1

1 Profecías que Isaías, hijo de Amós, recibió por revelación acerca de Judá y Jerusalén, durante los reinados de Ozías, Jotam, Ahaz y Ezequías en Judá.

2

Cielo y tierra,

escuchen lo que el Señor dice:

«Crié hijos hasta que fueron grandes,

pero ellos se rebelaron contra mí.

3

El buey reconoce a su dueño

y el asno el establo de su amo;

pero Israel, mi propio pueblo,

no reconoce ni tiene entendimiento.»

4

¡Ay, gente pecadora,

pueblo cargado de maldad,

descendencia de malhechores,

hijos pervertidos!

Se han alejado del Señor,

se han apartado del Dios Santo de Israel,

lo han abandonado.

5

Ustedes se empeñan en ser rebeldes,

y en su cuerpo ya no hay donde castigarlos.

Tienen herida toda la cabeza,

han perdido las fuerzas por completo.

6

De la punta del pie a la cabeza

no hay nada sano en ustedes;

todo es heridas, golpes, llagas abiertas;

nadie se las ha curado ni vendado,

ni les ha calmado los dolores con aceite.

7

Su país ha quedado hecho un desierto,

y arden en llamas las ciudades.

En la propia cara de ustedes

los enemigos se comen lo que ustedes sembraron.

Todo ha quedado hecho un desierto,

como Sodoma cuando fue destruida.

8

Sión nada más ha quedado en pie,

sola cual choza en medio de un viñedo,

sola cual cobertizo en medio de un melonar,

sola cual ciudad rodeada por el enemigo.

9

Si el Señor todopoderoso

no hubiera dejado a unos cuantos de nosotros,

ahora mismo estaríamos como Sodoma y Gomorra.

10

Jefes de Sodoma, escuchen la palabra del Señor;

pueblo de Gomorra, oye atentamente

lo que nuestro Dios te va a enseñar.

11

El Señor dice:

«¿Para qué me traen tantos sacrificios?

Ya estoy harto de sus holocaustos de carneros

y de la grasa de los terneros;

me repugna la sangre de los toros, carneros y cabritos.

12

Ustedes vienen a presentarse ante mí,

pero ¿quién les pidió que pisotearan mis atrios?

13

No me traigan más ofrendas sin valor;

no soporto el humo de ellas.

Ustedes llaman al pueblo

a celebrar la luna nueva y el sábado,

pero yo no soporto las fiestas de gente que practica el mal.

14

Aborrezco sus fiestas de luna nueva y sus reuniones;

¡se me han vuelto tan molestas

que ya no las aguanto!

15

Cuando ustedes levantan las manos para orar,

yo aparto mis ojos de ustedes;

y aunque hacen muchas oraciones,

yo no las escucho.

Tienen las manos manchadas de sangre.

16

¡Lávense, límpiense!

¡Aparten de mi vista sus maldades!

¡Dejen de hacer el mal!

17

¡Aprendan a hacer el bien,

esfuércense en hacer lo que es justo,

ayuden al oprimido,

hagan justicia al huérfano,

defiendan los derechos de la viuda!»

18

El Señor dice:

«Vengan, vamos a discutir este asunto.

Aunque sus pecados sean como el rojo más vivo,

yo los dejaré blancos como la nieve;

aunque sean como tela teñida de púrpura,

yo los dejaré blancos como la lana.

19

Si aceptan ser obedientes,

comerán de lo mejor que produce la tierra;

20

pero si insisten en ser rebeldes,

morirán sin remedio en la guerra.»

El Señor mismo lo ha dicho.

21

¡Cómo has llegado, ciudad fiel,

a ser igual que una prostituta!

Antes toda tu gente actuaba con justicia

y vivía rectamente,

pero ahora no hay más que asesinos.

22

Eras plata y te has convertido en basura,

eras buen vino y te has vuelto agua.

23

Tus gobernantes son rebeldes

y amigos de bandidos.

Todos se dejan comprar con dinero

y buscan que les hagan regalos.

No hacen justicia al huérfano

ni les importan los derechos de la viuda.

24

Por eso, el Señor todopoderoso,

el Poderoso de Israel, afirma:

«¡Basta! Yo ajustaré las cuentas a mis enemigos.

Me vengaré de ellos.

25

Voy a levantar de nuevo mi mano contra ti

y a quemar por completo tu basura;

voy a limpiarte de toda tu impureza.

26

Haré que vuelvas a tener jueces como antes

y consejeros como los del principio.

Después que yo lo haya hecho, volverán a llamarte

“Ciudad de justicia”, “Ciudad fiel”.

27

Con mi justicia y acción salvadora

libertaré a los habitantes de Sión que se vuelvan a mí;

28

pero haré pedazos a los rebeldes y pecadores,

y los que me abandonen morirán.

29

Se avergonzarán ustedes de esas encinas y jardines

que tanto les gustan,

donde dan culto a los ídolos.

30

Ustedes serán como encina de hojas marchitas,

y semejantes a un jardín sin agua.

31

El hombre fuerte se convertirá en paja,

y sus obras en chispa:

los dos arderán al mismo tiempo

y no habrá quien los apague.»

2

1 Éstas son las profecías que Isaías, hijo de Amós, recibió por revelación acerca de Judá y Jerusalén:

2

En los últimos tiempos quedará afirmado

el monte donde se halla el templo del Señor.

Será el monte más alto,

más alto que cualquier otro monte.

Todas las naciones vendrán a él;

3

pueblos numerosos llegarán, diciendo:

«Vengan, subamos al monte del Señor,

al templo del Dios de Jacob,

para que él nos enseñe sus caminos

y podamos andar por sus senderos.»

Porque de Sión saldrá la enseñanza del Señor,

de Jerusalén vendrá su palabra.

4

El Señor juzgará entre las naciones

y decidirá los pleitos de pueblos numerosos.

Ellos convertirán sus espadas en arados

y sus lanzas en hoces.

Ningún pueblo volverá a tomar las armas contra otro

ni a recibir instrucción para la guerra.

5

¡Vamos, pueblo de Jacob,

caminemos a la luz del Señor!

6

Señor, has abandonado a tu gente, al pueblo de Jacob;

el país está lleno de adivinos venidos del oriente,

de magos como entre los filisteos,

y se hacen tratos con extranjeros.

7

El país está lleno de oro y plata,

de tesoros inmensos;

el país está lleno de caballos

y de infinidad de carros.

8

¡Pero también está lleno de ídolos!

La gente adora los dioses que ha hecho con sus manos,

con sus propios dedos.

9

Se han humillado, se han rebajado.

¡No los perdones!

10

La gente se meterá entre las rocas,

debajo del suelo;

se esconderá de la presencia terrible del Señor,

del resplandor de su majestad.

11

Los orgullosos tendrán que bajar la vista;

los altaneros se verán humillados.

Sólo el Señor mostrará su grandeza en aquel día,

12

el día en que el Señor todopoderoso actúe

contra todo hombre orgulloso y soberbio,

contra todo hombre altanero, para humillarlo;

13

contra todos los que se creen cedros del Líbano,

altos y elevados,

o robles de Basán;

14

contra todos los que se creen montes altos

o cerros elevados,

15

contra todos los que se creen torres altas

o fuertes murallas,

16

contra todos los que se creen naves de Tarsis

o barcos preciosos.

17

Los orgullosos y altaneros

serán humillados por completo.

Solamente el Señor mostrará su grandeza en aquel día,

18

y acabará con todos los ídolos.

19

Cuando el Señor se levante y llene de terror la tierra,

la gente se meterá en las cuevas de las rocas,

en los hoyos del suelo;

se esconderá de la presencia terrible del Señor,

del resplandor de su majestad.

20

En aquel día el hombre echará sus ídolos

a las ratas y a los murciélagos,

esos ídolos de oro y de plata

que él mismo se hizo para adorarlos,

21

y se meterá en los huecos de las rocas,

en las cuevas de las peñas,

para esconderse de la presencia terrible del Señor,

del resplandor de su majestad,

cuando él se levante y llene de terror la tierra.

22

Dejen de confiar en el hombre,

que bien poco es lo que vale.

La vida del hombre no es más que un suspiro.

3

1

¡Fíjense bien! El Señor todopoderoso

les quitará a Jerusalén y a Judá

toda clase de proveedores

y toda provisión de pan y de agua.

2

Hará desaparecer al valiente, al guerrero,

al juez, al profeta, al adivino, al anciano,

3

al capitán, al aristócrata,

al consejero, al mago y al brujo,

4

y les pondrá por jefes a unos muchachos;

unos chiquillos los gobernarán.

5

La situación será tal en el pueblo,

que unos a otros, aun entre amigos, se atacarán.

Los jóvenes la emprenderán contra los viejos,

los despreciados contra la gente importante.

6

Tanto que un hermano tomará a otro en la casa de su padre

y le dirá: «Tú al menos tienes ropa que ponerte;

sé, pues, nuestro jefe; gobierna este montón de ruinas.»

7

Y el otro le responderá:

«Yo no puedo remediar esos males,

en mi casa no tengo comida ni ropa que ponerme.

No me hagan jefe del pueblo.»

8

Ciertamente Jerusalén se derrumba,

Judá se queda en ruinas,

porque allí se dicen y hacen cosas contra el Señor,

cosas que ofenden su majestad.

9

Su mismo descaro los acusa;

no ocultan sus pecados;

igual que Sodoma, los hacen saber a todo el mundo.

¡Ay de ellos, pues preparan su propio castigo!

10

Dichoso el justo, porque le irá bien

y gozará del fruto de sus acciones.

11

¡Ay del malvado, pues le irá mal!

Dios le pagará según sus propias acciones.

12

Un chiquillo es el tirano de mi pueblo;

el gobierno está en manos de mujeres.

Tus dirigentes te engañan, pueblo mío,

te llevan por camino equivocado.

13

El Señor se ha preparado para juzgar,

está listo para enjuiciar a su pueblo.

14

El Señor llamará a juicio, y dirá

a los ancianos y a los jefes del pueblo:

«Ustedes han estado destruyendo mi viñedo;

han robado a los pobres,

y lo que roban lo guardan en sus casas.

15

¿Con qué derecho oprimen a mi pueblo

y pisotean la cara a los pobres?»

Lo afirma el Señor todopoderoso.

16 El Señor dice también:

«A las mujeres de Sión, que son orgullosas,

que andan con la cabeza levantada,

mirando con insolencia,

caminando con pasitos cortos

y haciendo sonar los adornos de los pies,

17

en castigo las dejaré calvas por la tiña

y pondré su desnudez al descubierto.»

18

En aquel día,

el Señor hará desaparecer todos los adornos:

los adornos de los pies, las diademas, las lunetas,

19

los pendientes, los brazaletes y los velos,

20

las bandas de la cabeza, las cadenitas de los pies,

los cinturones, los frasquitos de perfume y los amuletos,

21

los anillos, los adornos de la nariz,

22

los vestidos elegantes, los mantos, los chales y los bolsos,

23

los espejos, las telas finas,

los turbantes y las mantillas.

24

En vez de perfume habrá pestilencia;

en vez de cinturón, una soga;

en vez de elegante peinado, la cabeza calva;

en vez de finos vestidos, ropa áspera;

en vez de belleza, una marca con hierro candente.

25

Tus hombres caerán en la guerra,

tus guerreros morirán en la batalla.

26

La ciudad llorará y se pondrá de luto,

y quedará en completo abandono.

4

1

En aquel día quedarán tan pocos hombres

que siete mujeres pelearán por uno de ellos,

y le dirán:

«Nosotras nos mantendremos por nuestra cuenta

y nos vestiremos con nuestros propios medios,

pero déjanos llevar tu nombre,

líbranos de nuestra vergüenza.»

2

En aquel día,

el retoño que el Señor hará brotar

será el adorno y la gloria

de los que queden con vida en Israel;

las cosechas que produzca la tierra

serán su orgullo y su honor.

3

A los que queden con vida en Sión,

a los que sobrevivan en Jerusalén

y reciban el privilegio de vivir allí,

se les llamará «consagrados al Señor».

4

Cuando el Señor dicte su sentencia

y ejecute su castigo,

limpiará a Jerusalén de la sangre de sus crímenes

y lavará las manchas de los habitantes de Sión.

5

Sobre toda la extensión del monte Sión

y sobre el pueblo reunido allí,

el Señor creará una nube oscura en el día,

y en la noche resplandor y llamas de fuego.

Por encima de todos estará la gloria del Señor,

6

para protegerlos y defenderlos;

les servirá de sombra contra el calor del día

y de protección contra la lluvia y la tempestad.

5

1

Voy a entonar en nombre de mi mejor amigo

el canto dedicado a su viñedo.

Mi amigo tenía un viñedo

en un terreno muy fértil.

2

Removió la tierra, la limpió de piedras

y plantó cepas de la mejor calidad.

En medio del sembrado levantó una torre

y preparó también un lugar donde hacer el vino.

Mi amigo esperaba del viñedo uvas dulces,

pero las uvas que éste dio fueron agrias.

3

Ahora, habitantes de Jerusalén, gente de Judá,

digan ustedes quién tiene la culpa,

si mi viñedo o yo.

4

¿Había algo más que hacerle a mi viñedo?

¿Hay algo que yo no le haya hecho?

Yo esperaba que diera uvas dulces,

¿por qué, entonces, dio uvas agrias?

5

Pues bien, les voy a decir

qué pienso hacer con mi viñedo:

voy a quitarle la cerca, para que lo destruyan;

voy a agrietarle el muro, para que lo pisoteen;

6

voy a dejarlo abandonado.

No lo podarán ni lo desyerbarán,

y se llenará de espinos y maleza.

Voy a ordenar a las nubes

que no envíen su lluvia sobre él.

7

El viñedo del Señor todopoderoso,

su sembrado preferido,

es el país de Israel,

el pueblo de Judá.

El Señor esperaba de ellos respeto a su ley,

y sólo encuentra asesinatos;

esperaba justicia,

y sólo escucha gritos de dolor.

8

¡Ay de ustedes, que compran casas y más casas,

que consiguen campos y más campos,

hasta no dejar lugar a nadie más,

y se instalan como si fueran los únicos en el país!

9

El Señor todopoderoso me ha jurado:

«Muchas casas serán destruidas;

y por grandes y hermosas que sean,

nadie las habitará.

10

Tres hectáreas plantadas de uvas

no rendirán más que un barrilito de vino.

Diez costales de semilla

sólo rendirán uno de trigo.»

11

¡Ay de ustedes, que madrugan para emborracharse,

y al calor del vino se quedan hasta la noche!

12

Todo es música de arpas, salterios, tambores y flautas,

y mucho vino en sus banquetes;

pero no se fijan en lo que hace el Señor,

no toman en cuenta sus obras.

13

Por eso, por no querer entender, mi pueblo irá al destierro.

Todo el pueblo, con sus jefes,

morirá de hambre y de sed.

14

Como una fiera, el sepulcro abre su boca sin medida,

para tragarse al pueblo y a sus jefes,

a esa gente que vive en juergas y diversiones.

15

La gente quedará completamente humillada;

los orgullosos tendrán que bajar los ojos.

16

El Señor todopoderoso mostrará su grandeza en el juicio;

el Dios Santo mostrará su santidad haciendo justicia.

17

Las ciudades serán destruidas

y en sus ruinas pastarán ovejas y cabras.

18

¡Ay de ustedes, que con mentiras arrastran la maldad,

que arrastran el pecado como quien tira de un carro!

19

Ustedes que dicen: «Que Dios haga pronto sus cosas,

para que las veamos;

que el Dios Santo de Israel cumpla de prisa sus planes,

para que los conozcamos.»

20

¡Ay de ustedes, que llaman bueno a lo malo,

y malo a lo bueno;

que convierten la luz en oscuridad,

y la oscuridad en luz;

que convierten lo amargo en dulce,

y lo dulce en amargo!

21

¡Ay de ustedes, que se creen sabios

y se consideran inteligentes!

22

¡Ay de ustedes, que son campeones bebiendo vino,

y nadie les gana en preparar licores!

23

Ustedes, que por dinero declaran inocente al culpable

y desconocen los derechos del inocente.

24

Por eso, así como el fuego quema la paja

y las llamas devoran las hojas secas,

así también perecerán ustedes,

como plantas que se pudren de raíz

y cuyas flores se deshacen como el polvo.

Porque despreciaron las enseñanzas y las órdenes

del Señor todopoderoso, el Dios Santo de Israel.

25

Por eso el Señor se enojó contra su pueblo

y levantó la mano para castigarlo.

Los montes se estremecieron,

los cadáveres quedaron tirados como basura en las calles.

Y sin embargo la ira del Señor no se ha calmado;

él sigue amenazando todavía.

26

El Señor levanta una bandera

y a silbidos llama a una nación lejana;

de lo más lejano de la tierra la hace venir.

Viene en seguida, llega con gran rapidez;

27

no hay entre ellos nadie débil ni cansado,

nadie que no esté bien despierto,

nadie que no tenga el cinturón bien ajustado,

nadie que tenga rotas las correas de sus sandalias.

28

Tienen las flechas bien agudas

y todos sus arcos bien tensos.

Los cascos de sus caballos son como dura piedra,

y como un torbellino las ruedas de sus carros;

29

su rugido es como el rugido de un león,

que gruñe y agarra la presa,

y se la lleva sin que nadie se la pueda quitar.

30

Esa nación, al llegar el día señalado,

rugirá, como el mar, contra Israel;

y si alguien observa la tierra,

la verá envuelta en tinieblas

y oscurecida la luz por los nubarrones.

6

1 El año en que murió el rey Ozías, vi al Señor sentado en un trono muy alto; el borde de su manto llenaba el templo.

2 Unos seres como de fuego estaban por encima de él. Cada uno tenía seis alas. Con dos alas se cubrían la cara, con otras dos se cubrían la parte inferior del cuerpo y con las otras dos volaban.

3 Y se decían el uno al otro:

«Santo, santo, santo es el Señor todopoderoso;

toda la tierra está llena de su gloria.»

4 Al resonar esta voz, las puertas del templo temblaron, y el templo mismo se llenó de humo.

5 Y pensé: «¡Ay de mí, voy a morir! He visto con mis ojos al Rey, al Señor todopoderoso; yo, que soy un hombre de labios impuros y vivo en medio de un pueblo de labios impuros.»

6 En ese momento uno de aquellos seres como de fuego voló hacia mí. Con unas tenazas sostenía una brasa que había tomado de encima del altar,

7 y tocándome con ella la boca, me dijo:

«Mira, esta brasa ha tocado tus labios.

Tu maldad te ha sido quitada,

tus culpas te han sido perdonadas.»

8 Entonces oí la voz del Señor, que decía:

«¿A quién voy a enviar?

¿Quién será nuestro mensajero?»

Yo respondí:

«Aquí estoy yo, envíame a mí.»

9 Y él me dijo:

«Anda y dile a este pueblo lo siguiente:

“Por más que escuchen, no entenderán;

por más que miren, no comprenderán.”

10

Entorpece la mente de este pueblo;

tápales los oídos y cúbreles los ojos

para que no puedan ver ni oír,

ni puedan entender,

para que no se vuelvan a mí

y yo no los sane.»

11 Yo le pregunté:

«¿Cuánto tiempo durará esto, Señor?»

Y él me contestó:

«Hasta que las ciudades queden destruidas

y sin ningún habitante;

hasta que las casas queden sin gente,

y los campos desiertos,

12

y el Señor haga salir desterrada a la gente,

y el país quede completamente vacío.

13

Y si aún queda una décima parte del pueblo,

también será destruida,

como cuando se corta un roble o una encina

y sólo queda el tronco.»

(Pero de ese tronco saldrá un retoño sagrado.)

7

1 El rey de Siria, Resín, y el rey de Israel, Pécah, hijo de Remalías, atacaron a Jerusalén y quisieron conquistarla, pero no pudieron. Esto sucedió cuando Ahaz, hijo de Jotam y nieto de Ozías, era rey de Judá.

2 En esa ocasión llevaron esta noticia al rey Ahaz y a su familia: «Los sirios se han aliado con Efraín.» El rey y el pueblo empezaron a temblar como tiemblan los árboles del bosque cuando sopla el viento.

3 Entonces el Señor dijo a Isaías: «Toma a tu hijo Sear-iasub y ve a encontrarte con el rey Ahaz en el extremo del canal del estanque superior, en el camino que va al campo del Lavador de Paños,

4 y dile:

“Ten cuidado, pero no te asustes;

no tengas miedo ni te acobardes

por esos dos tizones humeantes,

Resín con sus sirios, y el hijo de Remalías,

que están ardiendo en furor.

5

Los sirios, con el pueblo de Efraín y el hijo de Remalías,

han tramado hacerte mal.

Han dicho:

6

Invadamos Judá y metámosle miedo;

apoderémonos de ella

y pongamos por rey al hijo de Tabeel.

7

Pero el Señor dice:

¡Eso jamás sucederá!

8

8-9 Damasco es la capital de Siria,

y Resín es el rey de Damasco;

Samaria es la capital de Efraín,

y el hijo de Remalías es el rey de Samaria;

pero dentro de sesenta y cinco años

Efraín dejará de ser nación;

y si ustedes no tienen una fe firme,

tampoco quedarán firmemente en pie.”»

9

10 El Señor dijo también a Ahaz:

11 «Pide al Señor tu Dios que haga un milagro que te sirva de señal, ya sea abajo en lo más profundo o arriba en lo más alto.»

12 Ahaz contestó: «No, yo no voy a poner a prueba al Señor pidiéndole una señal.»

13 Entonces Isaías dijo:

«Escuchen ustedes, los de la casa real de David.

¿Les parece poco molestar a los hombres,

que quieren también molestar a mi Dios?

14

Pues el Señor mismo les va a dar una señal:

La joven está encinta

y va a tener un hijo,

al que pondrá por nombre Emanuel.,

15

En los primeros años de vida del niño,

se comerá leche cuajada y miel.

16

Pero antes de que el niño tenga uso de razón,

el país de los dos reyes que te causan miedo

quedará abandonado.

17

»El Señor hará venir sobre ti,

sobre tu pueblo y la casa real,

días como no habían venido

desde que Efraín se separó de Judá.»

(Esto se refiere al rey de Asiria.)

18

En ese tiempo el Señor hará venir como moscas

a los que viven en los lejanos ríos de Egipto,

y hará venir como abejas

a los que viven en Asiria.

19

Todos ellos vendrán a instalarse

en las cañadas profundas

y en las cuevas de las rocas,

en todos los matorrales espinosos

y en los sitios donde bebe el ganado.

20

En ese día el Señor usará al rey de Asiria

como navaja alquilada más allá del río Éufrates,

y les afeitará a los israelitas

la cabeza, la barba y la parte inferior del cuerpo.

21 En ese tiempo, el que críe una vaca y dos ovejas

22 tendrá tanta leche que podrá comer leche cuajada. Y todos los que se salven de la destrucción en el país podrán comer leche cuajada y miel.

23 En ese tiempo, lo que antes era un viñedo con mil plantas y valía mil monedas de plata, quedará convertido en espinos y matorrales.

24 Sólo se podrá entrar allí con arco y flechas para cazar, porque todo el país quedará convertido en espinos y matorrales.

25 En las colinas que antes se cultivaban con azadón, habrá tantos espinos y matorrales que nadie irá a ellas. Sólo servirán como pastizal para los bueyes y las ovejas.

8

1 El Señor me dijo: «Toma una tabla grande y escribe en ella, con letras comunes y corrientes: “Maher-salal-hasbaz.”

2 Toma luego como testigos de confianza al sacerdote Urías y a Zacarías, el hijo de Jeberequías.»

3 Más tarde me uní a la profetisa, mi esposa, y ella quedó encinta y tuvo un niño. Entonces el Señor me dijo: «Ponle por nombre Maher-salal-hasbaz.

4 Porque antes de que el niño sepa decir “papá” y “mamá”, Damasco y Samaria serán saqueadas, y sus riquezas serán llevadas al rey de Asiria.»

5 Y de nuevo me dijo el Señor:

6

«Ya que por miedo a Resín y al hijo de Remalías

desprecia esta gente el agua de Siloé,

que corre mansamente,

7

el Señor los va a inundar

con la violenta corriente del río Éufrates

(es decir, el rey de Asiria con todo su poder).

Se desbordará por todos sus canales,

se saldrá por todas las orillas,

8

pasará hasta Judá y la cubrirá, la inundará,

le llegará hasta el cuello.

Será como un ave con las alas extendidas,

que cubrirá, Emanuel, toda tu tierra.»

9

Reúnanse, naciones, y llénense de espanto;

escuchen esto, todos los países lejanos:

por más que tomen las armas, quedarán espantados;

sí, por más que tomen las armas, quedarán espantados.

10

Hagan planes, que serán desbaratados;

propongan lo que quieran, que no se realizará,

porque Dios está con nosotros.,

11 El Señor me tomó fuertemente con su mano y me advirtió que no siguiera el camino de esta gente. Me dijo:

12 «No llamen ustedes conspiración a todo lo que este pueblo llama conspiración. No se asusten ni tengan miedo por todo lo que a ellos les da miedo.

13 Al Señor todopoderoso es a quien hay que tener por santo; a él es a quien hay que temer; hay que tener miedo en su presencia.

14 Él será para ustedes como una trampa; será la piedra con la que tropezarán, la cual hará caer a los dos reinos de Israel; será como una trampa en la que caerán los habitantes de Jerusalén.

15 Muchos tropezarán, caerán y morirán; muchos caerán en la trampa, y quedarán atrapados.»

16

Guarden bien este mensaje;

mantengan ocultas estas instrucciones, estas enseñanzas mías.

17

Aunque el Señor se oculta del pueblo de Jacob,

yo confío en él.

En él he puesto mi esperanza.

