1 En el comienzo de todo, Dios creó el cielo y la tierra.
2 La tierra no tenía entonces ninguna forma; todo era un mar profundo cubierto de oscuridad, y el espíritu de Dios se movía sobre el agua.
3 Entonces Dios dijo: «¡Que haya luz!»,
Y hubo luz.4 Al ver Dios que la luz era buena, la separó de la oscuridad
5 y la llamó «día», y a la oscuridad la llamó «noche». De este modo se completó el primer día.
6 Después Dios dijo: «Que haya una bóveda que separe las aguas, para que estas queden separadas.»
Y así fue.7 Dios hizo una bóveda que separó las aguas: una parte de ellas quedó debajo de la bóveda, y otra parte quedó arriba.
8 A la bóveda la llamó «cielo». De este modo se completó el segundo día.
9 Entonces Dios dijo: «Que el agua que está debajo del cielo se junte en un solo lugar, para que aparezca lo seco.»
Y así fue.10 A la parte seca Dios la llamó «tierra», y al agua que se había juntado la llamó «mar».
Al ver Dios que todo estaba bien,11 dijo: «Que produzca la tierra toda clase de plantas: hierbas que den semilla y árboles que den fruto.»
Y así fue.12 La tierra produjo toda clase de plantas: hierbas que dan semilla y árboles que dan fruto. Y Dios vio que todo estaba bien.
13 De este modo se completó el tercer día.
14 14-15 Entonces Dios dijo: «Que haya luces en la bóveda celeste, que alumbren la tierra y separen el día de la noche, y que sirvan también para señalar los días, los años y las fechas especiales.»
Y así fue.15
16 Dios hizo las dos luces: la grande para alumbrar de día y la pequeña para alumbrar de noche. También hizo las estrellas.
17 Dios puso las luces en la bóveda celeste para alumbrar la tierra
18 de día y de noche, y para separar la luz de la oscuridad, y vio que todo estaba bien.
19 De este modo se completó el cuarto día.
20 Luego Dios dijo: «Que produzca el agua toda clase de animales, y que haya también aves que vuelen sobre la tierra.»
Y así fue.21 Dios creó los grandes monstruos del mar, y todos los animales que el agua produce y que viven en ella, y todas las aves.
Al ver Dios que así estaba bien,22 bendijo con estas palabras a los animales que había hecho: «Que tengan muchas crías y llenen los mares, y que haya muchas aves en el mundo.»
23 De este modo se completó el quinto día.
24 Entonces Dios dijo: «Que produzca la tierra toda clase de animales: domésticos y salvajes, y los que se arrastran por el suelo.»
Y así fue.25 Dios hizo estos animales y vio que todo estaba bien.
26 Entonces dijo: «Ahora hagamos al hombre a nuestra imagen. Él tendrá poder sobre los peces, las aves, los animales domésticos y los salvajes, y sobre los que se arrastran por el suelo.»
27
Cuando Dios creó al hombre,
lo creó a su imagen;
varón y mujer los creó,
28
y les dio su bendición:
«Tengan muchos, muchos hijos;
llenen el mundo y gobiérnenlo;
dominen a los peces y a las aves,
y a todos los animales que se arrastran.»
29 Después les dijo: «Miren, a ustedes les doy todas las plantas de la tierra que producen semilla, y todos los árboles que dan fruto. Todo eso les servirá de alimento.
30 Pero a los animales salvajes, a los que se arrastran por el suelo y a las aves, les doy la hierba como alimento.»
Así fue,31 y Dios vio que todo lo que había hecho estaba muy bien. De este modo se completó el sexto día.
1 El cielo y la tierra, y todo lo que hay en ellos, quedaron terminados.
2 El séptimo día terminó Dios lo que había hecho, y descansó.
3 Entonces bendijo el séptimo día y lo declaró día sagrado, porque en ese día descansó de todo su trabajo de creación.
4 Ésta es la historia de la creación del cielo y de la tierra.
Cuando Dios el Señor hizo el cielo y la tierra,5 aún no había plantas ni había brotado la hierba, porque Dios el Señor todavía no había hecho llover sobre la tierra, ni había nadie que la trabajara.
6 Sin embargo, de la tierra salía agua que regaba todo el terreno.
7 Entonces Dios el Señor formó al hombre de la tierra misma, y sopló en su nariz y le dio vida. Así el hombre se convirtió en un ser viviente.
8 Después Dios el Señor plantó un jardín en la región de Edén, en el oriente, y puso allí al hombre que había formado.
9 Hizo crecer también toda clase de árboles hermosos que daban fruto bueno para comer. En medio del jardín puso también el árbol de la vida y el árbol del conocimiento del bien y del mal.
10 En Edén nacía un río que regaba el jardín, y que de allí se dividía en cuatro.
11 El primero se llamaba Pisón, que es el que da vuelta por toda la región de Havilá, donde hay oro.
12 El oro de esa región es fino, y también hay resina fina y piedra de ónice.
13 El segundo río se llamaba Guihón, y es el que da vuelta por toda la región de Cus.
14 El tercero era el río Tigris, que es el que pasa al oriente de Asiria. Y el cuarto era el río Éufrates.
15 Cuando Dios el Señor puso al hombre en el jardín de Edén para que lo cultivara y lo cuidara,
16 le dio esta orden: «Puedes comer del fruto de todos los árboles del jardín,
17 menos del árbol del bien y del mal. No comas del fruto de ese árbol, porque si lo comes, ciertamente morirás.»
18 Luego, Dios el Señor dijo: «No es bueno que el hombre esté solo. Le voy a hacer alguien que sea una ayuda adecuada para él.»
19 19-20 Y Dios el Señor formó de la tierra todos los animales y todas las aves, y se los llevó al hombre para que les pusiera nombre. El hombre les puso nombre a todos los animales domésticos, a todas las aves y a todos los animales salvajes, y ese nombre se les quedó. Sin embargo, ninguno de ellos resultó ser la ayuda adecuada para él.
20
21 Entonces Dios el Señor hizo caer al hombre en un sueño profundo y, mientras dormía, le sacó una de las costillas y le cerró otra vez la carne.
22 De esa costilla Dios el Señor hizo una mujer, y se la presentó al hombre,
23 el cual, al verla, dijo:
«¡Ésta sí que es de mi propia carne y de mis propios huesos! Se va a llamar “mujer”, porque Dios la sacó del hombre.»24 Por eso el hombre deja a su padre y a su madre para unirse a su esposa, y los dos llegan a ser como una sola persona.
25 Tanto el hombre como su mujer estaban desnudos, pero ninguno de los dos sentía vergüenza de estar así.
1 La serpiente era más astuta que todos los animales salvajes que Dios el Señor había creado, y le preguntó a la mujer:
—¿Así que Dios les ha dicho que no coman del fruto de ningún árbol del jardín?2 Y la mujer le contestó:
—Podemos comer del fruto de cualquier árbol,3 menos del árbol que está en medio del jardín. Dios nos ha dicho que no debemos comer ni tocar el fruto de ese árbol, porque si lo hacemos, moriremos.
4 Pero la serpiente le dijo a la mujer:
—No es cierto. No morirán.5 Dios sabe muy bien que cuando ustedes coman del fruto de ese árbol podrán saber lo que es bueno y lo que es malo, y que entonces serán como Dios.
6 La mujer vio que el fruto del árbol era hermoso, y le dieron ganas de comerlo y de llegar a tener entendimiento. Así que cortó uno de los frutos y se lo comió. Luego le dio a su esposo, y él también comió.
7 En ese momento se les abrieron los ojos, y los dos se dieron cuenta de que estaban desnudos. Entonces cosieron hojas de higuera y se cubrieron con ellas.
8 El hombre y su mujer escucharon que Dios el Señor andaba por el jardín a la hora en que sopla el viento de la tarde, y corrieron a esconderse de él entre los árboles del jardín.
9 Pero Dios el Señor llamó al hombre y le preguntó:
—¿Dónde estás?10 El hombre contestó:
—Escuché que andabas por el jardín y tuve miedo, porque estoy desnudo; por eso me escondí.11 Entonces Dios le preguntó:
—¿Y quién te ha dicho que estás desnudo? ¿Acaso has comido del fruto del árbol del que te dije que no comieras?12 El hombre contestó:
—La mujer que me diste por compañera me dio de ese fruto, y yo lo comí.13 Entonces Dios el Señor le preguntó a la mujer:
—¿Por qué lo hiciste? Y ella respondió: —La serpiente me engañó, y por eso comí del fruto.14 Entonces Dios el Señor dijo a la serpiente:
—Por esto que has hecho, maldita serás entre todos los demás animales. De hoy en adelante caminarás arrastrándote y comerás tierra.15 Haré que tú y la mujer sean enemigas, lo mismo que tu descendencia y su descendencia. Su descendencia te aplastará la cabeza, y tú le morderás el talón.
16 A la mujer le dijo:
—Aumentaré tus dolores cuando tengas hijos, y con dolor los darás a luz. Pero tu deseo te llevará a tu marido, y él tendrá autoridad sobre ti.17 Al hombre le dijo:
—Como le hiciste caso a tu mujer y comiste del fruto del árbol del que te dije que no comieras, ahora la tierra va a estar bajo maldición por tu culpa; con duro trabajo la harás producir tu alimento durante toda tu vida.18 La tierra te dará espinos y cardos, y tendrás que comer plantas silvestres.
19 Te ganarás el pan con el sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la misma tierra de la cual fuiste formado, pues tierra eres y en tierra te convertirás.
20 El hombre llamó Eva a su mujer, pues ella fue la madre de todos los que viven.
21 Dios el Señor hizo ropa de pieles de animales para que el hombre y su mujer se vistieran,
22 y dijo: «Ahora el hombre se ha vuelto como uno de nosotros, pues sabe lo que es bueno y lo que es malo. No vaya a tomar también del fruto del árbol de la vida, y lo coma y viva para siempre.»
23 Por eso Dios el Señor sacó al hombre del jardín de Edén, y lo puso a trabajar la tierra de la cual había sido formado.
24 Después de haber sacado al hombre, puso al oriente del jardín unos seres alados y una espada ardiendo que daba vueltas hacia todos lados, para evitar que nadie llegara al árbol de la vida.
1 El hombre se unió con su esposa Eva. Ella quedó embarazada y dio a luz a su hijo Caín, y dijo: «Ya tengo un hijo varón. El Señor me lo ha dado.»
2 Después dio a luz a Abel, hermano de Caín. Abel se dedicó a criar ovejas, y Caín se dedicó a cultivar la tierra.
3 Pasó el tiempo, y un día Caín llevó al Señor una ofrenda del producto de su cosecha.
4 También Abel llevó al Señor las primeras y mejores crías de sus ovejas. El Señor miró con agrado a Abel y a su ofrenda,
5 pero no miró así a Caín ni a su ofrenda, por lo que Caín se enojó muchísimo y puso muy mala cara.
6 Entonces el Señor le dijo: «¿Por qué te enojas y pones tan mala cara?
7 Si hicieras lo bueno, podrías levantar la cara; pero como no lo haces, el pecado está esperando el momento de dominarte. Sin embargo, tú puedes dominarlo a él.»
8 Un día, Caín invitó a su hermano Abel a dar un paseo, y cuando los dos estaban ya en el campo, Caín atacó a su hermano Abel y lo mató.
9 Entonces el Señor le preguntó a Caín:
—¿Dónde está tu hermano Abel? Y Caín contestó: —No lo sé. ¿Acaso es mi obligación cuidar de él?10 El Señor le dijo:
—¿Por qué has hecho esto? La sangre de tu hermano, que has derramado en la tierra, me pide a gritos que yo haga justicia.11 Por eso, quedarás maldito y expulsado de la tierra que se ha bebido la sangre de tu hermano, a quien tú mataste.
12 Aunque trabajes la tierra, no volverá a darte sus frutos. Andarás vagando por el mundo, sin poder descansar jamás.
13 Entonces Caín respondió al Señor:
—Yo no puedo soportar un castigo tan grande.14 Hoy me has echado fuera de esta tierra, y tendré que vagar por el mundo lejos de tu presencia, sin poder descansar jamás. Y así, cualquiera que me encuentre me matará.
15 Pero el Señor le contestó:
—Pues si alguien te mata, será castigado siete veces. Entonces el Señor le puso una señal a Caín, para que el que lo encontrara no lo matara.16 Caín se fue del lugar donde había estado hablando con el Señor, y se quedó a vivir en la región de Nod, que está al oriente de Edén.
17 Caín se unió con su mujer, y ella quedó embarazada y dio a luz a Henoc. Luego Caín fundó una ciudad, a la que le puso por nombre Henoc, como a su hijo.
18 Henoc fue el padre de Irad, Irad fue el padre de Mehujael, Mehujael fue el padre de Metusael, y Metusael fue el padre de Lámec.
19 Lámec tuvo dos esposas: una de ellas se llamaba Adá, y la otra se llamaba Silá.
20 Adá dio a luz a Jabal, de quien descienden los que viven en tiendas de campaña y crían ganado.
21 Jabal tuvo un hermano llamado Jubal, de quien descienden todos los que tocan el arpa y la flauta.
22 Por su parte, Silá dio a luz a Tubal-caín, que fue herrero y hacía objetos de bronce y de hierro. Tubal-caín tuvo una hermana que se llamaba Naamá.
23 Un día, Lámec les dijo a sus esposas Adá y Silá:
«Escuchen bien lo que les digo:
he matado a un hombre por herirme,
a un muchacho por golpearme.
24
Si a Caín lo vengarán siete veces,
a mí tendrán que vengarme
setenta y siete veces.»
25 Adán volvió a unirse con su esposa, y ella tuvo un hijo al que llamó Set, pues dijo: «Dios me ha dado otro hijo en lugar de Abel, al que Caín mató.»
26 También Set tuvo un hijo, al que llamó Enós. Desde entonces se comenzó a invocar el nombre del Señor.
1 Ésta es la lista de los descendientes de Adán. Cuando Dios creó al hombre, lo hizo semejante a él;
2 los creó varón y mujer, y les dio su bendición. El día en que fueron creados, Dios dijo: «Se llamarán hombres.»
3 Adán tenía ciento treinta años cuando nació su hijo, al que llamó Set, y que era semejante a él en todo.
4 Después de esto, Adán vivió ochocientos años más, y tuvo otros hijos e hijas;
5 así que vivió novecientos treinta años en total. A esa edad murió.
6 Set tenía ciento cinco años cuando nació su hijo Enós.
7 Después de esto, Set vivió ochocientos siete años más, y tuvo otros hijos e hijas;
8 así que vivió novecientos doce años en total. A esa edad murió.
9 Enós tenía noventa años cuando nació su hijo Cainán.
10 Después de esto, Enós vivió ochocientos quince años más, y tuvo otros hijos e hijas;
11 así que vivió novecientos cinco años en total. A esa edad murió.
12 Cainán tenía setenta años cuando nació su hijo Mahalalel.
13 Después de esto, Cainán vivió ochocientos cuarenta años más, y tuvo otros hijos e hijas;
14 así que vivió novecientos diez años en total. A esa edad murió.
15 Mahalalel tenía sesenta y cinco años cuando nació su hijo Jéred.
16 Después de esto, Mahalalel vivió ochocientos treinta años más, y tuvo otros hijos e hijas;
17 así que vivió ochocientos noventa y cinco años en total. A esa edad murió.
18 Jéred tenía ciento sesenta y dos años cuando nació su hijo Henoc.
19 Después de esto, Jéred vivió ochocientos años más, y tuvo otros hijos e hijas;
20 así que vivió novecientos sesenta y dos años en total. A esa edad murió.
21 Henoc tenía sesenta y cinco años de edad cuando nació su hijo Matusalén.
22 Henoc vivió de acuerdo con la voluntad de Dios. Después que Matusalén nació, Henoc vivió trescientos años más, y tuvo otros hijos e hijas;
23 así que vivió trescientos sesenta y cinco años en total.
24 Como Henoc vivió de acuerdo con la voluntad de Dios, un día desapareció porque Dios se lo llevó.
25 Matusalén tenía ciento ochenta y siete años cuando nació su hijo Lámec.
26 Después de esto, Matusalén vivió setecientos ochenta y dos años más, y tuvo otros hijos e hijas;
27 así que vivió novecientos sesenta y nueve años en total. A esa edad murió.
28 Lámec tenía ciento ochenta y dos años cuando nació un hijo suyo,
29 al que llamó Noé, porque dijo: «El Señor maldijo la tierra, y tenemos que trabajar muy duro para cultivarla; pero este niño nos hará descansar.»
30 Después que Noé nació, Lámec vivió quinientos noventa y cinco años más, y tuvo otros hijos e hijas;
31 así que vivió setecientos setenta y siete años en total. A esa edad murió.
32 Noé tenía ya quinientos años cuando nacieron sus hijos Sem, Cam y Jafet.
1 Cuando los hombres comenzaron a poblar la tierra y tuvieron hijas,
2 los hijos de Dios vieron que estas mujeres eran hermosas. Entonces escogieron entre todas ellas, y se casaron con las que quisieron.
3 Pero el Señor dijo: «No voy a dejar que el hombre viva para siempre, porque él no es más que carne. Así que vivirá solamente ciento veinte años.»
4 Los gigantes aparecieron en la tierra cuando los hijos de Dios se unieron con las hijas de los hombres para tener hijos con ellas, y también después. Ellos fueron los famosos héroes de los tiempos antiguos.
5 El Señor vio que era demasiada la maldad del hombre en la tierra y que éste siempre estaba pensando en hacer lo malo,
6 y le pesó haber hecho al hombre. Con mucho dolor
7 dijo: «Voy a borrar de la tierra al hombre que he creado, y también a todos los animales domésticos, y a los que se arrastran, y a las aves. ¡Me pesa haberlos hecho!»
8 Sin embargo, el Señor miraba a Noé con buenos ojos.
9 Ésta es la historia de Noé.
Noé era un hombre muy bueno, que siempre obedecía a Dios. Entre los hombres de su tiempo, sólo él vivía de acuerdo con la voluntad de Dios.10 Noé tuvo tres hijos, que fueron Sem, Cam y Jafet.
11 Para Dios, la tierra estaba llena de maldad y violencia,
12 pues toda la gente se había pervertido. Al ver Dios que había tanta maldad en la tierra,
13 le dijo a Noé: «He decidido terminar con toda la gente. Por su culpa hay mucha violencia en el mundo, así que voy a destruirlos a ellos y al mundo entero.
14 Construye una barca de madera resinosa, haz cuartos en ella, y tapa con brea todas las rendijas de la barca por dentro y por fuera, para que no le entre agua.
15 Haz la barca de estas medidas: ciento treinta y cinco metros de largo, veintidós metros y medio de ancho, y trece metros y medio de alto.
16 Hazla de tres pisos, con una ventana como a medio metro del techo, y con una puerta en uno de los lados.
17 Yo voy a mandar un diluvio que inundará la tierra y destruirá todo lo que tiene vida en todas partes del mundo. Todo lo que hay en la tierra morirá.
18 Pero contigo estableceré mi alianza, y en la barca entrarán tus hijos, tu esposa, tus nueras y tú.
19 También llevarás a la barca un macho y una hembra de todos los animales que hay en el mundo, para que queden con vida igual que tú.
20 Contigo entrarán en la barca dos animales de cada clase: tanto de las aves y animales domésticos, como de los que se arrastran por el suelo, para que puedan seguir viviendo.
21 Junta además toda clase de alimentos y guárdalos, para que tú y los animales tengan qué comer.»
22 Y Noé hizo todo tal como Dios se lo había ordenado.
1 Después el Señor le dijo a Noé: «Entre toda la gente de este tiempo, sólo tú vives de acuerdo con mi voluntad. Por lo tanto, entra en la barca junto con tu familia.
2 Toma siete machos y siete hembras de todo animal puro, pero sólo un macho y una hembra de los impuros.
3 Toma también siete parejas de cada clase de aves, para que se conserve su especie en el mundo,
4 porque dentro de siete días haré que llueva durante cuarenta días y cuarenta noches. ¡Voy a borrar de la tierra todo lo que vive, y que yo he creado!»
5 Y Noé hizo todo tal como el Señor se lo había ordenado.
6 Cuando el diluvio inundó la tierra, Noé tenía seiscientos años.
7 Y entró Noé en la barca junto con sus hijos, su esposa y sus nueras, para protegerse del diluvio.
8 Los animales puros e impuros, los que vuelan y los que se arrastran,
9 entraron con Noé en la barca, de dos en dos, macho y hembra, como Dios se lo había ordenado.
10 A los siete días, el diluvio comenzó a inundar la tierra.
11 Era el día diecisiete del mes segundo. Noé tenía entonces seiscientos años. Precisamente en ese día, se reventaron las fuentes del gran mar abajo, y se abrieron las compuertas del cielo arriba.
12 Cuarenta días y cuarenta noches estuvo lloviendo sobre la tierra.
13 En aquel mismo día entró Noé en la barca con sus hijos Sem, Cam y Jafet, y con su esposa y sus tres nueras.
14 Con ellos entraron toda clase de animales salvajes y domésticos, y toda clase de animales que se arrastran y de aves.
15 Todos los animales entraron con Noé en la barca, de dos en dos.
16 Entraron un macho y una hembra de cada clase, tal como Dios se lo había ordenado a Noé, y después el Señor cerró la puerta de la barca.
17 El diluvio duró cuarenta días. Al subir el agua, la barca se levantó del suelo y comenzó a flotar.
18 El agua seguía subiendo más y más, pero la barca seguía flotando.
19 Tanto subió el agua, que llegó a cubrir las montañas más altas de la tierra;
20 y después de haber cubierto las montañas, subió todavía como siete metros más.
21 Así murió toda la gente que vivía en la tierra, lo mismo que las aves, los animales domésticos y salvajes, y los que se arrastran por el suelo.
22 Todo lo que había en tierra firme, y que tenía vida y podía respirar, murió.
23 Solamente Noé y los que estaban en la barca quedaron vivos; los demás fueron destruidos: el hombre, los animales domésticos, las aves del cielo y los animales que se arrastran;
24 pues la tierra quedó inundada durante ciento cincuenta días.
1 Entonces Dios se acordó de Noé y de todos los animales que estaban con él en la barca. Hizo que el viento soplara sobre la tierra, y el agua comenzó a bajar;
2 se cerraron las fuentes del mar profundo y también las compuertas del cielo. Dejó de llover,
3 y el agua comenzó a bajar poco a poco. Al cabo de ciento cincuenta días, el agua ya iba bajando,
4 y el día diecisiete del mes séptimo la barca se detuvo sobre las montañas de Ararat.
5 El agua siguió bajando, y el primer día del mes décimo ya se podían ver las partes más altas de los montes.
6 Después de cuarenta días, Noé abrió la ventana de la barca que había hecho
7 y soltó un cuervo; pero el cuervo volaba de un lado para otro, esperando que la tierra se secara.
8 Después del cuervo, Noé soltó una paloma para ver si la tierra ya estaba seca;
9 pero la paloma regresó a la barca porque no encontró ningún lugar donde descansar, pues la tierra todavía estaba cubierta de agua. Así que Noé sacó la mano, tomó la paloma y la hizo entrar en la barca.
10 Noé esperó otros siete días, y volvió a soltar la paloma.
11 Ya empezaba a anochecer cuando la paloma regresó, trayendo una ramita de olivo en el pico. Así Noé se dio cuenta de que la tierra se iba secando.
12 Esperó siete días más, y volvió a enviar la paloma; pero la paloma ya no regresó.
13 Cuando Noé tenía seiscientos un años, la tierra quedó seca. El primer día del mes primero, Noé quitó el techo de la barca y vio que la tierra estaba seca.
14 Para el día veintisiete del mes segundo, la tierra estaba ya bien seca.
15 Entonces Dios le dijo a Noé:
16 «Sal de la barca, junto con tu esposa, tus hijos y tus nueras.
17 Saca también a todos los animales que están contigo: las aves, los animales domésticos y los que se arrastran por el suelo, para que se vayan por toda la tierra y tengan muchas crías y llenen el mundo.»
18 Entonces Noé y su esposa, y sus hijos y nueras, salieron de la barca.
19 También salieron todos los animales domésticos y salvajes, los que se arrastran y los que vuelan.
20 Luego Noé construyó un altar en honor del Señor, tomó animales y aves puros, uno de cada clase, y los ofreció en holocausto al Señor.
21 Cuando al Señor le llegó este olor tan agradable, dijo: «Nunca más volveré a maldecir la tierra por culpa del hombre, porque desde joven el hombre sólo piensa en hacer lo malo. Tampoco volveré a destruir a todos los animales, como lo hice esta vez.
22
»Mientras el mundo exista,
habrá siembra y cosecha;
hará calor y frío,
habrá invierno y verano
y días con sus noches.»
1 Dios bendijo a Noé y a sus hijos, con estas palabras: «Tengan muchos hijos y llenen la tierra.
2 Todos los animales del mundo temblarán de miedo delante de ustedes. Todos los animales en el aire, en la tierra y en el mar, están bajo su poder.
3 Pueden comer todos los animales y verduras que quieran. Yo se los doy.
4 Pero hay una cosa que no deben comer: carne con sangre, porque en la sangre está la vida.
5 Yo pediré cuentas a cada hombre y a cada animal de la sangre de cada uno de ustedes. A cada hombre le pediré cuentas de la vida de su prójimo.
6
»Si alguien mata a un hombre,
otro hombre lo matará a él,
pues el hombre ha sido creado
a imagen de Dios.
7
Pero ustedes, ¡tengan muchos hijos
y llenen el mundo con ellos!»
8 Dios también les dijo a Noé y a sus hijos:
9 «Miren, yo voy a establecer mi alianza con ustedes y con sus descendientes,
10 y con todos los animales que están con ustedes y que salieron de la barca: aves y animales domésticos y salvajes, y con todos los animales del mundo.
11 Mi alianza con ustedes no cambiará: no volveré a destruir a los hombres y animales con un diluvio. Ya no volverá a haber otro diluvio que destruya la tierra.
12 Ésta es la señal de la alianza que para siempre hago con ustedes y con todos los animales:
13 he puesto mi arco iris en las nubes, y servirá como señal de la alianza que hago con la tierra.
14 Cuando yo haga venir nubes sobre la tierra, mi arco iris aparecerá entre ellas.
15 Entonces me acordaré de la alianza que he hecho con ustedes y con todos los animales, y ya no volverá a haber ningún diluvio que los destruya.
