1 Principio del evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios.
2 Como está escrito en el profeta Isaías: HE AQUI, YO ENVIO MI MENSAJERO DELANTE DE TU FAZ, EL CUAL PREPARARA TU CAMINO.
3 VOZ DEL QUE CLAMA EN EL DESIERTO: "PREPARAD EL CAMINO DEL SEÑOR, HACED DERECHAS SUS SENDAS."
4 Juan el Bautista apareció en el desierto predicando el bautismo de arrepentimiento para el perdón de pecados.
5 Y acudía a él toda la región de Judea, y toda la gente de Jerusalén, y confesando sus pecados, eran bautizados por él en el río Jordán.
6 Juan estaba vestido de pelo de camello, tenía un cinto de cuero a la cintura, y comía langostas y miel silvestre.
7 Y predicaba, diciendo: Tras mí viene uno que es más poderoso que yo, a quien no soy digno de desatar, inclinándome, la correa de sus sandalias.
8 Yo os bauticé con agua, pero El os bautizará con el Espíritu Santo.
9 Y sucedió en aquellos días que Jesús vino de Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán.
10 E inmediatamente, al salir del agua, vio que los cielos se abrían, y que el Espíritu como paloma descendía sobre El;
11 y vino una voz de los cielos, que decía: Tú eres mi Hijo amado, en ti me he complacido.
12 Enseguida el Espíritu le impulsó* a ir al desierto.
13 Y estuvo en el desierto cuarenta días, siendo tentado por Satanás; y estaba entre las fieras, y los ángeles le servían.
14 Después que Juan había sido encarcelado, Jesús vino a Galilea proclamando el evangelio de Dios,
15 y diciendo: El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos y creed en el evangelio.
16 Mientras caminaba junto al mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés, hermano de Simón, echando una red en el mar, porque eran pescadores.
17 Y Jesús les dijo: Seguidme, y yo haré que seáis pescadores de hombres.
18 Y dejando al instante las redes, le siguieron.
19 Yendo un poco más adelante vio a Jacobo, el hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, los cuales estaban también en la barca, remendando las redes.
20 Y al instante los llamó; y ellos, dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, se fueron tras El.
21 Entraron* en Capernaúm; y enseguida, en el día de reposo entrando Jesús en la sinagoga comenzó a enseñar.
22 Y se admiraban de su enseñanza; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas.
23 Y he aquí estaba en la sinagoga de ellos un hombre con un espíritu inmundo, el cual comenzó a gritar,
24 diciendo: ¿Qué tenemos que ver contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Yo sé quién eres: el Santo de Dios.
25 Jesús lo reprendió, diciendo: ¡Cállate, y sal de él!
26 Entonces el espíritu inmundo, causándole convulsiones, gritó a gran voz y salió de él.
27 Y todos se asombraron de tal manera que discutían entre sí, diciendo: ¿Qué es esto? ¡Una enseñanza nueva con autoridad! El manda aun a los espíritus inmundos y le obedecen.
28 Y enseguida su fama se extendió por todas partes, por toda la región alrededor de Galilea.
29 Inmediatamente después de haber salido de la sinagoga, fueron a casa de Simón y Andrés, con Jacobo y Juan.
30 Y la suegra de Simón yacía enferma con fiebre; y enseguida le hablaron* de ella.
31 Jesús se le acercó, y tomándola de la mano la levantó, y la fiebre la dejó; y ella les servía.
32 A la caída de la tarde, después de la puesta del sol, le trajeron todos los que estaban enfermos y los endemoniados.
33 Y toda la ciudad se había amontonado a la puerta.
34 Y sanó a muchos que estaban enfermos de diversas enfermedades, y expulsó muchos demonios; y no dejaba hablar a los demonios, porque ellos sabían quién era El.
35 Levantándose muy de mañana, cuando todavía estaba oscuro, salió, y se fue a un lugar solitario, y allí oraba.
36 Y Simón y sus compañeros salieron a buscarle;
37 le encontraron y le dijeron*: Todos te buscan.
38 Y El les dijo*: Vamos a otro lugar, a los pueblos vecinos, para que predique también allí, porque para eso he venido.
39 Y fue por toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando demonios.
40 Y vino* a El un leproso rogándole, y arrodillándose le dijo: Si quieres, puedes limpiarme.
41 Movido a compasión, extendiendo Jesús la mano, lo tocó, y le dijo*: Quiero; sé limpio.
42 Y al instante la lepra lo dejó y quedó limpio.
43 Entonces Jesús lo amonestó severamente y enseguida lo despidió,
44 y le dijo*: Mira, no digas nada a nadie, sino ve, muéstrate al sacerdote y ofrece por tu limpieza lo que Moisés ordenó, para testimonio a ellos.
45 Pero él, en cuanto salió, comenzó a proclamarlo abiertamente y a divulgar el hecho, a tal punto que Jesús ya no podía entrar públicamente en ninguna ciudad, sino que se quedaba fuera en lugares despoblados; y venían a El de todas partes.
1 Habiendo entrado de nuevo en Capernaúm varios días después, se oyó que estaba en casa.
2 Y se reunieron muchos, tanto que ya no había lugar ni aun a la puerta; y El les exponía la palabra.
3 Entonces vinieron* a traerle un paralítico llevado entre cuatro.
4 Y como no pudieron acercarse a El a causa de la multitud, levantaron el techo encima de donde El estaba; y cuando habían hecho una abertura, bajaron la camilla en que yacía el paralítico.
5 Viendo Jesús la fe de ellos, dijo* al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados.
6 Pero estaban allí sentados algunos de los escribas, los cuales pensaban en sus corazones:
7 ¿Por qué habla éste así? Está blasfemando; ¿quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?
8 Y al instante Jesús, conociendo en su espíritu que pensaban de esa manera dentro de sí mismos, les dijo*: ¿Por qué pensáis estas cosas en vuestros corazones?
9 ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: "Tus pecados te son perdonados", o decirle: "Levántate, toma tu camilla y anda"?
10 Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados (dijo* al paralítico):
11 A ti te digo: Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.
12 Y él se levantó, y tomando al instante la camilla, salió a la vista de todos, de manera que todos estaban asombrados, y glorificaban a Dios, diciendo: Jamás hemos visto cosa semejante.
13 Y El salió de nuevo a la orilla del mar, y toda la multitud venía a El, y les enseñaba.
14 Y al pasar, vio a Leví, hijo de Alfeo, sentado en la oficina de los tributos, y le dijo*: Sígueme. Y levantándose, le siguió.
15 Y sucedió que estando Jesús sentado a la mesa en casa de Leví, muchos recaudadores de impuestos y pecadores estaban comiendo con Jesús y sus discípulos; porque había muchos de ellos que le seguían.
16 Al ver los escribas de los fariseos que El comía con pecadores y recaudadores de impuestos, decían a sus discípulos: ¿Por qué El come y bebe con recaudadores de impuestos y pecadores?
17 Al oír esto, Jesús les dijo*: Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los que están enfermos; no he venido a llamar a justos, sino a pecadores.
18 Los discípulos de Juan y los fariseos estaban ayunando; y vinieron* y le dijeron*: ¿Por qué ayunan los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos, pero tus discípulos no ayunan?
19 Y Jesús les dijo: ¿Acaso pueden ayunar los acompañantes del novio mientras el novio está con ellos? Mientras tienen al novio con ellos, no pueden ayunar.
20 Pero vendrán días cuando el novio les será quitado, y entonces ayunarán en aquel día.
21 Nadie pone un remiendo de tela nueva en un vestido viejo, porque entonces el remiendo al encogerse tira de él, lo nuevo de lo viejo, y se produce una rotura peor.
22 Y nadie echa vino nuevo en odres viejos, porque entonces el vino romperá el odre, y se pierde el vino y también los odres; sino que se echa vino nuevo en odres nuevos.
23 Y aconteció que un día de reposo Jesús pasaba por los sembrados, y sus discípulos, mientras se abrían paso, comenzaron a arrancar espigas.
24 Entonces los fariseos le decían: Mira, ¿por qué hacen lo que no es lícito en el día de reposo?
25 Y El les dijo*: ¿Nunca habéis leído lo que David hizo cuando tuvo necesidad y sintió hambre, él y sus compañeros,
26 cómo entró en la casa de Dios en tiempos de Abiatar, el sumo sacerdote, y comió los panes consagrados que no es lícito a nadie comer, sino a los sacerdotes, y dio también a los que estaban con él?
27 Y El les decía: El día de reposo se hizo para el hombre, y no el hombre para el día de reposo.
28 Por tanto, el Hijo del Hombre es Señor aun del día de reposo.
1 Otra vez entró Jesús en una sinagoga; y había allí un hombre que tenía una mano seca.
2 Y le observaban para ver si lo sanaba en el día de reposo, para poder acusarle.
3 Y dijo* al hombre que tenía la mano seca: Levántate y ponte aquí en medio.
4 Entonces les dijo*: ¿Es lícito en el día de reposo hacer bien o hacer mal, salvar una vida o matar? Pero ellos guardaban silencio.
5 Y mirándolos en torno con enojo, entristecido por la dureza de sus corazones, dijo* al hombre: Extiende tu mano. Y él la extendió, y su mano quedó sana.
6 Pero cuando los fariseos salieron, enseguida comenzaron a tramar con los herodianos en contra de Jesús, para ver cómo podrían destruirle.
7 Jesús se retiró al mar con sus discípulos; y una gran multitud de Galilea le siguió; y también de Judea,
8 de Jerusalén, de Idumea, del otro lado del Jordán, y de los alrededores de Tiro y Sidón; una gran multitud, que al oír todo lo que Jesús hacía, vino a El.
