1 Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham.
2 Abraham engendró a Isaac, Isaac a Jacob, y Jacob a Judá y a sus hermanos;
3 Judá engendró, de Tamar, a Fares y a Zara, Fares engendró a Esrom, y Esrom a Aram;
4 Aram engendró a Aminadab, Aminadab a Naasón, y Naasón a Salmón;
5 Salmón engendró, de Rahab, a Booz, Booz engendró, de Rut, a Obed, y Obed engendró a Isaí;
6 Isaí engendró al rey David. Y David engendró a Salomón de la que había sido mujer de Urías.
7 Salomón engendró a Roboam, Roboam a Abías, y Abías a Asa;
8 Asa engendró a Josafat, Josafat a Joram, y Joram a Uzías;
9 Uzías engendró a Jotam, Jotam a Acaz, y Acaz a Ezequías;
10 Ezequías engendró a Manasés, Manasés a Amón, y Amón a Josías;
11 Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos durante la deportación a Babilonia.
12 Después de la deportación a Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, y Salatiel a Zorobabel;
13 Zorobabel engendró a Abiud, Abiud a Eliaquim, y Eliaquim a Azor;
14 Azor engendró a Sadoc, Sadoc a Aquim, y Aquim a Eliud;
15 Eliud engendró a Eleazar, Eleazar a Matán, y Matán a Jacob;
16 Jacob engendró a José, el marido de María, de la cual nació Jesús, llamado el Cristo.
17 De manera que todas las generaciones desde Abraham hasta David son catorce generaciones; y desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce generaciones; y desde la deportación a Babilonia hasta Cristo, catorce generaciones.
18 Y el nacimiento de Jesucristo fue como sigue. Estando su madre María desposada con José, antes de que se consumara el matrimonio, se halló que había concebido por obra del Espíritu Santo.
19 Y José su marido, siendo un hombre justo y no queriendo difamarla, quiso abandonarla en secreto.
20 Pero mientras pensaba en esto, he aquí que se le apareció en sueños un ángel del Señor, diciendo: José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque el Niño que se ha engendrado en ella es del Espíritu Santo.
21 Y dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque El salvará a su pueblo de sus pecados.
22 Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había hablado por medio del profeta, diciendo:
23 HE AQUI, LA VIRGEN CONCEBIRA Y DARA A LUZ UN HIJO, Y LE PONDRAN POR NOMBRE EMMANUEL, que traducido significa: DIOS CON NOSOTROS.
24 Y cuando despertó José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer;
25 y la conservó virgen hasta que dio a luz un hijo; y le puso por nombre Jesús.
1 Después de nacer Jesús en Belén de Judea, en tiempos del rey Herodes, he aquí, unos magos del oriente llegaron a Jerusalén, diciendo:
2 ¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque vimos su estrella en el oriente y hemos venido a adorarle.
3 Cuando lo oyó el rey Herodes, se turbó, y toda Jerusalén con él.
4 Entonces, reuniendo a todos los principales sacerdotes y escribas del pueblo, indagó de ellos dónde había de nacer el Cristo.
5 Y ellos le dijeron: En Belén de Judea, porque así está escrito por el profeta:
6 "Y TU, BELEN, TIERRA DE JUDA, DE NINGUN MODO ERES LA MAS PEQUEÑA ENTRE LOS PRINCIPES DE JUDA; PORQUE DE TI SALDRA UN GOBERNANTE QUE PASTOREARA A MI PUEBLO ISRAEL."
7 Entonces Herodes llamó a los magos en secreto y se cercioró con ellos del tiempo en que había aparecido la estrella.
8 Y enviándolos a Belén, dijo: Id y buscad con diligencia al Niño; y cuando le encontréis, avisadme para que yo también vaya y le adore.
9 Y habiendo oído al rey, se fueron; y he aquí, la estrella que habían visto en el oriente iba delante de ellos, hasta que llegó y se detuvo sobre el lugar donde estaba el Niño.
10 Cuando vieron la estrella, se regocijaron sobremanera con gran alegría.
11 Y entrando en la casa, vieron al Niño con su madre María, y postrándose le adoraron; y abriendo sus tesoros le presentaron obsequios de oro, incienso y mirra.
12 Y habiendo sido advertidos por Dios en sueños que no volvieran a Herodes, partieron para su tierra por otro camino.
13 Después de haberse marchado ellos, un ángel del Señor se le apareció* a José en sueños, diciendo: Levántate, toma al Niño y a su madre y huye a Egipto, y quédate allí hasta que yo te diga; porque Herodes va a buscar al Niño para matarle.
14 Y él, levantándose, tomó de noche al Niño y a su madre, y se trasladó a Egipto;
15 y estuvo allá hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo que el Señor habló por medio del profeta, diciendo: DE EGIPTO LLAME A MI HIJO.
16 Entonces Herodes, al verse burlado por los magos, se enfureció en gran manera, y mandó matar a todos los niños que había en Belén y en todos sus alrededores, de dos años para abajo, según el tiempo que había averiguado de los magos.
17 Entonces se cumplió lo que fue dicho por medio del profeta Jeremías, cuando dijo:
18 SE OYO UNA VOZ EN RAMA, LLANTO Y GRAN LAMENTACION; RAQUEL QUE LLORA A SUS HIJOS, Y QUE NO QUISO SER CONSOLADA PORQUE ya NO EXISTEN.
19 Pero cuando murió Herodes, he aquí, un ángel del Señor se apareció* en sueños a José en Egipto, diciendo:
20 Levántate, toma al Niño y a su madre y vete a la tierra de Israel, porque los que atentaban contra la vida del Niño han muerto.
21 Y él, levantándose, tomó al Niño y a su madre, y vino a la tierra de Israel.
22 Pero cuando oyó que Arquelao reinaba sobre Judea en lugar de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allá; y advertido por Dios en sueños, partió para la región de Galilea;
23 y llegó y habitó en una ciudad llamada Nazaret, para que se cumpliera lo que fue dicho por medio de los profetas: Será llamado Nazareno.
1 En aquellos días llegó* Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea, diciendo:
2 Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado.
3 Porque este es aquel a quien se refirió el profeta Isaías, diciendo: VOZ DEL QUE CLAMA EN EL DESIERTO: "PREPARAD EL CAMINO DEL SEÑOR, HACED DERECHAS SUS SENDAS."
4 Y él, Juan, tenía un vestido de pelo de camello y un cinto de cuero a la cintura; y su comida era de langostas y miel silvestre.
5 Acudía entonces a él Jerusalén, toda Judea y toda la región alrededor del Jordán;
6 y confesando sus pecados, eran bautizados por él en el río Jordán.
7 Pero cuando vio que muchos de los fariseos y saduceos venían para el bautismo, les dijo: ¡Camada de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira que vendrá?
8 Por tanto, dad frutos dignos de arrepentimiento;
9 y no presumáis que podéis deciros a vosotros mismos: "Tenemos a Abraham por padre", porque os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham de estas piedras.
10 Y el hacha ya está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado al fuego.
11 Yo a la verdad os bautizo con agua para arrepentimiento, pero el que viene detrás de mí es más poderoso que yo, a quien no soy digno de quitarle las sandalias; El os bautizará con el Espíritu Santo y con fuego.
12 El bieldo está en su mano y limpiará completamente su era; y recogerá su trigo en el granero, pero quemará la paja en fuego inextinguible.
13 Entonces Jesús llegó* de Galilea al Jordán, a donde estaba Juan, para ser bautizado por él.
14 Pero Juan trató de impedírselo, diciendo: Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?
15 Y respondiendo Jesús, le dijo: Permítelo ahora; porque es conveniente que cumplamos así toda justicia. Entonces Juan se lo permitió*.
16 Después de ser bautizado, Jesús salió del agua inmediatamente; y he aquí, los cielos se abrieron, y él vio al Espíritu de Dios que descendía como una paloma y venía sobre El.
17 Y he aquí, se oyó una voz de los cielos que decía: Este es mi Hijo amado en quien me he complacido.
1 Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo.
2 Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, entonces tuvo hambre.
3 Y acercándose el tentador, le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan.
4 Pero El respondiendo, dijo: Escrito está: "NO SOLO DE PAN VIVIRA EL HOMBRE, SINO DE TODA PALABRA QUE SALE DE LA BOCA DE DIOS."
5 Entonces el diablo le llevó* a la ciudad santa, y le puso sobre el pináculo del templo,
6 y le dijo*: Si eres Hijo de Dios, lánzate abajo, pues escrito está: "A SUS ANGELES TE ENCOMENDARA", y: "EN LAS MANOS TE LLEVARAN, NO SEA QUE TU PIE TROPIECE EN PIEDRA."
7 Jesús le dijo: También está escrito: "NO TENTARAS AL SEÑOR TU DIOS."
8 Otra vez el diablo le llevó* a un monte muy alto, y le mostró* todos los reinos del mundo y la gloria de ellos,
9 y le dijo: Todo esto te daré, si postrándote me adoras.
10 Entonces Jesús le dijo*: ¡Vete, Satanás! Porque escrito está: "AL SEÑOR TU DIOS ADORARAS, Y SOLO A EL SERVIRAS."
11 El diablo entonces le dejó*; y he aquí, ángeles vinieron y le servían.
12 Cuando El oyó que Juan había sido encarcelado, se retiró a Galilea;
13 y saliendo de Nazaret, fue y se estableció en Capernaúm, que está junto al mar, en la región de Zabulón y de Neftalí;
14 para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta Isaías, cuando dijo:
15 ¡TIERRA DE ZABULON Y TIERRA DE NEFTALI, CAMINO DEL MAR, AL OTRO LADO DEL JORDAN, GALILEA DE LOS GENTILES!
16 EL PUEBLO ASENTADO EN TINIEBLAS VIO UNA GRAN LUZ, Y A LOS QUE VIVIAN EN REGION Y SOMBRA DE MUERTE, UNA LUZ LES RESPLANDECIO.
17 Desde entonces Jesús comenzó a predicar y a decir: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado.
18 Y andando junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano, echando una red al mar, porque eran pescadores.
19 Y les dijo*: Seguidme, y yo os haré pescadores de hombres.
20 Entonces ellos, dejando al instante las redes, le siguieron.
21 Y pasando de allí, vio a otros dos hermanos, Jacobo, hijo de Zebedeo, y Juan su hermano, en la barca con su padre Zebedeo, remendando sus redes, y los llamó.
22 Y ellos, dejando al instante la barca y a su padre, le siguieron.
23 Y Jesús iba por toda Galilea, enseñando en sus sinagogas y proclamando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.
24 Y se extendió su fama por toda Siria; y traían a El todos los que estaban enfermos, afectados con diversas enfermedades y dolores, endemoniados, epilépticos y paralíticos; y El los sanaba.
25 Y le siguieron grandes multitudes de Galilea, Decápolis, Jerusalén y Judea, y del otro lado del Jordán.
1 Y cuando vio las multitudes, subió al monte; y después de sentarse, sus discípulos se acercaron a El.
2 Y abriendo su boca, les enseñaba, diciendo:
3 Bienaventurados los pobres en espíritu, pues de ellos es el reino de los cielos.
4 Bienaventurados los que lloran, pues ellos serán consolados.
5 Bienaventurados los humildes, pues ellos heredarán la tierra.
6 Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, pues ellos serán saciados.
7 Bienaventurados los misericordiosos, pues ellos recibirán misericordia.
8 Bienaventurados los de limpio corazón, pues ellos verán a Dios.
9 Bienaventurados los que procuran la paz, pues ellos serán llamados hijos de Dios.
10 Bienaventurados aquellos que han sido perseguidos por causa de la justicia, pues de ellos es el reino de los cielos.
11 Bienaventurados seréis cuando os insulten y persigan, y digan todo género de mal contra vosotros falsamente, por causa de mí.
12 Regocijaos y alegraos, porque vuestra recompensa en los cielos es grande, porque así persiguieron a los profetas que fueron antes que vosotros.
13 Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se ha vuelto insípida, ¿con qué se hará salada otra vez? Ya para nada sirve, sino para ser echada fuera y pisoteada por los hombres.
14 Vosotros sois la luz del mundo. Una ciudad situada sobre un monte no se puede ocultar;
15 ni se enciende una lámpara y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en la casa.
16 Así brille vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas acciones y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.
17 No penséis que he venido para abolir la ley o los profetas; no he venido para abolir, sino para cumplir.
18 Porque en verdad os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, no se perderá ni la letra más pequeña ni una tilde de la ley hasta que toda se cumpla.
19 Cualquiera, pues, que anule uno solo de estos mandamientos, aun de los más pequeños, y así lo enseñe a otros, será llamado muy pequeño en el reino de los cielos; pero cualquiera que los guarde y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos.
20 Porque os digo que si vuestra justicia no supera la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.
21 Habéis oído que se dijo a los antepasados: "NO MATARAS" y: "Cualquiera que cometa homicidio será culpable ante la corte."
22 Pero yo os digo que todo aquel que esté enojado con su hermano será culpable ante la corte; y cualquiera que diga: "Raca" a su hermano, será culpable delante de la corte suprema; y cualquiera que diga: "Idiota", será reo del infierno de fuego.
23 Por tanto, si estás presentando tu ofrenda en el altar, y allí te acuerdas que tu hermano tiene algo contra ti,
24 deja tu ofrenda allí delante del altar, y ve, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda.
25 Reconcíliate pronto con tu adversario mientras vas con él por el camino, no sea que tu adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas echado en la cárcel.
26 En verdad te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo.
27 Habéis oído que se dijo: "NO COMETERAS ADULTERIO."
28 Pero yo os digo que todo el que mire a una mujer para codiciarla ya cometió adulterio con ella en su corazón.
29 Y si tu ojo derecho te es ocasión de pecar, arráncalo y échalo de ti; porque te es mejor que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno.
30 Y si tu mano derecha te es ocasión de pecar, córtala y échala de ti; porque te es mejor que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo vaya al infierno.
31 También se dijo: "CUALQUIERA QUE REPUDIE A SU MUJER, QUE LE DE CARTA DE DIVORCIO."
32 Pero yo os digo que todo el que se divorcia de su mujer, a no ser por causa de infidelidad, la hace cometer adulterio; y cualquiera que se casa con una mujer divorciada, comete adulterio.
33 También habéis oído que se dijo a los antepasados: "NO JURARAS FALSAMENTE, SINO QUE CUMPLIRAS TUS JURAMENTOS AL SEÑOR."
34 Pero yo os digo: no juréis de ninguna manera; ni por el cielo, porque es el trono de Dios;
35 ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es LA CIUDAD DEL GRAN REY.
36 Ni jurarás por tu cabeza, porque no puedes hacer blanco o negro ni un solo cabello.
37 Antes bien, sea vuestro hablar: "Sí, sí" o "No, no"; y lo que es más de esto, procede del mal.
38 Habéis oído que se dijo: "OJO POR OJO Y DIENTE POR DIENTE."
39 Pero yo os digo: no resistáis al que es malo; antes bien, a cualquiera que te abofetee en la mejilla derecha, vuélvele también la otra.
