contra Pablo y lleváronle al tribunal,
13 diciendo: que «contra la ley persuade éste a los hombres honrar a Dios».
14 Mas, yendo Pablo a abrir la boca, dijo Galión a los judíos: «Si a la verdad, fuese injusticia alguna o ligereza mala, oh judíos, según razón yo os sufriera;
15 pero, si cuestiones son acerca de palabra o nombres o ley la entre vosotros, ved vosotros mismos; juez yo de estas cosas no quiero ser».
16 Y echóles del tribunal.
17 Y, cogiendo todos a Sóstenes, el arquisinagogo, golpearon delante del tribunal; y nada de esto a Galión importaba.
18 Y Pablo, aun aguardando días bastantes, de los hermanos separándose, zarpó a la Siria; y con él Priscila y áquila; habiéndose(c) trasquilado en Cencreas la cabeza; pues tenía voto.
19 Y dirigióse a éfeso; y a aquéllos dejó allí, y él, entrando en la sinagoga, disputó con los judíos.
20 Mas, rogándole ellos por más tiempo quedar, no consintió;
21 sino que separándose y diciendo: «De nuevo tornaré a vosotros, Dios queriendo», partió de éfeso;
22 y, descendiendo a Cesarea, subiendo y saludando a la iglesia(d), descendió a Antioquía;
23 y, haciendo tiempo alguno, salió, atravesando sucesivamente la galática región y Frigia, confirmando a todos los discípulos.
24 Y un judío, Apolo(e) por nombre, alejandrino por el linaje, varón elocuente, dirigióse a éfeso; poderoso siendo en las Escrituras.
25 Este era instruido en el camino del Señor, y ardiente del espíritu, y hablaba y enseñaba exactamente lo de Jesús, sabiendo sólo el bautismo de Juan;
26 y éste empezó a hablar libremente en la sinagoga. Y, oyéndole, Priscila y Aquila acogiéronle y más exactamente expusiéronle el camino de Dios.
27 Y, queriendo él atravesar a la Acaya, alentando(f) los hermanos escribieron a los discípulos le acogieran; quien, llegando, aprovechó mucho a los que habían creído por la gracia;
28 pues fuertemente a los judíos acallaba, en público demostrando por las Escrituras ser el Cristo, Jesús.
1 Pablo de nuevo en éfeso Y aconteció, mientras Apolo estaba en Corinto, que Pablo, atravesando las superiores partes, viniese a éfeso y hallase algunos discípulos;
2 y dijo a ellos: «¿Si Espíritu Santo habéis recibido creyendo?» Y ellos a él: «Pero ni si Espíritu Santo hay hemos oído».
3 Y dijo: «¿En qué(a), pues, habéis sido bautizados? Y ellos dijeron: «En el de Juan bautismo».
4 Y dijo Pablo: «Juan bautizó bautismo de arrepentimiento, al pueblo diciendo, en el que venía después de él creyesen; esto es: en Jesús»
5 Y, oyendo bautizáronse en el nombre del Señor Jesús;
6 e, imponiéndoles Pablo manos, vino el Espíritu, el Santo, sobre ellos, y hablaban en lenguas y profetizaban.
7 Y eran todos varones como doce.
8 Y, entrando en la sinagoga, hablaban libremente por meses tres; disputando y persuadiendo acerca del reino de Dios.
9 Y, como algunos, se endurecían y desobedecían, maldiciendo el camino del Señor a faz de la muchedumbre; separándose de ellos, segregó los discípulos; cada día disputando en la escuela de Tirano.
10 Y esto sucedió por años dos; así que todos los que habitaban el Asia, oyeron la palabra del Señor, y judíos y helenos.
11 Y virtudes, no las habituales, Dios hacía por las manos de Pablo;
12 tal que también sobre los enfermos se llevaban, de la piel(b) de él, sudarios o delantales, y retirábanse de ellos las dolencias, y los espíritus los inmundos salían.
13 Y pusieron mano algunos también de los ambulantes judíos exorcistas a nombrar, sobre los que tenían los espíritus los malos, el nombre del Señor Jesús, diciendo: «Conjúroos por el Jesús a quien Pablo predica».
14 Y había de un Sceva, judío sumo sacerdote, siete hijos que esto hacían.
15 Pero, respondiendo el espíritu el malo, díjoles: «A Jesús, por cierto conozco, y a Pablo sé; pues vosotros ¿quiénes sois?»
16 Y, saltando el hombre sobre ellos, en quien estaba el espíritu, el malo; y, apoderándose de ambos, prevaleció contra ellos, tal que, desnudos y heridos, escapáronse de aquella casa.
17 Y esto hízose notorio a todos, y judíos y helenos los que habitaban en éfeso; y cayó temor sobre todos ellos y engrandecían el nombre del Señor Jesús;
18 y muchos de los creyentes venían, confesando y refiriendo sus prácticas(c).
19 Y bastantes de los que las cosas curiosas(d) practicaran, trayendo al par los libros, íbanlos quemando a faz de todos; y computaron los precios de ellos y hallaron de plata miríadas(e) cinco.
20 Así con poderío del Señor la palabra crecía y fortificábase.
21 Y, como se cumplió esto, puso Pablo en el espíritu, pasando la Macedonia y Acaya, ir a Jerusalén, diciendo: que, «después de estarme allí, debo también a Roma ver».
22 Y, enviando a la Macedonia dos de los que le servían: Timoteo y Erasto, él estúvose un tiempo en el Asia.
23 Y hubo por aquél tiempo tumulto no poco acerca del camino (del Señor).
24 Pues uno, por nombre, Demetrio platero, que hacía templos(f) argénteos de Diana(g); brindaba a los artífices no poca obra;
25 a los cuales reuniendo y a los en torno de semejantes cosas obreros, dijo: «Varones sabéis que de esta obra nuestro bienestar es;
26 y veis y oís que, no sólo de éfeso, sino de casi toda el Asia este Pablo persuadiendo, ha apartado bastante turba; diciendo que no son dioses los con manos hechas.
27 Y no sólo esta parte pelígranos venir a menosprecio, sino también el de la gran diosa Diana santuario, a ser en nada estimado, y haber de ser arrasada la majestad de ella a quien toda el Asia y el orbe venera».