9 Y dijo a sus discípulos que le tuvieran lista una barca por causa de la multitud, para que no le oprimieran;
10 porque había sanado a muchos, de manera que todos los que tenían aflicciones se le echaban encima para tocarle.
11 Y siempre que los espíritus inmundos le veían, caían delante de El y gritaban, diciendo: Tú eres el Hijo de Dios.
12 Y les advertía con insistencia que no revelaran su identidad.
13 Y subió* al monte, llamó* a los que El quiso, y ellos vinieron a El.
14 Y designó a doce, para que estuvieran con El y para enviarlos a predicar,
15 y para que tuvieran autoridad de expulsar demonios.
16 Designó a los doce: Simón (a quien puso por nombre Pedro),
17 Jacobo, hijo de Zebedeo, y Juan hermano de Jacobo (a quienes puso por nombre Boanerges, que significa, hijos del trueno);
18 Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Jacobo, hijo de Alfeo, Tadeo, Simón el cananita;
19 y Judas Iscariote, el que también le entregó.
20 Jesús llegó* a una casa, y la multitud se juntó* de nuevo, a tal punto que ellos ni siquiera podían comer.
21 Cuando sus parientes oyeron esto, fueron para hacerse cargo de El, porque decían: Está fuera de sí.
22 Y los escribas que habían descendido de Jerusalén decían: Tiene a Beelzebú; y: Expulsa los demonios por el príncipe de los demonios.
23 Y llamándolos junto a sí, les hablaba en parábolas: ¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás?
24 Y si un reino está dividido contra sí mismo, ese reino no puede perdurar.
25 Y si una casa está dividida contra sí misma, esa casa no podrá permanecer.
26 Y si Satanás se ha levantado contra sí mismo y está dividido, no puede permanecer, sino que ha llegado su fin.
27 Pero nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte y saquear sus bienes si primero no lo ata; entonces podrá saquear su casa.
28 En verdad os digo que todos los pecados serán perdonados a los hijos de los hombres, y las blasfemias con que blasfemen,
29 pero cualquiera que blasfeme contra el Espíritu Santo no tiene jamás perdón, sino que es culpable de pecado eterno.
30 Porque decían: Tiene un espíritu inmundo.
31 Entonces llegaron* su madre y sus hermanos, y quedándose afuera, mandaron llamarle.
32 Y había una multitud sentada alrededor de El, y le dijeron*: He aquí, tu madre y tus hermanos están afuera y te buscan.
33 Respondiéndoles El, dijo*: ¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?
34 Y mirando en torno a los que estaban sentados en círculo, a su alrededor, dijo*: He aquí mi madre y mis hermanos.
35 Porque cualquiera que hace la voluntad de Dios, ése es mi hermano y hermana y madre.
1 Comenzó a enseñar de nuevo junto al mar; y se llegó a El una multitud tan grande que tuvo que subirse a una barca que estaba en el mar, y se sentó; y toda la multitud estaba en tierra a la orilla del mar.
2 Les enseñaba muchas cosas en parábolas; y les decía en su enseñanza:
3 ¡Oíd! He aquí, el sembrador salió a sembrar;
4 y aconteció que al sembrar, una parte de la semilla cayó junto al camino, y vinieron las aves y se la comieron.
5 Otra parte cayó en un pedregal donde no tenía mucha tierra; y enseguida brotó por no tener profundidad de tierra.
6 Pero cuando salió el sol, se quemó; y por no tener raíz, se secó.
7 Otra parte cayó entre espinos, y los espinos crecieron y la ahogaron, y no dio fruto.
8 Y otras semillas cayeron en buena tierra, y creciendo y desarrollándose, dieron fruto, y produjeron unas a treinta, otras a sesenta y otras a ciento por uno.
9 Y El decía: El que tiene oídos para oír, que oiga.
10 Cuando se quedó solo, sus seguidores junto con los doce, le preguntaban sobre las parábolas.
11 Y les decía: A vosotros os ha sido dado el misterio del reino de Dios, pero los que están afuera reciben todo en parábolas;
12 para que VIENDO VEAN PERO NO PERCIBAN, Y OYENDO OIGAN PERO NO ENTIENDAN, NO SEA QUE SE CONVIERTAN Y SEAN PERDONADOS.
13 Y les dijo*: ¿No entendéis esta parábola? ¿Cómo, pues, comprenderéis todas las parábolas?
14 El sembrador siembra la palabra.
15 Y éstos que están junto al camino donde se siembra la palabra, son aquellos que en cuanto la oyen, al instante viene Satanás y se lleva la palabra que se ha sembrado en ellos.
16 Y de igual manera, estos en que se sembró la semilla en pedregales son los que al oír la palabra enseguida la reciben con gozo;
17 pero no tienen raíz profunda en sí mismos, sino que sólo son temporales. Entonces, cuando viene la aflicción o la persecución por causa de la palabra, enseguida tropiezan y caen.
18 Otros son aquellos en los que se sembró la semilla entre los espinos; éstos son los que han oído la palabra,
19 pero las preocupaciones del mundo, y el engaño de las riquezas, y los deseos de las demás cosas entran y ahogan la palabra, y se vuelve estéril.
20 Y otros son aquellos en que se sembró la semilla en tierra buena; los cuales oyen la palabra, la aceptan y dan fruto, unos a treinta, otros a sesenta y otros a ciento por uno.
21 Y les decía: ¿Acaso se trae una lámpara para ponerla debajo de un almud o debajo de la cama? ¿No es para ponerla en el candelero?
22 Porque nada hay oculto, si no es para que sea manifestado; ni nada ha estado en secreto, sino para que salga a la luz.
23 Si alguno tiene oídos para oír, que oiga.
24 También les decía: Cuidaos de lo que oís. Con la medida con que midáis, se os medirá, y aun más se os dará.
25 Porque al que tiene, se le dará más, pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará.
26 Decía también: El reino de Dios es como un hombre que echa semilla en la tierra,
27 y se acuesta y se levanta, de noche y de día, y la semilla brota y crece; cómo, él no lo sabe.
28 La tierra produce fruto por sí misma; primero la hoja, luego la espiga, y después el grano maduro en la espiga.
29 Y cuando el fruto lo permite, él enseguida mete la hoz, porque ha llegado el tiempo de la siega.
30 También decía: ¿A qué compararemos el reino de Dios, o con qué parábola lo describiremos?
31 Es como un grano de mostaza, el cual, cuando se siembra en la tierra, aunque es más pequeño que todas las semillas que hay en la tierra,
32 sin embargo, cuando es sembrado, crece y llega a ser más grande que todas las hortalizas y echa grandes ramas, tanto que LAS AVES DEL CIELO pueden ANIDAR BAJO SU SOMBRA.
33 Con muchas parábolas como éstas les hablaba la palabra, según podían oírla;
34 y sin parábolas no les hablaba, sino que lo explicaba todo en privado a sus propios discípulos.
35 Ese día, caída ya la tarde, les dijo*: Pasemos al otro lado.
36 Despidiendo a la multitud, le llevaron* con ellos en la barca, como estaba; y había otras barcas con El.
37 Pero se levantó* una violenta tempestad, y las olas se lanzaban sobre la barca de tal manera que ya se anegaba la barca.
38 El estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal; entonces le despertaron* y le dijeron*: Maestro, ¿no te importa que perezcamos?
39 Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: ¡Cálmate, sosiégate! Y el viento cesó, y sobrevino una gran calma.
40 Entonces les dijo: ¿Por qué estáis amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?
41 Y se llenaron de gran temor, y se decían unos a otros: ¿Quién, pues, es éste que aun el viento y el mar le obedecen?
1 Y llegaron al otro lado del mar, a la tierra de los gadarenos.
2 Y cuando El salió de la barca, enseguida vino a su encuentro, de entre los sepulcros, un hombre con un espíritu inmundo,
3 que tenía su morada entre los sepulcros; y nadie podía ya atarlo ni aun con cadenas;
4 porque muchas veces había sido atado con grillos y cadenas, pero él había roto las cadenas y destrozado los grillos, y nadie era tan fuerte como para dominarlo.
5 Y siempre, noche y día, andaba entre los sepulcros y en los montes dando gritos e hiriéndose con piedras.
6 Cuando vio a Jesús de lejos, corrió y se postró delante de El;
7 y gritando a gran voz, dijo*: ¿Qué tengo yo que ver contigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te imploro por Dios que no me atormentes.
8 Porque Jesús le decía: Sal del hombre, espíritu inmundo.
9 Y le preguntó: ¿Cómo te llamas? Y él le dijo*: Me llamo Legión, porque somos muchos.
10 Entonces le rogaba con insistencia que no los enviara fuera de la tierra.
11 Y había allí una gran piara de cerdos paciendo junto al monte.
12 Y los demonios le rogaron, diciendo: Envíanos a los cerdos para que entremos en ellos.
13 Y El les dio permiso. Y saliendo los espíritus inmundos, entraron en los cerdos; y la piara, unos dos mil, se precipitó por un despeñadero al mar, y en el mar se ahogaron.
14 Y los que cuidaban los cerdos huyeron y lo contaron en la ciudad y por los campos. Y la gente vino a ver qué era lo que había sucedido.
15 Y vinieron* a Jesús, y vieron* al que había estado endemoniado, sentado, vestido y en su cabal juicio, el mismo que había tenido la legión; y tuvieron miedo.
