1 Anunciación del Bautista y de Cristo Prólogo Dado que ya muchos han puesto mano en componer narración acerca de las cosas, en nosotros plenamente confirmadas(a),
2 según nos han trasmitido los que desde el principio testigos oculares y servidores fueron de la palabra;
3 pareció también a mí, que he seguido a par, desde atrás, todo exactamente, ordenadamente escribirte, óptimo Teófilo(b);
4 porque de las palabras(c) en que se te instituyó, conozcas bien la certidumbre.
5 Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, cierto sacerdote, por nombre Zacarías, del turno de Abías; y mujer tenía de las hijas de Aarón, y el nombre de ella, Elisabet.
6 Y eran justos ambos delante de Dios, caminando en todos los mandamientos y justicias(d) del Señor intachables.
7 Y no tenían hijo, pues era Elisabet estéril; y ambos avanzados en sus días eran.
8 Y aconteció que, de sacerdote él en el orden de su turno ante Dios,
9 según la costumbre del sacerdocio;
10 tocóle incensar, entrando en el templo del Señor; y toda la muchedumbre estaba del pueblo orando fuera, a la hora del timiama(e).
11 Y aparecióle ángel del Señor; parado a la diestra del ara del timiama.
12 Y espantóse Zacarías viendo, y temor cayó sobre él.
13 Y dijo a él el ángel: «No temas, Zacarías, porque escuchada ha sido tu plegaria, y tu mujer, Elisabet, te parirá hijo, y llamarás su nombre Juan;
14 y tendrás gozo y júbilo; y muchos en su nacimiento se gozarán.
15 Pues será grande delante del Señor; y vino y sidra no beberá, no; y de Espíritu Santo será lleno aún de vientre de su madre;
16 y a muchos de los hijos de Israel convertirá al Señor, al Dios de ellos;
17 Y él precederá delante de él en espíritu y poder de Elías, a convertir corazones de padres(f) a hijos, e inobedientes, en pensamiento de justos a preparar al Señor pueblo perfecto».
18 Y dijo Zacarías al ángel: «¿Por dónde conoceré esto? Pues yo soy anciano y mi mujer avanzada en sus días».
19 Y, respondiendo el ángel díjole: «Yo soy Gabriel el parado junto a la faz de Dios, y he sido enviado a hablar a ti, y evangelizarte(g) esto.
20 Y he aquí estarás callando y no pudiendo hablar(h) hasta el día que acontecieren estas cosas, por esto: porque no has creído a mis palabras; las cuales se cumplirán a su tiempo».
21 Y estaba el pueblo aguardando a Zacarías, y maravillábanse de que tardase en el templo él.
22 Y, saliendo, no pudo hablarles. Y conocieron bien que visión había visto en el templo; y él estaba significándoles;(i) y quedó sordomudo.
23 Y aconteció que cuando se cumplieron los días de su servicio, se fue a su casa.
24 Y, después de estos días, concibió Elisabet, su mujer; y ocultóse en torno meses cinco(j), diciendo:
25 que «así me ha hecho el Señor en los días que miró por mí a quitar mi afrenta en los hombres».
26 Y en el mes el sexto fue enviado el ángel Gabriel de Dios, a una ciudad de Galilea, cuyo nombre Nazaret,
27 a una virgen desposada con un varón, cuyo nombre, José, de casa de David; y el nombre de la virgen, María.
28 Y, entrando a ella dijo: «Alégrate(k), agraciada(l): el Señor, contigo, bendita tú en mujeres(m)»
29 Y ella por la palabra perturbóse, y consideraba de dónde fuese esta salutación(n).
30 Y dijo el ángel a ella: «No temas, María; porque has hallado gracia delante de Dios.
31 Y he aquí, concebirás en vientre, y parirás hijo, y llamarás su nombre, Jesús.
32 Este será grande e Hijo del Altísimo será llamado; y darále Señor Dios el trono de David, su padre;
33 y reinará sobre la casa de Jacob por los siglos, y de su reino no habrá fin».
34 Y dijo María al ángel: «¿Cómo será esto, cuando varón no conozco?»
35 Y, respondiendo el ángel, díjola: «Espíritu santo vendrá sobre ti, y poder del Altísimo te sombreará; por esto también lo nacido santo será llamado Hijo de Dios.
36 Y he aquí, Elisabet, tu parienta, también ella ha concebido hijo en su vejez; y este mes el sexto es para ella la llamada estéril;
37 que no será imposible delante de Dios toda palabra».
38 Y dijo María: «He aquí la sierva del Señor; hágaseme según tu palabra». Y retiróse de ella el ángel.
39 Y levantándose María, en estos días, se fue a la montaña, de prisa, a una ciudad de Judá;
40 y entró en la casa de Zacarías y saludó a Elisabet.
41 Y aconteció, como oyó la salutación de María, Elisabet, saltó la criatura en su vientre, y fue llena de Espíritu Santo Elisabet;
42 y exclamó con grito grande y dijo: «¡Bendita tú en mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!
43 Y ¿de dónde a mí esto: que venga la madre de mi Señor a mí?
44 Pues he aquí, como llegó la voz de tu salutación a mis orejas, saltó en júbilo la criatura en mi vientre.
45 Y bienaventurada la creyente, pues habrá cumplimiento para lo hablado a ella del Señor».
46 Y dijo María: «Magnifica mi alma al Señor,
47 y jubiló mi espíritu en Dios mi salvador;
48 Porque ha mirado a la humildad(o) de su sierva. Que he aquí, desde ahora mismo, bienaventurada diránme todas las generaciones;
49 que me ha hecho cosas grandes el poderoso; y santo su nombre;
50 y su misericordia, a generaciones y generaciones, a los que le temen.
51 Ha hecho fuerza en su brazo: dispersó los soberbios con pensamiento de su corazón.
52 derribó potentes de tronos, y exaltó humildes;
53 hambrientos llenó de bienes y ricos despidió vacíos.
54 Acogió a Israel, niño suyo, para recordar misericordia, según habló a nuestros padres:
55 a Abrahán y su simiente por el siglo(p)».
56 Y quedó María con ella como meses tres, y volvió a su casa.
57 Y a Elisabet cumplióse el tiempo de parir ella, y engendró hijo.
58 Y oyeron los vecinos y los parientes de ella que magnificaba Señor su misericordia con ella, y alegráronse con ella.
59 Y aconteció en el día el octavo vinieron a circuncidar al párvulo, y llamábanle, por el nombre de su padre, Zacarías.
60 Y respondiendo su madre dijo: «No; sino se llamará Juan».
61 Y dijeron a ella: que «ninguno hay de tu parentela, que sea llamado con este nombre».
62 Y significaron a su padre que qué quería se le llamase.
63 Y, pidiendo tablilla, escribió diciendo: «Juan es su nombre». Y maravilláronse todos.
64 Y abrióse su boca al punto y su lengua, y hablaba, bendiciendo a Dios.
65 Y vino sobre todos temor los que en torno de ellos habitaban; y en toda la montaña de la Judea hablábanse todas estas palabras.
66 Y pusiéronselas todos los que oían, en su corazón diciendo: «¿Quién, pues, este infante será?» Porque también la mano del Señor era con él.
67 Y Zacarías su padre fue lleno de Espíritu Santo y profetizó diciendo:
68 «Bendito, Señor, el Dios de Israel; pues ha visitado y hecho redención a su pueblo
69 y alzó cuerno(q) de salvación a nosotros, en casa de David, niño suyo;
70 según habló, por boca de los santos (desde el siglo) profetas suyos:
71 salvación de nuestros enemigos y de mano de todos los que nos odian;
72 para hacer misericordia con nuestros padres y recordar testamento(r) santo suyo,
73 juramento que juró Abrahán, padre nuestro, el darnos.
74 que, inmedrosamente, de mano de nuestros enemigos librados, le sirvamos
75 en piedad y justicia a su faz todos nuestros días.
76 Y también tú, infante, profeta del Altísimo serás llamado, pues precederás a faz de Señor, a preparar sus caminos,
77 para dar ciencia de salud a su pueblo en(s) remisión de sus pecados;
78 por entrañas de misericordia de nuestro Dios; en las que nos visitó, oriente(t) de lo excelso,
79 a manifestarse a los en tinieblas y sombra de muerte sentados, para enderezar nuestros pies a camino de paz».
80 Y el infante crecía; y confortábase de espíritu; y estábase en los desiertos hasta día de su manifestación a Israel.
1 Infancia de Jesús Y aconteció en aquellos días, salía edicto de César Augusto de que se empadronase todo el orbe.
2 Este empadronamiento primero hízose, presidiendo a la Siria Cirino.
3 E iban todos a empadronarse, cada cual a su ciudad.
4 Y subió también José, desde la Galilea, de ciudad de Nazaret, a la Judea, a ciudad de David; la cual se llamaba Belén; por ser él de la casa y familia de David;
5 para empadronarse con María, la desposada con él, estando grávida.
6 Y aconteció que estando ellos allí, cumpliéronse los días del parir ella;
7 y parió a su hijo, el primogénito(a); y fajóle y reclinóle en pesebre; porque no había para ellos lugar en la posada.
8 Y pastores había en aquel mismo paraje pernoctando al sereno y guardando guardias de la noche sobre su grey.
9 Y he aquí un ángel del Señor detúvose sobre ellos, y gloria del Señor circunfulgoróles, y atemorizáronse con gran temor.
10 Y díjoles el ángel: «No os atemoricéis; pues he aquí, evangelízoos gozo grande, el que será para todo el pueblo;
11 porque os ha nacido hoy el Salvador; quien es Cristo Señor, en ciudad de David.
12 Y ésta, para vosotros señal: hallaréis infante fajado y yaciendo en pesebre».
13 Y de súbito fue con el ángel muchedumbre de milicia celestial, que alababan a Dios, y decían:
14 «Gloria en lo más excelso a Dios, y sobre tierra paz en hombres de beneplácito(b)».
15 Y aconteció, en retirándose de ellos, al cielo, los ángeles, los pastores hablaban entre sí: «Pasemos ya hasta Belén, y veamos esta palabra la acontecida que el Señor nos ha manifestado».
16 Y vinieron apresurados y encontraron a María y a José, y al infante yaciendo en el pesebre;
17 y viendo, noticiaron acerca de la palabra, la hablada a ellos acerca de este niñito.
18 Y todos los oyentes maravilláronse de lo hablado por los pastores a ellos;
19 y María todas conservaba —las palabras, confiriendo en su corazón(c).
20 Y retornaron los pastores, glorificando y alabando a Dios por todo lo que oyeran y vieran, según se habló a ellos.
21 Y, cuando se cumplieron días ocho para circuncidarle, también fue llamado su nombre Jesús, el llamado por el ángel, antes de ser concebido en el vientre.
22 Y, cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos(d), según la ley de Moisés, subiéronle a Jerusalén, para presentar al Señor,
23 según está escrito en la ley del Señor: que «todo lo masculino, abriendo matriz santo al Señor será llamado»;
24 y para dar hostia, según lo dicho en la ley de Señor, «un par de tórtolas o dos palominos».
25 Y he aquí que un hombre había en Jerusalén, cuyo nombre, Simeón, y este hombre, justo y timorato, esperando consolación de Israel. Y Espíritu había Santo sobre él,
26 y habíale sido vaticinado por el Espíritu, el Santo, que no vería muerte antes de ver al Cristo de Señor.
27 Y vino en el Espíritu al santuario; y, al entrar los padres al infante Jesús, para hacer, según lo acostumbrado de la ley, con él,
28 también él recibióle en los brazos, y bendijo a Dios y dijo:
29 «Ahora despides a tu siervo, Soberano, según tu palabra, en paz;
30 pues han visto mis ojos lo saludable tuyo,
31 que preparaste a faz de todos los pueblos:
32 luz para revelación(e) de gentes y gloria de tu pueblo de Israel».
33 Y estaba su padre y la madre maravillándose de lo que se hablaba acerca de él.
34 Y bendíjoles Simeón; y dijo a María, su madre: «He aquí éste puesto está para caída y resurrección de muchos en Israel y para señal a quien se contradice;
35 (y a tu propia alma traspasará espada) a fin de que se revelen, de dentro de muchos corazones, pensamientos».
36 Y había una Ana, profetisa, hija de Fanuel, de tribu de Aser; —ésta avanzada en días muchos; que viviera con marido años siete, desde su virginidad;
37 y ésta, viuda hasta años ochenta y cuatro; quien no se retiraba del santuario, con ayunos y plegarias sirviendo noche y día.
38 Y, a la misma hora sobreviniendo, confesaba a la vez a Dios y hablaba acerca de él a todos los que esperaban redención de Jerusalén.
39 Y, en terminando todo lo según la ley del Señor, retornaron a la Galilea, a su ciudad de Nazaret.
40 Y el infante crecía y confortábase, llenándose de sabiduría; y gracia de Dios era sobre él.
41 E iban sus padres cada año a Jerusalén la fiesta de la Pascua.
42 Y, cuando fue de años doce, subiendo ellos, según la costumbre de la fiesta,
43 y terminando(f) los días, al retornar ellos; quedóse Jesús, el infante, en Jerusalén; y no supieron sus padres.
44 Y, creyendo que él estaba en la comitiva, anduvieron una jornada, y mucho buscáronle entre los parientes y los conocidos;
45 y, no hallando, retornaron a Jerusalén, mucho buscándole.
46 Y aconteció, después de días tres, halláronle en el santuario, sentado en medio de los maestros, y oyéndoles y preguntándoles.
47 Y arrobábanse todos los que le oían por el entendimiento y las respuestas de él.
48 Y, viéndole, pasmáronse, y dijo a él su madre: «Hijo, ¿qué nos has hecho así? He aquí tu padre y yo doloridos te buscábamos».
49 Y dijo a ellos: «¿Qué? ¿Por qué me buscábais? ¿No sabíais que en lo de mi Padre debo estar yo?»
50 Y ellos no comprendieron(g) la palabra que les habló.
51 Y bajó con ellos y vino a Nazaret; y estaba sujeto a ellos. Y su madre conservaba todas estas palabras en su corazón.
52 Y Jesús adelantaba en la sabiduría, y edad y gracia ante Dios y hombres.
1 Predicación del Bautista Y en el año quince del imperio de Tiberio César, imperando Poncio Pilato a la Judea, tetrarquiando(a) a la Galilea Herodes, y Felipe, su hermano, tetrarquiando a la Iturea y Traconítide región, y Lisanias a la Abilene tetrarquiando;
2 bajo sumo sacerdote Anás y Caifás, hubo palabra de Dios sobre Juan, el de Zacarías hijo, en el desierto;
3 y vino a toda la circunvecindad del Jordán, predicando bautismo de penitencia en remisión de pecados;
4 como escrito está en libro de palabras de Isaías, el profeta: «Voz de clamante en el desierto: Preparad el camino del Señor; rectas haced sus sendas:
5 toda hondonada se llenará, y todo monte y collado se humillará; y será lo torcido en rectos(b), y los ásperos en caminos llanos;
6 y verá toda carne lo saludable de Dios».
7 Decía, pues, a las salidas turbas(c) para ser bautizadas por él: «Engendros de víboras, ¿quién os ha significado huir de la venidera ira?
8 Haced, pues, dignos frutos de penitencia. Y no empecéis a decir(d) en vosotros. «Padre tenemos: a Abrahán»; pues dígoos que puede Dios de estas piedras levantar hijos a Abrahán.
9 Y ya también la segur hacia la raíz de los árboles yace: todo árbol, pues, que no hace fruto bello, cortado es, y al fuego arrojado».
10 Y preguntábanle las turbas, diciendo: «¿Qué, pues, haremos?»
11 Y, respondiendo, decíales: «El que tiene dos túnicas, participe al que no tiene; y el que tiene alimentos, así mismo haga».
12 Y vinieron también publicanos a bautizarse, y dijeron a él: «Maestro, ¿qué haremos?».
13 Y él dijo a ellos: «Nada más que lo ordenado a vosotros, obrad».
14 Y preguntábanle también soldados, diciendo: «¿Qué haremos también(e) nosotros?» Y díjoles: «A nadie concusionéis, ni calumniéis, y contentaos con vuestros estipendios».
15 Y aguardando el pueblo(f) y considerando todos en sus corazones, acerca de Juan: si acaso él era el Cristo,
16 respondió diciendo a todos Juan: «Yo por cierto con agua os bautizo; viene, empero, el más fuerte que yo, de quien no soy digno de desatar la correa de sus zapatos; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego;
17 cuyo bieldo en su mano, para limpiar del todo su era y juntar el trigo en su granero; —mas, la paja quemará con fuego inextinguible».
18 Ahora por cierto también muchas otras cosas, exhortando, evangelizaba al pueblo;
19 y Herodes el tetrarca, reconvenido por él a causa de Herodías, la mujer de su hermano, y a causa de todo lo que hizo de malo Herodes;
20 añadió esto a todo, y encerró a Juan en prisión.
21 Y aconteció que, bautizándose todo el pueblo, y bautizado Jesús y orando; abrióse el cielo,
22 y descendió el Espíritu Santo en corporal forma, como paloma, sobre él, y voz del cielo hubo: «Tú eres el Hijo mío, el amado; en ti me he complacido».