16 Cuando el arco iris esté entre las nubes, yo lo veré y me acordaré de la alianza que he hecho para siempre con todo hombre y todo animal que hay en el mundo.
17 Ésta es la señal de la alianza que yo he establecido con todo hombre y animal aquí en la tierra.» Así habló Dios con Noé.
18 Los hijos de Noé que salieron de la barca fueron Sem, Cam, padre de Canaán, y Jafet.
19 Éstos fueron los tres hijos de Noé, y con sus descendientes se volvió a poblar la tierra.
20 Noé comenzó a cultivar la tierra, y plantó una viña.
21 Un día Noé bebió vino y se emborrachó, y se quedó tirado y desnudo en medio de su tienda de campaña.
22 Cuando Cam, o sea el padre de Canaán, vio a su padre desnudo, salió a contárselo a sus dos hermanos.
23 Entonces Sem y Jafet tomaron una capa, se la pusieron sobre sus propios hombros, y con ella cubrieron a su padre. Para no verlo desnudo, se fueron caminando hacia atrás y mirando a otro lado.
24 Cuando Noé despertó de su borrachera y supo lo que su hijo menor había hecho con él,
25 dijo:
«¡Maldito sea Canaán!
¡Será el esclavo más bajo
de sus dos hermanos!»
26
Luego añadió:
«Bendito sea el Señor, Dios de Sem,
y que Canaán sea su esclavo.
27
Dios permita que Jafet pueda extenderse;
que viva en los campamentos de Sem,
y que Canaán sea su esclavo.»
28 Después del diluvio, Noé vivió todavía trescientos cincuenta años;
29 así que murió cuando tenía novecientos cincuenta años.
1 Éstos son los descendientes de Sem, Cam y Jafet, los hijos de Noé, que después del diluvio tuvieron sus propios hijos.
2 Los hijos de Jafet fueron Gómer, Magog, Madai, Javán, Tubal, Mésec y Tirás.
3 Los hijos de Gómer fueron Asquenaz, Rifat y Togarmá.
4 Los hijos de Javán fueron Elisá, Tarsis, Quitim y Rodanim.
5 Éstos fueron los descendientes de Jafet que poblaron las costas, cada nación y clan en su propia tierra y con su propio idioma.
6 Los hijos de Cam fueron Cus, Misraim, Fut y Canaán.
7 Los hijos de Cus fueron Sebá, Havilá, Sabtá, Raamá y Sabtecá. Los hijos de Raamá fueron Sebá y Dedán.
8 Cus fue el padre de Nimrod, el primer hombre poderoso de la tierra.
9 Nimrod, por la voluntad del Señor, fue un gran cazador. De ahí viene el dicho: «Igual a Nimrod, que por la voluntad del Señor fue un gran cazador.»
10 Las principales ciudades de su reino fueron Babel, Érec, Acad y Calné, en la región de Sinar.
11 De esta región salió Asur, que construyó las ciudades de Nínive, Rehobot-ir, Quélah
12 y la gran ciudad de Resen, que está entre Nínive y Quélah.
13 De Misraim descienden los ludeos, los anameos, los lehabitas, los naftuhítas,
14 los patruseos, los casluhítas y los caftoritas, de quienes descienden los filisteos.
15 Canaán fue padre de Sidón, su primer hijo, y de Het.
16 De Canaán descienden los jebuseos, amorreos, gergeseos,
17 heveos, araceos, sineos,
18 arvadeos, semareos y hamateos. Después, todos los clanes cananeos se dispersaron.
19 El territorio de los cananeos llegó a extenderse en dirección a la región de Guerar, desde la ciudad de Sidón hasta el pueblo de Gaza, y en dirección de las ciudades de Sodoma, Gomorra, Admá y Seboím, hasta el pueblo de Lesa.
20 Éstos fueron los descendientes de Cam, cada nación y clan en su propia tierra y con su propio idioma.
21 Sem, que fue el hermano mayor de Jafet, también tuvo hijos. Todos los hijos de Éber fueron descendientes de Sem.
22 Los hijos de Sem fueron Elam, Asur, Arfaxad, Lud y Aram.
23 Los hijos de Aram fueron Us, Hul, Guéter y Mas.
24 Arfaxad fue el padre de Sélah, y Sélah fue el padre de Éber.
25 Después Éber tuvo dos hijos: uno de ellos se llamaba Péleg, porque en su tiempo la gente de la tierra se dividió; y el hermano de Péleg se llamaba Joctán.
26 Joctán fue el padre de Almodad, Sélef, Hasar-mávet, Jérah,
27 Hadoram, Uzal, Diclá,
28 Obal, Abimael, Sebá,
29 Ofir, Havilá y Jobab. Todos estos fueron hijos de Joctán,
30 y vivieron en las tierras que se extienden desde la región de Mesá hasta la de Sefar, que es la región montañosa del oriente.
31 Éstos fueron los descendientes de Sem, cada nación y clan en su propia tierra y con su propio idioma.
32 Éstos son los clanes de los hijos de Noé, según sus diferentes líneas de descendientes y sus territorios. Después del diluvio, se esparcieron por todas partes y formaron las naciones del mundo.
1 En aquel tiempo todo el mundo hablaba el mismo idioma.
2 Cuando salieron de la región oriental, encontraron una llanura en la región de Sinar y allí se quedaron a vivir.
3 Un día se dijeron unos a otros: «Vamos a hacer ladrillos y a cocerlos en el fuego.» Así, usaron ladrillos en lugar de piedras y asfalto natural en lugar de mezcla.
4 Después dijeron: «Vengan, vamos a construir una ciudad y una torre que llegue hasta el cielo. De este modo nos haremos famosos y no tendremos que dispersarnos por toda la tierra.»
5 Pero el Señor bajó a ver la ciudad y la torre que los hombres estaban construyendo,
6 y pensó: «Ellos son un solo pueblo y hablan un solo idioma; por eso han comenzado este trabajo, y ahora por nada del mundo van a dejar de hacerlo.
7 Es mejor que bajemos a confundir su idioma, para que no se entiendan entre ellos.»
8 Así fue como el Señor los dispersó por toda la tierra, y ellos dejaron de construir la ciudad.
9 En ese lugar el Señor confundió el idioma de todos los habitantes de la tierra, y de allí los dispersó por todo el mundo. Por eso la ciudad se llamó Babel.
10 Éstos fueron los descendientes de Sem. Dos años después del diluvio, cuando Sem tenía cien años, nació su hijo Arfaxad.
11 Después de esto, Sem vivió quinientos años más, y tuvo otros hijos e hijas.
12 Arfaxad tenía treinta y cinco años cuando nació su hijo Sélah.
13 Después de esto, Arfaxad vivió cuatrocientos tres años más, y tuvo otros hijos e hijas.
14 Sélah tenía treinta años cuando nació su hijo Éber.
15 Después de esto, Sélah vivió cuatrocientos tres años más, y tuvo otros hijos e hijas.
16 Éber tenía treinta y cuatro años cuando nació su hijo Péleg.
17 Después de esto, Éber vivió cuatrocientos treinta años más, y tuvo otros hijos e hijas.
18 Péleg tenía treinta años cuando nació su hijo Reú.
19 Después de esto, Péleg vivió doscientos nueve años más, y tuvo otros hijos e hijas.
20 Reú tenía treinta y dos años cuando nació su hijo Serug.
21 Después de esto, Reú vivió doscientos siete años más, y tuvo otros hijos e hijas.
22 Serug tenía treinta años cuando nació su hijo Nahor.
23 Después de esto, Serug vivió doscientos años más, y tuvo otros hijos e hijas.
24 Nahor tenía veintinueve años cuando nació su hijo Térah.
25 Después de esto, Nahor vivió ciento diecinueve años más, y tuvo otros hijos e hijas.
26 Térah tenía ya setenta años cuando nacieron sus hijos Abram, Nahor y Harán.
27 Éstos son los descendientes de Térah, que fue el padre de Abram, Nahor y Harán. Harán, el padre de Lot,
28 murió en Ur de Caldea, antes que su padre Térah. Murió en el mismo lugar donde había nacido.
29 Abram se casó con Sarai, y Nahor se casó con Milcá, que era hija de Harán y hermana de Iscá.
30 Sarai no podía tener hijos porque era estéril.
31 Térah salió de Ur de los caldeos para ir a la tierra de Canaán, y se llevó con él a su hijo Abram, a su nieto Lot y a su nuera Sarai. Sin embargo, cuando llegaron a la ciudad de Harán, se quedaron a vivir allí.
32 Y Térah murió en Harán a la edad de doscientos cinco años.
1 Un día el Señor le dijo a Abram: «Deja tu tierra, tus parientes y la casa de tu padre, para ir a la tierra que yo te voy a mostrar.
2 Con tus descendientes voy a formar una gran nación; voy a bendecirte y hacerte famoso, y serás una bendición para otros.
3 Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré a los que te maldigan; por medio de ti bendeciré a todas las familias del mundo.»
4 Abram salió de Harán tal como el Señor se lo había ordenado. Tenía setenta y cinco años cuando salió de allá para ir a la tierra de Canaán.
5 Con él se llevó a su esposa Sarai y a su sobrino Lot, y también todas las cosas que tenían y la gente que habían adquirido en Harán. Cuando llegaron a Canaán,
6 Abram atravesó toda esa región hasta llegar a Siquem, donde está la encina sagrada de Moré. Los cananeos vivían entonces en aquella región.
7 Allí el Señor se le apareció y le dijo: «Esta tierra se la voy a dar a tu descendencia.»
Entonces Abram construyó un altar en honor del Señor, porque allí se le había aparecido.8 Luego se fue a la región montañosa que está al este de la ciudad de Betel, y allí puso su campamento. Betel quedaba al oeste de donde él había acampado, y la ciudad de Ai al este. En ese lugar Abram construyó otro altar e invocó el nombre del Señor.
9 Después siguió su camino, poco a poco, hacia la región del Négueb.
10 Por aquel entonces hubo una gran escasez de alimentos en toda aquella región, y Abram se fue a vivir a Egipto durante algún tiempo, pues no había nada de comer en el lugar donde vivía.
11 Cuando ya estaba llegando a Egipto, Abram le dijo a su esposa Sarai: «Mira, yo sé bien que tú eres una mujer hermosa,
12 y que cuando los egipcios te vean, van a decir: “Esta mujer es la esposa de ese hombre.” Entonces a mí me matarán, y a ti te dejarán con vida para quedarse contigo.
13 Por eso, para que me vaya bien y no me maten por causa tuya, diles por favor que eres mi hermana.»
14 Cuando Abram llegó a Egipto, los egipcios vieron que Sarai era muy hermosa.
15 También la vieron los funcionarios del faraón, rey de Egipto, y le fueron a decir que aquella mujer era muy hermosa. Entonces la llevaron al palacio del faraón.
16 Por causa de Sarai, el faraón trató muy bien a Abram. Le regaló ovejas, vacas, esclavos, esclavas, asnos y camellos.
17 Pero también por causa de Sarai, el Señor castigó al faraón y a su familia con grandes plagas.
18 Por eso el faraón mandó llamar a Abram, y le dijo: «¿Por qué me has hecho esto? ¿Por qué no me dijiste que esta mujer es tu esposa?
19 Tú dijiste que era tu hermana, y yo pude haberla tomado por esposa. Anda, aquí la tienes. ¡Tómala y vete!»
20 Entonces el faraón ordenó a sus hombres que hicieran salir de Egipto a Abram, junto con su esposa y con todo lo que tenía.
1 Cuando Abram salió de Egipto, con su esposa y con todo lo que tenía, regresó a la región del Négueb. Su sobrino Lot se fue con ellos.
2 Abram era muy rico, pues tenía oro, plata y muchos animales.
3 Del Négueb regresó poco a poco, hasta llegar al pueblo de Betel, y de ahí se fue al lugar donde había acampado primero, entre Betel y Ai.
4 Ése era el lugar donde antes había construido un altar, y allí invocó el nombre del Señor.
5 Lot también era muy rico, pues, al igual que su tío Abram, tenía muchas ovejas y vacas, y gente que acampaba con él;
6 pero el lugar donde estaban no bastaba para alimentar a tantos animales. Ya no podían vivir juntos,
7 pues los que cuidaban el ganado de Abram se peleaban con los que cuidaban el ganado de Lot. Además, en aquel tiempo, los cananeos y ferezeos todavía vivían allí.
8 Así que un día Abram le dijo a Lot: «Tú y yo somos parientes, así que no está bien que haya pleitos entre nosotros, ni entre tus pastores y los míos.
9 Ahí está toda la tierra, para que escojas. Por favor, sepárate de mí. Si tú te vas al norte, yo me voy al sur, y si tú te vas al sur, yo me voy al norte.»
10 Lot miró por todo el valle del río Jordán y vio que, hasta el pueblecito de Sóar, el valle tenía bastante agua y era como un gran jardín. Se parecía a Egipto. (Esto era así antes de que el Señor destruyera las ciudades de Sodoma y Gomorra.)
11 Entonces Lot escogió todo el valle del Jordán, y se fue al oriente del lugar donde estaban. De esta manera, Abram y Lot se separaron.
12 Abram se quedó en Canaán, y Lot se fue a vivir a las ciudades del valle, cerca de la ciudad de Sodoma,
13 donde toda la gente era muy mala y cometía horribles pecados contra el Señor.
14 Después que Lot se fue, el Señor le dijo a Abram: «Desde el lugar donde estás, mira bien al norte y al sur, al este y al oeste;
15 yo te daré toda la tierra que ves, y para siempre será tuya y de tus descendientes.
16 Yo haré que ellos sean tantos como el polvo de la tierra. Así como no es posible contar los granitos de polvo, tampoco será posible contar tus descendientes.
17 ¡Levántate, recorre esta tierra a lo largo y a lo ancho, porque yo te la voy a dar!»
18 Así pues, Abram levantó su campamento y se fue a vivir al bosque de encinas de un hombre llamado Mamré, cerca de la ciudad de Hebrón. Allí construyó un altar en honor del Señor.
1 En aquel tiempo Amrafel era rey de Sinar, Arioc era rey de Elasar, Quedorlaómer era rey de Elam, y Tidal era rey de Goím.
2 Éstos estuvieron en guerra contra Bera, rey de Sodoma, contra Birsá, rey de Gomorra, contra Sinab, rey de Admá, contra Seméber, rey de Seboím, y contra el rey de Bela, pueblo que también se llama Sóar.
3 Estos cinco últimos juntaron sus ejércitos en el valle de Sidim, donde está el Mar Muerto.
4 El rey Quedorlaómer los había dominado durante doce años, pero a los trece años los cinco reyes decidieron luchar contra él.
5 Al año siguiente, Quedorlaómer y los reyes que estaban de su parte fueron a la región de Astarot Carnaim, y allí derrotaron a los refaítas; luego derrotaron a los zuzitas en Ham, a los emitas los derrotaron en Savé-quiriataim,
6 y a los horeos los derrotaron en los montes de Seír y los persiguieron hasta El-parán, que está junto al desierto.
7 Al regresar Quedorlaómer y los que estaban con él, llegaron a En-mispat, que también se llama Cadés. Y destruyeron todo lo que encontraron a su paso en la región de los amalecitas, y también hicieron lo mismo con los amorreos, que vivían en la región de Hasesón-tamar.
8 8-9 Entonces los reyes de Sodoma, Gomorra, Admá, Seboím y Bela fueron al valle de Sidim. Allí estos cinco reyes pelearon contra Quedorlaómer, Tidal, Amrafel y Arioc, que eran los cuatro reyes de Elam, Goím, Sinar y Elasar.
9
10 En todo el valle de Sidim había muchos pozos de asfalto natural, y cuando los reyes de Sodoma y Gomorra quisieron escapar de la batalla, fueron a caer en los pozos. Los otros reyes escaparon a los montes.
11 Los vencedores se llevaron entonces todos los alimentos y cosas de valor que había en Sodoma y Gomorra, y se fueron de allí.
12 Como en Sodoma vivía Lot, el sobrino de Abram, también se lo llevaron prisionero junto con todo lo que tenía.
13 Pero un hombre que había escapado con vida vino a contarle todo esto a Abram el hebreo, que vivía en el bosque de encinas de Mamré el amorreo. Mamré era hermano de Escol y de Aner, y ellos estaban de parte de Abram.
14 Cuando Abram supo que su sobrino estaba prisionero, juntó a los criados de confianza que habían nacido en su casa, que eran trescientos dieciocho hombres en total, y salió con ellos a perseguir a los reyes hasta el pueblo de Dan.
15 Por la noche, Abram y su gente atacaron por sorpresa a los reyes y los persiguieron hasta Hobá, que está al norte de la ciudad de Damasco,
16 y les quitaron todo lo que se habían llevado. Así Abram libertó a su sobrino Lot, y recobró todo lo que era de su sobrino. También libertó a las mujeres y demás gente.
17 Cuando Abram regresó, después de haber derrotado a Quedorlaómer y a los reyes que estaban de su parte, el rey de Sodoma salió a recibirlo al valle de Savé, que es el Valle del Rey.
18 También Melquisedec, que era rey de Salem y sacerdote del Dios altísimo, sacó pan y vino
19 y bendijo a Abram con estas palabras:
«Que te bendiga el Dios altísimo,
creador del cielo y de la tierra;
20
y alabado sea el Dios altísimo
que te hizo vencer a tus enemigos.»
Entonces Abram le dio a Melquisedec la décima parte de lo que había recobrado.21 Luego el rey de Sodoma le dijo a Abram:
—Dame las personas y quédate con las cosas.22 Pero Abram le contestó:
—Le he jurado al Señor, al Dios altísimo que hizo el cielo y la tierra,23 que no voy a tomar nada de lo que es tuyo, ni siquiera un hilo o una correa para mis sandalias, para que nunca digas que tú fuiste el que me hizo rico.
24 Yo no quiero nada para mí, excepto lo que ya comieron los criados. En cuanto a los hombres que me acompañaron, es decir, Aner, Escol y Mamré, ellos tomarán su parte.
1 Después de esto, el Señor le habló a Abram en una visión y le dijo:
—No tengas miedo, Abram, porque yo soy tu protector. Tu recompensa va a ser muy grande.2 2-3 Pero Abram le contestó:
—Señor y Dios, ¿de qué me sirve que me des recompensa, si tú bien sabes que no tengo hijos? Como no me has dado ningún hijo, el heredero de todo lo que tengo va a ser Eliézer de Damasco, uno de mis criados.3
4 El Señor le contestó:
—Tu heredero va a ser tu propio hijo, y no un extraño.5 Entonces el Señor llevó a Abram afuera, y le dijo:
—Mira bien el cielo, y cuenta las estrellas, si es que puedes contarlas. Pues bien, así será el número de tus descendientes.6 Abram creyó al Señor, y por eso el Señor lo aceptó como justo
7 y le dijo:
—Yo soy el Señor; yo te saqué de Ur de los caldeos para darte esta tierra como herencia.8 —Pero, Señor y Dios, ¿cómo podré estar seguro de que voy a heredar esta tierra? —contestó Abram.
9 Y Dios le dijo:
—Tráeme una ternera, una cabra y un carnero, de tres años cada uno, y también una tórtola y un pichón de paloma.10 Abram trajo todos estos animales a Dios, los partió por la mitad y puso una mitad frente a otra; pero no partió las aves.
11 Y los buitres bajaban sobre los cuerpos de los animales muertos, pero Abram los espantaba.
12 Cuando empezaba a anochecer, Abram se quedó profundamente dormido. De pronto lo rodeó una gran oscuridad y sintió mucho miedo.
13 Entonces el Señor le dijo:
—Debes saber que tus descendientes vivirán en un país extranjero, y que allí serán esclavos, y que serán maltratados durante cuatrocientos años.14 Pero yo también castigaré a la nación que va a hacerlos esclavos, y después tus descendientes saldrán libres y dueños de grandes riquezas.
15 Por lo que a ti toca, morirás en paz cuando ya seas muy anciano, y así te reunirás con tus antepasados.
16 Después de cuatro generaciones, tus descendientes regresarán a este lugar, porque todavía no ha llegado al colmo la maldad de los amorreos.
17 Cuando ya era de noche y todo estaba oscuro, apareció un horno que echaba humo y una antorcha encendida que pasaba por en medio de los animales partidos.
18 Aquel mismo día el Señor hizo una alianza con Abram y le dijo:
—Esta tierra se la daré a tus descendientes, desde el río de Egipto hasta el río grande, el Éufrates.19 Es decir, la tierra de los quenitas, los quenizitas, los cadmoneos,
20 los hititas, los ferezeos, los refaítas,
21 los amorreos, los cananeos, los gergeseos y los jebuseos.
1 Sarai no podía darle hijos a su esposo Abram, pero tenía una esclava egipcia que se llamaba Agar.
2 Entonces le dijo a Abram:
—Mira, el Señor no me ha permitido tener hijos, pero te ruego que te unas a mi esclava Agar, pues tal vez tendré hijos por medio de ella. Abram aceptó lo que Sarai le dijo,3 y entonces ella tomó a Agar la egipcia y se la dio como mujer a Abram, cuando ya hacía diez años que estaban viviendo en Canaán.
4 Abram se unió a Agar, la cual quedó embarazada; pero cuando se dio cuenta de su estado comenzó a mirar a su señora con desprecio.
5 Entonces Sarai le dijo a Abram:
—¡Tú tienes la culpa de que Agar me desprecie! Yo misma te la di por mujer, y ahora que va a tener un hijo se cree más que yo. Que el Señor diga quién tiene la culpa, si tú o yo.6 Y Abram le contestó:
—Mira, tu esclava está en tus manos; haz con ella lo que mejor te parezca. Entonces Sarai comenzó a maltratarla tanto, que Agar huyó.7 Pero un ángel del Señor la encontró en el desierto, junto al manantial que está en el camino de Sur,
8 y le preguntó:
—Agar, esclava de Sarai, ¿de dónde vienes, y a dónde vas? —Estoy huyendo de mi señora Sarai —contestó ella.9 Entonces el ángel del Señor le dijo:
—Regresa al lado de tu señora, y obedécela en todo.10 Además el ángel del Señor le dijo:
«Aumentaré tanto tus descendientes,
que nadie los podrá contar.
11
Estás encinta y tendrás un hijo,
y le pondrás por nombre Ismael,
porque el Señor escuchó tu aflicción.
12
Será arisco como un potro salvaje;
luchará contra todos, y todos contra él;
pero él afirmará su casa
aunque sus hermanos se opongan.»
13 Como Agar había hablado con el Señor, le llamó «el Dios que ve», pues se decía: «Dios me ha visto y todavía estoy viva.»
14 También por eso el pozo se llama: «Pozo del que vive y me ve». Este pozo está entre Cadés y Béred.
15 Y Agar le dio un hijo a Abram, y él lo llamó Ismael.
16 Abram tenía ochenta y seis años cuando Ismael nació.
1 Cuando Abram tenía noventa y nueve años, el Señor se le apareció y le dijo:
—Yo soy el Dios todopoderoso; vive una vida sin tacha delante de mí,2 y yo haré una alianza contigo: haré que tengas muchísimos descendientes.
3 Entonces Abram se inclinó hasta tocar el suelo con la frente, mientras Dios seguía diciéndole:
4 —Ésta es la alianza que hago contigo: Tú serás el padre de muchas naciones,
5 y ya no vas a llamarte Abram. Desde ahora te llamarás Abraham, porque te voy a hacer padre de muchas naciones.
6 Haré que tus descendientes sean muy numerosos; de ti saldrán reyes y naciones.
7 La alianza que hago contigo, y que haré con todos tus descendientes en el futuro, es que yo seré siempre tu Dios y el Dios de ellos.
8 A ti y a ellos les daré toda la tierra de Canaán, donde ahora vives, como su herencia para siempre; y yo seré su Dios.
9 Además, Dios le dijo a Abraham:
—Pero tú, cumple con mi alianza tú y todos tus descendientes.10 Ésta es la alianza que hago con ustedes y que deberán cumplir también todos tus descendientes: todos los hombres entre ustedes deberán ser circuncidados.
11 Deberán cortarse ustedes la carne de su prepucio, y eso servirá como señal de la alianza que hay entre ustedes y yo.
12 De hoy en adelante, todo varón entre ustedes deberá ser circuncidado a los ocho días de nacido, lo mismo el niño que nazca en casa que el esclavo comprado por dinero a cualquier extranjero.
13 Tanto el uno como el otro deberá ser circuncidado sin falta. Así mi alianza quedará señalada en la carne de ustedes como una alianza para toda la vida.
14 Pero el que no sea circuncidado deberá ser eliminado de entre ustedes, por no haber respetado mi alianza.
15 También Dios le dijo a Abraham:
—Tu esposa Sarai ya no se va a llamar así. De ahora en adelante se llamará Sara.16 La voy a bendecir, y te daré un hijo por medio de ella. Sí, voy a bendecirla. Ella será la madre de muchas naciones, y sus descendientes serán reyes de pueblos.
17 Abraham se inclinó hasta tocar el suelo con la frente, y se rió, mientras pensaba: «¿Acaso un hombre de cien años puede ser padre? ¿Y acaso Sara va a tener un hijo a los noventa años?»
18 Entonces le dijo a Dios:
—¡Ojalá Ismael pueda vivir con tu bendición!19 Y Dios le contestó:
—Lo que yo he dicho es que tu esposa Sara te dará un hijo, y tú le pondrás por nombre Isaac. Con él confirmaré mi alianza, la cual mantendré para siempre con sus descendientes.20 En cuanto a Ismael, también te he oído, y voy a bendecirlo; haré que tenga muchos hijos y que aumente su descendencia. Ismael será el padre de doce jefes importantes, y haré de él una nación muy grande.
21 Pero mi alianza la mantendré con Isaac, el hijo que Sara te va a dar dentro de un año, por estos días.
22 Cuando Dios terminó de hablar con Abraham, se fue de allí.
23 Ese mismo día Abraham circuncidó a su hijo Ismael, y circuncidó también a todos los siervos nacidos en su casa y a los que había comprado con su dinero. Todos los hombres que vivían en su casa y le servían, fueron circuncidados, tal como Dios se lo había ordenado.
24 24-25 Abraham tenía noventa y nueve años, y su hijo Ismael trece, cuando se les circuncidó la carne del prepucio.
25
26 Abraham y su hijo Ismael recibieron el rito de la circuncisión aquel mismo día,
27 junto con todos los hombres de su casa, lo mismo los siervos nacidos en su casa que los que habían sido comprados por dinero a los extranjeros.