16 Y los que lo habían visto les describieron cómo le había sucedido esto al endemoniado, y lo de los cerdos.
17 Y comenzaron a rogarle que se fuera de su comarca.
18 Al entrar El en la barca, el que había estado endemoniado le rogaba que lo dejara acompañarle.
19 Pero Jesús no se lo permitió, sino que le dijo*: Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho por ti, y cómo tuvo misericordia de ti.
20 Y él se fue, y empezó a proclamar en Decápolis cuán grandes cosas Jesús había hecho por él; y todos se quedaban maravillados.
21 Cuando Jesús pasó otra vez en la barca al otro lado, se reunió una gran multitud alrededor de El; así que El se quedó junto al mar.
22 Y vino uno de los oficiales de la sinagoga, llamado Jairo, y al verle se postró* a sus pies.
23 Y le rogaba* con insistencia, diciendo: Mi hijita está al borde de la muerte; te ruego que vengas y pongas las manos sobre ella para que sane y viva.
24 Jesús fue con él; y una gran multitud le seguía y le oprimía.
25 Y una mujer que había tenido flujo de sangre por doce años,
26 y había sufrido mucho a manos de muchos médicos, y había gastado todo lo que tenía sin provecho alguno, sino que al contrario, había empeorado;
27 cuando oyó hablar de Jesús, se llegó a El por detrás entre la multitud y tocó su manto.
28 Porque decía: Si tan sólo toco sus ropas, sanaré.
29 Al instante la fuente de su sangre se secó, y sintió en su cuerpo que estaba curada de su aflicción.
30 Y enseguida Jesús, dándose cuenta de que había salido poder de El, volviéndose entre la gente, dijo: ¿Quién ha tocado mi ropa?
31 Y sus discípulos le dijeron: Ves que la multitud te oprime, y dices: "¿Quién me ha tocado?"
32 Pero El miraba a su alrededor para ver a la mujer que le había tocado.
33 Entonces la mujer, temerosa y temblando, dándose cuenta de lo que le había sucedido, vino y se postró delante de El y le dijo toda la verdad.
34 Y Jesús le dijo: Hija, tu fe te ha sanado; vete en paz y queda sana de tu aflicción.
35 Mientras estaba todavía hablando, vinieron* de casa del oficial de la sinagoga, diciendo: Tu hija ha muerto, ¿para qué molestas aún al Maestro?
36 Pero Jesús, oyendo lo que se hablaba, dijo* al oficial de la sinagoga: No temas, cree solamente.
37 Y no permitió que nadie fuera con El sino sólo Pedro, Jacobo y Juan, el hermano de Jacobo.
38 Fueron* a la casa del oficial de la sinagoga, y Jesús vio* el alboroto, y a los que lloraban y se lamentaban mucho.
39 Y entrando les dijo*: ¿Por qué hacéis alboroto y lloráis? La niña no ha muerto, sino que está dormida.
40 Y se burlaban de El. Pero El, echando fuera a todos, tomó* consigo al padre y a la madre de la niña, y a los que estaban con El, y entró* donde estaba la niña.
41 Y tomando a la niña por la mano, le dijo*: Talita cum (que traducido significa: Niña, a ti te digo, ¡levántate!).
42 Al instante la niña se levantó y comenzó a caminar, pues tenía doce años. Y al momento se quedaron completamente atónitos.
43 Entonces les dio órdenes estrictas de que nadie se enterara de esto; y dijo que le dieran de comer a la niña.
1 El se marchó de allí y llegó* a su pueblo; y sus discípulos le siguieron*.
2 Cuando llegó el día de reposo, comenzó a enseñar en la sinagoga; y muchos que le escuchaban se asombraban, diciendo: ¿Dónde obtuvo éste tales cosas, y cuál es esta sabiduría que le ha sido dada, y estos milagros que hace con sus manos?
3 ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, y hermano de Jacobo, José, Judas y Simón? ¿No están sus hermanas aquí con nosotros? Y se escandalizaban a causa de El.
4 Y Jesús les dijo: No hay profeta sin honra sino en su propia tierra, y entre sus parientes, y en su casa.
5 Y no pudo hacer allí ningún milagro; sólo sanó a unos pocos enfermos sobre los cuales puso sus manos.
6 Y estaba maravillado de la incredulidad de ellos. Y recorría las aldeas de alrededor enseñando.
7 Entonces llamó* a los doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos;
8 y les ordenó que no llevaran nada para el camino, sino sólo un bordón; ni pan, ni alforja, ni dinero en el cinto;
9 sino calzados con sandalias. No llevéis dos túnicas
10 —les dijo— y dondequiera que entréis en una casa, quedaos allí hasta que salgáis de la población.
11 Y en cualquier lugar que no os reciban ni os escuchen, al salir de allí, sacudid el polvo de la planta de vuestros pies en testimonio contra ellos.
12 Y saliendo, predicaban que todos se arrepintieran.
13 Y echaban fuera muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos y los sanaban.
14 El rey Herodes se enteró de esto, pues el nombre de Jesús se había hecho célebre, y la gente decía: Juan el Bautista ha resucitado de entre los muertos, por eso es que estos poderes milagrosos actúan en él.
15 Pero otros decían: Es Elías. Y decían otros: Es un profeta, como uno de los profetas antiguos .
16 Y al oír esto Herodes, decía: Juan, a quien yo decapité, ha resucitado.
17 Porque Herodes mismo había enviado a prender a Juan y lo había encadenado en la cárcel por causa de Herodías, mujer de su hermano Felipe, pues Herodes se había casado con ella.
18 Porque Juan le decía a Herodes: No te es lícito tener la mujer de tu hermano.
19 Y Herodías le tenía rencor y deseaba matarlo, pero no podía,
20 porque Herodes temía a Juan, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo mantenía protegido. Y cuando le oía se quedaba muy perplejo, pero le gustaba escucharlo.
21 Pero llegó un día oportuno, cuando Herodes, siendo su cumpleaños, ofreció un banquete a sus nobles y comandantes y a los principales de Galilea;
22 y cuando la hija misma de Herodías entró y danzó, agradó a Herodes y a los que se sentaban a la mesa con él; y el rey dijo a la muchacha: Pídeme lo que quieras y te lo daré.
23 Y le juró: Te daré lo que me pidas, hasta la mitad de mi reino.
24 Ella salió y dijo a su madre: ¿Qué pediré? Y ella le respondió: La cabeza de Juan el Bautista.
25 Enseguida ella se presentó apresuradamente ante el rey con su petición, diciendo: Quiero que me des ahora mismo la cabeza de Juan el Bautista en una bandeja.
26 Y aunque el rey se puso muy triste, sin embargo a causa de sus juramentos y de los que se sentaban con él a la mesa, no quiso desairarla.
27 Y al instante el rey envió a un verdugo y le ordenó que trajera la cabeza de Juan. Y él fue y lo decapitó en la cárcel,
28 y trajo su cabeza en una bandeja, y se la dio a la muchacha, y la muchacha se la dio a su madre.
29 Cuando sus discípulos oyeron esto, fueron y se llevaron el cuerpo y le dieron sepultura.
30 Los apóstoles se reunieron* con Jesús, y le informaron sobre todo lo que habían hecho y enseñado.
31 Y El les dijo*: Venid, apartaos de los demás a un lugar solitario y descansad un poco. (Porque había muchos que iban y venían, y ellos no tenían tiempo ni siquiera para comer.)
32 Y se fueron en la barca a un lugar solitario, apartado.
33 Pero la gente los vio partir, y muchos los reconocieron y juntos corrieron allá a pie de todas las ciudades, y llegaron antes que ellos.
34 Al desembarcar, El vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas sin pastor; y comenzó a enseñarles muchas cosas.
35 Y cuando era ya muy tarde, sus discípulos se le acercaron, diciendo: El lugar está desierto y ya es muy tarde;
36 despídelos para que vayan a los campos y aldeas de alrededor, y se compren algo de comer.
37 Pero respondiendo El, les dijo: Dadles vosotros de comer. Y ellos le dijeron*: ¿Quieres que vayamos y compremos doscientos denarios de pan y les demos de comer?
38 Y El les dijo*: ¿Cuántos panes tenéis? Id y ved. Y cuando se cercioraron le dijeron*: Cinco, y dos peces.
39 Y les mandó que todos se recostaran por grupos sobre la hierba verde.
40 Y se recostaron por grupos de cien y de cincuenta.
41 Entonces El tomó los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, los bendijo, y partió los panes y los iba dando a los discípulos para que se los sirvieran; también repartió los dos peces entre todos.
42 Todos comieron y se saciaron.
43 Y recogieron doce cestas llenas de los pedazos, y también de los peces.
44 Los que comieron los panes eran cinco mil hombres.
45 Enseguida hizo que sus discípulos subieran a la barca y fueran delante de El al otro lado, a Betsaida, mientras El despedía a la multitud.
46 Y después de despedirse de ellos, se fue al monte a orar.
47 Al anochecer, la barca estaba en medio del mar, y El estaba solo en tierra.
48 Y al verlos remar fatigados, porque el viento les era contrario, como a la cuarta vigilia de la noche, fue* hacia ellos andando sobre el mar, y quería pasarles de largo.
49 Pero cuando ellos le vieron andando sobre el mar, pensaron que era un fantasma y se pusieron a gritar;
50 porque todos le vieron y se turbaron. Pero enseguida El habló con ellos y les dijo*: ¡Tened ánimo; soy yo, no temáis!
51 Y subió con ellos a la barca, y el viento se calmó; y ellos estaban asombrados en gran manera,
52 porque no habían entendido lo de los panes, sino que su mente estaba embotada.
