1 1-3 Yo, el sacerdote Ezequiel, hijo de Buzí, estaba un día a orillas del río Quebar, en Babilonia, entre los que habían sido llevados al destierro. En esto se abrió el cielo, y vi a Dios en una visión. Era el día cinco del mes cuarto del año treinta, cinco años después que el rey Joaquín había sido llevado al destierro. El Señor puso su mano sobre mí.
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4 Entonces vi que del norte venía un viento huracanado; de una gran nube salía un fuego como de relámpagos, y en su derredor había un fuerte resplandor. En medio del fuego brillaba algo semejante al metal bruñido,
5 y en el centro mismo había algo parecido a cuatro seres con aspecto humano.
6 Cada uno de ellos tenía cuatro caras y cuatro alas;
7 sus piernas eran rectas, con pezuñas como de becerro, y brillaban como bronce muy pulido.
8 8-9 Además de sus cuatro caras y sus cuatro alas, estos seres tenían manos de hombre en sus cuatro costados, debajo de sus alas. Las alas se tocaban unas con otras. Al andar, no se volvían, sino que caminaban de frente.
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10 Las caras de los cuatro seres tenían este aspecto: por delante, su cara era la de un hombre; a la derecha, la de un león; a la izquierda, la de un toro; y por detrás, la de un águila.
11 Las alas se extendían hacia arriba. Dos de ellas se tocaban entre sí, y con las otras dos se cubrían el cuerpo.
12 Todos caminaban de frente, y no se volvían al andar. Iban en la dirección en que el poder de Dios los llevaba.
13 El aspecto de los seres era como de carbones encendidos, o como de algo parecido a antorchas que iban y venían en medio de ellos; el fuego era resplandeciente, y de él salían relámpagos.
14 Los seres iban y venían rápidamente, como si fueran relámpagos.
15 Miré a aquellos seres y vi que en el suelo, al lado de cada uno de ellos, había una rueda.
16 Las cuatro ruedas eran iguales y, por la manera en que estaban hechas, brillaban como el topacio. Parecía como si dentro de cada rueda hubiera otra rueda.
17 Podían avanzar en cualquiera de las cuatro direcciones, sin tener que volverse.
18 Vi que las cuatro ruedas tenían sus aros, y que en su derredor estaban llenas de reflejos.
19 Cuando aquellos seres avanzaban, también avanzaban las ruedas con ellos, y cuando los seres se levantaban del suelo, también se levantaban las ruedas.
20 Los seres se movían en la dirección en que el poder de Dios los impulsaba, y las ruedas se levantaban junto con ellos, porque las ruedas formaban parte viva de los seres.
21 Cuando los seres se movían, se movían también las ruedas, y cuando ellos se detenían, las ruedas también se detenían; y cuando los seres se levantaban del suelo, también las ruedas se levantaban con ellos, porque las ruedas formaban parte viva de los seres.
22 Por encima de sus cabezas se veía una especie de bóveda, brillante como el cristal.
23 Debajo de la bóveda se extendían rectas las alas de aquellos seres, tocándose unas con otras. Con dos de ellas se cubrían el cuerpo.
24 Y oí también el ruido que hacían las alas cuando avanzaban: era como el ruido del agua de un río crecido, como la voz del Todopoderoso, como el ruido de un gran ejército. Cuando se detenían, bajaban las alas.
25 Y salió un ruido de encima de la bóveda que estaba sobre la cabeza de ellos.
26 Encima de la bóveda vi algo como un trono que parecía de zafiro, y sobre aquella especie de trono había alguien que parecía un hombre.
27 De lo que parecía ser su cintura para arriba, vi que brillaba como metal bruñido rodeado de fuego, y de allí para abajo vi algo semejante al fuego. En su derredor había un resplandor
28 parecido al arco iris cuando aparece entre las nubes en un día de lluvia. De esta manera se me presentó la gloria del Señor. Al verla, me incliné hasta tocar el suelo con la frente.
1 Luego oí una voz [1] que me decía: «Tú, hombre, ponte de pie, que te voy a hablar.»
2 Mientras esa voz me hablaba, entró en mí el poder de Dios y me hizo ponerme de pie. Entonces oí que la voz que me hablaba
3 seguía diciendo: «A ti, hombre, te voy a enviar a los israelitas, un pueblo desobediente que se ha rebelado contra mí. Ellos y sus antepasados se han levantado contra mí hasta este mismo día.
4 También sus hijos son tercos y de cabeza dura. Pues te voy a enviar a ellos, para que les digas: “Esto dice el Señor.”
5 Y ya sea que te hagan caso o no, pues son gente rebelde, sabrán que hay un profeta en medio de ellos.
6 Tú, hombre, no tengas miedo de ellos ni de lo que te digan, aunque te sientas como rodeado de espinos o viviendo entre alacranes. No tengas miedo de lo que te digan ni te asustes ante la cara que pongan, por muy rebeldes que sean.
7 Tú comunícales mis palabras, ya sea que te hagan caso o no, pues son muy rebeldes.
8 Atiende bien lo que te digo, y no seas rebelde como ellos. Abre la boca y come lo que te voy a dar.»
9 Entonces vi una mano extendida hacia mí, la cual tenía un escrito enrollado.
10 La mano lo desenrolló delante de mí. Estaba escrito por ambos lados: eran lamentos, ayes de dolor y amenazas.
1 Entonces me dijo: «Tú, hombre, cómete este escrito, y luego ve a hablar a la nación de Israel.»
2 Abrí la boca y él me hizo comer el escrito.
3 Luego me dijo: «Trágate ahora este escrito que te doy, y llena con él tu estómago.»
Yo me lo comí, y me supo tan dulce como la miel.4 Entonces me dijo: «Ve y comunica al pueblo de Israel lo que tengo que decirle.
5 Yo no te envío a un pueblo que habla una lengua complicada o difícil de entender, sino al pueblo de Israel.
6 No te envío a naciones numerosas que hablan idiomas complicados o difíciles, que tú no entenderías. Aunque, si yo te enviara a esos pueblos, ellos te harían caso.
7 En cambio, el pueblo de Israel no va a querer hacerte caso, porque no quiere hacerme caso a mí. Todo el pueblo de Israel es terco y de cabeza dura.
8 Pero yo voy a hacerte tan obstinado y terco como ellos.
9 Voy a hacerte duro como el diamante, más duro que la piedra. No les tengas miedo, ni te asustes ante la cara que pongan, por muy rebeldes que sean.»
10 Luego me dijo: «Escucha atentamente todo lo que te voy a decir, y grábatelo en la memoria.
11 Ve a ver a tus compatriotas que están en el destierro y, ya sea que te hagan caso o no, diles: “Esto dice el Señor.”»
12 Entonces el poder de Dios me levantó, y detrás de mí oí un fuerte ruido, como de un terremoto, al levantarse de su sitio la gloria del Señor.
13 El ruido lo hacían las alas de los seres al rozarse unas con otras, y las ruedas que estaban junto a ellos; el ruido era como el de un gran terremoto.
14 El poder de Dios me levantó y me sacó de allí, y yo me fui triste y amargado, mientras el Señor me agarraba fuertemente con su mano.
15 Y llegué a Tel Abib, a orillas del río Quebar, donde vivían los israelitas desterrados, y durante siete días me quedé allí con ellos, sin saber qué hacer ni qué decir.
16 Al cabo de los siete días, el Señor se dirigió a mí, y me dijo:
17 «A ti, hombre, yo te he puesto de centinela para el pueblo de Israel. Cuando yo te comunique algún mensaje, deberás anunciárselo de mi parte, para que estén advertidos.
18 Puede darse el caso de que yo pronuncie sentencia de muerte contra un malvado; pues bien, si tú no le hablas a ese malvado y le adviertes que deje su mala conducta para que pueda seguir viviendo, él morirá por su pecado, pero yo te pediré a ti cuentas de su muerte.
19 Si tú, en cambio, adviertes al malvado y él no deja su maldad ni su mala conducta, él morirá por su pecado, pero tú salvarás tu vida.
20 También puede darse el caso de que un hombre recto deje su vida de rectitud y haga lo malo, y que yo lo ponga en peligro de caer; si tú no se lo adviertes, morirá. Yo no tomaré en cuenta el bien que haya hecho, y morirá por su pecado, pero a ti te pediré cuentas de su muerte.
21 Si tú, en cambio, adviertes a ese hombre que no peque, y él no peca, seguirá viviendo, porque hizo caso de la advertencia, y tú salvarás tu vida.»
22 El Señor puso allí mismo su mano sobre mí, y me dijo: «Levántate y sal a la llanura, que allí te voy a hablar.»
23 Yo me levanté y salí a la llanura, y allí vi la gloria del Señor, como la había visto a orillas del río Quebar. Me incliné hasta tocar el suelo con la frente,
24 pero el poder de Dios entró en mí y me hizo poner de pie. Entonces el Señor me habló de esta manera: «Ve y enciérrate en tu casa.
25 Mira, te van a atar con cuerdas, de manera que no podrás salir y estar con el pueblo.
26 Además yo voy a hacer que tu lengua se te quede pegada al paladar y que te quedes mudo. No podrás reprenderlos, aunque son un pueblo rebelde.
27 Pero cuando yo quiera decirte algo, te devolveré el habla, y entonces les dirás: “Esto dice el Señor.” El que quiera oír, oirá, pero el que no quiera, no oirá. Porque son un pueblo rebelde.
1 »Y tú, hombre, toma un adobe, ponlo delante de ti y dibuja sobre él la ciudad de Jerusalén.
2 Luego rodéala de ejércitos y de instrumentos de asalto, construye un muro a su alrededor, y también una rampa, para que se vea como una ciudad sitiada.
3 Toma en seguida una lámina de hierro y ponla entre ti y la ciudad, como si fuera una muralla, y colócate frente a la ciudad, como si la estuvieras atacando. Esto servirá de señal a los israelitas.
4 »Y tú te acostarás sobre el lado izquierdo, y echarás sobre ti la culpa del pueblo de Israel. Tendrás que estar acostado sobre ese lado, llevando sobre ti su culpa
5 trescientos noventa días, o sea, un día por cada año de culpa de Israel.
6 Cuando hayas cumplido ese tiempo, te acostarás sobre el lado derecho y echarás sobre ti la culpa del reino de Judá durante cuarenta días. Un día por cada año de culpa.
7 Luego te volverás hacia Jerusalén, rodeada de enemigos; te desnudarás el brazo y hablarás en mi nombre contra ella.
8 Mira, te voy a atar con cuerdas, para que no te puedas volver de un lado a otro hasta que completes los días en que debes estar sufriendo.
9 »Toma en seguida un poco de trigo, cebada, mijo y avena, y también habas y lentejas; mézclalo todo en una sola vasija y haz con ello tu pan. Eso es lo que comerás durante los trescientos noventa días que estarás acostado sobre el lado izquierdo.
10 Tomarás tu comida a horas fijas, en raciones de un cuarto de kilo por día;
11 el agua la tomarás también a horas fijas, en raciones de medio litro por día.
12 Tu comida será una torta de cebada, cocida en fuego de estiércol humano, y la prepararás donde la gente te vea.»
13 Luego añadió el Señor: «Comida impura como ésa es la que tendrán que comer los israelitas en los países a donde los voy a desterrar.»
14 Yo le contesté: «Pero, Señor, yo nunca en mi vida he tocado nada impuro; nunca he comido carne de un animal muerto por sí solo, o despedazado por las fieras, ni he probado nunca carne impura.»
15 Entonces él me dijo: «Bueno, te permito que uses estiércol de vaca en vez de estiércol humano, para cocer tu pan.»
16 Después me dijo: «Voy a hacer que falten alimentos en Jerusalén. La comida estará racionada, y la gente se la comerá con angustia; el agua estará medida, y la beberán llenos de miedo.
17 Les faltará agua y comida, y unos a otros se mirarán llenos de miedo. Y por sus pecados se irán pudriendo en vida.»
1 El Señor me dijo: «Ahora, hombre, toma un cuchillo afilado como navaja de afeitar, y rápate la cabeza y la barba. Toma luego una balanza, y divide tu pelo en tres partes.
2 Cuando termine el ataque a la ciudad, quema una de las tres partes del pelo en medio de la ciudad; toma después un cuchillo, y corta otra de esas tres partes de pelo alrededor de la ciudad, y la parte restante lánzala al viento. Yo iré detrás de la gente de la ciudad, con una espada en la mano.
3 Toma unos cuantos de aquellos pelos, y átalos en el borde de tu vestido.
4 Toma luego unos pocos de ellos, y échalos al fuego para que se quemen. De allí saldrá fuego contra todo el pueblo de Israel.
5 »Yo, el Señor, lo digo: Ahí está Jerusalén. Yo fui quien la puso en medio de los pueblos y naciones.
6 Pero ella se rebeló contra mis leyes y mandatos, y ha resultado peor que los pueblos y naciones a su alrededor, pues no obedece mis leyes ni sigue mis mandatos.
7 »Por eso yo, el Señor, lo digo: Ustedes han sido más rebeldes que los pueblos que los rodean, y no han seguido mis mandatos; ni siquiera han cumplido las leyes de los pueblos que los rodean.
8 Por eso yo, el Señor, lo digo: Yo también me voy a poner contra ti, Jerusalén; voy a ejecutar la sentencia contra ti a la vista de las naciones,
9 como nunca lo había hecho ni volveré a hacerlo. Tan detestables son todas tus acciones.
10 Dentro de ti habrá padres que se coman a sus hijos, e hijos que se coman a sus padres. Ejecutaré la sentencia contra ti, y a los que sobrevivan los dispersaré a los cuatro vientos.
11 Yo, el Señor, lo juro por mi vida: como ustedes han profanado mi santo templo con sus ídolos inmundos y sus acciones detestables, también yo los voy a destrozar sin misericordia; no tendré compasión de ustedes.
12 Una tercera parte de tus habitantes morirá de peste y de hambre dentro de ti, otra tercera parte caerá asesinada por los enemigos en los alrededores, y a la tercera parte restante la dispersaré a los cuatro vientos. Yo iré detrás de ellos con una espada en la mano.
13 Entonces descargaré mi furor; haré que mi ira contra ellos quede satisfecha, y me calmaré. Y cuando haya descargado mi ira contra ellos, sabrán que yo, el Señor, fui quien lo dijo en el ardor de mis celos.,
14 Yo te convertiré en un montón de ruinas, Jerusalén; te humillaré en medio de los pueblos que te rodean, para que lo vean todos los que pasen.
15 Cuando yo ejecute con ira y furor la sentencia contra ti, y te castigue duramente, todos te insultarán y te ofenderán, y servirás de escarmiento terrible para los pueblos que te rodean. Yo, el Señor, lo he dicho.
16 Yo haré que venga el hambre sobre ustedes, como terribles flechas destructoras. Sí, haré que vengan sobre ustedes la destrucción y el hambre y la escasez de alimentos.
17 Sí, haré venir sobre ustedes hambre, enfermedad y muerte, y animales feroces que los dejarán sin hijos; y haré que muchos de ustedes mueran en la guerra. Yo, el Señor, lo he dicho.»
1 El Señor se dirigió a mí, y me dijo:
2 «Mira hacia los montes de Israel, y háblales en mi nombre
3 de la siguiente manera: “Escuchen, montes de Israel, lo que dice el Señor a los montes, las colinas, los ríos y los valles: Voy a hacer venir sobre ustedes la guerra, y a destruir sus lugares altos de culto pagano.
4 Haré pedazos los altares donde ustedes ofrecen sacrificios y queman incienso, y haré que sus hombres caigan muertos delante de los ídolos.
5 Arrojaré los cadáveres de los israelitas delante de sus ídolos, y esparciré sus huesos alrededor de sus altares.
6 En todos los lugares donde ustedes vivan, las ciudades serán destruidas y sus altares de culto pagano quedarán en ruinas. Sus altares quedarán completamente destruidos, sus ídolos, hechos pedazos; sus altares para quemar incienso, derrumbados; todo lo que ustedes han hecho desaparecerá.
7 Y cuando vean caer muerta entre ustedes a tanta gente, reconocerán que yo soy el Señor.
8 Pero yo haré que algunos de ustedes se salven de la muerte y queden con vida, esparcidos entre las naciones.
9 Los sobrevivientes se acordarán de mí en esas naciones; se acordarán de cómo los hice sufrir por haberme sido infieles y por haberse apartado de mí para adorar ídolos. Ellos sentirán asco de sí mismos por todas las maldades que han hecho, por todas sus acciones detestables.
10 Entonces reconocerán que yo soy el Señor y que, cuando prometí enviarles estos males, no hice vanas amenazas.”»
11 El Señor me dijo: «Laméntate dando golpes con las manos y los pies; lanza gritos de dolor por las maldades detestables del pueblo de Israel, pues va a morir por causa de la guerra, el hambre y las enfermedades.
12 Los que estén lejos morirán por las enfermedades, los que estén cerca morirán en la guerra, y los que queden con vida morirán de hambre. Así acabaré de descargar mi ira contra ellos.
13 Y cuando vean los cadáveres de esa gente entre sus ídolos y alrededor de los altares, en todas las colinas elevadas, en las cumbres de los montes, debajo de todo árbol verde, debajo de toda encina frondosa, y en los lugares en que ofrecieron a sus ídolos perfumes agradables, entonces reconocerán que yo soy el Señor.
14 Levantaré mi mano para castigarlos y, desde el desierto del sur hasta Riblá en el norte, convertiré su país y todos sus lugares habitados en un desierto espantoso. Entonces reconocerán que yo soy el Señor.»
1 El Señor se dirigió a mí, y me dijo:
2 «Yo, el Señor, digo al país de Israel: Ya llega el fin, ya llega el fin de la tierra entera.
3 Ya llega tu fin, Israel. Voy a descargar mi ira contra ti; voy a pedirte cuentas de tu conducta y a castigarte por todas tus acciones detestables.
4 No te voy a tratar con misericordia; voy a castigarte por tu conducta y a hacerte pagar las consecuencias de tus acciones detestables. Y reconocerán ustedes que yo soy el Señor.
5 5-6 »Yo, el Señor, digo: Mira, ya se acerca el fin, y va a venir desgracia tras desgracia; ya está cerca el fin para ti.
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7 Llega la destrucción, habitantes del país. El momento ha llegado; se acerca el día en que sólo habrá confusión. Se acabará la alegría en las montañas.
8 Ahora mismo, en seguida, descargaré mi ira contra ti hasta quedar satisfecho, te pediré cuentas de tu conducta y te castigaré por todas tus acciones detestables.
9 No te voy a tratar con misericordia; voy a castigarte por tu conducta y a hacerte pagar las consecuencias de tus acciones detestables. Y reconocerán ustedes que yo, el Señor, soy quien los castiga.
10 »¡Aquí está el día! ¡Ya llegó! ¡Vino la destrucción! La maldad triunfa por todas partes y es mucha la insolencia.
11 La violencia aparece y produce maldad. Pero ellos no lograrán nada con sus riquezas y su griterío. No hay en ellos nada de valor.
12 Llegó el momento, vino el día. Ni el vendedor tiene de qué alegrarse, ni el comprador por qué ponerse triste. Voy a castigar con ira el orgullo de Israel.
13 El que haya vendido algo no lo recuperará en toda su vida, ni podrá deshacer el negocio que hizo. Los malvados no podrán conservar su vida.
14 »Suena la trompeta llamando a la batalla; todos se preparan, pero nadie sale a luchar. Voy a castigar con ira el orgullo de Israel.
15 Afuera hay guerra, y adentro enfermedades y hambre. Los que estén en los campos morirán en la guerra, y los que estén en la ciudad morirán de hambre y enfermedad.
16 Aunque algunos logren escapar a las montañas, como palomas asustadas, todos morirán por sus pecados.
17 Todos dejarán caer los brazos, y les temblarán de miedo las rodillas.
18 Se vestirán con ropas ásperas en señal de dolor; todo el cuerpo les temblará, e irán con la cara roja de vergüenza y la cabeza rapada.
19 Tirarán su plata a la calle; tirarán su oro como si fuera basura. Ni su oro ni su plata podrá salvarlos en el día de la ira del Señor. No podrán calmar el hambre ni llenar el estómago, porque el oro fue la causa de que cayeran en la maldad.
20 Por la belleza de sus joyas se llenaron de vanidad, y con ellas hicieron las detestables imágenes de sus ídolos. Por eso yo convertiré esas joyas suyas en basura.
21 Haré que vengan extranjeros y se las roben, que venga la gente más despreciable de la tierra y se las quite, y las trate como cosa impura.
22 Yo me apartaré de este país y dejaré que profanen mi templo, que era mi tesoro. Vendrán bandidos y lo profanarán.
23 »Prepara una cadena, porque en el país se condena a muchos por asesinato y la ciudad está llena de violencia.
24 Yo voy a hacer que venga gente malvada y se apodere de las casas de la ciudad. Pondré fin al orgullo de los poderosos; haré que sus lugares sagrados sean profanados.
25 El terror se apoderará de ellos; buscarán la paz, y no la encontrarán.
26 Vendrá desgracia tras desgracia; malas noticias, una tras otra. En vano buscarán algún profeta que les haga una revelación; no habrá sacerdotes que los instruyan ni ancianos que les den consejos.
27 El rey se pondrá de luto, el gobernante caerá en la tristeza y el pueblo se pondrá a temblar. Los trataré según su conducta y los juzgaré según su manera de juzgar. Así reconocerán que yo soy el Señor.»
1 El día cinco del mes sexto del año sexto, estaba yo sentado en mi casa en compañía de los ancianos de Judá. De repente el Señor puso su mano sobre mí,
2 y vi algo que parecía un hombre. De lo que parecía ser su cintura para abajo, vi algo semejante al fuego, y de allí para arriba brillaba como metal bruñido.
3 El hombre extendió lo que parecía ser una mano y me agarró por el pelo. Entonces el poder de Dios me levantó por los aires y, en visiones producidas por Dios, me llevó a Jerusalén y me colocó a la entrada de la puerta interior de la ciudad, que da hacia el norte, donde se encuentra el ídolo que provoca la ira del Señor.
4 Allí estaba la gloria del Dios de Israel, como yo la había visto en la visión que tuve en la llanura.
5 Entonces me dijo: «Dirige tu vista hacia el norte.»
Dirigí mi vista hacia el norte y, en la entrada, junto a la puerta del altar, vi el ídolo que provoca la ira del Señor.6 Luego me dijo: «¿Ves las cosas tan detestables que hacen los israelitas, con las cuales me alejan de mi santo templo? Pues todavía verás otras peores.»
7 Luego me llevó a la entrada del atrio. En el muro se veía un boquete.
8 Entonces me dijo: «Agranda el boquete del muro.»
Yo agrandé el boquete y encontré una entrada.9 Entonces me dijo: «Entra y verás las cosas tan horribles que hacen allí.»
10 Entré y, a todo lo largo del muro, vi pintadas toda clase de figuras de reptiles y de otros animales impuros, y toda clase de ídolos del pueblo de Israel.
11 Setenta ancianos israelitas, entre los que se encontraba Jaazanías, hijo de Safán, rendían culto a esos ídolos. Cada uno tenía un incensario en la mano, del cual subía una espesa nube de incienso.
12 Y me dijo: «¿Ves lo que hacen en secreto los ancianos israelitas, cada uno en el nicho de su ídolo? Piensan que yo no los veo, que he abandonado el país.»
13 Y añadió: «Todavía los verás hacer cosas peores.»
14 Y me llevó a la puerta de entrada del templo del Señor, que da hacia el norte. Allí estaban sentadas unas mujeres, llorando por el dios Tamuz.
15 Entonces me dijo: «¿Ves esto? Pues todavía verás cosas peores.»
16 Entonces me llevó al atrio interior del templo del Señor y, a la entrada del santuario, entre el vestíbulo y el altar, unos veinticinco hombres estaban de espaldas al santuario; inclinados hacia el oriente, y con la frente en el suelo, adoraban al sol.
17 Entonces el Señor me dijo: «¿Lo ves? ¡No le ha bastado al pueblo de Judá con hacer aquí estas cosas tan detestables, que además ha llenado el país de actos de violencia! Una y otra vez provocan mi ira, y hacen que su pestilencia me llegue a la nariz.
18 Pero yo voy a actuar con ira. No tendré ninguna compasión de ellos. Aunque me llamen a gritos, no los escucharé.»
1 Después oí una voz muy fuerte, que me gritó al oído: «¡Ya llegan los que van a castigar la ciudad, cada uno con su arma de destrucción en la mano!»
2 Vi entonces que seis hombres entraban por la puerta superior que da al norte, cada uno con un mazo en la mano. En medio de ellos venía un hombre vestido de lino, que llevaba a la cintura instrumentos de escribir. Entraron y se detuvieron junto al altar de bronce.