1 El Señor se le apareció a Abraham en el bosque de encinas de Mamré, mientras Abraham estaba sentado a la entrada de su tienda de campaña, como a mediodía.
2 Abraham levantó la vista y vio que tres hombres estaban de pie frente a él. Al verlos, se levantó rápidamente a recibirlos, se inclinó hasta tocar el suelo con la frente,
3 y dijo:
—Mi señor, por favor le suplico que no se vaya en seguida.4 Si a usted le parece bien, voy a pedir un poco de agua para que se laven los pies y luego descansen un rato bajo la sombra del árbol.
5 Ya que han pasado por donde vive este servidor suyo, les voy a traer algo de comer para que repongan sus fuerzas antes de seguir su camino.
—Bueno, está bien —contestaron ellos.6 Abraham entró en su tienda de campaña y le dijo a Sara:
—¡Rápido! Toma unos veinte kilos de la mejor harina y haz unos panes.7 Luego Abraham corrió a donde estaba el ganado, escogió el mejor de los becerros, y se lo dio a uno de sus sirvientes, quien lo preparó inmediatamente para la comida.
8 Además del becerro, Abraham les ofreció cuajada y leche, y estuvo atento a servirles mientras ellos comían debajo del árbol.
9 Al terminar de comer, los visitantes le preguntaron a Abraham:
—¿Dónde está tu esposa Sara? —Allí, en la tienda de campaña —respondió él.10 Entonces uno de ellos dijo:
—El año próximo volveré a visitarte, y para entonces tu esposa Sara tendrá un hijo. Mientras tanto, Sara estaba escuchando toda la conversación a espaldas de Abraham, a la entrada de la tienda.11 Abraham y Sara ya eran muy ancianos, y Sara había dejado de tener sus periodos de menstruación.
12 Por eso Sara no pudo aguantar la risa, y pensó: «¿Cómo voy a tener este gusto, ahora que mi esposo y yo estamos tan viejos?»
13 Pero el Señor le dijo a Abraham:
—¿Por qué se ríe Sara? ¿No cree que puede tener un hijo a pesar de su edad?14 ¿Hay acaso algo tan difícil que el Señor no pueda hacerlo? El año próximo volveré a visitarte, y para entonces Sara tendrá un hijo.
15 Al escuchar esto, Sara tuvo miedo y quiso negar. Por eso dijo:
—Yo no me estaba riendo. Pero el Señor le contestó: —Yo sé que te reíste.16 Después los visitantes se pusieron de pie y empezaron a caminar hacia la ciudad de Sodoma. Abraham los acompañó para despedirse de ellos.
17 Entonces el Señor pensó: «Debo decirle a Abraham lo que voy a hacer,
18 ya que él va a ser el padre de una nación grande y fuerte. Le he prometido bendecir por medio de él a todas las naciones del mundo.
19 Yo lo he escogido para que mande a sus hijos y descendientes que obedezcan mis enseñanzas y hagan todo lo que es bueno y correcto, para que yo cumpla todo lo que le he prometido.»
20 Así que el Señor le dijo:
—La gente de Sodoma y Gomorra tiene tan mala fama, y su pecado es tan grave,21 que ahora voy allá, para ver si en verdad su maldad es tan grande como se me ha dicho. Así lo sabré.
22 Dos de los visitantes se fueron de allí a Sodoma, pero Abraham se quedó todavía ante el Señor.
23 Se acercó un poco más a él, y le preguntó:
—¿Vas a destruir a los inocentes junto con los culpables?24 Tal vez haya cincuenta personas inocentes en la ciudad. A pesar de eso, ¿destruirás la ciudad y no la perdonarás por esos cincuenta?
25 ¡No es posible que hagas eso de matar al inocente junto con el culpable, como si los dos hubieran cometido los mismos pecados! ¡No hagas eso! Tú, que eres el Juez supremo de todo el mundo, ¿no harás justicia?
26 Entonces el Señor le contestó:
—Si encuentro cincuenta inocentes en la ciudad de Sodoma, por ellos perdonaré a todos los que viven allí.27 Pero Abraham volvió a decirle:
—Perdona que sea yo tan atrevido al hablarte así, pues tú eres Dios y yo no soy más que un simple hombre;28 pero tal vez falten cinco inocentes para completar los cincuenta. ¿Sólo por faltar esos cinco vas a destruir toda la ciudad?
Y el Señor contestó: —Si encuentro cuarenta y cinco inocentes, no la destruiré.29 —Tal vez haya sólo cuarenta inocentes... —insistió Abraham.
—Por esos cuarenta, no destruiré la ciudad —dijo el Señor.30 Pero Abraham volvió a suplicar:
—Te ruego que no te enojes conmigo por insistir tanto en lo mismo, pero tal vez encuentres solamente treinta... Y el Señor volvió a decirle: —Hasta por esos treinta, perdonaré a la ciudad.31 Abraham siguió insistiendo:
—Mi Señor, he sido muy atrevido al hablarte así, pero, ¿qué pasará si encuentras solamente veinte inocentes? Y el Señor respondió: —Por esos veinte, no destruiré la ciudad.32 Todavía insistió Abraham:
—Por favor, mi Señor, no te enojes conmigo, pero voy a hablar tan sólo esta vez y no volveré a molestarte: ¿qué harás, en caso de encontrar únicamente diez? Y el Señor le dijo: —Hasta por esos diez, no destruiré la ciudad.33 Cuando el Señor terminó de hablar con Abraham, se fue de allí; y Abraham regresó a su tienda de campaña.
1 Empezaba a anochecer cuando los dos ángeles llegaron a Sodoma. Lot estaba sentado a la entrada de la ciudad, que era el lugar donde se reunía la gente. Cuando los vio, se levantó a recibirlos, se inclinó hasta tocar el suelo con la frente
2 y les dijo:
—Señores, por favor les ruego que acepten pasar la noche en la casa de su servidor. Allí podrán lavarse los pies, y mañana temprano seguirán su camino. Pero ellos dijeron: —No, gracias. Pasaremos la noche en la calle.3 Sin embargo, Lot insistió mucho y, al fin, ellos aceptaron ir con él a su casa. Cuando llegaron, Lot les preparó una buena cena, hizo panes sin levadura, y los visitantes comieron.
4 Todavía no se habían acostado, cuando todos los hombres de la ciudad de Sodoma rodearon la casa y, desde el más joven hasta el más viejo,
5 empezaron a gritarle a Lot:
—¿Dónde están los hombres que vinieron a tu casa esta noche? ¡Sácalos! ¡Queremos acostarnos con ellos!6 Entonces Lot salió a hablarles y, cerrando bien la puerta detrás de él,
7 les dijo:
—Por favor, amigos míos, no vayan a hacer una cosa tan perversa.8 Yo tengo dos hijas que todavía no han estado con ningún hombre; voy a sacarlas para que ustedes hagan con ellas lo que quieran, pero no les hagan nada a estos hombres, porque son mis invitados.
9 Pero ellos le contestaron:
—¡Hazte a un lado! Sólo faltaba que un extranjero como tú nos quisiera mandar. ¡Pues ahora te vamos a tratar peor que a ellos! En seguida comenzaron a maltratar a Lot y se acercaron a la puerta para echarla abajo,10 pero los visitantes de Lot alargaron la mano y lo metieron dentro de la casa; luego cerraron la puerta,
11 e hicieron quedar ciegos a los hombres que estaban afuera. Todos, desde el más joven hasta el más viejo, quedaron ciegos. Y se cansaron de andar buscando la puerta.
12 Entonces los visitantes le dijeron a Lot:
—¿Tienes más familiares aquí? Toma a tus hijos, hijas y yernos, y todo lo que tengas en esta ciudad; sácalos y llévatelos lejos de aquí,13 porque vamos a destruir este lugar. Ya son muchas las quejas que el Señor ha tenido contra la gente de esta ciudad, y por eso nos ha enviado a destruirla.
14 Entonces Lot fue a ver a sus yernos, o sea, a los prometidos de sus hijas, y les dijo:
—¡Levántense y váyanse de aquí, porque el Señor va a destruir esta ciudad! Pero sus yernos no tomaron en serio lo que Lot les decía.15 Como ya estaba amaneciendo, los ángeles le dijeron a Lot:
—¡De prisa! Levántate y llévate de aquí a tu esposa y a tus dos hijas, si no quieres morir cuando castiguemos a la ciudad.16 Pero como Lot se tardaba, los ángeles lo tomaron de la mano, porque el Señor tuvo compasión de él. También tomaron a su esposa y a sus hijas, y los sacaron de la ciudad para ponerlos a salvo.
17 Cuando ya estaban fuera de la ciudad, uno de los ángeles dijo:
—¡Corre, ponte a salvo! No mires hacia atrás, ni te detengas para nada en el valle. Vete a las montañas, si quieres salvar tu vida.18 Pero Lot les dijo:
—¡No, señores míos, por favor!19 Ustedes me han hecho ya muchos favores, y han sido muy buenos conmigo al salvarme la vida, pero yo no puedo ir a las montañas porque la destrucción me puede alcanzar en el camino, y entonces moriré.
20 Cerca de aquí hay una ciudad pequeña, a la que puedo huir. ¡Déjenme ir allá para salvar mi vida, pues realmente es una ciudad muy pequeña!
21 Entonces uno de ellos dijo:
—Te he escuchado y voy a hacer lo que me has pedido. No voy a destruir la ciudad de que me has hablado,22 pero ¡anda!, vete allá de una vez, porque no puedo hacer nada mientras no llegues a ese lugar.
Por eso aquella ciudad fue llamada Sóar.23 Cuando ya había amanecido y Lot había llegado a Sóar,
24 el Señor hizo llover fuego y azufre sobre Sodoma y Gomorra;
25 las destruyó junto con todos los que vivían en ellas, y acabó con todo lo que crecía en aquel valle.
26 Pero la mujer de Lot, que venía siguiéndole, miró hacia atrás y allí mismo quedó convertida en una estatua de sal.
27 Al día siguiente por la mañana, Abraham fue al lugar donde había estado hablando con el Señor;
28 miró hacia Sodoma y Gomorra, y por todo el valle, y vio que de toda la región subía humo, como si fuera un horno.
29 Así fue como Dios destruyó las ciudades del valle donde Lot vivía, pero se acordó de Abraham y sacó a Lot del lugar de la destrucción.
30 Después Lot tuvo miedo de quedarse en Sóar y se fue con sus dos hijas a la región montañosa, donde los tres se quedaron a vivir en una cueva.
31 Un día, la hija mayor le dijo a la menor:
—Nuestro padre ya está viejo, y no hay en toda esta región ningún hombre que se case con nosotras, tal como se acostumbra;32 así que vamos a emborracharlo y a acostarnos con él para tener hijos suyos.
33 Esa misma noche le dieron vino a su padre, y la mayor se acostó con él; pero su padre no se dio cuenta cuando ella se acostó ni cuando se levantó.
34 Al día siguiente, la mayor le dijo a la menor:
—Mira, anoche me acosté con nuestro padre, así que esta noche también lo emborracharemos para que te acuestes con él; así las dos tendremos hijos suyos.35 Esa noche volvieron a darle vino a su padre, y la menor se acostó con él; pero Lot tampoco se dio cuenta cuando ella se acostó ni cuando se levantó.
36 Así las dos hijas de Lot quedaron embarazadas por parte de su padre.
37 La mayor tuvo un hijo, al que llamó Moab, que fue el padre de los actuales moabitas.
38 También la menor tuvo un hijo, al que llamó Ben-amí, que fue el padre de los actuales amonitas.
1 Abraham salió del lugar donde estaba y se fue a la región del Négueb, y se quedó a vivir en la ciudad de Guerar, entre Cadés y Sur.
2 Estando allí, decía que Sara, su esposa, era su hermana. Entonces Abimélec, el rey de Guerar, mandó traer a Sara para hacerla su mujer;
3 pero aquella noche Abimélec tuvo un sueño, en el que Dios le dijo: «Vas a morir, porque la mujer que has tomado es casada.»
4 Sin embargo, como él no la había tocado, le contestó: «Mi Señor, ¿acaso piensas matar a quien no ha hecho nada malo?
5 Abraham mismo me dijo que la mujer es su hermana, y ella también afirmó que él es su hermano, así que yo hice todo esto de buena fe. No he hecho nada malo.»
6 Y Dios le contestó en el sueño: «Yo sé muy bien que lo hiciste de buena fe. Por eso no te dejé tocarla, para que no pecaras contra mí.
7 Pero ahora, devuélvele su esposa a ese hombre, porque él es profeta y rogará por ti para que vivas; pero si no se la devuelves, tú y los tuyos ciertamente morirán.»
8 Al día siguiente por la mañana, Abimélec se levantó y llamó a sus siervos, y les contó todo lo que había soñado. Al oírlo, ellos tuvieron mucho miedo.
9 Después Abimélec llamó a Abraham y le dijo:
—¡Mira lo que nos has hecho! ¿En qué te he ofendido, para que hayas traído un pecado tan grande sobre mí y sobre mi gente? Esas cosas no se hacen.10 ¿Qué estabas pensando cuando hiciste todo esto?
Así le habló Abimélec a Abraham,11 y Abraham contestó:
—Yo pensé que en este lugar no tenían ningún respeto a Dios, y que me matarían por causa de mi esposa.12 Pero es cierto que ella es mi hermana: es hija de mi padre, aunque no de mi madre; por eso pude casarme con ella.
13 Cuando Dios me dio la orden de salir de la casa de mi padre, le pedí a ella que, en cada lugar a donde llegáramos, dijera que yo era su hermano.
14 Entonces Abimélec le devolvió a Abraham su esposa Sara. Además le regaló ovejas, vacas, esclavos y esclavas,
15 y le dijo:
—Mira, ahí tienes mi país; escoge el lugar que más te guste para vivir.16 A Sara le dijo:
—Lo que le he dado a tu hermano vale mil monedas de plata, y eso va a servir para defender tu buena fama delante de todos los que están contigo. Nadie podrá hablar mal de ti.17 Entonces Abraham oró a Dios, y Dios les devolvió la salud a Abimélec y a su esposa. También sanó a sus siervas, para que pudieran tener hijos,
18 pues por causa de Sara, el Señor había hecho que ninguna mujer de la casa de Abimélec pudiera tener hijos.
1 De acuerdo con su promesa, el Señor prestó atención a Sara y cumplió lo que le había dicho,
2 así que ella quedó embarazada y le dio un hijo a Abraham cuando él ya era muy anciano. El niño nació en el tiempo que Dios le había dicho.
3 El nombre que Abraham le puso al hijo que Sara le dio, fue Isaac;
4 y lo circuncidó a los ocho días de nacido, tal como Dios se lo había ordenado.
5 Abraham tenía cien años cuando Isaac nació.
6 Entonces Sara pensó: «Dios me ha hecho reír, y todos los que sepan que he tenido un hijo, se reirán conmigo.
7 ¿Quién le hubiera dicho a Abraham que yo llegaría a darle hijos? Sin embargo, le he dado un hijo a pesar de que él ya está viejo.»
8 El niño Isaac creció y lo destetaron. El día en que fue destetado, Abraham hizo una gran fiesta.
9 Pero Sara vio que el hijo que Agar la egipcia le había dado a Abraham, se burlaba de Isaac.
10 Entonces fue a decirle a Abraham: «¡Que se vayan esa esclava y su hijo! Mi hijo Isaac no tiene por qué compartir su herencia con el hijo de esa esclava.»
11 Esto le dolió mucho a Abraham, porque se trataba de un hijo suyo.
12 Pero Dios le dijo: «No te preocupes por el muchacho ni por tu esclava. Haz todo lo que Sara te pida, porque tu descendencia vendrá por medio de Isaac.
13 En cuanto al hijo de la esclava, yo haré que también de él salga una gran nación, porque es hijo tuyo.»
14 Al día siguiente, muy temprano, Abraham le dio a Agar pan y un cuero con agua; se lo puso todo sobre la espalda, le entregó al niño Ismael y la despidió. Ella se fue, y estuvo caminando sin rumbo por el desierto de Beerseba.
15 Cuando se acabó el agua que había en el cuero, dejó al niño debajo de un arbusto
16 y fue a sentarse a cierta distancia de allí, pues no quería verlo morir. Cuando ella se sentó, el niño comenzó a llorar.
17 Dios oyó que el muchacho lloraba; y desde el cielo el ángel de Dios llamó a Agar y le dijo: «¿Qué te pasa, Agar? No tengas miedo, porque Dios ha oído el llanto del muchacho ahí donde está.
18 Anda, ve a buscar al niño, y no lo sueltes de la mano, pues yo haré que de él salga una gran nación.»
19 Entonces Dios hizo que Agar viera un pozo de agua. Ella fue y llenó de agua el cuero, y dio de beber a Ismael.
20 20-21 Dios ayudó al muchacho, el cual creció y vivió en el desierto de Parán, y llegó a ser un buen tirador de arco. Más tarde su madre lo casó con una mujer egipcia.
21
22 Más o menos por ese tiempo, Abimélec fue a hablar con Abraham. Lo acompañaba Ficol, el jefe de su ejército. Y Abimélec dijo a Abraham:
—Vemos que Dios te ayuda en todo lo que haces.23 Por lo tanto, júrame por Dios, en este mismo lugar, que no nos harás mal ni a mí ni a mis hijos ni a mis descendientes. Júrame que me tratarás con la misma bondad con que yo te he tratado, y que harás lo mismo con la gente de este país donde ahora vives.
24 —Te lo juro —contestó Abraham.
25 Pero Abraham le llamó la atención a Abimélec acerca de un pozo de agua que los siervos de éste le habían quitado.
26 Y Abimélec le contestó:
—Hasta hoy no he sabido nada de este asunto, pues tú no me lo habías dicho. Yo no sé quién ha podido hacer eso.27 Entonces Abraham tomó ovejas y vacas, y se las dio a Abimélec; y aquel mismo día los dos hicieron un trato.
28 Pero Abraham apartó siete ovejas de su rebaño,
29 por lo que Abimélec le preguntó:
—¿Para qué has apartado estas siete ovejas?30 Y Abraham contestó:
—Para que estas siete ovejas que yo te entrego sirvan como prueba de que yo hice este pozo.31 Por esta razón ese lugar se llamó Beerseba, pues allí los dos hicieron un juramento.
32 Una vez hecho el trato en Beerseba, Abimélec y Ficol regresaron al país de los filisteos.
33 Allí, en Beerseba, Abraham plantó un árbol, un tamarisco, e invocó el nombre del Señor, el Dios eterno.
34 Durante mucho tiempo, Abraham vivió en el país de los filisteos.
1 Después de algún tiempo, Dios puso a prueba la fe de Abraham. Lo llamó por su nombre, y él contestó:
—Aquí estoy.2 Y Dios le dijo:
—Toma a Isaac, tu único hijo, al que tanto amas, y vete a la tierra de Moria. Una vez allá, ofrécelo en holocausto sobre el cerro que yo te señalaré.3 Al día siguiente, muy temprano, Abraham se levantó y ensilló su asno; cortó leña para el holocausto y se fue al lugar que Dios le había dicho, junto con su hijo Isaac y dos de sus siervos.
4 Al tercer día, Abraham alcanzó a ver el lugar desde lejos.
5 Entonces les dijo a sus siervos:
—Quédense aquí con el asno. El muchacho y yo seguiremos adelante, adoraremos a Dios, y luego regresaremos.6 Abraham tomó la leña para el holocausto y la puso sobre los hombros de Isaac; luego tomó el cuchillo y el fuego, y se fueron los dos juntos.
7 Poco después Isaac le dijo a Abraham:
—¡Padre! —¿Qué quieres, hijo? —le contestó Abraham. —Mira —dijo Isaac—, tenemos la leña y el fuego, pero ¿dónde está el cordero para el holocausto?8 —Dios se encargará de que haya un cordero para el holocausto, hijito —respondió su padre.
Y siguieron caminando juntos.9 Cuando llegaron al lugar que Dios le había dicho, Abraham construyó un altar y preparó la leña; luego ató a su hijo Isaac y lo puso en el altar, sobre la leña;
10 pero en el momento de tomar el cuchillo para sacrificar a su hijo,
11 el ángel del Señor lo llamó desde el cielo:
—¡Abraham! ¡Abraham! —Aquí estoy —contestó él.12 El ángel le dijo:
—No le hagas ningún daño al muchacho, porque ya sé que tienes temor de Dios, pues no te negaste a darme tu único hijo.13 Abraham se fijó, y vio un carnero que estaba enredado por los cuernos entre las ramas de un arbusto; entonces fue, tomó el carnero y lo ofreció en holocausto, en lugar de su hijo.
14 Después Abraham le puso este nombre a aquel lugar: «El Señor da lo necesario.» Por eso todavía se dice: «En el cerro, el Señor da lo necesario.»
15 El ángel del Señor llamó a Abraham desde el cielo por segunda vez,
16 y le dijo:
—El Señor ha dicho: “Puesto que has hecho esto y no me has negado a tu único hijo, juro por mí mismo17 que te bendeciré mucho. Haré que tu descendencia sea tan numerosa como las estrellas del cielo y como la arena que hay a la orilla del mar. Además, ellos siempre vencerán a sus enemigos,
18 y todas las naciones del mundo serán bendecidas por medio de ellos, porque me has obedecido.”
19 Abraham regresó al lugar donde se habían quedado sus siervos. Después todos juntos se fueron a Beerseba, donde Abraham se quedó a vivir.
20 Al cabo de algún tiempo, Abraham recibió la noticia de que Milcá también le había dado hijos a su hermano Nahor.
21 El primero que nació fue Us; luego nació su hermano Buz, y luego Quemuel, que fue el padre de Aram.
22 Luego nacieron Quésed, Hazó, Pildás, Idlaf y Betuel.
23 Este Betuel fue el padre de Rebeca. Éstos son los ocho hijos que Milcá le dio a Nahor, el hermano de Abraham.
24 Además, Nahor tuvo hijos con Reumá, su concubina. Ellos fueron Teba, Gáham, Tahas y Maacá.
1 Sara vivió ciento veintisiete años,
2 y murió en Quiriat-arbá, o sea la ciudad de Hebrón, en la tierra de Canaán. Abraham lloró por la muerte de Sara y le guardó luto.
3 Luego salió de donde estaba el cadáver de Sara y fue a decirles a los hititas de aquel lugar:
4 —Aunque soy un extranjero entre ustedes, véndanme un sepulcro para enterrar a mi esposa.
5 Y los hititas le contestaron:
6 —¡Por favor, señor, escúchenos! Usted es entre nosotros un escogido de Dios. Entierre a su esposa en el mejor de nuestros sepulcros, pues ninguno de nosotros le negará su sepulcro para eso.
7 Entonces Abraham se puso de pie, hizo una reverencia ante los hititas,
8 y les dijo:
—Si de veras quieren que yo entierre aquí a mi esposa, por favor pídanle de mi parte a Efrón, el hijo de Sóhar,9 que me venda la cueva de Macpelá, que está en la orilla de sus terrenos. Yo le pagaré el precio total de la cueva, y así seré dueño de un sepulcro en este lugar.
10 Como Efrón el hitita estaba allí entre ellos, le contestó a Abraham de manera que pudieran escucharlo sus paisanos y también todos los que pasaban por la entrada de la ciudad:
11 —¡No, señor mío, por favor! Yo le regalo el terreno, y la cueva que está en el terreno. Mis paisanos son testigos de que yo se lo regalo. Entierre usted a su esposa.
12 Pero Abraham volvió a hacer una reverencia a los habitantes del lugar
13 y le contestó a Efrón delante de todos:
—¡Por favor, escúcheme usted! Le ruego que acepte el dinero por el terreno, y después enterraré allí a mi esposa.14 Entonces Efrón le contestó:
15 —Escúcheme, señor mío: el terreno vale cuatrocientas monedas de plata. Por esa cantidad no vamos a discutir, así que entierre usted a su esposa.
16 Abraham aceptó pagar la cantidad que Efrón había mencionado en presencia de los hititas, y le pagó en plata contante y sonante.
17 De esta manera el terreno de Efrón que estaba en Macpelá, al oriente de Mamré, es decir, el terreno con la cueva y todos los árboles que estaban dentro del terreno,
18 pasaron a ser propiedad de Abraham. De ello fueron testigos los hititas y todos los que pasaban por la entrada de la ciudad.
19 Después de esto Abraham enterró a Sara en la cueva que estaba en el terreno de Macpelá, al oriente de Mamré, lugar que también es conocido con el nombre de Hebrón, y que está en Canaán.
20 Así quedó en posesión del terreno y de la cueva que allí había, la cual los hititas le vendieron para sepultura.
1 Abraham era ya muy viejo, y el Señor lo había bendecido en todo.
2 Un día llamó al más viejo de sus siervos, el que estaba a cargo de todo lo suyo, y le dijo:
—Pon tu mano debajo de mi muslo,3 y júrame por el Señor, el Dios del cielo y de la tierra, que no dejarás que mi hijo Isaac se case con una mujer de esta tierra de Canaán, donde yo vivo,
4 sino que irás a mi tierra y escogerás una esposa para él entre las mujeres de mi familia.
5 El siervo le contestó:
—Pero si la mujer no quiere venir conmigo, ¿qué hago? ¿Debo entonces llevar a su hijo a la tierra de donde usted salió?6 Abraham le dijo:
—¡No, no lleves allá a mi hijo!7 El Señor, el Dios del cielo, que me sacó de la casa de mi padre y de la tierra de mis parientes y me prometió dar esta tierra a mis descendientes, también enviará su ángel delante de ti para que traigas de allá una esposa para mi hijo.
8 Si la mujer no quiere venir contigo, quedarás libre de este compromiso, pero ¡de ninguna manera lleves allá a mi hijo!
9 Entonces el siervo puso la mano bajo el muslo de su amo Abraham, y le juró que haría lo que le había pedido.
10 Después escogió regalos entre lo mejor que su amo tenía, tomó diez de sus camellos y se fue a la ciudad de Nahor, en Mesopotamia.
11 Cuando el siervo llegó a las afueras de la ciudad, ya empezaba a oscurecer. A esa hora las mujeres van a sacar agua. El siervo hizo descansar a los camellos junto a un pozo de agua,
12 y comenzó a orar: «Señor y Dios de mi amo Abraham, haz que hoy me vaya bien, y muéstrate bondadoso con mi amo.