53 Terminada la travesía, llegaron a tierra en Genesaret, y atracaron.
54 Cuando salieron de la barca, enseguida la gente reconoció a Jesús,
55 y recorrieron apresuradamente toda aquella comarca, y comenzaron a traer a los enfermos en sus camillas adonde oían decir que El estaba.
56 Y dondequiera que El entraba en aldeas, ciudades o campos, ponían a los enfermos en las plazas, y le rogaban que les permitiera tocar siquiera el borde de su manto; y todos los que lo tocaban quedaban curados.
1 Los fariseos, y algunos de los escribas que habían venido de Jerusalén, se reunieron alrededor de El;
2 y vieron que algunos de sus discípulos comían el pan con manos inmundas, es decir, sin lavar.
3 (Porque los fariseos y todos los judíos no comen a menos de que se laven las manos cuidadosamente, observando así la tradición de los ancianos;
4 y cuando vuelven de la plaza, no comen a menos de que se laven; y hay muchas otras cosas que han recibido para observarlas, como el lavamiento de los vasos, de los cántaros y de las vasijas de cobre.)
5 Entonces los fariseos y los escribas le preguntaron*: ¿Por qué tus discípulos no andan conforme a la tradición de los ancianos, sino que comen con manos inmundas?
6 Y El les dijo: Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito: "ESTE PUEBLO CON LOS LABIOS ME HONRA, PERO SU CORAZON ESTA MUY LEJOS DE MI.
7 "MAS EN VANO ME RINDEN CULTO, ENSEÑANDO COMO DOCTRINAS PRECEPTOS DE HOMBRES."
8 Dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres.
9 También les decía: Astutamente violáis el mandamiento de Dios para guardar vuestra tradición.
10 Porque Moisés dijo: "HONRA A TU PADRE Y A TU MADRE"; y: "EL QUE HABLE MAL DE su PADRE O DE su MADRE, QUE MUERA;"
11 pero vosotros decís: "Si un hombre dice al padre o a la madre: 'Cualquier cosa mía con que pudieras beneficiarte es corbán (es decir, ofrenda a Dios)'";
12 ya no le dejáis hacer nada en favor de su padre o de su madre;
13 invalidando así la palabra de Dios por vuestra tradición, la cual habéis transmitido, y hacéis muchas cosas semejantes a éstas.
14 Y llamando de nuevo a la multitud, les decía: Escuchadme todos y entended:
15 no hay nada fuera del hombre que al entrar en él pueda contaminarlo; sino que lo que sale de adentro del hombre es lo que contamina al hombre.
16 Si alguno tiene oídos para oír, que oiga.
17 Y cuando dejó a la multitud y entró en la casa, sus discípulos le preguntaron acerca de la parábola.
18 Y El les dijo*: ¿También vosotros sois tan faltos de entendimiento? ¿No comprendéis que todo lo que de afuera entra al hombre no le puede contaminar,
19 porque no entra en su corazón, sino en el estómago, y se elimina? (Declarando así limpios todos los alimentos.)
20 Y decía: Lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre.
21 Porque de adentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, fornicaciones, robos, homicidios, adulterios,
22 avaricias, maldades, engaños, sensualidad, envidia, calumnia, orgullo e insensatez.
23 Todas estas maldades de adentro salen, y contaminan al hombre.
24 Levantándose de allí, se fue a la región de Tiro, y entrando en una casa, no quería que nadie lo supiera, pero no pudo pasar inadvertido;
25 sino que enseguida, al oír hablar de El, una mujer cuya hijita tenía un espíritu inmundo, fue y se postró a sus pies.
26 La mujer era gentil, sirofenicia de nacimiento; y le rogaba que echara fuera de su hija al demonio.
27 Y El le decía: Deja que primero los hijos se sacien, pues no está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos.
28 Pero ella respondió y le dijo*: Es cierto, Señor; pero aun los perrillos debajo de la mesa comen las migajas de los hijos.
29 Y El le dijo: Por esta respuesta, vete; el demonio ha salido de tu hija.
30 Cuando ella volvió a su casa, halló que la niña estaba acostada en la cama, y que el demonio había salido.
31 Volviendo a salir de la región de Tiro, pasó por Sidón y llegó al mar de Galilea, atravesando la región de Decápolis.
32 Y le trajeron* a uno que era sordo y que hablaba con dificultad, y le rogaron* que pusiera la mano sobre él.
33 Entonces Jesús, tomándolo aparte de la multitud, a solas, le metió los dedos en los oídos, y escupiendo, le tocó la lengua con la saliva;
34 y levantando los ojos al cielo, suspiró profundamente y le dijo*: ¡Effatá!, esto es: ¡Abrete!
35 Y al instante se abrieron sus oídos, y desapareció el impedimento de su lengua, y hablaba con claridad.
36 Y Jesús les ordenó que a nadie se lo dijeran; pero mientras más se lo ordenaba, tanto más ellos lo proclamaban.
37 Y se asombraron en gran manera, diciendo: Todo lo ha hecho bien; aun a los sordos hace oír y a los mudos hablar.
1 En aquellos días, cuando de nuevo había una gran multitud que no tenía qué comer, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo*:
2 Tengo compasión de la multitud porque hace ya tres días que están conmigo y no tienen qué comer;
3 y si los despido sin comer a sus casas, desfallecerán en el camino, pues algunos de ellos han venido de lejos.
4 Sus discípulos le respondieron: ¿Dónde podrá alguien encontrar lo suficiente para saciar de pan a éstos aquí en el desierto?
5 Y El les preguntó: ¿Cuántos panes tenéis? Y ellos respondieron: Siete.
6 Entonces mandó* a la multitud que se recostara en el suelo; y tomando los siete panes, después de dar gracias, los partió y los iba dando a sus discípulos para que los pusieran delante de la gente; y ellos los sirvieron a la multitud.
7 También tenían unos pocos pececillos; y después de bendecirlos, mandó que éstos también los sirvieran.
8 Todos comieron y se saciaron; y recogieron de lo que sobró de los pedazos, siete canastas.
9 Los que comieron eran unos cuatro mil; y los despidió.
10 Y subiendo enseguida a la barca con sus discípulos, fue a la región de Dalmanuta.
11 Entonces salieron los fariseos y comenzaron a discutir con El, buscando de El una señal del cielo para ponerle a prueba.
12 Suspirando profundamente en su espíritu, dijo*: ¿Por qué pide señal esta generación? En verdad os digo que no se le dará señal a esta generación.
13 Y dejándolos, se embarcó otra vez y se fue al otro lado.
14 Y se habían olvidado de tomar panes; y no tenían consigo en la barca sino sólo un pan.
15 Y El les encargaba diciendo: ¡Tened cuidado! Guardaos de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes.
16 Y ellos discutían entre sí que no tenían panes.
17 Dándose cuenta Jesús, les dijo*: ¿Por qué discutís que no tenéis pan? ¿Aún no comprendéis ni entendéis? ¿Tenéis el corazón endurecido?
18 TENIENDO OJOS, ¿NO VEIS? Y TENIENDO OIDOS, ¿NO OIS? ¿No recordáis
19 cuando partí los cinco panes entre los cinco mil? ¿Cuántas cestas llenas de pedazos recogisteis? Y ellos le dijeron*: Doce.
20 Y cuando partí los siete panes entre los cuatro mil, ¿cuántas canastas llenas de los pedazos recogisteis? Y ellos le dijeron*: Siete.
21 Y les dijo: ¿Aún no entendéis?
22 Llegaron* a Betsaida, y le trajeron* un ciego y le rogaron* que lo tocara.
23 Tomando de la mano al ciego, lo sacó fuera de la aldea; y después de escupir en sus ojos y de poner las manos sobre él, le preguntó: ¿Ves algo?
24 Y levantando la vista, dijo: Veo a los hombres, pero los veo como árboles que caminan.
25 Entonces Jesús puso otra vez las manos sobre sus ojos, y él miró fijamente y fue restaurado; y lo veía todo con claridad.
26 Y lo envió a su casa diciendo: Ni aun en la aldea entres.
27 Salió Jesús con sus discípulos a las aldeas de Cesarea de Filipo; y en el camino preguntó a sus discípulos, diciéndoles: ¿Quién dicen los hombres que soy yo?
28 Y le respondieron, diciendo: Unos, Juan el Bautista; y otros, Elías; pero otros, uno de los profetas.
29 El les preguntó de nuevo: Pero vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Pedro, le dijo*: Tú eres el Cristo.
30 Y El les advirtió severamente que no hablaran de El a nadie.
31 Y comenzó a enseñarles que el Hijo del Hombre debía padecer muchas cosas, y ser rechazado por los ancianos, los principales sacerdotes y los escribas, y ser muerto, y después de tres días resucitar.
32 Y les decía estas palabras claramente. Y Pedro le llevó aparte y comenzó a reprenderle.
33 Mas El volviéndose y mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro y le dijo*: ¡Quítate de delante de mí, Satanás!, porque no tienes en mente las cosas de Dios, sino las de los hombres.
34 Y llamando a la multitud y a sus discípulos, les dijo: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz, y sígame.
35 Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará.
36 Pues, ¿de qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero y perder su alma?
37 Pues ¿qué dará un hombre a cambio de su alma?
38 Porque cualquiera que se avergüence de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, el Hijo del Hombre también se avergonzará de él, cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles.
1 Y les decía: En verdad os digo que hay algunos de los que están aquí que no probarán la muerte hasta que vean el reino de Dios después de que haya venido con poder.