40 Y al que quiera ponerte pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa.
41 Y cualquiera que te obligue a ir una milla, ve con él dos.
42 Al que te pida, dale; y al que desee pedirte prestado no le vuelvas la espalda.
43 Habéis oído que se dijo: "AMARAS A TU PROJIMO y odiarás a tu enemigo."
44 Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen,
45 para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos; porque El hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos.
46 Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tenéis? ¿No hacen también lo mismo los recaudadores de impuestos?
47 Y si saludáis solamente a vuestros hermanos, ¿qué hacéis más que otros? ¿No hacen también lo mismo los gentiles?
48 Por tanto, sed vosotros perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto.
1 Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de otra manera no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos.
2 Por eso, cuando des limosna, no toques trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados por los hombres. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa.
3 Pero tú, cuando des limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha,
4 para que tu limosna sea en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
5 Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas; porque a ellos les gusta ponerse en pie y orar en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos por los hombres. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa.
6 Pero tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cuando hayas cerrado la puerta, ora a tu Padre que está en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
7 Y al orar, no uséis repeticiones sin sentido, como los gentiles, porque ellos se imaginan que serán oídos por su palabrería.
8 Por tanto, no os hagáis semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes que vosotros le pidáis.
9 Vosotros, pues, orad de esta manera: "Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.
10 "Venga tu reino. Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo.
11 "Danos hoy el pan nuestro de cada día.
12 "Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores.
13 "Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal. Porque tuyo es el reino y el poder y la gloria para siempre jamás. Amén."
14 Porque si perdonáis a los hombres sus transgresiones, también vuestro Padre celestial os perdonará a vosotros.
15 Pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras transgresiones.
16 Y cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas; porque ellos desfiguran sus rostros para mostrar a los hombres que están ayunando. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa.
17 Pero tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro,
18 para no hacer ver a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
19 No os acumuléis tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre destruyen, y donde ladrones penetran y roban;
20 sino acumulaos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni la herrumbre destruyen, y donde ladrones no penetran ni roban;
21 porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.
22 La lámpara del cuerpo es el ojo; por eso, si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará lleno de luz.
23 Pero si tu ojo está malo, todo tu cuerpo estará lleno de oscuridad. Así que, si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡cuán grande será la oscuridad!
24 Nadie puede servir a dos señores; porque o aborrecerá a uno y amará al otro, o se apegará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.
25 Por eso os digo, no os preocupéis por vuestra vida, qué comeréis o qué beberéis; ni por vuestro cuerpo, qué vestiréis. ¿No es la vida más que el alimento y el cuerpo más que la ropa?
26 Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros, y sin embargo, vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No sois vosotros de mucho más valor que ellas?
27 ¿Y quién de vosotros, por ansioso que esté, puede añadir una hora al curso de su vida?
28 Y por la ropa, ¿por qué os preocupáis? Observad cómo crecen los lirios del campo; no trabajan, ni hilan;
29 pero os digo que ni Salomón en toda su gloria se vistió como uno de éstos.
30 Y si Dios viste así la hierba del campo, que hoy es y mañana es echada al horno, ¿no hará mucho más por vosotros, hombres de poca fe?
31 Por tanto, no os preocupéis, diciendo: "¿Qué comeremos?" o "¿qué beberemos?" o "¿con qué nos vestiremos?"
32 Porque los gentiles buscan ansiosamente todas estas cosas; que vuestro Padre celestial sabe que necesitáis de todas estas cosas.
33 Pero buscad primero su reino y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.
34 Por tanto, no os preocupéis por el día de mañana; porque el día de mañana se cuidará de sí mismo. Bástele a cada día sus propios problemas.
1 No juzguéis para que no seáis juzgados.
2 Porque con el juicio con que juzguéis, seréis juzgados; y con la medida con que midáis, se os medirá.
3 ¿Y por qué miras la mota que está en el ojo de tu hermano, y no te das cuenta de la viga que está en tu propio ojo?
4 ¿O cómo puedes decir a tu hermano: "Déjame sacarte la mota del ojo", cuando la viga está en tu ojo?
5 ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás con claridad para sacar la mota del ojo de tu hermano.
6 No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las huellen con sus patas, y volviéndose os despedacen.
7 Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.
8 Porque todo el que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.
9 ¿O qué hombre hay entre vosotros que si su hijo le pide pan, le dará una piedra,
10 o si le pide un pescado, le dará una serpiente?
11 Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que le piden?
12 Por eso, todo cuanto queráis que os hagan los hombres, así también haced vosotros con ellos, porque esta es la ley y los profetas.
13 Entrad por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta y amplia es la senda que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella.
14 Porque estrecha es la puerta y angosta la senda que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.
15 Cuidaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces.
16 Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos?
17 Así, todo árbol bueno da frutos buenos; pero el árbol malo da frutos malos.
18 Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo producir frutos buenos.
19 Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado al fuego.
20 Así que, por sus frutos los conoceréis.
21 No todo el que me dice: "Señor, Señor", entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.
22 Muchos me dirán en aquel día: "Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?"
23 Y entonces les declararé: "Jamás os conocí; APARTAOS DE MI, LOS QUE PRACTICAIS LA INIQUIDAD."
24 Por tanto, cualquiera que oye estas palabras mías y las pone en práctica, será semejante a un hombre sabio que edificó su casa sobre la roca;
25 y cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos y azotaron aquella casa; pero no se cayó, porque había sido fundada sobre la roca.
26 Y todo el que oye estas palabras mías y no las pone en práctica, será semejante a un hombre insensato que edificó su casa sobre la arena;
27 y cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos y azotaron aquella casa; y cayó, y grande fue su destrucción.
28 Cuando Jesús terminó estas palabras, las multitudes se admiraban de su enseñanza;
29 porque les enseñaba como uno que tiene autoridad, y no como sus escribas.
1 Y cuando bajó del monte, grandes multitudes le seguían.
2 Y he aquí, se le acercó un leproso y se postró ante El, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme.
3 Y extendiendo Jesús la mano, lo tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante quedó limpio de su lepra.
4 Entonces Jesús le dijo*: Mira, no se lo digas a nadie, sino ve, muéstrate al sacerdote y presenta la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio a ellos.
5 Y cuando entró Jesús en Capernaúm se le acercó un centurión suplicándole,
6 y diciendo: Señor, mi criado está postrado en casa, paralítico, sufriendo mucho.
7 Y Jesús le dijo*: Yo iré y lo sanaré.
8 Pero el centurión respondió y dijo: Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; mas solamente di la palabra y mi criado quedará sano.
9 Porque yo también soy hombre bajo autoridad, con soldados a mis órdenes; y digo a éste: "Ve", y va; y al otro: "Ven", y viene; y a mi siervo: "Haz esto", y lo hace.
10 Al oírlo Jesús, se maravilló y dijo a los que le seguían: En verdad os digo que en Israel no he hallado en nadie una fe tan grande.
11 Y os digo que vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos.
12 Pero los hijos del reino serán arrojados a las tinieblas de afuera; allí será el llanto y el crujir de dientes.
13 Entonces Jesús dijo al centurión: Vete; así como has creído, te sea hecho. Y el criado fue sanado en esa misma hora.
14 Al llegar Jesús a casa de Pedro, vio a la suegra de éste que yacía en cama con fiebre.
15 Le tocó la mano, y la fiebre la dejó; y ella se levantó y le servía.
16 Y al atardecer, le trajeron muchos endemoniados; y expulsó a los espíritus con su palabra, y sanó a todos los que estaban enfermos,
17 para que se cumpliera lo que fue dicho por medio del profeta Isaías cuando dijo: EL MISMO TOMO NUESTRAS FLAQUEZAS Y LLEVO NUESTRAS ENFERMEDADES.
18 Viendo Jesús una multitud a su alrededor, dio orden de pasar al otro lado.
19 Y un escriba se le acercó y le dijo: Maestro, te seguiré adondequiera que vayas.
20 Y Jesús le dijo*: Las zorras tienen madrigueras y las aves del cielo nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza.
21 Otro de los discípulos le dijo: Señor, permíteme que vaya primero y entierre a mi padre.
22 Pero Jesús le dijo*: Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos.
23 Cuando entró Jesús en la barca, sus discípulos le siguieron.
24 Y de pronto se desató una gran tormenta en el mar, de modo que las olas cubrían la barca; pero Jesús estaba dormido.
25 Y llegándose a El, le despertaron, diciendo: ¡Señor, sálvanos , que perecemos!
26 Y El les dijo*: ¿Por qué estáis amedrentados, hombres de poca fe? Entonces se levantó, reprendió a los vientos y al mar, y sobrevino una gran calma.
27 Y los hombres se maravillaron, diciendo: ¿Quién es éste, que aun los vientos y el mar le obedecen?
28 Cuando llegó al otro lado, a la tierra de los gadarenos, le salieron al encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros, violentos en extremo, de manera que nadie podía pasar por aquel camino.
29 Y gritaron, diciendo: ¿Qué tenemos que ver contigo, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí para atormentarnos antes del tiempo?
30 A cierta distancia de ellos había una piara de muchos cerdos paciendo;
31 y los demonios le rogaban, diciendo: Si vas a echarnos fuera, mándanos a la piara de cerdos.
32 Entonces El les dijo: ¡Id! Y ellos salieron y entraron en los cerdos; y he aquí que la piara entera se precipitó por un despeñadero al mar, y perecieron en las aguas.
33 Los que cuidaban la piara huyeron; y fueron a la ciudad y lo contaron todo, incluso lo de los endemoniados.
34 Y toda la ciudad salió al encuentro de Jesús; y cuando le vieron, le rogaron que se fuera de su comarca.
1 Y subiendo Jesús en una barca, pasó al otro lado y llegó a su ciudad.
2 Y le trajeron un paralítico echado en una camilla; y Jesús, viendo la fe de ellos, dijo al paralítico: Anímate, hijo, tus pecados te son perdonados.
3 Y algunos de los escribas decían para sí: Este blasfema.
4 Y Jesús, conociendo sus pensamientos, dijo: ¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones?
5 Porque, ¿qué es más fácil, decir: "Tus pecados te son perdonados", o decir: "Levántate, y anda"?
6 Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados (entonces dijo* al paralítico): Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.
7 Y él levantándose, se fue a su casa.
8 Pero cuando las multitudes vieron esto, sintieron temor, y glorificaron a Dios, que había dado tal poder a los hombres.
9 Cuando Jesús se fue de allí, vio a un hombre llamado Mateo, sentado en la oficina de los tributos, y le dijo*: ¡Sígueme! Y levantándose, le siguió.
10 Y sucedió que estando El sentado a la mesa en la casa, he aquí, muchos recaudadores de impuestos y pecadores llegaron y se sentaron a la mesa con Jesús y sus discípulos.
11 Y cuando vieron esto, los fariseos dijeron a sus discípulos: ¿Por qué come vuestro Maestro con los recaudadores de impuestos y pecadores?
12 Al oír El esto, dijo: Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los que están enfermos.
13 Mas id, y aprended lo que significa: "MISERICORDIA QUIERO Y NO SACRIFICIO"; porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores.
14 Entonces se le acercaron* los discípulos de Juan, diciendo: ¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos, pero tus discípulos no ayunan?
15 Y Jesús les dijo: ¿Acaso los acompañantes del novio pueden estar de luto mientras el novio está con ellos? Pero vendrán días cuando el novio les será quitado, y entonces ayunarán.
16 Y nadie pone un remiendo de tela nueva en un vestido viejo; porque el remiendo al encogerse tira del vestido y se produce una rotura peor.
17 Y nadie echa vino nuevo en odres viejos, porque entonces los odres se revientan, el vino se derrama y los odres se pierden; sino que se echa vino nuevo en odres nuevos, y ambos se conservan.
18 Mientras les decía estas cosas, he aquí, vino un oficial de la sinagoga y se postró delante de El, diciendo: Mi hija acaba de morir; pero ven y pon tu mano sobre ella, y vivirá.
19 Y levantándose Jesús, lo siguió, y también sus discípulos.
20 Y he aquí, una mujer que había estado sufriendo de flujo de sangre por doce años, se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto;
21 pues decía para sí: Si tan sólo toco su manto, sanaré.
22 Pero Jesús, volviéndose y viéndola, dijo: Hija, ten ánimo, tu fe te ha sanado. Y al instante la mujer quedó sana.
23 Cuando entró Jesús en la casa del oficial, y vio a los flautistas y al gentío en ruidoso desorden,
24 les dijo: Retiraos, porque la niña no ha muerto, sino que está dormida. Y se burlaban de El.
25 Pero cuando habían echado fuera a la gente, El entró y la tomó de la mano; y la niña se levantó.
26 Y esta noticia se difundió por toda aquella tierra.
27 Al irse Jesús de allí, dos ciegos le siguieron, gritando y diciendo: ¡Hijo de David, ten misericordia de nosotros!
28 Y después de haber entrado en la casa, se acercaron a El los ciegos, y Jesús les dijo*: ¿Creéis que puedo hacer esto? Ellos le respondieron*: Sí, Señor.
29 Entonces les tocó los ojos, diciendo: Hágase en vosotros según vuestra fe.
30 Y se les abrieron los ojos. Y Jesús les advirtió rigurosamente, diciendo: Mirad que nadie lo sepa.
31 Pero ellos, en cuanto salieron, divulgaron su fama por toda aquella tierra.
32 Y al salir ellos de allí, he aquí, le trajeron un mudo endemoniado.
33 Y después que el demonio había sido expulsado, el mudo habló; y las multitudes se maravillaban, y decían: Jamás se ha visto cosa igual en Israel.
34 Pero los fariseos decían: El echa fuera los demonios por el príncipe de los demonios.
35 Y Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, proclamando el evangelio del reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia.
36 Y viendo las multitudes, tuvo compasión de ellas, porque estaban angustiadas y abatidas como ovejas que no tienen pastor.
37 Entonces dijo* a sus discípulos: La mies es mucha, pero los obreros pocos.
38 Por tanto, rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies.
1 Entonces llamando a sus doce discípulos, Jesús les dio poder sobre los espíritus inmundos para expulsarlos y para sanar toda enfermedad y toda dolencia.
2 Y los nombres de los doce apóstoles son éstos: primero, Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano; y Jacobo, el hijo de Zebedeo, y Juan su hermano;
3 Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el recaudador de impuestos; Jacobo, el hijo de Alfeo, y Tadeo;
4 Simón el cananita, y Judas Iscariote, el que también le entregó.
5 A estos doce envió Jesús después de instruirlos, diciendo: No vayáis por el camino de los gentiles, y no entréis en ninguna ciudad de los samaritanos.
6 Sino id más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel.
7 Y cuando vayáis, predicad diciendo: "El reino de los cielos se ha acercado."
8 Sanad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, expulsad demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia.
9 No os proveáis de oro, ni de plata, ni de cobre para llevar en vuestros cintos,
10 ni de alforja para el camino, ni de dos túnicas, ni de sandalias, ni de bordón; porque el obrero es digno de su sostén.
