1
El rey David era ya un anciano entrado en años y, aunque lo cubrían con mantas, no entraba en calor.2 Entonces sus servidores le dijeron:
— Hay que buscar a nuestro señor, el rey, una muchacha virgen que lo atienda, lo cuide y duerma a su lado para que nuestro señor el rey entre en calor.3
Buscaron una muchacha hermosa por todo el territorio de Israel, encontraron a Abisag la sunamita y se la llevaron al rey.4 La muchacha, que era muy hermosa, cuidaba al rey y lo servía; pero el rey no tuvo relaciones con ella.
5
Adonías, hijo de Jaguit, presumiendo de que él sería el rey, se procuró un carro, caballos y una escolta de cincuenta hombres.6 Su padre David nunca le había regañado ni le pedía cuentas de lo que hacía, pues había nacido después de Absalón y era también muy atractivo.
7 Adonías se había confabulado con Joab, el hijo de Seruyá, y con el sacerdote Abiatar, que secundaban sus propósitos.
8 En cambio, el sacerdote Sadoc, Benaías, el hijo de Joyadá, el profeta Natán, Simeí, Reí y los valientes de David no estaban a favor de Adonías.
9
Un día Adonías fue a sacrificar corderos, toros y terneros cebados a la piedra de Zojélet, cerca de la fuente de Roguel. Invitó al sacrificio a todos sus hermanos, los hijos del rey, y a todos los hombres de Judá que estaban al servicio del rey;10 pero no invitó al profeta Natán, ni a Benaías, ni a los paladines, ni a su hermano Salomón.
11
Entonces Natán dijo a Betsabé, la madre de Salomón: — ¿No has oído que Adonías, el hijo de Jaguit, se ha proclamado rey sin que lo sepa David, nuestro señor?12 Ahora voy a darte un consejo, para que puedas salvar tu vida y la de tu hijo Salomón.
13 Preséntate ante el rey David y dile: “Majestad, tú juraste a una servidora que mi hijo Salomón te sucedería como rey y se sentaría en tu trono. ¿Por qué, entonces, se ha proclamado rey Adonías?”.
14 Y mientras estés tú allí hablando con el rey, yo entraré detrás y confirmaré tus palabras.
15
Inmediatamente Betsabé se presentó en la alcoba real. El rey estaba muy viejo, atendido por Abisag, la sunamita.16 Betsabé se inclinó ante el rey y le hizo una reverencia. El rey le preguntó:
— ¿Qué quieres?17
Ella le respondió: — Señor, tú le juraste a tu servidora por el Señor, tu Dios, que mi hijo Salomón te sucedería como rey y se sentaría en tu trono;18 y ahora resulta que Adonías ha sido proclamado rey sin que mi señor, el rey, lo sepa.
19 Ha sacrificado toros, terneros cebados y corderos en cantidad y ha invitado a todos los hijos del rey, al sacerdote Abiatar y al jefe del ejército Joab, pero no ha invitado a tu siervo Salomón.
20 Ahora, majestad, todo Israel está pendiente de ti y de que les anuncies quién va a suceder en el trono al rey, mi señor.
21 Pues, cuando el rey, mi señor, vaya a reunirse con sus padres, yo y mi hijo Salomón quedaremos como culpables.
22
Todavía estaba ella hablando con el rey, cuando llegó Natán23 y lo anunciaron al rey:
— Está aquí el profeta Natán. Natán se presentó ante el rey, le hizo una reverencia inclinando su rostro24 y le dijo:
— Majestad, ¿has decretado tú que Adonías te suceda como rey y se siente en tu trono?25 Porque hoy ha ido a sacrificar toros, terneros cebados y corderos en cantidad, ha invitado a todos los hijos del rey, a los capitanes del ejército y al sacerdote Abiatar; ahora están comiendo y bebiendo con él mientras lo aclaman: “¡Viva el rey Adonías!”.
26 Pero no me ha invitado a mí, ni al sacerdote Sadoc, ni a Benaías, el hijo de Joyadá, ni a tu siervo Salomón.
27 ¿Acaso mi señor, el rey, ha tomado tal decisión sin haber comunicado a sus servidores quién le sucedería en el trono?
28
El rey David ordenó: — Llamad a Betsabé. Betsabé se presentó al rey y se quedó de pie ante él.29 Entonces David hizo este juramento:
— ¡Vive Dios que me ha salvado de todos los peligros!30 Hoy mismo voy a cumplir lo que te juré ante el Señor, Dios de Israel, cuando te prometí que tu hijo Salomón me sucedería como rey y se sentaría en el trono en mi lugar.
31
Betsabé se inclinó rostro en tierra, hizo una reverencia al rey y dijo: — ¡Viva siempre mi señor, el rey David!32
Luego David ordenó: — Llamadme al sacerdote Sadoc, al profeta Natán y a Benaías, el hijo de Joyadá. Ellos se presentaron ante el rey33 y él les dijo:
— Tomad con vosotros a los servidores reales, subid a Salomón en mi propia mula y llevadlo a Guijón.34 Una vez allí, el sacerdote Sadoc y el profeta Natán lo consagrarán como rey de Israel. Entonces tocaréis la trompeta y gritaréis: “¡Viva el rey Salomón!”.
35 Luego subiréis tras él, y cuando llegue aquí se sentará en mi trono y empezará a reinar en mi lugar, pues lo he designado jefe de Israel y de Judá.
36 Benaías, el hijo de Joyadá, respondió al rey:
— ¡Amén! Que así lo decrete el Señor, Dios de mi señor, el rey.37 Que el Señor esté con Salomón como lo ha estado con mi señor, el rey, y que haga su reino más poderoso que el reino de mi señor, el rey David.
38
Entonces el sacerdote Sadoc, el profeta Natán, Benaías, el hijo de Joyadá, los quereteos y los peleteos fueron a montar a Salomón en la mula del rey David y lo llevaron a Guijón.39 El sacerdote Sadoc tomó el cuerno de aceite del santuario y consagró a Salomón. Después hicieron sonar la trompeta y toda la gente se puso a gritar:
— ¡Viva el rey Salomón!40
Luego todos subieron tras él al son de trompetas y con tanto alboroto que la tierra parecía temblar con sus gritos.41
Adonías y todos sus invitados lo oyeron cuando acababan de comer. Joab escuchó el sonido de la trompeta y dijo: — ¿Por qué hay tanto alboroto en la ciudad?42
Mientras hablaba llegó Jonatán, el hijo del sacerdote Abiatar, y Adonías le dijo: — Entra, que tú eres persona influyente y traerás buenas noticias.43
Pero Jonatán le respondió: — ¡Todo lo contrario! Nuestro señor, el rey David, ha proclamado rey a Salomón.44 El rey ha mandado al sacerdote Sadoc, al profeta Natán, a Benaías, el hijo de Joyadá, a los quereteos y a los peleteos y lo han montado en la mula del rey.
45 Luego el sacerdote Sadoc y el profeta Natán lo han consagrado en Guijón y han subido desde allí muy alegres. La ciudad anda alborotada: esa es la razón del griterío que habéis oído.
46 Además, Salomón ha tomado posesión del reino
47 y los servidores reales han ido a felicitar al rey David, diciendo: “¡Que tu Dios haga a Salomón más famoso que a ti, y que haga su reino más poderoso que el tuyo!”. Incluso el rey ha hecho una reverencia en su lecho
48 y ha dicho: “¡Bendito sea el Señor, Dios de Israel, que ha permitido hoy que alguien se siente en mi trono y que yo lo pueda ver!”.
49
Todos los invitados de Adonías se echaron a temblar, se levantaron y se dispersaron.50 Adonías, temiendo a Salomón, se levantó y fue a refugiarse al amparo del altar.
51 Alguien informó a Salomón:
— Adonías, por miedo al rey Salomón, se ha refugiado al amparo del altar, pidiendo al rey que le jure hoy mismo que no va a matar a su siervo.52
Salomón respondió: — Si actúa como un hombre de bien, no se le tocará ni un pelo; pero, si se le descubre en falta, morirá.53
Entonces el rey Salomón mandó que lo sacaran del altar. Luego él llegó a rendirle homenaje. Pero Salomón le dijo: — ¡Vete a tu casa!1
Sintiéndose próximo a la muerte, David dio a su hijo Salomón estas instrucciones:2
— Yo estoy a punto de morir. Sé fuerte y pórtate con valor.3 Sigue las instrucciones del Señor tu Dios, caminando por sus sendas y observando sus preceptos, mandatos, decretos y normas, como están escritos en la ley de Moisés. Así tendrás éxito en todas tus empresas y proyectos
4 y el Señor cumplirá la promesa que me hizo: “si tus hijos cuidan su conducta y actúan sinceramente ante mí, con todo su corazón y todo su ser, no te faltarán descendientes en el trono de Israel”.
5
Ya sabes, además, lo que me hizo Joab, el hijo de Seruyá, con los dos jefes del ejército de Israel: Abner, el hijo de Ner, y Amasá, el hijo de Jéter; y cómo los asesinó, derramando sangre de guerra en tiempos de paz y salpicando de sangre inocente su ropa y sus sandalias.6 Actúa como te dicte tu prudencia, pero no lo dejes ir tranquilamente al otro mundo.
7 Trata, en cambio, con generosidad a los hijos de Barzilay, el galaadita, e invítalos a tu mesa, pues también ellos me socorrieron cuando huía de tu hermano Absalón.
8 Ahí tienes también a Simeí, el hijo de Guerá, benjaminita de Bajurín: me maldijo con saña cuando me dirigía a Majanáin, pero salió a recibirme al Jordán y le tuve que jurar por el Señor que no lo mataría.
9 Ahora, no lo dejes impune, pues tú eres un hombre sabio y sabrás lo que tienes que hacer con él para mandarlo manchado de sangre al otro mundo.
10
David murió y fue enterrado en la ciudad de David.11 Reinó sobre Israel durante cuarenta años: siete años en Hebrón y treinta y tres en Jerusalén.
12
Salomón se sentó en el trono de su padre David y su reino quedó consolidado.13
Adonías, el hijo de Jaguit, fue a ver a Betsabé, la madre de Salomón, y ella le preguntó: — ¿Vienes en son de paz? Adonías respondió: — Sí.14
Luego añadió: — Tengo algo que decirte. Ella le contestó: — Dilo.15
Entonces Adonías dijo: — Tú sabes que la realeza me correspondía a mí y que todo Israel esperaba que yo fuera rey; pero las cosas se torcieron y la realeza fue a parar a mi hermano, porque el Señor se la había destinado.16 Pues bien, ahora sólo quiero pedirte un favor; no me lo niegues.
Ella le respondió: — Habla.17
Él le dijo: — Pídele al rey Salomón un favor, que él no te negará: que me dé por esposa a Abisag, la sunamita.18
Betsabé le respondió. — Está bien. Yo hablaré al rey de tu parte.19
Betsabé fue a ver al rey Salomón para hablarle de Adonías. El rey se levantó para recibirla y le hizo una reverencia. Luego se sentó en su trono y mandó poner otro trono para su madre. Ella se sentó a su derecha20 y le dijo:
— Quiero pedirte un pequeño favor que, espero, no me negarás. El rey le respondió: — Madre, pídelo, que no te lo negaré.21
Ella le dijo: — Dale a tu hermano Adonías por esposa a Abisag la sunamita.22
Pero el rey Salomón respondió a su madre: — ¿Cómo es que me pides a Abisag, la sunamita, para Adonías? ¡Podías pedirme también la realeza para él, puesto que es mi hermano mayor y tiene de su parte al sacerdote Abiatar y a Joab, el hijo de Seruyá!23
Luego el rey Salomón juró por el Señor: — ¡Que Dios me castigue, si a Adonías no le cuesta la vida haber hecho esa petición!24 ¡Juro por el Señor, que me ha asentado firmemente en el trono de mi padre David y que me ha dado una dinastía, como había prometido, que hoy mismo morirá Adonías!
25
Entonces el rey Salomón envió a Benaías, el hijo de Joyadá, para que lo ejecutara, y Adonías murió.26
En cuanto al sacerdote Abiatar, el rey le dijo: — ¡Márchate a Anatot, a tus tierras! Estás condenado a muerte, pero hoy no voy a matarte, ya que llevaste el Arca del Señor Dios, delante de mi padre David y lo acompañaste en todas sus desgracias.27
Y Salomón destituyó a Abiatar de su cargo de sacerdote del Señor, cumpliendo la sentencia que el Señor había pronunciado contra la casa de Elí en Siló.28
Cuando le llegó la noticia a Joab, que había apoyado a Adonías, aunque no a Absalón, huyó al santuario del Señor y se refugió al amparo del altar.29 Cuando informaron al rey Salomón de que Joab había huido a la Tienda del Señor y que estaba junto al altar, Salomón envió a decir a Joab:
— ¿Qué te pasa, que has huido al altar? Y Joab respondió: — Tuve miedo de ti y he huido junto al Señor. Entonces el rey Salomón envió a decir a Benaías, hijo de Joyadá: — Ve a matarlo.30
Benaías llegó al santuario del Señor y le dijo: — El rey te ordena que salgas. Joab respondió: — No. Moriré aquí. Benaías volvió a transmitir al rey la respuesta de Joab31 Entonces el rey le ordenó:
— Haz lo que dice: mátalo y entiérralo. Así nos limpiarás a mí y a la familia de mi padre de la sangre inocente derramada por Joab32 y el Señor le hará responsable de haber matado a dos hombres más justos y mejores que él: Abner, el hijo de Ner, capitán del ejército de Israel, y Amasá, el hijo de Jéter, capitán del ejército de Judá, a quienes asesinó sin que mi padre lo supiese.
33 ¡Que Joab y sus descendientes sean por siempre responsables de ambas muertes! ¡Y que la paz del Señor acompañe a David, a su descendencia y a su trono!
34
Benaías, el hijo de Joyadá, fue a ejecutar a Joab. Lo mató y lo enterró en su propiedad, en el desierto.35 Luego el rey puso a Benaías, el hijo de Joyadá, al frente del ejército, en lugar de Joab; y al sacerdote Sadoc, en lugar de Abiatar.
36
Más tarde, el rey mandó llamar a Simeí y le dijo: — Hazte una casa en Jerusalén y quédate allí sin salir a ningún sitio.37 Porque el día que salgas y cruces el torrente Cedrón, ten por seguro que irremediablemente morirás y tú serás el responsable.
38
Simeí respondió al rey: — Está bien. Tu servidor hará como dice mi señor, el rey. Simeí estuvo viviendo en Jerusalén mucho tiempo.39 Pero, al cabo de tres años, se le escaparon dos esclavos y se fueron con Aquís, el hijo de Maacá, rey de Gat. Cuando informaron a Simeí de que sus esclavos estaban en Gat,
40 él aparejó su burro, marchó a Gat, donde se encontraba Aquís, a buscar a sus esclavos y se los trajo de allí.
41 Cuando comunicaron a Salomón que Simeí había ido de Jerusalén a Gat, y que había vuelto,
42 mandó llamar a Simeí y le dijo:
— ¿No te hice jurar por el Señor y te advertí que el día que salieses y fueses a cualquier sitio podías tener la seguridad de que morirías irremediablemente, y tú me respondiste que estabas de acuerdo y que te dabas por avisado?43 ¿Por qué no has cumplido lo que juraste por el Señor y la orden que te di?