23 Y el mismo(g) era Jesús; que empezaba(h), como de años treinta; siendo hijo, cual se creía, de José, de(i) Helí,
24 de Matat, de Leví, de Melqui, de Jana, de José,
25 de Matatías, de Amós, de Nahum, de Esli, de Naga,
26 de Maat, de Matatías, de Semeí, de Josec, de Jodá,
27 de Joanán, de Resa, de Zorobabel, de Salatiel, de Neri,
28 de Melqui, de Adi, de Cosán, de Helmadán, de Her,
29 de Jesús, de Eliezer, de Jorim, de Matat, de Leví,
30 de Simeón, de Judas, de José, de Jonán, de Eliacim,
31 de Melea, de Mena, de Matata, de Natán, de David,
32 de Jesé, de Jobed, de Boós, de Sala, de Naasón,
33 de Aminadab, de Arni, de Esrón, de Fares, de Judas,
34 de Jacob, de Isaac, de Abrahán, de Tara, de Nacor,
35 de Seruc, de Ragau, de Falec, de Eber, de Sala,
36 de Cainán, de Arfaxad, de Sem, de Noé, de Lamec,
37 de Matusalén, de Henoc, de Jared, de Maleleel, de Cainán,
38 de Enós, de Set, de Adán, de Dios.
1 Comienza Cristo su vida pública Y Jesús, lleno de Espíritu Santo, retornó del Jordán, y fue llevado en el Espíritu; en el desierto
2 días cuarenta tentado del diablo. Y no comió nada en aquellos días; y terminados ellos, hambreó.
3 Y díjole el diablo: «Si Hijo eres de Dios, di a esta piedra que se haga pan».
4 Y respondió a él Jesús: «Escrito está: que no de pan sólo vivirá el hombre».
5 Y, subiéndole, mostróle todos los reinos del orbe en un punto de tiempo.
6 Y díjole el diablo: «Te daré esta potestad toda y la gloria de ellos, pues a mí ha sido entregada, y a quien quiero, doila,
7 tú, pues, si adorares a faz mía, —será de ti toda».
8 Y, respondiéndole, dijo Jesús: «Escrito está: Al Señor tu Dios adorarás y a él sólo servirás».
9 Y llevóle a Jerusalén y puso en el alero del santuario, y díjole: «Si Hijo eres de Dios, arrójate de aquí abajo,
10 porque está escrito: que a sus ángeles mandará de ti que te guarden;
11 y que en manos te lleven, no sea que lastimes en piedra tu pie».
12 Y, respondiendo, díjole Jesús que «está dicho: «No tentarás al Señor tu Dios».
13 Y habiendo consumado toda tentación, el diablo retiróse de él hasta su tiempo(a).
14 Y retornó Jesús, en el poder del Espíritu, a la Galilea; y fama salió por toda la circunvecindad acerca de él;
15 y él enseñaba en las sinagogas de ellos, glorificado por todos.
16 Y vino a Nazaret, donde se había criado, y entró, según lo acostumbrado por él, en el día de los sábados, en la sinagoga, y levantóse a leer.
17 Y se le pasó un libro del profeta Isaías; y, abriendo el libro, halló el lugar donde estaba escrito:
18 «Espíritu de Señor sobre mí: por lo cual me ungió; para evangelizar a pobres me ha enviado;
19 a sanar deshechos de corazón, a predicar a cautivos remisión y a ciegos vista, enviar quebrantados en remisión; predicar año de Señor, acepto».
20 Y plegando el libro, devolviéndolo al ministro, sentóse, y, de todos en la sinagoga, los ojos, estaban fijos en él.
21 Y empezó a decirles: que «hoy se ha cumplido esta escritura en las orejas de vosotros(b)»
22 Y todos atestiguábanles y maravillábanse de las palabras de gracia salidas de su boca, y decían: «¿Acaso no hijo de José éste?»
23 Y dijo a ellos: «Sin duda, me diréis esta parábola: «Médico, cúrate a ti mismo»: cuanto hemos oído verificado en Cafarnaúm haz también aquí en tu patria».
24 Y dijo: «En verdad dígoos que ningún profeta acepto es en su patria.
25 Y a la verdad dígoos: muchas viudas había en los días de Elías, en Israel, cuando cerrado fue el cielo años tres y meses seis, que hubo hambre grande por toda la tierra;
26 y a ninguna de ellas enviado fue Elías el profeta, sino a Sarepta de Sidón, a una mujer viuda.
27 Y muchos leprosos había en Israel bajo Eliseo el profeta; y ninguno de ellos limpio fue, sino Naamán el siro».
28 Y llenáronse todos de ira en la sinagoga, oyendo esto;
29 y, levantándose, arrojáronle fuera de la ciudad, y lleváronle hasta la cima del monte, sobre el cual la ciudad estaba edificada de ellos, para despeñarle;
30 él, empero, pasando por en medio de ellos, se fue.
31 Y descendió a Cafarnaúm, ciudad de la Galilea. Y estábales enseñando, en los sábados,
32 y pasmáronse de su enseñanza; pues en potestad era su palabra.
33 Y en la sinagoga estaba un hombre, teniendo demonio inmundo, y vociferó con voz grande:
34 «¡Deja! ¿Qué a nosotros y a ti, Jesús Nazareno? ¿Has venido a perdernos? Conózcote quién eres: el Santo de Dios».
35 E impúsole Jesús, diciendo: «Enmudece, y sal de él». Y tirándole el demonio al medio, salió de él, nada dañándole.
36 Y sobrevino espanto a todos, y conversaban entre sí, diciendo: «¿Qué palabra ésta, pues con potestad y fuerza impera a los inmundos espíritus, y salen?»
37 E iba resonando fama acerca de él por todo lugar de la circunvecindad.
38 Y, levantándose de la sinagoga, entró en la casa de Simón. Y la suegra de Simón era estrechada de fiebre grande; y rogábanle por ella.
39 Y, llegándose hasta por sobre ella, intimó a la fiebre, y dejóla; y, al punto levantándose, servíales.
40 Y, poniéndose el sol, todos cuantos tenían enfermos de enfermedades varias, lleváronles a él; y él a cada uno de ellos, las manos imponiendo, sanábales.
41 Y salieron también demonios de muchos, vociferando y diciendo: que «tú eres el Hijo de Dios». E, intimando, no dejábales hablar; pues sabían que el Cristo él era.
42 Y siendo ya de día, saliendo se fue a un desierto lugar; y las turbas iban buscándole; y vinieron hasta él, y deteníanle que no se fuese de ellos.
43 Pero él dijo a ellos: que «también a las otras ciudades evangelizar debo el reino de Dios; pues a esto he sido enviado».
44 Y estábase predicando por las sinagogas de la Galilea.
1 Varios milagros y enseñanzas Y aconteció, cuando la turba le asediaba y oía la palabra de Dios, que él estaba parado junto al lago de Genesaret;
2 y vio barcas dos paradas junto al lago; y los pescadores, de ellas apartados, lavaban las redes.
3 Y, subiendo en una de las barcas; que era de Simón, rogóle, de la tierra, adentro, tirar un poco; y, sentándose, desde la barca, enseñaba a las turbas.
4 Y, en acabando de hablar, dijo a Simón: «Tira a lo alto, y soltad vuestras redes a pesca».
5 Y, respondiendo Simón, díjole: «Amo, durante toda la noche trabajando, nada hemos cogido; pero, en tu palabra, soltaré las redes».
6 Y, esto haciendo, recogieron muchedumbre de peces grande; e íbanse rompiendo sus redes.
7 Y significaron a los compañeros en la otra barca, que, viniendo, alzasen con ellos; y vinieron y llenaron las dos barcas, hasta hundirse(a).
8 Y, viendo Simón Pedro, cayó a las rodillas de Jesús, diciendo: «Apártate de mí, porque varón pecador(b) soy, Señor».
9 Pues asombro apoderóse de él y todos los con él, por la pesca de los peces que recogieron;
10 y asimismo a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo; que eran compañeros de Simón. Y dijo a Simón Jesús: «No temas: desde ahora mismo hombres estarás cogiendo».
11 Y, arrastrando las barcas a la tierra, dejando todo, siguiéronle.
12 Y aconteció, mientras estaba él en una de las ciudades, que he aquí un varón lleno de lepra; y, viendo a Jesús, cayendo de rostro, rogóle, diciendo: «Señor, si quieres, puedes limpiarme».
13 Y extendiendo la mano, tocóle, diciendo: «Quiero: sé limpio». Y luego la lepra se fue de él.
14 Y él indicóle que a nadie dijera, sino: —«yéndote, muéstrate al sacerdote y ofrece por tu limpieza, según ordenó Moisés en testimonio a ellos».
15 Pero cundía más la palabra(c) acerca de él; y aglomerábanse turbas muchas a oír y curarse de sus enfermedades;
16 y él estábase retirado en los desiertos y orando.
17 Y aconteció en uno de los días, y él estaba enseñando; y estaban sentados los fariseos y maestros de la ley; que habían venido de toda aldea de la Galilea, y Judea y Jerusalén; y fuerza de Señor(d) había de curar él(e).
18 Y he aquí varones trayendo en litera un hombre que era paralítico, y buscaban cómo llevarle adentro a ponerle a faz de él.
19 Y, no hallando por dónde llevarle adentro, por(f) la turba, subiendo al terrado, por entre las tejas, bajáronle con la literilla delante de Jesús.
20 Y, viendo la fe de ellos, dijo: «Hombre, perdonados te están tus pecados».
21 Y empezaron a considerar los escribas y fariseos, diciendo: «¿Quién es éste, que habla blasfemias? ¿Quién puede pecados perdonar sino sólo Dios?»
22 Y, penetrando Jesús las consideraciones de ellos, respondiendo, dijo a ellos: «¿Qué consideráis en vuestros corazones?
23 ¿Qué es más fácil decir: «Perdonados te están tus pecados»; o decir: «Levántate y paséate?
24 Pero, para que veáis que el Hijo del hombre poder tiene sobre la tierra de perdonar pecados» —dijo al paralítico: «Te digo: Levántate, y, alzando tu literilla, vete a tu casa».
25 Y al punto, levantándose a faz de ellos, alzando sobre lo que yacía, fuese a su casa, glorificando a Dios.
26 Y éxtasis cogió a todos ellos; y glorificaron a Dios, y llenáronse de temor, diciendo: que «hemos visto increíbles cosas hoy».
27 Y después de esto salió, y contempló a un publicano, por nombre Leví sentado en el telonio, y díjole: «Sígueme».
28 Y, abandonando todo, levantándose, siguióle.
29 E hizo recepción grande Leví a él en su casa, y había turba mucha de publicanos y otros que estaban con ellos recostados.
30 Y murmuraban los fariseos y los escribas de ellos(g), a sus discípulos diciendo: «¿Por qué, con los publicanos y pecadores coméis y bebéis?»
31 Y respondiendo Jesús, dijo a ellos: «No tienen necesidad los sanos de médicos, sino los que mal están.
32 No he venido a llamar justos, sino pecadores a penitencia».
33 Y ellos dijeron a él: «Los discípulos de Juan ayunan a menudo y plegarias hacen; así mismo también los de los fariseos; ¿y los tuyos comen y beben?»
34 Y él dijo a ellos: «¿Acaso podéis a los hijos del tálamo en tanto el Esposo con ellos está, hacer ayunar?
35 Mas, vendrán días; y cuando será quitado de ellos el Esposo, entonces ayunarán en aquellos días».
36 Y decía también una parábola a ellos: que «nadie remiendo, de vestido nuevo rasgando, echa en vestido viejo; que, si no por cierto, también el nuevo se rasgará, y con el viejo no se armonizará remiendo, el del nuevo.
37 Y nadie echa vino nuevo en odres viejos; que, si no por cierto, romperá el vino el nuevo los odres; y él se derramará, y los odres se perderán;
38 sino que vino nuevo en odres nuevos hay que echar.
39 Y nadie bebiendo viejo quiere nuevo; pues dice: «El viejo, bueno es».
1 Enseñanzas Y aconteció que en sábado fue a través de sembrados; y arrancaban sus discípulos y comían las espigas, estregando con las manos.
2 Y algunos de los fariseos dijeron: «¿Qué hacéis lo que no es lícito los sábados?»
3 Y, respondiendo, a ellos dijo Jesús: «¿Ni esto habéis leído lo que hizo David cuando hambreó él y los con él?
4 ¿Cómo entró en la casa de Dios, y, los panes de la proposición tomando, comió y dio a los con él; que no es lícito comer, sino a solos los sacerdotes?»
5 Y decíales: «Señor es también del sábado el Hijo del hombre».
6 Y aconteció que en otro sábado entró en la sinagoga y enseñó. Y estaba allí un hombre, y su mano la derecha, era seca,
7 y acechábanle los escribas y los fariseos, si en el sábado cura, para hallar cómo acusarle.
8 Y él sabía sus consideraciones, y dijo al hombre, al que seca tenía la mano: «Levántate, y párate al medio». Y levantándose, paróse.
9 Y dijo Jesús a ellos: «Pregúntoos, ¿si es lícito el sábado bien hacer o mal hacer, alma salvar o perder?»
10 Y, mirando alrededor a todos ellos, díjole: «Extiende tu mano». Y él hizo así, y restituida fue su mano.
11 Y ellos llenáronse de desconcierto; y, conversaban entre sí qué harían a Jesús.
12 Y aconteció en estos días que salió al monte a orar, y estaba pernoctando en la oración de Dios.
13 Y cuando amaneció, convocó a sus discípulos, y, eligiendo de ellos doce, los que también apóstoles llamó,
14 a Simón, al que también llamó Pedro, y a Andrés, su hermano, y a Santiago, y Juan, y Felipe, y Bartolomé,
15 y Mateo, y Tomás, a Santiago de Alfeo, y Simón, el llamado Celador(a),
16 y Judas de Santiago, y a Judas Iscariot(b); quien fue traidor,
17 y bajando con ellos paróse en lugar llano; y turba mucha de sus discípulos, y gentío mucho del pueblo, de toda la Judea, y Jerusalén y la marina de Tiro y Sidón; que vinieran a oírle y sanar de sus enfermedades;
18 y los vejados por espíritus inmundos eran curados;
19 y toda la turba buscaba cómo tocarle; porque fuerza de él salía, y sanaba a todos.
20 Y él, alzando sus ojos a sus discípulos, dijo: «Bienaventurados, los pobres; porque vuestro es el reino de Dios.
21 Bienaventurados, los que hambreáis ahora; porque seréis hartos. Bienaventurados, los que lloráis ahora; porque reiréis.
22 Bienaventurados sois, cuando os aborrecieren los hombres, y afrentaren; y arrojaren fuera vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del hombre.
23 Alegraos aquel día y brincad; pues he aquí vuestro galardón ¡mucho en el cielo! pues así mismo hacían a los profetas los padres de ellos.
24 Empero, ay de vosotros, los ricos; pues os lleváis vuestra consolación.
25 Ay de vosotros, los hartos ahora; pues hambrearéis. Ay de los que reís ahora; pues lamentaréis y lloraréis.
26 Ay cuando de vosotros bellamente dijeren todos los hombres; pues así mismo hacían a los pseudoprofetas los padres de ellos.
27 Pero a vosotros digo, los oyentes: amad a vuestros enemigos; bellamente haced a los que os aborrecen;
28 bendecid a los que os imprecan; orad por los que os dañan.
29 Al que te hiere en la mejilla, preséntale también la otra; y al que se lleve tu vestidura,tampoco la túnica niegues.
30 A todo el que te pide, da, y del que se lleva lo tuyo, no vuelvas a pedir.
31 Y según queréis que os hagan los hombres, hacedles asimismo.
32 Y, si amáis a los que os aman ¿qué gracia(c) tenéis? Pues también los pecadores a los que les aman, aman.
33 Y si bien hacéis a los que os hacen ¿qué gracia tenéis? También los pecadores lo mismo hacen.
34 Y si prestareis a los de quien esperáis coger ¿qué gracia tenéis? También pecadores a pecadores prestan, para recoger otro tanto.
35 Empero, amad a vuestros enemigos y bien haced, y prestad, nada esperando por ello; y será vuestro galardón mucho, y seréis hijos del Altísimo; porque él bueno es con los ingratos y malos.
36 Haceos misericordiosos, según vuestro Padre misericordioso es.
37 Y no juzguéis, y no se os juzgará, no. Y no condenéis, y no se os condenará, no. Perdonad, y se os perdonará.
38 Dad, y se os dará; medida hermosa, apretada, remecida, rebosante darán en vuestro seno; pues con la medida que medís, se os volverá a medir».
39 Y dijo también parábola a ellos: «¿Por ventura puede ciego a ciego guiar? ¿Acaso ambos dentro al hoyo no caerán?
40 No hay discípulo sobre el maestro; y perfecto todo(d) será como su maestro.
41 Y, ¿qué miras la paja, la en el ojo de tu hermano, y la viga, la en el propio ojo, no consideras?
42 ¿Cómo puedes decir a tu hermano: «Hermano, deja arroje yo fuera la paja, la en tu ojo, tú mismo la en tu ojo, viga no mirando? Hipócrita, arroja fuera primero la viga, del ojo tuyo, y entonces mirarás cómo la paja, la en el ojo tu hermano, arrojar.