13 Voy a quedarme aquí, junto al pozo, mientras las muchachas de este lugar vienen a sacar agua.
14 Permite que la muchacha a la que yo le diga: “Por favor, baje usted su cántaro para que yo beba”, y que me conteste: “Beba usted, y también les daré agua a sus camellos”, que sea ella la que tú has escogido para tu siervo Isaac. Así podré estar seguro de que has sido bondadoso con mi amo.»
15 Todavía no había terminado de orar, cuando vio que una muchacha venía con su cántaro al hombro. Era Rebeca, la hija de Betuel. Betuel era hijo de Milcá y de Nahor, el hermano de Abraham.
16 Rebeca era muy hermosa, y además virgen; ningún hombre la había tocado. Bajó al pozo, llenó su cántaro, y ya regresaba
17 cuando el siervo corrió a alcanzarla y le dijo:
—Por favor, déjeme usted beber un poco de agua de su cántaro.18 —Beba usted, señor —contestó ella.
Y en seguida bajó su cántaro, lo sostuvo entre las manos y le dio de beber.19 Cuando el siervo terminó de beber, Rebeca le dijo:
—También voy a sacar agua para sus camellos, para que beban toda la que quieran.20 Rápidamente vació su cántaro en el bebedero y corrió varias veces al pozo, hasta que sacó agua para todos los camellos.
21 Mientras tanto el siervo la miraba sin decir nada, pues quería estar seguro de que el Señor había hecho que le fuera bien en su viaje.
22 Cuando los camellos terminaron de beber, el hombre tomó un anillo de oro que pesaba como seis gramos, y se lo puso a ella en la nariz. También le dio dos brazaletes de oro que pesaban más de cien gramos,
23 y le dijo:
—Dígame por favor de quién es usted hija, y si hay lugar en la casa de su padre donde mis hombres y yo podamos pasar la noche.24 Y ella contestó:
—Soy hija de Betuel, el hijo de Milcá y de Nahor.25 En nuestra casa hay lugar para que usted pase la noche, y también suficiente paja y comida para los camellos.
26 Entonces el siervo se arrodilló y adoró al Señor,
27 diciendo: «¡Bendito sea el Señor, el Dios de mi amo Abraham, pues ha sido fiel y bondadoso con mi amo, y me ha dirigido en el camino a la casa de sus parientes!»
28 Rebeca fue corriendo a la casa de su madre, a contar todo lo que le había pasado.
29 Tenía ella un hermano llamado Labán, el cual corrió al pozo a buscar al hombre,
30 pues había visto el anillo y los brazaletes que su hermana llevaba en los brazos, y le había oído contar lo que el hombre le había dicho. Labán se acercó al siervo de Abraham, que todavía estaba con los camellos junto al pozo,
31 y le dijo:
—Venga usted, bendito del Señor. ¡Cómo va usted a quedarse aquí afuera, si ya he preparado la casa y un lugar para los camellos!32 Entonces el siervo fue a la casa. Allí Labán descargó los camellos y les dio de comer, y luego trajo agua para que el siervo y sus compañeros se lavaran los pies.
33 Cuando le sirvieron de comer, el siervo de Abraham dijo:
—Yo no podría comer antes de haber dicho lo que tengo que decir. —Hable usted —dijo Labán.34 El siervo dijo:
—Yo soy siervo de Abraham.35 El Señor ha bendecido mucho a mi amo y lo ha hecho rico: le ha dado ovejas, vacas, oro y plata, siervos, siervas, camellos y asnos.
36 Además, Sara, su esposa, le dio un hijo cuando ya era muy anciana, y mi amo le ha dejado a su hijo todo lo que tiene.
37 Mi amo me hizo jurar, y me dijo: “No dejes que mi hijo se case con una mujer de esta tierra de Canaán, donde yo vivo.
38 Antes bien, ve a la familia de mi padre, y busca entre las mujeres de mi clan una esposa para él.”
39 Y yo le dije: “Mi señor, ¿y si la mujer no quiere venir conmigo?”
40 Entonces él me contestó: “Yo he andado en el camino del Señor, y él enviará su ángel contigo, para que te vaya bien en tu viaje y tomes una esposa para mi hijo de entre las mujeres de mi familia, es decir, de la familia de mi padre.
41 Sólo en caso de que mis parientes no quieran darte la muchacha, quedarás libre del juramento que me has hecho.”
42 »Así fue como hoy llegué al pozo, y en oración le dije al Señor, el Dios de mi amo Abraham: “Si de veras vas a hacer que me vaya bien en este viaje,
43 te ruego que ahora que estoy junto al pozo, pase esto: que la muchacha que venga por agua y a la que yo le diga: Por favor, déjeme usted beber un poco de agua de su cántaro,
44 y que me conteste: Beba usted, y también sacaré agua para sus camellos, que sea ésta la mujer que tú, Señor, has escogido para el hijo de mi amo.”
45 Todavía no terminaba yo de hacer esta oración, cuando vi que Rebeca venía con su cántaro al hombro. Bajó al pozo a sacar agua, y le dije: “Deme usted agua, por favor.”
46 Ella bajó en seguida su cántaro, y me dijo: “Beba usted, y también les daré de beber a sus camellos.” Y ella me dio agua, y también a mis camellos.
47 Luego le pregunté: “¿De quién es usted hija?” y ella me contestó: “Soy hija de Betuel, el hijo de Nahor y de Milcá.” Entonces le puse un anillo en la nariz y dos brazaletes en los brazos,
48 y me arrodillé y adoré al Señor; alabé al Señor, el Dios de mi amo Abraham, por haberme traído por el camino correcto para tomar la hija del pariente de mi amo para su hijo.
49 Ahora pues, díganme si van a ser buenos y sinceros con mi amo, y si no, díganmelo también, para que yo sepa lo que debo hacer.»
50 Entonces Labán y Betuel le contestaron:
—Todo esto viene del Señor, y nosotros no podemos decirle a usted que sí o que no.51 Mire usted, aquí está Rebeca; tómela y váyase. Que sea la esposa del hijo de su amo, tal como el Señor lo ha dispuesto.
52 Cuando el siervo de Abraham oyó esas palabras, se arrodilló delante del Señor hasta tocar el suelo con la frente.
53 Luego sacó varios objetos de oro y plata, y vestidos, y se los dio a Rebeca. También a su hermano y a su madre les hizo regalos.
54 Después él y sus compañeros comieron y bebieron, y pasaron allí la noche. Al día siguiente, cuando se levantaron, el siervo dijo:
—Déjenme regresar a la casa de mi amo.55 Pero el hermano y la madre de Rebeca le dijeron:
—Que se quede la muchacha con nosotros todavía unos diez días, y después podrá irse con usted.56 Pero el siervo les dijo:
—No me detengan más. Dios ha hecho que mi viaje haya salido bien, así que déjenme regresar a la casa de mi amo.57 Entonces ellos contestaron:
—Vamos a llamar a la muchacha, a ver qué dice ella.58 Llamaron a Rebeca y le preguntaron:
—¿Quieres irte con este hombre? —Sí —contestó ella.59 Entonces dejaron ir a Rebeca y a la mujer que la había cuidado siempre, y también al siervo de Abraham y a sus compañeros.
60 Y bendijeron a Rebeca de esta manera:
«Oh, hermana nuestra,
¡que seas madre de muchos millones!
¡Que tus descendientes
conquisten las ciudades de sus enemigos!»
61 Entonces Rebeca y sus siervas montaron en los camellos y siguieron al siervo de Abraham. Fue así como el siervo tomó a Rebeca y se fue de allí.
62 Isaac había vuelto del pozo llamado «El que vive y me ve», pues vivía en la región del Négueb.
63 Había salido a dar un paseo al anochecer. En esto vio que unos camellos se acercaban.
64 Por su parte, Rebeca también miró y, al ver a Isaac, se bajó del camello
65 y le preguntó al siervo:
—¿Quién es ese hombre que viene por el campo hacia nosotros? —Es mi amo —contestó el siervo. Entonces ella tomó su velo y se cubrió la cara.66 El siervo le contó a Isaac todo lo que había hecho.
67 Luego Isaac llevó a Rebeca a la tienda de campaña de su madre Sara, y se casó con ella. Isaac amó mucho a Rebeca, y así se consoló de la muerte de su madre.
1 Abraham tuvo otra esposa, que se llamaba Queturá.
2 Sus hijos con ella fueron Zimrán, Jocsán, Medán, Madián, Isbac y Súah.
3 Jocsán fue el padre de Sebá y Dedán. Los descendientes de Dedán fueron los asureos, los letuseos y los leumeos.
4 Los hijos de Madián fueron Efá, Éfer, Hanoc, Abidá y Eldaá. Todos estos fueron descendientes de Queturá.
5 Isaac heredó todo lo que Abraham tenía.
6 A los hijos de sus otras mujeres, Abraham solamente les hizo regalos, y cuando todavía vivía los separó de su hijo Isaac, enviándolos a la región del oriente.
7 Abraham vivió ciento setenta y cinco años en total,
8 y murió de muerte natural, cuando ya era muy anciano. Y fue a reunirse con sus antepasados.
9 Sus hijos Isaac e Ismael lo sepultaron en la cueva de Macpelá, que está al oriente de Mamré, en el terreno de Efrón, el hijo de Sóhar el hitita.
10 Este terreno era el que Abraham había comprado a los hititas. Allí fue sepultado Abraham, junto a su esposa Sara.
11 Después que Abraham murió, Dios bendijo a Isaac, que se había quedado a vivir junto al pozo «El que vive y me ve».
12 Éstos son los hijos de Ismael, el hijo de Abraham y de Agar, la esclava egipcia de Sara,
13 en el orden en que nacieron: Nebaiot, que fue su hijo mayor; luego Quedar, Adbeel, Mibsam,
14 Mismá, Dumá, Masá,
15 Hadar, Temá, Jetur, Nafís y Quedmá.
16 Éstos son los nombres de los doce hijos de Ismael, y con esos mismos nombres se conocieron sus propios territorios y campamentos. Cada uno era jefe de su propia gente.
17 Ismael tenía ciento treinta y siete años cuando murió, y fue a reunirse con sus antepasados.
18 Sus descendientes se establecieron en la región que está entre Havilá y Sur, frente a Egipto, en la ruta a Asiria. Allí se establecieron, a pesar de la oposición de sus hermanos.
19 Ésta es la historia de Isaac, el hijo de Abraham.
20 Isaac tenía cuarenta años cuando se casó con Rebeca, que era hija de Betuel y hermana de Labán, los arameos que vivían en Padán-aram.
21 Rebeca no podía tener hijos, así que Isaac le rogó al Señor por ella. Y el Señor oyó su oración y Rebeca quedó embarazada.
22 Pero como los mellizos se peleaban dentro de su vientre, ella pensó: «Si esto va a ser así, ¿para qué seguir viviendo?» Entonces fue a consultar el caso con el Señor,
23 y él le contestó:
«En tu vientre hay dos naciones,
dos pueblos que están en lucha
desde antes de nacer.
Uno será más fuerte que el otro,
y el mayor estará sujeto al menor.»
24 Llegó al fin el día en que Rebeca tenía que dar a luz, y tuvo mellizos.
25 El primero que nació era pelirrojo, todo cubierto de vello, y lo llamaron Esaú.
26 Luego nació su hermano, agarrado al talón de Esaú con una mano, y por eso lo llamaron Jacob. Isaac tenía sesenta años cuando Rebeca los dio a luz.
27 Los niños crecieron. Esaú llegó a ser un hombre del campo y muy buen cazador; Jacob, por el contrario, era un hombre tranquilo, y le agradaba quedarse en el campamento.
28 Isaac quería más a Esaú, porque le gustaba comer de lo que él cazaba, pero Rebeca prefería a Jacob.
29 Un día en que Jacob estaba cocinando, Esaú regresó muy cansado del campo
30 y le dijo:
—Por favor, dame un poco de ese guiso rojo que tienes ahí, porque me muero de hambre. (Por eso a Esaú también se le conoce como Edom.)31 —Primero dame a cambio tus derechos de hijo mayor —contestó Jacob.
32 Entonces Esaú dijo:
—Como puedes ver, me estoy muriendo de hambre, de manera que los derechos de hijo mayor no me sirven de nada.33 —Júramelo ahora mismo —insistió Jacob.
Esaú se lo juró, y así le cedió a Jacob sus derechos de hijo mayor.34 Entonces Jacob le dio a Esaú pan y guiso de lentejas. Cuando Esaú terminó de comer y beber, se levantó y se fue, sin dar ninguna importancia a sus derechos de hijo mayor.
1 En ese tiempo hubo una gran escasez de alimentos en toda aquella región, además de la que hubo cuando Abraham aún vivía. Por eso Isaac se fue a Guerar, donde vivía Abimélec, rey de los filisteos.
2 Allí el Señor se le apareció y le dijo: «No vayas a Egipto. Quédate donde yo te diga,
3 y por ahora sigue viviendo en este país. Yo estaré contigo y te bendeciré, porque a ti y a tus descendientes les voy a dar todas estas tierras. Así cumpliré la promesa que le hice a tu padre Abraham.
4 Haré que tus descendientes sean tantos como las estrellas del cielo, y les daré todas estas tierras. Además, todas las naciones de la tierra serán bendecidas por medio de tus descendientes,
5 porque Abraham me obedeció y cumplió mis órdenes, mis mandamientos, mis leyes y mis enseñanzas.»
6 Entonces Isaac se quedó en Guerar,
7 y cuando los que vivían en ese lugar le preguntaron en cuanto a Rebeca, Isaac tuvo miedo de decir que era su esposa y les dijo que era su hermana. Era tan hermosa Rebeca, que Isaac pensó que los hombres del lugar lo matarían por causa de ella.
8 Pasó el tiempo y él se quedó allá. Pero un día en que Abimélec estaba mirando por la ventana, vio que Isaac acariciaba a su esposa Rebeca.
9 Entonces lo mandó llamar y le dijo:
—Así que ella es tu esposa, ¿verdad? Entonces, ¿por qué dijiste que era tu hermana? —Yo pensé que tal vez me matarían por causa de ella —contestó Isaac.10 Pero Abimélec le dijo:
—¿Por qué nos has hecho esto? Un poco más y alguno del pueblo se habría acostado con tu esposa, y tú nos habrías hecho pecar.11 Entonces Abimélec ordenó a todo su pueblo:
—Si alguien molesta a este hombre o a su esposa, será condenado a muerte.12 Ese año Isaac sembró en aquel lugar y recogió muy buena cosecha, pues el Señor lo bendijo.
13 Se hizo muy rico y llegó a tener muchas posesiones.
14 Eran tantas sus ovejas y vacas, y tantos sus siervos, que los filisteos le tenían envidia.
15 Cuando su padre Abraham aún vivía, los siervos de Abraham habían abierto pozos; pero después los filisteos los habían tapado y llenado de tierra.
16 Por fin, Abimélec le dijo a Isaac:
—Vete de aquí, porque has llegado a ser más rico que nosotros.17 Isaac se fue y acampó en el valle de Guerar, y allí se quedó a vivir.
18 Volvió a abrir los pozos de agua que habían sido abiertos en vida de su padre, y que los filisteos habían tapado después de su muerte, y les puso los mismos nombres que su padre les había dado.
19 Un día, los siervos de Isaac estaban haciendo un pozo en el valle, y encontraron un manantial.
20 Pero los pastores que cuidaban las ovejas en el valle de Guerar se pelearon con los pastores que cuidaban las ovejas de Isaac, porque decían que esa agua era de ellos. Por eso Isaac llamó a ese pozo «Pelea», pues se habían peleado por él.
21 Después sus siervos abrieron otro pozo, por el que volvieron a pelear, y a ese pozo Isaac lo llamó «Enemistad».
22 Isaac se fue lejos de allí, y abrió otro pozo. Como ya no pelearon por él, lo llamó «Libertad», pues dijo: «Ahora el Señor nos ha dejado en libertad de progresar en este lugar.»
23 De allí Isaac se fue a Beerseba.
24 Esa noche el Señor se le apareció y le dijo:
«Yo soy el Dios de tu padre Abraham.
No tengas miedo; yo estoy contigo.
Por causa de mi siervo Abraham
te bendeciré y aumentaré mucho tu descendencia.»
25 Entonces Isaac construyó un altar allí, e invocó el nombre del Señor. Acampó en aquel lugar, y sus siervos abrieron un pozo.
26 Un día, Abimélec vino desde Guerar para hablar con Isaac. Lo acompañaban su amigo Ahuzat, y Ficol, que era el capitán de su ejército.
27 Isaac les dijo:
—Si ustedes no me quieren, y hasta me echaron de su tierra, ¿para qué vienen a verme?28 Ellos le contestaron:
—Hemos visto que el Señor está contigo, y hemos pensado proponerte que hagamos un pacto. El pacto será éste:29 que tú no nos harás ningún mal, pues nosotros no te hemos molestado. Al contrario, siempre te hemos tratado bien y te despedimos en forma amistosa, y ahora el Señor te está bendiciendo.
30 Entonces Isaac les hizo una gran fiesta, y ellos comieron y bebieron.
31 Al día siguiente por la mañana, se levantaron y se hicieron juramentos entre sí. Luego Isaac les dijo adiós, y ellos se despidieron de él como amigos.
32 Aquel mismo día, los siervos de Isaac vinieron a darle la noticia de que habían encontrado agua en el pozo que estaban abriendo.
33 Isaac le puso a aquel pozo el nombre de Sebá. Por eso aquella ciudad todavía se llama Beerseba.
34 Cuando Esaú tenía cuarenta años, se casó con Judit, que era hija de Beerí el hitita. También se casó con Basemat, que era hija de otro hitita llamado Elón.
35 Estas dos mujeres les amargaron la vida a Isaac y Rebeca.
1 Isaac estaba ya muy viejo, y se había quedado ciego. Un día llamó a Esaú, su hijo mayor, y le dijo:
—¡Hijo mío! —Dime, padre —contestó Esaú.2 —Ya ves que estoy muy viejo —dijo Isaac—, y un día de éstos me puedo morir.
3 Por eso quiero que vayas al monte con tu arco y tus flechas para cazar algún animal.
4 Prepara luego un guisado sabroso, como a mí me gusta, y tráelo para que yo lo coma. Entonces te daré mi bendición antes de morir.
5 Pero Rebeca estaba oyendo lo que Isaac le decía a Esaú. Por eso, en cuanto éste se fue al monte a cazar algo para su padre,
6 ella dijo a Jacob, su hijo menor:
—Mira, oí que tu padre estaba hablando con tu hermano Esaú, y que le decía:7 “Caza algún animal, prepara un guisado sabroso para que yo lo coma, y te daré mi bendición delante del Señor antes de morir.”
8 Así que, hijo mío, escucha bien lo que te voy a decir:
9 Ve a donde está el rebaño, y tráeme dos de los mejores cabritos; voy a prepararle a tu padre un guisado sabroso, como a él le gusta.
10 Tú se lo vas a llevar para que lo coma, y así te dará a ti su bendición antes de morir.
11 Pero Jacob le dijo a su madre:
—Mi hermano tiene mucho pelo en el cuerpo, y yo no.12 Si mi padre llega a tocarme y me reconoce, va a pensar que me estoy burlando de él; entonces haré que me maldiga en lugar de que me bendiga.
13 Pero su madre le contestó:
—Hijo mío, que esa maldición recaiga sobre mí. Tú haz lo que te digo y tráeme esos cabritos.14 Jacob fue por los cabritos y se los trajo a su madre. Ella preparó entonces un guisado sabroso, como a Isaac le gustaba,
15 sacó la mejor ropa de Esaú, su hijo mayor, que estaba guardada en la casa, y se la puso a Jacob, su hijo menor.
16 Luego, con la piel de los cabritos, le cubrió a Jacob los brazos y la parte del cuello donde no tenía pelo,
17 y le dio el guisado y el pan que había preparado.
18 Entonces Jacob entró donde estaba su padre, y le dijo:
—¡Padre! —Aquí estoy. ¿Cuál de mis hijos eres tú? —preguntó Isaac.19 —Soy Esaú, tu hijo mayor —contestó Jacob—. Ya hice lo que me dijiste. Levántate, por favor; siéntate y come del animal que he cazado, y dame tu bendición.
20 Entonces Isaac le preguntó:
—¿Cómo pudiste encontrarlo tan pronto, hijo mío? —El Señor tu Dios me ayudó a encontrarlo —respondió Jacob.21 Pero Isaac le dijo:
—Acércate y déjame tocarte, a ver si de veras eres mi hijo Esaú.22 Jacob se acercó para que su padre lo tocara. Entonces Isaac dijo: «La voz es la de Jacob, pero los brazos son los de Esaú.»
23 Así que no lo reconoció, porque sus brazos tenían mucho pelo, como los de su hermano Esaú. Pero cuando iba a darle su bendición,
24 volvió a preguntarle:
—¿De veras eres mi hijo Esaú? —Sí, yo soy Esaú —respondió Jacob.25 Entonces su padre le dijo:
—Sírveme, hijo mío, para que coma yo de lo que cazaste, y entonces te daré mi bendición. Jacob le sirvió de comer a su padre, y también le trajo vino. Isaac comió y bebió,26 y luego le dijo:
—Acércate, hijo, y dame un beso.27 Cuando Jacob se acercó para besarlo, Isaac le olió la ropa. Entonces lo bendijo con estas palabras:
«Sí, este olor es de mi hijo.
Es como el olor de un campo
bendecido por el Señor.
28
Que Dios te dé la lluvia del cielo,
las mejores cosechas de la tierra,
mucho trigo y mucho vino.
29
Que mucha gente te sirva;
que las naciones se arrodillen delante de ti.
Gobierna a tus propios hermanos;
¡que se arrodillen delante de ti!
Los que te maldigan serán malditos,
y los que te bendigan serán benditos.»
30 Había terminado Isaac de bendecir a Jacob, y apenas salía Jacob de donde estaba su padre, cuando Esaú regresó de cazar.
31 También él preparó un guisado sabroso, se lo llevó a su padre, y le dijo:
—Levántate, padre; come del animal que tu hijo ha cazado, y dame tu bendición.32 Entonces Isaac le preguntó:
—¿Quién eres tú? —Soy Esaú, tu hijo mayor —contestó.33 Isaac se quedó muy sorprendido, y con voz temblorosa dijo:
—Entonces, ¿quién es el que fue a cazar y me trajo el guisado? Yo me lo comí todo antes de que tú llegaras, y le di mi bendición, y ahora él ha quedado bendecido.34 Cuando Esaú oyó lo que su padre decía, se puso a llorar amargamente, y gritó:
—¡Dame también a mí tu bendición, padre mío!35 Pero Isaac le contestó:
—Ya vino tu hermano, y me engañó, y se llevó la bendición que era para ti.36 —¡Con razón le pusieron por nombre Jacob! —dijo Esaú—. ¡Ya van dos veces que me hace trampa! Primero me quitó mis derechos de hijo mayor, y ahora me ha quitado la bendición que me tocaba. ¿No has guardado ninguna otra bendición para mí?
37 Entonces Isaac le contestó:
—Mira, yo le he dado a Jacob autoridad sobre ti; le he dado por siervos a todos sus parientes, y le he deseado que tenga mucho trigo y mucho vino. ¿Qué puedo hacer ahora por ti, hijo mío?38 Esaú insistió:
—¿No puedes dar más que una sola bendición, padre mío? ¡Bendíceme también a mí! Y volvió a llorar a gritos.39 Entonces Isaac le dijo:
«Vivirás lejos de las tierras fértiles
y de la lluvia que cae del cielo.
40
Tendrás que defenderte con tu espada
y serás siervo de tu hermano;
pero cuando te hagas fuerte,
te librarás de él.»
41 Desde entonces Esaú odió a Jacob por la bendición que le había dado su padre, y pensaba: «Ya pronto vamos a estar de luto por la muerte de mi padre; después de eso, mataré a mi hermano Jacob.»
42 Cuando Rebeca supo lo que Esaú estaba planeando, mandó llamar a Jacob y le dijo:
—Mira, tu hermano Esaú quiere matarte para vengarse de ti.43 Por eso, hijo, escúchame; huye en seguida a Harán, a casa de mi hermano Labán.
44 Quédate con él por algún tiempo, hasta que se le pase el enojo a tu hermano
45 y olvide lo que le has hecho. Entonces te mandaré avisar para que vuelvas. ¡No quiero perder a mis dos hijos en un solo día!
46 Luego Rebeca le dijo a Isaac:
—Estoy cansada de la vida por culpa de estas hititas con las que Esaú se casó. Si Jacob se casa con una hitita como estas, de las que viven aquí en Canaán, vale más que me muera.1 Entonces Isaac llamó a Jacob, lo bendijo y le dio esta orden: «No te cases con ninguna mujer de esta tierra de Canaán.
2 Vete a Padán-aram, a la casa de tu abuelo Betuel, y cásate allá con una de las hijas de tu tío Labán.
3 Que el Dios todopoderoso te bendiga y te dé muchos descendientes, para que de ti salgan muchas naciones.
4 Que te dé a ti, y también a tus descendientes, la bendición que le prometió a Abraham, para que sean dueños de esta tierra donde ahora vivimos como extranjeros, pues él se la prometió a Abraham.»
5 Así fue como Isaac envió a Jacob a Padán-aram. Jacob llegó a casa de Labán, que era hijo de Betuel el arameo y hermano de Rebeca, la madre de Jacob y Esaú.
6 Esaú había visto cuando Isaac le dio su bendición a Jacob y lo envió a Padán-aram para casarse allá. También se fijó en que su padre, al bendecirlo, le encargó que no se casara con ninguna mujer de Canaán,
7 y que Jacob se fue a Padán-aram como su padre y su madre le habían dicho.
8 De esa manera Esaú se dio cuenta de que a su padre no le agradaban las mujeres de Canaán;
9 por eso fue a ver a Ismael, hijo de Abraham, y tomó por esposa a su hija Mahalat, que era hermana de Nebaiot, además de las esposas cananeas que ya tenía.
10 Jacob salió de Beerseba y tomó el camino de Harán.
11 Llegó a cierto lugar y allí se quedó a pasar la noche, porque el sol ya se había puesto. Tomó como almohada una de las piedras que había en el lugar, y se acostó a dormir.
12 Allí tuvo un sueño, en el que veía una escalera que estaba apoyada en la tierra y llegaba hasta el cielo, y por la cual los ángeles de Dios subían y bajaban.
13 También veía que el Señor estaba de pie junto a él, y que le decía: «Yo soy el Señor, el Dios de tu abuelo Abraham y de tu padre Isaac. A ti y a tus descendientes les daré la tierra en donde estás acostado.