44
Y el rey añadió: — Tú conoces perfectamente todo el daño que hiciste a mi padre David. Por eso el Señor hace recaer ahora tu maldad sobre ti.45 En cambio, el rey Salomón será bendecido y el trono de David permanecerá siempre firme ante el Señor.
46
Entonces Salomón dio órdenes a Benaías, el hijo de Joyadá, que salió y lo mató. Y el reino se consolidó en manos de Salomón.1
Salomón emparentó con el faraón, rey de Egipto, casándose con una hija suya, a la que llevó a la ciudad de David mientras terminaba de construir su palacio, el Templo del Señor y las murallas de Jerusalén.2
En aquellos días, como aún no se había construido el Templo en honor del Señor, la gente seguía ofreciendo sacrificios en los santuarios locales.3 Salomón amaba al Señor, siguiendo las instrucciones de su padre David. Sin embargo, también él subía a ofrecer sacrificios y a quemar incienso en los santuarios locales.
4
El santuario principal estaba en Gabaón, y el rey fue allí a ofrecer mil víctimas en holocausto.5 Por la noche el Señor se apareció allí en sueños a Salomón y le dijo:
— Pídeme lo que quieras.6
Salomón respondió: — Tú trataste a tu siervo, mi padre David, con especial favor, pues él actuó siempre ante ti con fidelidad, justicia y rectitud de corazón; además, le has mantenido ese especial favor dándole un hijo que hoy se sienta en su trono.7 Efectivamente, Señor Dios mío, tú has hecho rey a este tu siervo, como sucesor de mi padre David, aunque soy muy joven e inexperto.
8 Tu siervo vive en medio del pueblo que elegiste, un pueblo tan numeroso, que no se puede contar ni calcular.
9 Dale a tu siervo un corazón atento para gobernar a tu pueblo y para discernir entre el bien y el mal, pues ¿quién es capaz de gobernar a un pueblo tan importante como el tuyo?
10
Al Señor le agradó que Salomón le pidiera eso11 y le dijo:
— Ya que me has pedido eso y no me has pedido larga vida, riquezas o la muerte de tus enemigos, sino inteligencia para administrar justicia,12 te concedo lo que me has pedido: un corazón sabio y prudente, como nadie lo ha tenido antes de ti ni lo tendrá después.
13 Y te concedo también lo que no has pedido: riquezas y fama tales como no las tendrá rey alguno mientras tú vivas.
14 Y si cumples mi voluntad y guardas mis instrucciones y mandatos, como hizo tu padre David, te daré larga vida.
15
Salomón se despertó y comprendió que había sido un sueño. Luego volvió a Jerusalén, se presentó ante el Arca de la alianza del Señor, ofreció holocaustos y sacrificios de comunión e invitó al banquete a todos sus cortesanos.16
Un día acudieron al rey dos prostitutas. Se presentaron ante él17 y una de ellas le dijo:
— Majestad, esta mujer y yo vivimos en la misma casa. Yo di a luz, estando ella en casa,18 y tres días después ella también dio a luz. Estábamos nosotras solas, no había nadie con nosotras en casa: sólo estábamos nosotras dos.
19 Una noche murió el hijo de esta mujer, porque se durmió encima de él.
20 Entonces ella se levantó de noche y, mientras yo estaba dormida, tomó a mi hijo de mi lado, lo acostó a su lado y luego puso junto a mí a su hijo muerto.
21 Cuando me levanté por la mañana a dar el pecho a mi hijo, vi que estaba muerto. Pero a la luz del día lo observé atentamente y descubrí que ese no era el hijo que yo había dado a luz.
22
La otra mujer replicó: — ¡No! Mi hijo es el vivo y el tuyo, el muerto. Pero la primera insistía: — ¡No! Tu hijo es el muerto y el mío, el vivo. Y se pusieron a discutir delante del rey.23 Entonces el rey dijo:
— Una dice: “Mi hijo es este, el que está vivo, y el tuyo es el muerto”. Y la otra replica: “No, tu hijo es el muerto y mi hijo, el vivo”.24
Y añadió: — Traedme una espada. Le llevaron una espada25 y el rey ordenó:
— Partid en dos al niño vivo y dadle una mitad a una y la otra mitad a la otra.26
Entonces la madre del niño vivo, profundamente angustiada por su hijo, suplicó al rey: — Majestad, dadle a ella el niño vivo. ¡No lo matéis! La otra, en cambio, decía: — ¡Ni para ti ni para mí! ¡Que lo partan!27
Entonces el rey sentenció: — Dadle a aquella mujer el niño vivo y no lo matéis, porque esa es su madre.28
Al enterarse de la sentencia que había dictado el rey, todo Israel sintió respeto por él, pues comprendieron que estaba dotado de una sabiduría excepcional para hacer justicia.1
El rey Salomón reinó sobre todo Israel.2 He aquí la lista de sus ministros: sumo sacerdote, Azarías, hijo de Sadoc;
3 secretarios, Elijóref y Ajías, hijos de Sisá; heraldo, Josafat, hijo de Ejilud;
4 jefe del ejército, Benaías, hijo de Joyadá; sacerdotes, Sadoc y Abiatar;
5 superintendente, Azarías, hijo de Natán; consejero real, Zabud, hijo de Natán;
6 mayordomo de palacio, Ajisar; y jefe de trabajos forzados, Adonirán, hijo de Abdá.
7
Salomón tenía doce gobernadores en todo Israel, que eran los proveedores del rey y de su palacio, durante un mes al año cada uno.8 He aquí la lista: un hijo de Jur en la montaña de Efraín.
9 Un hijo de Déquer en Macás, Saalbín, Bet Semes, Elón y Bet Janán.
10 Un hijo de Jésed en Arubot, y también en Socó y en toda la región de Jéfer.
11 Un hijo de Abinadab, esposo de Fataf, la hija de Salomón, en toda la comarca de Dor.
12 Baaná, hijo de Ajilud, en Taanac y Meguido hasta más allá de Jocmeán, en todo Betsán, por debajo de Jezrael; y desde Betsán hasta Abel Mejolá, junto a Sartán.
13 Un hijo de Guéber en Ramot de Galaad. Tenía también las aldeas de Jaír, hijo de Manasés, situadas en Galaad; y la región de Argob, en Basán: sesenta grandes ciudades amuralladas y con cerrojos de bronce.
14 Ajinadab, hijo de Idó, en Majanáin.
15 Ajimás, esposo de Bosmat, la hija de Salomón, en Neftalí.
16 Baaná, hijo de Jusay, en Aser y en Alot.
17 Josafat, hijo de Paruaj, en Isacar.
18 Simeí, hijo de Elá, en Benjamín.
19 Guéber, hijo de Urí, en el territorio de Gad y en los territorios de Sijón, rey amorreo, y de Og, rey de Basán. Había también un gobernador en el país de Judá.
20
Israel y Judá eran tan numerosos como la arena de las playas, y todos comían y bebían felices.1
Salomón era soberano de todos los reinos desde el Éufrates hasta el país filisteo y la frontera de Egipto: todos le pagaban tributo y fueron sus vasallos durante toda su vida.2 La provisión diaria de víveres de Salomón era de unas seis toneladas y media de flor de harina y unas trece toneladas de harina;
3 diez reses cebadas, veinte de pasto y cien corderos, además de ciervos, gacelas, corzos y aves de corral.
4 Salomón dominaba en toda la región occidental del Éufrates, desde Tifsaj hasta Gaza, y sobre todos los reyes al oeste del Éufrates, viviendo en paz con todos los territorios fronterizos.
5 Mientras vivió Salomón, Judá e Israel, desde Dan hasta Berseba, vivieron tranquilos, cada cual a la sombra de su parra y su higuera.
6 Salomón también tenía cuadras para cuarenta mil caballos de tiro y doce mil de montar.
7 Los gobernadores antedichos abastecían, cada uno en su mes, al rey Salomón y a todos sus comensales, sin dejar que les faltase de nada.
8 También hacían llegar por turnos al lugar donde estuviera el rey, cebada y paja para los caballos de tiro y de montar.
9
Dios concedió a Salomón una sabiduría y una inteligencia excepcionales y un corazón tan dilatado como las playas marinas.10 La sabiduría de Salomón superó a la de todos los orientales y a toda la sabiduría de Egipto.
11 Llegó a ser más sabio que nadie, más que Etán, el indígena, y más que Hemán, Calcol y Dardá, los hijos de Majol; su fama se extendió por todas las naciones vecinas.
12 Salomón inventó tres mil proverbios y compuso cinco mil canciones.
13 Estudió las plantas, desde el cedro del Líbano hasta el musgo que brota en las tapias; y estudió también los animales, las aves, los reptiles y los peces.
14 La gente venía a escuchar la sabiduría de Salomón desde todos los pueblos, y de parte de todos los reyes de la tierra que oían hablar de ella.
15
Jirán, rey de Tiro, se enteró de que Salomón había sucedido a su padre como rey y le envió embajadores, pues Jirán había sido amigo de David durante toda su vida.16 Salomón, por su parte, mandó decir a Jirán:
17
— Tú sabes que mi padre David no pudo construir un Templo en honor del Señor, su Dios, a causa de las guerras en que se vio envuelto, hasta que el Señor, su Dios, sometió totalmente a sus enemigos.18 Ahora, en cambio, el Señor, mi Dios, ha puesto paz en mis fronteras y no tengo enemigos ni graves amenazas.
19 Por eso, he decidido construir un Templo en honor del Señor, mi Dios, cumpliendo lo que dijo el Señor a mi padre David: “Tu hijo, al que haré tu sucesor en el trono, será quien construya un Templo en mi honor”.
20 Ordena, pues, que me corten cedros del Líbano. Mis servidores ayudarán a los tuyos y yo te pagaré el salario que me pidas por ellos, pues ya sabes que nosotros no tenemos taladores tan expertos como los sidonios.
21
Cuando Jirán escuchó el mensaje de Salomón, se alegró mucho y exclamó: — ¡Bendito sea el Señor, que le ha dado a David un hijo sabio para gobernar a tan gran pueblo!22
Luego Jirán mandó decir a Salomón: — He recibido tu petición. Yo te prepararé toda la madera de cedro y de pino que quieras.23 Mis servidores la bajarán desde el Líbano hasta el mar y haré que la transporten en almadías por el mar al lugar que me indiques. Allí desatarán las almadías y luego los tuyos se encargarán de acarrearla. Tú, por tu parte, me corresponderás, abasteciendo mi palacio de alimentos.
24
Jirán dio a Salomón toda la madera de cedro y de pino que quiso25 y Salomón, por su parte, entregó a Jirán unas cuatro mil quinientas toneladas de trigo para alimento de su palacio y noventa hectólitros de aceite puro de oliva. Esto era lo que Salomón pagaba anualmente a Jirán.
26 El Señor, pues, concedió sabiduría a Salomón, tal como le había prometido. Jirán y Salomón vivieron en paz y firmaron un tratado.
27
Salomón decretó un reclutamiento de trabajo obligatorio por todo Israel: reclutó a treinta mil hombres28 y los envió al Líbano en turnos de diez mil por mes. Así, pasaban un mes en el Líbano y dos meses en casa. Adonirán estaba al mando del trabajo obligatorio.
29 Salomón tenía, además, setenta mil acarreadores y ochenta mil canteros en la montaña,
30 sin contar los tres mil trescientos capataces que tenía en las obras para supervisar a los trabajadores.
31 El rey mandó extraer bloques de piedra de buena calidad para cimentar el Templo con piedras labradas.
32 Los constructores de Salomón, los de Jirán y los guebalitas tallaron la piedra y prepararon la madera y la piedra para construir el Templo.
1
El año cuatrocientos ochenta de la salida de los israelitas de Egipto, el año cuarto del reinado de Salomón sobre Israel, en el mes de Ziv, es decir, el segundo mes, Salomón comenzó a construir el Templo del Señor.2
El Templo que el rey Salomón construyó al Señor tenía treinta metros de largo, diez de ancho y quince de alto.3 El vestíbulo que había en la parte delantera del edificio tenía diez metros de largo en toda su anchura y cinco de ancho en su parte frontal.
4 En el Templo puso ventanas con celosías
5 y construyó, adosada al muro del Templo, una galería que rodeaba las paredes del edificio, alrededor de la nave y del camarín, con habitaciones laterales alrededor.
6 La galería baja tenía dos metros y medio de ancho; la galería intermedia tenía tres metros y la galería superior, tres metros y medio, pues había colocado unos salientes externos alrededor del edificio para no empotrar las vigas en los muros.
7 En la construcción del Templo se emplearon piedras talladas en la cantera y no se oyeron golpes de martillos, picos o cualquier otra herramienta de hierro durante su construcción.
8 La entrada de la galería baja estaba a la derecha del edificio. Por una escalera se subía a la galería intermedia, y de esta a la galería superior.
9 Cuando Salomón terminó la construcción del Templo lo recubrió con un artesonado de cedro.
10 Construyó la galería de dos metros y medio de altura y la unió al edificio con vigas de cedro.
11
El Señor dijo a Salomón:12
— Por este Templo que estás construyendo, si caminas según mis normas, pones en práctica mis decretos y guardas mis mandamientos, conduciéndote de acuerdo a ellos, yo te cumpliré la promesa que hice a tu padre, David:13 habitaré entre los israelitas y no abandonaré a mi pueblo Israel.
14
Cuando Salomón terminó de construir el Templo,15 decoró las paredes interiores del edificio con paneles de cedro, desde el suelo hasta las vigas del techo; recubrió el interior con madera y cubrió el suelo del edificio con tablas de pino.
16 Decoró los diez metros de la parte trasera del edificio, desde el suelo hasta el techo, con paneles de cedro y lo convirtió en camarín o lugar santísimo.
17 Delante de él se encontraba la nave del Templo, que tenía veinte metros.
18 La decoración interior del Templo era de cedro con relieves de calabazas y flores abiertas. Todo era de cedro y no se veía la piedra.
19 Dispuso el camarín en el interior del Templo, en la parte central, para colocar allí el Arca de la alianza del Señor.
20 El camarín tenía diez metros de largo, diez de ancho y diez de alto. Lo recubrió de oro puro y construyó un altar de cedro.
21 También recubrió de oro puro el interior del Templo, puso cadenas de oro delante del camarín y lo recubrió de oro.
22 Recubrió de oro todo el interior del edificio, hasta completarlo, así como todo el altar que había en el camarín.
23
Colocó en el camarín dos querubines de madera de olivo, de cinco metros de altura.24 Las alas de cada querubín medían dos metros y medio, en total, cinco metros desde el extremo de un ala al extremo de la otra.
25 El segundo querubín también medía cinco metros, pues ambos querubines tenían la misma dimensión y la misma forma.
26 La altura de ambos querubines era de cinco metros.
27 Colocó los serafines en medio del edificio, en su interior, con las alas extendidas, de forma que el ala de uno tocaba una pared y el ala del otro tocaba la pared opuesta, mientras que las alas interiores se tocaban, ala contra ala.
28 Luego recubrió de oro los querubines.
29
Hizo esculpir todos los muros interiores y exteriores del edificio con bajorrelieves de querubines, palmas y guirnaldas de flores.30 Recubrió de oro el pavimento del edificio por dentro y por fuera.