43 Pues no hay árbol hermoso que haga fruto podrido; ni a su vez árbol podrido que haga fruto hermoso.
44 Pues cada árbol por su propio fruto es conocido; pues no de espinas recogen higos; ni de zarza uva vendimian.
45 El buen hombre del buen tesoro del corazón saca lo bueno; y el malo de lo malo saca lo malo; pues de abundancia de corazón habla su boca.
46 ¿Qué me llamáis: «¡Señor! ¡Señor!» y no hacéis lo que digo?
47 Todo el que viene a mí y que oye mis palabras y hácelas —os manifestaré a quién es semejante.
48 Semejante es a hombre edificando casa; quien cavó, y ahondó y puso cimiento sobre piedra. E, inundación viniendo, rompió el río sobre aquella casa, y no pudo conmoverla, por lo hermosamente edificada que estaba.
49 Pero el que oye y no hace, semejante es a hombre edificando casa sobre tierra, sin cimiento; sobre la cual rompió el río, y al punto se derrumbó, y fue el rompimiento de aquella casa magno».
1 Milagros y enseñanzas Cuando ya llenó(a) a todas sus palabras en los oídos del pueblo, entró en Cafarnaúm.
2 Y de cierto centurión el siervo mal estando, había de finar; que le era apreciado.
3 Y, oyendo acerca de Jesús, envió a él ancianos de los judíos, rogándole que, viniendo, salvase a su siervo.
4 Y ellos, acercándose a Jesús, pedíanle instantemente, diciendo: que, «digno es de que le otorgues esto;
5 pues ama nuestra gente, y la sinagoga él nos edificó».
6 Y Jesús iba con ellos. Y, cuando ya él no lejos estaba de la casa, mandó amigos el centurión, diciéndole: «Señor, no te mortifiques; que no digno soy de que bajo mi techo entres;
7 por lo cual ni a mí mismo he creído digno de a ti venir; mas di con una palabra, y ¡sane mi niño!
8 Que también yo hombre soy bajo potestad constituido teniendo bajo mí mismo soldados, y digo a éste: «Ve, y va», y a otro: «Ven, y viene»; y a mi siervo: «Haz esto, y hace».
9 Y oyendo esto Jesús, admiróle, y volviéndose, a la a él siguiente turba, dijo: «Dígoos, ni en Israel tanta fe he encontrado».
10 Y retornando a su casa los enviados, encontraron al siervo sano.
11 Y aconteció en seguida, fue a una ciudad llamada Naím, e iban con él sus discípulos y turba mucha.
12 Y, en acercándose a la puerta de la ciudad, he aquí llevárase fuera difunto al unigénito hijo de su madre; y ella era viuda; y turba de la ciudad bastante había con ella.
13 Y, viéndola el Señor, lastimóse de ella y díjola: «No llores».
14 Y, acercándose, tocó el féretro; y los llevadores paráronse. Y dijo: «Jovencito, (te digo) levántate».
15 Y sentóse el muerto, y empezó a hablar, y dióle a su madre.
16 Y cogió temor a todos, y glorificaron a Dios, diciendo: «que profeta grande se ha levantado en nosotros» y que «ha visitado Dios a su pueblo».
17 Y salió esta palabra en toda la Judea acerca de él y toda la circunvecindad.
18 Y anunciaron a Juan sus discípulos acerca de todas estas cosas.
19 Y, llamando a sí ciertos dos de sus discípulos Juan, mandóles al Señor, diciendo: «¿Tú eres, el que viene o a otro esperamos?»
20 Y, acercándose a él los varones, dijeron: «Juan el Bautista nos ha enviado a ti, diciendo: «Tú eres el que viene, ¿o a otro esperamos?»
21 En aquella hora curara, a muchos de enfermedades, y plagas y espíritus malos, y a ciegos muchos agraciara con el ver.
22 Y, respondiendo, díjoles: «Yendo, anunciad a Juan lo que habéis visto y oído: ciegos ven; cojos paséanse; leprosos limpios son; sordomudos oyen; muertos resucitan; pobres son evangelizados;
23 y bienaventurado es, quien no se escandalizare en mí».
24 Y, yéndose los mensajeros de Juan, empezó a decir a las turbas sobre Juan: «¿Qué habéis salido al desierto a mirar? ¿caña por el viento balanceada?
25 Pero ¿qué habéis salido a ver? ¿A hombre de blandas vestiduras revestido? He aquí los que en vestimenta ostentosa y voluptuosidad viven, en los palacios están.
26 Pero ¿qué habéis salido a ver? ¿A un profeta? —Sí, dígoos, y más que profeta.
27 Este es, de quien está escrito: He aquí envío a mi mensajero delante de tu faz; quien preparará tu camino delante de ti».
28 Dígoos: mayor, en nacidos de mujeres, que Juan, ninguno hay; pero el menor en el reino de Dios, mayor que él es».
29 Y todo el pueblo oyendo(b), y los publicanos justificaron(c) a Dios, siendo bautizados con bautismo de Juan;
30 mas, los fariseos y los escribas el consejo de Dios frustraron para sí, no siendo bautizados por él.
31 «¿A quién, pues, asemejaré los hombres de esta generación, y a quién son semejantes?
32 Semejantes son a pequeñuelos, a los sentados en las plazas y voceándose entre sí, que dicen: Flauteádoos hemos, y no habéis danzado, trenádoos hemos, y no habéis llorado(d).
33 Pues vino Juan el Bautista ni comiendo pan ni bebiendo vino, y decís: «Demonio tiene».
34 Ha venido el Hijo del hombre comiendo y bebiendo, y decís: «He aquí un glotón y vinolento, amigo de publicanos y pecadores».
35 Y justificada ha sido la sabiduría(e) por todos los hijos de ella».
36 Y rogaba alguno a él de los fariseos que comiese con él; y, viniendo a la casa del fariseo, reclinóse.
37 Y he aquí una mujer, la que había en la ciudad, pecadora, en sabiendo que está recostado en la casa del fariseo, trayendo alabastro de ungüento,
38 y parándose junto a sus pies llorando, con las lágrimas empezó a regar sus pies; y con los cabellos de su cabeza enjugaba y besaba tiernamente sus pies y ungía con el ungüento.
39 Y, viendo el fariseo el que le llamara, habló dentro de sí, diciendo. «Este, si fuera profeta, conocería quién y de dónde, la mujer, la que le toca; porque pecadora es».
40 Y respondiendo Jesús, dijo a él: «Simón, tengo a ti algo que decir». Y él «Maestro, di», dice:
41 «Dos deudores había de cierto prestamista: el uno debía denarios quinientos, y el otro, cincuenta.
42 No teniendo ellos cómo devolver, a los dos perdonó. ¿Quién, pues, de ellos más le amará?»
43 Respondiendo Simón, dijo: «Paréceme que a quien lo más perdonó». Y él díjole: «Rectamente has juzgado».
44 Y, volviéndose a la mujer, a Simón dijo: «¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa; agua para los pies no me diste; mas ésta con las lágrimas ha regado mis pies y con sus cabellos enjugado.
45 Beso no me diste; mas ésta, desde que entré, no ha dejado de besarme tiernamente los pies.
46 Con óleo mi cabeza no has ungido; pero ella con ungüento ha ungido mis pies.
47 Por lo cual (dígote) perdonados le están sus pecados, —los muchos, pues amó mucho; mas a quien poco se perdona,— también poco ama».
48 Y díjola: «Perdonados te están los pecados».
49 Y empezaron los comensales a decir dentro de sí: «¿Quién éste es que también pecados perdona?»
50 Y dijo a la mujer: «Tu fe te ha salvado; ve a paz».
1 Y aconteció en seguida de esto que él atravesaba cada ciudad y aldea, predicando y evangelizando el reino de Dios; y los doce con él,
2 y algunas mujeres que habían sido curadas de espíritus malos y enfermedades: María, la llamada Magdalena; (de la cual demonios siete habían salido).
3 y Juana, mujer de Cuza, procurador de Herodes, y Susana, y otras muchas; las cuales servíanles de sus haciendas.
4 Y, juntándose mucha turba, y los de cada ciudad viniendo junto a él, dijo por parábola:
5 «Salió el sembrador a sembrar su semilla, y sembrando él, lo uno cayó junto al camino, y conculcado fue, y los volátiles del cielo devoráronlo.
6 Y lo otro cayendo fue sobre la piedra, y, naciendo, secóse por no tener humedad.
7 Y lo otro cayó en medio de las espinas, y naciendo a la vez las espinas, ahogáronlo.
8 Y lo otro cayó en la tierra la buena y, naciendo, hizo fruto céntuplo». Esto diciendo, clamó: «El que tenga orejas para oír, oiga».
9 Preguntáronle sus discípulos cuál fuese esta parábola.
10 Y él dijo: «A vosotros es dado conocer los misterios del reino de Dios; a los demás, empero, ¡en parábolas! porque, viendo, no vean, y, oyendo no oigan.
11 Es ésta, empero, la parábola: La semilla es la palabra de Dios.
12 Y los juntos al camino, son los que oyen; después viene el diablo y quita la palabra, de sus corazones, no sea, que creyendo, se salven.
13 Y los sobre la piedra —los que, cuando oyeren, con gozo reciben la palabra; y éstos raíz no tienen— los que, por tiempo creen, y en tiempo de tentación, se apartan.
14 Y lo sobre espinas caído, éstos son los que oyen, y por los cuidados y riquezas y placeres de la vida, yendo, se ahogan y no maduran.
15 Y lo que en hermosa tierra, éstos son los que en corazón hermoso y bueno, oyendo, la palabra retienen y fructifican en paciencia.»
16 «Y nadie la candela tomando, ocúltala con vaso, o por debajo de cama pone, sino sobre candelero pone para que los que entran, vean la luz.
17 Pues no hay cosa oculta que manifiesta no se haga, ni escondida que no se conozca y a público venga.
18 Mirad, pues, como oigáis(a); porque quien tuviere, —darásele; y, quien no tuviere,— también lo que parece tener, quitado será de él».
19 Y acercáronsele la madre y los hermanos de él, y no podían llegar a él por causa de la turba.
20 Y anunciósele: «Tu madre y tus hermanos parados están fuera, verte queriendo».
21 Y él, respondiendo, dijo a ellos: «Madre mía y hermanos míos, éstos son, los que la palabra de Dios oyen y hacen».
22 Y aconteció en uno de los días que él en entró en barca y los discípulos de él; dijo a ellos: «Atravesemos allende del lago»; y zarparon.
23 Y, navegando ellos, durmióse. Y bajó un torbellino de viento al lago, e íbanse inundando y zozobrando.
24 Y, acercándose, despertáronle, diciendo: «¡Amo, amo, perecemos!» Y él, levantándose, impuso al viento y al golpe del agua; y calmaron y fue bonanza.
25 Y díjoles: «¿Dónde vuestra fe?» Y atemorizándose, maravilláronse, diciendo unos a otros: «¿Quién, pues, éste es, que también a los vientos ordena y al agua, y obedécenle?»
26 Y navegaban abajo, a la región de los gerasenos; la cual está frente de la Galilea.
27 Y, saliendo él a la tierra, vínole al encuentro cierto hombre de la ciudad, teniendo demonios; tiempo bastante no se puso vestidura; y en casa no quedaba, sino en las tumbas.
28 Y, viendo a Jesús, vociferando cayó ante él y con voz grande dijo: «¿Qué a mí y a ti Jesús, Hijo de Dios, el Altísimo? ruégote, no me atormentes».
29 (Pues significara al espíritu, al inmundo salir del hombre). Pues muchos tiempos habíale arrebatado consigo; y atábasele, con cadenas y grillos guardado; y, destrozando las ataduras, llevado era por el demonio a los desiertos.
30 Y preguntóle Jesús: «¿Qué nombre tienes?» Y él dijo: «Legión»; pues entraron demonios muchos en él.
31 Y rogábanle que no les ordenase al abismo irse.
32 Y había allí una piara de puercos bastantes, que pacía en el monte; y, rogáronle que les permitiese en aquéllos entrar. Y permitióles.
33 Y saliendo los demonios del hombre, entraron en los puercos; y precipitóse la piara escarpa abajo al lago y ahogóse.
34 Y, viendo los que apacentaban, lo acontecido, huyeron, y, yéndose, lo anunciaron a la ciudad y los campos.
35 Y salieron a ver lo acontecido, y vinieron a Jesús; y encontraron sentado al hombre de quien los demonios salieron, vestido y cuerdo, a los pies de Jesús; y atemorizáronse.
36 Y contáronles los que vieran, cómo fue salvado el endemoniado.
37 Y rogáronle toda la muchedumbre de los circunvecinos de los gerasenos se retirase de ellos; pues de temor grande eran estrechados; y él, entrando en barca, retornó.
38 Y pidióle el hombre de quién habían salido los demonios, estar con él. Pero despidióle, diciendo.
39 «Retorna a tu casa, y refiere cuanto te ha hecho Dios.» Y retiróse, por toda la ciudad publicando cuanto le hizo Jesús.
40 Y entrando Jesús, acogióle la turba; porque estaban todos aguardándole.
41 Y he aquí vino un hombre cuyo nombre Jairo; y éste, príncipe de la sinagoga era; y cayendo a los pies de Jesús, rogábale fuese a su casa;
42 pues hija unigénita tenía como de años doce, y ésta moríase. Y, yendo él, las turbas del todo sofocábanle.
43 Y una mujer que estaba en flujo de sangre, años doce había; la cual habiendo en médicos gastado toda su hacienda, no pudo ser por ninguno curada,
44 acercándose por detrás, tocó la fimbria de su vestido; y al punto paró el flujo de su sangre.
45 Y dijo Jesús: «¿Quién, el que me ha tocado?» Y negando todos, dijo Pedro: «Amo, las turbas estréchante y estrujan, y dices: «¿Quién el que me ha tocado?»
46 Y Jesús dijo: «Tocado me ha alguien; pues yo he conocido virtud salida de mí»
47 Y viendo la mujer que no se ha ocultado, temblorosa vino, y cayendo ante él, por qué causa le ha tocado, significó a la faz de todo el pueblo, y cómo ha sanado al punto.
48 Y él díjola: «Hija, tu fe te ha salvado; ve a paz».
49 Aún hablando él, viene alguien del arquisinagogo, diciendo: que «ha muerto tu hija; ya no mortifiques al Maestro.
50 Y Jesús, oyendo, respondióle: «No temas; sólo cree, y salvará».
51 Y, viniendo a la casa, no dejó entrar ninguno consigo, sino a Pedro, y Juan, y Santiago, y al padre de la niña y a la madre.
52 Y plañían todos y lamentábanla. Y él dijo: «No plañáis; que no ha muerto, sino dormídose».
53 Y reíanse de él, sabiendo que murió.
54 Y él cogiendo la mano de ella, clamó diciendo: «¡La niña! levántate».
55 Y volvió el espíritu de ella, y resucitó al punto; y ordenó se la diera de comer.
56 Y arrobáronse los padres de ella; y él significóles a ninguno decir lo acontecido.
1 Milagros y enseñanzas Y, convocando a los doce, dióles fuerza y potestad sobre todos los demonios y para enfermos curar;
2 y envióles a predicar el reino de Dios y sanar, y
3 dijo a ellos: «Nada cojáis para el camino: ¡ni báculo, ni alforja, ni pan, ni plata, ni dos túnicas tener!
4 Y en la casa que entréis, —allí quedad, ni de allí salgáis.
5 Y cuantos no os recibieren, saliendo de aquella ciudad— el polvo de vuestros pies sacudid en testimonio de ellos».
6 Y, saliendo, atravesaban por las aldeas, evangelizando y curando doquiera.
7 Y oyó Herodes, el tetrarca, lo sucedido todo, y confundióse por decirse de algunos: que «Juan ha resucitado de muertos»,
8 y de algunos: que «Elías ha aparecido»; y de otros que «algún profeta de los antiguos se ha levantado».
9 Y dijo Herodes: «A Juan yo decapité; y ¿quién es éste acerca del cual oigo tales cosas?» Y buscaba verle.
10 Y retornando los apóstoles refiriéronle cuanto hicieron. Y, tomándoles consigo, retiróse aparte, a una ciudad llamada Betsaida.
11 Y las turbas, conociendo, siguiéronle; y, acogiéndoles, hablábales del reino de Dios y a los que menester habían curación, sanaba.
12 Y el día empezaba a declinar; y, acercándose los doce, dijéronle: «Despide la turba, porque, yendo a las, en torno, aldeas y campos, se hospeden y hallen comestibles; pues aquí en desierto lugar estamos».
13 Y dijo a ellos: «Dadles de comer vosotros». Y ellos dijeron: «No tenemos más que panes cinco y peces dos; —a no ser que, yendo, nosotros comprásemos para todo este pueblo, viandas».
14 Pues eran como varones cinco mil. Y dijo a sus discípulos: «Recostadles— comensalías(a) como de a cincuenta».
15 E hicieron así, y recostaron a todos.
16 Y, tomando los cinco panes y los dos peces, mirando hacia el cielo, bendíjolos, y fue partiendo, y dio a los discípulos para servir a la turba.
17 Y comieron y hartáronse todos, y alzado fue lo sobrante a ellos: de pedazos cofines doce.
18 Y aconteció, estando él orando a solas, estaban con él los discípulos, y preguntóles, diciendo: «¿Quién yo las turbas dicen que soy?»