14 Ellos llegarán a ser tantos como el polvo de la tierra, y se extenderán al norte y al sur, al este y al oeste, y todas las familias del mundo serán bendecidas por medio de ti y de tus descendientes.
15 Yo estoy contigo; voy a cuidarte por dondequiera que vayas, y te haré volver a esta tierra. No voy a abandonarte sin cumplir lo que te he prometido.»
16 Cuando Jacob despertó de su sueño, pensó: «En verdad el Señor está en este lugar, y yo no lo sabía.»
17 Tuvo mucho miedo, y pensó: «Este lugar es muy sagrado. Aquí está la casa de Dios; ¡es la puerta del cielo!»
18 Al día siguiente Jacob se levantó muy temprano, tomó la piedra que había usado como almohada, la puso de pie como un pilar, y la consagró derramando aceite sobre ella.
19 En ese lugar había antes una ciudad que se llamaba Luz, pero Jacob le cambió el nombre y le puso Betel.
20 Allí Jacob hizo esta promesa: «Si Dios me acompaña y me cuida en este viaje que estoy haciendo, si me da qué comer y con qué vestirme,
21 y si regreso sano y salvo a la casa de mi padre, entonces el Señor será mi Dios.
22 Esta piedra que he puesto como pilar, será casa de Dios; y siempre te daré, oh Dios, la décima parte de todo lo que tú me des.»
1 Jacob siguió su camino y se fue a la tierra de los del oriente.
2 En el campo vio un pozo, cerca del cual estaban descansando tres rebaños de ovejas, porque los animales bebían agua de él. Sobre la boca del pozo había una piedra muy grande,
3 y cuando todos los rebaños se juntaban allí, los pastores quitaban la piedra para darles agua a las ovejas, y luego volvían a tapar el pozo.
4 Jacob preguntó a los pastores:
—¿De dónde son ustedes, amigos míos? —Somos de Harán —contestaron ellos.5 —¿Conocen ustedes a Labán, el hijo de Nahor? —volvió a preguntar.
—Sí, lo conocemos —respondieron.6 —¿Está bien de salud? —insistió Jacob.
—Sí, Labán está bien —dijeron los pastores—. Mire usted, aquí viene su hija Raquel con sus ovejas.7 Entonces Jacob dijo:
—Todavía es de día, y es muy temprano para encerrar las ovejas. ¿Por qué no les dan agua y las llevan a pastar?8 Pero ellos le contestaron:
—No podemos hacerlo. Tenemos que esperar a que se junten todos los rebaños y los pastores quiten la piedra de la boca del pozo, para poder darles agua a las ovejas.9 Mientras Jacob estaba hablando con ellos, Raquel llegó con las ovejas de su padre, pues ella era quien las cuidaba.
10 Tan pronto como Jacob la vio con las ovejas de su tío Labán, fue y quitó la piedra de la boca del pozo, y les dio agua a las ovejas;
11 luego la saludó con un beso, y comenzó a llorar.
12 Cuando Jacob le contó que él era hijo de Rebeca y sobrino de Labán, Raquel fue corriendo a contárselo a su padre.
13 Labán, al oír hablar de Jacob, el hijo de su hermana, salió corriendo a recibirlo, lo abrazó, lo saludó con un beso y lo llevó a su casa. Luego Jacob le contó todo lo que había pasado.
14 Y Labán le dijo: «Verdaderamente tú eres uno de mi propia sangre.»
Jacob se quedó con Labán durante un mes.15 Después de ese tiempo, Labán le dijo:
—No vas a trabajar para mí sin ganar nada, sólo porque eres mi pariente. Dime cuánto quieres que te pague.16 Labán tenía dos hijas: la mayor se llamaba Lía, y la menor, Raquel.
17 Lía tenía unos ojos muy tiernos, pero Raquel era hermosa de pies a cabeza.
18 Como Jacob se había enamorado de Raquel, contestó:
—Por Raquel, tu hija menor, trabajaré siete años para ti.19 Entonces Labán contestó:
—Es mejor dártela a ti que dársela a un extraño. Quédate conmigo.20 Y así Jacob trabajó por Raquel durante siete años, aunque a él le pareció muy poco tiempo porque la amaba mucho.
21 Cuando pasaron los siete años, Jacob le dijo a Labán:
—Dame mi mujer, para que me case con ella, porque ya terminó el tiempo que prometí trabajar por ella.22 Entonces Labán invitó a todos sus vecinos a la fiesta de bodas que hizo.
23 Pero por la noche Labán tomó a Lía y se la llevó a Jacob, y Jacob durmió con ella.
24 Además, Labán le regaló a Lía una de sus esclavas, llamada Zilpá, para que la atendiera.
25 A la mañana siguiente Jacob se dio cuenta de que había dormido con Lía, y le reclamó a Labán:
—¿Qué cosa me has hecho? ¿No trabajé contigo por Raquel? Entonces, ¿por qué me has engañado?26 Y Labán le contestó:
—Aquí no acostumbramos que la hija menor se case antes que la mayor.27 Cumple con la semana de bodas de Lía y entonces te daremos también a Raquel, si es que te comprometes a trabajar conmigo otros siete años.
28 Jacob aceptó, y cuando terminó la semana de bodas de Lía, Labán le dio a Raquel por esposa.
29 Labán también le dio a Raquel una de sus esclavas, llamada Bilhá, para que la atendiera.
30 Jacob se unió también a Raquel, y la amó mucho más que a Lía, aunque tuvo que trabajar con Labán durante siete años más.
31 Cuando el Señor vio que Jacob despreciaba a Lía, hizo que ésta tuviera hijos, pero a Raquel la mantuvo estéril.
32 Lía quedó embarazada y tuvo un hijo, al que llamó Rubén, porque dijo: «El Señor me vio triste. Por eso ahora mi esposo me amará.»
33 Después Lía tuvo otro hijo, al que llamó Simeón, y entonces dijo: «El Señor oyó que me despreciaban, y por eso me dio un hijo más.»
34 Y otra vez tuvo un hijo, al cual llamó Leví, porque dijo: «Ahora mi esposo se unirá más a mí, porque ya le he dado tres hijos.»
35 Lía tuvo aún otro hijo, al cual llamó Judá, porque dijo: «Esta vez alabaré al Señor.» Después de esto, dejó de tener hijos.
1 Cuando Raquel vio que ella no podía darle hijos a Jacob, sintió envidia de su hermana Lía, y le dijo a su esposo:
—Dame hijos, porque si no, me voy a morir.2 Pero Jacob se enojó con ella y le dijo:
—¿Acaso soy Dios? Él es quien no te deja tener hijos.3 Entonces ella le dijo:
—Mira, toma a mi esclava Bilhá y únete con ella; y cuando ella tenga hijos, será como si yo misma los tuviera. Así podré tener hijos.4 De esta manera Raquel le dio a Jacob su esclava Bilhá, para que fuera su concubina. Jacob se unió con Bilhá,
5 y ella le dio un hijo a Jacob.
6 Entonces Raquel dijo: «Este niño se va a llamar Dan, porque Dios oyó mi oración y me hizo justicia al darme un hijo.»
7 Después Bilhá le dio otro hijo a Jacob,
8 y Raquel dijo: «Este niño se va a llamar Neftalí, porque he luchado mucho contra mi hermana y la he vencido.»
9 Cuando Lía vio que ya no podía tener hijos, tomó a su esclava Zilpá y se la dio a Jacob para que fuera su concubina.
10 Y cuando Zilpá le dio un hijo a Jacob,
11 Lía dijo: «¡Qué suerte! Por eso el niño se va a llamar Gad.»
12 Después Zilpá le dio otro hijo a Jacob,
13 y entonces Lía dijo: «¡Qué felicidad! Ahora las mujeres dirán que soy feliz. Por eso el niño se va a llamar Aser.»
14 Un día fue Rubén al campo, durante la cosecha de trigo, y allí encontró unas frutas llamadas mandrágoras, las cuales llevó a su madre Lía. Cuando Raquel vio las frutas, le dijo a Lía:
—Por favor, dame algunas de esas mandrágoras que tu hijo te trajo.15 Pero Lía le contestó:
—¿Te parece poco haberme quitado el marido? ¡Y ahora quieres también quitarme las mandrágoras de mi hijo! —Pues a cambio de las mandrágoras de tu hijo, esta noche Jacob dormirá contigo —propuso Raquel.16 Por la noche, cuando Jacob regresó del campo, Lía salió a su encuentro y le dijo:
—Hoy vas a dormir conmigo, porque te he alquilado a cambio de las mandrágoras de mi hijo. Esa noche Jacob durmió con Lía,17 y ella le dio a Jacob su quinto hijo, porque Dios oyó su oración.
18 Entonces Lía dijo: «Este niño se va a llamar Isacar, pues Dios me ha premiado porque le di mi esclava a mi marido.»
19 Después Lía le dio a Jacob su sexto hijo,
20 y dijo: «Dios me ha dado un buen regalo. Ahora mi marido me estimará más, porque ya le he dado seis hijos. Por eso este niño se va a llamar Zabulón.»
21 Por último, Lía tuvo una hija, a la cual llamó Dina.
22 Pero Dios se acordó de Raquel; oyó su oración y le permitió tener hijos.
23 Cuando tuvo el primero, dijo: «Dios me ha quitado la vergüenza de no tener hijos.
24 Ojalá me permita tener otro.» Por eso lo llamó José.
25 Después que Raquel dio a luz a José, Jacob dijo a Labán:
—Déjame regresar a mi propia tierra.26 Dame mis hijos y mis mujeres, pues por ellas he trabajado contigo, y déjame ir. Tú bien sabes cómo he trabajado para ti.
27 Pero Labán le contestó:
—Por favor, quédate conmigo. He sabido por adivinación que el Señor me ha bendecido por medio de ti.28 Dime cuánto quieres ganar, y te lo pagaré.
29 Entonces Jacob le dijo:
—Tú bien sabes cómo he trabajado para ti y cómo he cuidado tus animales;30 lo poco que tenías antes que yo viniera, ha aumentado enormemente, pues desde que llegué, el Señor te ha bendecido; pero, ¿cuándo voy a comenzar a trabajar para mi propia familia?
31 —¿Cuánto quieres que te pague? —insistió Labán.
—No me pagues nada —respondió Jacob—. Volveré a cuidar tus ovejas, si aceptas lo que te voy a proponer:32 déjame pasar hoy por entre tu rebaño, para apartar todos los corderitos negros y todos los cabritos manchados y moteados. Ellos serán mi salario.
33 Así, cuando más adelante vengas a ver lo que he ganado, tendrás la prueba de mi honradez: pues si en mi rebaño hay cabras que no sean manchadas o moteadas, o corderos que no sean negros, será que te los he robado.
34 —Está bien, acepto lo que propones —dijo Labán.
35 Pero ese mismo día Labán apartó todos los chivos rayados y moteados, y todas las cabras manchadas y moteadas o que tenían algo blanco, y todos los corderos negros, y se los dio a sus hijos para que los cuidaran.
36 Luego se fue con este rebaño del lugar donde estaba Jacob, a una distancia de tres días de camino.
Jacob, por su parte, siguió cuidando las otras ovejas de Labán.37 Cortó ramas verdes de álamo, almendro y castaño, y las peló para que se pudieran ver rayas blancas;
38 38-39 luego puso las varas, ya peladas, frente a los rebaños, en el lugar donde tomaban agua. Allí era donde los machos se unían con las hembras, y como lo hacían delante de las varas, sus crías nacían rayadas, manchadas y moteadas.
39
40 Entonces Jacob las apartaba y las ponía frente a los animales rayados y negros del rebaño de Labán. Así Jacob fue formando su propio rebaño, separándolo del rebaño de Labán.
41 Cada vez que los animales más gordos se unían para tener crías, Jacob ponía las varas en el lugar donde tomaban agua, de manera que pudieran ver las varas en el momento de unirse;
42 pero cuando venían los animales más flacos, no ponía las varas. Por eso los animales más flacos eran para Labán, y los más gordos eran para Jacob.
43 De esa manera Jacob se hizo muy rico y llegó a tener muchas ovejas, esclavos, esclavas, camellos y asnos.
1 Pero Jacob supo que los hijos de Labán andaban diciendo: «Jacob ha tomado todo lo que era de nuestro padre, y con eso se ha hecho rico.»
2 También Jacob se fijó en que Labán ya no lo miraba con buenos ojos, como antes.
3 Entonces el Señor le dijo a Jacob: «Regresa a la tierra de tus padres, donde están tus parientes, y yo te acompañaré.»
4 Jacob mandó llamar a Raquel y a Lía, para que vinieran al campo donde estaba él con sus ovejas,
5 y les dijo:
—Me he dado cuenta de que el padre de ustedes ya no me trata igual que antes; pero el Dios de mi padre siempre me ha acompañado.6 Ustedes saben muy bien que yo he trabajado para su padre lo mejor que he podido,
7 y que él me ha engañado y continuamente me ha cambiado el salario. Sin embargo, Dios no le ha dejado hacerme ningún mal;
8 al contrario, cuando él decía: “Te voy a pagar con los animales manchados”, todas las hembras tenían crías manchadas; y cuando decía: “Te voy a pagar con los rayados”, entonces todas tenían crías rayadas.
9 Así fue como Dios le quitó sus animales para dármelos a mí.
10 »Un día, cuando los animales estaban en celo, tuve un sueño en el que veía que los machos cabríos que cubrían a las hembras eran rayados, manchados y moteados.
11 En ese sueño el ángel de Dios me llamó por mi nombre, y yo le contesté: “Aquí estoy.”
12 Entonces el ángel me dijo: “Fíjate bien, y vas a ver que todos los machos que cubren a las hembras son rayados, manchados y moteados, porque me he dado cuenta de todo lo que Labán te ha hecho.
13 Yo soy el Dios que se te apareció en Betel, allí donde tú consagraste la piedra y me hiciste una promesa. ¡Vamos! Levántate y vete de este lugar; regresa a la tierra donde naciste.”»
14 Entonces Raquel y Lía le contestaron:
—Nosotras ya no tenemos ninguna herencia en la casa de nuestro padre.15 Al contrario, nos trata como si fuéramos extrañas. ¡Hasta nos vendió, y se aprovechó de lo que le pagaste por casarte con nosotras!
16 En realidad, toda la riqueza que Dios le ha quitado a nuestro padre, es nuestra y de nuestros hijos. Así que haz todo lo que Dios te ha dicho.
17 17-18 Jacob se preparó para regresar a Canaán, donde vivía su padre Isaac. Hizo montar a sus hijos y a sus mujeres en los camellos, tomó todo lo que tenía, y se puso en camino con todos los animales que había recibido por su trabajo en Padán-aram.
18
19 Mientras Labán fue a otra parte a trasquilar sus ovejas, Raquel le robó sus ídolos familiares.
20 Así fue como Jacob engañó a Labán el arameo, no diciéndole que se iba.
21 Escapó con todo lo que tenía. Muy pronto cruzó el río Éufrates, y siguió adelante hacia los montes de Galaad.
22 Tres días después, Labán supo que Jacob se había escapado.
23 Entonces, acompañado de sus parientes, salió a perseguirlo, y siete días después lo alcanzó en los montes de Galaad.
24 Pero aquella noche Dios se le apareció a Labán el arameo en un sueño, y le dijo: «Escucha, no le hables a Jacob en forma brusca.»
25 Labán alcanzó a Jacob en los montes de Galaad, que era donde Jacob había acampado. Allí mismo acampó Labán con sus parientes,
26 y le reclamó a Jacob:
—¿Qué has hecho? ¿Por qué me engañaste? ¡Has traído a mis hijas como si fueran prisioneras de guerra!27 ¿Por qué me engañaste y escapaste a escondidas, sin decirme nada? De haberlo sabido, yo te habría despedido con alegría y con música de tambores y de arpa.
28 Ni siquiera me dejaste besar a mis hijas y a mis nietos. ¡Has actuado como un necio!
29 Yo bien podría hacerles daño a todos ustedes, pero anoche me habló el Dios de tu padre y me dijo: “Escucha, no le hables a Jacob en forma brusca.”
30 Pero, si tanto querías regresar a la casa de tu padre, y por eso te fuiste, ¿por qué me robaste mis dioses?
31 Entonces Jacob le contestó a Labán:
—Es que tuve miedo. Yo pensé que tal vez me ibas a quitar tus hijas por la fuerza.32 Pero si alguno de los que aquí están tiene tus dioses, ¡que muera! Nuestros parientes son testigos: dime si yo tengo algo tuyo, y llévatelo.
Pero Jacob no sabía que Raquel había robado los ídolos.33 Labán entró en la tienda de campaña de Jacob, luego en la de Lía y también en la de las dos esclavas, pero no encontró los ídolos. Cuando salió de la tienda de campaña de Lía y entró en la de Raquel,
34 ella tomó los ídolos, los puso dentro de la montura del camello, y se sentó sobre ellos. Labán estuvo buscando por toda la tienda, pero no los encontró.
35 Entonces Raquel le dijo:
—Padre, no te enojes si no me levanto delante de ti, pero es que hoy tengo mi período de menstruación. Como Labán anduvo buscando los ídolos y no los encontró,36 Jacob se enojó y le reclamó a Labán con estas palabras:
—¿Qué falta cometí? ¿Cuál es mi pecado, que con tantas ansias me has perseguido?37 Has registrado todas mis cosas, ¿y qué has encontrado de las cosas de tu casa? ¡Ponlo aquí, delante de tus parientes y de los míos, para que ellos digan quién de los dos tiene la razón!
38 Durante estos veinte años que trabajé contigo, nunca abortaron tus ovejas ni tus cabras; nunca me comí un solo carnero de tus rebaños;
39 nunca te traje los animales que las fieras mataban, sino que yo pagaba esa pérdida; si de día o de noche robaban ganado, tú me lo cobrabas.
40 De día me moría de calor; de noche me moría de frío, ¡y hasta el sueño se me iba!
41 Veinte años he estado en tu casa, y esto es lo que me tocó: por tus dos hijas trabajé catorce años a tu servicio; por tus animales trabajé seis años; y continuamente me cambiabas mi salario.
42 De no haber estado conmigo el Dios de Abraham, el Dios que adoraba mi padre Isaac, estoy seguro que me habrías mandado con las manos vacías. Pero Dios vio mi tristeza y el resultado de mi trabajo, y anoche te reprendió.
43 Entonces Labán le contestó a Jacob:
—Las hijas son mis hijas; los nietos son mis nietos; las ovejas son mis ovejas; ¡todo lo que aquí ves es mío! Sin embargo, ¿qué les puedo hacer ahora a mis hijas, o a los hijos que ellas han tenido?44 Por eso, ven; tú y yo vamos a hacer un pacto, que va a servir como testimonio entre nosotros dos.
45 Entonces Jacob tomó una piedra, la puso de pie como un pilar,
46 y les dijo a sus parientes:
—¡Junten piedras! Todos juntaron piedras para hacer un montón, y allí comieron, junto al montón de piedras.47 Labán llamó a ese lugar en su idioma «Jegar Sahadutá», y Jacob lo llamó en el suyo «Galaad».
48 Entonces Labán dijo:
—Hoy, este montón de piedras es testigo entre nosotros dos. Por eso se llamó Galaad ese lugar,49 y también se llamó Mispá, porque Labán dijo:
—Que el Señor vigile entre nosotros dos, cuando ya no podamos vernos el uno al otro.50 Si maltratas a mis hijas, o si te casas con otras mujeres además de ellas, aunque no haya nadie como testigo entre nosotros, Dios mismo sea testigo.
51 Y Labán siguió diciéndole a Jacob:
—Mira, aquí están el montón de piedras y el pilar que he puesto entre nosotros dos.52 Ambos serán testigos de que ni tú ni yo cruzaremos esta línea para perjudicarnos.
53 Que decida entre nosotros el Dios de tu abuelo Abraham y el de mi abuelo Nahor.
Entonces Jacob juró por el Dios que su padre Isaac adoraba.54 Luego hizo Jacob sacrificios en el cerro, y llamó a sus parientes a comer. Todos ellos comieron, y pasaron la noche en el cerro.
55 Al día siguiente por la mañana, Labán se levantó y les dio un beso a sus nietos y a sus hijas; después los bendijo, y regresó a su tierra.
1 Jacob siguió su camino, y unos ángeles de Dios le salieron al encuentro.
2 Cuando Jacob los vio, dijo: «Éste es un ejército de Dios.» Por eso llamó Mahanaim a aquel lugar.
3 Jacob envió unos mensajeros a la tierra de Seír, que es la región de Edom, para anunciarle su llegada a su hermano Esaú,
4 y les dio este mensaje: «Díganle a mi hermano Esaú: “Su hermano Jacob se pone a sus órdenes, y le manda a decir: He vivido con Labán todo este tiempo,
5 y tengo vacas, asnos, ovejas, esclavos y esclavas. Envío este mensaje a mi señor, esperando ganarme su buena voluntad.”»
6 Cuando los mensajeros regresaron, le dijeron a Jacob:
—Fuimos a ver a su hermano Esaú, y ya viene él mismo para recibirlo a usted, acompañado de cuatrocientos hombres.7 Al oír esto, Jacob tuvo mucho miedo y se quedó muy preocupado. Dividió entonces en dos grupos la gente que estaba con él, y también las ovejas, vacas y camellos,
8 pues pensó: «Si Esaú viene contra un grupo y lo ataca, el otro grupo podrá escapar.»
9 Luego comenzó a orar: «Señor, Dios de mi abuelo Abraham y de mi padre Isaac, que me dijiste que regresara a mi tierra y a mis parientes, y que harías que me fuera bien:
10 no merezco la bondad y fidelidad con que me has tratado. Yo crucé este río Jordán sin llevar nada más que mi bastón, y ahora he llegado a tener dos campamentos.
11 ¡Por favor, sálvame de las manos de mi hermano Esaú! Tengo miedo de que venga a atacarme y mate a las mujeres y a los niños.
12 Tú has dicho claramente que harás que me vaya bien, y que mis descendientes serán tan numerosos como los granitos de arena del mar, que no se pueden contar.»
13 Aquella noche Jacob durmió allí, y de lo que tenía a la mano escogió regalos para su hermano Esaú:
14 doscientas cabras, veinte chivos, doscientas ovejas, veinte carneros,
15 treinta camellas recién paridas, con sus crías, cuarenta vacas, diez novillos, veinte asnas y diez asnos.
16 Luego les entregó a sus siervos cada manada por separado, y les dijo:
—Adelántense, y guarden alguna distancia entre manada y manada.17 Al primero que envió, le ordenó:
—Cuando te encuentre mi hermano Esaú, y te pregunte quién es tu amo, a dónde vas y de quién son los animales que llevas,18 contéstale: “Es un regalo para usted, mi señor Esaú, de parte de Jacob, su servidor. Por cierto que él mismo viene detrás de nosotros.”
19 También al segundo que envió, y al tercero, y a todos los que llevaban las manadas, les dijo:
—Cuando encuentren a Esaú, díganle lo mismo,20 y díganle también: “Jacob, su servidor, viene detrás de nosotros.”
Y es que Jacob pensaba: «Voy a calmar su enojo con los regalos que le envío por delante, y luego lo veré personalmente. Tal vez así me recibirá bien.»21 Así, pues, los regalos se fueron antes, y él se quedó a pasar la noche en su campamento.
22 Aquella misma noche Jacob se levantó, tomó a sus dos esposas, sus dos esclavas y sus once hijos, y los hizo cruzar el vado del río Jaboc,
23 junto con todo lo que tenía.
24 Cuando Jacob se quedó solo, un hombre luchó con él hasta que amaneció;
25 pero como el hombre vio que no podía vencer a Jacob, lo golpeó en la coyuntura de la cadera, y esa parte se le zafó a Jacob mientras luchaba con él.
26 Entonces el hombre le dijo:
—Suéltame, porque ya está amaneciendo. —Si no me bendices, no te soltaré —contestó Jacob.27 —¿Cómo te llamas? —preguntó aquel hombre.
—Me llamo Jacob —respondió él.28 Entonces el hombre le dijo:
—Ya no te llamarás Jacob. Tu nombre será Israel, porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido.29 —Ahora dime cómo te llamas tú —preguntó Jacob.
Pero el hombre contestó: —¿Para qué me preguntas mi nombre? Luego el hombre lo bendijo allí mismo.30 Y Jacob llamó a aquel lugar Penuel, porque dijo: «He visto a Dios cara a cara, y sin embargo todavía estoy vivo.»
31 Ya Jacob estaba pasando de Penuel cuando el sol salió; pero debido a su cadera, iba cojeando.
32 Por eso hasta el día de hoy los descendientes de Israel no comen el tendón que está en la coyuntura de la cadera, porque Jacob fue golpeado en esa parte.
1 Cuando Jacob vio que Esaú venía acompañado de cuatrocientos hombres, repartió a los niños entre Lía, Raquel y las dos esclavas.
2 Colocó primero a las esclavas con sus hijos, luego a Lía con sus hijos, y por último a Raquel y José.
3 Luego se adelantó a ellos, y se inclinó hasta tocar el suelo con la frente siete veces, hasta que estuvo cerca de su hermano.
4 Pero Esaú corrió a su encuentro y, echándole los brazos al cuello, lo abrazó y lo besó. Los dos lloraron.
5 Después Esaú se fijó en las mujeres y en los niños, y preguntó:
—Y éstos, ¿quiénes son? —Son los hijos que Dios le ha dado a tu servidor —dijo Jacob.6 Entonces las esclavas y sus hijos se acercaron y se inclinaron hasta tocar el suelo con la frente;
7 luego se acercaron Lía y sus hijos, y se inclinaron de la misma manera, y por último se acercaron José y Raquel, y también se inclinaron.
8 De pronto Esaú preguntó:
—¿Qué piensas hacer con todas esas manadas que he venido encontrando? —Ganarme tu buena voluntad —respondió Jacob.9 —No, hermano mío; yo tengo suficiente. Quédate con lo que es tuyo —dijo Esaú.
10 Pero Jacob insistió:
—No, por favor. Si me he ganado tu buena voluntad, acepta este regalo, pues verte en persona es como ver a Dios mismo, ya que tú me has recibido muy bien.11 Te ruego que aceptes el regalo que te he traído, pues Dios me ha hecho rico, y nada me falta.