31
Puso en el camarín puertas de madera de olivo, con el dintel y las jambas en forma de pentágono.32 Y sobre las dos puertas de madera de olivo grabó figuras de querubines, palmas y guirnaldas de flores; luego las recubrió de oro, concentrándolo sobre los querubines y las palmas.
33 Para la entrada de la nave hizo igualmente puertas cuadradas de madera de olivo
34 y dos puertas de madera de pino, con dos hojas giratorias cada una.
35 Esculpió también en ellas figuras de querubines, palmas y guirnaldas de flores, y recubrió de oro las partes talladas.
36 Finalmente construyó el atrio interior con tres hileras de piedras labradas y una hilera de vigas de cedro.
37
En el año cuarto, en el mes de Ziv, se pusieron los cimientos del edificio,38 y en el año undécimo, en el mes de Bul, es decir, el mes octavo, el edificio quedó terminado en todos sus detalles y según su proyecto. Su construcción duró, pues, siete años.
1
Salomón también construyó su propio palacio y lo terminó en trece años.2 Construyó igualmente el edificio denominado Bosque del Líbano, que tenía cincuenta metros de largo, veinticinco de ancho y quince de alto, y estaba sostenido por tres filas de columnas de cedro en las que descansaban vigas también de cedro.
3 Puso un artesonado de cedro sobre las vigas que se apoyaban en las columnas: en total había cuarenta y cinco columnas, en tres series de quince columnas cada una.
4 Había tres filas de ventanas con celosías, ordenadas de tres en tres y unas frente a otras.
5 Todas las puertas y montantes eran cuadrangulares y las ventanas estaban colocadas unas frente a otras, de tres en tres.
6 Hizo también el patio de las columnas, de veinticinco metros de largo por quince de ancho, y delante un pórtico con columnas y un saliente frontal.
7 Hizo el salón del trono o sala de audiencias, donde administraba justicia, y lo revistió de cedro desde el suelo hasta el techo.
8 Su residencia personal estaba en un atrio distinto del salón, aunque tenía idéntica estructura. E hizo finalmente una residencia parecida a aquel salón para la hija del faraón con la que se había casado.
9
Todas estas construcciones, desde los cimientos hasta las cornisas y desde la fachada al patio principal, eran de piedra de primera calidad, talladas a medida y serradas por sus caras interior y exterior.10 Los cimientos eran también de piedra de primera calidad, grandes piedras de cinco y cuatro metros.
11 Sobre ellos había piedras de primera calidad talladas a medida y recubiertas de madera de cedro.
12 Alrededor del patio principal había tres hileras de piedra tallada y una de vigas de cedro, al igual que el patio interior del Templo y el salón del palacio.
13
El rey Salomón mandó traer de Tiro a Jirán,14 hijo de una viuda de la tribu de Neftalí y de padre tirio. Era un experto broncista, dotado de habilidad, conocimientos y técnica para toda clase de trabajos en bronce. Se presentó al rey Salomón y realizó todos sus encargos.
15
Hizo dos columnas de bronce que medían nueve metros de altura y seis de perímetro cada una,16 y dos capiteles de bronce fundido, de dos metros y medio de altura cada uno, para colocarlos encima de las columnas.
17 Luego hizo trenzados de red, en forma de cadena, para adornar los capiteles de las columnas, siete en cada capitel.
18 Hizo también dos hileras de granadas alrededor de cada trenzado, para cubrir los capiteles de las columnas.
19 Los capiteles que había sobre las columnas tenían forma de lirio y medían dos metros.
20 Sobre los capiteles de las columnas, en la parte más ancha a lo largo del trenzado, había doscientas granadas en dos hileras.
21 Finalmente erigió las columnas en el atrio del Templo: a la columna de la derecha la llamó Firmeza y a la columna de la izquierda la llamó Fuerza.
22 La parte superior de las columnas tenía forma de lirio. Con ello quedó terminada la obra de las columnas.
23
Hizo también un gran recipiente de metal fundido, en forma circular, con cinco metros de diámetro, dos metros y medio de altura y quince de circunferencia.24 Debajo del borde, alrededor de todo el recipiente, había dos orlas con bajorrelieves de frutos, a razón de veinte por metro, que habían sido fundidas con el recipiente.
25 Este descansaba sobre doce toros, de los que tres miraban al norte, tres al oeste, tres al sur y tres al este. El recipiente descansaba sobre los toros, que tenían los cuartos traseros hacia dentro.
26 Su grosor era de un palmo y el borde imitaba el cáliz de un lirio. Tenía una capacidad de unos cuatrocientos cincuenta hectólitros.
27
Hizo también diez soportes de bronce, de dos metros de largo, dos de ancho y uno y medio de alto cada uno de ellos.28 Los soportes tenían unos paneles sujetos a un armazón,
29 decorados con leones, toros y querubines. Y en el armazón, por encima y por debajo de los leones y los toros, había guirnaldas colgantes.
30 Cada soporte tenía cuatro ruedas de bronce, con ejes también de bronce. Sobre sus cuatro ángulos había unos pies de fundición que soportaban la pila, por debajo de las guirnaldas.
31 En la parte superior del soporte había una cavidad interna de medio metro de altura. La cavidad era redonda y medía setenta y cinco centímetros de diámetro. En sus bordes tenía también guirnaldas y sus paneles no eran redondos, sino cuadrados.
32 Las cuatro ruedas estaban bajo los paneles, con los ejes unidos al armazón del soporte, y medían setenta y cinco centímetros de diámetro.
33 Las ruedas eran como las de los carros; sus ejes, llantas, radios y cubos eran de fundición.
34 Había cuatro apoyos en los ángulos de cada soporte, formando con él una sola pieza.
35 En la parte superior del soporte había una cavidad redonda de veinticinco centímetros de altura que formaba una sola pieza con los ejes y paneles.
36 Sobre las planchas de los ejes y sobre los paneles grabó querubines, leones y palmeras, según el espacio disponible, con guirnaldas alrededor.
37 Así fue como hizo los diez soportes, con la misma fundición, la misma medida y la misma forma para todos.
38 E hizo también diez pilas de bronce, cada una de las cuales tenía una capacidad de unos novecientos litros y medía dos metros; y puso una pila sobre cada uno de los diez soportes.
39 Luego puso cinco soportes al lado derecho del edificio y otros cinco al lado izquierdo; y colocó el gran depósito en el lado derecho, hacia el sudeste del edificio.
40
Finalmente, Jirán hizo los ceniceros, las palas y los acetres y con ello concluyó todas las obras que le había encomendado el rey Salomón para el Templo del Señor:41 las dos columnas, los capitales redondos que remataban las columnas, los dos entrelazados que cubrían los capiteles redondos;
42 las cuatrocientas granadas para los dos entrelazados, dos series de granadas para cada uno;
43 los diez soportes y las diez pilas que soportaban;
44 el gran depósito y los doce toros que iban debajo;
45 los ceniceros, las palas y los acetres. Todos los objetos que Jirán hizo, por encargo del rey Salomón, para el Templo del Señor eran de bronce bruñido.
46 El rey los mandó fundir en arcilla, en el valle del Jordán, entre Sukot y Sartán.
47 Luego Salomón mandó colocar todos estos objetos; y eran tantos que era imposible calcular el peso del bronce.
48
Salomón también mandó hacer todos los restantes objetos del Templo del Señor: el altar de oro, la mesa de oro, sobre la que se ponían los panes de la ofrenda;49 los candelabros de oro puro del camarín, cinco a la derecha y cinco a la izquierda, las flores, lámparas y despabiladeras de oro;
50 las copas, cuchillos, acetres, cucharillas e incensarios de oro puro; y los quicios de oro para las puertas del lugar santísimo y de la nave del Templo.
51
Cuando concluyeron todas las obras que el rey había encargado hacer para el Templo del Señor, Salomón llevó lo que su padre David había dedicado para el Templo: oro y plata y otros utensilios, y lo depositó en el tesoro del Templo del Señor.1
Entonces Salomón convocó ante sí, en Jerusalén, a los ancianos de Israel, a todos los jefes de las tribus y a los cabezas de familia israelitas para trasladar el Arca de la alianza del Señor desde la ciudad de David que es Sión,2 y todos los israelitas se reunieron con el rey Salomón en la fiesta del mes de Etanín, el mes séptimo.
3 Cuando llegaron todos los ancianos de Israel, los sacerdotes cargaron el Arca
4 y la trasladaron junto con la Tienda del encuentro y todos los objetos sagrados que había en ella y que fueron llevados por los sacerdotes y los levitas.
5 El rey Salomón y toda la asamblea de Israel reunida con él ante el Arca sacrificaron ovejas y toros en cantidades incalculables.
6 Los sacerdotes llevaron el Arca de la alianza del Señor a su lugar, al camarín del Templo o lugar santísimo, bajo las alas de los querubines,
7 pues los querubines tenían sus alas extendidas sobre el lugar que ocupaba el Arca y cubrían por encima el Arca y sus varales.
8 Los varales eran tan largos que sus extremos se podían ver desde el lugar santo que estaba ante el camarín, aunque no se veían desde el exterior. Y allí siguen hasta el presente.
9 El Arca sólo contenía las dos losas de piedra que Moisés depósito allí en el Horeb, cuando el Señor hizo alianza con los israelitas tras la salida del país de Egipto.
10 Cuando los sacerdotes salieron del lugar santo, la nube llenó el Templo del Señor,
11 de forma que los sacerdotes no pudieron continuar su servicio, a causa de la nube, pues la gloria del Señor había llenado el Templo.
12 Entonces Salomón exclamó:
— El Señor había decidido vivir en la oscuridad,13 pero yo te he construido un palacio, una morada en la que habites para siempre.
14
Luego el rey se dio la vuelta y bendijo a toda la asamblea de Israel que estaba en pie,15 diciendo:
— Bendito sea el Señor, Dios de Israel, que habló a mi padre David, y con su poder ha realizado lo que prometió:16 “Desde el día en que saqué a mi pueblo Israel de Egipto nunca elegí una ciudad entre todas las tribus de Israel para construir un Templo donde residiera mi nombre. En cambió elegí a David para que gobernara a mi pueblo Israel”.
17 Mi padre, David, pensaba construir un Templo en honor del Señor, Dios de Israel;
18 pero el Señor le dijo: “Has pensado construir un Templo en mi honor y lo que piensas está bien.
19 Pero no serás tú quien construya el Templo, sino un hijo tuyo, salido de tus entrañas; él será quien construya el Templo en mi honor”.
20 El Señor ha cumplido la promesa que hizo: yo he sucedido a mi padre, David, en el trono de Israel, como había prometido el Señor y he construido el Templo en honor del Señor, Dios de Israel.
21 Además, he preparado en él un lugar para el Arca de la alianza del Señor, la alianza que hizo con nuestros antepasados cuando los sacó de Egipto.
22
Salomón, de pie ante el altar del Señor y en presencia de toda la asamblea de Israel, levantó las manos al cielo23 y dijo:
— Señor, Dios de Israel: no hay un Dios como tú ni en el cielo ni en la tierra. Tú mantienes la alianza y la fidelidad con tus siervos cuando proceden sinceramente ante ti.24 Tú has mantenido cuanto dijiste a tu siervo, mi padre David, y has cumplido hoy con obras lo que prometiste de palabra.
25 Señor, Dios de Israel, mantén también ahora a tu siervo, mi padre David, la promesa que le hiciste: “No te faltará en mi presencia alguien que se siente en el trono de Israel, siempre que tus descendientes se porten rectamente y procedan ante mí como lo has hecho tú”.
26
Ahora, pues, Dios de Israel, cumple la promesa que hiciste a tu siervo, mi padre David.27 Pero, ¿puede Dios habitar realmente en la tierra? Si ni los cielos, en toda su inmensidad, pueden contenerte, ¿cómo podría hacerlo este Templo que he construido?
28 Atiende, pues, Señor, Dios mío, a la súplica y a la plegaria de tu siervo; escucha el grito y la súplica que tu siervo te dirige hoy.
29 Mantén tus ojos abiertos noche y día sobre este Templo, el lugar donde quisiste que residiera tu nombre, y escucha las súplicas que te dirija tu siervo hacia este lugar.
30 Escucha las plegarias que tu siervo y tu pueblo, Israel, hagan hacia este lugar. Escúchalas desde el cielo, el lugar donde habitas. Escucha y perdona.
31
Cuando alguien ofenda a su prójimo y le obliguen a hacer juramento, si viene a jurar ante tu altar en este Templo,32 escucha tú desde el cielo y haz justicia a tus siervos; condena al culpable dándole su merecido, y absuelve al inocente reconociéndole su inocencia.
33
Cuando tu pueblo Israel caiga derrotado ante sus enemigos por haberte ofendido, pero se arrepienta, invoque tu nombre y te dirija sus plegarias y súplicas desde este Templo,34 escucha tú desde el cielo, perdona el pecado de Israel, tu pueblo, y hazlo volver a la tierra que diste a sus antepasados.
35
Cuando se cierren los cielos y no llueva por haberte ofendido, si dirigen su plegaria hacia este lugar, invocan tu nombre y se arrepienten tras tu castigo,36 escucha tú desde el cielo, perdona el pecado de tus siervos y de tu pueblo Israel, muéstrales el buen camino a seguir y envía la lluvia sobre la tierra que diste en herencia a tu pueblo.
37
Cuando en el país haya hambre, a causa de la sequía o de plagas de hongos, saltamontes o pulgón; o porque el enemigo asedia las ciudades del país; o por cualquier calamidad o enfermedad;38 si un individuo o todo tu pueblo de Israel, arrepentido de corazón, te dirige cualquier súplica o plegaria con las manos extendidas hacia este lugar,
39 escucha tú desde el cielo, el lugar donde habitas, perdona y actúa, pagando a cada cual según su conducta, pues conoces su corazón. Porque sólo tú conoces el corazón de todos los humanos.
40 Así te respetarán mientras vivan sobre la tierra que diste a nuestros antepasados.
41
Cuando incluso el extranjero que no pertenece a tu pueblo Israel, venga de un país lejano, atraído por tu fama42 (porque oirán hablar de tu gran fama, de tu mano fuerte y de tu brazo poderoso), y llegue a orar en este Templo,
43 escucha tú desde el cielo, el lugar donde habitas, y concédele lo que te pida, para que todos los pueblos de la tierra reconozcan tu fama, te respeten, como lo hace tu pueblo Israel, y sepan que tu nombre es invocado en este Templo que he construido.
44
Cuando tu pueblo salga a luchar contra el enemigo, siguiendo tus órdenes, y ore al Señor vuelto hacia la ciudad que has elegido y al Templo que he construido en tu honor,45 escucha desde el cielo sus plegarias y súplicas y hazles justicia.
46
Y cuando pequen contra ti, pues nadie está libre de pecado, y tú, enfurecido contra ellos, los entregues al enemigo para que los lleve cautivos a un país enemigo, lejano o cercano,47 si en el país adonde hayan sido deportados recapacitan, se arrepienten y te suplican, reconociendo su pecado, su delito y su culpa,
48 si en el país de los enemigos que los hayan deportado, se convierten a ti de todo corazón y con toda el alma y te suplican vueltos a la tierra que diste a sus antepasados, a la ciudad que has elegido y al Templo que he construido en tu honor,
49 escucha desde el cielo, el lugar donde habitas, sus plegarias y súplicas y hazles justicia.