3 Entonces la gloria del Dios de Israel se elevó de encima de los seres alados, donde había estado, y se dirigió a la entrada del templo. El Señor llamó al hombre vestido de lino que llevaba a la cintura instrumentos de escribir,
4 y le dijo: «Recorre la ciudad de Jerusalén, y pon una señal en la frente de los que sientan tristeza y pesar por todas las cosas detestables que se hacen en ella.»
5 5-6 Luego oí que les decía a los otros hombres: «Vayan tras él a recorrer la ciudad y, comenzando por mi templo, maten sin ninguna compasión a ancianos, jóvenes, muchachas, niños y mujeres. Pero no toquen a nadie que tenga la señal.» Ellos, entonces, comenzaron por los ancianos que estaban delante del templo.
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7 Después les dijo: «Vayan al templo, y profánenlo; y llenen de cadáveres sus atrios.»
Ellos salieron y comenzaron a matar gente en la ciudad.8 Y mientras lo hacían, yo me quedé solo. Entonces me incliné hasta tocar el suelo con la frente, y lleno de dolor grité: «Señor, ¿vas a descargar tu ira sobre Jerusalén hasta destruir lo poco que queda de Israel?»
9 El Señor me respondió: «El pecado del pueblo de Israel y de Judá es muy grande. El país está lleno de crímenes; la ciudad está llena de injusticia. Piensan que yo he abandonado al país y que no veo lo que hacen.
10 Pues no voy a tener ninguna compasión de ellos, sino que les voy a pedir cuentas de su conducta.»
11 Entonces el hombre vestido de lino que llevaba a la cintura instrumentos de escribir, volvió y dijo: «Ya he cumplido la orden que me diste.»
1 Luego vi que, encima de la bóveda que estaba sobre las cabezas de los seres alados, apareció algo así como un trono que parecía de zafiro.
2 Y el Señor dijo al hombre vestido de lino: «Métete entre las ruedas del carro, debajo de los seres alados, y toma un puñado de brasas encendidas, de esas que están en medio de los seres alados, y espárcelas sobre la ciudad.»
Y vi cómo el hombre se metió.3 En ese momento los seres alados estaban al sur del templo, y una nube llenaba el atrio interior.
4 Entonces la gloria del Señor se elevó de encima de los seres alados y se dirigió a la entrada del templo; y la nube llenó el templo, y el atrio se iluminó con el resplandor de la gloria del Señor.
5 El ruido que hacían las alas de los seres alados se oía hasta en el atrio exterior. Era como si el Dios todopoderoso estuviera hablando.
6 Entonces el Señor ordenó al hombre vestido de lino que tomara fuego de entre las ruedas del carro, de en medio de los seres alados. El hombre fue y se puso junto a una de las ruedas.
7 7-8 Debajo de las alas de los seres alados se veía algo así como una mano de hombre. Uno de ellos extendió la mano hacia el fuego que estaba en medio y, tomando un poco, se lo puso en las manos al hombre vestido de lino, el cual lo tomó y se fue.
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9 Junto a los seres alados vi cuatro ruedas, una junto a cada uno de ellos. Las ruedas brillaban como si fueran de topacio.
10 Las cuatro ruedas eran iguales y parecían estar una dentro de la otra.
11 Cuando los seres alados avanzaban en una de las cuatro direcciones, no tenían que volverse, sino que avanzaban en la dirección en que iba el de adelante.
12 Su cuerpo, sus espaldas, sus manos y sus alas estaban llenos de reflejos por todos lados, lo mismo que las cuatro ruedas.
13 Yo mismo oí que a las ruedas también les daban el nombre de «carro».
14 Cada ser alado tenía cuatro caras: la primera cara era la de un toro; la segunda, la de un hombre; la tercera, la de un león; y la cuarta, la de un águila.
15 Estos seres son los mismos que yo había visto junto al río Quebar.
Los seres alados se levantaron,16 y cuando ellos avanzaban, también avanzaban las ruedas; y cuando alzaban las alas para levantarse del suelo, las ruedas no se apartaban de su lado;
17 cuando se detenían, se detenían también las ruedas; y cuando se levantaban, se levantaban también las ruedas, porque las ruedas formaban parte viva de ellos.
18 Entonces la gloria del Señor se elevó de encima del templo y se colocó sobre los seres alados.
19 Éstos alzaron las alas y se levantaron del suelo. Yo vi cómo se levantaron, con las ruedas a su lado, y cómo se detuvieron en la puerta oriental del templo del Señor. La gloria del Dios de Israel estaba encima de ellos.
20 Eran los mismos seres alados que yo había visto debajo del Dios de Israel, junto al río Quebar. Entonces me di cuenta de lo que eran.
21 Cada uno de ellos tenía cuatro caras y cuatro alas, y debajo de las alas se veía algo que parecía manos de hombre.
22 Las caras tenían la misma apariencia que las de los seres alados que yo había visto junto al río Quebar. Cada uno avanzaba de frente.
1 El poder de Dios me levantó y me llevó hasta la entrada oriental del templo del Señor. En la puerta había veinticinco hombres. Entre ellos distinguí a Jaazanías, hijo de Azur, y a Pelatías, hijo de Benaías, que eran jefes del pueblo.
2 El Señor me dijo: «Éstos son los que están tramando crímenes y haciendo planes malvados en esta ciudad.
3 Dicen: “No hace mucho que reconstruimos las casas. Aquí estaremos a salvo, como la carne en la olla.”
4 Por eso, háblales en mi nombre.»
5 El espíritu del Señor se posesionó de mí, y me ordenó que dijera: «Esto dice el Señor: “Eso es lo que ustedes piensan, israelitas. Yo conozco sus pensamientos.
6 Ustedes han cometido muchos asesinatos en esta ciudad, y han llenado de cadáveres las calles.
7 Por eso yo, el Señor, les aseguro: Jerusalén será como una olla, pero la carne no serán ustedes, sino los cadáveres de los que ustedes mataron, pues a ustedes los voy a sacar de la olla.
8 ¿Tienen miedo a la guerra? Pues haré venir guerra sobre ustedes. Yo, el Señor, doy mi palabra.
9 Ejecutaré la sentencia contra ustedes: los sacaré de aquí y los entregaré a gente extranjera.
10 Morirán a filo de espada. Yo los juzgaré a ustedes en los límites de Israel, y entonces reconocerán que yo soy el Señor.
11 La ciudad no les servirá a ustedes de olla, ni ustedes serán la carne. Yo los juzgaré a ustedes en los límites de Israel,
12 y entonces reconocerán que yo soy el Señor. Ustedes no han vivido de acuerdo con mis órdenes ni han practicado mis leyes, sino que han seguido las prácticas de las naciones que los rodean.”»
13 Mientras yo les hablaba en nombre del Señor, cayó muerto Pelatías, hijo de Benaías. Yo me incliné hasta tocar el suelo con la frente, lancé un fuerte grito y dije: «¡Ay, Señor! ¿Vas a terminar con lo poco que queda de Israel?»
14 El Señor se dirigió a mí, y me dijo:
15 «La gente que vive en Jerusalén habla de los israelitas, tus compatriotas, y dice: “¡Ellos están lejos del Señor! A nosotros, en cambio, nos dio el país para que seamos dueños de él.”
16 Por eso diles: “Esto dice el Señor: Yo los desterré y los dispersé entre las naciones, entre países extraños, pero sólo por un corto tiempo. Ahora yo mismo seré un santuario para ellos en los países adonde han ido.”
17 Diles también: “Esto dice el Señor: Yo los haré volver de esos países y naciones adonde los he dispersado, y los reuniré y les daré el país de Israel.
18 Ellos volverán a su país y acabarán con todas las prácticas odiosas y detestables que hay en él.
19 Yo les quitaré ese corazón duro como la piedra, y les daré un nuevo corazón y un nuevo espíritu.
20 Entonces vivirán de acuerdo con mis leyes y decretos, y los pondrán en práctica. Ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios.
21 Pero a los que viven apegados a esas prácticas odiosas y detestables, les pediré cuentas de su conducta. Yo, el Señor, doy mi palabra.”»
22 Los seres alados levantaron el vuelo, y las ruedas los siguieron. Entonces la gloria del Dios de Israel, que estaba encima de ellos,
23 se levantó y se alejó de la ciudad, yendo a colocarse sobre el monte que está al oriente de la ciudad.
24 Luego el poder de Dios me levantó y me hizo volver a Babilonia, donde estaban los otros desterrados. Esto sucedió en una visión que el espíritu de Dios me hizo ver. Después la visión desapareció,
25 y yo les conté a los desterrados todo lo que el Señor me había revelado.
1 El Señor se dirigió a mí, y me dijo:
2 «Tú, hombre, vives en medio de un pueblo rebelde. Tienen ojos para ver, pero no ven; y oídos para oír, pero no oyen, porque son un pueblo rebelde.
3 Por eso, prepara lo necesario para salir al destierro y, a pleno día y a la vista de todos, sal de tu casa y vete a otro lugar; tal vez se den cuenta de que son un pueblo rebelde.
4 A pleno día y a la vista de todos, saca tus cosas como para ir al destierro; y por la tarde, también a la vista de todos, sal como si fueras al destierro.
5 Después, haz un boquete en el muro, a la vista de todos, y sal por él con tus cosas.
6 Y cuando oscurezca, échate al hombro tus cosas y sal con ellas a la vista de todos. Tápate la cara, de modo que no puedas ver el país. Quiero que seas una señal de alarma para el pueblo de Israel.»
7 Yo preparé mis cosas tal como el Señor me lo había ordenado, y a pleno día salí con ellas, como quien va al destierro. Por la tarde hice con mis manos un boquete en el muro y, cuando oscureció, a la vista de todos me eché las cosas al hombro y salí con ellas.
8 A la mañana siguiente, el Señor se dirigió a mí, y me dijo:
9 «Seguramente los israelitas, ese pueblo rebelde, te habrán preguntado qué estabas haciendo.
10 Pues diles de mi parte que esto es un anuncio para el rey de Jerusalén y para todos los israelitas que allí viven.
11 Diles que tú eres una señal de alarma para ellos, y que tendrán que hacer lo mismo que tú hiciste, porque serán llevados al destierro.
12 El jefe que tienen habrá de echarse sus cosas al hombro, y cuando oscurezca saldrá con ellas por un boquete que harán en el muro. Irá con la cara tapada, para que nadie pueda verlo a él ni él pueda ver el país.
13 Yo le echaré encima mi red y lo atraparé con ella. Lo llevaré a Babilonia, tierra de los caldeos, tierra que no podrá ver, y allí morirá.
14 Y dispersaré a los cuatro vientos la guardia que lo rodea para defenderlo, lo mismo que sus otras tropas, y los perseguiré con la espada en la mano.
15 Y cuando ya los haya dispersado por otros países y naciones, reconocerán que yo soy el Señor.
16 Pero haré que unos cuantos escapen de la guerra, el hambre y las enfermedades, para que en las naciones adonde vayan cuenten todas las cosas detestables que cometieron y reconozcan que yo soy el Señor.»
17 El Señor se dirigió a mí una vez más, y me dijo:
18 «Tú, hombre, tiembla de miedo al comer, y muéstrate angustiado al beber.
19 Y diles a los habitantes del país y de Jerusalén, y a todos los israelitas: “Esto dice el Señor: Comerán su comida llenos de angustia, y tomarán sus bebidas llenos de miedo; el país quedará destruido y vacío, por causa de la violencia de sus habitantes.
20 Toda ciudad habitada será destruida; el país quedará convertido en desierto. Entonces reconocerán ustedes que yo soy el Señor.”»
21 El Señor se dirigió a mí, y me dijo:
22 «¿Qué quieren decir los israelitas con eso de “Pasan los días, y las visiones del profeta no se cumplen”?
23 Pues diles: “Esto dice el Señor: Yo voy a hacer que no se repitan más esas palabras en Israel.” Y diles también que ya está cerca el día en que se cumplirá todo lo anunciado en las visiones.
24 No volverá a haber entre los israelitas visiones falsas ni profecías que sean mentira,
25 porque yo, el Señor, voy a hablar, y lo que diga se cumplirá sin tardanza. Ustedes mismos lo verán, pueblo rebelde; yo hablaré y haré que se cumpla lo que diga. Yo, el Señor, doy mi palabra.»
26 El Señor se dirigió a mí, y me dijo:
27 «Los israelitas andan diciendo que tus visiones proféticas son de cumplimiento a largo plazo.
28 Por lo tanto, diles: “Esto dice el Señor: Mis palabras no tardarán en cumplirse; lo que he dicho se cumplirá. Yo, el Señor, doy mi palabra.”»
1 El Señor se dirigió a mí, y me dijo:
2 «Habla en mi nombre contra los profetas de Israel, esos profetas que hablan por su propia cuenta, y diles: “Oigan la palabra del Señor:
3 ¡Ay de los profetas estúpidos que siguen su propia inspiración y no tienen verdaderas visiones!
4 Tus profetas, Israel, son como zorras que viven entre ruinas.
5 No han hecho nada para defender a Israel, para que pueda resistir en la batalla cuando venga el día del Señor.
6 Sus visiones son falsas y sus profecías son mentira. Dicen que hablan de mi parte, pero yo no los he enviado. ¡Y esperan que sus palabras se cumplan!
7 ¡Las visiones que ustedes tienen son falsas! ¡Sus profecías son mentira! Dicen que hablan de mi parte, pero yo no he dicho nada.
8 Por eso yo, el Señor, digo: Como ustedes dicen cosas falsas y sus visiones son mentira, yo estoy contra ustedes. Yo, el Señor, lo afirmo.
9 Voy a levantar la mano para castigar a los profetas que tienen visiones falsas y cuyas profecías son mentira. No podrán tomar parte en las reuniones de mi pueblo Israel; sus nombres no serán anotados en las listas de los israelitas, ni entrarán en la tierra de Israel. Entonces reconocerán ustedes que yo soy el Señor.”
10 »Sí, ellos engañaron a mi pueblo diciéndole que todo iba bien, cuando en realidad no era así. Son como quien levanta una pared insegura y luego la recubre con cal.
11 Pues diles a esos que blanquean la pared, que la pared se vendrá abajo. Vendrá la lluvia a torrentes, y caerán granizos como piedras, y soplará un viento huracanado,
12 y la pared se vendrá abajo. Entonces les preguntarán: “¿Qué pasó con la cal que le pusieron?”
13 Por eso yo, el Señor, digo: En mi ira voy a hacer que sople un viento huracanado; en mi furor voy a hacer que llueva a torrentes y que caigan granizos como piedras, para destruirlo todo con furia.
14 Y derribaré esa pared que ustedes blanquearon; la echaré por tierra, y sus cimientos quedarán al descubierto. Sí, la pared se vendrá abajo, y ustedes morirán entre sus escombros. Entonces reconocerán que yo soy el Señor.
15 Descargaré toda mi ira contra esa pared y contra los que la blanquearon, y la gente dirá: “No quedó nada de la pared ni de los que la blanquearon,
16 esos profetas de Israel que tenían visiones falsas y anunciaban a Jerusalén que todo iba bien, cuando en realidad no era así.” Yo, el Señor, lo afirmo.
17 »Ahora, hombre, dirígete a las mujeres de tu pueblo que se ponen a hablar en mi nombre por su propia cuenta,
18 y diles: “Esto dice el Señor: ¡Ay de ustedes, que andan a caza de la gente; que cosen vendas mágicas para que todo el mundo se las ponga como pulseras, y hacen velos para que todos se los pongan en la cabeza! ¿Creen que pueden disponer de la vida y de la muerte de mi pueblo, según les convenga?
19 Ustedes, por unos puñados de cebada y unos bocados de pan, me deshonran delante de mi pueblo; dan muerte a gente que no debía morir, y dejan con vida a gente que no debía vivir. Así engañan a mi pueblo, que hace caso a las mentiras.
20 Por eso yo, el Señor, digo: Yo me declaro enemigo de esas vendas mágicas que ustedes hacen, con las que atrapan a la gente como a pájaros. Yo libraré del poder de ustedes a esas personas, y las dejaré volar libremente;
21 libraré a mi pueblo del poder de ustedes y de los velos que le han puesto, y no lo volverán a atrapar. Entonces reconocerán ustedes que yo soy el Señor.
22 Ustedes, con sus mentiras, han acobardado a los buenos, cosa que yo no quería hacer, y en cambio han animado a los malvados a seguir en su mala conducta, para que yo no les dé vida.
23 Por eso no volverán ustedes a tener sus falsas visiones ni a proclamar sus profecías de mentira. Yo salvaré a mi pueblo del poder de ustedes, y reconocerán ustedes que yo soy el Señor.”»
1 Varios ancianos de Israel vinieron a verme para consultar al Señor.
2 Entonces el Señor se dirigió a mí, y me dijo:
3 «Estos hombres se han entregado por completo al culto de sus ídolos y han puesto sus ojos en lo que les hace pecar. ¿Y acaso voy a permitir que me consulten?
4 Habla con ellos y diles: “Esto dice el Señor: Todo israelita que se entregue al culto de los ídolos y ponga sus ojos en lo que les hace pecar, y que venga luego a consultar al profeta, tendrá de mi parte la respuesta que se merece por tener tantos ídolos.”
5 »Yo les tocaré el corazón a todos los israelitas que se apartaron de mí por causa de sus ídolos.
6 Por eso, diles a los israelitas: “Esto dice el Señor: Vuélvanse a mí, apártense de sus ídolos y dejen todas esas cosas detestables.”
7 Si un israelita o un extranjero que viva en Israel se aparta de mí y se entrega por completo al culto de sus ídolos, y pone sus ojos en lo que le hace pecar, y luego recurre a un profeta para consultarme, yo mismo le daré la respuesta:
8 Me enfrentaré con ese hombre y le daré un castigo ejemplar, algo de lo que todos hablen, y lo eliminaré de entre mi pueblo. Entonces reconocerán ustedes que yo soy el Señor.
9 »Y si un profeta da un mensaje falso, es porque yo, el Señor, engañé a ese profeta; y yo levantaré mi mano para castigarlo y lo eliminaré de mi pueblo Israel.
10 Tanto el hombre que hace la consulta como el profeta serán castigados por su pecado,
11 para que el pueblo de Israel no vuelva jamás a apartarse de mí ni a mancharse con esos crímenes. Ellos serán mi pueblo, y yo seré su Dios. Yo, el Señor, lo afirmo.»
12 El Señor se dirigió a mí, y me dijo:
13 «Si un país peca contra mí y me es infiel, yo levantaré la mano para castigarlo y le quitaré sus provisiones de alimento; enviaré hambre sobre él, y haré que mueran hombres y animales.
14 Y si en ese país vivieran Noé, Danel y Job, sólo ellos tres se salvarían por ser justos. Yo, el Señor, lo afirmo.
15 »Y si envío animales feroces a un país, para que maten a sus habitantes y lo conviertan en un desierto donde nadie se atreva a pasar por miedo a las fieras,
16 si vivieran allí esos tres hombres, no podrían salvar ni a sus hijos ni a sus hijas; sólo ellos se salvarían, y el país quedaría convertido en un desierto. Yo, el Señor, lo juro por mi vida.
17 »Y si hago venir la guerra sobre todo ese país y ordeno la muerte de hombres y animales,
18 si vivieran allí esos tres hombres, no podrían salvar ni a sus hijos ni a sus hijas; sólo ellos se salvarían. Yo, el Señor, lo juro por mi vida.
19 »Y si envío enfermedades a ese país, y en mi ira siembro allí la muerte y hago que mueran hombres y animales,
20 si vivieran allí Noé, Danel y Job, no podrían salvar ni a sus hijos ni a sus hijas; sólo ellos se salvarían por ser justos. Yo, el Señor, lo juro por mi vida.
21 »Yo, el Señor, digo: Peor todavía será cuando yo mande contra Jerusalén mis cuatro castigos terribles: la guerra, el hambre, los animales salvajes y las enfermedades, y mate a hombres y animales.
22 Sólo unos cuantos quedarán con vida y podrán salir de allí con sus hijos e hijas. Cuando ellos vayan a ustedes, ustedes verán cómo se han portado y las cosas que han hecho, y se consolarán del castigo que hice venir sobre Jerusalén.
23 Se consolarán al ver cómo se han portado ellos y las cosas que han hecho. Entonces reconocerán ustedes que no me faltaba motivo para hacer todo lo que hice con Jerusalén. Yo, el Señor, lo afirmo.»
1 El Señor se dirigió a mí, y me dijo:
2
«¿En qué es mejor el tronco de la vid
que la madera de los árboles?
3
Su tronco no sirve para nada,
¡ni siquiera para hacer una percha!
4
No sirve más que para leña.
Y cuando el fuego ha quemado las puntas
y el centro está hecho carbón,
¿para qué puede servir?
5
Si cuando estaba entero
no servía para nada,
¡menos ahora que está quemado
podrá servir para algo!
6
»Por eso yo, el Señor, digo:
Así como al tronco de la vid
se le echa en el fuego para que arda,
así también echaré en el fuego
a los habitantes de Jerusalén.
7
Yo me declararé enemigo de ellos.
Escaparán de un fuego,
pero otro fuego los devorará.
Y cuando yo me declare su enemigo,
ustedes reconocerán que yo soy el Señor.
8
Convertiré su país en un desierto,
por haberme sido infieles.
Yo, el Señor, lo afirmo.»
1 El Señor se dirigió a mí, y me dijo:
2 «Tú, hombre, hazle ver a Jerusalén las cosas tan detestables que ha hecho.
3 Dile: “Esto dice el Señor: Por lo que toca a tu origen, tú, Jerusalén, eres cananea de nacimiento; tu padre fue amorreo y tu madre hitita.
4 El día en que naciste no te cortaron el ombligo, ni te bañaron, ni te frotaron con sal, ni te fajaron.
5 Nadie tuvo compasión de ti ni se preocupó de hacerte esas cosas. El día en que naciste, te dejaron tirada en el campo porque sentían asco de ti.
6 Yo pasé junto a ti, y al verte pataleando en tu sangre, decidí que debías vivir.
7 Te hice crecer como una planta del campo. Te desarrollaste, llegaste a ser grande y te hiciste mujer. Tus pechos se hicieron firmes, y el vello te brotó. Pero estabas completamente desnuda.
8 »”Volví a pasar junto a ti, y te miré; estabas ya en la edad del amor. Extendí mi manto sobre ti, y cubrí tu cuerpo desnudo, y me comprometí contigo; hice una alianza contigo, y fuiste mía. Yo, el Señor, lo afirmo.
9 Y te bañé, te limpié la sangre y te perfumé;
10 te puse un vestido de bellos colores y sandalias de cuero fino; te di un cinturón de lino y un vestido de finos tejidos;
11 te adorné con joyas, te puse brazaletes en los brazos y un collar en el cuello;
12 te puse un anillo en la nariz, aretes en las orejas y una hermosa corona en la cabeza.
13 Quedaste cubierta de oro y plata; tus vestidos eran de lino, de finos tejidos y de telas de bellos colores. Te alimentabas con el mejor pan, y con miel y aceite de oliva. Llegaste a ser muy hermosa: te convertiste en una reina.
14 Te hiciste famosa entre las naciones por tu belleza, que era perfecta por el encanto con que te adorné. Yo, el Señor, lo afirmo.
15 »”Pero confiaste en tu belleza y te aprovechaste de tu fama para convertirte en una prostituta, entregando tu cuerpo a todo el que pasaba.
16 Con tus vestidos hiciste tiendas de culto pagano en las colinas, y te prostituiste en ellas.
17 Tomaste las joyas de oro y de plata que yo te había regalado, e hiciste figuras de hombres para prostituirte con ellos;
18 les pusiste tus vestidos de bellos colores y les ofreciste mi aceite y mi incienso.
19 El pan que yo te había dado, que era de la mejor harina, y el aceite y la miel con que yo te había alimentado, se los ofreciste a ellos como ofrenda de olor agradable. Yo, el Señor, lo afirmo.
20 »”Tomaste también a los hijos e hijas que tuve contigo, y los sacrificaste a esos ídolos como alimento para ellos. ¿Te parecía poco haberte convertido en prostituta,
21 que además sacrificaste a mis hijos entregándolos a morir quemados en honor de esos ídolos?
22 Con tu detestable vida de prostituta ya no te acuerdas de cuando eras niña y estabas completamente desnuda, pataleando en tu propia sangre.
23 »”Esto afirmo yo, el Señor: ¡Ay de ti! Además de todos los males que hiciste,
24 te construiste en todo sitio despejado un lugar donde dar culto a los ídolos y entregarte a la prostitución.
25 Al término de todo camino construiste tales lugares, y convertiste tu belleza en algo detestable ofreciendo tu cuerpo a todo el que pasaba, en continuos actos de prostitución.
26 Practicaste la prostitución con tus vecinos, esos egipcios de gran potencia sexual, y provocaste mi ira con tus continuos actos de prostitución.