18

Yo y los hijos que me dio el Señor

somos señales milagrosas para Israel,

puestas por el Señor todopoderoso

que vive en el monte Sión.

19

Sin duda la gente les dirá a ustedes:

«Consulten a los espíritus de los muertos

y a esos adivinos que cuchichean y susurran.

¿Acaso no debe un pueblo consultar a sus dioses,

y pedir consejo a los muertos acerca de los vivos

20

para recibir una instrucción o un mensaje?»

Sin duda que hablarán así,

pero lo que dicen es una tontería.

21

La gente irá de una parte a otra,

oprimida y con hambre,

y por el hambre se pondrán furiosos.

Maldecirán a su rey y a sus dioses.

Volverán la cara hacia arriba

22

y después mirarán al suelo,

y no encontrarán más que miseria y oscuridad,

tinieblas y angustia.

Todo lo cubrirá la noche.

9

1 1a Y el oprimido no podrá escapar.

1b Al principio Dios humilló a Galilea, tierra de Zabulón y de Neftalí, región vecina a los paganos, que se extiende desde el otro lado del Jordán hasta la orilla del mar; pero después le concedió mucho honor.

2

El pueblo que andaba en la oscuridad

vio una gran luz;

una luz ha brillado

para los que vivían en tinieblas.

3

Señor, has traído una gran alegría;

muy grande es el gozo.

Todos se alegran delante de ti como en tiempo de cosecha,

como se alegran los que se reparten grandes riquezas.

4

Porque tú has deshecho

la esclavitud que oprimía al pueblo,

la opresión que lo afligía,

la tiranía a que estaba sometido.

Fue como cuando destruiste a Madián.

5

Las botas que hacían resonar los soldados

y los vestidos manchados de sangre

serán quemados, destruidos por el fuego.

6

Porque nos ha nacido un niño,

Dios nos ha dado un hijo,

al cual se le ha concedido el poder de gobernar.

Y le darán estos nombres:

Admirable en sus planes, Dios invencible,

Padre eterno, Príncipe de la paz.

7

Se sentará en el trono de David;

extenderá su poder real a todas partes

y la paz no se acabará;

su reinado quedará bien establecido,

y sus bases serán la justicia y el derecho

desde ahora y para siempre.

Esto lo hará el ardiente amor del Señor todopoderoso.

8

El Señor ha enviado un mensaje a Israel,

al pueblo de Jacob;

9

todo el pueblo de Efraín, que vive en Samaria,

lo ha entendido.

Ellos dicen con orgullo y altanería:

10

«Se han caído los ladrillos,

pero vamos a construir con piedra.

Han cortado las vigas de sicómoro,

pero las vamos a cambiar por madera de cedro.»

11

El Señor ha hecho venir terribles enemigos;

él mismo les ha ordenado atacar.

12

Por el oriente los sirios,

por el occidente los filisteos.

De un bocado se tragaron a Israel.

Y, sin embargo, la ira del Señor no se ha calmado;

él sigue amenazando todavía.

13

Pero el pueblo no se volvió a Dios, que lo castigaba;

no buscó al Señor todopoderoso.

14

Entonces el Señor trató al reino de Israel

como quien corta a un animal la cola y la cabeza,

como quien derriba palmeras y juncos por igual.

¡Todo esto en un solo día!

15

(La cabeza representa a los ancianos y los jefes,

la cola a los profetas que enseñan mentiras.)

16

Los jefes han extraviado a este pueblo,

y los que buscaban un guía se perdieron.

17

Por eso el Señor no tuvo compasión de los jóvenes,

ni misericordia de los huérfanos y las viudas.

Porque el pueblo entero es impío y perverso

y todos dicen disparates.

Y sin embargo la ira del Señor no se ha calmado;

él sigue amenazando todavía.

18

La maldad hace estragos

como un incendio que devora espinos y matorrales

y quema luego los árboles del bosque,

y los lanza por los aires entre torbellinos de humo.

19

19-20 Por la ira del Señor todopoderoso

el país está incendiado,

el fuego destruye al pueblo;

se comen la carne de sus propios hijos

y no tienen compasión de sus hermanos.

Aquí hay uno que engulle y queda con hambre,

allá hay otro que come y no se siente satisfecho.

20

21

Manasés destruye a Efraín, Efraín a Manasés,

y ambos se lanzan contra Judá.

Y sin embargo la ira del Señor no se ha calmado;

él sigue amenazando todavía.

10

1

¡Ay de ustedes, que dictan leyes injustas

y publican decretos intolerables,

2

que no hacen justicia a los débiles

ni reconocen los derechos de los pobres de mi pueblo,

que explotan a las viudas

y roban a los huérfanos!

3

¿Qué harán ustedes cuando tengan que rendir cuentas,

cuando vean venir de lejos el castigo?

¿A quién acudirán pidiendo ayuda?

¿En dónde dejarán sus riquezas?

4

Si no son humillados y llevados presos,

caerán con los que mueran asesinados.

Y sin embargo la ira del Señor no se ha calmado;

él sigue amenazando todavía.

5

«¡El rey de Asiria!

Él es el palo con que yo en mi ira castigo,

la vara que uso cuando me enojo.

6

Lo mando a atacar a un pueblo impío,

a una nación que me ofende,

para que la robe y le quite sus riquezas,

para que la pisotee como al barro de las calles.

7

Pero el rey de Asiria no piensa así,

ni es eso lo que él se propone.

No piensa más que en destruir

y en acabar con muchas naciones.

8

Dice: “Todos los reyes son jefes a mis órdenes.

9

Para mí son iguales las ciudades de Calnó y de Carquemis,

Hamat igual que Arpad,

Samaria lo mismo que Damasco.

10

Me he encontrado naciones con muchos dioses,

con más ídolos que los de Jerusalén y Samaria.

11

Pues bien, lo que hice con Samaria y sus dioses,

¿no seré capaz de hacerlo con Jerusalén y sus ídolos?”»

12

Cuando el Señor haya hecho todo lo que tiene que hacer

en el monte Sión y en Jerusalén,

castigará al rey de Asiria

por esta obra de su orgullo,

y por su altanería y arrogancia.

13

El rey de Asiria ha dicho:

«Yo lo he hecho con mi propia fuerza;

yo soy inteligente, y he hecho los planes.

Yo he cambiado las fronteras de las naciones,

me he apoderado de sus riquezas,

y, como un valiente, he derribado a los reyes.

14

He puesto mi mano en las riquezas de los pueblos,

me he apoderado de toda la tierra

como quien toma de un nido unos huevos abandonados,

y no hubo nadie que moviera las alas,

nadie que abriera el pico y chillara.»

15

Pero, ¿acaso puede el hacha

creerse más importante que el que la maneja?,

¿la sierra más que el que la mueve?

¡Como si el bastón, que no es más que un palo,

fuera el que moviera al hombre que lo lleva!

16

Por eso, el Señor todopoderoso

va a dejar sin fuerzas a esos que son tan robustos,

y hará que les arda el cuerpo con el fuego de la fiebre.

17

El Dios Santo, luz de Israel,

se convertirá en llama de fuego,

y en un día quemará y destruirá

todos los espinos y matorrales que hay en el país.

18

Destruirá completamente

la belleza de sus bosques y sus huertos.

Los dejará como un enfermo que ya no tiene fuerzas.

19

Y serán tan pocos los árboles que queden en el bosque,

que hasta un niño los podrá contar.

20

En ese tiempo

los pocos que hayan quedado de Israel,

aquellos del pueblo de Jacob que se hayan salvado,

no volverán a apoyarse en el que los destruyó

sino que se apoyarán firmemente

en el Señor, el Dios Santo de Israel.

21

Unos cuantos del pueblo de Jacob

se volverán hacia el Dios invencible.

22

Aunque tu pueblo, Israel, sea tan numeroso

como los granos de arena del mar,

sólo unos cuantos volverán.

La destrucción está decidida

y se hará justicia por completo.

23

Porque el Señor todopoderoso

ha decidido la destrucción

y la va a llevar a cabo en todo el país.

24 El Señor todopoderoso dice así:

«Pueblo mío, que vives en Sión,

no tengas miedo a los asirios,

aunque te golpeen con su vara

y levanten su bastón contra ti

como hicieron los egipcios.

25

Porque dentro de muy poco tiempo

va a llevarse a cabo el castigo,

y mi ira los destruirá.

26

El Señor todopoderoso los castigará

como cuando derrotó a Madián

en la roca de Oreb,

y mostrará su poder contra Asiria

como cuando lo mostró contra Egipto.

27

En ese día se te quitará

la carga que han puesto sobre tus espaldas,

y será quebrado el yugo que te han puesto en la nuca.»

El invasor viene por Rimón,

28

llega a Aiat,

pasa por Migrón,

deja la carga en Micmás,

29

cruza el paso del torrente,

acampa en Gueba;

Ramá se llena de terror,

Guibeá de Saúl sale huyendo.

30

¡Da gritos, Bat-galim!

¡Óyelos, Laisa!

¡Responde, Anatot!

31

Madmená sale huyendo,

los habitantes de Guebim se esconden.

32

Hoy mismo se detiene el invasor en Nob;

da la señal de atacar el monte Sión,

la colina de Jerusalén.

33

Miren, el Señor todopoderoso

derriba los árboles con fuerza terrible;

los más altos caen cortados,

los más elevados se vienen al suelo.

34

Con un hacha derriba lo más espeso del bosque,

y los árboles más bellos del Líbano se derrumban.

11

1

De ese tronco que es Jesé, sale un retoño;

un retoño brota de sus raíces.

2

El espíritu del Señor estará continuamente sobre él,

y le dará sabiduría, inteligencia,

prudencia, fuerza,

conocimiento y temor del Señor.

3

Él no juzgará por la sola apariencia,

ni dará su sentencia fundándose en rumores.

4

Juzgará con justicia a los débiles

y defenderá los derechos de los pobres del país.

Sus palabras serán como una vara para castigar al violento,

y con el soplo de su boca hará morir al malvado.

5

Siempre irá revestido de justicia y verdad.

6

Entonces el lobo y el cordero vivirán en paz,

el tigre y el cabrito descansarán juntos,

el becerro y el león crecerán uno al lado del otro,

y se dejarán guiar por un niño pequeño.

7

La vaca y la osa serán amigas,

y sus crías descansarán juntas.

El león comerá pasto, como el buey.

8

El niño podrá jugar en el hoyo de la cobra,

podrá meter la mano en el nido de la víbora.

9

En todo mi monte santo

no habrá quien haga ningún daño,

porque así como el agua llena el mar,

así el conocimiento del Señor llenará todo el país.

10

En ese tiempo

el retoño de esta raíz que es Jesé

se levantará como una señal para los pueblos;

las naciones irán en su busca,

y el sitio en que esté será glorioso.

11

En ese tiempo mostrará otra vez el Señor su poder

reconquistando el resto de su pueblo,

haciéndolo volver de Asiria y de Egipto,

de Patros, de Etiopía, de Elam,

de Sinar, de Hamat y de los países del mar.

12

Levantará una señal para las naciones

y reunirá a los israelitas que estaban desterrados;

juntará desde los cuatro puntos cardinales

a la gente de Judá que estaba dispersa.

13

La envidia de Efraín terminará,

y el rencor de Judá se calmará;

Efraín no tendrá envidia de Judá,

y Judá no sentirá rencor contra Efraín.

14

Los dos se lanzarán hacia el occidente contra los filisteos

y les caerán por la espalda;

juntos les quitarán las riquezas a las tribus de oriente.

Su poder llegará hasta Edom y Moab,

y dominarán a los amonitas.

15

El Señor les abrirá un camino por el Mar Rojo,

extenderá su brazo sobre el río Éufrates,

hará soplar un viento terrible

que lo dividirá en siete brazos,

y podrán cruzarlos sin quitarse las sandalias.

16

Cuando ese resto del pueblo del Señor vuelva de Asiria,

encontrará un amplio camino,

como Israel cuando salió de Egipto.

12

1

En ese tiempo dirás:

«Te doy gracias, Señor,

porque aunque estuviste enojado conmigo,

tu ira ya pasó

y me has devuelto la paz.

2

Dios es quien me salva;

tengo confianza, no temo.

El Señor es mi refugio y mi fuerza,

él es mi salvador.»

3

También ustedes podrán ir a beber con alegría

en esa fuente de salvación,

4

y entonces dirán:

«Den gracias e invoquen al Señor,

cuenten a las naciones las cosas que ha hecho,

recuérdenles que él está por encima de todo.

5

Canten al Señor, porque ha hecho algo grandioso

que debe conocerse en toda la tierra.

6

Den gritos de alegría, habitantes de Sión,

porque el Dios Santo de Israel está en medio de ustedes

con toda su grandeza.»

13

1 Palabras proféticas contra Babilonia, las cuales recibió por revelación Isaías, hijo de Amós:

2

«¡Alcen en un monte pelado la señal de combate!

¡Den la orden de ataque a los soldados!

¡Levanten la mano para que avancen

por las puertas de los nobles!

3

Ya he llamado a mis valientes,

he dado órdenes a mis guerreros consagrados,

a los que se alegran por mi triunfo,

para que ejecuten mi castigo.»

4

Se oye un griterío en los montes,

como de mucha gente.

Se oye el rugir de las naciones,

de los pueblos que se han reunido.

El Señor todopoderoso pasa revista

a sus tropas dispuestas para la batalla.

5

Vienen de un país lejano,

de más allá del horizonte.

Es el Señor con los instrumentos de su ira,

que viene a destruir toda la tierra.

6

Den alaridos, porque el día del Señor está cerca,

llega como un golpe del Todopoderoso.

7

Entonces todo el mundo dejará caer los brazos,

todos perderán el valor

8

y quedarán aterrados.

Les vendrá una angustia y un dolor tan grandes

que se retorcerán como mujer de parto.

Unos a otros se mirarán asombrados

y les arderá la cara de vergüenza.

9

Ya llega el día del Señor,

día terrible, de ira y furor ardiente,

que convertirá la tierra en desierto

y acabará con los pecadores que hay en ella.

10

Las estrellas y constelaciones del cielo

dejarán de dar su luz;

el sol se oscurecerá apenas salga,

y la luna no brillará.

11

El Señor dice:

«Voy a castigar al mundo por su maldad,

a los malvados por sus crímenes.

Voy a terminar con la altanería de los orgullosos,

voy a humillar a los soberbios e insolentes.

12

Voy a hacer que los hombres sean

más escasos que el oro fino de Ofir.

13

Entonces el cielo se estremecerá

y la tierra se moverá de su sitio

por la ira que tendré en ese día,

por mi ardiente furor.

14

»La gente parecerá gacela perseguida,

o un rebaño cuando se dispersa

y no hay nadie que lo junte.

Cada uno se volverá a su propio país,

huirá a su propia tierra.

15

Todo el que se deje encontrar será apuñalado,

todo el que se deje agarrar caerá asesinado.

16

Ante sus propios ojos

estrellarán contra el suelo a sus hijos pequeños;

sus casas serán saqueadas

y violadas sus esposas.

17

Voy a incitar contra ellos al pueblo de los medos,

gente que no se preocupa por la plata

y a la que el oro no le llama la atención.

18

Con sus flechas derribarán a los jóvenes.

No tienen compasión de los recién nacidos, ni sienten lástima por los niños.

19

Y Babilonia, la perla de las naciones,

joya y orgullo de los caldeos,

quedará como Sodoma y Gomorra,

cuando yo las destruí.

20

Nunca más volverá a ser habitada,

nadie volverá a vivir jamás en ella.

Los árabes no volverán a acampar allí,

ni los pastores harán que allí descansen sus rebaños.

21

Allí habitarán los gatos monteses,

las lechuzas llenarán las casas,

los avestruces vivirán en ella,

y también retozarán los chivos.

22

Los chacales aullarán en los castillos,

y en los lujosos palacios habrá lobos.

Ya se le acerca su hora a Babilonia;

no le quedan muchos días.»

14

1 Sí, el Señor tendrá misericordia de Jacob. De nuevo tendrá a Israel como su elegido, y hará que los israelitas vuelvan a establecerse en su tierra. Los extranjeros se acercarán a ellos, se unirán al pueblo de Jacob.

2 Muchas naciones recibirán a los israelitas y los acompañarán hasta su patria, y los israelitas los tomarán como esclavos en la tierra del Señor. Los israelitas llevarán presos a quienes antes los habían puesto presos, y dominarán a quienes antes los oprimieron.

3 Pueblo de Israel, cuando el Señor te haga descansar de tus sufrimientos, de tus penas y de la cruel esclavitud a que fuiste sometido,

4 recitarás este poema para burlarte del rey de Babilonia:

«¡Miren en qué vino a parar el tirano!

¡Miren en qué vino a parar su arrogancia!

5

El Señor ha roto el poder del malvado,

ha hecho pedazos la vara del tirano

6

que castigaba a las naciones con ira

y las golpeaba sin parar,

que aplastaba a los pueblos con furor

y los perseguía sin compasión.

7

Toda la tierra está en paz y tranquila,

y grita de alegría.

8

Hasta los pinos y los cedros del Líbano

se alegran de tu ruina

y dicen: “Desde que tú caíste,

nadie ha vuelto a cortarnos.”

9

Abajo, entre los muertos, hay gran agitación

y salen a recibirte.

Las sombras de los muertos se despiertan,

todos los jefes de la tierra salen a tu encuentro;

todos los reyes de los pueblos

se levantan de sus tronos.

10

Todos ellos toman la palabra

y te dicen:

“Tú también has perdido tu fuerza,

has llegado a ser como nosotros.

11

Aquí vinieron a parar tu orgullo

y tu música de cítaras.

Tu cama es podredumbre,

tus mantas son gusanos.”

12

»¡Cómo caíste del cielo,

lucero del amanecer!

Fuiste derribado por el suelo,

tú que vencías a las naciones.

13

Pensabas para tus adentros:

“Voy a subir hasta el cielo;

voy a poner mi trono

sobre las estrellas de Dios;

voy a sentarme allá lejos en el norte,

en el monte donde los dioses se reúnen.

14

Subiré más allá de las nubes más altas;

seré como el Altísimo.”

15

¡Pero en realidad has bajado al reino de la muerte,

a lo más hondo del abismo!

16

Los que te ven se quedan mirándote,

y fijando su atención en ti, dicen:

“¿Éste es el hombre que hacía temblar la tierra,

que destruía las naciones,

17

que dejó el mundo hecho un desierto,

que arrasaba las ciudades

y no dejaba libres a los presos?”

18

Todos los reyes de las naciones descansan con honor,

cada uno en su tumba;

19

a ti, en cambio, te arrojan lejos del sepulcro

como basura repugnante,

como cadáver pisoteado,

entre gente asesinada, degollada,

arrojada al abismo lleno de piedras.

20

No te enterrarán como a los otros reyes,

porque arruinaste a tu país

y asesinaste a la gente de tu pueblo.

La descendencia de los malhechores

no durará para siempre.

21

Prepárense para matar a los hijos

por los crímenes que sus padres cometieron,

para que no piensen más en dominar la tierra

ni en llenar el mundo de ciudades.»

22 El Señor todopoderoso afirma:

«Voy a entrar en acción contra ellos,

voy a acabar con el nombre de Babilonia

y con lo que quede de ella,

con sus hijos y sus nietos.

23

La convertiré en un pantano,

en región plagada de lechuzas.

La barreré con la escoba de la destrucción.»

Es el Señor todopoderoso quien lo afirma.

24 El Señor todopoderoso ha jurado:

«Sin duda alguna, lo que yo he decidido, se hará;

lo que yo he resuelto, se cumplirá.

25

Destruiré al pueblo asirio en mi país,

lo aplastaré en mis montañas.

Su yugo dejará de oprimir a mi pueblo,

su tiranía no pesará más sobre sus hombros.

26

Ésta es mi decisión en cuanto a toda la tierra.

Mi mano amenaza a todas las naciones.»

27

El Señor todopoderoso lo ha decidido,

y nadie podrá oponérsele.

Su mano está amenazando,

y nadie lo hará cambiar de parecer.

28 El año en que murió el rey Ahaz, Isaías pronunció esta profecía:

29

No te alegres, nación filistea,

de que haya sido quebrada la vara con que te castigaban,

pues de donde salió una serpiente saldrá una víbora,

más aún, saldrá un dragón volador.

30

Los pobres tendrán en mis campos pasto para sus rebaños,

y la gente sin recursos descansará tranquila.

Yo, en cambio, haré que tu gente muera de hambre,

y mataré a los pocos que te queden.

31

¡Laméntense, ciudades filisteas,

griten de dolor, tiemblen de espanto!

Porque del norte viene un ejército como una nube de humo;

ni un solo hombre se sale de las filas.

32

¿Qué se puede responder a los enviados de ese país?

Que el Señor ha dado firmeza a Sión,

y los afligidos de su pueblo se refugiarán allí.

15

1

Profecía contra Moab:

En la noche en que Ar fue destruida,

ocurrió la ruina de Moab;

en la noche en que Quir fue destruida,

ocurrió la ruina de Moab.

2

La gente de Dibón sube a llorar

al templo situado en la colina.

Moab se lamenta de la destrucción

de Nebo y de Medebá.

Todos tienen la cabeza rapada,

la barba cortada.

3

Por las calles va la gente con ropas ásperas;

en las terrazas gritan de dolor.

En las plazas todo el mundo se lamenta

y se deshace en lágrimas.

4

Hesbón y Elalé piden socorro;

hasta en Jahas se oyen sus gritos.

Por eso se acobardan los guerreros de Moab

y se llenan de terror.

5

Mi corazón pide socorro para Moab;

su gente sale huyendo hasta Sóar, hasta Eglat-selisiya.

Por la cuesta de Luhit suben llorando;

por el camino de Horonaim

lanzan gritos de dolor ante el desastre.

6

Los pozos de Nimrim han quedado secos,

la hierba está marchita, muerta la vegetación,

no queda ni una hoja verde.

7

Por eso la gente recoge sus riquezas

y las lleva más allá del arroyo de los Álamos.

8

El grito de socorro da la vuelta

por las fronteras de Moab;

los lamentos llegan hasta Eglaim

y hasta Beer-elim.

9

Aunque los pozos de Dimón están llenos de sangre,

aún le enviaré mayores males;

un león devorará a los que se salven de Moab,

a los que queden con vida en la tierra.

16

1

Desde Selá en el desierto,

los jefes del país envían corderos

hasta el monte Sión.

2

Los habitantes de Moab en el paso del Arnón

son como pájaros espantados

que huyen de su nido.

3

Dicen a Sión:

«Haz planes para protegernos,

toma tú nuestra defensa.

Extiende tu sombra en pleno mediodía,

como si fuera de noche;

ofrece asilo a los desterrados,

no traiciones a los fugitivos.

4

Deja que se refugien en ti

los fugitivos de Moab.

Sírveles de asilo

frente al destructor.»

Cuando termine la opresión

y la destrucción haya pasado,

cuando el invasor se vaya del país,

5

un descendiente de David alcanzará el reinado,

reinado estable fundado en la bondad.

Será un juez honrado,

que establecerá el derecho

y hará llegar pronto la justicia.

6

Conocemos el orgullo enorme de Moab:

su arrogancia, su altivez, su soberbia

y su inútil charlatanería.

7

Por eso todos los habitantes de Moab

llorarán por su nación;

afligidos en extremo, se dolerán

por los hombres de Quir-haréset.

8

Los viñedos de Hesbón y de Sibmá

han quedado marchitos,

destrozados por los señores de las naciones.

Sus ramas llegaban hasta Jazer,

se extendían por el desierto

y alcanzaban hasta más allá del mar.

9

Por eso lloro por los viñedos de Sibmá,

lo mismo que por Jazer,

y derramo lágrimas por Hesbón y Elalé,

porque sobre sus frutos y cosechas

resonó el grito de guerra.

10

La alegría y el bullicio se acabarán en los campos;

no habrá más gritos de alegría

ni cantos en los viñedos,

ni exprimirán más las uvas para sacar vino.

Los gritos se acabaron.

11

Mi corazón se estremece como un arpa

por Moab y por Quir-haréset.

12

Por más que Moab vaya a las colinas

y ruegue allí hasta el cansancio,

por más que vaya a su templo a orar,

nada va a conseguir.

13 Éstas fueron las palabras que dijo el Señor contra Moab hace mucho tiempo.

14 Ahora dice el Señor:

«Dentro de tres años,

tal como los cuenta un obrero que vive de su salario,

la grandeza de Moab se hará despreciable,

a pesar de su inmenso gentío;

sólo quedará un puñado pequeño, impotente.»

17

1

Profecía contra Damasco:

Damasco dejará de ser ciudad;

no será más que un montón de ruinas.

2

Quedará abandonada para siempre,

convertida en pastizales;

los animales podrán pastar tranquilamente.

3

Efraín, que es el orgullo de Israel,

ya no tendrá ciudad fortificada;

así también Damasco, lo que queda de Siria,

dejará de ser un reino.

Lo afirma el Señor todopoderoso.

4

En ese día Samaria, orgullo de Jacob,

perderá su fuerza,

y su prosperidad desaparecerá.

5

Será como cuando el segador cosecha el trigo

y recoge las espigas con las manos,

o cuando se recogen las espigas

en el valle de Refaim,

6

donde sólo quedan restos olvidados;

o como cuando se golpea un olivo

y sólo quedan dos o tres aceitunas

en la punta de una rama,

o a lo sumo cuatro o cinco en todo el árbol.

Lo afirma el Señor, el Dios de Israel.

7

En ese día

el hombre volverá sus ojos a su creador,

al Dios Santo de Israel.

8

No volverá a mirar los altares ni otros objetos hechos por los hombres con sus propias manos.

No se fijará más en esos troncos sagrados

ni en esos altares donde queman incienso a los dioses.

9

En ese día

tus ciudades fortificadas serán abandonadas,

como fueron abandonadas

las ciudades de los heveos y de los amorreos

por miedo a los israelitas.