50 Perdona a tu pueblo sus pecados y todas las rebeldías que han cometido contra ti e inspira compasión en sus deportadores, para que se compadezcan de ellos;
51 pues ellos son tu pueblo y tu heredad, a quienes sacaste de Egipto y de su horno de hierro.
52
Mantén tus ojos abiertos a las súplicas de tu siervo y de tu pueblo Israel, para escucharlos cuando te invoquen,53 pues tú, Señor Dios, los apartaste como propiedad entre todos los pueblos de la tierra, tal como dijiste por medio de tu siervo Moisés, cuando sacaste a nuestros antepasados de Egipto.
54
Una vez que Salomón terminó de dirigir al Señor todas estas plegarias y súplicas, se levantó ante el altar del Señor, donde estaba arrodillado con las manos alzadas hacia el cielo,55 y puesto en pie bendijo a toda la asamblea de Israel, diciendo en voz alta:
56
— Bendito sea el Señor que ha concedido el descanso a su pueblo Israel, tal como había prometido. No ha fallado ni una sola de todas las promesas que hizo por medio de su siervo Moisés.57 Que el Señor, nuestro Dios, esté a nuestro lado, como estuvo al lado de nuestros antepasados; que no nos deje ni nos abandone.
58 Que oriente nuestros corazones hacia él, para que sigamos todos sus caminos y cumplamos todos los mandamientos, preceptos y decretos que dio a nuestros antepasados.
59 Que el Señor, nuestro Dios, tenga presentes noche y día estas súplicas que he dirigido al Señor y que haga justicia a su siervo y a su pueblo Israel, según las necesidades de cada día,
60 para que todos los pueblos de la tierra reconozcan que el Señor es Dios y que no hay otro.
61 Y que vuestro corazón pertenezca íntegramente al Señor, nuestro Dios, cumpliendo sus preceptos y guardando sus mandamientos, como en este día.
62
El rey y todo Israel con él ofrecieron sacrificios al Señor.63 Salomón sacrificó veintidós mil toros y ciento veinte mil corderos, como sacrificio de comunión en honor del Señor. Así dedicaron el rey y todos los israelitas el Templo del Señor.
64 Aquel día el rey consagró el interior del atrio que hay delante del Templo del Señor, ofreciendo allí los holocaustos, las ofrendas y la grasa de los sacrificios de comunión, pues el altar de bronce que hay delante del Señor era demasiado pequeño para contener los holocaustos, las ofrendas y la grasa de los sacrificios de comunión.
65
En aquella ocasión Salomón y con él todo Israel, una gran asamblea venida desde el paso de Jamat hasta el torrente de Egipto, celebraron la fiesta religiosa ante el Señor nuestro Dios durante siete días;66 al octavo día despidió al pueblo. Ellos bendijeron al rey y se marcharon a sus casas alegres y felices por todos los beneficios que el Señor había concedido a su siervo David y a su pueblo Israel.
1
Cuando Salomón terminó de construir el Templo del Señor, el palacio real y todo cuanto deseaba hacer,2 se le apareció el Señor por segunda vez, como se le había aparecido en Gabaón,
3 y le dijo:
— He escuchado las súplicas y plegarias que me has dirigido. He consagrado este Templo que has construido como residencia perpetua de mi nombre: aquí estarán siempre mis ojos y mi corazón.4 Si tú procedes conmigo, como hizo tu padre David, con rectitud e integridad de corazón, cumpliendo lo que te he mandado y guardando mis preceptos y decretos,
5 reafirmaré para siempre tu reinado sobre Israel, tal como prometí a tu padre David: “No te faltarán descendientes en el trono de Israel”.
6 Pero si vosotros y vuestros hijos me abandonáis, si dejáis de observar los mandamientos y preceptos que os he dado y os vais a servir y a adorar a otros dioses,
7 arrancaré a Israel de la tierra que le he dado, rechazaré este Templo que he consagrado a mi nombre, e Israel quedará convertido en refrán y burla de todos los pueblos.
8 Este Templo quedará en ruinas y todo el que pase a su lado silbará extrañado y preguntará: “¿Por qué ha tratado así el Señor a este país y a este Templo?”.
9 Entonces le responderán: “Porque abandonaron al Señor, su Dios, que sacó a sus antepasados de Egipto, y se aferraron a otros dioses para adorarlos y servirlos. Por eso el Señor ha hecho caer sobre ellos todos estos castigos”.
10
En un período de veinte años Salomón construyó los dos edificios: el Templo del Señor y el palacio real.11 Jirán, el rey de Tiro, proporcionó a Salomón madera de cedro y de pino y todo el oro que quiso. Entonces el rey Salomón entregó a Jirán veinte ciudades en la región de Galilea.
12 Jirán salió de Tiro para inspeccionar las ciudades que le había entregado Salomón, pero no le gustaron
13 y le dijo:
— ¡Qué ciudades que me has dado, hermano! Y les puso el nombre de Tierra Kabul, que permanece actualmente.14 Jirán, por su parte, había mandado al rey Salomón ciento veinte talentos de oro.
15
He aquí la explicación del reclutamiento de trabajadores que hizo el rey Salomón para construir el Templo del Señor y su palacio, el terraplén, la muralla de Jerusalén, Jasor, Meguido y Guézer.16 El faraón, rey de Egipto, había hecho una incursión y había capturado Guézer. Tras incendiarla y matar a los cananeos que la habitaban, se la había entregado como dote a su hija, la esposa de Salomón.
17 Luego Salomón reconstruyó Guézer, Bet Jorón de Abajo,
18 Balat y Tamar en el desierto del país,
19 las ciudades de avituallamiento que tenía, las postas de carros y caballos y todo cuanto quiso construir en Jerusalén, en el Líbano y en todo el territorio de su soberanía.
20 A todos los supervivientes de los amorreos, hititas, fereceos, jeveos y jebuseos que no eran israelitas,
21 y que eran descendientes de aquellos que habían quedado en el país porque los israelitas no habían podido exterminarlos, Salomón los sometió a trabajos forzados. Y así siguen en la actualidad.
22 En cuanto a los israelitas, no los sometió a trabajos forzados, pues eran sus soldados, sus servidores, sus oficiales, sus escuderos y los encargados de sus carros y caballos.
23 Los capataces que Salomón había puesto al frente de sus obras eran quinientos cincuenta y supervisaban a la gente que trabajaba en sus obras.
24
Cuando la hija del faraón se trasladó desde la ciudad de David al palacio que Salomón le había construido, este levantó el terraplén.25 Tres veces al año Salomón ofrecía holocaustos y sacrificios de comunión sobre el altar que había construido al Señor, quemaba incienso ante el Señor y mantenía el Templo.
26
El rey Salomón organizó una flota en Esionguéber, junto a Elat, en la costa del Mar Muerto, en territorio de Edom.27 Y Jirán envió para la flota a sus servidores como tripulantes y marineros expertos, junto con los servidores de Salomón.
28 Llegaron hasta Ofir y trajeron de allí al rey Salomón unos cuatrocientos veinte talentos de oro.
1
La reina de Sabá tuvo noticia de la fama de Salomón para gloria del Señor y vino a ponerlo a prueba con enigmas.2 Llegó a Jerusalén con una magnífica caravana de camellos cargados de perfumes, oro en abundancia y piedras preciosas. Cuando se presentó ante Salomón le formuló todas las cuestiones que traía.
3 Salomón contestó a todas sus preguntas: no hubo ninguna tan difícil que el rey no supiera responder.
4 Cuando la reina de Sabá comprobó toda la sabiduría de Salomón, el palacio que había construido,
5 los manjares de su mesa, la disposición de sus comensales, la compostura y los uniformes de sus camareros, las bebidas y los holocaustos que ofrecía en el Templo del Señor, se quedó asombrada
6 y dijo al rey:
— ¡Es cierto lo que había oído en mi país acerca de tus palabras y de tu sabiduría!7 Yo no me lo creía, hasta que he venido y lo he visto con mis propios ojos. Pero no me habían contado ni la mitad, pues tu sabiduría y riquezas superan las noticias que tenía.
8 ¡Felices tus esposas y cortesanos, que están siempre a tu lado disfrutando de tu sabiduría!
9 ¡Bendito sea el Señor, tu Dios, que ha tenido a bien ponerte en el trono de Israel y, por el amor eterno a su pueblo, te ha designado rey para garantizar la justicia y el derecho!
10
La reina regaló al rey ciento veinte talentos de oro, gran cantidad de perfumes y piedras preciosas. Nunca habían llegado tantos perfumes como los que la reina de Sabá regaló al rey Salomón.11 Además, la flota de Jirán, que había traído el oro de Ofir, trajo también gran cantidad de madera de sándalo y piedras preciosas.
12 Con la madera de sándalo el rey hizo barandas para el Templo del Señor y para el palacio real y cítaras y arpas para los músicos. Madera como aquella no ha vuelto a llegar ni se ha visto hasta el presente.
13 El rey Salomón, por su parte, dio a la reina de Sabá todo cuanto ella quiso y pidió, aparte de los regalos que él le hizo de acuerdo con su generosidad. Luego la reina y su séquito regresaron a su país.
14
Salomón recibía anualmente seiscientos sesenta y seis talentos de oro,15 sin contar el oro que llegaba de los mercaderes, del tráfico de los comerciantes, de todos los reyes de Arabia y de los gobernadores del país.
16 El rey Salomón mandó hacer doscientos escudos chapados en oro, de seiscientos siclos de oro cada uno,
17 y otros trescientos escudos más pequeños, también chapados en oro, de tres minas de oro cada uno, y los colocó en el edificio del Bosque del Líbano.
18 El rey mandó hacer también un gran trono de marfil, recubierto de oro fino.
19 El trono tenía seis escalones, un respaldo rematado en un dosel circular y dos brazos a ambos lados del asiento, con dos leones de pie junto a los brazos
20 y otros doce leones, también de pie, a ambos lados de los seis escalones. Nunca se había hecho nada parecido en ningún reino.
21 Toda la vajilla del rey Salomón era de oro y también los objetos del edificio del Bosque del Líbano eran de oro puro. No había nada de plata, pues en tiempos de Salomón estaba devaluada.
22 El rey tenía en el mar una flota de Tarsis, junto con la de Jirán, y cada tres años llegaba la flota de Tarsis, cargada de oro, plata, marfil, monos y pavos reales.
23
El rey Salomón superó a todos los reyes de la tierra en riquezas y en sabiduría;24 así que todo el mundo quería conocerlo para escuchar la sabiduría que Dios le había concedido.
25 Y cada cual le traía su regalo: objetos de plata y oro, vestidos, armas, perfumes, caballos y mulos. Y así, año tras año.
26 Salomón también reunió carros y caballos: llegó a tener mil cuatrocientos carros y doce mil caballos que guardaba en las ciudades con establos y junto al propio rey en Jerusalén.
27
El rey hizo que en Jerusalén hubiera tanta plata como piedras y tantos cedros como higueras silvestres en la llanura.28 Los caballos de Salomón provenían de Egipto y de Quevé, donde los compraban los proveedores del rey.
29 El carro importado de Egipto valía seiscientos siclos de plata y el caballo, ciento cincuenta, exactamente igual que los exportados a los reinos hititas y arameos por los mismos proveedores.
1
Además de la hija del faraón, el rey Salomón se enamoró de muchas mujeres extranjeras: moabitas, amonitas, edomitas, fenicias e hititas,2 mujeres de las naciones acerca de las cuales el Señor había prevenido a los israelitas: “No os unáis a ellas ni ellas a vosotros, porque seguramente desviarán vuestro corazón tras sus dioses”. Pero Salomón, con sus amores, se unió a ellas
3 y tuvo setecientas esposas de sangre real y trescientas concubinas, que desviaron su corazón.
4 Cuando Salomón llegó a viejo, sus mujeres desviaron su corazón tras otros dioses y ya no perteneció íntegramente al Señor, como el corazón de su padre David.
5 Salomón siguió a Astarté, diosa de los sidonios, y a Milcón, abominable ídolo de los amonitas.
6 Ofendió con su conducta al Señor y no siguió fielmente al Señor, como lo había seguido su padre David.
7 Entonces construyó en el monte que hay frente a Jerusalén un santuario a Quemós, abominable ídolo de Moab, y otro a Milcón, abominable ídolo de los amonitas.
8 Y lo mismo hizo para todas sus mujeres extranjeras, que quemaban incienso y ofrecían sacrificios a sus dioses.
9 El Señor se encolerizó contra Salomón por haber apartado su corazón del Señor, Dios de Israel, que se le había aparecido dos veces,
10 y que le había ordenado expresamente no seguir a otros dioses. Pero Salomón había desobedecido la orden del Señor.
11 Entonces el Señor dijo a Salomón:
— Por haber actuado así conmigo, por no haber guardado mi alianza y las leyes que te di, te voy a quitar el reino para dárselo a uno de tus servidores.12 Pero no lo haré mientras vivas, en consideración a tu padre David, sino que se lo quitaré a tu hijo.
13 Y tampoco le quitaré todo el reino, pues dejaré una tribu a tu hijo, en consideración a David, tu padre, y a Jerusalén, mi ciudad preferida.
14
El Señor hizo surgir contra Salomón un adversario, el edomita Hadad, de la familia real de Edom.15
Cuando David derrotó a Edom, el jefe del ejército, que era Joab, subió a enterrar a los caídos y mató a todos los hombres de Edom.16 Durante seis meses permaneció allí, con todos los israelitas, hasta aniquilar a todos los hombres de Edom.
17 Pero Hadad, que era entonces un muchacho, huyó a Egipto con algunos edomitas, servidores de su padre.
18 Partieron de Madián y llegaron a Parán, donde se les agregaron algunos hombres de allí. Luego llegaron a Egipto y se presentaron al faraón, rey de Egipto, que proporcionó casa a Hadad, le asignó manutención y le regaló tierras.
19 Hadad se ganó de tal manera el aprecio del faraón, que este le dio por esposa a su cuñada, la hermana de Tajfnes, la reina madre.
20 La hermana de Tajfnes le dio un hijo, llamado Guenubat, que fue criado por Tajfnes en el palacio real, con los hijos del faraón.
21 Cuando Hadad se enteró en Egipto de que David y Joab, el general del ejército, habían muerto, dijo al faraón:
— Déjame ir a mi tierra.22
El faraón le contestó: — ¿Qué es lo que echas de menos a mi lado, para que quieras irte ahora a tu tierra? Él respondió: — Nada, pero, por favor, déjame marchar.23
Dios también hizo surgir contra Salomón otro adversario, Rezón, hijo de Elyada, que había huido de su amo, Adadézer, rey de Sobá.24 Había reunido consigo unos cuantos hombres y se había convertido en jefe de bandidos. Cuando David los atacó, ellos huyeron a Damasco y se establecieron allí, llegando a reinar en Damasco.
25 Fue enemigo de Israel mientras vivió Salomón. Y este era el peligro que representaba Hadad: odiaba a Israel y reinó sobre Aram.
26
Jeroboán, hijo de Nabat, era oriundo de Seredá. Su madre se llamaba Seruá y era viuda. Siendo servidor de Salomón, se rebeló contra el rey.27 Las circunstancias de su rebelión contra el rey fueron estas: Salomón estaba construyendo el terraplén para cerrar la brecha de la ciudad de su padre David.
28 Jeroboán era un tipo fuerte y competente, y cuando Salomón advirtió cómo trabajaba el joven, lo puso al frente de todos los trabajadores de la casa de José.