28 Y, oyendo y poniéndose llenos de cólera, gritaban, diciendo: «¡Grande, la Diana de efesios!»
29 Y llenóse la ciudad de confusión, y precipitáronse unánimemente al teatro, arrastrando consigo a Gayo y Aristarco macedonios, coperegrinos de Pablo.
30 Y Pablo, queriendo entrar en la plebe, —no le permitieron los discípulos;
31 y algunos también de los asiarcas(h), siendo con él amigos, mandando a él, exhortaron a no darse en el teatro.
32 Otros, en tanto, otra cosa gritaban, porque estaba la iglesia(i) confusa; y los más no sabían a qué se habían reunido.
33 Y, de la turba, retiraron a Alejandro, adelante echándole los judíos; y Alejandro hacia abajo agitando la mano, quiso apologar(j) al pueblo.
34 Pero, reconociendo que judío es, voz hubo una de todos, como por horas dos gritando: «¡Grande, la Diana de efesios! ¡Grande, la Diana de Efesios!»
35 Y, apaciguando la turba el escriba(k), dice: «Varones efesios, ¿pues quién hay de hombres que no sepa que la de efesios ciudad barrendera(l) es de la gran Diana y de la del cielo caída(m)?
36 Incontestables, pues, siendo estas cosas; menester es que vosotros apaciguados estéis y nada precipitado obréis.
37 Porque habéis traído a estos varones ni sacrílegos ni blasfemando a vuestra diosa.
38 Si en verdad Demetrio y los con él artífices tienen contra alguno palabra, forenses(n) y procónsules hay; acúsense entre sí.
39 Pero, si más allá(o), inquirís, en legal iglesia, resolveráse.
40 Pues también peligramos ser acusados de sedición por la de hoy: nada motivado habiendo de qué podamos dar razón de este tumulto».
41 Y esto diciendo, despidió la iglesia.
1 Pablo en Macedonia, Grecia y Tróade Y después de cesar el tumulto, llamando a sí Pablo los discípulos y exhortando, saludando salió a irse a Macedonia.
2 Y atravesando aquellas partes, y exhortándoles con palabra mucha, vino a la Hélada;
3 y, haciendo meses tres, sobreviniéndole asechanza por los judíos al ir él a zarpar para la Siria; sobrevino propósito de retornar por Macedonia.
4 Y acompañábale Sópater, de(a) Pirro bereo, y, de tesalonicenses: Aristarco, y Secundo y Gayo derbeos y Timoteo; y asiáticos, Tíquico y Trófimo.
5 Y éstos, adelantándose, aguardáronnos en Tróade;
6 y nosotros zarpamos, después de los días de los ázimos, de Filipos y vinimos a ellos a la Tróade, dentro de días cinco; donde pasamos días siete.
7 Y en el uno de los sábados(b), congregados nosotros a partir pan, Pablo disputaba con ellos, habiendo de salir al siguiente día, y prolongó la palabra hasta medianoche;
8 y había lámparas bastantes en la azotea, donde estábamos congregados.
9 Y, sentado un joven, por nombre éutico, sobre la ventana, dominado(c) de sueño profundo, disputando Pablo más(d); oprimido del sueño, cayó del tercer piso abajo, y fue alzado muerto.
10 Y bajando Pablo, postróse sobre él y abrazándole en torno, dijo: «No tumultuéis, pues su alma en él está».
11 Y, subiendo y partiendo el pan y gustando; y habiendo lo bastante conferido hasta claror(e), así salió.
12 Y trajeron al niño viviente, y consoláronse no poco.
13 Y nosotros, antes viniendo al barco, zarpamos a Aso; allí habiendo de tomar a Pablo; pues así ordenado había, debiendo él mismo ir a pie.
14 Y, como se juntó con nosotros en Aso, tomándole, vinimos a Mitilene;
15 y, de allí navegando, al siguiente día, llegamos frente a Quío, y a la tarde arribamos a Samos; y al siguiente día vinimos a Mileto.
16 Pues había juzgado Pablo trasnavegar a éfeso, para que no le aconteciese pasar tiempo en el Asia; pues apresurábase, para, si posible le fuese, el día el de Pentecostés llegar a Jerusalén.
17 Y de Mileto enviando a éfeso, llamó a los ancianos de la Iglesia;
18 y, como llegaron a él, díjoles: «Vosotros sabéis, desde el primer día que entré en el Asia, cómo con vosotros todo el tiempo he estado,
19 sirviendo al Señor con toda humildad, y lágrimas y tentaciones, las sobrevenidas a mí en las asechanzas de los judíos;
20 cómo nada he rehuido de lo conveniente, a fin de anunciaros y enseñaros, en público y por casas;
21 conjurando, y a los judíos y a helenos al para con Dios arrepentimiento, y fe en nuestro Señor Jesús.
22 Y ahora, he aquí ligado yo por el Espíritu, parto a Jerusalén; lo que en ella ha de ocurrirme no sabiendo;
23 sólo que el Espíritu, el Santo, en cada ciudad, protéstame, diciendo que prisiones y tribulaciones me aguardan.
24 Empero, de ninguna manera estimo mi alma preciosa para mí(f), para consumar mi carrera y el ministerio que he recibido del Señor Jesús: de testificar grandemente el evangelio de la gracia de Dios.
25 Y ahora he aquí yo sé que ya no veréis mi rostro todos vosotros en quienes he pasado, predicando el reino (de Dios).
26 Por lo cual protéstoos en el día de hoy que puro soy de la sangre de todos;
27 pues no he rehuido el anunciar toda la voluntad de Dios a vosotros.
28 Atended a vosotros y toda la grey en que a vosotros el Espíritu, el Santo, ha puesto por obispos(g) para apacentar la Iglesia de Dios; la que ha adquirido por la sangre la propia.
29 Porque yo sé que entrarán, después de mi partida, lobos pesados en vosotros, no perdonando a la grey;
30 y de entre vosotros mismos levantaránse varones hablando cosas perversas, para apartar a los discípulos en pos de sí.
31 Por lo cual velad, rememorando que un trienio noche y día no he cesado con lágrimas de amonestar a cada cual.
32 Y lo que es ahora, encomiéndoos al Señor y a la palabra de su gracia(h), al que puede edificar y dar herencia en los santificados todos.
33 Plata u oro o vestimenta de nadie he codiciado;
34 vosotros mismos conocéis que a mis necesidades y a los que están conmigo han servido estas manos.