Quedarán convertidas en desierto,

10

porque olvidaste al Dios que te salvó,

no recordaste que él es tu refugio seguro.

Tú cultivas esos jardines agradables,

siembras tus plantas en honor a un dios extranjero,

11

las proteges el día en que las plantas,

y haces que brote la semilla al día siguiente.

Pero cuando vengan la enfermedad y el mal incurable,

se perderá la cosecha.

12

¡Oigan el estruendo de pueblos numerosos,

estruendo como el que produce el mar!

Es el rugido que lanzan las naciones,

como el rugido de aguas impetuosas.

13

Pero cuando Dios los reprende,

salen huyendo lejos,

como la paja que el viento se lleva por los montes

o como el cardo que arrastra el huracán.

14

Por la tarde parecen terribles,

pero antes del amanecer dejan de existir.

En eso paran los que nos saquean,

así terminan los que nos arruinan.

18

1

¡Ay del país donde resuena un zumbido de insectos,

del país situado más allá de los ríos de Etiopía,

2

que envía sus embajadores por el Nilo,

viajando por el agua en barcas de junco!

Vayan, veloces mensajeros,

a un pueblo de alta estatura y piel brillante,

a una nación temida en todas partes,

pueblo fuerte y altanero

que vive en una tierra bañada por ríos.

3

Todos ustedes, habitantes del mundo,

verán cuando se alce la señal en la montaña,

y oirán cuando suene la trompeta.

4 El Señor me dijo:

«Desde mi lugar miro tranquilo,

como la luz en un día de verano,

como una nube de rocío en tiempo ardiente de cosecha.

5

Cuando pase la floración en los viñedos,

y la flor se vuelva uva madura,

pero antes del tiempo de la cosecha,

podarán las ramas con cuchillos,

las cortarán y las retirarán.

6

Todo quedará abandonado en las montañas

a las aves de rapiña

y a los animales salvajes.

Las aves pasarán allí el verano,

y todos los animales salvajes

se quedarán allí en el invierno.»

7

En ese tiempo

traerán al Señor todopoderoso

ofrendas de parte del pueblo

de alta estatura y piel brillante,

nación temida en todas partes,

pueblo fuerte y altanero,

que vive en una tierra bañada por ríos.

Las traerán al monte Sión,

donde se invoca el nombre del Señor todopoderoso.

19

1

Profecía contra Egipto:

Miren al Señor:

Viene a Egipto montado en veloz nube.

Ante él tiemblan los ídolos de Egipto,

y los egipcios se llenan de terror.

2

«Voy a hacer que los egipcios se dividan —dice el Señor—

y peleen unos contra otros:

amigo contra amigo, ciudad contra ciudad,

reino contra reino.

3

Les haré perder la cabeza,

haré fracasar sus planes.

Entonces consultarán a los ídolos y a los brujos,

a los espíritus de los muertos y a los adivinos.

4

Pero yo pondré a Egipto en poder de un amo duro;

un rey cruel va a gobernarlo.»

Lo afirma el Señor todopoderoso.

5

El agua del Nilo se agotará,

el río quedará completamente seco,

6

los canales despedirán mal olor.

Las corrientes de agua de Egipto

irán disminuyendo hasta secarse,

las cañas y los juncos se marchitarán;

7

los juncales que están al borde del Nilo,

y todos los sembrados que hay en sus orillas,

se secarán y dejarán de existir.

8

Todos los que pescan en el Nilo

se pondrán a gemir y a lamentarse;

los que echan sus redes al agua se entristecerán.

9

Los que trabajan el lino se sentirán desanimados;

las cardadoras y los tejedores se pondrán pálidos;

10

los fabricantes de telas quedarán abatidos,

y todos los artesanos confundidos.

11

¡Qué tontos son ustedes, jefes de Soan,

los consejeros más sabios de Egipto,

que en realidad son consejeros estúpidos!

¿Cómo se les ocurre decirle al faraón:

«Somos descendientes de sabios,

de reyes de la antigüedad»?

12

¿Dónde están tus sabios, faraón,

para que te enseñen y te anuncien

los planes que el Señor todopoderoso

tiene contra Egipto?

13

Los jefes de Soan son tontos,

los jefes de Menfis se dejaron engañar,

los jefes de las provincias

han llevado a Egipto por camino falso.

14

El Señor ha puesto en ellos

un espíritu de confusión;

ellos llevan a Egipto por camino falso

en todo lo que hace,

como un borracho que vomita y pierde el equilibrio.

15

Y nadie, sea cabeza o cola,

palmera o junco,

podrá hacer nada por Egipto.

16 En ese día los egipcios parecerán mujeres; se llenarán de miedo y espanto cuando vean que el Señor todopoderoso levanta su mano contra ellos.

17 Los egipcios sentirán terror ante Judá; con sólo recordar su nombre se llenarán de espanto por los planes que el Señor todopoderoso tiene contra Egipto.

18 En ese día habrá en Egipto cinco ciudades que hablarán hebreo y que jurarán fidelidad al Señor todopoderoso. Una de ellas se llamará Ciudad del Sol.

19 En ese día habrá un altar dedicado al Señor en pleno Egipto, y cerca de su frontera se levantará una piedra en honor al Señor.

20 Servirá de señal, para que se recuerde al Señor todopoderoso en el país de Egipto. Cuando griten al Señor pidiendo ayuda contra los que les oprimen, él les enviará un libertador, para que los defienda y los salve.

21 El Señor se dará a conocer a los egipcios, y ellos reconocerán al Señor, le darán culto y le ofrecerán sacrificios y ofrendas. Harán promesas al Señor y las cumplirán.

22 El Señor herirá a Egipto, pero después lo sanará. Ellos se volverán al Señor, y él se compadecerá de ellos y los sanará.

23 En ese día habrá un amplio camino desde Egipto hasta Asiria. Los asirios podrán llegar hasta Egipto y los egipcios hasta Asiria, y los egipcios y los asirios adorarán juntos al Señor.

24 En ese día Israel se colocará a la par con Egipto y Asiria, y será una bendición en medio de la tierra.

25 El Señor todopoderoso los bendecirá, diciendo: «Yo bendigo a Egipto, mi pueblo, a Asiria, obra de mis manos, y a Israel, mi propiedad.»

20

1 En cierta ocasión, el rey Sargón de Asiria envió a un alto oficial a la ciudad de Asdod, y el oficial atacó a la ciudad y la conquistó.

2 Por ese tiempo habló el Señor por medio de Isaías, hijo de Amós, y le dijo: «Quítate esa ropa áspera que llevas puesta y el calzado que tienes en los pies.»

Isaías lo hizo así y se quedó descalzo y medio desnudo.

3 Entonces dijo el Señor: «Mi siervo Isaías ha estado descalzo y medio desnudo durante tres años, como señal y anuncio para Egipto y Etiopía.

4 Así también el rey de Asiria llevará al destierro a los egipcios y a los etiopes, sean viejos o jóvenes, descalzos y desnudos, con el trasero al aire para su vergüenza.

5 La gente se llenará de miedo y sentirá vergüenza de Etiopía, que era su esperanza, y de Egipto, que era su orgullo.

6 En ese tiempo dirán todos los que viven en aquella costa: “Miren en lo que vino a parar el que era nuestra esperanza, al que acudíamos a pedir auxilio, para que nos librara del rey de Asiria. ¿Cómo vamos a salvarnos ahora?”»

21

1

Profecía acerca del desierto:

Como huracanes que avanzan por el sur,

vienen del desierto, lugar espantoso.

2

Terrible es la visión que Dios me ha mostrado:

el traidor traiciona,

el destructor destruye.

¡Levántate, Elam!

¡Medos, al asalto!

¡No permito más quejas!

3

Mi cuerpo se estremece,

me retuerzo de dolor como mujer de parto,

la angustia no me deja oír,

el terror me impide ver.

4

Tengo la mente confundida,

me estremezco de terror.

El fresco del atardecer, que tanto me gustaba,

se ha vuelto para mí algo terrible.

5

La mesa ya está puesta, tendidas las alfombras,

el banquete ha comenzado.

¡De pie, capitanes: saquen brillo a los escudos!

6

Porque el Señor me ha dicho:

«Ve y coloca un centinela

que dé aviso de todo cuanto vea.

7

Si ve carros tirados por parejas de caballos

o gente montada en asnos o camellos,

que mire con mucha atención.»

8

Y el que vigilaba gritó:

«En mi puesto, Señor,

permanezco todo el día,

y noche tras noche me mantengo vigilante.

9

Y veo venir un carro tirado por un par de caballos.»

Alguien dijo entonces:

«¡Cayó, cayó Babilonia!

Todas las estatuas de sus dioses

quedaron por el suelo hechas pedazos.»

10

Pueblo mío, pisoteado como el trigo,

yo te anuncio lo que escuché

del Señor todopoderoso, el Dios de Israel.

11 Profecía contra Edom:

Alguien me grita desde Seír:

«Centinela, ¿qué horas de la noche son?

Centinela, ¿qué horas de la noche son?»

12

Y el centinela responde:

«Ya viene la mañana,

pero también la noche.

Si quieren preguntar, pregunten,

y vuelvan otra vez.»

13 Profecía en el desierto:

Caravanas de Dedán, que pasan la noche

en los matorrales del desierto,

14

salgan al encuentro del que tiene sed

y ofrézcanle agua.

Habitantes del país de Temá,

salgan al paso del que huye

y ofrézcanle alimento.

15

Porque huyen de la espada,

de la espada afilada,

del arco listo para disparar

y del furor de la batalla.

16 El Señor me dijo:

«Dentro de un año,

tal como lo cuenta un obrero que vive de su salario,

se habrá terminado toda la grandeza de Quedar.

17

Y pocos serán los arcos

que les quedarán a los guerreros de Quedar.»

El Señor, el Dios de Israel, lo ha dicho.

22

1

Profecía acerca del valle de la visión:

¿Qué pasa, que todos suben a las azoteas?

2

Ciudad llena de alboroto y bulla,

ciudad amiga de las diversiones,

tus muertos no cayeron a filo de espada,

no murieron en la guerra;

3

tus jefes salieron todos corriendo,

y al huir de los arcos los pusieron presos.

Tus hombres más valientes huyeron lejos,

pero los pusieron presos.

4

Por eso dije: Apártense de mí,

que quiero llorar con amargura;

no traten de consolarme

de la catástrofe de mi pueblo.

5

Porque el Señor todopoderoso

ha decretado que llegue un día de pánico,

de destrucción y aturdimiento

en el valle de la visión.

Están derribando las murallas;

llegan los gritos hasta las montañas.

6

Los elamitas prepararon ya sus flechas,

y están montados en sus carros y caballos;

los de Quir sacaron sus escudos.

7

Tus valles más hermosos están llenos de carros,

y la caballería ataca la puerta de la ciudad.

8

La defensa de Judá quedó desamparada.

En ese día ustedes se fijaron en el depósito de armas de la Casa del Bosque,

9 vieron las muchas grietas que había en la Ciudad de David y llenaron de agua el estanque inferior;

10 inspeccionaron las casas de Jerusalén y derribaron algunas para reforzar la muralla.

11 Entre las dos murallas hicieron una cisterna para el agua del estanque viejo. Pero no se fijaron en el que hizo todo aquello, el que desde hace mucho tiempo lo preparó.

12

Ese día el Señor todopoderoso

los invitó a ustedes a llorar y a lamentarse,

a raparse la cabeza

y a ponerse ropas ásperas en señal de dolor.

13

Pero lo que hay es diversión y alegría,

matar vacas y ovejas,

comer carne y beber vino.

«Comamos y bebamos,

que mañana moriremos» —dicen.

14

Y el Señor todopoderoso se me apareció

y me aseguró al oído:

«No voy a perdonarles este pecado;

antes de eso morirán ustedes.»

Son palabras del Señor todopoderoso.

15 El Señor todopoderoso me dijo: «Ve a ver a Sebná, mayordomo de palacio, y dile:

16

“¿Qué negocio tienes aquí, o quién te dio el derecho

de construirte aquí un sepulcro,

de hacerte una tumba en la parte alta

y cavarte en la roca un lugar de reposo?

17

El Señor te va a arrojar muy lejos,

como lo hace un hombre robusto.

Te agarrará con fuerza,

18

te hará rodar como una pelota

y te arrojará a una tierra inmensa.

Allá morirás,

allá pararán los carros que eran tu gloria,

y serás la vergüenza del palacio de tu señor.

19

Yo te quitaré de tu puesto,

te retiraré de tu oficio.

20

»”En ese día llamaré a mi siervo,

a Eliaquim, hijo de Hilquías;

21

lo vestiré con tu túnica,

le pondré tu cinturón de honor

y le daré tu autoridad.

Será como un padre para los habitantes de Jerusalén

y para el pueblo de Judá.

22

En sus hombros le pondré

la llave de la casa de David;

nadie podrá cerrar lo que él abra

ni abrir lo que él cierre.

23

Él será como un trono de honor

para la familia de su padre.

Yo haré que quede firme en su lugar,

como si fuera un clavo.

24

En él se podrá colgar todo lo que haya de valioso

en la familia de su padre

y de toda su descendencia,

toda clase de vajilla pequeña,

desde copas hasta jarros.

25

»”En ese día,

cederá el clavo que estaba clavado firmemente en su lugar;

será arrancado y se caerá,

y todas las cosas que de él estaban colgadas, se romperán.”»

Lo afirma el Señor todopoderoso.

23

1

Profecía contra Tiro:

Las naves de Tarsis están gimiendo,

porque el puerto ha sido destruido.

El puerto a donde se llegaba de Chipre

ha sido arrasado.

2

La gente de Tiro y los comerciantes de Sidón guardan silencio.

Sus agentes atravesaban el mar

3

y sus aguas inmensas.

Sacaban sus ganancias

del grano de Sihor, de las cosechas del Nilo,

y comerciaban con las naciones.

4

Llénate de vergüenza, Sidón, fortaleza del mar,

pues tendrás que decir:

«Ya no tengo dolores de parto, ya no doy a luz.

Ya no tengo hijos que criar

ni hijas que educar.»

5

Cuando llegue la noticia a los egipcios,

se llenarán de angustia por lo que le pasó a Tiro.

6

Dirán: «Váyanse a Tarsis,

pónganse a gemir, habitantes de la costa.»

7

¿Es ésta la ciudad de origen tan antiguo

y tan amiga de las diversiones?

¿Es ésta la que viajaba

para establecerse en lejanas regiones?

8

¿Quién decretó esto contra Tiro,

la ciudad real,

cuyos comerciantes eran príncipes,

y sus negociantes los más poderosos de la tierra?

9

El Señor todopoderoso lo decretó

para humillar todo orgullo

y dejar por el suelo a todos los poderosos de la tierra.

10

Pueblo de Tarsis, ponte a cultivar la tierra,

que el astillero ya no existe.

11

El Señor extendió su mano sobre el mar,

hizo temblar a las naciones

y mandó destruir las fortificaciones de Canaán.

12

Y dijo a Sidón:

«Déjate de diversiones, muchacha violada.

Aunque resuelvas pasar hasta Chipre,

tampoco allí encontrarás descanso.»

13

Miren esta tierra,

tierra destinada a naves.

Los caldeos levantaron torres

y demolieron los palacios de Sidón,

los convirtieron en ruinas.

Ellos fueron los culpables, no Asiria.

14

Pónganse a gemir, naves de Tarsis,

porque su fortaleza ha sido destruida.

15 En ese tiempo Tiro será echada al olvido durante setenta años, el tiempo que dura la vida de un rey. Al cabo de esos setenta años se le aplicará a Tiro lo que dice aquella canción de la prostituta:

16

«Prostituta olvidada,

toma tu arpa, recorre la ciudad,

toca buena música, entona muchos cantos,

a ver si se acuerdan de ti.»

17 Al cabo de setenta años el Señor volverá a ocuparse de Tiro. Ella volverá a alquilarse y se prostituirá con todos los países de la tierra.

18 Pero las ganancias de su comercio serán consagradas al Señor; no serán guardadas ni almacenadas, sino que serán dadas a los que sirven al Señor, para que compren alimentos en abundancia y vestidos finos.

24

1

Miren, el Señor va a arrasar la tierra,

va a devastarla y trastornarla,

y dispersará a sus habitantes.

2

Y será igual para el sacerdote y el pueblo,

para el amo y el esclavo,

para el ama y la esclava,

para el que compra y el que vende,

para el que presta y el que recibe prestado,

para el deudor y el acreedor.

3

La tierra será totalmente arrasada,

totalmente saqueada.

Porque esto es lo que ha dicho el Señor.

4

La tierra se seca y se marchita,

el mundo entero se reseca, se marchita,

y el cielo y la tierra se llenan de tristeza.

5

La tierra ha sido profanada por sus habitantes,

porque han dejado de cumplir las leyes,

han desobedecido los mandatos,

han violado la alianza eterna.

6

Por eso, una maldición ha acabado con la tierra,

y sus habitantes sufren el castigo.

Por eso, los habitantes de la tierra han disminuido,

y queda poca gente.

7

El vino escasea, los viñedos se enferman,

los que vivían alegres se llenan de tristeza.

8

Se terminó la alegría de los tambores y del arpa,

se calló el bullicio de los amigos de la diversión.

9

No más beber vino al son de las canciones;

las bebidas se volverán amargas para los bebedores.

10

La ciudad del desorden está en ruinas,

no se puede entrar en ninguna casa.

11

La gente llora en las calles por la escasez de vino;

toda la alegría se ha apagado,

ha quedado desterrada de la tierra.

12

La ciudad está en ruinas,

la puerta quedó hecha pedazos.

13

Así será en todas las naciones de la tierra:

como cuando se hacen caer a golpes las aceitunas,

o cuando se rebuscan las uvas

una vez terminada la cosecha.

14

Los sobrevivientes gritarán llenos de alegría,

levantarán la voz desde occidente

al ver la majestad del Señor.

15

También en el oriente

y en los países del mar

darán gloria al Señor, el Dios de Israel.

16

Desde el extremo de la tierra los hemos oído cantar:

«¡Honor al justo!»

Pero yo dije: ¡Ay, qué miseria, qué miseria!

¡Los traidores cometen una vil traición!

17

Los habitantes de la tierra

serán como animales perseguidos por los cazadores

o en peligro de caer en un hoyo o una trampa.

18

El que escape de los cazadores caerá en el hoyo,

y el que salga del hoyo caerá en la trampa.

Un diluvio caerá del cielo

y temblarán los cimientos de la tierra.

19

La tierra temblará terriblemente,

se sacudirá, se hará pedazos.

20

Se tambaleará como un borracho,

temblará como una débil choza.

Sus pecados pesan tanto sobre ella

que caerá y no volverá a levantarse.

21

En ese día el Señor castigará

a los poderes celestiales

y a los reyes de la tierra;

22

los reunirá, los encerrará en un calabozo,

los tendrá encarcelados,

y después de mucho tiempo los castigará.

23

Cuando el Señor todopoderoso actúe como rey

en el monte Sión, en Jerusalén,

el sol y la luna se oscurecerán

y los jefes de su pueblo verán la gloria del Señor.

25

1

Señor, tú eres mi Dios;

yo te alabo y bendigo tu nombre,

porque has realizado tus planes admirables,

fieles y seguros desde tiempos antiguos.

2

Has convertido las ciudades en montones de piedras,

las ciudades fortificadas en ruinas;

destruiste los palacios de los enemigos,

y no serán reconstruidos jamás.

3

Por esto un pueblo violento te honra,

las ciudades de gente cruel te temen.

4

Porque tú has sido un refugio para el pobre,

un protector para el necesitado en su aflicción,

refugio contra la tempestad,

sombra contra el calor.

El aliento de los hombres crueles

es como una tempestad de invierno,

5

o como el calor en tierra seca.

Tú dominas el tumulto de los enemigos

como calmas el calor con la sombra de una nube.

Tú obligas a los hombres crueles a guardar silencio.

6

En el monte Sión, el Señor todopoderoso

preparará para todas las naciones

un banquete con ricos manjares y vinos añejos,

con deliciosas comidas y los más puros vinos.

7

En este monte destruirá el Señor

el velo que cubría a todos los pueblos,

el manto que envolvía a todas las naciones.

8

El Señor destruirá para siempre la muerte,

secará las lágrimas de los ojos de todos

y hará desaparecer en toda la tierra

la deshonra de su pueblo.

El Señor lo ha dicho.

9

En ese día se dirá:

«Éste es nuestro Dios,

en él confiamos y él nos salvó.

Alegrémonos, gocémonos, él nos ha salvado.»

10

La mano del Señor protegerá al monte Sión,

mientras que a Moab la pisoteará

como se pisotea la paja en un basurero.

11

Moab extenderá sus brazos

como los extiende un nadador,

pero con cada movimiento

se hundirá más su altanería.

12

El Señor hará caer

sus altas y fuertes murallas;

las derribará,

las dejará tiradas por el suelo.

26

1 En ese día se cantará este canto en la tierra de Judá:

«Tenemos una ciudad fuerte;

para salvarnos,

el Señor levantó murallas y fortificaciones.

2

Abran las puertas para que pase una nación justa

que se mantiene fiel.

3

Señor, tú conservas en paz a los de carácter firme,

porque confían en ti.

4

Confíen siempre en el Señor,

porque él es refugio eterno.

5

Él hace caer a los orgullosos,

y humilla a la ciudad soberbia

derribándola hasta el suelo,

6

para que los humildes y los pobres

la pisoteen con sus pies.»

7

El camino de los justos es recto;

tú, Señor, haces llano su camino.

8

Nosotros también nos sentimos seguros

en el camino señalado por tus leyes, Señor.

Lo que nuestro corazón desea es pensar en ti.

9

De todo corazón suspiro por ti en la noche;

desde lo profundo de mi ser te busco.

Cuando tú juzgues la tierra,

los hombres aprenderán lo que es justicia.

10

Aunque tengas compasión de los malos,

ellos no aprenderán a ser rectos;

son perversos en tierra de gente honrada

y no tienen en cuenta la grandeza del Señor.

11

Señor, tienes el castigo preparado,

pero ellos no quieren darse cuenta;

cuando vean tu ardiente amor por tu pueblo,

quedarán en ridículo.

¡Ojalá que el fuego de tu ira los devore!

12

Señor, tú nos concedes bienestar;

eres tú, en verdad,

quien realizas todas nuestras obras.

13

Señor y Dios nuestro,

otros señores han sido nuestros amos,

pero sólo a ti te reconocemos por Señor.

14

Ellos están muertos, no volverán a vivir;

no son más que sombras, y no volverán a levantarse;

pues los has castigado, los has destruido,

has acabado con todo recuerdo de ellos.

15

Tú hiciste crecer la nación, Señor;

la hiciste crecer para gloria tuya,

extendiste todas las fronteras del país.

16

En la aflicción te buscamos, Señor,

cuando nos corriges con un simple murmullo.

17

Delante de ti estábamos, Señor,

como cuando a una mujer encinta

se le acerca el momento del parto

y se retuerce y grita de dolor.

18

Concebimos, sentimos los dolores del parto

y dimos a luz, pero no era más que viento.

No hemos traído la salvación al país,

ni va a nacer gente que pueble el mundo.

19

Pero tus muertos sí volverán a vivir,

sus cadáveres resucitarán.

Los que duermen en la tierra se despertarán

y darán gritos de alegría.

Porque tú envías tu luz como rocío

y los muertos volverán a nacer de la tierra.

20

Ve, pueblo mío, entra en tu casa

y cierra las puertas detrás de ti.

Escóndete un poco, hasta que pase la ira del Señor.

21

Porque el Señor va a salir de su palacio

para castigar por sus pecados

a los habitantes de la tierra,

y la tierra no ocultará más sus víctimas

sino que dejará ver los crímenes cometidos en ella.

27

1

En ese día el Señor castigará

con su espada terrible, inmensa, poderosa,

a Leviatán, la serpiente enroscada,

a Leviatán, la serpiente tortuosa,

y matará al dragón que está en el mar.

2

En ese día el Señor dirá:

«Canten al viñedo delicioso.

3

Yo, el Señor, soy quien lo cuido

y con frecuencia lo riego.

Lo cuido día y noche,

para que no sufra ningún daño.

4

No estoy enojado con él.

Si tuviera espinos y maleza,

saldría a hacerles la guerra

y los quemaría por completo.

5

Si quiere que yo lo proteja,

que haga las paces conmigo,

sí, que haga las paces conmigo.»

6

En el futuro el pueblo de Jacob echará raíces,

Israel retoñará y florecerá,

y llenará el mundo con sus frutos.

7

Dios no ha castigado a Israel

como castigó a sus opresores,

ni ha dado muerte a Israel

como dio muerte a sus asesinos.

8

Dios castigó a su pueblo mandándolo al destierro,

lo expulsó con su soplo terrible,

como cuando sopla el viento del este.

9

Pero perdonará el pecado de Jacob

y bajo esta condición borrará sus faltas:

que haga polvo todos sus altares paganos

como si triturara la piedra de cal,

y que no queden más troncos sagrados

ni altares de incienso en honor de los dioses.

10

La ciudad fortificada quedó en ruinas,

como casa abandonada,

como desierto sin gente.

Es un lugar donde pasta el ganado,

donde come las ramas y se echa a descansar.

11

Las ramas de un árbol se quiebran cuando se secan;

entonces las mujeres las recogen y hacen fuego con ellas.

Es un pueblo sin inteligencia.

Por eso su Creador, el que lo hizo,

no le tendrá compasión ni misericordia.

12

En ese día el Señor actuará

desde el Éufrates hasta el río de Egipto,

como quien trilla las espigas;

pero ustedes, israelitas, serán recogidos uno por uno.