11 Y en cualquier ciudad o aldea donde entréis, averiguad quién es digno en ella, y quedaos allí hasta que os marchéis.
12 Al entrar en la casa, dadle vuestro saludo de paz .
13 Y si la casa es digna, que vuestro saludo de paz venga sobre ella; pero si no es digna, que vuestro saludo de paz se vuelva a vosotros.
14 Y cualquiera que no os reciba ni oiga vuestras palabras, al salir de esa casa o de esa ciudad, sacudid el polvo de vuestros pies.
15 En verdad os digo que en el día del juicio será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma y Gomorra que para esa ciudad.
16 Mirad, yo os envío como ovejas en medio de lobos; por tanto, sed astutos como las serpientes e inocentes como las palomas.
17 Pero cuidaos de los hombres, porque os entregarán a los tribunales y os azotarán en sus sinagogas;
18 y hasta seréis llevados delante de gobernadores y reyes por mi causa, como un testimonio a ellos y a los gentiles.
19 Pero cuando os entreguen, no os preocupéis de cómo o qué hablaréis; porque a esa hora se os dará lo que habréis de hablar.
20 Porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre que habla en vosotros.
21 Y el hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo; y los hijos se levantarán contra los padres, y les causarán la muerte.
22 Y seréis odiados de todos por causa de mi nombre, pero el que persevere hasta el fin, ése será salvo.
23 Pero cuando os persigan en esta ciudad, huid a la otra; porque en verdad os digo: no terminaréis de recorrer las ciudades de Israel antes que venga el Hijo del Hombre.
24 Un discípulo no está por encima del maestro, ni un siervo por encima de su señor.
25 Le basta al discípulo llegar a ser como su maestro, y al siervo como su señor. Si al dueño de la casa lo han llamado Beelzebú, ¡cuánto más a los de su casa!
26 Así que no les temáis, porque nada hay encubierto que no haya de ser revelado, ni oculto que no haya de saberse.
27 Lo que os digo en la oscuridad, habladlo en la luz; y lo que oís al oído, proclamadlo desde las azoteas.
28 Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; más bien temed a aquel que puede hacer perecer tanto el alma como el cuerpo en el infierno.
29 ¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? Y sin embargo, ni uno de ellos caerá a tierra sin permitirlo vuestro Padre.
30 Y hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados.
31 Así que no temáis; vosotros valéis más que muchos pajarillos.
32 Por tanto, todo el que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos.
33 Pero cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también lo negaré delante de mi Padre que está en los cielos.
34 No penséis que vine a traer paz a la tierra; no vine a traer paz, sino espada.
35 Porque vine a PONER AL HOMBRE CONTRA SU PADRE, A LA HIJA CONTRA SU MADRE, Y A LA NUERA CONTRA SU SUEGRA;
36 y LOS ENEMIGOS DEL HOMBRE serán LOS DE SU MISMA CASA.
37 El que ama al padre o a la madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama al hijo o a la hija más que a mí, no es digno de mí.
38 Y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí.
39 El que ha hallado su vida, la perderá; y el que ha perdido su vida por mi causa, la hallará.
40 El que os recibe a vosotros, a mí me recibe; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió.
41 El que recibe a un profeta como profeta, recibirá recompensa de profeta; y el que recibe a un justo como justo, recibirá recompensa de justo.
42 Y cualquiera que como discípulo dé de beber aunque sólo sea un vaso de agua fría a uno de estos pequeños, en verdad os digo que no perderá su recompensa.
1 Y sucedió que cuando Jesús terminó de dar instrucciones a sus doce discípulos, se fue de allí a enseñar y predicar en las ciudades de ellos.
2 Y al oír Juan en la cárcel de las obras de Cristo, mandó por medio de sus discípulos
3 a decirle: ¿Eres tú el que ha de venir, o esperaremos a otro?
4 Y respondiendo Jesús, les dijo: Id y contad a Juan lo que oís y veis:
5 los CIEGOS RECIBEN LA VISTA y los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos son resucitados y a los POBRES SE LES ANUNCIA EL EVANGELIO.
6 Y bienaventurado es el que no se escandaliza de mí.
7 Mientras ellos se marchaban, Jesús comenzó a hablar a las multitudes acerca de Juan: ¿Qué salisteis a ver en el desierto? ¿Una caña sacudida por el viento?
8 Mas, ¿qué salisteis a ver? ¿Un hombre vestido con ropas finas? Mirad, los que usan ropas finas están en los palacios de los reyes.
9 Pero, ¿qué salisteis a ver? ¿A un profeta? Sí, os digo, y uno que es más que un profeta.
10 Este es de quien está escrito: "HE AQUI, YO ENVIO MI MENSAJERO DELANTE DE TU FAZ, QUIEN PREPARARA TU CAMINO DELANTE DE TI."
11 En verdad os digo que entre los nacidos de mujer no se ha levantado nadie mayor que Juan el Bautista; sin embargo, el más pequeño en el reino de los cielos es mayor que él.
12 Y desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo conquistan por la fuerza.
13 Porque todos los profetas y la ley profetizaron hasta Juan.
14 Y si queréis aceptarlo, él es Elías, el que había de venir.
15 El que tiene oídos, que oiga.
16 Pero, ¿con qué compararé a esta generación? Es semejante a los muchachos que se sientan en las plazas, que dan voces a los otros,
17 y dicen: "Os tocamos la flauta, y no bailasteis; entonamos endechas, y no os lamentasteis."
18 Porque vino Juan que no comía ni bebía, y dicen: "Tiene un demonio."
19 Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y dicen: "Mirad, un hombre glotón y bebedor de vino, amigo de recaudadores de impuestos y de pecadores." Pero la sabiduría se justifica por sus hechos.
20 Entonces comenzó a increpar a las ciudades en las que había hecho la mayoría de sus milagros, porque no se habían arrepentido.
21 ¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si los milagros que se hicieron en vosotras se hubieran hecho en Tiro y en Sidón, hace tiempo que se hubieran arrepentido en cilicio y ceniza.
22 Por eso os digo que en el día del juicio será más tolerable el castigo para Tiro y Sidón que para vosotras.
23 Y tú, Capernaúm, ¿acaso serás elevada hasta los cielos? ¡Hasta el Hades descenderás! Porque si los milagros que se hicieron en ti se hubieran hecho en Sodoma, ésta hubiera permanecido hasta hoy.
24 Sin embargo, os digo que en el día del juicio será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma que para ti.
25 En aquel tiempo, hablando Jesús, dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque ocultaste estas cosas a sabios e inteligentes, y las revelaste a los niños.
26 Sí, Padre, porque así fue de tu agrado.
27 Todas las cosas me han sido entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni nadie conoce al Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
28 Venid a mí, todos los que estáis cansados y cargados, y yo os haré descansar.
29 Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y HALLAREIS DESCANSO PARA VUESTRAS ALMAS.
30 Porque mi yugo es fácil y mi carga ligera.
1 Por aquel tiempo Jesús pasó por entre los sembrados en el día de reposo; sus discípulos tuvieron hambre, y empezaron a arrancar espigas y a comer.
2 Y cuando lo vieron los fariseos, le dijeron: Mira, tus discípulos hacen lo que no es lícito hacer en el día de reposo.
3 Pero El les dijo: ¿No habéis leído lo que hizo David cuando él y sus compañeros tuvieron hambre,
4 cómo entró en la casa de Dios y comieron los panes consagrados, que no les era lícito comer, ni a él ni a los que estaban con él, sino sólo a los sacerdotes?
5 ¿O no habéis leído en la ley, que en los días de reposo los sacerdotes en el templo profanan el día de reposo y están sin culpa?
6 Pues os digo que algo mayor que el templo está aquí.
7 Pero si hubierais sabido lo que esto significa: "MISERICORDIA QUIERO Y NO SACRIFICIO", no hubierais condenado a los inocentes.
8 Porque el Hijo del Hombre es Señor del día de reposo.
9 Pasando de allí, entró en la sinagoga de ellos.
10 Y he aquí, había allí un hombre que tenía una mano seca. Y para poder acusarle, le preguntaron, diciendo: ¿Es lícito sanar en el día de reposo?
11 Y El les dijo: ¿Qué hombre habrá de vosotros que tenga una sola oveja, si ésta se le cae en un hoyo en día de reposo, no le echa mano y la saca?
12 Pues, ¡cuánto más vale un hombre que una oveja! Por tanto, es lícito hacer bien en el día de reposo.
13 Entonces dijo* al hombre: Extiende tu mano. Y él la extendió, y le fue restaurada, sana como la otra.
14 Pero cuando los fariseos salieron, se confabularon contra El, para ver cómo podrían destruirle.
15 Mas Jesús, sabiéndolo, se retiró de allí. Y muchos le siguieron, y los sanó a todos.
16 Y les advirtió que no revelaran quién era El;
17 para que se cumpliera lo que fue dicho por medio del profeta Isaías, cuando dijo:
18 MIRAD, MI SIERVO, A QUIEN HE ESCOGIDO; MI AMADO EN QUIEN SE AGRADA MI ALMA; SOBRE EL PONDRE MI ESPIRITU, Y A LAS NACIONES PROCLAMARA JUSTICIA.
19 NO CONTENDERA, NI GRITARA, NI HABRA QUIEN EN LAS CALLES OIGA SU VOZ.
20 NO QUEBRARA LA CAÑA CASCADA, NI APAGARA LA MECHA QUE HUMEA, HASTA QUE LLEVE A LA VICTORIA LA JUSTICIA.
21 Y EN SU NOMBRE PONDRAN LAS NACIONES SU ESPERANZA.
22 Entonces le trajeron un endemoniado ciego y mudo, y lo sanó, de manera que el mudo hablaba y veía.
23 Y todas las multitudes estaban asombradas, y decían: ¿Acaso no es éste el Hijo de David?
24 Pero cuando los fariseos lo oyeron, dijeron: Este no expulsa los demonios sino por Beelzebú, el príncipe de los demonios.
25 Y conociendo Jesús sus pensamientos, les dijo: Todo reino dividido contra sí mismo es asolado, y toda ciudad o casa dividida contra sí misma no se mantendrá en pie.
26 Y si Satanás expulsa a Satanás, está dividido contra sí mismo; ¿cómo puede entonces mantenerse en pie su reino?
27 Y si yo expulso los demonios por Beelzebú, ¿por quién los expulsan vuestros hijos? Por tanto, ellos serán vuestros jueces.
28 Pero si yo expulso los demonios por el Espíritu de Dios, entonces el reino de Dios ha llegado a vosotros.
29 ¿O cómo puede alguien entrar en la casa de un hombre fuerte y saquear sus bienes, si primero no lo ata? Y entonces saqueará su casa.
30 El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama.
31 Por eso os digo: todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres, pero la blasfemia contra el Espíritu no será perdonada.
32 Y a cualquiera que diga una palabra contra el Hijo del Hombre, se le perdonará; pero al que hable contra el Espíritu Santo, no se le perdonará ni en este siglo ni en el venidero.
33 O haced bueno el árbol y bueno su fruto, o haced malo el árbol y malo su fruto; porque por el fruto se conoce el árbol.
34 ¡Camada de víboras! ¿Cómo podéis hablar cosas buenas siendo malos? Porque de la abundancia del corazón habla la boca.
35 El hombre bueno de su buen tesoro saca cosas buenas; y el hombre malo de su mal tesoro saca cosas malas.
36 Y yo os digo que de toda palabra vana que hablen los hombres, darán cuenta de ella en el día del juicio.
37 Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado.
38 Entonces le respondieron algunos de los escribas y fariseos, diciendo: Maestro, queremos ver una señal de parte tuya.
39 Pero respondiendo El, les dijo: Una generación perversa y adúltera demanda señal, y ninguna señal se le dará, sino la señal de Jonás el profeta;
40 porque como ESTUVO JONAS EN EL VIENTRE DEL MONSTRUO MARINO TRES DIAS Y TRES NOCHES, así estará el Hijo del Hombre tres días y tres noches en el corazón de la tierra.
41 Los hombres de Nínive se levantarán con esta generación en el juicio y la condenarán, porque ellos se arrepintieron con la predicación de Jonás; y mirad, algo más grande que Jonás está aquí.
42 La Reina del Sur se levantará con esta generación en el juicio y la condenará, porque ella vino desde los confines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón; y mirad, algo más grande que Salomón está aquí.
43 Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, pasa por lugares áridos buscando descanso y no lo halla.
44 Entonces dice: "Volveré a mi casa de donde salí"; y cuando llega, la encuentra desocupada, barrida y arreglada.
45 Va entonces, y toma consigo otros siete espíritus más depravados que él, y entrando, moran allí; y el estado final de aquel hombre resulta peor que el primero. Así será también con esta generación perversa.
46 Mientras El aún estaba hablando a la multitud, he aquí, su madre y sus hermanos estaban afuera, deseando hablar con El.
47 Y alguien le dijo: He aquí, tu madre y tus hermanos están afuera deseando hablar contigo.
48 Pero respondiendo El al que se lo decía, dijo: ¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos?
49 Y extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: ¡He aquí mi madre y mis hermanos!
50 Porque cualquiera que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre.
1 Ese mismo día salió Jesús de la casa y se sentó a la orilla del mar.
2 Y se congregaron junto a El grandes multitudes, por lo que subió a una barca y se sentó; y toda la multitud estaba de pie en la playa.
3 Y les habló muchas cosas en parábolas, diciendo: He aquí, el sembrador salió a sembrar;
4 y al sembrar, parte de la semilla cayó junto al camino, y vinieron las aves y se la comieron.
5 Otra parte cayó en pedregales donde no tenía mucha tierra; y enseguida brotó porque no tenía profundidad de tierra;
6 pero cuando salió el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó.
7 Otra parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron y la ahogaron.
8 Y otra parte cayó en tierra buena y dio* fruto, algunas semillas a ciento por uno, otras a sesenta y otras a treinta.
9 El que tiene oídos, que oiga.
10 Y acercándose los discípulos, le dijeron: ¿Por qué les hablas en parábolas?
11 Y respondiendo El, les dijo: Porque a vosotros se os ha concedido conocer los misterios del reino de los cielos, pero a ellos no se les ha concedido.
12 Porque a cualquiera que tiene, se le dará más, y tendrá en abundancia; pero a cualquiera que no tiene, aun lo que tiene se le quitará.
13 Por eso les hablo en parábolas; porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden.
14 Y en ellos se cumple la profecía de Isaías que dice: "AL OIR OIREIS, Y NO ENTENDEREIS; Y VIENDO VEREIS, Y NO PERCIBIREIS;
15 PORQUE EL CORAZON DE ESTE PUEBLO SE HA VUELTO INSENSIBLE Y CON DIFICULTAD OYEN CON SUS OIDOS; Y SUS OJOS HAN CERRADO, NO SEA QUE VEAN CON LOS OJOS, Y OIGAN CON LOS OIDOS, Y ENTIENDAN CON EL CORAZON, Y SE CONVIERTAN, Y YO LOS SANE."
16 Pero dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen.
17 Porque en verdad os digo que muchos profetas y justos desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que vosotros oís, y no lo oyeron.