2 Seis días después, Jesús tomó* consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan, y los llevó* aparte, solos, a un monte alto; y se transfiguró delante de ellos;
3 y sus vestiduras se volvieron resplandecientes, muy blancas, tal como ningún lavandero sobre la tierra las puede emblanquecer.
4 Y se les apareció Elías junto con Moisés, y estaban hablando con Jesús.
5 Entonces Pedro, interviniendo, dijo* a Jesús: Rabí, bueno es estarnos aquí; hagamos tres enramadas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.
6 Porque él no sabía qué decir, pues estaban aterrados.
7 Entonces se formó una nube, cubriéndolos, y una voz salió de la nube: Este es mi Hijo amado; a El oíd.
8 Y enseguida miraron en derredor, pero ya no vieron a nadie con ellos, sino a Jesús solo.
9 Cuando bajaban del monte, les ordenó que no contaran a nadie lo que habían visto, hasta que el Hijo del Hombre resucitara de entre los muertos.
10 Y se guardaron para sí lo dicho, discutiendo entre sí qué significaría resucitar de entre los muertos.
11 Y le preguntaron, diciendo: ¿Por qué dicen los escribas que Elías debe venir primero?
12 Y El les dijo: Es cierto que Elías, al venir primero, restaurará todas las cosas. Y, sin embargo, ¿cómo está escrito del Hijo del Hombre que padezca mucho y sea despreciado?
13 Pero yo os digo que Elías ya ha venido, y le hicieron cuanto quisieron, tal como está escrito de él.
14 Cuando volvieron a los discípulos, vieron una gran multitud que les rodeaba, y a unos escribas que discutían con ellos.
15 Enseguida, cuando toda la multitud vio a Jesús, quedó sorprendida, y corriendo hacia El, le saludaban.
16 Y El les preguntó: ¿Qué discutís con ellos?
17 Y uno de la multitud le respondió: Maestro, te traje a mi hijo que tiene un espíritu mudo,
18 y siempre que se apodera de él, lo derriba, y echa espumarajos, cruje los dientes y se va consumiendo. Y dije a tus discípulos que lo expulsaran, pero no pudieron.
19 Respondiéndoles Jesús, dijo*: ¡Oh generación incrédula! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo os tendré que soportar? ¡Traédmelo!
20 Y se lo trajeron. Y cuando el espíritu vio a Jesús, al instante sacudió con violencia al muchacho, y éste, cayendo a tierra, se revolcaba echando espumarajos.
21 Jesús preguntó al padre: ¿Cuánto tiempo hace que le sucede esto? Y él respondió: Desde su niñez.
22 Y muchas veces lo ha echado en el fuego y también en el agua para destruirlo. Pero si tú puedes hacer algo, ten misericordia de nosotros y ayúdanos.
23 Jesús le dijo: "¿Cómo si tú puedes?" Todas las cosas son posibles para el que cree.
24 Al instante el padre del muchacho gritó y dijo: Creo; ayúdame en mi incredulidad.
25 Cuando Jesús vio que se agolpaba una multitud, reprendió al espíritu inmundo, diciéndole: Espíritu mudo y sordo, yo te ordeno: Sal de él y no vuelvas a entrar en él.
26 Y después de gritar y de sacudirlo con terribles convulsiones, salió: y el muchacho quedó como muerto, tanto, que la mayoría de ellos decían: ¡Está muerto!
27 Pero Jesús, tomándolo de la mano, lo levantó, y él se puso en pie.
28 Cuando entró Jesús en la casa, sus discípulos le preguntaban en privado: ¿Por qué nosotros no pudimos echarlo fuera?
29 Y El les dijo: Esta clase con nada puede salir, sino con oración.
30 Saliendo de allí, iban pasando por Galilea, y El no quería que nadie lo supiera.
31 Porque enseñaba a sus discípulos, y les decía: El Hijo del Hombre será entregado en manos de los hombres y le matarán; y después de muerto, a los tres días resucitará.
32 Pero ellos no entendían lo que decía, y tenían miedo de preguntarle.
33 Y llegaron a Capernaúm; y estando ya en la casa, les preguntaba: ¿Qué discutíais por el camino?
34 Pero ellos guardaron silencio, porque en el camino habían discutido entre sí quién de ellos era el mayor.
35 Sentándose, llamó a los doce y les dijo*: Si alguno desea ser el primero, será el último de todos y el servidor de todos.
36 Y tomando a un niño, lo puso en medio de ellos; y tomándolo en sus brazos les dijo:
37 El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe; y el que me recibe a mí, no me recibe a mí, sino a aquel que me envió.
38 Juan le dijo: Maestro, vimos a uno echando fuera demonios en tu nombre, y tratamos de impedírselo, porque no nos seguía.
39 Pero Jesús dijo: No se lo impidáis, porque no hay nadie que haga un milagro en mi nombre, y que pueda enseguida hablar mal de mí.
40 Pues el que no está contra nosotros, por nosotros está.
41 Porque cualquiera que os dé de beber un vaso de agua, por razón de vuestro nombre, ya que sois seguidores de Cristo, en verdad os digo que no perderá su recompensa.
42 Y cualquiera que haga tropezar a uno de estos pequeñitos que creen en mí, mejor le fuera si le hubieran atado al cuello una piedra de molino de las que mueve un asno, y lo hubieran echado al mar.
43 Y si tu mano te es ocasión de pecar, córtala; te es mejor entrar en la vida manco, que teniendo las dos manos ir al infierno, al fuego inextinguible,
44 donde EL GUSANO DE ELLOS NO MUERE, Y EL FUEGO NO SE APAGA.
45 Y si tu pie te es ocasión de pecar, córtalo; te es mejor entrar cojo a la vida, que teniendo los dos pies ser echado al infierno,
46 donde EL GUSANO DE ELLOS NO MUERE, Y EL FUEGO NO SE APAGA.
47 Y si tu ojo te es ocasión de pecar, sácatelo; te es mejor entrar al reino de Dios con un solo ojo, que teniendo dos ojos ser echado al infierno,
48 donde EL GUSANO DE ELLOS NO MUERE, Y EL FUEGO NO SE APAGA.
49 Porque todos serán salados con fuego.
50 La sal es buena; pero si la sal se vuelve insípida, ¿con qué la sazonaréis? Tened sal en vosotros y estad en paz los unos con los otros.
1 Levantándose de allí, Jesús se fue* a la región de Judea y al otro lado del Jordán; y se reunieron* de nuevo las multitudes junto a El, y una vez más, como acostumbraba, les enseñaba.
2 Y se le acercaron algunos fariseos, y para ponerle a prueba, le preguntaban si era lícito a un hombre divorciarse de su mujer.
3 Y respondiendo El, les dijo: ¿Qué os mandó Moisés?
4 Y ellos dijeron: Moisés permitió al hombre escribir CARTA DE DIVORCIO Y REPUDIARla .
5 Pero Jesús les dijo: Por la dureza de vuestro corazón os escribió este mandamiento.
6 Pero desde el principio de la creación, Dios LOS HIZO VARON Y HEMBRA.
7 POR ESTA RAZON EL HOMBRE DEJARA A SU PADRE Y A SU MADRE,
8 Y LOS DOS SERAN UNA SOLA CARNE; por consiguiente, ya no son dos, sino una sola carne.
9 Por tanto, lo que Dios ha unido, ningún hombre lo separe.
10 Y ya en la casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre esto.
11 Y El les dijo*: Cualquiera que se divorcie de su mujer y se case con otra, comete adulterio contra ella;
12 y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio.
13 Y le traían niños para que los tocara; y los discípulos los reprendieron.
14 Pero cuando Jesús vio esto, se indignó y les dijo: Dejad que los niños vengan a mí; no se lo impidáis, porque de los que son como éstos es el reino de Dios.
15 En verdad os digo: el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él.
16 Y tomándolos en sus brazos, los bendecía, poniendo las manos sobre ellos.
17 Cuando salía para seguir su camino, vino uno corriendo, y arrodillándose delante de El, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?
18 Y Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino sólo uno, Dios.
19 Tú sabes los mandamientos: "NO MATES, NO COMETAS ADULTERIO, NO HURTES, NO DES FALSO TESTIMONIO, no defraudes, HONRA A TU PADRE Y A TU MADRE".
20 Y él le dijo: Maestro, todo esto lo he guardado desde mi juventud.
21 Jesús, mirándolo, lo amó y le dijo: Una cosa te falta: ve y vende cuanto tienes y da a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme.
22 Pero él, afligido por estas palabras, se fue triste, porque era dueño de muchos bienes.
23 Jesús, mirando en derredor, dijo* a sus discípulos: ¡Qué difícil será para los que tienen riquezas entrar en el reino de Dios!
24 Y los discípulos se asombraron de sus palabras. Pero Jesús respondiendo de nuevo, les dijo*: Hijos, ¡qué difícil es entrar en el reino de Dios!
25 Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el reino de Dios.
26 Ellos se asombraron aún más, diciendo entre sí: ¿Y quién podrá salvarse?
27 Mirándolos Jesús, dijo*: Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque todas las cosas son posibles para Dios.
28 Entonces Pedro comenzó a decirle: He aquí, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido.
29 Jesús dijo: En verdad os digo: No hay nadie que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o madre, o padre, o hijos o tierras por causa de mí y por causa del evangelio,
30 que no reciba cien veces más ahora en este tiempo: casas, y hermanos, y hermanas, y madres, e hijos, y tierras junto con persecuciones; y en el siglo venidero, la vida eterna.