27 »”Entonces levanté la mano para castigarte: te hice pasar privaciones y te entregué a las ciudades filisteas, que te odian y que estaban disgustadas por tu conducta vergonzosa.
28 Pero no contenta con eso, te entregaste a la prostitución con los asirios; y ni aun así quedaste satisfecha.
29 Y seguiste entregándote a la prostitución en Babilonia, tierra de comerciantes; y ni aun así quedaste satisfecha.
30 Yo, el Señor, afirmo: ¡Qué enfermo tenías el corazón para cometer todos esos actos propios de una prostituta desvergonzada!
31 Al término de todo camino y en todo sitio despejado, te construiste un altar donde dar culto a los ídolos y entregarte a la prostitución. Pero tú no te portabas como las prostitutas: ¡tú no cobrabas!
32 »”La mujer que es infiel a su marido, recibe a extraños.
33 A toda prostituta se le da una paga; pero tú eras más bien la que dabas regalos a todos tus amantes y les pagabas para que vinieran de todas partes a pecar contigo.
34 En tu prostitución has hecho lo contrario de lo que hacen otras mujeres: nadie te busca para pecar, ni ellos te pagan a ti, sino que tú les pagas a ellos. ¡Sólo en eso eres diferente!
35 »”Por eso, escucha, prostituta, mi palabra:
36 Yo, el Señor, te digo: Tú has descubierto desvergonzadamente tu cuerpo para entregarte a la prostitución con tus amantes y con todos tus detestables ídolos, y has derramado la sangre de tus hijos que ofreciste en sacrificio.
37 Por eso, yo voy a reunir a todos los amantes que has complacido, a todos los que amaste y a todos los que odiaste; los reuniré alrededor de ti, y delante de ellos descubriré tu cuerpo para que te vean completamente desnuda.
38 Te juzgaré por adulterio y asesinato, y con ira y celo te entregaré a la muerte.
39 Te dejaré en manos de ellos, para que destruyan tus lugares de prostitución y de culto a los ídolos. Te arrancarán tus vestidos y tus magníficos adornos, y te dejarán completamente desnuda.
40 Levantarán al pueblo contra ti, te apedrearán y te matarán con sus espadas.
41 Prenderán fuego a tus casas y ejecutarán la sentencia contra ti delante de muchas mujeres. Pondré fin a tu prostitución, y no volverás a pagar más a tus amantes.
42 Entonces mi ira contra ti quedará satisfecha y mis celos se calmarán; me tranquilizaré y ya no estaré enojado.
43 Tú te olvidaste de cuando eras joven, y me irritaste con todas tus acciones infames y detestables; por lo tanto, yo te castigaré por esa conducta tuya. Yo, el Señor, lo afirmo.
44 »”Todos los amigos de decir refranes, dirán refiriéndose a ti: De tal madre, tal hija.
45 Tú eres hija de una madre que odiaba a su marido y a sus hijos, y también tus hermanas odiaban a sus maridos y a sus hijos. La madre de todas ustedes era hitita, y su padre, amorreo.
46 Al norte estaba tu hermana mayor, la ciudad de Samaria, con sus aldeas; al sur, tu hermana menor, la ciudad de Sodoma, también con sus aldeas.
47 Y tú seguiste su ejemplo y cometiste sus mismas acciones detestables. Y no satisfecha con esto, tu conducta fue peor que la de ellas.
48 Yo, el Señor, lo juro por mi vida: ni tu hermana Sodoma ni sus aldeas hicieron lo que tú y tus aldeas han hecho.
49 Éste fue el pecado de tu hermana Sodoma: ella y sus aldeas se sentían orgullosas de tener abundancia de alimentos y de gozar de comodidad, pero nunca ayudaron al pobre y al necesitado.
50 Se volvieron orgullosas y cometieron cosas que yo detesto; por eso las destruí, como has visto.
51 En cuanto a Samaria, no cometió ni la mitad de tus pecados. Tú has hecho más cosas detestables que ellas; tantas que, a tu lado, ellas parecen inocentes.
52 Tú tendrás que soportar tu humillación, pues al cometer pecados más detestables que tus hermanas, las hiciste parecer inocentes. Tú tendrás que sufrir esa vergüenza y soportar tu humillación, pues hiciste parecer inocentes a tus hermanas.
53 »”Yo devolveré la prosperidad a Sodoma y Samaria, y a sus aldeas; y también a ti volveré a darte prosperidad,
54 pero tendrás que soportar tu humillación y avergonzarte de lo que hiciste, con lo cual tú serás para ellas motivo de consuelo.
55 Y cuando Sodoma y Samaria y sus aldeas vuelvan a ser lo que antes fueron, también tú y tus aldeas volverán a serlo.
56 Tú te burlabas del castigo de tu hermana Sodoma, cuando te sentías tan orgullosa
57 y todavía no se había puesto al descubierto tu maldad; pero ahora las ciudades edomitas y filisteas, todas tus vecinas, te insultan; ¡todo el mundo te desprecia!
58 Ahora tienes que soportar el castigo de tus acciones malas y detestables. Yo, el Señor, lo afirmo.
59 »”Yo, el Señor, digo: Te voy a dar tu merecido, pues faltaste a tu juramento y no cumpliste la alianza.
60 Pero yo sí me acordaré de la alianza que hice contigo cuando eras joven, y haré contigo una alianza eterna.
61 Cuando yo te dé como hijas a tu hermana mayor y a tu hermana menor, a pesar de que la alianza no me obliga a ello, tú te acordarás de tu conducta pasada y sentirás vergüenza.
62 Yo renovaré mi alianza contigo, y reconocerás que yo soy el Señor.
63 Tú te acordarás, y sentirás tanta vergüenza y humillación que no volverás a abrir la boca cuando yo te perdone todo lo que has hecho. Yo, el Señor, lo afirmo.”»
1 El Señor se dirigió a mí, y me dijo:
2 «Tú, hombre, propón al pueblo de Israel una comparación.
3 Diles:
»“Esto dice el Señor:Un águila enorme llegó al Líbano;
sus alas eran grandes y de mucho alcance,
cubiertas de plumas de muchos colores.
Agarró la punta de un cedro,
4
cortó la rama más alta
y fue a plantarla en un país de comerciantes,
en una ciudad de mucho comercio.
5
Luego tomó de la tierra una semilla
y la sembró en un terreno cultivado,
a la orilla de un arroyo,
con agua abundante.
6
La semilla nació
y se convirtió en una vid frondosa;
y aunque era poca su altura,
dirigió sus ramas hacia el águila,
mientras hundía sus raíces en la tierra.
Se convirtió en una vid;
produjo retoños y echó ramas.
7
Pero había otra águila enorme,
de grandes alas y abundante plumaje.
Entonces la vid dirigió sus raíces
y tendió sus ramas hacia esta águila,
para que le diera más agua,
lejos del lugar donde estaba plantada.
8
Sin embargo, estaba plantada en buena tierra,
junto a agua abundante,
donde podía echar ramas y dar fruto
y convertirse en una vid hermosa.”
9
»Diles, pues, de mi parte:
“Esto dice el Señor:
Esta vid no prosperará.
El águila primera le arrancará las raíces,
y le hará caer los frutos;
con poco esfuerzo y sin mucha gente
la arrancará de raíz,
y se secarán todos sus nuevos retoños.
10
Aunque la trasplanten, no retoñará;
se secará al soplar sobre ella el viento del este;
se secará en el lugar donde debía retoñar.”»
11 El Señor se dirigió a mí, y me dijo:
12 «Pregunta a este pueblo rebelde si saben lo que significa esta comparación. Diles: “El rey de Babilonia vino a Jerusalén e hizo prisioneros al rey de Judá y a sus funcionarios, y se los llevó con él a Babilonia.
13 Luego tomó a un príncipe de la familia real e hizo un pacto con él, obligándolo a jurarle fidelidad, y se llevó a la gente importante del país
14 para que Judá fuera un reino débil, incapaz de levantarse, aunque dispuesto a cumplir ese pacto y a mantenerlo en vigor.
15 Pero este príncipe se rebeló contra el rey de Babilonia y envió embajadores a Egipto para pedir caballos y hombres en gran cantidad. ¿Creen ustedes que después de eso podrá tener éxito y escapar con vida? ¿Puede escapar con vida quien no cumple un pacto?
16 Yo, el Señor, juro por mi vida que morirá en Babilonia el que se burló del juramento y no cumplió el pacto que hizo con el rey que lo puso en el trono.
17 Cuando el rey de Babilonia lo ataque, y construya rampas y muros alrededor de la ciudad, y mate a mucha gente, el faraón no enviará en su ayuda un poderoso ejército ni gran cantidad de gente,
18 pues él se burló del juramento y no cumplió el pacto; se había comprometido y, sin embargo, ha hecho todo esto. Por eso no podrá escapar con vida.
19 »”Yo, el Señor, lo juro por mi vida: él se burló del juramento que me hizo, y no cumplió la alianza que había hecho conmigo; por eso yo le voy a pedir cuentas.
20 Voy a echar sobre él mis redes, y lo atraparé en ellas; lo llevaré a Babilonia, y allá lo someteré a juicio por haberme sido infiel.
21 Sus mejores soldados morirán en batalla, y los que queden con vida serán esparcidos a los cuatro vientos. Entonces reconocerán ustedes que yo, el Señor, he hablado.
22 »”Yo, el Señor, digo: También yo voy a tomar la punta más alta del cedro; arrancaré un retoño tierno de la rama más alta, y yo mismo lo plantaré en un monte muy elevado,
23 en el monte más alto de Israel. Echará ramas, dará fruto y se convertirá en un cedro magnífico. Animales de toda clase vivirán debajo de él, y aves de toda especie anidarán a la sombra de sus ramas.
24 Y todos los árboles del campo sabrán que yo soy el Señor. Yo derribo el árbol orgulloso y hago crecer el árbol pequeño. Yo seco el árbol verde y hago reverdecer el árbol seco. Yo, el Señor, lo digo y lo cumplo.”»
1 El Señor se dirigió a mí, y me dijo:
2 «¿Por qué en Israel no deja de repetirse aquel refrán que dice: “Los padres comen uvas agrias y a los hijos se les destemplan los dientes”?
3 Yo, el Señor, juro por mi vida que nunca volverán ustedes a repetir este refrán en Israel.
4 A mí me pertenece todo ser humano, lo mismo el padre que el hijo. Aquel que peque, morirá.
5 »El hombre recto es el que hace lo que es justo y recto:
6 no participa en los banquetes que se celebran en las colinas para honrar a los ídolos, ni pone su confianza en los falsos dioses de Israel; no le quita la mujer a su prójimo, ni se une con su propia mujer cuando ella está en su período de menstruación;
7 no oprime a nadie, sino que devuelve a su deudor lo que había recibido de él en prenda; no roba a nadie; comparte su pan con el hambriento y da ropa al desnudo;
8 no presta dinero con usura ni exige intereses; no causa daño a nadie; es justo cuando juzga un pleito entre dos personas;
9 actúa de acuerdo con mis leyes y cumple fielmente mis mandamientos. Ese hombre es verdaderamente recto, y por lo tanto vivirá. Yo, el Señor, lo afirmo.
10 »Pero si este hombre tiene un hijo violento y asesino, que hace cualquiera de esas cosas
11 que su padre no hacía, es decir, que participa en los banquetes que se celebran en las colinas para honrar a los ídolos, que le quita la mujer a su prójimo,
12 que oprime al pobre y al necesitado, que roba a los demás, que no devuelve a sus deudores lo que había recibido de ellos en prenda, que pone su confianza en los falsos dioses y hace cosas que yo detesto,
13 que presta dinero con usura y exige intereses: ese hombre no podrá vivir. Después de haber hecho todas esas cosas que yo detesto, morirá sin remedio, y él mismo será responsable de su muerte.
14 »Puede ser que este hombre, a su vez, tenga un hijo que vea todos los pecados cometidos por su padre, pero que no siga su ejemplo;
15 es decir, que no participe en los banquetes que se celebran en las colinas para honrar a los ídolos, ni ponga su confianza en los falsos dioses de Israel; que no le quite la mujer a su prójimo
16 ni oprima a nadie; que no exija nada en prenda cuando le pidan prestado; que no robe a nadie, sino que comparta su pan con el hambriento y dé ropa al desnudo;
17 que no haga daño a nadie ni preste dinero con usura o intereses; y que cumpla mis leyes y actúe según mis mandatos: ese hombre no morirá por los pecados de su padre. Ciertamente vivirá.
18 »Su padre, que fue opresor, y cometió robos, e hizo lo malo en medio de su pueblo, morirá en castigo de sus propios pecados.
19 Ustedes preguntarán: “¿Por qué no paga el hijo también por los pecados del padre?” Pues porque el hijo hizo lo que es recto y justo, y cumplió y puso en práctica todas mis leyes: por eso ciertamente vivirá.
20 Sólo aquel que peque morirá. Ni el hijo ha de pagar por los pecados del padre, ni el padre por los pecados del hijo. El justo recibirá el premio a su justicia; y el malvado, el castigo a su maldad.
21 »Y si el malvado se aparta de todos los pecados que cometía, y cumple todas mis leyes y hace lo que es recto y justo, ciertamente vivirá y no morirá.
22 Yo no volveré a acordarme de todo lo malo que hizo, y él vivirá por hacer lo que es recto.
23 Yo no quiero que el malvado muera, sino que cambie de conducta y viva. Yo, el Señor, lo afirmo.
24 »Pero si el justo deja de actuar rectamente, y hace todo lo malo y detestable que hace el malvado, ¿piensan ustedes que habrá de seguir viviendo? Yo no volveré a acordarme de todo lo bueno que haya hecho: morirá por culpa de su infidelidad y de sus pecados.
25 Ustedes dirán que yo no estoy actuando con justicia; pero escucha, pueblo de Israel, ¿piensan ustedes que yo no estoy actuando bien? ¿No será más bien lo contrario, que son ustedes los que están actuando mal?
26 Si el justo deja de hacer lo bueno y hace lo malo, morirá por culpa de sus malas acciones.
27 Por el contrario, si el malvado se aparta de su maldad y hace lo que es recto y justo, salvará su vida.
28 Si abre los ojos y se aparta de todas las maldades que había hecho, ciertamente vivirá y no morirá.
29 »Pero el pueblo de Israel dirá que yo no actúo con justicia. ¿Que yo no actúo con justicia? ¿No será más bien el pueblo de Israel el que no actúa con justicia?
30 Yo los juzgo a cada uno de ustedes, israelitas, de acuerdo con sus acciones. Yo, el Señor, lo afirmo. Abandonen de una vez por todas sus maldades, para que no se hagan culpables de su propia ruina.
31 Apártense de todas las maldades que han cometido contra mí, y háganse de un corazón y un espíritu nuevos. ¿Por qué habrás de morir, pueblo de Israel,
32 si yo no quiero que nadie muera? Apártense del mal y vivirán. Yo, el Señor, lo afirmo.
1 »Y tú, hombre, dedica este canto fúnebre a los reyes de Israel:
2
»“Tu madre era una leona
que vivía entre leones.
Hizo su guarida entre ellos,
y allí crió a sus cachorros.
3
A uno especialmente lo hizo crecer
hasta su pleno desarrollo.
Aprendió a desgarrar la presa,
y devoraba hombres.
4
Las naciones oyeron hablar de él;
lo apresaron en una trampa,
y con ganchos lo arrastraron
hasta el país de Egipto.
5
Al ver la leona que su esperanza
quedaba frustrada por completo,
tomó otro de sus cachorros
y lo ayudó a desarrollarse.
6
Hecho ya todo un león,
iba y venía entre los leones.
Aprendió a desgarrar la presa,
y devoraba hombres.
7
Hacía destrozos en los palacios
y arruinaba las ciudades;
con sus rugidos
hacía temblar a todo el mundo.
8
Entonces levantaron contra él
a los pueblos de las provincias vecinas;
le tendieron sus redes
y lo hicieron caer en la trampa.
9
Con ganchos lo encerraron en una jaula
y se lo llevaron al rey de Babilonia;
allí lo metieron preso,
para que nadie volviera a oír sus rugidos
en las montañas de Israel.
10
»”Tu madre parecía una vid
plantada junto al agua,
fecunda y frondosa
gracias a la abundancia de riego.
11
Sus ramas se hicieron tan fuertes
que llegaron a ser cetros de reyes,
y tanto creció
que llegó hasta las nubes.
Se destacaba por su altura
y por sus ramas frondosas.
12
Pero la arrancaron con furia
y la echaron al suelo.
El viento del oriente la secó
y se le cayeron las uvas;
se secaron sus fuertes ramas
y las echaron al fuego.
13
Ahora está plantada en el desierto,
en tierra seca y sedienta.
14
De sus ramas sale un fuego
que devora sus retoños y sus frutos.
Ya no le quedan ramas fuertes
que lleguen a ser cetros de reyes.”»
(Éste es un canto fúnebre, y como canto fúnebre será usado.)1 El día décimo del mes quinto del año séptimo, unos ancianos de Israel fueron a consultar al Señor, y se sentaron delante de mí.
2 El Señor se dirigió a mí, y me dijo:
3 «Tú, hombre, habla a los ancianos de Israel y diles: “Esto dice el Señor: ¿Vienen ustedes a consultarme? Pues yo, el Señor, juro por mi vida que no me dejaré consultar por ustedes.”
4 Júzgalos más bien tú, hombre; júzgalos y hazles reconocer las cosas detestables que sus padres cometieron.
5 Diles: “Esto dice el Señor: Cuando elegí a Israel, hice un juramento a sus descendientes y me manifesté a ellos en Egipto. Solemnemente les juré: Yo soy el Señor su Dios.
6 En ese día me comprometí a sacarlos de Egipto y a llevarlos al país que yo les había buscado, un país donde la leche y la miel corren como el agua, ¡el país más hermoso de todos!
7 Y a todos sin excepción les ordené que se deshicieran de sus detestables dioses y que no se mancharan con los ídolos de Egipto, porque yo, el Señor, soy su Dios.
8 »”Pero ellos se rebelaron contra mí, y no quisieron escucharme; no se deshicieron de sus detestables dioses ni abandonaron los ídolos de Egipto. Yo pensé en descargar mi ira contra ellos, y en castigarlos en Egipto hasta que mi furor quedara satisfecho.
9 Pero actué por honor a mi nombre, para no quedar mal a los ojos de las naciones en medio de las cuales vivían, pues delante de esas naciones me había manifestado a ellos y les había prometido sacarlos de Egipto.
10 Yo los saqué de Egipto y los llevé al desierto;
11 allí les di a conocer mis leyes y mandamientos, que dan vida a quien los practica.
12 También les di a conocer mis sábados, que debían ser una señal entre ellos y yo, y un recuerdo de que yo, el Señor, los había consagrado para mí.
13 Pero se rebelaron contra mí en el desierto, y no obedecieron mis leyes; rechazaron los mandamientos que les había dado para que, cumpliéndolos, tuvieran vida, y profanaron completamente mis sábados. Pensé entonces en descargar mi ira contra ellos y en aniquilarlos allí, en el desierto,
14 pero por honor a mi nombre no lo hice, para no quedar mal a los ojos de las naciones que habían visto cómo los había sacado de Egipto.
15 »”También en el desierto les juré que no los haría entrar en el país que les había dado, el más hermoso de todos, donde la leche y la miel corren como el agua,
16 porque rechazaron mis mandamientos, no obedecieron mis leyes y profanaron mis sábados, porque el corazón se les iba tras sus ídolos.
17 Sin embargo, me dio lástima destruirlos y no los aniquilé en el desierto.
18 Entonces les pedí a sus hijos que no hicieran lo que sus padres les mandaban, que no cumplieran lo que les ordenaban, que no se contaminaran con los ídolos.
19 Les dije: Yo soy el Señor su Dios. Cumplan al pie de la letra mis leyes y decretos,
20 y respeten como sagrados mis sábados, de manera que sean una señal entre ustedes y yo; así reconocerán que yo soy el Señor su Dios.
21 »”Pero también los hijos de ellos se rebelaron contra mí. No obedecieron mis leyes, ni cumplieron ni practicaron mis mandamientos, que dan vida a quien los practica, y profanaron mis sábados. Pensé en descargar mi ira contra ellos y aniquilarlos allí, en el desierto, para calmar mi furor,
22 pero me contuve por honor a mi nombre, para no quedar mal a los ojos de las naciones que habían visto cómo los había sacado de Egipto.
23 En el desierto les juré que los iba a dispersar por todas las naciones del mundo,
24 porque no cumplieron mis mandamientos, rechazaron mis leyes, profanaron mis sábados y sólo tuvieron ojos para los ídolos de sus padres.
25 Y hasta llegué a imponerles leyes que no eran buenas y mandamientos con los que no podían encontrar la vida.
26 Dejé que se contaminaran llevando ofrendas a los ídolos y sacrificándoles en el fuego a sus hijos mayores. Esto lo hice para que se llenaran de miedo y reconocieran que yo soy el Señor.”
27 »Y tú, hombre, diles a los israelitas: “Esto dice el Señor: También los padres de ustedes me han ofendido; me han sido infieles.
28 Cuando yo los hice entrar en la tierra que había jurado darles, apenas veían una colina elevada o un árbol frondoso, allí ofrecían sus sacrificios y hacían las ofrendas que tanto me ofenden, ponían sus sustancias perfumadas y derramaban sus ofrendas de vino.
29 Yo les pregunté: ¿Qué santuario pagano es ése a donde van ustedes? Y se le quedó el nombre de Santuario Pagano hasta el día de hoy.”
30 »Dile al pueblo de Israel: “Esto dice el Señor: ¿Por qué quieren ustedes mancharse lo mismo que sus antepasados? ¿Por qué me son infieles adorando esos ídolos detestables?
31 Al presentar esas ofrendas y sacrificar en el fuego a sus hijos, ustedes siguen todavía manchándose con sus ídolos. ¿Y así quieren ustedes, israelitas, venir a consultarme? Yo, el Señor, juro por mi vida que no me dejaré consultar por ustedes.
32 Se les ha metido en la cabeza ser como las demás naciones de la tierra, que adoran al palo y a la piedra, pero no será así.
33 Yo, el Señor, juro por mi vida que, con gran despliegue de poder y castigando con ira, reinaré sobre ustedes.
34 Yo los reuniré de entre los pueblos y naciones donde se encuentren dispersos, desplegando mi gran poder y castigando con ira.
35 35-36 Los llevaré al desierto de los pueblos, y cara a cara los llamaré a juicio, de la misma manera que llamé a juicio a sus padres en el desierto de Egipto. Yo, el Señor, lo afirmo.
36
37 Yo los examinaré a ustedes como un pastor que cuenta sus ovejas, y haré que se sometan a la alianza.
38 Separaré de ustedes a los rebeldes y revoltosos, y los sacaré de la tierra extranjera en que ahora están viviendo; pero ellos no entrarán en la tierra de Israel. Entonces reconocerán ustedes que yo soy el Señor.
39 »”Pueblo de Israel, esto dice el Señor: ¡Vayan a adorar a sus ídolos...! Pero después ustedes me obedecerán, y no volverán a profanar mi santo nombre haciendo esas ofrendas y adorando a sus ídolos.
40 Todo Israel me adorará en mi santo monte, en el monte elevado de Israel, situado en mi país. Yo, el Señor, lo afirmo. Allí los recibiré con gusto; allí les pediré que me hagan sus ofrendas, y que me traigan los primeros frutos de sus cosechas y todo lo que hayan de consagrarme.
41 Cuando yo los reúna de los países y naciones donde ahora están dispersos, y muestre mi santidad entre ustedes a la vista de todos los pueblos, entonces aceptaré sus ofrendas de olor agradable.
42 »”Y cuando yo los haga entrar en Israel, en el país que había jurado dar a los antepasados de ustedes, entonces reconocerán que yo soy el Señor.
43 Allí se acordarán de todas las malas acciones con que se han profanado, y sentirán asco de ustedes mismos por la mucha maldad que han cometido.
44 Pueblo de Israel, cuando yo los trate a ustedes, no de acuerdo con su mala conducta y peores acciones, sino haciendo honor a mi nombre, entonces reconocerán que yo soy el Señor. Yo, el Señor, lo afirmo.”»
45 El Señor se dirigió a mí, y me dijo:
46 «Tú, hombre, vuélvete hacia el sur, y dirige hacia allá tus palabras; habla en mi nombre contra el bosque de la región del sur,
47 y dile: “Esto dice el Señor: Yo voy a prender en ti un fuego que devorará todos tus árboles, verdes y secos; este fuego arderá sin apagarse y le quemará la cara a toda la gente que hay en ti, de norte a sur.