29 Un día en que Jeroboán salía de Jerusalén, se encontró en el camino con el profeta Ajías de Siló. Este iba cubierto con un manto nuevo y estaban los dos solos en el campo.
30 Ajías cogió el manto que llevaba puesto, lo rasgó en doce trozos
31 y dijo a Jeroboán:
— Quédate con diez trozos, pues esto dice el Señor, Dios de Israel: Voy a quitarle el reino a Salamón y voy a darte a ti diez tribus.32 A él le dejaré una tribu, en consideración a David, mi siervo, y a Jerusalén, mi ciudad preferida entre todas las tribus de Israel.
33 Lo haré así porque me ha abandonado para adorar a Astarté, diosa fenicia, a Quemós, dios moabita, y a Milcón, dios de los amonitas; y no ha seguido mis caminos, ni ha practicado lo que me agrada, mis mandatos y decretos, lo que sí hizo su padre David.
34 Pero no le quitaré todo el reino, sino que lo mantendré como rey mientras viva, en consideración a mi siervo David, a quien elegí y quien guardó mis mandatos y leyes.
35 Le quitaré el reino a su hijo, y a ti te daré diez tribus.
36 A su hijo le dejaré sólo una tribu, para que mi siervo David conserve siempre su lámpara ante mí en Jerusalén, la ciudad que escogí como residencia de mi nombre.
37 En cuanto a ti, yo te tomaré para que reines donde desees y para que seas el rey de Israel.
38 Si obedeces mis órdenes, sigues mis caminos y te comportas rectamente, guardando mis leyes y mandatos, como hizo mi siervo David, yo estaré contigo, te garantizaré una dinastía estable, como la garanticé a David y te entregaré a Israel.
39 Sin embargo, castigaré a la descendencia de David por este motivo, aunque no para siempre.
40
Salomón intentaba matar a Jeroboán, pero él huyó a Egipto con el rey Sisac y permaneció allí hasta la muerte de Salomón.41
El resto de la historia de Salomón, sus hechos y su sabiduría están escritos en el libro de la Historia de Salomón.42 Salomón reinó en Jerusalén sobre todo Israel durante cuarenta años.
43 Cuando murió, lo enterraron en la ciudad de su padre David. Su hijo Roboán le sucedió en el trono.
1
Roboán fue a Siquén, adonde había acudido todo Israel para proclamarlo rey.2 Cuando se enteró de ello Jeroboán, el hijo de Nabat, que se había refugiado en Egipto huyendo del rey Salomón, regresó de Egipto.
3 Lo mandaron llamar y Jeroboán llegó con toda la asamblea de Israel para decir a Roboán:
4
— Tu padre nos impuso un yugo insoportable. Si tú aligeras ahora la dura servidumbre y el yugo insoportable que tu padre nos impuso, nosotros te serviremos.5
Él les respondió: — Marchaos y volved a verme dentro de tres días. La gente se marchó6 y el rey Roboán pidió consejo a los ancianos que habían asistido a su padre Salomón, mientras vivió:
— ¿Qué me aconsejáis responder a esta gente?7
Ellos le dijeron: — Si hoy te conviertes en servidor de esta gente, si los atiendes y les respondes con buenas palabras, ellos te servirán de por vida.8
Pero Roboán desoyó el consejo que le dieron los ancianos y consultó a los jóvenes que se habían criado con él y que ahora estaban a su servicio.9 Él les preguntó:
— ¿Qué me aconsejáis vosotros responder a esta gente que me ha pedido que les suavice el yugo que les impuso mi padre?10
Los jóvenes que se habían criado con él le respondieron: — Esa gente te ha dicho: “Tu padre nos impuso un yugo insoportable, aligéranoslo tú”. Diles tú lo siguiente: “Mi dedo meñique es más gordo que la cintura de mi padre:11 si mi padre os cargó con un yugo insoportable, yo aumentaré vuestra carga; si mi padre os castigaba con azotes, yo os castigaré a latigazos”.
12
Al tercer día, Jeroboán y todo el pueblo fueron a ver a Roboán, tal y como el rey les había dicho.13 Pero el rey respondió al pueblo con dureza, desoyendo el consejo que le habían dado los ancianos,
14 y les habló siguiendo el consejo de los jóvenes:
— Mi padre os impuso un yugo insoportable, pero yo aumentaré vuestra carga. Mi padre os castigó con azotes, pero yo os castigaré a latigazos.15
Y el rey no quiso escuchar al pueblo, según la decisión del Señor, para cumplir así la promesa que había hecho a Jeroboán, hijo de Nabat, por medio de Ajías de Siló.16
Cuando todos los israelitas vieron que el rey no les hacía caso, le replicaron diciendo: — ¡No tenemos nada que ver con David, ni repartimos herencia con el hijo de Jesé! ¡A tus tiendas, Israel! Y que ahora David se preocupe de su casa. Y los israelitas marcharon a sus casas.17
Roboán siguió reinando sobre los israelitas que residían en las ciudades de Judá.18 El rey Roboán envió a Adonirán, jefe de los trabajos forzados, pero los israelitas lo apedrearon hasta matarlo; entonces el rey Roboán tuvo que apresurarse a subir en su carro para huir a Jerusalén.
19 Así fue como Israel se rebeló contra la dinastía de David hasta el día de hoy.
20
Cuando los israelitas se enteraron del regreso de Jeroboán, mandaron a llamarlo ante la asamblea y lo proclamaron rey sobre todo Israel. Y sólo la tribu de Judá siguió fiel a la dinastía de David.21
Cuando Roboán llegó a Jerusalén, reunió a ciento ochenta mil guerreros escogidos de toda la casa de Judá y de la tribu de Benjamín, para atacar a la casa de Israel y devolver el reino a Roboán, hijo de Salomón.22 Pero Dios dirigió este mensaje al profeta Semaías:
23
— Di a Roboán, hijo de Salomón y rey de Judá, a toda la casa de Judá y Benjamín y al resto del pueblo:24 “Esto dice el Señor: No vayais a luchar contra vuestros hermanos, los israelitas; que todos vuelvan a sus casas, pues esto ha sucedido por voluntad mía”.
Ellos obedecieron la palabra del Señor y suspendieron el ataque, como el Señor les había ordenado.25
Jeroboán fortificó Siquén, en la montaña de Efraín, y se estableció allí. Luego salió de Siquén y fortificó Penuel.26
Entonces Jeroboán pensó: “El reino podría volver a la dinastía de Judá.27 Si esta gente sube a Jerusalén a ofrecer sacrificios en el Templo del Señor, su corazón se volverá hacia su señor Roboán, el rey de Judá; luego me matarán a mí y regresarán con Roboán, el rey de Judá”.
28 Así que el rey pidió consejo y mandó hacer dos becerros de oro. Después dijo a los israelitas:
— Ya no tenéis que ir más a Jerusalén. ¡Israel, aquí tienes a tu Dios, el que te sacó de Egipto!29
Y colocó un becerro en Betel y otro en Dan.30 Esto se convirtió en ocasión de pecado, pues la gente iba hasta Betel y Dan para adorarlos.
31
Construyó también santuarios en los montes y nombró sacerdotes a gentes del pueblo que no eran de la tribu de Leví.32 Declaró festivo el día quince del mes octavo, imitando la fiesta que se celebraba en Judá, y subió al altar que había erigido en Betel a ofrecer sacrificios a los ídolos que había mandado hacer. Estableció en Betel a los sacerdotes de los santuarios que había construido.
33 Subió al altar que había erigido en Betel el día quince del mes octavo, un mes elegido a su gusto. Instituyó una fiesta para los israelitas y subió al altar a quemar incienso.
1
Mientras Jeroboán estaba junto al altar quemando incienso, llegó a Betel desde Judá un hombre de Dios enviado por el Señor,2 que se puso a gritar contra el altar, por orden del Señor:
— ¡Altar, altar! Esto dice el Señor: “Nacerá un descendiente de David, llamado Josías, que sacrificará sobre ti a los sacerdotes de los santuarios que ofrecen incienso sobre ti y quemará sobre ti huesos humanos”.3
E inmediatamente el profeta ofreció una señal, diciendo: — He aquí la prueba de lo que el Señor ha dicho: el altar va a romperse en pedazos y se esparcirán las cenizas que hay en él.4
Cuando el rey escuchó las palabras que el profeta gritaba contra el altar de Betel, extendió su mano desde el altar y ordenó: — Apresadlo. Pero la mano que había levantado contra él se le quedó rígida y no podía bajarla.5 El altar se rompió en pedazos y se esparcieron sus cenizas, de acuerdo con la señal que el hombre de Dios había anunciado por orden del Señor.
6 Entonces el rey suplicó al hombre de Dios:
— Por favor, aplaca al Señor, tu Dios, e intercede por mí para que pueda mover mi mano. El hombre de Dios aplacó al Señor y el rey volvió a mover su mano, que se le quedó como antes.7 Luego el rey le dijo:
— Acompáñame a palacio a comer algo, que quiero hacerte un regalo.8
Pero el hombre de Dios respondió al rey: — No iré contigo, ni aunque me dieses la mitad de tu palacio. No puedo comer ni beber nada en este lugar,9 pues el Señor me ha ordenado que no coma ni beba nada, ni regrese por el mismo camino que he venido.
10
Así que se fue por otro camino y no regresó por el camino que había traído hasta Betel.11
Vivía entonces en Betel un profeta anciano. Sus hijos llegaron a contarle lo que aquel hombre de Dios había hecho ese día en Betel y lo que le había dicho al rey.12 El padre les preguntó:
— ¿Qué camino ha tomado? Sus hijos le indicaron el camino que había tomado el hombre de Dios venido de Judá,13 y él les ordenó:
— Aparejadme el burro. Ellos se lo aparejaron. Entonces él se subió al burro,14 marchó tras el hombre de Dios y lo encontró sentado debajo de una encina. Entonces le preguntó:
— ¿Eres tú el hombre de Dios que ha venido de Judá? El otro respondió: — Yo soy.15
El primero le dijo: — Acompáñame a casa a comer algo.16
El otro le contestó: — No puedo volver contigo ni acompañarte. No comeré ni beberé nada contigo en este lugar,17 pues el Señor me ha ordenado que no coma ni beba nada aquí y que no regrese por el mismo camino por el que he venido.
18
Pero el anciano insistió: — Yo también soy profeta, como tú, y un ángel me ha ordenado, de parte del Señor, que te lleve conmigo a mi casa para que comas y bebas algo. Así lo engañó19 y el otro fue con él a comer y beber en su casa.
20 Mientras estaban sentados a la mesa, el Señor habló al profeta que lo había hecho volver
21 y este gritó al hombre de Dios venido de Judá:
— Esto dice el Señor: Por haber desobedecido las órdenes del Señor y no haber cumplido el mandato que te dio,22 regresando a comer y beber a este lugar donde él te lo había prohibido, tu cadáver no será enterrado en la sepultura de tus padres.
23
Cuando terminó de comer y beber, aparejó el burro del profeta al que había hecho volver.24 Este se marchó, pero en el camino un león le salió al encuentro y lo mató. Su cadáver quedó tendido en el camino, mientras el burro y el león se quedaban de pie junto a él.
25 Pasaron unos hombres que vieron el cadáver tendido en el camino y al león de pie junto a él y fueron a dar la noticia a la ciudad donde vivía el profeta anciano.
26 Cuando este se enteró, comentó:
— Ese es el profeta que desobedeció el mandato del Señor; por eso el Señor lo ha entregado al león, que lo ha despedazado y matado, tal y como le anunció el Señor.27
Entonces ordenó a sus hijos: — Aparejadme el burro. Cuando se lo aparejaron,28 él partió y encontró el cadáver tendido en el camino y al burro y al león de pie junto al cadáver. El león no había devorado el cadáver ni despedazado al burro.
29 El profeta recogió el cadáver del hombre de Dios, lo cargó en el burro y regresó con él a su ciudad para hacerle duelo y enterrarlo.
30 Lo enterró en su propia sepultura y le cantaron la elegía “¡Ay, hermano mío!”.
31 Después de enterrarlo, dijo a sus hijos:
— Cuando yo muera, enterradme en la sepultura donde está enterrado el hombre de Dios y poned mis huesos junto a los suyos;32 porque inexorablemente se cumplirá la amenaza que lanzó, por orden del Señor, contra el altar de Betel y contra todos los santuarios de los montes que hay en las ciudades de Samaría.
33
Después de todo esto, Jeroboán no abandonó su mala conducta; al contrario, volvió a nombrar sacerdotes de los santuarios a gente del pueblo. A todo el que lo deseaba, lo consagraba sacerdote de los santuarios.34 Este fue el pecado de la dinastía de Jeroboán, por lo que fue exterminada y borrada del mapa.
1
En aquellos días cayó enfermo Abías, el hijo de Jeroboán,2 y este dijo a su mujer:
— Anda, disfrázate, para que nadie sepa que eres mi mujer, y vete a Siló, donde vive el profeta Ajías, el que me anunció que sería rey de este pueblo.3 Llévale diez panes, unas tortas y un tarro de miel, y preséntate a él, pues él te dirá lo que le sucederá al niño.
4
La mujer de Jeroboán lo hizo así; se preparó, marchó a Siló y llegó a la casa de Ajías. Aunque Ajías no podía ver, pues estaba casi ciego a causa de la vejez,5 el Señor le había advertido:
— Va a venir la mujer de Jeroboán a consultarte sobre su hijo, que está enfermo. Ella vendrá disfrazada y tú le dirás esto y esto.6
Cuando Ajías escuchó el ruido de sus pasos al entrar por la puerta, dijo: — Pasa, mujer de Jeroboán. ¿Por qué te haces pasar por otra? Tengo que darte malas noticias.7 Ve y di a Jeroboán: “Esto dice el Señor: Yo te saqué de en medio del pueblo y te convertí en jefe de mi pueblo Israel.
8 Yo le quité el reino a la dinastía de David para dártelo a ti. Pero tú no te has parecido a mi siervo David, que guardó mis mandamientos y me siguió de corazón actuando correctamente ante mí.
9 Al contrario, te has portado peor que todos tus antecesores, pues has llegado a fabricarte dioses distintos e ídolos para ofenderme, mientras a mí me volvías la espalda.
10 Por eso, yo voy a traer la desgracia a la familia de Jeroboán: exterminaré a todos sus varones, esclavos o libres, y barreré su descendencia por completo, como se barre la basura.
11 Al que de los suyos muera en la ciudad lo devorarán los perros; al que muera en el campo lo devorarán las aves del cielo. ¡Lo ha dicho el Señor!
12 En cuanto a ti, prepárate a volver a casa, pues cuando entres en la ciudad, el niño morirá.
13 Todo Israel lo llorará y lo enterrará. Será el único de la familia de Jeroboán que descansará en una sepultura, pues sólo en él, entre toda su familia, ha encontrado algo bueno el Señor, Dios de Israel.
14 El Señor se elegirá un rey en Israel que acabará ese día con la dinastía de Jeroboán.
15 El Señor golpeará a Israel como un carrizo sacudido por el agua; arrancará a Israel de esta buena tierra que dio a sus antepasados y lo dispersará al otro lado del Éufrates, porque se fabricaron columnas sagradas, ofendiendo con ello al Señor.