19 Y ellos, respondiendo, dijeron: «Juan el Bautista; y otros: Elías; y otros que algún profeta de los antiguos ha resucitado».
20 Y díjoles: «Y vosotros ¿quién yo decís que soy?» Y Pedro, respondiendo dijo: «El Cristo de Dios».
21 Y él intimándoles, significó a ninguno decir esto;
22 diciendo que «debe el Hijo del hombre muchas cosas padecer y ser desestimado por los ancianos, y sumos sacerdotes y escribas; y muerto ser y al tercer día resucitar».
23 Y dijo a todos: «Si alguno quiere en pos de mí venir, niéguese a sí mismo; alce su cruz cada día y sígame.
24 Pues, quien quisiere su alma salvar, perderála, y quien perdiere su alma por causa mía, éste salvarála.
25 Pues ¿qué aprovecha el hombre, ganando el universo entero, y a sí mismo perdiéndose o dañándose?
26 Pues, quien se avergonzare de mí y de mis palabras; —de éste el Hijo del hombre se avergonzará, cuando viniere en la gloria de él, y del Padre y de los santos ángeles.
27 Y dígoos verdaderamente: hay algunos de los aquí parados que no gustarán, no, muerte, hasta que vieren la realeza de Dios.»
28 Y aconteció, después de estas palabras como días ocho, que tomando consigo a Pedro, y Juan y Santiago, subió al monte a orar.
29 Y tornóse, orando él, la figura de su rostro otra, y su vestimenta esplendorosa— destellando.
30 Y he aquí varones dos conversaban con él; los que eran Moisés y Elías;
31 que, apareciendo en gloria, decían la salida de él que había de cumplir en Jerusalén.
32 Y Pedro y los con él, estaban cargados de sueño; y despertando de él, vieron su gloria y los dos varones los parados junto a él.
33 Y aconteció, al separarse ellos de él, dijo Pedro a Jesús: «Amo, bello es que nosotros aquí estemos, y hagamos tiendas tres: una a ti, y una a Moisés y una a Elías»; no sabiendo lo que dice.
34 Y, esto él diciendo, hubo una nube y fue sombreándoles. Y atemorizáronse al entrar ellos en la nube.
35 Y voz hubo de entre la nube, diciendo: «Este es el Hijo mío, el elegido: a él oíd».
36 Y, cuando hubo la voz, hallóse Jesús solo. Y ellos callaron y a nadie significaron en aquellos días nada de lo que han visto.
37 Y aconteció el siguiente día, bajando ellos del monte, junta encontróle turba mucha.
38 Y he aquí un hombre, desde la turba, gritó diciendo: «Maestro, ruégote mires a mi hijo, pues unigénito mío es;
39 y he aquí un espíritu cógele y de súbito vocifera, y dilacérale con espuma; y apenas retírase, deshaciéndole;
40 y rogué a tus discípulos que le lanzasen, y no pudieron».
41 Y respondiendo Jesús, dijo: «Oh generación increyente y perversa ¿hasta cuándo estaré con vosotros y os sufriré? Trae para acá tu hijo».
42 Y, aún acercándose él, convulsionóle el demonio y al par dilaceróle. E impuso Jesús al espíritu, al inmundo; y sanó al niño; y devolvióle a su padre.
43 Y pasmáronse todos de la grandeza de Dios. Y todos maravillándose de todo lo que hacía Jesús, dijo a sus discípulos:
44 «Poned vosotros en vuestras orejas estas palabras: pues el Hijo del hombre ha de ser entregado en manos de hombres».
45 Mas ellos ignoraban esta palabra, y encubierta estaba ante ellos, para que no la entendiesen; y temían preguntarle acerca de esta palabra.
46 Y entró consideración en ellos de quién sería mayor de ellos.
47 Y Jesús, viendo la consideración del corazón de ellos, tomando un niñito, paróle junto a sí,
48 y díjoles: «Quien recibiere a este niñito en nombre mío, a mí recibe; y quien a mí recibiere, recibe al que me ha enviado. Pues, el que menor en todos vosotros hay, éste es grande».
49 Y, respondiendo Juan, dijo: «Amo, hemos visto a alguno en tu nombre lanzando demonios; y le estorbábamos, pues no sigue con nosotros».
50 Y dijo a él Jesús: «No estorbéis; porque, quien no es contra vosotros, por vosotros es».
51 Y aconteció, al cumplirse los días de su asunción, que él la faz fijó para ir a Jerusalén;
52 y envió mensajeros ante su faz. Y, yendo entraron en aldea de samaritanos, a prevenir, para él.
53 Y no le recibieron, porque su faz era yendo a Jerusalén.
54 Y, viendo los discípulos, Santiago, y Juan, dijeron: «Señor, ¿quieres digamos fuego baje del cielo y los consuma(b)?
55 Mas, volviéndose, impúsoles y dijo: «No sabéis de qué espíritu sois, pues el Hijo del hombre no ha venido almas de hombres a perder, sino a salvar».
56 Y fueron a otra aldea.
57 Y, yendo ellos, en el camino uno dijo a él: «Te seguiré a doquiera que te fueres».
58 Y díjole Jesús: «Las raposas cuevas tienen, y los volátiles del cielo albergues; pero el Hijo del hombre no tiene dónde la cabeza reclinar».
59 Y dijo a otro: «Sígueme». Y dijo: «Señor, déjame primero, yendo, enterrar a mi padre»(c).
60 Y díjole: «Deja a los muertos enterrar sus muertos; mas tú, yéndote, anuncia doquiera el reino de Dios».
61 Y dijo también otro: «Te seguiré, Señor; mas primero déjame despedirme de los de mi casa».
62 Y díjole Jesús: «Nadie, echando la mano al arado y mirando a lo de atrás, bien dispuesto está para el reino de Dios».
1 Enseñanzas Envío de los discípulos Y después de esto, designó el Señor otros setenta y dos, y envióles de a dos ante su faz, a toda ciudad y lugar a donde había él de ir.
2 Y dijo a ellos: «¡La mies, por cierto, mucha! mas los obreros, ¡pocos! Rogad, pues, al señor de la mies, que obreros envíe a su mies.
3 Idos, he aquí envíoos como corderos en medio de lobos.
4 No llevéis bolsa, ni alforja, ni zapatos; y a nadie por el camino saludéis.
5 Y en la que entrareis —casa, primero decid: «Paz a esta vivienda».
6 Y, si allí hubiere hijo(a) de paz, reposará por sobre él vuestra paz; empero, si no, a vosotros retornará.
7 Y en la misma casa quedad, comiendo y bebiendo lo cerca de ellos; pues ¡digno el obrero de su salario! No paséis de casa en casa.
8 Y a la ciudad que entrareis y os recibieren— comed lo que se os sirviere,
9 y curad los en ella enfermos, y decidles: «Se ha acercado a vosotros el reino de Dios».
10 Pero, a la ciudad que entrareis y no os recibieren— saliendo a las calles de ella, decid:
11 «También el polvo pegado a nosotros de vuestra ciudad, a los pies os sacudimos; empero esto conoced: que se ha acercado el reino de Dios».
12 Dígoos que a Sodoma en aquel día más llevadero será que a aquella ciudad.
13 ¡Ay de ti, Corazín, ay de ti, Betsaida! pues, si en Tiro y Sidón hubiera habido las virtudes las habidas en vosotras, tiempo ha en saco y ceniza sentados se arrepintieran.
14 Empero a Tiro y Sidón más llevadero será en el juicio que a vosotras.
15 Y tú Cafarnaúm ¿no has sido hasta el cielo exaltada? Hasta el infierno bajarás.
16 El que oye a vosotros, a mí oye, y el que desecha a vosotros, a mí desecha; y el que me desecha, desecha al que me ha enviado».
17 Y retornaron los setenta y dos con gozo, diciendo: «Señor, también los demonios sujétansenos en tu nombre».
18 Y díjoles: «Veía yo(b) a Satanás del cielo como, relámpago, caer.
19 He aquí os he dado la potestad de pisar por sobre serpientes y escorpiones, y sobre toda la fuerza del enemigo; y nada os dañará, no.
20 Empero, en esto no os gocéis: que los espíritus se os sujeten, mas gozaos de que vuestros nombres están escritos en el cielo».
21 En aquella hora jubiló por el Espíritu, el Santo, y dijo: «Ensálzote, Padre, señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y prudentes, y reveládolas a los pequeñuelos. Sí, Padre, porque tal plugo ante ti.
22 Todas las cosas me han sido entregadas por mi Padre; y nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre, y quién es el Padre, sino el Hijo, y a quien el Hijo quisiere revelar».
23 Y volviéndose a los discípulos, aparte dijo: «Bienaventurados los ojos los que miran lo que miráis.
24 Pues dígoos que muchos profetas y reyes quisieron ver, lo que vosotros miráis, y no vieron, y oír lo que oís, y no oyeron».
25 Y he aquí un legisperito levantóse tentándole, diciendo: «Maestro, ¿qué haciendo vida eterna heredaré?»
26 Y él dijo a él: «En la ley ¿qué escrito está? ¿Cómo lees?»
27 Y él, respondiendo dijo: «Amarás al Señor, tu Dios, de todo tu corazón, y en toda tu alma y en toda tu fuerza y en toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo»
28 Y díjole: «Rectamente has respondido; esto haz, y vivirás».
29 Mas él, queriéndose justificar(c), dijo a Jesús: «¿Y quién es mi prójimo?»
30 Y, respondiendo Jesús, dijo: «Un hombre bajó de Jerusalén a Jericó, y en medio de bandidos cayó; que, también desvistiéndole y golpes imponiéndole, se fueron, dejando medio muerto.
31 Y por acaso un sacerdote bajó en aquel camino, y, viéndole, pasó de largo.
32 Y así mismo también un levita(d), yendo de camino, viniendo y viendo, pasó de largo.
33 Pero un samaritano, viajando, vino cerca de él, y, viendo, lastimóse,
34 y, llegándose, fue ligando sus llagas, infundiendo aceite y vino, y, subiéndole en la propia bestia, llevóle a posada y cuidó de él.
35 Y al otro día, sacando(e), dio dos denarios al posadero y dijo: «Cuida de él, y todo lo que de más gastares, yo volviendo por acá te devolveré».
36 ¿Quién de estos tres, parécete prójimo haber sido del que cayó en bandidos?»
37 Y él dijo: «El que hizo la misericordia con él». Y díjole Jesús: «Vete, y tú haz así mismo».
38 Y, yendo ellos, él entró en una aldea; y una mujer, por nombre Marta, hospedóle.
39 Y ella tenía hermana llamada María; que también(f) sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra;
40 y Marta afanábase acerca de mucho servicio. Y, parándose junto, dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana sola me ha dejado servir? Di, pues, a ella que ayude juntamente conmigo».
41 Y, respondiendo, díjole Jesús: «Marta, Marta, te cuidas y agitas acerca de muchas cosas;
42 y una es menester(g). Y María la buena parte se ha elegido; la cual no será quitada de ella».
1 Enseñanzas Y aconteció, estando él en un lugar orando, como acabó, dijo uno de sus discípulos a él: «Señor, enséñanos a orar, así como también Juan enseñó a sus discípulos.»
2 Y díjoles: «Cuando orareis, decid: «Padre, santifíquese tu nombre: venga tu reino:
3 el pan nuestro, el cotidiano, danos cada día;
4 y perdónanos nuestros pecados; pues también nosotros mismos hemos perdonado a todo el que nos debe; y no nos entres en tentación».
5 Y dijo a ellos: «¿Quién de vosotros tendrá amigo, e irá a él a media noche y le dirá: «Amigo préstame tres panes,
6 puesto que un amigo mío ha venido de camino a mí, y no tengo qué servirle,
7 y aquél de dentro, respondiendo dijere: «No me des molestias; ya la puerta cerrada está, y mis niñitos conmigo en la cama están: no puedo, levantándome, darte».
8 (Y, si aquél perseverare golpeando), dígoos: aunque no le dé, levantándose, por ser su amigo; por su impudencia, sin embargo, alzando, darále cuanto necesita.
9 Y yo os digo: pedid y se os dará; buscad y hallaréis; golpead y se os abrirá.
10 Pues todo el que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que golpea, se le abrirá.
11 Y, ¿a quién, de entre vosotros, padre, pedirá el hijo un pez, y, en lugar de pez, sierpe le dará y pan, acaso piedra le dará?
12 O también pedirá un huevo —¿darále escorpión?
13 Sí, pues, vosotros, malos como sois, sabéis dádivas buenas dar a vuestros hijos ¿cuánto más el Padre, el desde cielo, dará Espíritu Santo a los que le piden?»
14 Y estaba lanzando demonio, y él era mudo; y aconteció, saliendo el demonio, habló el mudo, y maravillarónse las turbas.
15 Mas algunos de entre ellos dijeron: «En Beelzebub, el príncipe de los demonios, lanza los demonios»;
16 y otros, tentando, señal desde cielo buscaban de él.
17 Y él, sabiendo sus pensamientos, díjoles: «Todo reino dividido contra sí mismo, es desolado, y casa sobre casa cae.
18 Y si también Satanás contra sí mismo está dividido ¿cómo subsistirá su reino? porque decís que en Beelzebub lanzo yo los demonios.
19 Y, si yo en Beelzebub lanzo los demonios, vuestros hijos ¿en quién lanzan? Por esto ellos vuestros jueces serán.
20 Pero, si, en dedo de Dios, lanzo los demonios, por cierto ha llegado a vosotros el reino de Dios.
21 Cuando el fuerte armado guardare su atrio, en paz está, lo que posee;
22 pero, tan pronto como uno más poderoso que él, sobreviniendo, le venciere, toda su armadura alza, en la que fiado estaba, y sus despojos reparte.
23 El que no es conmigo, contra mí es; y el que no recoge conmigo, desparrama.
24 Cuando el inmundo espíritu saliere del hombre, atraviesa, por inacuosos(a) lugares, buscando reposo, y no hallando dice: «Retornaré a mi casa de donde salí»;
25 y viniendo, halla barrida y adornada.
26 Entonces va y toma consigo otros espíritus peores que él: siete, y entrando, establécense allí; y hácese lo postrero de aquel hombre peor que lo primero».
27 Y aconteció, diciendo él esto, alzando alguien voz: una mujer, de entre la turba, díjole: «Bienaventurado el vientre el que que te llevó, y pechos que mamaste».
28 Y él dijo: «Sí, por cierto, bienaventurados los que oyen la palabra de Dios y guardan».
29 Y las turbas juntándose aún más, empezó a decir: «La generación ésta, generación mala es; señal busca, y señal no se le dará, sino la señal de Jonás.
30 Pues, así como se hizo Jonás para los ninivitas señal, así será también el Hijo del hombre para esta generación.
31 La reina del noto(b) levantaráse en el juicio, con los varones de esta generación, y condenaráles, pues vino de los fines de la tierra a oír la sabiduría de Salomón. Y he aquí ¡más que Salomón aquí!
32 Varones ninivitas resucitarán en el juicio con esta generación, y condenaránla; pues arrepintiéronse a la predicación de Jonás. Y he aquí ¡más que Jonás aquí!»
33 «Y nadie, candela cogiendo en oculto(c) pone ni bajo el celemín, sino sobre el candelero, porque los que entran, la luz miren.
34 La candela de tu cuerpo es tu ojo. Cuando tu ojo sencillo fuere, también todo tu cuerpo luminoso es; mas tan pronto como malo fuere; también tu cuerpo tenebroso.
35 Mira, pues, que la luz la en ti no sea tinieblas.
36 Si, pues, tu cuerpo todo luminoso, no teniendo parte alguna tenebrosa, será luminoso todo, como cuando la candela con el relámpago te iluminare».
37 Y, mientras hablaba, rogábale un fariseo que comiese con él; y, entrando recostóse.
38 Pero el fariseo, viendo, maravillóse de que primero no se lavase antes de la comida.
39 Y dijo el Señor a él: «Ahora vosotros, los fariseos, lo de fuera del cáliz y de la escudilla limpiáis; pero lo de dentro de vosotros rebosa de rapiña y maldad.
40 Necios ¿no el que ha hecho lo de fuera, también ha hecho lo de dentro?
41 Por lo demás, lo de adentro dad de limosna, y he aquí todo limpio os es.
42 Pero, ay de vosotros, los fariseos, porque diezmáis la menta y la ruda y toda hortaliza, y pervertís el juicio(d) y el amor de Dios; y esto debíase hacer y aquello no omitir.
43 Ay de vosotros, los fariseos, porque amáis el primer asiento en las sinagogas y las salutaciones en las ágoras.
44 Ay de vosotros, porque sois como los monumentos los invisibles; y los hombres los que se pasean por encima, no saben».
45 Y, respondiendo uno de los legisperitos, dícele: «Maestro, esto diciendo, también a nosotros ultrajas».
46 Y él dijo: «También de vosotros, los legisperitos, ¡ay! porque cargáis a los hombres con cargas mal llevaderas; y vosotros mismos con uno de vuestros dedos no tocáis en las cargas.
47 Ay de vosotros, porque edificáis los monumentos de los profetas; y vuestros padres matáronles.
48 Por cierto, testigos sois y al par os complacéis en las obras de vuestros padres; porque ellos ciertamente matáronles, y vosotros edificáis.