13

En ese día se tocará la gran trompeta,

y los que estaban perdidos en Asiria,

lo mismo que los que estaban desterrados en Egipto,

vendrán a adorar al Señor

en Jerusalén, en el monte santo.

28

1

¡Ay de Samaria, orgullo y corona

de Efraín, ese pueblo borracho;

adorno glorioso de flores marchitas,

que se alza por encima del fértil valle,

ciudad de gente dominada por el vino!

2

El Señor tiene reservado un hombre fuerte,

poderoso como tormenta de granizo,

como tempestad destructora, como lluvia torrencial,

como terrible inundación.

Con la mano echará por tierra,

3

y con los pies aplastará,

a la que es orgullo y corona

de ese pueblo borracho de Efraín.

4

Y ese adorno glorioso de flores marchitas

que se alza por encima del fértil valle,

será como los primeros higos de la temporada:

que en cuanto alguien los ve

y los tiene a la mano, se los come.

5

En ese día

el Señor todopoderoso será una corona gloriosa,

un adorno magnífico para los que queden de su pueblo,

6

e inspirará justicia a los jueces en el tribunal

y valor a los soldados que defiendan la ciudad.

7

También hay otros que se tambalean por el vino

y dan traspiés por las bebidas fuertes:

sacerdotes y profetas se tambalean

por las bebidas fuertes,

se atontan con el vino;

dan traspiés por las bebidas fuertes,

se tambalean al tener visiones

y están borrachos al dictar sentencia.

8

Todas las mesas están llenas de vómito asqueroso,

y no hay un solo lugar limpio.

9

Hablan de mí y dicen:

«¡Venir a darnos lecciones a nosotros,

a enseñarnos lo que Dios ha revelado!

¡Como si fuéramos niños chiquitos

10

que apenas estuvieran aprendiendo a leer:

ba be bi bo bu!»

11

Pues bien, si no hacen caso,

será en lenguaje enredado, en idioma extraño,

como Dios hablará a este pueblo.

12

Ya él les había dicho antes:

«Aquí está la calma,

aquí está el descanso;

que descanse el fatigado.»

Pero no quisieron hacerle caso.

13

Por eso el Señor les hablará

como si fueran niños chiquitos

que estuvieran aprendiendo a leer.

Y así, al caminar, caerán de espaldas,

se herirán, caerán en la trampa,

quedarán atrapados.

14

Escuchen, pues, la palabra del Señor,

hombres insolentes

que gobiernan este pueblo de Jerusalén.

15

Ustedes dicen:

«Hemos hecho un pacto con la muerte,

un contrato con el reino de los muertos,

para que cuando venga la terrible calamidad,

no nos alcance;

hemos buscado refugio en las mentiras,

protección en el engaño.»

16

Por eso, el Señor dice:

«Voy a poner en Sión una piedra,

una piedra escogida y muy valiosa,

que será la piedra principal

y servirá de fundamento.

El que tenga confianza, podrá estar tranquilo.

17

En esa construcción usaré por plomada la justicia

y por nivel la rectitud.»

El refugio que ustedes habían buscado en las mentiras

lo destruirá el granizo,

y el agua arrasará su lugar de protección.

18

Su pacto con la muerte será anulado,

y su contrato con el reino de los muertos quedará sin valor.

Vendrá la terrible calamidad

y a ustedes los aplastará.

19

Cada vez que venga, los arrastrará.

Vendrá mañana tras mañana, de día y de noche.

El sólo oír la noticia los hará temblar.

20

Será como acostarse en una cama estrecha

y abrigarse con una manta corta.

21

El Señor actuará como en el monte Perasim,

intervendrá como en el valle de Gabaón,

para realizar su acción, por extraña que parezca,

para llevar a cabo su obra, su obra misteriosa.

22

Así pues, ¡no más insolencia!,

no sea que sus cadenas se les aprieten más;

porque he oído que el Señor todopoderoso

ha decretado la destrucción de todo el país.

23

Pongan atención, escuchen lo que digo,

oigan con cuidado mis palabras:

24

Cuando un agricultor va a sembrar,

no se pasa todo el tiempo arando

o rompiendo o rastrillando su terreno.

25

¿No es verdad que, después de haberlo aplanado,

esparce semillas de eneldo o comino,

y que luego siembra trigo en hileras,

y que en los bordes siembra cebada y centeno?

26

Dios le enseña cómo debe hacerlo.

27

Porque el eneldo no se trilla,

ni se hace rodar sobre el comino una carreta;

sino que el eneldo se sacude con un palo

y el comino con una vara.

28

El trigo se trilla, si, pero no sin parar;

se hacen pasar las ruedas de la carreta

y se separa el grano, pero sin machacarlo.

29

Así también hace sus planes el Señor todopoderoso.

Él tiene planes admirables,

y los lleva a cabo con gran sabiduría.

29

1

¡Ay de Ariel, Ariel,

la ciudad donde acampó David!

Que pasen unos cuantos años

con sus series de fiestas,

2

y yo pondré a Ariel en apuros,

y habrá llanto y gemidos.

La ciudad será para mí realmente como Ariel.

3

Enviaré mi ejército para que te rodee,

pondré un cerco de fortalezas en tu derredor

y levantaré trincheras para atacarte.

4

Quedarás humillada, tendida en el suelo;

tu voz parecerá la de un fantasma;

tus palabras sonarán como un susurro.

5

5-6 Pero de repente, en un instante,

el Señor todopoderoso castigará a tus enemigos

con truenos, terremotos, gran estruendo,

tormenta, tempestad e incendios destructores.

Tus innumerables enemigos quedarán hechos polvo fino,

tus muchos perseguidores serán arrastrados como paja.

6

7

Todos esos pueblos incontables

que hacen la guerra a Ariel,

todos los que lo combaten

y atacan sus fortificaciones,

los mismos que lo oprimen,

serán como un sueño o una visión nocturna.

8

Será como cuando un hambriento sueña

y cree que está comiendo,

pero luego se despierta con el estómago vacío;

o como cuando un sediento sueña

y cree que está bebiendo,

pero luego se despierta con sed

y con la garganta reseca.

Así sucederá con todos esos innumerables pueblos

que atacan el monte Sión.

9

¡Sigan ustedes siendo estúpidos!

¡Sigan siendo ciegos, sin ver nada!

¡Sigan tambaleándose como borrachos,

aunque no hayan tomado bebidas embriagantes!

10

Pues el Señor ha enviado sobre ustedes

un sueño profundo.

Los profetas son los ojos del pueblo,

pero el Señor los ha cubierto con un velo.

11

Toda visión se ha convertido para ustedes

en algo así como lo escrito

en un pliego enrollado y sellado.

Si alguien se lo da a uno que sabe leer

y le dice: «Lee esto»,

él responderá:

«No puedo, porque está sellado.»

12

Y si se lo da a uno que no sabe leer

y le dice: «Lee esto»,

él responderá: «No sé leer.»

13

El Señor me dijo:

«Este pueblo me sirve de palabra

y me honra con la boca,

pero su corazón está lejos de mí,

y el culto que me rinde

son cosas inventadas por los hombres

y aprendidas de memoria.

14

Por eso, con prodigios y milagros

dejaré otra vez maravillado a este pueblo.

La sabiduría de sus sabios

y la inteligencia de sus inteligentes desaparecerán.»

15

¡Ay de aquellos que se esconden del Señor

para ocultar sus planes,

que hacen sus maldades en la sombra

y dicen: «Nadie nos ve. Nadie se da cuenta»!

16

¡Qué modo de pervertir las cosas!

Como si el barro fuera igual

a aquel que lo trabaja.

Un objeto no va a decir al que lo hizo:

«Tú no me hiciste»,

ni una pieza de barro al que la fabrica:

«No sabes lo que estás haciendo.»

17

Dentro de poco tiempo

el bosque se convertirá en campos de cultivo

y los campos de cultivo parecerán un bosque.

18

En ese día los sordos podrán oír

cuando alguien les lea,

y los ciegos podrán ver,

libres de oscuridad y de tinieblas.

19

Los humildes volverán a alegrarse en el Señor,

los más pobres se gozarán

en el Dios Santo de Israel.

20

Se acabarán los insolentes,

dejarán de existir los arrogantes

y desaparecerán los que sólo piensan en hacer el mal,

21

esos que acusan de crímenes a otros,

y ponen trampas al juez,

y con engaños niegan justicia al inocente.

22

Por eso, el Señor, el Dios de Israel,

el que rescató a Abraham, dice:

«De ahora en adelante Jacob no sentirá vergüenza,

ni su rostro se enrojecerá,

23

porque cuando sus descendientes

vean lo que he hecho en su pueblo,

reconocerán mi santidad y me temerán a mí,

el Dios Santo de Israel.

24

Los que estaban confundidos aprenderán a ser sabios,

y los murmuradores aceptarán las enseñanzas.»

30

1

El Señor afirma:

«¡Ay de los hijos rebeldes,

que hacen planes sin contar conmigo

y preparan proyectos que yo no les inspiro,

de manera que amontonan pecado sobre pecado!

2

Se van a toda prisa a Egipto,

y a mí no me consultan;

buscan apoyo bajo la protección del faraón,

se refugian bajo la sombra de Egipto.

3

Pero la protección del faraón los defraudará,

y el refugio a la sombra de Egipto será su humillación.

4

Aunque ustedes hayan enviado embajadores

hasta las ciudades de Soan y de Hanés,

5

todos quedarán defraudados por esa nación inútil,

que no les trae ayuda ni provecho,

sino sólo desilusión y desgracia.»

6

Profecía acerca de los animales del Négueb:

Por territorio lleno de peligros,

habitado por leones que rugen,

por víboras y dragones voladores,

llevan sus tesoros y riquezas

a lomo de burro y de camello

a Egipto, pueblo inútil,

7

impotente, incapaz de ayudar.

Por eso le he puesto este nombre:

«Monstruo que ruge y no hace nada».

8

Ven ahora y escríbelo en una tabla,

ponlo en una inscripción

que quede ahí para el futuro,

como testimonio eterno.

9

Esta gente es un pueblo rebelde, infiel,

que no quiere escuchar las enseñanzas del Señor.

10

A los videntes dicen: «No tengan visiones»,

y a los profetas: «No nos cuenten revelaciones verdaderas;

háblennos palabras suaves;

no nos quiten nuestras ilusiones.

11

Apártense del camino,

desvíense del sendero recto,

no nos pongan delante al Dios Santo de Israel.»

12 Por eso, el Dios Santo de Israel dice:

«Ustedes rechazan esta advertencia,

y confían en la violencia y la maldad,

y se apoyan en ellas;

13

por eso, ustedes son culpables.

Parecen un alto muro agrietado

que cuando menos se piensa se derrumba;

14

serán destruidos como un jarrón de barro,

que se quiebra tan completamente

que no queda entre los pedazos rotos

ni uno que sirva para recoger las brasas del fogón

o para sacar agua de un pozo.»

15 El Señor, el Dios Santo de Israel, dice:

«Vuelvan, quédense tranquilos y estarán a salvo.

En la tranquilidad y la confianza

estará su fuerza.»

Pero ustedes no quisieron,

16

sino que dijeron: «No, mejor huiremos a caballo.»

Bueno, así tendrán que huir.

También dijeron: «Montaremos en carros veloces.»

Bueno, veloces serán los que los persigan.

17

Mil huirán amenazados por un solo hombre,

y todos ustedes huirán amenazados por cinco,

hasta que queden tan pocos

como queda un palo en la cumbre de un monte

o una señal levantada sobre una colina.

18 Pero el Señor los espera, para tener compasión de ustedes; él está ansioso por mostrarles su amor, porque el Señor es un Dios de justicia. ¡Dichosos todos los que esperan en él!

19 Pueblo de Sión, que vives en Jerusalén: ya no llorarás más. El Señor tendrá compasión de ti al oír que gritas pidiendo ayuda, y apenas te oiga, te responderá.

20 Y aunque el Señor te dé el pan del sufrimiento y el agua de la aflicción, él, que es tu maestro, no se esconderá más; con tus propios ojos lo verás.

21 Y si te desvías a la derecha o a la izquierda, oirás una voz detrás de ti, que te dirá: «Por aquí es el camino, vayan por aquí.»

22 Y despreciarás como cosas impuras tus imágenes de plata y tus ídolos recubiertos de oro. Los rechazarás como algo impuro y los considerarás como basura.

23 El Señor te dará lluvia para la semilla que siembres en la tierra, y la tierra producirá trigo abundante y fértil. En ese día tu ganado tendrá lugar en abundancia para pastar.

24 Hasta los bueyes y los burros que trabajan en tus campos tendrán para comer el mejor y más exquisito forraje.

25 Cuando llegue el día de la gran matanza y caigan las fortalezas, habrá ríos y torrentes de agua en todas las altas montañas y en las colinas elevadas.

26 El Señor curará y vendará las heridas de su pueblo. Entonces la luna alumbrará como el sol, y la luz del sol será siete veces más fuerte, como la luz de siete soles juntos.

27

Miren, el Señor en persona viene de lejos;

su furor está ardiendo con espesa humareda,

sus labios están llenos de ira,

su lengua es como fuego destructor,

28

su aliento es como un río desbordado

que llega hasta el cuello;

él viene a poner un yugo a las naciones

para llevarlas a la ruina,

a poner un freno en la boca de los pueblos

para hacerlos extraviar.

29

Para ustedes, en cambio, habrá cantos,

como en noche de fiesta sagrada;

su corazón estará alegre,

como el de quien camina al son de la flauta

para ir al monte del Señor,

al refugio de Israel.

30

El Señor dejará oír su voz majestuosa

y mostrará su poder, que actuará con ira terrible,

con las llamas de un fuego devorador,

con rayos, aguacero y granizo.

31

Al oír la voz del Señor y recibir su castigo,

Asiria se llenará de terror,

32

y a cada golpe que descargue el Señor sobre ella,

sonarán tambores y arpas.

El Señor le hará una guerra terrible.

33

Desde hace mucho tiempo

está preparado para Asiria y para su rey

el lugar del tormento, ancho y profundo,

una hoguera encendida con leña abundante.

La encenderá el soplo del Señor,

como un torrente de azufre.

31

1

¡Ay de los que van a Egipto a buscar ayuda,

de los que confían en los caballos,

de los que ponen su confianza en que tienen muchos carros

y en que es muy numerosa su caballería,

y no vuelven la vista al Dios Santo de Israel,

no buscan al Señor!

2

Pero él también es hábil y sabe causar desgracias,

y cuando dice una cosa, no se vuelve atrás.

Él actuará contra la gente malvada,

contra los que ayudan a los malhechores.

3

Los egipcios son hombres, no dioses;

sus caballos son de carne, no espíritus.

El Señor extenderá su mano para castigarlos,

y tanto el protector como el protegido caerán;

todos perecerán a la vez.

4

El Señor me dijo:

«Así como un león que ha matado una oveja

no se deja asustar por los pastores,

aunque todos ellos se reúnan

y traten de asustarlo con sus gritos,

así vendrá el Señor todopoderoso

a defender a su pueblo en el monte Sión.

5

Como el ave que protege su nido volando encima de él,

así protegerá el Señor todopoderoso a Jerusalén;

la cuidará, la salvará,

la defenderá, la librará.»

6

Hijos de Israel, vuelvan a aquel

a quien han ofendido tan gravemente.

7

Porque el día en que todos ustedes

rechacen los ídolos de oro y de plata

que han hecho con sus manos culpables,

8

Asiria caerá a filo de espada,

pero no por un poder humano.

La guerra hará huir a su gente,

y a sus jóvenes guerreros los harán esclavos;

9

a causa del miedo, su rey saldrá corriendo

y sus capitanes desertarán de su bandera.

Esto lo afirma el Señor,

que en Jerusalén tiene una hoguera

para castigar a sus enemigos.

32

1

Habrá un rey que reinará con rectitud

y gobernantes que gobernarán con justicia.

2

Cada uno de ellos será como refugio contra el viento

y protección contra la tempestad,

como canales de riego en tierra seca,

como la sombra de una gran roca en el desierto.

3

Tendrán los ojos bien abiertos

y estarán dispuestos a escuchar con atención;

4

no actuarán con precipitación sino con prudencia,

y dirán las cosas con toda claridad.

5

La gente no llamará noble al canalla

ni tratará al pícaro como persona de importancia.

6

Porque el canalla habla como canalla

y en su mente hace planes malvados;

busca cometer el crimen

y habla mentiras contra el Señor;

deja ir con las manos vacías al hambriento

y no da de beber al que tiene sed.

7

El que es pícaro se vale de artimañas

y trama cosas infames;

perjudica con mentiras a los pobres

y al necesitado que pide justicia.

8

En cambio, el que es noble tiene planes nobles,

y en esos planes se mantiene firme.

9

Y ustedes, mujeres despreocupadas,

oigan lo que les voy a decir.

Mujeres confiadas, escuchen mis palabras.

10

Ahora están confiadas,

pero dentro de poco más de un año se estremecerán,

porque se terminará la cosecha

y no recogerán más uvas.

11

Ustedes que viven despreocupadas, tiemblen;

ustedes que se sienten confiadas, estremézcanse,

quítense esos vestidos

y pónganse ropas ásperas en señal de dolor.

12

Hagan demostraciones de dolor

por los campos risueños y los fértiles viñedos.

13

Espinos y matorrales crecerán en mi país,

en toda casa alegre de la ciudad amiga de las diversiones.

14

El palacio estará abandonado;

la ciudad, tan poblada, quedará desierta;

las fortificaciones, abandonadas para siempre;

allí vivirán contentos los asnos salvajes,

y podrá comer el ganado.

15

Pero el poder creador del Señor

vendrá de nuevo sobre nosotros,

y el desierto se convertirá en tierra de cultivo,

y la tierra de cultivo será mucho más fértil.

16

La rectitud y la justicia reinarán

en todos los lugares del país.

17

La justicia producirá paz,

tranquilidad y confianza para siempre.

18

Mi pueblo vivirá en un lugar pacífico,

en habitaciones seguras,

en residencias tranquilas,

19

aunque el bosque sea talado

y humillada la ciudad.

20

Ustedes vivirán felices,

con riego abundante para sus sembrados

y pastos seguros para el burro y el buey.

33

1

¡Ay de ti, destructor no destruido;

traidor no traicionado!

Cuando acabes de destruir, serás destruido,

cuando acabes de traicionar, serás traicionado.

2

Señor, ten compasión de nosotros,

que esperamos en ti.

Sé nuestro apoyo todas las mañanas,

nuestra salvación en tiempos de dificultad.

3

Al oír tus amenazas huyen los pueblos,

cuando tú intervienes se dispersan las naciones;

4

sus enemigos, como nube de langostas,

se lanzan sobre ellos y les quitan sus riquezas.

5

El Señor es soberano, pues vive en el cielo;

él ha llenado a Sión de rectitud y justicia,

6

y siempre le dará seguridad.

La sabiduría y el conocimiento son un tesoro que salva;

el temor del Señor es una riqueza.

7

¡Oye cómo gritan los valientes en la calle

y cómo lloran los enviados a negociar la paz!

8

Los caminos están desiertos,

nadie transita por ellos.

Se rompen las alianzas y los convenios;

no hay respeto para nadie.

9

La tierra está de luto y triste,

el Líbano se marchita avergonzado,

el valle de Sarón se ha convertido en un desierto,

Basán y el monte Carmelo están pelados.

10

El Señor dice:

«Ahora voy a actuar;

ahora voy a mostrar toda mi grandeza y majestad.

11

Los planes y las obras de ustedes son paja y basura;

mi soplo los devorará como un incendio.

12

Los pueblos serán reducidos a cenizas;

como espinos cortados arderán en el fuego.

13

Los que están lejos escuchen lo que he hecho,

y los que están cerca reconozcan mi poder.»

14

En Sión tiemblan los pecadores,

y los impíos se llenan de terror y dicen:

«¿Quién de nosotros puede vivir

en un fuego destructor, en una hoguera eterna?»

15

El que procede rectamente y dice la verdad,

el que no se enriquece abusando de la fuerza

ni se deja comprar con regalos,

el que no hace caso a sugerencias criminales

y cierra los ojos para no fijarse en el mal,

16

ése vivirá seguro,

tendrá su refugio en una fortaleza de rocas,

siempre tendrá pan y el agua no le faltará.

17

De nuevo verás al rey en su esplendor;

las fronteras del país llegarán hasta muy lejos.

18

Al recordar el miedo en que vivías, dirás:

«¿Dónde está el que contaba los impuestos?

¿Dónde está el que comprobaba el peso?

¿Dónde está el que contaba las torres?»

19

Ya no vivirás entre un pueblo insolente,

de lengua difícil de entender,

de idioma enredado, que nadie comprende.

20

Mira a Sión, la ciudad de nuestras fiestas;

dirige tus ojos a Jerusalén, ciudad segura;

será como un campamento firme,

cuyas estacas no se arrancarán

ni se romperán sus cuerdas.

21

Ahí se muestra glorioso el Señor con nosotros.

Es un lugar de ríos, de corrientes muy anchas,

pero no lo invadirán los enemigos

con sus barcos de remo y sus naves poderosas.

22

22-23 Las cuerdas de esas naves

no pueden sostener el mástil;

la vela no se puede extender.

Arrebataremos tantas riquezas a los enemigos,

que hasta el ciego recibirá su parte

y los lisiados se dedicarán al saqueo.

Porque el Señor es nuestro juez,

nuestro legislador y nuestro rey,

y él nos salvará.

23

24

Ningún habitante dirá: «Estoy enfermo.»

Dios perdonará los pecados a los habitantes de Sión.

34

1

Acérquense, pueblos, a escuchar;

naciones, presten atención.

Que escuche la tierra y lo que hay en ella,

el mundo y todo lo que él produce.

2

Porque el Señor está enojado

con las naciones y con todos sus ejércitos,

y los ha condenado a destrucción y muerte.

3

Los muertos serán abandonados,

el mal olor se levantará de los cadáveres

y ríos de sangre correrán por las montañas.

4

Todos los astros del cielo se desintegrarán,

el cielo se envolverá como un rollo

y todas las estrellas se apagarán,

como se marchita y cae una hoja desprendida

de una vid o de una higuera.

5

Sí, la espada del Señor aparece en el cielo

y va a caer sobre Edom,

pueblo condenado a muerte.

6

La espada del Señor se cubrirá de sangre y de grasa,

como cuando se matan corderos y cabras en los sacrificios.

El Señor va a hacer un sacrificio en Bosrá,

una gran matanza en Edom.

7

Y caerán como los búfalos,

los becerros y los toros;

su tierra se empapará de sangre,

y el polvo se llenará de grasa.

8

Sí, será el día de la venganza del Señor,

el año del desquite, para la causa de Sión.

9

Los arroyos de Edom se convertirán en brea,

su polvo en azufre;

la tierra arderá como brea.

10

No se apagará ni de día ni de noche;

siempre se levantará su humareda.

Por siglos y siglos quedará abandonada;

nadie volverá a pasar jamás por allí.

11

Allí se instalarán el búho y el mochuelo,

y harán sus nidos el cuervo y la lechuza.

El Señor convertirá ese país

en desierto y soledad.

12

No volverá a tener un rey que lo gobierne;

todos sus jefes desaparecerán.

13

En sus palacios crecerán espinos,

y ortigas y cardos en sus fortalezas.

Será un lugar donde vivan los chacales

y se refugien los avestruces.

14

Los gatos monteses harán compañía a los chacales,

las cabras se llamarán unas a otras.

Allí habitará el fantasma que espanta de noche,

y encontrará sitio para descansar.

15

Allí el búho hará su nido,

pondrá sus huevos y sacará sus crías,

y las reunirá para protegerlas.

Allí también se reunirán los gavilanes,

cada macho con su hembra.

16

Consulten el libro del Señor y lean:

No faltará ni uno solo de esos animales,

y a ninguno le faltará su hembra,

porque el Señor mismo lo ha dispuesto

y con su soplo los reunirá.

17

A cada uno le ha señalado su lugar,

con su mano le ha asignado su territorio,

y lo ocuparán por siempre;

por siglos y siglos vivirán allí.

35

1

Que se alegre el desierto, tierra seca;

que se llene de alegría, que florezca,

2

que produzca flores como el lirio,

que se llene de gozo y alegría.

Dios lo va a hacer tan bello como el Líbano,

tan fértil como el Carmelo y el valle de Sarón.

Todos verán la gloria del Señor,

la majestad de nuestro Dios.

3

Fortalezcan a los débiles,

den valor a los cansados,

4

digan a los tímidos:

«¡Ánimo, no tengan miedo!

¡Aquí está su Dios para salvarlos,

y a sus enemigos los castigará como merecen!»

5

Entonces los ciegos verán

y los sordos oirán;

6

los lisiados saltarán como venados

y los mudos gritarán.

En el desierto, tierra seca,

brotará el agua a torrentes.

7

El desierto será un lago,

la tierra seca se llenará de manantiales.

Donde ahora viven los chacales,

crecerán cañas y juncos.

8

Y habrá allí una calzada

que se llamará «el camino sagrado».

Los que no estén purificados

no podrán pasar por él;

los necios no andarán por él.

9

Allí no habrá leones

ni se acercarán las fieras.

Por ese camino volverán los libertados,

10

los que el Señor ha redimido;

entrarán en Sión con cantos de alegría,

y siempre vivirán alegres.

Hallarán felicidad y dicha,

y desaparecerán el llanto y el dolor.

36

1 En el año catorce del reinado de Ezequías, Senaquerib, rey de Asiria, atacó a todas las ciudades fortificadas de Judá y las tomó.

2 Desde Laquis envió a un alto oficial, con un poderoso ejército, a ver al rey Ezequías en Jerusalén, y se colocaron junto al canal del estanque superior, en el camino que va al campo del Lavador de Paños.