35 Todo os he manifestado, pues los que así se fatigan, han de acoger a los enfermos(i), y recordar las palabras del Señor Jesús, pues él dijo: «Bienaventurado es más bien dar que recibir».
36 Y, esto diciendo poniendo sus rodillas, con todos ellos oró.
37 Y bastante llanto hubo en todos; y, cayendo sobre el cuello de Pablo besábanle tiernamente,
38 (20:37) apesarados sobre todo por la palabra que había dicho: que ya su rostro no habían de ver. Y acompañábanle al barco.
1 Agabo. Pablo en Jerusalén Y, como aconteció zarpar nosotros, arrancándonos de ellos, rectos corriendo vinimos a Cos y al otro día, a Rodas; y de allí, a Pátaras;
2 y, hallando un barco que trasfretaba Fenicia, subiendo, zarpamos;
3 y avistando a Chipre y dejándola a izquierda, navegamos a Siria y bajamos a Tiro; pues allí el barco había de descargar la carga.
4 Y, encontrando a los discípulos, permanecimos días siete; los cuales a Pablo decían, por medio del Espíritu, no ascender a Jerusalén.
5 Y, cuando aconteció cumplir nosotros los días, saliendo, caminábamos acompañándonos todos, con mujeres e hijos, hasta fuera de la ciudad; y, poniendo las rodillas sobre la playa, orando.
6 nos despedimos y subimos al barco, y aquéllos retornaron a lo propio.
7 Y nosotros, la navegación terminando, de Tiro llegamos a Ptolemaida; y, saludando a los hermanos, permanecimos día uno con ellos.
8 Y, al otro, saliendo, vinimos a Cesarea; y, entrando en la casa de Felipe, el evangelista(a), que era de los siete(b), permanecimos con él.
9 Este tenía hijas cuatro, vírgenes profetizantes.
10 Y, permaneciendo días varios, descendió alguno de la Judea: profeta, por nombre ágabo;
11 y, viniendo a nosotros y tomando el ceñidor de Pablo, atándose los pies y las manos, dijo: «Esto dice el Espíritu, el Santo: «Al varón cuyo es este cinturón —así atarán en Jerusalén los judíos y entregarán en manos de gentiles».
12 Y, como oímos esto, rogamos y nosotros y los lugareños, no ascendiese él a Jerusalén.
13 Entonces respondió Pablo y dijo: «¿Qué hacéis llorando y destrozando mi corazón? Que yo no sólo para ser atado, sino también para morir en Jerusalén preparado estoy por el nombre del Señor Jesús».
14 Y, no persuadiéndole, callamos diciendo: «Del Señor la voluntad hágase».
15 Y, después de estos días, preparados, ascendimos a Jerusalén;
16 y vinieron también de los discípulos, desde Cesarea, con nosotros, llevando con quien nos hospedamos: a Mansón, un cipriota, antiguo discípulo.
17 Y, llegando nosotros a Jerusalén, gozosamente recibiéronnos los hermanos.
18 Y, al siguiente día, entraba Pablo con nosotros a Santiago; y todos juntáronse los ancianos.
19 Y saludándoles refirió, cosa por cosa, lo que hizo Dios en las gentes por el ministerio de él.
20 Y ellos, oyendo, glorificaban a Dios; y dijéronle: «Ves, hermano, cuántas miríadas hay, en los judíos, de los creyentes; y todos celadores de la ley son;
21 e informados han sido acerca de ti que separación enseñas de Moisés a todos los, entre las gentes, judíos, diciendo no circuncidar ellos a los hijos ni con las costumbres caminar.
22 ¿Qué, pues, es(c)? Ciertamente se ha de juntar muchedumbre; pues oirán que has venido.
23 Esto, pues, haz que te decimos: tenemos varones cuatro, voto teniendo sobre sí;
24 a éstos tomando contigo, santifícate(d) con ellos y gasta en ellos que se rasuren la cabeza; y conocerán todos que lo de que han sido informados acerca de ti, nada es, sino que caminas también tú mismo, guardando la ley.
25 Y, acerca de las creyentes gentes, nosotros hemos enviado, juzgando que se guarden ellos, y de lo sacrificado a ídolos, y sangre, y lo sofocado y ramería».
26 Entonces Pablo, tomando consigo a los varones al otro día, con ellos santificándose, entraba en el santuario, anunciando doquier el cumplimiento de los días de la santificación; hasta ofrendarse por cada uno de ellos la ofrenda.
27 Y, como se iban los siete días a cumplir, los del Asia judíos, viéndole en el santuario, concitaban toda la turba; y echaron sobre él las manos,
28 gritando: «Varones israelitas, ayudad. Este es el hombre, el que contra el pueblo, y la ley, y este lugar, a todos en todas partes enseña; y ya también a los helenos ha llevado al santuario y comunicado(e) este santo lugar».
29 Pues habían visto a Trófimo, el efesio, en la ciudad con él, al que pensaban que al santuario introducía Pablo.
30 Y, movióse la ciudad entera, y hubo concurso del pueblo; y, cogiendo a Pablo, arrastráronle fuera del santuario; y luego cerráronse las puertas.
31 Y, buscándole matar, subió aviso al tribuno del manípulo(f) que entera se confunde Jerusalén;
32 quien al punto tomando soldados y centuriones, corrió abajo(g) a ellos. Y ellos viendo al tribuno, y los soldados cesaron de golpear a Pablo.
33 Entonces, llegándose el tribuno, cogióle y mandó se le atara con cadenas dos; e indagaba quién era, y qué había estado haciendo.
34 Y unos una cosa, otros otra gritábanle en la turba; y, no pudiendo él conocer lo cierto por el tumulto, mandó se le llevase al campamento.
35 Y, cuando llegó a las gradas(h), aconteció ser llevado él por los soldados, por la violencia de la turba;
36 pues seguía la muchedumbre del pueblo, gritantes; «¡Arrebátale!»(i).
37 Y, yéndole a entrar en el campamento, Pablo dijo al tribuno: «¿Si lícito me es decir algo a ti?» Y él dijo: «¿Griego sabes?»
38 Pues ¿no eres tú el egipcio, el que, antes de estos días, sublevó y sacó al desierto los cuatro mil varones de los sicarios?».