49 Por esto también la sabiduría de Dios dijo: «Enviaré a ellos profetas y apóstoles; y de ellos matarán y perseguirán;
50 para que exigida sea la sangre de todos los profetas, la derramada, de fundación de mundo, de esta generación;
51 de sangre de Abel a sangre de Zacarías, del que pereció entre el ara y la casa. Sí, dígoos: exigiráse de esta generación.
52 Ay de vosotros, los legisperitos, porque os llevasteis la llave del conocimiento: vosotros mismos no entrasteis(e) y a los que entraban, estorbasteis».
53 Y, de allí saliendo él, empezaron los escribas y los fariseos a terriblemente asediar y abocarle acerca de más cosas,
54 (11:53) acechándole por coger algo de su boca para acusarle.
1 Enseñanza Entre tanto, juntándose aún más las miríadas(a) de la turba, hasta hollarse unos a otros, empezó a decir a sus discípulos primero: «Guardaos de la levadura (la que es hipocresía) de los fariseos.
2 Y nada encubierto está que no se descubra, ni oculto que no se conozca.
3 Por esto cuanto en las tinieblas habéis dicho, en la luz se oirá; y lo que a la oreja habéis hablado en las alcobas, predicado será sobre los terrados.
4 Dígoos a vosotros, mis amigos: no temáis a los que matan el cuerpo y, después de esto, no tienen más que hacer.
5 Pero os mostraré a quién temáis: temed al que, después de matar, tiene potestad de arrojar a la gehenna. Sí, dígoos: a éste temed.
6 ¿Acaso cinco gorriones no se venden por asillos(b) dos? y uno de ellos no está olvidado a la faz de Dios.
7 Empero, también los cabellos de vuestra cabeza todos contados están. No temáis: de muchos gorriones diferís(c).
8 Y dígoos: todo el que me confesare delante de los hombres, también el Hijo del hombre le confesará delante de los ángeles de Dios;
9 Pero, el que me negare a faz de los hombres, le renegará a faz de los ángeles de Dios.
10 Y todo el que dijere palabra contra el Hijo del hombre, perdonarásele; mas el que contra el Santo Espíritu blasfemare, no se perdonará.
11 Y, cuando os introdujeren en las sinagogas, y los principados y las potestades, no os solicitéis de cómo o qué respondáis o qué digáis;
12 pues el Santo Espíritu enseñaráos en aquella hora lo que fuere menester decir».
13 Y dijo uno de la turba a él: «Maestro, di a mi hermano que parta conmigo la herencia».
14 Y él díjole: «Hombre ¿quién me ha constituido juez o partidor sobre vosotros?»
15 Y dijo a ellos: «Ved y guardaos de toda codicia; pues no (si le sobra a alguno), la vida de él es(d) de lo que posee».
16 Y dijo parábola a ellos diciendo: «De un hombre rico bien fructificó la región.
17 Y consideró dentro de sí, diciendo: «¿Qué haré, pues no tengo dónde juntar mis frutos?»
18 Y dijo: «Esto haré: derribaré mis graneros y mayores edificaré; y juntaré allí todo el trigo y los bienes míos,
19 y diré a mi alma: «Alma, tienes muchos bienes yacientes para años muchos: descansa, come, bebe, goza».
20 Y díjole Dios: «Necio, esta noche tu alma pedirán de ti; y lo que has preparado ¿para quién será?»
21 Así, el que atesora para sí, y no para Dios enriquece.»
22 Y dijo a sus discípulos: «Por esto, no os solicitéis de vuestra alma qué comáis ni de vuestro cuerpo qué vistáis.
23 Que el alma más es que la comida, y el cuerpo, que el vestido.
24 Contemplad los cuervos, cómo no siembran ni siegan; que no tienen despensa ni granero, y Dios aliméntalos. ¿Cuánto más vosotros diferís de los volátiles?
25 Y ¿quién de vosotros, solicitándose, puede a su vida añadir un codo(e)?
26 Si, pues, ni lo muy pequeño podéis ¿qué acerca de lo demás os solicitáis?
27 Contemplad los lirios cómo crecen: no trabajan ni hilan; y dígoos: ni Salomón en toda su gloria vistióse como uno de éstos.
28 Y, si, en campo, la hierba que es hoy, y mañana en el horno se arroja, Dios así cubre, ¿cuánto más a vosotros, poco creyentes?
29 Y vosotros no busquéis qué comáis y qué bebáis; y no zozobréis;
30 que esto todo las gentes del mundo se buscan; pero vuestro Padre sabe que necesitáis de esto;
31 empero, buscad su reino y esto se os añadirá.»
32 «No temas, el(f) pequeño rebañito; pues ha placido a vuestro Padre daros el reino.
33 Vended lo que poseéis y dad de limosna: haceos bolsas que no envejecen, tesoro indefectible en los cielos; donde ladrón no se allega, ni carcoma corrompe;
34 pues, donde está vuestro tesoro, allí también vuestro corazón estará.»
35 «Estén vuestros lomos ceñidos en torno(g) y las candelas ardiendo, (en vuestras manos) y vosotros, semejantes a hombres aguardando a su señor,
36 cuando retorne de las bodas; para que, viniendo él y golpeando, al punto le abran.
37 Bienaventurados aquellos siervos, que, viniendo el señor, hallare velando; en verdad dígoos que se ceñirá en torno, y recostaráles y, pasando, serviráles.
38 Y, si en la segunda y si en la tercera vigilia viniere y hallare así, bienaventurados son aquéllos.
39 Y esto conoced que, si supiera el dueño de casa a qué hora el ladrón viene, no dejará socavar su casa.
40 También vosotros estaos preparados; pues a la hora que no pensáis, el Hijo del hombre viene».
41 Y dijo Pedro: «Señor, ¿a nosotros esta parábola dices, o también a todos?»
42 Y dijo el Señor: «¿Quién, pues, es el fiel administrador, el prudente, a quien pondrá el señor sobre su servidumbre para dar a tiempo la medida de trigo(h)?
43 Bienaventurado aquel siervo, a quien, viniendo su señor, hallare haciendo así.
44 Verdaderamente dígoos que sobre todos sus bienes pondrále.
45 Si dijere, empero, aquel siervo en su corazón: «Tarda mi señor en venir»; y empezare a golpear los muchachos y las muchachas, a comer así como a beber y embriagarse;
46 llegará el señor de aquel siervo en el día que no espera y en la hora que no conoce, y le cortará en dos(i), y su parte con los infieles pondrá.
47 Pero aquel siervo el que conoce la voluntad de su señor, y no preparare o hiciere según su voluntad, será desollado(j) con muchos(k);
48 pero el que no conoce, e hiciere cosas dignas de golpes, será desollado con pocos. Y, a todo el que ha sido dado mucho, mucho buscarán de él; y al que han entregado mucho(l), más pedirán de él.
49 Fuego he venido a arrojar sobre la tierra, y ¿qué quiero(m), si ya está encendido?
50 Y, con bautismo tengo que ser bautizado; y ¿cómo me angustio hasta que se cumpla?
51 ¿Pensáis que paz he venido a dar en la tierra? Que no, dígoos, sino sólo división.
52 Pues habrá desde ahora mismo cinco en una casa divididos; tres contra dos, y dos contra tres
53 se dividirán: padre contra hijo e hijo contra padre; madre contra hija, e hija contra la madre; suegra contra su nuera, y nuera contra la suegra».
54 Y dijo también a las turbas: «Cuando viereis nube naciendo de occidente, al punto decís: «Lluvia viene»; y acontece así;
55 y, cuando, al noto soplando, decís que «ardor habrá»; y acontece.
56 Hipócritas, la faz de la tierra y del cielo sabéis examinar
57 ¿Y qué también por vosotros mismos(n) no juzgáis lo justo?
58 Pues, cuando vas con tu adversario al príncipe, en el camino date trabajo por librarte de él, no sea que te arrastre al juez, y el juez te entregue al ejecutor, y el ejecutor te arroje en prisión.
59 Dígote: no saldrás; no, de allí hasta que también el último maravedí pagues».
1 Parábolas Y estaban allí algunos en este mismo tiempo, significándole acerca de los galileos, cuya sangre Pilato mezclara con los sacrificios de ellos.
2 Y, respondiendo, díjoles: «¿Pensáis que estos galileos pecadores más que todos los galileos fueron, porque esto han padecido?
3 Que no, dígoos; empero, si no os arrepintiereis, todos así mismo pereceréis.
4 O aquéllos, los dieciocho sobre quienes cayó la torre en Siloé, y matóles ¿pensáis que ellos deudores fueron más que todos los hombres, los habitantes de Jerusalén?
5 Que no, dígoos; empero si no os arrepintiereis, todos del mismo modo pereceréis».
6 Y dijo esta parábola: «Higuera tenía uno criada en su viña, y vino buscando fruto en ella, y no encontró.
7 Y dijo al viñador: «He aquí tres años ha que vengo buscando fruto en esta higuera, y no encuentro; córtala ¿para qué todavía la tierra esquilma?»
8 Y él respondiendo, dícele: «Señor, déjala todavía este año, hasta que cave yo en torno de ella y arroje estercolillos:
9 y, si ya hiciere fruto en lo venidero(a). Empero, si no cortarásla».
10 Y estaba enseñando en una de las sinagogas en los sábados.
11 Y he aquí una mujer que espíritu tenía de enfermedad años dieciocho, y estaba encorvada y no podía desencorvarse en manera alguna.
12 Y viéndola Jesús, voceóle y díjole: «Mujer, libre estás de tu enfermedad»,
13 e impúsole las manos y al instante enderezóse y glorificó a Dios,
14 Y, respondiendo el arquisinagogo, indignándose de que el sábado hubiese curado Jesús, dijo a la turba: que «seis días hay en que se debe trabajar; en ellos, pues, viniendo curaos, no el día del sábado».
15 Y respondióle el Señor y dijo: «Hipócritas, ¿cada uno de vosotros el sábado no suelta su buey o el asno, del pesebre, y, llevando, abreva?
16 Y a esta, hija de Abrahán siendo, a la que ató Satanás, he aquí dieciocho años ¿no se debía soltar de esta atadura el día del sábado?»
17 Y, esto diciendo él, avergonzándose iban todos los adversos a él; y toda la turba gozábase en todas las cosas gloriosas, las hechas por él.
18 Dijo, pues: «¿A qué semejante es el reino de Dios? ¿y a qué asemejarélo?
19 Semejante es a un grano de mostaza, el cual, tomando un hombre, arrojó en su huerto; y creció y convirtióse en árbol, y los volátiles del cielo moraron en sus ramas».
20 Y de nuevo dijo: «¿A quién asemejaré el reino de Dios?
21 Semejante es a levadura, que tomando una mujer, escondió en, de harina, satos tres, hasta que se leudó todo».
22 Y caminando iba a través de ciudades y aldeas, enseñando, y camino haciendo hacia Jerusalén.
23 Y dijo uno a él: «Señor ¿si pocos los que se salvan?» Y él dijo a ellos:
24 «Luchad por entrar por la estrecha puerta; pues muchos, dígoos, buscarán cómo entrar, y no podrán.
25 Desde que se levante el dueño de casa y llavee la puerta, también empezaréis fuera a estaros y golpear la puerta, diciendo: «Señor, ábrenos»; y respondiendo diráos: «No os conozco, de dónde sois».
26 Entonces empezaréis a decir: «Hemos comido a faz tuya y bebido, y en nuestras calles has enseñado».
27 Y dirá: «Dígoos: no sé de dónde sois; apartaos de mí, todos obradores de iniquidad».
28 Allí será el llanto y el rechino de los dientes, cuando viereis a Abrahán, y a Isaac y a Jacob y todos los profetas en el reino de Dios y a vosotros arrojados fuera.
29 Y llegarán de oriente y occidente, y de bóreas y noto; y recostaránse en el reino de Dios.
30 Y he aquí son últimos que serán primeros, y son primeros que serán últimos».
31 En la misma hora llegáronse algunos de los fariseos, diciéndole: «Sal y vete de aquí, porque Herodes quiérete matar».
32 Y díjoles; «Yendo, decid a esa raposa: «He aquí lanzo demonios, y sanidades voy consumando hoy y mañana; —y al tercer día consumado soy(b)».
33 Empero, debo hoy y mañana y pasado andar, que no es dable que un profeta perezca fuera de Jerusalén.
34 ¡Jerusalén, Jerusalén, la matadora de los profetas y apedreadora de los enviados a ella! —¡cuántas veces quise ir juntando tus hijos al modo que un ave va juntando su nido(c) bajo las alas, y no quisisteis!
35 He aquí abandónaseos vuestra casa. (13:35) Y dígoos: no me veréis, no, hasta que(d) digáis: «Bendito, el que viene en nombre del Señor».
1 Enseñanzas Y aconteció, mientras iba él a casa de uno de los príncipes de los fariseos en sábado a comer pan, que ellos estaban acechándole.
2 Y he aquí un hombre estaba hidrópico delante de él.
3 Y, respondiendo Jesús, habló a los legisperitos y fariseos, diciendo: «¿Es lícito el sábado curar, o no?» Mas ellos callaron.
4 Y cogiendo sanóle y despidió;
5 y a ellos dijo: «¿De quién de vosotros hijo o buey en pozo caerá, y no al punto le tirará arriba en día del sábado?»
6 Y no pudieron replicar a esto.
7 Y decía a los convidados parábolas; advirtiendo cómo los primeros lechos se elegían, diciendo a ellos:
8 «Cuando fueres convidado de alguno a bodas, no te asientes en el primer asiento, no sea que uno más honrado que tú esté convidado por él.
9 y, viniendo el que a ti y a él convidó, te diga: «Da a éste lugar»; y entonces empieces con vergüenza el último lugar a ocupar.
10 Mas, cuando fueres convidado, andando recuéstate en el último lugar, para que, cuando venga el que te ha convidado, te diga: «Amigo vente subiendo más arriba»; entonces habrá para ti gloria a faz de todos los comensales tuyos.
11 Porque, todo el que se exaltare, humillado será, y el que se humillare, exaltado será».
12 Y decía también al que le había convidado: «Cuando hagas comida o cena, no llames tus amigos, ni tus hermanos, ni tus parientes, ni los vecinos ricos; no sea que también ellos te vuelvan a convidar y se te haga retorno.
13 Empero, cuando banquete hagas, convida pobres, mútilos, cojos, ciegos;
14 y bienaventurado serás, porque no tienen cómo retornarte; que se te retornará en la resurrección de los justos».
15 Y, oyendo uno de los comensales díjole: «Bienaventurado el que come pan en el reino de Dios».
16 Y él díjole: «Un hombre hizo cena grande y convidó a muchos;
17 y envió a su siervo, a la hora de la cena, a decir a los convidados: «Venid, que ya las cosas preparadas están».
18 Y empezaron a una todos a excusarse. El primero díjole: «Campo he comprado, y tengo necesidad de, saliendo, verlo; ruégote, tenme por excusado».
19 Y otro dijo: «Yuntas de bueyes he comprado cinco, y voy a probarlas; ruégote, tenme por excusado».
20 Y otro dijo: «Mujer he tomado, y por esto no puedo ir».
21 Y, volviendo aquel siervo, refirió a su señor estas cosas. Entonces, airado el dueño de casa, dijo a su siervo: «Sal pronto a las vías y calles de la ciudad y a los pobres, y mútilos, y ciegos y cojos tráete acá».
22 Y dijo el siervo: «Señor, hecho está lo que ordenaste, y todavía lugar hay».
23 Y dijo el señor al siervo: «Sal a los caminos y cercas, y fuérzales a entrar, para que se llene mi casa».
24 Pues dígoos que ninguno de aquellos varones los convidados, gustará mi cena».
25 E iban con él turbas muchas; y, volviéndose dijo a ellos:
26 «Si alguno viene a mí, y no odia a su padre, y la madre, y la mujer, y los hijos, y los hermanos y las hermanas, y aún también su alma(a), no puede ser mi discípulo.
27 Quienquiera, pues, que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo(b).
28 Pues ¿quién de entre vosotros, queriendo torre edificar no ya primero, sentándose, calcula el gasto, si tiene para conclusión?
29 No sea que, más tarde, habiendo él puesto el cimiento y no pudiendo concluir, todos los que miran, empiecen a mofarse de él,
30 diciendo: que este hombre empezó a edificar y no pudo concluir.
31 ¿O qué rey, yendo con otro rey a chocar en guerra, no ya, sentándose, primero consultará, si poderoso es, en diez millares, a afrontar al que con veinte millares viene sobre él?
32 Empero, si no, aún él lejos estando, embajada enviando, ruega lo para paz.
33 Así, pues, cada uno de entre vosotros, que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.
34 ¡Bella, pues, la sal! pero, si también la sal se desvaneciere ¿en qué se sazonará?
35 Ni para la tierra, ni para el estercolero buena es; fuera arrójanla. El que tiene orejas para oír, oiga».
1 Parábolas sobre la piedad divina Y estábansele acercando todos los publicanos y los pecadores para oírle.
2 Y mucho murmuraban así los escribas como los fariseos, diciendo: que «éste pecadores acoge y come con ellos».
3 Y dijo a ellos esta parábola, diciendo:
4 «¿Qué hombre de entre vosotros, teniendo cien ovejas y perdiendo de entre ellas una, no abandona las noventa y nueve en el desierto y va tras la perdida, hasta hallarla?