3 Allá salieron a su encuentro Eliaquim, hijo de Hilquías, que era mayordomo de palacio; el cronista Sebná; y Joah, hijo de Asaf, el secretario del rey.

4 El oficial asirio les dijo:

—Comuniquen a Ezequías este mensaje del gran rey, el rey de Asiria: “¿De qué te sientes tan seguro?

5 ¿Piensas acaso que las palabras bonitas valen lo mismo que la táctica y la fuerza para hacer la guerra? ¿En quién confías para rebelarte contra mí?

6 Veo que confías en el apoyo de Egipto. Pues bien, Egipto es una caña astillada, que si uno se apoya en ella, se le clava y le atraviesa la mano. Eso es el faraón, rey de Egipto, para todos los que confían en él.

7 Y si me dices: Nosotros confiamos en el Señor nuestro Dios, ¿acaso no suprimió Ezequías los lugares de culto y los altares de Dios, y ordenó que la gente de Judá y Jerusalén le diera culto solamente en un altar?

8 Haz un trato con mi amo, el rey de Asiria: yo te doy dos mil caballos, si consigues jinetes para ellos.

9 Tú no eres capaz de hacer huir ni al más insignificante de los oficiales asirios, ¿y esperas conseguir jinetes y caballos en Egipto?

10 Además, ¿crees que yo he venido a atacar y destruir este país sin contar con el Señor? ¡Él fue quien me ordenó atacarlo y destruirlo!”

11 Eliaquim, Sebná y Joah respondieron al oficial asirio:

—Por favor, háblenos usted en arameo, pues nosotros lo entendemos. No nos hable usted en hebreo, pues toda la gente que hay en la muralla está escuchando.

12 Pero el oficial asirio dijo:

—No fue a tu amo, ni a ustedes, a quienes el rey de Asiria me mandó que dijera esto. Fue precisamente a la gente que está sobre la muralla, pues ellos, lo mismo que ustedes, tendrán que comerse su propio estiércol y beberse sus propios orines.

13 Entonces el oficial, de pie, gritó bien fuerte en hebreo:

—Oigan lo que les dice el gran rey, el rey de Asiria:

14 “No se dejen engañar por Ezequías; él no puede salvarlos.”

15 Si Ezequías quiere convencerlos de que confíen en el Señor, y les dice: “El Señor ciertamente nos salvará; él no permitirá que esta ciudad caiga en poder del rey de Asiria”,

16 no le hagan caso. El rey de Asiria me manda a decirles que hagan las paces con él, y que se rindan, y así cada uno podrá comer del producto de su viñedo y de su higuera y beber el agua de su propia cisterna.

17 Después los llevará a un país parecido al de ustedes, un país de trigales y viñedos, para hacer pan y vino.

18 Si Ezequías les dice que el Señor los va a salvar, no se dejen engañar por él. ¿Acaso alguno de los dioses de los otros pueblos pudo salvar a su país del poder del rey de Asiria?

19 ¿Dónde están los dioses de Hamat y de Arpad? ¿Dónde están los dioses de Sefarvaim? ¿Acaso pudieron salvar del poder de Asiria a Samaria?

20 ¿Cuál de todos los dioses de esos países pudo salvar a su nación del poder del rey de Asiria? ¿Por qué piensan que el Señor puede salvar a Jerusalén?

21 Ellos se quedaron callados y no le respondieron ni una palabra, porque el rey había ordenado que no respondieran nada.

22 Entonces, afligidos, Eliaquim, mayordomo de palacio; Sebná, cronista; y Joah, secretario del rey, se rasgaron la ropa y se fueron a ver a Ezequías para contarle lo que había dicho el comandante asirio.

37

1 Cuando el rey Ezequías oyó esto, se rasgó sus vestiduras, se puso ropas ásperas en señal de dolor y se fue al templo del Señor.

2 Y envió a Eliaquim, mayordomo de palacio, al cronista Sebná y a los sacerdotes más ancianos, con ropas ásperas en señal de dolor, a ver al profeta Isaías, hijo de Amós,

3 y a decirle de parte del rey: «Hoy estamos en una situación de angustia, castigo y humillación; como una mujer que, a punto de dar a luz, se quedara sin fuerzas.

4 Ojalá el Señor tu Dios haya oído las palabras del oficial enviado por su amo, el rey de Asiria, para insultar al Dios viviente, y ojalá lo castigue por las cosas que el Señor mismo, tu Dios, habrá oído. Ofrece, pues, una oración por los que aún quedan.»

5 Los funcionarios del rey Ezequías fueron a ver a Isaías,

6 e Isaías les encargó que respondieran a su amo: «El Señor dice: “No tengas miedo de esas palabras ofensivas que dijeron contra mí los criados del rey de Asiria.

7 Mira, yo voy a hacer que llegue a él un rumor que lo obligue a volver a su país, y allí lo haré morir asesinado.”»

8 El oficial asirio se enteró de que el rey de Asiria se había ido de la ciudad de Laquis. Entonces se fue de Jerusalén, y encontró al rey de Asiria atacando a Libná.

9 Allí el rey de Asiria oyó decir que el rey Tirhaca de Etiopía había emprendido una campaña militar contra él. Una vez más, el rey de Asiria envió embajadores al rey Ezequías de Judá, a decirle:

10 «Tu Dios, en el que tú confías, te asegura que Jerusalén no caerá en mi poder; pero no te dejes engañar por él.

11 Tú has oído lo que han hecho los reyes de Asiria con todos los países que han querido destruir. ¿Y te vas a salvar tú?

12 ¿Acaso los dioses salvaron a los otros pueblos que mis antepasados destruyeron: a Gozán, a Harán, a Résef, y a la gente de Bet-edén que vivía en Telasar?

13 ¿Dónde están los reyes de Hamat, de Arpad, de Sefarvaim, de Hená y de Ivá?»

14 Ezequías tomó la carta que le entregaron los embajadores, y la leyó. Luego se fue al templo y, extendiendo la carta delante del Señor,

15 oró así:

16 «Señor todopoderoso, Dios de Israel, que tienes tu trono sobre los querubines, tú solo eres Dios de todos los reinos de la tierra; tú creaste el cielo y la tierra.

17 Pon atención, Señor, y escucha. Abre tus ojos, Señor, y mira. Escucha las palabras que Senaquerib mandó decirme, palabras todas ellas ofensivas contra ti, el Dios viviente.

18 Es cierto, Señor, que los reyes de Asiria han destruido todas las naciones y sus tierras,

19 y que han echado al fuego sus dioses, porque en realidad no eran dioses, sino objetos de madera o de piedra hechos por el hombre. Por eso los destruyeron.

20 Ahora pues, Señor y Dios nuestro, sálvanos de su poder, para que todas las naciones de la tierra sepan que tú, Señor, eres el único Dios.»

21 Entonces Isaías mandó a decir a Ezequías: «Esto dice el Señor, Dios de Israel: “Yo he escuchado la oración que me hiciste acerca de Senaquerib, rey de Asiria.”»

22 Éstas son las palabras que dijo el Señor acerca del rey de Asiria:

«La ciudad de Sión, como una muchacha,

se ríe de ti, Senaquerib.

Jerusalén mueve burlonamente la cabeza

cuando tú te retiras.

23

¿A quién has ofendido e insultado?

¿Contra quién alzaste la voz

y levantaste los ojos altaneramente?

¡Contra el Dios Santo de Israel!

24

Por medio de tus funcionarios insultaste al Señor.

Dijiste:

“Con mis innumerables carros de guerra

subí a las cumbres de los montes,

a lo más empinado del Líbano.

Corté sus cedros más altos,

sus pinos más bellos.

Alcancé sus cumbres más altas,

y sus bosques, que parecen jardines.

25

En tierras extrañas

cavé pozos y bebí de esa agua,

y con las plantas de mis pies

sequé todos los ríos de Egipto.”

26

¿Pero no sabías que soy yo, el Señor,

quien ha dispuesto todas estas cosas?

Desde tiempos antiguos lo había planeado,

y ahora lo he realizado;

por eso tú destruyes ciudades fortificadas

y las conviertes en montones de ruinas.

27

Sus habitantes, impotentes,

llenos de miedo y vergüenza,

han sido como hierba del campo,

como pasto verde,

como hierba que crece en los tejados

y que es quemada por el viento del este.

28

Yo conozco todos tus movimientos

y todas tus acciones;

yo sé que te has enfurecido contra mí.

29

Y como conozco tu furia y tu arrogancia,

voy a ponerte una argolla en la nariz,

un freno en la boca,

y te haré volver por el camino

por donde viniste.»

30

Isaías dijo entonces a Ezequías:

«Ésta será una señal de lo que va a suceder:

este año y el siguiente comerán ustedes

el trigo que nace por sí solo,

pero al tercer año podrán sembrar y cosechar,

plantar viñedos y comer de sus frutos.

31

Los sobrevivientes de Judá serán como plantas:

echarán raíces y producirán fruto,

32

porque un resto quedará en Jerusalén;

en el monte Sión habrá sobrevivientes.

Esto lo hará el ardiente amor del Señor todopoderoso.

33

»Acerca del rey de Asiria dice el Señor:

“No entrará en Jerusalén,

no le disparará ni una flecha,

no la atacará con escudos

ni construirá una rampa a su alrededor.

34

Por el mismo camino por donde vino, se volverá;

no entrará en esta ciudad.

Yo, el Señor, doy mi palabra.

35

Yo protegeré esta ciudad

y la salvaré,

por consideración a mi siervo David

y a mí mismo.”»

36 Y el ángel del Señor fue y mató a ciento ochenta y cinco mil hombres del campamento asirio; al día siguiente, todos amanecieron muertos.

37 Entonces Senaquerib, rey de Asiria, levantó el campamento y regresó a Nínive.

38 Y un día, cuando estaba adorando en el templo de Nisroc, su dios, sus hijos Adramélec y Sarézer fueron y lo asesinaron, y huyeron a la región de Ararat. Después reinó en su lugar su hijo Esarhadón.

38

1 Por aquel tiempo Ezequías cayó gravemente enfermo, y el profeta Isaías, hijo de Amós, fue a verlo y le dijo:

—El Señor dice: “Da tus últimas instrucciones a tu familia, porque vas a morir. No te curarás.”

2 Ezequías volvió la cara hacia la pared y oró así al Señor:

3 «Yo te suplico, Señor, que te acuerdes de cómo te he servido fiel y sinceramente, haciendo lo que te agrada.» Y lloró amargamente.

4 El Señor ordenó a Isaías

5 que fuera y le dijera a Ezequías: «El Señor, Dios de tu antepasado David, dice: “Yo he escuchado tu oración y he visto tus lágrimas. Voy a darte quince años más de vida.

6 A ti y a Jerusalén los libraré del rey de Asiria. Yo protegeré esta ciudad.”»

21 Isaías mandó hacer una pasta de higos para que se la aplicaran al rey en la parte enferma, y el rey se curó.

22 Entonces Ezequías preguntó a Isaías:

—¿Por medio de qué señal voy a darme cuenta de que puedo ir al templo del Señor?

7 Isaías respondió:

—Ésta es la señal que el Señor te dará en prueba de que te cumplirá su promesa:

8 En el reloj de sol de Ahaz voy a hacer que la sombra del sol retroceda las diez gradas que ya ha bajado.

Y la sombra del sol retrocedió las diez gradas que ya había bajado.

9 Cuando el rey Ezequías de Judá sanó de su enfermedad, compuso este salmo:

10

Yo había pensado:

En lo mejor de mi vida tendré que irme;

se me ordena ir al reino de la muerte

por el resto de mis días.

11

Yo pensé: Ya no veré más al Señor en esta tierra,

no volveré a mirar a nadie

de los que viven en el mundo.

12

Deshacen mi habitación, me la quitan,

como tienda de pastores.

Mi vida era cual la tela de un tejedor,

que es cortada del telar.

De día y de noche me haces sufrir.

13

Grito de dolor toda la noche,

como si un león estuviera quebrándome los huesos.

De día y de noche me haces sufrir.

14

Me quejo suavemente como las golondrinas,

gimo como las palomas.

Mis ojos se cansan de mirar al cielo.

¡Señor, estoy oprimido, responde tú por mí!

15

¿Pero qué podré yo decirle,

si él fue quien lo hizo?

El sueño se me ha ido

por la amargura de mi alma.

16

Aquellos a quienes el Señor protege, vivirán,

y con todos ellos viviré yo.

Tú me has dado la salud, me has devuelto la vida.

17

Mira, en vez de amargura, ahora tengo paz.

Tú has preservado mi vida

de la fosa destructora,

porque has perdonado todos mis pecados.

18

Quienes están en el sepulcro no pueden alabarte,

los muertos no pueden darte gloria,

los que bajan a la fosa

no pueden esperar tu fidelidad.

19

Sólo los que viven pueden alabarte,

como hoy lo hago yo.

Los padres hablan a sus hijos

de tu fidelidad.

20

El Señor está aquí para salvarme.

Toquemos nuestras arpas y cantemos

todos los días de nuestra vida

en el templo del Señor.

39

1 Por aquel tiempo el rey Merodac-baladán, hijo de Baladán, rey de Babilonia, oyó decir que Ezequías había estado enfermo pero que ya había recobrado la salud, y por medio de unos mensajeros le envió cartas y un regalo.

2 Ezequías se alegró de su llegada y les mostró su tesoro, la plata y el oro, los perfumes, el aceite fino y su depósito de armas, y todo lo que se encontraba en sus depósitos. No hubo nada en su palacio ni en todo su reino que no les mostrara.

3 Entonces fue el profeta Isaías a ver al rey Ezequías, y le preguntó:

—¿De dónde vinieron esos hombres, y qué te dijeron?

Ezequías respondió:

—Vinieron de un país lejano; vinieron de Babilonia.

4 Isaías le preguntó:

—¿Y qué vieron en tu palacio?

Ezequías contestó:

—Vieron todo lo que hay en él. No hubo nada en mis depósitos que yo no les mostrara.

5 Isaías dijo entonces a Ezequías:

—Escucha este mensaje del Señor todopoderoso:

6 “Van a venir días en que todo lo que hay en tu palacio y todo lo que juntaron tus antepasados hasta el día de hoy, será llevado a Babilonia. No quedará aquí nada.

7 Aun a algunos de tus propios descendientes se los llevarán a Babilonia, los castrarán y los pondrán como criados en el palacio del rey.”

8 Ezequías, pensando que al menos durante su vida habría paz y seguridad, respondió a Isaías:

—El mensaje que me has traído de parte del Señor es favorable.

40

1

El Dios de ustedes dice:

«Consuelen, consuelen a mi pueblo;

2

hablen con cariño a Jerusalén

y díganle que su esclavitud ha terminado,

que ya ha pagado por sus faltas,

que ya ha recibido de mi mano

el doble del castigo por todos sus pecados.»

3

Una voz grita:

«Preparen al Señor un camino en el desierto,

tracen para nuestro Dios

una calzada recta en la región estéril.

4

Rellenen todas las cañadas,

allanen los cerros y las colinas,

conviertan la región quebrada y montañosa

en llanura completamente lisa.

5

Entonces mostrará el Señor su gloria,

y todos los hombres juntos la verán.

El Señor mismo lo ha dicho.»

6

Una voz dice: «Grita»,

y yo pregunto: «¿Qué debo gritar?»

«Que todo hombre es como hierba,

¡tan firme como una flor del campo!

7

La hierba se seca y la flor se marchita

cuando el soplo del Señor pasa sobre ellas.

Ciertamente la gente es como hierba.

8

La hierba se seca y la flor se marchita,

pero la palabra de nuestro Dios

permanece firme para siempre.»

9

Súbete, Sión, a la cumbre de un monte,

levanta con fuerza tu voz

para anunciar una buena noticia.

Levanta sin miedo la voz, Jerusalén,

y anuncia a las ciudades de Judá:

«¡Aquí está el Dios de ustedes!»

10

Llega ya el Señor con poder,

sometiéndolo todo con la fuerza de su brazo.

Trae a su pueblo

después de haberlo rescatado.

11

Viene como un pastor que cuida su rebaño;

levanta los corderos en sus brazos,

los lleva junto al pecho

y atiende con cuidado a las recién paridas.

12

¿Quién ha medido el océano con la palma de la mano,

o calculado con los dedos la extensión del cielo?

¿Quién ha puesto en una medida

todo el polvo de la tierra,

o ha pesado en balanza

las colinas y montañas?

13

¿Quién ha corregido al Señor

o quién le ha dado instrucciones?

14

¿Quién le dio consejos y entendimiento?

¿Quién le enseñó a juzgar con rectitud?

¿Quién lo instruyó en la ciencia?

¿Quién le dio lecciones de sabiduría?

15

Para él las naciones son como una gota de agua,

como un grano de polvo en la balanza;

los países del mar valen lo que un grano de arena.

16

En todo el Líbano no hay animales suficientes

para ofrecerle un holocausto,

ni leña suficiente para el fuego.

17

Todas las naciones no son nada en su presencia;

para él no tienen absolutamente ningún valor.

18

¿Con quién van ustedes a comparar a Dios?

¿Con qué imagen van a representarlo?

19

Un escultor funde una estatua,

y un joyero la recubre de oro

y le hace cadenas de plata.

20

El que fabrica una estatua

escoge madera que no se pudra,

y busca un hábil artesano

que la afirme, para que no se caiga.

21

¿Acaso no lo sabían ustedes?

¿No lo habían oído decir?

¿No se lo contaron desde el principio?

¿No lo han comprendido desde la creación del mundo?

22

Dios tiene su trono sobre la bóveda que cubre la tierra,

y ve a los hombres como si fueran saltamontes.

Él extiende el cielo como un toldo,

lo despliega como una tienda de campaña.

23

Él convierte en nada a los grandes hombres

y hace desaparecer a los jefes de la tierra.

24

Son como plantas tiernas, recién plantadas,

que apenas han echado raíces en la tierra.

Si Dios sopla sobre ellos, se marchitan,

y el huracán se los lleva como a paja.

25

El Dios Santo pregunta:

«¿Con quién me van a comparar ustedes?

¿Quién puede ser igual a mí?»

26

Levanten los ojos al cielo y miren:

¿Quién creó todo eso?

El que los distribuye uno por uno

y a todos llama por su nombre.

Tan grande es su poder y su fuerza

que ninguno de ellos falta.

27

Israel, pueblo de Jacob,

¿por qué te quejas? ¿Por qué dices:

«El Señor no se da cuenta de mi situación;

Dios no se interesa por mí»?

28

¿Acaso no lo sabes? ¿No lo has oído?

El Señor, el Dios eterno,

el creador del mundo entero,

no se fatiga ni se cansa;

su inteligencia es infinita.

29

Él da fuerzas al cansado,

y al débil le aumenta su vigor.

30

Hasta los jóvenes pueden cansarse y fatigarse,

hasta los más fuertes llegan a caer,

31

pero los que confían en el Señor

tendrán siempre nuevas fuerzas

y podrán volar como las águilas;

podrán correr sin cansarse

y caminar sin fatigarse.

41

1

«Callen ante mí, países del mar.

Naciones, ármense de todo su valor.

Vengan, para que hablemos de este asunto;

vamos a reunirnos para discutirlo.

2

¿Quién fue el que hizo aparecer en el oriente

a ese rey que siempre sale victorioso?

¿Quién le entrega las naciones

y hace que los reyes se le humillen,

para que con su espada y su arco

los triture y los disperse como a paja?

3

¿Quién hace que los persiga y que avance tranquilo

como si no tocara el camino con los pies?

4

¿Quién ha realizado esta obra?

¿Quién, desde el principio,

ha ordenado el curso de la historia?

Yo, el Señor, el único Dios,

el primero y el último.

5

Los países del mar lo vieron

y se llenaron de miedo;

la tierra tembló de un extremo a otro.

Ya se acercan, ya vienen.»

6

Cada artesano ayuda

y anima a su compañero.

7

El escultor anima al joyero;

el que martilla anima al que golpea el yunque,

y dice si la soldadura es buena,

y luego asegura la estatua con clavos

para que no se tambalee.

8

«Escucha, Israel, pueblo de Jacob,

mi siervo, a quien yo he elegido,

pueblo descendiente de mi amigo Abraham:

9

Yo te saqué del extremo de la tierra,

te llamé desde el rincón más alejado

y te dije: “Tú eres mi siervo.”

Yo te elegí y no te he rechazado.

10

No tengas miedo, pues yo estoy contigo;

no temas, pues yo soy tu Dios.

Yo te doy fuerzas, yo te ayudo,

yo te sostengo con mi mano victoriosa.

11

Todos los que te odian

quedarán avergonzados y humillados;

los que luchan contra ti

quedarán completamente exterminados.

12

Buscarás a tus enemigos

y no los encontrarás;

los que te hacen la guerra

serán como si no existieran.

13

Porque yo, el Señor tu Dios,

te he tomado de la mano;

yo te he dicho: “No tengas miedo, yo te ayudo.”»

14

El Señor afirma:

«Israel, pueblo de Jacob,

por pequeño y débil que seas,

no tengas miedo; yo te ayudo.

Yo, el Dios Santo de Israel, soy tu redentor.

15

Haré de ti un instrumento de trillar,

nuevo y con buenos dientes;

trillarás los montes, los harás polvo,

convertirás en paja las colinas.

16

Los aventarás y el viento se los llevará;

el huracán los desparramará.

Entonces tú te alegrarás en el Señor,

estarás orgulloso del Dios Santo de Israel.

17

»La gente pobre y sin recursos busca agua

y no la encuentra.

Tienen la lengua reseca por la sed;

pero yo, el Señor, los atenderé,

yo, el Dios de Israel, no los abandonaré.

18

Haré brotar ríos en los cerros desiertos

y manantiales en medio de los valles;

convertiré el desierto en ciénagas,

haré brotar arroyos en la tierra seca.

19

En el desierto plantaré cedros,

acacias, arrayanes y olivos;

en la tierra seca haré crecer pinos

juntamente con abetos y cipreses,

20

para que todo el mundo vea y sepa,

y ponga atención y entienda

que yo, el Señor, he hecho esto con mi poder,

que yo, el Dios Santo de Israel, lo he creado.»

21

El Señor, el rey de Jacob, dice:

«Vengan, ídolos, a presentar su defensa,

vengan a defender su causa.

22

Vengan a anunciarnos el futuro

y a explicarnos el pasado,

y pondremos atención;

anúnciennos las cosas por venir,

para ver en qué terminan;

23

dígannos qué va a suceder después,

demuéstrennos que en verdad son dioses.

Hagan lo que puedan, bueno o malo,

algo que nos llene de miedo y de terror.

24

¡Pero ustedes no son nada

ni pueden hacer nada!

Despreciable es aquel que los escoge a ustedes.

25

»Hice aparecer un hombre en el oriente;

lo he llamado por su nombre,

y llega por el norte.

Pisotea a los gobernantes como si fueran barro;

como el alfarero, que amasa el barro con sus pies.

26

¿Quién anunció esto desde el comienzo,

para que lo supiéramos?

¿Quién lo predijo desde antes,

para que admitiéramos que tiene la razón?

Ninguno de ustedes lo anunció,

nadie les oyó decir una palabra.

27

Yo fui quien lo anunció a Sión desde el principio,

y quien envió a Jerusalén un mensajero

para decirle que su gente pronto volvería.

28

Miro, y ninguno de los otros dioses aparece;

nadie que pueda dar consejo,

nadie que responda a mis preguntas.

29

¡Ninguno de ellos es nada!

Nada pueden hacer;

no son más que ídolos vacíos.

42

1

»Aquí está mi siervo, a quien sostengo,

mi elegido, en quien me deleito.

He puesto en él mi espíritu

para que traiga la justicia a todas las naciones.

2

No gritará, no levantará la voz,

no hará oír su voz en las calles,

3

no acabará de romper la caña quebrada

ni apagará la mecha que arde débilmente.

Verdaderamente traerá la justicia.

4

No descansará ni su ánimo se quebrará,

hasta que establezca la justicia en la tierra.

Los países del mar estarán atentos a sus enseñanzas.»

5

Dios, el Señor, que creó el cielo y lo extendió,

que formó la tierra y lo que crece en ella,

que da vida y aliento a los hombres que la habitan,

dice a su siervo:

6

«Yo, el Señor, te llamé

y te tomé por la mano,

para que seas instrumento de salvación;

yo te formé, pues quiero que seas

señal de mi alianza con el pueblo,

luz de las naciones.

7

Quiero que des vista a los ciegos

y saques a los presos de la cárcel,

del calabozo donde viven en la oscuridad.

8

Yo soy el Señor, ése es mi nombre,

y no permitiré que den mi gloria a ningún otro

ni que honren a los ídolos en vez de a mí.

9

Miren cómo se cumplió todo lo que antes anuncié,

y ahora voy a anunciar cosas nuevas;

se las hago saber a ustedes antes que aparezcan.»

10

Canten al Señor un canto nuevo;

desde lo más lejano de la tierra alábenle

quienes navegan por el mar

y los animales que viven en él,

los países del mar y sus habitantes.

11

Que se alegren el desierto y sus ciudades

y los campamentos de la tribu de Quedar.

Que canten de gozo los habitantes de Selá;

que alcen la voz desde las cumbres de los montes.

12

Que den gloria al Señor

y proclamen su alabanza en los países del mar.

13

El Señor saldrá como un héroe

y luchará con ardor como un guerrero;

alzará la voz, dará el grito de batalla

y derrotará a sus enemigos.

14

El Señor dice:

«Por mucho tiempo me quedé callado,

guardé silencio y me contuve;

pero ahora voy a gritar como mujer de parto,

gimiendo y suspirando.

15

Voy a destruir montañas y colinas,

y a dejar seca toda su vegetación;

voy a convertir los ríos en desiertos

y a dejar secas las lagunas.

16

Llevaré a los ciegos por caminos

y senderos que no conocían.