Tanto insistió Jacob, que al fin Esaú aceptó el regalo;12 pero dijo:
—Bueno, vámonos de aquí. Yo iré delante de ti.13 Y Jacob respondió:
—Querido hermano, tú sabes que los niños son débiles, y que debo pensar en las ovejas y en las vacas con cría; si se les cansa, en un solo día pueden morir todas las ovejas.14 Es mejor que tú te adelantes a este servidor tuyo; yo iré poco a poco, al paso de los animales que van delante de mí, y al paso de los niños, hasta reunirme contigo en Seír.
15 —Bueno —dijo Esaú—, permíteme dejarte algunos hombres de los que vienen conmigo.
Pero Jacob contestó: —¡No, por favor! ¿Para qué te molestas?16 Ese mismo día, Esaú regresó a Seír.
17 Jacob, en cambio, se fue a Sucot, y allí hizo una casa para él y unas enramadas para sus animales. Por eso, a aquel lugar lo llamó Sucot.
18 Cuando Jacob vino de Padán-aram, llegó sano y salvo a Canaán y acampó frente a la ciudad de Siquem.
19 Por cien monedas compró un terreno a los hijos de Hamor, el padre de Siquem, y allí puso su campamento.
20 Después construyó un altar, y lo llamó El-elohé-israel.
1 Dina, la hija que Lía le dio a Jacob, fue a visitar a las muchachas del lugar;
2 pero la vio Siquem, que era hijo de Hamor el heveo, el jefe de ese lugar, y por la fuerza se acostó con ella y la deshonró.
3 Sin embargo, tanto se enamoró de ella que trató de ganarse su cariño.
4 Entonces habló con su padre Hamor, y le dijo:
—Ve a pedir la mano de esta muchacha. Quiero casarme con ella.5 Jacob supo que Siquem había deshonrado a su hija Dina, pero como sus hijos estaban en el campo con sus animales, no dijo nada hasta que ellos regresaron.
6 Mientras tanto, Hamor, el padre de Siquem, fue a ver a Jacob para hablar con él.
7 Cuando los hijos de Jacob regresaron del campo y supieron lo que había pasado, se enfurecieron, porque era una ofensa muy grande para Israel que Siquem se hubiera acostado con la hija de Jacob. ¡Era algo que nunca debía haber hecho!
8 Pero Hamor habló con ellos, y les dijo:
—Mi hijo Siquem está muy enamorado de la hermana de ustedes. Por favor, déjenla que se case con él9 y háganse nuestros parientes; así nosotros nos casaremos con las hijas de ustedes, y ustedes se casarán con las nuestras.
10 Quédense a vivir con nosotros. El país está a su disposición; vivan en él, hagan negocios, compren terrenos.
11 Por su parte, Siquem les dijo al padre y a los hermanos de Dina:
—Yo les ruego que acepten. Les daré lo que me pidan.12 No importa que sea una compensación más alta de lo acostumbrado y muchos regalos, yo se los daré; pero dejen que la muchacha se case conmigo.
13 Sin embargo, como Siquem había deshonrado a Dina, los hijos de Jacob les contestaron a él y a su padre Hamor con engaños,
14 y les dijeron:
—No podemos darle nuestra hermana a un hombre que no está circuncidado, porque eso sería una vergüenza para nosotros.15 Sólo podemos aceptar con esta condición: que ustedes sean como nosotros; es decir, que se circunciden todos los varones entre ustedes.
16 Entonces sí, ustedes se casarán con nuestras hijas y nosotros nos casaremos con las de ustedes; viviremos entre ustedes y seremos un solo pueblo.
17 Pero si no aceptan nuestra condición de circuncidarse, nos iremos de aquí y nos llevaremos a nuestra hermana.
18 Hamor y su hijo Siquem estuvieron de acuerdo con lo que ellos propusieron.
19 Sin perder más tiempo, el joven se circuncidó, porque la hija de Jacob le había gustado. Como Siquem era el más respetado en la familia de su padre,
20 fueron él y su padre Hamor a la entrada de la ciudad, donde se trataban los negocios, y allí dijeron a los habitantes:
21 —Estos hombres son nuestros amigos, y van a vivir y hacer negocios en este lugar, pues hay suficiente terreno para ellos; nosotros podremos casarnos con sus hijas, y ellos podrán casarse con las nuestras.
22 Pero, para que seamos un solo pueblo, ellos aceptan vivir con nosotros sólo con esta condición: que todos nuestros varones se circunciden, tal como ellos lo acostumbran.
23 Todas sus pertenencias y todos sus animales serán nuestros. Sólo tenemos que decir que sí, y ellos se quedarán a vivir con nosotros.
24 Todos los hombres de la ciudad que estaban en edad militar estuvieron de acuerdo con Hamor y con su hijo Siquem, y fueron circuncidados.
25 Pero Simeón y Leví, hijos de Jacob y hermanos de Dina, fueron a la ciudad al tercer día, cuando los hombres todavía tenían los dolores de la circuncisión, y espada en mano los mataron a todos, pues no encontraron resistencia.
26 A filo de espada mataron a Hamor y a su hijo Siquem; luego sacaron a Dina de la casa de Siquem y se fueron.
27 Llegaron también los otros hijos de Jacob, y pasando sobre los muertos saquearon el pueblo para vengar la deshonra de su hermana.
28 Se llevaron ovejas, vacas, asnos y todo lo que había en la ciudad y en el campo;
29 robaron todo lo que había en las casas, y se llevaron prisioneros a todos los niños y mujeres.
30 Entonces Jacob les dijo a Simeón y Leví:
—Ustedes me han puesto en aprietos. Ahora los habitantes de este lugar, los cananeos y ferezeos, me van a odiar. Se juntarán contra mí y me atacarán, y como tengo muy pocos hombres, nos matarán a mí y a mi familia.31 Pero ellos contestaron:
—¿Acaso tenía él que tratar a nuestra hermana como a una prostituta?1 Dios le dijo a Jacob: «Levántate y vete a vivir a Betel. En ese lugar harás un altar al Dios que se te apareció cuando huías de tu hermano Esaú.»
2 Entonces Jacob dijo a su familia y a todos los que lo acompañaban:
—Saquen todos los dioses extraños que hay entre ustedes, báñense y cámbiense de ropa.3 Vámonos pronto a Betel, pues allá voy a construir un altar en honor del Dios que me ayudó cuando yo estaba afligido, y que me ha acompañado por dondequiera que he andado.
4 Ellos le entregaron a Jacob todos los dioses extraños que tenían y los aretes que llevaban en las orejas, y Jacob los enterró debajo de una encina que estaba cerca de Siquem.
5 Cuando ellos salieron, Dios hizo que todos los pueblos vecinos tuvieran mucho miedo, y por eso no persiguieron a los hijos de Jacob.
6 Jacob y toda la gente que iba con él llegaron a Luz, ciudad que también se llama Betel y que está en Canaán.
7 Y construyó un altar, y llamó al lugar El-betel, porque cuando huía de su hermano, Dios se le había aparecido allí.
8 También allí murió Débora, la mujer que había cuidado a Rebeca, y la enterraron debajo de una encina, cerca de Betel. Jacob llamó a este lugar «La encina del llanto».
9 Cuando Jacob regresaba de Padán-aram, Dios se le apareció otra vez y lo bendijo
10 de esta manera:
«Tú te llamas Jacob,
pero ya no te llamarás así;
desde hoy tu nombre será Israel.»
Después que Dios le cambió el nombre,11 le dijo:
«Yo soy el Dios todopoderoso;
ten muchos hijos y descendientes.
De ti saldrá una nación y muchos pueblos,
y entre tus descendientes habrá reyes.
12
La tierra que les di a Abraham y a Isaac,
también te la doy a ti,
y después de ti se la daré a tus descendientes.»
13 Cuando Dios se fue del lugar en donde había hablado con Jacob,
14 éste tomó una piedra y la puso de pie, como un pilar, en el lugar donde Dios le había hablado; luego la consagró derramando aceite y vino sobre ella,
15 y llamó Betel a aquel lugar.
16 Después se fueron de Betel; pero todavía estaban un poco lejos de Efrata cuando Raquel dio a luz, y tuvo un parto muy difícil.
17 En el momento más difícil, la partera le dijo: «No tengas miedo, que has dado a luz otro varón.»
18 Pero ella estaba a punto de morir, y en sus últimos suspiros llamó Ben-oní al niño, aunque su padre lo llamó Benjamín.
19 Así fue como Raquel murió, y la enterraron en el camino de Efrata, que ahora es Belén.
20 Jacob levantó un monumento sobre su sepulcro, y éste es el monumento que todavía señala el sepulcro de Raquel.
21 Israel siguió su camino, y acampó más allá de la torre de Éder.
22 Estando ya establecido Israel en ese lugar, Rubén fue y se acostó con Bilhá, que era concubina de su padre. Y cuando éste lo supo, se enojó muchísimo.
Los hijos de Jacob fueron doce.23 Los que tuvo con Lía fueron Rubén, su hijo mayor; Simeón, Leví, Judá, Isacar y Zabulón.
24 Los que tuvo con Raquel fueron José y Benjamín.
25 Los que tuvo con Bilhá, la esclava de Raquel, fueron Dan y Neftalí;
26 y los que tuvo con Zilpá, la esclava de Lía, fueron Gad y Aser. Éstos fueron los hijos de Jacob, que nacieron en Padán-aram.
27 Jacob fue a ver a su padre Isaac en Mamré, la ciudad que también se llama Arbá o Hebrón. Allí habían vivido Abraham e Isaac.
28 Isaac tenía ciento ochenta años cuando murió.
29 Fue a reunirse con sus antepasados cuando ya era muy anciano, y sus hijos Esaú y Jacob lo sepultaron.
1 Éstos son los descendientes de Esaú, o sea Edom.
2 Esaú se casó con mujeres de Canaán: con Adá, hija de Elón el hitita; con Oholibamá, hija de Aná y nieta de Sibón el heveo;
3 y con Basemat, hija de Ismael y hermana de Nebaiot.
4 El hijo que Adá le dio a Esaú fue Elifaz; Basemat dio a luz a Reuel;
5 y Oholibamá dio a luz a Jeús, Jaalam y Coré. Éstos fueron los hijos de Esaú, que nacieron cuando él vivía en la tierra de Canaán.
6 Esaú tomó a sus esposas, hijos e hijas, y a todos los que vivían con él, y se fue a otro lugar para alejarse de su hermano Jacob. Se llevó todos los animales y todo lo que había llegado a tener en Canaán,
7 pues era tanto lo que tenían los dos que ya no podían vivir juntos; además, la tierra donde vivían no bastaba para alimentar a sus animales.
8 Por eso Esaú, o sea Edom, se fue a vivir a la región montañosa de Seír.
9 Éstos son los descendientes de Esaú, antepasado de los edomitas, que vivieron en la región montañosa de Seír.
10 Éstos son los nombres de los hijos de Esaú: Elifaz, hijo de Adá y de Esaú; y Reuel, hijo de Basemat y de Esaú.
11 Los hijos de Elifaz fueron Temán, Omar, Sefó, Gatam y Quenaz.
12 Elifaz tuvo una concubina que se llamaba Timná; ella le dio un hijo que se llamó Amalec. Éstos fueron los descendientes de Adá, una de las esposas de Esaú.
13 Los hijos de Reuel fueron Náhat, Zérah, Samá y Mizá; éstos fueron los descendientes de Basemat, otra de las esposas de Esaú.
14 Oholibamá fue otra esposa de Esaú, y los hijos que ella le dio fueron Jeús, Jaalam y Coré. Ella era hija de Aná y nieta de Sibón.
15 Los jefes de los descendientes de Esaú fueron éstos: De los descendientes de Elifaz, hijo mayor de Esaú, los jefes fueron Temán, Omar, Sefó, Quenaz,
16 Coré, Gatam y Amalec. Éstos fueron los jefes de la línea de Elifaz en la tierra de Edom, y todos ellos fueron descendientes de Adá.
17 De los hijos de Reuel, hijo de Esaú, los jefes fueron Náhat, Zérah, Samá y Mizá. Éstos fueron los jefes de la línea de Reuel en la tierra de Edom, y fueron descendientes de Basemat, esposa de Esaú.
18 De los hijos de Oholibamá, hija de Aná y esposa de Esaú, los jefes fueron Jeús, Jaalam y Coré.
19 Todos ellos fueron descendientes de Esaú, o sea Edom, y jefes de sus tribus.
20 Los hijos de Seír el horeo, que vivían en aquella región, fueron Lotán, Sobal, Sibón, Aná,
21 Disón, Éser y Disán. Éstos fueron los jefes de los horeos, que fueron descendientes de Seír, en la tierra de Edom.
22 Los hijos de Lotán fueron Horí y Hemam. Timná era hermana de Lotán.
23 Los hijos de Sobal fueron Alván, Manáhat, Ebal, Sefó y Onam.
24 Los hijos de Sibón fueron Aiá y Aná. Aná fue el que encontró manantiales en el desierto, mientras estaba cuidando los asnos de su padre Sibón.
25 Aná tuvo un hijo llamado Disón, y una hija llamada Oholibamá.
26 Los hijos de Disón fueron Hemdán, Esbán, Itrán y Querán.
27 Los hijos de Éser fueron Bilhán, Zaaván y Acán.
28 Los hijos de Disán fueron Us y Arán.
29 Los jefes de los horeos fueron Lotán, Sobal, Sibón, Aná,
30 Disón, Éser y Disán. Éstos fueron los jefes de los horeos, familia por familia, en la región de Seír.
31 Éstos fueron los reyes que gobernaron en Edom antes que los israelitas tuvieran rey:
32 Bela, que era hijo de Beor, fue rey de Edom, y su ciudad se llamaba Dinhaba.
33 Cuando Bela murió, gobernó en su lugar Jobab, el hijo de Zérah, que era del pueblo de Bosrá.
34 Cuando Jobab murió, gobernó en su lugar Husam, que era de la región de Temán.
35 Cuando Husam murió, gobernó en su lugar Hadad, el hijo de Bedad, que derrotó a Madián en el campo de Moab; y su ciudad se llamaba Avit.
36 Cuando murió Hadad, gobernó en su lugar Samlá, que era del pueblo de Masrecá.
37 Cuando Samlá murió, gobernó en su lugar Saúl, que era de Rehobot, el pueblo que está junto al río.
38 Cuando Saúl murió, gobernó en su lugar Baal-hanán, que era hijo de Acbor.
39 Y cuando murió Baal-hanán, gobernó en su lugar Hadad; y su ciudad se llamaba Pau. La esposa de Hadad se llamaba Mehetabel, y era hija de Matred y nieta de Mezaab.
40 Éstos son los nombres de los clanes de Esaú, por orden de familias, lugares y nombres: Timná, Alvá, Jetet,
41 Oholibamá, Elá, Pinón,
42 Quenaz, Temán, Mibsar,
43 Magdiel e Iram. Esaú también se llamaba Edom, y éstos fueron los jefes de Edom, de acuerdo con los lugares donde vivían y que eran suyos.
1 Jacob se quedó a vivir en Canaán, donde su padre había vivido por algún tiempo.
2 Ésta es la historia de la familia de Jacob.
Cuando José era un muchacho de diecisiete años, cuidaba las ovejas junto con sus hermanos, los hijos de Bilhá y de Zilpá, que eran las concubinas de su padre. Y José llevaba a su padre quejas de la mala conducta de sus hermanos.3 Israel quería a José más que a sus otros hijos, porque había nacido cuando él ya era viejo. Por eso le hizo una túnica muy elegante.
4 Pero al darse cuenta sus hermanos de que su padre lo quería más que a todos ellos, llegaron a odiarlo y ni siquiera lo saludaban.
5 Una vez José tuvo un sueño, y se lo contó a sus hermanos; pero ellos lo odiaron más todavía,
6 porque les dijo:
—Escuchen, voy a contarles el sueño que tuve.7 Soñé que todos nosotros estábamos en el campo, haciendo manojos de trigo; de pronto, mi manojo se levantó y quedó derecho, pero los manojos de ustedes se pusieron alrededor del mío y le hicieron reverencias.
8 Entonces sus hermanos contestaron:
—¿Quieres decir que tú vas a ser nuestro rey, y que nos vas a dominar? Y lo odiaron todavía más por sus sueños y por la forma en que los contaba.9 Después José tuvo otro sueño, que también les contó a sus hermanos. Les dijo:
—¿Saben que tuve otro sueño, en el que veía que el sol, la luna y once estrellas me hacían reverencias?10 Cuando José contó este sueño a su padre y a sus hermanos, su padre le reprendió y le dijo:
—¿Qué quieres decir con este sueño que tuviste? ¿Acaso tu madre, tus hermanos y yo tendremos que hacerte reverencias?11 Y sus hermanos le tenían envidia, pero su padre pensaba mucho en este asunto.
12 Un día los hermanos de José fueron a Siquem, buscando pastos para las ovejas de su padre.
13 Entonces Israel le dijo a José:
—Mira, tus hermanos están en Siquem cuidando las ovejas. Quiero que vayas a verlos. —Iré con mucho gusto —contestó José.14 —Bueno —dijo Israel—, ve y fíjate cómo están tus hermanos y las ovejas, y regresa luego a traerme la noticia.
Israel mandó a José desde el valle de Hebrón, y cuando José llegó a Siquem,15 se perdió por el campo. Entonces un hombre lo encontró y le preguntó:
—¿Qué andas buscando?16 —Ando buscando a mis hermanos —respondió José—. ¿Podría usted decirme dónde están cuidando las ovejas?
17 —Ya se fueron de aquí —dijo el hombre—. Les oí decir que se iban a Dotán.
José fue en busca de sus hermanos y los encontró en Dotán.18 Ellos lo vieron venir a lo lejos, y antes de que se acercara hicieron planes para matarlo.
19 Se dijeron unos a otros:
—¡Miren, ahí viene el de los sueños!20 Vengan, vamos a matarlo; luego lo echaremos a un pozo y diremos que un animal salvaje se lo comió. ¡Y vamos a ver qué pasa con sus sueños!
21 Cuando Rubén oyó esto, quiso librarlo de sus hermanos, y dijo:
—No lo matemos.22 No derramen sangre. Échenlo a este pozo que está en el desierto, pero no le pongan la mano encima.
Rubén dijo esto porque quería poner a salvo a José y devolvérselo a su padre;23 pero cuando José llegó a donde estaban sus hermanos, ellos le quitaron la túnica que llevaba puesta,
24 lo agarraron y lo echaron al pozo, que estaba vacío y seco.
25 Después se sentaron a comer.
En esto, vieron venir una caravana de ismaelitas que venían de Galaad y que traían en sus camellos perfumes, bálsamo y mirra, para llevarlos a Egipto.26 Entonces Judá les dijo a sus hermanos:
—¿Qué ganamos con matar a nuestro hermano, y después tratar de ocultar su muerte?27 Es mejor que lo vendamos a los ismaelitas y no que lo matemos, porque después de todo es nuestro hermano.
Sus hermanos estuvieron de acuerdo con él,28 y cuando los comerciantes madianitas pasaron por allí, los hermanos de José lo sacaron del pozo y lo vendieron a los ismaelitas por veinte monedas de plata. Así se llevaron a José a Egipto.
29 Cuando Rubén regresó al pozo y no encontró a José allí adentro, rasgó su ropa en señal de dolor.
30 Luego volvió a donde estaban sus hermanos, y les dijo:
—¡El muchacho ya no está! ¿Ahora qué voy a hacer?31 Entonces ellos tomaron la túnica de José y la mancharon con la sangre de un cabrito que mataron;
32 luego se la mandaron a su padre, con este mensaje: «Encontramos esto. Fíjate bien si es o no la túnica de tu hijo.»
33 En cuanto Jacob la reconoció, dijo: «¡Sí, es la túnica de mi hijo! Algún animal salvaje lo hizo pedazos y se lo comió.»
34 Entonces Jacob rasgó su ropa y se vistió de luto, y por mucho tiempo lloró la muerte de su hijo.
35 Todos sus hijos y sus hijas trataban de consolarlo, pero él no quería que lo consolaran; al contrario, lloraba por su hijo y decía: «Guardaré luto por mi hijo, hasta que vaya a reunirme con él entre los muertos.»
36 En Egipto, los madianitas vendieron a José a un hombre llamado Potifar, que era funcionario del faraón, el rey de Egipto, y capitán de su guardia.
1 En aquel tiempo, Judá se apartó de sus hermanos y se fue a vivir a la casa de un hombre llamado Hirá, que era del pueblo de Adulam.
2 Allí conoció a la hija de un cananeo llamado Súa, y se casó con ella. Cuando se unieron,
3 ella quedó embarazada y tuvo un hijo, al cual llamó Er.
4 Volvió a quedar embarazada y tuvo otro hijo, al cual llamó Onán.
5 Todavía volvió a tener otro hijo, al cual llamó Selá, que nació cuando Judá estaba en Quezib.
6 Judá casó a Er, su hijo mayor, con una mujer llamada Tamar.
7 Pero al Señor no le agradaba la mala conducta de Er, y le quitó la vida.
8 Entonces Judá le dijo a Onán:
—Únete a la viuda de tu hermano y cumple así con tu deber de cuñado, para que tu hermano pueda tener descendientes por medio de ti.9 Pero Onán sabía que los hijos que nacieran no serían considerados suyos. Por eso, cada vez que se unía con la viuda de su hermano, procuraba que ella no quedara embarazada, para que su hermano no tuviera descendientes por medio de él.
10 El Señor se disgustó mucho por lo que Onán hacía, y también a él le quitó la vida.
11 Entonces Judá le dijo a su nuera Tamar:
—Quédate viuda en la casa de tu padre, hasta que mi hijo Selá sea mayor de edad. En realidad, Judá pensaba que también Selá podría morir como sus hermanos. Así Tamar se fue a vivir a la casa de su padre.12 Pasó el tiempo y murió la esposa de Judá, la hija de Súa. Cuando Judá dejó de guardar luto, fue al pueblo de Timnat, donde estaban los que trasquilaban sus ovejas, y su amigo Hirá el adulamita lo acompañó.
13 Cuando Tamar supo que su suegro había ido a Timnat a trasquilar sus ovejas,
14 se quitó el vestido de viuda, se cubrió con un velo para que nadie la reconociera, y se sentó a la entrada del pueblo de Enaim, que está en el camino a Timnat. Hizo esto porque se dio cuenta de que Selá ya era mayor de edad, y sin embargo no la habían casado con él.
15 Cuando Judá la vio, pensó que era una prostituta, pues ella se había cubierto la cara.
16 Entonces se apartó del camino para acercarse a ella y, sin saber que era su nuera, le dijo:
—¿Me dejas acostarme contigo? —¿Qué me vas a dar por acostarte conmigo? —le preguntó ella.17 —Voy a mandarte uno de los cabritos de mi rebaño —contestó Judá.
—Está bien —dijo ella—, pero déjame algo tuyo como prenda hasta que me lo mandes.18 —¿Qué quieres que te deje? —preguntó Judá.
—Dame tu sello con el cordón, y el bastón que tienes en la mano —respondió ella. Judá se los dio y se acostó con ella, y la dejó embarazada.19 Después Tamar fue y se quitó el velo que tenía puesto, y volvió a ponerse su vestido de viuda.
20 Más tarde Judá mandó el cabrito por medio de su amigo adulamita, para que la mujer le devolviera las prendas, pero su amigo ya no la encontró.
21 Entonces les preguntó a los hombres de ese lugar:
—¿Dónde está esa prostituta de Enaim, la que estaba junto al camino? —Aquí no ha estado ninguna prostituta —le contestaron.22 Entonces él regresó a donde estaba Judá, y le dijo:
—No encontré a la mujer, y además los hombres del lugar me dijeron que allí no había estado ninguna prostituta.23 Y Judá contestó:
—Pues que se quede con las cosas, para que nadie se burle de nosotros; pero que conste que yo mandé el cabrito y tú no la encontraste.24 Como tres meses después, vinieron a decirle a Judá:
—Tamar, la nuera de usted, se ha acostado con otros hombres, y como resultado de ello ha quedado embarazada. —¡Sáquenla y quémenla! —gritó Judá.25 Pero cuando la estaban sacando, ella le mandó decir a su suegro: «El dueño de estas cosas es el que me dejó embarazada. Fíjese usted a ver de quién son este sello con el cordón y este bastón.»
26 Cuando Judá reconoció las cosas, dijo: «Ella ha hecho bien, y yo mal, porque no la casé con mi hijo Selá.» Y nunca más volvió a acostarse con ella.
27 El día que Tamar dio a luz, tuvo mellizos.
28 Al momento de nacer, uno de ellos sacó la mano. Entonces la partera le ató un hilo rojo en la mano, y dijo: «Éste salió primero.»
29 Pero en ese momento el niño metió la mano, y fue su hermano el que nació primero. Por eso la partera lo llamó Fares, pues dijo: «¡Cómo te abriste paso!»
30 Luego nació el otro niño, el que tenía el hilo rojo en la mano, y lo llamó Zérah.
1 Cuando José fue llevado a Egipto, un egipcio llamado Potifar lo compró a los ismaelitas que lo habían llevado allá. Potifar era funcionario del faraón y capitán de su guardia.
2 Pero el Señor estaba con José, y le fue muy bien mientras vivía en la casa de su amo egipcio.
3 Su amo se dio cuenta de que el Señor estaba con José, y que por eso a José le iba bien en todo.
4 Esto hizo que José se ganara la simpatía de su amo, que lo nombró su ayudante personal y mayordomo de su casa, y dejó a su cargo todo lo que tenía.
5 Desde el día en que Potifar dejó a José a cargo de su casa y de todo lo suyo, el Señor bendijo a Potifar, tanto en su casa como en el campo.
6 Con José al cuidado de todo lo que tenía, Potifar ya no se preocupaba mas que de comer.
José era muy bien parecido y causaba buena impresión,7 así que después de algún tiempo la esposa de su amo se fijó en él, y un día le dijo:
—Acuéstate conmigo.8 Pero José no quiso, y le contestó:
—Mire usted, mi amo ha dejado a mi cargo todo lo que tiene, y estando yo aquí, no tiene de qué preocuparse.9 En esta casa nadie es más que yo; mi amo no me ha negado nada, sino sólo a usted, pues es su esposa; así que, ¿cómo podría yo hacer algo tan malo, y pecar contra Dios?
10 Y aunque ella insistía con José todos los días para que se acostara con ella y estuviera a su lado, él no le hacía caso.