18 Vosotros, pues, escuchad la parábola del sembrador.
19 A todo el que oye la palabra del reino y no la entiende, el maligno viene y arrebata lo que fue sembrado en su corazón. Este es aquel en quien se sembró la semilla junto al camino.
20 Y aquel en quien se sembró la semilla en pedregales, éste es el que oye la palabra y enseguida la recibe con gozo;
21 pero no tiene raíz profunda en sí mismo, sino que sólo es temporal, y cuando por causa de la palabra viene la aflicción o la persecución, enseguida tropieza y cae .
22 Y aquel en quien se sembró la semilla entre espinos, éste es el que oye la palabra, mas las preocupaciones del mundo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se queda sin fruto.
23 Pero aquel en quien se sembró la semilla en tierra buena, éste es el que oye la palabra y la entiende, éste sí da fruto y produce, uno a ciento, otro a sesenta y otro a treinta.
24 Jesús les refirió otra parábola, diciendo: El reino de los cielos puede compararse a un hombre que sembró buena semilla en su campo.
25 Pero mientras los hombres dormían, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue.
26 Cuando el trigo brotó y produjo grano, entonces apareció también la cizaña.
27 Y los siervos del dueño fueron y le dijeron: "Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿Cómo, pues, tiene cizaña?"
28 El les dijo: "Un enemigo ha hecho esto". Y los siervos le dijeron*: "¿Quieres, pues, que vayamos y la recojamos?"
29 Pero él dijo*: "No, no sea que al recoger la cizaña, arranquéis el trigo junto con ella.
30 "Dejad que ambos crezcan juntos hasta la siega; y al tiempo de la siega diré a los segadores: 'Recoged primero la cizaña y atadla en manojos para quemarla, pero el trigo recogedlo en mi granero.'"
31 Les refirió otra parábola, diciendo: El reino de los cielos es semejante a un grano de mostaza, que un hombre tomó y sembró en su campo,
32 y que de todas las semillas es la más pequeña; pero cuando ha crecido, es la mayor de las hortalizas, y se hace árbol, de modo que LAS AVES DEL CIELO vienen y ANIDAN EN SUS RAMAS.
33 Les dijo otra parábola: El reino de los cielos es semejante a la levadura que una mujer tomó y escondió en tres medidas de harina hasta que todo quedó fermentado.
34 Todo esto habló Jesús en parábolas a las multitudes, y nada les hablaba sin parábola,
35 para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta, cuando dijo: ABRIRE MI BOCA EN PARABOLAS; HABLARE DE COSAS OCULTAS DESDE LA FUNDACION DEL MUNDO.
36 Entonces dejó a la multitud y entró en la casa. Y se le acercaron sus discípulos, diciendo: Explícanos la parábola de la cizaña del campo.
37 Y respondiendo El, dijo: El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre,
38 y el campo es el mundo; y la buena semilla son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del maligno;
39 y el enemigo que la sembró es el diablo, y la siega es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles.
40 Por tanto, así como la cizaña se recoge y se quema en el fuego, de la misma manera será en el fin del mundo.
41 El Hijo del Hombre enviará a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que son piedra de tropiezo y a los que hacen iniquidad;
42 y los echarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el crujir de dientes.
43 Entonces LOS JUSTOS RESPLANDECERAN COMO EL SOL en el reino de su Padre. El que tiene oídos, que oiga.
44 El reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en el campo, que al encontrarlo un hombre, lo vuelve a esconder, y de alegría por ello, va, vende todo lo que tiene y compra aquel campo.
45 El reino de los cielos también es semejante a un mercader que busca perlas finas,
46 y al encontrar una perla de gran valor, fue y vendió todo lo que tenía y la compró.
47 El reino de los cielos también es semejante a una red barredera que se echó en el mar, y recogió peces de toda clase;
48 y cuando se llenó, la sacaron a la playa; y se sentaron y recogieron los peces buenos en canastas, pero echaron fuera los malos.
49 Así será en el fin del mundo; los ángeles saldrán, y sacarán a los malos de entre los justos,
50 y los arrojarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el crujir de dientes.
51 ¿Habéis entendido todas estas cosas? Ellos le dijeron*: Sí.
52 Y El les dijo: Por eso todo escriba que se ha convertido en un discípulo del reino de los cielos es semejante al dueño de casa que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas.
53 Y sucedió que cuando Jesús terminó estas parábolas, se fue de allí.
54 Y llegando a su pueblo, les enseñaba en su sinagoga, de tal manera que se maravillaban y decían: ¿Dónde obtuvo éste esta sabiduría y estos poderes milagrosos?
55 ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos Jacobo, José, Simón y Judas?
56 ¿No están todas sus hermanas con nosotros? ¿Dónde, pues, obtuvo éste todas estas cosas?
57 Y se escandalizaban a causa de El. Pero Jesús les dijo: No hay profeta sin honra, sino en su propia tierra y en su casa.
58 Y no hizo muchos milagros allí a causa de la incredulidad de ellos.
1 Por aquel tiempo, Herodes el tetrarca oyó la fama de Jesús,
2 y dijo a sus sirvientes: Este es Juan el Bautista. El ha resucitado de entre los muertos, y por eso es que poderes milagrosos actúan en él.
3 Porque Herodes había prendido a Juan, lo había atado y puesto en la cárcel por causa de Herodías, mujer de su hermano Felipe;
4 porque Juan le decía: No te es lícito tenerla.
5 Y aunque Herodes quería matarlo, tenía miedo al pueblo, porque consideraban a Juan como un profeta.
6 Pero cuando llegó el cumpleaños de Herodes, la hija de Herodías danzó ante ellos y agradó a Herodes.
7 Por lo cual le prometió con juramento darle lo que ella pidiera.
8 Ella, instigada por su madre, dijo*: Dame aquí, en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista.
9 Y aunque el rey se entristeció, a causa de sus juramentos y de sus invitados, ordenó que se la dieran;
10 y mandó decapitar a Juan en la cárcel.
11 Y trajeron su cabeza en una bandeja y se la dieron a la muchacha, y ella se la llevó a su madre.
12 Los discípulos de Juan llegaron y recogieron el cuerpo y lo sepultaron; y fueron y se lo comunicaron a Jesús.
13 Al oír esto, Jesús se retiró de allí en una barca, solo, a un lugar desierto; y cuando las multitudes lo supieron, le siguieron a pie desde las ciudades.
14 Y al desembarcar, vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos y sanó a sus enfermos.
15 Al atardecer se le acercaron los discípulos, diciendo: El lugar está desierto y la hora es ya avanzada; despide, pues, a las multitudes para que vayan a las aldeas y se compren alimentos.
16 Pero Jesús les dijo: No hay necesidad de que se vayan; dadles vosotros de comer.
17 Entonces ellos le dijeron*: No tenemos aquí más que cinco panes y dos peces.
18 El les dijo: Traédmelos acá.
19 Y ordenando a la muchedumbre que se recostara sobre la hierba, tomó los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, bendijo los alimentos , y partiendo los panes, se los dio a los discípulos y los discípulos a la multitud.
20 Y comieron todos y se saciaron. Y recogieron lo que sobró de los pedazos: doce cestas llenas.
21 Y los que comieron fueron unos cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños.
22 Enseguida hizo que los discípulos subieran a la barca y fueran delante de El a la otra orilla, mientras El despedía a la multitud.
23 Después de despedir a la multitud, subió al monte a solas para orar; y al anochecer, estaba allí solo.
24 Pero la barca estaba ya a muchos estadios de tierra, y era azotada por las olas, porque el viento era contrario.
25 Y a la cuarta vigilia de la noche, Jesús vino a ellos andando sobre el mar.
26 Y los discípulos, viéndole andar sobre el mar, se turbaron, y decían: ¡Es un fantasma! Y de miedo, se pusieron a gritar.
27 Pero enseguida Jesús les habló, diciendo: Tened ánimo, soy yo; no temáis.
28 Respondiéndole Pedro, dijo: Señor, si eres tú, mándame que vaya a ti sobre las aguas.
29 Y El dijo: Ven. Y descendiendo Pedro de la barca, caminó sobre las aguas, y fue hacia Jesús.
30 Pero viendo la fuerza del viento tuvo miedo, y empezando a hundirse gritó, diciendo: ¡Señor, sálvame!
31 Y al instante Jesús, extendiendo la mano, lo sostuvo y le dijo*: Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?
32 Cuando ellos subieron a la barca, el viento se calmó.
33 Entonces los que estaban en la barca le adoraron, diciendo: En verdad eres Hijo de Dios.
34 Terminada la travesía, bajaron a tierra en Genesaret.
35 Y cuando los hombres de aquel lugar reconocieron a Jesús, enviaron a decirlo por toda aquella comarca de alrededor y le trajeron todos los que tenían algún mal.
36 Y le rogaban que les dejara tocar siquiera el borde de su manto; y todos los que lo tocaban quedaban curados.
1 Entonces se acercaron* a Jesús algunos escribas y fariseos de Jerusalén, diciendo:
2 ¿Por qué tus discípulos quebrantan la tradición de los ancianos? Pues no se lavan las manos cuando comen pan.
3 Y respondiendo El, les dijo: ¿Por qué también vosotros quebrantáis el mandamiento de Dios a causa de vuestra tradición?
4 Porque Dios dijo: "HONRA A tu PADRE Y A tu MADRE," y: "QUIEN HABLE MAL DE su PADRE O DE su MADRE, QUE MUERA."
5 Pero vosotros decís: "Cualquiera que diga a su padre o a su madre: 'Es ofrenda a Dios todo lo mío con que pudieras ser ayudado',
6 no necesitará más honrar a su padre o a su madre." Y así invalidasteis la palabra de Dios por causa de vuestra tradición.
7 ¡Hipócritas! Bien profetizó Isaías de vosotros cuando dijo:
8 "ESTE PUEBLO CON LOS LABIOS ME HONRA, PERO SU CORAZON ESTA MUY LEJOS DE MI.
9 "MAS EN VANO ME RINDEN CULTO, ENSEÑANDO COMO DOCTRINAS PRECEPTOS DE HOMBRES."
10 Y llamando junto a sí a la multitud, les dijo: Oíd y entended:
11 no es lo que entra en la boca lo que contamina al hombre; sino lo que sale de la boca, eso es lo que contamina al hombre.
12 Entonces, acercándose los discípulos, le dijeron*: ¿Sabes que los fariseos se escandalizaron cuando oyeron tus palabras?
13 Pero El contestó y dijo: Toda planta que mi Padre celestial no haya plantado, será desarraigada.
14 Dejadlos; son ciegos guías de ciegos. Y si un ciego guía a otro ciego, ambos caerán en el hoyo.
15 Respondiendo Pedro, le dijo: Explícanos la parábola.
16 Y El dijo: ¿También vosotros estáis aún faltos de entendimiento?
17 ¿No entendéis que todo lo que entra en la boca va al estómago y luego se elimina?
18 Pero lo que sale de la boca proviene del corazón, y eso es lo que contamina al hombre.
19 Porque del corazón provienen malos pensamientos, homicidios, adulterios, fornicaciones, robos, falsos testimonios y calumnias.
20 Estas cosas son las que contaminan al hombre; pero comer sin lavarse las manos no contamina al hombre.
21 Saliendo Jesús de allí, se retiró a la región de Tiro y de Sidón.
22 Y he aquí, una mujer cananea que había salido de aquella comarca, comenzó a gritar, diciendo: Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí; mi hija está terriblemente endemoniada.
23 Pero El no le respondió palabra. Y acercándose sus discípulos, le rogaban, diciendo: Atiéndela, pues viene gritando tras nosotros.
24 Y respondiendo El, dijo: No he sido enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel.
25 Pero acercándose ella, se postró ante El, diciendo: ¡Señor, socórreme!
26 Y El respondió y dijo: No está bien tomar el pan de los hijos, y echárselo a los perrillos.
27 Pero ella dijo: Sí, Señor; pero también los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos.
28 Entonces, respondiendo Jesús, le dijo: Oh mujer, grande es tu fe; que te suceda como deseas. Y su hija quedó sana desde aquel momento.
29 Y pasando Jesús de allí, vino junto al mar de Galilea, y subiendo al monte, se sentó allí.
30 Y vinieron a El grandes multitudes trayendo consigo cojos, lisiados, ciegos, mudos y muchos otros enfermos y los pusieron a sus pies y El los sanó;
31 de modo que la muchedumbre se maravilló al ver que los mudos hablaban, los lisiados quedaban restaurados, los cojos caminaban y los ciegos veían; y glorificaron al Dios de Israel.
32 Entonces Jesús, llamando junto a sí a sus discípulos, les dijo: Tengo compasión de la multitud, porque hace ya tres días que están conmigo y no tienen qué comer; y no quiero despedirlos sin comer, no sea que desfallezcan en el camino.
33 Y los discípulos le dijeron*: ¿Dónde conseguiríamos nosotros en el desierto tantos panes para saciar a una multitud tan grande?
34 Jesús entonces les dijo*: ¿Cuántos panes tenéis? Y ellos respondieron: Siete, y unos pocos pececillos.
35 Y El mandó a la multitud que se recostara en el suelo;
36 y tomó los siete panes y los peces; y después de dar gracias, los partió y empezó a darlos a los discípulos, y los discípulos a las multitudes.
37 Y comieron todos y se saciaron; y recogieron de lo que sobró de los pedazos, siete canastas llenas.
38 Los que comieron fueron cuatro mil hombres, sin contar las mujeres y los niños.
39 Y después de despedir a la muchedumbre, subió a la barca y fue a la región de Magadán.
1 Entonces los fariseos y los saduceos se acercaron a Jesús, y para ponerle a prueba le pidieron que les mostrara una señal del cielo.
2 Pero respondiendo El, les dijo: Al caer la tarde decís: "Hará buen tiempo, porque el cielo está rojizo."
3 Y por la mañana: "Hoy habrá tempestad, porque el cielo está rojizo y amenazador." ¿Sabéis discernir el aspecto del cielo, pero no podéis discernir las señales de los tiempos?
4 Una generación perversa y adúltera busca señal, y no se le dará señal, sino la señal de Jonás. Y dejándolos, se fue.
5 Los discípulos, al pasar al otro lado, se habían olvidado de tomar panes.
6 Y Jesús les dijo: Estad atentos y guardaos de la levadura de los fariseos y saduceos.
7 Y ellos discutían entre sí, diciendo: Lo dice porque no tomamos panes.
8 Pero Jesús, dándose cuenta, dijo: Hombres de poca fe, ¿por qué discutís entre vosotros que no tenéis pan?
9 ¿Todavía no entendéis ni recordáis los cinco panes para los cinco mil, y cuántas cestas recogisteis?
10 ¿Ni los siete panes para los cuatro mil, y cuántas canastas recogisteis?
11 ¿Cómo es que no entendéis que no os hablé de los panes? Pero guardaos de la levadura de los fariseos y saduceos.
12 Entonces entendieron que no les había dicho que se guardaran de la levadura de los panes, sino de la enseñanza de los fariseos y saduceos.
13 Cuando llegó Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?
14 Y ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; y otros, Elías; pero otros, Jeremías o uno de los profetas.
15 El les dijo*: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?
16 Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.