39 Y dijo Pablo: «Yo hombre ciertamente soy judío, tarsense, de la Cilicia, de no desconocida ciudad ciudadano; y ruégote, permíteme hablar al pueblo»;
40 (21:39) y, silencio haciéndose mucho, arengóles, en hebrea lengua diciendo:
1 «Varones hermanos, y padres, oídme la para vosotros, presente defensa».
2 Y, oyendo que en hebrea lengua arengábales, más bien prestaron silencio. Y dijo:
3 «Yo soy varón judío, nacido en Tarso de la Cilicia, y criado en esta ciudad; a los pies de Gamaliel instruido con exactitud en la paterna ley, celador siendo de Dios, así como todos vosotros sois hoy;
4 quien este camino perseguí a muerte, atando y entregando en custodias, y a varones y mujeres;
5 como también el sumo sacerdote testificábame y toda la ancianidad; de los que asimismo epístolas recibiendo para los hermanos en Damasco, partía, habiendo de traer también los que allí hubiese atados a Jerusalén, para ser castigados.
6 Y acontecióme yendo y acercándome a Damasco, alrededor del mediodía, súbitamente del cielo relampaguear luz bastante en torno de mí;
7 y caí al suelo y oí una voz, diciéndome: «Saúl, Saúl, ¿qué me persigues?»
8 Y yo respondí: «¿Quién eres, Señor?» Y dijo a mí: «Yo soy Jesús, el Nazareno, a quien tú persigues».
9 Y los que conmigo estaban, la luz ciertamente vieron; la voz, empero, no oyeron del que me hablaba.
10 Y dije: «¿Qué haré, Señor?» Y el Señor dijo a mí: «Levantándote, ve a Damasco; y allí se te hablará de todo lo que determinado te está hacer».
11 Y, como nada veía por la gloria de aquella luz, manuguiado de los que conmigo estaban, vine a Damasco.
12 Y Ananías, un varón timorato según la ley, testimoniado de todos los habitantes judíos.
13 viniendo a mí y parado a par, díjome: «Saúl hermano, mira acá». Y yo a la misma hora miré allá: a él.
14 Y él dijo: «El Dios de nuestros padres ha predeterminado que conozcas su voluntad, y veas al justo(a) y oigas voz de su boca;
15 porque testigo de él a todos los hombres serás de lo que has visto y oído.
16 Y ahora ¿qué tardas? Levantándote, bautízate y lávate de tus pecados, invocando el nombre de él».
17 Y acontecióme retornando a Jerusalén y orando en el santuario estar en éxtasis,
18 y verle diciéndome: «Apresúrate y sal en breve de Jerusalén, por esto: porque no recibirán tu testimonio acerca de mí».
19 Y yo dije: «Señor, ellos saben que yo estaba encarcelando y flagelando, por las sinagogas, a los creyentes en Ti;
20 y, cuando se derramaba la sangre de Esteban, testigo tuyo, también yo estaba allí parado, y consintiendo y guardando las vestiduras de los que le arrebataban».
21 Y dijo a mí: «Anda, que yo a gentes lejos he de enviarte».
22 Y escucháronle hasta esta palabra; y alzaron su voz diciendo: «¡Quita de la tierra al tal! ¡pues no debe él vivir!»
23 Y, vociferando ellos, y lanzando sus vestiduras, y polvareda arrojando al aire,
24 mandó el tribuno se le introdujese en el campamento, diciendo que con azotes se le interrogase, para conocer por qué causa así voceábanle.
25 Y, como le estiraron con correas, dijo al que allí estaba centurión, Pablo: «¿Si a hombre romano y no condenado lícito os es azotar?»
26 Y, oyendo el centurión, acercándose al tribuno, anuncióselo, diciendo: «¿Qué vas a hacer? Que este hombre romano es».
27 Y, acercándose al tribuno, díjole: «¿Dime si romano eres?» Y él dijo: «Sí».
28 Y respondió el tribuno: «Yo, por mucha suma la ciudadanía esta he adquirido». Y Pablo dijo: «Yo, empero, hasta he nacido(b)».
29 Luego, pues, retiráronse de él los que le iban a interrogar. Y el tribuno temió, conociendo que romano es y que le ha atado.
30 Y al siguiente día, queriendo conocer lo cierto: el por qué es acusado por los judíos, soltóle y mandó juntarse los sumos sacerdotes y todo el sanedrín, y descendiendo a Pablo, puso ante ellos.
1 Ante el sanedrín Y, fijándose Pablo en el sanedrín, dijo: «Varones hermanos, yo con toda conciencia buena he ministrado a Dios hasta este día».
2 Mas el sumo sacerdote Ananías ordenó a los que le asistían, herir su boca.
3 Entonces Pablo le dijo: «Herirte ha Dios, pared blanqueada. También tú ¿siéntaste juzgándome según la ley, e ilegal mándasme herir?»
4 Y los circunstantes dijeron: «¿Al sumo sacerdote de Dios injurias?»
5 Y dijo Pablo: «No sabía yo, hermanos, que es sumo sacerdote; pues escrito está; que «al príncipe de tu pueblo no maldecirás».
6 Y, conociendo Pablo que la una parte es de saduceos, y la otra de fariseos, exclamó en el sanedrín: «Varones hermanos, yo fariseo soy, hijo de fariseos; de esperanza y resurrección de muertos se me juzga».
7 Y, esto él hablando, descargó discusión de los fariseos y saduceos, y dividióse la muchedumbre.
8 Pues los saduceos dicen no haber resurrección, ni ángel, ni espíritu; mas los fariseos confiesan lo uno y lo otro.
9 Y hubo vociferación grande, y, levantándose algunos de los escribas de la parte de los fariseos, rebatían, diciendo: «Nada malo hallamos en este hombre; ¿y si un espíritu le ha hablado o un ángel?»
10 Y discusión habiendo mucha, temiendo el tribuno fuese destrozado Pablo por ellos, mandó al ejército, bajando, arrancarle de en medio de ellos y llevar al campamento.
11 Y, a la siguiente noche parado a par de él, el Señor dijo: «Confía, pues, como has testificado mucho lo acerca de mí, en Jerusalén; así debes también en Roma testificar».
12 Y hecho día, haciendo conspiración los judíos, anatematizáronse, diciendo ni comer ni beber hasta matar a Pablo.
13 Y eran más de cuarenta los que esta conjuración hicieron;
14 los que, acercándose a los sumos sacerdotes y ancianos, dijeron: «Con anatema anatematizádonos hemos a nada gustar, hasta matar a Pablo.