Convertiré la oscuridad en luz delante de ellos,

y en terreno llano los lugares quebrados.

Estas cosas las haré sin falta.

17

Los que confían en un ídolo,

los que a unas estatuas dicen:

“Ustedes son nuestros dioses”,

se alejarán avergonzados.

18

»Sordos, escuchen;

ciegos, fíjense y vean.

19

Nadie hay tan ciego ni tan sordo

como mi siervo, mi enviado,

nadie tan ciego ni tan sordo

como mi mensajero, el siervo del Señor.

20

Ha visto muchas cosas, pero no se fija en ellas;

puede oír, pero no escucha nada.

21

El Señor, por ser un Dios que salva,

quiso hacer grande y gloriosa su enseñanza;

22

pero a este pueblo lo roban y saquean,

a todos los han hecho caer presos,

los han encerrado en calabozos;

se apoderan de ellos, y no hay quien los libre;

los secuestran, y no hay quien los rescate.»

23

¿Pero quién de ustedes hace caso de esto?

¿Quién está dispuesto a escuchar lo que va a suceder?

24

¿Quién permitió que Israel, el pueblo de Jacob,

fuera conquistado y secuestrado?

¿No es verdad que fue el Señor?

Ellos pecaron contra él,

no quisieron seguir por el camino

que él les había señalado,

ni obedecieron su enseñanza.

25

Por eso se enojó con ellos y los castigó

con una guerra violenta que los hizo arder en llamas;

mas ni aun así quisieron entender.

43

1

Pero ahora, Israel, pueblo de Jacob,

el Señor que te creó te dice:

«No temas, que yo te he libertado;

yo te llamé por tu nombre, tú eres mío.

2

Si tienes que pasar por el agua, yo estaré contigo,

si tienes que cruzar ríos, no te ahogarás;

si tienes que pasar por el fuego, no te quemarás,

las llamas no arderán en ti.

3

Pues yo soy tu Señor, tu salvador,

el Dios Santo de Israel.

Yo te he adquirido;

he dado como precio de rescate

a Egipto, a Etiopía y a Sabá,

4

porque te aprecio,

eres de gran valor y yo te amo.

Para tenerte a ti y para salvar tu vida

entrego hombres y naciones.

5

No tengas miedo, pues yo estoy contigo.

Desde oriente y occidente

haré volver a tu gente para reunirla.

6

Diré al norte: “Devuélvelos”,

y al sur: “No te quedes con ellos.

Trae a mis hijos y mis hijas

desde lejos, desde el extremo del mundo,

7

a todos los que llevan mi nombre,

a los que yo creé y formé,

a los que hice para gloria mía.”

8

»Hagan venir a mi pueblo,

que tiene ojos pero está ciego,

y tiene oídos pero está sordo.

9

Reúnanse todos los pueblos,

júntense las naciones.

¿Quién entre ellas había predicho esto,

o había anunciado los sucesos pasados?

Que presenten testigos y prueben tener razón,

para que se oiga y se diga que es la verdad.»

10

El Señor afirma:

«Ustedes son mis testigos,

mis siervos, que yo elegí

para que me conozcan y confíen en mí

y entiendan quién soy.

Antes de mí no ha existido ningún dios,

ni habrá ninguno después de mí.

11

Sólo yo soy el Señor;

fuera de mí nadie puede salvar.»

12

El Señor afirma:

«Yo lo anuncié y lo proclamé: yo los he salvado;

no lo hizo un dios extraño,

y ustedes son mis testigos.

13

Desde siempre, yo soy Dios.

Nadie puede librar de mi poder.

Nadie puede deshacer lo que yo hago.»

14

El Señor, el Dios Santo de Israel,

el que les dio la libertad, dice:

«Para salvarlos a ustedes mandaré gente a Babilonia

y haré abrir todas las puertas,

y la alegría de los caldeos se convertirá en dolor.

15

Yo soy el Señor, el creador de Israel,

el Dios Santo y rey de ustedes.»

16

El Señor abrió un camino a través del mar,

un sendero por entre las aguas impetuosas;

17

hizo salir todo un poderoso ejército,

con sus carros y caballos, para destruirlo.

Quedaron derribados y no pudieron levantarse;

se acabaron como mecha que se apaga.

18

Ahora dice el Señor a su pueblo:

«Ya no recuerdes el ayer,

no pienses más en cosas del pasado.

19

Yo voy a hacer algo nuevo,

y verás que ahora mismo va a aparecer.

Voy a abrir un camino en el desierto

y ríos en la tierra estéril.

20

Me honrarán los animales salvajes,

los chacales y los avestruces,

porque hago brotar agua en el desierto,

ríos en la tierra estéril,

para dar de beber a mi pueblo elegido,

21

el pueblo que he formado

para que proclame mi alabanza.

22

»Pero tú, Israel, pueblo de Jacob,

no me invocaste, sino que te cansaste de mí.

23

No me ofreciste holocaustos de ovejas

ni me honraste con sacrificios.

Yo no te cansé pidiéndote ofrendas,

ni te molesté exigiéndote incienso.

24

No has tenido que comprar caña aromática

para traérmela como ofrenda,

ni has tenido que complacerme

con la grasa de animales sacrificados.

Por el contrario, me cansaste con tus pecados;

me molestaste con tus maldades.

25

»Pero yo, por ser tu Dios, borro tus crímenes

y no me acordaré más de tus pecados.

26

Si tienes algo contra mí, sometámoslo a juicio.

Trae tus argumentos, a ver si sales inocente.

27

Tu primer antepasado pecó,

tus maestros se rebelaron contra mí,

28

tus gobernantes profanaron mi templo;

por eso dejé que Israel, el pueblo de Jacob,

fuera destruido e insultado.

44

1

»Escúchame ahora, Israel, pueblo de Jacob,

mi siervo, mi elegido.

2

Yo soy el Señor, tu creador,

que te formó desde antes de nacer y que te ayuda.

No temas, Jesurún, pueblo de Jacob,

mi siervo, mi elegido,

3

porque voy a hacer que corra agua en el desierto,

arroyos en la tierra seca.

Yo daré nueva vida a tus descendientes,

les enviaré mi bendición.

4

Y crecerán como hierba bien regada,

como álamos a la orilla de los ríos.

5

Uno dirá: “Yo soy del Señor”,

otro se llamará descendiente de Jacob,

y otro se grabará en la mano: “Propiedad del Señor”,

y añadirá el nombre de Israel al suyo propio.»

6

El Señor, el rey y redentor de Israel,

el Señor todopoderoso, dice:

«Yo soy el primero y el último;

fuera de mí no hay otro dios.

7

¿Quién hay igual a mí?

Que hable y me lo explique.

¿Quién ha anunciado desde el principio el futuro,

y dice lo que está por suceder?

8

Pero, ¡ánimo, no tengan miedo!

Yo así lo dije y lo anuncié desde hace mucho,

y ustedes son mis testigos.

¿Hay acaso otro dios fuera de mí?

No hay otro refugio; no conozco ninguno.»

9 Ninguno de los que hacen ídolos vale nada, y para nada sirven los ídolos que ellos tanto estiman. Los que les dan culto son ciegos y estúpidos, y por eso quedarán en ridículo.

10 El que funde una estatua para adorarla como si ella fuera un dios, pierde su tiempo.

11 Todos los que la adoren quedarán en ridículo. Los que fabrican ídolos son simples hombres. Si todos juntos se presentaran a juicio, quedarían humillados y llenos de terror.

12 Veamos qué hace el herrero: toma su cincel y, después de calentar el metal entre las brasas, le da forma a golpes de martillo. Lo trabaja con su fuerte brazo. Pero si el herrero no come, se le acaba la fuerza, y si no bebe agua, se cansa.

13 O veamos al escultor: toma las medidas con su regla, traza el dibujo con lápiz y compás y luego lo trabaja con escoplo; así hace una estatua dándole la figura de una persona e imitando la belleza humana, y luego la instala en un templo.

14 O también, alguien planta cedros y la lluvia los hace crecer; después tendrá cedros para cortar. O si prefiere cipreses o robles, los cuida en el bosque hasta que están bien gruesos.

15 Luego la gente los usa para hacer fuego; se llevan unos pedazos para calentarse con ellos; se llevan otros para cocer pan; y otros pedazos los usan para hacer la estatua de un dios, y se inclinan ante ella para adorarla.

16 O también: la mitad de la madera la pone uno a arder en el fuego, asa carne, se come el asado y queda satisfecho. También se calienta con ella, y dice: «¡Qué bien se está junto al fuego; ya estoy entrando en calor!»

17 Y de la madera sobrante hace la estatua de un dios, se inclina ante ella para adorarla, y suplicante le dice: «¡Sálvame, porque tú eres mi dios!»

18 Esa gente no sabe, no entiende; tienen los ojos tan ciegos que no pueden ver, y el entendimiento tan cerrado que no pueden comprender.

19 No se ponen a pensar, les falta entendimiento para comprender y decir: «La mitad de la madera la puse a arder y en las brasas cocí pan, asé carne y me la comí; del resto hice esta cosa detestable, ¡y lo que estoy adorando es un pedazo de palo!»

20 Verdaderamente, es como comer ceniza. Es dejarse engañar por ideas falsas. Esas personas no podrán salvarse. No serán capaces de entender que lo que tienen en sus manos es pura mentira.

21

«Israel, pueblo de Jacob,

recuerda que tú eres mi siervo;

tú eres mi siervo, pues yo te formé.

Israel, no te olvides de mí.

22

Yo he hecho desaparecer tus faltas y pecados,

como desaparecen las nubes.

Vuélvete a mí, pues yo te he libertado.»

23

¡Cielo, grita de alegría por lo que el Señor ha hecho!

¡Lancen vivas, abismos de la tierra!

¡Montañas y bosques con todos sus árboles,

griten llenos de alegría,

porque el Señor ha mostrado su gloria

libertando a Israel, el pueblo de Jacob!

24

Esto dice el Señor, tu redentor,

el que te formó desde antes que nacieras:

«Yo soy el Señor, creador de todas las cosas,

yo extendí el cielo y afirmé la tierra

sin que nadie me ayudara.

25

Yo no dejo que se cumplan

las predicciones de los falsos profetas;

yo hago que los adivinos pierdan la razón.

Yo hago que los sabios se contradigan

y que sus conocimientos resulten pura tontería.

26

Pero hago que se cumplan las palabras de mis siervos

y que salgan bien los planes de mis enviados.

Yo declaro que Jerusalén volverá a ser habitada

y que las ciudades de Judá serán reconstruidas.

Yo haré que se levanten de sus ruinas.

27

Yo puedo ordenar que se seque el océano

y que sus ríos se queden sin agua.

28

Yo le digo a Ciro: “Tú eres mi pastor,

tú harás todo lo que yo quiero”;

y le digo a Jerusalén: “Tú serás reconstruida”;

y al templo: “Se pondrán tus cimientos.”»

45

1

El Señor consagró a Ciro como rey,

lo tomó de la mano

para que dominara las naciones

y desarmara a los reyes.

El Señor hace que delante de Ciro

se abran las puertas de las ciudades

sin que nadie pueda cerrárselas.

Y ahora le dice:

2

«Yo iré delante de ti,

derribaré las alturas,

romperé las puertas de bronce

y haré pedazos las barras de hierro.

3

Yo te entregaré tesoros escondidos,

riquezas guardadas en lugares secretos,

para que sepas que yo soy el Señor,

el Dios de Israel, que te llama por tu nombre.

4

Por consideración a mi siervo Jacob,

al pueblo de Israel, que he elegido,

te he llamado por tu nombre

y te he dado el título de honor que tienes,

sin que tú me conocieras.

5

Yo soy el Señor, no hay otro;

fuera de mí no hay Dios.

Yo te he preparado para la lucha

sin que tú me conocieras,

6

para que sepan todos, de oriente a occidente,

que fuera de mí no hay ningún otro.

Yo soy el Señor, no hay otro.

7

Yo creo la luz y la oscuridad,

produzco el bienestar y la desgracia.

Yo, el Señor, hago todas estas cosas.

8

»Yo enviaré de lo alto mi victoria,

como rocío del cielo y lluvia de las nubes,

y la tierra la recibirá;

como fruto producirá la salvación

y a su lado florecerá la justicia.»

9

Una vasija de barro, igual a otra cualquiera,

no se pone a discutir con quien la hizo.

El barro no dice al que lo trabaja:

«¿Qué estás haciendo?»,

ni el objeto hecho por él le dice:

«Tú no sabes trabajar.»

10

Tampoco puede un hijo reprochar a sus padres

el haberlo traído a este mundo.

11

El Señor, el Dios Santo de Israel,

quien lo formó, dice:

«¿Van acaso ustedes a pedirme cuentas de mis hijos,

o a darme lecciones de cómo hacer mis cosas?

12

Yo creé la tierra y sus habitantes,

extendí el cielo con mis manos

y mandé que aparecieran todos los astros.

13

Yo hice aparecer a Ciro para que triunfe,

y voy a hacerle fáciles todos los caminos;

él reconstruirá mi ciudad

y dejará en libertad a mis desterrados,

sin exigir pago ni compensación.»

El Señor todopoderoso ha hablado.

14

El Señor dice a Israel:

«Los campesinos de Egipto,

los comerciantes de Etiopía,

y la gente de Sabá, de alta estatura,

se rendirán a ti y serán esclavos tuyos;

irán encadenados detrás de ti,

se arrodillarán delante de ti y te suplicarán:

“Ciertamente que Dios está entre ustedes,

y no hay más, no hay otro dios.”»

15

Sin embargo, tú eres un Dios invisible,

Dios salvador de Israel.

16

Todos los que hacen ídolos

quedarán avergonzados, humillados y en ridículo.

17

Pero a Israel lo salvó el Señor,

lo salvó para siempre,

y jamás quedará avergonzado ni humillado.

18

El creador del cielo,

el que es Dios y Señor,

el que hizo la tierra y la formó,

el que la afirmó,

el que la creó, no para que estuviera vacía

sino para que tuviera habitantes, dice:

«Yo soy el Señor, y no hay otro.

19

Yo no hablo en secreto ni en lugares oscuros de la tierra.

Yo no digo a los descendientes de Jacob:

“Búsquenme donde no hay nada.”

Yo, el Señor, hablo la verdad,

digo lo que es justo.

20

»Reúnanse y vengan,

acérquense todos los sobrevivientes de los pueblos.

Son unos ignorantes quienes llevan en procesión

sus ídolos de madera

y se ponen a orar a un dios

que no puede salvarlos.

21

Hablen y presenten sus pruebas,

consúltense, si quieren, unos con otros:

¿Quién predijo estas cosas desde el principio?

¿Quién las anunció desde hace tiempo?

¿No fui acaso yo, el Señor?

Y no hay Dios fuera de mí.

Fuera de mí no hay Dios victorioso y salvador.

22

»Vengan a mí, que yo los salvaré,

pueblos del extremo de la tierra,

pues yo soy Dios, y no hay otro.

23

Yo lo juré por mí mismo,

hice una promesa de triunfo,

y esa promesa se cumplirá:

que ante mí todos doblarán la rodilla,

y por mí jurarán todos

24

y dirán: “Solamente en el Señor

están la victoria y el poder.”

Todos los que me odian

quedarán en ridículo.

25

Gracias a mí, todo el pueblo de Israel

saldrá triunfante y estará orgulloso de mí.»

46

1

El dios Bel se dobla,

y el dios Nebo cae al suelo.

Los ídolos son cargados sobre bestias,

y son pesada carga para animales cansados.

2

Los dioses se doblan y caen al suelo

sin poder salvarse,

y ellos mismos van al destierro.

3

«Óiganme, descendientes de Jacob,

todos los que quedan del pueblo de Israel:

Yo he cargado con ustedes desde antes que nacieran;

yo los he llevado en brazos,

4

y seguiré siendo el mismo cuando sean viejos;

cuando tengan canas, todavía los sostendré.

Yo los hice, y seguiré cargando con ustedes;

yo los sostendré y los salvaré.

5

»¿Con quién pueden ustedes compararme?

¿A quién piensan que puedo parecerme?

6

Hay quienes sacan mucho oro de sus bolsas,

y pesan plata en la balanza;

luego contratan a un artesano que les haga un dios

para inclinarse ante él y adorarlo.

7

Lo cargan sobre los hombros y se lo llevan;

lo colocan sobre un soporte

y ahí se queda, sin moverse de su sitio.

Por más que gritan pidiéndole ayuda, no les responde

ni puede salvarlos de sus angustias.

8

»Recuerden esto, pecadores,

no se hagan ilusiones, piénsenlo bien;

9

recuerden lo que ha pasado desde tiempos antiguos.

Yo soy Dios, y no hay otro;

soy Dios, y no hay nadie igual a mí.

10

Yo anuncio el fin desde el principio;

anuncio el futuro desde mucho antes.

Yo digo: Mis planes se realizarán;

yo haré todo lo que me propongo.

11

He llamado a un hombre del oriente,

que vendrá de lejos como un ave de rapiña

y llevará a cabo mis planes.

Lo he dicho y así lo haré,

he hecho mi plan y lo cumpliré.

12

Escúchenme, gente obstinada,

que piensan que la liberación está muy lejos:

13

Yo hago que se acerque mi acción liberadora;

mi salvación no se demora, no está lejos.

Yo daré a Sión la salvación,

yo daré a Israel mi honor.

47

1

»Baja, joven Babilonia, todavía sin marido,

y siéntate en el polvo;

baja de tu trono, joven Caldea,

y siéntate en el suelo,

porque ya no volverán a llamarte

tierna y delicada.

2

Toma la piedra de moler

y muele la harina,

quítate el velo,

recógete las faldas,

desnúdate las piernas,

pasa a pie los ríos;

3

que se te vea el cuerpo desnudo,

sí, que quede tu sexo al descubierto.

Voy a vengarme,

y nadie podrá impedirlo con sus ruegos.»

4

Nuestro redentor,

el Dios Santo de Israel,

cuyo nombre es Señor todopoderoso, dice:

5

«Siéntate en silencio,

joven Caldea,

métete en la oscuridad,

porque ya no volverán a llamarte

“reina de las naciones”.

6

Cuando estuve enojado con mi pueblo,

entregué mi propia nación a la deshonra

y los dejé caer en tu poder.

Tú no tuviste compasión de ellos,

y pusiste sobre los ancianos tu pesado yugo.

7

Dijiste: “Seré reina siempre”;

no reflexionaste sobre estas cosas

ni pensaste cómo habrían de terminar.

8

Por eso, escucha ahora esto,

mujer amante del lujo, que estás tranquila en tu trono,

que piensas en tu interior:

“Yo y nadie más que yo;

yo no seré viuda

ni me quedaré sin hijos.”

9

De repente, en un mismo día,

te vendrán ambas desgracias:

quedarás viuda y sin hijos, a pesar de tus muchas brujerías

y de tus incontables magias.

10

Tú te sentías segura en tu maldad,

y pensaste: “Nadie me ve.”

Tu sabiduría y tus conocimientos te engañaron.

Pensaste en tu interior:

“Yo y nadie más que yo.”

11

Pero va a venir la desgracia sobre ti,

y no podrás impedirlo con tu magia;

caerá sobre ti un desastre

que no podrás evitar;

una calamidad que no esperabas

vendrá de repente sobre ti.

12

Sigue con tus hechicerías

y con las muchas brujerías

que has practicado desde tu juventud,

a ver si te sirven de algo,

a ver si logras que la gente te tenga miedo.

13

Has tenido consejeros en abundancia, hasta cansarte.

¡Pues que se presenten tus astrólogos,

los que adivinan mirando las estrellas,

los que te anuncian el futuro mes por mes,

y que traten de salvarte!

14

Pero, mira, son iguales a la paja:

el fuego los devora,

no pueden salvarse de las llamas.

Porque no es un fuego de brasas,

para sentarse frente a él y calentarse.

15

En eso pararon tus hechiceros,

con los que tanto trato has tenido toda tu vida.

Cada uno por su lado siguió su falso camino

y no hay nadie que te salve.

48

1

»Escucha esto, familia de Jacob,

que llevas el nombre de Israel

y eres descendiente de Judá;

que juras por el nombre del Señor;

que invocas al Dios de Israel,

aunque sin honradez ni rectitud;

2

que dices ser de la ciudad santa

y apoyarte en el Dios de Israel,

cuyo nombre es Señor todopoderoso:

3

Desde el principio te anuncié las cosas del pasado;

yo mismo las di a conocer.

De pronto actué, y se hicieron realidad.

4

Como yo sabía que eres tan terca,

que eres dura como el hierro

e inflexible como el bronce,

5

te lo anuncié desde hace mucho,

te lo comuniqué antes de que sucediera.

Así no podrías decir: “Fue mi ídolo el que lo hizo,

la estatua que hice fue quien lo dispuso.”

6

Tú has oído todo esto; fíjate en ello,

y tendrás que admitir que es cierto.

Ahora te voy a anunciar cosas nuevas,

cosas secretas que no conocías,

7

cosas creadas ahora, no en tiempos antiguos,

de las que no habías oído hablar hasta hoy.

Así no podrás decir: “Ya lo sabía.”

8

Tú no habías oído hablar de ellas,

ni las conocías,

porque siempre has tenido los oídos sordos.

Yo sabía que eres infiel,

que te llaman rebelde desde que naciste.

9

»Pero tuve paciencia por respeto a mí mismo,

por mi honor me contuve y no te destruí.

10

Yo te purifiqué, pero no como se hace con la plata,

sino que te probé en el horno del sufrimiento.

11

Por mi honor, por mi honor lo he hecho,

pues mi nombre no puede ser profanado.

No permitiré que den mi gloria a ningún otro.

12

»Óyeme, Israel, pueblo de Jacob,

a quien he llamado:

Yo soy el único Dios,

yo soy el primero y el último.

13

Con mi mano afirmé la tierra,

con mi mano extendí el cielo;

en cuanto pronuncié su nombre, empezaron a existir.

14

Reúnanse todos ustedes y escuchen:

¿Quién de ustedes anunció esto que va a suceder:

que el hombre a quien he escogido

hará lo que he pensado hacer con Babilonia

y con la raza de los caldeos?

15

Yo fui quien lo dijo, yo lo llamé,

yo lo hice venir,

y por donde vaya tendrá éxito.

16

Acérquense a mí y escuchen esto:

Desde el principio, yo nunca hablé en secreto;

y cuando todo esto sucedía, yo estaba presente.

Y ahora yo, el Señor, le he dado mi poder

y lo he enviado.»

17

Así dice el Señor, tu redentor,

el Dios Santo de Israel:

«Yo soy el Señor tu Dios;

yo te enseño lo que es para tu bien,

yo te guío por el camino que debes seguir.

18

¡Ojalá hubieras hecho caso de mis órdenes!

Tu bienestar iría creciendo como un río,

tu prosperidad sería como las olas del mar,

19

tus descendientes serían numerosos,

incontables como la arena del mar;

yo nunca los hubiera destruido,

ni los hubiera apartado de mi vista.»

20

Salgan de Babilonia, huyan de los caldeos.

Anuncien esta noticia con gritos de alegría,

y denla a conocer hasta el extremo de la tierra.

Digan: «¡El Señor ha libertado

a Jacob su siervo!»

21

Aunque los hizo pasar por lugares desiertos,

no tuvieron sed;

él partió la roca

e hizo brotar torrentes de agua.

22

Para los malos, en cambio, no hay bienestar.

El Señor lo ha dicho.

49

1

Óiganme, países del mar,

préstenme atención, naciones lejanas:

El Señor me llamó desde antes de que yo naciera;

pronunció mi nombre

cuando aún estaba yo en el seno de mi madre.

2

Convirtió mi lengua en espada afilada,

me escondió bajo el amparo de su mano,

me convirtió en una flecha aguda

y me guardó en su aljaba.

3

Me dijo: «Israel, tú eres mi siervo,

en ti me mostraré glorioso.»

4

Y yo que había pensado: «He pasado trabajos en vano,

he gastado mis fuerzas sin objeto, para nada.»

En realidad mi causa está en manos del Señor,

mi recompensa está en poder de mi Dios.

5

He recibido honor delante del Señor mi Dios,

pues él ha sido mi fuerza.

El Señor, que me formó desde el seno de mi madre

para que fuera su siervo,

para hacer que Israel, el pueblo de Jacob,

se vuelva y se una a él,

6

dice así:

«No basta que seas mi siervo

sólo para restablecer las tribus de Jacob

y hacer volver a los sobrevivientes de Israel;

yo haré que seas la luz de las naciones,

para que lleves mi salvación

hasta las partes más lejanas de la tierra.»

7

El Señor, el redentor,

el Dios Santo de Israel,

dice al pueblo que ha sido totalmente despreciado,

al que los otros pueblos aborrecen,

al que ha sido esclavo de los tiranos:

«Cuando los reyes y los príncipes te vean,

se levantarán y se inclinarán delante de ti

porque yo, el Señor, el Dios Santo de Israel,

te elegí y cumplo mis promesas.»

8

El Señor dice:

«Vino el momento de mostrar mi bondad, y te respondí;

llegó el día de la salvación, y te ayudé.

Yo te protegí

para establecer por ti mi alianza con el pueblo,

para reconstruir el país,

para hacer que tomen posesión de las tierras arrasadas,

9

para decir a los presos: “Queden libres”,

y a los que están en la oscuridad: “Déjense ver.”

Junto a todos los caminos encontrarán pastos,

y en cualquier monte desierto

tendrán alimento para su ganado.

10

«No tendrán hambre ni sed,

ni los molestará el sol ni el calor,

porque yo los amo y los guío,

y los llevaré a manantiales de agua.

11

Abriré un camino a través de las montañas

y haré que se allanen los senderos.»

12

¡Miren! Vienen de muy lejos:

unos del norte, otros de occidente,

otros de la región de Asuán.

13

¡Cielo, grita de alegría!