48 Y todo el mundo verá que yo, el Señor, fui quien lo encendió. Y el fuego no se apagará.”»
49 Yo le contesté: «¡Ay, Señor, la gente anda diciendo que yo sólo digo cosas que nadie entiende!»
1 Entonces el Señor se dirigió a mí, y me dijo:
2 «Tú, hombre, vuélvete hacia Jerusalén y dirige tu palabra contra su templo. Habla en mi nombre contra el país de Israel,
3 y dile: “Esto dice el Señor: Yo me declaro tu enemigo. Voy a sacar mi espada, y mataré lo mismo a justos que a pecadores.
4 Sí, voy a sacar mi espada para matar a todos por igual, a justos y a pecadores, desde el norte hasta el sur.
5 Y todo el mundo sabrá que yo, el Señor, he sacado la espada y no la voy a guardar.”
6 »Y tú, hombre, llora amargamente y con el corazón hecho pedazos; llora delante del pueblo.
7 Y si acaso te preguntan por qué lloras, diles que es por la noticia de algo que está a punto de suceder, y que todo el mundo se quedará sin ánimo y dejará caer los brazos; nadie tendrá valor, a todos les temblarán las rodillas de miedo. Ya llega el momento, ya va a suceder. Yo, el Señor, lo afirmo.»
8 El Señor se dirigió a mí, y me dijo:
9 «Tú, hombre, habla en nombre mío y di que yo, el Señor, te he ordenado decir:
»“¡La espada, la espada!
Ya está afilada y pulida.
10
Afilada para hacer una matanza,
pulida para lanzar rayos;
11
la hicieron pulir para que uno la empuñe.
La espada está afilada y pulida,
para ponerla en la mano del asesino.
12
Y tú, hombre, ¡grita, chilla,
porque está destinada a matar a mi pueblo,
a todos los gobernantes de Israel!
Están condenados a morir con mi pueblo,
así que date golpes de dolor.
13
Yo, el Señor, lo afirmo.”
14
»Tú, hombre, habla en nombre mío;
incita a la espada a que hiera
con el doble y el triple de furor.
Es una espada para matar,
la terrible espada de la matanza
que amenaza al pueblo por todas partes.
15
Ella los va a llenar de miedo,
va a hacer muchas víctimas.
En todas sus casas
he puesto la espada asesina.
Es la espada pulida para lanzar rayos,
afilada para la matanza.
16
¡Afilada te quiero,
a la derecha, a la izquierda,
cortando a uno y otro lado!
17
Yo también la voy a incitar
hasta que mi ira se calme.
Yo, el Señor, lo he dicho.»
18 El Señor se dirigió a mí, y me dijo:
19 «Traza dos caminos, para que el rey de Babilonia pase con su espada. Los dos caminos deben salir del mismo país, y al comienzo de cada camino deberás poner una señal que diga a qué ciudad lleva.
20 Debes trazar un camino por donde pase el rey con la espada. Las ciudades son Rabá de los Amonitas y Jerusalén, la ciudad fortificada de Judá.
21 El rey de Babilonia se ha colocado donde comienzan los dos caminos, y consulta a la suerte: revuelve las flechas, consulta a sus dioses, examina hígados de animales.
22 En la mano derecha le salió la flecha que señala a Jerusalén, y ello significa que debe atacarla con instrumentos de asalto y dar órdenes de matanza, lanzar gritos de guerra, atacar sus puertas, construir una rampa y rodearla por completo.
23 Pero a la gente de Jerusalén le parece que ésta es una falsa profecía, por las alianzas que han hecho. Pero en realidad es una acusación contra el pecado de ellos, y un anuncio de su captura.
24 Por eso yo, el Señor, digo: Las maldades y los crímenes de ustedes saltan a la vista; los pecados que cometen en todas sus acciones están al descubierto. Por eso van a ser capturados.
25 Y a ti, rey de Israel, criminal malvado, se te acerca el momento de recibir el castigo final.
26 Yo, el Señor, digo: Te quitarán el turbante, te arrebatarán la corona, y todo será diferente. ¡Llegue a la cumbre lo que está en el llano, y caiga por tierra lo que está en la cumbre!
27 Todo lo dejaré convertido en ruinas, ruinas y más ruinas. Pero esto sólo sucederá cuando venga aquel a quien, por encargo mío, le corresponde hacer justicia.
28 »Tú, hombre, habla en mi nombre y diles de mi parte a los amonitas que insultan a Israel, que la espada ya está desenfundada: lista para matar y pulida para lanzar rayos y destruir.
29 Sus visiones son falsas, y sus predicciones son mentira. La espada caerá sobre el cuello de esos malvados criminales. Ya se acerca el momento de su castigo final.
30 »¡Espada, vuelve a tu funda! Yo te voy a juzgar allí donde te forjé, en la tierra en que naciste,
31 y descargaré sobre ti mi ira como un incendio terrible; te entregaré en poder de gente brutal y destructora.
32 Serás quemada, destruida; tu sangre correrá por todo el país y nadie volverá a acordarse de ti. Yo, el Señor, lo he dicho.»
1 El Señor se dirigió a mí, y me dijo:
2 «Tú, hombre, vas a dictar la sentencia contra la ciudad criminal. La acusarás de todas las cosas detestables que ha hecho,
3 y le dirás: “Esto dice el Señor: Ciudad que matas a tus habitantes y fabricas ídolos para contaminarte, ¡ya te va a llegar tu hora!
4 Con los asesinatos que has cometido te has hecho culpable, y con los ídolos que has fabricado te has contaminado; has hecho que tu hora se acerque y que haya llegado el fin de tus días. Así pues, yo voy a hacer que los pueblos te insulten, que todas las naciones se burlen de ti.
5 Los de cerca y los de lejos se burlarán de ti, ciudad famosa por tu idolatría y tu gran desorden.
6 Allí están los gobernantes de Israel, que viven en medio de ti y cometen todos los crímenes que pueden.
7 Tus habitantes no honran a su padre ni a su madre, maltratan a los extranjeros, explotan a los huérfanos y a las viudas.
8 No respetan mis lugares sagrados ni mis sábados.
9 Por causa de sus mentiras, algunos de tus habitantes son los culpables de que otros mueran; asisten a los banquetes que se celebran en los montes en honor de los ídolos, y hacen cosas detestables.
10 Algunos tienen relaciones sexuales con la esposa de su padre, o abusan de la mujer que está en su período de menstruación.
11 Hay quienes cometen adulterio con la mujer de su prójimo, o tienen relaciones vergonzosas con su nuera, o hacen violencia a una media hermana.
12 Algunos de tus habitantes se dejan comprar para matar a otros. Prestan dinero a usura e interés, explotan y hacen violencia a su prójimo, y se olvidan de mí. Yo, el Señor, lo afirmo.
13 »”Yo estoy muy enojado por tus explotaciones y asesinatos.
14 No pienses que vas a poder hacerme frente cuando yo tome medidas contra ti. Yo, el Señor, lo he dicho y lo voy a cumplir:
15 te esparciré por todas las naciones, te dispersaré por todos los países y te limpiaré totalmente de tu impureza;
16 me harás quedar mal a los ojos de las demás naciones, pero reconocerás que yo soy el Señor.”»
17 El Señor se dirigió a mí, y me dijo:
18 «El pueblo de Israel es para mí como el resto inservible que queda cuando se echa cobre, estaño, hierro, plomo o plata en el horno.
19 Por eso yo, el Señor, digo: Como todos ustedes se han convertido en un resto inservible, los voy a reunir en medio de Jerusalén.
20 Así como la plata, el cobre, el hierro, el plomo y el estaño se echan juntos en un horno, y se atiza el fuego para fundirlos, así yo, en mi ira terrible, los voy a reunir a ustedes y los pondré a fundir.
21 Sí, voy a atizar el fuego de mi ira, y los reuniré a ustedes para fundirlos en medio de la ciudad.
22 Así como se funde la plata en el horno, así serán fundidos ustedes en medio de la ciudad, y así reconocerán que yo, el Señor, he descargado mi ira contra ustedes.»
23 El Señor se dirigió a mí, y me dijo:
24 «Tú, hombre, dile a Israel: “Eres un país castigado con falta de lluvias y de agua,
25 un país con gobernantes como leones, que rugen y despedazan su presa; que en su territorio devoran a la gente, le roban sus tesoros y riquezas y dejan viudas a muchas mujeres.
26 Los sacerdotes de este país tuercen el sentido de mis enseñanzas y profanan las cosas que yo considero sagradas; no hacen ninguna distinción entre lo sagrado y lo profano, ni enseñan a otros a distinguir entre lo puro y lo impuro. No ponen atención a mis sábados, ni me honran.
27 Los jefes de este país son como lobos que despedazan su presa, listos a derramar sangre y a matar gente con tal de enriquecerse.
28 Los profetas ocultan la verdad, como quien blanquea una pared; dicen tener visiones, y anuncian cosas que resultan falsas. Aseguran que hablan en mi nombre, cuando en realidad yo no he hablado.
29 La gente del pueblo se dedica a la violencia y al robo; explotan al pobre y al necesitado, y cometen violencias e injusticias con los extranjeros.
30 Yo he buscado entre esa gente a alguien que haga algo en favor del país y que interceda ante mí para que yo no los destruya, pero no lo he encontrado.
31 Por eso he descargado mi castigo sobre ellos y los he destruido con el fuego de mi ira, para hacerlos responder por su conducta. Yo, el Señor, lo afirmo.”»
1 El Señor se dirigió a mí, y me dijo:
2 «Había una vez dos mujeres, hijas de la misma madre.
3 Desde jóvenes, estas dos mujeres se entregaron a la prostitución; en Egipto dejaron que les manosearan los pechos, y perdieron su virginidad.
4 La mayor se llamaba Aholá (que representa a Samaria), y su hermana Oholibá (que representa a Jerusalén). Yo las tomé por esposas, y me dieron hijos e hijas.
5 Aholá me fue infiel y se apasionó por sus amantes, los guerreros asirios,
6 con sus uniformes de púrpura, todos ellos jefes y gobernadores, jóvenes apuestos, jinetes montados en sus caballos,
7 ¡lo más selecto de los asirios! Aholá se entregó a la prostitución con ellos, y hasta se apasionó por todos sus ídolos y se rebajó adorándolos.
8 Desde que estuvo en Egipto se volvió una prostituta, y jamás dejó de serlo. Desde que era joven, muchos se acostaron con ella y le quitaron su virginidad, convirtiéndola en una prostituta.
9 Por eso la entregué en manos de sus amantes, los asirios, por quienes ella se había apasionado,
10 y ellos la deshonraron; luego le quitaron a sus hijos e hijas, y a ella la mataron a filo de espada, ejecutando así la sentencia contra ella. Y su caso se hizo famoso entre las mujeres.
11 »Su hermana Oholibá vio esto, y sin embargo se entregó, más aún que su hermana, a la pasión y la prostitución.
12 También ella se apasionó por los asirios, todos ellos jefes y gobernadores, guerreros espléndidamente vestidos, jinetes montados a caballo, jóvenes apuestos.
13 Me di cuenta de que también ella se había manchado, y que había seguido el ejemplo de su hermana.
14 14-15 Pero ella fue aún más lejos en sus prostituciones: vio en las paredes imágenes de babilonios, grabadas y pintadas de rojo; todos ellos tenían aspecto de oficiales, a juzgar por sus cinturones y turbantes.
15
16 Al ver a estos babilonios, se apasionó por ellos y envió mensajeros a Babilonia;
17 y los babilonios vinieron y se acostaron con ella, y le hicieron el amor, manchándola con sus prostituciones. Tanto la mancharon que al fin sintió asco de ellos.
18 Entonces se entregó públicamente a la prostitución, mostrando su cuerpo desnudo, hasta que yo sentí asco de ella como antes lo había sentido de su hermana.
19 Pero se entregó más y más a la prostitución, recordando el tiempo de su juventud, cuando se prostituyó en Egipto
20 y se apasionó por sus amantes egipcios, que en sus impulsos sexuales se parecen a los asnos y los caballos.
21 »Tú, Oholibá, sentías nostalgia del libertinaje de tu juventud, cuando los egipcios te manoseaban los pechos.
22 Por eso yo, el Señor, digo: Voy a hacer que esos amantes tuyos, de los que ahora sientes asco, se vuelvan tus enemigos. De todas partes voy a lanzar contra ti
23 a los babilonios y a los caldeos, a los de Pecod, Soa y Coa, y a todos los asirios; todos ellos jóvenes apuestos, jefes y gobernadores, oficiales y guerreros; todos ellos gente de a caballo.
24 Vendrán contra ti, con gran número de carros y de ejércitos; te rodearán por todas partes, armados y con cascos y escudos, y yo les daré el derecho de juzgarte, y ellos te juzgarán según sus leyes.
25 Yo descargaré sobre ti el furor de mi ira, y ellos te tratarán con crueldad; te cortarán la nariz y las orejas, y a los que aún queden vivos los matarán a filo de espada. Te arrebatarán a tus hijos y a tus hijas, y al fin caerás devorada por el fuego.
26 Te quitarán tus vestidos y se apoderarán de tus joyas.
27 Así pondré fin a tu libertinaje y a la prostitución a que te entregaste en Egipto, y no volverás a ver a los egipcios ni a acordarte de ellos.
28 »Esto digo yo, el Señor: Voy a dejar que caigas en poder de las naciones que odias, y por las que sientes asco.
29 Ellas te tratarán con odio, se adueñarán de lo que has ganado con tu trabajo y te dejarán completamente desnuda; quedará al descubierto tu cuerpo, el cual entregaste a la prostitución. Tu libertinaje y tu prostitución
30 son la causa de lo que hoy te pasa, pues te entregaste a la prostitución con esas naciones y te rebajaste adorando sus ídolos.
31 Seguiste los pasos de tu hermana; por eso te daré a beber la misma copa que le di a ella.
32
»Esto digo yo, el Señor:
Beberás de la misma copa que tu hermana,
una copa grande, ancha y profunda,
llena de burla y desprecio,
33
llena de ruina y destrucción.
Es la copa de tu hermana Samaria,
con la que quedarás borracha y dolorida.
34
La beberás hasta el fondo,
y luego la harás pedazos
y te desgarrarás los pechos.
Yo, el Señor, he hablado;
yo he dado mi palabra.
35 »Por eso yo, el Señor, digo: Puesto que te has olvidado de mí y me has vuelto la espalda, tendrás que sufrir el castigo de tu libertinaje y de tus prostituciones.»
36 El Señor me dijo: «Y tú, hombre, ¿quieres pronunciar la sentencia contra Aholá y Oholibá? Entonces échales en cara sus acciones detestables.
37 Ellas me han sido infieles y tienen las manos manchadas de sangre. Me han sido infieles adorando a sus ídolos, y en honor de ellos han sacrificado en el fuego a sus propios hijos, los hijos que yo tuve con ellas.
38 Además, han hecho esto contra mí: en un mismo día profanaron mi santo templo y deshonraron mis sábados.
39 Y el mismo día que sacrificaron a sus hijos para honrar a sus ídolos, vinieron a mi santo templo y lo profanaron. ¡Esto es lo que han hecho, en mi propia casa!
40 »Enviaron mensajeros para hacer venir hombres de lejos, y ellos vinieron. Ellas dos se bañaron, se pintaron los ojos y se pusieron joyas para recibirlos;
41 se sentaron en una cama lujosa, con la mesa ya servida, y en ella pusieron el incienso y el aceite consagrados a mi servicio.
42 Se escuchaban los gritos de una multitud haciendo fiesta; eran hombres venidos del desierto, que adornaban a las mujeres poniéndoles brazaletes en los brazos y hermosas coronas en la cabeza.
43 Yo me decía: “Ahora van a servirse de estas prostitutas gastadas por los adulterios. ¡Nada menos que con ellas!
44 Vienen a Aholá y a Oholibá, mujeres libertinas, como quien va a las prostitutas.”
45 Pero los hombres justos dictarán contra ellas la sentencia que merecen las adúlteras y las asesinas. Porque adúlteras son, y tienen las manos manchadas de sangre.»
46 Esto dice el Señor: «Que se reúna el pueblo contra ellas, que las haga sentir pánico y las robe;
47 que el pueblo entero las mate a pedradas y las atraviese con sus espadas; que mate a sus hijos e hijas y queme sus casas.
48 Yo haré que desaparezca del país esta conducta infame. Así todas las mujeres aprenderán la lección y no seguirán su ejemplo inmoral.
49 En cuanto a esas dos, recibirán el castigo de su conducta inmoral y de sus pecados de idolatría. Y ustedes reconocerán que yo soy el Señor.»
1 El día diez del mes décimo del año noveno, el Señor se dirigió a mí, y me dijo:
2 «Anota esta fecha, la fecha de hoy, porque hoy el rey de Babilonia ha atacado Jerusalén.
3 Y recítale a este pueblo rebelde un poema que le sirva de ejemplo. Dile de mi parte:
»“Pon una olla al fuego y échale agua;
4
pon en ella pedazos de carne,
buenos pedazos de pierna y de lomo,
y también lo mejor de los huesos.
5
Toma luego una de las mejores ovejas,
y amontona leña debajo
para que hierva bien,
hasta que queden cocidos los huesos.
6
»”Porque el Señor dice:
¡Ay de la ciudad asesina!
Es como una olla enmohecida,
a la que el moho no se le quita.
Saca tú, uno a uno, los pedazos de carne,
hasta dejar la olla vacía.
7
La ciudad está llena de la sangre derramada;
y derramada, no sobre la tierra
para que el polvo la cubriera,
sino sobre la roca desnuda.
8
Pues yo voy a dejar la sangre allí,
sobre la roca desnuda,
de manera que no se pueda cubrir,
para que mi ira se encienda
y se haga justicia.
9
»”Porque el Señor dice:
¡Ay de la ciudad asesina!
Yo mismo voy a hacer una hoguera.
10
Y tú trae mucha leña, enciende el fuego
y cuece bien la carne,
hasta que se acabe el caldo y se quemen los huesos;
11
pon luego la olla vacía sobre el fuego,
hasta que el cobre se ponga al rojo vivo
y quede limpio de sus impurezas;
¡hasta que el moho desaparezca!
12
Sin embargo, tan enmohecido está
que no se limpia ni con fuego.
13 »”Jerusalén, yo he querido limpiarte de la impureza de tu libertinaje, pero no has quedado limpia. Sólo quedarás limpia cuando descargue mi ira sobre ti.
14 Yo, el Señor, lo he dicho, y así será. Yo mismo voy a hacerlo, y no dejaré de cumplirlo; no tendré compasión ni me arrepentiré. Te castigaré por tu conducta y tus acciones. Yo, el Señor, lo afirmo.”»
15 El Señor se dirigió a mí, y me dijo:
16 «Voy a quitarte de un solo golpe a la persona que tú más quieres. Pero no te lamentes ni llores; no derrames lágrimas.
17 Sufre en silencio y no guardes luto como se hace por los muertos. No andes con la cabeza descubierta ni vayas descalzo; no te cubras la cara en señal de dolor ni comas el pan que se come en tales casos.»
18 Por la mañana estuve hablando con la gente, y por la tarde murió mi esposa; a la mañana siguiente hice lo que el Señor me había ordenado.
19 Entonces la gente del pueblo me dijo: «Explícanos qué quiere decir para nosotros eso que estás haciendo.»
20 Yo les dije: «El Señor se dirigió a mí, y me dijo:
21 “Dile al pueblo de Israel: Esto dice el Señor: Voy a profanar mi templo, que a ustedes tanto les gusta mirar y tanto quieren, y que es su orgullo y su fuerza; los hijos e hijas que ustedes dejaron en Jerusalén morirán asesinados.
22 Y diles: Ustedes harán lo mismo que yo he hecho: no podrán cubrirse la cara en señal de dolor, ni comer el pan que se come en tales casos.
23 No podrán llevar la cabeza descubierta ni los pies descalzos. No se lamentarán ni llorarán. Quedarán sin fuerzas por culpa de sus maldades, y se pondrán a lamentarse unos con otros.
24 Ezequiel será para ustedes un ejemplo, y todo lo que él hizo lo harán ustedes. Cuando esto suceda, reconocerán que yo soy el Señor.
25 »”Y ahora voy a quitarles a los israelitas su fortaleza, que es el templo, con cuya belleza se alegran tanto, y que tanto les gusta mirar y tanto quieren. También les quitaré a sus hijos e hijas.
26 Y en ese día, el que pueda escapar vendrá a darte la noticia.
27 Ese día dejarás de estar mudo, y podrás hablar con el que haya escapado. Servirás así de ejemplo al pueblo, y ellos reconocerán que yo soy el Señor.”»
1 El Señor se dirigió a mí, y me dijo:
2 «Tú, hombre, vuélvete hacia los amonitas y habla en mi nombre contra ellos.
3 Diles que escuchen la palabra que el Señor les dirige: “Ustedes dieron gritos de alegría al ver que mi templo era profanado, el país de Israel destruido y los habitantes de Judá llevados al destierro.
4 Pues bien, por eso los voy a entregar a ustedes al poder de los pueblos del oriente, para que ellos se apoderen de su tierra, y levanten campamentos, y establezcan ahí su habitación. Ellos se comerán las cosechas de ustedes y se beberán su leche.
5 Convertiré a Rabá en pastizal de camellos, y a Amón en campo de ovejas. Entonces reconocerán ustedes que yo soy el Señor.
6 »”Yo, el Señor, digo: Ustedes los amonitas han aplaudido y saltado de alegría, y han despreciado a Israel.
7 Por eso voy a levantar mi mano para castigarlos y entregarlos a las naciones, para que les quiten todo lo que tengan. Los voy a arrancar de entre los pueblos, los voy a hacer desaparecer de entre las naciones, los voy a destruir por completo. Entonces reconocerán que yo soy el Señor.”
8 »Yo, el Señor, digo: Moab y Seír dicen que Judá es igual a todas las naciones.
9 Por eso voy a abrir una brecha en el costado de Moab, y voy a dejarlo de un extremo al otro sin ciudades, esas ciudades que son las joyas del país: Bet-jesimot, Baal-meón y Quiriataim.
10 Haré que los pueblos del oriente tomen posesión de su territorio, además del de los amonitas, de manera que entre las naciones nadie se acuerde más de los amonitas.
11 Ejecutaré la sentencia contra Moab, y entonces reconocerán que yo soy el Señor.
12 »Yo, el Señor, digo: Edom se ha vengado de Judá, y con ello se ha hecho gravemente culpable.
13 Por eso yo, el Señor, digo: Voy a levantar mi mano para castigar a Edom y destruir a sus hombres y sus animales. Lo voy a dejar en ruinas. Desde Temán hasta Dedán, la gente morirá a filo de espada.
14 Me vengaré de Edom por medio de mi pueblo Israel; él tratará a Edom de acuerdo con mi ira y mi furor. Así sabrán lo que es mi venganza. Yo, el Señor, lo afirmo.
15 »Yo, el Señor, digo: Los filisteos han tomado venganza, se han desquitado con corazón lleno de desprecio; como eternos enemigos de Israel, se han entregado a la destrucción.
16 Por eso yo, el Señor, digo: Voy a levantar la mano para castigar a los filisteos; voy a exterminar a los quereteos y voy a destruir a los que aún quedan en la costa.
17 Me vengaré de ellos terriblemente; los castigaré con ira. Y cuando haga esto, reconocerán que yo soy el Señor.»
1 El día primero del mes, en el año once, el Señor se dirigió a mí, y me dijo:
2 «Tiro ha dicho, a propósito de Jerusalén:
»“¡Ah, la puerta del comercio entre las naciones
está hecha pedazos!
¡Ahora ha llegado mi turno!
Yo me lleno de riquezas
mientras ella queda en ruinas.”
3
»Por eso yo, el Señor, digo:
Tiro, yo me declaro tu enemigo.
Haré que muchas naciones se levanten contra ti,
como levanta el mar sus olas,
4
y que destruyan tus murallas
y echen abajo tus torres.
Hasta el polvo barreré de su lugar,
y sólo dejaré una roca pelada.
5
En medio del mar quedará,
como un lugar para poner las redes a secar.
Yo, el Señor, lo afirmo.
Tiro será saqueada por las naciones,
6
y sus colonias en tierra firme
caerán a filo de espada.
Entonces reconocerán que yo soy el Señor.
7
»Yo, el Señor, digo:
Voy a hacer venir del norte
a Nabucodonosor, rey de Babilonia,
el rey más poderoso,
para que ataque a Tiro.
Vendrá con caballos, y carros, y jinetes,
y con muchas tropas reunidas.
8
A filo de espada destruirá
tus colonias en tierra firme;
construirá un muro alrededor de ti,
levantará rampas para atacarte
y lanzará contra ti soldados armados con escudos.
9
Atacará con arietes tus murallas
y a golpe de barra destrozará tus torres.
10
Cuando el rey de Babilonia entre por tus puertas
como se entra en una ciudad tomada por asalto,
serán tantos los caballos,
que te cubrirán con el polvo que levanten;
tus murallas temblarán
al estruendo de sus carros y caballería;
11
los cascos de sus caballos
pisotearán todas tus calles.