15 Ahora, pues, vosotros manifestad al tribuno con el sanedrín, para que le descienda a vosotros como habiendo de conocer más exactamente lo acerca de él; y nosotros, antes de acercarse él, preparados estamos a arrebatarle».
16 Y, oyendo el hijo de la hermana de Pablo la asechanza, viniendo y entrando en el campamento, anunciólo a Pablo.
17 Y, llamando a sí Pablo a uno de los centuriones, dijo: «A este joven lleva al tribuno; pues tiene algo que anunciarle».
18 El en verdad acogiendo le llevó al tribuno; y dice: «El encadenado Pablo, llamándome a sí rogóme a este joven traer a ti, que tiene algo que hablarte».
19 Y, cogiendo la mano de él, el tribuno y retirándose aparte, indagaba: «¿Qué es lo que tienes que anunciarme?»
20 Y dijo: que «los judíos se han concertado para rogarte que mañana a Pablo desciendas al sanedrín como habiendo(a) algo más exactamente que indagar acerca de él.
21 Tú, pues, no les creas; porque le asechan, de ellos varones más de cuarenta; los cuales hanse anatematizado para no comer ni beber hasta arrebatarle, y ahora están preparados, aguardando tu promesa».
22 El tribuno en verdad, despidió al jovencito, encargando a nadie propalar de que «esto has manifestado a mí».
23 Y llamando a sí a ciertos dos de los centuriones, dijo: «Preparad soldados doscientos para que vayan a Cesarea, y jinetes setenta y hombres doscientos, desde tercera hora de la noche;
24 y, jumentos prevenir, para que, subiendo en ellos, a Pablo salven al través, hasta Félix, el presidente(b),
25 (pues temió que por ventura arrancándole los judíos matasen; y él, después, calumnia tuviese como habiendo recibido dinero);
26 escribiendo epístola que tenía este tenor: «Claudio Lisias al óptimo presidente Félix; ¡salud!
27 A este varón aprehendido por los judíos y que iba a ser arrebatado por ellos, acudiendo con el ejército, arranqué después que entendí que romano es;
28 y, queriendo conocer la causa que le objetaban, descendíle al sanedrín de ellos;
29 al que hallé acusado sobre cuestiones de la ley de ellos, por ninguna digna de muerte o cadenas teniendo acusación.
30 Y, delatada a mí asechanza que contra el varón había, al pronto he(c) enviado a ti, anunciando a la vez también a los acusadores decir lo contra él delante de ti».
31 Los soldados, pues, según lo ordenado a ellos, cogiendo a Pablo, llevaron al través de la noche a Antipátride;
32 y al siguiente día, dejando a los jinetes irse con él, retornaron al campamento;
33 los cuales, entrando en Cesarea y entregando la epístola al presidente, pusieron también a Pablo delante de él,
34 Y leyendo y preguntando de qué provincia es, y sabiendo que de Cilicia,
35 «Por entero oiréte, dijo, cuando también tus acusadores llegaren», mandando en el pretorio, el de Herodes, guardarle.
1 En Cesarea Y, después de cinco días, bajó el sumo sacerdote Ananías con ciertos ancianos y cierto rétar Tertulo; los cuales presentarónse al presidente contra Pablo.
2 Y, llamado él, empezó a acusar Tertulo, diciendo:
3 «Mucha paz alcanzando nosotros por ti, y mejoras haciéndose a esta gente por tu providencia, y del todo y en todas partes, recibimos(a), óptimo Félix, con toda gratitud.
4 Y, para no mucho molestarte, ruego nos oigas brevemente, con tu clemencia.
5 Pues, hallando a este varón peste y que mueve disensiones a todos los judíos los del orbe, y jefe de la de los nazarenos secta;
6 quien también el santuario ha probado a mancillar, a quien también prendimos (y según nuestra ley quisimos juzgar);
7 pero, llegando Lisias, el tribuno, con mucha fuerza, de nuestras manos sacó,
8 mandando a los acusadores de él venir a ti); de quien podrás tú mismo, inquiriendo acerca de todo esto, conocer de qué nosotros le acusamos».
9 Y asintieron a la vez asimismo los judíos, afirmando ser así.
10 Y respondió Pablo, significándole el presidente que hablara: «Que, de muchos años, eres juez de esta gente sabiendo yo, tranquilamente lo acerca de mí vindico;
11 pudiendo tú conocer que no más llevo que días doce, desde que ascendí a adorar en Jerusalén.
12 Y, ni en el santuario hanme hallado con alguien disputando, o concurso haciendo de turba, ni en las sinagogas ni por la ciudad;
13 ni demostrar podránte de lo que aquí mismo me acusan.
14 Y confieso esto a ti que, según el camino que dicen secta, así sirvo al paterno Dios, creyendo en lo que por la ley y los profetas escrito está;
15 esperanza teniendo en Dios que, la que también estos mismos aguardan resurrección habrá de haber, y de justos y de injustos.
16 En esto(b) también yo mismo trabajo por ilesa conciencia tener para con Dios y los hombres siempre.
17 Y, después de años varios, limosnas haciendo a mi gente, llegué, y votos;
18 en los que me hallaron santificado en el santuario, no con turba, ni con tumulto; mas(c) algunos del Asia judíos;
19 los que deberían ante ti comparecer y acusar, si algo tuvieran contra mí.
20 O estos mismos digan cuál hallaron iniquidad, parado yo ante el sanedrín;
21 sino por solo esta voz con que clamé, entre ellos parado: que «por resurrección de muertos yo soy juzgado de vosotros».
22 Y difirióles Félix, muy bien sabiendo lo de este camino(d), diciendo: «Cuando Lisias, el tribuno, descendiere, acabaré de conocer lo entre vosotros,
23 ordenando al centurión guardarle, y tener(e) alivio y a nadie estorbar de los propios suyos que le sirviesen.
24 Y después de algunos días, llegando Félix con Drusila, su mujer, que era judía, llamó y oyóle acerca de la en Cristo Jesús fe.