5 Y, hallando, impónela sobre sus hombros gozándose
6 y viniendo a la casa, convoca los amigos y los vecinos, diciéndoles: «Gozaos conmigo, porque he hallado mi oveja la perdida».
7 Dígoos que así gozo en el cielo habrá sobre un pecador arrepentido, que sobre noventa y nueve justos, los que necesidad no tienen de arrepentimiento».
8 «¿O qué mujer, dracmas teniendo diez, cuando perdiere dracma una, no ya enciende candela y barre la casa y busca empeñosamente hasta que la halla?
9 Y, hallando, convoca las amigas y vecinas diciendo: «Gozaos conmigo, pues he hallado la dracma que perdiera».
10 Así, dígoos, hácese gozo a la faz de los ángeles de Dios sobre un pecador arrepentido.»
11 Y dijo: «Un hombre tenía dos hijos.
12 Y dijo el menor de ellos al padre: «Padre, dame la correspondiente parte de los bienes». Y él repartióles la hacienda.
13 Y, después de no muchos días, reuniendo todo el hijo menor, peregrinó a región lejana; y allí, disipó sus bienes, viviendo perdidamente.
14 Y, habiendo gastado él todo, hubo hambre fuerte por aquella región, y él empezó a padecer,
15 y, yendo, adhirió a uno de los ciudadanos de aquella región; y envióle a sus campos a apacentar puercos.
16 Y deseaba hartarse(a) de las algarrobas(b) que comían los puercos; y nadie dábale.
17 Y, en sí volviendo, dijo: «¡Cuántos jornaleros de mi padre abundan de panes, y yo de hambre aquí perezco!
18 Levantándome, iré a mi padre, y diréle: «Padre, he pecado contra el cielo y a faz de ti;
19 ya no soy digno de llamarme hijo tuyo; hazme como uno tus jornaleros».
20 Y, levantándose, vino a su padre. Y aún lejos de él estando, vióle su padre, y lastimóse; y, corriendo, cayó sobre su cuello y tiernamente besóle.
21 Y dijo el hijo a él: «Padre, he pecado contra el cielo y a faz de ti; ya no soy digno de llamarme hijo tuyo».
22 Y dijo el padre a sus siervos: «Pronto traed acá estola la primera, y vestidle y dad anillo a su mano y calzados a sus pies;
23 y traed el becerro el cebado, matad, y, comiendo, gocemos;
24 porque este hijo mío muerto era y ha revivido; estaba perdido, y ha sido hallado». Y empezaron a gozar.
25 Mas estaba su hijo el mayor en el campo. Y, como, viniendo, aproximóse a la casa, oyó sinfonía y danzas,
26 y, llamando a sí a uno de los niños, averiguó qué fuese esto.
27 Y él díjole: que «tu hermano ha llegado y ha muerto tu padre el becerro el cebado, porque sano le ha recobrado».
28 Y airóse, y no quiso entrar. Mas su padre, saliendo, rogábale.
29 Pero él respondiendo, dijo a su padre: «He aquí tantos años te sirvo y jamás tu mandato preterí, y a mí jamás diste cabrito, porque con mis amigos gozara;
30 Pero, cuando tu hijo éste, el que ha devorado tu hacienda con rameras, ha venido, hazle muerto el cebado becerro».
31 Y él díjole; «Hijo, tú doquiera conmigo estás, y todo lo mío tuyo es;
32 pero gozarse y alegrarse era menester, porque tu hermano éste muerto era y ha revivido, y perdido y ha sido hallado».
1 Parábolas sobre las riquezas Y decía también a los discípulos: «Un hombre había rico, que tenía administrador, y éste fuéle acusado como disipando sus bienes.
2 Y, voceándole, díjole: «¿Qué esto oigo de ti? Da la cuenta de tu administración: pues no podrás ya administrar».
3 Y dijo entre sí el administrador: «¿Qué haré, que mi señor quita la administración de mí? Cavar no puedo, y de mendigar avergüénzome.
4 He advertido qué haré, para que, cuando fuere sacado de la administración, me reciban en sus casas.
5 Y, llamando a sí a cada uno de los deudores de su señor, decía al primero: «¿Cuánto debes a mi señor?»
6 Y él dijo: «Cien batos(a) de aceite». Y él díjole: «Toma tus escrituras, y sentándote, escribe pronto: «Cincuenta».
7 Después a otro dijo: «Y tú ¿cuánto debes?» Y él dijo «Cien coros(b) de trigo». Dícele: «Toma tus escrituras, y escribe: «Ochenta».
8 Y alabó el señor al administrador de la iniquidad, porque prudentemente obró, porque los hijos de este siglo más prudentes sobre(c) los hijos de la luz para su generación(d) son».
9 «Y yo os digo: haceos amigos del(e) Mamoná de la iniquidad, para que, cuando él desfalleciere, os reciban en las eternas tiendas.
10 El fiel en cosa muy pequeña, también en mucha fiel es; y el, en cosa muy pequeña, inicuo, también en mucha inicuo es.
11 Si, pues, en el inicuo Mamoná(f) fieles no fuisteis, lo verdadero ¿quién os fiará?
12 Y, si en lo ajeno fieles no fuisteis; lo nuestro(g) ¿quién os dará?
13 Ningún doméstico puede a dos señores servir; pues al uno odiará y al otro amará; o al uno adherirá, y al otro despreciará. No podéis a Dios servir y al Mamoná.»
14 Y oían esto todos los fariseos, que amantes del dinero eran, y mucho fruncíansele de nariz.
15 Y díjoles: «Vosotros sois los que os justificáis a faz de los hombres; pero Dios conoce vuestros corazones, pues, lo en los hombres alto, ¡abominación, a faz del Señor!».
16 «¡La ley y los profetas, hasta Juan!; desde entonces el reino es evangelizado, y cada cual a él se esfuerza(h).
17 Y más fácil es que el cielo y la tierra pasen que de la ley tilde una caiga(i)».
18 «Todo el que repudiare a su mujer, y se casare con otra, adultera; y el que con repudiada por varón se casare, adultera.»
19 «Y un hombre había rico; y que se revestía siempre de púrpura y biso(j), gozando cada día espléndidamente.
20 Y un mendigo por nombre Lázaro(k), estaba arrojado contra su portada ulcerado,
21 y deseando hartarse de lo que caía de la mesa del rico(l); —pero también los perros, viniendo, lamían(m) sus úlceras.
22 Y aconteció morir el mendigo y ser llevado de allí él, por los ángeles, al seno de Abrahán; y murió también el rico y fue sepultado(n).
23 Y en el infierno(o), alzando sus ojos, estando en tormentos, ve a Abrahán de lejos y a Lázaro en los senos de él.
24 Y él, clamando, dijo: Padre Abrahán, apiádate de mí y envía a Lázaro, para que moje lo extremo de su dedo en agua, y vaya refrigerando mi lengua(p), porque afligido soy en esta llama.
25 Y dijo Abrahán: «Hijo, acuérdate de que recibiste tus(q) bienes en tu vida; y Lázaro así mismo los males; pero aquí es consolado; y tú, afligido.
26 Y en todo esto, en medio de nosotros y vosotros sima grande afianzada está, para que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no puedan, ni de ahí a nosotros atravesar».
27 Y dijo: «Ruégote, pues, padre, que lo envíes a la casa de mi padre;
28 pues tengo cinco hermanos; para que les conjure que no también ellos vengan a este lugar del tormento».
29 Y dícele Abrahán: «Tienen a Moisés y los profetas: oíganlos».
30 Y él dijo: «No, padre Abrahán; empero, si alguno de entre muertos fuere a ellos, se arrepentirán».
31 Y díjole: «Si a Moisés y los profetas no oyeren, ni si alguno de entre muertos resucitare, creerán».
1 Enseñanzas Y dijo a sus discípulos: «Imposible es que escándalos no vengan; empero, ay del por quien vienen;
2 conviénele, si piedra molar yace alrededor de su cuello y arrojado está en la mar; que no que escandalice, de estos pequeños a uno.
3 Atended a vosotros: Si pecare tu hermano, intímale; y si se arrepintiere, perdónale.
4 Y, si siete veces al día pecare contra ti, y siete veces se volviere a ti, diciendo: «Arrepiéntome», perdonarásle».
5 Y dijeron los apóstoles al Señor: «Añádenos fe».
6 Y dijo el Señor: «Si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este moral»: «Desarráigate y plántate en el mar»; y os obedecerá.
7 ¿Y quién de vosotros, siervo teniendo, arando o apacentando(a), que, al que retorna del campo, le diga: «Pronto acercándote, recuéstate»,
8 pero no ya le diga: «Prepárame de cenar; y ciñéndote en torno, sírveme hasta que yo coma y beba; y después de esto, comerás y beberás tú?
9 «¿Acaso tiene gratitud al siervo, porque hizo lo ordenado?
10 Así también vosotros, decid: que siervos inútiles somos: lo que debimos hacer, hemos hecho».
11 Y aconteció, yendo a Jerusalén, que él atravesaba por medio de Samaria y Galilea.
12 Y, entrando él en cierta aldea, viniéronle al encuentro diez leprosos varones, que se pararon de lejos;
13 y ellos alzaron voz, diciendo: «Jesús, amo, apiádate de nosotros».
14 Y, viendo, díjoles: «Yendo, mostraos a los sacerdotes». Y aconteció, retirándose ellos, fueron limpios.
15 Y uno de ellos, viendo que sanó, regresó, con voz grande glorificando a Dios;
16 Y cayó de rostro, a los pies de él, agradeciéndole, y él era samaritano.
17 Y, respondiendo Jesús, dijo: «¿No los diez han sido limpios? Y los nueve ¿dónde?
18 ¿No se han hallado quien regresaran a dar gloria a Dios, sino este extranjero?».
19 Y díjole: «Levantándote, anda»: (tu fe te ha salvado).
20 Y preguntado por los fariseos, cuándo viene el reino de Dios, respondióles y dijo: «No viene el reino de Dios con observación(b);
21 ni dirán: «¡He aquí o allí(c)! Pues he aquí el reino de Dios dentro de vosotros(d) está».
22 Y dijo a los discípulos: «Vendrán días, cuando desearéis uno de los días(e) del Hijo del hombre ver, y no veréis.
23 Y os dirán: «¡He allí; he aquí!»; no vayáis, ni corráis en pos».
24 Pues, así como el relámpago, el relampagueante de lo debajo del cielo a lo debajo del cielo, resplandece, así será también el Hijo del hombre.
25 Mas primero debe muchas cosas padecer y ser desestimado por esta generación.
26 Y según como aconteció en los días de Noé, así será también en los días del Hijo del hombre:
27 comían, bebían, casábanse, casaban, hasta el día en que entró Noé en el arca, y vino el diluvio y perdió a todos.
28 Igualmente también como aconteció en los días de Lot (comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban;
29 y el día que subió Lot a Sodoma, llovió fuego y azufre del cielo y perdió a todos);
30 lo mismo será el día que el Hijo del hombre se revele.
31 En aquel día quien estuviere sobre el terrado, y sus enseres en la casa, no baje a alzarlos; y en el campo, igualmente no retorne a lo de atrás.
32 Acordaos de la mujer de Lot.
33 Quien buscare cómo su alma lograr, perderála; y quien perdiere, viviparirála(f).
34 Dígoos: esta noche habrá dos en lecho uno: el uno será llevado(g) de allí, y el otro, dejado;
35 habrá dos moliendo juntas: la una será llevada de allí, y la otra dejada».
36 Y, respondiendo, dícenle: «¿Dónde, Señor?»
37 Y él díjoles: «Donde, la carroña(h), allí también se juntarán las águilas».
1 Enseñanzas sobre oración, humildad, pobreza Y decía parábola a ellos sobre el deber siempre orar ellos y no acobardar,
2 diciendo: «Un juez había en una ciudad, a Dios no temiendo, y a hombre no considerando.
3 Y viuda había en aquella ciudad; y venía a él, diciendo: «Desagráviame de mi agraviador».
4 Y no quería por un tiempo. Después de esto, dijo dentro de sí: «Aunque a Dios no temo ni a hombre considero,
5 por ya acarrearme trabajo esta viuda, la desagraviaré; para que al fin, viniendo no me acardenale los ojos».
6 Y dijo el Señor: «¡Oíd qué el juez de la iniquidad dice!
7 Y Dios ¿no hará, no, el desagravio de sus escogidos, de los que claman a él día y noche; —y se alarga de ánimo(a) con ellos?
8 Dígoos que, hará su desagravio en breve—. Empero, el Hijo del hombre viniendo ¿acaso hallará la fe sobre la tierra?»
9 Y dijo también a algunos, los que confiaban en sí mismos, porque son justos, y en nada tienen a los demás, esta parábola:
10 «Hombres dos subieron al santuario a orar: uno, fariseo, y el otro, publicano.
11 El fariseo apostado esto consigo oraba: «¡Dios! agradézcote que no soy así como los demás hombres: rapaces, injustos, adúlteros; —o también como este publicano;
12 ayuno dos veces el sábado(b); diezmo todo cuanto adquiero».
13 Y el publicano, a lo lejos parado, no quería ni los ojos alzar al cielo, sino golpeaba su pecho, diciendo: «¡Dios! apiádate de mí, el pecador».
14 Dígoos: bajó éste justificado a su casa, antes que el otro; pues todo el que se exaltare, humillado será, y el que se humillare, exaltado será».
15 Y trajéronle también las criaturas, para que las tocase; y, viniendo los discípulos, imponíanles.
16 Y Jesús llamólas a sí diciendo: «Dejad a los niñitos venir a mí y no les estorbéis, porque de los tales es el reino de Dios.
17 En verdad dígoos: quien no recibiere el reino de Dios como niñito, no entrará, no, en él».
18 Y preguntó uno a él, un príncipe, diciendo: «Maestro bueno ¿Qué haciendo, vida eterna heredaré?»
19 Y díjole Jesús: «¿qué me dices bueno? Nadie bueno, sino uno: Dios.
20 Los mandamientos sabes: «No adulterarás; no matarás; no hurtarás; no perjurarás; honra a tu padre y tu madre».
21 Y él dijo: «Esto todo he guardado desde juventud(c).
22 Y, oyendo Jesús, díjole: «Todavía una cosa te falta: todo cuanto tienes, vende y reparte a mendigos, y tendrás tesoro en los cielos; y ¡acá! sígueme».
23 Pero él, oyendo esto, triste en torno se puso, porque era rico sobremanera.
24 Y, viéndole Jesús, dijo: «¡Cuán difícilmente los que las riquezas tienen, al reino de Dios llegan!;
25 que más fácil es que un camello por ojo de aguja entre que un rico en el reino de Dios entre».
26 Y dijeron los que oían: «¿Y quién se puede salvar?»
27 Y él dijo: «Lo imposible ante los hombres, posible ante Dios es».
28 Y dijo Pedro: «He aquí nosotros, dejando lo propio, te hemos seguido».
29 Y él díjoles: «En verdad dígoos que ninguno hay que ha dejado casa, o mujer, o hermanos, o padres, o hijos por causa del reino de Dios,
30 que no reciba de fijo el múltiplo en este tiempo y en el siglo el futuro vida eterna».
31 Y llevándose los doce aparte, dijo a ellos: «He aquí subimos a Jerusalén, y se cumplirá todo lo escrito por los profetas, al Hijo del hombre;
32 pues entregado será a las gentes, y escarnecido, y ultrajado, y escupido;
33 y, después de azotar, mataránle, y al día, el tercero, resucitará».
34 Mas ellos nada de esto comprendieron, y estaba esta palabra oculta a ellos, y no conocían lo dicho.
35 Y aconteció, acercándose él a Jericó, un ciego estaba sentado junto al camino, mendigando.
36 Y, oyendo a la turba pasar, preguntó qué era eso.
37 Y significáronle que Jesús, el Nazareno, va pasando.
38 Y clamó, diciendo: «Jesús, hijo de David, apiádate de mí».
39 Y los que iban adelante, intimábanle que callara; pero él mucho más gritaba: «Hijo de David, apiádate de mí».
40 Y, parado Jesús, mandó se le trajera a él. Y, acercándose él, preguntóle:
41 «¿Qué te quieres haga?» Y él dijo: «Señor, que vea».
42 Y Jesús díjole: «Ve: tu fe te ha salvado».
43 Y al punto vio y seguíale, glorificando a Dios. Y todo el pueblo, viendo, dio loor a Dios.
1 En Jericó y Jerusalén Y, entrando, atravesó a Jericó.
2 Y he aquí un varón por nombre llamado Zaqueo; y él era arquipublicano(a), y él rico;
3 y buscaba cómo ver a Jesús: quién es; y no podía por la turba; pues de estatura pequeño era.
4 Y, corriendo adelante, a lo delantero, subióse a un sicomoro(b), para verle; pues por allí había de pasar.
5 Y, como vino al lugar, mirando hacia arriba Jesús, dijo a él: «Zaqueo, apresurándote, baja, pues hoy en tu casa debo quedarme».