Matará a tu pueblo a filo de espada,
y echará por tierra tus fuertes columnas.
12
Te dejarán sin riquezas,
te robarán tus mercancías,
derribarán tus murallas
y echarán abajo tus lujosos palacios;
arrojarán al mar las piedras,
las vigas y hasta los escombros.
13
Así pondré fin al ruido de tus canciones,
y no se volverá a oír el sonido de tus arpas.
14
Te convertiré en una roca pelada,
en un lugar para poner las redes a secar,
y nunca más serás reconstruida.
Yo, el Señor, he hablado;
yo, el Señor, lo afirmo.
15 »Yo, el Señor, digo a Tiro: Los países del mar temblarán al oír el ruido de tu caída, entre los gemidos de los heridos y la matanza de tus habitantes.
16 Todos los reyes del mar bajarán de sus tronos, y se quitarán sus capas y sus vestidos bordados; llenos de terror se sentarán en el suelo, temblando a todas horas y espantados al verte.
17 Entonces te dedicarán este canto fúnebre:
»“¡Cómo fuiste destruida,
cómo desapareciste del mar, ciudad famosa!
¡Tú, con tu gente, fuiste poderosa en el mar
y sembraste el terror en todo el continente!
18
Ahora que has caído,
los países del mar tiemblan de miedo.
Ahora que has desaparecido,
las islas del mar se llenan de espanto.”
19 »Porque esto digo yo, el Señor: Te voy a dejar en ruinas, como las ciudades donde no vive nadie. Voy a hacer que te cubran las aguas profundas del mar,
20 y que te hundas hasta donde están los muertos, la gente que vivió en el pasado. Te arrojaré a lo más profundo de la tierra, al país de eternas ruinas, y vivirás entre los que ya han muerto. No volverás a tener habitantes, ni serás reconstruida en esta tierra de los que viven.
21 Te convertiré en algo terrible, y dejarás de existir. Te buscarán, y jamás volverán a encontrarte. Yo, el Señor, lo afirmo.»
1 El Señor se dirigió a mí, y me dijo:
2 «Tú, hombre, entona este canto fúnebre
3 acerca de Tiro, la ciudad que está a la salida del mar y que comercia con las naciones, con muchos países del mar. Dile que así dice el Señor:
»“Tú, Tiro, presumes de ser
una nave bella y perfecta;
4
tu dominio se extiende hasta el corazón del mar,
tus constructores te hicieron la más hermosa.
5
Todos tus entablados los hicieron
con pinos traídos del monte Senir;
tu mástil lo hicieron de un cedro del Líbano;
6
tus remos los hicieron con robles de Basán;
tu cubierta la hicieron de cipreses
traídos de las costas de Chipre
e incrustados de marfil.
7
Tu vela, de lino bordado de Egipto,
te servía de bandera;
tu toldo era de telas moradas y rojas
traídas de las costas de Elisá.
8
Tus remeros eran hombres de Sidón y de Arvad,
tus pilotos eran expertos hombres tuyos.
9
Hombres veteranos de Guebal
reparaban tus daños hábilmente.
Marineros de todas las naves del mar
comerciaban con tus mercancías.
10
Hombres de Persia, Lidia y Libia
servían de guerreros en tu ejército;
te adornaban con sus escudos y sus cascos,
y te daban esplendor.
11 »”Gente de Arvad, junto con tu ejército, ocupaba tus murallas en derredor, y en tus torres había hombres de Gamad. Sus escudos colgaban a todo lo largo de tus muros, haciéndote aparecer más bella.
12 Era tanta tu riqueza, que Tarsis comerciaba contigo, y a cambio de tus mercancías te daba plata, hierro, estaño y plomo.
13 También Grecia, Tubal y Mésec comerciaban contigo, ofreciéndote en pago esclavos y objetos de bronce.
14 Los de Bet-togarmá te pagaban con caballos de trabajo y de montar, y con mulas.
15 Gente de Rodas comerciaba contigo. Hacías negocios con numerosos países del mar, que te pagaban con marfil y ébano.
16 Edom hacía comercio contigo, gracias a tus muchos productos: a cambio de tus mercancías te traían piedras de granate, telas teñidas de púrpura, bordados, telas de lino, corales y rubíes.
17 Igualmente comerciaban contigo Judá e Israel, y te pagaban con trigo de Minit, y con pasteles, miel, aceite y bálsamo.
18 Damasco te compraba gran cantidad de productos y de riquezas; te pagaba con vino de Helbón y lana de Sahar.
19 Desde Uzal te traían vino, hierro forjado, canela y caña aromática, a cambio de tus mercancías.
20 Dedán hacía contigo comercio de aparejos para montar.
21 Arabia y todos los jefes de Quedar eran clientes tuyos: te pagaban con corderos, carneros y chivos.
22 Comerciantes de Sabá y Raamá eran clientes tuyos, y te pagaban con los mejores perfumes, con piedras preciosas y oro.
23 Contigo hacían negocios Harán, Cané, Edén y los comerciantes de Sabá, de Asiria y de toda Media;
24 te vendían telas finas, mantos de color púrpura, bordados, tapices de varios colores y fuertes cuerdas trenzadas.
25 Las naves de Tarsis venían, una tras otra, trayéndote productos.
»”Eras como una nave en alta mar,
toda cargada de riquezas.
26
Tus remeros te llevaron por aguas profundas,
pero el viento del este te destrozó en alta mar.
27
Tu riqueza, tus mercancías y tus productos,
tus marineros y tus pilotos,
tus calafateadores, tus comerciantes,
tus guerreros y toda tu tripulación,
se irán al fondo del mar
el día en que te hundas.
28
A los gritos de tus marineros
temblarán las olas.
29
Los remeros bajarán de sus barcos;
los marineros y todos los pilotos
saltarán a tierra.
30
Levantarán la voz
y llorarán por ti amargamente.
Se echarán polvo en la cabeza
y se revolcarán en la ceniza.
31
Por ti se raparán la cabeza,
se vestirán de luto
y llorarán llenos de amargura.
32
Por ti entonarán un canto fúnebre,
en el que dirán con tristeza:
¿Quién podía compararse a Tiro,
la ciudad que estaba en el mar?
33
Cuando llegaban del mar tus mercancías,
satisfacías a muchas naciones.
Con la abundancia de tus riquezas y productos
enriquecías a los reyes de la tierra.
34
Ahora estás deshecha por el mar,
hundida en el fondo del agua.
Tus productos y toda tu tripulación
se fueron contigo al fondo.
35
Todos los habitantes de los países del mar
están aterrados por ti;
sus reyes están espantados,
se les ve el miedo en la cara.
36
Los comerciantes de los otros países
se quedan asustados al verte.
Te has convertido en algo terrible;
para siempre has dejado de existir.”»
1 El Señor se dirigió a mí, y me dijo:
2 «Tú, hombre, dile al rey de Tiro:
»“Esto dice el Señor:Tu corazón se llenó de orgullo,
y te creíste un dios
sentado en el trono de los dioses
y rodeado por el mar.
Pero tú no eres un dios, sino un hombre
que cree tener la inteligencia de un dios.
3
¿Acaso eres más sabio que Danel?
¿Acaso ningún secreto te es desconocido?
4
Con tu sabiduría y tu habilidad
has conseguido muchas riquezas,
has llenado tus cofres de oro y plata.
5
Con tu gran habilidad para el comercio
has aumentado tus riquezas,
y las riquezas te han vuelto orgulloso.
6
Por eso, el Señor dice:
Ya que crees tener la inteligencia de un dios,
7
voy a hacer que vengan extranjeros contra ti,
gente de lo más cruel,
que sacará la espada para atacarte,
a ti, tan hermoso y tan sabio,
y que dejará tu esplendor por el suelo.
8
Te hundirán en el abismo,
y tendrás una muerte violenta en alta mar.
9
¿Y seguirás creyendo que eres un dios,
cuando estés ante tus verdugos?
¡En manos de los que te maten
no serás más que un simple hombre!
10
Morirás a manos de extranjeros,
como mueren los paganos.
Yo, el Señor, he hablado;
yo he dado mi palabra.”»
11 El Señor se dirigió a mí, y me dijo:
12 «Tú, hombre, entona un canto fúnebre al rey de Tiro, y dile:
»“Esto dice el Señor:Tú eras modelo de perfección,
lleno de sabiduría y de perfecta belleza.
13
Estabas en Edén, el jardín de Dios,
adornado de toda clase de piedras preciosas:
rubí, crisólito, jade,
topacio, cornalina, jaspe,
zafiro, granate y esmeralda;
tus joyas y aretes eran de oro,
preparados desde el día en que fuiste creado.
14
Te dejé al cuidado de un ser alado,
estabas en el monte santo de Dios
y caminabas entre las estrellas.
15
Tu conducta fue perfecta
desde el día en que fuiste creado
hasta que apareció en ti la maldad.
16
Con la abundancia de tu comercio
te llenaste de violencia y de pecado.
Entonces te eché de mi presencia;
te expulsé del monte de Dios,
y el ser alado que te protegía
te sacó de entre las estrellas.
17
Tu belleza te llenó de orgullo;
tu esplendor echó a perder tu sabiduría.
Yo te arrojé al suelo,
te expuse al ridículo
en presencia de los reyes.
18
Tantos pecados cometiste
y tanto te corrompiste con tu comercio,
que llegaste a profanar tus templos.
Entonces hice brotar en medio de ti
un fuego que te devorara.
Todos pueden verte ahora en el suelo,
convertido en cenizas.
19
Todas las naciones que te conocen
se espantan al verte.
Te has convertido en algo terrible;
¡para siempre has dejado de existir!”»
20 El Señor se dirigió a mí, y me dijo:
21 «Tú, hombre, vuélvete hacia Sidón y habla en mi nombre contra ella.
22 Dile:
»“Esto dice el Señor:Yo me declaro tu enemigo, Sidón;
en medio de ti voy a ser glorificado.
Y cuando ejecute la sentencia contra ti
y demuestre así mi santidad,
se reconocerá que yo soy el Señor.
23
»”Enviaré contra ti enfermedades,
y la sangre correrá por tus calles;
tus habitantes caerán muertos,
atacados a espada por todos lados.
Entonces se reconocerá que yo soy el Señor.
24
»”Israel no volverá a sufrir
las espinas punzantes y dolorosas
del desprecio de los pueblos que lo rodean.
Entonces se reconocerá que yo soy el Señor.”
25 »Yo, el Señor, digo: Reuniré al pueblo de Israel de entre las naciones donde está disperso, y mostraré mi santidad a la vista de las naciones. Israel se establecerá en su propio país, el país que di a Jacob, mi siervo.
26 Allí vivirán seguros y tranquilos, y construirán casas y plantarán viñedos. Yo ejecutaré la sentencia contra todos los vecinos que desprecian al pueblo de Israel. Entonces se reconocerá que yo soy el Señor, el Dios de Israel.»
1 El día doce del mes décimo del año décimo, el Señor se dirigió a mí, y me dijo:
2 «Tú, hombre, dirígete ahora al faraón, rey de Egipto, y habla en mi nombre contra él y contra todo Egipto.
3 Dile:
»“Esto dice el Señor:Yo me declaro tu enemigo,
faraón, rey de Egipto,
monstruo gigantesco que estás echado en tu río
y dices: El Nilo es mío, yo lo hice.
4
Voy a ponerte ganchos en el hocico,
y haré que los peces de tu río
se peguen a tus escamas.
¡De tu río te sacaré
con todos los peces pegados a tus escamas!
5
Te arrojaré al desierto,
junto con todos los peces de tu río;
caerás en campo abierto,
y nadie te recogerá para enterrarte.
Haré que te devoren las fieras salvajes
y las aves del cielo.
6
Todos los habitantes de Egipto reconocerán
que yo soy el Señor.
El pueblo de Israel buscó tu apoyo,
pero fuiste como una caña:
7
cuando te tomaron entre sus manos,
tú te quebraste y les heriste el costado;
cuando quisieron apoyarse en ti,
tú te rompiste y los hiciste caer.
8 »”Por eso yo, el Señor, digo: Egipto, voy a hacer que te ataquen con espadas, y que maten a tus hombres y tus animales.
9 Quedarás convertido en un desierto, y la gente reconocerá que yo soy el Señor. Tú dijiste: El Nilo es mío, yo lo hice.
10 Pues bien, yo me declaro enemigo tuyo y de tu río. Voy a convertirte en un desierto espantoso y desolado, desde Migdol hasta Asuán, hasta la frontera con Etiopía.
11 Ni hombres ni animales pasarán por allí. Durante cuarenta años nadie vivirá allí.
12 Yo te convertiré, Egipto, en el país más desolado; durante cuarenta años tus ciudades quedarán en ruinas, en peor estado que otras ciudades en ruinas, y desterraré a tus habitantes y los dispersaré entre los demás países y naciones.
13 »”Yo, el Señor, digo: Después de los cuarenta años, reuniré a los egipcios de los países adonde los había dispersado.
14 Haré que los prisioneros egipcios vuelvan y se instalen en el sur de Egipto, en su lugar de origen, donde formarán un reino sin importancia.
15 Será el reino menos importante de todos, y no volverá a levantarse por encima de las demás naciones. Lo haré tan pequeño que no podrá dominar a otros países;
16 y el pueblo de Israel no volverá a confiar en Egipto, pues esto les hará ver lo equivocados que estaban cuando fueron allá a buscar ayuda. Entonces reconocerán que yo soy el Señor.”»
17 El día primero del mes primero del año veintisiete, el Señor se dirigió a mí, y me dijo:
18 «Nabucodonosor, el rey de Babilonia, ha lanzado su ejército a una gran campaña contra Tiro; tanto que a todos se les ha pelado la cabeza y se les han llagado los hombros; pero ni él ni su ejército han sacado ningún provecho de esa campaña contra Tiro.
19 Por eso yo, el Señor, digo: Voy a hacer que Nabucodonosor se apodere de Egipto, y que le quite sus riquezas y todo lo que tenga; con lo que le robe tendrá para pagar a su ejército.
20 Voy a hacer que Nabucodonosor se apodere de Egipto en pago de la campaña que lanzó contra Tiro, porque ha trabajado para mí. Yo, el Señor, lo afirmo.
21 »En ese tiempo haré que aumente la fuerza del pueblo de Israel, y que tú, Ezequiel, puedas hablarles abiertamente. Entonces reconocerán que yo soy el Señor.»
1 El Señor se dirigió a mí, y me dijo:
2 «Tú, hombre, habla en nombre mío y di:
»“Esto dice el Señor:Griten por el día
3
que ya se acerca;
¡se acerca el día del Señor!
¡Será un día nublado,
un día terrible para las naciones!
4
Vendrá la guerra contra Egipto.
Y cuando allí maten a muchos,
y les roben sus riquezas,
y destruyan Egipto hasta sus cimientos,
Etiopía se pondrá a temblar.
5
Caerán también en la guerra
los soldados de Etiopía y de Libia,
de Lidia, de toda Arabia, de Cub y de otros pueblos,
y de los demás países aliados.
6
»”Esto dice el Señor:
Los que apoyen a Egipto
morirán en la guerra,
desde Migdol hasta Asuán.
El orgulloso poder de Egipto
quedará humillado.
Yo, el Señor, doy mi palabra.”
7 »Egipto será el país más desolado de todos, y sus ciudades las más arruinadas.
8 Cuando yo haga que el país se incendie y queden destruidos todos los que le ayudan, entonces reconocerán que yo soy el Señor.
9 »Cuando llegue el día del castigo de Egipto, enviaré mensajeros por mar para que alarmen a la gente despreocupada de Etiopía, la cual se llenará de terror. Ese día está a punto de llegar.
10 »Yo, el Señor, digo: Me voy a valer de Nabucodonosor, rey de Babilonia, para destruir la riqueza de Egipto.
11 El irá con su ejército, que es gente de lo más cruel, a destruir el país. Atacarán a Egipto con sus espadas, y dejarán el país lleno de muertos.
12 Haré que el Nilo se seque, y pondré el país en manos de gente malvada; por medio de esos extranjeros dejaré en ruinas el país y todo lo que hay en él. Yo, el Señor, he hablado.
13
»Yo, el Señor, digo:
Voy a destruir los ídolos
y a terminar con los falsos dioses de Menfis.
Egipto no volverá a tener quien lo gobierne,
y llenaré de terror el país.
14
Convertiré en ruinas el sur de Egipto, pondré fuego a Soan
y ejecutaré la sentencia contra Tebas.
15 »Descargaré mi ira sobre Sin, la fortaleza de Egipto, y destruiré la riqueza de Tebas.
16 Pondré fuego a Egipto, y Sin se retorcerá de dolor; se abrirán boquetes en las murallas de Tebas, y Menfis será atacada en pleno día.
17 Los jóvenes de On y de Bubastis morirán en la guerra, y a los demás habitantes se los llevarán presos.
18 Cuando yo destruya el poder de Egipto y acabe con la fuerza de la cual estaba tan orgulloso, el sol se oscurecerá en Tafnes, una nube cubrirá a Egipto, y a los habitantes de sus ciudades se los llevarán presos.
19 Yo ejecutaré la sentencia contra Egipto, y entonces reconocerán que yo soy el Señor.»
20 El día siete del mes primero del año once, el Señor se dirigió a mí, y me dijo:
21 «Yo le he roto el brazo al faraón, rey de Egipto, y nadie se lo ha curado ni vendado para que recobre su fuerza y pueda volver a empuñar la espada.
22 Por eso yo, el Señor, digo: Yo me declaro enemigo del faraón, el rey de Egipto. Voy a romperle los dos brazos, el bueno y el que ya tenía roto, y haré que se le caiga la espada de la mano.
23 Voy a dispersar a los egipcios entre las demás naciones, a esparcirlos por los diversos países.
24 Y voy a dar fuerza a los brazos del rey de Babilonia, y a ponerle mi espada en la mano. Voy a romperle al faraón los brazos, y él se quejará al sentirse herido delante de su enemigo.
25 Daré fuerzas a los brazos del rey de Babilonia y se las quitaré a los brazos del faraón. Cuando yo ponga mi espada en la mano del rey de Babilonia y él la levante contra Egipto, reconocerán que yo soy el Señor.
26 Dispersaré a los egipcios entre los demás pueblos y naciones, y entonces reconocerán que yo soy el Señor.»
1 El día primero del mes tercero del año once, el Señor se dirigió a mí, y me dijo:
2 «Di al faraón, rey de Egipto, y a toda su gente:
»“¿Con qué se puede comparar tu grandeza?
3
Pareces un ciprés o un cedro del Líbano,
con hermosas ramas que dan sombra al bosque,
tan alto que su punta llega a las nubes.
4
La lluvia y el agua del suelo
le ayudaron a crecer;
se formaron ríos alrededor
de donde estaba plantado;
sus corrientes regaron
todos los árboles de la región.
5
Como tenía tanta agua,
creció más que los otros árboles del bosque;
sus ramas aumentaron
y se extendieron mucho.
6
Aves de todas clases
hacían nidos en sus ramas;
animales salvajes de toda especie
daban a luz debajo de ellas.
A su sombra podían vivir
naciones numerosas.
7
Era un árbol magnífico, inmenso,
con ramas muy largas,
pues sus raíces estaban
junto a aguas abundantes.
8
Ningún cedro del jardín de Dios
se podía comparar a él;
ningún pino tenía ramas como las suyas,
ningún castaño tenía tantas hojas,
ningún árbol del jardín de Dios
se le igualaba en belleza.
9
Yo lo hice bello y con mucho ramaje;
los demás árboles del Edén, jardín de Dios,
le tenían envidia.
10 »”Pues bien, esto dice el Señor: El árbol llegó a ser tan alto que su punta llegaba a las nubes; tanto creció que se llenó de orgullo.
11 Por eso yo lo he desechado; voy a dejarlo caer en poder de un jefe extranjero, que lo tratará como merece su maldad.
12 Los más crueles extranjeros van a cortarlo y dejarlo abandonado; sus ramas caerán rotas por todas las montañas, valles y cañadas del país, y todos los pueblos que vivían bajo su sombra huirán y lo abandonarán.
13 Aves de todas clases vendrán a vivir en el árbol caído, y animales salvajes de toda especie se echarán en sus ramas.
14 Y ya ningún árbol, aunque esté junto al agua, volverá a crecer tanto, ni aunque esté bien regado volverá a alcanzar las nubes con su punta ni subirá a tanta altura. Todos están condenados a morir, a bajar a ese mundo bajo tierra y reunirse con los que ya están en el sepulcro.
15 »”Yo, el Señor, digo: Cuando el árbol baje al reino de la muerte, haré que de tristeza se seque el mar profundo; detendré los ríos y las corrientes de agua; por él haré que el monte Líbano se cubra de tristeza y que todos los árboles del campo se marchiten.
16 Cuando yo lo haga bajar al reino de la muerte para reunirlo con los que ya han muerto, el ruido de su caída hará temblar a las naciones. Y en ese mundo bajo tierra sentirán consuelo los árboles del Edén, los más hermosos y mejor regados del monte Líbano.
17 También ellos bajarán, como él, al reino de la muerte, a juntarse con los que murieron en batalla. Los que vivían a su sombra, se dispersarán entre las naciones.
18 Ninguno de los árboles del Edén podía compararse a él en esplendor y altura; y, sin embargo, bajará con los demás árboles del Edén a ese mundo bajo tierra, para vivir entre paganos, entre gente que murió en batalla.
»”El árbol es el faraón y toda su gente. Yo, el Señor, lo afirmo.”»1 El día primero del mes duodécimo del año doce, el Señor se dirigió a mí, y me dijo:
2 «Dedica este canto fúnebre al faraón, rey de Egipto:
»“Pareces un león de las naciones;
eres como un monstruo marino:
chapoteas en tu río,
con las patas enturbias el agua
y revuelves la corriente.
3 »”Esto dice el Señor: Aunque estés entre pueblos numerosos, echaré mi red sobre ti y con ella te atraparé.
4 Te arrastraré a tierra y te dejaré tendido en el suelo. Haré que todas las aves del cielo se paren sobre ti, y que se harten de tu carne todos los animales salvajes.
5 Con la carne podrida de tu cadáver llenaré los montes y los valles.
6 Empaparé el suelo con tu sangre, la cual llegará hasta las montañas, y con ella se llenarán los cauces de los ríos.
7 Cuando yo te destruya, haré que el cielo se oscurezca y se apaguen las estrellas; cubriré con nubes el sol, y la luna no brillará más.
8 Por causa tuya apagaré todas las luces que brillan en el cielo, y llenaré de oscuridad tu país. Yo, el Señor, lo afirmo.
9 »”Cuando las noticias de tu destrucción lleguen a países que no conocías, haré que se inquieten muchos pueblos.
10 Por causa tuya sembraré el terror en muchos pueblos; sus reyes se llenarán de pánico cuando yo esgrima mi espada delante de ellos. Cuando caigas, ellos temblarán de miedo por sus propias vidas.
11 »”El Señor dice: La espada del rey de Babilonia caerá sobre ti.
12 Voy a hacer que tu pueblo numeroso caiga herido por la espada de los más crueles guerreros. Pondrán fin a la grandeza de Egipto y acabarán con su pueblo numeroso.
13 Destruiré todo el ganado que bebe de tus aguas, y nunca más los hombres ni los animales las enturbiarán con sus pisadas.
14 Entonces haré que el agua se aclare y que los ríos corran tranquilos como aceite. Yo, el Señor, lo afirmo.
15 Cuando convierta a Egipto en un desierto y el país quede vacío, sin habitantes, entonces reconocerán que yo soy el Señor.”
16 »Éste es un canto fúnebre, y así deberán cantarlo las mujeres de las diversas naciones cuando lloren por Egipto y por su gente numerosa. Yo, el Señor, lo afirmo.»
17 El día quince del mes duodécimo del año doce, el Señor se dirigió a mí, y me dijo:
18 «Tú, hombre, entona en compañía de las mujeres de las diversas naciones un canto fúnebre por el numeroso pueblo de Egipto y por sus jefes:
»“Los poderosos caen al mundo bajo tierra,
con los que han bajado ya al sepulcro.
19
¿Eres tú acaso más hermoso que los otros?
Baja y tiéndete también junto a los paganos.”
20 »Ellos caerán con los que mueren en la guerra. La espada está lista. Con ellos se irán sus grandes multitudes.
21 Los jefes más poderosos recibirán en el reino de la muerte a los egipcios y a sus aliados, diciendo: “¡Ya bajaron! ¡Quedaron tendidos esos paganos, muertos en la guerra!”
22 »Ahí está Asiria, con todos sus soldados rodeando su tumba. Todos ellos murieron en la guerra.