25 Pero, disputando él sobre justicia, y continencia y el juicio venidero, temeroso volviéndose Félix, respondió: «Lo que ahora es, vete; pero, ocasión a su vez cogiendo, a su vez he de llamarte»;
26 juntamente también esperando que dinero sería dado por Pablo; por lo cual también más a menudo a él llamando a sí, conversaba con él.
27 pero, un bienio cumplido, recibió sucesor Félix: a Porcio Festo; y queriendo gracia conceder a los judíos, dejó a Pablo atado.
1 Ante Festo Festo, pues, entrando en la provincia, después de tres días, subió a Jerusalén, de Cesarea;
2 y presentáronse a él los sumos sacerdotes y los primeros de los judíos con Pablo; y rogábanle,
3 pidiendo gracia con él, para que le reenviase a Jerusalén, asechanza haciendo para arrebatarle por el camino.
4 Festo, en verdad, respondió que era guardado Pablo en Cesarea, y que él mismo había en breve de salir.
5 «Aquéllos, pues, de entre vosotros, dice, poderosos, descendiendo juntamente, si algo hay en el varón de improbo, acúsenle».
6 Y pasando entre ellos días no más de ocho o diez, descendiendo a Cesarea, al siguiente día, sentado sobre el tribunal, mandó que Pablo fuera traído.
7 Y, llegado él, pusiéronse en torno de él los de Jerusalén descendidos judíos, muchas y graves acusaciones aduciendo que no podían probar;
8 vindicándose Pablo: pues «ni contra la ley de los judíos, ni contra el santuario ni contra César cosa alguna pequé».
9 Pero Festo, queriendo a los judíos gracia conceder, respondiendo a Pablo, dijo: «¿Quieres, a Jerusalén ascendiendo allí de estas cosas ser juzgado ante mí?»
10 Y dijo Pablo: «Puesto ante tribunal de César(a) estoy, donde debo ser juzgado. A los judíos nada he agraviado; como también tú muy bellamente reconoces.
11 Si, en verdad, pues, agravio y digna de muerte he hecho alguna cosa; no rehuso el morir: pero, si nada hay de lo que éstos me acusan, nadie me puede a ellos obsequiar(b). A César apelo».
12 Entonces Festo, después de hablar con el consejo, respondió: «A César has apelado; a César irás».
13 Y, días pasados algunos, Agripa, el rey, y Bernice llegaron a Cesarea, saludando a Festo.
14 Y, como varios días quedábanse allí, Festo impúsoles de lo contra Pablo, diciendo: «Cierto varón ha sido dejado, por Félix encadenado;
15 acerca del cual, llegando yo de Jerusalén, presentáronse los sumos sacerdotes y los ancianos y los judíos, pidiendo contra él condena;
16 a los que respondí: que «no es costumbre de romanos agraciar(c) un hombre antes de que el acusado a faz tenga a los acusadores, y lugar de defensa tome acerca del cargo».
17 Congregándose, pues, acá, dilación ninguna haciendo, al siguiente día, sentado sobre el tribunal, mandé se trajera al varón;
18 en torno del cual, parados los acusadores, ninguna causa traían de las que yo suponía cosas malas;
19 pero cuestiones algunas sobre el propio temor divino(d) tenían contra él, y sobre cierto Jesús muerto; quien afirma Pablo que vive.
20 Y, vacilando yo en la acerca de estas cosas investigación, decía yo si quería él ir a Jerusalén, y allí ser juzgado sobre ellas.
21 Pero, Pablo, apelando: que se le guardase para el del Augusto(e) conocimiento, mandé se le guardase hasta enviarle yo a César».
22 Y Agripa dijo a Festo: «Querría yo también al hombre oír». «Mañana, dice, oirásle».
23 Al siguiente día, pues, viniendo Agripa y Bernice con mucha ostentación y entrando en la audiencia, con los tribunos y varones los por excelencia de la ciudad, y, mandando Festo, se trajo a Pablo.
24 y dice Festo: «Agripa rey, y todos los que con nosotros estáis varones, veis a éste, acerca del cual toda la muchedumbre de los judíos dirigióse a mí en Jerusalén, y aquí gritando que no debe él vivir más ya.
25 Y yo averigué que nada digno él de muerte había hecho; y, éste mismo apelando al Augusto, juzgué enviar.
26 Sobre el que algo seguro que escribir al señor no tengo; por lo cual hele sacado a vosotros, y sobre todo a ti, rey Agripa, para que, la investigación hecha, tenga yo qué escribir,
27 pues irracional me parece, que quien envía a un preso, las contra él acusaciones no manifieste también».
1 Oración de Pablo ante Agripa Y Agripa a Pablo dijo: «Permítesete de ti mismo hablar». Entonces Pablo, extendiendo la mano, vindicábase:
2 «De todo lo que soy acusado por los judíos, rey Agripa, heme creído feliz ante ti haberme hoy de vindicar;
3 sobre todo, conocedor siendo tú de todo lo de los judíos: y costumbres y cuestiones. Por lo cual pido que longánimamente me escuches.
4 La vida mía, en verdad, de juventud, la de principio hecha en la gente mía en Jerusalén, saben todos los judíos,
5 que de antes me conocen, desde el principio, si quisieren testificar; porque, según la severísima secta de nuestra religión he vivido fariseo;
6 y ahora, por la esperanza de la a nuestros padres promesa(a) hecha por Dios estoy aquí, como reo;
7 a la que las doce tribus de nosotros, en fervor noche y día sirviendo, esperan llegar; de la cual esperanza acusado soy por los judíos, rey.
8 ¿Qué? ¿cosa increíble júzgase por vosotros, si Dios muertos resucita?
9 Yo, en verdad, estimé contra el nombre de Jesús, el Nazareno, deber muchas cosas contrarias practicar,
10 lo que también hice en Jerusalén; y muchos de los santos yo en custodia encerré, la de los sumos sacerdotes potestad recibiendo; y por que fuesen arrebatados ellos, emitió voto;
11 y por todas las sinagogas muchas veces castigando les forzaba a blasfemar(b); y sobremanera enfureciéndome contra ellos, perseguía hasta también en las vecinas ciudades.
12 En lo cual, yendo a Damasco, con potestad y permiso de los sumos sacerdotes,
13 a mediodía por el camino vi, rey, desde el cielo sobre el fulgor del sol circunfulgiéndome luz y a los conmigo caminantes;
14 y, todos cayendo en la tierra, oí voz diciéndome en hebrea habla: «Saúl, Saúl, ¿qué me persigues? ¡Duro para ti, contra el aguijón recalcitrar(c)!»