17 Y Jesús, respondiendo, le dijo: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos.
18 Yo también te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.
19 Yo te daré las llaves del reino de los cielos; y lo que ates en la tierra, será atado en los cielos; y lo que desates en la tierra, será desatado en los cielos.
20 Entonces ordenó a los discípulos que a nadie dijeran que El era el Cristo.
21 Desde entonces Jesucristo comenzó a declarar a sus discípulos que debía ir a Jerusalén y sufrir muchas cosas de parte de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas, y ser muerto, y resucitar al tercer día.
22 Y tomándole aparte, Pedro comenzó a reprenderle, diciendo: ¡No lo permita Dios, Señor! Eso nunca te acontecerá.
23 Pero volviéndose El, dijo a Pedro: ¡Quítate de delante de mí, Satanás! Me eres piedra de tropiezo; porque no estás pensando en las cosas de Dios, sino en las de los hombres.
24 Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame.
25 Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por causa de mí, la hallará.
26 Pues ¿qué provecho obtendrá un hombre si gana el mundo entero, pero pierde su alma? O ¿qué dará un hombre a cambio de su alma?
27 Porque el Hijo del Hombre ha de venir en la gloria de su Padre con sus ángeles, y ENTONCES RECOMPENSARA A CADA UNO SEGUN SU CONDUCTA.
28 En verdad os digo que hay algunos de los que están aquí que no probarán la muerte hasta que vean al Hijo del Hombre venir en su reino.
1 Seis días después, Jesús tomó* consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó* aparte a un monte alto;
2 y se transfiguró delante de ellos; y su rostro resplandeció como el sol, y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz.
3 Y he aquí, se les aparecieron Moisés y Elías hablando con El.
4 Entonces Pedro, tomando la palabra, dijo a Jesús: Señor, bueno es estarnos aquí; si quieres, haré aquí tres enramadas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.
5 Mientras estaba aún hablando, he aquí, una nube luminosa los cubrió; y una voz salió de la nube, diciendo: Este es mi Hijo amado en quien me he complacido; a El oíd.
6 Cuando los discípulos oyeron esto, cayeron sobre sus rostros y tuvieron gran temor.
7 Entonces se les acercó Jesús, y tocándolos, dijo: Levantaos y no temáis.
8 Y cuando alzaron sus ojos no vieron a nadie, sino a Jesús solo.
9 Mientras descendían del monte, Jesús les ordenó, diciendo: No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del Hombre haya resucitado de entre los muertos.
10 Y sus discípulos le preguntaron, diciendo: ¿Por qué, pues, dicen los escribas que Elías debe venir primero?
11 Y respondiendo El, dijo: Elías ciertamente viene, y restaurará todas las cosas;
12 pero yo os digo que Elías ya vino y no lo reconocieron, sino que le hicieron todo lo que quisieron. Así también el Hijo del Hombre va a padecer a manos de ellos.
13 Entonces los discípulos entendieron que les había hablado de Juan el Bautista.
14 Cuando llegaron a la multitud, se le acercó un hombre, que arrodillándose delante de El, dijo:
15 Señor, ten misericordia de mi hijo, porque es epiléptico y sufre terriblemente, porque muchas veces cae en el fuego y muchas en el agua.
16 Y lo traje a tus discípulos y ellos no pudieron curarlo.
17 Respondiendo Jesús, dijo: ¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo os tendré que soportar? Traédmelo acá.
18 Y Jesús lo reprendió y el demonio salió de él, y el muchacho quedó curado desde aquel momento.
19 Entonces los discípulos, llegándose a Jesús en privado, dijeron: ¿Por qué nosotros no pudimos expulsarlo?
20 Y El les dijo*: Por vuestra poca fe; porque en verdad os digo que si tenéis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: "Pásate de aquí allá", y se pasará; y nada os será imposible.
21 Pero esta clase no sale sino con oración y ayuno.
22 Mientras andaban juntos por Galilea, Jesús les dijo: El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres.
23 Y le matarán, y al tercer día resucitará. Y ellos se entristecieron mucho.
24 Cuando llegaron a Capernaúm, se acercaron a Pedro los que cobraban el impuesto de dos dracmas y dijeron: ¿No paga vuestro maestro las dos dracmas?
25 El dijo*: Sí. Y cuando él llegó a casa, Jesús se le anticipó, diciendo: ¿Qué te parece, Simón? ¿De quiénes cobran tributos o impuestos los reyes de la tierra, de sus hijos o de los extraños?
26 Y cuando respondió: De los extraños, Jesús le dijo: Entonces los hijos están exentos.
27 Sin embargo, para que no los escandalicemos, ve al mar, echa el anzuelo, y toma el primer pez que salga; y cuando le abras la boca hallarás un estáter; tómalo y dáselo por ti y por mí.
1 En aquel momento se acercaron los discípulos a Jesús, diciendo: ¿Quién es, entonces, el mayor en el reino de los cielos?
2 Y El, llamando a un niño, lo puso en medio de ellos,
3 y dijo: En verdad os digo que si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos.
4 Así pues, cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos.
5 Y el que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe.
6 Pero al que haga tropezar a uno de estos pequeñitos que creen en mí, mejor le sería que le colgaran al cuello una piedra de molino de las que mueve un asno, y que se ahogara en lo profundo del mar.
7 ¡Ay del mundo por sus piedras de tropiezo! Porque es inevitable que vengan piedras de tropiezo; pero ¡ay de aquel hombre por quien viene el tropiezo!
8 Y si tu mano o tu pie te es ocasión de pecar, córtatelo y échalo de ti; te es mejor entrar en la vida manco o cojo, que teniendo dos manos y dos pies, ser echado en el fuego eterno.
9 Y si tu ojo te es ocasión de pecar, arráncatelo y échalo de ti. Te es mejor entrar en la vida con un solo ojo, que teniendo dos ojos, ser echado en el infierno de fuego.
10 Mirad que no despreciéis a uno de estos pequeñitos, porque os digo que sus ángeles en los cielos contemplan siempre el rostro de mi Padre que está en los cielos.
11 Porque el Hijo del Hombre ha venido a salvar lo que se había perdido.
12 ¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas y una de ellas se ha descarriado, ¿no deja las noventa y nueve en los montes, y va en busca de la descarriada?
13 Y si sucede que la halla, en verdad os digo que se regocija más por ésta que por las noventa y nueve que no se han descarriado.
14 Así, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos que se pierda uno de estos pequeñitos.
15 Y si tu hermano peca, ve y repréndelo a solas; si te escucha, has ganado a tu hermano.
16 Pero si no te escucha, lleva contigo a uno o a dos más, para que TODA PALABRA SEA CONFIRMADA POR BOCA DE DOS O TRES TESTIGOS.
17 Y si rehúsa escucharlos, dilo a la iglesia; y si también rehúsa escuchar a la iglesia, sea para ti como el gentil y el recaudador de impuestos.
18 En verdad os digo: todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo.
19 Además os digo, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo sobre cualquier cosa que pidan aquí en la tierra, les será hecho por mi Padre que está en los cielos.
20 Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.
21 Entonces se le acercó Pedro, y le dijo: Señor, ¿cuántas veces pecará mi hermano contra mí que yo haya de perdonarlo? ¿Hasta siete veces?
22 Jesús le dijo*: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
23 Por eso, el reino de los cielos puede compararse a cierto rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos.
24 Y al comenzar a ajustarlas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos.
25 Pero no teniendo él con qué pagar, su señor ordenó que lo vendieran, junto con su mujer e hijos y todo cuanto poseía, y así pagara la deuda.
26 Entonces el siervo cayó postrado ante él, diciendo: "Ten paciencia conmigo y todo te lo pagaré."
27 Y el señor de aquel siervo tuvo compasión, y lo soltó y le perdonó la deuda.
28 Pero al salir aquel siervo, encontró a uno de sus consiervos que le debía cien denarios, y echándole mano, lo ahogaba, diciendo: "Paga lo que debes."
29 Entonces su consiervo, cayendo a sus pies, le suplicaba, diciendo: "Ten paciencia conmigo y te pagaré."
30 Sin embargo, él no quiso, sino que fue y lo echó en la cárcel hasta que pagara lo que debía.
31 Así que cuando vieron sus consiervos lo que había pasado, se entristecieron mucho, y fueron y contaron a su señor todo lo que había sucedido.
32 Entonces, llamándolo su señor, le dijo*: "Siervo malvado, te perdoné toda aquella deuda porque me suplicaste.
33 "¿No deberías tú también haberte compadecido de tu consiervo, así como yo me compadecí de ti?"
34 Y enfurecido su señor, lo entregó a los verdugos hasta que pagara todo lo que le debía.
35 Así también mi Padre celestial hará con vosotros, si no perdonáis de corazón cada uno a su hermano.
1 Y aconteció que cuando Jesús terminó estas palabras, partió de Galilea y se fue a la región de Judea, al otro lado del Jordán;
2 y le siguieron grandes multitudes, y los sanó allí.
3 Y se acercaron a El algunos fariseos para probarle, diciendo: ¿Es lícito a un hombre divorciarse de su mujer por cualquier motivo?
4 Y respondiendo Jesús, dijo: ¿No habéis leído que aquel que los creó, desde el principio LOS HIZO VARON Y HEMBRA,
5 y añadió: "POR ESTA RAZON EL HOMBRE DEJARA A su PADRE Y A su MADRE Y SE UNIRA A SU MUJER, Y LOS DOS SERAN UNA SOLA CARNE"?
6 Por consiguiente, ya no son dos, sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios ha unido, ningún hombre lo separe.
7 Ellos le dijeron*: Entonces, ¿por qué mandó Moisés DARLE CARTA DE DIVORCIO Y REPUDIARLA?
8 El les dijo*: Por la dureza de vuestro corazón, Moisés os permitió divorciaros de vuestras mujeres; pero no ha sido así desde el principio.
9 Y yo os digo que cualquiera que se divorcie de su mujer, salvo por infidelidad, y se case con otra, comete adulterio.
10 Los discípulos le dijeron*: Si así es la relación del hombre con su mujer, no conviene casarse.
11 Pero El les dijo: No todos pueden aceptar este precepto, sino sólo aquellos a quienes les ha sido dado.
12 Porque hay eunucos que así nacieron desde el seno de su madre, y hay eunucos que fueron hechos eunucos por los hombres, y también hay eunucos que a sí mismos se hicieron eunucos por causa del reino de los cielos. El que pueda aceptar esto, que lo acepte.
13 Entonces le trajeron algunos niños para que pusiera las manos sobre ellos y orara; y los discípulos los reprendieron.
14 Pero Jesús dijo: Dejad a los niños, y no les impidáis que vengan a mí, porque de los que son como éstos es el reino de los cielos.
15 Y después de poner las manos sobre ellos, se fue de allí.
16 Y he aquí se le acercó uno y dijo: Maestro, ¿qué bien haré para obtener la vida eterna?
17 Y El le dijo: ¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno? Sólo Uno es bueno; pero si deseas entrar en la vida, guarda los mandamientos.
18 El le dijo*: ¿Cuáles? Y Jesús respondió: NO MATARAS; NO COMETERAS ADULTERIO; NO HURTARAS; NO DARAS FALSO TESTIMONIO;
19 HONRA A tu PADRE Y A tu MADRE; y AMARAS A TU PROJIMO COMO A TI MISMO.
20 El joven le dijo*: Todo esto lo he guardado; ¿qué me falta todavía?
21 Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto, ve y vende lo que posees y da a los pobres, y tendrás tesoro en los cielos; y ven, sígueme.
22 Pero al oír el joven estas palabras, se fue triste, porque era dueño de muchos bienes.
23 Y Jesús dijo a sus discípulos: En verdad os digo que es difícil que un rico entre en el reino de los cielos.
24 Y otra vez os digo que es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el reino de Dios.
25 Al oír esto, los discípulos estaban llenos de asombro, y decían: Entonces, ¿quién podrá salvarse?
26 Pero Jesús, mirándolos, les dijo: Para los hombres eso es imposible, pero para Dios todo es posible.
27 Entonces respondiendo Pedro, le dijo: He aquí, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué, pues, recibiremos?
28 Y Jesús les dijo: En verdad os digo que vosotros que me habéis seguido, en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, os sentaréis también sobre doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.
29 Y todo el que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o hijos o tierras por mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna.
30 Pero muchos primeros serán últimos, y los últimos, primeros.
1 Porque el reino de los cielos es semejante a un hacendado que salió muy de mañana para contratar obreros para su viña.
2 Y habiendo convenido con los obreros en un denario al día, los envió a su viña.
3 Y salió como a la hora tercera, y vio parados en la plaza a otros que estaban sin trabajo;
4 y a éstos les dijo: "Id también vosotros a la viña, y os daré lo que sea justo." Y ellos fueron.
5 Volvió a salir como a la hora sexta y a la novena, e hizo lo mismo.
6 Y saliendo como a la hora undécima, encontró a otros parados, y les dijo*: "¿Por qué habéis estado aquí parados todo el día sin trabajar?"
7 Ellos le dijeron*: "Porque nadie nos contrató." El les dijo*: "Id también vosotros a la viña."
8 Y al atardecer, el señor de la viña dijo* a su mayordomo: "Llama a los obreros y págales su jornal, comenzando por los últimos hasta los primeros."
9 Cuando llegaron los que habían sido contratados como a la hora undécima, cada uno recibió un denario.
10 Y cuando llegaron los que fueron contratados primero, pensaban que recibirían más; pero ellos también recibieron un denario cada uno.
11 Y al recibirlo, murmuraban contra el hacendado,
12 diciendo: "Estos últimos han trabajado sólo una hora, pero los has hecho iguales a nosotros que hemos soportado el peso y el calor abrasador del día."
13 Pero respondiendo él, dijo a uno de ellos: "Amigo, no te hago ninguna injusticia; ¿no conviniste conmigo en un denario?
14 "Toma lo que es tuyo, y vete; pero yo quiero darle a este último lo mismo que a ti.
15 "¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo que es mío? ¿O es tu ojo malo porque yo soy bueno?"
16 Así, los últimos serán primeros, y los primeros, últimos.
17 Cuando Jesús iba subiendo a Jerusalén, tomó aparte a los doce discípulos, y por el camino les dijo:
18 He aquí, subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los principales sacerdotes y escribas, y le condenarán a muerte;
19 y le entregarán a los gentiles para burlarse de El, azotarle y crucificarle, y al tercer día resucitará.
20 Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, postrándose ante El y pidiéndole algo.
21 Y El le dijo: ¿Qué deseas? Ella le dijo*: Ordena que en tu reino estos dos hijos míos se sienten uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.
22 Pero respondiendo Jesús, dijo: No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber? Ellos le dijeron*: Podemos.
23 El les dijo*: Mi copa ciertamente beberéis, pero sentarse a mi derecha y a mi izquierda no es mío el concederlo, sino que es para quienes ha sido preparado por mi Padre.
24 Al oír esto, los diez se indignaron contra los dos hermanos.
25 Pero Jesús, llamándolos junto a sí, dijo: Sabéis que los gobernantes de los gentiles se enseñorean de ellos, y que los grandes ejercen autoridad sobre ellos.