¡Tierra, llénate de gozo!

¡Montañas, lancen gritos de felicidad!

Porque el Señor ha consolado a su pueblo,

ha tenido compasión de él en su aflicción.

14

«Sión decía:

“El Señor me abandonó,

mi Dios se olvidó de mí.”

15

Pero ¿acaso una madre olvida

o deja de amar a su propio hijo?

Pues aunque ella lo olvide,

yo no te olvidaré.

16

Yo te llevo grabada en mis manos,

siempre tengo presentes tus murallas.

17

Los que te reconstruyen van más de prisa

que los que te destruyeron;

ya se han ido los que te arrasaron.

18

Levanta los ojos y mira alrededor,

mira cómo se reúnen todos

y vuelven hacia ti.

«Yo, el Señor, juro por mi vida

que todos ellos serán como joyas que te pondrás,

como los adornos de una novia.

19

Tu país estaba en ruinas,

destruido, arrasado;

pero ahora tu territorio

será pequeño para tus habitantes.

Los que te destruyeron están lejos.

20

Los hijos que dabas por perdidos

te dirán al oído:

“Este país es demasiado pequeño para nosotros;

haznos lugar para vivir.”

21

Y tú dirás en tu interior:

“¿Quién me ha dado estos hijos?

Yo no tenía hijos, ni podía tenerlos;

estaba desterrada y apartada,

¿quién los crió?

Me habían dejado sola,

¿de dónde vinieron?”»

22

El Señor dice:

«Voy a dar órdenes a las naciones;

voy a dar una señal a los pueblos

para que traigan en brazos a tus hijos,

y a tus hijas las traigan sobre los hombros.

23

Los reyes serán tus padres adoptivos,

y las princesas tus niñeras.

Se inclinarán hasta el suelo delante de ti,

y lamerán el polvo de tus pies.

Y reconocerás que yo soy el Señor,

y que los que en mí confían no quedan defraudados.»

24

¿Se le puede arrebatar a un hombre fuerte

lo que ha ganado en la batalla?

¿O puede un preso escapar de un tirano?

25

El Señor afirma que sí:

«Al hombre fuerte le arrebatarán lo conquistado,

y al tirano le quitarán lo ganado.

Yo me enfrentaré con los que te buscan pleito;

yo mismo salvaré a tus hijos.

26

Obligaré a tus opresores a comer su propia carne

y a emborracharse con su sangre, como si fuera vino.

Así toda la humanidad sabrá

que yo, el Señor, soy tu salvador;

que yo, el Poderoso de Jacob, soy tu redentor.»

50

1 El Señor dice:

«¡No crean que yo repudié a Israel, madre de ustedes,

como un hombre repudia a su mujer,

o que los vendí a ustedes como esclavos

porque tuviera deudas con alguno!

Ustedes fueron vendidos porque pecaron;

Israel, la madre de ustedes, fue repudiada

porque ustedes fueron rebeldes.

2

¿Por qué, cuando yo vine, no encontré a nadie?

¿Por qué, cuando llamé, nadie me contestó?

¿Creyeron acaso que yo no era capaz de rescatarlos?

¿Creyeron acaso que no podía libertarlos?

Basta una orden mía para que se seque el mar

y los ríos se conviertan en desierto;

para que los peces se mueran de sed

y se pudran por falta de agua.

3

Yo visto el cielo de luto

y lo cubro con vestido de tristeza.»

4

El Señor me ha instruido

para que yo consuele a los cansados

con palabras de aliento.

Todas las mañanas me hace estar atento

para que escuche dócilmente.

5

El Señor me ha dado entendimiento,

y yo no me he resistido

ni le he vuelto las espaldas.

6

Ofrecí mis espaldas para que me azotaran

y dejé que me arrancaran la barba.

No retiré la cara

de los que me insultaban y escupían.

7

El Señor es quien me ayuda:

por eso no me hieren los insultos;

por eso me mantengo firme como una roca,

pues sé que no quedaré en ridículo.

8

A mi lado está mi defensor:

¿Alguien tiene algo en mi contra?

¡Vayamos juntos ante el juez!

¿Alguien se cree con derecho a acusarme?

¡Que venga y me lo diga!

9

El Señor es quien me ayuda;

¿quién podrá condenarme?

Todos mis enemigos desaparecerán

como vestido comido por la polilla.

10

Ustedes que honran al Señor

y escuchan la voz de su siervo:

si caminan en la oscuridad,

sin un rayo de luz,

pongan su confianza en el Señor;

apóyense en su Dios.

11

Pero todos los que prenden fuego

y preparan flechas encendidas,

caerán en las llamas de su propio fuego,

bajo las flechas que ustedes mismos encendieron.

El Señor les enviará este castigo

y quedarán tendidos en medio de tormentos.

51

1

Óiganme todos los que quieren vivir con rectitud

y me buscan —dice el Señor.

Miren la roca de donde fueron cortados,

la cantera de donde fueron sacados;

2

miren a Abraham, su padre,

y a Sara, la que les dio la vida.

Cuando yo lo llamé, era uno solo,

pero lo bendije y le di muchos descendientes.

3

Yo seré bondadoso con Sión,

la ciudad que estaba toda en ruinas.

Convertiré las tierras secas del desierto en un jardín,

como el jardín que el Señor plantó en Edén.

Allí habrá felicidad y alegría,

cantos de alabanza y son de música.

4

«Pueblos, préstenme atención,

escúchenme, naciones:

yo publicaré mi enseñanza

y mis mandamientos alumbrarán a los pueblos.

5

Mi victoria está cercana,

mi acción salvadora está en camino;

con mi poder gobernaré a los pueblos.

Los países del mar esperarán en mí

y confiarán en mi poder.

6

»Levanten los ojos al cielo,

y miren abajo, a la tierra:

el cielo se desvanecerá como el humo,

la tierra se gastará como un vestido

y sus habitantes morirán como mosquitos.

Pero mi salvación será eterna,

mi victoria no tendrá fin.

7

»Escúchenme, ustedes que saben lo que es justo,

pueblo que toma en serio mi enseñanza.

No teman las injurias de los hombres,

no se dejen deprimir por sus insultos,

8

porque perecerán como un vestido apolillado,

como lana roída por gusanos.

Pero mi victoria será eterna,

mi salvación durará por siempre.»

9

Despierta, despierta, brazo del Señor,

ármate de fuerza;

despierta como lo hiciste en el pasado,

en tiempos muy lejanos.

Tú despedazaste a Rahab, el monstruo marino;

10

secaste el mar,

el agua del profundo abismo,

y convertiste el fondo del mar en camino

para que pasaran los libertados.

11

Así también regresarán los rescatados por el Señor,

y entrarán en Sión dando gritos de alegría;

sus rostros estarán siempre alegres;

encontrarán felicidad y dicha,

y el dolor y el llanto desaparecerán.

12

«Yo, yo mismo, te doy ánimo.

¿A quién tienes miedo? ¿A los hombres?

¿A los hombres mortales, que no son más que hierba?

13

¿Vas a olvidarte del Señor, tu creador,

que extendió el cielo y afirmó la tierra?

¿Vas a temblar continuamente, a todas horas,

por la furia de los opresores,

que están listos para destruirte?

Pero, ¿dónde está esa furia?

14

El que sufría la opresión,

pronto quedará libre;

no morirá en el calabozo

ni le faltará su pan.

15

»Yo soy el Señor tu Dios,

mi nombre es Señor todopoderoso;

yo agité el mar

y rugieron las olas,

16

extendí el cielo

y afirmé la tierra.

Yo puse en tu boca mis palabras

y te protegí al amparo de mi mano.

Yo dije a Sión: “Tú eres mi pueblo.”»

17

Despierta, despierta,

Jerusalén, levántate.

Tú sufriste la ira del Señor

como quien bebe una copa,

y la bebe hasta el fondo,

hasta quedar borracho.

18

Entre todos los hijos que has tenido,

no hay ninguno que te guíe;

entre todos los hijos que criaste,

no hay ninguno que te lleve de la mano.

19

Estas dos desgracias vinieron sobre ti:

tu país fue destruido y saqueado,

y tu gente murió por el hambre y la guerra.

¿Quién tendrá lástima de ti?

¿Quién te consolará?

20

Como antílopes atrapados en la red,

tus hijos están sin fuerzas,

tendidos en la esquina de cualquier calle,

heridos por la ira del Señor,

por la corrección de tu Dios.

21

Por eso, ciudad desdichada, escucha esto,

tú que estás borracha, pero no de vino;

22

tu Señor y tu Dios,

el que defiende la causa de su pueblo, dice:

«Te voy a quitar de la mano

esa copa con que te has emborrachado;

ya no volverás a beber más la copa de mi ira.

23

Yo se la daré

a los que te atormentaron,

a los que te decían:

“Échate al suelo, que vamos a pasar sobre ti”;

y tú te tendiste en el suelo

para que te pisotearan como al polvo.»

52

1

Despierta, Sión, despierta,

ármate de fuerza;

Jerusalén, ciudad santa,

vístete tu ropa más elegante,

porque los paganos, gente impura,

no volverán a entrar en ti.

2

Levántate, Jerusalén,

sacúdete el polvo,

siéntate en el trono.

Sión, joven prisionera,

quítate ya el yugo del cuello.

3

El Señor dice:

«Ni un centavo recibí

cuando ustedes fueron llevados como esclavos;

pues ni un centavo daré

ahora que yo los rescate.

4

Al principio mi pueblo fue a Egipto

y vivió allí como extranjero;

después Asiria lo oprimió sin motivo.

5

Y ahora, ¿qué es lo que veo?

Sin motivo se han llevado mi pueblo a Babilonia.

Quienes lo dominan, gritan orgullosos

y me ofenden sin cesar.

6

Pero vendrá el día en que mi pueblo reconozca

y sepa que yo, que le he hablado, soy el Señor.»

7

¡Qué hermoso es ver llegar por las colinas

al que trae buenas noticias,

al que trae noticias de paz,

al que anuncia la liberación

y dice a Sión: «Tu Dios es rey»!

8

¡Escucha! Tus centinelas levantan la voz

y a una dan gritos de triunfo,

porque ven con sus propios ojos

cómo vuelve el Señor a Sión.

9

¡Estallen en gritos de triunfo,

ruinas de Jerusalén,

porque el Señor ha tenido compasión de su pueblo,

ha liberado a Jerusalén!

10

El Señor ha mostrado su poder

a la vista de todas las naciones.

Por toda la tierra se sabrá

que nuestro Dios nos ha salvado.

11

¡Salgan, salgan ya de Babilonia,

no toquen nada impuro,

salgan ya de Babilonia!

¡Consérvense limpios

los que transportan los utensilios del Señor!

12

Pero no tendrán que salir a toda prisa,

no tendrán que salir huyendo,

porque el Señor, el Dios de Israel,

los protegerá por todos lados.

13

Mi siervo tendrá éxito,

será levantado y puesto muy alto.

14

Así como muchos se asombraron de él,

al ver su semblante, tan desfigurado

que había perdido toda apariencia humana,

15

así también muchas naciones se quedarán admiradas;

los reyes, al verlo, no podrán decir palabra,

porque verán y entenderán

algo que nunca habían oído.

53

1

¿Quién va a creer lo que hemos oído?

¿A quién ha revelado el Señor su poder?

2

El Señor quiso que su siervo

creciera como planta tierna

que hunde sus raíces en la tierra seca.

No tenía belleza ni esplendor,

su aspecto no tenía nada atrayente;

3

los hombres lo despreciaban y lo rechazaban.

Era un hombre lleno de dolor,

acostumbrado al sufrimiento.

Como a alguien que no merece ser visto,

lo despreciamos, no lo tuvimos en cuenta.

4

Y sin embargo él estaba cargado con nuestros sufrimientos,

estaba soportando nuestros propios dolores.

Nosotros pensamos que Dios lo había herido,

que lo había castigado y humillado.

5

Pero fue traspasado a causa de nuestra rebeldía,

fue atormentado a causa de nuestras maldades;

el castigo que sufrió nos trajo la paz,

por sus heridas alcanzamos la salud.

6

Todos nosotros nos perdimos como ovejas,

siguiendo cada uno su propio camino,

pero el Señor cargó sobre él la maldad de todos nosotros.

7

Fue maltratado, pero se sometió humildemente,

y ni siquiera abrió la boca;

lo llevaron como cordero al matadero,

y él se quedó callado, sin abrir la boca,

como una oveja cuando la trasquilan.

8

Se lo llevaron injustamente,

y no hubo quien lo defendiera;

nadie se preocupó de su destino.

Lo arrancaron de esta tierra,

le dieron muerte por los pecados de mi pueblo.

9

Lo enterraron al lado de hombres malvados,

lo sepultaron con gente perversa,

aunque nunca cometió ningún crimen

ni hubo engaño en su boca.

10

El Señor quiso oprimirlo con el sufrimiento.

Y puesto que él se entregó en sacrificio por el pecado,

tendrá larga vida

y llegará a ver a sus descendientes;

por medio de él tendrán éxito los planes del Señor.

11

Después de tanta aflicción verá la luz,

y quedará satisfecho al saberlo;

el justo siervo del Señor liberará a muchos,

pues cargará con la maldad de ellos.

12

Por eso Dios le dará un lugar entre los grandes,

y con los poderosos participará del triunfo,

porque se entregó a la muerte

y fue contado entre los malvados,

cuando en realidad cargó con los pecados de muchos

e intercedió por los pecadores.

54

1

Da gritos de alegría, mujer estéril y sin hijos;

estalla en cantos de gozo,

tú que nunca has dado a luz,

porque el Señor dice:

«La mujer abandonada tendrá más hijos

que la mujer que tiene esposo.»

2

Agranda tu tienda de campaña,

extiende sin miedo el toldo bajo el cual vives;

alarga las cuerdas, clava bien las estacas,

3

porque te vas a extender a derecha e izquierda;

tus descendientes conquistarán muchas naciones

y poblarán las ciudades ahora desiertas.

4

No tengas miedo, no quedarás en ridículo;

no te insultarán ni tendrás de qué avergonzarte.

Olvidarás la vergüenza de tu juventud

y no te acordarás más de la deshonra de tu viudez,

5

porque tu creador te tomará por esposa.

Su nombre es Señor todopoderoso;

tu redentor es el Dios Santo de Israel,

el Dios de toda la tierra.

6

Eras como una esposa joven

abandonada y afligida,

pero tu Dios te ha vuelto a llamar y te dice:

7

«Por un corto instante te abandoné,

pero con bondad inmensa te volveré a unir conmigo.

8

En un arranque de enojo, por un momento, me oculté de ti,

pero con amor eterno te tuve compasión.»

Lo dice el Señor, tu redentor.

9

«Así como juré a Noé, cuando el diluvio,

no volver a inundar la tierra,

así juro ahora

no volver a enojarme contigo

ni volver a amenazarte.

10

Aunque las montañas cambien de lugar

y los cerros se vengan abajo,

mi amor por ti no cambiará

ni se vendrá abajo mi alianza de paz.»

Lo dice el Señor, que se compadece de ti.

11

«¡Desdichada ciudad, azotada por la tempestad,

sin nadie que te consuele!

Yo pondré tus piedras sobre azabache

y tus cimientos sobre zafiro;

12

de rubíes haré tus torres

y de berilo tus puertas,

y de piedras preciosas todas tus murallas.

13

Yo instruiré a todos tus hijos;

todos ellos tendrán gran bienestar.

14

La justicia te hará fuerte,

quedarás libre de opresión y miedo,

y el terror no volverá a inquietarte.

15

Si alguien te ataca, no será por causa mía,

pero tú vencerás al que te ataque.

16

»Mira, yo he creado al herrero

que aviva el fuego en las brasas

y hace armas para diversos usos;

yo también he creado al hombre destructor

para que cause ruina;

17

pero nadie ha hecho el arma

que pueda destruirte.

Dejarás callado a todo el que te acuse.

Esto es lo que yo doy a los que me sirven: la victoria.»

El Señor es quien lo afirma.

55

1

«Todos los que tengan sed, vengan a beber agua;

los que no tengan dinero, vengan,

consigan trigo de balde y coman;

consigan vino y leche sin pagar nada.

2

¿Por qué dar dinero a cambio de lo que no es pan?

¿Por qué dar su salario por algo que no deja satisfecho?

Óiganme bien y comerán buenos alimentos,

comerán cosas deliciosas.

3

Vengan a mí y pongan atención,

escúchenme y vivirán.

Yo haré con ustedes una alianza eterna,

cumpliendo así las promesas que por amor hice a David.

4

Yo lo puse a él como testigo para las naciones,

como jefe e instructor de los pueblos.

5

Tú llamarás a pueblos desconocidos;

pueblos que no te conocían irán corriendo a ti,

porque yo, tu Señor, el Dios Santo de Israel,

te he honrado.

6

»Busquen al Señor mientras puedan encontrarlo,

llámenlo mientras está cerca.

7

Que el malvado deje su camino,

que el perverso deje sus ideas;

vuélvanse al Señor, y él tendrá compasión de ustedes;

vuélvanse a nuestro Dios, que es generoso para perdonar.

8

8-9 Porque mis ideas no son como las de ustedes,

y mi manera de actuar no es como la suya.

Así como el cielo está por encima de la tierra,

así también mis ideas y mi manera de actuar

están por encima de las de ustedes.»

El Señor lo afirma.

9

10

«Así como la lluvia y la nieve bajan del cielo,

y no vuelven allá, sino que empapan la tierra,

la fecundan y la hacen germinar,

y producen la semilla para sembrar

y el pan para comer,

11

así también la palabra que sale de mis labios

no vuelve a mí sin producir efecto,

sino que hace lo que yo quiero

y cumple la orden que le doy.

12

»Ustedes saldrán de allí con alegría,

volverán a su país con paz.

Al verlos, los montes y las colinas

estallarán en cantos de alegría

y todos los árboles del campo aplaudirán.

13

En vez de zarzas crecerán pinos,

en vez de ortigas crecerán arrayanes;

esto hará glorioso el nombre del Señor;

será una señal eterna, indestructible.»

56

1

El Señor dice:

«Practiquen la justicia,

hagan lo que es recto,

porque pronto voy a llevar a cabo la liberación;

voy a mostrar mi poder salvador.

2

Dichoso el hombre que sigue estos mandatos

y los cumple con fidelidad,

que respeta el sábado y no lo profana,

que tiene buen cuidado de no hacer nada malo.»

3

Si un extranjero se entrega al Señor,

no debe decir:

«El Señor me tendrá separado de su pueblo.»

Ni tampoco el eunuco debe decir:

«Yo soy un árbol seco.»

4

Porque el Señor dice:

«Si los eunucos respetan mis sábados,

y si cumplen mi voluntad

y se mantienen firmes en mi alianza,

5

yo les daré algo mejor que hijos e hijas;

les concederé que su nombre quede grabado para siempre

en mi templo, dentro de mis muros;

les daré un nombre eterno,

que nunca será borrado.

6

Y a los extranjeros que se entreguen a mí,

para servirme y amarme,

para ser mis siervos,

si respetan el sábado y no lo profanan

y se mantienen firmes en mi alianza,

7

yo los traeré a mi monte sagrado

y los haré felices en mi casa de oración.

Yo aceptaré en mi altar sus holocaustos y sacrificios,

porque mi casa será declarada

casa de oración para todos los pueblos.

8

Yo haré que vuelvan y se reúnan

los que aún están en el destierro.»

Esto lo afirma el Señor,

que hace que vuelvan a reunirse

los israelitas que estaban dispersos.

9

Vengan, fieras salvajes;

vengan, animales del bosque,

a devorar el rebaño;

10

porque los guardianes de mi pueblo están ciegos,

no se dan cuenta de nada.

Todos ellos son perros mudos, que no pueden ladrar;

se pasan la vida echados y soñando;

les encanta dormir.

11

Son perros hambrientos que nunca se llenan,

son pastores que no entienden nada;

cada uno sigue su propio camino,

sólo busca sus propios intereses.

12

Dicen: «Vamos a buscar vino y bebidas fuertes

para emborracharnos.

Y hagamos mañana lo mismo que hoy,

o mucho más aún.»

57

1

Los hombres honrados mueren

y nadie se preocupa;

los hombres buenos desaparecen,

y nadie entiende

que al morir se ven libres de los males

2

y entran en la paz.

Habían seguido un camino recto

y ahora descansan en sus tumbas.

3

Acérquense ustedes, hijos de hechicera,

nacidos de un adúltero y una prostituta:

4

¿De quién se burlan ustedes?

¿A quién le hacen gestos de desprecio?

¿A quién le enseñan la lengua?

Ustedes son hijos de pecado, gente mentirosa;

5

debajo de los robles y de todo árbol frondoso

se entregan a actos inmorales,

y sacrifican niños junto a los arroyos,

en las grietas de las rocas.

6

«Israel,

tú prefieres dar culto a las piedras lisas del arroyo,

pues allí tienes un lugar destinado para ti.

A ellas les has derramado ofrendas de vino,

les has ofrecido cereales.

¿Y después de todo esto voy a sentirme contento?

7

En un monte alto y empinado pusiste tu cama,

y allá también has subido a ofrecer sacrificios.

8

Detrás de la puerta de tu casa

pusiste tus ídolos obscenos.

Te olvidaste de mí, te desnudaste

y te acostaste en tu ancha cama;

hiciste tratos con los hombres

con quienes querías acostarte,

y mirabas al ídolo.

9

»Corriste hacia el dios Mélec llevando aceite

y gran cantidad de perfumes;

enviaste mensajeros hasta muy lejos,

los hiciste bajar hasta el reino de la muerte.

10

Te cansaste de tantos viajes,

pero no reconociste que todo era inútil.

Tenías a la mano el sustento,

y por eso no te cansabas.

11

»¿Quiénes son esos dioses que tú temías y honrabas,

para que me fueras infiel

y me olvidaras por completo?

Cuando tú no me honrabas,

yo callaba y disimulaba.

12

Pero voy a denunciar tu conducta,

que tú crees tan perfecta.

13

Cuando grites pidiendo auxilio,

tus ídolos no te ayudarán ni te librarán.

A todos ellos se los llevará el viento;

un soplo los hará desaparecer.

En cambio, el que confía en mí

habitará en el país

y vivirá en mi monte santo.»

14

Entonces se oirá decir:

«Preparen un camino bien llano,

quiten los obstáculos para que pase mi pueblo.»

15

Porque el Altísimo,

el que vive para siempre

y cuyo nombre es santo, dice:

«Yo vivo en un lugar alto y sagrado,

pero también estoy con el humilde y afligido,

y le doy ánimo y aliento.

16

No estaré siempre acusando a mi pueblo,

ni estaré enojado todo el tiempo;

pues haría que los hombres que he creado

perdieran el ánimo ante mí.

17

A causa del pecado de Israel

estuve enojado un tiempo,

y lo castigué y me aparté de él;

pero él se rebeló y se dejó llevar de sus caprichos.

18

He visto su conducta,

pero lo sanaré y le daré descanso

y tranquilidad completa.

Yo consolaré a los tristes,

19

y diré a todos:

“¡Paz a los que están lejos,

y paz a los que están cerca!

¡Yo sanaré a mi pueblo!”

20

Pero los malos son como un mar agitado,

que no puede calmarse

y que arroja entre sus olas lodo y suciedad.

21

Para los malos no hay bienestar.»

Dios lo ha dicho.

58

1

El Señor me dijo:

«Grita fuertemente, sin miedo,

alza la voz como una trompeta;

reprende a mi pueblo por sus culpas,

al pueblo de Jacob por sus pecados.

2

Diariamente me buscan

y están felices de conocer mis caminos,

como si fueran un pueblo que hace el bien

y que no descuida mis leyes;

me piden leyes justas

y se muestran felices de acercarse a mí,

3

y, sin embargo, dicen:

“¿Para qué ayunar, si Dios no lo ve?

¿Para qué sacrificarnos, si él no se da cuenta?”

El día de ayuno lo dedican ustedes a hacer negocios

y a explotar a sus trabajadores;

4

el día de ayuno lo pasan en disputas y peleas

y dando golpes criminales con los puños.

Un día de ayuno así, no puede lograr

que yo escuche sus oraciones.

5

¿Creen que el ayuno que me agrada

consiste en afligirse,

en agachar la cabeza como un junco

y en acostarse con ásperas ropas sobre la ceniza?

¿Eso es lo que ustedes llaman “ayuno”,

y “día agradable al Señor”?

6

Pues no lo es.

El ayuno que a mí me agrada consiste en esto:

en que rompas las cadenas de la injusticia

y desates los nudos que aprietan el yugo;

en que dejes libres a los oprimidos

y acabes, en fin, con toda tiranía;

7

en que compartas tu pan con el hambriento

y recibas en tu casa al pobre sin techo;

en que vistas al que no tiene ropa

y no dejes de socorrer a tus semejantes.

8

Entonces brillará tu luz como el amanecer

y tus heridas sanarán muy pronto.

Tu rectitud irá delante de ti

y mi gloria te seguirá.

9

Entonces, si me llamas, yo te responderé;

si gritas pidiendo ayuda, yo te diré: “Aquí estoy.”

Si haces desaparecer toda opresión,

si no insultas a otros

ni les levantas calumnias,

10

si te das a ti mismo en servicio del hambriento,

si ayudas al afligido en su necesidad,

tu luz brillará en la oscuridad,

tus sombras se convertirán en luz de mediodía.

11

Yo te guiaré continuamente,

te daré comida abundante en el desierto,

daré fuerza a tu cuerpo

y serás como un jardín bien regado,

como un manantial al que no le falta el agua.

12

Tu pueblo reconstruirá las viejas ruinas

y afianzará los cimientos puestos hace siglos.

Llamarán a tu pueblo:

“reparador de muros caídos”,

“reconstructor de casa en ruinas”.