23 Están enterrados en lo más hondo de la fosa. Sus soldados sembraron el pánico entre los que aún estaban vivos, pero cayeron muertos en la guerra y ahora rodean la tumba de Asiria.
24 »Ahí está Elam, con todos sus soldados rodeando su tumba. Todos ellos murieron en la guerra, paganos que cayeron al mundo bajo tierra. Sembraron el pánico entre los vivos, pero ahora están sin honor entre los que bajaron al sepulcro.
25 Elam está tendido en medio de todos sus soldados muertos, todos ellos paganos muertos en la guerra, que ahora rodean su tumba. Sembraron el pánico entre los vivos, pero ahora están sin honor entre los que bajaron al sepulcro. Quedaron entre gente asesinada.
26 »Ahí están Mésec y Tubal, con todos sus soldados rodeando su tumba, todos ellos paganos muertos en la guerra, que sembraron el pánico entre los vivos.
27 No están sepultados con los héroes del pasado, que bajaron con sus armas al reino de la muerte y que tienen sus espadas bajo la cabeza y sus escudos sobre el cuerpo, después de haber sembrado el pánico entre los que estaban vivos.
28 »Ahí estarás tú, Egipto, en medio de paganos, destrozado y sepultado con los muertos en la guerra.
29 »Ahí está Edom, con sus reyes y gobernantes. A pesar de haber sido tan poderosos, están entre los muertos en la guerra, sepultados entre los paganos, entre los que bajaron al sepulcro.
30 »Ahí están todos los jefes del norte, igual que todos los de Sidón. Fueron muy poderosos y sembraron el pánico, pero ahora han bajado con los muertos en la guerra, cubiertos de deshonra. Son paganos, y están sepultados sin honor entre los muertos en la guerra, entre los que bajaron al sepulcro.
31 »Cuando el faraón los vea, se consolará de la muerte de toda su gente, pues él y todo su ejército murieron en la guerra. Yo, el Señor, lo afirmo.
32 El faraón sembró el pánico entre los vivos; por eso está sepultado entre los paganos, entre los muertos en la guerra, lo mismo que su numeroso ejército. Yo, el Señor, lo afirmo.»
1 El Señor se dirigió a mí, y me dijo:
2 «Tú, hombre, habla a tus compatriotas, y diles: “Cuando yo envío la guerra a un país, la gente de ese país escoge a uno de ellos para ponerlo de centinela.
3 Y cuando el centinela ve que los ejércitos enemigos se acercan al país, toca la trompeta y previene a la gente.
4 Si alguien escucha el toque de trompeta y no le hace caso, y los enemigos llegan y lo matan, el culpable de su muerte es él mismo,
5 porque oyó el toque de trompeta pero no hizo caso; es culpable de su muerte, porque, si hubiera hecho caso, habría salvado su vida.
6 Pero si el centinela ve llegar los ejércitos enemigos y no toca la trompeta para prevenir a la gente, y los enemigos llegan y matan a alguien, éste morirá por su pecado, pero yo le pediré al centinela cuentas de esa muerte.”
7 »Pues a ti, hombre, yo te he puesto como centinela del pueblo de Israel. Tú deberás recibir mis mensajes y comunicarles mis advertencias.
8 Puede darse el caso de que yo pronuncie sentencia de muerte contra un malvado; pues bien, si tú no hablas con él para advertirle que cambie de vida, y él no lo hace, ese malvado morirá por su pecado, pero yo te pediré a ti cuentas de su muerte.
9 Si tú, en cambio, adviertes al malvado que cambie de vida, y él no lo hace, él morirá por su pecado, pero tú salvarás tu vida.
10 »Tú, hombre, di al pueblo de Israel: “Ustedes dicen: Estamos cargados de faltas y pecados. Por eso nos estamos pudriendo en vida. ¿Cómo podremos vivir?
11 Pero yo, el Señor, juro por mi vida que no quiero la muerte del malvado, sino que cambie de conducta y viva. Israel, deja esa mala vida que llevas. ¿Por qué habrás de morir?”
12 »Tú, hombre, di a tus compatriotas: “Si un hombre bueno peca, su bondad anterior no lo salvará, y si un malvado deja de hacer el mal, su maldad anterior no será causa de su muerte. Si el hombre bueno peca, su bondad anterior no le valdrá para seguir viviendo.
13 Si yo le prometo vida a un hombre bueno, y éste, ateniéndose a su bondad, hace el mal, no tomaré en cuenta ninguna buena acción suya, sino que morirá por el mal que haya cometido.
14 Y si condeno a morir a un malvado, y este deja el pecado y actúa bien y con justicia,
15 y devuelve lo que había recibido en prenda o lo que había robado, y cumple las leyes que dan la vida y deja de hacer lo malo, ciertamente vivirá y no morirá.
16 Puesto que ahora actúa bien y con justicia, vivirá, y no me acordaré de ninguno de los pecados que había cometido.”
17 Tus compatriotas dirán que yo no actúo con justicia; pero en realidad son ellos los que no actúan con justicia.
18 Si el hombre bueno deja de hacer lo bueno y hace lo malo, morirá a causa de ello.
19 Y si el malvado deja de hacer lo malo y hace lo bueno y lo justo, a causa de ello vivirá.
20 Ustedes repiten: “El Señor no está actuando con justicia.” Pero yo juzgaré a cada uno de ustedes, israelitas, de acuerdo con sus acciones.»
21 El quinto día del mes décimo del año doce de nuestro destierro, un hombre que había huido de Jerusalén vino y me contó que la ciudad había caído en poder del enemigo.
22 La noche antes de que llegara el escapado, el Señor había puesto su mano sobre mí; y por la mañana, cuando vino el hombre, el Señor me devolvió el habla y dejé de estar mudo.
23 El Señor se dirigió a mí, y me dijo:
24 «La gente que vive en esas ciudades de Israel que están en ruinas, anda diciendo: “Abraham era uno solo y, sin embargo, llegó a ser dueño del país; con mayor razón nosotros, que somos muchos, llegaremos a ser dueños del país.”
25 Por lo tanto, diles: “Así dice el Señor: Ustedes comen carne con sangre, adoran ídolos, cometen asesinatos, ¿y creen que van a ser dueños del país?
26 Recurren a la violencia de las armas, hacen cosas que yo detesto, todos cometen adulterio, ¿y creen que van a ser dueños del país?”
27 »Diles también: “Así dice el Señor: Juro por mi vida que los que viven en las ciudades en ruinas también serán asesinados, y a los que viven en el campo haré que se los coman las fieras, y los que viven en rocas y cuevas morirán de enfermedades.
28 Dejaré el país desierto y en ruinas, y destruiré la fuerza de la cual está tan orgulloso. Los montes de Israel quedarán desiertos; nadie pasará por ellos.
29 Cuando yo deje desierto y en ruinas el país a causa de los pecados detestables que ellos cometieron, entonces reconocerán que yo soy el Señor.”
30 »Tus compatriotas hablan de ti junto a las murallas, y en las puertas de las casas, y se dicen unos a otros: “Vengan, vamos a oír el mensaje que ha venido de parte del Señor.”
31 Y así mi pueblo viene y se sienta delante de ti, como acostumbra hacerlo, para oír tus palabras. Pero no las ponen en práctica. Las repiten como si fueran canciones amorosas, pero su corazón va tras el dinero.
32 Ellos te consideran como uno que canta canciones amorosas, que tiene hermosa voz y toca bien el arpa. Escuchan tus palabras, pero no las ponen en práctica.
33 Sin embargo, todo ello va a cumplirse; y cuando se cumpla, reconocerán que sí había un profeta entre ellos.»
1 El Señor se dirigió a mí, y me dijo:
2 «Tú, hombre, habla en mi nombre contra los pastores de Israel, y diles: “Esto dice el Señor: ¡Ay de los pastores de Israel, que se cuidan a sí mismos! Lo que deben cuidar los pastores es el rebaño.
3 Ustedes se beben la leche, se hacen vestidos con la lana y matan las ovejas más gordas, pero no cuidan el rebaño.
4 Ustedes no ayudan a las ovejas débiles, ni curan a las enfermas, ni vendan a las que tienen alguna pata rota, ni hacen volver a las que se extravían, ni buscan a las que se pierden, sino que las tratan con dureza y crueldad.
5 Mis ovejas se quedaron sin pastor y se dispersaron, y las fieras salvajes se las comieron.
6 Se dispersaron por todos los montes y cerros altos, se extraviaron por toda la tierra, y no hubo nadie que se preocupara por ellas y fuera a buscarlas.
7 »”Así que, pastores, escuchen bien mis palabras.
8 Yo, el Señor, lo juro por mi vida: Fieras salvajes de todas clases han robado y devorado a mis ovejas, porque no tienen pastor. Mis pastores no van a buscar a las ovejas. Los pastores cuidan de sí mismos, pero no de mi rebaño.
9 Por eso, pastores, escuchen las palabras
10 que yo, el Señor, les dirijo: Pastores, yo me declaro su enemigo y les voy a reclamar mi rebaño; les voy a quitar el encargo de cuidarlo, para que no se sigan cuidando ustedes mismos; rescataré a mis ovejas, para que ustedes no se las sigan comiendo.”
11 »Yo, el Señor, digo: Yo mismo voy a encargarme del cuidado de mi rebaño.
12 Como el pastor que se preocupa por sus ovejas cuando están dispersas, así me preocuparé yo de mis ovejas; las rescataré de los lugares por donde se dispersaron en un día oscuro y de tormenta.
13 Las sacaré de los países extranjeros, las reuniré y las llevaré a su propia tierra. Las llevaré a comer a los montes de Israel, y por los arroyos, y por todos los lugares habitados del país.
14 Las llevaré a comer los mejores pastos, en los pastizales de las altas montañas de Israel. Allí podrán descansar y comer los pastos más ricos.
15 Yo mismo seré el pastor de mis ovejas, yo mismo las llevaré a descansar. Yo, el Señor, lo afirmo.
16 Buscaré a las ovejas perdidas, traeré a las extraviadas, vendaré a las que tengan alguna pata rota, ayudaré a las débiles, y cuidaré a las gordas y fuertes. Yo las cuidaré como es debido.
17 »Yo, el Señor, digo: Escuchen, ovejas mías: Voy a hacer justicia entre los corderos y los cabritos.
18 ¿No les basta con comerse el mejor pasto, sino que tienen que pisotear el que queda? Beben el agua clara, y la demás la enturbian con las patas.
19 Y mis ovejas tienen que comer el pasto que ustedes han pisoteado y beber el agua que ustedes han enturbiado.
20 Por eso yo, el Señor, les digo: Voy a hacer justicia entre las ovejas gordas y las flacas.
21 Ustedes han alejado a empujones a las débiles, las han atacado a cornadas y las han hecho huir.
22 Pero yo voy a salvar a mis ovejas. No dejaré que las sigan robando. Voy a hacer justicia entre las ovejas.
23 Voy a hacer que vuelva mi siervo David, y lo pondré como único pastor, y él las cuidará. Él será su pastor.
24 Yo, el Señor, seré su Dios, y mi siervo David será su jefe. Yo, el Señor, he hablado.
25 Voy a hacer una alianza con ellas, para asegurarles una vida tranquila. Haré desaparecer las fieras del país, para que mis ovejas puedan vivir tranquilas en campo abierto y dormir en los bosques.
26 »Yo pondré a mis ovejas alrededor de mi monte santo, y las bendeciré; les enviaré lluvias de bendición en el tiempo oportuno.
27 Los árboles del campo darán su fruto, la tierra dará sus cosechas, y ellas vivirán tranquilas en su propia tierra. Cuando yo libere a mi pueblo de quienes lo han esclavizado, entonces reconocerán que yo soy el Señor.
28 Los pueblos extranjeros no volverán a apoderarse de ellos, ni las fieras volverán a devorarlos. Vivirán tranquilos, sin que nadie los asuste.
29 Les daré sembrados fértiles, y ellos no volverán a sufrir hambre ni las demás naciones volverán a burlarse de ellos.
30 Entonces reconocerán que yo, el Señor su Dios, estoy con ellos, y que Israel es mi pueblo. Yo, el Señor, lo afirmo.
31 Ustedes son mis ovejas, las ovejas de mi prado. Yo soy su Dios. Yo, el Señor, lo afirmo.»
1 El Señor se dirigió a mí, y me dijo:
2 «Vuélvete hacia el monte de Seír y habla en mi nombre contra él.
3 Dile:
»“Esto dice el Señor:Yo me declaro tu enemigo,
monte de Seír,
y te voy a castigar
dejándote desierto y en ruinas.
4
Voy a dejar destruidas tus ciudades,
y tú quedarás convertido en un desierto.
Entonces reconocerás que yo soy el Señor.
5 »”Tú has sido eterno enemigo de los israelitas, y les hiciste la guerra cuando ellos recibían el castigo final por sus pecados.
6 Pero yo, el Señor, juro por mi vida que te entregaré a la muerte, y la muerte te perseguirá. Eres culpable de muerte, y la muerte te perseguirá.
7 Te voy a dejar desierto y en ruinas, monte de Seír, y no permitiré que nadie vuelva a pasar por ti.
8 Haré que tus cerros y tus colinas, tus valles y tus ríos, queden llenos de los cadáveres de los que mueran en la guerra.
9 Te dejaré convertido para siempre en un desierto, y nadie vivirá en tus ciudades. Entonces reconocerán ustedes que yo soy el Señor.
10 »”Tú dijiste: El país de Israel, con sus dos reinos, será mío; yo seré su dueño, a pesar de que el Señor viva allí.
11 Pero yo, el Señor, juro por mi vida que voy a tratarte a ti con la misma ira, envidia y odio con que tú trataste a Israel. Cuando yo te castigue, ellos me reconocerán.
12 Entonces verás que yo, el Señor, había escuchado todos los insultos que lanzaste contra los montes de Israel. Tú dijiste: ¡Son un desierto; ahora los podemos devorar!
13 Abriste la boca desafiándome, y se te soltó la lengua contra mí. Yo lo escuché.
14 »”Pues esto digo yo, el Señor: Toda la tierra se va a alegrar cuando yo te destruya.
15 Tú te alegraste cuando fue destruido el país que Israel recibió en propiedad, pero lo mismo pasará contigo: quedarás hecho un desierto, monte de Seír, país de Edom. Entonces reconocerán que yo soy el Señor.”
1 »Y tú, hombre, habla en nombre mío a las montañas de Israel, y diles que escuchen mi palabra.
2 Yo, el Señor, digo: Los enemigos de Israel se creen dueños ya de las montañas eternas.
3 Pues bien, habla en mi nombre y diles: “Esto dice el Señor: De todas partes las atacan a ustedes y las destruyen; todos los pueblos extranjeros se han apoderado de ustedes, y la gente las trata con burla y desprecio.
4 Por lo tanto, montañas de Israel, escuchen el mensaje del Señor a las montañas, colinas, ríos y valles; a las ruinas despobladas y a las ciudades desiertas de Israel, que han sido saqueadas por los pueblos vecinos y que han sido objeto de burla por parte de ellos.
5 Esto dice el Señor: Mis palabras van encendidas de enojo contra los otros pueblos, y en especial contra todo Edom, porque con gran alegría se apoderaron de mi tierra y con profundo desprecio saquearon sus campos.”
6 »Habla en mi nombre acerca de la tierra de Israel, y di: “Esto dice el Señor a las montañas, colinas, ríos y valles: Yo tengo palabras de ira y furor, por los insultos que han sufrido ustedes de parte de las naciones extranjeras.
7 Por lo tanto yo, el Señor, juro que los pueblos vecinos de ustedes se verán cubiertos de vergüenza.
8 Ustedes, en cambio, montañas de Israel, estarán cubiertas de árboles grandes y con mucho fruto para mi pueblo Israel, que ya está a punto de regresar.
9 Yo las voy a proteger, y haré que sean cultivadas y sembradas.
10 Haré que aumente mucho el pueblo de Israel que vive allí. Las ciudades se llenarán de habitantes, y las ruinas serán reconstruidas.
11 Haré que aumenten en ustedes los hombres y los animales, y que se hagan muy numerosos. Habrá tantos habitantes como antes, y ustedes estarán mejor que en el pasado. Entonces reconocerán que yo soy el Señor.
12 Haré que mi pueblo camine sobre ustedes, montañas de Israel, y que tomen ellos posesión de ustedes como dueños, y ustedes no volverán a dejarlos sin hijos.
13 »”Yo, el Señor, digo: A ustedes, montañas, las acusan de comerse a la gente y de dejar sin hijos a su pueblo.
14 Pues bien, ustedes no volverán a comerse a la gente ni a dejar sin hijos a su pueblo. Yo, el Señor, lo afirmo.
15 No permitiré que oigan de nuevo los insultos de las naciones extranjeras; no recibirán más ofensas de esos pueblos, porque ustedes no volverán a dejar sin hijos a su pueblo. Yo, el Señor, lo afirmo.”»
16 El Señor se dirigió a mí, y me dijo:
17 «Cuando los israelitas vivían en su tierra, la profanaron con sus malas acciones. Su manera de vivir era para mí algo sucio y repugnante.
18 Entonces descargué mi ira sobre ellos por los asesinatos que cometieron en el país y por la manera en que lo profanaron adorando a los ídolos,
19 y en castigo de sus malas acciones los dispersé entre los demás países y naciones.
20 Pero en todos los pueblos a donde ellos llegaban, ofendían mi santo nombre, pues la gente decía: “Éstos son el pueblo del Señor, pero tuvieron que salir de su país.”
21 Entonces me dolió ver que, por culpa de Israel, mi santo nombre era profanado en cada nación adonde ellos llegaban.
22 »Por eso, dile al pueblo de Israel: “Esto dice el Señor: Lo que voy a realizar no es por causa de ustedes, israelitas, sino por mi santo nombre, que ustedes han ofendido entre las naciones a donde han ido.
23 Yo voy a mostrar ante las naciones la santidad de mi gran nombre, que ustedes han ofendido entre ellas; cuando yo lo haga, ellas reconocerán que yo soy el Señor. Yo, el Señor, lo afirmo.
24 Yo los sacaré a ustedes de todas esas naciones y países; los reuniré y los haré volver a su tierra.
25 Los lavaré con agua pura, los limpiaré de todas sus impurezas, los purificaré del contacto con sus ídolos;
26 pondré en ustedes un corazón nuevo y un espíritu nuevo. Quitaré de ustedes ese corazón duro como la piedra y les pondré un corazón dócil.
27 Pondré en ustedes mi espíritu, y haré que cumplan mis leyes y decretos;
28 vivirán en el país que di a sus padres, y serán mi pueblo y yo seré su Dios.
29 Los libraré de todo lo que les manche. Haré que el trigo abunde, y no volveré a enviarles hambre.
30 Haré también que los árboles y los campos den más fruto, para que ustedes no vuelvan a pasar vergüenza delante de las otras naciones por causa del hambre.
31 Y cuando se acuerden de su mala conducta y de sus malas acciones, sentirán vergüenza de ustedes mismos por sus pecados y malas acciones.
32 Yo, el Señor, lo afirmo: Sepan, israelitas, que no hago esto porque ustedes lo merezcan; sientan vergüenza y confusión por su conducta.
33 »”Yo, el Señor, digo: Cuando yo los purifique de todos sus pecados, haré que vivan en sus ciudades y que reconstruyan las ruinas.
34 La tierra que había quedado desierta, en vez de quedar desierta será cultivada a la vista de todos los que pasan.
35 Y se dirá: Esta tierra, que había quedado desierta, ahora se parece al jardín de Edén; las ciudades que habían sido destruidas, arrasadas y dejadas en ruinas, ahora son unas fortalezas y están habitadas.
36 Entonces los pueblos vecinos que queden con vida reconocerán que yo, el Señor, reconstruyo lo destruido y vuelvo a sembrar lo arrasado. Yo, el Señor, lo he dicho, y lo realizaré.
37 »”Yo, el Señor, digo: Aún haré algo más. Concederé al pueblo de Israel lo que me pida que haga por ellos; multiplicaré su gente como un rebaño.
38 Las ciudades en ruinas se llenarán de tanta gente, que se parecerán a las ovejas que en las fiestas se llevan a Jerusalén para ofrecerlas en sacrificio. Entonces reconocerán que yo soy el Señor.”»
1 El Señor puso su mano sobre mí, y me hizo salir lleno de su poder, y me colocó en un valle que estaba lleno de huesos.
2 El Señor me hizo recorrerlo en todas direcciones; los huesos cubrían el valle, eran muchísimos y estaban completamente secos.
3 Entonces me dijo: «¿Crees tú que estos huesos pueden volver a tener vida?» Yo le respondí: «Señor, sólo tú lo sabes.»
4 Entonces el Señor me dijo: «Habla en mi nombre a estos huesos. Diles: “Huesos secos, escuchen este mensaje del Señor.
5 El Señor les dice: Voy a hacer entrar en ustedes aliento de vida, para que revivan.
6 Les pondré tendones, los rellenaré de carne, los cubriré de piel y les daré aliento de vida para que revivan. Entonces reconocerán ustedes que yo soy el Señor.”»
7 Yo les hablé como él me lo había ordenado. Y mientras les hablaba, oí un ruido: era un terremoto, y los huesos comenzaron a juntarse unos con otros.
8 Y vi que sobre ellos aparecían tendones y carne, y que se cubrían de piel. Pero no tenían aliento de vida.
9 Entonces el Señor me dijo: «Habla en mi nombre al aliento de vida, y dile: “Así dice el Señor: Aliento de vida, ven de los cuatro puntos cardinales y da vida a estos cuerpos muertos.”»
10 Yo hablé en nombre del Señor, como él me lo ordenó, y el aliento de vida vino y entró en ellos, y ellos revivieron y se pusieron de pie. Eran tantos que formaban un ejército inmenso.
11 Entonces el Señor me dijo: «El pueblo de Israel es como estos huesos. Andan diciendo: “Nuestros huesos están secos; no tenemos ninguna esperanza, estamos perdidos.”
12 Pues bien, háblales en mi nombre, y diles: “Esto dice el Señor: Pueblo mío, voy a abrir las tumbas de ustedes; voy a sacarlos de ellas y a hacerlos volver a la tierra de Israel.
13 Y cuando yo abra sus tumbas y los saque de ellas, reconocerán ustedes, pueblo mío, que yo soy el Señor.
14 Yo pondré en ustedes mi aliento de vida, y ustedes revivirán; y los instalaré en su propia tierra. Entonces sabrán que yo, el Señor, lo he dicho y lo he hecho. Yo, el Señor, lo afirmo.”»
15 El Señor se dirigió a mí, y me dijo:
16 «Toma un palo, y escribe en él: “Judá y sus aliados israelitas”. Toma luego otro palo, y escribe: “José, representado por Efraín, y todos sus aliados del resto de Israel”.
17 En seguida, júntalos en tu mano el uno con el otro, de manera que formen uno solo.
18 Cuando tus compatriotas te digan: “Explícanos lo que esto significa”,
19 diles: “Esto dice el Señor: Voy a tomar el palo de José, que está en manos de Efraín y de las demás tribus aliadas de Israel, y lo voy a juntar con el palo de Judá para convertirlos en un solo palo en mi mano.”
20 Ten en tu mano, a la vista de ellos, los dos palos sobre los cuales escribiste.
21 Luego diles: “Esto dice el Señor: Voy a sacar a los israelitas de entre las naciones a donde han ido a parar; los reuniré de todas partes y los haré volver a su tierra.
22 Haré de ellos una sola nación en este país, en los montes de Israel, y tendrán un solo rey. No volverán a estar divididos en dos naciones, ni separados en dos reinos.
23 Tampoco volverán a mancharse adorando ídolos repugnantes ni cometiendo toda clase de pecados. Yo los libraré de todas las infidelidades que han cometido, y los limpiaré de sus pecados. Ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios.
24 Mi siervo David será el rey y único pastor de todos ellos, y ellos me obedecerán y cumplirán mis leyes y decretos.
25 Vivirán en el país que di a mi siervo Jacob, donde también vivieron sus antepasados. Allí vivirán siempre ellos y sus hijos y todos sus descendientes; y mi siervo David será siempre su jefe.
26 Haré con ellos una alianza para asegurarles una vida tranquila. Será una alianza eterna. Haré que aumenten en número, y para siempre pondré mi santo templo en medio de ellos.
27 Viviré entre ellos, y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo.
28 Cuando mi santo templo esté para siempre en medio de ellos, las demás naciones reconocerán que yo he escogido a Israel como mi posesión sagrada.”»
1 El Señor se dirigió a mí, y me dijo:
2 «Tú, hombre, vuélvete ahora hacia el país de Magog, y habla en mi nombre contra Gog, jefe supremo de Mésec y Tubal.
3 Dile: “Esto dice el Señor: Gog, jefe supremo de Mésec y Tubal, yo me declaro tu enemigo.
4 Te voy a hacer volver, te voy a poner ganchos en la boca, te voy a sacar a ti y a toda tu caballería, con sus jinetes de elegantes uniformes, ese enorme ejército armado de espadas y escudos de diversas clases.