15 Y yo dije: «¿Quién eres, Señor?» Y el Señor dijo: «Yo soy Jesús, a quien tú persigues».
16 Empero, levántate, y álzate sobre tus pies, porque para esto me he aparecido a ti: para constituirte servidor y testigo, así de lo que me has visto(d), como de lo que he de aparecerte;
17 eligiéndote del pueblo y de las gentes; a quien yo te envío.
18 para abrir sus ojos, a fin de que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios, a fin de recibir ellos remisión de pecados y herencia de los santificados por fe, la en mí».
19 De donde, rey Agripa, no he sido inobediente a la celestial visión:
20 sino que, y a los de Damasco primero, y de Jerusalén, y por toda la región de la Judea, y a las gentes anunciaba yo arrepentirse y volverse a Dios, dignas del arrepentimiento obras practicando.
21 Por causa de estas cosas, habiéndome judíos cogido juntos en el santuario probaron a poner manos(e) en mí.
22 Auxilio, pues, alcanzando el de Dios, hasta este día, parado estoy testificando, y al pequeño y al grande, nada fuera diciendo de lo que también los profetas hablaron que ha de acontecer, y Moisés
23 si pasible el Cristo, si primero de resurrección de muertos, luz ha de anunciar, y al pueblo y a las gentes».
24 Y esto él alegando. Festo, con gran voz, dice: «Deliras, Pablo: las muchas letras en delirio te envuelven».
25 Y Pablo, «No deliro, dice, óptimo Festo, sino que de verdad y cordura palabras pregono.
26 Porque sabe de estas cosas el rey, a quien con libre habla hablo; pues, que se le oculte de estas cosas, (no me persuado) ninguna; pues no ha sido en rincón hecho esto.
27 ¿Crees, rey Agripa, a los profetas? Sé que crees.
28 Y Agripa a Pablo: «¡Por poco no me persuades de que cristiano me haga!»
29 Y Pablo: «Rogara yo a Dios que, o en poco o en mucho, no sólo tú, sino también todos los que me oyen, hoy os hicierais tales, cual también yo soy; —salvo estas cadenas!»
30 Y levantóse el rey, y el presidente, y Bernice y los sentados con ellos;
31 y, retirándose, hablaban entre sí, diciendo: que «nada de muerte o cadenas practica este hombre».
32 Y Agripa a Festo dijo: «Soltar se podía a este hombre, si no hubiese apelado a César».
1 Viaje a Roma Y, como se juzgó que zarpáramos a Italia, entregaron, y a Pablo y algunos otros encadenados, a un centurión, por nombre Julio, del manípulo Augusto(a).
2 Y subiendo en barco adramiteno que debía navegar a los por el Asia lugares, zarpamos, estando con nosotros Aristarco, macedón tesalonicense;
3 y al otro día arribamos a Sidón; y benignamente Julio a Pablo tratando, permitió, a los amigos yendo, cuidado alcanzar.
4 Y, de allí zarpando, costeamos a Chipre, porque los vientos eran contrarios;
5 y, el piélago el de la Cilicia y Panfilia atravesando, bajamos a Mirra de la Licia.
6 Y allí, hallando el centurión nave alejandrina navegando a Italia, trasbordónos a ella.
7 Y en bastantes días lentamente navegando y apenas llegados cerca de Gnido, no dejándonos el viento, costeamos a Creta a lo largo de Salmón(b);
8 y, apenas, perlongándola, vinimos a un lugar llamado Bellos Puertos; del cual cerca estaba una ciudad: Lasea.
9 Y, bastante tiempo pasado, y siendo ya insegura la navegación, por haber también el ayuno(c) ya pasado, amonestó Pablo,
10 diciéndoles: «Varones, veo que, con maltrato y mucho daño, no sólo de la carga y de la nave, sí que también de nuestras almas, habrá de ser la navegación».
11 Pero el centurión, al piloto y patrón más obedecía que a lo que por Pablo era dicho.
12 Y mal situado el puerto que había para invernadero, los más estatuyeron consejo de zarpar de allí, por si pudiesen, llegando, en Fenice invernar: un puerto de Creta, mirando al sudeste y al noroeste.
13 Y, alentando noto(d), creyendo haber el propósito alcanzado, alzando más de cerca perlongaban a Creta.
14 Pero, después de no mucho, cayó sobre ella(e) un viento huracanado: el llamado euroaquilón(f);
15 y, arrebatada la nave y no pudiendo afrontar al viento, cediendo éramos arrastrados.
16 Y, bajo una isleta corriendo, llamada Clauda, logramos apenas dueños hacernos del esquife;
17 el que alzando, de recurso les servía, ciñendo(g) por debajo a la nave; y temiendo en la sirte caer, largando el aparejo(h), así éramos arrastrados.
18 Pero, reciamente entormentados nosotros, al otro día alijamos.
19 Y, al tercero, con sus manos los enseres arrojaron;
20 y, ni sol, ni astros pareciendo por varios días, y tormenta no poca asediando, ya quitábase esperanza toda de salvarnos.
21 Y, mucha hambre habiendo, entonces, parado Pablo en medio de ellos dijo: «Debíais ciertamente, oh varones, sometiéndoos a mí, no haber zarpado de Creta y ahorrar este maltrato y daño.
22 Y lo que es ahora, exhórtoos a alentaros; pues pérdida de alma ninguna habrá, de nosotros; salvo de la nave.
23 Pues presentóseme esta noche, del Dios de quien soy y a quien sirvo, un ángel,
24 diciendo: «No temas, Pablo; a César debes presentarte; y he aquí te ha agraciado(i) Dios todos los que navegan contigo.
25 Por lo cual alentaos, varones; pues creo a Dios que así será, al tenor que se me ha hablado.
26 En una isla hemos de dar».
27 Y cuando la catorcena noche fue, arrastrados nosotros en el Adriático, por mitad de la noche, sospecharon los nautas que se acercaba algo a ellos como tierra;
28 y, sondando, hallaron brazas veinte, y un poco separándose y de nuevo sondando, hallaron brazas quince;
29 y, temiendo que fuésemos en ásperos lugares a dar, de popa echando anclas cuatro, anhelaban que amaneciese.