16 El Señor castigará a Israel por los pecados que Jeroboán ha cometido y los que ha hecho cometer a Israel”.
17
La mujer de Jeroboán emprendió el regreso, llegó a Tirsá y, al cruzar el umbral de su casa, el niño murió.18 Lo enterraron y todo Israel hizo duelo por él, como el Señor había anunciado por medio de su siervo, el profeta Ajías.
19
El resto de la historia de Jeroboán, sus batallas y su reinado, están escritos en el libro de los Anales de los Reyes de Israel.20 Jeroboán reinó veintidós años. Cuando murió, su hijo Nadab le sucedió como rey.
21
Roboán, hijo de Salomón, tenía cuarenta y un años cuando comenzó a reinar sobre Judá. Reinó durante diecisiete años en Jerusalén, la ciudad que el Señor había elegido entre todas las tribus de Israel como residencia de su nombre. Su madre se llamaba Naamá y era amonita.22
Judá ofendió al Señor provocando su ira más que sus antepasados con los pecados que cometieron.23 También ellos se construyeron santuarios en los montes, columnas y postes sagrados sobre todas las colinas prominentes y debajo de todos los árboles frondosos.
24 Incluso se permitió la prostitución sagrada en el país e imitaron todas las infamias de las naciones que el Señor había expulsado ante los israelitas.
25
El quinto año del reinado de Roboán, Sisac el rey de Egipto atacó Jerusalén.26 Saqueó los tesoros del Templo y los del palacio real y se lo llevó todo. También se llevó todos los escudos de oro que Salomón había mandado hacer.
27 El rey Roboán los sustituyó con escudos de bronce y los puso al cuidado de los jefes de la escolta que custodiaban la entrada del palacio real.
28 Cada vez que el rey entraba al Templo del Señor, la escolta los llevaba y luego los devolvía a la sala de guardia.
29
El resto de la historia de Roboán y todo lo que hizo está escrito en el libro de los Anales de los Reyes de Judá.30 Roboán y Jeroboán estuvieron siempre en guerra.
31 Cuando murió Roboán, fue enterrado con sus antepasados en la ciudad de David. Su hijo Abías le sucedió como rey.
1
Abías comenzó a reinar en Judá en el año décimo octavo del reinado de Jeroboán, hijo de Nabat.2 Reinó en Jerusalén durante tres años. Su madre se llamaba Maacá y era hija de Absalón.
3 Cometió los mismos pecados que había cometido su padre, antes que él, y no fue enteramente fiel al Señor, su Dios, como lo había sido su antepasado David.
4 En consideración a David, el Señor, su Dios, le mantuvo una lámpara encendida en Jerusalén, concediéndole un sucesor y manteniendo a Jerusalén.
5 Pues David había actuado correctamente ante el Señor, sin desviarse de sus preceptos en toda su vida, salvo en el asunto de Urías, el hitita.
6 Roboán y Jeroboán estuvieron siempre en guerra.
7 El resto de la historia de Abías y todo cuanto hizo está escrito en el libro de los Anales de los Reyes de Judá; entre Abías y Jeroboán hubo una permanente hostilidad.
8 Cuando murió Abías, fue enterrado en la ciudad de David y su hijo Asá le sucedió como rey.
9
El rey Asá comenzó a reinar en Judá en el año vigésimo del reinado de Jeroboán de Israel.10 Reinó en Jerusalén durante cuarenta y un años. Su abuela se llamaba Maacá y era hija de Absalón.
11 Asá agradó al Señor con su conducta, como su antepasado David.
12 Abolió la prostitución sagrada en el país y retiró todos los ídolos fabricados por sus antepasados.
13 Incluso destituyó de su título real a su abuela Maacá por haber dedicado una imagen abominable a Astarté; Asá destruyó la imagen y la quemó en el torrente Cedrón.
14 No desaparecieron los santuarios locales de los montes, pero Asá fue totalmente fiel al Señor durante toda su vida.
15 Llevó al Templo del Señor las ofrendas de su padre y las suyas propias: oro, plata y otros objetos.
16
Asá y Basá, el rey de Israel, estuvieron permanentemente en guerra.17 Basá, el rey de Israel, atacó a Judá y fortificó Ramá, para cortar las comunicaciones a Asá, el rey de Judá.
18 Asá cogió todo el oro y la plata que quedaban en los tesoros del Templo del Señor y del palacio real y se los envió por medio de sus servidores a Benadad, hijo de Tabrimón y nieto de Jezyón, rey de Aram, que residía en Damasco, con este mensaje:
19
— Hagamos un pacto tú y yo, como lo hicieron nuestros padres. Te envío plata y oro como regalo. Rompe tu pacto con Basá, para que deje de atacarme.20
Benadad aceptó la propuesta del rey Asá y envió a los jefes de sus ejércitos contra las ciudades de Israel, que atacaron Iyón, Dan, Abel Bet Maacá y todo la región de Kinéret hasta el territorio de Neftalí.21 Cuando se enteró Basá, dejó de fortificar Ramá y regresó a Tirsá.
22 Entonces el rey Asá convocó a todo Judá, sin excepción, se llevaron de Ramá las piedras y la madera que Basá había empleado para fortificarla y con ellas fortificó Guibeá de Benjamín y Mispá.
23
El resto de la historia de Asá, todas sus hazañas y gestas y las ciudades que fortificó, está escrito en el libro de los Anales de los Reyes de Judá. En su vejez, Asá enfermó de gota.24 Cuando Asá murió, fue enterrado con sus antepasados en la ciudad de David, y su hijo Josafat le sucedió como rey.
25
Nadab, hijo de Jeroboán, empezó a reinar en Israel en el segundo año del reinado de Asá en Judá y reinó sobre Israel durante dos años.26 Nadab ofendió al Señor, siguió los pasos de su padre e imitó los pecados que este hizo cometer a Israel.
27
Basá, hijo de Ajías, de la tribu de Isacar, se sublevó contra él y lo mató en Guibetón, ciudad filistea que Nadab estaba sitiando con todos los israelitas.28 Basá lo mató en el año tercero del reinado de Asá de Judá y lo suplantó como rey.
29 Cuando subió al trono mató a toda la familia de Jeroboán, hasta exterminarla completamente, tal y como el Señor había anunciado por medio de su siervo Ajías, el de Siló,
30 a causa de los pecados que Jeroboán cometió e hizo cometer a Israel, provocando con ellos la ira del Señor, Dios de Israel.
31
El resto de la historia de Nadab y todo lo que hizo está escrito en el libro de los Anales de los Reyes de Israel.32 Asá y Basá, rey de Israel, estuvieron permanentemente en guerra.
33
Basá, hijo de Ajías, comenzó a reinar sobre Israel en Tirsá el tercer año del reinado de Asá en Judá y reinó durante veinticuatro años.34 Basá ofendió al Señor, siguió los pasos de Jeroboán e imitó los pecados que hizo este cometer a Israel.
1
El Señor dirigió su palabra a Jehú, el hijo de Jananí, contra Basá, en estos términos:2
— Yo te saqué de la nada y te convertí en jefe de mi pueblo Israel; pero tú has seguido los pasos de Jeroboán y has hecho pecar a mi pueblo Israel, que me ha ofendido con sus pecados.3 Por eso, voy a eliminar a Basá y a su dinastía, dejándola como la dinastía de Jeroboán, el hijo de Nabat.
4 A los de Basá que mueran en la ciudad los devorarán los perros, y al que muera en el campo lo devorarán las aves del cielo.
5
El resto de la historia de Basá, lo que hizo y sus hazañas, está escrito en el libro de los Anales de los Reyes de Israel.6 Cuando murió Basá, fue enterrado en Tirsá y su hijo Elá le sucedió como rey.
7
El Señor habló por medio del profeta Jehú, hijo de Jananí, contra Basá y contra su familia por haber ofendido al Señor, irritándolo con sus obras a imitación de la familia de Jeroboán, y por haber exterminado la dinastía de Jeroboán.8
Elá, hijo de Basá, empezó a reinar sobre Israel en Tirsá el año vigésimo sexto del reinado de Asá en Judá y reinó durante dos años.9 Su oficial Zimrí, jefe de la mitad de los carros, se sublevó contra él mientras se emborrachaba en casa de Arsá, mayordomo de palacio.
10 Zimrí entró, lo mató y lo suplantó como rey en el año vigésimo séptimo del reinado de Asá en Judá.
11 Cuando subió al trono y comenzó a reinar, mató a toda la familia de Basá, sin dejar a uno solo con vida, pariente o amigo.
12 Zimrí exterminó a toda la familia de Basá, tal y como había anunciado el Señor a Basá por medio del profeta Jehú,
13 a causa de los pecados de Basá y los de su hijo Elá: los que ellos cometieron y los que hicieron cometer a Israel, irritando al Señor, Dios de Israel, con sus ídolos.
14
El resto de la historia de Elá y todo cuanto hizo está escrito en el libro de los Anales de los Reyes de Israel.15
Zimrí comenzó a reinar en Tirsá el año vigésimo séptimo del reinado de Asá en Judá y reinó durante siete días. Mientras el ejército estaba acampado junto a la ciudad filistea de Guibetón,16 la gente se enteró de que Zimrí se había sublevado y había matado al rey. Y aquel mismo día en el campo de batalla todos los israelitas proclamaron rey de Israel a Omrí, general del ejército.
17 Entonces Omrí, acompañado de todo el ejército israelita, subió desde Guibetón a sitiar Tirsá.
18 Cuando Zimrí vio que la ciudad había sido tomada, se metió en el alcázar del palacio real, prendió fuego al palacio y murió.
19 Sucedió así por los pecados que cometió, ofendiendo al Señor y siguiendo los pasos de Jeroboán, y por los pecados que hizo cometer a Israel.
20 El resto de la historia de Zimrí y de la sublevación que llevó a cabo está escrito en el libro de los Anales de los Reyes de Israel.
21
Entonces el pueblo de Israel se dividió: la mitad del pueblo siguió a Tibní, el hijo de Guinat, para proclamarlo rey; y la otra siguió a Omrí.22 Finalmente, los seguidores de Omrí se impusieron a los seguidores de Tibní, el hijo de Guinat. Tibní murió y Omrí fue el rey.
23
Omrí comenzó a reinar sobre Israel el año trigésimo primero del reinado de Asá en Judá, y reinó durante doce años, seis de ellos en Tirsá.24
Compró a Sémer el monte de Samaría por dos talentos de plata fortificó el monte y edificó una ciudad a la que llamó Samaría en honor de Sémer, el dueño del monte.25
Omrí ofendió al Señor y fue peor que todos sus antecesores.26 Siguió los pasos de Jeroboán, hijo de Nabat, e imitó los pecados que hizo cometer a Israel, irritando al Señor, Dios de Israel, con sus ídolos.
27
El resto de la historia de Omrí, lo que hizo y sus hazañas, está escrito en el libro de los Anales de los Reyes de Israel.28 Cuando murió Omrí, fue enterrado en Samaría, y su hijo Ajab le sucedió como rey.
29
Ajab, hijo de Omrí, comenzó a reinar sobre Israel el año trigésimo octavo del reinado de Asá en Judá. Reinó en Samaría durante veintidós años.30 Ajab, el hijo de Omrí, ofendió al Señor más que todos sus antecesores.
31 Imitó los pecados de Jeroboán, hijo de Nabat, y aún lo superó, pues se casó con Jezabel, la hija de Etbaal, rey de Sidón, y llegó a servir y a adorar a Baal.
32 Levantó un altar a Baal en el templo que le había construido en Samaría.
33 Levantó además una columna sagrada y siguió irritando al Señor, Dios de Israel, más que todos los reyes de Israel que lo habían precedido.
34
Durante su reinado Jiel, el de Betel, reconstruyó Jericó. Pero los cimientos le costaron la vida de su primogénito Abirán, y las puertas, la vida de su hijo menor, Segub, tal y como había anunciado el Señor por medio de Josué, el hijo de Nun.1
Elías, natural de Tisbé, de Galaad dijo a Ajab: — Te juro por el Señor, Dios de Israel, a quien sirvo, que en estos años no habrá lluvia ni rocío, hasta que yo lo ordene.2
Luego el Señor mandó a Elías este mensaje:3
— Vete de aquí en dirección a oriente y escóndete en el arroyo de Querit, al este del Jordán.4 Allí podrás beber agua del arroyo y, además, he ordenado a los cuervos que te lleven comida.
5
Elías se marchó e hizo como le había dicho el Señor: se fue a vivir junto al arroyo Querit, al este del Jordán.6 Los cuervos le llevaban pan y carne por la mañana y por la tarde, y bebía agua del arroyo.
7
Al cabo de un tiempo, el arroyo se secó, porque no había llovido en el país.8 Entonces el Señor le envió este mensaje:
9
— Dirígete a Sarepta, en Sidón, y quédate a vivir allí, que yo le he ordenado a una viuda que te proporcione comida.10
Elías se puso en camino hacia Sarepta y a la entrada de la ciudad encontró a una viuda recogiendo leña. Elías la llamó y le dijo: — Por favor, tráeme en una jarra un poco de agua para beber.11
Cuando iba a buscarla, Elías le gritó: — Por favor, trae también un trozo de pan.12
Pero ella le respondió: — Te juro por el Señor, tu Dios, que no me queda pan. Apenas me queda un puñado de harina en la tinaja y un poco de aceite en la alcuza. Precisamente estaba recogiendo algo de leña, para ir a cocerlo para mí y para mi hijo. Nos lo comeremos y luego moriremos.13
Elías le dijo: — No te apures. Anda y haz lo que dices. Pero primero prepárame de ahí un panecillo y tráemelo. Después podrás hacerlo para ti y para tu hijo.14 Porque el Señor, Dios de Israel, ha dicho que ni la tinaja de harina se acabará ni la alcuza de aceite se vaciará hasta el día en que él mande la lluvia sobre la tierra.
15
La mujer fue a hacer lo que le dijo Elías y pudieron comer él, ella y su familia durante mucho tiempo.16 La tinaja de harina no se acabó ni la alcuza de aceite se vació, tal y como el Señor había anunciado por medio de Elías.
17
Algún tiempo después de estos sucesos, el hijo de la dueña de la casa cayó enfermo y la enfermedad se agudizó tanto que murió.18 Entonces la mujer dijo a Elías:
— ¿Qué tienes contra mí, hombre de Dios? ¿Has venido a mi casa para recordarme mis culpas y hacer morir a mi hijo?19
Pero él le dijo: — Dame a tu hijo. Y tomándolo de su regazo, lo subió a la habitación donde se alojaba y lo acostó en su cama.20 Luego clamó al Señor:
— Señor, Dios mío, ¿es que vas a hacer sufrir también a esta viuda que me ha hospedado, haciendo morir a su hijo?21
Luego se tendió tres veces sobre el niño y volvió a clamar al Señor: — ¡Señor, Dios mío, devuelve el aliento a este niño!22
El Señor escuchó a Elías y el niño recuperó el aliento y revivió.23 Entonces Elías tomó al niño, lo bajó de su habitación y se lo entregó a su madre, diciéndole:
— Mira, tu hijo está vivo.24
La mujer dijo a Elías: — Ahora reconozco que eres un hombre de Dios y que Dios habla de verdad por medio de ti.1
Mucho tiempo después, al tercer año, el Señor envió este mensaje a Elías: — Vete y preséntate a Ajab, porque voy a mandar la lluvia sobre la tierra.2
Elías marchó a presentarse a Ajab. En Samaría había un hambre atroz.3 Ajab llamó a Abdías, el mayordomo de palacio. Abdías era profundamente religioso
4 y cuando Jezabel quiso acabar con los profetas del Señor, recogió a cien de ellos, los escondió en cuevas en dos grupos de cincuenta y les proporcionó alimento y agua.