13

«Respeta el sábado;

no te dediques a tus negocios en mi día santo.

Considera este día como día de alegría,

como día santo del Señor y digno de honor;

hónralo no dedicándote a tus asuntos,

ni buscando tus intereses y haciendo negocios.

14

Si haces esto, encontrarás tu alegría en mí,

y yo te llevaré en triunfo sobre las alturas del país

y te haré gozar de la herencia de tu padre Jacob.»

El Señor mismo lo ha dicho.

59

1

El poder del Señor no ha disminuido

como para no poder salvar,

ni él se ha vuelto tan sordo

como para no poder oír.

2

Pero las maldades cometidas por ustedes

han levantado una barrera entre ustedes y Dios;

sus pecados han hecho que él se cubra la cara

y que no los quiera oír.

3

Ustedes tienen las manos manchadas de sangre

y los dedos manchados de crímenes;

sus labios dicen mentiras,

su lengua emite maldad.

4

Nadie hace denuncias justas,

ni va a juicio con honradez.

Confían más bien en la mentira

y en palabras falsas;

están preñados de maldad

y dan a luz el crimen.

5

Incuban huevos de víbora

y tejen telarañas;

el que come esos huevos, se muere,

y si uno los aplasta, salen serpientes venenosas.

6

Con esas telarañas no se hacen vestidos;

nadie puede vestirse con lo que ellos tejen.

Sus acciones son todas criminales:

sus manos trabajan para hacer violencia,

7

sus pies les sirven para correr al mal,

para darse prisa a derramar sangre inocente.

Sus pensamientos se dirigen al crimen,

y a su paso sólo dejan destrucción y ruina.

8

No conocen el camino de la paz,

no hay rectitud en sus acciones.

Los caminos que siguen son torcidos;

los que andan por ellos no encuentran la paz.

9

Por eso la salvación se ha alejado de nosotros

y la liberación no se nos acerca;

esperábamos la luz, y no hay más que oscuridad;

esperábamos la claridad, y andamos en tinieblas.

10

Andamos a tientas, como ciegos junto a una pared,

como si no tuviéramos ojos;

en pleno mediodía tropezamos como si fuera de noche;

teniendo salud, estamos como muertos.

11

Todos nosotros gruñimos como osos,

gemimos como palomas;

esperamos la salvación, pero no llega;

esperamos la liberación, pero está lejos.

12

Nosotros te hemos ofendido mucho,

y nuestros propios pecados nos acusan;

tenemos presentes nuestras culpas

y conocemos nuestras maldades.

13

Hemos sido rebeldes e infieles al Señor,

no quisimos seguir a nuestro Dios,

hemos hablado de violencia y de traición,

hemos hecho planes para engañar a los demás.

14

La justicia ha sido despreciada,

la rectitud se mantiene a distancia,

la sinceridad tropieza en la plaza pública

y la honradez no puede presentarse.

15

La sinceridad ha desaparecido,

y al que se aparta del mal le roban lo que tiene.

El Señor se ha disgustado

al ver que no hay justicia.

16

El Señor quedó asombrado

al ver que nadie ponía remedio a esto;

entonces actuó con su propio poder,

y él mismo obtuvo la victoria.

17

Se cubrió de triunfo como con una coraza,

se puso la salvación como un casco en la cabeza,

se vistió de venganza como con una túnica

y se envolvió de ira como con un manto.

18

El Señor dará a cada cual su merecido;

castigará a sus enemigos.

A quienes lo odian, les dará lo que se merecen;

aun a los que viven en los países del mar.

19

Todo el mundo, desde oriente hasta occidente,

respetará al Señor, al ver su majestad,

porque él vendrá como un río crecido

movido por un viento poderoso.

20

Vendrá como redentor de Sión

y de todos los descendientes de Jacob

que se arrepientan de sus culpas.

El Señor lo afirma.

21

El Señor dice:

«Yo hago una alianza con ustedes y les prometo

que mi poder y las enseñanzas que les he dado

no se apartarán jamás de ustedes

ni de sus descendientes

por toda la eternidad.»

60

1

Levántate, Jerusalén, envuelta en resplandor,

porque ha llegado tu luz

y la gloria del Señor brilla sobre ti.

2

La oscuridad cubre la tierra,

la noche envuelve a las naciones,

pero el Señor brillará sobre ti

y sobre ti aparecerá su gloria.

3

Las naciones vendrán hacia tu luz,

los reyes vendrán hacia el resplandor de tu amanecer.

4

Levanta los ojos, y mira a tu alrededor:

todos se reúnen y vienen hacia ti.

Tus hijos vendrán desde lejos;

tus hijas serán traídas en brazos.

5

Tú, al verlos, estarás radiante de alegría,

tu corazón se llenará de gozo;

te traerán los tesoros de los países del mar,

te entregarán las riquezas de las naciones.

6

Te verás cubierta de caravanas de camellos

que vienen de Madián y de Efá;

vendrán todos los de Sabá,

cargados de oro y de incienso,

y proclamarán las acciones gloriosas del Señor.

7

Todos los rebaños de Quedar serán para ti;

los carneros de Nebaiot estarán a tu servicio,

para que los ofrezcas al Señor en su altar

como ofrendas agradables,

y él hará aún más bello su hermoso templo.

8

¿Quiénes son esos que vuelan como nubes,

que van como palomas a sus palomares?

9

Son barcos que vienen juntos,

con las naves de Tarsis a la cabeza,

trayendo de lejos a tus hijos,

con su oro y su plata,

en honor de tu Señor, el Dios Santo de Israel,

quien te hizo gloriosa.

10

Gente extranjera reconstruirá tus murallas,

y sus reyes te servirán;

pues aunque en su ira el Señor te castigó,

ahora en su bondad te ha tenido compasión.

11

Tus puertas estarán siempre abiertas;

no se cerrarán de día ni de noche,

para que puedan traerte las riquezas de las naciones

y entren los reyes con su comitiva.

12

El país que no te sirva, perecerá;

naciones enteras serán destruidas.

13

El Señor dice a Jerusalén:

«Las riquezas del Líbano vendrán a ti:

pinos, abetos y cipreses,

para embellecer mi templo,

para dar gloria al lugar donde pongo mis pies.

14

Los hijos de los que te oprimieron

vendrán a humillarse delante de ti,

y todos los que te despreciaban

se arrodillarán a tus pies

y te llamarán “Ciudad del Señor”,

“Sión del Dios Santo de Israel”.

15

Ya no estarás abandonada,

odiada y sola,

sino que yo te haré gloriosa eternamente,

motivo de alegría para siempre.

16

Las naciones te darán sus mejores alimentos

y los reyes te traerán sus riquezas;

y reconocerás que yo, el Señor, soy tu salvador,

que yo, el Poderoso de Jacob, soy tu redentor.

17

»En vez de bronce te daré oro,

en vez de hierro, plata,

en vez de madera, bronce,

y en vez de piedras, hierro.

Haré que la paz te gobierne

y que la rectitud te dirija.

18

En tu tierra no se volverá a oír

el ruido de la violencia,

ni volverá a haber destrucción y ruina en tu territorio,

sino que llamarás a tus murallas “Salvación”

y a tus puertas “Alabanza”.

19

»Ya no necesitarás que el sol te alumbre de día,

ni que la luna te alumbre de noche,

porque yo, el Señor, seré tu luz eterna;

yo, tu Dios, seré tu esplendor.

20

Tu sol no se ocultará jamás

ni tu luna perderá su luz,

porque yo, el Señor, seré tu luz eterna;

tus días de luto se acabarán.

21

»Todos los de tu pueblo serán gente honrada,

serán dueños de su país por siempre,

retoños de una planta que yo mismo he plantado,

obra que he hecho con mis manos

para mostrar mi gloria.

22

Este puñado tan pequeño se multiplicará por mil;

este pequeño número será una gran nación.

Yo soy el Señor,

yo haré que se realice pronto,

a su debido tiempo.»

61

1

El espíritu del Señor está sobre mí,

porque el Señor me ha consagrado;

me ha enviado a dar buenas noticias a los pobres,

a aliviar a los afligidos,

a anunciar libertad a los presos,

libertad a los que están en la cárcel;

2

a anunciar el año favorable del Señor,

el día en que nuestro Dios

nos vengará de nuestros enemigos.

Me ha enviado a consolar a todos los tristes,

3

a dar a los afligidos de Sión

una corona en vez de ceniza,

perfume de alegría en vez de llanto,

cantos de alabanza en vez de desesperación.

Los llamarán «robles victoriosos»,

plantados por el Señor para mostrar su gloria.

4

Se reconstruirán las viejas ruinas,

se levantarán los edificios destruidos hace mucho,

y se repararán las ciudades en ruinas.

5

Los extranjeros se pondrán a cuidar

los rebaños, los campos y los viñedos de ustedes.

6

Y a ustedes los llamarán sacerdotes del Señor,

siervos de nuestro Dios.

Disfrutarán de la riqueza de otras naciones

y se adornarán con el esplendor de ellas.

7

Y como mi pueblo ha tenido que sufrir

doble porción de deshonra e insultos,

por eso recibirá en su país

doble porción de riquezas

y gozará de eterna alegría.

8

Porque el Señor ama la justicia,

y odia el robo y el crimen.

Él les dará fielmente su recompensa

y hará con ellos una alianza eterna.

9

Sus descendientes serán famosos entre las naciones;

todos los que los vean reconocerán

que son un pueblo que el Señor ha bendecido.

10

¡Cómo me alegro en el Señor!

Me lleno de gozo en mi Dios,

porque me ha brindado su salvación,

¡me ha cubierto de victoria!

Soy como un novio que se pone su corona

o una novia que se adorna con sus joyas.

11

Porque así como nacen las plantas de la tierra

y brotan los retoños en un jardín,

así hará el Señor que brote su victoria

y que todas las naciones entonen cantos de alabanza.

62

1

Por amor a ti, Sión, no me quedaré callado;

por amor a ti, Jerusalén, no descansaré

hasta que tu victoria brille como el amanecer

y tu salvación como una antorcha encendida.

2

Las naciones verán tu salvación,

todos los reyes verán tu gloria.

Entonces tendrás un nombre nuevo

que el Señor mismo te dará.

3

Tú serás una hermosa corona real

en la mano del Señor tu Dios.

4

No volverán a llamarte «Abandonada»,

ni a tu tierra le dirán «Destruida»,

sino que tu nombre será «Mi predilecta»,

y el de tu tierra, «Esposa mía».

Porque tú eres la predilecta del Señor,

y él será como un esposo para tu tierra.

5

Porque así como un joven se casa con su novia,

así Dios te tomará por esposa,

te reconstruirá y será feliz contigo,

como es feliz el marido con su esposa.

6

Jerusalén, en tus murallas he puesto centinelas

que ni de día ni de noche dejan de decir:

«No se queden callados los que invocan al Señor,

7

no lo dejen descansar

hasta que haya reconstruido a Jerusalén

y haya hecho que todo el mundo la alabe.»

8

El Señor ha jurado

alzando su poderoso brazo derecho:

«Nunca más permitiré

que tus enemigos se coman tu trigo

ni que los extranjeros se beban el vino

que has hecho con tu trabajo;

9

sino que ustedes mismos recogerán la cosecha,

se la comerán y me alabarán a mí;

y recogerán las uvas y beberán el vino

en los atrios de mi santo templo.»

10

Salgan, salgan por las puertas,

preparen el camino para mi pueblo.

Construyan con cuidado la calzada

y límpienla de piedras;

levanten la señal para llamar a las naciones.

11

El Señor anuncia esto

hasta el extremo de la tierra:

«Digan a la ciudad de Sión

que ha llegado ya su salvador.

El Señor trae a su pueblo

después de haberlo rescatado.»

12

A los israelitas los llamarán «El pueblo santo»,

«Los libertados por el Señor»,

y a Jerusalén, «La ciudad deseada»,

«La ciudad no abandonada».

63

1

—¿Quién es ése que viene de Bosrá, capital de Edom,

con su ropa teñida de rojo,

que viene vestido espléndidamente

y camina con fuerza terrible?

—Soy yo, que anuncio la victoria

y soy poderoso para salvar.

2

—¿Y por qué tienes rojo el vestido,

como si hubieras pisado uvas con los pies?

3

—Sí, estuve pisando las uvas yo solo,

nadie me ayudó;

lleno de ira pisoteé a mis enemigos,

los aplasté con furor,

y su sangre me salpicó los vestidos

y me manchó toda la ropa.

4

Yo decidí que un día tendría que hacer justicia;

había llegado el tiempo de libertar a mi pueblo.

5

Miré, y no había quien me ayudara;

quedé admirado de que nadie me apoyara.

Mi brazo me dio la victoria

y mi ira me sostuvo.

6

Lleno de ira aplasté a las naciones,

las destruí con furor

e hice correr su sangre por el suelo.

7

Yo quiero hablar del amor del Señor,

cantar sus alabanzas

por todo lo que él ha hecho por nosotros,

por su inmensa bondad con la familia de Israel,

por lo que ha hecho en su bondad

y en su gran amor.

8

Él dijo: «Ellos son mi pueblo,

hijos que no habrán de traicionarme.»

Y él los salvó

9

de todas sus aflicciones.

No fue un enviado suyo quien los salvó;

fue el Señor en persona.

Él los libertó por su amor y su misericordia,

los levantó, los tomó en brazos.

Así lo ha hecho siempre.

10

Pero ellos se rebelaron contra el Señor

y ofendieron su santidad;

por eso se volvió

enemigo de ellos

y les hizo la guerra.

11

Ellos se acordaron de los tiempos antiguos,

de Moisés que libertó a su pueblo,

y se preguntaban:

«¿Dónde está Dios, que salvó del Nilo

a Moisés, pastor de su rebaño?

¿Dónde está el que puso en Moisés su santo espíritu,

12

el que hizo que su glorioso poder

acompañara a Moisés,

el que dividió el mar delante de su pueblo

para alcanzar fama eterna,

13

el que los hizo pasar por el fondo del mar sin resbalar,

como caballos por el desierto,

14

como ganado que baja a la llanura?»

El espíritu del Señor los guiaba.

Así condujo a su pueblo

y alcanzó fama y gloria.

15

Mira, Señor, desde el cielo,

desde el lugar santo y glorioso en que vives.

¿Dónde están tu ardiente amor y tu fuerza?

¿Dónde están tus sentimientos?

¿Se agotó tu misericordia con nosotros?

16

¡Tú eres nuestro padre!

Aunque Abraham no nos reconozca,

ni Israel se acuerde de nosotros,

tú, Señor, eres nuestro padre;

desde siempre eres nuestro redentor.

17

¿Por qué, Señor, haces que nos desviemos de tus caminos,

y endureces nuestros corazones para que no te respetemos?

Cambia ya, por amor a tus siervos

y a las tribus que te pertenecen.

18

¡Qué poco tiempo tu pueblo santo fue dueño del país!

Nuestros enemigos han pisoteado tu templo.

19

Estamos como si tú nunca nos hubieras gobernado,

como si nunca hubiéramos llevado tu nombre.

64

1

Ojalá rasgaras el cielo y bajaras

haciendo temblar con tu presencia las montañas,

2

como cuando el fuego quema las zarzas

o hace hervir el agua.

Entonces tus enemigos conocerían tu nombre

y las naciones temblarían ante ti.

3

Cuando hiciste cosas terribles que no esperábamos,

cuando bajaste, las montañas temblaron ante ti.

4

Jamás se ha escuchado ni se ha visto

que haya otro dios fuera de ti

que haga tales cosas

en favor de los que en él confían.

5

Tú aceptas a quien hace el bien con alegría

y se acuerda de hacer lo que tú quieres.

Tú estás enojado porque hemos pecado;

desde hace mucho te hemos ofendido.

6

Todos nosotros somos como un hombre impuro;

todas nuestras buenas obras son como un trapo sucio;

todos hemos caído como hojas marchitas,

y nuestros crímenes nos arrastran como el viento.

7

No hay nadie que te invoque

ni se esfuerce por apoyarse en ti;

por eso te ocultaste de nosotros

y nos has abandonado por causa de nuestra maldad.

8

Sin embargo, Señor, tú eres nuestro padre;

nosotros somos el barro, tú nuestro alfarero;

¡todos fuimos hechos por ti mismo!

9

Señor, no te enojes demasiado

ni te acuerdes siempre de nuestros crímenes.

¡Mira que somos tu pueblo!

10

Tus santas ciudades están convertidas en desierto,

Jerusalén está en ruinas, destruida.

11

Nuestro santuario glorioso,

donde nuestros padres te alababan,

quedó destruido por el fuego.

¡Todo lo que más queríamos está en ruinas!

12

Y ante todo esto, Señor, ¿no vas a hacer nada?

¿Te vas a quedar callado

y vas a humillarnos hasta el extremo?

65

1

El Señor dice:

«Los que no me habían pedido nada

fueron los que acudieron a mí;

los que no me habían buscado

fueron los que me encontraron.

A un pueblo que no me había invocado

fue al que le dije: “Aquí estoy.”

2

Todo el día extendí mis manos

para atraer a un pueblo rebelde

que iba por caminos perversos

siguiendo sus propios caprichos;

3

un pueblo que en mi propia cara

me ofendía continuamente;

que ofrecía sacrificios a los dioses en los jardines

y quemaba incienso en altares de ladrillo;

4

que se sentaba entre los sepulcros

y pasaba las noches en sitios escondidos;

que comía carne de cerdo

y llenaba sus ollas de caldos impuros.

5

Dicen: “Quédate ahí, no me toques;

soy demasiado sagrado para que me toques.”

Esa gente es como fuego que arde todo el día;

me molestan como el humo en las narices.

6

Pero todo esto está escrito delante de mí,

y no voy a quedarme cruzado de brazos;

voy a darles su merecido,

7

tanto por los crímenes de ellos

como por los de sus padres.

Ellos quemaban incienso sobre los montes

y me ofendían en las colinas.

Haré primero la cuenta

y les daré su merecido.»

El Señor lo ha dicho.

8

El Señor dice:

«Cuando las uvas tienen mucho jugo

la gente no las echa a perder,

porque pueden sacar mucho vino.

Así haré yo también por amor a mis siervos:

no destruiré a toda la nación.

9

Haré que Jacob tenga descendientes

y que haya gente en Judá que viva en mis montañas.

Mis elegidos poseerán la tierra,

mis servidores vivirán allí.

10

El valle de Sarón se llenará de rebaños

y en el valle de Acor pastará el ganado

que tendrá el pueblo que me busca.

11

Pero a ustedes que se apartan del Señor

y se olvidan de mi monte santo,

que ofrecen comida y vino

a Gad y Mení, dioses de la fortuna,

12

mala fortuna les espera:

los haré morir a filo de espada.

Porque yo los llamé y ustedes no respondieron;

les hablé y no me escucharon;

hicieron lo que yo no apruebo,

escogieron lo que a mí me disgusta.»

13

Por eso, el Señor dice:

«Mis servidores tendrán de comer,

pero ustedes sufrirán hambre;

ellos tendrán de beber,

pero ustedes sufrirán sed;

ellos se alegrarán,

pero ustedes quedarán en ridículo;

14

ellos cantarán de alegría

por el gozo de su corazón,

pero ustedes gritarán y llorarán

por la tristeza y la aflicción.

15

Mis elegidos usarán el nombre de ustedes

para maldecir y desear la muerte a otros,

pero a mis siervos les cambiaré de nombre.

16

Cualquiera que en el país pida una bendición,

la pedirá al Dios fiel;

y cualquiera que en el país haga un juramento,

jurará por el Dios fiel.

Las aflicciones anteriores han quedado olvidadas,

han desaparecido de mi vista.

17

»Miren, yo voy a crear

un cielo nuevo y una tierra nueva.

Lo pasado quedará olvidado,

nadie se volverá a acordar de ello.

18

Llénense de gozo y alegría para siempre

por lo que voy a crear,

porque voy a crear una Jerusalén feliz

y un pueblo contento que viva en ella.

19

Yo mismo me alegraré por Jerusalén

y sentiré gozo por mi pueblo.

En ella no se volverá a oír llanto

ni gritos de angustia.

20

Allí no habrá niños que mueran a los pocos días,

ni ancianos que no completen su vida.

Morir a los cien años será morir joven,

y no llegar a los cien años será una maldición.

21

La gente construirá casas y vivirá en ellas,

sembrará viñedos y comerá sus uvas.

22

No sucederá que uno construya y otro viva allí,

o que uno siembre y otro se aproveche.

Mi pueblo tendrá una vida larga, como la de un árbol;

mis elegidos disfrutarán del trabajo de sus manos.

23

No trabajarán en vano

ni tendrán hijos que mueran antes de tiempo,

porque ellos son descendientes

de los que el Señor ha bendecido,

y lo mismo serán sus descendientes.

24

Antes que ellos me llamen,

yo les responderé;

antes que terminen de hablar,

yo los escucharé.

25

El lobo y el cordero comerán juntos,

el león comerá pasto, como el buey,

y la serpiente se alimentará de tierra.

En todo mi monte santo

no habrá quien haga ningún daño.»

El Señor lo ha dicho.

66

1

El Señor dice:

«El cielo es mi trono

y la tierra es el estrado de mis pies.

¿Dónde podrán construirme una casa?

¿Dónde podrán hacerme un lugar de descanso?

2

¡Yo mismo hice todas estas cosas,

y así empezaron a existir!

Yo, el Señor, lo afirmo.

»El hombre en quien yo me fijo

es el pobre y afligido

que respeta mi palabra.

3

Pero hay quienes sacrifican un toro,

y también matan a un hombre;

degüellan una oveja, y también desnucan un perro;

ofrecen cereales, y también la sangre de un cerdo;

queman incienso, y también adoran a un ídolo.

A los que escogieron esos ritos detestables,

les encanta hacer todo esto.

4

Yo también escogeré el sufrimiento para ellos,

y les traeré lo que ellos tanto temen.

Porque llamé y nadie me respondió,

hablé y nadie me escuchó;

hicieron lo que yo no apruebo,

escogieron lo que a mí me disgusta.»

5

Escuchen la palabra del Señor,

ustedes que respetan su palabra:

«Algunos compatriotas de ustedes, que los odian,

que los persiguen porque invocan mi nombre, dicen:

“Que el Señor muestre su gloria;

queremos verlos alegres.”

Pero ellos quedarán en ridículo.

6

Ese estruendo que viene de la ciudad,

ese ruido que viene del templo,

es el ruido que hace el Señor

al dar su merecido a sus enemigos.

7

»Sión dio a luz en un momento,

antes de sentir los dolores del parto.

8

¿Quién ha oído decir algo parecido?

¿Quién ha visto algo semejante?

¿Nace una nación en un solo día?

¿Nace un pueblo en un momento?

Pero cuando Sión comenzó a sentir los dolores,

en seguida dio a luz a sus hijos.

9

¿Cómo iba yo a impedir el nacimiento,

si yo soy quien hace dar a luz?»

El Señor tu Dios lo ha dicho.

10

«Alégrense con Jerusalén,

llénense de gozo con ella todos los que la aman;

únanse a su alegría

todos los que han llorado por ella;

11

y ella, como una madre,

los alimentará de sus consuelos

hasta que queden satisfechos.

12

Porque yo, el Señor, digo:

Yo haré que la paz venga sobre ella

como un río,

y las riquezas de las naciones

como un torrente desbordado.

Ella los alimentará a ustedes,

los llevará en sus brazos

y los acariciará sobre sus rodillas.

13

Como una madre consuela a su hijo,

así los consolaré yo a ustedes,

y encontrarán el consuelo en Jerusalén.»

14

Cuando ustedes vean esto, su corazón se alegrará;

su cuerpo se renovará como la hierba.

El Señor dará a conocer su poder entre sus siervos,

y su ira entre sus enemigos.

15

Porque el Señor llega en medio de fuego,

sus carros parecen un torbellino;

va a descargar el ardor de su ira

y las llamas ardientes de su castigo.

16

Sí, el Señor va a hacer el juicio con fuego,

va a juzgar a todo el mundo con su espada

y hará morir a muchos.

17

17-18 El Señor afirma:

«Los que se consagran y purifican

para el culto pagano en los jardines

siguiendo a uno que va en medio,

los que comen carne de cerdo, de rata

o de otros animales impuros,

serán exterminados de una sola vez,

porque yo conozco sus acciones y sus pensamientos.

»Entonces vendré yo mismo

a reunir a todos los pueblos y naciones,

y vendrán y verán mi gloria.

18

19

Yo les daré una señal:

dejaré que escapen algunos

y los enviaré a las naciones:

a Tarsis, a Libia,

a Lidia, país donde saben manejar el arco,

a Tubal, a Grecia

y a los lejanos países del mar,

que nunca han oído hablar de mí

ni han visto mi gloria;

ellos anunciarán mi gloria entre las naciones.

20

Harán venir de todas las naciones

a todos los compatriotas de ustedes,

a caballo, en carros, en literas,

en mulas y en camellos.

Serán una ofrenda para mí

en Jerusalén, mi monte santo,

como las ofrendas que traen los israelitas

en vasos limpios a mi templo.

Yo, el Señor, lo he dicho.

21

»A algunos de ellos los elegiré

para que sean sacerdotes y levitas.

Yo, el Señor, lo he dicho.»

22

También afirma el Señor:

«Así como el nuevo cielo y la nueva tierra

que yo voy a crear

durarán para siempre,

así también durarán tus descendientes y tu nombre.

23

Y cada mes, en el día de la luna nueva,

y cada semana, en el sábado,

todos los hombres vendrán a postrarse delante de mí.

Yo, el Señor, lo he dicho.

24

»Vendrán y verán los cadáveres de los hombres

que se rebelaron contra mí.

Los gusanos que se los comen no morirán,

y el fuego que los devora no se apagará.

¡Serán algo repugnante para toda la humanidad!»