31 Pero muchos primeros serán últimos, y los últimos, primeros.
32 E iban por el camino subiendo a Jerusalén, y Jesús iba delante de ellos; y estaban perplejos, y los que le seguían tenían miedo. Y tomando aparte de nuevo a los doce, comenzó a decirles lo que le iba a suceder:
33 He aquí, subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los principales sacerdotes y a los escribas, y le condenarán a muerte y le entregarán a los gentiles.
34 Y se burlarán de El y le escupirán, le azotarán y le matarán, y tres días después resucitará.
35 Y se le acercaron* Jacobo y Juan, los dos hijos de Zebedeo, diciéndole: Maestro, queremos que hagas por nosotros lo que te pidamos.
36 Y El les dijo: ¿Qué queréis que haga por vosotros?
37 Ellos le dijeron: Concédenos que en tu gloria nos sentemos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.
38 Pero Jesús les dijo: No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo bebo, o ser bautizados con el bautismo con que soy bautizado?
39 Y ellos le dijeron: Podemos. Y Jesús les dijo: La copa que yo bebo, beberéis; y seréis bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado,
40 pero el que os sentéis a mi derecha o a mi izquierda, no es mío el concederlo, sino que es para quienes ha sido preparado.
41 Al oír esto, los diez comenzaron a indignarse contra Jacobo y Juan.
42 Y llamándolos junto a sí, Jesús les dijo*: Sabéis que los que son reconocidos como gobernantes de los gentiles se enseñorean de ellos, y que sus grandes ejercen autoridad sobre ellos.
43 Pero entre vosotros no es así, sino que cualquiera de vosotros que desee llegar a ser grande será vuestro servidor,
44 y cualquiera de vosotros que desee ser el primero será siervo de todos.
45 Porque ni aun el Hijo del Hombre vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.
46 Entonces llegaron* a Jericó. Y cuando salía de Jericó con sus discípulos y una gran multitud, un mendigo ciego llamado Bartimeo, el hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino.
47 Y cuando oyó que era Jesús el Nazareno, comenzó a gritar y a decir: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!
48 Y muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí!
49 Y Jesús se detuvo y dijo: Llamadle. Y llamaron* al ciego, diciéndole: ¡Anímate! Levántate, que te llama.
50 Y arrojando su manto, se levantó de un salto y fue a Jesús.
51 Y dirigiéndose a él, Jesús le dijo: ¿Qué deseas que haga por ti? Y el ciego le respondió: Raboní, que recobre la vista.
52 Y Jesús le dijo: Vete, tu fe te ha sanado. Y al instante recobró la vista, y le seguía por el camino.
1 Cuando se acercaban* a Jerusalén, por Betfagé y Betania, cerca del monte de los Olivos, envió* a dos de sus discípulos,
2 y les dijo*: Id a la aldea enfrente de vosotros, y tan pronto como entréis en ella, encontraréis un pollino atado en el cual nadie se ha montado todavía; desatadlo y traedlo.
3 Y si alguien os dice: "¿Por qué hacéis eso?" decid: "El Señor lo necesita"; y enseguida lo devolverá acá.
4 Ellos fueron y encontraron un pollino atado junto a la puerta, afuera en la calle, y lo desataron*.
5 Y algunos de los que estaban allí les dijeron: ¿Qué hacéis desatando el pollino?
6 Ellos les respondieron tal como Jesús les había dicho, y les dieron permiso.
7 Entonces trajeron* el pollino a Jesús y echaron encima sus mantos, y Jesús se sentó sobre él.
8 Y muchos tendieron sus mantos en el camino, y otros tendieron ramas que habían cortado de los campos.
9 Los que iban delante y los que le seguían, gritaban: ¡Hosanna! BENDITO EL QUE VIENE EN EL NOMBRE DEL SEÑOR;
10 Bendito el reino de nuestro padre David que viene; ¡Hosanna en las alturas!
11 Y entró en Jerusalén, llegó al templo, y después de mirar todo a su alrededor, salió para Betania con los doce, siendo ya avanzada la hora.
12 Al día siguiente, cuando salieron de Betania, Jesús tuvo hambre.
13 Y viendo de lejos una higuera con hojas, fue a ver si quizá pudiera hallar algo en ella; cuando llegó a ella, no encontró más que hojas, porque no era tiempo de higos.
14 Y Jesús, hablando a la higuera, le dijo: Nunca jamás coma nadie fruto de ti. Y sus discípulos le estaban escuchando.
15 Llegaron* a Jerusalén; y entrando Jesús en el templo comenzó a echar fuera a los que vendían y compraban en el templo, volcó las mesas de los cambistas y los asientos de los que vendían las palomas;
16 y no permitía que nadie transportara objeto alguno a través del templo.
17 Y les enseñaba, diciendo: ¿No está escrito: "MI CASA SERA LLAMADA CASA DE ORACION PARA TODAS LAS NACIONES"? Pero vosotros la habéis hecho CUEVA DE LADRONES.
18 Los principales sacerdotes y los escribas oyeron esto y buscaban cómo destruirle, porque le tenían miedo, pues toda la multitud estaba admirada de su enseñanza.
19 Y cuando atardecía, solían salir fuera de la ciudad.
20 Por la mañana, cuando pasaban, vieron la higuera seca desde las raíces.
21 Entonces Pedro, acordándose, le dijo*: Rabí, mira, la higuera que maldijiste se ha secado.
22 Y Jesús respondió*, diciéndoles: Tened fe en Dios.
23 En verdad os digo que cualquiera que diga a este monte: "Quítate y arrójate al mar", y no dude en su corazón, sino crea que lo que dice va a suceder, le será concedido.
24 Por eso os digo que todas las cosas por las que oréis y pidáis, creed que ya las habéis recibido, y os serán concedidas .
25 Y cuando estéis orando, perdonad si tenéis algo contra alguien, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone vuestras transgresiones.
26 Pero si vosotros no perdonáis, tampoco vuestro Padre que está en los cielos perdonará vuestras transgresiones.
27 Llegaron* de nuevo a Jerusalén; y cuando Jesús andaba por el templo, se le acercaron* los principales sacerdotes, los escribas y los ancianos,
28 y le dijeron: ¿Con qué autoridad haces estas cosas, o quién te dio la autoridad para hacer esto?
29 Y Jesús les dijo: Yo también os haré una pregunta; respondédmela, y entonces os diré con qué autoridad hago estas cosas.
30 El bautismo de Juan, ¿era del cielo o de los hombres? Respondedme.
31 Y ellos discurrían entre sí, diciendo: Si decimos: "Del cielo", El dirá: "Entonces, ¿por qué no le creísteis?"
32 ¿Mas si decimos: "De los hombres"? Pero temían a la multitud, porque todos consideraban que Juan verdaderamente había sido un profeta.
33 Y respondiendo a Jesús, dijeron*: No sabemos. Y Jesús les dijo*: Tampoco yo os diré con qué autoridad hago estas cosas.
1 Entonces comenzó a hablarles en parábolas: Un hombre PLANTO UNA VIÑA Y LA CERCO CON UN MURO, CAVO UN ESTANQUE DEBAJO DEL LAGAR Y EDIFICO UNA TORRE; la arrendó a labradores y se fue de viaje.
2 Al tiempo de la vendimia envió un siervo a los labradores para recibir de los labradores su parte de los frutos de la viña.
3 Pero ellos, echándole mano, lo golpearon y lo enviaron con las manos vacías.
4 De nuevo les mandó otro siervo, y a él lo hirieron en la cabeza y lo trataron vergonzosamente.
5 Y envió a otro y a éste lo mataron; y así con otros muchos, golpeando a unos y matando a otros.
6 Todavía le quedaba uno, un hijo amado; y les envió a este último, diciendo: "Respetarán a mi hijo."
7 Pero aquellos labradores se dijeron entre sí: "Este es el heredero; ¡venid, matémosle, y la heredad será nuestra!"
8 Y echándole mano, lo mataron y lo arrojaron fuera de la viña.
1 Cuando salía del templo, uno de sus discípulos le dijo*: Maestro, ¡mira qué piedras y qué edificios!
2 Y Jesús le dijo: ¿Ves estos grandes edificios? No quedará piedra sobre piedra que no sea derribada.
3 Y estando El sentado en el monte de los Olivos, frente al templo, Pedro, Jacobo, Juan y Andrés le preguntaban en privado:
4 Dinos, ¿cuándo sucederá esto, y qué señal habrá cuando todas estas cosas se hayan de cumplir?
5 Y Jesús comenzó a decirles: Mirad que nadie os engañe.
6 Muchos vendrán en mi nombre diciendo: "Yo soy el Cristo", y engañarán a muchos.
7 Y cuando oigáis de guerras y de rumores de guerras, no os alarméis; es necesario que todo esto suceda, pero todavía no es el fin.
8 Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá terremotos en diversos lugares; y habrá hambres. Esto sólo es el comienzo de dolores.
9 Pero estad alerta; porque os entregarán a los tribunales y seréis azotados en las sinagogas, y compareceréis delante de gobernadores y reyes por mi causa, para testimonio a ellos.
10 Pero primero el evangelio debe ser predicado a todas las naciones.
11 Y cuando os lleven y os entreguen, no os preocupéis de antemano por lo que vais a decir, sino que lo que os sea dado en aquella hora, eso hablad; porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu Santo.
12 Y el hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo; y los hijos se levantarán contra los padres, y les causarán la muerte.
13 Y seréis odiados de todos por causa de mi nombre, pero el que persevere hasta el fin, ése será salvo.
14 Mas cuando veáis la ABOMINACION DE LA DESOLACION puesta donde no debe estar (el que lea, que entienda), entonces los que estén en Judea huyan a los montes;
15 y el que esté en la azotea, no baje ni entre a sacar nada de su casa;
16 y el que esté en el campo, no vuelva atrás a tomar su capa.