5 Ajab dijo a Abdías:
— Vamos a recorrer todas las fuentes y arroyos del país, a ver si encontramos pasto y mantenemos vivos a caballos y mulos sin tener que sacrificar animales.6
Se dividieron el territorio a recorrer: Ajab se fue por un lado y Abdías por otro.7 Mientras Abdías iba de camino, Elías le salió al encuentro. Al reconocerlo, Abdías se inclinó ante él y le pregunto:
— ¿Eres tú mi señor Elías?8
Él le respondió: — Sí, soy yo. Vete y dile a tu amo que Elías está aquí.9
Abdías le dijo: — ¿Qué pecado he cometido para que me entregues a Ajab y me mate?10 ¡Te juro por el Señor, tu Dios, que no hay nación ni reino donde mi amo no haya mandado a buscarte! Y cuando respondían que no estabas, él hacía jurar a la nación o al reino que no te habían encontrado.
11 ¡Y ahora me dices que vaya a decirle a mi amo que Elías está aquí!
12 Seguro que cuando me separe de ti, el espíritu del Señor te llevará a un lugar desconocido; así que cuando yo llegue a comunicárselo a Ajab, al no encontrarte, me matará. Este siervo tuyo ha respetado al Señor desde su juventud.
13 ¿No te han contado lo que hice cuando Jezabel estaba matando a los profetas del Señor? Escondí a cien de ellos en dos cuevas, cincuenta por cueva, y les proporcioné alimento y comida.
14 ¡Y ahora me dices que vaya a decirle a mi amo que Elías está aquí! ¡Me matará!
15
Elías le dijo: — ¡Te juro por el Señor del universo, a quien sirvo, que hoy me presentaré ante Ajab!16
Abdías fue a buscar a Ajab para informarle. Entonces Ajab salió al encuentro de Elías17 y cuando lo vio, le dijo:
— ¿Eres tú, azote de Israel?18
Elías le respondió: — No soy yo el azote de Israel, sino tú y tu familia que habéis abandonado los mandamientos del Señor para seguir a los baales.19 Pero ahora manda que se reúna conmigo todo Israel en el monte Carmelo, con los cuatrocientos cincuenta profetas de Baal y de Astarté, mantenidos por Jezabel.
20
Ajab envió emisarios a todos los israelitas y reunió a los profetas en el monte Carmelo.21 Elías se acercó a la gente y dijo:
— ¿Hasta cuándo seguiréis danzando una vez sobre un pie y otra vez sobre otro? Si el Señor es Dios, seguidlo; si lo es Baal, seguid a Baal. Pero la gente no respondió.22 Elías dijo a la gente:
— De los profetas del Señor he quedado yo solo, mientras que los profetas de Baal son cuatrocientos cincuenta.23 Pues bien, que nos den dos novillos y que ellos escojan uno, lo descuarticen y lo pongan sobre la leña sin prenderle fuego; yo haré lo mismo con el otro novillo.
24 Vosotros invocaréis a vuestro dios y yo invocaré al Señor; el que responda enviando fuego será el verdadero Dios.
Toda la gente asintió: — Es una buena propuesta.25
Elías dijo entonces a los profetas de Baal: — Elegid un novillo y preparadlo vosotros primero, ya que sois más numerosos. Luego invocáis a vuestro dios, pero sin prenderle fuego.26
Prepararon ellos el novillo que les dieron y se pusieron a invocar a Baal desde la mañana hasta el mediodía, gritando: — Baal, respóndenos. Pero no se oyó ninguna voz ni respuesta. Entonces se pusieron a danzar alrededor del altar que habían hecho.27 Hacia el mediodía Elías comenzó a burlarse de ellos, diciendo:
— ¡Gritad más fuerte! Aunque Baal sea dios, tendrá sus ocupaciones y sus necesidades, o estará de viaje. A lo mejor está dormido y tendrá que despertar.28 Ellos se pusieron a gritar más fuerte y, como tenían por costumbre, se hicieron cortes con espadas y lanzas hasta quedar cubiertos de sangre.
29 Después de mediodía entraron en éxtasis hasta la hora de la ofrenda. Pero no se oyó ninguna voz, ni hubo respuesta ni reacción alguna.
30 Entonces Elías dijo a la gente:
— Acercaos a mí. Toda la gente se acercó y Elías reconstruyó el altar del Señor que estaba derrumbado.31 Tomó doce piedras, conforme a las tribus de los hijos de Jacob, a quien el Señor había dicho: “Te llamarás Israel”,
32 y con ellas levantó un altar en honor del Señor. Hizo también una zanja alrededor del altar con una capacidad de dos medidas de grano,
33 colocó la leña, descuartizó el novillo y lo puso sobre la leña.
34 Luego ordenó:
— Traed cuatro cántaros de agua y echadla sobre la víctima y la leña. Y añadió: — Hacedlo otra vez. Lo hicieron, pero Elías insistió: — Hacedlo por tercera vez. Y así lo hicieron.35 El agua corrió alrededor del altar e incluso llenó la zanja.
36 Al llegar la hora del sacrificio, el profeta Elías se acercó y dijo:
— Señor, Dios de Abrahán, Isaac e Israel: haz que hoy se reconozca que tú eres el Dios de Israel y que yo soy tu siervo que he actuado así por orden tuya.37 Respóndeme, Señor, respóndeme, para que este pueblo reconozca que tú, Señor, eres Dios, y que eres tú el que harás volver sus corazones a ti.
38
Entonces descendió el fuego divino, devoró el holocausto, la leña, las piedras y el polvo, y secó el agua de la zanja.39 Al verlo, toda la gente cayó en tierra, exclamando:
— ¡El Señor es Dios! ¡El Señor es Dios!40
Elías les ordenó: — ¡Apresad a los profetas de Baal y que no escape ni uno! Los apresaron y Elías mandó bajarlos al arroyo Quisón y allí los degolló.41
Elías dijo a Ajab: — Vete a comer y a beber, pues se oye el ruido del aguacero.42
Ajab se fue a comer y beber. Elías, por su parte, subió a la cima del Carmelo, se sentó en tierra con el rostro entre las rodillas43 y dijo a su criado:
— Sube y mira en dirección al mar. El criado subió, miró y dijo: — No se ve nada. Por siete veces Elías le dijo: — Vuelve a hacerlo.44 A la séptima vez, el criado dijo:
— Viene del mar una nube pequeña como la palma de la mano. Entonces Elías le dijo: — Vete a decirle a Ajab: “Engancha y márchate, antes de que la lluvia te lo impida”.45
Inmediatamente, por efecto de las nubes y el viento, el cielo se encapotó y se desencadenó el aguacero. Ajab montó en su carro y marchó a Jezrael.46 Elías, impulsado por la fuerza del Señor, se ciñó la ropa a la cintura y se fue corriendo delante de Ajab hasta llegar a Jezrael.
1
Ajab contó a Jezabel todo lo que había hecho Elías y cómo había degollado a todos los profetas.2 Entonces Jezabel envió un mensajero a comunicar a Elías:
— Que los dioses me castiguen, si mañana a estas horas no hago contigo lo que les has hecho a ellos.3
Elías se asustó y emprendió la huida para ponerse a salvo. Cuando llegó a Berseba de Judá, dejó allí a su criado.4 Luego siguió por el desierto una jornada de camino y al final se sentó bajo una retama y se deseó la muerte diciendo:
— ¡Basta ya, Señor! Quítame la vida, pues yo no valgo más que mis antepasados.5
Se echó bajo la retama y se quedó dormido. Pero un ángel lo tocó y le dijo: — Levántate y come.6
Elías miró y a su cabecera vio una torta de pan cocido sobre piedras calientes junto a una jarra de agua. Comió, bebió y volvió a acostarse.7 Pero el ángel del Señor lo tocó de nuevo y le dijo:
— Levántate y come, porque el camino se te hará muy largo.8 Elías se levantó, comió y bebió; y con la fuerza de aquella comida caminó durante cuarenta días y cuarenta noches hasta el Horeb, el monte de Dios.
9 Una vez allí, se metió en una cueva para pasar la noche. El Señor le dirigió la palabra, preguntándole:
— ¿Qué haces aquí, Elías?10
Él contestó: — Ardo en celo por el Señor, Dios del universo, porque los israelitas han roto tu alianza, han derribado tus altares y han asesinado a filo de espada a tus profetas. Sólo he quedado yo y me andan buscando para matarme.11
El Señor le dijo: — Sal y quédate de pie sobre el monte ante el Señor, que el Señor va a pasar. Vino un viento huracanado y violento que sacudía los montes y quebraba las peñas delante del Señor, pero el Señor no estaba en el viento. Tras el viento hubo un terremoto, pero el Señor tampoco estaba en el terremoto.12 Tras el terremoto hubo un fuego, pero el Señor tampoco estaba en el fuego. Tras el fuego se oyó un ligero susurro,
13 y al escucharlo, Elías se tapó el rostro con su manto, salió de la cueva y se quedó de pie a la entrada. Entonces oyó una voz que le preguntaba:
— ¿Qué haces aquí, Elías?14
Él contestó: — Ardo en celo por el Señor, Dios del universo, porque los israelitas han roto tu alianza, han derribado tus altares y han asesinado a filo de espada a tus profetas. Sólo he quedado yo y me andan buscando para matarme.15
El Señor le dijo: — Anda, vuelve por el camino por el que has venido hacia el desierto en dirección a Damasco. Cuando llegues, unge a Jazael como rey de Siria;16 unge a Jehú, hijo de Nimsí, como rey de Israel; y unge a Eliseo, hijo de Safat, de Abel Mejolá, como profeta sucesor tuyo.
17 A quien escape de la espada de Jazael, lo matará Jehú; y a quien escape de la espada de Jehú, lo matará Eliseo.
18 Sólo dejaré en Israel un resto de siete mil: aquellos que no doblaron la rodilla ante Baal, ni lo besaron con sus labios.
19
Elías se marchó de allí y encontró a Eliseo, hijo de Safat, que estaba arando con doce yuntas de bueyes e iba detrás de la última. Elías pasó junto a él y lo cubrió con su manto.20 Eliseo dejó los bueyes, corrió detrás de Elías y le dijo:
— Déjame despedirme de mis padres. Luego te sigo. Elías le respondió: — Vete y vuelve. Yo no te lo impido.21
Eliseo se volvió, agarró la yunta de bueyes y los sacrificó. Luego asó la carne con los aperos de los bueyes e invitó a comer a la gente. Después emprendió la marcha tras Elías y se puso a su servicio.1
Benadad, rey de Siria, reunió todas sus tropas y acompañado de treinta y dos reyes vasallos, caballos y carros subió hasta Samaría para sitiarla y atacarla.2 Una vez allí, envió sus mensajeros a la ciudad para decir a Ajab:
3
— Así dice Benadad: “Dame tu plata y tu oro, tus mujeres y tus mejores hijos”.4
El rey de Israel le respondió: — Hágase como deseas, mi rey y señor. Yo y todo lo que tengo estamos a tu disposición.5
Los mensajeros volvieron a decirle: — Así dice Benadad: “He enviado a comunicarte que me des tu plata y tu oro, tus mujeres y tus hijos.6 Mañana a estas horas te enviaré a mis soldados para que registren tu palacio y las casas de tus súbditos; tomarán todo lo que más aprecias y se lo llevarán”.
7
El rey de Israel convocó a todos los ancianos del país y les dijo: — Como podéis ver, este anda buscando mi desgracia, pues me ha reclamado mis mujeres, mis hijos, mi plata y mi oro, a pesar de que yo no me he negado.8
Todos los ancianos y el pueblo le aconsejaron: — No le hagas caso ni aceptes sus exigencias.9
Ajab dijo a los emisarios de Benadad: — Decid a vuestro señor el rey, que haré todo lo que me ordenó la primera vez; pero que no puedo hacer esto otro. Los emisarios llevaron al rey la respuesta.10 Entonces Benadad mandó a decir a Ajab:
— ¡Que los dioses me castiguen, si queda de Samaría polvo suficiente para darle un puñado a cada uno de mis seguidores!11
Pero el rey de Israel respondió: — Decidle que no cante victoria antes de la batalla.12
Benadad, que estaba bebiendo con los reyes en el campamento, dijo a sus soldados al escuchar esta respuesta: — ¡Cada uno a su puesto! E inmediatamente tomaron posiciones frente a la ciudad.13
Pero entonces un profeta se acercó a Ajab, rey de Israel y le dijo: — Así dice el Señor: “¿Ves todo ese gran ejército? Pues te lo voy a entregar hoy mismo, para que reconozcas que yo soy el Señor”.14
Ajab preguntó: — ¿Por medio de quién? El profeta respondió: — El Señor dice que por medio de los escuderos de los gobernadores de provincias. Ajab insistió: — ¿Quién iniciará el ataque? Respondió: — Serás tú.15
Ajab pasó revista a los escuderos de los gobernadores de provincias: eran doscientos treinta y dos. Luego pasó revista a todo el ejército israelita, que eran siete mil.16 Al mediodía hicieron una salida, mientras Benadad seguía emborrachándose en el campamento con los treinta y dos reyes aliados.
17 Abrían la avanzadilla los escuderos de los gobernadores de provincias. Benadad pidió informes y le comunicaron:
— Acaban de salir unos hombres de Samaría.18
Benadad ordenó: — Si salen en son de paz, prendedlos vivos; y si salen a atacar, también.19
Los que habían salido de la ciudad eran los escuderos de los gobernadores de provincias, y el ejército salió tras ellos.20 Cada uno mató a su contrincante, y los sirios huyeron, perseguidos por los israelitas. Benadad, el rey de Siria, logró escapar a caballo con algunos jinetes.
21 Salió también el rey de Israel, atacó a la caballería y a los carros e infringió a los sirios una gran derrota.
22
El profeta se acercó al rey de Israel y le dijo: — Anda, refuérzate y piensa bien lo que tienes que hacer, porque dentro de un año el rey de Siria volverá a atacarte.23
Por su parte, los oficiales del rey de Siria le dijeron: — Su Dios es dios de los montes y por eso nos han derrotado. Si los atacamos en la llanura, seguro que los venceremos.24 Te aconsejamos, pues, hacer lo siguiente: quita a los reyes y sustitúyelos por gobernadores.
25 Organiza luego un ejército como el que has perdido, con igual número de caballos y carros. Los atacaremos en la llanura y sin duda los venceremos.
Benadad atendió sus razones y actuó en consecuencia.26 Al año siguiente Benadad pasó revista al ejército sirio y partió hacia Afec para luchar contra Israel.
27 También los israelitas pasaron revista, se aprovisionaron y salieron al encuentro de los sirios. Cuando acamparon frente a ellos, parecían dos rebaños de cabras, mientras que los sirios ocupaban todo el terreno.