26 No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera entre vosotros llegar a ser grande, será vuestro servidor,
27 y el que quiera entre vosotros ser el primero, será vuestro siervo;
28 así como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos.
29 Al salir de Jericó, le siguió una gran multitud.
30 Y he aquí, dos ciegos que estaban sentados junto al camino, al oír que Jesús pasaba, gritaron, diciendo: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros!
31 Y la gente los reprendía para que se callaran, pero ellos gritaban más aún, diciendo: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros!
32 Deteniéndose Jesús, los llamó, y dijo: ¿Qué queréis que yo haga por vosotros?
33 Ellos le dijeron*: Señor, deseamos que nuestros ojos sean abiertos.
34 Entonces Jesús, movido a compasión, tocó los ojos de ellos, y al instante recobraron la vista, y le siguieron.
1 Cuando se acercaron a Jerusalén y llegaron a Betfagé, junto al monte de los Olivos, Jesús entonces envió a dos discípulos,
2 diciéndoles: Id a la aldea que está enfrente de vosotros, y enseguida encontraréis un asna atada y un pollino con ella; desatadla y traédmelos.
3 Y si alguien os dice algo, decid: "El Señor los necesita"; y enseguida los enviará.
4 Esto sucedió para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta, cuando dijo:
5 DECID A LA HIJA DE SION: "MIRA, TU REY VIENE A TI, HUMILDE Y MONTADO EN UN ASNA, Y EN UN POLLINO, HIJO DE BESTIA DE CARGA."
6 Entonces fueron los discípulos e hicieron tal como Jesús les había mandado,
7 y trajeron el asna y el pollino; pusieron sobre ellos sus mantos, y Jesús se sentó encima.
8 La mayoría de la multitud tendió sus mantos en el camino; otros cortaban ramas de los árboles y las tendían por el camino.
9 Y las multitudes que iban delante de El, y las que iban detrás, gritaban, diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡BENDITO EL QUE VIENE EN EL NOMBRE DEL SEÑOR! ¡Hosanna en las alturas!
10 Cuando El entró en Jerusalén, toda la ciudad se agitó, y decían: ¿Quién es éste?
11 Y las multitudes contestaban: Este es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea.
12 Y entró Jesús en el templo y echó fuera a todos los que compraban y vendían en el templo, y volcó las mesas de los cambistas y los asientos de los que vendían las palomas.
13 Y les dijo*: Escrito está: "MI CASA SERA LLAMADA CASA DE ORACION", pero vosotros la estáis haciendo CUEVA DE LADRONES.
14 Y en el templo se acercaron a El los ciegos y los cojos, y los sanó.
15 Pero cuando los principales sacerdotes y los escribas vieron las maravillas que había hecho, y a los muchachos que gritaban en el templo y que decían: ¡Hosanna al Hijo de David!, se indignaron
16 y le dijeron: ¿Oyes lo que éstos dicen? Y Jesús les respondió*: Sí, ¿nunca habéis leído: "DE LA BOCA DE LOS PEQUEÑOS Y DE LOS NIÑOS DE PECHO TE HAS PREPARADO ALABANZA"?
17 Y dejándolos, salió fuera de la ciudad, a Betania, y se hospedó allí.
18 Por la mañana, cuando regresaba a la ciudad, tuvo hambre.
19 Y al ver una higuera junto al camino, se acercó a ella, pero no halló nada en ella sino sólo hojas, y le dijo*: Nunca jamás brote fruto de ti. Y al instante se secó la higuera.
20 Al ver esto, los discípulos se maravillaron y decían: ¿Cómo es que la higuera se secó al instante?
21 Respondiendo Jesús, les dijo: En verdad os digo que si tenéis fe y no dudáis, no sólo haréis lo de la higuera, sino que aun si decís a este monte: "Quítate y échate al mar", así sucederá.
22 Y todo lo que pidáis en oración, creyendo, lo recibiréis.
23 Cuando llegó Jesús al templo, los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo se le acercaron mientras enseñaba, diciendo: ¿Con qué autoridad haces estas cosas, y quién te dio esta autoridad?
24 Y respondiendo Jesús, les dijo: Yo también os haré una pregunta, que si me la contestáis, yo también os diré con qué autoridad hago estas cosas.
25 ¿De dónde era el bautismo de Juan?, ¿del cielo o de los hombres? Y ellos discurrían entre sí, diciendo: Si decimos: "Del cielo", El nos dirá: "Entonces, ¿por qué no le creísteis?"
26 Y si decimos: "De los hombres", tememos a la multitud; porque todos tienen a Juan por profeta.
27 Y respondiendo a Jesús, dijeron: No sabemos. El a su vez les dijo: Tampoco yo os diré con qué autoridad hago estas cosas.
28 Pero, ¿qué os parece? Un hombre tenía dos hijos, y llegándose al primero, le dijo: "Hijo, ve, trabaja hoy en la viña."
29 Y respondiendo él, dijo: "No quiero;" pero después, arrepentido, fue.
30 Y llegándose al otro, le dijo lo mismo; pero él respondió y dijo: "Yo iré, señor"; y no fue.
31 ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre? Ellos dijeron*: El primero. Jesús les dijo*: En verdad os digo que los recaudadores de impuestos y las rameras entran en el reino de Dios antes que vosotros.
32 Porque Juan vino a vosotros en camino de justicia y no le creísteis, pero los recaudadores de impuestos y las rameras le creyeron; y vosotros, viendo esto, ni siquiera os arrepentisteis después para creerle.
33 Escuchad otra parábola. Había una vez un hacendado que PLANTO UNA VIÑA Y LA CERCO CON UN MURO, Y CAVO EN ELLA UN LAGAR Y EDIFICO UNA TORRE, la arrendó a unos labradores y se fue de viaje.
34 Y cuando se acercó el tiempo de la cosecha, envió sus siervos a los labradores para recibir sus frutos.
35 Pero los labradores, tomando a los siervos, a uno lo golpearon, a otro lo mataron y a otro lo apedrearon.
36 Volvió a mandar otro grupo de siervos, mayor que el primero; y les hicieron lo mismo.
37 Finalmente les envió a su hijo, diciendo: "Respetarán a mi hijo."
38 Pero cuando los labradores vieron al hijo, dijeron entre sí: "Este es el heredero; venid, matémoslo y apoderémonos de su heredad."
39 Y echándole mano, lo arrojaron fuera de la viña y lo mataron.
40 Cuando venga, pues, el dueño de la viña, ¿qué hará a esos labradores?
41 Ellos le dijeron*: Llevará a esos miserables a un fin lamentable, y arrendará la viña a otros labradores que le paguen los frutos a su tiempo.
42 Jesús les dijo*: ¿Nunca leísteis en las Escrituras: "LA PIEDRA QUE DESECHARON LOS CONSTRUCTORES, ESA, EN PIEDRA ANGULAR SE HA CONVERTIDO; ESTO FUE HECHO DE PARTE DEL SEÑOR, Y ES MARAVILLOSO A NUESTROS OJOS"?
43 Por eso os digo que el reino de Dios os será quitado y será dado a una nación que produzca sus frutos.
44 Y el que caiga sobre esta piedra será hecho pedazos; pero sobre quien ella caiga, lo esparcirá como polvo.
45 Al oír sus parábolas los principales sacerdotes y los fariseos, comprendieron que hablaba de ellos.
46 Y cuando procuraron prenderle, tuvieron miedo de la multitud, porque le tenían por profeta.
1 Tomando Jesús la palabra, les habló otra vez en parábolas, diciendo:
2 El reino de los cielos puede compararse a un rey que hizo un banquete de bodas para su hijo.
3 Y envió a sus siervos a llamar a los que habían sido invitados a las bodas, pero no quisieron venir.
4 De nuevo envió otros siervos, diciendo: Decid a los que han sido invitados: "Ved, ya he preparado mi banquete; he matado mis novillos y animales cebados, y todo está aparejado; venid a las bodas."
5 Pero ellos no hicieron caso y se fueron: uno a su campo, otro a sus negocios,
6 y los demás, echando mano a los siervos, los maltrataron y los mataron.
7 Entonces el rey se enfureció, y enviando sus ejércitos, destruyó a aquellos asesinos e incendió su ciudad.
8 Luego dijo* a sus siervos: "La boda está preparada, pero los que fueron invitados no eran dignos.
9 "Id, por tanto, a las salidas de los caminos, e invitad a las bodas a cuantos encontréis."
10 Y aquellos siervos salieron por los caminos, y reunieron a todos los que encontraron, tanto malos como buenos; y el salón de bodas se llenó de comensales.
11 Pero cuando el rey entró a ver a los comensales, vio allí a uno que no estaba vestido con traje de boda,
12 y le dijo*: "Amigo, ¿cómo entraste aquí sin traje de boda?" Y él enmudeció.
13 Entonces el rey dijo a los sirvientes: "Atadle las manos y los pies, y echadlo a las tinieblas de afuera; allí será el llanto y el crujir de dientes."
14 Porque muchos son llamados, pero pocos son escogidos.
15 Entonces se fueron los fariseos y deliberaron entre sí cómo atraparle, sorprendiéndole en alguna palabra.
16 Y le enviaron* sus discípulos junto con los herodianos, diciendo: Maestro, sabemos que eres veraz y que enseñas el camino de Dios con verdad, y no buscas el favor de nadie, porque eres imparcial.
17 Dinos, pues, qué te parece: ¿Es lícito pagar impuesto al César, o no?
18 Pero Jesús, conociendo su malicia, dijo: ¿Por qué me ponéis a prueba, hipócritas?
19 Mostradme la moneda que se usa para pagar ese impuesto. Y le trajeron un denario.
20 Y El les dijo*: ¿De quién es esta imagen y esta inscripción?
21 Ellos le dijeron*: Del César. Entonces El les dijo*: Pues dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios.
22 Al oír esto, se maravillaron; y dejándole, se fueron.
23 Ese día se le acercaron algunos saduceos (los que dicen que no hay resurrección), y le preguntaron,
24 diciendo: Maestro, Moisés dijo: "SI ALGUNO MUERE SIN TENER HIJOS, SU HERMANO, COMO PARIENTE MAS CERCANO, SE CASARA CON SU MUJER Y LEVANTARA DESCENDENCIA A SU HERMANO."
25 Ahora bien, había entre nosotros siete hermanos; y el primero se casó, y murió; pero no teniendo descendencia, le dejó la mujer a su hermano;
26 de igual manera también el segundo, y el tercero, hasta el séptimo.
27 Y después de todos, murió la mujer.
28 Por tanto, en la resurrección, ¿de cuál de los siete será mujer? Porque todos ellos la tuvieron.
29 Pero Jesús respondió y les dijo: Estáis equivocados por no comprender las Escrituras ni el poder de Dios.
30 Porque en la resurrección, ni se casan ni son dados en matrimonio, sino que son como los ángeles de Dios en el cielo.
31 Y en cuanto a la resurrección de los muertos, ¿no habéis leído lo que os fue dicho por Dios, cuando dijo:
32 "YO SOY EL DIOS DE ABRAHAM, Y EL DIOS DE ISAAC, Y EL DIOS DE JACOB"? El no es Dios de muertos, sino de vivos.
33 Al oír esto, las multitudes se admiraban de su enseñanza.
34 Pero al oír los fariseos que Jesús había dejado callados a los saduceos, se agruparon;
35 y uno de ellos, intérprete de la ley, para ponerle a prueba le preguntó:
36 Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento de la ley?
37 Y El le dijo: AMARAS AL SEÑOR TU DIOS CON TODO TU CORAZON, Y CON TODA TU ALMA, Y CON TODA TU MENTE.
38 Este es el grande y el primer mandamiento.
39 Y el segundo es semejante a éste: AMARAS A TU PROJIMO COMO A TI MISMO.
40 De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas.
41 Estando reunidos los fariseos, Jesús les hizo una pregunta,
42 diciendo: ¿Cuál es vuestra opinión sobre el Cristo? ¿De quién es hijo? Ellos le dijeron*: De David.
43 El les dijo*: Entonces, ¿cómo es que David en el Espíritu le llama "Señor", diciendo:
44 "DIJO EL SEÑOR A MI SEÑOR: 'SIENTATE A MI DIESTRA, HASTA QUE PONGA A TUS ENEMIGOS DEBAJO DE TUS PIES'"?
45 Pues si David le llama "Señor", ¿cómo es El su hijo?
46 Y nadie pudo contestarle ni una palabra, ni ninguno desde ese día se atrevió a hacerle más preguntas.
1 Entonces Jesús habló a la muchedumbre y a sus discípulos,
2 diciendo: Los escribas y los fariseos se han sentado en la cátedra de Moisés.
3 De modo que haced y observad todo lo que os digan; pero no hagáis conforme a sus obras, porque ellos dicen y no hacen.
4 Atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre las espaldas de los hombres, pero ellos ni con un dedo quieren moverlas.
5 Sino que hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres; pues ensanchan sus filacterias y alargan los flecos de sus mantos ;
6 aman el lugar de honor en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas,
7 y los saludos respetuosos en las plazas y ser llamados por los hombres Rabí.
8 Pero vosotros no dejéis que os llamen Rabí; porque uno es vuestro Maestro y todos vosotros sois hermanos.
9 Y no llaméis a nadie padre vuestro en la tierra, porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos.
10 Ni dejéis que os llamen preceptores; porque uno es vuestro Preceptor, Cristo.
11 Pero el mayor de vosotros será vuestro servidor.
12 Y cualquiera que se ensalce, será humillado, y cualquiera que se humille, será ensalzado.
13 Pero, ¡ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres, pues ni vosotros entráis, ni dejáis entrar a los que están entrando.
14 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque devoráis las casas de las viudas, aun cuando por pretexto hacéis largas oraciones; por eso recibiréis mayor condenación.
15 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque recorréis el mar y la tierra para hacer un prosélito, y cuando llega a serlo, lo hacéis hijo del infierno dos veces más que vosotros.
16 ¡Ay de vosotros, guías ciegos!, que decís: "No es nada el que alguno jure por el templo; pero el que jura por el oro del templo, contrae obligación."
17 ¡Insensatos y ciegos!, porque ¿qué es más importante: el oro, o el templo que santificó el oro?
18 También decís: "No es nada el que alguno jure por el altar; pero el que jura por la ofrenda que está sobre él, contrae obligación."
19 ¡Ciegos!, porque ¿qué es más importante: la ofrenda, o el altar que santifica la ofrenda?
20 Por eso, el que jura por el altar, jura por él y por todo lo que está sobre él;
21 y el que jura por el templo, jura por él y por el que en él habita;
22 y el que jura por el cielo, jura por el trono de Dios y por el que está sentado en él.
23 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque pagáis el diezmo de la menta, del eneldo y del comino, y habéis descuidado los preceptos de más peso de la ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad; y éstas son las cosas que debíais haber hecho, sin descuidar aquéllas.
24 ¡Guías ciegos, que coláis el mosquito y os tragáis el camello!
25 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque limpiáis el exterior del vaso y del plato, pero por dentro están llenos de robo y de desenfreno.