5 Irán acompañados de gente de Persia, Etiopía y Libia, todos ellos con escudos y cascos,
6 y también de todos los soldados de Gómer y de Bet-togarmá, de lo más lejano del norte, los numerosos pueblos aliados tuyos.
7 Prepárate y ármate, tú y todos los ejércitos que están contigo; tómalos bajo tu mando.
8 Al cabo de muchos años vas a recibir la orden de invadir un país que estuvo en guerra, pero que ya se habrá restablecido; un pueblo que estuvo disperso entre muchas naciones y que había sido arrasado para siempre, pero que ya se habrá vuelto a reunir en los montes de Israel. Para entonces, ellos habrán regresado ya de muchos países, y estarán todos viviendo tranquilos.
9 Llegarás tú, como un nubarrón, para cubrir el país, y lo invadirás como una tormenta con todos tus ejércitos y pueblos numerosos.
10 »”Yo, el Señor, digo: En ese tiempo se te ocurrirán planes malvados.
11 Vas a decir: Voy a invadir un país indefenso, de gente que vive tranquila y confiada, toda en ciudades sin murallas, sin puertas ni trancas.
12 Lo voy a saquear y robar; voy a atacar ciudades ya reconstruidas de un pueblo que se ha reunido de varias naciones, que tiene ganado y otras propiedades y que vive en el centro del mundo.
13 La gente de Sabá y Dedán, y los comerciantes de Tarsis y demás ciudades, te preguntarán: ¿Viniste a robar? ¿Reuniste tus ejércitos para saquear y apoderarte de la plata y del oro, del ganado y otras propiedades, y llevarte una enorme riqueza?”
14 »Pues, bien, habla en mi nombre a Gog, y dile: “Esto dice el Señor: Cuando mi pueblo Israel viva tranquilo, tú te pondrás en marcha
15 desde tu tierra, en lo más lejano del norte, acompañado de ejércitos fuertes y numerosos, y tropas de caballería,
16 y atacarás a mi pueblo Israel. Tú, Gog, cubrirás la tierra como un nubarrón. En esos últimos días te haré venir contra mi tierra, para que por medio de ti las demás naciones me reconozcan cuando yo demuestre mi santidad delante de ellos.
17 »”Yo, el Señor, digo: Era a ti a quien yo me refería en tiempos pasados, cuando hablaba por medio de mis siervos los profetas de Israel; ellos anunciaron en aquel tiempo que yo te haría venir para que atacaras a Israel.”
18 »Yo, el Señor, afirmo: Cuando Gog invada a Israel, mi ira se encenderá terriblemente.
19 En el ardor de mi ira juro que, en ese tiempo, habrá un fuerte terremoto en Israel.
20 Los peces del mar, las aves del cielo, las fieras salvajes y los reptiles temblarán delante de mí, lo mismo que todos los hombres de la tierra. Las montañas se derrumbarán, las rocas caerán y todas las murallas se vendrán abajo.
21 21-22 Yo haré venir sobre Gog toda clase de males que lo llenen de miedo. Lo castigaré con enfermedades y muerte violenta. Haré que caigan sobre él, sobre su ejército y sobre los numerosos pueblos que lo acompañan, lluvia a torrentes, granizo, fuego y azufre, y sus hombres se atacarán unos a otros con la espada. Yo, el Señor, lo afirmo.
22
23 Así demostraré a muchos pueblos mi grandeza y mi santidad. Yo me daré a conocer a ellos, y reconocerán que yo soy el Señor.
1 »Y tú, hombre, habla en mi nombre contra Gog, y dile: “Esto dice el Señor: Gog, jefe supremo de Mésec y Tubal, yo me declaro tu enemigo.
2 Te voy a hacer volver; paso a paso te voy a sacar de lo más lejano del norte y te voy a traer a las montañas de Israel.
3 Luego romperé el arco que llevas en la mano izquierda y haré caer las flechas que llevas en la derecha.
4 Y tú, con tus ejércitos y pueblos que te acompañan, caerás muerto en las montañas de Israel. Allí los entregaré a toda clase de aves de rapiña y de fieras salvajes, para que se los coman.
5 Quedarán tendidos en campo abierto. Yo, el Señor, he hablado. Yo he dado mi palabra.
6 Enviaré fuego sobre Magog y sobre los que viven tranquilos en los países del mar. Entonces reconocerán que yo soy el Señor.
7 Yo haré que mi santo nombre sea conocido de mi pueblo Israel, y no permitiré que siga siendo profanado. Y las naciones extranjeras sabrán que yo, el Señor, muestro mi santidad en Israel.
8 El día de que hablo va a llegar sin falta. Yo, el Señor, lo afirmo.”
9 »Los habitantes de las ciudades de Israel saldrán y quemarán sus armas, sus diversas clases de escudos, arcos, flechas, jabalinas y lanzas, y tendrán leña suficiente para hacer fuego durante siete años.
10 No tendrán necesidad de salir al campo a recoger leña, ni de cortarla en los bosques, porque todas esas armas les servirán de leña. Así ellos saquearán a quienes antes los habían saqueado, y despojarán a quienes antes los habían despojado. Yo, el Señor, lo afirmo.
11 »Por aquel tiempo daré a Gog un lugar en Israel, en el Valle de los Viajeros, frente al mar, para que lo sepulten. Ese lugar impedirá el paso, y allí enterrarán a Gog y a todo su ejército, y le pondrán el nombre de Valle del ejército de Gog.
12 Los israelitas necesitarán siete meses para enterrarlos y dejar limpio el país.
13 Toda la gente estará ocupada enterrándolos, y será un honor para ellos. En ese día yo me mostraré glorioso. Yo, el Señor, lo afirmo.
14 Además, después de esos siete meses, se encargará a un grupo de personas que recorran y exploren el país, y que entierren a los que hayan quedado en el suelo, para dejarlo limpio.
15 Cuando alguna de estas personas, al recorrer el país, vea algún hueso humano, pondrá a su lado una señal hasta que los enterradores lo entierren en el Valle del ejército de Gog.
16 (También hay una ciudad llamada El Ejército.) Así dejarán limpio el país.»
17 El Señor me dijo: «Di a todas las aves y a todas las fieras que se reúnan de los alrededores y vengan a las montañas de Israel, al sacrificio que allí voy a hacer para ellas. Podrán comer carne y beber sangre;
18 se comerán la carne de los soldados y beberán la sangre de los gobernantes de la tierra, como si fuera de carneros, corderos, chivos o gordos becerros de Basán.
19 De ese sacrificio que voy a hacer para ellas, comerán grasa hasta enfermar y beberán sangre hasta emborracharse.
20 Les prepararé un banquete con la carne de los caballos y de los jinetes, de los soldados y de toda clase de guerreros, para que coman hasta llenarse. Yo, el Señor, lo afirmo.
21 »Así mostraré mi gloria a las naciones extranjeras. Todas las naciones verán cómo las he juzgado y castigado.
22 De ese día en adelante, Israel reconocerá que yo soy el Señor su Dios.
23 Y las naciones extranjeras sabrán que los israelitas fueron al destierro por causa de sus pecados, porque me fueron infieles; y que yo les volví la espalda y dejé que los enemigos los vencieran y los mataran a todos en la guerra.
24 Yo los traté como merecían su impureza y rebeldía, y les volví la espalda.
25 »Por eso yo, el Señor, digo: Ahora voy a tener misericordia de todo el pueblo de Israel, de los descendientes de Jacob. Voy a hacer que cambie su suerte, para exigir que se dé honor a mi santo nombre.
26 26-27 Yo los reuniré otra vez de las naciones extranjeras y de los países enemigos; entonces vivirán tranquilos en su propia tierra, sin que nadie los asuste. Así mostraré mi santidad, y muchas naciones podrán verla. Los israelitas soportarán su deshonra por haberme sido infieles.
27
28 Yo los envié al destierro entre naciones extranjeras, y yo los reuniré de nuevo en su tierra. No dejaré desterrado a ninguno. Entonces reconocerán que yo soy el Señor su Dios.
29 No volveré a darles la espalda, pues he derramado mi poder sobre el pueblo de Israel. Yo, el Señor, lo afirmo.»
1 1-2 El día diez del mes, que es el día de año nuevo, el Señor puso su mano sobre mí, y en una visión me trasladó a la tierra de Israel. Ya iban a cumplirse veinticinco años desde que habíamos sido llevados a Babilonia, y catorce años desde la toma de Jerusalén.
En tierra de Israel, el Señor me puso sobre un monte muy alto; y desde allí, vi hacia el sur, una serie de edificios que parecían una ciudad.2
3 El Señor me llevó allá, y vi un hombre que parecía de bronce. Estaba de pie a la puerta, y tenía en la mano una cinta de lino y una regla para medir.
4 Y aquel hombre me dijo: «Mira bien y escucha con cuidado; pon mucha atención a todo lo que te voy a mostrar, pues Dios te ha traído aquí para que yo te lo muestre. Luego, comunica al pueblo de Israel todo lo que veas.»
5 Por fuera del templo había una muralla que lo rodeaba. La regla que el hombre tenía en la mano medía tres metros. Entonces midió el muro, y éste tenía tres metros de ancho y tres de alto.
6 Luego se fue a la entrada que daba al oriente, subió los escalones y midió el umbral de la puerta, el cual tenía tres metros de ancho.
7 Las celdas que había a cada lado de la entrada medían cada una tres metros de largo por tres de ancho, y entre celda y celda había una distancia de dos metros y medio. Luego estaba la puerta que daba al vestíbulo, el cual miraba hacia el templo. El umbral de esta puerta tenía tres metros de ancho.
8 8-9 El hombre midió el vestíbulo que daba entrada al templo, y el vestíbulo medía cuatro metros. Había dos pilastras de un metro de grueso.
9
10 (En cada lado de la entrada oriental había tres celdas, todas del mismo tamaño, y las pilastras que había a cada lado eran también del mismo tamaño.)
11 Luego el hombre midió la puerta de entrada: tenía cinco metros de ancho, y la entrada seis metros y medio.
12 Delante de cada celda había un pequeño muro que tenía medio metro de ancho por cada lado. Cada celda medía tres metros de ancho por tres de largo.
13 Luego midió el ancho total de la entrada, desde el fondo de una celda hasta el fondo de la celda de enfrente, pasando de una puerta a la puerta de enfrente, y medía doce metros y medio.
14 Luego midió el vestíbulo: diez metros. El edificio de entrada daba por todos lados al atrio.
15 El largo total, desde la parte exterior de la puerta hasta la parte interior del vestíbulo, era de veinticinco metros.
16 Las celdas, lo mismo que sus pilastras, tenían ventanas con rejas por dentro y alrededor del edificio de entrada. Igualmente, el vestíbulo tenía ventanas alrededor, por la parte de adentro. En las pilastras había grabados de palmeras.
17 El hombre me llevó después al atrio exterior. El atrio tenía un empedrado a su alrededor, y treinta cuartos daban a él.
18 Este empedrado, que era el más bajo, se extendía por los costados de los edificios de entrada, y su ancho era igual al largo de éstos.
19 El hombre midió la distancia que había desde el frente de la puerta de abajo hasta la parte de afuera de la puerta interior, y era de cincuenta metros.
20 También había una entrada que daba al norte del atrio exterior. El hombre la midió a lo largo y a lo ancho.
21 Tenía también tres celdas a cada lado, y pilastras y vestíbulo de medidas iguales a las de la entrada oriental, es decir, de veinticinco metros de largo por doce y medio metros de ancho.
22 El vestíbulo, las ventanas y las palmeras eran del mismo tamaño que los de la entrada oriental. Aquí también se subía por una escalinata de siete escalones, y el vestíbulo quedaba por la parte de adentro.
23 Tanto al oriente como al norte, frente a la entrada exterior, había otra entrada que conducía al atrio interior. El hombre midió la distancia entre las dos entradas, y era de cincuenta metros.
24 Luego el hombre me llevó al sur, donde había una entrada, y midió las pilastras y el vestíbulo, que medían lo mismo que las otras.
25 El edificio de entrada, con su vestíbulo, tenía ventanas alrededor, como los otros. Medía en total veinticinco metros de largo por doce y medio de ancho.
26 Tenía también una escalinata de siete escalones, y el vestíbulo quedaba también en la parte interior. Las pilastras tenían también grabados de palmeras, una de cada lado.
27 El atrio interior tenía también una puerta que daba hacia el sur. El hombre midió la distancia entre las dos puertas del lado sur, y era de cincuenta metros.
28 Luego me llevó por la entrada sur hacia el atrio interior. Midió la puerta del sur, y tenía las mismas medidas de las puertas anteriores.
29 29-30 Sus celdas, vestíbulo y pilastras eran del mismo tamaño que los otros. El edificio de entrada, con su vestíbulo también, tenía ventanas alrededor, y medía en total veinticinco metros de largo por doce y medio de ancho.
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31 El vestíbulo daba hacia el atrio exterior. Las pilastras tenían grabados de palmeras. A esta puerta se subía por una escalinata de ocho escalones.
32 En seguida me llevó al atrio interior, por el lado de oriente, y midió la entrada, la cual medía lo mismo que las otras.
33 Sus celdas, pilastras y vestíbulo, eran también de iguales medidas que los otros. El edificio de entrada, con su vestíbulo, tenía ventanas alrededor, y medía veinticinco metros de largo por doce y medio de ancho.
34 El vestíbulo daba hacia el atrio exterior. Las pilastras tenían grabados de palmeras a cada lado. A esta puerta se subía por una escalinata de ocho escalones.
35 Luego aquel hombre me llevó a la entrada que daba al norte, y midió la entrada, la cual medía lo mismo que las otras
36 y tenía también celdas, pilastras, vestíbulo y ventanas alrededor. El edificio de entrada medía veinticinco metros de largo por doce y medio de ancho.
37 El vestíbulo daba hacia el atrio exterior. Las pilastras tenían grabados de palmeras a cada lado. A esta puerta se subía por una escalinata de ocho escalones.
38 Había también un cuarto que se comunicaba con el vestíbulo de la entrada. Allí era donde se lavaba a los animales para el holocausto.
39 En el vestíbulo de la entrada había cuatro mesas, dos a cada lado, sobre las que mataban a los animales para el holocausto y para los sacrificios por el pecado o por la culpa.
40 Fuera del vestíbulo de la entrada norte había también dos mesas a cada lado,
41 de manera que había cuatro mesas dentro y cuatro mesas fuera del edificio de entrada: ocho mesas en total. Sobre ellas se mataba a los animales.
42 42-43 Las cuatro mesas para los animales que se quemaban eran de piedra de cantera; medían setenta y cinco centímetros de largo por setenta y cinco centímetros de ancho, y cincuenta centímetros de alto, y sobre ellas se colocaba la carne de las ofrendas. Por la parte interior del cuarto, a todo su alrededor, había un borde de seis centímetros de ancho, sobre el que se colocaban la ofrenda de harina y los utensilios necesarios para matar los animales del holocausto.
43
44 En el atrio interior, fuera de las puertas interiores, había dos cuartos, uno junto a la puerta interior norte, mirando hacia el sur, y otro junto a la puerta interior sur, mirando hacia el norte.
45 El hombre me dijo: «El cuarto que mira hacia el sur es para los sacerdotes que prestan servicio en el templo,
46 y el cuarto que mira hacia el norte es para los sacerdotes que prestan servicio en el altar. Son descendientes de Sadoc, y son los únicos levitas que pueden acercarse al Señor para servirle.»
47 El hombre midió después el atrio interior, que era un cuadrado de cincuenta metros por lado. El altar estaba delante del templo.
48 El hombre me llevó al vestíbulo del templo y midió las pilastras del vestíbulo: cada una tenía dos metros y medio de grueso. La puerta tenía siete metros de ancho, y los soportes de la puerta del vestíbulo medían un metro y medio de ancho cada uno.
49 El vestíbulo medía diez metros de ancho por seis de profundidad, y se subía a él por una escalinata de diez escalones. Junto a cada pilastra había una columna.
1 En seguida el hombre me llevó al interior mismo del templo, y midió las pilastras: ambas tenían tres metros de grueso.
2 La puerta tenía cinco metros de ancho; sus soportes medían dos metros y medio de ancho cada uno. Luego midió la sala central, y tenía veinte metros de largo por diez de ancho.
3 Después fue a la sala del fondo y midió las pilastras de la entrada, y cada una tenía un metro de grueso. La entrada tenía tres metros de ancho, y las pilastras de cada lado medían tres metros y medio de grueso.
4 Luego midió la sala del fondo, y medía diez metros por lado. Entonces me dijo: «Éste es el Lugar santísimo.»
5 Luego el hombre midió la pared exterior del templo, y tenía tres metros de grueso. Alrededor del templo, y unidas al mismo, había celdas de dos metros de profundidad.
6 Estas celdas estaban una sobre otra, formando tres pisos, y en cada piso había treinta celdas. El muro del templo era más estrecho en cada piso, y sobre estos entrantes se apoyaban las vigas de las celdas, de modo que no quedaban empotradas en el muro.
7 Por fuera de las celdas que rodeaban el templo había una rampa que llegaba hasta la parte de arriba, y así se podía subir desde la planta baja al piso intermedio y al de arriba.
8 Yo vi que por todos lados el templo estaba sobre una base elevada, sobre la cual también estaban construidas las celdas. Esta base tenía una altura de tres metros.
9 9-10 La pared exterior de las celdas tenía dos metros y medio de grueso, y alrededor de todo el templo, entre las celdas que rodeaban el templo y los cuartos de los sacerdotes, había un espacio libre de diez metros de ancho.
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11 Las celdas se comunicaban con el espacio libre por medio de una puerta hacia el norte y otra hacia el sur. El espacio libre tenía a todo lo largo un muro de dos metros y medio de grueso.
12 Por el oeste, mirando hacia el patio cerrado, había un edificio que medía treinta y cinco metros de ancho por cuarenta y cinco de largo, con un muro de dos metros y medio de grueso.
13 El hombre midió el templo, y tenía en total cincuenta metros de largo. El ancho del patio cerrado, más el edificio y sus muros, también era de cincuenta metros.
14 La fachada del templo, más la parte del patio cerrado que daba al oriente, medía cincuenta metros.
15 Luego midió el largo del edificio que quedaba detrás del templo, frente al patio cerrado, más los muros de cada lado, y era de cincuenta metros.
Las salas interiores del templo y el vestíbulo16 16-17 estaban recubiertos de madera. Las ventanas enrejadas y los marcos que había alrededor estaban recubiertos de madera por los tres lados. El espacio comprendido entre el piso y las ventanas, y la parte superior de la puerta, también estaban recubiertos. Las paredes del templo, por dentro y por fuera,
17
18 estaban cubiertas de grabados alternados de seres alados y palmeras. Cada ser alado tenía dos caras;
19 de un lado, una cara de hombre miraba a una palmera, y del otro, una cara de león miraba a otra palmera. Así, alrededor de todo el templo
20 había grabados de seres alados y palmeras, desde el piso hasta la parte superior de las puertas. En la pared de la sala central,
21 el marco de la puerta tenía los postes cuadrados.
Frente a la entrada del Lugar santísimo había algo que parecía22 un altar de madera, que medía un metro por lado, y un metro y medio de alto. Tenía esquinas, y la base y sus lados eran de madera. El hombre me dijo: «Ésta es la mesa que está delante del Señor.»
23 23-24 Tanto la sala central como el Lugar santísimo tenían puertas dobles. Cada puerta tenía dos hojas que se abrían hacia la pared.
24
25 Las puertas de la sala central tenían grabados de seres alados y palmeras, iguales a los que había en los muros. En la fachada del vestíbulo, por la parte de afuera, había una verja de madera.
26 A cada lado del vestíbulo había ventanas enrejadas y grabados de palmeras. Las celdas unidas al templo también tenían verjas.
1 El hombre me sacó después al atrio exterior, hacia el norte, y me hizo entrar en el conjunto de cuartos que quedaba al norte, frente al patio cerrado y al edificio detrás del templo.
2 Este conjunto medía cincuenta metros de largo por el lado norte, y veinticinco metros de ancho.
3 Por un lado daba al patio interior, que tenía diez metros de ancho, y por el otro lado daba al empedrado del atrio exterior. Tenía tres pisos, cada uno de ellos más entrado que el de abajo.
4 Frente a los cuartos había un pasillo de cinco metros de ancho y cincuenta de largo, que conducía al interior. Las puertas de los cuartos daban al norte.
5 Los cuartos del piso superior eran más cortos que los del piso intermedio y los de la planta baja, pues cada piso era más entrado que el de abajo.
6 Estos cuartos estaban dispuestos en tres pisos, pero no tenían columnas como los cuartos del atrio, sino que los cuartos del piso superior quedaban más entrados que los del medio y los del inferior.
7 7-8 La serie de cuartos del atrio exterior tenía una extensión de veinticinco metros. Por todo el frente de los cuartos corría un muro de veinticinco metros de largo, que daba al atrio exterior. En total, el pasillo medía cincuenta metros.
8
9 Al piso inferior de estas habitaciones se entraba por el atrio exterior, es decir, por el oriente,
10 por el lugar a donde llegaba el muro del atrio exterior.
Hacia el sur, frente al patio cerrado y al edificio del occidente del templo, había también cuartos11 de igual forma e iguales medidas, y dispuestos de la misma manera, con entradas y salidas como las de los cuartos del lado norte, y con un pasillo frente a ellos.
12 Para llegar hasta los cuartos del lado sur había una puerta en donde comenzaba el pasillo que estaba frente al muro de protección, entrando por el oriente.
13 El hombre me dijo: «Tanto los cuartos del norte como los del sur, que están frente al patio cerrado, son cuartos sagrados. Los sacerdotes que se acercan al Señor comen allí las ofrendas más sagradas. Allí también colocan ellos ofrendas tan sagradas como son la ofrenda de cereales, la ofrenda por el pecado y la ofrenda por la culpa, pues es un lugar sagrado.
14 Una vez que los sacerdotes han entrado en el templo, no deben ya salir al atrio exterior sin antes dejar allí la ropa con que estaban haciendo los servicios, porque esa ropa es sagrada. Para salir a donde está el pueblo, deben ponerse otra ropa.»
15 Cuando el hombre terminó de medir el terreno interior del templo, me llevó afuera por la puerta oriental y se puso a medir el terreno exterior del mismo.
16 Tomó la regla de medir y midió el lado este: doscientos cincuenta metros.
17 Luego midió el lado norte, y también medía doscientos cincuenta metros;
18 luego el lado sur: doscientos cincuenta metros;
19 y finalmente el lado oeste, otros doscientos cincuenta metros.
20 Por los cuatro lados tomó las medidas. El terreno del templo tenía a su alrededor un muro de doscientos cincuenta metros por lado, que separaba lo sagrado de lo profano.
1 El hombre me llevó a la puerta oriental,
2 y vi que la gloria del Dios de Israel venía del oriente. Se oía un ruido muy fuerte, como el de un río caudaloso, y la tierra se llenó de luz.
3 La visión era como la que yo tuve cuando el Señor vino a destruir Jerusalén, y como la que tuve junto al río Quebar. Me incliné hasta tocar el suelo con la frente,
4 y la gloria del Señor entró hasta el templo por la puerta oriental.
5 Entonces el poder de Dios me levantó y me llevó al atrio interior, y vi que la gloria del Señor había llenado el templo.
6 El hombre se puso junto a mí, y oí que el Señor me hablaba desde el templo
7 y me decía: «Éste es el lugar de mi trono, el lugar donde pongo mis pies; aquí viviré en medio de los israelitas para siempre. Ni ellos ni sus reyes volverán a deshonrar con sus infidelidades mi santo nombre: no volverán a construir monumentos a sus reyes después de su muerte,
8 o a construir sus palacios de manera que sus puertas queden junto a las puertas de mi templo, con sólo una pared de por medio. Ellos deshonraron mi santo nombre con acciones que yo detesto; por eso me enojé con ellos y los hice morir.
9 Que alejen ahora de mí sus infidelidades y los monumentos a sus reyes, y yo viviré en medio de ellos para siempre.
10 Y tú, hombre, cuéntales a los israelitas lo que viste del templo, y de sus planos y medidas, para que se avergüencen de sus pecados.
11 Y si se avergüenzan de todo lo que han hecho, explícales la forma del templo y lo que hay en él, las salidas y entradas, en fin, todo el plano, lo mismo que las leyes que deben cumplir. Dibújales todo esto para que tengan una idea clara del diseño y lo lleven a cabo. Escríbeles también todas las leyes para que puedan cumplirlas.
12 Ésta es la ley del templo: todo el terreno que rodea al templo sobre el monte será un lugar sumamente sagrado.»