6 Y, apresurándose, bajó y recibióle, gozándose.
7 Y, viendo todos mucho murmuraban, diciendo que con pecador varón entró a hospedarse.
8 Y, parado Zaqueo, dijo al Señor: «He aquí la mitad de mis haberes, Señor, a los pobres doy; y, si de alguno algo he calumniado(c); devuelvo cuádruplo».
9 Y dijo a él Jesús: que «Hoy salud a esta casa se ha hecho; —por cuanto también él hijo de Abrahán es;
10 porque ha venido el Hijo del hombre a buscar y salvar lo perdido».
11 Y, oyendo ellos esto, añadiendo dijo parábola, porque cerca estaba de Jerusalén él; y pensaban ellos que al punto debe el reino de Dios aparecer;
12 dijo pues: «Un hombre noble partió a región lejana, a tomar para sí un reino y retornar.
13 Y, llamando diez siervos suyos, dióles diez minas(d) y dijo a ellos: «Negociad, mientras vengo».
14 Pero los ciudadanos de él, aborrecíanle, y enviaron mensaje tras él, diciendo: «No queremos que éste reine sobre nosotros».
15 Y aconteció, regresando él, habiendo tomado el reino, que dijo que se le llamase a estos siervos, a los que había dado el dinero, para saber qué se habían negociado.
16 Y acercóse el primero, diciendo: «Señor, tu mina diez se ha ganado minas».
17 Y díjole: ¡Bien! buen siervo, porque, en muy pequeña cosa, fiel has sido, sé potestad teniendo sobre diez ciudades».
18 Y vino el segundo, diciendo: «Tu mina, señor, ha hecho cinco minas».
19 Y dijo también a éste: «También tú ponte sobre cinco ciudades».
20 Y el otro vino, diciendo: «Señor, he aquí tu mina que yo tenía y haciendo aparte en sudario;
21 pues te temía, porque hombre austero eres: alzas lo que no pusiste; y siegas lo que no sembraste».
22 Dícele: «De tu boca júzgote, mal siervo. ¿Sabías que yo hombre austero soy, alzando lo que no puse y segando lo que no sembré?
23 ¿Y por qué no diste mi dinero a mesa(e)? Y yo, viniendo, con interés lo hubiera pedido».
24 Y a los circunstantes dijo: «Alzad de él la mina y dad al que las diez minas tiene»
25 (y dijéronle: «¡Señor, tiene diez minas!»)
26 «Dígoos que, a todo el que tiene, se le dará y del que no tiene, también lo que tiene, se quitará.
27 Empero, a estos mis enemigos, los que no quisieron que yo reinara sobre ellos, traed acá e idlos degollando delante de mí».
28 Y, diciendo esto, iba adelante, subiendo a Jerusalén.
29 Y aconteció, como se acercó a Betfagé y Betania, al monte el llamado de Olivas, envió dos de los discípulos,
30 diciendo: «Id a la de enfrente—aldea, en que entrando, hallaréis pollino atado, sobre el cual nadie jamás de hombres se ha sentado; y soltándole, traed.
31 Y si alguno os preguntare: «¿Por qué soltáis?» así diréis: «Porque el Señor de él necesidad tiene».
32 Y, partiendo los enviados, hallaron, según les dijo;
33 y, soltando ellos el pollino, dijeron los dueños de él a ellos: «¿Qué soltáis el pollino?»
34 Y ellos dijeron: «Porque el Señor de él necesidad tiene»;
35 y trajéronle a Jesús; y, tirando sus vestiduras sobre el pollino, subieron a Jesús.
36 Y, caminando él, tendían debajo sus vestiduras en el camino.
37 Y, acercándose él ya a la bajada del monte de las Olivas, empezaron toda la muchedumbre entera de los discípulos, gozándose, a loar a Dios, con voz grande, acerca de todas las que vieran virtudes,
38 diciendo: Bendito el que viene, el rey, en nombre del Señor, en cielo paz, y gloria en lo más excelso.
39 Y algunos de los fariseos, desde la turba, dijeron a él: «Maestro, increpa a tus discípulos».
40 Y, respondiendo, dijo: «Dígoos que, si éstos callaran, las piedras clamarían».
41 Y, como se acercó, viendo la ciudad, lloró sobre ella, diciendo:
42 que, «si conocieses en este día también tú lo para paz; pero ahora ocultóse a tus ojos;
43 porque vendrán días sobre ti, y en torno te arrojarán tus enemigos empalizadas y en torno rodeárante y estrechárante doquiera,
44 y en tierra darán contigo y tus hijos en ti y no dejarán piedra sobre piedra en ti, por cuanto no has conocido el tiempo de tu visitación».
45 Y, entrando en el santuario, empezó a arrojar los vendientes y comprantes, diciéndoles:
46 «Escrito está: Y será la casa mía, casa de oración, pero vosotros la habéis hecho cueva de bandidos».
47 Y estaba enseñando todos los días en el santuario. Y los sumos sacerdotes y los escribas buscaban cómo perderle, y los primeros del pueblo;
48 y no hallaban cosa qué hacer; pues el pueblo entero suspendíase oyéndole.
1 Confunde Cristo y enseña Y aconteció en uno de los días, enseñando él al pueblo en el santuario y evangelizando, llegáronse los sumos sacerdotes y escribas con los ancianos, y dijeron, hablando a él:
2 «Dínos ¿en qué poder esto haces, o quién es el que te ha dado este poder?»
3 Y, respondiendo, dijo a ellos: «Preguntaréos también yo una palabra, y decidme:
4 «El bautismo de Juan ¿del cielo era o de los hombres?»
5 Y ellos reflexionaron entre sí, diciendo: que «si dijéremos: «Del cielo», dirá: «¿Por qué no le habéis creído?»
6 Y si dijéremos: «De los hombres», el pueblo todo entero nos apedreará; pues persuadido está de que Juan profeta es».
7 Y respondieron no saber de dónde.
8 Y Jesús díjoles: «Ni yo os digo en qué poder esto hago».
9 Y empezó al pueblo a decir esta parábola: «Un hombre crió una viña, y arrendóla a agrícolas; y peregrinó tiempos bastantes.
10 Y en tiempo envió a los agrícolas un siervo, para que del fruto de la viña le diesen; mas los agrícolas le despidieron, desollando(a), vacío.
11 Y prosiguió a otro enviando —siervo; y ellos también a aquél desollando y deshonrando, despidieron vacío.
12 Y prosiguió a un tercero a enviar; y ellos también a éste, llagando, arrojaron.
13 Y dijo el señor de la viña: «¿Qué haré?— Enviaré a mi hijo el amado: tal vez a éste considerarán».
14 Mas, viéndole los agrícolas, confirieron entre sí, diciendo: «Este es el heredero; matémosle; para que de nosotros sea la herencia».
15 Y, arrojándole fuera de la viña, mataron. ¿Qué, pues, les hará el señor de la viña?
16 Vendrá y perderá a estos agrícolas y dará la viña a otros». Y, oyendo dijeron: «¡No sea!»
17 Mas él, contemplándoles, dijo: «¿Qué, pues, es esto escrito: La piedra que desestimaron los edificantes, ésta fue hecha en cabeza de ángulo?
18 Todo el que cayere sobre aquella piedra, destrozado será; y sobre quien ella cayere, le aventará(b)».
19 Y buscaron los escribas, y los sumos sacerdotes como echar sobre él las manos en la misma hora, y temían al pueblo; pues conocieron que a ellos dijo esta parábola.
20 Y, acechando, enviaron espías que simulasen que ellos justos eran, para que cogiesen palabra de él, para entregarle al principado y la potestad del presidente.
21 Y preguntáronle, diciendo: «Maestro, sabemos que rectamente dices y enseñas, y no aceptas rostro, sino con verdad el camino de Dios enseñas.
22 ¿Es lícito que nosotros a César tributo demos o no?»
23 Y penetrando su astucia, dijo a ellos:
24 «Mostradme denario: ¿de quién tiene imagen y epígrafe?» Y ellos dijeron: «De César».
25 Y él dijo a ellos: «Pues bien, devolved lo de César a César y lo de Dios a Dios».
26 Y no pudieron coger palabra de él delante del pueblo; y, maravillándose de su respuesta, callaron.
27 Y, acercándose algunos de los saduceos, que dicen que resurrección no hay, preguntáronle
28 diciendo: «Maestro, Moisés escribiónos: Si de alguno hermano muriere, teniendo mujer, y éste sin hijos fuere, que tome su hermano la mujer y suscite simiente a su hermano.
29 Siete hermanos, pues había; y el primero, tomando mujer, murió sin hijos;
30 y el segundo;
31 y el tercero tomóla; y así mismo también los siete: no dejaron hijos y murieron.
32 Y al fin también la mujer murió.
33 La mujer, pues, en la resurrección; ¿de quién de ellos es mujer? pues los siete tuviéronla por mujer».
34 Y díjoles Jesús: «Los hijos de este siglo se casan y casan;
35 mas los que por dignos fueren tenidos de aquel siglo alcanzar y la resurrección, la de entre los muertos, ni se casan ni casan;
36 ni morir ya pueden (pues iguales a ángeles son) e hijos de Dios, de la resurrección hijos siendo.
37 Y que resurgen los muertos también Moisés mostró (sobre la zarza),(c) como dice al Señor el Dios de Abrahán, y el Dios de Isaac y el Dios de Jacob;
38 y Dios no es de muertos, sino de vivientes; pues todos para él viven».
39 Y respondiendo algunos de los escribas dijeron: «Maestro, bellamente has dicho»;
40 pues ya no se atrevían a preguntarle nada.
41 Y dijo a ellos: «¿Cómo dicen que el Cristo es de David hijo?;
42 pues el mismo David dice, en libro de salmos: Dijo Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra
43 hasta poner yo a tus enemigos debajo de tus pies.
44 David, pues, a él Señor llama; y ¿cómo su hijo es?».
45 Y, oyendo todo el pueblo, dijo a los discípulos:
46 «Guardaos de los escribas, los que quieren pasearse en estolas y aman salutaciones en las ágoras, y las primeras sillas en las sinagogas y los primeros lechos en los banquetes;
47 que devoran las casas de las viudas, y con apariencia muy largamente oran; éstos recibirán mayor juicio».
1 Sobre la destrucción de Jerusalén y el fin del mundo Y mirando vio los que echaban en el gazofilacio sus dádivas, ricos.
2 Y vio a una viuda pobre echando allí monedas dos,
3 y dijo: «En verdad dígoos esta viuda la mendiga más que todos echó
4 pues todos estos, de lo sobrante a ellos, echaron a las dádivas; ésta empero, de su penuria, todo el sustento que tenía, echó».
5 Y diciendo algunos acerca del santuario, que de piedras hermosas y dones ornado está, dijo:
6 «Esto que miráis, —vendrán días en que no se dejará piedra sobre piedra aquí, que no sea deshecha».
7 Y preguntáronle diciendo: «Maestro, ¿cuándo, pues, esto será, y cuál la señal cuando haya esto de acontecer?».
8 Y él dijo: «Mirad que no se os descamine; pues muchos vendrán en mi nombre, diciendo: «Yo soy» y: «El tiempo se ha acercado»; no os vayáis en pos de ellos.
9 Y, cuando oigáis guerras y revueltas, no os espantéis; que necesario es que esto acontezca primero, pero ¡no luego el fin!».
10 Entonces díjoles: «Se levantará gente contra gente y reino contra reino»;
11 y terremotos grandes, y aquí y allí pestes y hambres habrá; y cosas espantables y del cielo señales grandes habrá.
12 Y ante todo esto, echarán sobre vosotros sus manos y perseguirán, entregando a sinagogas y prisiones, llevados a reyes y presidentes por causa de mi nombre;
13 y sucederáos en testimonio.
14 Poned, pues, en vuestros corazones no preocuparos de defenderos;
15 pues yo os daré boca y sabiduría a la que no podrán contrastar o contradecir todos cuantos contra vosotros se asentaren.
16 Y seréis entregados también por padres y hermanos, y parientes y amigos; y matarán de vosotros;
17 y seréis aborrecidos de todos por mi nombre.
18 Y cabello de(a) vuestra cabeza no perecerá, no.
19 En vuestra paciencia poseeréis vuestras almas.»
20 «Y, cuando viereis cercado de ejércitos a Jerusalén, entonces conoced que se ha acercado su desolación.
21 Entonces los en la Judea huyan a los montes; y los en medio de ella, retírense, y los en las regiones no entren en ella;
22 porque días de venganza éstos son, para que se cumpla todo lo escrito.
23 Ay de las grávidas y lactantes en aquellos días; pues habrá necesidad grande sobre la tierra e ira para este pueblo;
24 y caerán a filo de cuchilla, y serán cautivados en las gentes todas, y Jerusalén será hollada por gentes, hasta que se cumplan tiempos de gentes.»
25 «Y habrá señales en sol, y luna, y estrellas; y sobre la tierra angustia de gentes en desatiento de resonancia y piélago y marejada,
26 exanimándose los hombres de temor y expectación de lo sobreviniente al orbe; pues los poderes de los cielos se estremecerán.
27 Y entonces verán al Hijo del hombre venir en nube con poder y gloria mucha.
28 Mas, empezando esto a acontecer, erguíos y alzad vuestras cabezas, por esto: porque se acerca vuestra redención».
29 Y dijo parábola a ellos: «Ved la higuera y todos los árboles:
30 cuando han brotado ya, mirando, de vosotros conocéis que ya cerca el estío está;
31 así también vosotros, cuando viereis esto acontecer, conoced que cerca está el reino de Dios.
32 En verdad dígoos que no pasará, no, esta generación hasta que todo acontezca.
33 El cielo y la tierra pasarán; pero mis palabras no pasarán, no.
34 Y atended a vosotros, no sea que se carguen vuestros corazones en crápula(b), y embriaguez y solicitudes vitales(c), y esté sobre vosotros súbitamente aquel día,
35 como lazo; pues aún sobrevendrá sobre todos los sentados sobre la faz de toda la tierra.
36 Y velad en todo tiempo, rogando que logréis huir de esto todo que ha de acontecer, y presentaros delante del Hijo del hombre».
37 Y estaba los días en el santuario enseñando; y las noches, saliendo, pernoctaba en el monte el llamado de Olivas.
38 Y todo el pueblo madrugaba a él, en el santuario a oírle.
1 Pasión Y acercábase la fiesta de los ázimos: la llamada pascua.
2 Y buscaban los sumos sacerdotes y los escribas el cómo arrebatarle; pues temían al pueblo.
3 Y entró satanás en Judas, el llamado Iscariotes, que era del número de los doce;
4 y, yéndose, habló con los sumos sacerdotes y estrategos(a) el cómo a ellos entregarle.
5 Y alegráronse y concertaron dinero darle.
6 Y prometió; y buscaba oportunidad de entregarle, lejos de turba, a ellos.
7 Y vino el día de los ázimos en que debía matarse la pascua;
8 y envió a Pedro y Juan, diciendo: «Yendo, preparadnos la pascua, para que comamos».
9 Y ellos dijéronle: «¿Dónde quieres preparemos?»
10 Y él díjoles: «He aquí, entrando vosotros en la ciudad, encontraráos un hombre, cántaro de agua llevando; seguidle a la casa a donde se encamina.
11 Y diréis al dueño de casa de la casa(b): «Dícete el Maestro: «¿Dónde está la estancia donde la Pascua, con mis discípulos, yo comer?».
12 Y aquél os mostrará un cenáculo grande tendido(c): allí preparad.
13 Y, yéndose, hallaron según habíales dicho, y prepararon la Pascua.
14 Y, cuando fue la hora, recostóse y los apóstoles con él.
15 Y dijo a ellos: «Con deseo he deseado esta Pascua comer con vosotros, antes de padecer yo;
16 pues dígoos que ya no la comeré, no, hasta que se llene en el reino de Dios».
17 Y recibiendo cáliz, agradeciendo, dijo: «Tomad éste y repartid entre vosotros;
18 pues dígoos no beberé, no, desde ahora, del germen de la vid, hasta que el reino de Dios venga(d)».
19 Y tomando pan, agradeciendo, partió y dióles, diciendo: Y, «Este es mi cuerpo el que por vosotros es dado; esto haced en mi memoria».
20 Y el cáliz así mismo, después de cenar, diciendo: «Este cáliz(e) el nuevo testamento; en mi sangre, la que por vosotros es derramada.
21 Empero ¡he aquí la mano del que me entrega, conmigo, sobre la mesa!
22 Porque el Hijo del hombre, según lo determinado, se va; empero ¡ay de aquel hombre por quien es entregado!»
23 Y ellos empezaron a inquirir entre sí quién ya fuese de entre ellos el que esto había de hacer.
24 Y hubo también emulación en ellos sobre quién de ellos parece ser mayor.
25 Y él díjoles: «Los reyes de las gentes domínanles y los poderosos sobre ellos, bienhechores se llaman.
26 Mas vosotros no así, sino el mayor en vosotros hágase cual el más joven(f), y el que manda, cual el que sirve.
27 Pues ¿quién mayor: el que se recuesta o el que sirve? ¿acaso no el que se recuesta? Y yo en medio de vosotros estoy cual el que sirve.
28 Y vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en mis tentaciones;
29 y yo dispóngoos, según me ha dispuesto mi Padre, un reino,
30 para que comáis y bebáis sobre mi mesa en mi reino y os sentéis sobre tronos, juzgando a las doce tribus de Israel.