26 ¡Fariseo ciego! Limpia primero lo de adentro del vaso y del plato, para que lo de afuera también quede limpio.
27 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera lucen hermosos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia.
28 Así también vosotros, por fuera parecéis justos a los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía y de iniquidad.
29 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque edificáis los sepulcros de los profetas y adornáis los monumentos de los justos,
30 y decís: "Si nosotros hubiéramos vivido en los días de nuestros padres, no hubiéramos sido sus cómplices en derramar la sangre de los profetas."
31 Así que dais testimonio en contra de vosotros mismos, que sois hijos de los que asesinaron a los profetas.
32 Llenad, pues, la medida de la culpa de vuestros padres.
33 ¡Serpientes! ¡Camada de víboras! ¿Cómo escaparéis del juicio del infierno?
34 Por tanto, mirad, yo os envío profetas, sabios y escribas: de ellos, a unos los mataréis y crucificaréis, y a otros los azotaréis en vuestras sinagogas y los perseguiréis de ciudad en ciudad,
35 para que recaiga sobre vosotros la culpa de toda la sangre justa derramada sobre la tierra, desde la sangre del justo Abel hasta la sangre de Zacarías, hijo de Berequías, a quien asesinasteis entre el templo y el altar.
36 En verdad os digo que todo esto vendrá sobre esta generación.
37 ¡Jerusalén, Jerusalén, la que mata a los profetas y apedrea a los que son enviados a ella! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus pollitos debajo de sus alas, y no quisiste!
38 He aquí, vuestra casa se os deja desierta.
39 Porque os digo que desde ahora en adelante no me veréis más hasta que digáis: "BENDITO EL QUE VIENE EN EL NOMBRE DEL SEÑOR."
1 Cuando salió Jesús del templo, y se iba, se le acercaron sus discípulos para mostrarle los edificios del templo.
2 Mas respondiendo El, les dijo: ¿Veis todo esto? En verdad os digo: no quedará aquí piedra sobre piedra que no sea derribada.
3 Y estando El sentado en el monte de los Olivos, se le acercaron los discípulos en privado, diciendo: Dinos, ¿cuándo sucederá esto, y cuál será la señal de tu venida y de la consumación de este siglo?
4 Respondiendo Jesús, les dijo: Mirad que nadie os engañe.
5 Porque muchos vendrán en mi nombre, diciendo: "Yo soy el Cristo", y engañarán a muchos.
6 Y habréis de oír de guerras y rumores de guerras. ¡Cuidado! No os alarméis, porque es necesario que todo esto suceda; pero todavía no es el fin.
7 Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino, y en diferentes lugares habrá hambre y terremotos.
8 Pero todo esto es sólo el comienzo de dolores.
9 Entonces os entregarán a tribulación, y os matarán, y seréis odiados de todas las naciones por causa de mi nombre.
10 Muchos tropezarán entonces y caerán , y se traicionarán unos a otros, y unos a otros se odiarán.
11 Y se levantarán muchos falsos profetas, y a muchos engañarán.
12 Y debido al aumento de la iniquidad, el amor de muchos se enfriará.
13 Pero el que persevere hasta el fin, ése será salvo.
14 Y este evangelio del reino se predicará en todo el mundo como testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá el fin.
15 Por tanto, cuando veáis la ABOMINACION DE LA DESOLACION, de que se habló por medio del profeta Daniel, colocada en el lugar santo (el que lea, que entienda),
16 entonces los que estén en Judea, huyan a los montes;
17 el que esté en la azotea, no baje a sacar las cosas de su casa;
18 y el que esté en el campo, no vuelva atrás a tomar su capa.
19 Pero, ¡ay de las que estén encinta y de las que estén criando en aquellos días!
20 Orad para que vuestra huida no suceda en invierno, ni en día de reposo,
21 porque habrá entonces una gran tribulación, tal como no ha acontecido desde el principio del mundo hasta ahora, ni acontecerá jamás.
22 Y si aquellos días no fueran acortados, nadie se salvaría; pero por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados.
23 Entonces si alguno os dice: "Mirad, aquí está el Cristo", o "Allí está", no le creáis.
24 Porque se levantarán falsos Cristos y falsos profetas, y mostrarán grandes señales y prodigios, para así engañar, de ser posible, aun a los escogidos.
25 Ved que os lo he dicho de antemano.
26 Por tanto, si os dicen: "Mirad, El está en el desierto", no vayáis; o "Mirad, El está en las habitaciones interiores", no les creáis.
27 Porque así como el relámpago sale del oriente y resplandece hasta el occidente, así será la venida del Hijo del Hombre.
28 Donde esté el cadáver, allí se juntarán los buitres.
29 Pero inmediatamente después de la tribulación de esos días, EL SOL SE OSCURECERA, LA LUNA NO DARA SU LUZ, LAS ESTRELLAS CAERAN del cielo y las potencias de los cielos serán sacudidas.
30 Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del Hombre; y entonces todas las tribus de la tierra harán duelo, y verán al HIJO DEL HOMBRE QUE VIENE SOBRE LAS NUBES DEL CIELO con poder y gran gloria.
31 Y El enviará a sus ángeles con UNA GRAN TROMPETA y REUNIRAN a sus escogidos de los cuatro vientos, desde un extremo de los cielos hasta el otro.
32 Y de la higuera aprended la parábola: cuando su rama ya se pone tierna y echa las hojas, sabéis que el verano está cerca.
33 Así también vosotros, cuando veáis todas estas cosas, sabed que El está cerca, a las puertas.
34 En verdad os digo que no pasará esta generación hasta que todo esto suceda.
35 El cielo y la tierra pasarán, mas mis palabras no pasarán.
36 Pero de aquel día y hora nadie sabe, ni siquiera los ángeles del cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre.
37 Porque como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre.
38 Pues así como en aquellos días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dándose en matrimonio, hasta el día en que entró Noé en el arca,
39 y no comprendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos; así será la venida del Hijo del Hombre.
40 Entonces estarán dos en el campo; uno será llevado y el otro será dejado.
41 Dos mujeres estarán moliendo en el molino; una será llevada y la otra será dejada.
42 Por tanto, velad, porque no sabéis en qué día vuestro Señor viene.
43 Pero comprended esto: si el dueño de la casa hubiera sabido a qué hora de la noche iba a venir el ladrón, hubiera estado alerta y no hubiera permitido que entrara en su casa.
44 Por eso, también vosotros estad preparados, porque a la hora que no pensáis vendrá el Hijo del Hombre.
45 ¿Quién es, pues, el siervo fiel y prudente a quien su señor puso sobre los de su casa para que les diera la comida a su tiempo?
46 Dichoso aquel siervo a quien, cuando su señor venga, lo encuentre haciendo así.
47 De cierto os digo que lo pondrá sobre todos sus bienes.
48 Pero si aquel siervo es malo, y dice en su corazón: "Mi señor tardará";
49 y empieza a golpear a sus consiervos, y come y bebe con los que se emborrachan,
50 vendrá el señor de aquel siervo el día que no lo espera, y a una hora que no sabe,
51 y lo azotará severamente y le asignará un lugar con los hipócritas; allí será el llanto y el crujir de dientes.
1 Entonces el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes que tomando sus lámparas, salieron a recibir al novio.
2 Y cinco de ellas eran insensatas, y cinco prudentes.
3 Porque las insensatas, al tomar sus lámparas, no tomaron aceite consigo,
4 pero las prudentes tomaron aceite en frascos junto con sus lámparas.
5 Al tardarse el novio, a todas les dio sueño y se durmieron.
6 Pero a medianoche se oyó un clamor: "¡Aquí está el novio! Salid a recibirlo."
7 Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron y arreglaron sus lámparas.
8 Y las insensatas dijeron a las prudentes: "Dadnos de vuestro aceite, porque nuestras lámparas se apagan."
9 Pero las prudentes respondieron, diciendo: "No, no sea que no haya suficiente para nosotras y para vosotras; id más bien a los que venden y comprad para vosotras."
10 Y mientras ellas iban a comprar, vino el novio, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta.
11 Después vinieron también las otras vírgenes, diciendo: "Señor, señor, ábrenos."
12 Pero respondiendo él, dijo: "En verdad os digo que no os conozco."
13 Velad, pues, porque no sabéis ni el día ni la hora.
14 Porque el reino de los cielos es como un hombre que al emprender un viaje, llamó a sus siervos y les encomendó sus bienes.
15 Y a uno le dio cinco talentos, a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad; y se fue de viaje.
16 El que había recibido los cinco talentos, enseguida fue y negoció con ellos y ganó otros cinco talentos.
17 Asimismo el que había recibido los dos talentos ganó otros dos.
18 Pero el que había recibido uno, fue y cavó en la tierra y escondió el dinero de su señor.
19 Después de mucho tiempo vino* el señor de aquellos siervos, y arregló* cuentas con ellos.
20 Y llegando el que había recibido los cinco talentos, trajo otros cinco talentos, diciendo: "Señor, me entregaste cinco talentos; mira, he ganado otros cinco talentos."
21 Su señor le dijo: "Bien, siervo bueno y fiel; en lo poco fuiste fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor."
22 Llegando también el de los dos talentos, dijo: "Señor, me entregaste dos talentos; mira, he ganado otros dos talentos."
23 Su señor le dijo: "Bien, siervo bueno y fiel; en lo poco fuiste fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor."
24 Pero llegando también el que había recibido un talento, dijo: "Señor, yo sabía que eres un hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste,
25 y tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; mira, aquí tienes lo que es tuyo."
26 Pero su señor respondió, y le dijo: "Siervo malo y perezoso, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí.
27 "Debías entonces haber puesto mi dinero en el banco, y al llegar yo hubiera recibido mi dinero con intereses.
28 "Por tanto, quitadle el talento y dádselo al que tiene los diez talentos."
29 Porque a todo el que tiene, más se le dará, y tendrá en abundancia; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará.
30 Y al siervo inútil, echadlo en las tinieblas de afuera; allí será el llanto y el crujir de dientes.
31 Pero cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los ángeles con El, entonces se sentará en el trono de su gloria;
32 y serán reunidas delante de El todas las naciones; y separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos.
33 Y pondrá las ovejas a su derecha y los cabritos a su izquierda.
34 Entonces el Rey dirá a los de su derecha: "Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo.
35 "Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recibisteis;
36 estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí."
37 Entonces los justos le responderán, diciendo: "Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer, o sediento, y te dimos de beber?
38 "¿Y cuándo te vimos como forastero, y te recibimos, o desnudo, y te vestimos?
39 "¿Y cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti?"
40 Respondiendo el Rey, les dirá: "En verdad os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos hermanos míos, aun a los más pequeños, a mí lo hicisteis."
41 Entonces dirá también a los de su izquierda: "Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno que ha sido preparado para el diablo y sus ángeles.
42 "Porque tuve hambre, y no me disteis de comer, tuve sed, y no me disteis de beber;
43 fui forastero, y no me recibisteis; estaba desnudo, y no me vestisteis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis."
44 Entonces ellos también responderán, diciendo: "Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, o sediento, o como forastero, o desnudo, o enfermo, o en la cárcel, y no te servimos?"
45 El entonces les responderá, diciendo: "En verdad os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de los más pequeños de éstos, tampoco a mí lo hicisteis."
46 Y éstos irán al castigo eterno, pero los justos a la vida eterna.
1 Cuando Jesús terminó todas estas palabras, dijo a sus discípulos:
2 Sabéis que dentro de dos días se celebra la Pascua, y el Hijo del Hombre será entregado para ser crucificado.
3 Entonces los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo se reunieron en el patio del sumo sacerdote llamado Caifás.
4 Y tramaron entre ellos prender a Jesús con engaño y matarle .
5 Pero decían: No durante la fiesta, para que no haya un tumulto en el pueblo.
6 Y hallándose Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso,
7 se le acercó una mujer con un frasco de alabastro de perfume muy costoso, y lo derramó sobre su cabeza cuando estaba sentado a la mesa.
8 Pero al ver esto, los discípulos se indignaron, y decían: ¿Para qué este desperdicio?
9 Porque este perfume podía haberse vendido a gran precio, y el dinero habérselo dado a los pobres.
10 Pero Jesús, dándose cuenta, les dijo: ¿Por qué molestáis a la mujer? Pues buena obra ha hecho conmigo.
11 Porque a los pobres siempre los tendréis con vosotros, pero a mí no siempre me tendréis.
12 Pues al derramar ella este perfume sobre mi cuerpo, lo ha hecho a fin de prepararme para la sepultura.
13 En verdad os digo: Dondequiera que este evangelio se predique, en el mundo entero, se hablará también de lo que ésta ha hecho, en memoria suya.
14 Entonces uno de los doce, llamado Judas Iscariote, fue a los principales sacerdotes,
15 y dijo: ¿Qué estáis dispuestos a darme para que yo os lo entregue? Y ellos le pesaron treinta piezas de plata.
16 Y desde entonces buscaba una oportunidad para entregarle.
17 El primer día de la fiesta de los panes sin levadura, se acercaron los discípulos a Jesús, diciendo: ¿Dónde quieres que te hagamos los preparativos para comer la Pascua?
18 Y El respondió: Id a la ciudad, a cierto hombre , y decidle: "El Maestro dice: 'Mi tiempo está cerca; quiero celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos.'"
19 Entonces los discípulos hicieron como Jesús les había mandado, y prepararon la Pascua.
20 Al atardecer, estaba El sentado a la mesa con los doce discípulos.
21 Y mientras comían, dijo: En verdad os digo que uno de vosotros me entregará.
22 Y ellos, profundamente entristecidos, comenzaron a decirle uno por uno: ¿Acaso soy yo, Señor?
23 Respondiendo El, dijo: El que metió la mano conmigo en el plato, ése me entregará.
24 El Hijo del Hombre se va, según está escrito de El; pero ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del Hombre es entregado! Mejor le fuera a ese hombre no haber nacido.
25 Y respondiendo Judas, el que le iba a entregar, dijo: ¿Acaso soy yo, Rabí? Y El le dijo: Tú lo has dicho.
26 Mientras comían, Jesús tomó pan, y habiéndolo bendecido, lo partió, y dándoselo a los discípulos, dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo.
27 Y tomando una copa, y habiendo dado gracias, se la dio, diciendo: Bebed todos de ella;
28 porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que es derramada por muchos para el perdón de los pecados.
29 Y os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día cuando lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre.
30 Y después de cantar un himno, salieron hacia el monte de los Olivos.
31 Entonces Jesús les dijo*: Esta noche todos vosotros os apartaréis por causa de mí, pues escrito está: "HERIRE AL PASTOR, Y LAS OVEJAS DEL REBAÑO SE DISPERSARAN."
32 Pero después de que yo haya resucitado, iré delante de vosotros a Galilea.
33 Entonces Pedro, respondiendo, le dijo: Aunque todos se aparten por causa de ti, yo nunca me apartaré.
34 Jesús le dijo: En verdad te digo que esta misma noche, antes que el gallo cante, me negarás tres veces.
35 Pedro le dijo*: Aunque tenga que morir contigo, jamás te negaré. Todos los discípulos dijeron también lo mismo.
36 Entonces Jesús llegó* con ellos a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo* a sus discípulos: Sentaos aquí mientras yo voy allá y oro.