11 Pero un día José entró en la casa para hacer su trabajo y, como no había nadie allí,
12 ella lo agarró de la ropa y le dijo:
—Acuéstate conmigo. Pero él salió corriendo y dejó su ropa en las manos de ella.13 Cuando ella vio que al salir le había dejado la ropa en sus manos,
14 llamó a los siervos de la casa y les dijo:
—Miren, mi esposo nos trajo un hebreo que ahora se burla de nosotros. Entró a verme y quería acostarse conmigo, pero yo grité muy fuerte;15 y cuando me oyó gritar con todas mis fuerzas, salió corriendo y hasta dejó aquí su ropa.
16 Luego, ella guardó la ropa de José hasta que su amo llegó a la casa.
17 Entonces le contó lo mismo, y dijo:
—El esclavo hebreo que nos trajiste entró en mi cuarto y quiso deshonrarme,18 pero cuando grité con todas mis fuerzas, salió corriendo y dejó su ropa aquí.
19 Así me trató tu esclavo.
El amo de José se enojó mucho al oír lo que su esposa le estaba contando,20 así que agarró a José y ordenó que lo metieran en la cárcel, donde estaban los presos del rey. Pero aun en la cárcel
21 el Señor siguió estando con José y mostrándole su bondad, pues hizo que se ganara la simpatía del jefe de la cárcel,
22 el cual dejó todos los presos a su cargo. José era el que daba las órdenes para todo lo que allí se hacía,
23 y el jefe de la cárcel no tenía que revisar nada de lo que estaba a cargo de José, porque el Señor estaba con él y hacía que todo le saliera bien.
1 Después de esto, el copero, o sea el encargado de servirle vino al rey, y también el panadero, ofendieron a su amo, el rey de Egipto.
2 El faraón, o sea el rey, se enojó contra estos dos funcionarios, el jefe de los coperos y el jefe de los panaderos,
3 y los mandó presos a la casa del capitán de la guardia, donde estaba la cárcel. Era el mismo lugar donde José estaba preso.
4 El capitán de la guardia encargó a José que atendiera a estos funcionarios, y ellos pasaron mucho tiempo en la cárcel.
5 Una noche los dos presos, el copero y el panadero, tuvieron cada uno un sueño, y cada sueño tenía su propio significado.
6 Por la mañana, cuando José vino a verlos, los encontró muy preocupados;
7 así que les preguntó:
—¿Por qué tienen hoy tan mala cara?8 —Tuvimos un sueño y no hay quien nos explique lo que quiere decir —contestaron ellos.
—¿Y acaso no es Dios quien da las interpretaciones? —preguntó José—. Vamos, cuéntenme lo que soñaron.9 Entonces el jefe de los coperos le contó su sueño a José con estas palabras:
—En mi sueño veía una vid,10 que tenía tres ramas. Y la vid retoñaba y echaba flores, y las flores se convertían en racimos de uvas maduras.
11 Yo tenía la copa del faraón en la mano, y tomaba las uvas y las exprimía en la copa. Luego, yo mismo ponía la copa en manos del faraón.
12 Y José le dijo:
—El sueño de usted quiere decir esto: las tres ramas son tres días,13 y dentro de tres días el faraón revisará el caso de usted y lo pondrá de nuevo en su trabajo, y usted volverá a darle la copa al faraón, tal como antes lo hacía.
14 Cuando esto suceda, acuérdese usted de mí, y por favor háblele de mí al faraón para que me saque de este lugar. ¡Compadézcase de mí!
15 A mí me robaron de la tierra de los hebreos, y no merezco estar en la cárcel porque no he hecho nada malo.
16 Cuando el jefe de los panaderos vio que José había dado una interpretación favorable, le dijo:
—Por mi parte, yo soñé que tenía tres canastillos de pan blanco sobre mi cabeza.17 El canastillo de arriba tenía un gran surtido de pasteles para el faraón, pero las aves venían a comer del canastillo que estaba sobre mi cabeza.
18 Entonces José le contestó:
—El sueño de usted quiere decir esto: los tres canastillos son tres días,19 y dentro de tres días el faraón revisará el caso de usted y hará que lo cuelguen de un árbol, y las aves se comerán su carne.
20 Al tercer día era el cumpleaños del faraón, y él hizo una gran fiesta para todos sus funcionarios. Delante de sus invitados, el faraón mandó sacar de la cárcel al jefe de los coperos y al jefe de los panaderos.
21 Al copero lo puso de nuevo en su trabajo, y él volvió a darle la copa al faraón, como antes;
22 pero al panadero lo mandó ahorcar, tal como José lo había interpretado.
23 Sin embargo, el copero no volvió a acordarse de José.
1 Pasaron dos años. Un día, el faraón soñó que estaba de pie a la orilla del río Nilo,
2 y que del río salían siete vacas hermosas y gordas, que comían hierba entre los juncos.
3 Detrás de ellas, siete vacas feas y flacas salieron del río y se pusieron en la orilla, cerca de las otras.
4 Luego, estas vacas feas y flacas se comieron a las siete vacas hermosas y gordas.
El faraón se despertó,5 pero se volvió a dormir y tuvo otro sueño: veía que siete espigas de trigo llenas y hermosas crecían en un solo tallo.
6 Detrás de ellas salieron otras siete espigas, secas y quemadas por el viento del este,
7 y estas espigas secas se comieron a las siete espigas gruesas y llenas.
El faraón se despertó, y se dio cuenta de que era un sueño.8 Pero al día siguiente por la mañana estaba muy preocupado, y ordenó que vinieran todos los adivinos y sabios de Egipto. El faraón les contó sus sueños, pero ninguno de ellos pudo decirle lo que significaban.
9 Entonces el jefe de los coperos le dijo al faraón:
—Ahora me acuerdo de lo mal que me he portado.10 Cuando Su Majestad se enojó con el jefe de los panaderos y con este servidor suyo, nos mandó a los dos a la cárcel del capitán de la guardia.
11 Una noche, el jefe de los panaderos tuvo un sueño y yo tuve otro, y cada sueño tenía su propio significado.
12 En ese lugar estaba con nosotros un joven hebreo, que era esclavo del capitán de la guardia. Le contamos nuestros sueños y él los interpretó, y nos dijo su significado.
13 ¡Y todo pasó tal como él nos lo había dicho! Yo volví de nuevo a mi trabajo, y el otro fue ahorcado.
14 Entonces el faraón mandó llamar a José, y lo sacaron inmediatamente de la cárcel. José se cortó el pelo, se cambió de ropa y se presentó delante del faraón.
15 Y el faraón le dijo:
—He tenido un sueño y no hay quien pueda interpretarlo, pero he sabido que cuando tú oyes un sueño lo puedes interpretar.16 —Eso no depende de mí —contestó José—; pero Dios le dará a Su Majestad una contestación para su bien.
17 El faraón le dijo a José:
—En mi sueño, yo estaba de pie a la orilla del río Nilo,18 y del río salieron siete vacas gordas y hermosas, que comían hierba entre los juncos.
19 Detrás de ellas salieron otras siete vacas, muy feas y flacas. ¡Jamás había visto yo vacas tan feas en todo Egipto!
20 Estas vacas flacas y feas se comieron a las primeras siete vacas gordas;
21 pero aunque ya se las habían comido, nadie podría haberse dado cuenta, porque seguían tan flacas como antes.
»Me desperté,22 pero después tuve otro sueño en el que siete espigas de trigo, llenas y hermosas, crecían en un mismo tallo.
23 Detrás de ellas crecían otras siete espigas, secas, delgadas y quemadas por el viento del este.
24 Estas espigas secas se comieron a las siete espigas hermosas. Yo les conté esto a los adivinos, pero ninguno de ellos pudo decirme su significado.»
25 Entonces José le contestó al faraón:
—Los dos sueños que tuvo Su Majestad, son uno solo. Dios le ha anunciado a usted lo que él va a hacer.26 Las siete vacas hermosas son siete años, lo mismo que las siete espigas hermosas. Es el mismo sueño.
27 Las siete vacas flacas y feas que salieron detrás de las otras, también son siete años; lo mismo que las siete espigas secas y quemadas por el viento del este. Éstos serán siete años de escasez.
28 Es tal como se lo he dicho: Dios le ha anunciado a Su Majestad lo que él va a hacer.
29 Van a venir siete años de mucha abundancia en todo Egipto,
30 y después vendrán siete años de gran escasez. Nadie se acordará de la abundancia que hubo en Egipto, porque la escasez arruinará al país.
31 Será tan grande la escasez, que no quedarán señales de la abundancia que antes hubo.
32 Su Majestad tuvo el mismo sueño dos veces, porque Dios está decidido a hacer esto, y lo va a hacer muy pronto.
33 »Por lo tanto, sería bueno que Su Majestad buscara un hombre inteligente y sabio, para que se haga cargo del país.
34 Haga Su Majestad lo siguiente: nombre Su Majestad gobernadores que vayan por todo el país y recojan la quinta parte de todas las cosechas de Egipto, durante los siete años de abundancia.
35 Que junten todo el trigo de los buenos años que vienen; que lo pongan en un lugar bajo el control de Su Majestad, y que lo guarden en las ciudades para alimentar a la gente.
36 Así el trigo quedará guardado para el país, para que la gente no muera de hambre durante los siete años de escasez que habrá en Egipto.
37 El plan les pareció bien al faraón y a sus funcionarios,
38 así que el faraón les dijo:
—¿Podremos encontrar otro hombre como éste, que tenga el espíritu de Dios?39 Y a José le dijo:
—No hay nadie más inteligente y sabio que tú, pues Dios te ha hecho saber todo esto.40 Tú te harás cargo de mi palacio, y todo mi pueblo obedecerá tus órdenes. Sólo yo seré más que tú, porque soy el rey.
41 Mira, yo te nombro gobernador de todo el país de Egipto.
Al decir esto,42 el faraón se quitó de la mano el anillo que tenía su sello oficial y se lo puso a José. Luego ordenó que lo vistieran con ropas de lino muy fino y que le pusieran un collar de oro en el cuello.
43 Después lo hizo subir en el carro que siempre iba después del suyo, y ordenó que gritaran delante de él: «¡Abran paso!» Así fue como José quedó al frente de todo el país de Egipto.
44 Luego el faraón le dijo:
—Aunque yo soy el faraón, nadie en todo Egipto moverá un dedo sin tu permiso.45 El faraón le puso a José el nombre egipcio de Safenat-panéah, y lo casó con Asenat, la hija de Potifera, sacerdote de la ciudad de On. Así quedó José al frente de Egipto.
46 José tenía treinta años cuando lo llevaron ante el faraón, el rey de Egipto.
José se despidió del faraón y comenzó a viajar por todo Egipto.47 La tierra produjo muchísimo durante los siete años de abundancia,
48 y José recogió todo el trigo que hubo en el país durante esos siete años; lo guardó en las ciudades, dejando en cada ciudad el trigo recogido en los campos vecinos.
49 José recogió trigo como si fuera arena del mar. Era tanto el trigo, que dejó de medirlo, pues no se podía llevar la cuenta.
50 Antes de que empezaran los años de escasez, José tuvo dos hijos con su esposa Asenat.
51 Al primero lo llamó Manasés, porque dijo: «Dios me ha hecho olvidar todos mis sufrimientos y a todos mis parientes.»
52 Al segundo lo llamó Efraín, porque dijo: «Dios me ha hecho tener hijos en el país donde he sufrido.»
53 Pasaron los siete años de abundancia que hubo en Egipto,
54 y comenzaron los siete años de escasez, tal como José lo había dicho. Hubo hambre en todos los países, menos en Egipto, pues allí había qué comer;
55 y cuando los habitantes de Egipto comenzaron a tener hambre, fueron a pedirle trigo al faraón. Entonces el faraón les dijo a todos los egipcios: «Vayan a ver a José, y hagan lo que él les diga.»
56 Cuando el hambre se extendió por todo el país, José abrió todos los graneros donde había trigo, para venderlo a los egipcios; pues el hambre era cada vez peor.
57 Y venían de todos los países a Egipto, a comprarle trigo a José, pues en ningún país había qué comer.
1 Cuando Jacob supo que en Egipto había trigo, les dijo a sus hijos: «¿Qué hacen ahí, mirándose unos a otros?
2 Me han dicho que en Egipto hay trigo. Vayan allá y compren trigo para nosotros, para que podamos seguir viviendo.»
3 Entonces diez de los hermanos de José fueron a Egipto a comprar trigo;
4 pero Jacob no dejó ir a Benjamín, el hermano de José, porque pensó que podría pasarle algo malo.
5 Los hijos de Israel fueron entre otros que también iban a comprar, porque en toda la tierra de Canaán había hambre.
6 José era el gobernador del país, y el que vendía trigo a la gente que llegaba de todas partes. Cuando sus hermanos se presentaron ante él, se inclinaron hasta tocar el suelo con la frente.
7 José reconoció a sus hermanos en cuanto los vio; pero hizo como que no los conocía, y les preguntó en forma brusca:
—¡Ustedes!, ¿de dónde vienen? —Venimos de Canaán, a comprar trigo —contestaron ellos.8 Aunque José reconoció a sus hermanos, ellos no lo reconocieron a él.
9 Entonces José se acordó de los sueños que había tenido acerca de ellos, y les dijo:
—Ustedes son espías. Sólo vienen a ver cuáles son los puntos débiles del país.10 —¡No, señor! —contestaron ellos—. Nosotros sus servidores hemos venido a comprar trigo.
11 Todos nosotros somos hijos del mismo padre. Somos gente honrada. Nunca hemos sido espías.
12 —No es cierto —insistió José—. Ustedes vienen a ver cuáles son los puntos débiles del país.
13 Pero ellos contestaron:
—Los servidores de usted somos doce hermanos, hijos del mismo padre, y vivimos en Canaán. Nuestro hermano menor se ha quedado con nuestro padre, y el otro ya no está con nosotros.14 Sin embargo, José volvió a decirles:
—¡Tal como dije! Ustedes son espías,15 y con esto vamos a probarlo: les juro por el faraón que no saldrán de aquí hasta que venga su hermano menor.
16 Que vaya uno de ustedes a traerlo. Los demás se quedarán presos. Vamos a ver si es cierto lo que han dicho, y si no es cierto, es que son espías. ¡Lo juro por el faraón!
17 José los tuvo presos a todos ellos durante tres días,
18 pero al tercer día les dijo:
—Yo tengo temor de Dios. Hagan esto y se les perdonará la vida:19 si son de veras honrados, dejen en la cárcel a uno de sus hermanos, y los demás vayan y lleven trigo para que coman sus familias.
20 Tráiganme luego a su hermano menor, y veremos si han dicho la verdad. Si no, morirán.
Ellos aceptaron,21 pero se decían el uno al otro:
—Verdaderamente nos portamos muy mal con nuestro hermano, pues no le hicimos caso cuando nos rogaba que le tuviéramos compasión, aunque veíamos que estaba afligido. Por eso ahora nos ha venido esta aflicción.22 Y Rubén les contestó:
—Yo les dije que no le hicieran daño al muchacho; pero no me hicieron caso, y ahora tenemos que responder por su muerte.23 Ellos no sabían que José les entendía, porque él había estado hablándoles por medio de un intérprete.
24 José se apartó de ellos y se puso a llorar. Cuando regresó a donde ellos estaban y pudo hablarles, apartó a Simeón y, a la vista de ellos, hizo que lo ataran.
25 Después ordenó que les llenaran de trigo sus costales, que le devolvieran a cada uno su dinero, poniéndolo dentro de cada costal, y que les dieran comida para el camino. Así se hizo.
26 Entonces ellos cargaron el trigo en sus asnos, y se fueron de allí.
27 Cuando llegaron al lugar donde iban a pasar la noche, uno de ellos abrió su costal para darle de comer a su asno, y vio que su dinero estaba allí, en la boca del costal.
28 Entonces les dijo a sus hermanos:
—¡Miren, me devolvieron mi dinero! ¡Aquí está, en mi costal! Todos ellos se asustaron mucho, y temblando de miedo se decían el uno al otro: —¿Qué es lo que Dios nos ha hecho?29 Cuando llegaron a Canaán, le contaron a su padre Jacob todo lo que les había pasado, y le dijeron:
30 —El hombre que gobierna en aquel país nos habló en forma muy brusca, y nos acusó de haber ido a su país como espías.
31 Pero nosotros le dijimos que éramos gente honrada y que nunca habíamos sido espías;
32 que éramos doce hermanos, hijos del mismo padre; que uno ya no estaba con nosotros, y que el menor se había quedado contigo en Canaán.
33 Entonces él nos dijo: “Con esto voy a ver si ustedes son de veras honrados. Dejen aquí conmigo a uno de sus hermanos y vayan a llevar un poco de trigo para sus familias,
34 pero tráiganme a su hermano menor. Así podré estar seguro de que ustedes son gente honrada y no espías; entonces dejaré libre a su otro hermano y ustedes podrán andar libremente por este país.”
35 En el momento de vaciar sus costales, los hermanos de José vieron que en cada costal había una bolsita con el dinero de cada uno de ellos. Al ver las bolsitas con el dinero, tanto ellos como su padre se asustaron.
36 Entonces Jacob les dijo:
—Ustedes me están dejando sin hijos. José ya no está con nosotros, Simeón tampoco, ¡y ahora me van a quitar a Benjamín! ¡Y siempre el perjudicado soy yo!37 Entonces Rubén le dijo a su padre:
—Deja a Benjamín a mi cuidado, y yo te lo devolveré. Si no te lo devuelvo, puedes matar a mis dos hijos.38 Pero Jacob contestó:
—Mi hijo no irá con ustedes. Su hermano José ha muerto y sólo queda él. Si le pasa algo malo en el viaje que van a hacer, ustedes tendrán la culpa de que este viejo se muera de tristeza.1 El hambre aumentaba en el país,
2 así que cuando Jacob y sus hijos se comieron lo que les quedaba del trigo que habían llevado de Egipto, Jacob les dijo:
—Vayan otra vez y compren un poco de trigo para nosotros.3 Pero Judá le contestó:
—Aquel hombre nos dijo bien claro: “Si no traen aquí a su hermano menor, no vengan a verme.”4 Así pues, si lo dejas ir con nosotros, iremos a comprarte trigo;
5 pero si no lo dejas ir, no iremos. Aquel hombre nos dijo: “Si no traen aquí a su hermano menor, no vengan a verme.”
6 Entonces dijo Israel:
—¿Por qué me han hecho tanto mal? ¿Por qué le dijeron a ese hombre que tenían otro hermano?7 Y ellos contestaron:
—Es que él nos preguntaba mucho acerca de nosotros y de nuestra familia. Nos dijo: “¿Vive todavía su padre? ¿Tienen otro hermano?” Y nosotros no hicimos más que contestar a sus preguntas. ¿Cómo íbamos a saber que nos diría: “Traigan a su hermano”?8 Judá le dijo a su padre Israel:
—Si queremos vivir, deja que vaya el muchacho bajo mi cuidado, y nos iremos en seguida. Así no moriremos ni tú, ni nosotros, ni nuestros hijos.9 Yo te respondo por él; a mí me pedirás cuentas de lo que le pase. Si no te lo devuelvo en este mismo lugar, seré el culpable delante de ti para toda la vida.
10 Si no nos hubiéramos demorado tanto aquí, ¡ya hubiéramos ido y venido dos veces!
11 Entonces su padre les contestó:
—Puesto que no hay otro remedio, hagan esto: lleven en sus costales un regalo para ese hombre. Llévenle de lo mejor que el país produce: un poco de bálsamo, un poco de miel, perfumes, mirra, nueces y almendras.12 Lleven también el doble del dinero, y entreguen personalmente el dinero que les devolvieron; tal vez fue un error.
13 ¡Vamos!, tomen a su hermano y vayan otra vez a ver a ese hombre.
14 Que el Dios todopoderoso le haga tener compasión de ustedes, para que deje libre a su otro hermano y a Benjamín. En cuanto a mí, si he de quedarme sin hijos, pues ¡me quedaré sin hijos!
15 Los hijos de Jacob tomaron los regalos, el doble del dinero, y a Benjamín, y se fueron a Egipto. Cuando llegaron ante José,
16 y José vio que Benjamín estaba con ellos, le dijo al mayordomo de su casa:
—Lleva a estos hombres a mi casa, y mata una vaca y prepárala, porque ellos comerán conmigo hoy al mediodía.17 El mayordomo hizo tal como José le ordenó, y los llevó personalmente,
18 pero ellos se asustaron porque los llevaban a la casa de José, y se dijeron:
—¡Esto es un pretexto! Nos han traído aquí por el dinero que nos devolvieron la vez pasada. Van a atacarnos y hacernos trabajar como esclavos, junto con nuestros animales.19 Así que al llegar a la puerta de la casa, se acercaron al mayordomo para hablar con él,
20 y le dijeron:
—¡Ay, señor! La otra vez vinimos de veras a comprar trigo,21 pero cuando llegamos al lugar donde íbamos a pasar la noche, abrimos nuestros costales, y ahí, en la boca de cada costal, estaba el dinero de cada uno de nosotros. El dinero estaba completo. Ahora lo hemos traído para devolverlo,
22 y también trajimos más dinero para comprar trigo. Pero no sabemos quién puso nuestro primer dinero en los costales.
23 El mayordomo contestó:
—Cálmense, no tengan miedo. El Dios de ustedes y de su padre debe de haber puesto ese dinero en sus costales, pues yo recibí el dinero que ustedes pagaron. El mayordomo sacó a Simeón y lo llevó a donde estaban ellos;24 luego llevó a todos a la casa de José, les dio agua para que se lavaran los pies, y también dio de comer a sus asnos.
25 Ellos prepararon los regalos y esperaron a que José llegara al mediodía, pues habían sabido que allí iban a comer.
26 Cuando José llegó a la casa, ellos le dieron los regalos que habían traído, y se inclinaron hasta tocar el suelo con la frente.
27 José les preguntó cómo estaban, y también preguntó:
—¿Cómo está su padre, el anciano del cual me hablaron? ¿Vive todavía?28 Ellos hicieron una reverencia y dijeron:
—Nuestro padre, su servidor, está bien. Todavía vive.29 José miró a su alrededor y vio a Benjamín, su hermano de padre y madre, y dijo:
—¿Es éste su hermano menor, del cual me hablaron? ¡Que Dios te bendiga, hijo mío! Al decir esto,30 José se sintió tan emocionado de ver a su hermano, que le dieron ganas de llorar. Rápidamente entró en su cuarto, y allí se puso a llorar.
31 Cuando pudo contener el llanto, se lavó la cara y salió, y dijo: «¡Sirvan ya la comida!»
32 A José le sirvieron en una mesa, a los hijos de Jacob en otra, y en otra distinta a los egipcios que comían con José; porque los egipcios tenían prohibido comer junto con los hebreos.
33 Los hermanos de José se sentaron cuando José así lo indicó, por orden de edad, del mayor al menor; y estaban muy sorprendidos y mirándose unos a otros.
34 José les dio de comer de lo que él tenía en su propia mesa, y a Benjamín le dio mucho más que a los otros. José y sus hermanos bebieron juntos y se pusieron muy alegres.
1 Después de esto José le ordenó a su mayordomo:
—Llena los costales de estos hombres con todo el trigo que puedan llevar, y pon el dinero de cada uno de ellos en la boca de su costal.2 Pon también mi copa de plata en la boca del costal del hermano menor, junto con el dinero que pagó por su trigo.
El mayordomo hizo lo que José le ordenó.3 Con los primeros rayos del sol, José permitió que sus hermanos se fueran con sus asnos.
4 Todavía no estaban muy lejos de la ciudad, cuando José le dijo a su mayordomo:
—Ve a perseguir a esos hombres, y diles cuando los alcances: “¿Por qué han pagado bien con mal? ¿Por qué han robado la copa de plata5 que mi amo usa para beber y para adivinar? ¡Han hecho muy mal!”
6 Cuando el mayordomo los alcanzó, les repitió las mismas palabras,
7 y ellos le contestaron:
—¿Por qué nos habla usted de ese modo? ¡Jamás haríamos semejante cosa!8 Si regresamos desde Canaán a devolver el dinero que encontramos en la boca de nuestros costales, ¿cómo íbamos a robar plata ni oro de la casa de su amo?
9 ¡Que muera cualquiera de estos servidores suyos al que se le encuentre la copa, y hasta nosotros seremos sus esclavos!
10 Entonces el mayordomo dijo:
—Se hará como ustedes dicen, pero sólo el que tenga la copa será mi esclavo; los demás quedarán libres de culpa.11 Cada uno de ellos bajó rápidamente su costal hasta el suelo, y lo abrió.
12 El mayordomo buscó en cada costal, comenzando por el del hermano mayor hasta el del hermano menor, y encontró la copa en el costal de Benjamín.
13 Entonces ellos rasgaron su ropa en señal de dolor. Después cada uno echó la carga sobre su asno, y regresaron a la ciudad.
14 Cuando Judá y sus hermanos llegaron a la casa de José, todavía estaba él allí. Entonces se inclinaron delante de él hasta tocar el suelo con la frente,
15 mientras José les decía:
—¿Qué es lo que han hecho? ¿No saben que un hombre como yo sabe adivinar?16 Judá contestó:
—¿Qué podemos responderle a usted? ¿Cómo podemos probar nuestra inocencia? Dios nos ha encontrado en pecado. Aquí nos tiene usted; somos sus esclavos, junto con el que tenía la copa.17 Pero José dijo:
—De ninguna manera. Sólo aquel que tenía la copa será mi esclavo. Los otros pueden regresar tranquilos a la casa de su padre. Nadie los molestará.18 Entonces Judá se acercó a José y le dijo:
—Yo le ruego a usted, señor, que me permita decirle algo en secreto. Por favor, no se enoje conmigo, pues usted es como si fuera el mismo faraón.19 Usted nos preguntó si teníamos padre o algún otro hermano,
20 y nosotros le contestamos que teníamos un padre anciano y un hermano todavía muy joven, que nació cuando nuestro padre ya era anciano. También le dijimos que nuestro padre lo quiere mucho, pues es el único hijo que le queda de la misma madre, porque su otro hermano murió.
21 Entonces usted nos pidió que lo trajéramos, porque quería conocerlo.
22 Nosotros le dijimos que el muchacho no podía dejar a su padre, porque si lo dejaba, su padre moriría.
23 Pero usted nos dijo que si él no venía con nosotros, no volvería a recibirnos.
24 »Cuando regresamos junto a mi padre, le contamos todo lo que usted nos dijo.
25 Entonces nuestro padre nos ordenó: “Regresen a comprar un poco de trigo”;
26 pero nosotros le dijimos: “No podemos ir, a menos que nuestro hermano menor vaya con nosotros; porque si él no nos acompaña, no podremos ver a ese señor.”