17 Pero, ¡ay de las que estén encinta y de las que estén criando en aquellos días!
18 Orad para que esto no suceda en el invierno.
19 Porque aquellos días serán de tribulación, tal como no ha acontecido desde el principio de la creación que hizo Dios hasta ahora, ni acontecerá jamás.
20 Y si el Señor no hubiera acortado aquellos días, nadie se salvaría; pero por causa de los escogidos que El eligió, acortó los días.
21 Entonces, si alguno os dice: "Mirad, aquí está el Cristo", o: "Mirad, allí está", no le creáis.
22 Porque se levantarán falsos Cristos y falsos profetas, y mostrarán señales y prodigios a fin de extraviar, de ser posible, a los escogidos.
23 Mas vosotros, estad alerta; ved que os lo he dicho todo de antemano.
24 Pero en aquellos días, después de esa tribulación, EL SOL SE OSCURECERA Y LA LUNA NO DARA SU LUZ,
25 LAS ESTRELLAS IRAN CAYENDO del cielo y las potencias que están en los cielos serán sacudidas.
26 Entonces verán AL HIJO DEL HOMBRE QUE VIENE EN LAS NUBES con gran poder y gloria.
27 Y entonces enviará a los ángeles, y reunirá a sus escogidos de los cuatro vientos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo.
28 De la higuera aprended la parábola: cuando su rama ya se pone tierna y echa las hojas, sabéis que el verano está cerca.
29 Así también vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que El está cerca, a las puertas.
30 En verdad os digo que no pasará esta generación hasta que todo esto suceda.
31 El cielo y la tierra pasarán, mas mis palabras no pasarán.
32 Pero de aquel día o de aquella hora nadie sabe, ni siquiera los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre.
33 Estad alerta, velad; porque no sabéis cuándo es el tiempo señalado.
34 Es como un hombre que se fue de viaje, y al salir de su casa dejó a sus siervos encargados, asignándole a cada uno su tarea, y ordenó al portero que estuviera alerta.
35 Por tanto, velad, porque no sabéis cuándo viene el señor de la casa, si al atardecer, o a la medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer;
36 no sea que venga de repente y os halle dormidos.
37 Y lo que a vosotros digo, a todos lo digo: ¡Velad!
1 Faltaban dos días para la Pascua y para la fiesta de los panes sin levadura; y los principales sacerdotes y los escribas buscaban cómo prenderle con engaño y matarle ;
2 porque decían: No durante la fiesta, no sea que haya un tumulto del pueblo.
3 Y estando El en Betania, sentado a la mesa en casa de Simón el leproso, vino una mujer con un frasco de alabastro de perfume muy costoso de nardo puro; y rompió el frasco y lo derramó sobre la cabeza de Jesús.
4 Pero algunos estaban indignados y se decían unos a otros: ¿Para qué se ha hecho este desperdicio de perfume?
5 Porque este perfume podía haberse vendido por más de trescientos denarios, y dado el dinero a los pobres. Y la reprendían.
6 Pero Jesús dijo: Dejadla; ¿por qué la molestáis? Buena obra ha hecho conmigo.
7 Porque a los pobres siempre los tendréis con vosotros; y cuando queráis les podréis hacer bien; pero a mí no siempre me tendréis.
8 Ella ha hecho lo que ha podido; se ha anticipado a ungir mi cuerpo para la sepultura.
9 Y en verdad os digo: Dondequiera que el evangelio se predique en el mundo entero, también se hablará de lo que ésta ha hecho, para memoria suya.
10 Entonces Judas Iscariote, que era uno de los doce, fue a los principales sacerdotes para entregarles a Jesús.
11 Cuando ellos lo oyeron, se alegraron y prometieron darle dinero. Y él buscaba cómo entregarle en un momento oportuno.
12 El primer día de la fiesta de los panes sin levadura, cuando se sacrificaba el cordero de la Pascua, sus discípulos le dijeron*: ¿Dónde quieres que vayamos y hagamos los preparativos para que comas la Pascua?
13 Y envió* a dos de sus discípulos, y les dijo*: Id a la ciudad, y allí os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidle;
14 y donde él entre, decid al dueño de la casa: "El Maestro dice: '¿Dónde está mi habitación en la que pueda comer la Pascua con mis discípulos?'"
15 Y él os mostrará un gran aposento alto, amueblado y preparado; haced los preparativos para nosotros allí.
16 Salieron, pues, los discípulos y llegaron a la ciudad, y encontraron todo tal como El les había dicho; y prepararon la Pascua.
17 Al atardecer llegó* El con los doce.
18 Y estando sentados a la mesa comiendo, Jesús dijo: En verdad os digo que uno de vosotros me entregará; el que come conmigo.
19 Ellos comenzaron a entristecerse y a decirle uno por uno: ¿Acaso soy yo?
20 Y El les dijo: Es uno de los doce, el que moja conmigo en el plato.
21 Porque el Hijo del Hombre se va tal y como está escrito de El; pero ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del Hombre es entregado! Mejor le fuera a ese hombre no haber nacido.
22 Y mientras comían, tomó pan, y habiéndolo bendecido lo partió, se lo dio a ellos, y dijo: Tomad, esto es mi cuerpo.
23 Y tomando una copa, después de dar gracias, se la dio a ellos, y todos bebieron de ella.
24 Y les dijo: Esto es mi sangre del nuevo pacto, que es derramada por muchos.
25 En verdad os digo: Ya no beberé más del fruto de la vid hasta aquel día cuando lo beba nuevo en el reino de Dios.
26 Después de cantar un himno, salieron para el monte de los Olivos.
27 Y Jesús les dijo*: Todos vosotros os apartaréis, porque escrito está: "HERIRE AL PASTOR, Y LAS OVEJAS SE DISPERSARAN."
28 Pero después de que yo haya resucitado, iré delante de vosotros a Galilea.
29 Entonces Pedro le dijo: Aunque todos se aparten, yo, sin embargo, no lo haré.
30 Y Jesús le dijo*: En verdad te digo que tú, hoy, esta misma noche, antes que el gallo cante dos veces, me negarás tres veces.
31 Pero Pedro con insistencia repetía: Aunque tenga que morir contigo, no te negaré. Y todos decían también lo mismo.
32 Y llegaron* a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo* a sus discípulos: Sentaos aquí hasta que yo haya orado.
33 Y tomó* consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan, y comenzó a afligirse y a angustiarse mucho.
34 Y les dijo*: Mi alma está muy afligida, hasta el punto de la muerte; quedaos aquí y velad.
35 Adelantándose un poco, se postró en tierra y oraba que si fuera posible, pasara de El aquella hora.
36 Y decía: ¡Abba, Padre! Para ti todas las cosas son posibles; aparta de mí esta copa, pero no sea lo que yo quiero, sino lo que tú quieras .
37 Entonces vino* y los halló* durmiendo, y dijo* a Pedro: Simón, ¿duermes? ¿No pudiste velar ni por una hora?
38 Velad y orad para que no entréis en tentación; el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil.
39 Se fue otra vez y oró, diciendo las mismas palabras.
40 Y vino de nuevo y los halló durmiendo, porque sus ojos estaban muy cargados de sueño; y no sabían qué responderle.
41 Vino* por tercera vez, y les dijo*: ¿Todavía estáis durmiendo y descansando? Basta ya; ha llegado la hora; he aquí, el Hijo del Hombre es entregado en manos de los pecadores.
42 Levantaos, vámonos; mirad, está cerca el que me entrega.
43 En ese momento, mientras todavía estaba El hablando, llegó* Judas, uno de los doce, acompañado de una multitud con espadas y garrotes, de parte de los principales sacerdotes, de los escribas y de los ancianos.
44 Y el que le entregaba les había dado una señal, diciendo: Al que yo bese, ése es; prendedle y llevadle con seguridad.
45 Y habiendo llegado, inmediatamente se acercó a El diciendo: ¡Rabí! Y le besó.
46 Entonces ellos le echaron mano y le prendieron.
47 Pero uno de los que estaban allí, sacando la espada, hirió al siervo del sumo sacerdote y le cortó la oreja.
48 Y dirigiéndose Jesús a ellos, les dijo: ¿Habéis salido con espadas y garrotes para arrestarme como contra un ladrón?
49 Cada día estaba con vosotros en el templo enseñando, y no me prendisteis; pero esto ha sucedido para que se cumplan las Escrituras.
50 Y abandonándole, huyeron todos.
51 Cierto joven le seguía, vestido sólo con una sábana sobre su cuerpo desnudo; y lo prendieron*;
52 pero él, dejando la sábana, escapó desnudo.
53 Y llevaron a Jesús al sumo sacerdote; y se reunieron* todos los principales sacerdotes, los ancianos y los escribas.
54 Pedro le siguió de lejos hasta dentro del patio del sumo sacerdote; estaba sentado con los alguaciles, calentándose al fuego.
55 Y los principales sacerdotes y todo el concilio, procuraban obtener testimonio contra Jesús para darle muerte, pero no lo hallaban.
56 Porque muchos daban falso testimonio contra El, pero sus testimonios no coincidían.
57 Y algunos, levantándose, daban falso testimonio contra El, diciendo:
58 Nosotros le oímos decir: "Yo destruiré este templo hecho por manos, y en tres días edificaré otro no hecho por manos."
59 Y ni siquiera en esto coincidía el testimonio de ellos.
60 Entonces el sumo sacerdote levantándose, se puso en medio y preguntó a Jesús, diciendo: ¿No respondes nada? ¿Qué testifican éstos contra ti?