37 Y tomando consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse.
38 Entonces les dijo*: Mi alma está muy afligida, hasta el punto de la muerte; quedaos aquí y velad conmigo.
39 Y adelantándose un poco, cayó sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, que pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú quieras .
40 Vino* entonces a los discípulos y los halló* durmiendo, y dijo* a Pedro: ¿Conque no pudisteis velar una hora conmigo?
41 Velad y orad para que no entréis en tentación; el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil.
42 Apartándose de nuevo, oró por segunda vez, diciendo: Padre mío, si ésta no puede pasar sin que yo la beba, hágase tu voluntad.
43 Y vino otra vez y los halló durmiendo, porque sus ojos estaban cargados de sueño.
44 Dejándolos de nuevo, se fue y oró por tercera vez, diciendo otra vez las mismas palabras.
45 Entonces vino* a los discípulos y les dijo*: ¿Todavía estáis durmiendo y descansando? He aquí, ha llegado la hora, y el Hijo del Hombre es entregado en manos de pecadores.
46 ¡Levantaos! ¡Vamos! Mirad, está cerca el que me entrega.
47 Mientras todavía estaba El hablando, he aquí, Judas, uno de los doce, llegó acompañado de una gran multitud con espadas y garrotes, de parte de los principales sacerdotes y de los ancianos del pueblo.
48 Y el que le entregaba les había dado una señal, diciendo: Al que yo bese, ése es; prendedle.
49 Y enseguida se acercó a Jesús y dijo: ¡Salve, Rabí! Y le besó.
50 Y Jesús le dijo: Amigo, haz lo que viniste a hacer. Entonces ellos se acercaron, echaron mano a Jesús y le prendieron.
51 Y sucedió que uno de los que estaban con Jesús, extendiendo la mano, sacó su espada, e hiriendo al siervo del sumo sacerdote, le cortó la oreja.
52 Entonces Jesús le dijo*: Vuelve tu espada a su sitio, porque todos los que tomen la espada, a espada perecerán.
53 ¿O piensas que no puedo rogar a mi Padre, y El pondría a mi disposición ahora mismo más de doce legiones de ángeles?
54 Pero, ¿cómo se cumplirían entonces las Escrituras que dicen que así debe suceder?
55 En aquel momento Jesús dijo a la muchedumbre: ¿Como contra un ladrón habéis salido con espadas y garrotes para arrestarme? Cada día solía sentarme en el templo para enseñar, y no me prendisteis.
56 Pero todo esto ha sucedido para que se cumplan las Escrituras de los profetas. Entonces todos los discípulos le abandonaron y huyeron.
57 Y los que prendieron a Jesús le llevaron ante el sumo sacerdote Caifás, donde estaban reunidos los escribas y los ancianos.
58 Y Pedro le fue siguiendo de lejos hasta el patio del sumo sacerdote, y entrando, se sentó con los alguaciles para ver el fin de todo aquello.
59 Y los principales sacerdotes y todo el concilio procuraban obtener falso testimonio contra Jesús, con el fin de darle muerte,
60 y no lo hallaron a pesar de que se presentaron muchos falsos testigos. Pero más tarde se presentaron dos,
61 que dijeron: Este declaró: "Yo puedo destruir el templo de Dios y en tres días reedificarlo."
62 Entonces el sumo sacerdote, levantándose, le dijo: ¿No respondes nada? ¿Qué testifican éstos contra ti?
63 Mas Jesús callaba. Y el sumo sacerdote le dijo: Te conjuro por el Dios viviente que nos digas si tú eres el Cristo, el Hijo de Dios.
64 Jesús le dijo*: Tú mismo lo has dicho; sin embargo, os digo que desde ahora veréis AL HIJO DEL HOMBRE SENTADO A LA DIESTRA DEL PODER, y VINIENDO SOBRE LAS NUBES DEL CIELO.
65 Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo: ¡Ha blasfemado! ¿Qué necesidad tenemos de más testigos? He aquí, ahora mismo habéis oído la blasfemia;
66 ¿qué os parece? Ellos respondieron y dijeron: ¡Es reo de muerte!
67 Entonces le escupieron en el rostro y le dieron de puñetazos; y otros le abofeteaban,
68 diciendo: Adivina, Cristo, ¿quién es el que te ha golpeado?
69 Pedro estaba sentado fuera en el patio, y una sirvienta se le acercó y dijo: Tú también estabas con Jesús el galileo.
70 Pero él lo negó delante de todos ellos, diciendo: No sé de qué hablas.
71 Cuando salió al portal, lo vio otra sirvienta y dijo* a los que estaban allí: Este estaba con Jesús el nazareno.
72 Y otra vez él lo negó con juramento: ¡Yo no conozco a ese hombre!
73 Y un poco después se acercaron los que estaban allí y dijeron a Pedro: Seguro que tú también eres uno de ellos, porque aun tu manera de hablar te descubre.
74 Entonces él comenzó a maldecir y a jurar: ¡Yo no conozco a ese hombre! Y al instante un gallo cantó.
75 Y Pedro se acordó de lo que Jesús había dicho: Antes que el gallo cante, me negarás tres veces. Y saliendo fuera, lloró amargamente.
1 Cuando llegó la mañana, todos los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo celebraron consejo contra Jesús para darle muerte.
2 Y después de atarle, le llevaron y le entregaron a Pilato, el gobernador.
3 Entonces Judas, el que le había entregado, viendo que Jesús había sido condenado, sintió remordimiento y devolvió las treinta piezas de plata a los principales sacerdotes y a los ancianos,
4 diciendo: He pecado entregando sangre inocente. Pero ellos dijeron: A nosotros, ¿qué? ¡Allá tú!
5 Y él, arrojando las piezas de plata en el santuario, se marchó; y fue y se ahorcó.
6 Y los principales sacerdotes tomaron las piezas de plata, y dijeron: No es lícito ponerlas en el tesoro del templo, puesto que es precio de sangre.
7 Y después de celebrar consejo, compraron con ellas el Campo del Alfarero para sepultura de los forasteros.
8 Por eso ese campo se ha llamado Campo de Sangre hasta hoy.
9 Entonces se cumplió lo anunciado por medio del profeta Jeremías, cuando dijo: Y TOMARON LAS TREINTA PIEZAS DE PLATA, EL PRECIO DE AQUEL CUYO PRECIO HABIA SIDO FIJADO por los hijos de Israel;
10 Y LAS DIERON POR EL CAMPO DEL ALFARERO, COMO EL SEÑOR ME HABIA ORDENADO.
11 Y Jesús compareció delante del gobernador, y éste le interrogó, diciendo: ¿Eres tú el Rey de los judíos? Y Jesús le dijo: Tú lo dices.
12 Y al ser acusado por los principales sacerdotes y los ancianos, nada respondió.
13 Entonces Pilato le dijo*: ¿No oyes cuántas cosas testifican contra ti?
14 Y Jesús no le respondió ni a una sola pregunta, por lo que el gobernador estaba muy asombrado.
15 Ahora bien, en cada fiesta, el gobernador acostumbraba soltar un preso al pueblo, el que ellos quisieran.
16 Y tenían entonces un preso famoso, llamado Barrabás.
17 Por lo cual, cuando ellos se reunieron, Pilato les dijo: ¿A quién queréis que os suelte: a Barrabás o a Jesús, llamado el Cristo?
18 Porque él sabía que le habían entregado por envidia.
19 Y estando él sentado en el tribunal, su mujer le mandó aviso, diciendo: No tengas nada que ver con ese justo, porque hoy he sufrido mucho en sueños por causa de El.
20 Pero los principales sacerdotes y los ancianos persuadieron a las multitudes que pidieran a Barrabás y que dieran muerte a Jesús.
21 Y respondiendo, el gobernador les dijo: ¿A cuál de los dos queréis que os suelte? Y ellos respondieron: A Barrabás.
22 Pilato les dijo*: ¿Qué haré entonces con Jesús, llamado el Cristo? Todos dijeron*: ¡Sea crucificado!
23 Y Pilato dijo: ¿Por qué? ¿Qué mal ha hecho? Pero ellos gritaban aún más, diciendo: ¡Sea crucificado!
24 Y viendo Pilato que no conseguía nada, sino que más bien se estaba formando un tumulto, tomó agua y se lavó las manos delante de la multitud, diciendo: Soy inocente de la sangre de este justo; ¡allá vosotros!
25 Y respondiendo todo el pueblo, dijo: ¡Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!
26 Entonces les soltó a Barrabás, pero a Jesús, después de hacerle azotar, le entregó para que fuera crucificado.
27 Entonces los soldados del gobernador llevaron a Jesús al Pretorio, y reunieron alrededor de El a toda la cohorte romana.
28 Y desnudándole, le pusieron encima un manto escarlata.
29 Y tejiendo una corona de espinas, se la pusieron sobre su cabeza, y una caña en su mano derecha; y arrodillándose delante de El, le hacían burla, diciendo: ¡Salve, Rey de los judíos!
30 Y escupiéndole, tomaban la caña y le golpeaban en la cabeza.
31 Después de haberse burlado de El, le quitaron el manto, le pusieron sus ropas y le llevaron para crucificarle .
32 Y cuando salían, hallaron a un hombre de Cirene llamado Simón, al cual obligaron a que llevara la cruz.
33 Cuando llegaron a un lugar llamado Gólgota, que significa Lugar de la Calavera,
34 le dieron a beber vino mezclado con hiel; pero después de probarlo, no lo quiso beber.
35 Y habiéndole crucificado, se repartieron sus vestidos, echando suertes;
36 y sentados, le custodiaban allí.
37 Y pusieron sobre su cabeza la acusación contra El, que decía: ESTE ES JESUS, EL REY DE LOS JUDIOS.
38 Entonces fueron crucificados* con El dos ladrones, uno a la derecha y otro a la izquierda.
39 Los que pasaban le injuriaban, meneando la cabeza
40 y diciendo: Tú que destruyes el templo y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo, si eres el Hijo de Dios, y desciende de la cruz.
41 De igual manera, también los principales sacerdotes, junto con los escribas y los ancianos, burlándose de El, decían:
42 A otros salvó; a sí mismo no puede salvarse. Rey de Israel es; que baje ahora de la cruz, y creeremos en El.
43 EN DIOS CONFIA; QUE le LIBRE ahora SI EL LE QUIERE; porque ha dicho: "Yo soy el Hijo de Dios."
44 En la misma forma le injuriaban también los ladrones que habían sido crucificados con El.
45 Y desde la hora sexta hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora novena.
46 Y alrededor de la hora novena, Jesús exclamó a gran voz, diciendo: ELI, ELI, ¿LEMA SABACTANI? Esto es: DIOS MIO, DIOS MIO, ¿POR QUE ME HAS ABANDONADO?
47 Algunos de los que estaban allí, al oírlo, decían: Este llama a Elías.
48 Y al instante, uno de ellos corrió, y tomando una esponja, la empapó en vinagre, y poniéndola en una caña, le dio a beber.
49 Pero los otros dijeron: Deja, veamos si Elías viene a salvarle.
50 Entonces Jesús, clamando otra vez a gran voz, exhaló el espíritu.
51 Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo, y la tierra tembló y las rocas se partieron;
52 y los sepulcros se abrieron, y los cuerpos de muchos santos que habían dormido resucitaron;
53 y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de Jesús, entraron en la santa ciudad y se aparecieron a muchos.
54 El centurión y los que estaban con él custodiando a Jesús, cuando vieron el terremoto y las cosas que sucedían, se asustaron mucho, y dijeron: En verdad éste era Hijo de Dios.
55 Y muchas mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirle, estaban allí, mirando de lejos;
56 entre las cuales estaban María Magdalena, María la madre de Jacobo y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo.
57 Y al atardecer, vino un hombre rico de Arimatea, llamado José, que también se había convertido en discípulo de Jesús.
58 Este se presentó a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Entonces Pilato ordenó que se lo entregaran.
59 Tomando José el cuerpo, lo envolvió en un lienzo limpio de lino,
60 y lo puso en su sepulcro nuevo que él había excavado en la roca, y después de rodar una piedra grande a la entrada del sepulcro, se fue.
61 Y María Magdalena estaba allí, y la otra María, sentadas frente al sepulcro.
62 Al día siguiente, que es el día después de la preparación, se reunieron ante Pilato los principales sacerdotes y los fariseos,
63 y le dijeron: Señor, nos acordamos que cuando aquel engañador aún vivía, dijo: "Después de tres días resucitaré."
64 Por eso, ordena que el sepulcro quede asegurado hasta el tercer día, no sea que vengan sus discípulos, se lo roben, y digan al pueblo: "Ha resucitado de entre los muertos"; y el último engaño será peor que el primero.
65 Pilato les dijo: Una guardia tenéis; id, aseguradla como vosotros sabéis.
66 Y fueron y aseguraron el sepulcro; y además de poner la guardia, sellaron la piedra.
1 Pasado el día de reposo, al amanecer del primer día de la semana, María Magdalena y la otra María vinieron a ver el sepulcro.
2 Y he aquí, se produjo un gran terremoto, porque un ángel del Señor descendiendo del cielo, y acercándose, removió la piedra y se sentó sobre ella.
3 Su aspecto era como un relámpago, y su vestidura blanca como la nieve;
4 y de miedo a él los guardias temblaron y se quedaron como muertos.
5 Y hablando el ángel, dijo a las mujeres: Vosotras, no temáis; porque yo sé que buscáis a Jesús, el que fue crucificado.
6 No está aquí, porque ha resucitado, tal como dijo. Venid, ved el lugar donde yacía.
7 E id pronto, y decid a sus discípulos que El ha resucitado de entre los muertos; y he aquí, El va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis. He aquí, os lo he dicho.
8 Y ellas, alejándose a toda prisa del sepulcro con temor y gran gozo, corrieron a dar las noticias a sus discípulos.
9 Y he aquí que Jesús les salió al encuentro, diciendo: ¡Salve! Y ellas, acercándose, abrazaron sus pies y le adoraron.
10 Entonces Jesús les dijo*: No temáis. Id, avisad a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me verán.
11 Y mientras ellas iban, he aquí, algunos de la guardia fueron a la ciudad e informaron a los principales sacerdotes de todo lo que había sucedido.
12 Y después de reunirse con los ancianos y deliberar con ellos, dieron una gran cantidad de dinero a los soldados,
13 diciendo: Decid esto: "Sus discípulos vinieron de noche y robaron el cuerpo mientras nosotros dormíamos."
14 Y si esto llega a oídos del gobernador, nosotros lo convenceremos y os evitaremos dificultades.
15 Ellos tomaron el dinero e hicieron como se les había instruido. Y este dicho se divulgó extensamente entre los judíos hasta hoy.
16 Pero los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había señalado.
17 Cuando le vieron, le adoraron; mas algunos dudaron.
18 Y acercándose Jesús, les habló, diciendo: Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra.
19 Id, pues, y haced discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo,
20 enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado; y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.