28 Un hombre de Dios se acercó al rey de Israel y le dijo:
— Así dice el Señor: Puesto que los sirios han dicho que el Señor es un dios de los montes y no de los valles, entregaré en tu poder a ese ejército tan numeroso, para que reconozcáis que yo soy el Señor.29
Durante siete días estuvieron acampados unos frente a otros. Al séptimo día se entabló la batalla: los israelitas derrotaron a los arameos y mataron en un solo día a cien mil soldados de infantería.30 Los supervivientes se refugiaron en la ciudad de Afec. Pero la muralla se desplomó sobre los veintisiete mil supervivientes. Benadad también huyó y entró en la ciudad, escondiéndose de casa en casa.
31
Sus oficiales le dijeron: — Hemos oído decir que los reyes de Israel suelen ser clementes. Vamos a vestirnos con sacos y con una cuerda al cuello; nos presentaremos así al rey de Israel, a ver si te perdona la vida.32
Se vistieron con sacos y con cuerdas al cuello y se presentaron ante el rey de Israel, diciendo: — Tu siervo Benadad te suplica que le perdones la vida. Ajab respondió: — Pero, ¿todavía vive? ¡Es mi hermano!33
Aquellos hombres lo interpretaron como buena señal y, tomándole la palabra, se apresuraron a contestar: — ¡Sí, Benadad es tu hermano! Ajab les dijo: — Id y traedlo. Benadad se presentó ante Ajab y él lo subió en su carro.34 Entonces Benadad le dijo:
— Te devolveré las ciudades que mi padre le quitó a tu padre y además podrás instalar bazares en Damasco, como mi padre los instaló en Samaría. Ajab respondió: — Con ese compromiso te dejaré en libertad. Ajab firmó un tratado con él y lo dejó en libertad.35
Un miembro de la comunidad de profetas dijo a un compañero, por orden del Señor: — ¡Pégame! El compañero se negó36 y el otro le dijo:
— Por no haber obedecido la palabra del Señor, cuando te separes de mí, te matará un león. Y cuando se separó de él, lo encontró un león y lo mató.37
El profeta encontró a otro hombre y le pidió: — ¡Pégame! Aquel hombre le pegó y lo dejó herido.38
Luego se fue a esperar al rey junto al camino, disfrazado con una venda en los ojos.39 Cuando pasó el rey, el profeta le dijo a voces:
— Cuando tu servidor estaba en el fragor de la batalla, un hombre se acercó y me entregó un prisionero, encargándome: “Vigila a este hombre y, como llegue a escapar, lo pagarás con tu vida o con un talento de plata”.40 Pero mientras tu servidor andaba ocupado en otras cosas, el prisionero desapareció.
El rey de Israel le dijo: — ¡Tú mismo acabas de pronunciar tu sentencia!41
Pero inmediatamente se quitó la venda de los ojos y el rey de Israel lo reconoció como uno de los profetas.42 Entonces le dijo al rey:
— Así dice el Señor: Por haber dejado en libertad al hombre que yo había condenado al exterminio, tú y tu pueblo pagaréis con la vida por la de él y la de su pueblo.43
El rey de Israel entró en Samaría y se encerró en su palacio malhumorado y furioso.1
Algún tiempo después tuvo lugar este suceso. Nabot, el de Jezrael, tenía una viña en Jezrael junto al palacio de Ajab, el rey de Samaría.2 Ajab propuso a Nabot:
— Cédeme tu viña, la que linda con mi palacio, para hacer una huerta. Yo te daré a cambio una viña mejor o, si lo prefieres, te pagaré su valor en dinero.3
Nabot le respondió: — ¡Dios me libre de cederte la herencia de mis padres!4
Ajab regresó a palacio malhumorado y furioso por la respuesta de Nabot, el de Jezrael, que no había querido cederle la herencia de sus padres. Se acostó, escondió el rostro y no quiso comer.5
Su mujer Jezabel se le acercó y le preguntó: — ¿Por qué estás deprimido y no quieres comer?6
Él le respondió: — He hablado con Nabot, el de Jezrael y le he dicho que me vendiera su viña o que me la cambiara por otra, si así lo prefería; pero me ha dicho que no me la da.7
Su mujer Jezabel le respondió: — ¿Y eres tú quien manda en Israel? Anda, come algo y tranquilízate, que yo te daré la viña de Nabot, el de Jezrael.8
Inmediatamente se puso a escribir unas cartas en nombre de Ajab, las selló con el sello real y las envió a los ancianos y notables de la ciudad, paisanos de Nabot.9 Las cartas decían: “Proclamad un ayuno y sentad a Nabot presidiendo la asamblea.
10 Haced luego que comparezcan ante él dos desalmados que lo acusen de haber maldecido a Dios y al rey. Entonces lo sacáis fuera y lo apedreáis hasta matarlo”.
11 Los paisanos de Nabot, los ancianos y los notables hicieron lo que les había mandado Jezabel, tal y como estaba escrito en las cartas que les había enviado:
12 convocaron un ayuno y sentaron a Nabot ante la presidencia de la asamblea;
13 a continuación llegaron los dos desalmados que comparecieron ante Nabot y lo acusaron en presencia de la asamblea, diciendo:
— Nabot ha maldecido a Dios y al rey. Entonces lo sacaron fuera de la ciudad y lo apedrearon hasta que murió.14 Luego enviaron a decir a Jezabel:
— Nabot ha muerto apedreado.15
Cuando Jezabel supo que Nabot había muerto apedreado, le dijo a Ajab: — Ve a tomar posesión de la viña que Nabot, el de Jezrael, no quería venderte; pues él ya no vive, ha muerto.16
Cuando Ajab supo que Nabot había muerto, bajó inmediatamente a tomar posesión de la viña de Nabot, el de Jezrael.17
Entonces el Señor envió este mensaje a Elías, el tesbita:18
— Baja al encuentro de Ajab, el rey de Israel, que vive en Samaría. Ahora está en la viña de Nabot, adonde ha ido a tomar posesión.19 Le dirás lo siguiente: “Así te dice el Señor: ¡Has asesinado para robar!”. Y añadirás: “Pues el Señor te anuncia que en el mismo sitio donde los perros lamieron la sangre de Nabot, lamerán también la tuya”.
20
Ajab dijo a Elías: — ¡Me has descubierto, enemigo mío! Elías respondió: — ¡Sí, te he descubierto! Puesto que has ofendido al Señor con tus acciones,21 él descargará sobre ti la desgracia, aniquilará tu descendencia y exterminará en Israel a todo varón de la familia de Ajab, esclavo o libre.
22 Tratará a tu dinastía como a la de Jeroboán, hijo de Nabat, y a la de Basá, hijo de Ajías, por haber provocado su indignación y haber hecho pecar a Israel.
23 También contra Jezabel dice el Señor: Los perros devorarán a Jezabel en los campos de Jezrael.
24 Cualquiera de la familia de Ajab que muera en la ciudad será devorado por los perros, y el que muera en el campo será devorado por las aves del cielo.
25
(Ciertamente no hubo nadie como Ajab que ofendiera tan gravemente al Señor con sus acciones, incitado por su esposa Jezabel.26 Procedió, además, de manera infame siguiendo a los ídolos, como habían hecho los amorreos que el Señor había expulsado ante los israelitas).
27
Cuando Ajab escuchó esas palabras, se rasgó las vestiduras, se vistió de saco y ayunó; se acostaba con el saco y se mostraba afligido.28 Entonces, el Señor envió este mensaje a Elías, el tesbita:
29
— ¿Has visto cómo se ha humillado Ajab ante mí? Por haberse humillado así, no lo castigaré mientras viva. Castigaré a su familia en vida de su hijo.1
Pasaron tres años sin guerras entre Siria e Israel.2 Pero al tercer año, Josafat, rey de Judá, fue a visitar al rey de Israel.
3 El rey de Israel dijo a sus oficiales:
— Como bien sabéis, la ciudad de Ramot de Galaad es nuestra; pero nosotros no hacemos nada para rescatarla del dominio del rey de Siria.4
Luego preguntó a Josafat: — ¿Quieres venir conmigo a atacar Ramot de Galaad? Josafat le respondió: — Yo, mi gente y mi caballería estamos a tu disposición.5
Josafat añadió al rey de Israel: — Consulta antes al Señor.6
El rey de Israel reunió a unos cuatrocientos profetas y les preguntó: — ¿Puedo ir a atacar Ramot de Galaad o no? Ellos le respondieron: — Puedes ir, porque el Señor te la va a entregar.7
Pero Josafat preguntó: — ¿No hay por aquí algún profeta del Señor al que podamos consultar?8
El rey de Israel le respondió: — Sí, aún queda alguien a través del cual podemos consultar al Señor: Miqueas, el hijo de Jimlá. Pero yo lo detesto, porque no me profetiza venturas, sino desgracias. Josafat le dijo: — El rey no debe hablar así.9
Entonces el rey de Israel llamó a un funcionario y le dijo: — ¡Que venga inmediatamente Miqueas, el hijo de Jimlá!10
El rey de Israel y Josafat, el rey de Judá, estaban sentados en sus tronos con sus vestiduras reales, en la plaza de la entrada de Samaría, mientras todos los profetas profetizaban ante ellos.11 Sedecías, el hijo de Quenaná, se hizo unos cuernos de hierro y decía:
— El Señor dice: “¡Con estos cuernos embestirás a los sirios hasta aniquilarlos!”.12
Y todos los profetas profetizaban lo mismo: — ¡Ataca a Ramot de Galaad, que tendrás éxito! ¡El Señor la entregará al rey!13
Mientras, el mensajero que había ido a llamar a Miqueas le decía: — Ten en cuenta que los profetas están anunciado unánimemente la victoria al rey; procura, pues, que tu profecía coincida también con la suya y anuncia la victoria.14
Miqueas contestó: — ¡Juro por el Señor que sólo anunciaré lo que me diga el Señor!15
Cuando llegó ante el rey, este le preguntó: — Miqueas, ¿puedo ir a atacar Ramot de Galaad o no? Él le contestó: — Ataca, que tendrás éxito, pues el Señor te la entregará.16
Pero el rey le dijo: — ¿Cuántas veces tendré que pedirte bajo juramento que me digas sólo la verdad en nombre del Señor?17
Entonces Miqueas dijo: — He visto a todo Israel disperso por los montes como un rebaño sin pastor y el Señor decía: No tienen dueño; que vuelvan en paz a sus casas.18
El rey de Israel dijo a Josafat: — ¿Qué te decía yo? No me profetiza venturas, sino desgracias.19
Miqueas añadió: — Por eso, escucha esta palabra de parte del Señor: He visto al Señor sentado en su trono y toda la corte celeste estaba de pie ante él, a derecha e izquierda.20 El Señor preguntó: “¿Quién confundirá a Ajab para que ataque a Ramot de Galaad y perezca?”.
Unos decían una cosa y otros, otra.21 Entonces un espíritu se presentó ante el Señor y le dijo: “Yo lo confundiré”. Y el Señor preguntó: “¿Cómo lo harás?”.
22 El espíritu respondió: “Iré y me convertiré en espíritu de mentira en boca de todos sus profetas”. El Señor le dijo: “¡Conseguirás confundirlo! Vete y hazlo así”.
23 Así que ahora ya sabes que el Señor ha inspirado mentiras a todos estos profetas tuyos y ha anunciado tu desgracia.
24
Entonces Sedecías, el hijo de Quenaná, se acercó a Miqueas, le dio una bofetada y le dijo: — ¿Es que me ha abandonado el espíritu del Señor para hablarte a ti?25
Miqueas le respondió: — Tú mismo lo verás el día en que vayas escondiéndote de casa en casa.26
Entonces el rey de Israel ordenó: — Prended a Miqueas, entregádselo a Amón, el gobernador de la ciudad, y al príncipe Joel27 y decidles: “El rey ha ordenado que lo metáis en la cárcel y que le racionéis el pan y el agua hasta que el rey regrese sano y salvo”.
28
Miqueas le dijo: — Si consigues regresar sano y salvo, es que el Señor no ha hablado por mi boca.29
El rey de Israel y Josafat, el rey de Judá, fueron a atacar Ramot de Galaad.30 El rey de Israel dijo a Josafat:
— Yo voy a disfrazarme para entrar en combate y tú te vistes con mis ropas. Así que el rey de Israel entró en combate disfrazado.31 El rey de Siria había ordenado a sus treinta y dos jefes de carros que no atacasen ni a soldados ni a oficiales; sólo al rey de Israel.
32 Cuando los jefes de carros vieron a Josafat creyeron que se trataba del rey de Israel y se dispusieron a atacarlo; pero Josafat se puso a gritar
33 y cuando los jefes de los carros se dieron cuenta de que él no era el rey de Israel, dejaron de perseguirlo.
34 Entonces un soldado lanzó una flecha al azar que hirió al rey de Israel, entrando por las juntas de la coraza. Inmediatamente el rey ordenó al conductor de su carro:
— Da la vuelta y sácame del campo de batalla, que estoy herido.35 Pero en aquel momento la batalla se recrudeció tanto, que el rey tuvo que aguantar en su carro haciendo frente a los sirios, y al atardecer murió, mientras la sangre de su herida corría por el suelo del carro.
36 A la puesta del sol comenzó a correr la voz en el campo de batalla:
— ¡Cada uno a su pueblo y a su tierra!37 ¡El rey ha muerto!
Entonces llevaron al rey a Samaría y lo enterraron allí.38 Luego fueron a lavar el carro a una alberca de Samaría, y los perros lamieron la sangre de Ajab y las prostitutas se bañaron en ella, como había anunciado el Señor.
39
El resto de la historia de Ajab, todo lo que hizo, el palacio de marfil que mandó edificar y las ciudades que construyó, está escrito en el libro de los Anales de los Reyes de Israel.40 Cuando murió Ajab, su hijo Ocozías le sucedió como rey.
41
Josafat, hijo de Asá, comenzó a reinar en Judá durante el cuarto año del reinado de Ajab en Israel.42 Cuando comenzó a reinar, tenía treinta y cinco años y reinó en Jerusalén durante veinticinco años. Su madre se llamaba Azubá y era hija de Siljí.
43
Josafat siguió los pasos de su padre Asá, sin apartarse lo más mínimo y actuando rectamente ante el Señor.44 Sin embargo, no desaparecieron los santuarios locales de los altos y el pueblo siguió ofreciendo sacrificios y quemando incienso en ellos.
45 Josafat hizo las paces con el rey de Israel.
46 El resto de la historia de Josafat, las gestas y batallas que llevó a cabo, está escrito en el libro de los Anales de los Reyes de Judá;
47 además eliminó del país a las prostitutas que aún quedaban de la época de su padre Asá.
48 Entonces no había rey en Edom, sino un delegado del rey.
49 Josafat mandó construir naves de Tarsis para ir a traer oro de Ofir, pero no pudo salir, porque las naves naufragaron en Esionguéber.
50 Ocozías, el hijo de Ajab, propuso a Josafat:
— Deja que mis marineros vayan con los tuyos. Pero Josafat se negó.51 Cuando murió Josafat, lo enterraron con sus antepasados en la ciudad de David y su hijo Jorán lo sucedió como rey.
52
Ocozías, hijo de Ajab, comenzó a reinar en Samaría durante el décimo séptimo año del reinado de Josafat en Judá. Reinó dos años sobre Israel.53 Ofendió al Señor con sus acciones y siguió los pasos de sus antepasados y los de Jeroboán, hijo de Nabat, que hizo pecar a Israel.
54 Además, sirvió a Baal y lo adoró, provocando la indignación del Señor, Dios de Israel, tal y como había hecho su padre.