61 Mas El callaba y nada respondía. Le volvió a preguntar el sumo sacerdote, diciéndole: ¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito?
62 Jesús dijo: Yo soy; y veréis al HIJO DEL HOMBRE SENTADO A LA DIESTRA DEL PODER y VINIENDO CON LAS NUBES DEL CIELO.
63 Entonces el sumo sacerdote, rasgando sus ropas, dijo*: ¿Qué necesidad tenemos de más testigos?
64 Habéis oído la blasfemia; ¿qué os parece? Y todos le condenaron, diciendo que era reo de muerte.
65 Y comenzaron algunos a escupirle, a cubrirle el rostro y a darle de puñetazos, y a decirle: ¡Profetiza! Y los alguaciles le recibieron a bofetadas.
66 Estando Pedro abajo en el patio, llegó* una de las sirvientas del sumo sacerdote,
67 y al ver a Pedro calentándose, lo miró y dijo*: Tú también estabas con Jesús el Nazareno.
68 Pero él lo negó, diciendo: Ni sé, ni entiendo de qué hablas. Y salió al portal, y un gallo cantó.
69 Cuando la sirvienta lo vio, de nuevo comenzó a decir a los que estaban allí: Este es uno de ellos.
70 Pero él lo negó otra vez. Y poco después los que estaban allí volvieron a decirle a Pedro: Seguro que tú eres uno de ellos, pues también eres galileo.
71 Pero él comenzó a maldecir y a jurar: ¡Yo no conozco a este hombre de quien habláis!
72 Al instante un gallo cantó por segunda vez. Entonces Pedro recordó lo que Jesús le había dicho: Antes que el gallo cante dos veces, me negarás tres veces. Y se echó a llorar.
1 Muy de mañana, los principales sacerdotes prepararon enseguida una reunión con los ancianos, los escribas y todo el concilio; y atando a Jesús, le llevaron y le entregaron a Pilato.
2 Pilato le preguntó: ¿Eres tú el Rey de los judíos? Respondiendo El, le dijo*: Tú lo dices.
3 Y los principales sacerdotes le acusaban de muchas cosas.
4 De nuevo Pilato le preguntó, diciendo: ¿No respondes nada? Mira de cuántas cosas te acusan.
5 Pero Jesús no respondió nada más; de modo que Pilato estaba asombrado.
6 Ahora bien, en cada fiesta él acostumbraba soltarles un preso, el que ellos pidieran.
7 Y uno llamado Barrabás había sido encarcelado con los sediciosos que habían cometido homicidio en la insurrección.
8 Y subiendo la multitud, comenzó a pedirle que hiciera como siempre les había hecho.
9 Entonces Pilato les contestó, diciendo: ¿Queréis que os suelte al Rey de los judíos?
10 Porque sabía que los principales sacerdotes le habían entregado por envidia.
11 Pero los principales sacerdotes incitaron a la multitud para que le pidiera que en vez de Jesús les soltara a Barrabás.
12 Y Pilato, tomando de nuevo la palabra, les decía: ¿Qué haré, entonces, con el que llamáis el Rey de los judíos?
13 Ellos le respondieron a gritos: ¡Crucifícale!
14 Y Pilato les decía: ¿Por qué? ¿Qué mal ha hecho? Y ellos gritaban aún más: ¡Crucifícale!
15 Pilato, queriendo complacer a la multitud, les soltó a Barrabás; y después de hacer azotar a Jesús, le entregó para que fuera crucificado.
16 Entonces los soldados le llevaron dentro del palacio, es decir, al Pretorio, y convocaron* a toda la cohorte romana .
17 Le vistieron* de púrpura, y después de tejer una corona de espinas, se la pusieron;
18 y comenzaron a vitorearle: ¡Salve, Rey de los judíos!
19 Le golpeaban la cabeza con una caña y le escupían, y poniéndose de rodillas le hacían reverencias.
20 Y después de haberse burlado de El, le quitaron la púrpura, le pusieron sus ropas y le sacaron* para crucificarle.
21 Y obligaron* a uno que pasaba y que venía del campo, Simón de Cirene, el padre de Alejandro y Rufo, a que llevara la cruz de Jesús.
22 Le llevaron* al lugar llamado Gólgota, que traducido significa: Lugar de la Calavera.
23 Y trataron de darle vino mezclado con mirra, pero El no lo tomó.
24 Cuando le crucificaron*, se repartieron* sus vestidos, echando suertes sobre ellos para decidir lo que cada uno tomaría.
25 Era la hora tercera cuando le crucificaron.
26 Y la inscripción de la acusación contra El decía: EL REY DE LOS JUDIOS.
27 Crucificaron* con El a dos ladrones; uno a su derecha y otro a su izquierda.
28 Y se cumplió la Escritura que dice: Y con los transgresores fue contado.
29 Y los que pasaban le injuriaban, meneando la cabeza y diciendo: ¡Bah! Tú que destruyes el templo y en tres días lo reedificas,
30 ¡sálvate a ti mismo descendiendo de la cruz!
31 De igual manera, también los principales sacerdotes junto con los escribas, burlándose de El entre ellos, decían: A otros salvó, a sí mismo no puede salvarse.
32 Que este Cristo, el Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, para que veamos y creamos. Y los que estaban crucificados con El también le insultaban.
33 Cuando llegó la hora sexta, hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora novena.
34 Y a la hora novena Jesús exclamó con fuerte voz: ELOI, ELOI, ¿LEMA SABACTANI?, que traducido significa, DIOS MIO, DIOS MIO, ¿POR QUE ME HAS ABANDONADO?
35 Algunos de los que estaban allí, al oírlo, decían: Mirad, a Elías llama.
36 Entonces uno corrió y empapó una esponja en vinagre, y poniéndola en una caña, le dio a beber, diciendo: Dejad, veamos si Elías viene a bajarle.
37 Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró.
38 Y el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo.
39 Viendo el centurión que estaba frente a El, la manera en que expiró, dijo: En verdad este hombre era Hijo de Dios.
40 Había también unas mujeres mirando de lejos, entre las que estaban María Magdalena, María, la madre de Jacobo el menor y de José, y Salomé,
41 las cuales cuando Jesús estaba en Galilea, le seguían y le servían; y había muchas otras que habían subido con El a Jerusalén.
42 Ya al atardecer, como era el día de la preparación, es decir, la víspera del día de reposo,
43 vino José de Arimatea, miembro prominente del concilio, que también esperaba el reino de Dios; y llenándose de valor, entró adonde estaba Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús.
44 Pilato se sorprendió de que ya hubiera muerto, y llamando al centurión, le preguntó si ya estaba muerto.
45 Y comprobando esto por medio del centurión, le concedió el cuerpo a José,
46 quien compró un lienzo de lino, y bajándole de la cruz, le envolvió en el lienzo de lino y le puso en un sepulcro que había sido excavado en la roca; e hizo rodar una piedra a la entrada del sepulcro.
47 Y María Magdalena y María, la madre de José, miraban para saber dónde le ponían.
1 Pasado el día de reposo, María Magdalena, María, la madre de Jacobo, y Salomé, compraron especias aromáticas para ir a ungirle.
2 Y muy de mañana, el primer día de la semana, llegaron* al sepulcro cuando el sol ya había salido.
3 Y se decían unas a otras: ¿Quién nos removerá la piedra de la entrada del sepulcro?
4 Cuando levantaron los ojos, vieron* que la piedra, aunque era sumamente grande, había sido removida.
5 Y entrando en el sepulcro, vieron a un joven sentado al lado derecho, vestido con ropaje blanco; y ellas se asustaron.
6 Pero él les dijo*: No os asustéis; buscáis a Jesús nazareno, el crucificado. Ha resucitado, no está aquí; mirad el lugar donde le pusieron.
7 Pero id, decid a sus discípulos y a Pedro: "El va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis, tal como os dijo."
8 Y saliendo ellas, huyeron del sepulcro, porque un gran temblor y espanto se había apoderado de ellas; y no dijeron nada a nadie porque tenían miedo.
9 Y después de haber resucitado, muy temprano el primer día de la semana, Jesús se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado fuera siete demonios.
10 Y ella fue y se lo comunicó a los que habían estado con El, que estaban lamentándose y llorando.
11 Cuando ellos oyeron que El estaba vivo y que ella le había visto, se negaron a creerlo.
12 Después de esto, se apareció en forma distinta a dos de ellos cuando iban de camino al campo.
13 Y éstos fueron y se lo comunicaron a los demás, pero a ellos tampoco les creyeron.
14 Después se apareció a los once mismos cuando estaban sentados a la mesa, y los reprendió por su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que le habían visto resucitado.
15 Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.
16 El que crea y sea bautizado será salvo; pero el que no crea será condenado.
17 Y estas señales acompañarán a los que han creído: en mi nombre echarán fuera demonios, hablarán en nuevas lenguas;
18 tomarán serpientes en las manos, y aunque beban algo mortífero, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán las manos, y se pondrán bien.
19 Entonces, el Señor Jesús, después de hablar con ellos, fue recibido en el cielo y se sentó a la diestra de Dios.
20 Y ellos salieron y predicaron por todas partes, colaborando el Señor con ellos, y confirmando la palabra por medio de las señales que la seguían. Ellas comunicaron inmediatamente a Pedro y a sus compañeros todas estas instrucciones. Y después de esto, Jesús mismo envió por medio de ellos, desde el oriente hasta el occidente, el mensaje sacrosanto e incorruptible de la salvación eterna.