13 Éstas eran las medidas del altar, usando las medidas de antes. Alrededor del altar había una zanja de medio metro de hondo y medio de ancho, la cual tenía por fuera, alrededor, un borde que se levantaba veinticinco centímetros. La base del altar era así:
14 desde el fondo de la zanja hasta el borde del cuerpo inferior, había un metro de alto. El cuerpo inferior sobresalía medio metro. El cuerpo central medía dos metros de altura, y sobresalía también medio metro.
15 El cuerpo superior, que es donde se queman los sacrificios, medía dos metros de altura. Tenía cuatro cuernos, que salían hacia arriba.
16 El cuerpo superior del altar era cuadrado, de seis metros por lado.
17 El cuerpo central también era cuadrado, de siete metros por lado. La zanja que había alrededor tenía medio metro de ancho, y el borde levantado tenía veinticinco centímetros de ancho. Los escalones para subir al altar daban hacia el oriente.
18 Luego el Señor me dijo: «Cuando llegue el momento de construir el altar, deberán cumplirse estas normas: Quemarán sobre el altar un animal, en holocausto, y rociarán el altar con la sangre.
19 A los sacerdotes levitas descendientes de Sadoc, que son los que deben acercarse a mí para servirme, les darás un becerro para que lo ofrezcan como sacrificio por el pecado. Yo, el Señor, lo ordeno.
20 Luego tomarás un poco de su sangre y rociarás con ella los cuatro cuernos, las cuatro esquinas del cuerpo central y todo el borde levantado. Así lo purificarás por completo del pecado.
21 Luego tomarás el becerro ofrecido por el pecado, y lo quemarás fuera del templo, en el lugar destinado para ello.
22 Al día siguiente ofrecerás, en sacrificio por el pecado, un cabrito que no tenga ningún defecto, y los sacerdotes purificarán el altar de la misma manera que lo hicieron con el becerro.
23 Cuando termines estos ritos de purificación, tomarás un becerro y un carnero, ambos sin ningún defecto,
24 y me los ofrecerás. Que los sacerdotes los rocíen con sal y los quemen, como holocausto en mi honor.
25 Diariamente, durante siete días, deberás ofrecer un cabrito como sacrificio por el pecado, y también un becerro y un carnero, todos sin ningún defecto.
26 Diariamente, durante siete días, los sacerdotes deberán purificar por completo el altar, para dedicarlo al uso sagrado.
27 Así lo harán durante siete días, y del octavo en adelante empezarán a ofrecer los holocaustos y los sacrificios de reconciliación. Entonces yo los recibiré a ustedes con agrado. Yo, el Señor, doy mi palabra.»
1 El hombre me volvió a llevar a la entrada exterior del templo que daba al oriente, la cual estaba cerrada.
2 Allí el Señor me dijo: «Esta entrada quedará cerrada; no deberá abrirse. Nadie podrá entrar por ella, porque por ella ha entrado el Señor, el Dios de Israel. Así pues, quedará cerrada.
3 Sólo podrá entrar el gobernante, para sentarse a comer la comida sagrada en presencia del Señor. Deberá entrar por el vestíbulo de la puerta y salir por el mismo sitio.»
4 El hombre me llevó después por la entrada del norte, frente al templo. Vi que la gloria del Señor había llenado el templo, y me incliné hasta tocar el suelo con la frente.
5 Entonces el Señor me dijo: «Tú, hombre, abre bien los ojos y escucha atentamente todo lo que te voy a decir acerca de las leyes y normas del templo. Fíjate bien en quiénes son los que pueden entrar en el templo y salir de él.
6 »Dile a ese pueblo rebelde de Israel: “Esto dice el Señor: Basta ya de acciones detestables, pueblo de Israel.
7 Ustedes profanan mi templo dejando entrar en él a extranjeros, a gente que no lleva la marca de mi alianza ni en su mente ni en su cuerpo; lo profanan ofreciéndome como alimento la grasa y la sangre de los sacrificios y violando mi alianza con todas esas acciones detestables.
8 Y no han cumplido mis ritos sagrados, sino que los han puesto en manos de extranjeros.”
9 »Por eso yo, el Señor, digo: No entrará en mi templo ningún extranjero que no lleve en su mente y en su cuerpo la marca de mi alianza; ni siquiera un extranjero que viva entre los israelitas.
10 Los levitas, que se alejaron de mí cuando Israel se apartó de mis caminos y me abandonó para adorar a los ídolos, deberán pagar por su pecado.
11 Podrán servir en mi templo como guardianes de las puertas, y en otros servicios del templo; ellos serán quienes maten los animales que se queman en holocausto y los que el pueblo presenta como ofrenda; además, deberán estar listos para servir al pueblo.
12 Ellos estuvieron al servicio de los israelitas para dirigir el culto a los ídolos, y así los hicieron pecar. Por eso, pagarán por su pecado. Yo, el Señor, lo afirmo.
13 No podrán estar a mi servicio como sacerdotes ni acercarse a mis cosas sagradas, ni menos aún a las más sagradas. Tendrán que cargar con su deshonra por las cosas detestables que han cometido.
14 Los pondré a cargo del servicio ordinario del templo, para que hagan todo lo que se deba hacer en él.
15 »Los sacerdotes levitas descendientes de Sadoc, que continuaron prestando servicio en mi templo cuando los israelitas se apartaron de mis caminos, sí podrán acercarse a mí para servirme. Ellos podrán presentarse ante mí para ofrecerme la grasa y la sangre de los sacrificios. Yo, el Señor, lo ordeno.
16 Podrán también entrar en mi templo y acercarse a mi altar para servirme, y se encargarán de mi servicio.
17 Cuando entren por la puerta del atrio interior, deberán llevar puesta ropa de lino. Cuando estén de servicio en el atrio interior o en el templo, no llevarán ropa de lana.
18 Llevarán un turbante de lino en la cabeza, y calzones también de lino, y no se pondrán en la cintura nada que los haga sudar.
19 Y antes de salir al atrio exterior, donde está el pueblo, deberán quitarse la ropa que usaron para los servicios en el templo y dejarla en los cuartos del templo, y ponerse otra ropa, para que la santidad de la ropa no se trasmita al pueblo.
20 »No se raparán la cabeza, ni tampoco se dejarán el pelo largo; tan sólo se lo recortarán.
21 Ningún sacerdote debe beber vino cuando entre en el atrio interior.
22 No debe casarse con una viuda o divorciada, sino sólo con una israelita virgen o con la viuda de un sacerdote.
23 »Los sacerdotes deben enseñar a mi pueblo a distinguir entre lo santo y lo profano, y entre lo puro y lo impuro.
24 En los pleitos, ellos actuarán como jueces, y juzgarán según mis leyes. Cumplirán todas mis leyes y enseñanzas acerca de todas mis fiestas, y respetarán como días sagrados mis sábados.
25 »Nunca deberán tocar un cadáver, para no contaminarse, a menos que se trate del propio padre, la madre, un hijo, una hija, un hermano o una hermana no casada.
26 Si lo hacen, deberán purificarse, y después esperar aún siete días.
27 Cuando vuelvan a entrar en el atrio interior del templo para cumplir su servicio, ofrecerán un sacrificio por el pecado. Yo, el Señor, lo ordeno.
28 »Yo seré la única posesión que reciban los sacerdotes como herencia. No se les dará ninguna propiedad en Israel. Yo soy su propiedad.
29 Podrán comer los cereales que los israelitas me ofrecen, y los animales de los sacrificios por el pecado y por la culpa. Igualmente, todo lo que los israelitas me consagren será para ellos.
30 Los sacerdotes recibirán también lo mejor de las primeras cosechas y de todas las ofrendas. Y cuando ustedes preparen la masa para el pan, lo mejor se lo darán a ellos. Así mi bendición descansará sobre las casas de ustedes.
31 Los sacerdotes no deberán comer ningún ave o animal que haya muerto por sí mismo, o que haya sido despedazado por una fiera.
1 »Cuando hagan el sorteo del territorio para dar a cada tribu su parte, deberán reservar una porción de terreno de doce kilómetros y medio de largo por diez de ancho, la cual estará consagrada al Señor. Todo ese terreno será terreno sagrado.
2 De allí se reservará para el templo un cuadrado de doscientos cincuenta metros por lado, rodeado por una franja de pastos de veinticinco metros de ancho.
3 En la parte reservada al Señor se señalará un terreno de doce kilómetros y medio de largo por cinco de ancho, que será la parte más sagrada: ahí estará el templo.
4 Esa parte del terreno estará destinada a los sacerdotes que sirven en el templo del Señor y que se acercan a él para servirle. Ahí tendrán lugar para sus casas. Será un lugar sagrado, reservado al templo.
5 Además, habrá otro terreno de doce kilómetros y medio de largo por cinco de ancho, reservado como propiedad de los levitas que sirven en el templo, para que tengan ciudades donde vivir.
6 Por último, para la ciudad deberá reservarse un terreno de doce kilómetros y medio de largo por dos y medio de ancho, junto a la porción sagrada. Este terreno pertenecerá a todo el pueblo de Israel.
7 »También habrá un terreno reservado para el gobernante. Una parte estará al oriente y otra al occidente, es decir, a uno y otro lado de la parte sagrada y del terreno reservado para la ciudad. De oriente a occidente, tendrá el mismo largo que uno de los terrenos asignados a una de las tribus.
8 Este terreno será propiedad del gobernante de Israel; así no volverán los gobernantes a oprimir a mi pueblo, sino que dejarán su territorio a los israelitas según sus tribus.
9 »Yo, el Señor, digo: ¡Basta ya, gobernantes de Israel! ¡No más violencia ni explotación! ¡Actúen con justicia y rectitud! ¡Dejen de robarle tierras a mi pueblo! Yo, el Señor, lo ordeno.
10 »Usen todos pesas y medidas exactas.
11 La medida para granos debe ser igual a la medida para líquidos. El homer de doscientos veinte litros servirá de patrón. Un bato de líquidos debe medir un décimo de homer, y un efa de granos igualmente un décimo de homer.
12 »Igualmente en cuanto a las medidas de peso: veinte geras hacen un siclo de once gramos; sesenta siclos hacen una mina.
13 »Éstas son las ofrendas que deben hacer: Dividirán sus cosechas de trigo y de cebada en sesenta partes iguales, y ofrendarán una de ellas.
14 Igualmente, el aceite que obtengan lo dividirán en cien partes iguales, y ofrendarán una de ellas.
15 En cuanto a las ovejas, tomarán una por cada doscientas, de los mejores pastos de Israel. Esto será para las ofrendas de cereales, para el holocausto y para el sacrificio de reconciliación, que se ofrecen para el perdón de los pecados. Yo, el Señor, lo ordeno.
16 »Todos en el país están obligados a entregar esta ofrenda al gobernante de Israel,
17 el cual se encargará de dar los animales para los holocaustos, y lo necesario para las ofrendas de cereales y de vino en las lunas nuevas, en los sábados y en todas las fiestas de Israel. Deberá también presentar los sacrificios por el pecado, las ofrendas de cereales, los holocaustos y los sacrificios de reconciliación, para que se le perdonen los pecados a Israel.
18 »Yo, el Señor, digo: El día primero del mes primero ofrecerán ustedes como sacrificio un becerro que no tenga ningún defecto, para purificar de pecado el templo.
19 El sacerdote tomará un poco de sangre del animal ofrecido como sacrificio por el pecado, y la untará en los postes de las puertas del templo, en las cuatro esquinas del altar y en los postes de las puertas del atrio interior.
20 Lo mismo se hará el día siete del mes en favor de cualquiera que haya cometido un pecado involuntariamente o sin darse cuenta. Así se purificará el templo.
21 El día catorce del mes primero comenzarán ustedes a celebrar la fiesta de la Pascua, y durante siete días comerán pan sin levadura.
22 Ese día el gobernante ofrecerá un becerro como sacrificio por sus propios pecados y por los de todo el pueblo,
23 y en cada uno de los siete días que dura la fiesta presentará siete becerros y siete carneros, todos sin defecto, en holocausto al Señor. Además, cada día ofrecerá un chivo como sacrificio por el pecado.
24 Por cada becerro y por cada carnero se añadirá una ofrenda de veinte litros de cereales y tres litros y medio de aceite.
25 »También en la fiesta de las Enramadas, que se celebra el día quince del séptimo mes, el gobernante deberá ofrecer, durante siete días, iguales sacrificios por el pecado, quemar igual número de animales y hacer las mismas ofrendas de cereales y de aceite.
1 »Yo, el Señor, digo: La puerta oriental del atrio interior deberá estar cerrada durante los seis días de trabajo, y se abrirá el sábado y el día de luna nueva.
2 El gobernante entrará en el vestíbulo desde el atrio exterior, y se colocará junto a uno de los postes de la puerta. Entre tanto, los sacerdotes quemarán los animales del sacrificio y harán los sacrificios de reconciliación presentados por el gobernante, el cual se inclinará junto al umbral de la puerta, tocando el suelo con la frente, y luego saldrá. La puerta no volverá a cerrarse hasta el atardecer.
3 Los sábados y de luna nueva, el pueblo adorará delante del Señor, frente a la misma puerta.
4 Los animales que el gobernante debe presentar en el sábado para quemarlos como ofrenda al Señor son seis corderos y un carnero, todos sin ningún defecto.
5 Por cada carnero ofrecerá veinte litros de cereales, y por los corderos lo que quiera. Por cada veinte litros de cereales ofrecerá tres litros y medio de aceite.
6 El día de la luna nueva ofrecerá un becerro, seis corderos y un carnero, todos sin defecto.
7 Por cada becerro ofrecerá veinte litros de cereales, y otro tanto por cada carnero, y por los corderos lo que quiera. Y por cada veinte litros de cereales, tres litros y medio de aceite.
8 »Cuando el gobernante entre, deberá hacerlo por el vestíbulo de la puerta, y saldrá por allí mismo.
9 Y cuando en las fiestas el pueblo entre a adorar al Señor, deberá hacerlo así: los que entren por la puerta norte saldrán por la puerta sur, y los que entren por la puerta sur saldrán por la puerta norte. No volverán por la misma puerta por la que entraron, sino por la de enfrente.
10 El gobernante deberá entrar con el pueblo y salir también con él.
11 En las diversas fiestas se ofrecerán veinte litros de cereales por cada becerro, y otro tanto por cada carnero; por los corderos, lo que se quiera. Por cada veinte litros de cereales se ofrecerán, además, tres litros y medio de aceite.
12 »Cuando el gobernante haga una ofrenda voluntaria al Señor, como un animal para el holocausto o un sacrificio de reconciliación, se le abrirá la puerta oriental y ofrecerá su sacrificio de la misma manera que lo hace en los sábados. Una vez que haya salido, se cerrará la puerta.
13 »Todos los días por la mañana se ofrecerá un cordero de un año, sin defecto, para ser quemado como sacrificio al Señor.
14 Igualmente, cada mañana se le hará al Señor una ofrenda de siete litros de cereales y un litro de aceite, que se derramará sobre la harina. Este rito será obligatorio siempre.
15 El sacrificio en que se quema el cordero, y la ofrenda de cereal y de aceite, se deberán presentar siempre por la mañana.
16 »Yo, el Señor, digo: Si el gobernante regala a uno de sus hijos parte del terreno que le pertenece, pasará a ser propiedad hereditaria de sus descendientes.
17 Pero si el gobernante regala parte de su terreno a uno de sus servidores, sólo será suya hasta el año de liberación, en el que volverá a ser propiedad del gobernante y quedará como herencia de sus hijos.
18 El gobernante no tiene derecho de despojar a nadie de su propiedad. Lo que dé a sus hijos como herencia, deberá dárselo de sus propiedades; así nadie se quedará sin su propiedad ni se dispersará mi pueblo.»
19 Luego el hombre me llevó, por la entrada que había al lado de la puerta, a los cuartos que daban hacia el norte y que estaban consagrados exclusivamente para los sacerdotes. Señalándome un lugar hacia el occidente, por la parte de atrás,
20 me dijo: «Aquí es donde los sacerdotes deberán hervir la carne de los animales ofrecidos como sacrificio por la culpa o por el pecado, y cocer la ofrenda de cereales. Así no tendrán que sacar esas cosas al atrio exterior, ni el pueblo entrará en contacto con las cosas sagradas.»
21 21-22 Luego me llevó al atrio exterior y me hizo recorrer sus cuatro ángulos. Vi que en cada uno de los cuatro ángulos del atrio había un patio pequeño. Todos tenían las mismas medidas de veinte metros por quince;
22
23 alrededor de ellos había un muro de piedra, y al pie de todo el muro había fogones.
24 Entonces me dijo: «Éstas son las cocinas donde los que sirven en el templo hervirán los animales que el pueblo ofrezca en sacrificio.»
1 El hombre me hizo volver después a la entrada del templo. Entonces vi que por debajo de la puerta brotaba agua, y que corría hacia el oriente, hacia donde estaba orientado el templo. El agua bajaba por el lado derecho del templo, al lado sur del altar.
2 Luego me hizo salir del terreno del templo por la puerta norte, y me hizo dar la vuelta por fuera hasta la entrada exterior que miraba al oriente. Un pequeño chorro de agua brotaba por el lado sur de la entrada.
3 El hombre salió hacia el oriente con una cuerda en la mano, midió quinientos metros y me hizo cruzar la corriente; el agua me llegaba a los tobillos.
4 Luego midió otros quinientos metros y me hizo cruzar la corriente; el agua me llegaba entonces hasta las rodillas. Midió otros quinientos metros y me hizo cruzar la corriente; el agua me llegaba ya a la cintura.
5 Midió otros quinientos metros y la corriente era ya un río que no pude atravesar; se había convertido en un río tan hondo que sólo se podía cruzar a nado.
6 Entonces me dijo: «Fíjate bien en lo que has visto.»
Después me hizo volver por la orilla del río,7 y vi que en las dos orillas había muchos árboles.
8 Entonces me dijo: «Esta agua corre hacia la región oriental y llega hasta la cuenca del Jordán, de donde desembocará en el Mar Muerto. Cuando llegue allá, el agua del mar se volverá dulce.
9 En cualquier parte a donde llegue esta corriente, podrán vivir animales de todas clases y muchísimos peces. Porque el agua de este río convertirá el agua amarga en agua dulce, y habrá todo género de vida.
10 Desde En-gadi hasta En-eglaim habrá pescadores, y ahí pondrán a secar sus redes. Y habrá allí tanta abundancia y variedad de peces como en el mar Mediterráneo.
11 Pero en las ciénagas y pantanos no habrá agua dulce; allí quedará agua salada, que servirá para sacar sal.
12 En las dos orillas del río crecerá toda clase de árboles frutales. Sus hojas no se caerán nunca, ni dejarán de dar fruto jamás. Cada mes tendrán fruto, porque estarán regados con el agua que sale del templo. Los frutos servirán de alimento y las hojas de medicina.
13 »Yo, el Señor, digo: Éstos son los límites del país que recibirán como herencia las doce tribus de Israel (a José le corresponde una porción doble).
14 Yo juré dar este país a los antepasados de ustedes. Repártanselo por partes iguales. Este país será su herencia.
15 »Los límites por el norte, partiendo del mar Mediterráneo, pasarán por la ciudad de Hetlón y las ciudades de Sedad,
16 Berotá y Sibraim (las cuales se encuentran entre el territorio de Damasco y el de Hamat), y Hasar-haticón (que limita con Haurán).
17 Así pues, el límite norte irá desde el Mediterráneo hasta Hasar-enán, quedando al norte los territorios de Damasco y de Hamat.
18 »Los límites orientales irán desde el punto situado entre Haurán y Damasco hasta la ciudad de Tamar, junto al Mar Muerto, a lo largo del río Jordán, que servirá de frontera entre el territorio de Galaad y el de Israel.
19 »Los límites por el sur partirán de Tamar, pasando por el oasis de Meribá-cadés y por el arroyo de Egipto, hasta llegar al Mediterráneo.
20 »El límite occidental lo formará el mar Mediterráneo, desde la frontera con Egipto hasta el lugar de la costa que está frente a la entrada de Hamat.
21 »Éste es el país que deben repartir entre las doce tribus de Israel.
22 Será la herencia que les toque a ustedes, y también a los extranjeros que vivan con ustedes y que tengan hijos entre ustedes. Deberán considerarlos como si hubieran nacido en Israel. Cuando repartan la tierra entre las tribus de Israel, a ellos también les tocará su parte.
23 Los extranjeros recibirán su parte en el territorio de la tribu en que estén viviendo. Yo, el Señor, lo ordeno.
1 1-7 ȃsta es la lista de las tribus:
»Partiendo de la frontera norte, que va desde el Mediterráneo y pasa por Hetlón, la entrada de Hamat y Hasar-enán, al sur de los territorios de Damasco y Hamat, cada tribu recibirá una porción de territorio desde la frontera oriental hasta la occidental, en este orden:Dan
Aser
Neftalí
Manasés
Efraín
Rubén
Judá
2
3
4
5
6
7
8 »En seguida vendrá el territorio que deberán reservar, y que se extiende también de oriente a occidente. De ancho medirá doce kilómetros y medio, y de largo medirá lo mismo que miden los otros territorios de oriente a occidente. En medio de él estará el templo.
9 »La porción consagrada al Señor dentro de este territorio tendrá doce kilómetros y medio de largo por diez de ancho.
10 Dentro de esta porción habrá un terreno consagrado exclusivamente a los sacerdotes; por el norte y por el sur medirá doce kilómetros y medio, y por el este y el oeste, cinco kilómetros. En medio estará el templo del Señor.
11 Este terreno estará reservado a los sacerdotes consagrados al Señor, descendientes de Sadoc, que se encargaron de mi servicio y no siguieron a los demás israelitas cuando éstos se apartaron de mis caminos, como lo hicieron los levitas.
12 Por eso, dentro de la porción consagrada al Señor, junto al terreno de los levitas, los sacerdotes tendrán un terreno, que será la porción más sagrada.
13 Junto al terreno de los sacerdotes, los levitas tendrán el suyo, el cual medirá doce kilómetros y medio de largo por cinco de ancho. La parte consagrada al Señor tendrá, pues, en total doce kilómetros y medio de largo por diez de ancho.
14 Ésta será la mejor porción del país. Ninguna parte de ella se podrá vender o cambiar o pasar a otra persona, pues está consagrada al Señor.
15 »La porción restante, de doce kilómetros y medio de largo por dos y medio de ancho, no es sagrada. Allí podrá vivir la gente y allí estarán los pastizales para el ganado. En medio estará la ciudad,
16 que ocupará un cuadrado de dos mil doscientos cincuenta metros por lado.
17 Alrededor de la ciudad estarán los pastizales, los cuales tendrán ciento veinticinco metros de ancho en las cuatro direcciones.
18 A los lados de la ciudad queda un terreno junto a la porción consagrada al Señor, que tiene cinco kilómetros de largo por el oriente y otro tanto por el occidente. Este terreno se cultivará, y sus productos servirán para alimentar a la gente que trabaja en la ciudad.
19 Los que trabajen en la ciudad, cualquiera que sea la tribu israelita a que pertenezcan, cultivarán ese terreno.
20 Todo el terreno así reservado, formado por la porción consagrada al Señor más lo que pertenece a la ciudad, formará un cuadrado de doce kilómetros y medio por lado.
21 21-22 »Al gobernante le tocará el resto de la franja de territorio que queda entre los territorios de Judá y de Benjamín; es decir, los terrenos situados a uno y otro lado de la porción reservada al Señor y del terreno de la ciudad. Medirá doce kilómetros y medio de ancho, y se extenderá por el oriente hasta la frontera oriental, y por el occidente hasta el mar. En el centro quedarán la porción reservada al Señor, con el templo, más la porción de los levitas y el terreno de la ciudad.
22
23 23-27 »El territorio de las otras tribus sigue hacia el sur. Cada tribu recibirá una porción de territorio desde la frontera oriental hasta la occidental, en este orden:
Benjamín
Simeón
Isacar
Zabulón
Gad
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28 »Al sur del territorio de Gad, la frontera irá desde Tamar, pasando por el oasis de Meribá-cadés y el arroyo de Egipto, hasta el mar Mediterráneo.
29 »Éste es el país que recibirán como herencia las tribus de Israel, y de esa manera deberán ustedes repartirlo. Yo, el Señor, lo ordeno.
30 30-34 »La ciudad estará rodeada de una muralla, que medirá dos mil doscientos cincuenta metros por cada uno de sus cuatro lados. En cada lado de la muralla habrá tres puertas, cada una dedicada a una de las tribus de Israel, en este orden: Las puertas del norte: a Rubén, Judá y Leví; las del oriente: a José, Benjamín y Dan; las del sur: a Simeón, Isacar y Zabulón; las de occidente: a Gad, Aser y Neftalí.
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35 La muralla medirá en total nueve mil metros de largo, y el nombre de la ciudad será en adelante: “El Señor está aquí”.»