30 Pero los nautas, buscando huir de la nave y largando el esquife al mar, so pretexto de como si anclas hubiesen de largar,
31 dijo a Pablo al centurión y los soldados: «Si éstos no quedaren en la nave, vosotros salvaros no podéis».
32 Entonces los soldados cortaron las maromas del esquife y dejáronle caer.
33 Y, mientras que iba amaneciendo, exhortó Pablo a todos ellos a tomar alimento, diciendo: «El catorceno hoy día aguardando, sin comer pasáis, nada tomando.
34 Por lo cual exhórtoos a tomar alimento; pues esto para vuestra salud es; pues de ninguno de vosotros cabello de la cabeza perece».
35 Y, diciendo esto y tomando pan, agradeciendo a Dios a faz de todos, y partiendo, comenzó a comer.
36 Y alentándose todos, también ellos tomaron alimento.
37 Y éramos todas almas en la nave doscientas setenta y seis.
38 Y, hartos de comida, aligeraron la nave, echando el trigo(j) al mar.
39 Y, cuando amaneció, la tierra no conocían; pero una ensenada divisaban que tenía playa; a la que querían, si pudiesen, arrojar la nave.
40 Y, las anclas levando, cedieron al mar, a la vez soltando las amarras de los timones; e izando el artemón(k) a la ráfaga, enderezaron a la playa.
41 Y, dando en medio de un paraje bimar(l), encallaron la nave; y, mientras la proa hincada quedó inmóvil, la popa era deshecha por la violencia de las olas.
42 Y de soldados consejo hubo para que a los encadenados matasen, a fin de que ninguno, saliendo a nado, se fugase;
43 pero el centurión, queriendo salvar a Pablo, estorbóles el acuerdo, y mandó que los que pudiesen salir a nado, arrojándose, primeros a la tierra saliesen;
44 y los demás, unos en tablones; otros en algunos objetos de los de la nave. Y así aconteció que todos se salvaron a la tierra.
1 Y salvos, entonces conocieron que Melite(a) la isla se llama.
2 Y los bárbaros(b) nos brindaron no poca humanidad; pues encendiendo hoguera, nos acogieron a todos, por la lluvia inminente y por el frío.
3 Y, recogiendo Pablo de fajina un haz y poniendo en el fuego, una víbora, del calor saliendo, pegóse(c) a su mano.
4 Y, como vieron los bárbaros colgado el animal de su mano, unos a otros decían: «A fe asesino es este hombre; a quien, salvo del mar, la justicia vivir no ha dejado».
5 El, empero, sacudiendo al animal en el fuego, padeció ningún mal;
6 pero ellos aguardaban a que él se hubiese de inflamar o caer súbitamente muerto. Y mucho ellos aguardando, y viendo que nada insólito le sucedía, cambiando, decían que era un dios.
7 Y en los alrededores de aquel lugar había predios del primero de la isla, por nombre Publio; el que, acogiéndonos, días tres amigablemente hospedó.
8 Y aconteció que el padre de Publio de fiebres y disentería afligido yacía; a quien Pablo, entrando y orando, poniendo las manos sobre él, sanó.
9 Y, esto sucedido, los demás los que en la isla tenían enfermedades, acercábanse y eran curados;
10 los cuales también con muchos honores honrábannos; y, zarpando, nos allegaron lo necesario.
11 Y, después de tres meses, zarpamos en barco que había invernado en la isla alejandrino, por enseña: Dioscóridas(d).
12 Y, bajando a Siracusa, quedamos allí días tres;
13 de donde rodeando, llegamos a Regio. Y, después de un día, viniendo noto, al segundo vinimos a Putéolos;
14 donde, hallando hermanos, rogósenos con ellos permanecer días siete; y así a Roma vinimos.
15 Y de allí los hermanos, oyendo lo acerca de nosotros, nos vinieron al encuentro hasta el de Apio foro, y Tres Tabernas: a los que viendo Pablo agradeciendo a Dios, tomó ánimo.
16 Y, cuando entramos a Roma, permitióse a Pablo quedar solo con el custodiante soldado.
17 Y aconteció, después de días tres, convocar él a los que eran, de entre los judíos, primeros; y congregados ellos, les decía: «Yo, varones hermanos, nada en contra haciendo del pueblo o de las costumbres las paternas, encadenado, de Jerusalén, he sido entregado en las manos de los romanos;
18 los cuales, interrogando, me querían soltar, porque ninguna causa de muerte había en mí;
19 pero, contradiciendo los judíos, forzado fui a apelar a César, no como de la gente mía teniendo algo que acusar.
20 Por esta causa, pues, os he llamado a ver y hablar; pues por la esperanza(e) de Israel de esta cadena rodeado estoy».
21 Y ellos le dijeron: «Nosotros ni letras acerca de ti hemos recibido de la Judea; ni, llegando alguno de los hermanos, ha anunciado o hablado algo de ti malo.
22 Pero por conveniente tenemos de ti oír qué piensas; pues, lo que es esta secta, conocido nos es que doquiera se le contradice».
23 Y, habiéndole fijado día, vinieron a él al hospedaje los más; a quienes exponía testificándoles mucho el reino de Dios, y persuadiéndoles acerca de Jesús, y por la ley de Moisés y los profetas, de mañana a tarde.
24 Y unos obedecían a lo que se decía; otros, empero no creían;
25 y, discordes estando entre sí, despidiéronse; diciendo Pablo palabra una: que «bellamente el Espíritu, el Santo, ha hablado por Isaías, el profeta, a vuestros padres diciendo:
26 «Vete a este pueblo y di: «Con oído oiréis, y no entenderéis, no; y mirando miraréis, y no veréis, no.
27 pues se endureció el corazón de este pueblo, y con las orejas pesadamente han oído, y sus ojos han ido cerrando, que jamás vean con los ojos, y con las orejas oigan, y con el corazón entiendan: y se conviertan y les sane».
28 Conocido, pues, os sea que a las gentes ha sido enviado esta salud de Dios; ellos también oirán».
29 (Y esto él diciendo, retiráronse los judíos, cuestión entre sí teniendo mucha).
30 Y permaneció un bienio entero en propia casa de alquiler; y recibía a todos los que entraban a él;
31 predicando el reino de Dios y enseñando lo acerca del Señor Jesucristo, con toda libre habla, inimpedidamente.