31 Simón, Simón, he aquí Satanás os ha reclamado, para zarandearos como el trigo;
32 mas yo he rogado por ti para que no desfallezca tu fe. Y tú un día, volviéndote a ellos(g), afianza a tus hermanos».
33 Y él díjole: «Señor, contigo, pronto estoy así a prisión como a muerte ir».
34 Y él dijo: «Dígote, Pedro, no cantará hoy el gallo hasta que tres veces me niegues conocer».
35 Y díjoles: «Cuando os envié, sin bolsa y alforja y zapatos ¿acaso algo os faltó?» Y ellos dijeron: «Nada».
36 Y díjoles: «Empero ahora(h) el que tiene bolsa, alce; igualmente también alforja; y el que no tiene, venda su vestido, y compre cuchilla.
37 Pues, dígoos que también esto escrito debe cumplirse en mí, lo de: «Y con inicuos contado fue»; y lo tocante a mí, fin tiene(i)».
38 Y ellos dijeron: «Señor, he aquí cuchillas acá dos(j)». Y él díjoles: «Bastante es».
39 Y saliendo, fue, según la costumbre al monte de las Olivas; y siguiéronle también sus discípulos.
40 Y llegando al lugar, díjoles: «Orad para no entrar en la tentación».
41 Y él mismo arrancóse(k) de ellos como a tiro de piedra, y puesto de rodillas oró,
42 diciendo: «Padre, si quieres, traspasa este cáliz de mí; empero, no mi voluntad, sino la tuya hágase».
43 Y aparecióle un ángel desde el cielo, confortándole.
44 Y, entrando en agonía, más instantemente oró; y fue hecho su sudor como gotas de sangre deslizándose sobre la tierra.
45 Y, levantándose de la oración, viniendo a los discípulos, hallóles dormidos, de la tristeza;
46 y díjoles: «¿Qué dormís? Levantando, orad, para no entrar en tentación».
47 Aún hablando él, he aquí turba; y el dicho Judas, uno de los doce, iba delante de ellos, y acercóse a Jesús a besarle.
48 Y Jesús díjole: «Judas, ¿con beso al Hijo del hombre entregas?»
49 Y, viendo los en torno de él lo que acontecería, dijeron: «Señor ¿si golpeáremos en cuchilla?»
50 Y golpeó uno de ellos, del sumo sacerdote al siervo y llevóle la oreja la derecha.
51 Y, respondiendo Jesús, dijo: «Dejad —¡hasta aquí(l)!» y tocando la orejilla(m), sanóle.
52 Y dijo Jesús a los venidos sobre él: sumos sacerdotes y estrategos del santuario y ancianos: «¿Cómo a bandido habéis salido con cuchillas y palos?
53 Día a día, estando yo con vosotros en el santuario, no extendisteis las manos sobre mí. Pero ésta es vuestra hora y el poder de las tinieblas».
54 Y aprehendiendo, le condujeron e introdujeron en la casa del sumo sacerdote. Y Pedro seguía de lejos;
55 y, prendiendo en torno fuego, en medio del atrio, y sentándose juntos, sentóse Pedro al medio de ellos.
56 Y viéndole una muchacha sentado a la lumbre, y atisbándole, dijo: «También éste con él estaba».
57 Pero él negó diciendo: «No le conozco, mujer».
58 Y, a poco, otro, viéndole, dijo: «También tú de entre ellos eres». Y Pedro dijo: «Hombre, no soy».
59 Y, mediando cerca de hora una, un otro aseguró, diciendo: «A la verdad, también éste con él estaba; pues también es galileo».
60 Y dijo Pedro: «Hombre, no sé lo que dices». Y al punto, aún hablando él, cantó un gallo;
61 y, volviéndose el Señor, contempló a Pedro; y recordó Pedro la palabra del Señor: como le dijo que «antes que gallo cante hoy, negarásme tres veces»;
62 y, saliendo fuera, lloró amargamente.
63 Y los varones que le sujetaban, jugábanse con él, desollando(n),
64 y, velándole en torno, heríanle el rostro y preguntábanle diciendo: «Profetiza: ¿quién es el que te ha golpeado?»
65 Y otras muchas cosas, blasfemando, decían contra él.
66 Y, como amaneció, se juntó la ancianidad del pueblo, y los sumos sacerdotes y los escribas, y lleváronle al sanedrín de ellos, diciendo: «Si tú eres el Cristo, dinos».
67 Y díjoles: «Si os dijere, no creeréis, no;
68 y, si preguntare, no responderéis, no, o soltaréis.
69 Pero, desde ahora, estará el Hijo del hombre sentado a la diestra del poder de Dios».
70 Y dijeron todos: «¿Tú, pues, eres el Hijo de Dios?» Y él les dijo: «Vosotros decís: porque yo soy».
71 Y ellos dijeron: «¿Qué ya tenemos de testimonio necesidad? Pues vosotros mismos habéis oído de boca de él».
1 Crucifixión Y levantándose toda la muchedumbre de ellos, lleváronle a Pilato.
2 Y empezaron a acusarle, diciendo: «A éste hemos hallado extraviando a nuestra gente y estorbando tributos a César dar, y diciendo que él Cristo es».
3 Y Pilato preguntóle, diciendo: «¿Tú eres el rey de los judíos?» Y él, respondiéndole, dijo: «Tú dices».
4 Y Pilato dijo a los sumos sacerdotes y las turbas: «Nada hallo culpable en este hombre».
5 Mas ellos esforzáronse, diciendo: «que subleva al pueblo, enseñando por toda la Judea, y, empezando por la Galilea, hasta aquí».
6 Y Pilato preguntó si el hombre galileo es;
7 y, conociendo que de la potestad de Herodes es, remitióle a Herodes, que estaba también él mismo en Jerusalén en estos días.
8 Y Herodes, viendo a Jesús; alegróse mucho; pues estaba, de bastantes tiempos, queriendo verle, por lo que oía acerca de él; y esperaba alguna señal ver por él hecha.
9 Y preguntábale en palabras bastantes; mas él nada respondióle.
10 Y estábanse los sumos sacerdotes y los escribas muy instantemente acusándole.
11 Y, despreciándole, Herodes con sus ejércitos y jugándose con él, echando en torno veste espléndida, reenvióle a Pilato.
12 E hiciéronse amigos Herodes y Pilato en el mismo día, el uno con el otro; pues antes encontrábanse en enemistad estando consigo.
13 Y Pilato, convocando a los sumos sacerdotes, y los príncipes y el pueblo,
14 dijo a ellos: «Me habéis traído este hombre como seduciendo al pueblo; y he aquí, a faz de vosotros inquiriendo, nada he hallado en este hombre, culpable de lo que acusáis contra él.
15 Empero, ni Herodes; pues le ha reenviado a vosotros, y he aquí nada digno de muerte le(a) ha sido hecho.
16 Castigando, pues, le soltaré».
17 Pero necesidad tenía de soltarles para la fiesta uno.
18 Y vociferaron, a toda turba, diciendo: «Quita a éste, y suéltanos a Barrabás»;
19 el cual estaba, por cierta revuelta y muerte hecha en la ciudad, arrojado en la prisión.
20 De nuevo, pues, Pilato voceó a ellos, queriendo soltar a Jesús.
21 Mas ellos vocearon, diciendo: «¡Crucifica, crucifícale!»
22 Y él tercera vez dijo a ellos: «Pues ¿qué malo ha hecho éste? Nada digno de muerte he hallado en él; castigando, pues, le soltaré».
23 Pero ellos, insistieron, con voces grandes pidiendo fuese crucificado; y reforzáronse sus voces;
24 y Pilato juzgó se hiciera la petición de ellos;
25 y, soltó al por revuelta y homicidio arrojado en prisión, al que pedían, y a Jesús entregó a la voluntad de ellos.
26 Y, como le llevaban, cogiendo a cierto Simón cireneo, viniendo del campo, impusiéronle la cruz, a llevar detrás de Jesús.
27 Y seguíale mucha turba del pueblo y mujeres; las que plañían y lamentábanle.
28 Y, volviéndose hacia ellas Jesús, dijo: «Hijas de Jerusalén, no lloréis sobre mí; empero sobre vosotras mismas llorad y sobre vuestros hijos;
29 pues he aquí vienen días en que dirán: «Bienaventuradas las estériles, y los vientres que no engendraron, y los pechos que no criaron».
30 Entonces empezarán a decir a los montes: «Caed sobre nosotros», y a los collados: «Cubridnos»;
31 pues, si en verde leño(b)esto hacen, en el seco ¿qué se hará?
32 Y llevábanse también otros, malhechores dos, con él, a ser muertos.
33 Y, cuando vinieron al lugar, el llamado Cráneo(c), allí crucificáronle y a los malhechores: uno a derecha, el otro a izquierda(d).
34 Y Jesús dijo: «Padre, perdónales, pues no saben qué hacen». Y, repartiéndose, sus vestiduras, echaron suertes.
35 Y estábase el pueblo parado, mirando; y mucho fruncíanse de nariz(e) también los príncipes diciendo: «Otros salvó; sálvese, si Hijo es, el Cristo, de Dios, el elegido».
36 Y jugábanse con él también los soldados, llegándose, vinagre trayéndole,
37 y, diciendo: «Si tú eres el rey de los judíos, sálvate».
38 Y había también epígrafe sobre él: escrito en letras griegas, y romanas y hebreas: «¡El rey de los judíos, éste!»
39 Y uno de los suspendidos malhechores blasfemábale: «¿Acaso tú no eres el Cristo? Sálvate y a nosotros».
40 Y respondiendo el otro, imponiéndole, dijo: «¿Ni temes tú a Dios, ya que en la misma condena estás?
41 Y nosotros por cierto justamente, pues lo digno de lo que hemos hecho, recibimos; pero éste nada criminal ha hecho».
42 Y dijo a Jesús: «Acuérdate de mí, cuando vinieres a tu reino».
43 Y díjole: «En verdad te digo: hoy conmigo estarás en el paraíso».
44 Y era ya como hora sexta; y tinieblas fueron sobre toda la tierra hasta hora nona,
45 desfalleciendo el sol; y se rasgó el velo del templo por medio.
46 Y, clamando con clamor grande, Jesús dijo: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu». Y, esto diciendo, expiró.
47 Y, viendo el centurión lo acontecido, glorificó a Dios diciendo: «Realmente, este hombre, justo era».
48 Y todas las agolpadas turbas a este espectáculo, espectadoras de lo acontecido, golpeando los pechos, retornaron.
49 Y parados estaban todos los conocidos de él, de lejos; y las mujeres las que a par habíanle seguido de la Galilea, viendo esto.
50 Y he aquí un varón por nombre José, consejero que era, varón bueno y justo
51 (éste no estaba de acuerdo con el consejo y obra de ellos), de Arimatea, ciudad de los judíos; el que aguardaba el reino de Dios;
52 éste, llegándose a Pilato, pidió el cuerpo de Jesús;
53 y, bajando, envolvióle en sábana, y púsolo en sepulcro cortado en piedra; donde no había nadie aún yaciente.
54 Y día era de paresceve, y el sábado despuntaba.
55 Y, siguiendo en pos las mujeres, las cuales habían venido de la Galilea con él, miraron el monumento y cómo se puso el cuerpo de él;
56 y retornando, prepararon aromas y ungüentos. Empero, el sábado reposaron, según la ley.
1 Resurrección Mas el primero de los sábados, despuntando la aurora, trayendo, vinieron los que prepararon aromas.
2 Y hallaron la piedra rodada del monumento;
3 y; entrando, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús.
4 Y aconteció, vacilando ellas, acerca de esto, que he aquí varones dos presentáronse a ellas en veste relampagueante.
5 Y, temerosas, volviéndose ellas, e inclinando los rostros a la tierra, dijeron a ellas: «¿Qué buscáis al viviente, con los muertos?
6 No está aquí, sino resucitó. Recordad cómo os habló, aún estando en la Galilea.
7 diciendo: el Hijo del hombre cómo debe ser entregado en manos de hombres pecadores, y crucificado y al tercer día resurgir».
8 Y recordaron sus palabras;
9 y, retornando del monumento, anunciaron esto todo a los once, y todos los demás.
10 Y eran: la Magdalena, María, y Juana y María, la de Santiago; y las demás con ellas decían a los apóstoles esto.
11 Y parecieron a faz de ellos cual sandez estas palabras y desconfiaron de ellas.
12 Y Pedro, levantándose, corrió al monumento e, inclinándose ve los lienzos solos, y retiróse aparte,(a) admirando lo acontecido.
13 Y he aquí dos de entre ellos el mismo día habíanse encaminado a una aldea, distante estadios(b) sesenta de Jerusalén; cuyo nombre, Emaús;
14 y ellos conversaban entre sí acerca de todo esto ocurrido.
15 Y aconteció, conversando ellos y disputando, que el mismo Jesús, acercándose, caminaba a par de ellos;
16 pero los ojos de ellos eran forzados para no reconocerlo.
17 Y dijo a ellos: «¿Qué palabras éstas que cambiáis entre vosotros, paseándoos?» Y detuviéronse mustios de faz.
18 Y respondiendo uno; por nombre, Cleofás, dijo a él: «Tú solo vives aparte(c) en Jerusalén, ¿y no sabes lo acontecido en ella en estos días?»
19 Y díjoles: «¿Qué?» Y ellos dijéronle: «Lo de Jesús el Nazareno; que fue varón profeta, poderoso en obra y palabra, delante de Dios y todo el pueblo;
20 y cómo le entregaron los sumos sacerdotes y los príncipes de nosotros a juicio de muerte y crucificáronle.
21 Pero nosotros esperábamos que él es el que debe redimir a Israel; empero, ya también, con(d) todo esto, el tercer día éste va que esto aconteció.
22 Empero, también unas mujeres de entre nosotros desconcertáronnos, yendo madrugadoras al monumento
23 y, no hallando el cuerpo de él, vinieron, diciendo que también visión de ángeles habían visto; los que dicen que él vive.
24 Y dirigiéronse algunos de los con nosotros al monumento, y hallaron así según las mujeres dijeron; mas a él no vieron».
25 Y él díjoles: «¡Oh ininteligentes y tardos del corazón para creer en todo lo que hablaron los profetas!
26 ¿Acaso no esto debió padecer el Cristo y entrar en su gloria?»
27 Y empezando de Moisés y de todos los profetas, interpretóles, en todas las Escrituras, lo acerca de él.
28 Y acercáronse a la aldea a donde iban. Y él hizo ademán de más lejos ir.
29 Y luego forzáronle, diciéndole: «Queda con nosotros, porque tarde es y se ha inclinado ya el día». Y entró a quedar con ellos.
30 Y aconteció, al reclinarse él con ellos, tomando el pan, bendijo y partiendo, ofrecióles,
31 y de ellos fuéronse abriendo los ojos y reconociéronle; y él invisible se hizo a ellos.
32 Y dijeron entre sí: «¿Acaso nuestro corazón no estaba ardiendo en nosotros, cuando nos hablaba en el camino, cuando nos iba abriendo las Escrituras?».
33 Y, levantándose a la misma hora, retornaron a Jerusalén, y hallaron reunidos a los once y los con ellos,
34 diciendo que realmente resurgió el Señor y aparecióse a Simón.
35 Y ellos contaron lo del camino y cómo fue conocido de ellos en la partidura del pan.
36 Y hablando esto ellos, él mismo paróse(e) en medio de ellos, y díceles: «¡Paz a vosotros!»
37 Y espantados y temerosos volviéndose, pensaban un espíritu ver.
38 Y díjoles: «¿Qué? ¿turbados estáis? Y, ¿qué pensamientos suben a vuestro corazón?
39 Ved mis manos y mis pies; porque yo soy—mismo; palmadme y ved que un espíritu carne y hueso no tiene, según me veis tener».
40 Y, esto diciendo, mostróles las manos y los pies.
41 Pero, aún desconfiando ellos por el gozo y maravillándose, díjoles: «¿Tenéis algo comestible por aquí?»
42 Y ellos ofreciéronle de pez asado parte y de un panal de miel;
43 y, tomando, a faz de ellos comió(f).
44 Y dijo a ellos: «Estas, mis palabras que he hablado a vosotros, aún estando con vosotros; pues debe cumplirse todo lo escrito en la ley de Moisés, y los profetas y salmos acerca de mí».
45 Entonces fue abriendo de ellos el entendimiento para comprender las Escrituras;
46 y díjoles: que «así está escrito que padeciera el Cristo y resucitara de muertos, al tercer día;
47 y se predicara, en su nombre, arrepentimiento en perdón de pecados a todas las gentes. Empezando de Jerusalén,
48 ¡vosotros, testigos de estas cosas!
49 Y he aquí, yo emito la promesa(g) de mi Padre sobre vosotros, y vosotros sentaos en la ciudad hasta que se os revista, desde la altura, con fuerza».
50 Y sacóles fuera hasta frente a Betania, y elevando sus manos, bendíjoles.
51 Y aconteció, al bendecir él a ellos, separóse de ellos y alzóse al cielo.
52 Y ellos, habiéndole adorado, retornaron a Jerusalén, con gozo grande;
53 y, estaban siempre en el santuario, bendiciendo a Dios.