27 Y mi padre nos dijo: “Ustedes saben que mi esposa me dio dos hijos;
28 uno de ellos se fue de mi lado, y desde entonces no lo he visto. Estoy seguro de que un animal salvaje lo despedazó.
29 Si se llevan también a mi otro hijo de mi lado, y le pasa algo malo, ustedes tendrán la culpa de que este viejo se muera de tristeza.”
30 »Así que la vida de mi padre está tan unida a la vida del muchacho que, si el muchacho no va con nosotros cuando yo regrese,
31 nuestro padre morirá al no verlo. Así nosotros tendremos la culpa de que nuestro anciano padre se muera de tristeza.
32 Yo le dije a mi padre que me haría responsable del muchacho, y también le dije: “Si no te lo devuelvo, seré el culpable delante de ti para toda la vida.”
33 Por eso yo le ruego a usted que me permita quedarme como su esclavo, en lugar del muchacho. Deje usted que él se vaya con sus hermanos.
34 Porque, ¿cómo voy a regresar junto a mi padre, si el muchacho no va conmigo? No quiero ver el mal que sufriría mi padre.
1 José ya no pudo contenerse delante de todos los que estaban a su servicio, y gritó: «¡Salgan todos de aquí!» Así que ninguno de sus siervos estaba allí con José cuando él se dio a conocer a sus hermanos.
2 Entonces se puso a llorar tan fuerte que todos los egipcios lo supieron, y la noticia llegó hasta el palacio del faraón.
3 José les dijo a sus hermanos:
—Yo soy José. ¿Vive mi padre todavía? Ellos estaban tan asustados de estar delante de él, que no podían contestarle.4 Pero José les dijo:
—Por favor, acérquense a mí. Cuando ellos se acercaron, él les dijo: —Yo soy su hermano José, el que ustedes vendieron a Egipto;5 pero, por favor, no se aflijan ni se enojen con ustedes mismos por haberme vendido, pues Dios me mandó antes que a ustedes para salvar vidas.
6 Ya van dos años de hambre en el país, y todavía durante cinco años más no se cosechará nada, aunque se siembre.
7 Pero Dios me envió antes que a ustedes para hacer que les queden descendientes sobre la tierra, y para salvarles la vida de una manera extraordinaria.
8 Así que fue Dios quien me mandó a este lugar, y no ustedes; él me ha puesto como consejero del faraón y amo de toda su casa, y como gobernador de todo Egipto.
9 Vayan pronto a donde está mi padre, y díganle: “Así dice tu hijo José: Dios me ha puesto como señor de todo Egipto. Ven a verme. No tardes.
10 Vivirás en la región de Gosen, junto con tus hijos y nietos, y con todos tus animales y todo lo que tienes. Así estarás cerca de mí.
11 Aquí les daré alimentos a ti y a tu familia, y a todos los que están contigo, para que no les falte nada; pues todavía habrá hambre durante cinco años más.”
12 Mi hermano Benjamín y ustedes son testigos de que yo mismo he dicho esto.
13 Cuéntenle a mi padre acerca de toda mi autoridad en Egipto, y de todo lo que han visto aquí. ¡Pronto, vayan a traer a mi padre!
14 José abrazó a su hermano Benjamín, y comenzó a llorar. También Benjamín lloró abrazado a José.
15 Luego José besó a todos sus hermanos, y lloró al abrazarlos. Después de esto, sus hermanos se atrevieron a hablarle.
16 Por el palacio del faraón corrió la noticia de que los hermanos de José habían llegado, y el faraón se alegró junto con sus funcionarios.
17 Y le dijo el faraón a José:
—Di a tus hermanos que carguen sus animales y regresen a Canaán,18 y que me traigan a su padre y a sus familias. Yo les daré lo mejor de la tierra de Egipto, y comerán de lo mejor que el país produce.
19 Ordénales que de aquí, de Egipto, lleven carretas para traer a sus mujeres y niños, y también al padre de ustedes. Que vengan
20 y que no se preocupen por lo que tienen ahora, porque lo mejor de todo Egipto será de ellos.
21 Los hijos de Israel lo hicieron así. José les dio las carretas que el faraón había ordenado, y alimentos para el camino;
22 también les dio ropa nueva para cambiarse, pero a Benjamín le dio trescientas monedas de plata y cinco mudas de ropa.
23 A su padre le mandó diez asnos cargados con lo mejor que había en Egipto, otros diez asnos cargados de trigo, y pan y comida para que su padre comiera en el camino.
24 Cuando José se despidió de sus hermanos, les dijo:
—No vayan peleando por el camino. Ellos se fueron.25 Salieron de Egipto y llegaron a Canaán, donde vivía su padre Jacob.
26 Cuando le contaron a Jacob que José vivía todavía, y que él era el que gobernaba en todo Egipto, no supo qué hacer o qué decir, pues no podía creer lo que le estaban diciendo.
27 Pero cuando ellos le contaron todo lo que José les había dicho, y cuando vio las carretas que José había mandado para llevarlo, se entusiasmó muchísimo.
28 Entonces dijo: «¡Me basta saber que mi hijo José vive todavía! Iré a verlo antes de morir.»
1 Israel se puso en camino con todo lo que tenía. Cuando llegó a Beerseba, ofreció sacrificios al Dios de su padre Isaac.
2 Esa noche Dios habló con Israel en una visión, llamándolo por su nombre, Jacob. Y él contestó:
—Aquí estoy.3 Entonces Dios dijo:
—Yo soy Dios, el Dios de tu padre. No tengas miedo de ir a Egipto, porque allí haré de tus descendientes una gran nación.4 Iré contigo a Egipto, y yo mismo sacaré de allí a tus descendientes. Además, cuando mueras, José estará a tu lado.
5 Después Jacob se fue de Beerseba. Los hijos de Israel pusieron a su padre, y a los hijos y mujeres de ellos, en las carretas que el faraón había enviado para llevarlos.
6 Jacob y todos los suyos se fueron a Egipto, y se llevaron sus vacas y ovejas y todo lo que habían llegado a tener en Canaán.
7 Todos sus hijos, hijas, nietos y nietas, se fueron con él.
8 Éstos son los nombres de los israelitas que fueron a Egipto; es decir, Jacob y sus descendientes:
Rubén, el hijo mayor de Jacob.9 Los hijos de Rubén: Hanoc, Falú, Hesrón y Carmí.
10 Los hijos de Simeón: Jemuel, Jamín, Óhad, Jaquín, Sóhar y Saúl, que era hijo de una mujer cananea.
11 Los hijos de Leví: Guersón, Quehat y Merarí.
12 Los hijos de Judá: Er, Onán, Selá, Fares y Zérah. (Er y Onán habían muerto en Canaán.) Los hijos de Fares fueron Hesrón y Hamul.
13 Los hijos de Isacar: Tolá, Puvá, Job y Simrón.
14 Los hijos de Zabulón: Séred, Elón y Jahleel.
15 Éstos fueron los hijos que Lía le dio a Jacob cuando estaban en Padán-aram, además de su hija Dina. Todos sus descendientes fueron treinta y tres personas, contando hombres y mujeres.
16 Los hijos de Gad: Sefón, Haguí, Esbón, Suní, Erí, Arodí y Arelí.
17 Los hijos de Aser: Imná, Isvá, Isví, Beriá y la hermana de ellos, que se llamaba Sérah. Los hijos de Beriá fueron Héber y Malquiel.
18 Éstos fueron los hijos que Zilpá le dio a Jacob. Ella era la esclava que Labán le regaló a su hija Lía, y sus descendientes fueron dieciséis personas en total.
19 Los hijos de Raquel, la esposa de Jacob: José y Benjamín.
20 Los hijos que José tuvo con Asenat fueron Manasés y Efraín, que nacieron en Egipto. Asenat era hija de Potifera, sacerdote de On.
21 Los hijos de Benjamín fueron Bela, Béquer, Asbel, Guerá, Naamán, Ehi, Ros, Mupim, Hupim y Ard.
22 Éstos fueron los descendientes de Raquel y Jacob, catorce personas en total.
23 El hijo de Dan: Husim.
24 Los hijos de Neftalí: Jahseel, Guní, Jezer y Silem.
25 Éstos fueron los hijos que Bilhá le dio a Jacob. Ella era la esclava que Labán le regaló a su hija Raquel, y sus descendientes fueron siete personas en total.
26 Todas las personas que llegaron con Jacob a Egipto, y que eran de su misma sangre, fueron sesenta y seis, sin contar las esposas de sus hijos.
27 Los hijos de José fueron dos, que nacieron en Egipto. Así que a Egipto llegaron setenta personas de la familia de Jacob.
28 Jacob envió antes a Judá a ver a José, para que viniera a recibirlo a la región de Gosen. Cuando llegaron a Gosen,
29 José ordenó que prepararan su carro para ir a recibir a su padre. Cuando se presentó delante de su padre, lo abrazó y estuvo llorando largo rato sobre su hombro.
30 Entonces Israel le dijo a José:
—Después de verte personalmente y encontrarte vivo todavía, ¡ya puedo morirme!31 José les dijo a sus hermanos y a la familia de su padre:
—Voy a ver al faraón, para darle la noticia. Le diré que mis hermanos y los parientes de mi padre, que vivían en Canaán, han venido a quedarse conmigo;32 y que han traído sus ovejas y vacas y todo lo que tenían, porque su trabajo es cuidar ovejas y criar ganado.
33 Entonces, cuando el faraón los llame y les pregunte en qué trabajan,
34 ustedes díganle que siempre se han dedicado a criar ovejas, igual que sus antepasados. Así podrán quedarse a vivir en la región de Gosen, porque los egipcios tienen prohibido convivir con los pastores de ovejas.
1 José fue a darle la noticia al faraón. Le dijo que su padre y sus hermanos habían llegado de Canaán, y que ya estaban en la región de Gosen con sus ovejas y vacas y todo lo que tenían.
2 Escogió a cinco de sus hermanos y se los presentó al faraón, para que los conociera.
3 Entonces el faraón preguntó a los hermanos de José:
—¿A qué se dedican ustedes? Y ellos le contestaron: —Los servidores de Su Majestad somos pastores de ovejas, igual que nuestros antepasados.4 Hemos venido para quedarnos en este país, porque hay mucha hambre en Canaán y no hay pasto para nuestras ovejas. Por favor, permita Su Majestad que nos quedemos a vivir en la región de Gosen.
5 Entonces el faraón le dijo a José:
—Tu padre y tus hermanos han venido a reunirse contigo.6 La tierra de Egipto está a su disposición. Dales la región de Gosen, que es lo mejor del país, para que se queden a vivir allí. Y si sabes que entre ellos hay hombres capaces, ponlos a cargo de mi ganado.
7 José llevó también a su padre Jacob para presentárselo al faraón. Jacob saludó con mucho respeto al faraón,
8 y el faraón le preguntó:
—¿Cuántos años tienes ya?9 Y Jacob le contestó:
—Ya tengo ciento treinta años de ir de un lado a otro. Han sido pocos y malos años, pues todavía no he alcanzado a vivir lo que vivieron mis antepasados.10 Después Jacob se despidió del faraón y salió de allí.
11 Y José les dio terrenos en la mejor región de Egipto, para que vivieran allí, tal como el faraón había ordenado. Así su padre y sus hermanos llegaron a tener terrenos en la región de Ramsés.
12 Además, José les daba alimentos a todos sus familiares, según las necesidades de cada familia.
13 En ninguna parte del país había trigo, y el hambre aumentaba más y más. Tanto en Egipto como en Canaán la gente se moría de hambre.
14 José recogió todo el dinero que los de Egipto y los de Canaán le habían pagado por el trigo comprado, y lo guardó en el palacio del faraón.
15 Cuando ya no había dinero ni en Egipto ni en Canaán, los egipcios fueron a decirle a José:
—¡Denos usted de comer! No es justo que nos deje morir de hambre, sólo porque ya no tenemos dinero.16 Y José les contestó:
—Si ya no tienen dinero, traigan sus animales y se los cambiaré por trigo.17 Los egipcios llevaron sus caballos, ovejas, vacas y asnos a José, y a cambio de ellos José les dio trigo durante todo ese año.
18 Pero pasó el año, y al año siguiente fueron a decirle a José:
—No podemos negarle a usted que ya no tenemos dinero; además, nuestros animales ya son suyos. Ya no tenemos otra cosa que darle, a no ser nuestras tierras y nuestros propios cuerpos.19 Cómprenos usted a nosotros y a nuestras tierras, a cambio de trigo. Seremos esclavos del faraón y trabajaremos nuestras tierras para él, con tal de que usted nos dé semilla para que podamos vivir y para que la tierra no se eche a perder. ¿Por qué tiene usted que dejarnos morir, junto con nuestras tierras?
20 Entonces José compró todas las tierras de Egipto para el faraón, pues los egipcios vendieron sus terrenos, obligados por el hambre. Así la tierra pasó a poder del faraón,
21 y los egipcios fueron hechos esclavos en todo el país de Egipto.
22 Los únicos terrenos que José no compró fueron los de los sacerdotes, porque el faraón les daba cierta cantidad de trigo; así que no tuvieron que vender sus terrenos, porque comían de lo que el faraón les daba.
23 Luego José dijo a la gente:
—Ahora ustedes y sus terrenos son del faraón, pues yo los he comprado para él. Aquí tienen semilla para sembrar la tierra,24 pero deberán darle al faraón la quinta parte de las cosechas; las otras cuatro partes serán para que siembren la tierra y para que coman ustedes, sus hijos y todos los que viven con ustedes.
25 Y ellos contestaron:
—Usted es muy bondadoso con nosotros, pues nos ha salvado la vida. ¡Seremos esclavos del faraón!26 Así José puso por ley que en toda la tierra de Egipto se diera al faraón la quinta parte de las cosechas. Esta ley todavía existe; pero los sacerdotes no tienen que pagar nada, porque sus tierras nunca llegaron a ser del faraón.
27 Los israelitas se quedaron a vivir en Egipto. Tomaron posesión de la región de Gosen, y allí llegaron a ser muy numerosos.
28 Jacob vivió diecisiete años en Egipto, y llegó a la edad de ciento cuarenta y siete años.
29 Un día Israel sintió que ya pronto iba a morir. Entonces mandó llamar a su hijo José para decirle:
—Si de veras quieres hacerme un favor, pon tu mano debajo de mi muslo y júrame que harás lo que te voy a pedir. ¡Por favor, no me entierres en Egipto!30 Cuando yo vaya a descansar junto con mis antepasados, sácame de Egipto y entiérrame en el sepulcro de ellos.
—Así lo haré —contestó José.31 —¡Júramelo! —insistió su padre.
José se lo juró, y entonces Israel se inclinó sobre la cabecera de su cama.1 Poco tiempo después le dijeron a José que su padre estaba enfermo. Entonces José fue a verlo, y llevó a sus dos hijos, Manasés y Efraín.
2 Cuando dieron aviso a Jacob de que su hijo José había llegado a verlo, hizo un esfuerzo y se sentó en la cama.
3 Y le dijo a José:
—El Dios todopoderoso se me apareció en la ciudad de Luz, en la tierra de Canaán, y me bendijo4 con estas palabras: “Mira, yo haré que tengas muchos hijos, y que tus descendientes lleguen a formar un conjunto de naciones. Además, a tu descendencia le daré esta tierra. Será de ellos para siempre.”
5 Ahora bien, tus hijos Efraín y Manasés, que te nacieron aquí en Egipto antes de que yo viniera a reunirme contigo en este país, me pertenecen a mí. Ellos son tan míos como lo son Rubén y Simeón.
6 Los hijos que tengas después de ellos te pertenecerán a ti y, por ser hermanos de Efraín y Manasés, tendrán parte en su herencia.
7 Cuando yo regresaba de Padán-aram, se me murió tu madre Raquel en Canaán, poco antes de llegar a Efrata; y la enterré allí, en el camino de Efrata, que ahora es Belén.
8 De pronto Israel se fijó en los hijos de José, y preguntó:
—Y éstos, ¿quiénes son?9 —Son los hijos que Dios me ha dado aquí en Egipto —contestó José.
Entonces su padre le dijo: —Por favor, acércalos más a mí, para que les dé mi bendición.10 Israel era ya muy viejo y le fallaba la vista. No podía ver muy bien, así que José acercó los niños a su padre, y él los besó y abrazó.
11 Luego le dijo a José:
—Ya no esperaba volver a verte y, sin embargo, Dios me ha dejado ver también a tus hijos.12 José quitó a los niños de las rodillas de su padre, y se inclinó hasta tocar el suelo con la frente.
13 Luego tomó a los dos, a Efraín con la mano derecha y a Manasés con la izquierda, y los acercó a su padre. Así Efraín quedó a la izquierda de Israel y Manasés a su derecha.
14 Pero al extender Israel sus manos, las cruzó y puso la mano derecha sobre la cabeza de Efraín, que era el menor, y la mano izquierda sobre la cabeza de Manasés, aunque él era el mayor.
15 Entonces bendijo a José de esta manera:
«Que el Dios a quien obedecieron
Abraham e Isaac, mis padres,
el Dios que me ha cuidado
desde el día en que nací,
16
el ángel que me libra de todo mal,
bendiga a estos muchachos.
Que por medio de ellos se recuerde mi nombre
y el nombre de mis padres, Abraham e Isaac.
Que lleguen a tener muchos hijos
y sean grandes multitudes en el mundo.»
17 Pero a José le pareció mal que su padre pusiera la mano derecha sobre la cabeza de Efraín, así que tomó la mano de su padre para quitarla de la cabeza de Efraín y ponerla sobre la de Manasés,
18 mientras le decía:
—¡No, padre, así no! Éste es el mayor. Pon tu mano derecha sobre su cabeza.19 Pero su padre no quiso hacerlo, y contestó:
—¡Ya lo sé, hijo, ya lo sé! También él llegará a ser una nación muy importante. Sin embargo, su hermano menor será más importante que él, y sus descendientes llegarán a formar muchas naciones.20 Ese mismo día Jacob los bendijo con estas palabras:
—El pueblo de Israel usará el nombre de ustedes para las bendiciones, y dirán: “Que Dios haga contigo como hizo con Efraín y Manasés.” Así puso Israel a Efraín antes de Manasés.21 Luego le dijo a José:
—Mira, yo voy a morir; pero Dios estará con ustedes y los hará regresar a la tierra de sus antepasados.22 A ti te he dado más que a tus hermanos: te doy Siquem, que les quité a los amorreos luchando contra ellos.
1 Jacob llamó a sus hijos y les dijo: «Acérquense y les diré lo que les va a pasar en el futuro:
2
»Acérquense para oír, hijos de Jacob,
escuchen a su padre Israel.
3
»Tú, Rubén, eres mi hijo mayor,
mi fuerza y primer fruto de mi vigor,
el primero en honor y en poder.
4
Pero ya no serás el primero,
porque eres como un torrente incontenible:
pues deshonraste mi cama
al acostarte con mi concubina.
5
»Simeón y Leví son hermanos;
sus armas son instrumentos de violencia.
6
¡Jamás quiero estar presente
en el lugar de sus reuniones!
Pues cuando estaban enojados mataron gentes,
y por puro capricho
les rompieron las patas a los toros.
7
¡Maldito, sí, maldito sea
su enojo tan salvaje!
¡Yo los dispersaré por completo
en todo el pueblo de Israel!
8
»Judá, tus hermanos te alabarán.
Tomarás por el cuello a tus enemigos,
y tus propios hermanos te harán reverencias.
9
¡Tú, Judá, hijo mío!
Eres como un cachorro de león
cuando deja de devorar a su víctima:
se agacha, se echa en el suelo,
como si fuera un león grande.
¿Y quién se atreverá a molestarlo?
10
Nadie le quitará el poder a Judá
ni el cetro que tiene en las manos,
hasta que venga el dueño del cetro,
a quien los pueblos obedecerán.
11
El que amarra su burrito a las viñas,
el que lava toda su ropa con vino,
¡con el jugo de las uvas!
12
Sus ojos son más oscuros que el vino;
sus dientes, más blancos que la leche.
13
»Zabulón vivirá a la orilla del mar,
en donde habrá puertos para barcos.
Sus fronteras llegarán hasta Sidón.
14
»Isacar es un animal de carga
que descansa en sus establos.
15
Cuando vio que el país era bueno
y agradable para descansar,
dobló su espalda para llevar carga,
y sin protestar se hizo esclavo.
16
»Dan gobernará a su propia gente
como una de las tribus de Israel.
17
Dan será igual a una víbora
que está junto al camino,
que muerde los talones del caballo
y hace caer al jinete.
18
»¡Oh, Señor, espero que me salves!
19
»A Gad lo atacará un ejército,
pero después él lo perseguirá.
20
»Aser tendrá abundancia de pan;
dará comidas dignas de reyes.
21
»Neftalí es como una gacela que anda libre
y que tiene hermosas crías.
22
»José es como una planta junto al agua,
que produce mucho fruto
y sus ramas trepan sobre el muro.
23
Los arqueros lo odian, le tiran flechas
y siempre lo están molestando;
24
pero José tiene brazos fuertes
y mantiene firme su arco;
¡gracias al Dios poderoso de Jacob!,
¡gracias al nombre del Pastor, el protector de Israel!,
25
¡gracias al Dios de tu padre, que te ayudará;
al Dios todopoderoso, que te bendecirá!
¡Con bendiciones del alto cielo!
¡Con las bendiciones del mar profundo!
¡Con bendiciones de los pechos y del vientre!
26
Tu padre te bendijo más
de lo que mis padres me bendijeron.
Hasta el fin de los montes eternos,
estas bendiciones estarán
sobre la cabeza de José,
que fue escogido entre sus hermanos.
27
»Benjamín es un lobo feroz,
que en la mañana se come a su víctima
y en la tarde reparte las sobras.»
28 Éstas son las doce tribus de Israel, y esto es lo que su padre dijo a sus hijos al darle a cada uno su bendición.
29 Un día, Jacob dio esta orden a sus hijos: «Ya me falta poco para morir. Entiérrenme junto a mis antepasados en la cueva que está en el terreno de Efrón el hitita,
30 allá en la tierra de Canaán; es decir, la cueva que está en Macpelá, frente a Mamré, la que Abraham compró junto con el mismo terreno de Efrón, para que fuera el sepulcro de la familia.
31 Allí enterraron a Abraham y a su esposa Sara, a Isaac y a su esposa Rebeca, y allí también enterré a Lía.
32 El terreno y la cueva que allí está fueron comprados a los hititas.»
33 Cuando Jacob terminó de dar estas instrucciones a sus hijos, volvió a acostarse y murió.
1 Entonces José se abrazó al cuerpo de su padre, y llorando lo besó.
2 Después ordenó a los médicos que estaban a su servicio que embalsamaran el cuerpo de su padre Israel, y así lo hicieron.
3 Tardaron cuarenta días en embalsamarlo, porque ése es el tiempo que se necesita para hacerlo.
Los egipcios guardaron luto por Israel durante setenta días,4 y después de los días de luto, José habló con los del palacio del faraón y les dijo:
—Si me he ganado el aprecio de ustedes, háganme el favor de decirle al faraón5 que cuando mi padre estaba por morir, me hizo jurarle que yo lo enterraría en el sepulcro que él mismo se preparó, y que está en la tierra de Canaán. Así que yo le ruego me permita ir a enterrar a mi padre; una vez que lo haya enterrado, regresaré.
6 Y el faraón contestó:
—Ve a enterrar a tu padre, tal como él te lo pidió.7 José fue a enterrar a su padre, y lo acompañaron todos los funcionarios que tenían autoridad en el palacio del faraón y en Egipto,
8 la propia familia de Jacob, la de José, y sus hermanos. En la tierra de Gosen dejaron solamente a los niños y los animales.
9 También gente con carretas y de a caballo acompañó a José, así que era muchísima gente.
10 Cuando llegaron a Goren-ha-atad, que está al oriente del río Jordán, tuvieron una solemne ceremonia luctuosa. Allí José guardó luto por su padre durante siete días.
11 Cuando los cananeos que vivían en esa región vieron la ceremonia, dijeron: «Los egipcios tienen un entierro muy solemne.» Por eso llamaron Abel-Misraim a aquel lugar que está al oriente del Jordán.
12 Los hijos de Jacob hicieron con su padre todo lo que él les había pedido,
13 pues lo llevaron a Canaán y lo enterraron en la cueva del terreno de Macpelá, que Abraham le había comprado a Efrón el hitita para que fuera el sepulcro de la familia. Este terreno y la cueva están al oriente de Mamré.
14 Después de haber sepultado a su padre, José regresó a Egipto junto con sus hermanos y con todos los que lo habían acompañado.
15 Como Jacob había muerto, los hermanos de José pensaron: «Tal vez José nos odia, y se va a vengar de todo el mal que le hicimos.»
16 Entonces le mandaron a decir: «Antes de que tu padre muriera, nos ordenó
17 que te dijéramos: “Por favor, te pido que perdones la maldad y pecado de tus hermanos, que tan mal te trataron.” Por eso te rogamos que perdones nuestra maldad, pues somos siervos del Dios de tu padre.»
Mientras los mensajeros le daban este mensaje, José lloraba.18 Entonces llegaron sus propios hermanos, se inclinaron delante de él hasta tocar el suelo con la frente, y le dijeron:
—Aquí nos tienes. Somos tus esclavos.19 Pero José les contestó:
—No tengan miedo. Yo no puedo ponerme en lugar de Dios.20 Ustedes pensaron hacerme mal, pero Dios cambió ese mal en bien para hacer lo que hoy vemos: para salvar la vida de mucha gente.
21 Así que no tengan miedo. Yo les daré de comer a ustedes y a sus hijos.
Así José los tranquilizó, pues les habló con mucho cariño.22 José y la familia de su padre siguieron viviendo en Egipto. José vivió ciento diez años,
23 y llegó a ver a los bisnietos de Efraín. También alcanzó a recibir como miembros de la familia a los hijos de su nieto Maquir, que era hijo de Manasés.
24 Un día José les dijo a sus hermanos: «Me falta poco para morir, pero Dios vendrá a ayudarlos, y los sacará de este país para llevarlos a la tierra que les prometió a Abraham, Isaac y Jacob.»
25 Entonces hizo que los hijos de Israel le juraran, y les dijo: «En verdad, Dios vendrá a ayudarlos. Cuando eso suceda, ustedes deben llevarse de aquí mis restos.»
26 José murió en Egipto a la edad de ciento diez años, y su cuerpo fue embalsamado y puesto en un ataúd.,